Verano

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campotraviesa

revista de poesĂ­a

nro 3 - Verano


REVISTA CAMPOTRAVIESA Revista de la Editorial Campotraviesa N° 3 - Verano 2014 Dirección: Violeta Pastoriza y María Lucesole Colaboradoras permanentes: Mara Pedrazzoli y Ana Inés López Diseño: Violeta Pastoriza Corrección: María Lucesole Imagen de tapa: Vermelho - Camila Martins - (acuarela)

pueden escribirnos a editorialcampotraviesa@gmail.com Facebook: Editorial Campotraviesa Agradecemos a Blatt & Ríos, por el apoyo logístico, a Mariana Ostinelli, que dictó varios textos para tipear en Lobos, a todos los poetas y artistas que comparten sus obras.


CONTENIDO Blues de las adolescentes / Raúl González Tuñón 4 El verano / Francisco Garamona 6 24 de abril 2010 (uno más como una triste campana) / Laura Estrin 7 En este mundo la libertad es muy sospechosa / Florencia Minici 8 Footing / Santiago Venturini 9 El olor de las toallas / Fernando Callero 11 Verano / Nicolás Pedretti 13 En este día / Daniela Sabanes 14 Las Manchas / Carlos Godoy 15 Sobre Sánchez / Osvaldo Baigorria (fragmento) 16 Tristezas del vino de la costa o la parva muerte de la isla Paulino (fragmentos) / Haroldo Conti 18 Lo que une un colectivo de distancia / Alfonsina Brión 20 Gorch / Miguel Ángel Petrecca 21 Arequipa, Perú / Alejandro Jorge 23 Zapala / Lizzi Argüelles 24 El edificio del Plata / Elisa Palacio 25 Asamblea y José María Moreno / Rosario Bléfari 26 Bar americano / Rosario Bléfari 27 El cambio de las estaciones es la vida y la muerte vistas con suavidad / Dorothea Lasky 34 28 - (Otra Versión del 27) / Sam Pink 35 El té se toma oscuro y en taza chica / Martín Gambarotta 36 En memoria del pescado frito / Martín Gambarotta 37 Somos elefantes / Diego Vdovichenko 38 El hombre mate / Damián Ríos 39 10 / Ezequiel Alemian 41 Qué hacés acá Botella? / Francisco Bitar 42 Vuelve el tequila / Florencia Minici 43 Diario del Tigre / Susana Pampín 44 La paz y el pasto por Juan Laxagueborde 48 Botafogo por Violeta Pastoriza 50 Podría quedarme / Mariela Gouiric 51 Bardo por Ignacio Barsaglini 53 Todo tiempo hablado es crimen por Neo Vera 55 Le gusta usar el secador de piso mientras se ducha / Daniela Sabanes 60 Insensata / Eliana Navarro 61 Esa camiseta de algodón / Antonela Ferrari Milano 64 Deseo / Cecilia Pavón 65 Siesta / Julia Lucesole 66 Poesía en las redes por Ana Inés López 67 Poetas 74


Verano

Blues de las adolescentes / Raúl González Tuñón

A la hora en que yacen entornadas las ventanas de los chalets a la hora blanca a la hora dorada a la dulce hora en que parten los veleros hacia las islas, las adolescentes salen del agua clara las adolescentes se tiran en la arena las adolescentes tienen la voz húmeda las adolescentes escuchan el cálido blues de los mediodías las adolescentes maduran sus senos mientras las flores llenan todo de un rural aroma mientras las cigarras, ah, las cigarras cantan en lo alto de las palmeras. Jébele tiene quince años y ha ido a la playa ha ido a una reunión de estudiantes ha subido conmigo a un ómnibus ha estado ojeando libros y estampas ha brotado de pronto del día su hermoso cuerpo de islas y de trópicos. Hace tiempo, no mucho, que yo no sé nada de ella. 6


#poemas de la estación

Pero no puedo ver aire y plantas y agua y sol ni oír blues o graciosos vientos que mueven las veletas sin acordarme de Jébele. Su nombre bíblico me habla de frescos hules sobre las pequeñas mesas de grava perfumada en las plazas abiertas cerca de los ríos, a la hora en que vienen del fondo de los mediodías las voces misteriosas de la tierra. Y ya es imposible no desear la adolescencia, su gloria liviana y áspera, su ácido olor a fruta mojada. Jébele tiene quince años y ha venido a la playa. Yo veo cómo la acarician los elementos y estoy lleno de tierra y agua y fuego y pienso en algún mapa que he visto, en donde ni mencionan el nombre de las islas perdidas. A la hora en que esas islas salen a la superficie Jébele las recorre como una joven pantera, está alerta y respira con todo su cuerpo y ha ido a una reunión de estudiantes y ha viajado en ómnibus conmigo mientras desde el fondo de los mediodías subía un rumor lejano de ocultos archipiélagos. (publicado en: La calle del agujero en la media. Todos bailan, Buenos Aires, Seix Barral, 2005 [1° ed. 1930-1935])

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El verano / Francisco Garamona

08.

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azufre por el que se desliza una cuerda o la destrucción de un verano soldado con estaño a los techos de las casas

hoy no estoy es la mañana con las chicharras en los árboles bajo por la calle en bicicleta y las mariposas de aserrín se reflejan en las vidrieras de los negocios cerrados: es domingo, tragan la leche de la arena y yo las miro aparearse muellemente, para terminar con el verano que hizo ayer, porque recién está empezando. ahora bandas blancas de silencio.

en la calavera de un estudiante de medicina una grieta parece un arroyo en el mapa de la pampa. 22. sacame una foto para que el verano me quede de recuerdo.

(publicados en: Cuaderno de vacaciones, Buenos Aires, Siesta, 2003)

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#poemas de la estación

24 de abril 2010 (uno más como una triste campana) / Laura Estrin

como cuando íbamos en la isla con mosquitos y protector en el parabrisas -“no porteñitos” es la voz del abueloy éramos los que siempre seguíamos sin histeria sin liviandad sin cambio

4 de octubre 2007 / Laura Estrin

(no pierdo esa idea) como una isla dijo: “qué linda sos” y giró como los años

(publicados en: A maroma, Buenos Aires, Letranómada, 2010)

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En este mundo la libertad es muy sospechosa / Florencia Minici

Ponele que te atan en la playa principal de Camboriú: al sol que baja recién a las siete, apenas, un fresco que viene del agua chocada en el morro. Estás libre a la noche, y podés salir a buscar lo que quieras pero no soportás ni una gota de aire en toda la espalda, y al Centro te lo conocés de memoria. Volvés a tu cuarto y ahora no sólo quemada, también aturdida la sábana pica en cualquier posición. (publicado en: Las atracciones, Buenos Aires, Gog y Magog, 2010)

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#poemas de la estación

Footing / Santiago Venturini

Cuando los habitantes de esta ciudad se aburren de sus vidas modestas, cuando creen desesperadamente en la salud, salen a los parques. es una noche rigurosa de enero: el gas del aire anestesia a los grillos y los árboles, los adolescentes transpirados corren en cardúmenes: todos son idénticos a sus padres, muchos van a repetir sus vidas, pero ahora son soberbios y puros y en la velocidad es lo único que saben. los humanos crecimos viendo el espacio por televisión, pero ahora veo que las galaxias no están a años luz de nada: son esos insectos que giran elípticamente hipnotizados alrededor de los postes de luz, esas mujeres parlantes y bronceadas que dan vueltas con zapatillas blancas de la misma forma en que alguien, que tal vez soy yo, 11


Footing @ Santiago Venturini

gira alrededor de lo que pasó: bocas brazos cabezas, dos respiraciones que se tocaron en una pieza cerrada. alguien se volvió real como el verano. los gimnastas estiran sus piernas sin hablar, se doblan sobre el césped como bailarinas sin técnica. cansado voy a volver con la ropa mojada hasta esa casa en la que una vez dijiste que así son las cosas, que no somos nosotros los que eligen, pero yo por una vez creí que había elegido algo (publicado en: El espectador, Buenos Aires, Gog y Magog, 2012)

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#poemas de la estación

El olor de las toallas / Fernando Callero

El olor de la toalla con arena Ese regusto a fierro del aire, en la playa, cuando se viene la tormenta El olor del telgopor mojado de la conservadora que al mediodía chillaba cuando le sacabas la tapa, porque el hielo nuevo conservaba el frío seco, pero a la tarde, cuando todos empezaban a aburrirse y a revolver lo que quedaba, boyaban desprendidas las etiquetas de las botellas en el agua sucia Mi viejo acarreaba al auto las cañas, me hacía una seña para que yo juntara el termo del jugo antes de que la crecida se lo lleve, como al otro, robándolo, distraída, del pedregullo de esa islita que cuando quisiste acordar, no estaba más, ni la islita ni el termo anaranjado El olor de los pescados moribundos en el balde El olor de la malla de lycra de tu prima El vapor que salió cuando cagaste atrás del árbol espiando entre las ramas cómo los otros jugaban carreras del tronco a la isla, sin tocar el barro del fondo, porque ahí a Cecilia la picó una raya. Volver buceando a la orilla por abajo del sillón donde mamá toma sol. 13


El olor de las toallas @ Fernando Callero

Cazar una rama. Trepar agarrado a las escobaduras la barranca. Si te cruzás con una de las chicas la tenés que empujar, pero te aburrís y te vas a revisar las botellas hundidas con el culo roto y adentro pan, para que entren las mojarras. El olor a nailon de la carpa El suspiro del cierre cuando abren de afuera y adentro resuena seco, como una campana de tela. En esta carpa nadie duerme Se escucha cómo afuera alguien prende un pucho y mea, otro que en la hamaca toca la guitarra Y rasguña las cuerdas Y rasguña las cuerdas Y rasguña las cuerdas. (publicado en: Joya, Buenos Aires, Colección Chapita, 2009)

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#poemas de la estación

Verano / Nicolás Pedretti

Los cabezas llegan a la playa en bicicletas, las tiran en la arena y se meten al mar con sus mallas rotas y harapientas, mallas del setenta y del ochenta, mallas desteñidas, de fucsia desteñido, de rosa chicle y amarillo flúor desteñido, mallas que les regalaron en Cáritas, que encontraron tiradas en la calle, que vieron colgando del cable del tender. Esto no es culpa mía, dice mi madre escondiendo la billetera en su bolso, esto es un problema de clase. Mientras los cacos corren como liebres por la playa, masticando arena con chicle, formando globos tutti-frutti de arena y caracoles, levantando ojotas al ras, mangueando churros, pidiendo monedas, mangueando churros y mangueando puchos. Molestando a la gente bien, que viene a la playa a descansar, a enterrar a sus hijos rubios y gorditos en la arena. (publicado: Somos de clase media, todos nuestros sueños se hacen realidad, Buenos Aires, Campotraviesa, 2012)

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#poemas de la estación

En este día / Daniela Sabanes

en este día de gusto a sal en la boca o de gusto frutal en la tuya tan diciembre con tormentas de agua que sube y alcanza los colchones o que baja escalones y arruina libros de arte de mucho precio y de alto valor afectivo o de gusto a crema de cacao cuando baja la humedad y los labios se resquebrajan cacao que deja sabor a cereza en los labios de las mujeres en este día quiero volver a estar en un campamento de la Iglesia Metodista 16

realizado en Ingeniero Maschwitz o en el Colegio Ward con unos nueve años de edad y un verano por venir sin saber qué son exactamente el gusto frutal las mujeres o las tormentas de agua que baja. (inédito)


La isla

Las Manchas / Carlos Godoy

Nuestra tierra puede verse desde el cielo como dos manchas de un test de Rorschach separadas por apenas un pequeño espacio en blanco. Los geólogos dicen que antes estaban unidas, formando una sola mancha aislada de otra gran mancha madre, ubicada hacia el oeste, de la que se desprendió millones de años atrás. Si nos concentramos en sus bordes irregulares podemos ver que, de tratar de unirlas, coincidirían como dos piezas de un rompecabezas. Los geólogos estiman que van a seguir separándose pero, al contrario de lo que sugeriría la lógica, no de este a oeste, sino de norte a sur; hasta que un día ya no queden enfrentadas. Actualmente las dos manchas forman parte de algo. Una cosa estable y homogénea que podría llamarse provincia, principado o simplemente zona. Digo actualmente porque es probable que en un futuro, cuando ya no estén enfrentadas, quieran ser cosas distintas. Dejar de estar atadas a eso que las mantiene cerca, unidas e iguales. (publicado en: La construcción, Buenos Aires, Momofuku, 2014)

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Sobre Sánchez / Osvaldo Baigorria (fragmento)

(...) La leyenda del escritor aislado que dispone de tiempo y espacio y cree inspirarse en soledad. La noche, el mal llamado silencio que es canto de ranas, ladrido de perro, salamandra con chimenea tapada, poca leña seca, estufa a gas de garrafa medio vacía y medio llena, como todo. Pero de escribir, nada. No es que sienta nostalgia por la página en blanco sobre el cuaderno de notas o la máquina Olivetti. Aquí hay encendida una notebook con infinitos archivos a medio leer que ocupan memoria, recuerdan que hoy se lee y se escribe rápido, mal o bien, hoy quien escribe necesita soledad a veces: las más precisa conectividad, sonido, feedback, charlas o chats para cambiar, temas, citas, lecturas en red, intertextos. Y algo de dinero, por supuesto. No demasiado aquí en el delta, porque la vida es más barata: solo alimentos, alcohol, porro –esto también se puede sembrar. Pero de escribir, olvidate. Juan L. Ortiz: dulce es estar tendido a la orilla del arroyo, junto a una hierba. Siesta, soy un niño dormido. Pero también: el abismo de la noche, de la gran sombra, de la ráfaga del vacío. Luchan las energías oscuras, este río es la muerte, la zona de fuerzas de donde surgió la forma, ¿era esto la vida? ¿Este río es el río o una cinta de sueño que se va hacia la muerte? En la letra popular: “Uno está donde uno quiere / muchas veces sin pensar” (Atahualpa). O más bien prosaico: la vida isleña es dura, el agua crece y deja barro que después hay que limpiar a baldazos y manguera, refregar con escoba, cuidado de resbalar, las botas no sirven, mejor es descalzo. El turista de día o fin de semana no lo sabe, en especial si le dan todo barato o regalado, el parque limpito por algún cuidador que habla en guaraní, la casa en orden. Los quiero ver en cabaña que es vivienda única, sin tener dónde escapar en invierno o con sudeste fuerte en verano. El turista ve la belleza en superficie pero acá hay fondo, agua oscura, vida de pantano. Aquí la vegetación avanza y las aguas vencen a la carne, la piedra y la madera. Hay que cortar el pasto, cargar el tanque de agua, echarle lavandina, sulfato de aluminio, juntar o comprar leña, acarrear o hacerse traer bombonas de repuesto para que el gas no falte, encadenar la garrafa sujeta con candados para que no la arrastre la crecida ni nadie se la afane. Problemas del sedentario que el nómade desprecia o ignora: cuando alquilaba podía quejarme al dueño, reclamar un arreglo, o esperar al fin del contrato de alquiler para renovar o mudarme. Con casa propia aumentan los problemas, no hay nadie a quien echarle la culpa, se está completamente a solas con esta construcción o entelequia que vive en uno tanto o más de lo que uno vive en ella. Además, al quehacer normal de toda casa acá hay que agregar todo lo que impone el humedal: limpiar el barro en los caminos a balde de agua y secador, cebar la bomba para que succione, aprender a cortar los caños y hacer nuevas roscas con una terraja, poner teflón donde esté flojo, perder el día entero en conseguir 18


