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www.eltiempo.com - MIÉRCOLES 14 DE ENERO DE 2015 - EL TIEMPO
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En el puerto de Cartagena, músicos del Ensamble Mediterráneo y la Sinfónica Joven de Cartagena, formada por niños de programas sociales de la Sociedad Portuaria, se unieron en concierto. Joaquín Sarmiento / Fundación Salvi
Una nueva generación toma la batuta
El director ‘todero’
En el Festival Internacional de Música de Cartagena se destacan dos jóvenes directores colombianos. Carlos Solano Cultura y Entretenimiento Cartagena*. Los proyectores de luz en la inmensa estructura del puerto de Cartagena apuntaban en la nuca de Juan Pablo Noreña. Igualmente, las miradas del Ensamble Mediterráneo, un grupo de músicos profesionales italianos, así como de unos mil espectadores, y de 60 niños y jóvenes cartageneros armados de instrumentos, algunos de los cuales nunca habían tocado juntos. Corrieron segundos, larguísimos, al borde de lo perturbador, antes de que el director, de 28 años, oriundo de Palestina (Caldas), levantara la batuta. Buscaba un silencio perfecto. Había demasiados ingredientes: lo veían los principales patrocinadores del proyecto de la Orquesta Sinfónica Joven de Cartagena (la Sociedad Portuaria, Carlos Ardila), medios de todo el país y de afuera; un público que había llegado allí, hasta la esquina más recóndita del bodegaje de contenedores, para verlos. Y así, llegaron las notas, y Noreña las llevó ‘a buen puerto’. El concierto, que tuvo lugar el pasado sábado, fue el debut en el festival no solo de jóvenes que se vincularon a la música para construir futuro en medio de las dificultades en las que viven, en los barrios más desfavorecidos de la ciudad, sino que también lo fue para el caldense, quien ya se ha ratificado como protagonista en la dirección desde su titularidad en la orquesta de la Red de Escuelas de Música de Medellín. Días antes, el bogotano Héctor Pinzón, con solo 24 años y ya al frente de proyectos claves en Bogotá, condujo a los mismos muchachos (la Orquesta de Cámara Joven de Cartagena, del proyecto social que él mismo creó un año antes) en el Claustro La Merced, en el corazón de la ciudad amurallada, esa que antes les resultaba tan ajena. Cuando interpretaron un arreglo de Momposina, se volteó y conminó al público a cantarles el coro, en medio de las sonrisas de todos, especialmente de los niños músicos, quienes hoy creen que todo es posible.
El cierre del festival HOY, DOS ACTIVIDADES EN CARTAGENA Primero, a las 11 a. m., concierto de los jóvenes talentos Juan González, Zahira Noguera, Samuel Jiménez y Wuilmer López, en la capilla del hotel Santa Clara.
vatorio de la Universidad Nacional, en la Eafit, de Medellín, y en la Universidad Javeriana, así como en la Juan N. Corpas, en la que se formó Pinzón. En esta comienzan proceso cinco o seis músicos cada dos años, o cuando se puede abrir un grupo.
El caldense Juan Pablo Noreña es el director titular en la Red de Escuelas de Música de Medellín. Foto: Joaquín Sarmiento / Fundación Salvi
Hacerse director
Noreña se vio director cuando ya era un niño; no Luego, a las 7 p. m., fue un asunto accidental, siconcierto de cierre en no una total convicción perCartagena, esta noche, con sonal. A los 9 años, entró a la Orquesta Filarmónica de la Banda Sinfónica de su coBogotá, bajo la dirección del legio, en Palestina. “Me dimaestro cubano Leo cen que yo le decía a mi maBrouwer, con solistas: el má ‘yo quiero ser como óschelista Mario Brunello y car Johnny’ (director de la músicos de la Orquesta de banda y su primer maesCámara Mahler. En el Centro tro), sabía que quería ir de Convenciones. más allá y qué pasaba frente a los músicos”. Mañana, en Barranquilla, una presentación adicional. Cuando se radicó a estuBrunello se une al Cuarteto diar música en Manizales, Balanescu y la Filarmónica ingresó al programa de Juvenil de Bogotá, en un trompeta. No había prograrecital en el teatro Amira de ma de dirección, así que la Rosa, 7 p. m. siempre que llegaban directores de otras ciudades a dar clases les investigaba todo lo que pudiera acerca de cómo hacerse director. Es la segunda participa- Y no fue fácil: su familia tución de Pinzón en este festi- vo que hacer muchos esval, que, además de traer a fuerzos para pagar este cafiguras mundiales de la mú- mino, que lo llevó a Medesica clásica, les permite a llín, en donde estudio la los talentos jóvenes colom- maestría. bianos destacarse y demos“Los directores tenemos trar sus propios talentos en una desventaja, y es que no escenarios igual de impor- todos tenemos a mano una tantes. Y tanto él como No- orquesta a la que podamos reña van dejando su huella, acudir, es nuestro instrula de una genemento y es ración nueva muy costoso y de directores, engorroso”, cuando aún se cuenta Noreña, ve a Andrés quien afortunaOrozco-Estradamente contó da (de 37 años) desde un cierto como una figupunto con el ra joven en la apoyo de la dirección. maestra CeciOcurre en lia Espinoza: un momento “Me dijo ‘tú essingular: en tás hecho para medio de la diesto y tienes ficultad que Héctor Pinzón, que estudiar’, afrontan las or- DIRECTOR DE ORQUESTA. ella gestionó questas profeuna beca ante sionales en tola universidad do el país, afloy eso hizo posiran otros proyectos que ble todo, en medio de un inihan multiplicado las agru- cio tormentoso, pero el depaciones. Tan solo Bogotá seo siempre estuvo ahí”. tiene 13, entre las formales Su gran debut fue su reciy las formativas, algo que tal de grado, en el que dirino se había visto antes. gió la Orquesta Sinfónica Así mismo, se forman di- de Eafit. Desde entonces rectores. Las maestrías en hasta hoy suma méritos, codirección más destacadas mo ser docente de la Faculse encuentran en el Conser- tad de Artes de la Universi-
“¿Un director solo debe saber de música o también debe gestar cambios sociales?”
