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730 • noviembre 9 - 15, 2017

Figura fundamental de la cultura mexicana

Escriben • Raudel Ávila • Carlos Arriola • Fernando Escalante Gonzalbo • • Francisco Gil Villegas M. • Luis Medina Peña • • Jorge Medina Viedas • Fernando Serrano Migallón • fotos: especial/ cortesía


Figura fundamental de la cultura

Rafael Nacido en Madrid en 1928, el

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R afael Segovia nace en Madrid, España, el 13 de junio de 1928. Hijo de un conocido y afamado médico, Jacinto Segovia, desde niño vivirá en un ambiente abierto e intelectual que haría que su padre, al producirse el conflicto que afectaría profundamente a la sociedad española, tomara partido decidido por la República española.

A los ocho años empieza su peregrinar, vivirá dos guerras, una civil y otra mundial y entre ambas, el inicio del destierro que lo marcará toda su vida. Este pasado que asumió sin decisión propia lo marcó definitivamente y en vez de negarlo, lo reivindica con orgullo y pasión. Es quizá por ello que su adaptación e incorporación a México y a la vida de nuestro país fue y sigue siendo tan intensa. El desenlace de la guerra civil lo llevó junto con su familia al exilio y vivirá en Francia, en el norte de África y al final en México, donde echaría raíces definitivamente. Tiene desde el inicio de sus estudios una multiplicidad de influencias: empieza a estudiar en el Liceo Francés de Madrid y prosigue en Francia y en Marruecos. En México continúa la formación elemental interrumpida en el Liceo Franco Mexicano y posteriormente en la Academia Hispano-Mexicana, uno de los colegios creados por los españoles asilados en México para educar y preparar a los hijos del exilio en un medio español para que estuvieran preparados para su regreso a España cuando terminara el destierro. El ambiente en su casa mexicana es el mismo que se respiraba en la española: un socialismo humanista, con carácter profundamente español y ampliado por una formación europea. En 1950 entra a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde realiza sus estudios profesionales y empezaría a formar parte de la vida cultural del país. Es en la Universidad y en ese momento cuando Segovia se incorpora total y definitivamente a la vida y a la sociedad mexicanas; quizá la falta de esperanza en España lo empujaría a ello pero lo más importante y definitivo

El Colegio de México de hoy no se podría explicar sin él.

*Escritor, jurista, politólogo. campus

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mexicana

l Segovia

fernando serrano migallón*

fiilósofo ha entregado su vida a México con una vocación por la enseñanza que traspasa el ámbito académico

Segovia el día de su boda con Paule Forcella; recibiendo el nombramiento de profesor emérito del Colegio de México de manos de Mario Ojeda, y el padre del académico, Jacinto Segovia Caballero.

fue el encanto que el nuevo país ejerce en él. Terminando sus estudios profesionales continúa su formación en Francia, donde encontraría a Jean-Baptiste Duroselle, con quien establecería una profunda relación intelectual y afectiva. De vuelta a México se reincorpora a El Colegio de México, institución en la que ha hecho su vida académica y a la que le ha dado su esfuerzo. El Colegio de México es por muchas razones una institución con una vida paralela y semejante a la de Segovia; de origen español; con el nombre de Casa de España, su evolución la convierte en uno de los centros principales del humanismo mexicano. En algunos aspectos, quizás, El Colegio de México de hoy no se pueda explicar sin Rafael Segovia, pero lo que es seguro es que Rafael Segovia no se puede explicar sin El Colegio de México. En El Colegio, múltiple por su origen, por su enfoque y por su destino, es donde se formó y seguirá formando a sus innumerables alumnos y discípulos. Ahí entraría en relación estrecha con Cosío Villegas, Mario Ojeda, Luís González, Gaos, Nicol,

Andrés Lira, y tantos otros que han sido y son parte activa del México moderno. En El Colegio ha desempeñado, además de la enseñanza, funciones administrativas. Formó parte del Consejo de Dirección de la revista Foro Internacional con Carlos Tello y Mario Ojeda. Donde Segovia llevó a sus páginas el análisis de política internacional que era hasta entonces desconocido o muy poco comentado. Esa es la época en que la actividad académica e intelectual de Segovia es más variada. La diversidad de temas y el enfoque que da a los mismos pueden parecer escritos de juventud, que en realidad lo son por la edad del autor pero no por la profundidad del análisis. El Colegio de México le otorgó su máximo reconocimiento: Profesor emérito, distinción que se da a quienes dedican su vida, y la dedican bien, a la investigación y a la enseñanza. Como hombre culto, culto como nadie, ninguna actividad le es ajena: amante de la vida, no desperdicia ninguna de las oportunidades que ella le brinda, gusta no sólo de las materias que cultiva, sino del futbol, de la literatura, de la mesa, los amigos, de los viajes y sobretodo de la familia.

campus

“Rafael Segovia ha sido y es fundamental para El Colegio de México, para la cultura nacional y para tantas generaciones que han pasado por sus aulas de profesor”

Siempre ha dedicado su vida a la instrucción. Su vocación por la enseñanza traspasa el ámbito académico, en casa su mujer y sus tres hijos se han dedicado, de una u otra forma, a la educación. Para Segovia la formación no debe ser sólo transmitir conocimientos sino hacer que se comprendan valores y forma de ver la vida. Esto se aprende fundamentalmente en la etapa de la formación profesional, de ahí su insistencia en que en el Centro de Estudios Internacionales se dé la mayor importancia a la licenciatura frente a maestrías o doctorados, que si bien son por demás importantes, su utilidad y su trascendencia son mucho mayores cuando se llega a ellos con

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una sólida preparación profesional. Una de las facetas más conocidas de Segovia es su análisis político e histórico en la prensa. Con ello comparte una tradición en la que Daniel Cosío Villegas destacó señaladamente en México y Raymond Aron entre los europeos. Segovia cree como ellos que el análisis profundo y serio no debe estar reservado a grupos cerrados sino ponerse al alcance del público. Rafael Segovia ha sido y es fundamental para El Colegio de México, para la cultura nacional y para tantas generaciones que han pasado por sus aulas de profesor, por su cubículo de asesor y por sus mesas de contertulio; todos siempre han querido y quieren estar cerca de quien hace de la amistad una profesión. El día en que se le entregó la distinción de Profesor Emérito, Segovia afirmó que en su formación había tenido cuatro pilares: su padre, Don Jacinto, Paula, su mujer, su hermano Tomás y Luis Rius. A los cuatro les tenemos que agradecer lo que hayan tenido que ver en su formación y, por su conducto, en nosotros. Muchos, muchos méritos tiene Segovia quien, como diría Machado, en el buen sentido es, sobre todo, un hombre bueno.

antes de

llegar a México, el ensayista viviría en Francia y África.


Recordando al profesor

Homenaje a Rafael Segovia La expresión “profesor universitario” parece haber sido creada para definir la personalidad del catedrático español

El maestro fue pionero en estudiar las relaciones internacionales y fundador de la licenciatura en administración pública.

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afael Segovia es uno de esos intelectuales de peso completo cuyas enseñanzas han marcado a múltiples individuos a lo largo de tantas generaciones, que podría hablarse con toda justicia de “la escuela segoviana.” Un servidor solo es un eslabón más en la extensa cadena de beneficiarios del conocimiento, sabiduría y ethos de la escuela segoviana. Sirva este texto como testimonio de reconocimiento de parte de un alumno al maestro de maestros en esa escuela.

Lo conocí una mañana de 2004, rodeado de un aura mitológica por su cultura enciclopédica. Llegué a su cubículo por recomendación del profesor Fernando Escalante, quien me sugirió consultar al profesor Segovia sobre lecturas para un seminario de investigación relativo a las guerrillas en la historia de México. Yo tenía 19 años y estaba en el primer semestre de la licenciatura en El Colegio de México, absolutamente impresionado por

mis profesores, a quienes había visto durante la preparatoria en aquel viejo programa de televisión conducido por Héctor Águilar Camín: Zona Abierta. Entre los contertulios de Águilar Camín en Zona Abierta, recordé haber visto en algunos de los episodios a Rafael Segovia. Uno de esos hombres de tantas lecturas, que huelen a libro e imponen respeto con su sola presencia. Voz firme, marcado acento español y un lenguaje tan pulcro que era muy agradable escucharlo, casi como oír un poema bien recitado. Ahora lo tenía frente a mí. Refugiado de la guerra civil española, apoyado en su legendario bastón, de riguroso traje y corbata, Rafael Segovia me extendió la mano para saludar cuando entré a su cubículo. No daba crédito, yo estaba saludando a la historia viva, a un protagonista fundamental de la vida intelectual y política mexicana. Desde entonces, nunca he podido separar en mi cabeza la expresión “profesor universitario” de la estampa de Rafael Segovia. Si alguien no se ve, se mueve o expresa como él, no encaja con mi definición de un catedrático. En la pared de su cubículo colgaba una imagen enorme de Voltaire. En su mesa estaban dispersos ejemplares de perió-

dicos europeos y estadounidenses. “Disculpe el desorden, estoy preparando mi artículo semanal, ¿quiere un té?”. Recuerdo con la exactitud propia de un admirador lo que me contó esa mañana. Sacó de unos cajones algunas tesis sobre la guerrilla (incluida la tesis de licenciatura del propio Subcomandante Marcos) y me recomendó películas sobre la guerra de Argelia, que me apresuré a conseguir no recuerdo cómo, en versiones piratas. En esos años, aún no existía Netflix ni nada parecido. Todavía más, al despedirse, Segovia me dio su tarjeta, en cuyo reverso anotó el teléfono de su casa. “Llámeme sobre las cinco y media de la tarde por favor, y así me recordará que debo traerle mañana más libros sobre la guerrilla.” Salí emocionadísimo. Me sentía muy importante, el mismísimo Rafael Segovia me había dado su tarjeta personal. ¿Qué traería impreso? Quizá diría algo así como “Dr. Rafael Segovia, intelectual y escritor” o “Dr. Rafael Segovia, profesor emérito del Colegio de México.” La revisé. Únicamente decía “Rafael Segovia” y abajo una dirección en la calle de Tennyson, en Polanco. Atrás, como ya dije, un número de teléfono. Yo, bárbaro del norte, recién llegado de la carne asada sonorense y los ce-

*Ensayista egresado de El Colegio de México campus

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raudel áVILA*

viches sinaloenses, me pregunté quién diablos habría sido Tennyson y bajé a la biblioteca a investigar. Saqué un par de libros suyos que leí con la emoción de quien está descubriendo un mundo nuevo. En alguna otra visita que le hice, Segovia se quejaba de que su calle se llamara Tennyson, pues Polanco no arreglaba cronólogicamente las calles con nombre de escritores como se hacía en Paris. Las calles ponían un escritor medieval junto a uno decimonónico y después uno renacentista. Así no era posible orientarse, decía Segovia. Ahí empezaron las lecciones del ethos segoviano. La educación no era un proceso exclusivamente de transmisión de conocimientos. Era, sobre todo, formación del carácter y la personalidad. Con todos sus merecimientos y honores, la tarjeta de Segovia no tenía ni siquiera sus títulos académicos. La soberbia de los títulos no casaba con un fiel lector republicano de Montaigne, como supe después que él era. La generosidad y el desprendimiento para compartir sus conocimientos y libros eran infinitos. Segovia nunca se negaba a dar consejo académico, intelectual o personal. Lo sé porque una vez que tuve su teléfono lo llamaba varias veces al mes. Me gasté muchísimas tarjetas de teléfono público, en aquellas largas llamadas. “Profesor, por favor recomiéndeme un libro de equis tema”, “Profesor, ¿Qué opina de lo que está pasando en (inserte aquí México, España, Francia, Estados Unidos, Inglaterra o el lugar que se adapte a la coyuntura política del momento)?”. Una vez formulada mi pregunta, yo solamente escuchaba, pasmado ante tanto conocimiento e inteligencia. Era muy divertido leerle la bibliografía que solicitaban para sus cursos al principio del semestre otros profesores del Colegio y oír cómo la despedazaba. Los había leído a todos y por eso los descalificaba. “Esos autores son mediocres” o “no son suficientemente profundos, mejor lea éstos otros.” Lo hostigaba varios minutos con tantas preguntas que llegaba el momento en que, cansado pero educado, me decía “¿por qué no pasa a verme a mi cubículo tal fecha a tal hora para seguir conversando?” Muy ilusionado con lo que aprendía, nunca falté a la cita. Rafael Segovia, profesor emérito del Colegio de México, fue pionero en estudiar las relaciones internacionales y fundador de la licenciatura en administración pública. Formado en Francia junto a figuras como Raymond Aron, Maurice Duverger, Michelle Vovelle o Marc Ferro, y autor de un libro fundamental La politización del niño mexicano. Cosío Villegas lo menciona en sus memorias como una de las grandes promesas intelectuales del México moderno. Entre sus discípulos del Colegio de México, Segovia formó a gobernado-