#la isla

un tornillo en la ferretería que a alguno le quedará cerca y a otro a una hora de distancia –depende de si va a pie, piragua o canobote. Y mejor no tener una lancha cara porque habrá de encadenar el motor al muelle para que no se lo roben en alguna noche oscura. Aun cuando todo funcione, hay días miserables. Llueve, el agua puede estar baja o alta (la lluvia no influye en la crecida, sí el viento), pero se la siente desde arriba, abajo y los costados: humedad al 180 por ciento, oscurece a las cinco de la tarde, se descarga la tormenta que amenazó todo el día, las chapas golpeadas por un goterío que parece granizo y a veces lo es, rayos cerca, vibran los iones, rogar que no se corte la luz eléctrica (que se corta a menudo), rogar que el dios del viento escuche los ruegos, porque la mayoría de las veces no escucha. A veces sí. Y que nada se descomponga. Sin luz no hay teléfono ni internet. Sin luz puede no haber energía para el motor de la bomba de agua, y quizá a la falta de luz habrá que añadirle la de agua. Hay que arreglar lo que se rompa o no funcione, aceitar las herramientas, el machete, pinzas, llaves inglesas y francesas, pico loro, tijeras de podar. Si algo falla, no hay (casi) nadie a quien recurrir. Un electricista tarda meses en venir a arreglar una emergencia y tampoco se puede estar seguro de que no sea un ladrón o un chanta. Plomeros no hay o son todos. Si hay gente por ahí, vecinos que pasan en lancha o en canoa, algunos a pie sobre el tablón que hace de puente para cruzar la acequia, hacia la proveeduría, se saluda, buen día –buenas tardes, y listo. Cada uno a su aire. Como la mayoría vino aquí a vivir tranquilo, la presencia del otro es más bien un fastidio. Encima la población crece, hay más turismo, contaminación, basura. Lo único que se mantiene es la hostilidad natural del delta. En fin, que para cortar la queja lo mejor es afirmar lo contrario. Adaptarse. Porque cuando por fin se deja de lidiar con la casa y su deterioro a causa del medio ambiente, de eso que llaman naturaleza, compuesto de agua, bichos, plantas, mierda y que cae a raudales desde los cielos o desde los ríos del norte, ya pueden haberse ido las ganas de hacer “trabajo intelectual”. Si el día está lindo, el agua calma, opaca, incita a la contemplación. Y también a la melancolía. De blues. Muddy waters. En el invierno, ese humor se vuelve más intenso. Aislarse, devenir isleño, encerrarse. Uno solo contempla el río, los sauces, y no tiene ganas de mover un dedo ni para señalar la luna. (publicado en: Sobre Sánchez, Buenos Aires, Mansalva, 2012)

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Tristezas del vino de la costa o la parva muerte de la isla Paulino (fragmentos) / Haroldo Conti

La cosa pudo empezar con un cantito del Chango Rodríguez, una “marea” titulada “La Balandra” que dice por ahí: Las cuatro bocas del río, cruzando la lancha la isla Paulino, cubierta de flores allá entre los lirios igual que las aves yo tengo mi nido. Lo de los lirios supongo que es una licencia. Además no sé de ave que haga nido entre los lirios. Pero conociendo la isla uno puede imaginar tales extravagancias y muchas otras. Hay 4 lanchas que hacen el cruce, que tarda unos 20 minutos: Tigre, Sta. Teresita, Golondrina y Picaflor. Éstas son. Se trata de pequeñas embarcaciones con cascos de líneas reconocibles como de los años 30, con motores nafteros adaptados. Nosotros embarcamos en la Santa Teresita, equipada con un Ford A, con capacidad para 30 personas haciendo fuerza. Tiene un letrero al frente que dice: “Al que madruga Dios lo mira con asombro”. Embarcan con nosotros una serie de personajes que luego tropezaremos en cada recodo de la isla, de manera que terminamos por tener la sensación de que la isla fue a habitarse con nosotros. (...) Pasamos frente a las oxidadas ruinas del frigorífico Armour y hay una mención, de las mil que habrá, a otros tiempos, a otra Argentina cuando las lanchas iban cargadas de gente que venía a tirarse unos pesos a la isla en copas y asados y bailantas y eso parecía normal, que la gente tuviese su tiempo para trabajar y su tiempo para rajarse una farra. (...) El río se ensancha y navegamos por la primera estrofa del Chango Rodríguez, entre altos barcos que lanzan sus proas sobre nuestras cabezas y estiramos el cogote para tratar de ver la Isla Paulino, muy de aparecida. En realidad no hemos hecho otra cosa, desde que salimos, que costear la isla, pero recién ahora se 20


#la isla

abulta y verdea como una verdadera isla, a la derecha, muy bonita, medio isla, medio barco encallado con su verde arboladura a este viento del verano que sopla caliente desde el oeste, pampero para nosotros, viento de bajante, “maestral”, y más probablemente mistral, para los pescadores de la zona, que lo nombran de oído. (...) Ya me hablaron de la creciente, por supuesto. Todos hablan de lo mismo, tarde o temprano. En general, todos viven de recuerdos, de la isla que fue y hablan de los tallarines de Pagani o del vino de la costa, que ya casi no se cosecha, y de la gran creciente del 40 como si hablasen del viejo o de la vieja. Viven entre recuerdos. Pateando sombras, que se cruzan por los senderos y se descuelgan de las paredes de chapas de zinc, lo cual ya es una antigüedad. ¿Quién diablos puede darse hoy ese lujo? Antes eran las casas de los pobres. Una casa de esas, sobre terrenos fiscales, hoy día, una como la de don Ernesto Domingo Trillo, por ejemplo, que es la que vamos a habitar en los próximos días de la memoria, se cotiza en unos 6 palos. Hace dos años Trillo la compró en 300 mil pesos. Compró el derecho de arrendamiento, se entiende. En realidad no se sabe muy bien lo que compró. Nos llevará un tiempo aclarar la propiedad de la tierra aquí en la isla. (...) La isla está ahí, fantasmosa, pero entre sus árboles viven hombres de carne y hueso que esperan a pesar de todo esas ligeras amarras que la salven de irse a pique para siempre. Yo mismo mientras recruzo el río no pierdo la esperanza porque, vaya vulgaridad, todavía creo en el hombre y creo en este país y me juro sobre el tembloroso Ford A que empuja nuestra frágil madera que volveré un día a echar la meada inaugural en el baño público de la invicta y soñadora isla Paulino. Antes de trepar a nuestro leal Renault que no se ha movido, ni lo han movido, de debajo del plátano me vuelvo por última vez y dedico una última mirada a la isla que asoma por detrás de los barcos podridos. Y pienso, antes de girar la llave de contacto, con una punta de la isla en el espejo retrovisor, que si don Pedro de Mendoza le hubiese chingado por unos grados habría fundado Buenos Aires en la isla, lo cual habría sido peor para ésta que la creciente del 40, y yo en este momento estaría partiendo de la tumultuosa ciudad de Paulino hacia un lugar nostálgico y desconocido llamado Buenos Aires.

(publicado en: revista Crisis, N° 36, abril de 1976) 21


Siete poemas sobre ciudades

#Mayor Buratovich

Lo que une un colectivo de distancia / Alfonsina Brión

Lo que une un colectivo de distancia corta entre mi pueblo y el que viene, no es un pespunte dibujando un perro, un trébol. No viene en una revista para que los niños tracen figuras. El chofer transpirado, el escudo de Villa Mitre pendiente del retrovisor. La mujer boliviana que descola cebolla en Buratovich. Su bebé argentino acunado en la espalda. Los colores del aguayo que lo cobija, una inscripción bordada a mitad del entramado “llorarás cuando me vaya”. (publicado en: Papel cebolla, Montevideo, La propia cartonera, 2010) 22


#Gorchs

Gorch / Miguel Ángel Petrecca

Nada te impide decir mientras andás lento, escuchando el ruido de los insectos al despertarse: me gustaría vivir en un pueblo como éste donde cada tarde parece la víspera de un feriado y esperar en el andén el único tren del día, sentado en un banco con un trago cerca, para volver sin nada que hacer al único bar a ver caer el sol a través de los ventanales. Nada te impide pensar esto o algo así, e imaginarte asistiendo sin falta los domingos a las citas del Club de Observadores de las Nubes. Sin quemar las naves de forma drástica, manteniendo en teoría la puerta entreabierta, podrías ya mismo dar los pasos necesarios enviando sin explicaciones, en un par de líneas, un parte de ausencia por tiempo indefinido. Para la invisible contabilidad que lleva el balance de cada movimiento tu llegada contribuiría a anular la resta de algún viejo recién fallecido, o el éxodo de un joven estudiante hacia la ciudad, como una pieza de repuesto enviada desde lejos. Tal vez no llegues nunca a encajar en este lugar, pero tal vez tampoco encajabas allá del todo, y cuando, al tiempo, dejes de mandar y recibir cartas, o de esperar un llamado para tu cumpleaños, parecerá como haber empezado de cero otra vez, sin antecedentes molestos ni anécdotas vergonzosas, ni muertos esperando en el cementerio su tributo. 23


Gorch @ Miguel Ángel Petrecca

El último pedazo de la tarde se engancha como un vagón a la locomotora que lleva el día a la rastra, cuando al girar en una esquina reconocés la imagen de una casa vieja con el cartel de EN VENTA, y te das cuenta que volviste al punto de partida. Ya completaste un círculo, ya tenés en la cabeza un croquis o algo así, y cuando estás de nuevo en camino, o en casa, hay algo tuyo que sigue acá dando vueltas, una parte de vos, que se para en una esquina cualquiera y mira unas nubes, una pala contra una pared, una ventana, y se pone de nuevo en marcha, sin comentarios. (publicado en: La voluntad, Buenos Aires, Bajo la luna, 2013)

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#Arequipa

Arequipa, Perú / Alejandro Jorge

Ella trabajaba en una juguetería, a dos cuadras de la facultad donde estudiábamos. Yo iba a buscarla a la salida, o al mediodía, y tomábamos un helado en el patio de la facultad. Durante todo el primer mes de ese otoño no hubo ni una nube. Ella pedía crema del cielo, o menta, todo el helado entero de un solo gusto y usaba pantalones rosa, con borceguíes, o unas zapatillas blancas con rojo, y por las noches minifaldas. La mayor parte del tiempo la besaba o la escuchaba hablar. Me ponía sobrenombres, cosas que quedaban en mi cabeza durante el resto de los días. (inédito)

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#Zapala

Zapala / Lizzi Argüelles

Mi viento, ese de la esquina de tierra, hojas duras y crocantes mi terreno, mi pueblo casa mi perro, mis perros. Nariz de frío y orejas con tierra. Silbidos que no son de boca. Misterioso es el amor de las familias en los pueblos. Quereme mucho en mi mini pueblo madera hormigón chapa construcción ánimo a descubrir, a querer por sobre eso y esto. Música que empina la ruta que va hacia un lugar lleno de álamos blancos de cuarenta años que parecen de quince. Nada crece mucho, nada se riega ¿Y la lluvia, dónde está? Tierra con viento. Acá sólo hay, mucho viento. (inédito)

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#Buenos Aires

El edificio del Plata / Elisa Palacio

Hace un año y medio que trabajo en el Edificio del Plata. Queda enfrente del Obelisco de Buenos Aires. Es un edificio moderno, muy adelantado para la época. Antes, en este espacio había un mercado, el primer mercado de abasto de la ciudad:

por horarios, por salarios. Hace un año y medio que trabajo en el Edificio del Plata. Por la ventana veo un cielo azul y una casa estilo Mar del Plata construida en la terraza de un edificio cualquiera. Parece que flota.

el Mercado del Plata. Lo pienso como un objeto gigante, un objeto dormido. Un bloque enorme de cemento y vidrio, inmóvil. Un robot atascado en el pavimento, hundido por su propio peso.