El bogotano Héctor Pinzón, de 24 años, se destacó como pianista y luego pasó a ejercer la dirección de orquesta. Wilfredo Amaya / Fundación Salvi
dad de Antioquia y titular del programa juvenil de la red, en Medellín. El panorama era más propicio para Pinzón, pues es hijo de dos músicos integrantes de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, el clarinetista Héctor Pinzón y la violinista Beatriz Arroyo. Desde niño, vivió involucrado con la orquesta, pero, como es común, encontró el camino a la batuta tiempo después de empezar sus clases en el Conservatorio Nacional y otras de interpretación del piano en la academia Juan N. Corpas, con la maestra Pilar Leiva. “Siempre tuve interés por la dirección, pero mi primer acercamiento fue como correpetidor de las clases de dirección, y luego me metí en el posgrado en dirección, ya tenía un terreno preparado”, explica Pinzón. “Para mí, siempre ha sido natural que mis padres me apoyen desde un principio, lo que no les pasa a muchos de mis compañeros que estudian música
y han tenido conflictos internos para lograr sacar adelante sus carreras”. Pinzón agrega: “Mis padres fueron mis primeros maestros de dirección, porque desde el otro lado me mostraron la perspectiva de lo que espera un músico de un director, ese es el aprendizaje más importante que he obtenido de ellos: lo que esperan es que primero se sepa la música, pero, sobre todo, que sea sincero, que se sepa qué quiere y que acepte sus errores”. Y así define desde su visión el ser director: “Alrededor de la sinceridad está el hecho de que un director acepte las opiniones de los demás, pero sea claro en lo que quiere e inspira (...). Cuando un director llega con una sonrisita falsa, nadie le cree, aun si es un gran músico; si le enseñaron a impostar la sonrisa como una modelo, que tiene que estar triste, pero tiene que sonreír, eso no es sinceridad”.
Orozco-Estrada, quien migró muy joven al exterior, decía alguna vez que ser director titular en América es muy diferente de serlo en Europa. En el Viejo Continente, el lado artístico es la única preocupación de un director titular, mientras que en los países americanos, donde son entidades privadas, hay que involucrarse en la gestión y consecución de fondos. Pero para los más jóvenes, que ahora se enlazan a la base de los programas sociales, como la jornada extendida 40 x 40, en Bogotá, en la que los colegios prolongan sus horarios para que los alumnos se involucren en actividades como la música, este es un terreno fértil que redefine su papel. Pinzón, por ejemplo, es el director del programa sinfónico en un colegio de la localidad de Usaquén, en el que dirige a 691 estudiantes. “Tratamos de acercarnos al modelo venezolano, pero el contexto social y político es muy diferente. Hay que inventarse todo. Lo realizado por el maestro José Antonio Abreu es una buena base, pero estando en sectores de Bogotá muy complicados, con contextos en los que hay pandillas, uno tiene que inventarse todo (...). Yo soy todero: hasta ayudo a poner los atriles”, agrega el bogotano. Al final, dice Pinzón, “el objetivo es la transformación del tejido social, y ya ahí no es tan importante si uno mueve bien las manos, si la gente le entiende la entrada, si sonó bonito o no; la situación es otra: si hay instrumentos suficientes, si hay espacios, la cobertura...”. Por eso, “me he replanteado el concepto de director como tal –dice Pinzón–: ¿es quien se sabe perfectamente la música e inspira a los músicos, o el que, además, es capaz de gestar y transformar los estigmas sociales? Todos los directores deberían hacerse esa pregunta”. Para Noreña, es claro que hay un llamado a salir del país a ganar esa experiencia: “Es necesario tener ese contacto directo con otras culturas de tradición musical muy amplia en lo que llamamos música clásica, siempre tenemos esa necesidad (...); también es entrar en un proceso de validación ante los pares locales, que suelen ser crudos cuando juzgan a sus coterráneos”. Sin embargo, siente que el fortalecimiento de los programas de dirección en el país ha abierto un panorama totalmente diferente al de la generación de Orozco-Estrada y Alejandro Posada, así como Cecilia Espinoza: “Es un momento de apertura a nuevas caras y es posible por la apuesta de estos programas juveniles”. (*) Por invitación de la Fundación Salvi