Culturas Juveniles, Medios y Ciudadanía

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Sandro Macassi Lavander

Culturas juveniles, medios y ciudadanía El nuevo horizonte generacional y las disyuntivas de la inserción de los jóvenes en la sociedad

asociación.de.

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AÑOS

comunicadores sociales


Culturas juveniles,medios y ciudadanía. El nuevo horizonte generacional y las disyuntivas de la inserción de los jóvenes en la sociedad, de Sandro Macassi Lavander, es una publicación del Centro de Investigación de la Asociación de Comunicadores Sociales Calandria, editada con el auspicio de NOVIB. Corrección: Francisco Ampuero Navarro Mayo del 2001

Asociación de Comunicadores Sociales Calandria Cahuide 752, Jesús María, Lima 11, Perú !266-0958 fax: 471-2553 invest@caland.org.pe

Carátula, diseño y edición gráfica: centroproduccióncalandria !266-0732 cpcalandria@terra.com.pe


Para Vania, de cuatro aĂąos y una risa pĂ­cara y transgresora que me recuerda el cambio incesante y la complejidad de la que estamos hechos.


Las batallas sangrientas, los despedazamientos, los sacrificios en la hoguera, los golpes, las palizas, las imprecaciones e insultos, son arrojados al seno del «tiempo feliz» que da la muerte y da la vida, que impide la perpetuación de lo antiguo y no cesa de engendrar lo nuevo y lo joven. Mijail Bajtin «La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento» Esta actitud lúdica es el producto de la capacidad compartida de apreciar el poder de la redescripción, el poder del lenguaje para volver posibles e importantes cosas nuevas y diferentes, y esta apreciación es posible sólo cuando nuestro objetivo es un repertorio creciente de descripciones alternativas y no La Única Descripción Correcta. Richard Rorty «Contingency, Irony and Solidarity»


ÍNDICE

Presentación

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1. Enfoques sobre el fenómeno juvenil

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1.1. El enfoque de la violencia estructural 1.2. El enfoque de la moratoria y emergencia poblacional 1.3. El enfoque de las culturas juveniles

2. El nuevo horizonte generacional 2.1. Culturas juveniles y cambio civilizatorios 2.2. Expresiones públicas y culturales juveniles 2.3. Pensando las culturas juveniles

3. Ciudadanía y la disyuntiva de la inserción del joven en la sociedad 3.1. 3.2. 3.3. 3.4.

Cambios civilizatorios y el componente cultural de la ciudadanía Tránsito, construcción y conflicto de su ciudadanía Disyuntivas en la inserción ciudadana de los jóvenes Retos para la práctica de la ciudadanía juvenil

4. Jóvenes, recepción de medios y cultura masiva 4.1. El escenario de los medios: más allá de la masificación y la heterogeneidad 4.2. Modalidades de recepción y brechas generacionales 4.3. Factores para el alto consumo de televisión 4.4. El consumo familiar, eje de la construcción de la individualidad y de las reglas 4.5. Familia, espacio de conflicto o comunidad de interpretación 4.6. Familia y modelos televisivos paternos 4.7. Gramáticas de lectura y cultura masiva

5. Agenda pública y vivencias ciudadanas juveniles 5.1. Ubicación de los informativos en la recepción masiva de los jóvenes 5.2. La recepción de informativos televisivos y gramáticas de lecturas 5.3. Dilemas y tensiones ciudadanas desde la recepción de informativos 5.4. Estereotipos de consumo ciudadano 5.5. Jóvenes, prácticas ciudadanas e informativos

6. Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática 6.1. Mayor acceso a las computadoras pero con inequidad 6.2. Acceso a internet y valoración de su uso 6.3. El capital de conocimiento informático: capacidad ociosa o sobre capacitación 6.4. Los nuevos lenguajes: ¿el declive de lo audioviisual? 6.5. Perspectivas sobre la información y las computadoras

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Anexos

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Bibliografía

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Presentación

En los últimos años la atención pública se ha centrado en los jóvenes, en sus prácticas violentas, su apasionamiento por el deporte, las horas que pasan frente al televisor, la proliferación de discotecas y espacios de consumo juveniles. Al mismo tiempo, las cifras de abandono infantil, desempleo y embarazo juvenil generaron preocupación. Y la protagónica participación de los jóvenes en las marchas a favor de la democracia fue aplaudida por la opinión pública. En nuestras retinas circulan imágenes confusas de angustia por el futuro, rostros de apatía, pero también de acción decidida y voluntad; imágenes de la inequidad y la marginación que golpean a los jóvenes y los sacude en el consumismo frenético; imágenes de desarraigo e idealismo individualista. Estos ejemplos, mencionados al paso y en desorden, nos muestran que algo está pasando con los jóvenes. ¿Qué cambios están ocurriendo en las identidades juveniles?, ¿cómo se están construyendo las socialidades entre los grupos de pares?, ¿cómo lo audiovisual y las nuevas tecnologías están cambiando la forma cómo los jóvenes perciben la sociedad y se sitúan en ella? Éstas y otras interrogantes fueron la motivación para que el Centro de Investigación de la Asociación Calandria desarrolle una serie de estudios sobre las culturas juveniles en nuestro país. El presente libro quiere dar cuenta de los cambios en dos espacios precisos: en las comunicaciones y en la cultura. Nos invita a mirar más allá de las evidencias y de lo evidente para comprender a los jóvenes en su integridad, indagar las percepciones, prácticas y valoraciones de los jóvenes que se encuentran en la sombra pública, es decir, que no aparecen en los medios (los grupos de transgresión), y de aquéllos que desarrollan iniciativas de participación pública (grupos de expresión). Nuestra preocupación se centró en aquellos jóvenes anónimos que no participan de estos grupos, pero que vienen incorporando percepciones y valoraciones culturales que difieren de las concepciones de las generaciones pasadas y que, ade-


más, comparten a diario, con toda su generación, los mismos problemas y preocupaciones respecto a su futuro. Estas indagaciones no están exentas de una revisión de los cambios que, en el contexto de la globalización y las transformaciones contemporáneas, vienen afectando el campo cultural y, en especial, el comunicativo. De hecho, el presente texto busca establecer los puentes para definir lo que se ha denominado un nuevo horizonte generacional, que permita comprender mejor los retos presentes y futuros que tienen las actuales generaciones. Como institución nos reafirmamos en la apuesta por desarrollar la investigación y la reflexión en los campos culturales, teniendo en cuenta su inmenso aporte al fortalecimiento de la ciudadanía y al desarrollo. Por ello, presentamos los primeros resultados de las investigaciones que estamos desarrollando sobre las culturas juveniles, que no dudamos serán un aporte clave en la tarea de dar cuenta de la impronta juvenil. Nos comprometemos a editar nuevas publicaciones que completen el rompecabezas de la vivencia juvenil contemporánea que empezamos a armar con este libro.


Cap铆tulo 1

Enfoques sobre el fen贸meno juvenil

El enfoque de la violencia estructural El enfoque de la moratoria y emergencia poblacional El enfoque de las culturas juveniles


Capítulo 1

Enfoques sobre el fenómeno juvenil

Por muchos años las ciencias sociales se han preocupado en el presente siglo por lo juvenil. Y ciertamente su sentido y significado ha cambiado en la medida en que los problemas y representaciones se modificaban. Por ejemplo, la Escuela de Chicago indagó por las «gang bands» como un producto de la disolución de las relaciones colectivas en las urbes, teniendo como puntos de preocupación las conductas delictivas de los jóvenes emigrantes. En los años sesentas la preocupación estuvo centrada en las manifestaciones contraculturales de la psicodelia y el hippismo, enfocando estos movimientos como subculturas (de las culturas de clase social) que eran expresiones de la resistencia y negociación de estos jóvenes frente a la cultura dominante. En Latinoamérica el término juventud ha sido asociado, principalmente en los años 70, a los movimientos estudiantiles de izquierda, a los movimientos revolucionarios y, en general, al cambio social y revolucionario. Es por ello que la principal dificultad que enfrentamos al pensar la ciudadanía juvenil es que el paradigma imperante, el modelo recurrente de las generaciones predominante (en intelectuales, artistas e incluso funcionarios públicos que toman las decisiones) es de un joven comprometido con el cambio social y dispuesto a la participación espontánea en organizaciones. Es precisamente este paradigma que da origen a la denominada Generación X, que a mediados de los años 90 parecía ser la nueva etiqueta con que las ciencias sociales daban nombre a las expresiones juveniles de eso años, estereotipo que por cierto describía palabra por palabra el paradigma opuesto al joven participacionista y pro activo al cambio social de lo años 70 e incluso parte de los

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No olvidemos, por cierto, que los grupos terroristas de la década del ochenta fueron integrados principalmente por jóvenes universitarios (revisar libro IEP).


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Enfoques sobre el fenómeno juvenil

801. Evidentemente detrás de ese reclamo a la juventud por una actitud más abierta, más opositora y hasta beligerante estaba la crítica a la propia sociedad e incluso a la propia generación que a pesar de su compromiso con el cambio no pudo evitar lo sucedido, la hiperviolencia política y tampoco luchar contra el afianzamiento del gobierno cívico-militar. Es precisamente con los movimientos estudiantiles desarrollados en 1997, cuando el gobierno separó a los vocales del Tribunal Constitucional , que la imagen pública de los jóvenes cambió radicalmente, pasaron de ser la generación de la apatía y el individualismo a ser los abanderados de la democracia y la esperanza del futuro. Sin embargo, la preocupación por la juventud no se reducía a la participación política de los jóvenes universitarios, con cierta alarma se evidenciaba el crecimiento de las pandillas en todos los distritos de Lima y en las principales ciudades del interior, así como el aumento del embarazo adolescente, el consumo de droga, las barras bravas. Frente a esta problemática surgieron -y aún hoy surgenvoces que buscan salidas disciplinarias y otras que tienen miradas más comprensivas. Lo que es cierto es que hoy en día se hace necesario tener una comprensión de lo que significan las vivencias juveniles. En nuestro medio existen por lo menos dos tendencias comunes para interpretar los fenómenos y procesos juveniles. Una estructural y otra sociopolítica. Ambas han marcado dos grandes preocupaciones de la pasada década: la herencia sociopolítica de la violencia y el futuro de la economía, es decir, la preocupación de una generación de tránsito entre el pasado escabroso y el futuro incierto.

1.1 El enfoque de la violencia estructural En la reciente década ha sido lugar común los estudios sobre la juventud vinculados a conductas de riesgo, en particular a los fenómenos de pandillas, barras bravas y delincuencia juvenil. Muchos estudios de este tipo surgieron como respuestas a la creciente preocupación de la sociedad adulta que veía amenazada su estabilidad y sus propios imaginarios de juventud (ligados a la rebeldía y a la transformación social, y no a la «anomia» y trasgresión de las normas). Sin embargo, el principal acierto de estas investigaciones y reflexiones, realizados por jóvenes investigadores fue ampliar el marco de discusión de estos problemas, descentrando el debate, que hasta ese entonces, giraba en torno al hecho mismo de violencia, incorporando otras dimensiones de las vivencias juveniles como las huellas de la


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desintegración familiar, la búsqueda de espacios de cohesión y el deterioro del tejido social. La hipótesis común de estos estudios radica en que estos jóvenes han crecido y se han formado en la peor de las décadas, donde la violencia terrorista, la guerra sucia, la hiperinflación, marcaron su incorporación a la ciudadanía. Según sus autores estos fenómenos dejaron como secuela una juventud descreída, sin valores, sin normas y sin modelos. Muchas investigaciones se centraron en indagar por sus prácticas gregarias como las «barras bravas», «pandillas», o los grupos barriales vinculados a la violencia. Desde nuestro punto de vista dichos estudios tuvieron como principal acierto des-estigmatizar la imagen pública del joven como intrínsicamente violento y permitió comprender que se encontraba inscrito en una serie de relaciones y condiciones sociales que afectaban su capacidad de inserción en la sociedad y de los cuales el Estado tenía mucha responsabilidad. Esto permitió que se frenen las iniciales tendencias de aplicar medidas policíacas y represivas contra los jóvenes, dando paso estas miradas comprensivas a programas que desarrollaron estrategias de inserción y a algunos pocos que trabajaron las líneas de prevención. Si bien la violencia juvenil es recurrente en sociedades que han pasado por situaciones de guerra interna (Colombia, El Salvador, Nicaragua) esto no explica por sí mismo la aparición de estos fenómenos en otros países de Latinoamérica que no comparten los mismos antecedentes. Existen otros factores, además de los sociopolíticos y la desintegración de la unidad familiar, que en conjunto pueden explicar mejor lo que sucede con los jóvenes hoy y que a nuestro modo de ver se vinculan a los cambios culturales de gran aliento que nuestra sociedad recién empieza a experimentar. La preocupación por el problema de la violencia juvenil es legítima, sin embargo, el joven que participa en estos grupos transgresores no llega al 0.5% del total de jóvenes limeños, por lo tanto estos enfoques solo daban cuenta de uno de los tantos problemas que lo amenazan y no del conjunto de preocupaciones que constituyen la experiencia juvenil actual.

1.2 El enfoque de la moratoria y emergencia poblacional Otros estudios enfocaron el problema juvenil a partir de la incapacidad del Estado y del mercado por satisfacer el conjunto de necesidades básicas de la pobla-


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Enfoques sobre el fenómeno juvenil

ción juvenil. Ciertamente esta preocupación ha sido común entre planificadores y diseñadores de políticas. Su punto de partida es que los problemas juveniles son el resultado de un proceso de emergencia poblacional, según el cual las actuales generaciones representan un pico en la natalidad ocurridos dos décadas atrás, que ha generado una cantidad inusitada de jóvenes pugnando por educación, empleo y alimentación (Carrión:1991:20 y Ramos 1997). Algunos autores parten del paradigma ya conocido de la «moratoria social» según el cual la noción de juventud surge de la separación del niño de la crianza familiar a través de la escuela y la adquisición de habilidades para el trabajo por fuera de los oficios familiares y de los gremios, según ellos, este periodo de preparación (y separación) para su posterior incorporación y «adaptación» al mundo adulto, genera por sí mismo la noción de juventud y la vincula al tiempo libre y a su radicalización. Sin embargo, el joven en moratoria se encuentra con que ni el mercado ni el Estado, ni la sociedad han creado las condiciones mínimas para su incorporación a las condiciones del mundo adulto tales como el empleo y necesidades básicas satisfechas (Cortazar 1997). De allí surge la doble estrategia del Estado en materia juvenil: por un lado, reducir ciertos índices (embarazo adolescente, violencia, SIDA, etc.); y, del otro, acortar los tiempos libres y de ocio a través del deporte y la recreación. Pensamos que es evidente que existe un desfase entre el Estado, el mercado y la emergencia poblacional juvenil que para algunos autores significa exclusión. Sin embargo, los problemas que expresa el sector juvenil no se limitan a las acciones de lo más excluidos (léase pobres extremos). Dichos problemas están presentes en los diferentes estratos sociales de nuestra sociedad. Por lo mismo necesitamos agregar otros factores a este análisis, tales como los desfases entre las instituciones educativas básicas y la vida cotidiana juvenil, entre la educación superior y universitaria y las condiciones de empleo y generación de recursos, entre las demandas políticas para la participación juvenil y la des-institucionalización de la vida pública, entre otros. De otro lado, para estos autores, este desfase estructural entre la situación de moratoria y la imposibilidad de inserción sería el origen de todos los males juveniles que estarían explicando las conductas violentas y en general las conductas de riesgo. Si bien es indiscutible la afirmación que la sociedad no ha creado las condiciones de la inserción de los jóvenes en el mundo laboral y económico, a nuestro modo de ver esta es una visión reduccionista en tanto subsidia todos los procesos


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juveniles a un factor económico estructural, dejando de lado el papel de productores culturales que tienen los jóvenes en las sociedades contemporáneas. Bajo el mismo principio de moratoria las acciones a favor de los jóvenes tienen varias direcciones. Algunos sectores del Estado y de la sociedad civil apuestan solo a la reducción de los índices de trasgresión y conductas de riesgo (pandillas, violencia, embarazo adolescente, etc.). Otras acciones, por ejemplo las desarrolladas por algunos municipios o entidades benéficas apuntan a reducir el tiempo libre a través del deporte y la recreación. Ahora la mayor parte apuesta a la educación ocupacional o al empleo como la solución a todos los «males» de la juventud. El objetivo central de estas medidas busca la incorporación de los jóvenes al mundo adulto vía el empleo y, por lo mismo, es subsidiaria del paradigma de la adaptación, según el cual el joven debe incorporar los valores y estilos de vida de las generaciones precedentes. El concepto de moratoria social surge después de la segunda revolución industrial, cuando la producción en masa obligó a un gran número de adolescentes a prepararse para el ingreso al mundo laboral, desvinculando la adquisición de sus habilidades de los gremios de artesanos y de la familia. Sin embargo, es a partir de la postguerra, con la expansión y obligatoriedad de la educación por parte del Estado benefactor, que se generó las condiciones para una masiva situación de moratoria (Abramo, 1994:29). Sin embargo, la trasgresión juvenil estuvo vinculada al concepto de moratoria solo para explicar la reacción de las clases trabajadoras frente al proceso de masificación en las sociedades industriales. Pero la comprensión de la trasgresión juvenil no solo estuvo vinculada a la idea de moratoria sino a otras explicaciones como el proceso de urbanización, el cambio de los patrones de socialización, el debilitamiento de la figura paterna, o la mayor presencia de los pares y medios en la adquisición de valores y estilos de vida. En las décadas del 60 y 70 surgieron el hippismo, el punk, los mods, rockers o los skindhead. Estos movimientos juveniles se interpretaron como una reacción a la sociedad industrial tecnocrática y burocrática (Abramo, 1994:39), por lo tanto, la trasgresión social no tenía mucho que ver con el tiempo de moratoria mismo o con el tiempo libre, sino más bien con las condiciones sociales y los procesos culturales. A nuestro juicio ambos enfoques (el de la moratoria y el de la herencia violenta) carecen de miradas integrales pues enfocan a la juventud como una masa


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etaria sujeta a condicionantes económicos o políticos dejando de lado en el análisis, en el diagnóstico y en las propuestas, a la producción cultural grupal y la vivencia individual. Además la mirada a las expresiones de violencia juvenil, excluye al joven común y corriente que no tiene participación en espacios y grupos, reduciendo a los jóvenes a una fragmento de su vivencia integral (sus conductas «violentas», o «de riesgo») sin tomar en cuenta su integralidad como persona. Hace falta complementar estos acercamientos con propuestas que valoren la capacidad de los jóvenes de producir cultura y sus habilidades para aportar generacionalmente nuevas sensibilidades y percepciones respecto a la sociedad en la perspectiva de incorporarlos como ciudadanos.

1.3 El enfoque de las culturas juveniles Existen cambios culturales de largo aliento en la base tecnológica y comunicativa de las sociedades que hacen más heterogéneas, complejas y cambiantes las vivencias juveniles y, por lo mismo, pone el acento en el aspecto cultural, en su calidad de productores de cultura y formas expresivas particulares con igual o mayor peso que las condiciones políticas, económicas o estructurantes. A nuestro juicio, la problemática juvenil tiene un devenir cultural que interactúa y a veces afecta a las otras dimensiones del joven como la familiar, educativa, gregaria y laboral, por cierto. Por lo mismo, las culturas juveniles no dependen de los procesos económicos únicamente sino que en muchos casos son una variable independiente para explicar los procesos juveniles. Ciertamente los textos más recientes sobre la juventud han girado en torno a sus prácticas gregarias, en la manera como la socialización horizontal entre pares había desplazado los tradicionales agentes de socialización y con ello desarrollado una crisis de su función y del orden social. Pero más que abordar exclusivamente la violencia, este enfoque, en otras latitudes, se concentró en indagar cómo estas transformaciones generaron cambios en sus prácticas productoras de sentido (ver Reguillo 1997, Rincón 1995, Mejía et al, Alzate et al (1996) o Margulis (1997). Partiendo que existe una emergencia poblacional juvenil y de la incapacidad de las instituciones de generar condiciones para la incorporación de los jóvenes a la ciudadanía y del hecho que estos jóvenes han crecido bajo el signo de la violencia política, pensamos, por nuestra parte que paralelamente se está produciendo también un proceso emancipatorio de las culturas juveniles. Lejos de pensar la juventud como un mero proceso de moratoria social o como un proceso de evolución etaria, caracterizada por una situación sin responsa-


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bilidades, la hipótesis que planteamos es la conformación de culturas juveniles con perfiles propios. A nuestro juicio esto se debe a varios factores: Un primer factor tiene que ver con los cambios mundiales ocurridos en la espera productiva gracias al uso intenso de computadoras y nuevas tecnologías de la información, ciertamente, los procesos que se derivan en este contexto postindustrial como la des-masificación, la des-territorialización y la des-materialización (Manrique, 1997) han generado una serie de cambios en la diversificación y heterogeneidad y fragmentación de la vida social que reubica la producción de cultural de los jóvenes como el eje ordenador de la vida social desplazando al consumo masivo de esa responsabilidad integradora. Un segundo factor tiene que ver con el curso que los procesos de adquisición de las socialidades van adquiriendo, el mayor énfasis de la de la construcción horizontal de los procesos de significación a través de los pares, genera una autonomía relativa del curso que la producción cultural que una generación tendrá independientemente de las generaciones que la precedieron. El tercer factor está relacionado a la actual tendencia del consumo y la experiencia social a desterritorializarse y constituirse en lo que García Canclini (1991:8) llama comunidades hermenéuticas de consumidores, que no anulan las diferencias sociales pero que forman una capa de intercambios, gustos comunes e identidades con un dinamismo y recreación inimaginables en el esquema clásico de una interacción directa. Por último, el desarrollo de culturas cotidianas «blandas» (Brunner, 1989:74) vinculadas a una mega oferta de bienes simbólicos y de información, han desplazado a la religión, la política y el trabajo y el mercado masivo del lugar ordenador de la cotianeidad que tuviera en el pasado, dando lugar a una construcción grupal de identidades, visiones de mundo y prácticas culturales.


Capítulo 2

El nuevo horizonte generacional Culturas juveniles y cambios civilizatorios ! Emergencia de nuevas tecnologías de comunicación ! Desplazamiento de la socialización vertical por la socialización lateral y la socialización lúdica ! Desplazamiento en la producción del conocimiento: de lo escritural racional a lo lúdico audiovisual ! Cambios culturales, producción de conocimiento y sistema educativo ! Cultura masiva y culturas juveniles ! Sensibilidades juveniles y lenguaje audiovisual ! Mercados y modelos de juventud: ampliación y diversificación de la oferta comercial ! Desarrollo de las megápolis y repliegue de los espacios públicos de encuentro: tribus urbanas ! Ausencia de instituciones que permitan encuentros intergeneracionales ! Marcos conceptuales blandos y cultura política

Expresiones públicas y culturas juveniles ! Producción y consumo musical, expresión de identidades ! El juego virtual: la socialidad a través de lo lúdico ! Expresiones virtuales y las múltiples identidades (nickname) ! Tribus y socialidades urbanas ! Voluntariado y servicio social ! Trashumancia y nomadismo juvenil ! Descreimiento, apatía como expresión social ! Entre el protagonismo anómico y la expresión pública

Pensando las culturas juveniles


Capítulo 2

El nuevo horizonte generacional

2.1 Culturas juveniles y cambios civilizatorios En las últimas décadas se han desarrollado cambios significativos que han afectado el curso de la historia y que han redefinido el lugar que ocupan los sujetos en la sociedad, la forma en que asumen sus identidades, la manera en que se comunican y también la forma en que se encuentran e intercambian. Al mismo tiempo, Latinoamérica ha tenido sus propios procesos sociales que le ha dado un rostro particular a estos cambios mundiales, y nuestro medio, en cierto sentido, tuvo un proceso marginal al común de países de Latinoamérica que ha redefinido un panorama particular para la emergencia de las culturas juveniles. Es ciertamente la interacción de estos factores los cambios civilizatorios, los procesos sociales endógenos, algunos tardíos y otros compartidos con el común de países vecinos que conforman un escenario radicalmente distinto, para pensar la juventud, al de décadas atrás. Pensamos que estamos frente a un horizonte generacional, es decir un conjunto de paradigmas y procesos sociales que conforman el marco y el escenario sobre el que e despliegan las identidades juveniles. En la medida que este nuevo horizonte generacional se define en buena medida por un componente muy fuerte de lo cultural, nuestro análisis se centrará en los aspectos que nos ayuden a comprender la impronta cultural de los jóvenes y a comprender las expresiones de las culturas juveniles. 1. Emergencia de nuevas tecnologías de comunicación

Buena parte del proceso de mundialización discurre en el sector terciario de la economía y en particular en la información. Unos de los aspectos planteados por los estudiosos del tema es el proceso de desterritorialización de la cultura, donde


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los medios tienen una la presencia dinamizadora, en tanto que los productos comunicativos tienden cada vez más a construir códigos y referentes «comunidades hermenéuticas de consumidores» más allá de las fronteras de los estado-nación (García Canclini, 1991). Cada generación aporta al capital simbólico de las naciones maneras distintas de aprehender la realidad, lenguajes particulares; pero al mismo tiempo la juventud de nuestros tiempos se encuentra conectada con el mundo. Mira a otros jóvenes de distintos puntos del planeta. En primer lugar existen cambios mundiales en la base tecnológica de las sociedades y en particular las referentes a las comunicaciones que afectan no solo la vida cotidiana de la gente sino el mismo sistema político (la forma de comunicar la política basado en la imagen, espectacularidad, el efectismo, la narración, el clip, empatan con la apropiación que los jóvenes hacen de los lenguajes audiovisuales). Estos cambios comportan patrones cognitivos distintos que ahondan las brechas generacionales y plantea desplazamientos en la forma de adquisición y generación del conocimiento. A estas diferencias «naturales» agregaremos las brechas ocurridas por el uso y empleo de otras tecnologías en este caso las computadoras, pues muchos jóvenes se desempeñan más fácilmente que los mayores en las tareas que tienen relación con este campo, el mundo adulto ve en ellos una amenaza a su conocimiento y sus destrezas. Las nuevas tecnologías, los multimedia, el hipertexto no son solo formatos distintos del conocimiento sino que son maneras distintas de cognoscer la realidad. Lo que esta cambiando es la manera de organizar, estructurar la comprensión del mundo y la forma de sentirlo: la sensibilidad. Algunos autores vienen reflexionando en la manera como la narratividad ha cambiado con el hipertexto, donde no existe un inicio sino un final, la historia en hipertextos se desliga de la cronología para ser entendida desde distintos ángulos, la economía, los gobiernos, los liderazgos, las tecnologías, etc. Lo mismo ocurre con la incorporación de la interactividad en la escuela y en general en la relación con el público, sin dejar de mencionar las perspectivas que se abren con la incorporación de la realidad virtual en la educación de los adolescentes y jóvenes y los cambios en los patrones cognitivos de los cuales las actuales generaciones son abanderadas. Al igual que muchas otras prácticas culturales juveniles la telemática ofrece diversas y heterogéneas formas de vivir pertenencias grupales. Recientes autores


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vienen hablando de ciberculturas y comunidades virtuales, en tanto que a través del vínculo con internet los jóvenes desarrollan sus particularidades y encuentran otros con sus mismas aficiones y percepciones y se relaciones e intercambian a través de chats, listas de interés, webs sites, etc. De ese modo van construyendo, identidades grupales, al mismo tiempo que desarrollan sus aptitudes e intereses y amplían los marcos de su conocimiento. Su identidad y pertenencia a grupos culturales tanto de los que tienen presencia pública (tecno, pandillas, grupos de folklore, rock, mangas, parroquias, darkz, trance, etc.) como de los que discurren en ámbitos más privados (grupos universitarios, de amigos, de esquina, etc.) se ven dialogados y a veces complementados con otras tendencias culturales en Internet en las cuales globalizan, se recrean, beben, absorben. (Regillo, 1997). 2. Desplazamiento de la socialización vertical (padres y maestros) por la socialización lateral (amigos, pares) y la socialización lúdica (televisión)

En el ámbito familiar, la crisis económica motivó la incorporación de la madre a la PEA, lo cual generó en los ochentas un debilitamiento de la socialización vertical, pues el padre no complementó a la madre en las tareas de cuidado, orientación y apoyo psicológico a los niños. Muchos hijos e hijas mayores asumieron esta responsabilidad, consecuentemente, sin la experiencia y orientación paternas. Con el debilitamiento de la socialización materna los hermanos mayores, los amigos de juegos y vecinos, que más a la mano estaban para los niños, cumplieron funciones de soporte cognitivo y de orientación, que antes eran de exclusiva propiedad de la madre. A partir de allí cobra mayor importancia para estas generaciones la socialización horizontal, lateral o también llamada de pares. La televisión pasa a ocupar un lugar predominante en la forma como los niños adquieren sus nociones de sociedad y comportamiento público, surgen una suerte de manuales de asertividad social que los padres usan frecuentemente para transmitir, valores y pautas de comportamientos, de este modo los padres ante la ausencia de tiempo para dedicarle a los hijos trasladaron a la televisión la responsabilidad de entretener y educarlos pero al mismo tiempo situaban a la televisión como la fuente del aprendizaje social (Alfaro y Macassi 1995). Estos niños de los ochentas fueron los jóvenes de los años noventa que crecieron escuchando a sus pares y a la televisión, y hablando con sus pares sobre la televisión.


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Por otro lado la familia sigue siendo central al momento de pensar a los jóvenes, sus decisiones y futuros están confrontados con las opiniones y posiciones familiares. La familia sigue siendo el principal soporte social de ellos (Buse:1994) y la mayor parte de las horas de recepción televisiva se realiza en compañía de personas de la misma familia. Además, las comedias de situación familiares ocupan un lugar central permitiéndoles ver modelos alternativos de padres con los cuales dialogar. Sin embargo, el rol socializador y cognoscitivo ya no lo tienen los padres lo reciben principalmente de la televisión, llegando en muchos casos a ser un sustituto de algunas funciones parentales (Alfaro y Macassi 1995). 3. Desplazamientos en la producción del conocimiento: de lo escritural racional a lo lúdico audiovisual

Mucha de la modernidad inconclusa latinoamericana se construyó sobre la base de la ampliación y masificación de la escuela (Brunner 1989), en ese periodo lo escritural-racional era el paradigma dominante de la transmisión de conocimientos, el texto escrito era principal fuente de conocimiento y discusión pública, la prensa tenía el privilegio de marcar las agendas nacionales. Ahora, en cambio, el intensivo consumo televisivo infantil y juvenil de las décadas pasadas relevó la imagen y del lenguaje audiovisual por sobre lo escritural racional, y marcaron los patrones cognitivos de relación del ciudadano con la sociedad. Otro fenómeno que acompañó el proceso de constitución de las culturas juveniles fue el descentramiento de la producción de conocimientos, que antes la ejercían padres y maestros. Ellos eran la fuente del saber y del conocimiento del mundo, por lo menos cumplían la función de interpretar el mundo y hacerlo inteligible para los hijos, hoy en día esa función se comparte con otros, tales como los medios, el cable, los pares, internet, los cd-rooms, (Hopenhayn, 1997). Por ejemplo los cd-rooms contienen un conocimiento más preciso y actual que aquel de los maestros y de cierta forma es un cuestionamiento a su autoridad basado en el conocimiento enciclopédico. El desarrollo de nuevas tecnologías lleva consigo un debilitamiento de los roles tradicionales en las sociedades locales a favor de visiones más globalizadas de actuación juvenil. 4. Cambios culturales, producción de conocimiento y sistema educativo

La escuela ha perdido mucho terreno y ascendencia frente a los educandos, en general se halla desfasada de las necesidades culturales y ciudadanas actuales. La escuela ha entrado en crisis en tanto que fue concebida a


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principios de siglo cuando el lenguaje imperante y vivo de la sociedad era el escritural. Hoy en día las comunicaciones societales y mundiales pasa poco por lo escritural y está centrada en la imagen y más recientemente en la sociedad virtual. El cuestionamiento más contundente de la concepción enciclopedista (adquisición del conocimiento) de la escuela lo hace las nuevas tecnologías en tanto que incorporan la imagen, el sonido y la animación y fundamentalmente porque lo hacen lúdicamente y descentran la adquisición del conocimiento, pues solo basta con tener o acceder a un CD-ROM que tiene el más conocimiento que cualquier profesor pueda acumular y reproducir memorísticamente. Estos cambios cuestionan severamente la centralidad del conocimiento en el maestro, desplazándolo de su rol generador de conocimiento, centrándolo en uso y acceso a las tecnologías de la información, con esto se cuestiona su autoridad y se ponen interrogantes en su futuro rol y fuerzan a su redefinición. No solo la relación con el conocimiento ha envejecido sino también la comprensión del mundo y las vivencias juveniles, los conflictos más agudos en la escuela surgen a raíz de la incomprensión de los maestros de las sensibilidades y percepciones de los jóvenes. A estas diferencias «naturales» agregaremos las brechas ocurridas por el uso y empleo de otras tecnologías como las computadoras, pues muchos jóvenes se desempeñan más fácilmente que los mayores en las tareas que tienen relación con este campo, el mundo adulto ve en ellos una amenaza a su conocimiento y sus destrezas. La interactividad, los multimedia, el hipertexto no son solo formatos distintos del conocimiento sino que son maneras distintas de cognoscer la realidad. Lo que esta cambiando es la manera de organizar, estructurar la comprensión del mundo y la forma de sentirlo: la sensibilidad. Los cambios que plantean las nuevas tecnologías cuestionan seriamente la centralidad de la forma de adquirir conocimiento. La centralidad que antes se ubicaba en el maestro y en el padre (modelo enciclopédico) y la autoridad que de ella surgía, se han visto desplazadas y cuestionadas por la aparición de las computadoras, el hipertexto, los CDs e internet (Hopenhayn 1997). Los marcos del conocimiento se han ampliado exponencialmente y son muy pocos los adultos que participan de estos cambios.