(inédito)

Adentro, estamos todos organizados por jornadas, 27


#Buenos Aires

Asamblea y José María Moreno / Rosario Bléfari

Hay viento en las cinco esquinas, apenas entra a este bar por las rendijas de las ventanas, pero ese soplo que llega helado me obliga a ver ahora todo en una transmisión a la distancia. Sus pisadas, que se borran, apenas marcan los pastos de las zonas rurales un instante, al siguiente sus pies presionan la tierra prolija, labrada, lista para recibir la semilla o tal vez recién levantada la cosecha del verano. Vaya uno a saber las costumbres agrícolas de esas tierras. Sale el sol y se esconde todo el tiempo y eso también me lleva a otra parte. Mi madre me decía “cómo te gustaba el viento, hija mía, cuando eras muy chica” y yo digo no me saquen el viento, qué me importa si mil veces es nombrado, yo siempre tengo el viento en la punta de la lengua y sopla o se aquieta pero trabaja conmigo a toda hora. Su padre la llevó en brazos a pasear entre los árboles gigantes de Concepción y allá arriba las copas de esos pinos se movían enloquecidas y rechinaba la madera de troncos y ramas. El cielo aparecía en el fondo, fondo alto, alto, y ella fue expuesta en sus primeros meses de vida a todo eso, mientras en un muelle distante practicábamos guitarra y trompeta los muy empecinados en la versión. (inédito)

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#Buenos Aires

Bar americano / Rosario Bléfari

A las cuatro y media de la tarde, en primavera, la luz es muy buena en este bar. Se aconseja sentarse en la mesa número tres, entrando, de la mano izquierda. El café es marca Siboney de Villa Ballester y lo preparan muy bien, nunca quemado. Me gusta cómo la luz se refleja en el verde claro de la fórmica de las mesas y en los marcos de las puertas: esas que se pueden abrir por completo plegándose en cuatro o sólo abrir una, según la temperatura. Los vidrios están muy limpios. Las tazas, los platos y el porta sobrecitos de azúcar llevan el logo con el nombre: Bar americano con una palmera y una playa de arena blanca. Un tipo que estaba loco decía con rabia que los suburbios encantan a los de la capital por una especie de búsqueda de lo exótico, una sensación de estar en otro lado, después de cruzar el riachuelo o la General Paz. Es cierto, hay algo emocionante al salir del propio pueblo, sea el centro o la periferia, el asunto es cruzar el puente, la frontera ilusoria, tomar el tren. En la velocidad del tren y la altura, casi siempre va un poco más arriba de la calle, o más abajo, en la visión que propone de los barrios en travelling rápido con mucho cielo, con otra perspectiva, se siente algo parecido al comienzo de una aventura. Vine muchas veces para estos lados y ya me resulta un poco familiar ser “extranjera”. Me da risa que los lugareños ven todo muy distinto. No aprecian este bar, por ejemplo. Pero yo, que soy una mujer de bares, sé lo que hago. Un premio para el Bar Americano. (inédito)

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LOS COMPAÑEROS POETAS

Revista Espejo. El espejo que transforma la realidad por María Lucesole

La noche como una maqueta desierta, un auto que no se ve pero que deja su estela de sonido durante más de diez segundos, a lo lejos; las calles de tierra a los costados, la belleza de un parque deshabitado, los mismos juegos de material que usabas cuando eras chica, los puentes que cruzan el canal, los ladridos estruendosos de los perros del otro lado de la vía, club Los Naranjos, club Madreselva, club Provincial en Empalme, la vía del tren, desde la Laguna hasta Empalme –ese es el trecho, más o menos, que nos atraviesa- la imposibilidad de no ver un cambio de una semana a la otra: un local que abre, un local que cierra, una casa que pinta su fachada, los adoquines que son tapados por el asfalto para que los autos puedan circular con mayor comodidad. Algunas frases que se pueden escuchar después: “cómo se extrañan los adoquines”, algunas canciones que pueden resonar también: “el empedrado está tapado, pero ahí está”; esa mezcla de eternidad, de detención y a la vez de devenir constante, la imposibilidad de parar el tiempo pero siempre el recuerdo clarísimo de lo que en el pasado ocupaba el lugar que ahora ocupa un elemento nuevo. Esa contradicción permanente, esa lentitud de tierra volando, de autos que te permiten caminar durante un rato adentro de una nube de polvo, el silencio cortado por el grito lejano de algún otro, llamando a algún otro, 30

cada vez más lejos. Arriba de todo esto un cielo clarísimo, amplísimo, abierto. Los tilos de la avenida, los atajos entre los silos y el hospital, las estaciones, los carteles de “caballeros”, “damas”, “jefatura” de este lado del andén. Estación Lobos, estación Empalme Lobos, mucho más allá del centro, mucho más antigua y más recordada. Los yuyos trepando hacia el andén como si fuera musgo en acantilados a escala. Los rieles tapados por pasto, el puente de la vía, la sensación poco precisa de estar en el presente, de no haberse quedado en un tiempo levemente anterior, o de no estar viviendo mientras hay otro mundo que duerme la siesta. Las cotorritas en verano rondando las lámparas del patio de todas las casas, los juegos verdaderos de las veredas, las ventanas y las puertas abiertas para que desde la calle hasta el patio corra el aire, pase el viento, como si la casa no quisiera entorpecer completamente el curso de los acontecimientos. El centro y toda la maravilla de alrededor: los demás barrios, los caballos en los baldíos, gallinas en la puerta de la cocina, cortinas de tira, gomas de autos haciendo de hamacas, mesas de chapa debajo de parras o de árboles, los habitantes de la casa tomando mate al fresco, los hijos pensando qué hacer con todo un día por delante, las casas con patio en el frente. Las bicicletas, el aburrimiento a las cuatro de la tarde, el callejón de atrás del parque, el


#Revista Espejo

matadero, las quintas nuevas de los otros, calles con nombres de árboles y enredaderas. Entre otras tantas, una de las sensaciones que se tienen de nacer y vivir en un pueblo de 40.000 habitantes es una mezcla de desolación y belleza a veces insoportable, de arraigo y exilio a la vez, y entre las situaciones en que ese sentimiento se sustenta, está la de saber que un día de semana nunca va a haber abierto un lugar para tomarse una cerveza, y si lo hay, va a estar vacío, y si no lo está, va a estar poblado escasamente por conocidos que, por códigos realmente estúpidos, aunque se vean todas las semanas, no se saludan. Esto por un lado, esto en este pueblo del que hablo, esto en Lobos, provincia de Buenos Aires. Esto sucede o sucedía sobre todo en la época de la adolescencia cuando todavía no se aprendió demasiado a encontrar los caminos de los costados, los márgenes, los lugares increíbles que puede haber en medio de lo que se ve, de lo obvio, de tanta gente resignada al entretenimiento de novelas pueblerinas, de chismes que hacen soportable las cervezas en los bares, con personas por las que no se siente un afecto real, grupos de gente que se conoció en instituciones que no eligió, prestablecidamente y que nunca se planteó que quizás no estaba ahí el amor verdadero, no estaban ahí los verdaderos afectos, sino que había que abrir un poco más los ojos, o descansar la vista, como se hace con la pantalla de la computadora, cuando se te cansan los ojos y mirás un rato la pared, o como se hace con el horizonte, cuando estás en el campo y dejás de mirarle los ojos a alguno para llevar la vista un

poco más lejos, hasta el fondo del paisaje. Todo esto, por un lado. Porque al principio todos vamos, un poco por inercia, hacia el centro, vamos cayendo hacia los mismos lugares, compartiendo momentos con personas que a veces no son más que enemigas. Todo esto por un lado, y por un determinado tiempo, porque todo lleva su aprendizaje, la cabeza y el corazón de algunos comienza a abrirse y a dejar atrás lo que no aporta demasiado a nadie, las calles se abren también, y de repente estamos caminando por otros caminos mucho más cargados de cosas que nos tocan de verdad, que están relacionadas, de algún modo, con sentimientos, sensaciones, pensamientos reales, genuinos, que abren y no –ya nunca- que cierran. Les pido a los integrantes de la revista Espejo que me manden un texto sobre cómo se creó la revista, cómo se armó, qué vendría a ser si tuvieran que definirla. Benjamín me responde con un texto donde no hay duda del sentimiento que lo sostiene, que por momentos se desborda y atraviesa las palabras. Después me pongo a escribir esto para arrancar a hablar de la revista y de repente estuve pensando dos páginas en Lobos, en el pueblo natal, que siempre está ahí, quieto, en el mismo lugar en el que lo dejaste la última vez que lo viste y ese pensamiento me lleva a imaginarme a la gente de la revista Espejo caminando por el pueblo en distintas calles, en distintas situaciones y los encajo en algunos paisajes diferentes, no hay forma de confundirlos con todo lo que por inercia un día cayó y quedó en el centro, aceptando códigos sustentados en la estupidez o 31


Revista Espejo @ María Lucesole

saber que un día de semana nunca va a haber abierto un lugar para tomarse una cerveza, y si lo hay, va a estar vacío, y si no lo está, va a estar poblado escasamente por conocidos que, por códigos realmente estúpidos, aunque se vean todas las semanas, no se saludan. el odio, la necesidad de no bajar de la superficie para no mirar mucho para adentro. Otra de las sensaciones desoladoras del pueblo es la de sentir que hay muchas cosas para expresar, que te rebalsan como persona, pero que ahí, difícilmente, puedan tener un cauce. Que siempre pudo haber gente reunida en bares criticando a otra, pero nunca fue fácil crear espacios donde la gente se exprese con libertad, rompiendo con la hipocresía vergonzosa y triste y las intenciones vanidosas de muchos habitantes de algunos pueblos como Lobos, que a veces llevan a consecuencias más graves como la complicidad de desapariciones de conciudadanos en la dictadura; y con el riesgo de que esos espacios de expresión en realidad no lleguen a serlo, sino que estén sustentados por las mismas leyes que supuestamente quieren dejar atrás. Entonces, cuando esta costumbre de trabar la libertad y la libre circulación de ideas es confrontada con proyectos que tienen como primera y clara intención la libre expresión, la crea32

ción y la difusión real del arte y la cultura, esta sensación de desolación pierde poder y se acerca un poco más a la belleza. Pocas veces suceden estas cosas, sucedió desde que empezó a funcionar La Casa de la Cultura, sucede mientras siga circulando la Revista Espejo (seguro haya, por suerte, más ejemplos). Volvés de Lobos a Capital y antes de subir a la combi que, como puede hacerlo un monopolio, cada vez sube más su tarifa porque nadie puede dejar de viajar en esa empresa, agarrás del mostrador una revista Espejo para leer en el viaje. Una puede preguntarse, todos podemos preguntarnos, ¿qué es la poesía? ¿Qué es la literatura? Y qué intenciones tiene que tener un texto para ser poesía, literatura, etc. La revista Espejo tiene otros interrogantes y otras propuestas. La primera intención es la de la difusión gratuita (de la poesía, la literatura, y otro tipo de textos); pero la preocupación de la revista no gira en torno tanto a la calidad, forma, estilo o género de los textos publicados, sino a la necesidad de expresión de un pueblo, a la idea de verdad, a la posibilidad de ser una de las tantas voces: “Espejo nace como la condensación de una gigantesca cantidad de pulsiones de seres diversos que con una coordinación que aparenta aleatoriedad y complejidad lograron dar en una pila de papeles con sus historias y verdades” (me escribe Benjamín). En todos los números de la revista hay una entrevista a algún artista o grupo local (ya sean músicos, artistas plásticos, actores, etc.) y el espacio abierto a todas las personas que quieran


#los compañeros poetas

escribir o dibujar, o expresarse de algún modo. En Espejo hay una clara intención: la de posibilitar y acrecentar la expresión de la gente, intención que, en última instancia, propone la transformación de la idiosincrasia de un pueblo, el replanteo de una forma de ser ya instalada que incluye la hipocresía, la falsedad y la superficialidad y que impide la concientización y, a fin de cuentas, la libertad. Esta forma de ser local se podía sentir (me acuerdo de cuando vivía allá hace diez años) en la educación: instituciones enteras construidas bajo leyes tales como la diferenciación de clases sociales -los de clase media a la mañana, los de clase más baja a la tarde-, la forma de vestir, el trato a las personas dependiendo del apellido que porten; la idea de lo “normal”, intacta, como si fuera un concepto prestablecido: el estado que define la mirada del otro y que coincide con una forma de conocimiento del otro a través de prejuicios: y a veces ese es el máximo acercamiento. Por estas características, que dan vergüenza, pero que, además, pueden terminar causando atrocidades (como ya ha pasado), es que proyectos de expresión y liberación genuinos, pensados, y con una intención clara y desinteresada, son, en los pueblos (en cualquier lugar, pero más en los pueblos) de suma importancia y, a su modesto modo, revolucionarios. Porque como dice Horacio Fiebelkorn: “cuando las ciudades chicas aprendan a ser libres, las ciudades grandes van a desaparecer”. Viendo la edición especial dedicada a Pato Lacoste (profesor lobense desaparecido en la

dictadura de 1976) por ejemplo, está clarísima la función de una revista que pareciera ser el otro lado del espejo del pueblo al que representa: un pueblo tan relacionado con la mentira, con hablar por la espalda, con el ocultamiento, el acallamiento, pero donde ahora existe la revista Espejo (y donde siempre existieron personas que no formaban parte de esta forma de ser promedio) como, en el otro extremo, alguna vez existieron (y seguramente existan) ciudadanos que, sostenidos por intereses personales, colaboraron con la desaparición física de otros. En el texto que me manda Benjamín leo, además, que con la revista surgió el Merendero Hijos del Pueblo: un merendero que se encarga de ayudar con alimentos a la gente que vive en la Estación de Empalme. Que al enterarse de esa situación pensaron qué hacer. Y vuelvo a imaginar a Espejo como un grupo de gente que camina las calles más alejadas del centro, que se topa, de repente con realidades. Que las ve, y que, así como hizo con las expresiones culturales, claramente pensando la cultura como transformadora de la sociedad, y poniendo en primer lugar esta idea, piensa: “pasa esto, ¿qué podemos hacer para cambiarlo?” Va y lo hace.

La revista Espejo es una revista cultural mensual, de difusión gratuita en papel, que circula en la ciudad de Lobos (Bs. As.). Para más información: Facebook: Josepe Espejo 33


responde

Alejandro Jorge

¿Cuál es la función de la poesía? ¿Cuál es la función de los libros? ¿Cuál es la función de los poetas? ¿Cuál es la función de un poema en particular? ¿Cuál es la función de los desplazamientos semánticos de la lengua? ¿Cuál es la función de los géneros literarios? ¿Cuál es la función del sentido común y cuál la función de las batallas en contra del sentido común? ¿Cuál es la función de los amigos presentando libros? ¿Cuál es la función de un proyecto nuevo? ¿Cuál es la función de lo que uno tiene para decir y cuál la función de lo que el otro tiene para decir? ¿Cuál es la importancia de decirlo? ¿Cuál es la función de la censura? ¿Cuál es la función de la autocensura? ¿Cuál es la función de esta década? ¿Cuál es la función de lo diferente y en qué se diferencia lo diferente de lo normal? ¿Cuál es la función de la industria editorial? ¿Cuál es la función de lo experimental? ¿Cuál es la función de las librerías y cuál la función del sector destinado a los niños? ¿Cuál es la función del primer verso de un poema?