res como Otto Granados y alcaldes como Marcelo Ebrard; secretarios de Estado como Rosario Green, Jaime Serra y Patricia Espinosa; intelectuales como Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze; académicos como Soledad Loaeza, Luis Medina, Rogelio Hernández, Fernando Escalante, Carlos Elizondo y Blanca Heredia. Segovia fue consejero áulico de varios secretarios de Estado, entre ellos Jesús Reyes Heroles, a quien asesoró con la reforma política. Escribía artículos periodísticos imprescindibles. Recuerdo un editorial donde decía que a él le sorprendía mucho leer sobre crimen organizado, pues no sabía que en México hubiera algo organizado. Otro donde criticaba que Martha Sahagún usaba abrigos de piel… pero de contribuyente. Me gustaba organizar comidas con mis compañeros del Colegio de México para llevarnos al profesor Segovia a un restaurante y tratar de arrancarle anécdotas sobre sus discípulos famosos o sobre los grandes políticos que trató. Nunca lo conseguimos. Hombre discreto como pocos, Segovia desviaba la conversación y mejor nos contaba apasionantes anécdotas sobre personajes históricos. En una ocasión, lo llevamos de vuelta a su casa y nos invitó a pasar por un digestivo. Al entrar, me topé asombrado con un oso peluche encima de uno de los libreros. Segovia se percató de mi interés en el juguete. “¡Ah! Se lo quité a mis nietos. Estaban peleando por él y ambos gritaban “es mío.” No puede ser que hayamos llevado el concepto de la propiedad al grado de ocasionar disputas entre niños.” Todavía no me recuperaba del asombro por semejante explicación, cuando Segovia empezó a contarme el origen histórico de los osos de peluche, los teddy bears, fabricados en homenaje al ex Presidente de Estados Unidos Theodore “Teddy” Roosevelt. Un rato más tarde, sonó el teléfono. Segovia se disculpó y tomó la llamada, mientras mis compañeros y yo comentábamos todo lo que habíamos aprendido esa tarde. “Era Marcelo”, nos dijo como si lo hubiera llamado un vecino. El alcalde de la ciudad le había marcado para preguntar por alguna política pública instrumentada recientemente en Paris.

Herencias para la vida

Uno de los recuerdos más importantes que tengo del profesor Segovia es la muerte de su esposa. Por más esfuerzo que hago, no puedo acordarme cómo me enteré (ciertamente no me avisó él, para quien yo solamente era un alumno más), ni cómo llegué a su casa, pero me presenté ahí. Creo que era una tarde de sábado. Me puse el único traje que tenía y llegué a expresarle mis condolencias. La casa estaba llena de gente. De un lado los académicos, de otro los políticos y al fondo, quienes supuse, eran sus familiares. Esto era revelador.

En los dos o tres años que tenía de conocer al profesor Segovia nunca se me ocurrió preguntar por su familia. No parecía prudente. Yo sólo sabía que la señora lo había acompañado varias décadas. En las muchas ocasiones que lo visité en su cubículo o lo llamé por teléfono, Segovia nunca habló de su vida familiar o sentimental. Sí sabía que su hermano era el famoso poeta Tomás Segovia. Jamás mencionó a su mujer ni a su familia. Era sumamente celoso de la separación entre vida pública y privada, así que no se refería a la última ni por accidente. Es más, nunca conseguí que me hablara de sus padecimientos durante la guerra civil española y su éxodo a México. Siempre me ha parecido que su posición es la más respetable de todas. A la fecha, me irritan sobremanera los políticos que lu-

estampa debe haber sido aquella, cuando un estudiante provinciano, en traje barato y corriente le ofrecía apoyo a un hombre que en su momento de dolor, tenía a su lado a ex secretarios de Estado. “Gracias. Solamente le deseo que nunca tenga que vivir la pérdida irreparable de su compañera de vida”, me contestó. “Si tiene la desgracia de vivirlo, piense en Séneca” concluyó poniendo una mano sobre mi hombro, como si él tuviera que consolarme a mí de un porvenir incierto. El profesor Mario Ojeda, gran patriarca del estudio de las relaciones internacionales en México, me tomó del brazo para alejarme de Segovia y me condujo por un corredor al jardín. “¿Sabe usted? La esposa del profesor Segovia era toda una dama. Si usted cree que él es culto, no la conoció a ella. En una ocasión nos invitaron a mi es-

Importantes figuras de la vida política nacional han consultado al catedrático.

cran con su vida privada y exhiben a su familia. El ethos de Segovia me dejó otra lección para la vida. El dolor y la alegría personal, por grande que sea, no es para exhibirse públicamente, sino para guardarse en la intimidad. A pesar de su francofilia, Segovia alguna vez me dijo que esa distinción para llevar con entereza y discreción los sentimientos era lo que más admiraba de los británicos. En un artículo periodístico, Segovia expresaba su admiración por la elegancia de costumbres y movimientos de los integrantes de la casa real británica, pero sobre todo reconocía su pudor silencioso contra todo reflejo sentimental. Así, Segovia no solamente protegía la privacidad de su vida familiar, sino que la vivía con dignidad. La profesora Ana Covarrubias, maestra mía ese semestre y ex alumna de Segovia, estaba llorando en el velorio de la esposa del profesor y exclamó, “el profesor siempre ha sido tan fuerte. No me había tocado verlo desolado.” No obstante, a mí me parecía el mismo hombre recio de siempre. Nunca antes le había visto una mirada tan triste, pero no derramó una sola lágrima. ¿Qué podía hacer yo? No tenía la confianza para abrazarlo. Solamente me le acerqué y le comenté que si podía hacer algo por él o su familia, no dudara en pedírmelo. Graciosa

“La generosidad y el desprendimiento para compartir sus conocimientos y libros eran infinitos. Segovia nunca se negaba a dar consejo académico, intelectual o personal”

posa y a mí a comer. Aquí, a esta misma casa. Al final, su señora le obsequió a la mía un tarro de mermelada hecho por ella misma y nos contó la historia del origen de ese postre. Fue una preparación para una reina francesa que estaba enferma “Mary malade.” Alguien entendió mal la expresión y la pronunció “Marmalade”, que se convirtió en nuestra actual mermelada. El profesor Segovia sonreía admirando la inteligencia y cultura de su señora.”

*** Un par de semestres más tarde, unos compañeros y yo tuvimos la ocurrencia de invitar a Carlos Salinas de Gortari (Presidente de

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México 1988-1994) a impartir una conferencia sobre el TLCAN en El Colegio de México. Fui a ver al profesor Segovia para pedir consejo e invitarlo a recibir a Salinas en la puerta del Colegio el día de la conferencia. “Su secretaria particular nos dijo que llegará a las diez de la mañana”, le informé, tratando de que se sintiera orgulloso de su alumno. Segovia no pudo evitar sonreír ante mi ingenuidad “Él llegará cuando así lo estime conveniente. Fue Jefe de Estado.” No añadió más, pero se comprometió a acompañarnos el día de la conferencia de Salinas, aunque al final, la menguada salud de Segovia no lo permitió. Después de la pérdida de su mujer y con el progresivo deterioro de su salud, era cada vez más difícil ver al profesor Segovia en El Colegio de México. Dejé de llamar a su casa para preguntarle de política y de libros. Me parecía una falta de respeto ante el duelo familiar, pero pasaron los meses y nunca me atreví a reactivar el hábito. Le perdí la pista por completo. Me lo encontré años más tarde, en la librería del Colegio de México. Sostenido en su bastón y en un ayudante, revisaba la mesa de novedades. Me vio y sonrió “Está usted desaparecido, ¿Dónde ha estado?” me preguntó. Contento de que me reconociera, le respondí “Ya me recibí profesor. Lo puse en los agradecimientos de mi tesis, si alguna vez tiene oportunidad de leerla. Por cierto, hablando de lecturas, acabo de terminar su libro sobre Fox. ¡Lo disfruté mucho!”. El libro aludido era una recopilación de artículos sobre el sexenio del Presidente Fox con el título La política como espectáculo. Segovia en una respuesta ácida, típicamente suya, remató “Entonces no entendió usted nada, no sé cómo se graduó. Vuelva a leer el texto. No es un libro sobre Fox, sino contra Fox. Mejor aún, póngase a leer a Sándor Márai, es un escritor húngaro excepcional recientemente traducido al español.” Rafael Segovia fue profesor invitado varias veces en la Universidad de Oxford y en el Instituto de Estudios Políticos de Paris. La invocación de Segovia resultaría a la postre una especie de protección sobrenatural incluso en el extranjero. Para irme a Inglaterra a cursar la maestría en Essex, tuve que pedir infinidad de favores políticos y monetarios. Uno de los obstáculos más poderosos que enfrenté fue la obtención de la visa de estudiante. El gobierno británico exigía comprobar que uno tenía el dinero para pagar sus estudios allá en una cuenta bancaria a su nombre. Por supuesto que yo no tenía un peso, o en este caso, una libra. Tratando de comprobar con todo tipo de maniobras que yo no era un inmigrante ilegal en busca de trabajo usando la maestría como excusa, terminé en manos de los servicios de inteligencia británicos. Me atendió el doctor Dudley Ankerson, especialista del Foreign

Office en América Latina. Su gesto y sus palabras de disgusto ante mis tentativas poco transparentes de ir a Inglaterra no dejaban lugar a dudas. Yo no le resultaba simpático en absoluto. “Tu historia no cuadra. Los mexicanos siempre quieren brincarse las reglas y hacer todo fuera de la ley. En Inglaterra no es así. A ver, si quieres estudiar, ¿dónde cursaste la licenciatura?” me interrogó con mirada penetrante. “En el Colegio de México” le contesté sin amedrentarme por fuera, pero preocupado por dentro. El semblante de Ankerson cambió inmediatamente. “¿Fuiste alumno de Rafael Segovia?”, me preguntó sonriente. “El profe Segovia fue mi tutor” le contesté orgulloso y feliz. Resultó que Ankerson escribió su tesis doctoral para Cambridge en la biblioteca del Colegio de México varias décadas atrás. El tema de su tesis era la vida de Saturnino Cedillo, el caudillo agrarista de la revolución mexicana, y un profesor del Colegio de México lo llevó a los archivos históricos y lo presentó con varios políticos, entre ellos, ex presidentes. Era Rafael Segovia. “¿Cómo está Rafa? Hace años no lo veo”, me preguntó intrigado. Finalmente pude cambiar la conversación y empezar a parecerle menos antipático.

*** Rafael Segovia nunca dejó de corregirme. En una ocasión me interpeló: “¿Recuerda el nombre del secretario particular del Presidente López Mateos?”. “Discúlpeme, yo no había nacido, no sé.” Su gesto de disgusto se acentuó: “Yo no había nacido en época de Carlo Magno, y sin embargo, sé quién fue. ¿Cómo logró usted entrar a esta institución?”. Estuve pensando mucho en el profe Segovia esta tarde, al concluir la lectura del libro History´s People de Margaret MacMillan, una respetadísima historiadora de Oxford. Ella habla del liderazgo de Franklin D. Roosevelt y Winston Churchill, de la hibris de Hitler y Stalin. Del carisma weberiano de Margaret Thatcher y Woodrow Wilson. No encontré nada novedoso en el libro. Son temas y autores que el profesor Segovia analizaba continuamente. Absolutamente todo lo que dice MacMillan ya me lo había enseñado en clases o comentarios Rafael Segovia. Al final de la guerra francoprusiana, cuando los ejércitos de Alemania lograron aplastar a Francia, un periodista solicitó sus impresiones al canciller Bismarck. ¿Cómo había logrado una nación recientemente unificada semejante éxito contra el imperio francés? ¿Cuál fue la estrategia militar? “Es una victoria de nuestros maestros de primaria”, contestó imperturbable el estadista. La anécdota me la contó el profe Segovia y me recuerda la secreta, pero importante contribución de profesores como él a la vida pública mexicana.


Eterno educador

Lecciones e iniciaciones: mi reconocimiento a Rafael S Historiador de formación, Segovia fue el primer politólogo completo con que contamos en México; su estilo único es un legado

M

i primer encuentro con Rafael Segovia fue allá por el mes de nov iembre de 1965 cuando fui citado, luego de haber env iado los documentos de rigor, a entrevistas para decidir quién ingresaba a la tercera promoción de la licenciatura en Relaciones Internacionales de El Colegio de México en febrero de año siguiente. En aquel entonces me entrevistaron cuatro profesores, uno de ellos externo a la institución. Lo hacían individualmente, no en comité, y pasaba uno de cubículo en cubículo. Segovia me tocó en cuarto lugar; el tercero, abogado y miembro del Servicio Exterior Mexicano, había puesto el grito en el cielo porque dejaba yo la carrera de Derecho en el cuarto año para optar por otra nueva. Cuando entré a su oficina, Segovia estaba leyendo mi expediente y sin levantar la vista me señaló la silla e invitó con ese gesto a sentarme. Pasó un rato mientras leía cuidadosamente quizá mi exposición de motivos, y me empecé a inquietar pues pensé que iba a venir por el mismo lado que el anterior entrevistador. De repente, levantó la vista y esbozando una sonrisa me dijo: “No le voy a preguntar por qué deja Leyes. Creo que la razón es obvia.” Y continuó con varias preguntas de naturaleza académica sobre las Ciencias Sociales. Para terminar me dijo: “Pero, dígame, de ser admitido ¿qué piensa hacer después, cuando se gradúe? Fui sincero “La diplomacia o la academia. Aún no lo sé, es lo que vengo a averiguar”. Me vio varios segundos que me parecieron una eternidad, y luego cerrando el expediente dijo “Bien, para eso se crearon el Centro de Estudios Internacionales y esta licenciatura, para averiguar lo que no se sabe. Ya puede retirarse.”