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Por lo mismo, la escuela viene siendo desplazada por los medios como el lugar de los aprendizajes sociales y la transmisión de conocimiento, el aprendizaje automotivado se da lugar en la recepción de medios y en el uso de nuevas tecnologías de comunicación, ellos se han constituido en los referentes sociales de arquetipos, roles desempeños, asertividad etc., a decir de Brunner la televisión es en estos momentos el principal dinamizador de la modernidad latinoamericana (Brunner 1993:71). Existen diferentes tiempos sociales, la escuela vive en el tiempo de la anacronía, de los cambios lentos, de la pasividad, de los currículos atróficos, de los conocimientos inmutables, de las pedagogías jurásicas. Mientras que los jóvenes están instaurados en los tiempos rápidos, en la modernidad acelerada, en la velocidad de la fragmentación, la simultaneidad, la de los fragmentos, en el cambio que les viene de los lenguajes audiovisuales, de Internet, de la cultura mundializada, la escuela continúa en el pasado haciendo promesas de futuro sin comprender lo que esta sucediendo en el tiempo presente de los jóvenes (Parra Sandoval 1997). A estos cambios en el paradigma del conocimiento se agrega la crisis del pacto tradicional entre padres y escuela respecto a la formación del adolescente, la desconfianza y la educación paralela (profesores particulares, institutos, medios, NTC, etc.) todos ellos concursan y en ocasiones con más éxito en la adquisición del conocimiento que ella. La perdida de respeto y autoridad del maestro también tiene su origen en el mismo Estado que no adaptó al sistema educativo para «responder» a los cambios mundiales y satisfacer a las necesidades surgidas del día a día. En general el mito tradicional de “el que estudia triunfa” o la educación como la escalera de ascenso social se ve seriamente cuestionada por modelos cercanos de triunfo que no pasan por la escuela o por la universidad. Sobretodo por la restricción del mercado laboral y la recesión de la economía que no puede absorber la cantidad de profesionales que egresan de las universidades. Una reciente investigación en Colombia abordó que las principales motivaciones para la asistencia a la escuela no tenían que ver con los aspectos académicos y formativos de ésta, sino más bien con las interacciones con los pares y las gratificaciones sociales y culturales que emanaban de este vínculo en tal sentido existen dos escuelas paralelas en la misma institución aquella académica, rígida y aquella de la interacción con los pares, dos mundos de lógicas opuestas, uno escritural racionalista, el otro de la afectividad, de la vivencia, del dinamismo (Torres, 1996).


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Respecto a lo académico el rechazo generalizado se centraba en tres aspectos: !

El trabajo académico, excesivo, de constante evaluación, sin profundidad, y la monotonía pedagógica.

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El trato personal, al no ser escuchados, seriedad excesiva, maltrato verbal y repetición constante.

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Las normas interactivas, basadas en chantajes irregularidades, injusticias, etc.

Según la investigación, la reacción de los alumnos ante esta relación con los profesores era la apatía pues seguían la pauta pero sin participación activa, sin sentirse apelados y convocados; o por una actividad lúdica constante. El tercer tipo de actitud de los jóvenes es el enfrentamiento directo que en ocasiones llega a las agresiones mutuas. Finalmente, la cuarta forma de reacción registrada es la de demostrar a los profesores habilidades y desempeños astutos y más inteligentes que los que ellos aplican en una suerte de revancha y victoria moral (Alzate, 1997). 5. Cultura masiva y culturas juveniles

Fue a través de la televisión que los padres presentaron a los niños su noción de sociedad (Alfaro y Macassi 1995), es en el consumo de la novela latinoamericana que los adolescentes tuvieron un manual de asertividad social (Martín Barbero, y Muñoz, 1992). Ahora la fuente de las conversaciones, de los debates y de la construcción social de la realidad no es más el texto escritural, es la imagen; y el espacio no es más la escuela, son los medios y el lenguaje audiovisual. Los medios de comunicación han pasado a ser el vértice de la construcción de cultura contemporánea. Particularmente de la cultura juvenil que está enmarcada, se alimenta y responde al consumo cultural de moda, música, vestimenta, fanzines, estilos de vida, es decir, en concepciones laicas del mundo. En tal sentido se ha prestado poca atención a estos fenómenos masivos que involucran la vida cotidiana de los jóvenes y conforman sus imaginarios y sus percepciones respecto a la sociedad, la vida y el futuro. Muchos de los jóvenes que no pertenecen a grupos o que están inscritos en relaciones poco visibles y públicas (como las bandas o pandillas) no han sido atendidos por los estudios y reflexiones. En otras palabras, poco sabemos del joven anónimo, que no participa de organiza-


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ciones ni participa expresamente en política. Los cambios culturales de los cuales él es portador siguen siendo una gran incógnita. Conforme el joven se recluye más en los espacios domiciliarios y solo se encuentra en grupos territorializados, los medios ocupan el vacío entre el mundo de las vivencias y la intersubjetividad entre el mundo de la política y lo público, entre la vida cotidiana y la vida nacional. Los medios tienen una presencia cada vez más estratégica en la sociedad, ocupando un papel mediador y catalizador de las relaciones entre las autoridades y la población, entre los hechos y acontecimientos públicos y su representación. En otras palabras se han convertido en el «gateway» del conocimiento de las sociedades modernas. Ciertamente los medios tienen un lugar privilegiado en la definición de las identidades juveniles y buena parte del diálogo con las imágenes societales y con los comportamientos socialmente aceptados se toman de los géneros dramatizados (películas y series). Sin embargo, la relación entre los jóvenes y los informativos han tenido poca atención en la literatura sobre comunicaciones y para conocer su cultura política se vuelve indispensable la indagación por la recepción de informativos, antes que su participación en organizaciones. Sin embargo, cuando recién se consolidaba la hegemonía televisiva en Latinoamérica, es cuando las nuevas tecnologías de la comunicación y la mundialización, vienen construyendo otros patrones cognitivos a partir de la interactividad, del hipertexto y el mundo virtual, lo que Piscitelli (1995) aventura como la era de la post-televisión. 6. Sensibilidades juveniles y lenguaje audiovisual

El lenguaje audiovisual no se encuentra únicamente circunscrito a los medios electrónicos, la industria gráfica e incluso la narrativa vienen empleando elementos audiovisuales como la imagen y el movimiento como recurso para su propia expresión, la ciudad misma se ha convertido en un lugar de comunicación audiovisual, a partir de la publicidad comercial, del graffiti o los murales (Silva :1992). No es nada extraño que el mundo audiovisual esté fuertemente asociado a los jóvenes en las últimas décadas, «mientras a los adultos les desconcierta y les llena de incertidumbre los jóvenes lo sienten como su ámbito natural, como su mundo cultural y mental» (Martín Barbero, 1995:83), de hecho, algunas variantes audiovisuales como el «clip» son de su exclusivo consumo pero que han permeado otros géneros y formatos.


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Sin embargo, las transformaciones más recientes de los lenguajes no ocurren solo por el accionar de la televisión, también las nuevas tecnologías de comunicación están influyendo en la forma de comprender y situarse frente al mundo (Piscitelli:1995). La telemática y los juegos electrónicos, la noción de virtualidad ha sido rápidamente aprehendida como suya por los jóvenes. Los juegos de rol play, de Arcade, de Estrategia (tiempo real o no) de Quiz hacen de ellos protagonistas virtuales de ejércitos, ciudades y sociedades. No por casualidad frecuentemente son identificados con el «clip» con la oferta fragmentaria, retaceada, que no construye significados concretos sino sentidos difusos, interpretables a gusto e interés de cada joven. Su misma manera de moverse radialmente y con informativos de todo tipo es similar; fragmentan la oferta no solo la seleccionan sino que la seccionan, recogiendo pedazos de la oferta. Tampoco es gratuito que son muy pocos los conductores y animadores recordados en las encuestas, siendo la tendencia a establecer lazos intensos pero fugaces de relación con ellos. El consumo masivo en los jóvenes pasa muy poco por lo escritural y se centra sobre todo en la televisión. De allí que los géneros de acción, drama, el humor (las sitcoms) no solo los atraiga sino que por medio de ellos perciban las diferentes facetas de la realidad, como las agendas públicas y las representaciones políticas. 7. Mercados y modelos de juventud: ampliación y diversificación de la oferta comercial

Por otro lado, debido a que los jóvenes son un segmento numéricamente significativo, el mercado ha prestado particular atención en incorporarlos como consumidores por medio de una estética juvenil y creando o recreando formatos juveniles, muchos de los cuales se comparten con patrones juveniles latinoamericanos y estadounidenses amparados en procesos más amplios como el de la globalización de las culturas. Como bien se sabe, en las sociedades industrializadas, a partir de los años 50 se produce, difunde y se consumen masivamente productos culturales específicos para los jóvenes. Esta diferenciación en el consumo y la valoración de la cultura juvenil como objeto de las ventas del mercado, se sustentaron en un malestar de la posguerra y una actitud subversora de los valores tradicionales (expresiones culturales de ese malestar se encuentran en la generación beat, el rock and roll, las bandas de motociclistas Harley Davidson). El mercado recoge estos malestares a tra-


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vés de modelos arquetípicos de juventud rebelde como James Dean, Paul Newman, Marlon Brando que definieron su diferenciación radical como grupo consumidor. Sin embargo, en Latinoamérica recién a partir de los años ochenta - y en nuestro medio propiamente en los noventa - la relación entre cultura juvenil, consumo e industria cultural ha sido dinámica. Los jóvenes por lo mismo están en un proceso de apertura a las ofertas culturales y al mismo tiempo al vaivén y fugacidad del mercado de productos juveniles. La diferencia sustancial de la incorporación de los jóvenes al segmento del mercado, es que ésta se realiza en un contexto económico diferente. Las sociedades industrializadas incorporaron a los jóvenes al mercado en un la etapa del consumo masivo, de productos estandarizados, de ofertas a gran escala pero homogéneas y homogeneizantes. La incorporación de las juventudes latinoamericanas al mercado se produce en el marco de la tercera revolución tecnológica, en un escenario productivo de diversificación, de desarrollo de tecnologías multisignificantes que despliegan la individualidad y con un gran peso en la información y expresión cultural, en otras palabras, en un escenario de des-masificación, lo cual prefigura la actual heterogeneidad de las expresiones juveniles, y ciertamente, de alguna manera se relaciona con la segmentación y tribalización actual de las expresiones juveniles. Podemos identificar una infinidad de ofertas culturales y otra infinidad de expresiones culturales que no trascienden la esquina o el grupo de amigos que las practican. Sin embargo algunas casi todos los modelos societales de juventud pasan por los medios de comunicación y el mercado de productos, a veces contradictoriamente, a veces eclécticamente, pero que constituyen modelos que interpelan a los y las jóvenes, para negarlos o asumirlos pero definitivamente aportan para que afirmen su identidad social y la definición de sus estilos de vida. !

Modelos de joven ecológico, que viene asociado a la valoración de lo natural, tanto en el consumo de alimentos como a algunas prácticas deportivas (canotaje, andinismo, delta etc.) elementos y materiales ecológicos para el vestido, la decoración etc. Esto viene también acompañado de un interés por la naturaleza con más énfasis en la protección de los animales.

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Modelos de joven fashion, asociado al mundo de la pasarela, a la moda, la alta costura, al fitness, la comida light el culto al cuerpo, a la delgadez (también asociado a la bulimia y anorexia).


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Modelos de joven yuppie. Planteados desde el ingreso exitoso al mundo empresarial, manejo de alta tecnología informática. Al tanto de las olas de innovación gerencial (calidad total, reingeniería etc.).

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Modelos contestatarios o contraculturales. Aquí hay diversas ofertas culturales articuladas sobretodo en grupos musicales punks (hardcore), metaleros, satánicos, undergrounds, darks y subterráneos. Que pretenden un cuestionamiento frontal a los valores imperantes.

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Modelos de lo alternativo, vinculado al grunge, descreimiento de lo comercial, teniendo a la ironía y sarcasmo como principal relación con la sociedad.

Como es evidente muchos jóvenes construyen sus identidades en negación o afirmación a dichos modelos, ciertamente hay un diálogo constante con ellos, para rechazarlos o para incorporar algunos rasgos y aspectos a sus prácticas cotidianas. Sin embargo, hay una gran diferencia con lo ocurrido en décadas atrás y es que hay una inmensa diversidad de prácticas y las ofertas no se encuentran centralizadas por ningún medio, además, la internet ha servido para enlazar identidades y patrones de consumo por encima del territorio en que se habita. Por lo mismo, estamos hablando de proceso de desterritorialización de la cultura, donde internet tienen una presencia dinamizadora, en tanto que los productos comunicativos tienden cada vez más a construir códigos y referentes «comunidades hermenéuticas de consumidores» más allá de las fronteras de los Estadonación, así tenemos que las modas, los bailes y la música son referentes desterritorializados de los cuales los jóvenes son los abanderados. 8. Desarrollo de las megápolis y repliegue de los espacios públicos de encuentro: tribus urbanas

Otro factor a tomar en cuenta para describir las expresiones de las culturas juveniles son los cambios urbanos de gran aliento. Particularmente en las grandes urbes o megápolis que redefinen el hábitat urbano. Para algunos autores es un proceso de domiciliarización de la vida pública; consistente en el retraimiento de los espacios de encuentro interpersonal y disminución de los momentos de construcción intersubjetiva directa en los espacios públicos. Para otros, consiste en una redefinición de la socialidad en agrupaciones cerradas y auto referenciales llamadas «tribus urbanas» (Maffesoli: 1990).


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Fuera de la casa de los padres o lejos de la mano tutelar de la madre la ciudad en la infancia se tornaba en un universo tremendamente desconocido y amenazador, pero es a partir de ser jóvenes que se empieza a reconocer la ciudad. Lejos está el tiempo en que los temores maternos lograban que el niño se quedara en la casa viendo televisión, ahora el estudio, el trabajo, las fiestas o los amigos abren los límites territoriales de estos jóvenes. Como lo afirma Armando Silva (1993:20) «Ese deambular por la ciudad ya nos anunciaba ese mundo adulto de puertas para afuera», una dimensión pública de la que se participa junto al adulto. La ubicación de los jóvenes en la ciudad no está dada únicamente por su transitar en los distritos o por las representaciones que tienen de ella1, también está definida por las relaciones citadinas que vienen transformándose. Las relaciones cotidianas como las establecidas con el chino de la esquina y en los mercados y por otro lado las relaciones que se construyen en los Wong o Santa Isabel (grandes supermercados). Las prácticas involucradas como el fiar, el consejo y el origen de los productos «papa de Tarma» «Choclos del Cuzco» por un lado y la barra de códigos por el otro. El mercado está imponiendo una manera de comunicación ciudadana racional y ordenadora, pero fría y impersonal. La ciudad está cambiando en término de sus dimensiones, la ampliación de los límites producen cambios cualitativos en las relaciones que se establecen, pero los cambios más significativos se realizan en la forma de comunicarse, cada vez más la comunicación citadina asume características audiovisuales y cada vez es más lejana, «tele», sin encuentro, sin contacto. Donde el aparato de televisión es el punto de atención común como un panóptico invertido. Si bien la tendencia es que lo audiovisual y la telemática permitan la universalización y la globalización de la cultura a través de sus referentes occidentales, al mismo tiempo son fuente y puntos de partida para su tribalización. Es decir, la globalización y la tribalización forman parte de un mismo proceso donde la intercomunicación mundial genera un contrapeso en la búsqueda de identidad de los jóvenes, que recurren a la conformación de pequeños grupos cerrados con fuertes lazos de cohesión y tendencias al aislamiento. «Vivimos en una ciudad ‘invisible’ en el sentido más llano de la palabra y en sus sentidos más simbólicos. Cada vez más gente deja de vivir en la ciudad para vivir en un pequeño entorno y mirar la ciudad como algo ajeno, extraño» (Martín Barbero, 1995:133).

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Un estudio sobre la ubicación espacial de los jóvenes en la ciudad encuentra que los croquis cognoscitivos que tienen los jóvenes limeños no dan cuenta de la totalidad de la ciudad. (González 1995).


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9. Ausencia de instituciones que permitan encuentros intergeneracionales

En décadas anteriores los procesos de comunicación generacional y transmisión de la experiencia social estaban mediados por instituciones que permitían tránsitos y encuentros generacionales, de este modo, los partidos y movimientos políticos, las organizaciones populares y el trabajo asalariado facilitaban un espacio para el intercambio de las experiencias entre jóvenes y adultos, para articular los imaginarios de futuro personal con un futuro colectivo. Sin embargo, ante el desplome de la representatividad política y la desistitucionalización realizada por el gobierno fujimorista, estos espacios se constriñeron y los procesos de transmisión de la experiencia directa se interrumpieron. Ciertamente, este vacío fue improvisada y torpemente cubierto por los medios de comunicación, quienes se encargaron de la transmisión del conocimiento y la experiencia social. La maliciosa crítica a los partidos políticos tradicionales, hecha en el autogolpe de 1992, tuvo un eco inesperado en la población, pero particularmente entre los jóvenes. Aquellos jóvenes vivieron directamente la experiencia de la violencia terrorista y de la represión del Estado, lo cual se convirtió en un hecho fundante o la variable independiente más sólida al momento de pensar la cultura juvenil del inicio de los noventas que en su mayoría se encontraban entre dos fuegos, cuando ser joven era sinónimo de ser terrorista. A nuestro modo de ver, es a partir de este momento que reniegan de los esquemas e instituciones pasadas, significó el punto de inflexión entre la experiencia política y social anteriores (léase adulta). Al destruirse los paradigmas que sostenían el mundo político y público adulto y al mismo tiempo ante la imposibilidad de la renovación de espacios de intercambio generacional, las promociones sucesivas inician una ruta propia desligada de la experiencia adulta, lo que podríamos llamar un proceso de emancipación generacional. 10. Marcos interpretatorios blandos y cultura política

La caída del muro de Berlín y el «fin» de las ideologías y la desinstitucionalización de la vida pública nacional, se reflejó en la ausencia de marcos interpretatorios para la valoración y comprensión de la vida pública, sin los cuales las relaciones políticas se hacen difusas opacas y lejanas de la experiencia cotidiana de los jóvenes. Ante esta carencia muchos de ellos recurren a elementos fácticos de las relaciones interpersonales tales como la confianza, la personalidad, la expresividad, el carácter, la gestualidad, etc.


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La caída del socialismo real ha tenido una profunda influencia en los sistemas políticos mundiales. Los marcos tradiciones desde los cuales la política era interpretable a perdido peso en la sociedad. El ciudadano y en particular el joven no tiene esquemas de interpretación permanentes. Ciertamente, en función del tema de la agenda pública la postura política cambia, de allí la gran preocupación de los politólogos y encuestadoras por la volubilidad de los apoyos y rechazos. A decir de Brunner (1989:74) existe un proceso de ablandamiento de la cultura que pasa de ideologías pesadas y estructuradas a ideologías blandas, construidas desde lo masivo y la cotidianeidad. Podríamos hablar de un ensanchamiento de la política, mientras que antes lo político se enmarcaba por las ideologías hoy se recurren a elementos de la comunicación interpersonal (confianza, simpatía, afectividad) y no a los argumentos y planes de gobierno. Al trasformarse la densidad de los discursos políticos los mismos medios de comunicación han contribuido con el cambio en la forma en que comunica la política, haciendo secundarias las viejas prácticas políticas centradas en la argumentación, la militancia, los discursos, la cédula, el mitin, el comunicado, el liderazgo incondicional, la participación en organizaciones y agrupaciones políticas, etc. Este es tal vez uno de los puntos que más acercamientos ha merecido de parte de las ciencias sociales: Su participación en instituciones políticas y organizativas en general siendo las conclusiones casi las mismas. Respecto a la vida política local la mayor parte de los jóvenes no se sienten afincados al territorio local y en cierta medida no tienen lazos identificatorios muy fuertes con el distrito como localidad, la relación más fuerte se establece con el barrio, la cuadra o el grupo en el que residen y usualmente comparten una infancia o adolescencia. La tendencia es que ellos sean trashumantes y tengan una visión más metropolitana que la de sus padres pues estudian, se divierten, o trabajan en otros distritos. Sus expectativas de confort apuntan a buscar otros distritos más acomodados o de clase media, pero muy pocos apuestan al desarrollo de su distrito, les resulta más fácil y factible la opción individual según la cual basta con el esfuerzo personal para superarse y lograr un mejor nivel de vida en otro distrito mientras que invertir sus esfuerzos e ímpetus en la vida política local no tienen réditos inmediatos, particularmente si implica «meterse en política» lo cual represente «discutir más de lo que se hace» (Macassi 1996).


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Se habla por lo mismo de una cultura política juvenil marcada por el individualismo, el futuro de corto plazo, la ideología del esfuerzo, del superativismo. La apatía y el descreimiento y distancia frente a las instituciones, son algunos rasgos que se imputan a la juventud en países desarrollados, pero son aún interrogantes por desentrañar en países como los nuestros.

2.2 Expresiones públicas y culturas juveniles Si bien es cierto que los jóvenes han sido protagonistas de casi todos los movimientos sociales del presente siglo, no siempre estos tuvieron un carácter político, como sucedió en Latinoamérica en los años setenta. A lo largo de la historia las expresiones juveniles tuvieron un carácter de reivindicación cultural. El lugar común entre las distintas manifestaciones juveniles a lo largo del tiempo ha sido la impronta pública, es decir, la necesidad de expresarse, de comunicabilidad, de demanda de reconocimiento y de existencia pública. Estos elementos, surgen como respuesta a una actitud de moratoria y congelamiento social en el que las instituciones adultas colocan a los jóvenes. Venturo (1997) con mucho acierto ha puesto la atención sobre las expresiones de estos jóvenes en los noventas, sin embargo se ha centrado sobretodo las expresiones artísticas y musicales en un periodo de repliegue de la expresión política. Sin embargo, pensamos que el punto de inflexión de la expresividad juvenil se inicia con los cambios culturales que sitúa a los jóvenes como los principales abanderados de la creciente heterogeneidad. A despecho de las visiones de la teoría crítica cada vez es más difícil poder caracterizar a la juventud en un solo rasgo, salvo el de la heterogeneidad y la dispersión. Los jóvenes participan activamente de diversas ofertas culturales y al mismo tiempo se adscriben a múltiples prácticas de identidad que les vienen de la música, la ecología, el fútbol, la moda, la pandilla. Tenemos jóvenes que participan de grupos y cosmovisiones que Mafesoli ha denominado tribus urbanas, pero, al mismo tiempo, tenemos jóvenes que participan de muchos grupos y comparten muchas ofertas culturales a veces contradictorias, a veces complementarias. 1. Producción y consumo musical, expresión de identidades

La música es asociada desde mucho tiempo a la expresión de las sensibilidades juveniles, en la medida que moviliza vivencias cotidianas y genera identidades. De igual modo, existe una diversidad y heterogeneidad de expresiones culturales juveniles en Latinoamérica, unas comerciales otras contestatarias, otras entre comerciales y contestatarias, pero que comparten las mismas matrices audiovisuales.


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En Latinoamérica la juventud se ha apropiado de distintas músicas para expresar sus vivencias generacionales. En Colombia, por ejemplo, el rap fue un estilo que sirvió para narrar la cotidianeidad de los jóvenes, así como el hip hop en Brasil viene extendiéndose entre los jóvenes de Río de Janeiro. El punk en México ha trascendido las aficiones y simpatías grupales y se han realizado encuentros nacionales hardcore punk. Sin embargo, no solo a partir de la producción musical se expresan los jóvenes; el consumo de bienes simbólicos y el uso de elementos identificatorios como las ropas, los tatuajes, y el piercing, constituyen formas de expresión de las identidades y estilos culturales. Así tenemos, por ejemplo, grupos que se diferencian a partir de estilos como el tecno, la salsa, el rock metálico, el trance, la tecnocumbia, etc. Cada uno de ellos conlleva actitudes diferentes frente a la sociedad y el futuro. 2. El juego virtual: la socialidad a través de lo lúdico

Para la juventud, internet está significando un escenario en el cual puede desplegar sus aficiones individuales, expresar sus inclinaciones culturales, que muchas veces no tienen eco en su entorno, que son marginales en sus espacios de interacción de la escuela, el barrio, el trabajo o la familia. En un mundo cada vez más heterogéneo, les es más difícil encontrar similitudes y compartir aficiones. Sin embargo, internet no solo es un espacio de vinculación con los iguales, sino que también es un espacio de expresión y de construcción intersubjetiva. Las aficiones a consumos culturales como puede ser una saga de una película como StarsWar o Viaje a las Estrellas son elementos articuladores para el encuentro de los jóvenes con otros con las mismas preferencias y aficiones. Lo mismo sucede con aquellos cuyos intereses giran en torno a determinados géneros de videogames. Ellos mismos se diferencian, diseñan sus escalas de valores y establecen rivalidades, tienen reglas de comportamiento y códigos de ética. Por ejemplo, las variantes del juego tipo «DOOM» diariamente congrega en el centro de Lima a cientos de jóvenes que, en distintas cabinas, compiten entre ellos y con otros en el ciberespacio. Existe también, una serie de productos de «culto», que pueden ser películas como «Blade Runner», que sobretodo lleva implícita visiones de mundo a partir de los cuales tejen las expresiones en listas de interés que recrean estos productos, movilizando identidades y ampliando sus vivencias y compresiones respecto a la vida y al futuro. Así como mencionamos estos casos, existe en internet una infinidad de prácti-


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cas y consumos culturales que articulan las vivencias juveniles y muchas veces trascienden la dimensión virtual y se conforman en grupos de iniciativa juvenil. 3. Expresiones virtuales y las múltiples identidades (nickname)

Otra forma de la expresividad juvenil actual la vemos en la inmensa cantidad de jóvenes que participan en las listas de interés. Cada vez más colegios, universidades y centros de educación superior ofrecen acceso a internet como parte de su servicio, pero el aumento vertiginoso del «cabineo» (ir a las cabinas públicas de internet), ha provovado un generalizado uso del chat y de las listas de encuentros. Básicamente a través de estos servicios los jóvenes se encuentran, interaccionan, intercambian apoyo emocional, amistad, juegos sexuales, sexualidad y una infinidad de experiencias afectivas. Pero lo más interesante es el uso del nickname, es decir, de apelativos o máscaras que les permiten expresar otras identidades, ser más jóvenes, mayores, asertivos y entradores, a veces muy distintos a lo que son en su vida interpersonal, a veces les permite vencer los tabúes, trascender la vergüenza, ciertamente, para muchas jóvenes el ICQ les ha permitido la expresión de su sexualidad sin el temor al SIDA ni a la sanción social. Tampoco ha sido extraño que muchas parejas se encuentren y enamoren por medio del chat y del ICQ. 4. Tribus y socialidades urbanas

El consumo cultural es clave para el encuentro con otros iguales y para su diferenciación. El cine, la literatura, la música, el vestido son elementos identitarios al mismo tiempo que señas expresivas; los tatuajes y el piercing son usos significantes de los lenguajes corporales; no basta con los polos, remeras con slogans, la misma piel es un texto de expresión y significación. En ese sentido, lejos del papel aletargador atribuido a las industrias culturales, éstas funcionan, muchas veces, como fuentes para la construcción de las identidades e incluso de las prácticas y percepciones políticas (Reguillo 1997). Agrupaciones juveniles de México, como los «taggers» que recorren, trashumantes, la ciudad, dejando las huellas de sus aerosoles en las paredes, expresando sus vivencias, pero al mismo tiempo opinando sobre la política y sobre lo público, desarrollaron prácticas urbanas «que configuran sus percepciones y prácticas democráticas» (Reguillo 1997). Por lo mismo, para comprender la relación entre el


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joven y la sociedad es necesario hurgar en sus prácticas culturales, pues a través de ellas los jóvenes se expresan y salen a lo público. 5. Voluntariado y servicio social

Si bien muchas prácticas culturales son individualistas y anómicas los jóvenes no dejan de comprometerse también con causas «nobles» siempre y cuando no sirvan de herramienta política para otros. La participación de los jóvenes es notoria en muchos eventos que van desde las acciones de caridad, la participación en los récord guinnes, la participación en las marchas estudiantiles en contra del gobierno, la vigilancia electoral en Transparencia, grupos culturales, barriales, etc. Sin embargo, no siempre son visualizados adecuadamente, por lo general, los adultos asumen la representación y conducción de estas experiencias, así la participación de los jóvenes pasa desapercibida e invisible. Dichas prácticas no pueden ni deben leerse con los parámetros clásicos de militancia, organización, compromiso y conciencia, sino todo lo contrario, con la mirada de la imagen y, por lo mismo, esporádica, dúctil, e individualista, es decir, como procesos de agregación social circunscritos al tiempo y espacio concretos y no a ideologías y apuestas de largo aliento. No siempre las apuestas sociales de los jóvenes se plasman en prácticas concretas, de hecho las «militancias» individuales y silenciosas se producen, la ecología, el medio ambiente, el cuidado de animales, así como la conciencia de la pobreza de otros y las sensibilidades alrededor de esto es evidente; pero muchas veces no encuentran espacios y formas de participación (no ensuciados por la política) que canalicen sus sensibilidades. La ausencia de un sistema de voluntariado y de estructuras de participación cívicas abonan en su aparente pasividad. La participación de los jóvenes en las marchas estudiantiles contra la destitución de los jueces del Tribunal Constitucional y, más recientemente, su participación en las marchas contra la dictadura fujimorista evidencian, también, la expresión de un sector de jóvenes sobre los asuntos públicos y políticos del país. 6. Trashumancia y nomadismo juvenil

La vivencia juvenil está marcada por la fragmentación y heterogeneidad. Conviven distintos tiempos en un mismo joven, tiempos de su socialización inmediata (en el caso de hijos de migrantes es más evidente) y de su socialización tecno-


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lógica (NTC, videojuegos). Además, comparten distintas nociones del espacio y de territorio. Jóvenes que se adscriben a una zona, pero que al mismo tiempo trashuman por toda la ciudad estableciendo límites y bordes (Silva: 1992). Su consumo radial es ciertamente expresión de estos jóvenes. Se mueven en el dial de manera trashumante, hurgan en las radios, se detienen allí donde algo les llama la atención, les suene al oído o simplemente les permita ganar algo, se quedan unos segundos apenas acaba la canción, o sin ningún motivo de nuevo inician su periplo nómada por el dial, con el hilo conductor de su sensibilidad cambiable y mutable. Esta modalidad de recepción no tiene lealtades ni recuerda locutores, no hace otra cosa que fragmentar los relatos sociales y construir su propio relato pegoteado y a veces incoherente, o simplemente se niega a hallar sentido en las ofertas de la sociedad. 7. Descreimiento, apatía como expresión social

Otra de las discusiones en torno a la característica de la actual generación gira en torno a la llamada Generación X (basada en una novela del mismo nombre), con la que se describe a un joven apático, descreído, desconfiado, que se guía por sus relaciones interpersonales estableciendo el mínimo contacto con las instituciones y la sociedad. Estos jóvenes son descritos, además, como más pragmáticos que sus antecesores (hippies, revolucionarios o socialistas); y muy cercanos al hedonismo sensual (Ortiz de Zevallos, F. Expreso, agosto 1994); encerrados en el corto plazo, en la búsqueda inmediata de placer, entretenimiento o éxito; caracterizados por «o no tener brújula o tener demasiadas apuntando a nortes disímiles» (Martos, 1996:35). Su relación con las cosas no es guiada por principios, ideologías o cosmovisiones. De hecho, en ellos conviven muchas pequeñas verdades y certezas a veces «contradictoriamente», su conducta no es única, pueden ser muy machistas con las amigas pero con la enamorada ser totalmente «democráticos» (Yon, Carmen, entrevista El Comercio, septiembre 1996). En otras palabras, los comportamientos no están guiados por una noción de personalidad sino que las actuaciones se guían por las circunstancias en que éstas ocurren. Sobre la base de esta caracterización muchos autores han hablado de una generación de jóvenes volubles que establecen muy pocas lealtades a las marcas, a sus propios consumos, a los grupos de música que les gustan, haciendo de su relación con la sociedad un constante swapping.