[fragmento del texto leido por Mariano Blatt en la presentación del libro Como si yo fuera su novia de Osvado Bossi]

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Cuál es la función @ Triana

¿Cuál es la función de la poesía? La función de la poesía puede considerarse en dos sentidos, por un lado la poesía es precisamente aquello que no puede ser restringido al cumplimiento de una función preestablecida en el sentido utilitarista, o mecanicista, del término al cual estamos acostumbrados; pero, a su vez, funcionar es relacionar un elemento con otro. En este sentido puede decirse que la poesía no es otra cosa que funcionar, es decir, la relación que surge entre la contemplación humana y los sucesos y objetos del mundo. Pero, nuevamente, al potencialmente todo ser poesía, todo ser factible de ser alcanzado por esta relación entre las cosas y la contemplación, y al no haber una única interpretación de esa función, no hay entonces nada que pueda ser relegado a un status inferior como no poético. En todo caso, puede haber intentos más o menos logrados de transmitir o generar esta relación, pero no elementos que no puedan funcionar como poesía, en este sentido, la poesía lo abarca todo. ¿Cuál es la función de lo experimental? La función de lo experimental resulta clave por su posibilidad de disgregar los sentidos, y de multiplicarlos, frente a las construcciones lineales, que funcionan de un modo directo y congregante, aglutinando. En este sentido lo experimental es más bien el reverso de lo funcional, su rol no es cumplir una función, sino más bien ser algo afuncional, inútil. En esta proximidad con lo inútil, se genera una ampliación de dominio para el lenguaje, el sentido, y la sintaxis; y ahí, en algo que no sirve para nada, o sirve para cualquier cosa, puede suceder una semántica irrestricta. Si bien es necesario generar nuevas maneras de funcionar es también generar modos de afuncionar. Cuando todo parece estar interconectado y funcionando, lo experimental suspende la función utilitaria para dar paso a la contemplación. ¿Cuál es la función del sentido común y cuál la función de las batallas en contra del sentido común? La función del sentido común es el despliegue de la red sobre la cual puede darse algo como la comunicación y el lenguaje. Sin este resguardo, no habría nada. La red muchas veces funciona como salvataje, como la red que se coloca debajo de los equilibristas. Las batallas en contra del sentido común son los saltos al vacío. ¿Cuál es la función de un proyecto nuevo? La función de un proyecto nuevo es la de dar al campo de acciones e intercambios, tanto un nuevo punto de vista como también un ángulo de producciones correspondientes a él. Muchas veces puede inaugurar totalmente el punto de vista y otras veces puede ser un polo que nuclee fuerzas que hasta el momento estaban actuando por separado. En todo caso la función especifica es la de diferir. ¿Cuál es la función de lo diferente y en qué se diferencia lo diferente de lo normal? La función de lo diferente es disentir, mientras que lo normal tiende a estacionar el flujo de los elementos. La función de lo diferente es refractar, y a partir de ahí dar movimiento. Es diferir y separarse. 35


El cambio de las estaciones es la vida y la muerte vistas con suavidad / Dorothea Lasky

Hola, El cambio de las estaciones es la vida y la muerte vistas con suavidad, Hola Ey, hola Sube y baja Vi al otoño entrar silencioso en el invierno No es como la muerte Del verde al amarillo al naranja al rojo al negro Hasta un blanco final No es como de la piel al azul Odio, amor De la plenitud a la rigidez Asesinato, sexo No es lo mismo Sucede con una especie de violencia Que una brisa que un día es más fría Las estaciones no son violentas Tal vez sólo apenas más fría El cambio de las estaciones no es una tormenta Hasta el frío final Ey, vos El ojo de la muerte se apaga Vos no vas a pasar con suavidad Es la vida apagándose ¿Y por qué deberías hacerlo? Las estaciones pasan con suavidad, hola Las estaciones, ellas pasan con suavidad La vida no Pasan con suavidad Intrépida, inesperada Poco a poco Ocurre con dramatismo ¿Y por qué no deberían? ¿Por qué no deberían, te pregunto? Si saben que van a volver (publicado en: Pájaro del Trueno, Trad.: Valeria Meiller)

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2 poemas @ Triana

28 - (Otra Versión del 27) / Sam Pink

El sol está saliendo y mi compañero de casa y yo estamos parados en la terraza. Acabamos de volver de una fiesta de cumpleaños de una chica que él medio-que conoce. Tiene un cigarrillo y está mirando hacia donde está apareciendo el sol. “Esto no está tan bueno”, dice. Yo coincido al no decir nada. Termina el cigarrillo y lo apaga contra la suela de su zapato. Después de un largo silencio, dice, “Envejecer significa que te divertís menos y menos”. Yo coincido al no decir nada. Tengo el tipo de sensación fría que hace a los músculos del pecho, como, burbujeantes. Espero no enfermarme y morir. El sueño que tengo cuando me voy a dormir me involucra a mí arrastrándome por un pasillo muy estrecho por un tiempo muy largo. (publicado en: Persona, Trad.: Marina Alessio)

CATÁLOGO: .Persona .Voy a clonarme, luego matar al clon y comérmelo Sam Pink

.Magulladón Jacob Steinberg

.Pájaro del Trueno Dorothea Lasky

.Francisco Laureano Della Schiava

.Dos textos Ezequiel Alemian

.27 poemas con nombres de persona Cecilia Pavón

.Alguna vez pensé esto Mariano Blatt

.Pecés Marina Alessio

.Hikikomori Ellen Kennedy y Tao Lin

.Especificaciones Alejandro Jorge 37


Poemas sobre bebidas

El té se toma oscuro y en taza chica / Martín Gambarotta

Los vecinos no saber tomar té le ponen leche y azúcar para apagarle el sabor asiático. A malaria. Lo toman tibio a la noche con bastones de pescado frito y no antes o después del arroz. Una cosa te digo: que no se vean hebras en el fondo de tu taza y que no te escuche decir que perdiste una herramienta en medio del trabajo.

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En memoria del pescado frito / Martín Gambarotta

En memoria del pescado frito: este vaso de y los datos, las noticias: la casa está llena de mosquitos. Vodka. Vodka con coca vodka con fanta, vodka con cepita, vodka, sal limón, vodka con sprite vodka con pepsi, una bañadera llena de vodka, vodka solo, vodka de nombre ruso destilado en San Luis. Se viene el mes que viene. Se mueve el muelle. Se acaba esta botella. Se termina la felicidad. (publicados en: Seudo, Bahía Blanca, Vox, 2000)

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Somos elefantes / Diego Vdovichenko

Ir a lo de juanjo a tomar la leche, a la tarde, después de jugar a la pelota en la vereda. Acompañarlo a la cocina con la transpiración en la frente ver el tarro de Nesquik, entre las cajas de té y los frascos de café. El tarro de Nesquik de tapa gris en la casa de juanjo, aluminio que se entrevé en las fisuras del envoltorio gastado, sin tanto amarillo ni azul. Sonreírle para responder tres, tres están bien. Ver las pelotitas de cacao que emergen desde el fondo de la taza y explotan formando islotes oscuros sobre la laguna blanca. Era hermoso jugar con la cuchara luchar por retener un grumo que se contenga en sí mismo, para que caiga en mi boca y se desarme. El gusto amargo del cacao mezclado con el azúcar entre la leche, la saliva y la transpiración. Después el piso negro moteado con piedritas de colores, una silla de mimbre, el noticiero de ESPN, juntar algunas cosas, lavar las tazas, acomodar la mesa y salir, antes de que nos enfriémos. (publicado en: Hasta Acá, Montevideo, La Propia Cartonera, 2013)

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#poemas sobre bebidas

El hombre mate / Damián Ríos

Y nada más pensaba que una vuelta había sido un hombre cuando preparé por primera vez el mate fue en la casa de mi abuela a ella le gustaba dulce y le echaba café era hermosa, se llamaba Felipa Oroño y tenía mucho de india, era hermosa, hay que repetirlo, tenía manos chicas y oscuras y sabía mucho pero siempre callaba esa vez me tocó prepararlo a mí cebarle unos a ella - Te cebo uno - Dale, cebame - Te cebo otro Y ahí iba el mate para ella vuelve hacia la nada y vuelve a mí, decía un amigo mío, que volvió nomás y estaba ella con todos sus años encima cada vez que me cebo un mate vuelvo a estar con ella y con todos los que alguna vez tomaron uno conmigo tomar mate no es compartir 41


El hombre mate @ Damián Ríos

tomar mate es quedarse solo y acompañado va el amargor por la lengua y la garganta se inflan las narices por el olor de la yerba y discuto de poesía con un amigo: esta frase ponela al revés para que atraviese el verso de otra manera, me dice, y se toma uno y se muere, vuelve, va el mate para allá y no me acuerdo a quién le toca, creo que la parca tiene los mismos problemas a veces no se acuerda a quién le toca y vienen los accidentes si hubiera mejores cebadores de mate en el mundo habría menos tragedias, menos gente triste, no te vas a morir otra vez no te vas a morir otra vez no te vas a morir otra vez van a lavar ropa ajena a la costa del río van las negras van hermosas son mis madres que lavan ropa y así vuelven a mí y preparo uno en la cocina el agua, la yerba, y el primero de parado para mí solo y sin que nadie me vea para estar con todos los muertos que tengo y que tendré, porque tomar un mate, un poema, es tocar el cielo con la lengua. (publicado en: Soy Pata, La Paz, Neutrinos, 2012) 42


#poemas sobre bebidas

10 / Ezequiel Alemian

De chico, cuando me daba hambre y había poco para elegir, comía azúcar con una cuchara directamente del frasco. Lo tenía olvidado. Lo recordé recién, mientras me servía un té. (publicado en: Poemas pobres, Buenos Aires, Vox, 2011)

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Qué hacés acá Botella? / Francisco Bitar

Qué hacés acá Botella tan lejos de casa? Qué hacés tumbada medio muerta al lado del cordón? Botella: la chica que más me gustaba dormía en la habitación de al lado y al momento de apagar las luces no te quedaba para seducirla otra cosa que la quietud de tu bebida. Botella, vos sola te mantuviste erguida cuando de la mesa no se evaporaba la transpiración de unos antebrazos. Voy a meter la mano entre las moscas y vas a ver que no es lo que pensás, que es buena esta paga por vaciarse: para la rata una mosca es un hada. Botella, yo te voy a llevar conmigo no más el charco en el piso del auto no más calentarse las manos contra la pantalla del televisor; habrá radio durante la cena pan fresco en la mesa y un domicilio fijo con hilo de agua donde yo me puedo refrescar y vos revivir todos los días. (publicado en: El Olimpo, Buenos Aires, El Niño Stanton, 2010) 44


#poemas sobre bebidas

Vuelve el tequila / Florencia Minici

vuelve el tequila creo me convidaron tequila hablé del tequila Yo que no sé nada compré tequila y ginebra: la ginebra es una cápsula y el tequila la flor de la edad tus veinticinco años que no volverán los dieciséis que mucho menos volverán La ginebra no está enamorada de nada. y no se sabe quién se tomó la ginebra pero desaparece desapareció Hace una semana compramos dos botellas de Bols edición Bicentenario; le regalé una a Ezequiel la otra interceptó mi vida privada; no se sabe quién se toma la ginebra droga en monoambientes de Colegiales, Sebastián en tipo casa ultrasolitarios de Almagro

en departamentos del microcentro, Pablo Sólo Dios sabe de qué está hecha la droga y nada más sabe sobre cómo cuidarnos y mantener nuestra fe al lado de alguien más allá de las modas por sobre la producción, como una costilla cápsula y cohete fe marea y viento a favor de la moda contra la moda a favor de reírse después de perder la lengua si es de noche y todo mal si es de noche y todo bien (inédito)

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POETA DE LA ESTACIÓN: SUSANA PAMPÍN

Diario del Tigre (fragmentos)

Día uno, miércoles. Me levanté muy temprano, salí de Buenos Aires casi en silencio. Tomé un taxi hasta un tren hasta una lancha hasta acá. Arroyo Espera 454, muelle Éxtasis. Parece un chiste pero no. La casa está orientada hacia el oeste y amanece del lado de las camas. Me propongo bajar a lo más básico, buscar las obsesiones fuera de mí. Me propongo estudiar el río. A las diez el agua apenas tapaba el octavo escalón del muelle. Bajó más todavía, dejando destapado el noveno. Iba hacia la izquierda, al sur. Ahora son más de las seis y está todo nublado, va a venir una tormenta que me va a curar de espanto. En Buenos Aires las tormentas me dan miedo. Siempre necesité un cuerpo en el que protegerme. El del padre, primero, y después, todos los demás. Veo ahora, en este aislamiento buscado, un gesto de desafío. El río tapa el séptimo escalón y volvió a cambiar de dirección. Están cortando el pasto enfrente y el ruido me molesta. ... Día dos, jueves a mediodía. No llovió y se levantó el alerta meteorológico. Hablé con Luis, el lanchero de la Interisleña que me trajo a la ida. Le encargué los bidones de agua potable. En tierra reduzco mis movimientos a lo necesario, y los suelto en el río. No es una decisión; no de manera conciente, al menos. Es el cuerpo el que decide. Ando desnuda como un animal. Llevo un suceder así: duermo con la puerta abierta y no me da miedo. Me despierto, arreglo la casa, busco flores en los alrededores y las pongo en un vaso. Todo el tiempo voy al río, nado un poco y vuelvo. 46