Las clases

de Análisis Político del historiador eran una serie de novedades constantes

Yo no lo sabía entonces, me di cuenta con el tiempo: Segovia fue el primer politólogo completo con que contamos en México. No ha sido académico de grandes teorías, sino de teorías empíricas de rango medio, con un manejo excelente de la geografía electoral y capacidad para hacer e interpretar encuestas. Cierto, desde 1959 existía la Escuela de Ciencias Políticas en la UNAM, pero su profesorado venía mayoritariamente de Derecho con los sesgos propios de esa disciplina. Como profesor de Análisis Político en el año propedéutico de la licenciatura, las clases de Segovia fueron una serie de novedades constantes. Historiador de formación, había sido enviado a La Sorbona por Daniel Cosío Villegas a prepararse para los cursos sobre Europa moderna y contemporánea, tiempo que también utilizó óptimamente para, de la mano de su maestro J. B Duroselle, estudiar concienzudamente la

El ex presidente del Colegio de México, Mario Ojeda Gómez; el demógrafo Luis Unikel y la escritora e historiadora Soledad Loaeza acompañan al investigador emérito.

ciencia política tal y como empezó a practicarse tras la postguerra. En cinco grandes tramos, según el plan del curso, nos puso al tanto de la naturaleza, métodos, temas, lenguaje y tendencias vigentes de la ciencia política. La lista de lecturas, ni corta ni larga. Veintiún libros sin paginación obligatoria asignada. Media docena, obligatorios. Era una combinación

de literatura francesa y anglosajona, lo último en aquel momento. En la primera se contaban el libro clásico de M. Duverger sobre los partidos políticos, los estudios de J.B. Duroselle sobre los sondeos y encuestas en historia y en ciencia política, y el de J. Meynaud de introducción a la ciencia política. Entre los autores anglosajones aparecían el infaltable

H.D. Lasswell sobre la ciencia política estadounidense, T.D. Weldon sobre el vocabulario de la política y R. Macridis sobre gobiernos comparados. Destacaba entre ellos S.M. Lipset y su Political Man, que descubrió Europa a la academia estadounidense, a través de estudios empíricos. Hacia el final del curso agregó dos más como obligatorios, Meynaud sobre

* Investigador de CIDE, autor de Los Bárbaros del Norte, Invención del Sistema Político Mexicano, La formación del nuevo Estado, El siglo del sufragio. campus

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Segovia para las nuevas generaciones los grupos de presión y el indispensable Elecciones libres de W.J.M Mackenzie que contiene todos los sistemas electorales hasta ahora imaginados. Para concluir el curso nos pidió un ensayo final: un estudio de contenido de un diario de la ciudad de México entre los que habrían de publicarse un próximo jueves. Repartió los diarios entre los escasos alumnos sobrevivientes, y a mí me tocó el detestable El Sol de México. Se me ocurrió dividir el trabajo siguiendo las secciones del periódico: noticias locales, nacionales, internaciones e incluí las caricaturas y los anuncios. Medí todo aquello en centímetros cuadrados y acompañé esa maraña cuantitativa con un análisis cualitativo de la orientación intencionada de las noticias y las caricaturas. En la sesión de crítica me entregó el trabajo y me dijo: “Está bien, pero los diarios no se miden con centímetros cuadrados sino en líneas ágata”. Pensé que habría una tabla de equivalencias pero no, con el tiempo supe que los editores usan, o usaban, una regla para tales mediciones. Sigo sin conocer la famosa regla, pero la lección de Segovia ha perdurado en mi mente hasta la fecha: antes de entregar cualquier trabajo escrito hay que atender, comprobar y despejar todos los detalles. Pero más que maestro circunstancial Segovia ha sido para mí un tutor. En septiembre de 1972 ingresé a la planta de profesores del Centro de Estudios Internacionales, el cual ya dirigía Segovia. Al mes siguiente me nombró coordinador del centro, lo cual abrió para mí la época de tutoría segoviana por el trato constante que teníamos. Dos veces a la semana lo acompañaba a su casa a merendar y establecíamos una tertulia con la asistencia de su esposa Paule. Se discutían tanto el momento político como libros y autores de la más variada naturaleza. Paule me aficionó a la literatura inglesa contemporánea: R. Graves, G. Greene, un temprano J. LeCarré, G. Orwell, E, Waugh y tantos más. En aquellas sesiones, a veces él a veces ella, soltaba el nombre de un autor de un libro recién editado y que causaba ruido en las revistas europeas a las que estaban suscritos., y que obviamente ya habían adquirido y leído. Si yo mostraba interés, me lo prestaban. Así me enteré desde avances en la genética hasta la capacidad artillera

Luis Medina Peña*

“La reforma política, el gobierno federal, el PRI y las elecciones federales de 1973”. Como a toda novedad de trascendencia fuimos pocos los que le pusimos atención. Hubo muchos colegas que se reían por lo bajo porque Segovia trabajaba con cifras oficiales. “Son datos falsos”, decían. En ese entonces dominaban la academia los colegas que hacían desproporcionados esfuerzos por aplicar la Teoría de la Dependencia a las Relaciones Internacionales de México y el

Segovia abordó por primera vez en una institución de educación superior mexicana el tema de las elecciones, desde la perspectiva de la geografía electoral. Aquí, con el investigador Luis Medina.

de los acorazados británicos en la Primera Guerra Mundial. Pero los clásicos de la política no se quedaban atrás. Segovia me llevó a leer a Max Weber, algo de Raymond Aron, Bertrand de Jouvenel, Robert Michels y Alexis de Tocqueville. La línea española iba aparte: Pio Baroja, algo de Ortega y Gasset, mucho de Azaña, casi todo Semprún y la literatura de esperpentos de Valle Inclán. En la francesa, además de Jouvenel y Tocqueville, hizo que leyera a Malreaux, Saint-Exupéry y a ese extraño y sombrío autor que fue Céline. Con todo eso venía implícita la segunda gran lección: si quieres ser un académico de verdad, hay que leer de todo, uno nunca sabe cuándo va a necesitar un conocimiento así adquirido. Al menos en Ciencias Sociales y Humanidades no hay conocimiento que sobre. Y ya iniciado en estas andaduras uno sigue solo. Pero el magisterio de Segovia no se basa únicamente en lecturas, sino también en una práctica que por obvia fue ignorada por otros analistas. Si uno va a hacer análisis político es preciso alternar con los políticos, no para polemizar o militar brazo con brazo, sino para ver a través de conversaciones inteligentes cómo piensan y actúan. Es una práctica que él empezó en los años sesenta y ha continuado hasta ahora. En aquellos años, mediado el siglo, esta práctica era mal vista, se consideraba que el académico como intelectual po-

“Con todo eso venía implícita la segunda gran lección: si quieres ser un académico de verdad, hay que leer de todo”

día quedar contaminado al grado de comprometer su independencia y capacidad crítica. Pero la acción de los políticos es el asunto principal del análisis político, es uno de sus objetos de estudio. Si Pasteur hubiera tenido repeús a los microbios ¿a dónde habría llegado? Es precisamente ese codearse con la realidad que se estudia lo que ha proporcionado los ejes de carga a las estructuras que Segovia sintetiza, sobre todo en sus artículos. Pero Segovia no sólo ha sido todo lo arriba mencionado, es también el que abordó por primera vez en una institución de educación superior mexicana el tema de las elecciones. Lo hizo por el lado de la geografía electoral que supone analizar los datos de una votación nacional y agrupar regiones, ver variables y constantes y analizar contextualmente ese material. En el número 55 de Foro Internacional publicó un primer análisis:

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esquemón de la Autonomía Relativa del Estado frente a las Clases Sociales en los estudios de política interior. (¡Cuánta tinta se gastó en esos ensayos permeados por un marxismo descafeinado!) Pero de ese y otros artículos posteriores de Segovia sobre las elecciones salió una pregunta fundamental, que luego obsesionaría a los que vendrían detrás: ¿Por qué el partido oficial obtenía altas cotas de votación en las zonas atrasadas y no así en las ciudades o regiones desarrolladas? El tema tomaría vuelo luego de las reformas de 1979 y pronto quedaría saldado: subdesarrollo y manipulación electoral van de la mano. Hoy por hoy hasta los diarios hacen geografía electoral en épocas de elecciones. A la par que escribía los artículos sobre elecciones, Segovia analizaba el material de una encuesta aplicada a fines de 1969 a una muestra estratificada de escuelas para tratar de determinar cómo se socializaba políticamente al niño mexicano, análisis que condujo a la publicación de su estudio ya clásico La politización del niño mexicano en 1975. Con este libro Segovia demostraba toda su capacidad de politólogo, pues no solo aplicaba los conocimientos e hipótesis de una bien conocida y desarrollada escuela sobre la socialización política, sino que con escasos recursos fue capaz de llevar a cabo la aplicación de un cuestionario de 69 preguntas que rindieron cantidades inmensas de información. Y aquí está el genio

del académico: sin su cultura general el análisis se hubiera quedado corto. La conclusión principal fue que la cultura política impartida o vigilada por el Estado junto con la familia era estable y general, y que los caminos a abrir para llegar a una vida más democrática quedaban a la imaginación de los gobernantes. Hasta hoy no conozco algún politólogo de orientación cuantitativa que haya tomado la conclusiones de Segovia para tratar de comprobar o desmentir si la cultura política sigue produciéndose donde y como él dijo hace poco más de cuatro decenios. No, no habré de hacer aquí una biobibliografía de Rafael Segovia. Su obra académica ahí está y la escribió para sus colegas, amigos, y sobre todo para sus queridos alumnos. Destaco aquí lo que ha hecho en el último tramo de su vida intelectual. No recuerdo bien donde empezó su transición, pero creo que fue en la revista Plural de Excélsior, entonces dirigida por Octavio Paz, en la que empezó a transitar paulatinamente del sesudo artículo académico al ensayo periodístico. En ese andar pasó por varios diarios: Excélsior, Unomasuno, El Financiero, La Jornada para culminar en Reforma. La prensa no era lugar fácil para el académico y éste le resultaba un bicho raro al periodista. Pero a medida que se abría el sistema político a la participación política, la prensa tuvo que ir acorde a los tiempos no obstantes sus altibajos dignos de una montaña rusa. Aprovechando esos años, Segovia quiso alcanzar un público más amplio, trascender el limitado alcance de las revistas erróneamente llamadas científicas. Quiso llegar a los políticos y sobre todo a esa clase media tan importante en este país que, no obstante las distracciones laborales cotidianas que enfrenta, busca orientación para sus actitudes sociales y políticas en la prensa. En esto, al igual que en otras cosas. Segovia también fue pionero pues: abrió camino al caudal de comentaristas que hoy atiborran los diarios, pero sobre todo marcó un estilo que no es fácil de seguir. Logró reducir el espacio utilizado y avenir el comentario del hecho o acontecimiento fugaz con análisis de fondo y la transmisión de conocimiento sólido de manera accesible para el lector apresurado. Por eso sus artículos son coleccionables y editables en forma de libro, y lleva ya dos importantes. Lapidaria política (FCE) y La Política como espectáculo (Cal y Arena), que nuevas generaciones pueden leer con provecho. La tutoría de Segovia me duró seis años y seguido echo mucho de menos aquellas tertulias. Después no hubo nada con que sustituirlas. Pero él siguió tesonero en esta línea de conducta, formando nuevas generaciones que piensan y escriben muy bien; siguió y sigue siendo lo que se propuso desde el inicio de su vida intelectual: un pedagogo.


Entrevista

Precursor del análisis electoral

Rafael Segovia y la politizaci Uno de los grandes pensadores políticos del México contemporáneo y un genial conversador, el profesor emérito habla con

D

Durante varias horas en distintos momentos conversé con el politólogo e intelectual Rafael Segovia Canosa. Los encuentros ocurrieron entre los meses de septiembre y octubre pasados, y el segundo de ellos se dio días después del temblor del día 19 que impactó principalmente a Ciudad de México.

Dialogar con el politólogo y profesor emérito Rafael Segovia Canosa es recibir una historia de pensamiento y práctica política.