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Otros autores explican esta aparente volubilidad en tanto que los sujetos sociales jóvenes no están constituidos como sujetos integrales (visión de la ilustración), sino que se encuentra escindidos (Gergen, 1992), la individualidad, en verdad, está compuesta de múltiples subjetividades según el lugar social y las relaciones sociales (Pérez y Mejía, 1996). 8. Entre el protagonismo anómico y la expresión pública

Los jóvenes han pasado en los últimos tiempos a ser protagonistas de muchos problemas que aquejan a la ciudad. Si bien la década pasada estuvo marcada por su mayoritaria presencia en Sendero Luminoso y el MRTA. En esta década los jóvenes se encuentran asociados a las bandas colegiales a las barras de fútbol, creciendo el número de consumidores de drogas alarmantemente en los conocidos fumaderos. Las pandillas se han constituido en una seria amenaza a la seguridad ciudadana, pues no se limitan a actos de rivalidad entre ellos sino que también realizan actividades delictivas, uso de drogas, de armas blancas y, recientemente, de armas de fuego. Por los recientes estudios sabemos que son grupos fuertemente cohesionados y no masas anónimas y anómicas. Tienen un conjunto de reglas y pautas de conductas, además de un sistema de liderazgos muy definidos. En cierta medida les da sentido de pertenencia a un grupo y sentido vital y se constituye en un ámbito de protección frente a una ciudad violenta y agresiva (Santos, 1995) y una fuente de gratificaciones afectivas. Lo curioso es que en estas bandas también participan mujeres, e incluso hay bandas compuestas solo por ellas. Su accionar gira en torno a la pertenencia a territorios pequeños o a grandes unidades escolares o están imbricados con las barras de fútbol (Espinoza 1999). De otro lado, los jóvenes constituyen uno de los segmentos que se encuentra más excluido de la vida pública nacional, la investigación sobre tratamiento informativo arrojó que apenas el 0.5% de los actores mencionados en las noticias son jóvenes, porcentaje muy inferior al de la presencia pública del adulto (72%) (Macassi, 2001). La representación de los jóvenes en los medios y en el imaginario de los adultos se ha visto transformada, en los noticieros solo aparecen como elementos peligrosos, miembros de pandillas, barras, delincuentes y drogadictos. Además, especialmente en los diarios chicha, la aparición de los jóvenes refuerza su impronta, pues su aparición es interpretada como signo de prestigio y validación pública por los miembros de las pandillas.


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2.3 Pensando las culturas juveniles Los procesos socioculturales mencionados líneas arriba vienen de la conformación de las culturas juveniles, en tanto que influyen directamente o producen mutuas influencias. El caso es que los jóvenes se agrupan y retraen de la esfera pública construyendo sus referentes endogrupales en diálogo con las ofertas audiovisuales, ahondando las brechas generacionales y en muchos casos estableciendo patrones de consumo más cercanos a otras latitudes que a su comunidad política. A diferencia de otras décadas, las brechas generacionales actuales se presentan como problemas de «obsolescencia generacional», es decir, que los patrones de interpretación de la sociedad, las reglas y concepciones de la generación anterior no sirven en términos fácticos (no valóricos) para actuar el Perú de hoy. Esto explica ciertamente la ausencia de referentes, líderes, modelos juveniles, y la poca participación en instituciones políticas y sociales y el descrédito en las instituciones. Por lo tanto, la emancipación juvenil entra en conflicto con las viejas ataduras andinas, las herencias migratorias, los tabúes sexuales, los culturales, laborales e incluso, con las prácticas comunitarias, dicho en términos más sociológicos, estamos espectando el proceso de individuación al mismo tiempo que de mundialización de una generación. Recientemente el término de «culturas juveniles» se ha asociado a los movimientos y grupos juveniles que se sitúan como sujetos sociales a través de la demanda y la impronta urbana. El origen de estas prácticas se remonta a grupos como los punks, los rockers, blousons noirs, los skindheads, los mods, de los países industrializados. La Escuela de Birmingham los denominó como subculturas, pues «tales grupos tenían un claro origen de clase, y proponen por lo tanto, que sean interpretados como subculturas juveniles referidas a la cultura de clase de la cual los grupos son originarios» (Abramo, 1995:35). Tenían una problemática común con la clase social de la cual derivan, pero reaccionaban ante la hegemonía cultural de las clases dominantes, ante la masificación y el trabajo industrial mecanizado, convirtiendo sus expresiones en formas de lucha; negociación y resistencia por la conquista de la hegemonía cultural, en otras palabras, «la relación jóvenes /clase social es el marco de la reflexión» (Costa et al, 1996:62). Dichas subculturas a lo largo del tiempo se manifestaron de distintas maneras unos por la bohemia, la delincuencia, otros por el radicalismo y otros por la disociación, sin embargo, el rasgo común fue el intento de reconstruir un orden en


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un momento de progresiva heterogeneidad y multidimensionalidad que amenazaban convertir a la comunidad en una agregación de biografías. Las subculturas surgen como grupos con una fuerte cohesión social, de autoprotección . Al mismo tiempo recuperan identidad y ubicación social. Ellos se sitúan, en una doble lucha: contra el proceso de masificación que viene del mercado y del consumo de bienes simbólicos y también en contra a la ausencia de la identidad colectiva y la consecuente dispersión biográfica. En cambio, las culturas juveniles de nuestros tiempos y países, más bien no son reactivas a los procesos sociales, sino a la expresión de los mismos, a la diversidad y heterogeneidad. Ciertamente la extrema diversificación de la oferta masiva del mercado y la tendencia a que los productos simbólicos no se anclen en territorios y, por lo mismo, dejen de lado los espacios físicos de encuentro y en su lugar, la virtualidad, la desterritorialización ocupen las formas de relación que en otro tiempo estaban marcadas por las clases sociales, hacen necesario el análisis de clase social como generador de las expresiones juveniles. Y ciertamente, el mismo término de subculturas queda excluido para nuestro análisis. 1.

Hoy en día las culturas juveniles se vienen construyendo desde distintas fuentes, la música, la televisión abierta, el cable, los fanzines, la internet y los conciertos de rock, son la fuente principal para definir los estilos juveniles articulado al consumo. A través del intercambio, no tanto de bienes sino de sentidos, los jóvenes van perfilando sus gustos grupales, van constituyendo prácticas y afinando sus sensibilidades (Rincón, 1994).

2.

Por lo mismo, las culturas juveniles no se definen solo a partir de su expresividad pública, ni de las demandas como sujetos sociales sino que se definen también a través del consumo2. García Canclini (1995:196) señala que «las sociedades civiles aparecen cada vez menos como comunidades nacionales, entendidas como comunidades territoriales, lingüísticas y políticas. Se manifiestan mas bien como comunidades interpretativas de consumidores, es decir, conjuntos de personas que comparten gustos y pactos de lectura respecto de ciertos bienes (gastronómicos, deportivos, musicales)

2

El término «consumo» suele ser asociado a la idea de consumismo y banalización, sin embargo, Canclini recoge el sentido usado por Douglas y Isherwood, que definen el consumo como «un proceso ritual cuya función primaria consiste en darle sentido al rudimentario flujo de los acontecimientos» Douglas et al (1990). Con la velocidad de los intercambios simbólicos en nuestra sociedad y la amplitud y diversidad de la oferta informativa mediática y no mediática, y la disolución de las viejas identidades y metarrelatos, el joven se necesita construir elementos propios que organicen, den continuidad, establezcan reglas y den sentidos a su vivencia cotidiana. Esto se logra principalmente a partir de vincularse con bienes simbólicos principalmente, pero también con productos.


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que les dan identidades compartidas». Esta construcción de identidades a través del consumo también trasciende los límites nacionales y son comunes en culturas de la frontera. Estas comunidades trasnacionales de consumidores, por ejemplo, se conforma entre personas que viven cerca como en Iquitos, en el oriente peruano, donde se consume música brasilera, y las discotecas y radios siguen las modas tropicales, tanto del Caribe como de Colombia y Venezuela. El mismo fenómeno ocurre en Santa Cruz, la zona oriental de Bolivia. Otro caso es el de las comunidades aymaras en el sur de Puno, que basados en lazos tradicionales comunes y cercanía territorial, comparten con La Paz y Cochabamba consumos en torno a la saya, música no tradicional reapropiada de los bailes de los negritos. 3.

Las comunidades transnacionales de consumidores no se limitan a territorios de frontera, sino que las nuevas tecnologías de la comunicación permean prácticas juveniles entre ciudades distantes. Internet está llevando al extremo la construcción de las sensibilidades y afinidades, a través de los chats, los grupos de interés, y de las páginas webs se constituyen espacios virtuales de intercambio, producción cultural y ciertamente de identidad también. Muchas culturas juveniles nacen, se nutren o se cohesionan por medio de internet participando en las llamadas ciberculturas donde las culturas juveniles se activan y desactivan como comunidades de consumidores, de expresión o de producción de sentidos (visiones y percepciones del mundo y la vida).

4.

De todas las culturas juveniles, la más explícita y evidente es la agrupación territorializada, es decir, las que articulan a grupos de jóvenes adscritos a un segmento espacial o territorial. No siempre estos grupos tienen demandas y necesidades materiales en común, lo común es, más bien, aquello que quieren expresar, aquello que quieren mostrar a la sociedad, por lo que quieren ser oídos o por lo que quieren aislarse. Dichas construcciones expresivas son dialogadas a través de sus consumos culturales, centrales o marginales, de la televisión, el cine, internet o las revistas. Sin embargo, no todas las culturas juveniles tienen una cohesión ni un conjunto de reglas tan denso como las barras bravas o las pandillas, existen innumerables grupos de pares y amigos que comparten consumos «que no son fijos ni inmutables; su adscripción a autores, obras y bienes, modas y estilos, tampoco. En ellos se comparten, fijan e inventan juicios sobre mar-


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cas y se producen competencias específicas de interpretación y lectura de las mismas» (Muñoz, 1999:60). Estos grupos nacen y desaparecen de acuerdo a diversas circunstancias: la escuela, la academia la universidad, el trabajo, la esquina, etc.; y, generalmente, no trascienden un nivel de expresividad, pero a diferencia de los grupos como las barras y pandillas, la expresividad se muestra a través del estilo, de la ropa, de los signos exteriores de identidad, del modo de hablar, de peinarse, de las marcas, etc. En conclusión, las sensibilidades comunes y la participación en comunidades de consumo, en comunidades de expresión y de producción de sentidos, son los elementos que definen las culturas juveniles tales como las percibimos actualmente. Sin embargo, como ya mencionamos anteriormente, la heterogeneidad de las culturas juveniles no se nutre de una sola fuente, surge de diversos medios (cable, internet, televisión masiva, fanzines, etc.) y de diversas ofertas ideológicas (modas, corrientes de pensamiento como la ecología o el feminismo) y también se derivan de los procesos sociales de cada nación (violencia política, emergencia poblacional, etc.). Por cierto, muchos jóvenes comparten diversas culturas juveniles, participan de diversas identidades: jóvenes que participan de la parroquia también lo hacen de las pandillas de su barrio, grupos de bailarines de discotecas participan de la mesa de concertación municipal de un distrito del Callao. Si bien las culturas juveniles se definen en un primer momento como comunidades de consumo y significación, también se conforman como comunidades de producción de sentidos y de expresividad hacia otros grupos y hacia la sociedad. En el caso de las comunidades territorializadas se definen primero como comunidades y progresivamente avanzan como comunidades de expresión, pero difícilmente llegan a conformar comunidades de producción de sentidos. En cambio, cuando se trata de las culturas juveniles virtuales, el paso entre el consumo, la expresión y la significación es más dinámico.


Capítulo 3

Ciudadanía y la disyuntiva de la inserción del joven en la sociedad

Cambios civilizatorios y el componente cultural de la ciudadanía Tránsito, construcción y conflicto de su ciudadanía Disyuntivas en la inserción ciudadana de los jóvenes ! Entre la construcción individual de su identidad y su inserción en la sociedad ! Entre el reconocimiento como igual y la inequidad ! Entre la autoexclusión y la pertenencia ! Entre la visibilidad pública y la opacidad ! Entre la moratoria social y el ser sujetos de opinión ! Entre la participación simbólica y la militancia

Retos para la práctica de la ciudadanía juvenil


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Capítulo 3

Ciudadanía y la disyuntiva de la inserción del joven en la sociedad

Sea como preocupación frente a la expansión de la tecnología de la individualidad, por la caída de los grandes paradigmas o simplemente por la búsqueda de otro orden totalizador de la vida social, lo cierto es que el tema de la ciudadanía viene constituyéndose en un referente importante para repensar la práctica democrática en las sociedades latinoamericanas. Algunos autores han remarcado la necesaria interrelación entre la «ciudadanía formal», regida por las leyes y la igualdad en el papel, y la «ciudadanía real» como las condiciones de desigualdad económica y desventajas en el ejercicio de derechos y deberes. Sin embargo, para algunos la discusión se reduce a que el ejercicio de la ciudadanía supone un primer momento de equidad en el acceso a bienes y satisfacción de necesidades. Es decir que, para la plenitud de la ciudadanía es necesario la resolución de la desigualdad económica en nuestras sociedades, y esta solución sería la tarea central de la acción. Para otros, en cambio, el fortalecimiento de la ciudadana puede ser paralelo o ser independiente de las luchas por la satisfacción de necesidades, pero el fin trascendente del empoderamiento ciudadano apunta a la consolidación de un sistema político democrático que viabilice mejor la lucha por la igualdad económica1. Todas estas posturas coinciden en que la ciudadanía debe ser -como bien lo resume Maria Victoria Benavides (1994)- una ciudadanía activa, rechazando con ello la pasividad legal de la ciudadanía consagrada en las constituciones nacionales y afirmando el compromiso y el papel protagónico de sus actores.

1

Lo cierto es que algunas sociedades han conseguido un nivel aceptable de satisfacciones materiales, pero no han constituido ciudadanos plenos y como bien lo afirma Diego Palma (1995), la ciudadanía formal y la real si bien no son independientes, tienen correspondencias muy complejas que no se resuelven con priorizar una sobre otra.


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Sin embargo, esta discusión entre la acción ciudadana y las condiciones básicas se ve apremiada por los cambios culturales que desplazan la preocupación sobre otros componentes de la ciudadanía. La creciente heterogeneidad descrita en el segundo capítulo de este libro nos alerta sobre la forma en que se están construyendo las identidades juveniles en nuestras sociedades de por sí fragmentadas e inequitativas, lo cual amerita ampliar la discusión al campo cultural.

3.1 Cambios civilizatorios y el componente cultural de la ciudadanía La literatura clásica de la política hace un énfasis especial en la relación entre ciudadanía y Estado. Los enfoques varían a este respecto, pero el más común es el legalista que circunscribe la ciudadanía al ejercicio de derechos y deberes. Sin embargo, el principio de la igualdad entre los miembros de una comunidad política el que subyace a la noción de ciudadanía. Cualquier individuo debe tener las mismas potestades que otro ciudadano de su mismo país2 de allí derivan el ejercicio del derecho y la obligación del deber. De este principio ordenador, se derivan otros elementos culturales tales como el reconocimiento del otro, la valoración de la libertad, el diálogo, la tolerancia, la convivencia, conformando lo que algunos llaman cultura cívica o ciudadana. El principio de igualdad entre los ciudadanos supone la pertenencia a un Estado (expresión objetiva de la comunidad política) que garantiza el acuerdo y la construcción del interés común entre sus miembros. Por lo tanto, todo ejercicio ciudadano de derechos y deberes, por más insignificante que sea (exigir un boleto en el bus o reclamar un servicio público), se hace en nombre de una norma que supone la igualdad de todos los miembros de una nación. Es obvio que uno de los principales obstáculos de nuestras sociedades radica en que el ejercicio pleno de la ciudadanía se ve frustrado, además que por la falta de condiciones básicas, porque no existe un reconocimiento de los otros como iguales; grandes sectores de ciudadanos legales no encuentran cómo ejercer sus derechos y deberes más que en elecciones. Es más, sea por la discriminación por raza, género y generación, se ven excluidos, marginados y tratados como ciudadanos de segunda categoría. 2

Esta igualdad legal en nuestras sociedades no ha sido producto de la interacción social, sino de un conjunto de ordenamientos (reglamentaciones expresadas en un Estado y en las constituciones que lo regulan) importados de otras realidades. Los estados latinoamericanos se han constituido sobre la base de la diferencia y no en el principio de igualdad y totalidad, conformándose más como aparatos de poder que como instancias de regulación y resolución de la vida social.


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La dificultad, en Latinoamérica, por consolidar naciones de ciudadanos se ve complejizada por los cambios mundiales que vienen afectando especialmente a los jóvenes. Tenemos, por ejemplo, que las fronteras se diluyen cada vez más y que en este mundo globalizado los jóvenes se conectan y vinculan independientemente de la cercanía física y del territorio que ocupan; y que este intercambio genera nuevas socialidades y construye nociones de comunidad de consumo, expresiva o productora de sentidos. En cambio, cuando hablamos de ciudadanía (y no de prácticas de ciudadanos) estamos hablando de identidades colectivas más amplias que las redes tejidas en estas comunidades y culturas juveniles pero que, sin embargo, la atomización y fragmentación a la que se tiende camina en sentido contrario a la conformación de ciudadanos igualitarios. Por otro lado, la cultura ciudadana o democrática, frecuentemente se ve conflictuada con la cultura política, es decir, con el conjunto de percepciones, valoraciones y prácticas respecto a los políticos y sus acciones. El populismo, el clientelismo, el favor político, el presidencialismo son elementos culturales que nuestras sociedades llevan dentro y que impiden también la ciudadanía plena tal y como se plantea desde la teoría política o como se quisiera desde la pragmática de la promoción de la ciudadanía. Además, en sociedades como la nuestra donde el desarrollo de la institucionalidad civil (instituciones de defensa, mecanismos de participación, consulta y fiscalización) es primario, también la cultura política está teñida de percepciones y prácticas que tienen su origen en la vida cotidiana, en la relación vis a vis con los otros, de allí el personalismo, y la valoración afectiva y hasta familiar de los hechos políticos. Si la cultura política está inundada de percepciones blandas, el lugar de la casa (cultura cotidiana y consumo de medios), el barrio (cultura cívica) y lo público (cultura política) se hallan mezclados y confundidos. Por otro lado, el mercado y los medios cada vez más capturan la acción política y la inundan de sus lógicas de espectacularidad y mercantilismo, haciendo que la clase política se mediatice cada día más. A pesar de todo, estos rasgos no son deterministas y se producen conflictos y tensiones entre las prácticas culturales juveniles y su inserción en la sociedad como ciudadanos plenos que detallaremos a continuación.

3.2 Tránsito, construcción y conflicto de su ciudadanía La juventud fue vista clásicamente como un periodo de moratoria en el cual el pre-adulto se preparaba para su inserción en la vida económica del país. Para ello la


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educación superior era indispensable en tanto dotaba al joven de los conocimientos y habilidades para el desempeño de su vida futura. Sin embargo, el desarrollo de las industrias culturales y las mismas prácticas juveniles han desbordado esta visión economicista del periodo juvenil. La juventud y la infancia ya no son el remedo de la vida adulta, las culturas juveniles se recrean a sí mismas con el concurso de las industrias culturales que a su vez recogen de ellas solo los rasgos más comercializables. Las ofertas culturales para los jóvenes se han especializado y lejos de prepararlos para la vida adulta, refuerzan y entronan la vivencia juvenil. En ese sentido, cada promoción de jóvenes porta patrones de consumo musical y cultural propios así como visiones del mundo que llevarán consigo en su inserción a la adultez. No se trata entonces de una moratoria que tenga como objetivo la continuidad sino que es un periodo de diferenciación, conflictos y ruptura de esquemas de interacción sociales. Pensar la juventud es pensar un periodo concreto de tránsito, construcción y conflicto. Tránsito entre la vida adolescente y la vida adulta; tránsito entre la vida sin responsabilidades y la familia o el trabajo; tránsito entre el entretenimiento y el deber; pero también es un tránsito entre no tener derechos y tenerlos. Al mismo tiempo, el joven es un sujeto social en construcción. Construcción de su identidad individual y grupal; construcción de su estatus en la sociedad, de sus grupos de referencia y sus imaginarios de futuro; construcción de su futuro en pequeñas decisiones, de sus relaciones sociales, de sus redes y comunidades de interpretación del mundo. Al mismo tiempo, el joven va construyendo sus nociones de lo público, de su relación con la política y de su praxis social, en otras palabras va conformando (en negociación con varias agencias) su cultura política que marcará el derrotero de su acción como sujeto público. No podemos pensar estos tránsitos y construcciones sin asumir en el análisis el papel que el conflicto tiene en la cotidianeidad del joven. Su propio desarrollo y su lucha por la individualidad (Erikson 1974) entran en conflicto con la familia nuclear, entre sus tendencias, motivaciones y habilidades y las expectativas de su entorno inmediato (padres, profesores, pares, familia extensa o comunidad), entre su identidad individual y las reglas y visiones grupales. El conflicto ocurre también cuando el joven pasa a tener una cédula de identidad, una libreta electoral, cuando según las leyes tiene obligaciones cívicas y tiene derechos. El joven vive los dilemas de la ciudadanía en sociedades donde los derechos son letra muerta, donde la ciudadanía está aún atravesada por rezagos de discriminación étnica, donde el reconocimiento y la pertenencia son patrimonio de pocos. En pocas palabras, también vive la tensión entre ser ciudadano y no poder actuar como tal.


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El joven de los noventa al mismo tiempo que transita una edad es portador de una nueva visión del mundo, es sujeto de los cambios culturales, cambios de época. Su condición de joven debe entenderse, por lo tanto, como productor y portador de nuevas visiones culturales. Este joven al mismo tiempo que es portador de matrices culturales distintas y abanderado de nuevas tecnologías, es a la vez objeto de los cambios societales de mayor envergadura como la globalización, la caída de las ideologías, la hegemonía de lo audiovisual.

3.3 Disyuntivas en la inserción ciudadana de los jóvenes Al subrayar el carácter cultural de la identidad juvenil queremos insistir en que la ciudadanía debe entenderse en esos marcos, porque la vivencia ciudadana de los jóvenes se encuentra atravesada tanto por su ubicación en el mundo, su desarrollo afectivo y emocional, como por los grandes cambios ocurridos en el ámbito mundial. Al tratar de abordar lo ciudadano hacemos un artificio de separación de lo que en la cotidianeidad juvenil se encuentra imbricado. Por lo mismo, se hace necesaria una referencia constante a estos cambios para poder situar y contextualizar la ciudadanía juvenil. Queremos señalar cuatro elementos que constituyen los ejes de tensión de la vivencia ciudadana de los jóvenes: 1. Entre la construcción individual de su identidad y su inserción en la sociedad

Una de las disyuntivas centrales precisamente se origina cuando el joven cruza la frontera de los 18 años lo cual suele coincidir con el fin de la secundaria o el inicio de los estudios superiores. Básicamente se desarrolla un proceso de construcción de su identidad individual. Muchos de ellos han empezado este proceso, diferenciándose de su entorno familiar, buscando espacios propios, gustos y posturas propias, es decir, empiezan a diferenciarse de lo que los padres quieren, de sus hermanos y sus hermanas, de sus amigos y sus pares de la adolescencia. Este proceso de construcción de identidad entra en conflicto muchas veces con su inserción en la sociedad, porque tiene una libreta electoral y no sabe exactamente para qué sirve, o qué derechos y deberes se derivan de esto. Sin querer están insertándose en un proceso más colectivo, en el proceso de ser ciudadanos, al


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menos en el plano legal. No obstante, cuando quieren ejercer derechos se dan cuenta que su voz no tiene sonido y a los deberes los encuentra vacíos pues no tiene una motivación, no tiene un impulso comunitario. No hay una comunidad construida que los respalde, que los lleve a identificarse como ciudadanos, a reconocer que los otros también tienen derechos y deberes. No existe un reconocimiento de parte de los otros y tampoco él mismo se reconoce en la colectividad. Algunos autores han subrayado el carácter individualista de la identidad juvenil sin poner en perspectiva la conflictiva inserción ciudadana de los mismos y el escaso apoyo que la sociedad política y las instituciones hacen de esa dimensión de los jóvenes. 2. Entre el reconocimiento como igual y la inequidad

Conforme el joven amplía sus dimensiones y participa por otros espacios como el trabajo, el centro de estudios, los deportes, conoce nuevos amigos y se vincula con nuevas redes de soporte social, pero también se vuelve más trashumante y va ampliando su socialidad, va definiéndose con relación a otros, pero también construye su pertenencia a redes y colectivos. En este camino se reconoce como igual a otros, empieza a construir sus ideales dentro de la escuela, de los institutos, del trabajo, en el barrio, en la esquina; empieza a construir sus redes, sus amistades, sus vínculos de toda la vida. En este proceso observa otras experiencias similares, otros jóvenes que tienen las mismas conductas, los mismos problemas, por ejemplo, el mismo tipo de papá autoritario, que tienen los mismos sueños, comparten los enamorados, las enamoradas, hay todo un proceso de construcción cultural grupal, que se refleja en la ropa, en los distintivos, en la jerga y otras expresiones de la solidaridad intragrupal. Consecuentemente surgen las aficiones grupales por la música rock o subterránea en un caso, en otro la tecnocumbia y la salsa, en otros el manga y el anime, el teatro la pintura, etc., aficiones que van tiñendo su identidad grupal. Sin embargo, al mismo tiempo, el joven vive experiencias de profunda inequidad. Una de ellas es el asunto étnico, la discriminación por el color, que es muy soterrada, nadie habla del tema, pero los jóvenes lo experimentan todo el tiempo. Y así como lo viven como víctimas lo viven también como victimarios. También está el tema de género, pues la sociedad está organizada inequitativamente a favor del hombre y eso se refleja en las imágenes públicas, se refleja en los tratos, en los reconocimientos, en los créditos, en las experiencias públicas, a quien le traen la cuenta en el restaurante, a quien le dan el vuelto, a quien le dan la palabra, a quien escuchan o prestan atención.


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La paradoja es que la juventud es también un proceso de construcción de las identidades colectivas, pero que éste se da en un contexto de profundas inequidades, raciales, de género, generacionales, económicas, en este contexto resulta difícil construir identidades colectivas más amplias que vayan más allá de los grupos y las «patotas», que se reconozcan como iguales, como las comunidades políticas. Solo en el consumo cultural masivo los jóvenes encuentran identidades colectivas de mayor envergadura. 3. Entre la autoexclusión y la pertenencia

Encontramos dos impulsos muy marcados que coexisten en los jóvenes. Uno de ellos es la tendencia a autoexcluirse: «Nada me interesa, no me interesa lo que digan mis padres, no interesa el trabajo, la familia no, ¿la sociedad?». Estos impulsos se manifiestan de distintas formas, los más extremos se aglutinan en grupos al margen de las reglas y de los valores sociales, la mayoría, en cambio, reduce sus expectativas a asuntos que solo tienen que ver con su núcleo familiar y amical. Estos jóvenes de cierta forma se «desenchufan» de la vida pública muchas veces en la apuesta de que es suficiente el esfuerzo personal para progresar y desarrollar sin tener en cuenta la múltiple determinación de los factores políticos y económicos en la vida cotidiana de los ciudadanos. Por otro lado, también encontramos impulsos que tiene el joven por pertenecer a la sociedad, por darle un sentido colectivo a su existencia, impulsos solidarios por alterar y cambiar el estado actual de las cosas. En un estudio realizado en Lima identificamos que los jóvenes tienen muchas iniciativas a favor de otros jóvenes o de otras personas necesitadas, es decir, existen sentimientos filantrópicos, una responsabilidad social que muchas veces no tiene cómo canalizarse, que no encuentra maneras de concretarse pero que está allí, esperando ser apoyada. Los impulsos autoexcluyentes juveniles se diferencian de los movimientos culturales juveniles de los ochenta, que tenían una visión escatológica del futuro, básicamente en que estos movimientos a pesar de apostar por el “caos y la destrucción” de la sociedad eran movimientos de transformación radicales, Helena Abramo (1994:153.) lo anota así: «A postura apocalíticas, as imagens infernais, destrocadas e exangues que esses grupos exibem, nao representan uma patología morbida, um desejo de morte ou uma exaltacao do horror. E uma representacao crónica, espectacular da visión que eles tem da realidade para critica-la, denuncia-la». En cambio, los impulsos autoexcluyentes actuales no buscan destruir la sociedad, buscan situarse al


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margen, en las fronteras, en los bordes, es claramente una conducta outsider que convive con ciertas reglas pero se margina de la convivencia en comunidades más amplias. No estamos hablando de la exclusión económica ni tiene paralelos con la pobreza extrema, estamos hablando de un vaciamiento del sentido comunitario, lo que algún autor definió como el declive del hombre público. 4. Entre la visibilidad pública y la opacidad

Hanna Arendt3 afirmaba que solo los hechos que son mostrados a los ojos de la comunidad se convierten en públicos, la mirada de los ciudadanos, la luz pública, es lo que le atribuye su sentido colectivo y pasa a ser materia de opinión, argumentación y debate y ciertamente, materia de políticas. En cambio aquellos hechos (mejor dicho sectores sociales) que no se muestran, no tienen una existencia pública. Encontramos que los jóvenes buscan expresarse de muchas maneras, usando el teatro, la música, el graffiti, el manga y así, a través de innumerables formas expresivas, algunas artísticas y otras simplemente anómicas como las barras bravas y las pandillas. Los jóvenes buscan mostrarse, expresar, comunicar a la sociedad, buscan legitimidad, reconocimiento, valoración social, buscan identidades colectivas o simplemente buscan herir a la sociedad o canalizar el volcán de visiones y pasiones que llevan dentro. Estas improntas públicas les permiten compartir visiones, compartir con otros formas de ver el mundo, gracias a esta visibilidad pública es posible construir colectivos más amplios que trascienden lo territorial y se encuentran en el ámbito masivo. Por otro lado, también el joven se margina de la expresividad y muchas veces delega en los adultos (y otras veces, ellos usurpan) la representatividad pública, aunque muchos jóvenes se complacen en el rol de observadores y la dimensión del consumo cultural también supone un espacio de interacción con las propuestas y ofertas masivas. Sin embargo, silenciarse es situarse en el lugar de la sombra, que responde a las carencias comunicativas que los sistemas educativos desestimulan y la ausencia de formación en habilidades como la argumentación, el debate, la tolerancia, el reconocimiento del otro como igual, etc., habilidades comunicativas que constituyen las bases de un ejercicio ciudadano en un contexto moderno, donde las

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ARENDT, Hanna (1995). De la historia a la acción, cap “Arendt sobre Arendt”. Paidos, pp 139-171.


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comunicaciones masivas son la amalgama que mantiene vinculados los distintos componentes de la vida social. 5. Entre la moratoria social y el ser sujetos de opinión

Ha sido evidente en las marchas universitarias, que los jóvenes buscan ser sujetos de opinión, no es casualidad que una de las frases recurrentes era «nosotros somos dueños de nuestros destinos, nosotros queremos opinar sobre cómo se conduce el país». Pensamos que es una constante disyuntiva que atraviesa el joven, por un lado expresa una búsqueda constante de autonomía; pero también experimenta miedos y dificultades frente a la responsabilidad. Sin embargo, estas disyuntivas no se sitúan solo en el plano de los imaginarios colectivos. Algunas instituciones y algunos sectores del Estado que trabajan con jóvenes, se vinculan a ellos desde una perspectiva de moratoria social, según la cual los jóvenes son «bacanes», son creativos, intuitivos, pero al fin y al cabo (para ellos) son jóvenes, son menores, y en última instancia, la tarea es convertirlos en adultos. Y lógicamente esto supone la negación de ellos como sujetos públicos capaces de decidir. En un monitoreo de informativos4 contamos la cantidad veces que los actores públicos aparecían. Encontramos que quienes aparecen como sujetos de la noticia declarando, siendo consultados o simplemente como los sujetos principales de los hechos son en una aplastante mayoría adultos hombres. La mujer aparecía en el 18% de las noticias, en cambio, los jóvenes apenas aparecían en un 5%. Por lo tanto, el joven no es validado como un sujeto opinante y su imagen pública mas bien es asociada al consumo frívolo, al deporte, a la trasgresión, y nunca aparece en las noticias como un ciudadano válido, preocupado por el país. Las mujeres, incluso, están más legitimadas que el joven. 6. Entre la participación simbólica y la militancia

El joven ha tenido distintas maneras de acercarse a la sociedad. En los setenta y ochenta se vinculaba a través de la organización y la militancia en partidos, organizaciones y movimientos donde las prácticas comunicativas estaban marcadas como lo señala Roncagliolo (1994) por los comunicados, el volante y el discurso. Y esta idea todavía persistió en los noventa, incluso muchos programas municipales -y algunos desde el Estado- todavía tienen como modelo al joven que partici4

Se registraron y analizaron noticieros y programas informativos de radio y televisión y noticias de la prensa, para identificar el papel que a los jóvenes les atribuyen en la información y en la representación pública.