Esta mañana el río tenía corriente pronunciada, y era bueno luchar ahí un poco. Todavía no siento el cuerpo del todo, sin embargo, y menos la voz. La Bethania canta “fuiste lo que tenías que ser” y la voz se entrega pero duele, también. ... Reduzco más mis consumos. Como poco. Tomo el mate hasta que el agua se enfrió del todo. Chupo una naranja y después la mastico. Sigo bajando hasta mí, la respiración también está más cerca. ... Día tres, viernes, a la siesta. Ahora sí se viene la tormenta. El río cambió de velocidad. De cierto apuro subrepticio a calma, a aprovechar los últimos ecos del envión. Empiezan a caer las primeras gotas. ... La tormenta fue una lluvia lánguida con algún momento de intensidad interesante como para ir corriendo hasta el muelle a escuchar el agua cayendo sobre el agua. Ahora el sol se pone entre los pinos de enfrente como un fuego al revés. ... Sigo económica. Ni siquiera prendo la ducha eléctrica para bañarme. Bañarme con agua más fría que la del río es un placer muy grande. Las concentraciones más altas de energía pasan por nadar, cantar o masturbarme después de bañarme; el cuerpo queda muy despierto. Mucha electricidad mental cuando leo, también. ... Nochecita. Tuve que volver a la ciudad. Hice un rato la mímica de ese mundo, hablar por teléfono, pedir un café en un bar. Todo lo que quería era volver acá, ver si el río había seguido creciendo. Sí, casi tapaba el segundo escalón. Escuché una canción de mi amiga, una canción sobre el momento entre dos luces. Agradecí esa felicidad y recé. Hacía mucho que no rezaba para pedir algo. ¿Rezar es pedir? Si agradecer también es rezar, desde que estoy acá recé mucho. 47


Diario del Tigre @ Susana Pampín

Día 5, domingo, mediodía, llueve, hay truenos y rayos pero no tengo miedo. Acá la tormenta no es ajena a la naturaleza, y yo tampoco. Soy un animal actuando de acuerdo a su naturaleza, dibujo o canto o leo o escribo mientras espero que pare de llover, y mientras tanto, escucho al viento haciendo su papel con toda intensidad. El río bajó durante la noche, ahora no llega al quinto escalón. Me metí para liberar unos troncos atascados, uno muy lindo lo subí. Me gusta hacer esa fuerza también. Terminé de leer el libro de budismo. Quiero lo de la naturaleza de Confucio y el anarquismo de Lao Tsé. La naturaleza como infancia del hombre, como lugar de felicidad, me pone en otra pista que me despega de la historia y de las personas de mi vida hasta volvérmelos extraños. Están ahí quietos esperando que me dirija a ellos. Hasta su existencia, la de él, me resulta ajena, como un sueño de otra vida. Una hoja amarilla del ceibo de acá arriba cayó con decisión. Eso es presente. ... Ya no cuento los días. Llegan visitas. Me gusta que me visiten, pero es como una ventana que abro un rato al mundo. Hago la escena de las visitas, sigo mi parte de los diálogos, y lo disfruto, porque sé que dura un rato, una tarde, unos días. Yo acá quiero estar en este estado primario: hamaca, río que está volviendo a crecer, viento del sur que espanta los mosquitos. Su imagen, la de él, sigue perdiendo dimensión, se hace todavía más lineal, como la del poster del Che. ... Otro día. Fui al Paraná de las Palmas con Luis, el lanchero y Rubén, el marinero. Tomamos una cerveza en el recreo “Laura”. El Paraná resulta muy ancho, después de tantos días en el arroyo. Me fui al fondo de la lancha vacía y canté “Río Paraná”. Luis me regaló una foto de su Interisleña V (una foto triste, invernal, parecía que había llovido hasta sobre el negativo) y me mostró otra foto de él cuando era marinero, del año 73, y apareció en una película de Sandro que se filmó en el tigre. Era muy sexy, Luis. Me demoré con la foto más de lo esperable, hubiera querido pedírsela y escribir una historia sobre alguien que se enamora de quien el otro fue cuando ya no es. Se la devolví y lo miré. ... El atardecer empieza cuando un montón de zorzales de panzas rojizas sale a dar una última vuelta: se instalan sobre las ramas, comentan y se van. ¿Qué comentan? Lo que se escucha es como

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#poeta de la estación

de hamacas de plaza asimétricas y oxidadas tomadas por asalto por un grupo de niños escapados a sus ritos de infancia. Hacen su aparición y se van. ... El amor es más grande que el mundo quieto que puede verse. Hay que amar siempre y de todas las formas posibles. Nada más construirle formas al amor para que se vuelva visible. ... Pausa en Buenos Aires. Fiebre de las cuatro de la mañana. Invierno en Enero. Empiezo a contar las horas de insomnio. Calentar leche, el ruido del gas en la hornalla, como si fuera una nena. Este recordatorio del frío me lleva a la tibieza de su cuerpo lunar, de pelo rojo aunque marrón, y el invierno por venir me da más miedo todavía. Tengo que coincidir con mi cuerpo, o perderme de una vez por los caminos de adentro de la isla. Ahí el frío no es recuerdo ni dolor, es frío porque el invierno en la isla es frío y húmedo, y listo, no hay que pensar qué pasa con uno. Yo no puedo pensar en esa nuestra tibieza, porque duele enseguida, porque no hay ninguna capa que la memoria tenga que atravesar para llegar ahí. ... Sueño con montacargas, bañeras, olor a pelo de personas amadas. ... (…) Hoy la noche está generosa. No llovió finalmente, por más que las nubes se iban superponiendo y se encendían luces en el cielo. En el aire oscuro y abierto, macramé de insectos, de grillos, los tamborcitos de agua cada tanto y el rasguido del lápiz sobre el papel (escribo de oído). El momento previo a la respiración antes del salto a la canoa. Tengo que confiar en mi inocencia. Los caballos vuelven a la casa.

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LECTURAS

La paz y el pasto por Juan Laxagueborde

La poesía de Francisco Garamona es puro don y desaprensión. Dicta imágenes que han pasado impalpables para el resto. Aunque también ha disfrutado de dones: tiene ese sostén tradicional cadente y decadente a la vez, esa manera abigarrada de heredar que muchos en este país practicaron y Garamona honra. Ese recibimiento permanente de las marcas de todo lo que hay, que lo puede llevar a quebrar la estética de un verso al otro y sostener la elocuencia bella: “El viejo pomelero floreció / como en un molde. Con una voz que grita / desde la inmovilidad extrema”, este susurro parece un dueto entre Saer y Gambarotta. Escribe como acertado por las memorias de personajes que no calculan. Escribe fascinado. Escribe desestabilizado. Escribe ajusticiando lo solemne pero agregándole oropel y guirnaldas. Escribe para sacarle sonido incluso a las neutralidades: “Suenan los golpes de los dedos en la puerta de piedra”. Hablamos de imágenes, pero también podríamos decir lugares, espacios, terrenos donde se para el paisajista que procesa el aire con puntillismo pero cada tanto pasa la mano sobre la pintura fresca para desmarcar lo humano de lo animal, lo viejo de lo nuevo y lo maquínico de lo ensoñado. Ser joven es un estado perpetuo para Garamona. Su poesía es juvenil, pero no por una cuestión de edades o temáticas, sino porque ratifica que en todo tiempo hay algo de lo que adolecemos. Esa carencia es una horda que avanza en sus poesías con tempo punk, pero no a los fines de destruir el mundo para rehacerlo, sino con el consuelo de la hermosura inocente, negra y flaca de decir estados de ánimo acompañados por otros, sintiéndonos queridos. “Una chica / salta / arrastrando / la mesa / portátil / de plástico / rosa”. Como si supiéramos que ese mundo que está ahí, ese cobijo, no tuviese la culpa. Su sensibilidad saca fuerza de la pura expectativa: va narrando como si pasase las hojas de un libro ayudándose con su pulgar que las va liberando para ver de qué se trata, con apuro de lector pero con calma de persona. En ese montaje acelerado que las páginas figuran hay una vida posible. Es la de su poesía, que imagina una vida vivible calada por cantos a lo natural de las cosas. Su poemas son panegíricos calmos. Algo así como una simplicidad barroca hecha de melancolía, deseos, paz, abrazos, reacciones y compasiones. El estado es el de aire libre. Pero la sensibilidad tiene también algo escéptico. La desesperanza desbanca lo previsible y los colores armonizan todo 50


lo que mojan. El escenario poético de Garamona está balanceado: hay polvareda, hay artillería; pero hay cubrecamas y ciruelos. La organización del cosmos garamoniano es una cátedra de biología con hombres tomando apuntes para salir de ahí a punto caramelo para no hacer nada pero asimilar todo para menguar el dolor y la estupidez. Siguiendo, toda su imaginería puede ir en un estante loco que integre su obra con los objetos congelados por el tiempo de Fabio Kacero, el descriptivismo sórdido de Daniel García Helder o las sorpresas del viajero alemán Ulrico Schmidt. “De cuando el carpintero arrastró a un animal depositándolo / sobre la mesa en la que él trabajaba las maderas duras”. “Estaba en un bar adonde había ido a ver la nieve / mientras tomaba un poco de coñac en un vaso / que era como la imitación de una vieja copa etrusca”. Los ojos de Francisco son un instrumento de viento, la entonación es inocente y la envoltura de sus palabras una tela de algodón pero estampada con herrumbre fino. Es como si escribiese de sentado, en el patio de una casa pueblerina, con un pie sobre un tronco y una libreta sobre la rodilla, evocando. En la intimidad tiene sus propias actas de experiencia ya hechas una pila voluminosa y afuera hay un mundo tornasolado aunque encuadrado, hecho un mármol que siente los ruidos de sus propias manos de poeta. A veces también parece escribir mirando por la ventana. La atmósfera húmeda que acompaña mucha de la poesía de Garamona lo obliga a guarecerse. La humedad no es fría, tampoco es caliente. Tampoco es materia templada. Del misterio de esa sustancia podría venir su obra. Hay algo tosco y cándido conversando en sus impresiones: “la clave del silencio era el silencio”. Pues Garamona es otro de los que levantan una voz de furia pero para bajar la espuma y respirar profundo. No son muchos.

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Todo tiempo hablado es crimen por Noe Vera

“Esta mole infinitamente complicada y viva está en perpetua agitación; hombres, vehículos hasta objetos inánimes se diría que andan por una necesidad intrínseca de andar” Ezequiel Martínez Estrada. La cabeza de Goliat, 1940.

Los libros de Cecilia Eraso escriben la ciudad (o mejor dicho desde) el atolladero, el ruido porque así es como suenan las calles donde se enfrentan los estilos, se dice en Pistas (Determinado Rumor, 2011) y en Plutón canta (Editorial Funesiana, 2010) “martillos ruedas vecinos cumbias niños/fantasmas mandatos ceceos juergas” son el ruido en la oreja que la voz lírica intuye materia de su arte. Las voces en los libros de Cecilia Eraso buscan el ritmo propio para rescatar de las fauces de la vida urbana lo importante, lo trascendente. Como si los poetas tuvieran algo del oficio de los aurúspices: ir a la entraña del animal para leer lo que va a pasar, lo que debe ser dicho, lo que permanezca. Hay un afán por rescatarse yendo (¿volviendo?) al interior. “Existe un mundo adentro, transcurre bajo el ala /compasiva de lo visto pero es otro” concluye Isolario (La cartonerita solar, 2010) y en Plutón canta se toma “un fotón para la posteridad” un flash que habla de instantes perdidos de lo originario, retrata detallada a la naturaleza, pelusas flotando en el cosmos... pero para oír las cosquillas de los abedules está antes la “obligación de hacer silencio”. La de Simon y Garfunkel en The sound of silence, ésta es la poética que se define en Pistas. Eraso “toca el sonido del silencio” y la voz que abre el libro se prefigura como “ángel del rock, oídos absolutos”. Ese libro es casi un disco donde la autora elige poner a sonar canciones de su elección en el reproductor que mejor maneja: el de la poesía. Ritmo propio entonces y vocación por “ir más adentro del pecho/ al ritmo interno, al basamento”: todo estaba ya en sus libros anteriores, antes de la última gran promesa: Intimidad del mundo publicado este año por Zindo & Gafuri. El libro abre nombrando un barrio: Almagro y dice que no todo es crimen, es decir, no todo es ruido y aunque de sus páginas pueda hacerse una lista de sucesos que atentan contra la sensibilidad de la vida civil como linchamientos, incendios, robos con rehenes, muerte de una obrera, cadáveres (hay cadáveres) humanos y animales, el objeto (la búsqueda) de la voz poética es otro. “Ayer iba rápido y el perfume cálido de un arbusto me paró en seco…” Para sustraerse del ritmo totalitario de la gran ciudad es preciso correrse (volver al barrio como refugio se decía en Pistas) detenerse y hacer silencio para escuchar, prender el chip inteligente (el artificio) y “combatir el frío/ tu política azulejo 52