Una primera entrevista para Campus con el Investigador Emérito de El Colegio de México, la llevé a cabo hace casi doce años, o sea que no cumplía entonces 77 años. Actualmente tiene 89 años. Pensando en aquella primera experiencia, hoy me resulta difícil decir que sus puntos de vista sobre la política o los políticos han cambiado. Es el mismo Segovia, con su talento centelleante, su simpatía natural, su humanismo progresista y, como un manto imperceptible, no deja de cargar con devoción el timbre inseparable del exilio. Esta vez noté, en su lucidez, que su principal preocupación era la dificultad para completar las frases que quería decir. Por momentos llegué a pensar que era una imprudencia de mi parte insistir en la entrevista, pero una vez que iniciábamos la plática, me alentaba que Segovia disfrutara hablar de la política, le gustaba recordar, e incluso lo mismo suspiraba que

sonreía al hablar de momentos y personajes que tuvieron que ver con su vida. No obstante, pese a ese hablar vacilante, el profesor logra conformar una serie de relatos sobre historia política, episodios dispersos, lejanos en el tiempo, especulaciones sobre el presente, eso sí, respetando el futuro, sin atreverse a prescribirlo, pero sí con el ansia de vivirlo. Lo visité en el magno edificio de El Colegio de México, en el Centro de Estudios Internacionales del que fue director y uno de sus pilares intelectuales. Nos reunimos en su pequeño cubículo al que acude tres veces a la semana, abierto a quien quiera visitarlo. A su espalda, en la pared, una foto con todos los miembros del Centro. Es una imagen histórica, cuando lo nombraron profesor Emérito de El Colegio. Al frente, un librero alto y en la balda superior de éste, la ringlera de libretas engargoladas con sus textos manuscritos.

Por momentos me hace imaginar a Isaiah Berlin, al viejo profesor de Oxford en su cubículo, casi en el retiro, silente, el rostro cansado pero ufano, con la huella de la sagacidad en sus ojos; negado ya a usar el bolígrafo, pero ejerciendo su irrenunciable aptitud oral por hacer de la historia política la materia principal de sus reflexiones; Segovia, como siempre, colocando en el centro de todo a los actores de la vida pública, al político, al empresario, al líder obrero, al cura, a todos aquellos a los que les asigna la responsabilidad y la capacidad de cambiar el presente. Forzosamente, la entrevista tiene que ser una historia de pensamiento y práctica política. Nostálgico de sus años en Francia, de sus maestros franceses en la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y de los mexicanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, siempre con el recuerdo de su

*jorgemedinaviedaS@Gmail.com campus

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esposa Paule y de sus hijos cercanos a él, el profesor Emérito, originario de Madrid, habla de política y de políticos, y como estudioso irredento y apasionado de la realidad del país, vuelve por momentos a las andadas de su vida tertuliana: más que los festejos del movimiento de los 50 años del movimiento de 1968 que acaba de acordar El Colegio con otras instituciones, le interesa el desenlace de la sucesión presidencial de 2018, “en el que se juega el porvenir inmediato del México”. Contra lo que se puede pensar, el movimiento de 1968, o mejor dicho, los festejos de 68, lo tienen sin cuidado. “¿Que piensa que fue el 68?”, le pregunto y me llevo una sorpresa: “No pienso nada de él. Se lo digo en serio: no es una fecha que yo retenga, que haya que pensar en el 68 porque es una fecha que determinó cierto tipo de conducta, no, no pienso en ello así. No, para nada. Creo


ión de la sociedad mexicana Campus sin restricción alguna

jorge medina viedas*

Usted inició su vida académica en México en El Colegio de México, ¿Por qué se hizo politólogo? Yo estudié educador y después politólogo pero creo que todo es lo mismo, no cambia mucho de ser un profesor a ser un politólogo. Porque un politólogo es alguien que se preocupa de la política pero que no es político y yo, personalmente, no me considero un político sino un hombre que estudia

que lo que importante que viene ahora en 2018 es la postulación que va a hacer el PRI de su candidato a la presidencia de la República y si va a ser triunfador o no”. Es inclemente en sus puntos de vista. No ve en el presidente Peña Nieto al hombre decidido y con poder para dejar la política en manos de alguien. Y al hablar del papel de El Colegio de México en la vida educativa, lo es más: —La Secretaría de Relaciones Exteriores tuvo una serie de personajes nuevos que venían de El Colegio pero yo creo que de la Universidad Nacional sí se puede decir que juega un papel importante porque sí tiene influencia decisiva en México en general, pero El Colegio no es lo suficientemente grande ni tiene la suficiente fuerza para ser una entidad determinante en México, ni muchísimo menos. Hace décadas, Segovia fue el precursor de los estudios científicos sobre las elecciones: inéditamente, usa en México métodos, datos y todo lo confronta con la realidad. Se

nutre de la experimentada escuela francesa que otorga a las elecciones un lugar especial. En la Revista Foro Internacional y en la dirección del Centro de Estudios Internacionales deja una huella imborrable. A sus ensayos suma con el tiempo una prosa política periodística, que irrumpe con irreverencia y elegancia en el medio de la ciudad de México. Escribe sin mancha, profundiza en los problemas, establece un estilo elegante y culto en el análisis crítico; no soslaya las necedades de los políticos, rechaza con agudeza a los que vulgarizan el oficio, reniega de la izquierda porque de ella supone naturalmente inteligencia y decencia, pero como concluyó por su experiencia en el PSOE Pérez Ruvalcaba, “no es verdad”. Lo que sigue es el recuento personal de algunos tramos de la vida de uno de los grandes pensadores políticos del México contemporáneo. Segovia es lapidario en sus juicios. No se reserva nada de lo que piensa y deja caer sus frases sin prevención alguna. Leamos a un fanático de la conversación. Ya es hora.

campus

La política es un aprendizaje bastante complicado. ¿Como se involucró académicamente en la ciencia política? Fundamentalmente por la historia, porque yo entré en El Colegio de México casi desde que llegué como historiador, ya que a eso me dedicaba principalmente. Y porque en El Colegio no había política propiamente dicha; pero de todas maneras ya la política estaba muy presente en México en ese momento y nuestra llegada al país, “Veo difícil que se imponga en me refiero a los México una figura dictatorial. En refugiados espaAmérica Latina, que es tan mal ñoles en aquel gobernada en términos momento, fue por generales, tenemos sin embargo una razón política, el ejemplo de Venezuela, que en primer lugar, nos pone los pelos de punta” porque nos corrieron de España, no había otra. Y en segundo la política pero no voy más allá; lugar porque en México la política en no pertenezco ni he pertenecido aquella época era el principio de lo que a ningún partido, ni pretendo iniba a ser el final del cardenismo, lo cual fluir en la política. fue decisivo para el país por lo que se Tengo muchos amigos políticos, vivía en ese momento y para lo que estácomo todo politólogo; muchos; y bamos haciendo como trabajo. Así que además de que son buenos amigos, no tuvimos problema en ese sentido. están, yo no diría que en todos los ¿Por qué cree que no surjan, como partidos, pero casi. Por consiguiente, usted decía, en etapas de crisis, “las el politólogo, la política, se aprende mejores cabezas” para dilucidar las de los políticos, fundamentalmente. causas y las respuestas a la situación No se aprende de los libros, bueno que vivimos? Algo tendrá que ver que sí, en gran parte, pero fundamenen años y décadas recientes el periotalmente de la conversación con los dismo ganó buenos comentaristas políticos, el asistir a sus conferencias, pero perdió científicos sociales lúcia sus manifestaciones. dos y creativos?

para segovia,

un politólogo es alguien que se preocupa de la política pero que no es político

El Colegio de México ha sido parte inseparable de la vida del historiador.

IX

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Entrevista

para segovia,

el movimiento estudiantil del 68 no cambió el panorama democrático de México

Creo que todo mundo está enfocado al problema de México, las buenas, las malas y las regulares cabezas están enfocadas al problema de México porque las política no es un bien exclusivo de las “buenas cabezas”, sino que todo mundo tiene derecho a pensar en política y todo el mundo, en el fondo, es político. Dirá que sí o que no a veces, pero siempre, sus actitudes, su manera de enfocar el mundo, su manera de verse a sí mismo, es ser político. Y en México hemos tenido muchos, muchísimos políticos, unos de gran categoría, por sus manifestaciones, otros menos conocidos por sus discretos silencios. Siempre ha habido una tradición política estemos o no de acuerdo con ella; la política siempre ha estado presente y nos ha interesado y ahora está en la prensa, en la televisión, en todas partes; hoy en día la política nadie puede decir que está al margen de ella. Pensando en lo que estamos viviendo, alguna gente piensa que algo se perdió en el camino, los partidos se dispersaron, se mercantilizaron y se perdió cohesión social… No nos hemos dispersado, lo que pasa es que han aparecido nuevos partidos, en México se puede decir que no había hace 30 años política de izquierda; la izquierda estaba reducida a dos o tres personajes que eran famosos por ser de izquierda; pero en México se ha multiplicado mucho la política, por todos lados aparecen políticos, unos en el buen sentido de la palabra, otros en el mal sentido, porque lo que hacen es buscar dinero con la política, pero dentro de todo, en este momento hay en México más políticos que hace treinta años. El contexto es distinto a lo que vivimos al comienzo de la democratización, pensando a partir de la reforma de Reyes Heroles. Yo no sé si Jesús Reyes Heroles en la Secretaría de Gobernación estaba para democratizar; él fue un excelente ministro y un hombre que supo serlo, duro, muy duro muchas veces, pero por eso era un hombre indispensable en el cuadro de la época. A estas alturas se debería pensar que en realidad debió ser una sorpresa que Reyes Heroles no llegará a ser presidente de la República porque hubiera sido seguramente un excelente presidente. Pero eso quiere decir que había demasiados candidatos a la presidencia ¿porque don Jesús no llegó a la presidencia de la República? Quizás porque no quiso enfrentarse con muchos amigos que estaban en el mismo partido; y que hubieran sido forzosamente sus enemigos en la lucha por la presidencia. Son de recordarse los ensayos de Daniel Cosío Villegas sobre “El sistema político mexicano” y“El estilo personal de gobernar” de los presidentes ¿En qué momento y cuáles fueron las causas de la erosión del binomio sistema políticopresidencialismo? Quizás pensamos todos en ese tema, pero tener una contestación así muy clara es más difícil hallarla. Yo de momento no la encuentro, ¿por qué? El presidente de la Republica ha

Daniel Cosío Villegas menciona a Rafael Segovia en sus memorias como una de las grandes promesas intelectuales del México moderno.

tenido que lidiar con su imagen permanentemente; no se vio en estos días el reportaje que se publicó sobre el caso del maquillaje de los presidentes franceses Sí, el caso del presidente Macron de Francía, que gastó miles de euros. Todos se gastan miles. La presidencia de estos señores franceses tienen un presupuesto increíble para embellecerlos; si en México eso existe o no, nadie lo dice. Nadie va a decir “yo arreglé las arrugas del presidente o las canas de la primera dama”. No se menciona. Pero que la figura del presidente en México tomó un aspecto diferente del que puede tener en Francia, es verdad. En ese sentido, claramente, porque muchos no están en los asuntos de la belleza o cosas por el estilo, sino que se comportan como hombres comunes que han tenido que pelear mucho y buscarse muchos rencores por ahí

para llegar a la presidencia de la República; y los encontramos a montones. Y si verdaderamente muchos desde la edad temprana, desde pequeños tenían la voluntad de estar y crecer en el ambiente político, y llegar a la cúspide de este sistema, bueno, tenemos que reconocer que el sistema, por el número de candidatos que quieren llegar a la presidencia, forzosamente tiene que desgastar a quien gane. Desgasta muchísimo a quien sea, una carrera de este tipo. Usted escribió en Lapidaria política que este desgaste de la figura presidencial obedecía a que la gente ya no quería “gobiernos de su sólo hombre” ¿Cree que pueden darse gobierno de este tipo en México? Desde luego los gobiernos de un solo hombre son peligrosos; yo creo que los hombres en general prefieren los gobiernos llamémosles plurales o democráticos, porque uno solo es

Segovia Canosa describió a Jesús Reyes Heroles como un hombre indispensable en el cuadro político de su época.