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pa, el joven activo, líder de una organización, dedicado a tiempo completo al desarrollo o a la política. A mediados de los noventa se escribieron varios artículos periodísticos preocupados por la apatía de la juventud (y al parecer por la suya propia) que, en general, hablaban mucho de la apatía de la Generación X. Nosotros, en cambio, encontramos en aquel entonces, que los jóvenes se vinculaban al mundo público, se vinculaban a la sociedad y se están vinculando al Estado y a lo político a través del consumo de informativos. En esa oportunidad señalamos que los jóvenes que veían noticieros no eran pocos como se pensaba, los noticieros ocupaban el segundo lugar de su consumo. Efectivamente cuando indagamos con mayor profundidad encontramos que había muchas formas de ver y vincularse con los medios. Por ejemplo, hay quienes se vinculan a lo informativo según lo que les interesa, lo que les llama la atención y lo que vivencian. Ahora bien, la forma de vivenciar lo informativo varia radicalmente entre unos y otros. Hay jóvenes que se vinculan a través de dramas como las niñas que pierden a sus padres por una enfermedad terminal. Otros en cambio se vinculan a partir de lo lúdico, desde las notas más pintorescas, como las peleas entre los congresistas. Otros, definitivamente tienen una mirada más seria, buscando tener información creíble para seguir la agenda pública y comprender las relaciones entre los actores políticos. Sin embargo, también hay aquellos que se desenchufan, que piensan: «que la sociedad que vaya por su lado y yo voy por mi lado». Pensamos que la forma en que los jóvenes participan de la vida pública es más simbólica y fundamentalmente se realiza a través del consumo masivo. Esta participación genera vínculos y distintos grados de interés que no necesariamente desembocan en participación física, pero en nuestras sociedades masivas son la base de las adhesiones y percepciones sobre los aconteceres públicos. Por otro lado, todavía se mantiene en muchas zonas de los distritos populares un fuerte interés por conformar grupos y organizaciones juveniles. Ciertamente hay importantes intentos por cohesionarlos en coordinadoras y agrupaciones, que básicamente son la expresión de un interés por una acción directa, transformadora y activa sobre las contingencias sociales. Pero así como hay jóvenes que participan activamente también hay muchos otros que huyen de cualquier forma de organización o regulación o agrupación y no solo por su carácter social o político sino por un deseo desenfrenado de independencia, individualismo y autocracia.


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Estas tensiones se desarrollan en las prácticas culturales y simbólicas que los jóvenes realizan en su vida cotidiana. Buena parte de la investigación que aporta pistas al respecto gira en torno a su pertenencia a agrupaciones y prácticas culturales. Por ejemplo, en México, taggers, ravers y punks reflejan con «sus propios ritmos y espacios las dinámicas particulares que configuran sus percepciones y prácticas democráticas» (Reguillo 1997); en Colombia, los parches, el reggae constituyen prácticas naturales de expresión pública (Mejía et al 1996); y en nuestro medio se ha hecho énfasis en el estudio de la pertenencia a barras deportivas y pandillas. Sin embargo, la pertenencia a estos conjuntos gregarios no involucra a todo el conjunto de la juventud, buena parte de él se sitúa al margen de la luz pública y en la sombra del silencio. Además, la participación en estos grupos está mediada por factores motivacionales propios que no pueden extenderse a los demás jóvenes. Existe otro tipo de práctica cultural que se realiza a diario a la que no se ha prestado la debida atención, me refiero a la recepción de medios. Ahora, las relaciones societales pasan por este vértice simbólico y a partir de allí se construyen las identidades, se forman los imaginarios societales, y se conforma la cultura política actual, constituyéndose incluso en fuente de insumos para sus prácticas gregarias. Recientes reflexiones han subrayado los profundos flujos entre la puesta en escena mediática y las prácticas cotidianas (Sarcinelli, 1997). La recepción de medios resulta un espacio estratégico para entender las negociaciones, resistencias y aceptaciones entre las dimensiones societales amplias, con las unidades societales como la familia y la dimensión individual del joven. Evidentemente en la recepción de informativos y la recepción informativa de otros géneros se vienen dando las vivencias ciudadanas y la conformación de la cultura política. La pertenencia a la sociedad, la exclusión y la automarginación están pasando por este espacio. En el presente trabajo nos detendremos sobremanera en los asuntos de pertenencia por una sencilla razón: es la piedra angular sobre la que se basa casi toda actuación ciudadana. Sin un mínimo de pertenencia o vinculación, el ejercicio ciudadano pierde su carácter de interés público y se disgrega en la sobrevivencia del más fuerte o el más vivo.

3.4 Retos para la práctica de la ciudadanía juvenil Percibimos que las propuestas desarrolladas en el campo de las políticas de juventud en materia de ciudadanía están pensadas desde la pragmática, es decir, desde el «querer hacer» sin tener en cuenta las actuales prácticas culturales de los


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jóvenes y el rumbo que las culturas juveniles están tomando a raíz de los cambios y las vivencias juveniles. La perspectiva ciudadana tiene la particularidad de buscar integrar una relación de cultura política, es decir, reconstruir una relación entre el Estado, el sistema de representaciones y la sociedad, es decir, la columna vertebral de la política que sustente un proyecto común. Sin embargo, en los movimientos juveniles existe una pluralidad de intereses que confluyen, hasta en tres niveles: el individual, el colectivo y el masivo: Expresión de potencialidades Individual

Utilidades concretas y pragmáticas Progreso personal Expiación de la culpa social Sentido de pertenencia e identidad a un grupo

Colectivo

Masivo

Conquista de espacios y canales de negociación Construcción de un interés colectivo común o plataforma de acción Solidaridades, sensibilidades Sentidos de pertenencia e igualdad

La acción ciudadana, sea cual fuera, no debe suscribirse a una dimensión única del individuo, debe apelar a la multidimensionalidad, es decir, como perspectiva metodológica, la acción ciudadana no solo debe incidir en sus capacidades y aptitudes sino en la apropiación del espacio público y la construcción del interés común a través de la acción conjunta. Sin ella, estas capacidades solo servirían para los intereses privados y de grupo. A continuación presento algunos de los ejes sobre los que puede girar la acción ciudadana: 1.

Componente afectivo: En la identidad (individual de pertenencia al Estado como condición para la igualdad de si mismo y de otros).

2.

En la construcción de un interés público (que involucre a todos o proyecto nacional: espacio integrador).

3.

Construcción de espacios de negociación, discusión, interpelación y vincu-


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lación (o espacios de opinión pública e institucionalidad civil) 4.

Prácticas: Conocimiento, conciencia, ejercicio y demanda de derechos y deberes (sea a través de movimientos ciudadanos o desde la acción individual). Espacios de la participación y cultura política.

5.

Capacidades ciudadanas. Son un largo listado de aptitudes para el ejercicio activo, responsable o de calidad de la ciudadanía, como la tolerancia, la pluralidad, la argumentación el debate, etc.

Existe un doble reto al momento de pensar la ciudadanía juvenil, el primero consiste en desarrollar mecanismos para que los jóvenes interesados, llamados también integrados, miembros de organizaciones, y agrupaciones juveniles con perspectiva de desarrollo se involucren en los procesos de toma de decisión, vigilancia ciudadana y participación política en el ámbito local y en el ámbito sectorial. De otro lado, tenemos un reto aún más difícil, involucrar a los jóvenes anónimos, a los excluidos, a los jóvenes replegados en pequeños grupos de consumo y expresión, en la vida pública nacional. Esto requiere un esfuerzo por crear condiciones para la expresividad juvenil; apoyar las iniciativas culturales promoviendo el encuentro intergeneracional que facilite el reconocimiento de los otros jóvenes como iguales y en pro del desarrollo y voluntariado juvenil; fortalecer las instituciones incluyendo mecanismos de transmisión de la experiencia intergeneracional y no solo vertical. Sin embargo, estas tareas no pueden hacerse desde los paradigmas de trabajo tradicional con los jóvenes, es decir, tratando de incorporarlos a la vida adulta, a la forma de pensar y actuar adultos, es necesario comprender que el nuevo horizonte generacional nos ubica en la cultura audiovisual, en el ámbito del consumo y, por lo mismo, las metodologías y premisas deben dar cuenta también de los procesos culturales en los cuales los jóvenes están inmersos.


Capítulo 4

Jóvenes, recepción de medios y cultura masiva

El escenario de los medios: más allá de la masificación y la heterogeneidad Modalidades de recepción y brechas generacionales ! Modalidades televisivas ! Modalidades radiales: del sedentarismo adulto al nomadismo juvenil

Factores para el alto consumo de televisión El consumo familiar, eje de la construcción de la individualidad y de las reglas Familia, espacio de conflicto o comunidad de interpretación Familia y modelos televisivos paternos Gramáticas de lectura y cultura masiva ! La mirada joven: una visión intrageneracional ! Realidad y fantasía en la recepción de los medios ! La naturalidad y espontaneidad como organizadora de las preferencias ! Entre el protagonismo anómico y la expresión pública


Capítulo 4

Jóvenes, recepción de medios y cultura masiva

La percepción de una juventud propensa a opciones violentistas, al escapismo, la indiferencia, o la drogadicción, es parte de una visión muchas veces planteada de manera externa a las opciones, expectativas, prácticas y representaciones propiamente juveniles, que forman su mundo y orientan su diario vivir. Este acercamiento tradicional a los jóvenes ha enfocado solo sus prácticas colectivas. Estas posturas contemplaban solo dos formas de relacionarse con el mundo social: de un lado la acción grupal gestada en organizaciones populares y en la participación en acciones que van desde la militancia en agrupaciones políticas, pandillas y terroristas hasta la formación de grupos marginales. Aquellos jóvenes que no están enlazados a ningún colectivo fueron percibidos como indiferentes, apáticos, desvinculados del quehacer social y nacional pues la medida con que se percibió al joven las décadas pasadas fueron según su participación activa en las agrupaciones mencionadas como si éstas fueran las únicas manifestaciones de la vida social de los jóvenes. El despliegue del sistema comunicativo peruano, tanto en cobertura y ampliación como desde su importancia cultural y política, experimentado en la década pasada, define un escenario distinto para las relaciones sociales. Escenario donde ellos son abanderados de los cambios audiovisuales que van creando formas particulares de vínculo entre los jóvenes y su sociedad, relaciones nuevas que cabe desentrañar. Dicha perspectiva suele percibir únicamente los polos de tensión y conflicto (pasividad versus militancia) sin embargo, muy poco nos puede decir respecto a aquello que está en medio y que a nuestro modo de ver constituye el grueso de los jóvenes que hoy se sitúan en un país de desplazados, guerra interna, narcotráfico y delincuencia. Según nuestro modo de ver la acción pública se ha ocupado de aquellos «jóvenes problema», que de alguna manera o de otra fueron etiquetados como jó-


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venes en riesgo, vinculados a las Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS), al VIH-SIDA, la violencia, la delincuencia, las drogas y la violencia política. Las ciencias sociales por su parte respondieron a la misma preocupación por los jóvenes transgresores, pero aportando una mirada comprensiva y contextualizada de estas expresiones ampliando los marcos de comprensión más allá de los esquemas «de transgresionalidad» provenientes de la salud pública. Sin embargo, muy poco se ha afirmado respecto a los «jóvenes anónimos», aquellos que no son percibidos como amenaza por la sociedad, aquellos que fueron etiquetados como integrados en algunas ocasiones, aquellos que no tienen una gramática de expresividad pública que los haga figurar en los medios de comunicación como transgresores. Sobre ellos, esta mayoría «silenciosa», muy poco se ha afirmado salvo su apatía, el descreimiento, su consumismo, su actitud apolítica y otras etiquetas semejantes que apuntaban a percibirlos como una masa homogénea capturada por el mercado. Por nuestra parte pensamos que precisamente en estos «jóvenes anónimos» ha venido sucediendo un lento y largo proceso de cambios culturales que explicamos en el primer capítulo del presente libro. Estos cambios silenciosos y graduales no son percibidos en tanto que ellos operan en las categorías de interpretación del mundo, en la cotidianeidad, en las prácticas de comunicación grupales, en las nuevas socialidades construidas en el uso de las nuevas tecnologías, y ciertamente en la forma en cómo se relacionan con los «viejos» medios como la televisión, lo cual nos ocupa en este texto. La primera dificultad al abordar la relación entre la juventud y la televisión es poder salir de la perniciosa pregunta respecto al impacto de los medios en la cultura de los jóvenes, pues ello suponía una concepción misma del medio como un instrumento invasor, penetrante de las conciencias. La pregunta misma percibía a los jóvenes como consumidores pasivos susceptibles de una influencia directa y a veces inconsciente. Una segunda dificultad radicó en el hecho de trascender una visión condescendiente y etnográfica del consumo juvenil, centrada en los usos sociales del medio, por la cual los jóvenes seleccionan y segmentan la oferta de tal modo que la incidencia posible se difumina y pulveriza. La tercera dificultad, y tal vez la más difícil de todas, radicó en ubicarnos en un punto neutro, según el cual la incidencia de la televisión y los usos sociales que los jóvenes hacen de la televisión, tienen aspectos positivos y aspectos negativos y obviamente aspectos bivalentes. Pensamos que el enfoque más oportuno para abordar la recepción juvenil es como, lo resume Lull (1995:165), la tensión entre «dos


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fuerzas contradictorias las estructuras ideológicas y culturales representadas y articuladas por la elite política y económica de un lado y del otro la energía y creatividad, intencionalidad y trascendente habilidad de las personas individuales y grupos para construir significados, identidades y maneras de vivir. Los medios masivos son actores centrales en ambos, configurando las esferas del dominio macrosocial y el empoderamiento microsocial».

4.1 El escenario de los medios: más allá de la masificación y la heterogeneidad Ahora más que nunca los medios están sujetos a los cambios tecnológicos, por ejemplo, la miniaturización y el abaratamiento de los equipos aumentó la capacidad de producción de programas endógenos y permitió a los programas informativos la casi simultaneidad de la noticia y una mayor cobertura de hechos. Otro caso lo observamos con el uso del satélite para la transmisión nacional, la oferta local de las estaciones radiales provinciales y regionales sufrió grandes transformaciones a raíz del uso del satélite por las cadenas nacionales y ello produjo cambios profundos en las relaciones comunicativas establecidas entre los públicos y los medios, redefiniéndose el sentido de la noticia local y de la nacional, así como los gustos y preferencias locales frente a una oferta diversa (Alfaro y Matta 1991). No obstante, también significó desequilibrios entre la capacidad de producción y de influencia en la agenda pública local, entre los medios de provincia y aquellos de Lima. Muchos de estos medios tuvieron que imitar las tendencias limeñas y las radios informativas, ante la imposibilidad de competir con la cobertura nacional de las radios las limeñas, suprimieron de sus informativos las noticias nacionales y tuvieron que circunscribirse solo a las noticias locales, con ello se perdió la capacidad de opinar y ofertar un punto de vista local regional sobre lo nacional. Sin embargo, los cambios tecnológicos operados en los medios de comunicación no solo afectan la estructura y las características de las ofertas de los medios sino que a partir de ellos se han producido también cambios en la recepción de los públicos. Del lado del acceso a los medios ocurrieron cambios significativos. En los últimos diez años aumentó la cobertura de la televisión, más personas tuvieron acceso a los receptores y existen un número mayor de televisores por hogar, aún en los hogares menos favorecidos priorizaron la compra de entretenimiento y vinculación social sobre otras necesidades, es decir, que la compra de receptores implica también criterios culturales de gasto y destino de recursos que difieren de las necesidades reales, pues las conductas económicas suponen la puesta en escena de visiones culturales (Douglas, 1990).


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La apertura de la economía experimentada a partir de 1990 a las importaciones provenientes de Asia y la dolarización de la economía han permitido, en medio de la crisis, un repunte en la adquisición de electrodomésticos y en particular de receptores de comunicación. Estos aspectos económicos sumados a otros fenómenos culturales han cambiado la fisonomía de la televisión en el hogar. Además, la violencia terrorista en un principio, y posteriormente la violencia urbana, produjeron un repliegue de los espacios públicos y, a decir de Martín Barbero (1994), la calle es solo lugar de tránsito y no de encuentro, por lo tanto, este repliegue tiene su concentración en el hogar, la casa1. La crisis con la disminución real del poder adquisitivo para las clases medias y medias bajas significa también el recorte de otras fuentes de entretenimiento, constituyéndose de alguna manera los medios como la fuente de diversión de fácil acceso y poco onerosa. La influencia de estos procesos económicos y sociales en el sistema comunicativo es evidente. Vimos en las décadas pasadas un proceso contradictorio, de un lado el despliegue y masivo acceso a la televisión (fenómeno que ocurrió en otras latitudes entre lo años sesenta y setenta), pero al mismo, tiempo una diversificación y segmentación de la oferta masiva y un despliegue de la heterogeneidad cultural de las audiencias. La actual televisión difiere de aquella televisión masiva de los años anteriores a 1980, donde la cantidad y tipos de programas eran, ciertamente, pocos y confluentes en estilos, propuestas y sentidos. Hoy, en cambio, la televisión abierta a pesar de lo cuestionable del contenido y la calidad de la mayoría de sus programas, presenta mucha más variedad, una mayor producción endógena, y sobretodo una enorme diversificación de géneros y subgéneros televisivos. Por ejemplo, las series, hay series policiales, de aventuras, familiares, juveniles, cómicas, de adultos, de acción, dramáticas, de terror, infantiles, etc., lo mismo sucede con los dibujos animados, son dibujos tiernos o afectivos, cotidianos, de fábula, hilarantes, de acción, de fantasía (Alfaro y Macassi 1995:203). Este panorama cambió sustantivamente en la década del noventa con la expansión del cable, introduciendo tres elementos: El primero fue la ampliación de la noción de entretenimiento televisivo a lo cultural e informativo de variedades; el segundo fue la radical segmentación de públicos por canal, cuestionando el mismo sentido de la televisión masiva: un solo producto para distintos públicos; y, un 1

Este testimonio es elocuente: “Esta zona es un poco peligrosa, entonces nos quedamos encerradas en casa, no hacemos vida social, porque mi madre tiene un poco de temor, no le agrada la zona” (Elizabeth, 18 años)


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tercer elemento lo constituyó la internacionalización o lo que también se ha llamado la televisión globalizada. Ahora bien, los cambios en los sistemas comunicativos no ocurren unidireccionalmente sino que son una confluencia de procesos que vienen desde distintas direcciones. La conformación de las audiencias masivas no fue similar al ocurrido en los países industrializados según la premisa que la migración a las urbes eliminó las diferencias culturales con la incorporación de los migrantes al trabajo «taylorista» repetitivo y alienante y a la producción «fordiana», masiva y en serie, que los convirtió en asalariados, con capacidad de gasto y, por lo mismo, en consumidores de los productos producidos masivamente y en serie y que este proceso fue acompañado por pocos medios de comunicación y ofertas dirigidas a todo público articulándose la producción cultural a la producción de bienes. A diferencia de estos países, los migrantes en muchos países de Latinoamérica no se incorporaron masivamente a la industria, y por lo mismo, tampoco a la sociedad de consumo, más bien se incorporaron al sector terciario de la economía, al trabajo informal y al rubro de servicios y, con las sucesivas crisis, muchos empleados corrieron la misma suerte, siendo su incorporación ciertamente periférica a la economía central y con lo cual nunca existió una economía a gran escala ni masas de consumidores. Por lo mismo, las diferencias culturales locales y regionales se mantuvieron de cierta manera y pujaron por ser representadas en sus gustos, colores y deseos. La incorporación de migrantes como audiencias significó para la radio en las décadas anteriores un proceso de diversificación, segmentación y heterogeneidad de la oferta masiva (Alfaro 1985) que en primer lugar cambió profundamente a la radio AM y luego a la FM. Un proceso gradual y similar experimentó recién la televisión en la pasada década2. Este proceso de incorporación de los gustos e intereses de las grandes audiencias fue conflictivo en tanto que el objetivo de buena parte de la publicidad se centra en los segmentos más pudientes de un mercado muy pequeño y, por lo mismo, con la necesidad que las ofertas masivas representen y reflejen los modelos, arquetipos y vivencias de dichos sectores.

2

Denominada despectivamente por algunos como televisión chicha, televisión basura, que además estuvo mezclada de las pretensiones hegemónicas de la dictadura fujimorista. Sin embargo, este fenómeno no da cuenta de todos los cambios en la oferta masiva de la televisión limeña y la heterogeneidad actual de la televisión abierta y por cable.


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La emergencia juvenil (Ramos 1997) en las dos pasadas décadas configuró un panorama distinto respecto a la discusión sobre heterogeneidad y masificación. Los llamados hijos y nietos de migrantes en su mayoría se distanciaron de las costumbres, usos y patrones culturales de sus padres, incorporándose a la ciudad al mercado y a la escuela, sin embargo, su inserción fue distinta, como lo señalamos en el primer capítulo, fueron conformando expresiones urbanas distintas y heterogéneas que las denominamos, culturas juveniles, que básicamente se articulan espacialmente o virtualmente con la construcción de símbolos y códigos de interpretación, por los cuales se organiza el sentido de las mega oferta masiva y de la heterogeneidad de las prácticas cotidianas, construyendo referentes comunes, a su vez móviles y referenciales, que nosotros llamamos gramáticas de lectura de lo social. Estas gramáticas se construyen en diálogo constante con la segmentación de las ofertas masivas de los medios del cable, de internet. A su vez García Canclini (1995) llama comunidades hermenéuticas de consumo a las expresiones colectivas de territorialización, es decir, que el consumo trasciende las fronteras y el espacio físico, y que la construcción de referentes comunes entre los jóvenes evidentemente puede ser virtual sin mediar una interacción directa cara a cara. Además, estas culturas juveniles no son posibles de entender como unidades estáticas, como se pensaba la cultura de los abuelos y padres migrantes, todo lo contrario, es cultura que se crea y recrea constantemente en lo que, acertadamente el mismo Canclini (1997:86), denominó culturas híbridas: «múltiples fenómenos de hibridación, de mezcla, de combinación de repertorios y referentes culturales». Por su parte, Elizabeth Lozano (1991:20) va más allá, ella plantea que en la recepción de medios existen «articulaciones, dinámicas, y prácticas sociales que no se agotan en lo comunicativo y que sin embargo constituye su soporte». Por lo tanto, es necesario abordar la comunicación desde la cultura y en el devenir cotidiano.

4.2 Modalidades de recepción y brechas generacionales La forma de escuchar y ver los medios viene transformándose en las últimas décadas, sin embargo, aún se mantienen elementos tradicionales. En algunas familias el tipo de relación entre los padres y los hijos es lo que determina el uso, el tiempo de visualización, el cambio de canales, del dial y del programa a consumir. Así tenemos que los jóvenes con padres autoritarios manifiestan el control o supervisión que hacen sus padres de los programas, así como en el manejo del control remoto y todas las decisiones en torno al uso de la televisión y la radio. Incluso también se norman y establecen pautas para el silencio y los comentarios cuando se consumen medios conjuntamente.


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1. Modalidades televisivas

A diferencia de la radio, existen en el hogar menos aparatos de televisión por persona y además no todos tienen control remoto. Y en el segmento juvenil son pocos quienes tienen uso y acceso exclusivo a un televisor. Estas condiciones influyen en que la modalidad de recepción frecuentemente exija la negociación con los otros miembros de la familia, o en su defecto, el consumo de aquello que otros eligen. En algunos casos se presenta una real pugna al interior de la familia por el uso de la televisión donde están mezcladas las estructuras de poder, las desigualdades de género y los desniveles generacionales, y que en ocasiones tiene su concreción en la selección de determinados géneros o formatos (esquemáticamente mujeres-telenovela, hermanos-series y comedias, hombres-fútbol) sobre otros, formándose alianzas, complicidades o bloques para enfrentar la estructura establecida. Otros jóvenes cuyos padres eran menos autoritarios manifestaron que en sus prácticas televisivas existe una búsqueda de consenso mayor por medio de acuerdos, concesiones e intercambios de horarios. Sin embargo, el desarrollo tecnológico y el abaratamiento de los equipos electrónicos han descentrado muchas veces estos usos mencionados. En las familias con hijos pequeños de sectores populares esto se mantiene claro, cuando se trata de adolescentes, éstos manifiestan su independencia comprando un televisor, en algunas familias esto genera un desbalance pues muchas veces el televisor de los padres resulta ser el de blanco y negro y el del joven el moderno y a color, uno con control y el otro no. Obviamente esto genera una recomposición del control cuando pasa de la sala o cuarto de los padres hacia el dormitorio de los hijos y un cambio en el ejercicio de la jerarquía respecto a la TV pues la propiedad del televisor media la posible injerencia de los padres. Richard: «Quien escoge los programas que se van a ver soy yo, porque tenemos un solo televisor, y es mío, y yo siempre lo cambio, a parte hay otro de blanco y negro que es de la familia». De otro lado si enfocamos el consumo televisivo individualmente vemos que el joven ve varios programas al día, unos más que otros, sin embargo, lo importante no radica solo en la cantidad de horas que pasa frente al televisor sino cómo se ubica frente a la oferta. Tenemos de un lado un conjunto de programas que ven a veces habitualmente y a veces rutinariamente, o haciendo zapping, y con frecuencia, cuando no hay nada qué escoger, siguen viendo TV.


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Danitza: «A veces dos minutos o tres, veo una cosa graciosa, encuentro algo aburrido lo cambio, estoy viendo otro programa, lo mismo, tres o cuatro minutos, me parece aburrido y apago el televisor, para mí los dos programas tendrán sus momentitos pero después, como digo, me parecen aburridas y otras exageradas o tontas y lo apago, de repente 20 minutos, se me ocurre prender otra vez un ratito y lo mismo, mientras termine el comercial hasta el otro comercial puedo estar cambiándolo entre lo dos canales, ósea de estar allí con la televisión prendida y estar ahí sentada específicamente bien concentrada: no». En otras ocasiones acompañan o conversan con otros miembros de la familia viendo los programas que a los otros les gusta. El interés de esta forma de ver TV no está en la oferta misma como sí en el roce y relación que tiene con su ocasional co-televidente. Cuando se da el caso de que el joven no escoge aquello que ve, como un noticiero por ejemplo, generalmente se interesa por alguna sección o parte de la oferta como la cámara indiscreta de un programa orientado a la mujer o los horóscopos del programa informativo matutino, de esta manera el joven fragmenta la oferta deshaciéndola en pedazos o unidades que a los ojos externos no tienen sentido unitariamente, pero que para el joven constituye un aspecto relevante. El zapping que es la forma extrema de este uso desvinculado o ligth de la televisión se realiza frente a determinados programas, es decir, que es selectivo y en el que son más asiduos los hombres y los jóvenes. El principal conflicto de los jóvenes ante la oferta televisiva es convertirse en esclavos de un programa. De allí que la preferencia se sitúa en el consumo de series (sean estas de acción o de humor), frente a la telenovela que los ata a un horario y continuidad. De todos los programas que el joven ve generalmente existen uno o dos donde sí concentra su atención, los selecciona y no se pierde ningún capítulo, se identifican con sus personajes y situaciones se proyectan y lo usan para dialogar su vida cotidiana, con los modelos y comportamientos sociales. Generalmente la recepción de estos programas trasciende las esferas del hogar y se comparte con los miembros de los grupos de pares, y en este proceso se van conformando los gustos y estilos grupales, afirmándose como grupo y diferenciándose de otros y de su consumo familiar.


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2. Modalidades radiales; del sedentarismo adulto al nomadismo juvenil

Actualmente la FM está literalmente colonizada por los jóvenes quienes a diferencia de los adultos y mayores se interesan muy poco por los esquemas narrativos de las noticias, los consultorios, los magazines, la consejería que en décadas pasadas, junto al radioteatro, constituían casi todo el quehacer radial3. Estos jóvenes, mujeres y hombres, navegan por la programación a veces con un mapa mental, a veces tan solo con la sensación de placer como timón. Sobre la base de unos gustos prefigurados4, los jóvenes tienen un conjunto de estaciones y van de una a otra a lo largo de la mañana y cuando no encuentran en ellas siguen explorando en otras estaciones. Este mapa mental de recepción es un derrotero sin un final u objetivo fijo. No sucede como en las amas de casa que escuchan de 7 a 9 un programa luego otro de 9 a 11 en otra radio, sabiendo que terminarán en determinada radio a determinada hora. En otras palabras, llegan a la escucha con un diseño de lo que quieren pero que tranquilamente puede ser variado en el trajín, lo que sí predefinen son sus desagrados (como la música jazz, el huayno, el bolero). Los jóvenes, por ejemplo, seleccionan una radio de solo música rock, luego pasan a otra romántica o de tecnocumbia, al rato optan por una radio que combine ambos géneros musicales y así en adelante. Estas modalidades de escucha pueden ser tantas como combinaciones posibles existen o como biografías personales podamos fichar. El consumo de los géneros musicales es central en el joven, alrededor de él teje sus gustos y desagrados, es una seña identificatoria. Por más que tenga un amplio rango de géneros que recepciona siempre hay otros frente a los cuales define como opuestos a sus gustos. Los géneros con que más se identifica muchas veces son la expresión de su manera de pensar, de sentir y a veces su taxonomía cognoscitiva del mundo. Algunas emisoras recogen las preferencias de los jóvenes y las presentan como señas de identificación: «no salsa», «no disco», «pura salsa», «radio rock», etc. Sin embargo, los jóvenes pueden escuchar emisoras aparentemente opuestas, el criterio de movimiento del dial es distinto al de programación de la oferta.

3

En la década pasada así como hubo un énfasis en los estudios sobre radio y televisión por sobredimensionar las experiencias alternativas, también existió un interés por las lecturas narrativas y colectivistas (y grupales) del consumo de los mismos. En la televisión se centró la atención en la telenovela y la lectura familiar y grupal que de ella se hacia, lo mismo en la radio, prefigurando un oyente fanático que consumía solo por la estación, enamorado de los locutores, con una atención extraordinaria mientras trabajaba, lavaba o cocinaba.

4

Diferenciamos los gustos prefigurados de los predefinidos en tanto los primeros constituyen bocetos, esquemas de aquello que puede otorgar placer pero que están abiertos a otras formas y modelos, por ejemplo, el gusto por la salsa no evita que se pueda oír un rock pesado, en cambio los gustos predefinidos excluyen a otros como los rockeros que odian la música clásica. Ambos tienen algo en común, pues sirven para que el oyente oriente su consumo tanto en la elección del medio, el horario como al momento de encender la radio y escoger la(s) estación(es) o programa(s).


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Sin embargo existen jóvenes que se ayudan de la música para construir sus identidades como el rock o la música reggae -el punk en estos tiempos-, y que supone actitudes frente a la vida y formas distintas de percibir y sentir el mundo pues los medios «a su modo, aportan a los jóvenes –a veces de manera contradictoriaelementos de identidad y modelos de socialidad» (Costa et al 1996:95). De manera silenciosa toda una mañana o toda una tarde con su hilo imaginario los jóvenes van enlazando en su escucha locutores, programas, estaciones, música de lo más disímil o de lo más afín desde su punto de vista, o simplemente se dedican a sintonizar concursos y participar llamando por teléfono con la esperanza de figurar o ganar algo. Los casos más radicales lo constituyen quienes prenden la radio sin una idea de qué estación, locutor o programa quieren escuchar, simplemente usan la radio como una caja de dulces de donde extraen los bombones de su placer, deteniendo el movimiento del dial allí donde escuchan algo que les llame la atención o los motive, excite, emocione, entusiasme etc., y que puede ser la voz de un locutor, una canción del recuerdo, un comercial, hasta un consejo, etc. Jóvenes y adultos en las pugnas por el dial

A pesar que los públicos se encuentran «fragmentados», en ocasiones ellos confluyen en espacios comunes. Tal vez el espacio de comunicación más importante para la recepción de medios en jóvenes aún es el familiar. En él se producen una serie de reglas y acuerdos intersubjetivamente construidos (por imposición, distribución de poder, o negociación) que definen y enmarcan el uso de los medios, desde programas validados, volumen, horarios hasta los usos con pares, según la estructura familiar. Sin embargo, a medida que los receptores de radio son menos la injerencia de los padres es mayor, tanto en la ocasión de encendido de la radio como al seleccionar la estación y el programa a escuchar. Ciertamente las reglas y acuerdos mencionados eran discutidos, negociados o impuestos cara a cara, en el momento mismo de recepción cuando el hijo o hija quería escuchar música rock y el padre prefería la hora del tango. La expansión de la radio ha personalizado la escucha5 de manera que el joven recurre al walkman, o a la radio de bolsillo que constituyen también la afirmación y diferenciación de sus gustos respecto a los padres. De esta manera se escabullen del control y del enfrentamiento generacional en la lucha por el control del dial y pueden dar rienda suelta a la selección y elección de frecuencias y programas, oír a todo volumen sin escuchar el tradicional grito pidiendo menos decibeles. 5

Esto lo anotamos como tendencia pues el número de radios por hogar aún no corresponde a una persona. Según la investigación de radio masiva.


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Del oyente narrativo al oyente clip

Las escuchas de los jóvenes no son verticales, es decir, no escuchan toda una emisora durante todo un día, ni se enganchan como en las telenovelas en horarios fijos. Por el mismo espíritu joven y la constante búsqueda de emociones épicas ellos se detienen lo indispensable y, sin deudas ni gratitudes, continúan su búsqueda solitaria, su uso personal fragmentario e individualizado a través del dial, frecuentemente sin un norte definido, frecuentemente con la única idea de pasarla bien. Esta modalidad de la sintonía es diametralmente distinta tal vez a la de sus padres y abuelos, que suelen recordar a todos los locutores de una radio, sus horarios, sintiendo preferencias por una estación y antipatías por otras y desarrollando afectos especiales hacia la empresa. En otras palabras es una radio de autor basada en la narratividad, en la palabra discursiva, «una radio interesante». Para el joven la radio es mezcla, un orden hecho de collages, de retazos radiales, un pegote de voces y concursos en el que la música es el muro donde dibuja su consumo. Para ellos la radio es anónima no importa quien habla, si habla bonito, quien dice si dice algo «bacán». Existen radios preferidas, pero las lealtades duran lo que dura mover el dial o aburrirse. No hay una búsqueda de sentido existencial en la radio como en las amas de casa, tampoco una demanda de satisfacción de instrucción o compensación social y abaratamiento de los servicios como en las oyentes de sectores populares. En otras palabras es una recepción orientada por imágenes radiales en vez de sentidos. En resumen, es otra radio, otros códigos los que se nos presentan, son escuchas que más se asemejan al clip que a los consejos, porque así como existen mentalidades dominantes en determinadas épocas también otras estéticas son las que imperan y unos medios son los abanderados de ello y otros están a la zaga. Así la prensa impulso una estética en la forma de representar el mundo, la radio tuvo su época, y la televisión lo mismo. Sin embargo la informatización está dando la pauta del consumo cultural, donde la narratividad existe pero es construida desde los sujetos sobre la base de un número finito de combinaciones como en el hipertexto.