#lecturas

y sombras” porque “lo que no crece entre baldosas es política”. En Intimidad se invoca a Martínez Estrada para pensar la ciudad, que es Buenos Aires, esa ”agitación sin hacer nada”, la gran cabeza del país que debía articular el porvenir de una nación y que en cambio tiene un destino de ser teratológico, condenado a vivir para sí mismo y no para la especie (para las provincias). El yo poético de los poemas de Eraso, en cambio, piensa, escribe, se aboca a las palabras que no tienen descendencia, que la vida civil descarta (carteles que se olvidan al paso, nombres escritos en tortas decoradas, pizarrones que se borran al final del día) como si quisiera devolverles su vida perdida. Todo tiempo hablado es crimen, se dice en este libro, también como si hablar fuera un asunto del ego, que debe ser acallado un rato para prestar su oreja y oficio a la comunidad. Ya en Pistas se menciona como hallazgo la canción para la “generación desarmada” y en Intimidad leemos “el castigo por mi boca grande” y no hay un “yo” único, un Apolo que ordene el mundo. Hay más de una primera o segunda persona por poema, hay voces: de los otros, de los vecinos, mucho ruido mental (como la melodía infernal que Plutón canta al oído), diálogo de instituciones. Y ¿que se hace frente a este “unmontonsuciodepalabras”? se antepone un mantra de la acción “dejar de hablar hacer/ silencio” como si se creyera en una especie de poder performático del silencio. Hay poemas que terminan en dos puntos como el número 31, después de que anuncia “entonces, vamos a hacer una cosa:” y el blanco que sigue en la página parece decirnos formalmente: Silencio es hacer. Sólo escuchando los sonidos del silencio pueden hacerse otras cosas. Hacer shhhh para ver y escuchar, para acceder a lo más íntimo. Así el rojo vibrante de las buganvilias calla el ruido de ideas viejas, se ahíjan perros abandonados, puro amor en acción, se oye el rebote casi imperceptible de las piedritas del gato, se evocan recuerdos de provincia, de otro tiempo y otras leyes, se sueña de a dos con el Apocalipsis en clave compartida de felicidad. ¿Hay algo más íntimo que un sueño? ¿hay algo más imaginado que uno sólo compartido? Dice Daniel Link en Yo, su ensayo sobre la imaginación intimista, que la literatura presupone una comunidad de aquellos que han declinado la propiedad del “yo”. “La literatura es aquello que comienza cuando “yo” cesa de parlotear” y cita a Jean Luc Nancy “todo ego sum es un ego cum (o mecum, o nobiscum)”. Y así es capaz de crear esta autora un clima íntimo a partir de la máquina imparable de los días burócratas, entregándonos lo que es valioso escuchar, poniéndose al servicio a través de la poesía y poniéndonos ante la vista imágenes tan suyas tan íntimas que se vuelven nuestras “mientras afuera se cocina guerra/ adentro un coliflor/ y los ojos llenos de ese olor”. Si las crónicas se cuentan solas, a la intimidad se la construye. Dejándonos espiar mientras se espía y como efecto nos reconocemos, volvemos a conocernos, en aquello que creemos de antemano ajeno: “otro” porque mientras somos los lectores también nuestros ojos huelen y eso es un puro hacer de la poesía: la sinestesia es una figura de la retórica, no del mundo. Hay un ritmo propio en esta poética del silencio que se toca desde el primero hasta el último libro de Cecilia Eraso y hay un silencio que hace: porque mientras los leemos olemos con los ojos y escuchamos también en la cocina (el corazón de todo hogar) ese vapor silencioso del coliflor salvador. Los leemos y entramos en contacto íntimo con el mundo y hallamos refugio mientras afuera hay sombra y truena el monstruo escandaloso en las calles de la postmodernidad.

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Todo tiempo hablado es crimen @ Noe Vera

4. parece de repente un buen momento una buena epoca podríamos incluso esperanzarnos y olvidar las palomas aplastadas que conté esta semana los gatos envenenados por los vecinos intolerantes las pérdidas irreparables de la humanidad en la que alguien creyó, un culto a la máquina fatal adelante 35. ¿vos sabes qué pensás del ruido sus formas, todas sus apariciones? ruido es el negro y la aparición del blanco la estridencia amarga del cuatro y la pava que no pusimos al fuego el tecleo frenético y el fuego de la hornalla mecido por el viento que de algún lugar sale

(publicado en Intimidad del mundo, Zindo & Gafuri, 2014)

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Botafogo

por Violeta Pastoriza

Editado por Eloísa Cartonera y difícil de conseguir, Botafogo es el último libro de Mariela Gouiric. Lo leí de un tirón y pensé: “esto es distinto”. Distinto a su libro Tramontina y distinto a lo que había estado leyendo de poesía el día anterior. Las poetas de los 90 escriben o tuvieron el gesto de escribir en inglés, en spanglish: citar a Bejerman, Pavón, Mariasch. Algo novedoso y canchero que se volvió rancio o a destiempo, como algunas palabras que la poesía tomó de la cumbia villera o de la calle y que también sigue usando Mariela en Botafogo, pero muy de vez en cuando. Porque ahora la poeta quiere ser negra, pero negra afro, y por eso escribe en portuñol, porque se fue de vacaciones y le salió un libro que propone la unión y a la vez las diferencias de dos culturas. La unión a partir del idioma, del agua, del sexo. Las diferencias a partir de la temperatura, la animalidad, las curvas al bailar y la aparente falta de neurosis. Son once poemas, cuatro fotos en blanco y negro y un epígrafe de Vinicius de Olivera que nos recuerda el mar interior y la eternidad de las estrellas. Existe un lugar cercano donde la naturaleza es inevitable, donde se trabaja pero se va a la playa y se baila con otros colores de fondo, colores chillones y vocales acentuadas. “Toda tu vida para mí es sólo un verano”, dice un verso que pone su libro en este número de la revista y a Brasil en el mejor lugar para ir de vacaciones. Pero este no es un libro sobre las vacaciones. Es un libro sobre vivir en otro lado, formar familias más allá de la sangre, estar rodeado de animales y ser de otro color de piel. “Las pieles que nacieron pretas tienen la noche / Son la noche. Suaves ellas serán nuevas / por más tiempo que / todas las otras pieles del mundo”. Pero a su vez, es un libro sobre la imposibilidad de quedarse, como le pasa a todo aquel que viaja, vive, y vuelve. Por eso cuando los niños la llaman a mirar a los peces de colores de Brasil, “Marila ta aqui chorando / sobre su toallón del once / Porque sabe que no va a poder quedar / a morar en el mar”. Es un libro dulce, por momentos un poco empalagoso; como una caja de garotos. Los “hermanos de leche” son hermanos que no nacieron de la misma madre, pero las circunstancias de la vida unió en hermandad. Argentina y Brasil fuimos criados por distinto padre y otra lengua madre, pero podemos y hace un tiempo que somos, hermanos de leche, hermanos latinoamericanos. Las lenguas se unen en la triple frontera, y por suerte hay libros que también dan cuenta de estas uniones.

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Podría quedarme / Mariela Gouiric

Casarme con uno y dedicarme: Lavarle la ropa, cepillarle los dientes. Lustrarle la piel con blem en una gamuza muy suave que no lo ralle. ¡Que brille como un cerámico encerado! ¡Que sea el tornasolado de unos lentes de sol! Alimentarlo con las carnes más baratas, los porotos más pesados. Arroz blanco sacado del fuego en el momento justo. Esperarlo a que llegue del trabajo con el deseo de tomar un baño, para sacarle las chinelas, y la ropa sucia de la construcción. Sentarlo en una silla, en el frente de la casa bajo los árvores. En el pedazo de tierra que liberé del mato para él. Ponerle los pies en una palangana con agua tibia y con una esponja cubrirlo con espuma de jabón. Después con una jarrita, enjuagarlo despacito, ayudando con la manito para que todo corra y no quede nada que arruine la belleza de su color. ¡Los hombres siempre quieren algo y en ellos está muy claro!

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Podría quedarme @ Mariela Gouiric

Puedo poner flores rojas, violetas y blancas en su almohada. Sábanas de seda que lo abracen si un día, Deus não quera, ya no estoy. Encender el ventilador que espante los mosquitos que traen el calor y la noche. Y por si eso no alcanza, quedar a su lado besándole la espalda, echándole aire con palmas de cocotera, y sirviéndole vasos de agua fresca que cuiden su sueño. Ellos tienen madres también negras, buenas suegras. Como leonas me ofrecen dormir a su lado, en camas rosadas, la siesta. Para convencerme con novelas y cerveja fría que me quede con su último cachorro libre: El más joven, el más hermoso, el más fuerte. -Você pode voltar para casar com Baby. Você pode. Você quer?-.

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Bardo

por Ignacio Barsaglini

Leer a Nicolás Pedretti es como que te peguen una piña, no sabés bien lo que es hasta que te pegaron una. Pienso en voz alta y creo que Pedretti tiene la sensibilidad de haber recorrido numerables experiencias. Esa sensibilidad se adquiere con el desgaste o con el ardor que adquirís en la cara cuando recibís una trompada de un amigo o de un enemigo. Y no es en vano que piense en la escritura de Nicolás como si fueran trompadas que vuelan por el aire porque creo que él mismo la piensa así. En la página 26 de su último libro, Bardo, editado por la editorial Santos Locos, Nicolás escribe: “La realidad me está cagando a trompadas”. En la p. 21 se pregunta: “¿Como puedo saber si soy un boludo? Le pregunté al psicólogo como podía darme cuenta si yo era un boludo, y él me dijo: - ¿A quién le importa si sos un boludo? Y tiene razón ¿a quién le importa si soy un boludo? Soy un boludo” En la p. 13 desliza todos nuestros problemas sobre el tapete: “Lo decidí. Voy a colgar un pasacalle en la esquina que diga: <<Te felicitamos Nicolás por recibirte de Ingeniero, toda tu familia sabe lo que te costó llegar>>” Digo “nuestros” en amplia generalización, digo “nuestros” y quizás no sean nuestros, como si hubiera una especie de bando que nos una, pero a la vez pienso que lo hay, que nuestra laxitud para enfrentar los problemas es generacional, lo pienso en mí, lo pienso en muchos, Pedretti también lo piensa: “Tendría que buscar otro departamento, pero no tengo fuerza de voluntad. Fui criado por hippies artesanos, que amaban a Yoko Ono”. La culpa afuera es clasemediera. Otro de sus títulos (éste editado por Campotraviesa) lo aclara: Somos de clase media, todos nuestros sueños se hacen realidad. Quemarse así es válido porque pone en transversalidad el lugar en el que el escritor se erige y desde allí salen sus cosmovisiones. En Bardo a Pedretti le roban y tambien sale con una cheta. Aunque suene antipático definir situaciones, 58


también se trata de ver con claridad que es lo que nos acontece y desde qué punto estamos parados. Se me viene a la mente la canción de los Ratones Paranoicos que decía “no somos gente fina, tampoco lo peor, el mundo no comprende lo que hacemos aquí”. Se trata ni más ni menos que de las eternas confusiones que se yuxtaponen cuando se vive en el medio. Yuxtaposiciones que van de la mano con lo que pasa. El tema es que a veces el medio se quema, como les pasó a los Ratones. Queda preguntarnos si Pedretti se está quemando o es sólo una pose estética. Podriamos inferir leyendo Bardo que un poco sí: “La juventud está sobrevalorada. Quiero vivir como un viejo de setenta años. Encerrado en mi casa, con las persianas bajas todo el día y la televisión a diez mil. La juventud es acción. Hay que sentir mucho y todo el tiempo. Y yo ya no tengo energías para el bardo. Es difícil de entender, pero tengo más bardos de los que necesito. Quiero estar tirado en la cama. Sin esperanzas de que pase algo, ni desesperado por que no pasa nada. Sólo quiero estar tirado esperando la muerte o algún programa de televisión sobre mi banda favorita. Todo en este mundo está sobrevalorado.” Termino esta reseña pensando que leer a Pedretti me condiciona. Por un lado me quema, me quema el pensar en mis problemas, por otro lado me atraen sus trucos, sus fantasías, sus realismos mágicos, los ovnis, los flanes y más cosas. El saldo con Nicolás es siempre positivo porque su ingenio revela que su mirada sigue enfocada, pero cada vez más agridulce, porque se nota que hay algo que lo está quemando y que en sus textos no lo puede callar.

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[BALNEARIOS] Mariano Llinás

Guion Voz en off. Hace años, en la época de los grandes Transatlánticos, de los grandes Hipódromos, de los grandes Casinos, los hombres inventaron los balnearios. Fue una idea alucinada y festiva. Una idea inocente: creían que el Paraíso era algo posible, inmediato y fácil. Tomaban una franja de la costa marina y la llenaban de palacios, ramblas y palmeras, para después desvestirse y pasar horas y horas en el agua o en el sol. Los balnearios surgieron como un juego. Los inventó un siglo que todavía jugaba, que todavía era un niño. Es por eso que pensar en los balnearios es siempre pensar en la infancia. En la infancia del siglo, en la infancia del país, y también en la propia. En la felicidad simple y diáfana, en tiempos que evocamos como exaltados y brillantes. Son el lugar de las cosas pasadas, de las cosas buenas. Son, probablemente, algo triste. Episodio de las playas (...) A la caída del sol, las playas, ya vacías, dejan paso a las actividades propias del centro. Por lo general, el centro de una ciudad balnearia está articulado en tomo a una arteria única: «La principal». Las «principales» suelen ser idénticas la una a la otra. Un abarrotamiento de negocios, casas de comida, carteles de neón, vendedores callejeros, payasos y repartidores de volantes. Una suerte de torbellino de gente, de niños, de jóvenes semidesnudos, de músicas estridentes, de chucherías y de dulces. Los veraneantes se limitan a recorrerlas de cabo a rabo, una y otra vez, un día tras otro, viendo hasta el infinito las mismas vidrieras, las mismas ofertas, los mismos negocios. El veraneante recorre estos lugares con placidez como quien disfruta de una rutina recién adquirida. Noche tras noche, durante una quincena o un mes, acometerá religiosamente el mismo peregrinaje. Su vestimenta nocturna no difiere demasiado de la de la playa, pero entre una y otra suele mediar un baño, y el aspecto y el porte de los veraneantes deja entrever un cierto orgullo higiénico, una exhibición de la limpieza, una actitud de prepararse para la noche. Las opciones nocturnas suelen ser masivas. Las calles se convierten en una suerte de kermesse, en un circo. Todo está lleno. La oferta parece no dar abasto. La gente, ávida de variedad, acude por lo general a cualquier espectáculo sin ejercer demasiado la selección: dan lo mismo las compañías de teatro de revistas, los cómicos televisivos de segunda línea, los cantantes de antaño o 60


los números de magia e hipnosis. Los escenarios improvisados proliferan. La gente, ávida de espectáculo, de diversión circense, simplemente acude. En la época estival, los negocios florecen. Infinitos comercios, surgidos de la nada, ofrecen masivamente todo lo que el turista pueda necesitar. Los comercios, obran como una metáfora del veraneo. En ellos puede adivinarse una suerte de resumen de la temporada. Dentro de ellos todo es masivo. Miles de pelotas, miles de reposeras, miles de sombrillas, miles de baldes y de palas. De todo hay por miles, los amontonamientos recuerdan a la barraca de un ejército. En estos almacenes sin nombre, variopintos y cambalachescos, se percibe como en ningún otro lado el extraño, desconcertante fenómeno del veraneo. A veces, estos comercios incurren en el surrealismo, es el caso de la tienda de regalos. Ofrece una fauna única y tétrica, propia de algún bestiario medieval: colonias de criaturas estrambóticas, monstruos marinos sonrientes y felices, seres mitológicos trasladados, abruptamente, al mar. Un boyar caótico que mezcla lo religioso, lo geográfico, lo familiar, lo apológico, lo artístico, lo hogareño, lo climatológico, lo humorístico, lo telúrico, lo científico, lo naval, lo soez. Un resumen, variado y grotesco, del universo. Finalmente, un día, un día nada distinto del anterior o del posterior, todo este cosmos, todo este mundo complejo, plural y autosuficiente, comienza a decrecer, a menguar. De a poco comienzan a despoblarse las calles céntricas, la concurrencia comienza a ralear en las playas, comienzan a verse algunos departamentos y chalets vacíos. Con el correr de los días, cada vez son menos los negocios en funcionamiento, cada vez son menos los comerciantes en actividad. Las localidades vuelven de a poco a ser ganadas por la soledad y el desamparo. En el mes de abril, nada sugiere el enloquecedor movimiento de algo más de un mes atrás. Han vuelto a ser meros pueblos de provincia, con comercio endógeno e industria inexistente, y sin otro rasgo significativo que la cercanía del mar.