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la figura del dictador, del ser todopoderoso, siempre por vías extrañas, duras, de golpes de estado, por la vía de no responder a la voluntad general que impera en los países cuando son demócratas, y cuando no lo son también; hay una pequeña voluntad general pero ahí queda, y cuando de repente es anulada por un solo hombre, eso es siempre peligroso. De ahí que, sobre todo el actual presidente pretenda que de ninguna manera se diga que es un presidente de la antigua escuela; el pretende ser un presidente totalmente liberal, demasiado presente en público, a veces para responder a la figura que él tenía o tuvo en un momento dado de popularidad; la popularidad en una sola persona es difícil conseguir y mantener. Se dice mucho que aquí que el peligro de gobiernos dictatoriales puede volver a existir… Veo difícil que se imponga en México una figura dictatorial. En América Latina, que es tan mal gobernada en términos generales, tenemos sin embargo el ejemplo de Venezuela, que nos pone los pelos de punta. Hay políticos que de verdad son hombres que no se saben para qué y por qué tienen el poder. Sobre todo porque los hombres que asumen el poder es para lograr algo que no consiguen; su idea fundamental pueden ganarla, pero no es seguro que la ganen siempre, y es ahí donde está el problema del hombre único. El hombre único no funciona y, además, si nos preguntamos hoy en día quiénes gobiernan es muy difícil decirlo, podemos mencionar que es “es un gobierno constitucional”, bueno, si se quiere —y si no se quiere también— yo no sé qué será un hombre solo, o un hombre que elige a los que van a gobernar con él, porque se presenta un problema gravísimo: la selección del equipo, de los hombres que van a gobernar con él; se ve el ejemplo en otros estados; última-


mente se ha estado ventilando el caso de los Estados Unidos; vemos claro que el presidente de ese país no puede gobernar solo, gobierna con muchos y en la medida que los va conociendo los expulsa, da la impresión de fragilidad permanente. El hecho de que el presidente elija a un equipo no tiene la garantía de ser popular; iba decir constitucional, pero no, cualquiera puede ser un gobierno constitucional, con tal de que cumpla con los requisitos marcados por la ley puede gobernar pero, popular nadie lo garantiza; es muy raro, muy difícil, por ejemplo, que Trump pueda elegir con una cierta seguridad. Nosotros nos preguntamos ahora —y eso es algo interesante— quienes son los ministros actuales, yo le puedo decir que son muy pocos los que puede recitar quienes son los que están en el gabinete. No se sabe quiénes están, son poco conocidos o fueron conocidos en su época y ya no lo son. Total que el gobierno, el presidente de la República es un presidente con un gabinete que no sabemos hasta dónde se extiende, quienes lo integran ni como gobiernan. Es parte de la erosión del sistema político. No es que haya degenerado la forma de gobernar, por fuerza tenían que cambiarse los hombres de gobierno; han venido muchos políticos y lo peor es hoy no sabemos quiénes son los futuros gobernantes. Una de las cosas que nos impide tener seguridad alguna es saber quiénes son esos gobernantes futuros, al ver que estos políticos aparecen de pronto, no sabemos quiénes son ni de dónde vienen. Tenemos muchas dudas. Si buscamos las carreras de los presidentes, antes la carrera política era más clara, Y sigue siendo un misterio quiénes los designan en el gobierno; no tenemos idea de cómo han llegado a ser presidentes de la república; cuando leemos

biografías de estos hombres uno no se entera de gran cosa sobre su suerte, no se sabe cuál fue el paso decisivo que dio para llegar a ser el hombre con ese enorme poder. Yéndonos por partes, de la izquierda, el PAN y el PRI que usted conoció en el siglo pasado, ¿cuáles son los rasgos más destacados? ¿Y qué ha pasado con estos partidos? La izquierda no ha logrado crear “una” izquierda, hay muchas izquierdas y no sabemos quiénes son los verdaderos representantes de la izquierda. No sabemos si tiene esta izquierda un tono académico, exclusivamente político, o si es económica. La izquierda no la vemos en México. ¿Cuál es la izquierda? La vemos en estos días, ¿es un hombre, es una mujer? No sabemos si va ser mujer u hombre el que dirija esta ciudad. Estamos bastante desconcertados porque las carreras políticas son como en todo el mundo bastante oscuras. No podemos decir que las carreras políticas son algo absolutamente seguras. La carrera se gana, otras veces se pierde, generalmente se pierde. El PAN me produce compasión en este momento porque el PAN era el partido que por sí mismo se apartaba, sabía siempre que iba a perder, no tenía nunca a la seguridad de que iba a ganar, por consiguiente estaban haciendo un papel muy secundario; sin embargo tenían unos jefes que sí se manifestaban como unos hombres muy conservadores, como unos hombres muy a la derecha pero sin decir nunca que es lo que querían hacer, que sí tenían votaciones abundantes y tenían sucesiones privilegiadas; eran hombres muy dejados en términos generales, abandonados, honestos, todos ellos, muy honestos pero era un partido que sabía que en aquella coyuntura no podía llegar al poder. El PAN tenía ese convencimiento y eso mismo lo hacía un partido secundario, porque en la medida en que el candidato pre-

sidencial designado por el PRI tenía la seguridad del apoyo del PRI y del mismo presidente, etcétera, etcétera, inevitablemente ocupaba ese lugar. El PAN tuvo la entrada al poder porque encontraron el camino de una cierta insatisfacción popular y porque el hecho de que el mismo partido este ganando el poder permanentemente, es algo que finalmente termina por cansar y no por que lo haga bien o lo haga mal sino porque simple y sencillamente llevaba demasiado mucho tiempo en el poder y eso era una cosa que el PRI sabía que lo tenía; quería darle la entrada al PAN por algún sitio, por un tiempo, en su pequeña obediencia, lo que se quiera, pero el PRI tenía que romper su imagen de soledad en el poder. Pero ahora el PRI lo tiene difícil… Era inevitable, el presidente Peña Nieto está muy solo en la presidencia y tiene un poder muy grande, pero también el problema de buscar ciertas formas de popularidad que no siempre funcionan y en este presidente, pues evidentemente va en una línea demasiado larga, “revolucionaria” y tiene que buscar alguna forma de romper ese aislamiento en que se encuentra por lo menos en términos formales. Pero creo que la gente lo juzga como un hombre solo, ahí encerrado en Los Pinos; hoy el presidente actual llama la atención que viaja mucho, se deja ver, está más en contacto con la gente y quiere romper esa soledad que tiene en Los Pinos. ¿Adónde va el país? No lo sé. Será muy fácil para mi decir, “bueno no todo se arreglará”; no estoy seguro de que haya un espíritu nacional que domine y que esto sea lo que nos permita vivir juntos. No lo sé. Quisiera saberlo. Yo lo veo por ejemplo preguntando con mis hijos, ellos tienen posición segura de un porvenir seguro, y al contrario son muy pesimistas y para mi esa es una opinión muy sintomática. ¿Que pasó? ¿Por qué la corrupción tan desatada?

Volviendo a Bartlett —Hablando de la cantidad de amigos que tiene... —Amigos tengo muchos, y políticos amigos también. —¿Cómo va su relación con Bartlett? —Nos vemos con cierta frecuencia… últimamente no lo he visto. No sé qué es de su vida… A mi Bartlett viene a verme y últimamente no ha venido. Bartlett hizo toda una carrera y de qué manera para ser presidente. Y al final quedaron Salinas y él y finalmente Salinas ganó sobre él. Todavía no se le pasa el coraje —¿Nunca le dijo nada al respecto, lo que había sentido? —No hablábamos más que de eso; si me lo ha dicho, y no le quiere nada a Salinas. Y Salinas no debe quererlo a él. De Bartlett no se nada; no sé si está casado ni que hace. —Se le ve de vez en cuando en los medios. Recientemente con motivo del desliz verbal en el que insinuó que no le constaba que

El ex secretario de Educación Pública Manuel Bartlett Díaz.

Salinas había ganado las elecciones, hizo varias aclaraciones públicas, en las que no se vio tan seguro de lo que decía. —Cuando nos vemos él habla más que yo sobre eso y se le nota en la conversación constantemente que no aguanta el no haber sido presidente… —Lo tuvo en sus manos —Lo tuvo en sus manos ¿Y por qué? Esas son las cosas

que la politología no nos va a poder desentrañar. ¿Por qué no fue él? ¿Por qué finalmente la decisión vino contra él? ¿Por qué se impuso la politología de la derecha? Bartlett no es de izquierda ni de broma. Pero Salinas menos. —¿Nunca le dijo Bartlett porque De la Madrid optó por Salinas en la sucesión? —Eso no me lo explicó; yo no sé

cuartoscuro

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Bueno es algo sobre lo que he pensado muchas veces. Sobre la forma en que se ha desatado la corrupción es una cosa sobre la pienso mucho. La corrupción, como es algo que personalmente me repugna, es decir que un hombre se corrompa porque considere que a través de la corrupción es una forma de asegurarse el porvenir, no creo que sea la manera; y además corromperse es situarse al margen de todos los demás; es situarse al margen de la nación, y sin embargo, yo tengo amigos, buenos amigos y amigos de mis amigos que no puedo pensar que no hayan caído en un momento dado en la corrupción, y que me parece lamentable por ellos, porque ellos mismos no se pueden aceptar que tienen dos razones para ser corruptos, eso no puede ser. No hay ni una razón para ser corruptos. El PRI no le entregaría a la izquierda, me dijo usted hace años. A la izquierda no, no yo creo que todavía este futuro presidente, futuro candidato va a poder soportar esta situación; lo digo desde la oscuridad absoluta, pero yo creo que no van a tener una vida así muy fácil los futuros presidentes, sobre todo porque… hay una élite en México social y económica que cada día los tiene más cercados a los presidentes y les impide gobernar como ellos considerarían en última instancia que se deber hacer. Es decir esta desigualdad social bárbara que existe que se tiene que moderar, y sin embargo, la corrupción les impide enfrentar ese problema. ¿Usted cree que estas elites no están de acuerdo con que gobierne un hombre como AMLO? No, López Obrador no; no estoy tan seguro; nos preocupa a todos; se dice que es un país de izquierdas, sí, pero lo que se entiende por una especie de justicia social más clara, más abierta, más englobadora, sí creo que es necesario.

siquiera si Bartlett tenía muy claro porque Miguel de la Madrid tomó la decisión, no sabe, solo sabe que le dijeron que no, que el candidato sería Salinas, y él, claro, le echa la culpa a Salinas. Cosa natural, ¿verdad? —La explicación lógica del sistema es que de la Madrid buscó darle continuidad a la política económica como una prioridad la cual representaba Salinas mejor que nadie, aunque queda siempre en suspenso lo subjetivo de la decisión, supongo. — Claro, yo ese tipo de cosas o de razones, no sé si Bartlett se las dio a sí mismo, pero no me las dijo a mí; ‘para qué quisiste ser presidente, si es estar metido en líos terribles’. Por ejemplo, hoy sé que Bartlett iba a ser presidente pero hubo un personaje que se metió en medio, que fue Salinas y por el cual Bartlett no sentía absolutamente ninguna simpatía, ni yo tenía simpatía ni antipatía por Salinas porque no lo conocía prácticamente.

bibliografía de rafael segovia canosa

Tres salvaciones del siglo XVIII español 1960 La politización del niño mexicano 1977 La vida política mexicana en la crisis (Compilación con Soledad Loaeza) 1987 Lapidaria política 1996 La política como espectáculo. El sexenio de Vicente Fox 2000 El gran teatro de la política 2001


Entrevista

La sucesión de 2018, en medio de un relajo espantoso

el académico

lleva cinco décadas y media dando cátedra en El Colegio de México

Del momento en que llegó a México y se fue a Francia… Hay un punto de confusión en todo ello. Desde que yo llego a México, que vengo del norte de África con mi familia, de Casa Blanca, mi padre ya estaba aquí, nos instalamos en México, vivimos por decirlo de alguna manera, muy a gusto, en el sentido de que podíamos tener nuestros amigos, que muchos de ellos venían del exilio, pues nos conocimos desde España algo por el estilo, y tuvimos muchas facilidades para vivir. Y cuando yo voy a Francia es mucho después. Termino la educación primaria en México, porque yo llego de 11 años y dilaté todo ese tiempo; yo estoy con mi padre y con mi familia; vivimos todos con una cierta tranquilidad, con una cierta forma de devoción, con amigos que conocemos en ese momento o bien los conocíamos desde España. Pero pasa mucho tiempo. Porque llegamos en 1945; cuando llegamos todavía había guerra. Desde aquel momento ha habido muchos cambios en el mundo. El caso es que cuando yo me voy a Francia había terminado mis estudios universitarios, no tengo título y me voy porque he conocido a una serie de profesores franceses aquí, que me aconsejaron que podía ir a Francia, que era muy bueno para mi formación y me voy con mis estudios de Preparatoria, no tengo título todavía; en Francia tampoco voy a buscar el título, voy a ver a una serie de profesores que me van a indicar que debo hacer, que debo estudiar y en términos generales son gente muy generosa, abierta, y que me dicen, bueno, aquí estudie lo que quiera, venga o no venga a mis cursos, no tenga mayor preocupación por lo que va a aprender aquí en Francia. Yo ya tenía una cierta facilidad con el francés porque en España hasta llegar la guerra yo estudiaba en el Liceo Francés de Madrid y puedo decir que el francés era mi casi mi lengua natal porque en el Liceo no se hablaba más que francés y después durante la guerra nos mandaron refugiados a Francia a los hermanos, y todos hablábamos un español macarrónico; entre nosotros todos hablábamos el francés y seguimos hablándolo. Mucho tiempo después, y esto no tiene nada que ver con mi viaje a Francia, conozco aquí a una muchacha francesa y con ella me caso. ¿A Paule la conoció aquí? Sí. A Paule la conocí aquí, al volver de Francia. De las mujeres que conocí en Francia ninguna me dijo nada. Vine aquí y hacía mi vida normal, estaba inscrito en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM mis compañeros en la universidad eran de todo tipo de nacionalidades, de todo tipo de simpatías y antipatías, pero fueron muy abiertos en ese sentido. Cuando vuelvo de Francia sigo utilizando el francés con muchos amigos

El politólogo durante esta entrevista con Jorge Medina Viedas, director editorial de Campus.

míos franceses, pero eso no quiere decir que yo sea un representante de la cultura francesa ni muchísimo menos; yo soy un mexicano recién llegado si quiere usted, porque uno tarda a hacerse al país al que llega y más en una familia española en la que todos éramos así, en términos generales era mi español; en casa se hablaba de lo que había sido la guerra de España, de la Segunda Guerra, también de lo había sido nuestra experiencia mexi-

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XII

cana pero esta era muy pequeña. Hay que ver que era gente que acababa de llegar a México. ¿Qué estudiaba en Francia? Yo estudio básicamente los cursos que yo quería en la universidad. No tenía inscripción formal siquiera y lo que estudio fundamentalmente es historia, historia de Francia, estudios que me fueron muy útiles al regresar a México, es decir me interesé mucho en estudios electorales, que en México casi no había.