4.3 Factores para el alto consumo de televisión En muchas ocasiones el alto número de horas que el joven pasa frente a la televisión ha sido motivo de preocupación. Sin embargo, poco se ha explorado en las circunstancias que favorecen un mayor número de horas frente a la televisión.


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!

Una de los principales factores es la percepción familiar de la calle como una amenaza, por lo cual se restringe las salidas de los jóvenes y estos pasan más tiempo en el hogar, en la mayoría de veces, consumiendo medios.

!

Para el caso de las jóvenes también opera un sistema de control familiar, basado en la desconfianza o posesividad, que reduce las oportunidades de las jóvenes de salir, de divertirse o recrearse en la cuadra, en la calle.

!

Encontramos, además, que aquellas jóvenes que realizan labores domésticas exclusivamente, que no estudian ni trabajan fuera del hogar, tienden a consumir un mayor número de horas que cualquier otro joven.

!

En ese mismo sentido aquellos jóvenes que prontamente tienen responsabilidades familiares como cónyuges o hijos, obligatoriamente pasan más tiempo en la casa y por lo tanto aumenta el número de horas que pasan frente a la pantalla.

!

En menor medida también la existencia de un grupo de amigos y amigas que se ha constituido como un espacio de colectivización de sus consumos, conforman una comunidad de apropiación. Generalmente se articulan a través de los consumos comunes como alguna telenovela o serie. Dicha comunidad estimula el consumo de estos programas porque les da elementos de cohesión e identidad, funciona como dinamizador del intercambio y cumple una función aglutinadora.

!

Ciertamente, como lo mencionamos anteriormente, un factor importante son las escasas oportunidades de entretenimiento y distracción que el joven encuentra en el hogar, que además se ve reforzado por un intenso consumo familiar.

Estas circunstancias facilitan el aumento de horas de visualización, pero también existen otras condiciones que son factores de disminución de las horas que los jóvenes pasan frente a la televisión. !

Dedicación a estudio o al trabajo cuando hay fuertes motivaciones.

!

Hobbies o deportes asumidos integralmente.

!

Relaciones sociales fuertes y pertenencia a varios grupos de amigos en el barrio.


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Jóvenes, recepción de medios y cultura masiva

El sentido común que ha guiado muchas opiniones sobre el alto consumo de televisión por los jóvenes se limita a culpar a la disponibilidad de tiempo libre. En general, muchos problemas juveniles son atribuidos mecánicamente al tiempo libre del que gozan lo jóvenes, bajo la premisa de la moratoria social, el tiempo libre surge como la condición suficiente para la drogadicción, la delincuencia juvenil, el pandillaje y el alto consumo televisivo. Por lo que sabemos, las responsabilidades van aumentando según el ciclo evolutivo, de manera que los jóvenes tienen menos responsabilidades que los adultos. Hay autores como José Avello Flórez y Antonio Muñoz-Carrión (1990) que caracterizan la juventud como un periodo vinculado a la ausencia de responsabilidades. Si partimos de esta hipótesis tendríamos que aquellos jóvenes que asumen labores domésticas, tienen cónyuges, hijos, o ambos, debido a su mayor responsabilidad, tienen menos tiempo que dedicar al consumo de medios, sin embargo, los datos aquí recogidos nos hablan de lo contrario. El volumen de consumo de los que realizan labores domésticas, es decir los que pasan más tiempo en casa y probablemente solos, tienen consumos más altos de TV que los que no las hacen. Al parecer, la labor doméstica configura (al igual que en las amas de casa) una relación más cercana con el medio.

Cuadro 1. Volumen de consumo según responsabilidad familiar y dedicación doméstica Horas de visualización De 0 a 8 horas De 8 a más horas Total

Labores domésticas Hace labores domésticas

No hace labores domésticas

Responsabilidad familiar Sin cónyuge y/o hijos

Con cónyuge y/o hijos

47

166

182

27

37.6%

57.8%

52.9%

44.3%

78

121

162

34

62.4%

42.2%

47.1%

55.7%

125

287

344

61

Basado en 414 jóvenes entrevistados

Por los resultados podemos comprobar que tanto las responsabilidades familiares como las labores domésticas configuran una particular manera de relacionarse con el hogar y con ello un consumo mayor de medios de comunicación. Mientras que para las amas de casa adultas la relación con el hogar forma parte de su sentido de «ser para otros» en cambio, para los jóvenes el entretenimiento tiñe su relación con el hogar.


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Respecto al tema de las responsabilidades y las labores domésticas podemos afirmar que no tienen que ver con el uso o disponibilidad del tiempo para el consumo de medios sino que constituye roles y rutinas de vida que lejos de distanciar del consumo al relacionarlos al hogar (espacio privilegiado de consumo) facilita un consumo mayor y más atento. Así, los intereses y necesidades que surgen a partir de asumir responsabilidades familiares se encuentran también relacionados a la oferta de los medios que de una forma o de otra tratan de ofrecer utilidades concretas para el «mundo del hogar». Por lo tanto, el hogar es una categoría que involucra una serie de relaciones diversas que tienen que ver con un oficio vital como con la necesidad de compañía, distracción y ruptura de la rutina. Como bien lo señala Renero (1996:121) el consumo de medios cumple una función desrutinizadora del ocio doméstico pues “permite experimentar distintas clases de excitación, riesgo, tensión e inseguridad, que en un grado de moderación resultan placenteras y aflojan la tensión de las rutinas”.

4.4 El consumo familiar, eje de la construcción de la individualidad y de las reglas Los jóvenes, como lo vimos en la segunda parte de este libro, están en una constante lucha por construir su independencia individual y social respecto a las tradicionales agencias socializadoras (familia y escuela). En este proceso la familia juega un papel importante como contenedor del proceso de individuación y diferenciación del joven y al mismo tiempo como espacio catalizador de lo que Lull (1991:55) llama los «entendimientos interpersonalmente coordinados que subrayan y promueven modelo de conductas sociales». La forma en que los jóvenes afirman su yo es a través de la tenencia y acceso al aparato de radio o de televisión y que además define en buena parte la relación que ellos establecen con el medio. En algunos casos, los jóvenes que trabajan expresan su «independencia» económica y cultural con la adquisición de receptores propios. La tenencia de un televisor o radio propias o el acceso fácil y personalizado, sin tener que pasar por la negociación, la censura, el reparto de horarios, o el consumo involuntario, es la condición base para una relación más cercana con la radio o la televisión. Esto se debe a que puede escoger la emisora o canal de su agrado y moverse en el dial con más libertad, en el horario de su gusto y de la manera que quiera y puede a mediano plazo adquirir mayores destrezas como consumidor. La televisión por su parte, debido a que aún es un bien costoso y que su tenencia por persona es aún limitada al interior de la familia, mucho más que la


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Cuadro 2. Acceso personalizado a los aparatos de radio y televisión Televisión

Radio6 Hombres Con acceso Sin acceso Total

Mujeres

83

75

42.3%

36.9%

113

128

57.7%

63.1%

196

203

Total 158 241 399

Hombres

Mujeres

55

45

27.9%

22.1%

142

159

72.1%

77.9%

197

204

Total 100 301 401

Basado en 401 jóvenes entrevistados

radio, está sujeta a negociaciones y recepción conjunta. Sin embargo, la tendencia es que se descentre de la sala-comedor, cocina o habitación paterna (espacios de encuentro familiar) y se ubique en las habitaciones, tendencia que también va de la mano con los cambios en las relaciones y lugares de interacción entre sus miembros. Por los resultados obtenidos, el hogar sigue siendo -para la televisión al menos- el eje de su recepción. Por lo tanto, el sistema de control y de valoración familiar tiene relevancia para poder entender el complejo mundo del consumo de este medio. Al existir una mayor cantidad de televisores o receptores de radio (estamos hablando de un promedio de 2 radios por persona en sectores populares) aumentan las posibilidades de que el consumidor encuentre con más frecuencia aquello que le gusta en su recepción y, por lo tanto, o aumente el consumo o seleccione aquello que más le gusta, sin depender mucho de los consensos o de las relaciones de autoridad para su elección. Lo mismo se puede evidenciar respecto al acceso exclusivo a un receptor (1 de cada cuatro jóvenes tenían acceso exclusivo a la TV y cuatro de cada diez a la radio), pues reduce o posterga la negociación familiar directa, cara a cara, por lo tanto, existen más posibilidades de consumo sin restricción.

6

Los datos aquí citados corresponden a una investigación realizada en el departamento de Investigación de Calandria, entre 1994 y 1995 que recogió información cuantitativa entre los jóvenes de todo Lima con una muestra polietápica, seleccionada al azar probabilístico. Se aplicó un inventario de consumo de medios inscrito en las rutinas de la vida cotidiana. Además, se realizaron grupos de discusión y entrevistas a profundidad. Este trabajo fue posible gracias al aporte de la WACC y al incansable apoyo de Carmen Ilizarbe y las sugerentes contribuciones de Juan Carlos Carrillo.


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Sabemos que el número de receptores por familia influye en el acceso personalizado de sus miembros. En los grupos familiares con pocas radios la sintonía y a veces la modalidad de consumo (volumen alto por ejemplo) es una negociación o imposición entre los miembros, dependiendo ello del sistema de relaciones tejidas desde antes (que incluye el sistema de sanciones) y de sus valoraciones respecto al consumo de medios (percepción de la influencia) y de la competencia con otras actividades como las tareas de la escuela. El acceso y disponibilidad están relacionados por lo tanto al poder y las distintas formar de manifestarse dentro de una familia, la más frecuente es la generacional entre padres e hijos, pero otra también es respecto al género. Wendy; «Siempre hay esas pequeñas discusiones. A veces, mi hermano se pone a llorar porque no lo dejan ver el fútbol, porque mis hermanas quieren ver una película y no lo dejan. Nosotros somos más mujeres y generalmente quieren ver las películas y él quiere ver el partido». Finalmente, de un lado el control social que en la familia recae en los padres a futuro tiende a diluirse respecto al uso de la televisión como ventana a la sociedad o la representación de la sociedad que los padres quieren que sus hijos vean; y de otro, las interacciones y construcciones intersubjetivas que tienen lugar en los momentos de encuentro familiar en torno a la televisión tienden a ser menores. La televisión, aún hoy, significa para los padres una de las principales formas de comunicar la socialidad, puede dejar de tener ese carácter mediador y constituirse más bien en un carácter interlocutor para los jóvenes. Esta afirmación debe considerarse, además, a la luz de los cambios tecnológicos y de lenguaje que agrietan aún más las brechas entre estos jóvenes actuales y sus padres. De hecho la escasa presencia de los padres en el hogar debido al trabajo femenino y al aumento de las horas de trabajo influye en el debilitamiento de la función mediadora de la familia respecto a la televisión y por lo mismo a la sociedad, los jóvenes de hoy se encuentran frente a una oferta mediática más heterogénea y de mayor volumen que aquella que recepcionaron sus padres, con menos reglas éticas, más débiles sobre su orientación en la selección y significación de aquello que se ve.

4.5 Familia, espacio de conflicto o comunidad de interpretación Para Morley la unidad de consumo de televisión es la familia y por lo tanto la recepción de este medio debe suscribirse a un contexto doméstico, es decir, si-


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tuarlo dentro de las «prácticas de ocio doméstico» (Morley, 1993:25). Por lo mismo, como parte de las prácticas de ocio doméstico, la elección y selección de lo que se ve tiene que ser negociado. Los usos televisivos van más allá de la relación con el texto audiovisual, en ocasiones la gente la usa para crear situaciones de interacción entre ellos. En la misma visualización se entremezclan con las relaciones sociales de la casa. Ang concluye lo siguiente como aporte de esta perspectiva: «El proceso del consumo de televisión y el posicionamiento cultural de la TV ha creado nuevas áreas de fuerzas y posibilidades para estructurar las relaciones sociales, las identidades y los deseos» (Ang, 1993:40). Al igual de lo que sucede con otros consumidores los jóvenes centran su consumo en el hogar (82.6%). Esto solo puede ser alterado por la actividad de trabajo (10.8%) cuyo consumo en gran medida es conjunto. Por lo tanto, el consumo en los jóvenes sigue siendo centrado domiciliariamente, tal y como lo señala Renero (1996a:146) «los jóvenes adolescentes y sus familias, construyen cotidianamente un espacio privado idóneo para la experimentación de placeres moderados que hagan más llevaderas las obligaciones domésticas». Si tratamos de entender con más amplitud este fenómeno, vemos que el consumo de medios evidentemente puede estar cumpliendo un rol de repliegue de la vida local y barrial hacia el hogar. La crisis económica, la violencia urbana al erosionar los espacios públicos de encuentro y de relación han redundado en el repliegue al hogar, cuya manifestación podría estar situada en el alto consumo de medios, pues en cierta forma el encuentro, el salir con los amigos y otras distracciones que podría ofrecer la calle, se ven restringidas. Entonces, la radio y la TV tienen menos competencia. Cuadro 3. Lugar de recepción de medios masivos

Sumatoria % Promedio

Casa

Trabajo

Calle

Transporte

Amigos

Otros

Total

2,216

280

43

71

13

55

2,588

82.6%

10.8%

1.7%

2.7%

0.5%

2.1%

100 %

5.4

4.1

1.8

1.2

2.2

3.9

Basado en 2588 horas de consumo de televisión y de radio de 413 jóvenes entrevistados

Uno de los aportes más relevantes de los estudios de recepción es la posibilidad de entender la interacción al momento del consumo como un espacio de poder donde interactúan generaciones diferentes, que constituye la base para el


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modelamiento social, proceso por el cual los padres presentan al hijo la sociedad que ellos perciben y buscan de alguna manera prepararlos para esta imagen. La presente investigación no hace sino confirmar que la recepción de medios masivos está vinculada estrechamente a la interacción con los miembros de la familia como puede apreciarse en el cuadro siguiente: Cuadro 4. Con quiénes recepcionan medios de comunicación (horas) Solo

amigos vecinos

Sumatoria

840

48

1,428

17

%

31.6

1.8

53.6

3.1

1.5

4.2

Promedio

familia

pareja

compañeros de trabajo

Otros

Total

235

94

2,662

0.6

8.8

3.5

100

2.4

5.9

2.5

Basado en 2662 horas de consumo de televisión y de radio de 413 jóvenes entrevistados

Ciertamente, el consumo juvenil fluctúa entre el consumo con otros miembros de la familia (53.6%) y el consumo en soledad (31.6%). En la visualización familiar confluyen otros aspectos como la negociación familiar de la sintonía, aquello que se ve o escucha, los horarios de recepción, los comportamientos, etc. Este conjunto de hábitos o rutinas implica un nivel de negociación entre sus miembros, un conjunto de acuerdos intersubjetivos que regulan, dan sentido y sostienen el espacio familiar de recepción. Elizabeth: «Por ejemplo, si mi hermano estuvo viendo antes dibujos y ahora quiere ver El Chavo y yo quiero ver una serie, le digo que él ya vio antes y lo deja. A veces de 8 a 9 él quiere ver los programas deportivos y lo dejamos y ya no vemos las comedias de esa hora pero luego vemos la novela». Ciertamente el espacio familiar no es un escenario estático ni inmutable, en la familia se producen tensiones, conflictos y tendencias de las que el consumo televisivo no esta exento. La visualización conjunta de programas ocupa un lugar central tanto para el encuentro de sus miembros como para la negociación o actuación de las relaciones de poder, como las de género, «el proceso de mirar o leer es extendido dentro de un extenso proceso de conversación y diálogo social a través del cual los materiales de los medios son «digeridos» (Morley y Silverstone, 1993:71). En las entrevistas pudimos comprobar que existe una relación entre el tipo de reglas y acuerdos que los padres imponen a sus hijos, concretamente la posibili-


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dad o no de salir a la calle y el volumen de consumo de medios. En general el espacio familiar y el hogar están asociados al consumo de medios. Otras fuentes de entretenimiento diferentes a los medios, el entretenimiento alternativo al familiar, por lo general, se ubica fuera del hogar, en el barrio, en el cine, la esquina, entre la collera, etc. Pero como ya mencionamos, estos espacios se encuentran conflictuados con la seguridad pues las madres estimulan a sus hijos para el consumo televisivo como alternativa para que no salgan a la calle por los peligros que conlleva (Macassi 1998). Este deterioro del espacio público es común a otras latitudes, Renero (1996b:47) encuentra en México que las familias utilizan su hogar como el centro del transcurrir del tiempo libre, dados los riesgos de salir a la calle en la grandes urbes y la imposibilidad frecuente de no poder brindar a sus hijos otras alternativas de entretenimiento y diversión. Ciertamente algunos programas son aglutinadores de las dinámicas familiares, en unas familias los noticieros se ven conjuntamente, en otros las telenovelas y en otras las series. Lo cierto es que encontramos que en muchas familias este espacio de interacción que es el consumo de televisión, constituye, a veces, el único momento de interacción familiar. Las diferentes dinámicas, paternas y de los jóvenes reducen al mínimo el tiempo que pasan juntos, una madre incluso nos señaló, a propósito de una telenovela que estaba de moda, que era la única ocasión en que su hijo joven compartía con el resto de la familia, pues por lo general o estaba fuera o se recluía en su cuarto. Wendy: «En familia vemos 24 horas para informarnos, y como a las 11 no dan nada vemos 90 segundos, antes veíamos las entrevistas pero está muy aburrido, su programa entrevista a personas que no conocemos, de repente cuando entrevista a un personaje especial, vale la pena ver». En algunas ocasiones las madres usan la televisión para conocer o anticipar la conducta de sus hijos respecto a determinados temas como las drogas o el sexo, observando la reacción de sus hijos jóvenes frente a las situaciones de la televisión buscan identificar sus actitudes. Por último, también en este espacio de consumo se producen los intercambios simbólicos en la medida que muchas veces son momentos de debate y discusión entre sus miembros. Generalmente los padres toman la iniciativa tratando de que los jóvenes interioricen normas y reglas sociales, observando modelos que la televisión propone o también negando conductas y comportamiento no deseados que se presentan allí. Ahora bien, el espacio familiarmente construido va a depender del tipo de relaciones que hayan tejido entre los miembros.


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Richard: «Cuando vemos televisión juntos somos un poco callados, no somos de hablar, todos son secos, no se comenta. No hay confianza para contarse lo que pasa». Encontramos que los jóvenes tienen muchas resistencias para aceptar los consejos o reglas que los padres buscan imponer y suelen producirse discusiones y conflictos. A pesar de ello, en el espacio familiar de consumo de medios se construyen referentes de actuación que son negados o asumidos por los jóvenes y, por lo mismo, dicho espacio no deja de tener un carácter de comunidad de interpretación tal y como lo plantea Orozco (1991:49) «un conjunto de sujetos sociales unidos por un ámbito de significación del cual emerge una significación especial para su actuación social» en otros ámbitos y en otras circunstancias. El consumo familiar se constituye, por lo tanto, en un espacio de interacción y de poder, donde, por el uso y control del medio, se entrecruzan los conflictos de género entre hermanos y hermanas o entre padre y madre, y también generacionales entre padres e hijos. Danitza: «El punto está; quién prende la televisión antes, si mis hermanos la prenden primero ven ellos noticiero, entonces yo que hago, me vengo a ver televisión arriba ... si ellos prenden y están cansados y se meten en su cuarto a dormir entonces yo me tengo que venir a ver acá». Existe por parte del joven un reconocimiento expreso de las diferencias y brechas con sus padres entre las formas de pensar, ver y sentir con las de ellos. Los mismos padres sustentan su forma de educar «a la antigua» contraponiéndola a la vida moderna en la cual los jóvenes están inmersos. Este antagonismo es el marco general en el que se desarrolla la recepción televisiva de los jóvenes, particularmente, si la televisión es usada como ventana para mirar y aprehender a la sociedad, usada por los padres desde la corta edad para estimular valores y percepciones a través de la mediación directa (Alfaro y Macassi, 1996) y por los jóvenes para explorar y ampliar los marcos de experiencia de su desarrollo psicológico y sexual. Podemos afirmar que la relación con sus pares es diversa. Por un lado están los amigos cercanos, fuente de afectos y gratificaciones y de otro están los pares anónimos frente a lo cual están los temores, la inseguridad y la violencia, que tiñe los espacios de encuentro juveniles, como las discotecas que funcionan como lugares de interacción y diversión y a la vez son lugares de disputas y hegemonías grupales. El crecimiento de las bandas ha cambiado la configuración de los barrios, existen espacios; calles, bancas y esquinas de propiedad exclusiva de ciertos gru-


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pos. La violencia lleva a convertirse por momentos en un elemento de distinción y hasta de prestigio social, diferencia a jóvenes pandilleros de «los otros», se convierten en pruebas de iniciación y en ritos de permanencia en una pandilla. El consumo de radio y televisión no es un espacio de interacción con los pares como puede ser eventualmente el cine o las discotecas, sin embargo, es en la interacción con ellos que lo consumido en el espacio familiar se valida socialmente y se sedimenta o, en otras palabras, se constituyen en lo que Orozco (1991:50) llama comunidades de apropiación. Mientras que para los niños la familia es la principal comunidad de interpretación y de apropiación, para el joven la familia compite con otras tantas tecnologías y medios como comunidad de interpretación, en cambio los pares constituyen la principal comunidad de apropiación. Estamos frente a lo que con mucho acierto y visión Mead (1971) señaló como culturas cofigurativas, donde los mayores han dejado de ser el modelo para el comportamiento de los jóvenes y más bien los pares pasan a ocupar el lugar de referentes y modelos.

4.6 Familia y modelos televisivos paternos El joven en este periodo construye la diferenciación de sus gustos como señas de su identidad personal y de reconocimiento grupal, distanciándose en la mayoría de casos de los gustos e inclinaciones paternos. A pesar que la familia continúa siendo el referente según el cual el joven se sitúa, este movimiento centrífugo llega a ser el principal referente para la diferenciación. Las comedias, series familiares, como las telenovelas presentan modelos y opciones familiares diversas y variadas que han ampliado las opciones y contribuyen a la heterogenización del mundo privado. Los jóvenes a veces construyen sus gustos y preferencias en función de las similitudes y diferencias que esos modelos tienen con su realidad familiar: el carácter del personaje principal o la composición familiar pueden ser el nexo entre un familiar, o de su familia, con la TV. En otros casos la relación que opera es la idealidad, es decir, qué tanto el personaje o la serie satisfacen sus modelos ideales de una familia tal y como quisiera que fuera la suya o su proyección a la vida adulta. En otras palabras, el principal y primer nexo de la oferta con la recepción activa (desde las preferencias y favoritismo de los públicos) es la identificación propia o de su entorno social (en este caso el familiar) sea positiva o negativa con los personajes. Los modelos familiares que la televisión presenta, es decir, relaciones y vínculos entre padres-hijos o entre hermanos, son percibidos y leídos por los jóvenes entrevistados de manera distinta, en lugar de percibir a la familia en su conjunto, ellos tienden a individualizar los modelos paternos, es decir, perciben la forma


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de ser y actuar de uno de los actores que hace de padre, pero no a la familia como un tejido de relaciones, no mencionan como arquetipos a familias sino a personas de distintas series y programas. Los modelos paternos más rescatados hacían referencia a las comedias de situaciones. Los padres más valorados era Bob Saget de «Tres por Tres» (Full House) y Tony de «Quién Manda a Quién» (Who is the Boss). Según los jóvenes de ambos sexos estos padres eran comunicativos, cariñosos y comprensivos, es decir, resaltaban en estos padres las cualidades propias de la feminidad. La cualidad más destacada por los jóvenes fue la comunicación del padre con sus hijos, ésta última característica fue la más mencionada por los entrevistados al momento de sustentar el por qué de su elección. Elizabeth: «El mejor papá sería Tony Macelli, porque él se preocupa y le da consejos a su hija para que ella logre lo que quiere y no malogre los sueños que ella tiene». Joven: «El papá sería Frank, porque él es bien comprensible, ayuda a sus hijos, es hogareño, para en su casa, en su trabajo, su familia, su esposa». Christian: «Me gusta porque a pesar de que no está la madre, aconseja a sus hijas y trata de salir de los problemas». Al indagar en la vida familiar de los jóvenes entrevistados encontramos que los padres que tenían eran en su mayoría opuestos a los modelos de padre que valoraban y reconocían en los sitcoms. En la mayoría de casos sus padres constituían figuras lejanas y a veces ausentes, los hijos hombres son quienes tienen relaciones más fuertes con él ya sea de compañerismo o de discusión y rebeldía; las mujeres, por su parte, se vinculan más a la madre y frente al padre de familia guardan respeto, sumisión y mucho afecto. Wendy: «Mi papá es una persona de carácter bastante fuerte, una mirada muy fuerte... es un mujeriego, es bastante machista». Sergio: «Terco, como todo padre de familia es a la antigua. Yo he luchado bastante con mi papá». Christian: «Él es de más edad, a veces viene de su trabajo un poco cansado y no tiene tiempo. A veces si nos ponemos a conversar y yo le comento sobre algo y el también me dice que opina».


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Elizabeth: «Con mi papá hablo pero le cuanto poco, a veces hago bromas y él se ríe y me dice: cuidado que me entere, a veces lo dice en serio, pero cuando son cosas pequeñas solo se ríe». La comunicación aflora entonces como uno de los principales problemas reconocidos tanto por los padres como por los hijos, sin embargo, esta ruptura no es total, los jóvenes generalmente buscan en su familia algún otro para contarles sus cosas y recibir consejo y orientación, muy poco recurren a los medios para esta función (comparativamente hablando con las amas de casa que recurren a los consejos y orientaciones de especialistas en la radio y conductoras de magazines televisivos). Los hermanos y hermanas mayores suelen llenar ese vacío entre familia y el joven, y a veces la mamá en menor grado porque si bien tienen confianza, tanto las adolescentes como los muchachos no pueden contarles «todo» en particular los aspectos relacionados a los enamorados(as) y sus experiencias sexuales. Elizabeth: «A mi mamá le cuanto, cuando tengo problemas y ella me dice que le diga a mi papá, que le explique porque sino lo hago se va a molestar conmigo». Wendy: «Mi mamá es buena gente, es linda, para mí es todo. Ella se hace respetar pero también es dócil. A ella le podemos decir: mamá vamos a una fiesta y ella nos dice que sí». Christian: «Con mi mamá tengo confianza, ella me ha contado sus cosas que ha vivido en su juventud, al ver eso tuve necesidad de contarle mis cosas, así que ella también me aconseja». Es evidente que el contexto familiar de los jóvenes limeños observados nos afirma que la preferencia por modelos horizontales guarda relación con las carencias experimentadas en su vida diaria. Su realidad consiste en: padres cuyo concepto comunicativo es que los hijos les cuenten lo que hacen e hijos que buscan en los padres cómplices en vez de interlocutores. Precisamente una de estas comedias presenta un padre preocupado por lo que piensan sus tres hijas, un padre que las escucha y sabe reconocer sus errores. Por lo tanto, podríamos afirmar que los reconocimientos y modelos que los jóvenes usan y apropian de la televisión corresponden muchas veces a las carencias y demandas afectivas, y sobretodo comunicativas, que experimentan en su vida familiar cotidiana. A pesar que estas series son norteamericanas y con referentes culturales lejanos no dejan de ser “usadas” como referente de alteridad, que les sirve para cuestionar, demandar o esperanzarse con otras formas de ejercer la paternidad, horizontales y más cercanas para si mismos o para sus hijos.


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En conclusión, los jóvenes ven en la televisión modelos y arquetipos según los cuales construyen sus propios modelos, dicha construcción generalmente guarda relación con su experiencia de vida, su familia, su profesión futura o sus carencias, logran vivir, en ocasiones, por medio de una participación simbólica, aquello que desde su entorno les es negado: padres comunicativos y comprensivos.

4.7 Gramáticas de lectura y cultura masiva La recepción de medios de comunicación no es un proceso mecánico resultante de aquello que el productor cifró en los programas, ciertamente la heterogeneidad de los públicos y la diversidad y amplitud de la oferta hacen que el proceso de recepción esté marcado con discontinuidades y fragmentaciones. Sin embargo, como hemos apreciado a lo largo del texto existen espacios de recepción con reglas y acuerdos intersubjetivos que les dan sostenibilidad en el tiempo, como la familia o los grupos de pares. Para Orozco (1991) estos espacios se convierten en comunidades de significación pues es allí donde se interpreta socialmente la recepción de dichos medios. Además, encontramos que los pares y grupos de amigos, aglutinados por las aficiones y patrones de consumo cultural se convierten comunidades del gusto «donde se experimenta, refrenda o reprueba la opción estilística del joven. Dentro de los grupos de amigos circulan conversaciones, se recrean proyectos, se anima el préstamo de objetos...» (Muñoz, 1999:60). Es precisamente en los grupos juveniles donde lo recepcionado se decanta, se selecciona, y se reinterpreta. En algunos casos se asimilan como códigos intra grupales, en otros, forman parte de su propia identidad (en los casos de los grupos articulados por la afición a ciertos programas), se produce una mezcla de códigos surgidos de la vivencia cotidiana y de las dinámicas de relación con otros grupos (como en el caso de las pandillas o los grupos constituidos territorialmente) con códigos provenientes de la recepción de medios, el cable o Internet. En este proceso de reinterpretación y apropiación se van conformando gustos comunes que Sonia Muñoz (1999:61) denomina estilos « “un sofisticado sistema de clasificación al que corresponden indumentarias... formas de andar, de hablar, de fumar». Pero que nosotros pensamos que va más allá. En estos grupos los gustos comunes y los intercambios con los medios van conformando «gramáticas de lectura de grupos e intergrupales a través de las cuales organizan su lectura, la simplifican y enfocan su atención sobre lo prioritario, pero al mismo tiempo las gramáticas de lectura son un sistema interpretativo, también es un sistema de vínculos y afectos con la oferta masiva» (Macassi, 1991:35).