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Sin comprender que cruzas por el paisaje*

*verso de la canción: “Misionera” de Luiz Carlos Borges

Le gusta usar el secador de piso mientras se ducha / Daniela Sabanes

Le gusta usar el secador de piso mientras se ducha, deslizando el agua por la rejilla. Ejerce el secado a la vez que el agua sigue cayendo de la ducha. Es un acto solidario entre ella y el mundo. Cuenta cosas mientras seca lo mojado. Hay una mañana húmeda y a ella le gusta la humedad. Hay un día nublado y a ella le gusta la lluvia. Dice que quiere trabajar en la limpieza de oficinas vacías. Que desde el colectivo vio a una mujer limpiando una gran oficina vacía. Aprovecha cierto tipo de soledad. Le gusta planear salidas como el cine, los parques, y quiere hacerlas todas el mismo día. A veces está pasada y se alborota y me pega en broma, pero tiene fuerza igual. Hoy se cayó en la calle mientras me molestaba a mí, y nos reíamos mucho después. Tiene especial interés. Tiene especiales intereses. Conoce la euforia y sabe traer la calma. Dice que quiere ser una mujer de río. Vende libros viejos y abre la ventana si va a fumar. Hace mermelada sin receta y nunca falla en la elección de frutas. Yo la extraño cuando se va tres días seguidos a trabajar. Y siempre nos reencontramos con pequeños regalos. La imagino yendo en bici a dar clases. Con el delantal blanco y la bufanda al cuello, mirando las copas de los árboles que de noche me cuenta por teléfono. Se mete en la cama con mucho abrigo y duerme sin problemas sobre cualquier colchón. Me deja cartelitos de amor por la habitación que a mí siempre me sorprenden. Tengo una colección de cartelitos y de palabras suyas. Ahora está leyendo y se ríe sola. Alguien camina afuera y canta en un inglés muy malo. Vamos a ver una película. Mañana es feriado y pasado también. (inédito) 62


Insensata / Eliana Navarro

Volver, terminar con un amor, cortar el pasto: creo haberlo hecho antes con la misma secuencia, apasionadamente corto el pasto ahora y no es mi culpa hipéricos arrancados de cuajo me perdonan / la cuchilla harta de morder piedras ocultas me perdona ¿quién no me perdono? 2 no es un déjá vu ya corté en círculos perfectos de centro a periferia la verdad es decir, mi vida en detención una foto o algo así con toda cosa responsable de esa impronta di por muerto lo que había atrás del mueble que no pude correr ¿era un animal? ¿flores podridas?

3 corto el pensamiento una alfombra verde se presenta como nueva invita a revolcarse dos al sol a boca de vecina abierta -vos que no sabés lo que te pasa ¿me podés decir a quién besabas? ah, ya puse agostos en mi boca ya sumé derrames pliegues omisiones permanecí en la necedad del ángulo llano años dije demasiados No 4 me urge responder preguntas que nadie me va a hacer amor es caso de mendigos pienso darle nombre a mi jardín de flores repentinas inmorales 63


Insensata @ Eliana Navarro

5 ¿no te perdonás? ¿mamá y papá no te enseñaron?

¿el cerezo en el fondo?

¿qué hacer con el efecto líquido de esa coincidencia?

9 ¿todos los finales son verdes?

¿llenar frasquitos subcutáneos? ¿rociar la medida de tu tiempo?

esa chica va sin ver ¿corta el pasto? es como si escribiera versos en un desierto verde

6 de los escapados de la astucia: irse ¿esperan de tus manos un jardín japonés? 7 un jazmín planté en la primera disección hundí en lo negro raíces agua y otras cosas que aún no tienen nombre 8 frutal otra escisión cuando di basta al pegoteo físico mi cuerpo y otro cuerpos cuyos bordes un nogal ah, ese sí que avanza un día comeremos nueces de ese amor

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muerto

las inmorales el jazmín ¿de quién era esa boca? ¿a quién besaba? 10 era un sueño una mujer, no vos otra, otra hermosa dama la besabas te conmovía y vos vueltas y vueltas la cortadora 11 no para y el rosal llena de espinas su brazo sangra pétalos


#sin comprender que cruzas por el paisaje

pétalos la increpan le piden por favor detenerse!! pero ella corta como si cortando el abandono nunca 12 -salí de este jardín aquí no hay lo que no te hará sufrir nada siente su hacedora y sangra, es cierto hasta morir por este patio ya ves La perfección se alcanza Incluso sola por las astas 13 ¿tocás el manzano mordido? fue un animal doméstico el amor estaba histérico tenía hambre nadie en esta casa había reparado en su alimentación

14 -si pudieras no tener que hacer jardines cada vez quiero decir un día tu jardín será el bosque donde niños jueguen a esconderse sin saber por qué tanta humedad esa especie de lluvia que no llueve pero moja desde abajo ¿te tocaron? ¿de quién era esa boca? (publicado en la antología: Poetas argentinas (1961- 1980). Selección y prólogo de Andi Nachón, Buenos Aires, del Dock, 2007)

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Esa camiseta de algodón /Antonela Ferrari Milano

esa camiseta de algodón astada casi transparente repleta de agujeros gigantes y deshilachados dejaba ver tu cuerpo, el color de tu piel, tu construcción. anoche dormí con una parecida es de coca y dice muchas veces coca en diferentes colores dos veces rojo y una amarillo.

Extraño todo antes

extraño todo antes de que termine. cada año es acercarse a algún lugar. desde que me dijiste lo que estabas escuchando no paro de escuchar lo mismo. (publicados en: Toda, Buenos Aires, Tammy Metzler, 2014)

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#sin comprender que cruzas por el paisaje

Deseo / Cecilia Pavón

¿Cuántas formas de deseo existen? ¿puede ser que tantas? ¿No podría llegar un milagro, a través del cual yo cerrara los ojos y simplemente te encontrara besándome y eso cargara sobre sí la marca de la eternidad o el infinito? Pero debe haber tantos deseos como formas: cuadrado, con forma de flecha, redondo, triangular, con puntas, con aristas, vertical, deshecho, inanimado. Todavía recuerdo el momento en que el amor parecía posible: mes de noviembre, aire luminoso, un muchacho dormía conmigo, hablábamos en la cama mientras fumábamos marihuana y tabaco mezclados, él me tomaba de la mano bajo las sábanas. Hace seis meses que no he besado a nadie. Seis meses sin hacer el amor. Tengo 27 años, desde los 18, nunca antes me había pasado. Mi cuerpo en estado de alerta, podría usar muchos verbos para describirlo paredes que se levantan y que vienen a poblar especies de hiedras mentales. Es otoño, lamento que se acerque el invierno. Siento que me deben un verano. (publicado en: Virgen, Buenos Aires, Belleza y Felicidad, 2001 y reeditado en: Un hotel con mi nombre, Buenos Aires, Mansalva, 2012) 67


#sin comprender que cruzas por el paisaje

Siesta / Julia Lucesole

En el único espacio laten dos cuerpos desnudos, coreografiados. El tuyo, inmaterial en enero, hoy desvestido sobre el mío. Es verano siempre en mi mente. Amaría pasar dos meses con vos en el pueblo. Sesenta días exactos para mirarte otra vez desde enfrente de una pileta. El sol por la ventana traspasa nuestra mente. Somos cálidas. Pienso el calor. Color púrpura, oro, naranja. Mi cuerpo también es melancólico. Sé que siempre te dormís si respiro tranquila. Así aceptamos la disolución y nos hacemos cosa única. Y dormís.

Otra vez la noche Y ahí seguís arriba mío. Por la ventana que miramos transcurren todas las noches de verano /en Caballito. Habitaciones que espiamos en silencio cuando abrimos los ojos. Quiero pasar dos meses en el pueblo con vos, que el calor vea que somos toda la condensación de sensaciones de febrero. (inédito)

El sol sigue sonando afuera, lento. Podríamos un día ser todo el verano junto. Cenizas, o tierra que levantan los niños cuando corren por la acequia. Todas las piletas y los niños zambulléndose en ellas. El vacío de las cabañas de vacaciones a las 5 de la tarde. Televisores que no se escuchan por el sonido del ventilador en la pieza de al lado. * 68


POESIA EN LAS REDES selección de Ana Inés López

ufrubi.tumblr.com anoche que me desperte con la tormenta anoche que me despertè con la tormenta vi las luces de relàmpagos gigantes destellos blancos llenaron todo el cielo caladìsimo entre gotas cayendo a gran gran velocidad de veras que eran como flechas, como la manifestaciòn de alguna furia arcana mientras yo despertaba a todo ese relumbrar con una mùsica prestada una mùsica percudida por las gotas como rayitas blancas atravesando la inmensidad por la ventana por el espacio que la persiana dejaba para mì ella tambièn estaba entredormida entre relàmpagos y la luna llena, gigante, blanca mientras yo estaba concentrado en otra cosa pero no tengo palabras para eso de monòtono retumbar semanal para aquello anhelando nuevas tormentas por eso atino a describir que me hagan despertar lo que vi que me hagan oìr atentamente el curioso romperse del por eso juego a hacer una canciòn cielo en estas dos de la tarde de martes el silencio tras el destello 69


no se por que no me sale un buen poema no sè por què no me sale un buen poema de todo esto. son sensaciones encontradas. tiene un sonido raro este ruido, viene de adentro, despalabrado, es un estado, nada que ver con cosas ya escuchadas, pero siempre las mismas, la misma te dirìa, esta incertidumbre y este aciago atravesar, mentira, no es aciago, ni es asì en infinitivo. es que en realidad nunca lo entiendo, ni me lo explico, y pareciera que me crucifico queriendo sacàrmelo de encima y atrayèndolo aùn màs, para seguirlo, seguirlo obcecado en su escalera caracol, su pretèrito suspiro que es un latido mudo, un casi no latir, un desconcierto, y ràpido asumìs ese desierto y el concierto: ¿què es?, apenas un violincito, el llantito de un chelo, asì en diminutivo, como todo el amor que siento, que es un bebè reposando sobriamente, al càlido abrigo de la manta, sorbiendo el dedo de la suerte, y esta inexplicable piedad, este pensar que de solo tocarlo va a romperse, pero sobre todo, aquello que jamàs responderà ningùn papà; el insensato misterio grabado en la piedra del sentimiento: algo se gesta indemne, una recia soledad, perenne, como una planta que crece y se apropia de mi estòmago, mi garganta, y casi se me sale por la boca: un atisbo, como una mueca que nadie, nadie alcanza a descifrar: la espera, es esa la eterna espera, un yo a la vera de, recuerdos y proyectos siempre venideros, tuyos, mìos, nuestros, solo por los dos la cosa sola, y estos pètalos rebeldes que escupo con la lengua, este amor de dulce diminutivo, este bebè, solìsimo, y de tan fràgil incesantemente creciendo, rehacièndose, no como una esperanza; toda la casa recibirà con alegrìa esta enredadera, esta flor, esta sorpresa entre dudas de un nuevo salto, de un salto màs, porque no es tìmida esta planta es la espera.

domingo algo en los márgenes de lo que hago atado a esta máquina de escupir. algo que no nombre la palabra “domingo” ni la palabra “existir”. algo apartado, no necesariamente catártico. eso: un apartado. unas ligeras líneas de resumir. pareciera que necesitara apegarme a cierto sentido. cierto sentir. inconseguible. algo así: no, miento. no hay así. ese así es lo que pierdo. demasiado ligero, no el tiempo. el tiempo es lo que pierdo, lo que no sé cómo ganar. divago y vagando a ningún lado voy a llegar. veo al gato con envidia por poder reposar por horas, apenas distrayéndose con nimiedades que lo alertan y veo en sus ojos, aquello de angostarse su iris, y estar tan acomodado en su pelaje, recostado justo allí donde da el sol, donde sus rayos se encargan de propagarse en el parquet mientras yo enciendo un dorado, y me acoto al silencio, envanecido silencio de una tarde que va escaseando entre su mismo pasar, aquello, de que la tierra gira, aquello de que estoy en un departamento en algún remoto lugar del universo y mirar el cielo no consuela, no consuela belleza alguna, no pega, ni la bocanada al pucho ni lo mucho o poco que pueda llegar a escabiar. y son episodios repetidos: no sé cómo formularlo de otra manera y no he de recaer en la ficción cuando no hay ganas, cuando cierro la ventana del chat por renegar del diálogo, cuando paso de libro en libro a ver si aparece el entusiasmo, cuando salgo a la vereda y me encariño con la calle de adoquines, con la parquedad del auto que pasa, con las cortinas de los comercios cerrados. y errado va mi domingo -lo dije-. no puedo aguantar.