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¿Estudió allá geografía electoral? Si. Porque los franceses le daban mucha importancia a los estudios sobre las elecciones, una importancia que a mí me parecía desmedida; pero los estudios electorales eran la base de Facultad de Ciencias Políticas donde yo asistí a muchos cursos y mis profesores, muchos de ellos lo impartían; yo iba a distintos cursos, pero una de las cosas evidentes era que los estudios sobre los procesos electorales


eran fundamentales en Francia, en la escuela de estudios políticos a los que yo asistía. Y en México, cuando llegó, en Filosofía y Letras, sigo haciendo más de lo mismo. Mis profesores en México no eran especialistas en elecciones ni en cosas por el estilo; puedo decir que el especialista en México en ese tema era yo, porque me pasaba la vida buscando a alguien que se interesara realmente en las elecciones pero en México la vida política transcurría sin que se buscara especialistas en la política electoral. Era un país políticamente monolítico… Sigue siéndolo… Pero eran muy libres de ser en sentido. Los cursos que yo llevé al regresar a México, en donde yo obtuve mi título en la Facultad de Filosofía y Letras tuve excelentes profesores, todos; don Pablo Martínez del Río, Edmundo O’Gorman, Francisco de la Mata, Roces, Weckman, los tres primeros obviamente profesores mexicanos y lo que nos enseñaban fundamentalmente era historia universal, que era muy interesante porque eran muy nacionalistas en su sentido estricto, pero no eran de los que lo obligaban a uno estudiar sólo y exclusivamente cosas sobre México. Por ejemplo don Pablo Martínez del Rio era mi profesor de historia antigua, entonces se estudiaba muchísimo lo que ocurrió en Mesopotamia dos siglos antes de Cristo, pero no era eso precisamente lo mexicano. Con O’Gorman si se estudiaba más lo mexicano, pero muchas veces él era un excelente profesor de historia de España, de España sabía de todo. Con De la Mata nos enseñaba historia del barroco en México. Se cambiaban el número de las lecturas que nos daban los profesores con lo que leíamos por nuestra cuenta, y lo que se leía de literatura mexicana de la época, era mucho. Lo que le quiero decir es que en la Facultad de Filosofía y Letras yo tuve excelentes profesores, muchos. ¿Y sus propias clases…? Yo empecé a dar clases muchos años después, porque en primer lugar era muy difícil conseguir clases y donde uno conseguía no nos enseñaba nada, porque ibas a dar clases, una “clasesita por ahí”, a un colegio de Monjas, que lo mismo te decían historia universal o historia de las artes whatever that means… En la Facultad se daba muy buenas clases de Historia de México, eran muy buenos profesores; no sé cómo esté hoy en día la Facultad, no he vuelto por ahí, pero entonces eran de muy buen nivel, yo me recibí con las calificaciones más altas que uno se puede imaginar, era muy buen estudiante, eso es cierto. A mi no obligaban a estudiar cosas determinadas, los profesores daban su curso yo los seguía; si tenía dudas preguntaba y los profe-

“Los intelectuales no quieren estar demasiado cerca (del poder) porque les da miedo; no quieren estar entregados al poder porque les puede pedir una cosa que ellos no quieran dar”

sores contestaban de una manera amplia y elegante; no me puedo quejar creo que estudié en una facultad que era excelente, no se si hoy es tan buena como la nuestra en aquella época. ¿En que momento llega a El Colegio de México? Yo llego al Colegio cuando acababa de presentar mi tesis, me había recibido con todo tipo de honores. Era compañero en Preparatoria del hijo de Don Daniel Cosio Villegas y un día por casualidad, sí, me encuentro, a Don Daniel —no recuerdo exactamente la fecha, podríamos encontrarla en los archivos del Colegio, no costaría mucho— y don Daniel me preguntó: —‘Usted Segovia, ¿qué hace?’ —‘Pues yo estudié historia también…’ — ‘¿Y cuándo se recibe?’ —En aquellos tiempos se recibía muy poca gente y le contesté, ‘yo ya me recibí don Daniel’ —‘¿Y qué tal le fue en su examen?’ —‘Pues no me pudo ir mejor’ —‘Ah bueno, pues entonces ¿A dónde va a trabajar usted ahora que ha terminado sus estudios?’ —‘Pues no sé, estoy sin trabajo, porque hace dos meses me recibí. — ‘No —me dice de repente— pues a partir de este momento es usted profesor de El Colegio de México. Usted se presenta el próximo lunes porque va a trabajar ahí de ahora en adelante, el presidente de El Colegio de México soy yo, y lo contrato a usted y se acabó’. Y empecé a trabajar en el Colegio de México, de eso hace, calculo, 55 años y no he trabajado en otro sitio que no sea este. Aquí, donde estoy ahora. ¿Como era con usted y en general con los demás don Daniel? No tuve tiempo de tratarlo mucho porque al cabo de año y medio se retiró, nunca explicó por qué, dejó en su lugar a su íntimo amigo y un poco su alumno Víctor Urquidi. Nunca me cambió y aquí sigo, aquí donde usted me encontró. Y entonces tenía veintitantos años cuando entré y ahora tengo casi noventa. Usted estableció desde entonces, digamos, un trabajo intelectual en el que unió la historia con la política. Sí, eso tuvo una importancia especial para mí, esto porque lo que le digo, que en Francia estuve muy interesado en los métodos electorales, las elecciones y en la vida política en términos generales. Francia era un escuela de Ciencias Políticas, se estudiaba política sobre todo, y yo tenía la formación, el año que estuve en la

Universidad francesa sí me sirvió para ver donde estaban los estudios electorales y los estudios políticos generales en Europa. Entonces me dediqué a estudiar en México los asuntos electorales con cierto asombro porque no era como en Francia, como es obvio. Y había que estar cerca de los políticos aquí... Yo he tenido y tengo muchos amigos políticos mexicanos que son muy cercanos a mí y yo cercano a ellos y porque la política se aprende de la gente que vive de ella, eran diputados, pongamos por caso, yo no podía decirles a ellos cómo funcionaba el parlamento mexicano, pero ellos sí me podían decir a mi cómo funcionaba, entonces aprendí mucho de ellos

Las entrañas del poder ¿A que políticos cercanos tiene presentes ? A los que estuvieron relacionados conmigo, cómo influyeron en mí y cómo influyeron en la vida política del país, pongo por delante de todos a Manuel Bartlett. Éramos, somos amiguísimos, para mí es un político que sabe de política todo lo que se necesita. Y lo decía con mucha verdad, lo decía con simpatía, para mí era uno de los hombres fundamentales en la política mexicana. Y de Jesús Reyes Heroles. Yo con don Jesús tuve también una relación muy estrecha con él, pero don Jesús era un hombre muy diferente; de política no hablaba; en sus visitas a mi casa hablábamos de otras cosas, de la vida intelectual en México, de la prensa, de esto o lo otro, pero así, de cómo estaba el parlamento en ese momento, nunca.

Era un hombre de partido, el pertenecía al PRI, claro, como Bartlett, pero no solía hablar por lo general de cómo era dentro del partido o algo más. Era un hombre de poder, daba órdenes… Yo me imagino que sí, pero a mi no… Era un hombre muy obedecido, muy seguido. Me sigo preguntando por qué no fue presidente porque era dependiente de una serie de intereses del presidente No quería que por él se rompiera la norma del 82 constitucional y provocar un conflicto interno, supongo… No lo creo ¿Y sobre otros personajes? Las gentes que tenían grupos políticos —de mis amigos— eran muy exclusivos, y yo no pertenecía a ellos ni muchísimo menos, yo debía tener en cuenta mi origen español para lo que tenían una cierta desconfianza, y ni modo así son las cosas. Ahora, porque el político quiere ser político, no lo pueden explicar cabalmente. El poder. El poder y otras cosas más, porque el poder es no decir nada Poder y dinero no se llevan. Hoy estamos en plena discusión de qué va a ser eso mismo, porque estos meses que hemos vivido de temblores y cosas por el estilo, México no va ser como era. Otro cambio en el país, o ¿qué avizora, don Rafael? Yo estoy inquieto y curioso por saber cómo se va a resolver esta sucesión que nos viene ahora, si va a ser un hombre del aparato del PRI como el actual jefe del Partido, o si van a hacer una cosa más abierta, si van a dejar que sea un grupo muy importante de la población el que decida la sucesión o el grupo cerrado del Príncipe que el presidente tendría que consultar, de hecho había un grupo cerrado que era el que designaba al presidente. ¿Usted no cree que el grupo de Peña Nieto nombre al sucesor? Estoy seguro de que no. En primer lugar es un hombre sin carácter, basta leer los periódicos,

El ensayista estudió, al llegar de España, en la Academia Hispano Mexicana y en la UNAM.

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no se ve como un hombre muy decidido ni con poder para dejar la política en manos de alguien. Se mencionan Meade, Nuño, Osorio. Eso ya lo sabremos después, pero sí sé que va a dar en medio de un relajo espantoso, en un ambiente muy complejo. Como lo hemos visto, dado que el poder, el grupo gobernante en el sentido más amplio, ha perdido mucha fuerza, pues entonces todos se sienten con el derecho a sucesión. Y hay una serie de elementos que van a han intervenir y que ha intervenido ya, el ejército, la marina, los empresarios; los empresarios intervendrán, seguro, son demasiado ricos para no intervenir Los factores reales de poder. Si. Uno de ellos. No son todos. No es “el grupo en el poder”, es uno de los grupos muy fuertes; el de los empresarios no es un grupo en el poder, son un grupo de empresarios muy poderosos.

Los intelectuales y el poder Sobre los intelectuales don Rafael hay muchos mitos… Yo creo que en este momento los intelectuales tienen muy poco poder, tenían mucha fuerza en la época en que Reyes Heroles estaba en el poder, porque Reyes Heroles a sí mismo se consideraba un intelectual, y era reconocido como un intelectual en el poder, y hoy en día ¿de quién podemos decir que es un intelectual en el poder? No lo encontramos Muchos están en los medios… Sí, escriben como quieren, contradiciéndose los unos a los otros terriblemente, pero no hay así un intelectual del cual se pueda señalar que lo que él dice es categórico. Pero el poder necesita de los intelectuales El poder ha seducido a los intelectuales, les ha ofrecido canonjías, dinero, han sido muy cuidados por el gobierno, por un lado, pero por otro, los intelectuales no quieren estar demasiado cerca porque les da miedo; no quieren estar entregados al poder porque les puede pedir una cosa que ellos no quieran dar. El gobierno con los intelectuales tiene una posición: que no les manden. Con esto de los sismos los intelectuales han tenido mucho cuidado en no meterse mucho con el gobierno ahora. ¿Y los medios, qué tanto podrán influir en la sucesión? Es una pregunta importante. No lo sé. Vamos a ver la prensa a dónde va. La prensa, me atrevo a decirlo, es secundaria ante un poder como es el de la televisión. La televisión tiene un poder monstruoso. Lo digo aunque sólo sea por mi experiencia personal. Ahora con esto de los sismos, he estado en frente al televisor desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche viendo los noticieros para saber lo que estaba pasando, lo que ocurría en México. No hay un periódico que tenga la fuerza de la televisión.