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En el proceso de configuración de las gramáticas de recepción confluyen elementos propios de las dinámicas territoriales de los jóvenes, las dinámicas locales, pero también con fuerza, los códigos provenientes de la oferta masiva. Sin embargo, resulta difícil reconstruir con certeza el rastro de su origen pues en estas comunidades de producción cultural cada miembro aporta sus propias versiones de diversos consumos, tanto de medios como de sus relaciones con otros grupos y agencias. Lo cierto es que este proceso constituye gramáticas con las cuales los jóvenes se vinculan al medio, recepcionan sus programas y los involucran a sus distintas comunidades de interpretación. 1. La mirada joven: una visión intrageneracional

La lectura que los jóvenes hacen de la televisión no es de obnubilación y encandilamiento, más bien demuestran una mirada competente, de quienes son diestros en el manejo del lenguaje e incluso de la terminología de la producción. Pueden distinguir claramente la función de la producción y de los productores de lo que es la conducción de los programas; existe una distancia prudente entre el manejo de cámaras y la realidad. Los términos de realidad más bien están dados por los posibles clivajes que la oferta tenga en la vida diaria o en la experiencia personal y sobretodo afectiva de estos jóvenes. Esta relación con el lenguaje masivo, con la música moderna y el clip no puede pensarse externamente al joven, ya se han constituido como formas y categorías de relación con su sociedad, son parte de su imaginario cultural. Las lecturas que hacen los jóvenes de los programas tienen una perspectiva horizontal, es decir que los jóvenes identifican como personajes centrales de las películas y series a jóvenes de su misma edad y según ellos la trama gira en torno de los problemas y motivaciones de los jóvenes y no de los adultos. Incluso, en programas cuyos protagonistas principales eran adultos, la descripción hecha por los jóvenes entrevistados presentaba a los jóvenes como centrales subrayando sus problemas como los ejes de la acción dramática, centrando su foco de atención en los temas vinculados a la independencia y relación con los padres. Con el concurso de los medios, y en especial de la televisión, los jóvenes construyen y refinan sus lecturas y percepciones intrageneracionales, construyen sus identidades como generación a partir del consumo. De cierta manera la recepción de medios les sirve para diferenciarse de otros grupos, y para diferenciarse de las generaciones precedentes, pero también lo construido actúa como una gramática de lectura que selecciona, focaliza y prioriza en la lectura de los medios una


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Jóvenes, recepción de medios y cultura masiva

mirada generacional horizontal. Sin embargo, la dificultad es que esta mirada intrageneracional tiene asidero en las formas de socialización que niega al otro, y lo despoja de su capacidad de opinión y su derecho a la realización personal. 2. Realidad y fantasía en la recepción de los medios

Constantemente los jóvenes están buscando los nexos y relaciones de aquello que oferta la televisión con su propia realidad, sin embargo, estas comparaciones no son el eje de su gusto o desagrado por un programa u otro. En otras palabras, reconocen que las situaciones y escenas que presentan las novelas y series son percibidas como irreales, sin embargo, no por ello dejan de verlas, la realidad no es su principal referente, no les impide gozar y entretenerse viendo televisión. El eje de las lecturas es más afectivo y psicológico, es decir, que está más centrado en la personalidad, las relaciones y pasiones de los personajes. Los capítulos o situaciones que más recordaron los jóvenes entrevistados en su mayoría hacían referencia en primer lugar a situaciones o problemas de los jóvenes, relaciones de pareja, aceptación de los padres, control paterno, confianza, comprensión, libertad y diversión. Un segundo aspecto a resaltar se refiere a que muchas de las situaciones mencionadas tenían anclajes en la experiencia inmediata de estos televidentes, vale decir, existía una correspondencia entre aquello que recordaban y su experiencia pasada o su proyección a futuro. Tenemos por ejemplo que un joven músico reconocía como un buen modelo de padre a un personaje de una serie en la medida que el personaje de su agrado era un músico fanático de Elvis Presley; una joven, por su parte, recordó una escena de infidelidad en tanto tenía parecido a lo que a ella le sucedió y establecía paralelos entre el desenlace posible de su relación con el de la telenovela. La relación entre la oferta televisiva y la realidad de los sujetos no es sencilla, no podemos afirmar que simplemente se oponen siendo fantasía una y verdad la otra; ni tampoco se corresponden, es decir que el consumo solo selecciona y tamiza aquello que tiene su correspondencia inmediata en la realidad, que puede ser útil o le sirva de aprendizaje. Esta relación es mucho más compleja, si bien en ciertas situaciones se producen ambos extremos los jóvenes no dejan de vivir esa otra realidad (realidad virtual en términos actuales) como si fuera real y al mismo tiempo se alejan de lo fantasioso manteniendo ambas experiencias a prudente distancia. 3. La naturalidad y espontaneidad como organizadora de las preferencias

Existe, entre los distintos jóvenes entrevistados, una valoración por lo natural, lo auténtico y lo espontáneo. Cuando valoran o enjuician a los conductores de


Jóvenes, recepción de medios y cultura masiva

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los programas o sustentan sus gustos o preferencia por determinado personaje siempre la hemos encontrado presente. Si bien es cierto que para unos un conductor puede ser natural y auténtico y para otro no, lo importante es que esto se va constituyendo en una categoría de relación con la oferta masiva. Estas valoraciones las encontramos en programas de concursos, series, talks shows, revistas de variedades o respecto a los programas de mediodía. Wendy: «Porque es más espontánea, tiene más carisma. Todo lo que ella hace sale de ella, no se los aprende, no se los enseñan, no le dicen que lo haga, sale de ella porque es así». En la década pasada el programa «Locademia de Televisión» destapó el fenómeno de la informalidad juvenil en la producción televisiva, convirtiéndose en una expresión de la trasgresión de los formatos y de cierta manera de los géneros, aunque en la música ya se expresaba la tendencia por la ruptura de los tradicionales patrones estilísticos de producción, con el grupo «Los No Sé Quién y Los No Sé Cuántos» y su «chongo rock». Lo curioso de las respuestas de los jóvenes es que la búsqueda de naturalidad, sinceridad, informalidad, autenticidad trasciende los programas de concurso, de variedades, pues también es un elemento de identificación con personajes de películas y series y, por lo mismo, se convierte en una gramática de lectura que va seleccionando y segmentando la oferta televisiva y otros consumos culturales, al mismo tiempo que las resignifica y reinterpreta, conformado los gustos y preferencias. Es evidente que esta gramática de lectura de la autenticidad guarda relación con varios factores, uno de ellos es la búsqueda de su propia identidad, por conocer y valorar su verdadero yo interior por encima de las contingencias y de las circunstancias. De otro lado, la demanda por autenticidad la percibimos también como una estrategia de diferenciación de las generaciones precedentes, pues constantemente los jóvenes hacían referencia que el mundo de los adultos se basaba en la actuación, en la performance del estatus, de la posesión del reconocimiento.


Capítulo 5

Agenda pública y vivencias ciudadanas juveniles Ubicación de los informativos en la recepción masiva de los jóvenes ! Fragmentación y discontinuidad en el consumo de diarios ! El declive de lo informativo en la radio ! Informativos e imágenes televisivas ! Distancia entre consumo y preferencia de informativos

La recepción de informativos televisivos y gramáticas de lectura ! Los noticieros ! Periodísticos ! Formatos periodísticos y ciudadanía

Dilemas y tensiones ciudadanas desde la recepción de informativos ! Información para el conocimiento o para el entretenimiento ! Pragmatismo versus reflexión ! Información desde la argumentación o desde la acción ! Credibilidad desde la versión omnisciente o desde la pluralidad de los involucrados ! Veracidad de las cámaras versus opinión del especialista ! Inocuidad versus incidencia en la toma de decisiones ! Perfiles de lectura

Estereotipos de consumo ciudadano ! El joven unplugged: el vínculo ciudadano negado o esporádico ! El joven outsider: el vínculo ciudadano desde lo lúdico ! El vínculo ciudadano desde lo ligero o blando ! El ciudadano interesado

Jóvenes, prácticas ciudadanas e informativos ! Jóvenes y cultura política mediática ! El género informativo desde la recepción. Transversalidad de los géneros audiovisuales ! De lo público a lo privado y de lo privado a lo público: la hibridación del género informativo


Capítulo 5

Agenda pública y vivencias ciudadanas juveniles

Los cambios mundiales operados en la economía y en la base tecnológicocomunicativo de la sociedad suponen cambios culturales de envergadura que para algunos autores se tratan de cambios civilizatorios, pero que están teniendo una incidencia notable en las culturas políticas actuales. La cultura política de los noventas no puede leerse desde los viejos paradigmas, es decir, de las ideologías, del sistema de fuerzas al interior de una nación, y las prácticas de comunicación tradicionales como la militancia y el discurso. A estas alturas es notoria la ausencia de marcos interpretativos que permitan al ciudadano común y corriente, en su vida cotidiana, referentes de interpretación y valoración del sistema político en su conjunto; lo que existe es al parecer diversas matrices de interpretación que varían en objeto y momento de aplicación. Al mismo tiempo la política y las nociones políticas no se construyen más de manera endógena, en un mundo intercomunicado, donde la globalización de hechos, acontecimientos, modelos societarios y modelos de desempeño político se constituyen en una inmensa casuística que influye en las categorías de interpretación de la política local. La mayor presencia de la presión multilateral y unilateral (ONU, DEA, CEE, los bloques económicos, etc.) en las políticas domésticas, así como la valoración y esperanza dada a la inversión extranjera y por lo mismo a las imágenes que de lo local se tienen en el exterior, suponen un ciudadano más preocupado por lo que sucede en el mundo y en diálogo y conflicto constante de su cultura política con la mundializada. En tercer lugar, la centralidad de la comunicación en el escenario actual, no solo por la base tecnológica que rige los cambios mundiales sino porque la imagen y la interactividad, se han constituido en los lenguajes por los que se comunican los ciudadanos. Estamos pasando en Latinoamérica de sociedades orales con precaria cultura escritural a sociedades de la imagen y la virtualidad.


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Agenda pública y vivencias ciudadanas juveniles

A estos cambios mundiales debemos agregar los propios, directamente heredados de la hiperviolencia terrorista y ciudadana, de la des-institucionalización de la vida política por parte del ejecutivo, y del descrédito y caducidad de la «vieja» clase política. Las viejas formas de hacer política (léase el partido, la plaza, el mitin, la militancia, el parlamento) se encuentran desgastadas ¿dónde es que reside la relación con la política? Nuestra hipótesis es que los medios de comunicación y en particular las «agendas públicas» absorben buena parte del debate que ocurre en torno a los asuntos públicos e incluso de los asuntos privados, siendo una representación o puesta en escena de éstos. Sin embargo, el carácter comercial de los sistemas comunicativos Latinoamericanos afectan la forma en que el debate se producen y la manera en que los ciudadanos se ponen de acuerdo sobre qué debatir. Las agendas públicas, a nuestro modo de ver, tienen un lugar central al pensar el vínculo y pertenencia ciudadana. Precisamente, la pregunta crucial que este texto aborda gira en torno a la forma en que la cohesión social (y por ende proyecto ciudadano común a todos) se manifiesta o no en nuestras sociedades en el escenario actual en los albores del tercer milenio. El ámbito receptivo de los medios se ha convertido en el vértice desde donde se construyen las nociones intersubjetivas de mayor envergadura, y a través del cual pueden leerse las relaciones societales. Los cambios no solo son de uso o de prácticas sino que comportan cambios cognoscitivos en los ciudadanos. En este contexto los jóvenes, son una interrogante, no solo en tanto que su vivencia y percepciones sobre lo ciudadano se construyen en el consumo doméstico de los informativos, sino que ellos son portadores de visiones paradigmáticas distintas, donde las nuevas tecnologías abren brechas más profundas con los adultos. Los acercamientos tradicionales al estudio de los medios han primado la visión de los productores o las visiones ideológicas centradas en el texto y su decodificación. Con los estudios culturales desarrollados en la escuela de Birmingham y en particular a partir de los trabajos de David Morley (1988) surge un reenfoque de la comunicación masiva, poniéndose el acento en el papel activo de las audiencias como productoras de significados y en las negociaciones al momento de interpretar los textos televisivos.


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Agenda pública y vivencias ciudadanas juveniles

Antes de ingresar a conocer las categorías de interpretación de los informativos es necesario ubicar el consumo de medios y del género informativo en parte de toda la gama de otros consumos a los cuales se expone e interactúa.

5.1 Ubicación de los informativos en la recepción masiva de los jóvenes A. Fragmentación y discontinuidad en el consumo de diarios

Es muy conocido que la lectoría de periódicos por parte de los jóvenes es muy poca. Efectivamente la investigación arroja que en un día son muy pocos los que leen periódicos: entre viernes y domingo, individualmente hay un promedio de 26.1% lectores por día. Sin embargo, los jóvenes que no leen ningún diario de viernes a domingo son 31.5%. Eso quiere decir que los jóvenes no tienen una frecuencia de lectura pero que en una semana la mayoría (75.8%) se relaciona con la oferta periodística escrita. Cuadro 1. Lectoría de diarios de viernes a domingo No leen

Leen

Total

Viernes

193

46.7%

220

53.3%

100%

Sábado

100

24.2%

313

75.8%

100%

Domingo

169

40.9%

244

59.1%

100%

Viernes o sábado o domingo

282

68.5%

130

31.5%

100%

Dicho en otros términos la mayoría de los jóvenes no tiene un hábito constante de lectura del diario y por lo mismo su posible seguimiento a los aconteceres públicos desde la lectura, desde lo escritural, se hace fragmentariamente o de manera discontinua. Además encontramos que la información propiamente periodística (asuntos públicos) tiene poco peso en su lectura de éstos. Las secciones duras (editorial, política económica, internacionales) tienen escaso interés para los jóvenes. En cambio, las secciones de deportes, amenidades y locales son los asuntos que más interesan a los jóvenes. Incluso buena parte de los que leen diarios enteros se refieren a aquellos exclusivamente deportivos o populares.


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100 Cuadro 2. Lectoría de secciones de periódicos

Sábado

Viernes

Domingo

Editorial

4

1.6%

0

0.0%

0

0.0%

Política

6

2.4%

2

1.7%

2

1.0%

Economía

5

2.0%

0

0.0%

8

4.1%

Locales

29

11.6%

8

6.8%

30

15.5%

Internacionales

16

6.4%

6

5.1%

16

8.2%

Policiales

3

1.2%

1

0.9%

0

0.0%

Amenidades

22

8.8%

8

6.8%

13

6.7%

Deportes

35

14.1%

15

12.8%

18

9.3%

Suplementos

7

2.8%

7

6.0%

12

6.2%

Cultural variado

7

2.8%

5

4.3%

7

3.6%

Titulares

18

7.2%

5

4.3%

5

2.6%

Diario entero(*)

44

17.7%

24

20.5%

50

25.8%

Periódicos deportivos(**)

21

8.4%

15

12.8%

10

5.2%

Periódicos populares(***)

7

2.8%

7

6.0%

5

2.6%

11

4.4%

4

3.4%

2

1.0%

Revistas Otros

14

5.6%

10

8.5%

16

8.2%

Total

249

100%

117

100%

194

100%

(*) Incluye: El Comercio, La República, Expreso, Ojo. (**) Incluye: El Bacán, El Bocón, Super Ídolo, Gigante y La Tercera. (***) Incluye: Ídolo, Extra, El Mañanero, El Popular, Onda y El Informal.

El consumo de las secciones locales y policiales (en ocasiones cercanas a la crónica roja) mantiene cierta vigencia para los jóvenes apáticos, al parecer el acontecer nacional es fuente de curiosidad, ubicación social y actualidad, entendida esta última como punto de partida para la actuación social. Como conclusión, se puede afirmar que la lectura del género informativo es esporádica, su consumo se centra en los asuntos y secciones blandos de distracción y entretenimiento. Su relación con la información sobre la res pública, al parecer, no atraviesa lo escritural. Sin embargo hay indicios de que sí hay un vínculo con la agenda pública.


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B. El declive de lo informativo en la radio

Lo informativo en radio casi no ocupa un lugar importante en el consumo juvenil. De 413 jóvenes encuestados apenas hubo 19 menciones a programas informativos, de los cuales 17 menciones pertenecían a cinco programas de la emisora íntegramente informativa. Respecto a las emisoras consumidas, la emisora informativa ocupa el 8vo lugar en la lista de emisoras consumidas. Este puesto se debe también a que su escucha es familiar y concentrada en la mañana porque en las entrevistas pudimos saber que el padre o la madre lo sintonizan y muchos jóvenes no tienen más remedio que escucharlo, es decir, una escucha pasiva. En volumen apenas 19.5% de los jóvenes escuchan informativos radiales. Si analizamos la cantidad de horas de consumo (8.2% en el cuadro N° 3) la diferencia es más notable, a pesar que muchas de estas horas se componen de una escucha pasiva (frente a un 91.8% de otros tipos de programas) pues el informativo es sintonizado por los padres o algún otro miembro del hogar o del trabajo. Cuadro 3. Consumo de informativos radiales Horas Informativos radiales(*)

% de horas

Casos

% de casos

97

8.2

73

19.5

Otros programas radiales

1082

91.8

301

80.5

Total

1179

100

374

100

(*) Incluye también noticiosos con música y dramatizados humorísticos.

La conclusión es que los jóvenes no se acercan a la radio para informarse. Si consideramos que la función informativa de la radio es acercar a las personas, trabajar el presente y profundizar los datos dando participación a los oyentes, al parecer estos no son aspectos que llaman su atención. Es decir que no tienen un lugar importante en sus gramáticas de lectura. Hay que tener en cuenta que el consumo radial de los jóvenes es fragmentario, van de emisoras en emisoras seleccionando lo que más le agrada seccionando la oferta masiva. El consumo de informativos en radio se desdice de este tipo de consumo en tanto que las noticias están ancladas en el relato, en el discurso en un tiempo, en la ilación y continuidad de su escucha, mientras que los hábitos de consumo de los jóvenes apuntan más a un consumo


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nómada, fragmentario, donde ellos mismos establecen la ilación a partir del consumo. Para comprender por qué los jóvenes no son atraídos por este medio tan versátil, es bueno abordar el actual desprestigio que la palabra oral tiene en nuestra época, en tanto que no es sinónimo de veracidad y arrastra todo el pasivo de la clase política pasada. C. Informativos e imágenes televisivas

A diferencia de los anteriores medios abordados, la televisión es el medio preferente para la relación del joven con la vida pública nacional. Podemos apreciar que los informativos (noticieros y programas periodísticos) son consumidos en mayor volumen (horas de visualización) y en mayor cantidad de personas que los otros géneros narrativos. Aproximadamente un 61.8% de los jóvenes limeños consumían noticieros en 1999 y 87.% en el año 2001 a nivel nacional (ver cuadro N° 4). Si hablamos de volumen del consumo, los informativos ocupan el primer lugar en la recepción televisiva del joven. Cuadro 4. ¿Ve o no ve noticieros? 19991 Frecuencia

20012

Porcentaje

Frecuencia

Porcentaje

No ve

260

38.2

52

12.9

Sí ve

420

61.8

350

87.1

Total

680

100

402

100

Contrariamente a lo que se puede pensar, los informativos de alguna manera o de otra mantienen a los jóvenes vinculados a los sucesos nacionales, sea a través de la espectacularización de la noticia o por la curiosidad que despierta la narratividad. Pero lo cierto es que aquello que sucede en el país con todos los defectos que tienen los noticieros es que sus estrategias de apelación al público 1

Realizada en el mes de mayo de 1999 a una muestra de 402 jóvenes, realizada al azar probabilística, polietápica en 33 distritos de Lima y Callao.

2

Realizada en el mes de febrero del 2001 a una muestra de 680 jóvenes, al azar probabilística, polietápica en las seis ciudades más importantes en el ámbito nacional.


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logran de una forma o de otra que también los jóvenes se muestren interesados o se vinculen a la vida nacional. El consumo de periodísticos es significativo sobretodo los fines de semana, en 1999, 76% de los jóvenes limeños veían programas periodísticos y en el 2001, 71% de los jóvenes a nivel nacional lo hacían. Una vez más nos enfrentamos a una marcada preferencia por lo que sucede en el ámbito social y en ciertas ocasiones por lo político. Ciertamente estamos en un momento de cambio y dejando atrás una década sumamente convulsionada donde la información era también una necesidad para la actuación social, los jóvenes no escapan a ello, a pesar que manifiesten desinterés por la política, no dejan de sentirse vinculados directa o indirectamente a los sucesos importantes. Cuadro 5. ¿Ve o no ve programas periodísticos? 1999 Frecuencia

2001

Porcentaje

Frecuencia

Porcentaje

No ve

160

23.5

114

28.4

Sí ve

520

76.5

288

71.6

Total

680

100

402

100

D. Distancia entre consumo y preferencia de informativos

En la investigación prestamos particular atención a las preferencias en el consumo en la medida que estas son una expresión de las relaciones comunicativas continuas y sostenidas que los públicos tienen con la oferta masiva, a diferencia del rating que solo describe conductas generales, las preferencias suponen valoraciones y un involucramiento afectivo y cognoscitivo con los personajes y situaciones de los programas preferidos. En la encuesta realizada no se preguntó por los géneros preferidos más bien por los programas, luego de agrupar las preferencias específicas y las generales encontramos que las telenovelas, los concursos y las series familiares son las de mayor preferencias. Las preferencias a diferencia de las prácticas de consumo se sitúan en el camino de la valoración y de la acción, pues la preferencia supone una motivación extra, una relación afectiva o estética o de identificación. Sobre la base de ello se puede aventurar que el aprendizaje y lectura de estos programas es más fluido.


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Por los resultados observados existen algunas diferencias y similitudes entre aquello que consumen y aquello que prefieren los mismos jóvenes. Las telenovelas, las sitcoms y los concursos son los más consumidos y preferidos, en cambio hay otros géneros que si bien son recepcionados en un buen número, no figuran igualmente en las preferencias de los públicos como los informativos (noticieros y los periodísticos). Esto refuerza la idea del contacto diferencial, es decir, que los públicos establecen diferentes relaciones comunicativas con los géneros pues el informativo es consumido a veces como un acto ritual (Jansen 1994) y en familia y en esas ocasiones la recepción es compartida o fragmentada y por lo tanto no existe una relación comunicativa muy afectiva expresada en las preferencias. Cuadro 5. Preferencia y consumo de géneros televisivos Preferencias Menciones

Recepción

Casos

% Casos

Casos

% Casos

Telenovela

189

130

17.6

194

46.9

Concurso/magazine

116

99

13.4

167

40.4

Sitcoms

133

99

13.3

188

45.5

Películas

96

93

12.6

199

48.2

Deportes

73

65

8.8

127

30.8

Informativos

91

79

10.7

278

67.3

Cómicos/humorísticos

45

36

4.9

196

47.5

Dibujos animados

36

34

4.6

149

36.1

Informativos de variedades

30

23

3.1

111

26.9

Musical

23

20

2.7

108

26.2

Infantiles

16

15

2.0

149

36.1

Documentales/culturales

13

12

1.6

12

2.9

4

4

0.5

12

2.9

413

100

413

100

Adultos Total

A partir de esta comparación podemos afirmar que las relaciones entre el volumen de horas de oferta y el volumen de horas de recepción y las preferencias no son directas, más bien en algunos casos encontramos rupturas y en otros casos continuidades. Esto podría demostrar que las formas de ver televisión son diversas, la televisión es goce, entrega afectiva y cognoscitiva en algunos casos, en otros es


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llenar el tiempo libre, la única fuente de entretenimiento, el telón de fondo de una noche aburrida o simplemente es un espectáculo distante pero espectáculo al fin.

5.2 La recepción de informativos televisivos y gramáticas de lectura Los estudios latinoamericanos en el campo de la recepción, se han venido incrementando a partir de la década del ochenta. En los primeros trabajos de Fuenzalida, Mata, Orozco, García Canclini, Charles, Sarlo y Hermosilla se hizo énfasis en demostrar la actividad de los sujetos y receptores de los medios. Básicamente porque el paradigma imperante estaba centrado en los contenidos, en la univocidad de los mensajes y la suficiencia de los estudios interpretativos. Estos investigadores jugaron un rol importante en demostrar la complejidad del proceso receptivo más allá de los ratings y las frecuencias. Algunos postulados como la actividad del sujeto, la multivocidad del significado, el concepto de proceso en vez de impacto, el rol de los espacios e instituciones en la recepción y la construcción colectiva del significado (Orozco, 1991), fueron algunos de los hallazgos empíricos que ayudaron a desmontar el paradigma anterior. Sin embargo, surge actualmente una discusión en torno a la necesidad de que los estudios de recepción den el salto y retomen el problema de los significados y no solo las prácticas y usos de mediación (Herrán, 1994). Ciertamente las pragmáticas de la recepción son un aporte invalorable en los estudios de comunicación, sin embargo, nuestras sociedades necesitan dar cuenta también de lo que sucede en el ámbito de los significados y sus apropiaciones. El riesgo que conlleva estudios de este tipo es su dispersión biográfica. De hecho, trabajos recientes abordan historias personales de consumo con pocas expectativas para su generalización. Nuestra apuesta consiste en partir de los usos y prácticas mediadoras de las noticias y periodísticos (pragmáticas comunicativas) para acceder a sus “gramáticas de lectura”, es decir, las reglas de interpretación, apropiación e interpretación de los asuntos públicos, sin llegar a la heterogeneidad biográfica. Según las entrevistas realizadas, los noticieros son el principal referente con el cual los jóvenes construyen su noción de agenda pública. Es a partir de su consumo que tienen noción de la vida pública nacional. Los periodísticos por su parte son usados complementariamente con el interés de profundizar información y llegar a la verdad. Según uno de los entrevistados, los periodísticos son de noticias largas contraponiéndolo a los noticieros que son de noticias cortas.


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A. Los noticieros

En general los noticieros son consumidos en espacios familiares, en algunas familias constituyen el punto de encuentro de sus miembros, y por lo mismo, el momento de intercambio de opiniones y construcción y divergencia de sentidos y valoraciones. Ahora bien, los noticieros generalmente no son vistos en su integridad, algunos jóvenes se contentan con escuchar los titulares o los resúmenes para estar el día «estar informado» que es la forma de mantener unos lazos mínimos con su entorno público. En función de esos titulares, en ocasiones esperan la ampliación de la noticia en el cuerpo central del noticiero o buscan profundizarla por otro medio. Existe en ellos un consumo fragmentado del programa deteniéndose o concentrando su atención solo en aquellas noticias (sobre todo las de variedades como el perro que encesta) que llama su atención. Una segunda pragmática del consumo de noticieros es la preferencia por determinada sección o parte del noticiero. En este caso se trata de una segmentación más que de una fragmentación de la oferta televisiva informativa. Aquellos jóvenes que prefieren solo la sección de deportes o solo la sección de amenidades se sitúan en estas modalidades de recepción. Otros, en cambio, se relacionan al noticiero integralmente. Su interés radica en el seguimiento de los asuntos públicos, sin embargo, este seguimiento tiene significados distintos para distintos jóvenes como veremos en el análisis de sus gramáticas de lectura, por lo mismo, la agenda pública que construyen a partir de una mirada integral de los noticieros es distinta. Algunos centran su atención e hilan una agenda (listado de temas importantes) a partir de la manera como son presentadas las noticias. Como es el caso de la preferencia por noticias (y su atribución de importancia) espectaculares, efectistas o de impacto (por ejemplo: accidentes, motines o enfrentamiento). Otros en cambio se interesan por los contenidos que traen los hechos políticos y públicos, o el realismo o la crudeza (por ejemplo, según el desempeño del reportero o las tomas de cámara) puede ser elementos por los cuales atribuyen una importancia a una noticia sobre otra. Otra vertiente del consumo de noticieros es la búsqueda de informalidad y espontaneidad en la televisión, como parte de esta tendencia juvenil por oponerse a lo formal y lo rígido, los jóvenes seleccionan noticias y conductores más ágiles y amenos.


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Danitza: «Como que lo noticieros eran un poco estrictos ¿no?, y solamente por eso, decir la noticia y punto, y eso a la gente como que le ha ido fastidiando, aburriendo, lo que ellos buscaban es gente joven, gente fresca gente que haga risas, gente que mezcle un poquito las cosas». Sin embargo, en el caso de los noticieros, la relación comunicativa más intensa se realiza más con los reporteros que con quien lee las noticias. En ellos se centran las demandas de credibilidad y veracidad. A pesar de que en algunos jóvenes su relación con lo informativo periodístico es escasa o casi nula, sin embargo no pueden evitar relacionarse de alguna manera o de otra con la agenda pública pues en otros espacios como su mismo trabajo o su círculo de amigos, se discuten o comentan temas que corresponden a la agenda propuesta por los medios esa semana. Es más, parte de sus opiniones sobre política o sobre el futuro del país tienen como fuentes a sus espacios sociales significativos y curiosamente están planteadas con relación a la agenda massmediática. B. Periodísticos

Antes que nada es necesario contextualizar que de un tiempo a esta parte los programas periodísticos han variado transformándose en magazines informativos. Los programas de debate o discusión política al viejo estilo de los años ochentas han quedado atrás. Esta transformación encuentra eco o sustento en el propio público y más aún en el joven que manifiesta su oposición a programas de reflexión o discusión incluso en los bloques de ese tipo que aún quedan en los actuales periodísticos de fin de semana. Si bien los jóvenes distinguen a los periodísticos de los noticieros por la forma de tratar los temas (noticias más largas) la relación que establecen con el lenguaje audiovisual es distinta. Curiosamente encontramos que algunos jóvenes manifiestan que los programas periodísticos son sus preferidos, la razón principal a este gusto radica en la forma en que narran la noticia, pues la cuentan de manera clara y comprensible. La mayor característica de un programa periodístico radica en que es una noticia explicada, en segundo lugar que profundiza, según los jóvenes llegan a la verdad, al fondo de las cosas, cuestionando, denunciando o desmintiendo, es decir, que le atribuyen un papel activo vinculándolo directamente a la acción concreta. A diferencia del noticiero que solo describe o enuncia, el periodístico es valorado en tanto que busca incidir en la misma realidad.


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Otra característica importante de los programas periodísticos reconocidos por los jóvenes radica en que los encuentran más interesantes debido a que son más «activos», hay más acción, «enfocan todo lo que pasa las noticias me gusta verlas no que hablen nomás», las imágenes les gusta. C. Formatos periodísticos y ciudadanía3

De todos los formatos usados en los programas periodísticos, los jóvenes destacan tres de ellos: el reportaje, la entrevista y el debate. Cada uno de ellos representa una manera distinta de vincularse con lo público y con lo político, y por lo mismo, de situarse como ciudadanos. El reportaje, credibilidad a través de la imagen

Es el más valorado de todos los formatos, en tanto que se basa en imágenes, y usa recursos camarográficos que se acercan al cine y a la ficción en general. Los jóvenes opinaron que las imágenes aportan credibilidad y los vuelve entretenidos y ágiles al igual que cualquier película. Dante: «... si lo hubiera dicho hablado, o entrevistando a alguien que le hayan robado, no hubiera sido tan impactante como la imagen te pasaban en el reportaje que estaban asaltando, el apreciar por ti mismo, las cosas entran por los ojos, como dicen, y la gente se cansó de que estén hable que te hable». Edwin: «uno siente por el mismo hecho de que está en el mismo sitio donde está la noticia, las cámaras nos hacen ver lo real que es ese momento». Lourdes: «... van al lugar de los hechos ellos mismos lo dicen, luego lo impactante de los descubrimientos que hacen ellos mismos en el lugar de los hechos. Desde allí están informando, no es una noticia que dan detrás del escritorio sino en el mismo lugar de los hechos». Los jóvenes destacan la presentación de pruebas y hechos como fuentes de su alta credibilidad así como la presencialidad del medio en el mismo lugar de los hechos, estos elementos destacan por la comunicabilidad de los acontecimientos, para ellos la cámara y las pruebas hacen inteligible y aprensible los hechos, en la

3

En el Anexo III puede apreciarse un cuadro que resume las principales características de los formatos periodísticos enunciados por los jóvenes.


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medida que eliminan la mediación del periodista crecen en credibilidad. De cierta manera estos elementos hacen pedagógicos, pues según ellos ven con sus propios ojos y no se lo cuenta el periodista, además, dan cuenta a través de las imágenes de la realidad compleja. Marcelino: «Porque si el periodista o conductor te lo dice, cuando el reportero le ha traído una serie de noticias y le dice di estas cosas han pasado, di estas cosas, casi no tiene mucha credibilidad pero en cambio con las imágenes tu lo ves como ha sucedido y encima te va diciendo los detalle, te lo demuestra». Por lo mismo el reportero es valorado en la medida que hurga, se introduce y relata desde el mismo lugar de los hechos, incluso cuando hacen de encubiertos y descubren o destapan hechos de corrupción. Marcelino: «La noticia depende de los reporteros, si no hay reporteros no hay noticia, los reporteros son lo que van dando la noticia. Porque meterse así en una noticia donde las papas queman, hay que ser valiente para meterse en un reportaje donde está ahí el fuego, ellos están metiéndose; ¿señor qué está pasando? me gusta eso que sean bien metidos a la noticia, que estén sacando todo del lugar de los hechos». La veracidad se basa, a diferencia de otros formatos, en los niveles de profundidad a los cuales llega, la investigación periodística es un elemento que da credibilidad pues se basa en pruebas y hechos (o puesta en escena de las pruebas), que según ellos trasciende el nivel de las denuncias y les lleva a comprobar a un nivel fáctico. Felícita: «el reportero le dice al padre que si ese le pertenece, el padre se negaba que no soy, que no he participado, pero sin embargo, el reportero tiene papeles, firmas, eso es lo que me gusta que ellos hacen ver lo que han hecho las demás personas aunque se lo nieguen». Cucha: «Sabía usted que tal persona, y mire por aquí, como el político dice una cosa, pero le sacan imágenes donde el se contradice, todo lo que ha dicho se contradice». Ciertamente la principal utilidad detectada es que a través de la narrativa de denuncia, destape o descubrimiento el reportaje logra influir en la realidad, perciben que muchas veces las autoridades «toman cartas en el asunto» recién cuando


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los medios abordan los problemas, en cambio cuando una persona individual denuncia no les presta atención. Lourdes: «...van, denuncian y a veces no es efectiva su denuncia, no encuentran una ayuda, o sea esa gente humilde... en cambio cuando los medios de comunicación, son para eso, sirven de mucha ayuda en la sociedad en que estás». Otro de los aspectos destacados por los jóvenes respecto al formato de reportaje es que puede recoger los puntos de vista de los distintos protagonistas de la información. La entrevista: desconfianza de las palabras y parcialidad del periodista

De los tres formatos, la entrevista es la que menos credibilidad tiene en los jóvenes. La entrevista, es percibida con desconfianza, pues entre otros argumentos ella se basa en el uso de palabras en lugar de imágenes, y por lo mismo sitúa a la entrevista en el terreno de la desconfianza. En la medida que la entrevista produce discusiones y ellas no aportan pruebas o documentos, les resulta difícil concluir algo respecto a lo conversado y discutido. Además, abona en su contra que para los jóvenes las palabras de los políticos y hombres públicos son de por sí desconfiables, pues toda la década pasada se asoció palabra a engaño, contraponiéndola a los hechos. Dante: «... hay periodistas que invitan a alguien y empiezan a agredir, eso no me gusta, lo agreden con los gestos, el periodista que tenga su opinión, que es respetable, lo que él tiene que hacer es que el público forme su opinión, no hacer y ejercer la opinión de él, que tiene todo el derecho a tenerla, por más mala opinión que el periodista tenga de ese invitado, tiene que respetar, ahí viene el enfrentamiento, hay parcialidad del periodista». Rocío: «A mí no me gusta que está entrevistando y le cortan, ósea quiere hablar más el periodista que la persona que está entrevistando, eso es lo que a mí no me gusta porque no lo deja terminar lo que está hablando y él corta». Por otro lado, perciben que las entrevistas suelen ser imparciales, sea porque en ocasiones son muy condescendientes o porque sin razón alguna son excesivamente inquisidoras, por lo mismo, atribuyen a los periodistas preferencias y anti-


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patías que distorsionan la veracidad de la discusión. Y de parte de los políticos que participan, es evidente que muchos asumen que de por sí mienten en las entrevistas, no se muestran auténticos. La única utilidad que perciben de las entrevistas es la posibilidad de que sirva para desenmascarar a los políticos, evidenciar sus contradicciones. De cierta manera percibimos que los jóvenes tienen una profunda actitud de desconfianza hacia los políticos que todo el tiempo están esperando que mientan o que cometan errores para condenarlos. Raúl: «No me gusta mucho porque habla mucho de política, y política es un punto que no tiene fin, porque es como la religión siempre vamos a estar dando vueltas y vueltas. Cuando hacen entrevistas a los políticos les hacen preguntas difíciles y a otros no, no me gustan los políticos, es un dolor de cabeza y nunca van a decir la verdad, nos pintan flores pero después nos tiran palo». Existe un elemento adicional que distancia a los jóvenes de las entrevistas y es el escaso dinamismo de ellas, así como el uso de palabras difíciles entre el político y el periodista que lo sitúa muchas veces al margen de la conversación, como invitados de piedra pues perciben que el rol del periodista debiera hacer más comprensible la discusión. Lo cierto es que generalmente las entrevistas sitúan al espectador por fuera de la situación comunicativa, excluyéndolo del diálogo y sin facilitar su comprensión. Edwin: «... no explican a la gente sobre por decirle vamos a hablar de la bolsa de valores, algunos podemos entenderlo esto pero muchos no sabemos, debería haber un previo, no sé, decir algo obre la bolsa de valores, qué es, cómo funciona». Los jóvenes señalan, además, que evidencian una escasa preparación de los temas por parte de los periodistas, que en muchas entrevistas realizadas no se interpela adecuadamente porque los periodistas no conocen cabalmente los temas. Piensan que la mejor manera de dinamizar las entrevistas es facilitando las preguntas del televidente, de allí su preferencia por la presencia de público en el set. Víctor: «Yo creo que para que la entrevista sea imparcial hay que invitar a diferentes instituciones, para que todos den su opinión y todos le hagan la pregunta y no simplemente el reportero que está entrevistando, sino que la persona común y corriente, diga alguna cosa que no interesa saber, que queremos preguntarle».


