elementos que además de mostrar el oficio en la arquitectura, muestren su evolución frente a diferentes periodos de tiempo y condiciones sociales.
Por otro lado, las chimeneas, los lucernarios, los antejardines y los cuerpos de agua generan dinámicas
sociales que sustentan su valor en la conformación de ciudadanía y ciudad, que con el paso del tiempo han perdido
RESCATANDO CHAPINERO
Chapinero, una zona que ha sido tradicional y muy concurrida por los bogotanos desde sus orígenes, es hoy
en día una mezcla de dinámicas, flujos y actividades que evidencian las modificaciones físicas y sociales del lugar a través del tiempo. Este constante cambio y el ritmo de vida actual han dejado de lado muchos elementos, lugares y técnicas que construyen así como reivindican la memoria del lugar. A partir del reconocimiento del barrio, surge la inquietud acerca de ¿Qué se debería preservar y rescatar del Chapinero actual frente a una posible renovación urbana? Con respecto a ésta cuestión se generan inventarios de: pisos, muros, ventanería metálica, forja, chimeneas, lucernarios, antejardines y cuerpos de agua. Mediante esta exploración se considera que se deben preservar los elementos, lugares y técnicas arquitectónicas registradas para reconocer la importancia del oficio y las dinámicas que se generan en torno a éstas.
Para empezar, dentro de la serie de inventarios se encuentran cuatro que hacen alusión directa al oficio ar-
quitectónico: los pisos, los muros, la ventanería metálica y la forja. Estas cuatro series dan cuenta de una noción hoy relegada de la arquitectura; el origen etimológico de la palabra oficio (del latín “opificium”, de “opus” (obra) + “facere” (hacer)) (DeConceptos, s.f). Esta palabra recuerda la importancia no sólo de “realizar una obra” sino de quien la realiza, el “Opificis”, es decir el artesano. El registro de estos cuatro elementos da cuenta de una técnica específica que involucra la mano y obra de un experto; conocedor de los materiales y sus características esenciales y físicas.
Particularmente, por medio del registro de los pisos exteriores y muros de fachadas se pudo evidenciar una
gran variedad de materialidades; ladrillo, piedra bogotana, granito y mármol, entre otros, además de diferentes tipos de aparejos y configuraciones que demuestran la destreza de los diferentes artesanos y mamposteros, además de la singularidad de su trabajo. . Estas dos últimas cuestiones son discutibles en la arquitectura contemporánea donde al intentar responder a las dinámicas y necesidades actuales se ha propuesto responder tanto a pisos como a murros de manera sistemática, generando soluciones estandarizadas tanto en su materialidad como en su técnica constructiva. Lo anterior deja de lado la “realización de una obra” y al artesano, es decir el oficio, es por ello que surge la importancia de rescatar estos elementos, así como de recuperar el oficio.
En el caso de la ventanería metálica y la forja, los inventarios dan cuenta del oficio arquitectónico desde dos
aproximaciones diferentes , por un lado la mano de obra de los artesanos que realizaban forjas con diseños únicos o por encargos, y por el otro la ventanería metálica producida de manera más sistemática y menos manual que llegó con la aparición de la arquitectura moderna de estilo internacional en Bogotá (Aschner, 2004. p 74). En el caso de la forja este inventario rescata al igual que los pisos y los muros el oficio arquitectónico desde su concepción etimológica y la particularidad de sus productos; mientras que la ventanería metálica rescata la producción sistemática como producto de un suceso histórico, la industrialización. Este paralelo hace referencia a la importancia de rescatar
la importancia en la sociedad contemporánea. Cabe resaltar, que el significado etimológico de la palabra dinámica, proviene de “dynamos” que denota potencia o fuerza (DeConceptos, s.f), que connota la “capacidad para ejecutar algo o producir un efecto” (RAE, s.f), en este sentido estos elementos, lugares y técnicas arquitectónicas promueven o establecen dinámicas sociales en su entorno.
Inicialmente, las chimeneas reunían a las personas en torno al fuego, consolidándose entonces como foco de
socialización e interacción. Sin embargo, en la actualidad casi siempre son usadas únicamente como elemento decorativo y de climatización del ambiente interior de las viviendas. Por su parte, los lucernarios sugerían un vínculo entre el cielo y la tierra, elemento que además de permitir el paso de la luz hacia el interior, facilitaba mirar al cielo desde el espacio privado; pero actualmente sólo se entienden como elementos que permiten el ingreso de luz natural. Los antejardines, se establecieron como la transición entre el espacio público y el privado, permitiendo así que la naturaleza se incorporara en la ciudad. Sin embargo, hoy en día ha prevalecido el precio del suelo y el alto costo de mantenimiento de los antejardines por lo que han ido desapareciendo paulatinamente en la ciudad, generando la privatización del espacio público para así ampliar el área de las viviendas. (Gómez, 2014).
Adicionalmente, los cuerpos de agua como fuente de vida, congregaban a los ciudadanos para suplir sus
necesidades domésticas y básicas. No obstante, en nuestros días por el desarrollo urbano además de la necesidad de sus trazados han pasado a un segundo plano, pues su deterioro e inexistencia en la ciudad aumenta con el tiempo. Por lo cual, se han desarrollado programas para recuperar estos recursos hídricos y restablecer el vínculo como la Recuperación de La Quebrada La Vieja y la Quebrada de las Delicias, esto con el fin de re-establecer el nexo con las fuentes hídricas (Rivera. s.f). De acuerdo a lo anterior, es importante rescatar el valor arquitectónico y social de estos cuatro inventarios por la capacidad que tienen de establecer nuevas dinámicas urbanas y diversas relaciones sociales, que dan cuenta además de los cambios sociales y culturales en el tiempo.
A partir del registro y análisis de los inventarios realizados de elementos, lugares y técnicas arquitectónicas
es posible identificar la importancia del oficio y las dinámicas que surgen a partir estos, así como también su significado urbano, social, cultural y arquitectónico. En el momento en que se reconoce el valor de estos componentes en Chapinero es oportuno preservarlos y rescatarlos como detonadores de nuevas dinámicas urbanas, además de recuperar el oficio de la arquitectura. Generando la oportunidad de re-interpretarlos en el contexto contemporáneo, encontrando la esencia de cada uno y evitando caer en una réplica. Por lo tanto, es necesario que los arquitectos retomen su papel como constructores de ciudad para hacer visibles estas piezas que pasan desapercibidas frente al constante cambio y el ritmo de vida actual. “La arquitectura no es sólo una síntesis de elementos visibles; es también, forzosamente, una síntesis de elementos invisibles” (Tournikiotis,2001, p.98)