Entrevista

Estamos haciendo poco para cambiar a Mé En la tercera y última de estas conversaciones, al preguntarle algunas dudas sobre sus estudios en Francia a nivel superior, sus recuerdos se remiten a las contingencias del exilio de él, su familia y muchos de sus amigos españoles. “Yo no conocía más liceos que los franceses hasta llegar a México, donde ingresé al Liceo Francés y a la Academia Hispano Mexicana. Hace unos días me estaba leyendo a mí mismo. Escribí hace muchos años sobre los colegios españoles en México recordando cuando llegamos los refugiados y a ese artículo lo llamaba “La difícil nacionalización del exilio”. Es decir, estábamos como nacionales mexicanos y nos sentían como nacionales españoles, porque además los colegios a los que íbamos eran españoles. El Hispano, incluso creo que aun sobrevive en la calle de Emilio Castelar, y el Luis vives que existe todavía y el Colegio Madrid, que son las instituciones hispanas que se crean con la llegada de los españoles a México. El artículo es parte de dos volúmenes que se publicaron sobre el exilio en España. Fueron unos amigos franceses que conocí en México, quienes muchos años después de haber llegado a México los que me insistían en por qué no me iba a Francia a continuar mis estudios. Y ahí, en Francia, conozco a profesores franceses como Jean Baptista Doruselle, un historiador muy reconocido así como a otros profesores que serán maestros míos, y claro es una influencia muy grande que viene sobre mí. Yo, hasta mi llegada a México, me había movido en un terreno educativo puramente francés. Y el primer idioma que aprendí fue el francés y que ahora lo tengo muy olvidado por culpa de los años. En realidad yo me fui a Francia no para estudiar un grado sino para estudiar historia en la Escuela Nacional de Ciencias Políticas, una escuela muy posterior a la Sorbona, donde era profesor Maurice Duverger. Yo era entonces un estudiante mexicano estudiando con un profesor archiconocido, que era como el “rey de la ciencia política”; muchas de las cosas que escribí después sobre las elecciones y la vida política en México eran tomadas de la enseñanza de este hombre. Allí yo puedo decir que ahí me hice historiador y que después esta vocación mía fue confirmada en México por maestros como Martínez del Rio, Edmundo O’Gorman y Francisco de la Mata, Roces, Weckman. ¿En El Colegio de México con que alumnos y profesores ha mantenido una relación académica cercana? Con muchos, por supuesto, en la actualidad, Humberto Garza, Luis Medina, Arriola, Escalante, Blanca Torres, Gil Villegas, muchos… —Medina, por cierto, que

El politólogo no considera como inspiración de su vocación a maestros como Martínez del Rio, Edmundo O’Gorman y Francisco de la Mata.

siguió sus enseñanzas sobre metodología electoral, considera que usted es el primero que elabora los primeros análisis serios sobre este tema. Sería muy pedante de parte mía que yo dijera que fui de los primeros, hubo gente que escribió sobre elecciones pero no desde un punto de vista científico, sino desde un punto de vista político de coyuntura, y yo estudiaba las elecciones desde una perspectiva científica si cabe decirlo. Soledad Loaeza era una de sus alumnas aventajadas… Sí, Soledad Loaeza se dirigía rápidamente a otros temas. Sí, también se interesaba en el tema electoral pero no era alguien con quien yo compartiera las ideas que yo tenía sobre la elecciones; yo considero que era muy buena alumna era de las gentes más preparadas que ha habido en los cursos de El Colegio de México Leí en un artículo en Reforma a su hermana Guadalupe decir que eran hijas de un panista distinguido. Pues ese era el problema (bromea). ¿En el caso de Soledad esa era la razón por la que sus ensayos tenían un sesgo panista? No, lo que pasaba era que uno de los temas que teníamos muy presentes eran los frecuentes fraudes en las elecciones en México y es ahí donde aparentaba una cierta inclinación hacia el PAN porque este partido era la oposición principal al sistema electoral establecido por el PRI.

español y después yo voy a la Facultad de Filo“Creo que estamos en un sofía y Letras de la momento bastante difícil UNAM a donde para el propio porvenir vamos y trato con político de México” muchos españoles —mexicanos, claro— pero la masa de estudiantes y profesores eran mexicanos y, Es una mujer estudiosa. pienso que yo tendría que escribir No la he visto hace mucho. Ella se ahora —si tuviera tiempo y ganas de fue a Estados Unidos, yo por otro lado escribir— sobre la Universidad como estaba aquí en El Colegio, y ya no me centro de socialización mexicana. dedicaba al tema de las elecciones, Es decir, el tema español en la en primer lugar no estaba en condiUniversidad estaba totalmente olviciones físicas de poder interesarme dado. El tema de la España ya no era en la enseñanza de los temas, protan importante, pero el tema de la cedimientos y sistemas electorales. realidad mexicana era parte de la Estaba retirándome poco a poco de vida de nosotros y ya discutíamos las cosas porque ya no tenía la salud sobre el tema de las elecciones que suficiente para dedicarme en cuerpo iban a celebrarse en los próximos y alma a los temas políticos en genemeses. Nos cuestionábamos por ral, estaba ya un poco o muy cansado. quien íbamos a votar, si por el PRI ¿Colegas, compañeros que o por algún otro… yo no votaría por recuerde con afecto? el PRI por la razón que sea, o votaría Aquí en México… no… en a favor del…. Francia. Compañeros míos…sí… ¿Del PAN? Mire, mis compañeros, en estas No, por el PAN nunca votaría, circunstancias aparecen como ¿Socialista? sombras, no tienen una concreción No, nunca he votado por un precisa, ni de las conversaciones que partido socialista, no porque teníamos ni de lo que ellos escribían tenga antipatía por el socialismo ni de lo que yo escribía. sino porque el socialismo no era Ayer, leyéndome yo a mi mismo, en aquel momento un fenómeno precisamente sobre la socialización que se discutiera en México, si en México me costaba muchísimo íbamos hacia el socialismo o no. trabajo y por eso voy a tener que De ninguna manera hablábamos mandarle ese texto que le comende eso. Se hablaba de quien iba a taba en el se explican bastante los ser el próximo presidente, quienes factores de la socialización. Por estaban en la lista de los presidenejemplo, yo llego a México y mis ciables… padres me enviaron a una colegio

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Los tapados. Y los destapados…discutíamos sobre las figuras de la política mexicana… Era la cultura creada por el PRI. Una cultura inmensa que está viva todavía y en este momento hay mucha oposición al PRI. La oposición es más enérgica, más clara, más abierta, se puede leer fácilmente en los periódicos Hay una cultura periodística muy antipriísta. Bueno, como la política mexicana está hecha por el PRI, el escritor que habla sobre temas nacionales, tiene que criticar al PRI, es más que que natural. Un partido que lleva tantos años en el poder es natural que los periodistas tengan una posición crítica, independiente, lejana de la autoridad del PRI , no digo yo que lo vayamos a ver siempre pero… Siempre llama la atención e el arraigo de la cultura priíista que la vemos en otros partidos, inclusive. Pensemos en alguien el General Cárdenas y todo lo que sigue como política revolucionaria, llamada a veces, pero que era como política priísta, como voluntad priísta, tiene tanto tiempo que forzosamente quien escribe de política tiene que escribir de ellos; tantos años de hablar de ellos y de sus formas de hacer política, es imposible que la gente no hable o escriba del PRI. Se puede escribir de lo que ocurre Chile o de lo que pasa en los Estados Unidos, pero uno lo hace incidentalmente, pero así como tema principal se escribe sobre México. Pensando en la generación de los alumnos de Gaos, de Lira, de Cosio los maestros de esa generación, que dominaron la prensa se echa mucho de menos cierto tipo de crítica que había empezado con un hombre como Emilio Uranga, que criticar al PRI no lo consideraban un tema de meditación o de preocupación intelectual, pero esa preocupación que tuvo gente como Luis Villoro y preocupación que tuvo a pesar de lo antipático que era, Emilio Uranga, Ricardo Guerra, eran mis compañeros de facultad, yo no trataba con ellos porque ellos eran alumnos de Gaos y como tales se consideraban una especie de iluminados, aparte, superiores a nosotros. Siempre los leía por temas políticos, se leía Novedades, mucho, Excélsior, eran los periódicos que más circulaban y más trataban de temas políticos En esa época tengo la impresión de que la crítica era más inteligente, más fundada… Sí, como después hemos visto, sobre todo no era crítica directamente contra personajes o contra ministros o alguien por el estilo, escribían sobre México y la necesidad de hacer de este país un país moderno, nuevo, etcétera, pero no era una crítica política en el sentido de echar sobre los personajes que encarna la política, ni muchísimo


éxico menos. Yo no recuerdo a ninguno de estos personajes señalarlo como un pensador de izquierda o un pensador de derecha, eran jóvenes mexicanos que se preocupaban por el país pero de una manera muy fuerte, pero lejana, no abordaban los temas de moda, de coyuntura. Pero también esa crítica se ha pasado al extremo, es más la crítica contra el hombre… Sobre todo es que hay muy claramente los que creen que el reinado o el gobierno del PRI ya está llegando al final, que dentro de muy poco va dejar de estar gobernando y los que todavía son priístas de hueso colorado y que se niegan a la idea de abandonar el poder y cosas por el estilo, porque antes el PRI era el que hacía políticos, que eran jóvenes que empezaban en alguna secretaría, ahora ya no; si se empieza por la secretarías, es posible que pertenezcas a una generación que todavía está en el gobierno; pero hay también una generación que está muy lejos en ese sentido, que piensa en primer lugar que estar en el gobierno ahora no le es conveniente. Si uno piensa, por ejemplo, donde yo estoy, en El Colegio de México: cuando don Daniel, de hecho lo funda, lo hace porque considera que en México hay una crisis de élites políticas, que se necesitan élites políticas nuevas, más jóvenes, mejor preparadas en el mundo contemporáneo, y don Daniel piensa en una nueva generación de jóvenes pensadores y de políticos mexicanos fuertemente preparados que sean los que vayan a dirigir este país y don Daniel en ese sentido cree en la institución amparada de los golpes del destino, porque no se equivocó; Daniel acepta todo porque considera que es la generación que está a destinada a servir a México en los años que siguen. Estaba convencidísimo. Y cuál cree que ha sido el papel de El Colegio de México en la vida pública, educativa del país? Hace unos días la presidenta de El Colegio firmó un acuerdo con el rector de la UNAM, el director del IPN y otra casas de estudio para elaborar una agenda conmemorativa de los 50 años del movimiento de 1968 para el 2018…pensando en eso. ¿Del movimiento de 1968? ¿Pero qué es lo que conmemoran del 68? Ellos comentaron la importancia que tuvo para la democracia, que fue un parteaguas en la historia de México. Yo no veo eso, no veo el 68 en ese sentido. Todo eso es una evolución que está muy ligada a la figura del presidente que está muy unida a la masa general del PRI, ese invento de la oposición, de los partidos que van naciendo a la izquierda, a la derecha, no veo al 68 como un parteaguas y se pueda decir que aquí apareció algo nuevo. ¿Qué piensa que fue el 68? No pienso nada de él. Se lo digo en serio: no es una fecha que yo retenga, que haya que pensar

en el 68 porque es una fecha que determinó cierto tipo de conducta, no, no pienso en ello así. No, para nada. Creo que lo que importante que viene ahora en 2018 es la postulación que va a hacer el PRI de su candidato a la presidencia de la República y si va a ser triunfador o no. Creo que estamos en un momento bastante difícil para el propio porvenir político de México. Me iba a comentar del papel de El Colegio de México… La Secretaría de Relaciones Exteriores tuvo una serie de personajes nuevos que venían de El Colegio pero yo creo que de la Universidad Nacional sí se puede decir que juega un papel importante porque sí

tiene influencia decisiva en México en general, pero El Colegio no es lo suficientemente grande ni tiene la suficiente fuerza para ser una entidad determinante en México, ni muchísimo menos. Decía Monsiváis en los años setenta que El Colegio era el cuarto sector del PRI. Bueno…eran las puntadas de Monsiváis… ni era el cuarto sector del PRI ni pretendía serlo; ni siquiera los individuos más destacados de la política mexicana venían de El Colegio en aquella época… Pero toda esta aportación, por ejemplo,laqueustedmismohahecho, las de historiadores, académicos... Ninguno de los que hemos pasado por aquí tenemos el tamaño

para tener una influencia decisiva en México. Gentes como don Daniel Cosío Villegas o el economista Víctor Urquidi, muy famosos y con razón, pero ninguno tiene fuerza suficiente para haber moldeado un aspecto de México. México se moldeó porque es país muy grande y hay mucha gente valiosa, y porque de repente vimos surgir una clase empresarial muy fuerte, muy dura, muy egoísta. Que podamos comparar con la fuerza de El Colegio, no, ni muchísimo menos; en el pasado lo fue, los políticos veían, muy en el pasado, cuando don Daniel y Urquidi estaban presentes tenían una fuerza suficiente. No. Hoy en día, comparados con la fuerza de la Universidad y el Politéc-

La política les llama —Lo he acosado con tantas preguntas, don Rafael… ¿Qué piensa?

Las preguntas las he sentido bien pero las he contestado mal; sí porque yo me siento a gusto cuando estoy solo y me pongo a escribir; últimamente no lo hago; hace mucho que no escribo; siempre he escrito a mano; he perdido el pulso para escribir; ya no puedo escribir a mano, de la misma manera que no puedo andar, por la edad; simple y sencillamente ya no tengo la visión ni la claridad que tiene un hombre de 35 años, voy a cumplir noventa… —Extraordinario, está muy bien

—Hombre, por vivir siempre, da gusto, pero…

—Encontré el libro de Lapidaria Política y leí su dedicatoria y recordé muchos pasajes con usted. Lo que está escrito en este libro son análisis coyunturales de la política mexicana que se pueden considerar ensayos clásicos. (Cuando le entrego el libro de La Politización del niño Mexicano para que me lo dedique me comenta que ‘Créame que no lo tengo’).

—Le digo que ya no se escribir… ¿a quién se lo dedico? —A Jorge Medina. Lo hojea con delectación, con manos trémulas lo firma.

—‘Para Jorge Medina con la admiración que se merece por soportarme’, lee en voz alta la dedicatoria. —Don Rafael, no me diga eso, al contrario me apena mucho haberlo molestado.