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El debate: la discusión como espectáculo

La posición de los jóvenes respecto al debate es ambigüa, de un lado valoran que existan varias posturas y que éstas expresen puntos de vista distintos, pero al mismo tiempo desconfían del rol de los periodistas en la conducción del mismo. Dante: «Cuando invitan a dos partes uno puede sacar su opinión, siempre y cuando el moderador sea moderador y no se sienta parte involucrada, porque a veces el moderador habla a favor de la otra que ha sido invitada, está parcializado con alguien». Lo que desagrada de los debates es que, según ellos, muchas veces no se llega a nada, a ninguna conclusión, ni a acuerdos. Desde su punto de vista el debate complejiza y oscurece la discusión sobre algunos temas, y la sensación que les queda al final del debate es una mayor confusión, pues no se deslinda quién tiene la razón y quién no y esa ambigüedad les parece estéril. Cucha: «La finalidad de ellos es hacer pelear a los entrevistados, esa es su única finalidad, yo lo percibo así porque no llegan al asunto». Danitza: «A veces cuando discuten, no sé, es aburrido, para mi es aburrido, uno defiende su posición, el otro defiende la suya, y no buscan consenso». Desde su punto de vista, los debates se quedan a medias, no profundizan en la verdad de los temas y por momentos los periodistas están más preocupados por el espectáculo que genera el enfrentamiento y pugna de los participantes del debate que por el tema mismo que se está discutiendo. Jhony: «... no me gustan porque hay muchas personas que no entienden, los debaten pero dicen unas palabras que no se entiende, lamentablemente en el Perú hay muchas personas que no entienden esas discusiones».

5.3 Dilemas y tensiones ciudadanas desde la recepción de informativos En las entrevistas y grupos de debate realizados encontramos frecuentemente posiciones encontradas respecto a las características de lo informativo. Estas diferencias se producían entre los estilos de ver (gramáticas de lectura) informativos pero en cada estilo encontramos matices y diferencias significativas. Por ello agrupamos las principales gramáticas de lectura en seis categorías. Cada categoría


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esta planteada como un continuo entre dos extremos, de manera que el joven puede ubicarse sea en alguno de sus extremos o en algún punto intermedio. A. Información para el conocimiento o para el entretenimiento.

Algunos jóvenes buscan en la televisión que los informativos les presenten historias o secuencias. La atención se centra en la sucesión de acontecimientos, en la narratividad del discurso informativo. Demandan, por lo mismo, que la información se presente secuencialmente, con un inicio basado en un hecho o acontecimiento desencadenante como un testimonio o un destape. Un segundo momento que consiste en su desarrollo, basado sobretodo en las experiencias personales o puntos de vista de los involucrados en la información, y por último un final que suele aterrizar en propuestas o soluciones. Roberto: «Si al comenzar por la manera de dar un argumento de lo que va a venir, denunciando a una persona y más que todo denunciando a esa señora con el problema que tiene sobre el poder judicial, (...) De lo que ha comenzado como presentación del audiovisual y como término también, porque comienzan como una denuncia y terminan no dando en sí una respuesta clara. Comienzan con una duda y terminan diciendo que va a haber una reforma, pero nada más». En la línea de la reflexión anterior, los televidentes demandan que los informativos deben abordar los aspectos subjetivos de los involucrados en la información: lo que sienten, piensas y viven. Por ello piden la participación vía entrevistas o actuación de quienes tienen relación directa o circunstancial con los hechos presentados. En resumen, las demandas de estos consumidores apuntan a «aligerar» la forma de brindar la información, haciéndola más comprensible, clara y entretenida. Nótese que tienen muchos de los elementos usados en la ficción y el drama, donde el espectador se involucra con la narración sin plantear la distancia «objetiva» que supone los informativos. Marcelino: «... si sueltan una sonrisa o están entre ellos una broma y a veces el televidente sonríe con esa broma, entonces ya no todo es seriedad, porque a veces que uno que vive la noticia, vive tanto que un momento de sonrisa es como despejar un poco esa seriedad, esa presión que tiene la noticia a la hora de vivirla y una broma, una sonrisa es una parte que nos hace olvidarnos un poco de la realidad».


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Dante: «...es entretenido, porque es a gusto lo picante, lo arriesgado que salgan persiguiendo a delincuentes, prostitutas es algo distinto». Víctor: «Yo he visto programas que meten lo cómico, por curiosidad también van aprendiendo mezclar lo cómico es algo que a los jóvenes también les atrae». Otros televidentes demandan que los informativos brinden elementos para la reflexión sobre determinados aspectos de la realidad. Buscan en este discurso establecer una relación de objetividad y racionalidad con los hechos y datos, en el cual los testimonios y casos son ejemplos para reafirmar el tratamiento desde una perspectiva más temática, siendo el diagnóstico y el conocimiento uno de los principales objetivos de la información. La intención es tener visiones generales, panorámicas, que mire por encima de los dramas de las personas y que relacione los problemas con el análisis. En ellos prima una forma de acercarse al hecho noticioso más inductivo para llegar a obtener un conocimiento complejo, que plantee todas las aristas que tiene un problema haciendo un diagnóstico lo más cercano posible a la realidad. Para ellos informarse constituye un ejercicio de relación con los asuntos públicos, donde, el obtener conocimiento prima sobre el entretenimiento. B. Pragmatismo versus reflexión

Existe una fuerte demanda de los jóvenes por las soluciones y alternativas a los problemas, en tal sentido quieren que la televisión no se limite al rol de presentador de informaciones sino que quieren que ella asuma un papel activo, ya sea interpelando a los actores para plantear soluciones o ella misma asuma un papel fiscalizador o propositivo. En cierta medida, para algunos la discusión y diagnóstico no son valiosos en tanto no se lleguen a conclusiones o recomendaciones sobre lo que se debe hacer. Joven: «Pero por ejemplo, muchas veces en determinados noticieros, programas políticos, que sé yo, que únicamente describen una situación mas no analizan, pienso. Yo no soy periodista, pero es detallar, diagnosticar pero no hay solución, me parece hacer un análisis más profundo y decir bueno ¿qué se puede hacer?, siempre es lo mismo». Pepe: «Si, cuando hablaron esos dos señores y las soluciones que ponían y l a forma, se les veía con autoridad y con conocimiento de lo que estaba pasando. Eso es lo que me ha gustado».


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Joven Mujer: «Porque me parece que globaliza más, todo lo que sucede, no se centra en el hecho militar, de combatirlos, sino encontrar otras soluciones». Lourdes: «A veces nosotros escuchamos la noticia y nos quedamos con esa noticia porque nos impacta, eso a mí me gusta que impacta pero yo analizo, pienso, critico, yo no me quedo con la noticia que me dan». Otro aspecto clave del pragmatismo en el consumo es la tendencia a demandar ejemplos o hechos que les permita pensar en la situación, como por ejemplo: los gastos en un caso de justicia, el tiempo de demora de un juicio, la posibilidad de acceso, etc., es decir, buscan aprendizajes concretos que les puedan servir en caso que ellos se vean involucrados. Joven: «Yo creo que le falta seguir un caso de coima, de principio a fin, seguir, ver una persona, qué tiempo necesita para ser atendido, y todo eso. O ver el papeleo... lo que le falta también». Para ellos la reflexión en torno a las causas e intenciones de los actores políticos o no son resaltadas o son calificados de inútiles pues no proponen soluciones. La reflexión de los especialistas son bien acogidas en tanto que acompañan imágenes. La tendencia opuesta, valora más la denuncia o el develamiento de los problemas que comúnmente se llama destapes o escándalos, entrando más al lado espectacular de la noticia o la incidencia en la opinión pública y en la toma de decisiones Joven: «El querer añadir en todos esos minutos un contenido básico de lo que está sucediendo. Ha planteado algo mediante cortos, han querido dirigirse a algo que verdaderamente muchos ven, pero que hasta ahora no conocen cómo está pasando, entonces, yo me he fijado más por eso». Joven: «Muchas veces uno escucha: está mal, está mal, está mal, pero verdaderamente, por qué, eso no saben, es un poquito lo que nos muestra». C. Información desde la argumentación o desde la acción.

La acción es una de las demandas centrales de los jóvenes respecto a los informativos, piden que sean más ágiles o que tengan algún componente de la ac-


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ción dramática, es decir: casos, ejes dramáticos, personajes, ilaciones, y argumentación en el tiempo; y no un collage de subtemas. Jorge: «Nosotros también estamos acostumbrados cómo la noticia pasa y no la tomamos importancia, porque no la vemos, y cuando vemos, cuando lo pasan es como si fuera una película, como si tú estuvieras allí, en ese instante que pasa». Joven: «Claro, falta acción, es lo que yo decía es un diagnóstico excelente. Así como en sector Justicia en todos los sectores se habla que falta, falta, falta, pero nunca se hace nada». Joven: «Yo creo que si, como dicen, un poco ver algunos casos como por ejemplo han puesto a una señora que está reclamando y obviamente, yo creo que en ese sentido la han puesto como un minicaso, pero yo creo que debían haber puesto un caso que haya conmocionado más o menos, que haya impactado a las personas, que haya más o menos hecho ver que muchas personas están atentas a ese caso. Yo creo que ahí en esa entrevista ha faltado algo que muchas personas hayan estado en esa expectativa de querer saber cómo ha ido avanzando este caso, el avance que ha tenido». Ciertamente esta visión se apoya en la cultura política actual que da prioridad a los resultados y las soluciones, según la cual la preferencia por la acción y el espectáculo viene asociada a un desprestigio de la opinión y la argumentación. A ellos les aburre de sobremanera cuando los presentadores de las revistas informativas hablan o entrevistan sin pasar imágenes, o cuando los locutores solo leen las noticias. Por lo general no terminan de ver un noticiero completo o simplemente se guían de los titulares para escoger aquello que les atrae y concentra su interés que en estos casos suelen ser los accidentes, los deportes, los escándalos o alguna noticia pintoresca. En el otro extremo encontramos las posiciones de los que esperan que la información les brinden argumentaciones, sobre qué está pasando con esos hechos para ellos no basta su presentación efectista, sino que demandan un mínimo de análisis. Felicita: «... si estamos viendo a la persona que nos está leyendo la noticia, da las noticias impactantes y nosotros nos sentimos tensos, me gustaría que opine sobre el tema y luego pase al reportero para que siga la noticia o sino depuse del reportaje pasó esto o no sé, algún comentario, me gustaría que haya comentarios».


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D. Credibilidad desde la versión omnisciente o desde la pluralidad de los involucrados

También existe una valoración positiva de la opinión de los involucrados, a mayor cantidad de entrevistados mejor pues existen puntos de vista diversos. Los jóvenes se fijan en aquellos que usualmente aparecen en los reportajes como “decorados” o pintados en la pared por los paneos de las cámaras, es decir, los personajes secundarios a los cuales no se les presta atención pero son actores de los hechos públicos. Todos ellos son vistos como posibles entrevistados que pueden dar su punto de vista sobre los hechos reportados. La veracidad sería el resultado de la suma de los puntos de vista de todos los testimonios y no una percepción a priori construida a partir de la confianza en el conductor del programa. Joven: «Yo también creo que se debió hacer una entrevista a una persona relacionada con esto o con las demás personas que están esto de salud. Ese es uno de los puntos que hubiera tomado en cuenta, la entrevista». Además del elemento de veracidad en los testimonios, hay una demanda de representatividad, es decir, los televidentes buscan que no solo se recoja el testimonio desde un punto de vista sino que exista una pluralidad y heterogeneidad en la participación de la gente. Quieren que esté presente tanto la clase media como la clase baja, que se entrevisten casos de otras regiones; en otras palabras demandan diferentes puntos de vista para formar su opinión y fundamentar su credibilidad. Pepe: «Tendría que estar todo y es más, aumentar algo, como que el video enfoca que la injusticia es solo para la mas clase baja porque sale la señora. Pero también debe salir una persona de clase media y a veces también choca un poco con la gente de clase alta sino tiene una persona que conozco de la justicia o sea parece que está enfocado para gente de clase baja y debería estar enfocado un poquito a la clase media». Angélica: «Ahí si se muestran dos o tres casos de la Costa y en vez de dos de la Costa debe ser uno de la Sierra o tal vez de la Selva para saber qué cosas pasan ahí». Existe una tendencia por valorar más las opiniones que se sustenten en vivencias y sentimientos y al momento de expresarlas evidencien su autenticidad, por esa razón la recurrencia del llanto es tan frecuente como muestra de verdad de las palabras. Por otro lado, las opiniones especializadas, (comúnmente dadas por los


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expertos) o excesivamente racionalizadas por el mismo hecho de ser distantes «frías», e involucrar lo menos posible los afectos, no tienen una aceptación en la mayoría de los jóvenes, salvo unos pocos que esperan de ellas visiones panorámicas o análisis develadores. En el extremo opuesto encontramos quienes demandan visiones más globalizantes de los hechos, no el caso microsocial o biográfico sino que esperan un tratamiento que enlace los hechos y los analice y pueda hacer diagnósticos generales incluso sectoriales, tanto a partir de hechos particulares como de análisis de expertos. En otras palabras, demandan un tratamiento omnisciente sobre la particularidad que afirme cosas que puedan tener una dimensión política, en tanto que una afirmación respecto a un sector es una demanda de acción o responsabilidad de determinada autoridad. E. Veracidad de las cámaras versus opinión del especialista

En general la intervención de los especialistas tiene poca ascendencia en los jóvenes, hay un marcado desprestigio de la opinión y el análisis que lo tilda de infructuoso sino se acompaña de soluciones. Por lo tanto, oponen la opinión de especialistas a la argumentación propia de la imagen buscando que a través de ella no sean «engañados», puedan comprender con claridad los problemas y acercarse mejor a la forma de ver la realidad que tienen los jóvenes. Joven: «Yo creo que siempre hablan cosas que ya están dichas y nunca expresan cosas que muchos quieren saber». Arturo: «No, no es que me han gustado, sino que hablan no mas y ahí quedan. De qué sirve que hablen que está mejorando si no se hace algo, es flor de un día y sigue lo mismo». En oposición a la aparición de especialistas se sugirió más bien que aparezcan personas, casos, que la cámara muestre, se meta a los lugares de los hechos, que se entreviste, que se haga seguimiento, que haya temporalidad, cómo se originó y qué paso en adelante. Hubo énfasis en exigir pruebas, documentos, testimonios y no tanto palabras de expertos sino la opinión anónima de personas comunes y corrientes, como ellos. Joven : «A mí me parece que ha faltado la opinión de los que están allí, ¿Qué opinan de su trabajo, de la corrupción, y por qué creen que se está dando eso...»


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En las pocas ocasiones en que las opiniones de los especialistas fueron valoradas, se debieron a la autoridad demostrada en sus intervenciones tanto en la forma de hablar como en su manejo del tema, sin embargo también contribuyó que algunos especialistas fueron reconocidos como personalidades públicas, con trayectoria en esos asuntos. Joven: «Bueno, quizás no presté tanta atención a la opinión de los otros porque más pienso en las imágenes, pero en este caso yo respeto mucho a Tapia, digamos que es una persona bastante coherente en sus opiniones que más o menos siempre ha ido delineando lo que va a pasar, entonces tengo bastante credibilidad en él en este caso». En cambio, cuando las noticias o los reportajes son solo verbalizados, sin el respaldo de las imágenes, entonces pierden credibilidad. Estos datos refuerzan la idea del predominio de la imagen como enunciadora de realidad sobre la palabra y la argumentación, estos resultados refuerzan la idea de una menor credibilidad en la radio respecto a la televisión. F. Inocuidad versus incidencia en la toma de decisiones

Hay posturas diferentes respecto a lo que sería el papel de los informativos. De un lado unos plantean que la televisión es solo un espectáculo y cumple solo una función de transmisión de «actualidad». En tal sentido, su incidencia se limita a la relación con sus públicos, para ellos no existe la noción de opinión publica como fuerza y se desvalora el rol público de los medios en tanto que hacen visible problemas e interpelan a las autoridades. Según esta forma de ver la incidencia informativa, la televisión tiene poca influencia directa o a través de la presión de los públicos (indirecta) en la toma de decisiones. Hombre: «No, simplemente que lo que pase por televisión no es para que nadie reflexione, nadie lo toma así, o las entidades o las personas encargadas, no toman de todo lo que dice la televisión, sino de lo que ellos mismos tienen en papel, eso es para el público». Otra postura opuesta a la anterior enfatiza el «poder» de los medios respecto a las decisiones de las autoridades. Tanto de manera directa buscando que las autoridades «tomen cartas en el asunto» como por medio de las corrientes de opinión. Sin embargo, también remarcan que esa capacidad o posibilidad de acceso a los medios no es igual para todos, y no solo eso, sino que los asuntos o casos tienen que ser especiales para que tengan ascendencia en las autoridades.


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Joven Mujer: «O sea, cuando tú haces o provocas una reacción en el espectador generas polémicas entre la gente, entre todos nosotros. Eso llega de alguna forma a movernos, llega de alguna forma a las autoridades». Joven: «Yo creo que con esto que se ha visto, me doy cuenta que tiene bastante influencia lo que es medios de comunicación. Por ejemplo, una señora daba a luz una trilliza y puede ayudar al Presidente de la República, y el Presidente de la República le manda ayuda. Esa gente de repente no tiene acceso a los medios de Comunicación, o no hay medios donde puedan verse sus problemas de su comunidad, entonces creo que son los que más padecen...». La incidencia de los medios se encuentra relacionada -precisamente- a la dimensión pragmática de la acción política, a la solución de problemas, a las alternativas que las autoridades puedan dar a los casos, y situaciones sociales que van desde conseguir medicinas para un enfermo hasta la electrificación de un barrio. Sin embargo, existen otras dimensiones del ejercicio del poder que no discurren por la recepción como es la fiscalización, en la medida que fiscalizar en nuestra cultura política actual se ha constituido en un sinónimo de obstrucción y maniobra política, y la lucha contra la corrupción no es prioritaria al momento de demandar soluciones y obras, incluso a pesar que en el camino existan irregularidades éticas. Otro de los aspectos de la incidencia política que no discurre por la recepción, consiste en la posibilidad de cambiar las decisiones o reorientar el curso de acción de la decisión política gubernamental (como la privatización, el indulto en el caso de la Cantuta, la destitución de los miembros del tribunal constitucional, entre otras, contaron con corrientes de opinión contrarias pero que no cambiaron las opciones tomadas). G. Perfiles de lectura

Si fuera necesario señalar cuál es el peso principal de estas gramáticas de interpretación, éste se inclina a una manera de relacionarse con el informativo menos racionalizado y más epidérmico. Si ponemos en dos columnas las categorías empleadas en este análisis y las agrupamos en función de lo que clásicamente entendemos como objetividad y ejercicio ciudadano tendríamos el siguiente perfil:


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Perfil subjetivo

Perfil objetivo

Entretenimiento

Conocimiento

Pragmatismo

Reflexión

Acción

Argumentación

Visión desde las partes

Visión Omnisciente

Veracidad de las cámaras

Veracidad del analista

Inocuidad

Incidencia en la decisiones

Las mayores referencias están del lado subjetivo, es decir de una visión desde la experiencia, la interacción directa con los hechos al mismo tiempo que la plasticidad de la imagen, el placer, la distracción y la fugacidad del hecho noticioso: su inocuidad. Del otro lado, tenemos un acercamiento más objetivista, centrado en la comprensión argumentativa de los sucesos, su contextualización, su análisis, su descomposición y en cierta medida su formalización a través de la participación de analistas y miradas panorámica de los sucesos. Podríamos afirmar que la tendencia central apunta a una lectura más plástica de lo noticioso, pero a la vez desconfiada y cínica. Sin embargo, los perfiles no expresan la complejidad de lecturas de los jóvenes, de hecho algunos de ellos se encuentran en puntos intermedios, demandan lecturas panorámicas pero al mismo tiempo esperan utilidades muy concretas y pragmáticas. O sino demandas por acción y espectacularidad pero que están matizados por una búsqueda reflexiva más amplia. Los acercamientos clásicos al estudio de las culturas políticas partieron del modelo objetivista como paradigma de análisis calificando el perfil subjetivo como tradicional, pre-moderno e incluso folklórico y no dieron cuenta de la complejidad que supone el proceso de recepción actual donde conviven gramáticas de lectura de ambos y de otros perfiles en un mismo repertorio.

5.4 Estereotipos de consumo ciudadano En este punto trataremos de reconstruir estereotipos predominantes, considerando que los jóvenes tienen en su repertorio de lectura gramáticas de diferentes órdenes, sin embargo la insistencia en estos estereotipos consiste en poder visualizar las distintas maneras como los jóvenes se relacionan con la agenda pública y por lo mismo establecen cotidianamente sus relaciones ciudadanas con el acontecer de la vida pública nacional.


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A. El joven unplugged: el vínculo ciudadano negado o esporádico

Son jóvenes que no se vinculan a la vida nacional que pasa por los medios, por distintas razones. Unos que no encuentran en los informativos una motivación para relacionarse e interesarse por lo que sucede, en otras palabras, prescinden del vínculo con el acontecer. Para ellos, el modo de informarse sobre los aconteceres públicos no pasa por su consumo mediático. Estamos hablando de un joven que se «vincula» esporádicamente a los asuntos públicos pero que en líneas generales reniega y denosta de los temas políticos o sociales. El perfil de este consumidor se acerca a un ciudadano apático, desmotivado, circunscrito a sus asuntos personales, sin interesarle lo que ocurre a su alrededor, alejado de la participación y de la toma de decisiones. Las respuestas sobre las razones que tienen para no preferir informativos apunta a varios sentidos. El primero se refiere a que los aburren, no entienden las discusiones, o que no los relajan y no pueden entretenerse viendo hechos de violencia, discusiones, pues prefieren otros programas más simples, de entretenimiento y espectáculo puro. Por otro lado, algunos de ellos rechazan los informativos por la poca credibilidad que los asuntos públicos les produce, el desprestigio de la palabra política (como argumentación) pues la crisis de representación y la debacle de las instituciones marcan el contexto de este tipo de recepción. Por su parte, las ofertas actuales de informativos han limado los rollos y debates y han hecho todo lo posible por mostrarse atractivas, entretenidas y simples, buscando escapar del contexto inhóspito de la política; pero aún así, no han podido involucrar a este tipo de joven. B. El joven outsider: El vínculo ciudadano desde lo lúdico

Al mismo tiempo, están los jóvenes cuya relación con los informativos es más bien lúdica, interesándose más por ciertas noticias de carácter espectacular. Ambos prefieren la acción y narración de los hechos como una forma de veracidad y objetividad de las mismas. Por lo mismo, los informativos son vistos como espectáculos, como puestas en escena sobre hechos y personajes a partir de los cuales se involucran en los asuntos del interés público. Los temas de su interés se sitúan precisamente en la frontera, cada vez más amplia, entre lo público y lo privado. Estos asuntos que presentan los hechos públicos despojados de cualquier discusión y argumentación se convierten en anécdotas,


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miscelánea, notas pintorescas, a pesar que en ellos estén presentes personalidades y autoridades. La noción de espectáculo es la que mejor explica lo que estos jóvenes buscan en los medios. Su consumo se encuentra marcado por la curiosidad y el entretenimiento, y por lo tanto, la función pública que le atribuye a la radio, prensa y televisión tal y como actualmente trata la información es la inocuidad. Según ellos, lo que pasa por los medios al ser espectáculo solo sirve para el entretenimiento, por lo mismo, no influye en la conducción de los asuntos sociales y del Estado. C. El vínculo ciudadano desde lo ligero o blando

Estos jóvenes se relacionan con los informativos prioritariamente con las noticias y reportajes que enfocan aspectos más blandos o ligeros. En tal sentido existe una redefinición de la objetividad y la verdad, estas residen en los aspectos subjetivos como el carácter, o la expresión de sentimientos de los actores de la noticia que dan los criterios de veracidad y credibilidad. Estos jóvenes prefieren las anécdotas, la vida privada y los dramas sociales que las discusiones, interpretaciones y análisis de la noticia. Precisamente en sus gramáticas de lectura de la agenda pública incorporan las categorías que se usan en las relaciones interpersonales y privadas. Su atención se concentra en las notas biográficas, en el drama, en la vida íntima de los involucrados. Los casos y escándalos que discurren en noticieros y revistas son su principal interés, en tanto que al ser expresados como sentimientos intensos adquieren un sentido de veracidad que no tiene la opinión del analista. Este tipo de joven espera que los informativos le sitúen como hipotéticos protagonistas de los hechos, los involucren. Los asuntos o temas que sí los engancha suelen ser: los accidentes o eventos espectaculares y también las notas de variedades o curiosidades. Por ello, los temas políticos y las discusiones en torno a la legalidad de algunas acciones no acaparen su atención pues no los enganchan o en todo caso los informativos no los hacen atractivos y tratan de suprimirlos de su programación creando un sesgo importante en la agenda. Si bien es un consumidor que está al tanto de los sucesos, que sigue la agenda informativa, el lado que más le atrae de la vida nacional es la narración o la ficción de la noticia. La forma de presentar las agendas públicas no despierta en ellos debates y argumentaciones para la toma de posiciones, pero sí influye en la toma de posturas, por cierto circunstanciales y volubles.


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A la fragmentación que la oferta comunicativa hace de la vida pública (sincrónica y sin conexión entre actores) se suma este consumo anecdótico y desagregado que no alcanza a tener visiones generales respecto a las causas y consecuencias de los aconteceres públicos. No en vano la cultura política actual ha puesto énfasis en denostar la palabra y la oratoria tradicional, estos consumidores en la misma línea asocian su credibilidad a la imagen, y rechazan por lo mismo la actual forma en que especialistas, actores políticos, líderes de opinión o personalidades argumentan y «generan» los debates públicos. D. El ciudadano interesado

Sin bien los jóvenes que se muestran interesados en la vida pública nacional son muy pocos, los medios son claves para comprender la relación que mantienen con la política. Para ellos, su consumo está dirigido a conocer la verdad de los hechos, llegar a profundizar en el origen o las causas, buscando trascender la opacidad que cubre a los asuntos públicos. La verdad no se limita a un acercamiento parcial basado en una acumulación de las pequeñas certezas sino que se dirige a clarificarse y entender los hechos públicos. La relación que establece con los hechos está inclinada hacia un compromiso y vinculación con lo que en el país sucede. El país que prefieren ver en los informativos está centrado en los problemas y vicisitudes que se arrastran del pasado, sin embargo detrás de esta forma de consumir se puede entrever una demanda por la solución de los problemas del país, un interés por lograr cambios reales donde los medios tienen un papel central. Aún en este tipo son pocos las y los jóvenes que se centran en la reflexión, y análisis de los asuntos públicos. La relación que establecen estos públicos con los informativos incorpora lo racional a este acercamiento afectivo, las opiniones y argumentaciones sobre el «lado humano» de las noticias, donde el especialista y los actores públicos tienen un rol más central en la interpretación y esclarecimiento de la noticia que los anteriores tipos de consumo. El papel asignado a los medios es de mediación explícita frente a las autoridades. Hay una gran confianza en su incidencia en las esferas donde se toman decisiones. Según ellos, los medios, al destapar o esclarecer algún problema público, generan presiones que obligan a actuar a los políticos y autoridades. De allí que


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valoren más aquellas informaciones realistas y crudas que impacten y sensibilicen a los ciudadanos, y las corrientes de opinión generadas lleven a actuar sobre los problemas. En resumen, el rol de los medios asignado se acerca mucho al rol asignado a la clase política. Los datos hasta aquí presentados dicen que los jóvenes tienen maneras muy particulares de vincularse a los acontecimientos públicos y por lo tanto de asumir la dimensión pública de su ser ciudadano. También manifiestan deseos de autoexclusión o negación consciente de esas dimensiones. Un joven entrevistado fue elocuente: «Donde yo trabajo compran: El Comercio, El Peruano, pero esos son aburridos... A mi no me interesa saber cómo marcha el mundo, cómo marcha el Perú, muy poco. Yo me preocupo de otras cosas, de mí, mi familia, mi salud, mi hobbie, a veces me presto periódico que hable de deporte». Para un sector de los jóvenes, en los informativos de los medios -ni siquiera en estos banalizados- no encuentran elementos de vida pública, de comunidad que los atraiga y motive en su ejercicio ciudadano y menos aún en el reconocimiento del otro como ciudadano. ¿Acaso la violencia familiar, la crisis y el terrorismo han creado brechas insalvables entre el individuo y la sociedad, y la apatía, el individualismo, las pandillas, sean la única forma en que estos sectores se expresen públicamente?4

5.5 Jóvenes, prácticas ciudadanas e informativos 1. Jóvenes y cultura política mediática

Buena parte de la literatura del inicio de esta década se preocupó por indagar o comprobar que las prácticas políticas de los jóvenes no eran las mismas que las de generaciones pasadas (la militancia y la participación). Se estereotipó rápidamente a estas promociones como apáticas y descreídas, en función de paradigmas y modelos tomados de la denominada generación «X», sin embargo, los hallazgos nos afirman que existen tendencias a la autoexclusión pública (unpluggeds) o a transcurrir en los márgenes públicos y cruzar los bordes «de vez en cuando», pero sobretodo, nos habla de una diversidad de maneras o modalidades de vínculo con la vida pública nacional. Los datos expresan por si mismos que la relación que establecen los jóvenes y en general los ciudadanos es compleja y heterogénea, imposible de asir desde los 4

Los fenómenos de pandillas están atravesando casi todas las grandes ciudades latinoamericanas. Testimonios desgarradores sobre la vivencia de jóvenes colombianos puede encontrarse en un texto titulado «No nacimos para semilla». Bogotá, 1992.