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#poesía en las redes mi novia se depila. y yo tengo esta fatal convicción de enceguecerme en el apagón de mis pupilas, ir del dormitorio a la cocina, esconderme en las frazadas del sol. yo jamás me detendría a leer algo como esto. no vale la pena, siquiera qué lo vale, quisiera, engañarme y de vuelta todavía seguir confiando en el futuro, en que avancen los días y todo eso tenga algo de bueno, algo de cierto, algo de que en todo eso de inmenso y demás, que tanto deja, entre contrastes y obsecuencias la fatalidad de arrogarme algún triunfo o victoria, alguna gloria que alcance a remedar tanto trajín. historia. pura y al fin. para qué penar. largos son algunos días y largos también, algunos textos que en su oquedad no hacen más que amainar las ganas, palidecer… fundiéndose entre puntos suspensivos, lo que no digo y se insinúa en el solo hacer, en el hecho de sentarse a perecer, a ver, todos verbos en infinitivo. me preguntaba ayer, por las alternativas. a veces es preferible ocuparse ante las ajenas directivas que lidiar con el simple hecho de decidir, de hacerse fuerte o juntarse con amigos, o hacerle caso al silencio y perderse en un infinito mutismo que opera breve, como un severo hueco, un punto oscuro, allí donde la luz no hace presencia, la noche negra la negrura la ignominia y acurrucarme, cerrar los ojos, dejarme llevar inevitablemente al sueño como una rutina, una despedida de esta otrora cordura y hoy impiedad, soltura de largar imagen tras imagen tras imagen reemplazándose una a otra y ajenas: ajenas tan que ladran vagas inquietudes de narrar. sin personajes, sin trama. solo narrar una oscuridad que se estira, una sustancia indomable que hace delirar, que camina, que salta desde un más allá y no es más que un lugar común, un facilismo, un odioso maniqueísmo de darse manija o bien, desencantado ya, escuchar sonar tu celular y es una amiga: me aburro me muero me aburro me muero no son palabras mías, lo juro. historia pura. la caída de la tarde es la melancolía. palabra romántica. así me dicen, que soy romántico, varias veces me lo han dicho. yo no soy ningún romántico. no sé qué soy no me interesa, no me intereso, quiero algo nuevo, quiero distracción, quiero juego, quiero escaparme de esta densidad que oprime, que oprime innecesariamente mientras mi novia se depila. todo esto es horrendo. yo jamás leería un texto así. ¿por qué insisto? es mucho mejor que seguir así sentado con mi máquina de escupir cacheteado por el silencio. juro que esto es mejor. deprimirse es estúpido. divertirse es estúpido. como si entre tanto plástico pudiera algo más que estupidizarme estupidizarme para distraerme y escapar del domingo. nuevamente lo digo, sí, domingo. existir es esto. aburrirse esto. Deni Rodríguez Ballejo, Buenos Aires (Ituzaingo), 1991. lo digo.

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elcuartodelpasillo.tumblr.com anticool perdón porque mi inútil existencia pase por ser la vidriera menos mirada de la cuadra prometo ya no comer cupcakes con ácido ni andar en patineta también dejaré el paco y la pelota paleta sólo le pido a Papá Noel que no me traiga otro par de medias a la radio que me pase de tema este ya me aburrió quisiera esta noche no incendiarme con un fósforo mental que dejes de ser tan de cartón city bell así de cuadrado que entiendas que no me atraen tus cálculos en hojas Rivadavia estamos aca volviéndonos jóvenes entretanto se nos devuelven los años este piso me quiere pegar un sticker por cada minuto que nos quedemos sentados lo pateo adentro de esta pileta vacía ya dije que no pensando en verano que deje de correrme le damos vueltas al tiempo en posición contraria que vuelva ahí subidos a una vertical de contemplación ahí no producir y no consumir muy bien ninguna acción es necesaria y ante siempre qué capacidad en el grito que hemos ganado me entró una pelusa para no movernos me calló la boca todos nosotros juntos y me cayó la ficha en los últimos meses en la plenitud anuncia parece que auto-boicot para los próximos veinte estoy en la rueda fines de semana en la misma rueda el mejor plan no será en una no rueda más bien tomar un colectivo deforme en ciclos después otro estoy en cualquiera ir a una ciudad vos también totalmente diferente y no sé donde jugar a ser otros a ser otras hacer nada

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#poesía en las redes

voy llegando a las cosas cuando las cosas llegan voy llegando a las cosas cuando las cosas llegan si la lluvia se renueva nosotros también me gusta lo espontáneo cuando no es estrategia quiero creer en la paciencia en alguien y en algo que nos supere una emoción que la imaginación no se nos muera concibo la fe en que hay una solidez posible no es para mí la frontera contemporánea no hace falta tener una excusa sólo darse cuenta que así muchas cosas no están bien sigo bailando en la tormenta limpio ideas y las desarmo voy a seguir queriendo fuerte no pienso darle a los golpes el gusto de arruinar todavía podemos intentar lo que no inventaron voy a hacer un glitch sobre las emociones un cartel luminoso que agota la electricidad lleva escrito caos y lo firma tu nombre

Tuti Curani, Buenos Aires, 1990

joakjoak.tumblr.com hermengildo hey, qué lindo fue ver tu cara esa mañana hinchada de dormir profundamente después de una noche bien loca como las que hoy nos sobran y en ese entonces también. hoy pensé en meterme al mar pero me queda bastante lejos, pensé en trabajar y me queda bastante lejos también, pensé en tener hijos para trasvestirlos y me sentí triste porque nunca va a pasar, porque no los podría mantener, y porque no me puedo embarazar, no quiero pensar tanto, me gustaría que me presten un caballo, me iría equitando hasta cualquier lado, hoy podría ser el día más especial de todos y es un día más, ayer pudimos brillar pero estuvimos tranquilos, hoy me acordé de que te gustan todas, a mí no me gusta nadie, ayer estuve a punto de morir pero decidí seguir de largo, llegué e hice lo mejor que pude, quisiera haber visto la sonrisa de todos en su momento más placentero, quisiera sacar fotos de cosas hermosas todo el tiempo pero no tengo cámara y todo lo que veo es medio feo, hoy me puse a pasear 73


en el mundo virtual por las localidades del conurbano a las que nunca voy a tener que ir, me gustaría tener un amigo en cada punto del mapa, me gustaría besarme en medio de plaza flores con algún chico hermoso y que nos apuñalen, que nos apuñalen y nuestra sangre bañe el suelo, riegue las plantas, sea el elixir de un tiempo que ya está por terminar

juguemos, a mí no me gusta ser el capitán pero sí el segundo al mando. siempre y en casi todo

rubro de mi vida. tengo infinitas ganas de que suene el timbre y sea el que me gusta, que venga diciendo que se aburría, y aburrirnos al mismo tiempo y en el mismo cuarto. no creo que tenga la capacidad de hacer mejor la vida de nadie pero creo que si nuestras vidas son igual de malas pero compartidas capaz que son más lindas. según la de matemática, menos x menos = más. vamos a ver. ahora agarro el mouse y me preparo para matar gente random y olvidarme un rato de todo este cancerebero de la vida contemporánea. mi papá odia que venga a dormir con amigos. yo sólo quiero que haya alguien a mi lado para que el despertar sea más lindo. no entiende. como yo no lo entiendo a él termina estando todo bien: un día voy a agarrar ese bolso rojo y me voy a fugar, por ahora no porque no tengo plata y a veces tengo hambre. cuando sea pranático y viva del aire voy a tener una cama en cualquier plaza, una ventana en cualquier alma, un puerto en cada barco, y voy a llevar a cuestas la alegría, cruzando mares a contraviento y selvas a puro machetazo. mientras tanto chateo y me imagino cómo se debe sentir que alguien se enamore de mí

hasta que se agote la expresión, hasta ahí. un día parecido a hoy pero muy diferente me

encontraba en la otra punta de por acá en un lugar medio abandonado viendo cómo no pasaba nada y escuchando cómo no hablábamos. sabemos bien a qué me refiero. cuando esperé por primera vez a que no pasara nada, y en el atardecer me encontré vacilando. por la misma calle miles de cuadras; volver al punto de partida, sabiendo que no había nada que recordar más que la sensación de haber vivido algo que no significó nada. como una pérdida de tiempo más pero que silenciosa se establece entre las más lindas pérdidas de tiempo de todas. me duelen los párpados de estar mirando tanto sin ver nada. a veces me tiro en la cama esperando quedarme dormido sin darme cuenta, generalmente me imagino que todo esto podría tener un sentido, usualmente me desarmo sabiendo que no lo tiene, y en ese desarme encuentro la alegría de ahogarse entre olas de aceite, sin flotar, llorando siempre cabeza abajo, perdiéndose las lágrimas en las pestañas y el pelo, perdiéndose todo en algún lugar, en el lugar en el que formamos el recuerdo de la más linda pérdida de tiempo

Joaquín Cañardo, Buenos Aires (Caballito), 1992.

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#poesía en las redes

imnotlarry.tumblr.com Alejandro Gambarotto, Buenos Aires, 1990.

el viernes volviendo de la fiesta estaba tan en pedo que me puse a llorar en el bondi. una

mujer me miró con ternura y un chico también. después de un rato vomité y el pato quedó jugando al subibaja en el piso del colectivo. ya no me miraban con ternura. me bajé y pasé por un kiosco y le pedí al que atendía que me regale unas papas fritas. —si te quedas un ratico conmigo, pues vale —dale. era ecuatoriano y habia venido con 17 años a buenos aires. se llamaba samuel y era homosexual. pasó de ser un dealer menor de cocaína a ser su mayor vendedor en la zona de caballito, almagro y flores. se puso de novio con gabriel, un peluquero tucumano. un día samuel despertó y no solo notó la ausencia de gabriel, si no tambien de 2kg de cocaína, un reloj de alta gama y $80.000 en efectivo. gabriel se habia ido para siempre. samuel se endeudó y deprimió tanto que tuvo que vender el departamento y alejarse del circuito de la cocaína, para volver a ser un pobre colombiano sin futuro, trabajando en un kiosco. las papas estaban buenísimas y cuando las terminé me fui, dejando a samuel con su tristeza. de alguna manera entre las papas y su historia me senti mejor conmigo. caminé a mi casa, entré, y me fui a dormir con zapatillas. al otro día me fui a los fichines de mitre. estaba ya por el nivel 8 del snow bros cuando escucho un “hey!” atrás mío. era mario. nos saludamos y me dijo que estaba por sacarle unas fotos a una chica que conoció por internet, en su casa. me preguntó si quería venir y por alguna razón le dije que si. a los 3 minutos me arrepentí, pero ya estabámos en camino. caminamos 4 cuadras hasta su edificio. él vivía en el departamento de arriba de todo. mario no era mi amigo pero era simpático y siempre invitaba alcohol caro. su papá tenía la suficiente plata como para que mario pueda darse el gusto de fantasmear con algún trabajo como el de ser fotógrafo. pasados 10 minutos sonó el timbre y era la chica en cuestión. era tan linda que no me interesó en absoluto. por suerte se ocupó de no parar de hablar, eso me sacó un peso de encima. nos contó que una amiga suya había comprado ropa por ebay y que cuando abrió la caja encontró una nota de auxilio escrita a mano, diciendo que era una mujer india y que la tenian esclavizada trabajando 16 horas por día en un galpón subterráneo, sin comunicación con el mundo exterior. les dije que iba a la cocina a servirme más whisky. ellos se quedaron hablando y pude escuchar como mario le empezaba a sacar fotos. era todo bastante estúpido y obvio. la chica sacándose fotos en poses trilladísimas, con poca ropa, para que los chicos de facebook la vean y se maten a pajas pensando en ella. él, sacandole fotos gratis con la esperanza de poder cogérsela en su 18vo piso. todo eso haciéndolo pasar por arte. me dio un nudo en el estómago y deseé que pase cualquier cosa. de pronto se cortó la luz. me asomé por el balcón y casi toda la ciudad estaba sin luz. mario y la modelo se reían. yo seguí tomando whisky. después de un rato les inventé cualquier excusa acerca de mi casa y me fui. en el barrio estaban todos los comerciantes de mal humor, sobre todo los que vendían comida. el de la pescadería me ofreció un kilo de camarones a 50$. “si no, se me pudren y no se lo comen ni las palomas”. acepté y me llevé la bolsa de camarones. antes pasé por una licorería y compré una ginebra bols. se hizo de noche y de repente no había nadie en la calle. los medios de comunicación ganaron la batalla. tomé un atajo con mi ginebra y mis camarones y me metí en mi casa. estaba solo de nuevo, por suerte. 75


Poetas Ezequiel Alemian, Buenos Aires, 1968 Lizzi Argüelles, Neuquén, 1980 Osvaldo Baigorria, 1948 Francisco Bitar, Santa Fe, 1981 Rosario Bléfari, Mar del Plata (Buenos Aires), 1965 Alfonsina Brión, Mayor Buratovich (Buenos Aires), 1984 Fernando Callero, Concordia (Entre Ríos), 1971 Haroldo Conti, Chacabuco (Buenos Aires), 1925 – 1976 (desaparecido en dictadura) Laura Estrin, Buenos Aires – Concepción del Uruguay (Entre Ríos), 1967 Antonela Ferrari Milano, Salliqueló – Mar del Plata (Buenos Aires), 1985 Martín Gambarotta, Buenos Aires, 1968 Francisco Garamona, Buenos Aires, 1976 Carlos Godoy, Córdoba, 1983 Raúl González Tuñón, Buenos Aires, 1905 - 1974 Alejandro Jorge, Lobos (Buenos Aires), 1981 Julia Lucesole, Lobos (Buenos Aires), 1993 Florencia Minici, Buenos Aires, 1985 Eliana Navarro, Buenos Aires – Bariloche (Río Negro), 1975 Elisa Palacio, Buenos Aires, 1987 Susana Pampín, Buenos Aires, 1964 Cecilia Pavón, Mendoza, 1973 Nicolás Pedretti, Mar del Plata, 1984 Miguel Ángel Petrecca, Buenos Aires, 1979 Damián Ríos, Concepción del Uruguay (Entre Ríos), 1969 Daniela Sabanes, Buenos Aires, 1978 Diego Vdovichenko, Rosario del Tala (Entre Ríos), 1985 Santiago Venturini, Esperanza (Santa Fe), 1981


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