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estudios de gabinete y que requieren acercamientos empíricos directos. No se trata entonces de meros recursos de aturdimiento ante la megaoferta informativa, en estas gramáticas de lectura apreciamos elementos muy enraizados de la cultura tradicional como el drama pero también elementos blandos y lúdicos como lógicas racionalistas. Si bien el proceso político peruano es a todas luces un periodo de tránsito, éste viene siendo acompañado de una fuerte presencia mediática, lo que nos da pistas de hacia donde se dirige. Otra evidencia a resaltar es que el escenario de la política ha cambiado pues ahora el vértice de lo público no se encuentra en la interacción ni en los espacios de encuentro sino en las comunicaciones masivas, es a partir de los insumos que éstas brindan que se construyan muchas identidades públicas. No solo eso, sino que las nociones de desempeño y asertividad ciudadanas se incorporan cada vez menos en la escuela y la familia que poco a poco pierden peso de influencia en la socialización de sus jóvenes, y vienen construyéndose en la recepción directa de programas informativos, talk shows e incluso novelas, así como de la apropiación que sus grupos de pares hacen de las ofertas de la industria cultural. Ciertamente son cambios silenciosos que por lo graduales no llegan a ser evidentes, sin embargo hoy en día los jóvenes construyen sus visiones de mundo y sus patrones interpretativos (gramáticas) desde lo audiovisual. Y es en esta esfera donde debemos centrar parte de nuestra atención, Beatriz Sarlo (1997) afirma que hay «otro tipo de fragmentación que es más interesante porque no es la fragmentación por exclusión, que es la fragmentación de pobres y ricos, de desocupados y ocupados. Es la fragmentación por condensación en torno a temas culturales. Este fenómeno es muy importante a fin de siglo y es al cual nos referimos cuando hablamos de cultura juvenil...». 2. El género informativo desde la recepción. Transversalidad de los géneros audiovisuales

Para Wolf (1984:192) el género «funciona como instrucciones sobre el modo de usar el texto, como principio de orden para orientarse dentro del conjunto de discursos televisivos». Martín Barbero señalará que «es a través de los géneros que se accede al sentido latente de los textos massmediáticos», sentido que deja sus señas de interpretación en su forma de construir la oferta mediática, es decir, en los géneros. Para ambos autores el género es una suerte de gramática de producción que los receptores usan también para su lectura «entre la lógica del sistema productivo y las lógicas de los usos median los géneros (...) y es en ellos donde ancla el reconocimiento cultural de los grupos» (Martín Barbero, 1987:241). Usando la definición de Wolf (1984:191)


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el género «es una propuesta de comunicabilidad en tanto que es una suerte de estrategia de interacción pues permiten que los destinadores organicen los mensajes y hagan reconocible la competencia comunicativa». Desde nuestro punto de vista, la evolución de los géneros audiovisuales no solo se produce por el desarrollo endógeno de las reglas al interior del propio género, tampoco por la incorporación de fórmulas exitosas de otros sistemas comunicativos, sino que muchos de los cambios se originan en el mismo receptor, en los usos y utilidades que el consumidor le asigna para su cotidianeidad, para su comprensión del mundo. Nuestra hipótesis para la transformación que viene experimentando el género informativo radica en dos tendencias que vienen sobretodo de los jóvenes: Los cambios en su cultura política, generados por la predominancia de los medios y las imágenes en las comunicaciones masivas, así como la caída de las ideologías y el desgaste de los grandes relatos. El segundo factor es la transversalidad de los géneros televisivos, ante la ausencia de los marcos interpretativos políticos, los jóvenes echan mano de los recursos de interpretación efectivos en las relaciones interpersonales; pero al mismo tiempo echan mano de los recursos expresivos de otros géneros, para su relación con los informativos. Estamos hablando de una suerte de vasos comunicantes entre las gramáticas de lectura de lo informativo con otros géneros o subgéneros como el talk show, la ficción de acción y el mismo humor, es decir una transversalidad. Unos autores llaman a este proceso como espectacularización o banalización de lo político en lo masivo, pero a nuestro punto de vista -además del énfasis peyorativo- es una mirada tradicional pues piensa la política en los paradigmas anteriores a estos cambios de época y juzga la televisión en función a ellos. Con justicia Sarcinelli señala que hoy por hoy es muy difícil diferenciar los procesos políticos de los procesos mediáticos pues se encuentran imbricados por «efectos recíprocos» (Sarcinelli 1997:14). Los cambios en la cultura mundializada experimentados desde los géneros audiovisuales blandos, han permeado la cultura política latinoamericana. La demanda por narratividad, casos, acción, testimonios, son demandas de los jóvenes que tienen su origen en la recepción de recursos expresivos propios de la ficción, el drama, el talk show y las sitcoms, y ciertamente son recursos que están más cerca de las vivencias e interacciones cotidianas de los televidentes que las sesudas y alturadas discusiones entre políticos y gurúes del análisis de la coyuntura.


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Agenda pública y vivencias ciudadanas juveniles

Buena parte de estas demandas expresadas en las gramáticas de lectura de lo informativo tienen a la base la demanda de hacer comprensible la política, hacerla dialogante y comunicable para un público no solo poco acostumbrado a la formalización del lenguaje político sino sobretodo un consumidor fugaz, estresado, cambiante, nómada y sobretodo descreído y escéptico de las promesas y acciones de los líderes políticos latinoamericanos. En pocas palabras, podemos entender estos cambios en las gramáticas de lectura del informativo como una apuesta a una pedagogía de la imagen que las palabras no han sido capaces de comunicar. Por lo pronto estos géneros audiovisuales híbridos se han constituido en los puentes y amarras que tienen los jóvenes para vincularse a la vida nacional. 3. De lo público a lo privado y de lo privado a lo público: la hibridación del género informativo

Hanna Arendt (1995:151) afirma que «en todas las épocas, la gente que vive conjuntamente tendrá asuntos que pertenezcan al reino de lo público es importante que sean tratados en público. Lo que estos asuntos sean en cada momento histórico probablemente es enteramente distinto». Según Landi, el hecho político es una noción relativa a un momento histórico concreto, en la dictadura argentina un concierto de rock (espectáculo) tuvo un sentido político que en nuestros tiempos no lo tiene (Landi 1989). Lo curioso es que en tiempos actuales cada vez más se hace más difícil distinguir entre las dimensiones públicas y privadas, donde lo doméstico ya no es un sinónimo unívoco de lo privado, y lo público se está construyendo sobre la base de certezas y lógicas de lo privado. La confianza, la seguridad, el carácter, son elementos que los ciudadanos cada vez más toman en cuenta para inclinar las balanzas electorales. No se trata solo de un retraimiento de lo privado hacia lo íntimo, este proceso no funciona de manera lineal, al mismo tiempo se produce una valoración de las categorías de lo privado para relacionarse y actuar en lo público, hibridándose y redefiniendo la escena. No es casual que los autores se muestren preocupados por que en las ficciones cada vez más los actores sociales son encasillados en sus roles y funciones, despersonalizados de este modo (mostrados unidimensionalmente), mientras que en los programas informativos crecientemente se está personalizando las dimensiones públicas. Vivimos un momento de aceleración en la evolución de los lenguajes televisivos (en gran parte por la incidencia de la telemática, la caída de los meta relatos, la heterogenización de la cultura) que ha incidido en la manera de informar y en la forma en que los ciudadanos construyen su opinión. Primero los formatos y luego los géneros comunicativos, se fueron alejando de las pautas que los manuales


Agenda pública y vivencias ciudadanas juveniles

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y las capacitaciones fijaban. Los géneros comunicativos entendidos como «sistemas de reglas a las cuales se hace referencia (implícita o explícita) para realizar procesos comunicativos, ya sea desde el punto de vista de la producción o el de la recepción» (Wolf, 1984), han ido evolucionando mezclándose e hibridándose como era de esperarse con todo lenguaje. Sería ingenuo considerar que la hibridación de los géneros se limita a un cambio de estrategia de las empresas audiovisuales para conseguir mayor audiencia o suponer que los jóvenes se conforman por medio de la oferta. Es erróneo pensar que los televidentes empiezan a valorar y demandar elementos narrativos y humorísticos en el discurso informativo en la medida que son bombardeados por ese tipo de programas. Esto supondría dos cosas, la primera que los televidentes son sujetos pasivos sin margen para su actividad perceptiva y cognoscitiva frente a la pantalla. Y segundo que los cambios culturales y políticos ya descritos son inocuos a la relación entre jóvenes y medios. Por qué no preguntarse si ¿los cambios culturales no hacen que los ciudadanos ya no encuentren en los viejos informativos sus necesidades de vinculación y pertenencia? Las tematizaciones no se originan ni discurren exclusivamente en el género informativo sino que otros géneros aportan a esta función. En la construcción de la agenda pública compiten tanto noticieros como programas cómicos, magazines, talk-shows, telenovelas o programas de mediodía para el ama de casa, Anibal Ford (1995) dice: «... los casos, no solo en los reality show, sino también en los medios audiovisuales o en las hoy indefinibles secciones de interés o de información general de los diarios, son las que provocan las discusiones públicas más densas. Que estas se produzcan de manera informal o aleatoria no implica que no sean de interés público o que no informen al ciudadano». La tendencia de las agendas públicas hacia la ficción, el espectáculo y la privacidad de lo público, en Latinoamérica, tiene anclajes en la cultura receptiva mediática de los ciudadanos y sobretodo de los jóvenes. Sin embargo, al hacerse más pedagógica -a través de la imagen- ha permitido que un sector juvenil, radicalmente opuesto a las tematizaciones duras e ideológicas se acerquen a estos informativos estableciendo vínculos o contactos precarios con lo público, que de otro modo no se produciría. Al contrario de algunas posturas como la de Luhman, la agenda pública no es solo un acto ritual que tiene el fin de centrar la atención de la colectividad en algunos pocos episodios. De cierta manera las agendas públicas reviven ritualmente el vínculo de pertenencia de estos jóvenes a una comunidad política pero de


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Agenda pública y vivencias ciudadanas juveniles

distintas maneras y hacia distintas direcciones, desde lo lúdico, desde lo blando o drama, a través del seguimiento del acontecer o para la toma de decisiones (Macassi 1999). Sin embargo, existe un desplazamiento evidente de la argumentación y el debate en los medios que no es llenado por ninguna institución. Urge repensar a la luz del consumo informativo de los jóvenes las posibilidades expresivas de la imagen y la narratividad para comunicar la política pero al mismo tiempo recuperar el debate y la argumentación, a través del diálogo y la tolerancia y, por lo mismo, la discusión sobre el destino común, del interés común que delineará los derroteros del futuro y las discusiones sobre el desarrollo que queremos y soñamos. Sarlo (1997) afirma: «si hay alguna posibilidad de que el discurso entre a los medios audiovisuales tiene que ser un discurso que aprenda una nueva forma de argumentación, es decir, tiene que ser un discurso clip».


Capítulo 6

Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

Mayor acceso a las computadoras pero con inequidad Acceso a internet y valoración de su uso El capital de conocimiento informático: capacidad ociosa o sobre capacitación Los nuevos lenguajes: ¿el declive de lo audiovisual? ! El hipertexto ! La simultaneidad ! La realidad virtual ! Interactividad

Perspectivas sobre la información y las computadoras


Capítulo 6

Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

El auge de las nuevas tecnologías de comunicación no tiene solo una evolución técnica. Es decir, que el descubrimiento del silicón o los materiales superconductores no explican por sí mismos la centralidad que hoy tienen los satélites, la internet, el cable y las computadoras. La sociedad misma viene cambiando. Antes el padre, el maestro y el político eran las figuras tutelares y admiradas por los jóvenes; hoy son las figuras que sienten más que otras el rechazo o la indiferencia de las nuevas generaciones. La calle misma era un lugar de encuentro, de diálogo y hasta de debate público, era un lugar donde los ciudadanos se reconocían unos a otros; hoy es el espacio de la sospecha, de la desconfianza, es la tierra de todos y la tierra de nadie, es la ocasión para la delincuencia, las violaciones, las pandillas, en una sola frase, es el espacio de la inseguridad. Las nuevas tecnologías se desarrollan en este contexto urbano y a su vez contribuyen a su agudización. Los hombres y mujeres -que cada vez salen menosencuentran en sus hogares medios que no solo entretienen, como la televisión, sino que les permiten cumplir una serie de tareas tradicionalmente reservadas para el encuentro con otros, para la interacción cara a cara. Ahora, para hacer compras, entrar a los museos, hurgar en las bibliotecas, conocer lugares inhóspitos uno no necesita trasladarse de lugar, de un espacio a otro, desde una cabina pública, a través de internet, es posible todo eso. La interacción con otros se plantea de manera distinta, a través de Internet se puede conocer gente, hablar con ella, intercambiar fotos, mandar regalos, fungir de otra identidad, sin el temor que despierta el encuentro personal. La cantidad de información a la cual estamos expuestos sufre un incremento exponencial con el uso de nuevas tecnologías. La escena aquella donde el padre


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Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

sintonizaba tal vez una o a lo sumo dos emisoras frente a lo cual no había mayor posibilidad de elección, ha quedado muy atrás. La tendencia es que a futuro se tenga tal volumen de información que el ciudadano no tenga ni el tiempo ni la orientación respecto a qué ver o no, o qué escuchar. Algunos autores encuentran en las prácticas de zaping una expresión de este desconcierto en el consumo. Frente a una multiplicidad de datos y fuentes, a veces contradictorias, a veces incompletas y otras muy detallistas, los ciudadanos están optando por tomar distancia respecto a las fuentes, manteniendo los márgenes de duda y desconfianza. Lejos están los tiempos en que la relación con el locutor era tan cercana que su sola voz instauraba verdad.

6.1 Mayor acceso a las computadoras pero con inequidad Actualmente las nuevas tecnologías de la información son el principal instrumento para la especialización y por lo mismo para un desarrollo desigual en varios campos y específicamente en el laboral. Aquellos con más recursos obviamente acceden a tecnologías más avanzadas que permiten mejores desempeños. En cuanto al acceso a las computadoras, Latinoamérica es uno de los mercados con mayores crecimientos. El Perú no se queda atrás, encontramos que la mitad de los jóvenes tienen acceso a alguna computadora, sea en su propia casa, en su trabajo o centro de estudios o a través de algún amigo(a). Ahora bien las nuevas tecnologías no son neutras, se insertan de manera desigual en el mercado y se constituyen en un factor de desigualdad e inequidad. Por ejemplo, podemos observar que la tendencia es que son más los jóvenes que las jóvenes los que tienen acceso a las computadoras (53.7% contra 46.3%, en el cuadro 1). Aunque podemos apreciar que esta brecha no es tan grande en relación a otras tecnologías. Otra desigualdad la podemos evidenciar cuando analizamos las diferencias por los sectores de residencia, pues los jóvenes que viven en el casco urbano, dotado de mayores condiciones básicas y servicios, tienen un mayor acceso a las computadores que aquellos que viven en los conos populares (64.6% contra 39.6% en el cuadro 1). Estas diferencias podrían ser aún mayores, sin embargo, gracias al desarrollo y expansión de la experiencia de cabinas públicas estas brechas en el acceso se han atenuado.


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Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

Cuadro 1. ¿Tienes acceso a alguna computadora en tu casa, o donde un familiar, o de un amigo o alguna institución?1 Sexo Frecuencia Porcentaje

Lugar de residencia

Hombre

Mujer

Casco urbano

Conos

203

50.5

53.7

46.3

64.6

39.6

No

199

49.5

46.7

53.3

35.4

60.4

Total

402

100.0

49.8%

49.8%

100%

100%

Usualmente las nuevas tecnologías de la información se insertan en la estructura de inequidad y de acceso desigual a los bienes de la información. Aquella empresa que no posea fuentes informativas difícilmente podrá competir en igualdad de condiciones con otras, e internet es, hasta ahora, la fuente más amplia y compleja de información mundial. Además, cuando hablamos de acceso, éste se produce en distintas modalidades. No es lo mismo aquellos jóvenes que pueden acceder a una computadora en su propia casa (28.6%, en el cuadro 2) que aquellos que lo hacen donde un familiar

Cuadro 2. ¿Dónde tienes acceso a alguna computadora? Frecuencia % total

1

% relativo

En mi casa

58

14.4

28.6

De un familiar

45

11.2

22.2

De un amigo

29

7.2

14.3

De una institución, cabina pública

71

17.7

35.0

Total con acceso

203

50.5

100

No tiene acceso

199

49.5

Total

402

100

Los datos consignados en los cuadros de esta capítulo corresponden a una investigación desarrollada en 1999, por medio de una encuesta a una muestra de 402 jóvenes entre 17 y 24 años habitantes de 33 distritos de Lima y Callao. La muestra fue polietápica con una selección de elementos al azar probabilístico, con margen de error ± 5% y una confiabilidad del 95%


136

Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

(22.2%) o amigo (14.3%). El acceso a través de las instituciones como colegios, universidades o cabinas públicas representa el más numeroso en la actualidad. Por otro lado, existe un 49% que no tiene acceso a la computación, pero de ellos un 20.6% (ver cuadro 3) tiene conocimientos sobre el tema y la mayoría (72.9%) no sabe pero manifiesta un deseo de aprender sobre el tema. Tan solo un 6.5% de los encuestados no conoce y no le interesa saber al respecto. Ciertamente existen muchos jóvenes que no tienen acceso pero o se encuentran familiarizados con la computación o desean y están motivados por aprender y vincularse al desarrollo informático.

Cuadro 3. Conocimiento y familiaridad de los jóvenes que no tienen acceso a computadora

Frecuencia % total

% relativo

Pero tengo conocimiento de computación

41

10.2

20.6

No sé nada de computación pero quiero saber

145

36.1

72.9

No sé nada de computación y no me interesa

13

3.2

6.5

Total sin acceso

199

49.5

100

Sí tienen acceso

203

50.5

Total

402

100

Es evidente que muchos jóvenes perciben que la computación y las nuevas tecnologías los distingue generacionalmente de las anteriores promociones y que su manejo les permitirá una mejor calificación para el acceso al mercado y al empleo. De cierta manera su acceso se ha convertido en el nuevo mito como en un tiempo lo fue el estudio universitario. De hecho, muchos padres de familia reorientan recursos para la compra de computadoras familiares en la idea de dotar a los jóvenes de herramientas para su educación y su formación profesional. Muchos colegios diseñan sus estrategias de captación de alumnos ya no por la formación cristiana ni por la propuesta pedagógica, sino por el soporte tecnológico que ofrecen. Incluso los colegios estatales que más postulantes reciben han incorporado laboratorios de informática.

6.2 Acceso a internet y valoración de su uso Las computadoras no solo son herramientas para la educación escolar, la formación profesional o la calificación en el mercado de trabajo, las computadoras


137

Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

a través de internet nos abren al mundo globalizado; podemos consultar distintas fuentes informativas nacionales, latinoamericanas y de otras latitudes; nos permiten el acceso a distintas socialidades como las ciberculturas; y a los jóvenes les permiten encuentros intrageneracionales y les brindan insumos para construir sus identidades, expresarse y, finalmente, ser productores de cultura tal y como lo vimos en el capítulo dos de este libro. Por otro lado, aquellos que acceden a internet tienen ventajas cuantitativas y cualitativas respecto a los anteriores consumos. Hoy en día para enterarnos de lo que pasa con los problemas en Oriente podemos recurrir a las fuentes radiales, televisivas, del cable, como a internet, y encontrar cientos de sitios especializados en ese tema. Necesitaríamos medio año para acceder a toda esa información, que al cabo de ese tiempo estará seguramente obsoleta, y encontrando otra ingente cantidad de información nueva circulando por la gran red. En nuestro medio el acceso de los jóvenes a internet es aún limitado (28.4, ver cuadro N° 4). Somos consientes que al momento de la publicación de estas cifras el número de jóvenes que tienen acceso habrá aumentado significativamente, sin embargo, aún estas cifras nos permiten tener una idea de la creciente importancia de internet en las prácticas juveniles. Usualmente el acceso a la computación y a internet se percibe como lejano o reducido a los sectores más altos, sin embargo, la tendencia que arrojan estas cifras nos revelan un aumento del acceso de los jóvenes de los conos a las computadores y también a Internet.

Cuadro N° 4. Acceso a las herramientas de internet

Internet Frecuencia Sí

114

Navegar en la www

Porcentaje Frecuencia

Porcentaje

Correo electrónico Frecuencia Porcentaje

28.4

103

25.6

69

17.2

No

288

71.6

299

74.4

333

82.8

Total

402

100.0

402

100

402

100

Si vemos las cifras absolutas uno de cada tres jóvenes accede o a internet o a correo electrónico (ver cuadro 4). Esta cifra es mucho mayor que las cifras


138

Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

de los jóvenes llamados «en riesgo» (pandilleros, farmacodependientes, adolescentes embarazadas, etc.) Si bien las experiencias no son comparables de por si, la atención a los cambios generados por la inserción de las nuevas tecnologías en la juventud ha sido desproporcionadamente baja, no solo por los cambios culturales que ésta conlleva, sino también por las oportunidades que el uso y acceso a la computación puede tener a futuro tanto como calificación laboral como para el desarrollo de otras empresas y también para la expresividad juvenil. En cuanto a quienes en la actualidad no tienen acceso a internet o al correo electrónico ocurre algo similar al acceso a la computación, la mayoría de ellos no conocen pero manifiesta su interés por conocer o acceder (69.1%, ver el cuadro 5) y son poquísimos a los que no les interesa para nada (5.9%).

Cuadro 5. Conocimiento y familiaridad de los jóvenes que no tienen acceso a internet

Frecuencia % total

% relativo

Pero sé de qué se trata

72

17.9

25.0

No sé pero me gustaría conocer o acceder

199

49.5

69.1

Y no me interesa

17

4.2

5.9

Total sin acceso

288

71.6

100.0

Tiene acceso

114

28.4

Total

402

100.0

6.3 El capital de conocimiento informático: capacidad ociosa o sobre capacitación En cuanto al conocimiento de software y programas de computación encontramos que los jóvenes tienen un capital acumulado muy importante, la mayoría de ellos conocen el entorno Windows (45.8, ver cuadro 6), y luego procesadores de textos (42.8%), seguidos de las hojas de cálculo y de las bases de datos. Ciertamente se trata de un conocimiento acumulado que como experiencia generacional no es fácil de comparar con otra situación de los cincuenta a nuestra fecha.


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Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

Cuadro N° 6. ¿Manejas o no los siguientes programas? Windows 95/98/2000 Frecuencia

Procesadores de texto

Porcentaje

Frecuencia

Porcentaje

Bases de datos

Hojas de cálculo

Frecuencia Porcentaje Frecuencia Porcentaje

184

45.8

172

42.8

79

19.7

107

26.6

No

56

13.9

68

16.9

126

31.3

112

27.9

No sabe

162

40.3

162

40.3

197

49.0

183

45.5

Total

402

100.0

402

100.0

402

100.0

402

100.0

Además, cada uno de los jóvenes entrevistados calificó su conocimiento del software en una escala de alto, medio, bajo y nulo, y obtuvimos los puntajes que se pueden observar en el cuadro N° 7. Si exploramos con más precisión encontraremos diferencias significativas pues hay más hombres que mujeres con una mayor capacitación en software mientras que más mujeres con menos capacitación (21.5 contra 29.7 y 50% contra 42.1 en el cuadro N°7). En cuanto al lugar de residencia es notorio que en el sector urbano la capacitación en software es mayor pero las diferencias no son tan significativas como las cifras de acceso, aunque es evidente que en los conos la tendencia es a una mayor presencia de jóvenes con baja capacitación en software (ver cuadro 7). Cuadro N° 7. Alta, media y baja capacitación en software (autoreporte) Frecuencia Porcentaje

Sexo Mujer

Alta capacitación

103

Media capacitación Baja capacitación Total

Lugar de residencia Hombre

Casco urbano

Conos

25.6

21.5

29.7

32.5

24.1

114

28.4

28.5

28.2

28.5

33.3

185

46.0

50

42.1

39.1

42.6

402

100.0

100.0

100.0

100.0

100.0

La información es la principal utilidad que los jóvenes ven en las computadoras (69% en el cuadro 8), y en segundo lugar, las valoran como instru-


140

Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

mentos de trabajo (30% en el mismo cuadro). El concepto de información tiene otro sentido al conocido décadas atrás que era contrapuesto al de comunicación, entendiendo este último como más integrador y relacional cuando la interacción solo era pensada entre dos seres humanos. La interacción entre las computadoras y el hombre abrió una polisemia interesante al término información, pues se comprende como un conjunto de datos que tiene organización propia pero al mismo tiempo cambia en la interacción con el usuario.

Cuadro 8. Principal utilidad de la computadora Frecuencia Información

Respuestas

Casos

219

51%

69.1%

Comunicación

61

14.2%

19.2%

Instrumento de trabajo

95

22.1%

30%

Educación/estudio

54

12.6%

17%

429

100.0%

135.3%

Total

Como hemos podido observar, la computación se va constituyendo en una marca generacional, y que en un tiempo muy corto va a configurar los patrones de recepción y de lectura de la sociedad, tal y como lo está haciendo hoy el lenguaje audiovisual. Sin embargo, por medio de un análisis más complejo hemos podido evidenciar que las nuevas tecnologías se instituyen sobre las diferencias e inequidades existentes (sexo, nivel socioeconómico, hábitat, etc.). Y en ciertas ocasiones ahondan dichas diferencias, convirtiéndose la computación y la información en herramientas que marcan una inserción diferente al mercado y genera en ocasiones otras marginaciones, que algunos autores han llamado, acertadamente, analfabetismo tecnológico. Los programas e iniciativas que se dirijan a jóvenes debieran brindar el acceso y especialmente buscar compensar los accesos inequitativos a las nuevas tecnologías.

6.4 Los nuevos lenguajes: ¿el declive de lo audiovisual? Las nuevas tecnologías traen consigo fuertes cuestionamientos a la estabilidad de nuestro mundo; la linealidad, la noción de tiempo único, la de espacio y la misma noción de realidad única, son severamente cuestionadas.


Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

141

1. El hipertexto

La historia de nuestro país siempre se iniciaba en un origen, con la población de América, y, clase tras clase, se recorría cronológicamente, linealmente, la historia, sin adelantos ni retrocesos temporales. La historia era una sola, tenía un solo vocero (el profesor) y una sola interpretación. Las nuevas tecnologías, y en particular la telemática, rompen con esta concepción lineal de las cosas. La historia -por ejemplo- puede ser contada de muy diversas maneras, se puede entrar a la historia por las guerras, los líderes, los cambios económicos, las ideas e ideologías y no necesariamente por las fechas. Lo que hoy llamamos hipertexto, es decir, textos diseñados especialmente para que resistan diferentes entradas y sobre todo para que la propia persona vaya construyendo su propia ruta a partir de un número grande pero finito de combinaciones, permite que se hagan lecturas personales, casi de autor. El hipertexto trajo abajo la visión lineal con la que veíamos la vida, es decir, relaciones causales que se basaban en sucesión de tiempos y espacios. Hoy los jóvenes miran la política, el trabajo y otros asuntos sociales como un complejo y ciertamente responden de manera muy distinta según la ocasión. La coherencia entre pensamiento y acción entre los distintos roles que nos competen, no es viable en una sociedad hipertextual. 2. La simultaneidad

Las nuevas tecnologías también nos han situado en el mundo del trabajo paralelo, de los significados abiertos, de las mezclas y las hibridaciones; en pocas palabras, en el mundo de la simultaneidad. La multitarea es una buena metáfora de los cambios cognitivos que las nuevas tecnologías introducen en sus usuarios. La multimedia también es expresión de esta simultaneidad de registros con los que se comunica, no es solo la voz o la escritura, sino es un sonido y una imagen, interactuando, construyendo un sentido amplio y abierto. El tiempo nos es uno solo, la realidad no es una sola, se viven varios tiempos, unos más lentos otros más rápidos. El tiempo de la familia y la escuela son tiempos de cámara lenta, mientras que las nuevas tecnologías nos colocan en los tiempos rápidos compuestos de fragmentos. 3. La realidad virtual

Otro cambio trascendental es el cuestionamiento a la noción de verdad y a la de realidad. La realidad virtual es aquella representación electrónica de la realidad


142

Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

que genera sensaciones y vivencias muy cercanas a la realidad interpersonal, es decir, produce los mismos efectos que la realidad pero en los hechos no. La realidad virtual permite a los clientes de un arquitecto diseñar la casa que habitarán, experimentar el espacio, las dimensiones, las formas sin que exista un solo ladrillo en el terreno. La realidad virtual también tiene un uso que trasgrede la realidad misma, con el entretenimiento es posible experimentar vivencias y situaciones que difícilmente nos tocarían en la vida cotidiana. La realidad virtual está planteando serias interrogantes a la manera en que se forma la experiencia humana. El entretenimiento es el campo donde tal vez se hayan producido los cambios más significativos. 4. Interactividad

A diferencia de otras revoluciones tecnológicas de la edad contemporánea ésta no reduce al ser humano a ser la extensión de una máquina sino todo lo contrario, supone un sujeto activo en relación a la tecnología. Se abren entonces posibilidades para que los usuarios se constituyan en productores de las comunicaciones en la sociedad y aumenten su capacidad de escoger y seleccionar aquello que este de acuerdo a su intereses y motivaciones. Algunos autores predicen una época de desmasificación donde no habrá más audiencias masivas impersonales, pasivas sino personas construyendo por sí mismas sus propios significados. La gran maleabilidad, pues, sirve tanto para las grandes corporaciones e industrias pesadas como para la pequeña oficina y casa oficina (SOHO), permite el acercamiento de los más disímiles personajes: médicos, punks, ashaninkas, policías, diseñadores de modas, científicos sociales, ingenieros. Todos, desde sus propios intereses y motivaciones, encuentran aplicaciones prácticas de distinto orden en la misma tecnología, desde el entretenimiento, la educación, el trabajo, la cultura, etc.

6.5 Perspectivas sobre la información y las computadoras Las nuevas tecnologías crean cambios culturales de envergadura, la disolución de las barreras espaciales es un proceso propio de la modernidad mientras que el desplazamiento y el viaje transcienden las fronteras rígidas, ancladas en las etnias, en los parentescos y la religiosidad. Las nuevas tecnologías radicalizan más esta ampliación de los espacios simbólicos, la simultaneidad de una conversación con una lesbiana en Kuwait o un policía de Nueva Zelanda, los encuentros culturales y


Aproximaciones sobre los jóvenes y la informática

143

las diferencias se ponen a prueba cada vez con más rapidez. Las identidades culturales se ven forzadas a procesos de redefinición y autoafirmación de manera cada vez más constante. Cada tecnología aporta nuevos lenguajes y nuevas formas de ver el mundo y ciertamente unos grupos son abanderados de estos cambios y otros están a la zaga. A lo largo de esta discusión de datos encontramos que la opción por las nuevas tecnologías está presente tanto en las vocaciones, las metas, así como en los requisitos para la obtención de empleo. Ciertamente un cambio de época supone un cambio de tecnologías, y es en ese sentido que las últimas generaciones no solo se sienten abanderadas de las mismas, sino que las sienten como su entorno natural. Crecientemente los niños acceden al lenguaje informático a edad cada vez más temprana y muchas veces los tiempos de los lenguajes entran en conflicto: mientras los niños construyen su conocimiento desde el hipertexto, los maestros están en el tiempo del conocimiento oral y enciclopédico. El ritmo de avance de las capacidades y aprendizajes de los jóvenes va detrás del avance considerable de la informática. Existe un capital humano acumulado muy importante en materia de conocimiento de programas y de software (en parte incentivado por el fácil acceso al software pirata) que podría ser aprovechado, sin embargo, lo más probable es que todo ese conocimiento y esfuerzo por adquirirlo en las innumerables academias e institutos superiores se esté desperdiciando. Es importante no solo la capacitación en el uso de software o de ensamblaje de computadoras; resulta clave estimular, por ejemplo, a través de concursos, los usos alternativos o empresariales de la capacidad acumulada de software, sobretodo tratándose de esta tecnología abierta que permite combinaciones y recreaciones casi infinitas. La computación no solo es una fuente de empleo futuro, también se constituye en cultura o por lo menos en un instrumento para la producción de cultura. Ahora muchas expresiones juveniles se extienden a la web y tienen como esencia el traspasar las fronteras físicas en este mundo globalizado.


Anexos


147

Anexos

ANEXO 1 Géneros y programas más preferidos Géneros (*)

*

Preferencias

Telenovela

189

Concurso/magazine

116

Comedia familiar

112

Películas

96

Deportes

73

Noticiero

50

Cómicos humorísticos

45

Periodístico/políticos

41

Dibujos animados

36

Informativos de variedades

30

Comedias juveniles

21

Series de acción

20

Infantiles

16

Solo están incluidos aquellos géneros que tienen programas con más de 5 menciones de preferencia.

ANEXO 2 Volumen de horas de consumo por días y tipo de medio Radio

Horas de consumo Viernes

Promedio %

Sábado

Domingo

Viernes - Domingo

Promedio

Televisión Medios

3.7

3.8

6.5

80.4

90.1

98.5

3.7

3.4

5.3

%

64.6

79.7

91.5

Promedio

3.02

3.9

5.1

%

49.4

82.3

89.8

7.7

9.4

16

87.7

97.3

99.5

Promedio %


Anexos

148

ANEXO 3 Valoraciones de los formatos periodísticos Reportajes

Debate

Entrevistas

Credibilidad

Basada en la imagen Se ve, como película Uso de pruebas Desde el mismo lugar de los hechos

Desgaste por enfrentamiento

Desgaste de la palabra Uso de pruebas contra políticos

Verdad

Profundidad Llega al fondo Investiga Comprueba los hechos

Parcializado Parcializado No llegan a acuerdos ni conclusiones Políticos mienten

Utilidad

Denuncia Destape/descubre corrupción Logra influir

Estéril, no llega a nada

Valoraciones

Entretenido, ágil, no aburre El medio es protagonista de hechos

Enfrentamiento/ pugna entre políticos

Conductor

Valoración del reportero

No ordena la discusión Son modelos para hablar

Usos cotidianos

Para conversar en reuniones (insumo)

Debate con miembros del hogar

Relación con lo político No se trabaja la corrupción

Desenmascarar al político

Maltrata a unos y adula a otros Debe capacitarse

Desmentir al político

del gobierno

Pedagogía

Es claro, uno ve con sus propios ojos Se queda a medias Es complejo muestra la realidad No queda claro

Usan palabras difíciles

Participación

Puntos de vista de los protagonistas

Formulando preguntas

Demandas

Trabajar más lo político no solo lo policial urbano

Opinión de público

Participación del público en las preguntas Mayor preparación de los temas


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