—No, os lo agradezco en el alma, me siento mal por eso, soy un hombre, que no puedo andar, no puedo escribir, ¿qué puedo hacer? —Mucho, conversar, seguir con sus lecciones, ejerciendo su magisterio de enseñar.

—No, además la voz la he

El ensayista continúa escribiendo textos del modo tradicional.

perdido totalmente...todo se pierde es inevitable —Todos tenemos ya una edad, don Rafael, si yo ya voy a cumplir la semana que entra 72.

—Pues lo lleva usted muy bien

—No se crea, la procesión va por dentro don Rafael.

—Pues hay gente de su edad y a usted no se le nota para nada, en cambio yo tengo 90 y se me nota de qué manera. —Pues no.

—Pues sí, yo no me veo bien. —Porque es exigente consigo mismo, es parte de su personalidad.

—Cuando tenía 40 años y uno piensa en ello —¿No ha vuelto a España?

—Desde que soy mexicano una sola vez he vuelto a España …a Francia he vuelto varias veces. Mi educación y mi formación es totalmente francesa. Mi mujer era francesa, por eso es a ella a quien está dedicado este libro…A Paule —¿Sigue leyendo a Aron?

—Siempre…de joven lo leía con un entusiasmo…yo tuve un profesor francés, Jean Bautiste Duroselle, fue el primer profesor de mi vida, me agarraron y me mandaron al liceo francés y eso hizo que hablara el francés como mi lengua, pero después me siento muy afrancesado, porque el francés lo hablaba con muchos defectos, pero si

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lo leí y lo sigo leyendo. Fue ese profesor Duroselle quien me metió mucho en las cosas de Francia y de la política; es muy curioso, un hombre que pero me metí en la política porque, además, mi padre estaba en ella y todo lo que usted quiera. Este hombre que tanta influencia tuvo en mí y por él me dediqué a estudiar la política, hay que decir que no se ni como me atrevo a decírselo…´parece vanidad pero los primeros trabajos sobre elecciones, sobre religión en México son míos. Eso me parecía muy interesante…pero después… ya ahora ni español se. —Eso no es verdad… Sus textos son paradigmáticos.

—Eso quisiera yo.

—Lapidaria Política son, le repito, ensayos clásicos de la política mexicana. Esos análisis como los suyos, la perspicacia, la profundidad analítica de usted, no se ven ahora…los politólogos hacen periodismo no ensayos ni generan pensamiento creativo y crítico.

—Eso es porque la política les llama. Y eso no es que no sean inteligentes, la política les llama y les obliga en gran parte a ser silenciosos y es por eso que no usted no ve gente con esas reflexiones. Gente hay.

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nico con las universidades privadas, que es otra cosa que deberíamos tener presente. Y cuando nos enteramos que en el Colegio hay una serie de gentes del sector privado va a ser de El Colegio y que ya con eso, con su intrusión en el Colegio éste va a tener importancia, lo cierto es estas gentes van a las instituciones privadas con mayor entusiasmo que el que vienen a El Colegio, al que no lo ven con ningún entusiasmo. México, dijo usted, no ha encontrado la cabeza intelectual que responda a los desafíos del mundo actual… No tenemos aquí ningún líder parecido a los que hay en los Estados Unidos, Rusia, o en China, no, porque México no tiene poder político suficiente para influir decisivamente en estos países, y para influir en la marcha del mundo; México es un país que está creciendo, que le cuesta mucho crecer que tiene crisis internas que no son demasiado terribles porque aquí en México el presidente de la República no está debidamente decidido, o no tiene simpatías en el mundo empresarial, no influye en la marcha del mundo, como puede influir un país como los mencionados. Si vemos al presidente de México, es muy importante para un sector de los mexicanos pero no es tan influyente ni muchísimo menos como lo puede ser el presidente de los Estados Unidos en su país. Porque ni México tiene el dinero ni la industria lo suficientemente grande ni un mundo intelectual lo suficientemente fuerte para ser un país dominador. México es un país que está creciendo, cuenta más con su historia: ¿Por qué nos pasamos todo el siglo XIX luchando unos contra otros desesperadamente para imponer un determinado tipo de gobierno? En el siglo XIX el liberalismo termina por imponerse, con la revolución pierde su carácter liberal y se convierten en un gobierno de crecimiento más que un gobierno de construcción nacional, y lo que se crea es un país de pobres, no vemos todavía un gobierno que se preocupe por las diferencias sociales que hay en México todavía. Es la mejor definición del México actual, eso somos, un país mediano, violento, con un grave problema de descomposición y degradación social… Es precisamente esto, esa conciencia de que no nos estamos ocupando de los propios mexicanos como deberíamos; nos parece bien, nos parece mal, pero no hacemos nada por cambiar la realidad, porque dentro de todo creemos que podemos sumar un número determinado de estudiantes, algunos de ellos han salido brillantísimos pero no lo suficientemente como para encabezar un nuevo mundo, ninguno de ellos ha salido como el Che Guevara o alguien por el estilo ni pretenden serlo.


Los textos de Rafael Segovia

Pienso, luego escribo Durante más de cuatro décadas, el ensayista comentó, con prosa precisa, los acontecimientos de la vida política nacional

Los profesores del Centro de Estudios Internacionales Manuel Camacho, Soledad. Loaeza, Rafael Segovia, Blanca Torres, Lorenzo Meyer y Carlos Arriola.

R

afael Segovia es ampliamente conocido por sus artículos semanales publicados, hasta hace poco, en uno de los principales diarios de la capital. Durante más de cuarenta años comentó los acontecimientos de la vida política nacional: gobierno y oposición, partidos políticos y grupos de presión, iglesias y universidades fueron objeto de sus análisis. Claridad y concisión los caracterizaron, así como una prosa precisa sin florituras ni lugares comunes, mucho menos equívocos barbarismos como “ciudadanizar”. Hay en su lenguaje un gran respeto por las personas y las ideas, aunado a una responsabilidad en el uso de las palabras.

la tesis

de Segovia en la UNAM versó sobre el conflicto de las ideas en la España ilustrada del siglo XVIII

“Para decir bien hay que pensar bien” escribio’ Antonio Machado y para pensar bien, hay que añadir, hace falta conocer los temas, asi como estar informado y poseer la sensibilidad necesaria para distinguir lo esencial de lo accesorio, lo circunstancial de lo trascendente. Para decir bien hay que haber leido mucho y para pensar bien hay que haber estudiado mas.

Itinerario educativo

Segovia nació en Madrid y curso su educación primaria en el liceo francés. La guerra civil llevó a su familia a sumarse a la “España peregrina” que llegó a México. Aquí continuó sus estudios en la Academia Hispano Mexicana y en la UNAM. Siguiendo el ejemplo paterno (Don Jacinto fue un excelente cirujano) cursó dos años

de medicina sometiéndose a la disciplina que exigen los estudios científicos. De ahí migró a la Facultad de Filosofía y Letras, matriculandose en Historia. Sabios y rigurosos maestros lo guiaron en las complejidades y métodos de la disciplina, en particular Edmundo O’Gorman quien le dirigió la tesis. Esta versó sobre el conflicto de las ideas en la España ilustrada del siglo XVIII : la relación del pensamiento científico con la tradición impregnada del pensamiento religioso; la relación de la crítica con la tradición y la relación de las ideas políticas con el pensamiento tradicional. Temas delicados y conflictivos que son abordados sine irae examinando con paciencia los argumentos de ambas partes, tal y como lo haría posteriormente en la docencia y en sus publicaciones. El tema de la tesis es de gran importancia para España y para México: en ese siglo XVIII se produjo la ruptura que abrió las puertas a la época moderna, aunque no todas las naciones la hayan franqueado. En Francia desembocó en la Revolución Francesa y en América en la independencia de las colonias, lo que implicó las luchas

*Investigador de El Colegio de México campus

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“Hay en su lenguaje un gran respeto por las personas y las ideas, aunado a una responsabilidad en el uso de las palabras”

entre liberales y conservadores con resultados diversos. Para Fernando Escalante, uno de los discípulos más aventajados de Segovia, en este libro “comienza una reflexión que continuará durante medio siglo: modernización, nacionalismo, cultura política y el oficio político, son los temas.” ( Prologo a la reedición de la tesis por El Colegio de México, 2005) Dueño de un savoir faire intelectual, Segovia dedica unos años a la docencia en varias instituciones y a finales de la década de los años cincuenta fue invitado por Don Daniel Cosío Villegas a incorpo-


Carlos Arriola*

Segovia en su tinta pedagógica “Los partidos son necesarios en las democracias y en los totalitarismos y autoritarismos . los partidos en el mundo moderno, son necesarios siempre y, como la mayoría de los hechos políticos, son juzgados severamente, vistos con antipatía, como los son siempre los depositarios de la autoridad o del poder. Pero al mismo tiempo que se produce su rechazo se reconoce su necesidad: son indispensables para la formación de la opinión pública y para la formación, conquista y mantenimiento del poder, son indispensables para la crítica política y para la consolidación de la cultura política ciudadana, son la base misma de las elecciones. Los partidos no han nacido por capricho o por casualidad. Han sido la consecuencia directa e inmediata del sufragio universal, de la profesionalización de la política y de la necesidad de recurrir a un lenguaje simbólico. Pero fueron ante todo los movimientos obreros quienes no pudieron prescindir de estas organizaciones. La historia de los partidos no cobra sentido sino hasta el último tercio del siglo XIX, cuando aparecen los grandes partidos proletarios de Europa. Sólo cuando los obreros optan por la via parlamentaria las organizaciones partidarias adquieren una naturaleza moderna y democrática. La derecha imitará, lo que hasta entonces había combatido, para no ser aplastada en el campo electoral. La maquinaria electoral, sectorial y gremial cardenista, el PRM, fue la causa real de la constitución de un esbozo de partido de la derecha mexicana. El PAN nació como la respuesta a un primer organismo electoral unido y unitario de los

rarse a El Colegio de México. Don Daniel lo envía a París para que se especialize en Historia de Europa. En el Instituto de Estudios Políticos, conocido como Sciences Po, Segovia sigue los cursos de grandes maestros de la época: Jean Baptiste Duroselle en relaciones internacionales, Touchard, autor de una historia de las ideas políticas (ambos han sido publicados en México) y otros menos famosos como Francois Goguel (sociología electoral) y René Girardet (nacionalismo).

grupos obreros y campesinos. Resulta sorprendente que los progresistas al uso no entiendan todavía por qué y para qué existen los partidos”. (1996)

“Criticar a las personas es relativamente fácil, hacerlo con las ideas pide un razonamiento y un discurso más allá de los alcances del común de los mortales. El presidente de la

El académico en un viaje a Madrid.

En la Francia de 1960, De Gaulle había emprendido un amplio proceso de cambio y mantenía una posición independiente con respecto a los Estados Unidos y la Unión Soviética; la Revolución Cubana había triunfado y los éxitos espaciales de la URSS habían mostrado su capacidad tecnológica para atacar el territorio de los Estados Unidos, con lo cual se había recrudecido la guerra fría y se impulsaba la carrera armamentista. Todo ello se tradujo en debates ideológicos, intelectuales y políticos en los que

campus

participaron figuras tan distinguidas como J. P. Sartre y R. Aron. Un aprendizaje más para el joven Segovia. A su regreso, Segovia impartió, en 1964, su primer curso en El Colegio de México, Introducción a la Ciencia Política, al que se sumarían los de Historia de Europa y otros más. A pesar de ofertas de trabajo interesantes (entre ellas la de director de Ciencias Sociales en la Unesco) Segovia permaneció fiel a su vocación intelectual y jamás abandonó la docencia y la investigación. Cuando ocupó

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República, durante siglos mitificado en cuanto representante máximo del Estado, ha sido apeado de los altares por la democratización de la vida cotidiana, el crecimiento de la clase media y la expansión de los medios de información. Su imagen resiste aún, aunque se intuye su desacralización en plazos previsibles. Todo el mundo corre a destruir la estatua tan pronto es derribada y sustituida, sin advertir cómo está destruyendo la tan anhelada seguridad. Se ha convertido en una moda, en una frase hecha, condenar la política. La solución de un problema cualquiera debe no ser política. Politizar equivale a evitar la solución justa o, y lo que es peor y ya no se envuelve en retórica, puede ser equitativa y dañar así al grupo más fuerte, la banquero que se ha forrado con el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (FOBAPROA) o a la industria que vive de un proteccionismo capaz de imponer productos inaceptables. Esta actitud ha llegado tan lejos que los partidos se acusan entre sí buscar soluciones políticas, como si pudieran buscar otras. Buscar que puede sustituir a la política no le está dado a todo el mundo. Lo primero que se viene a la mente es la justicia, la honestidad, la igualdad y la tolerancia, todo cuanto viene de la civilización y la cultura y no de la naturaleza humana. La política, contra lo predicado en la cultura de la calle, busca imponerse contra los impulsos primarios de los humanos y racionalizar sus conflictos, evitar la eliminación radical del contrario y tolerar incluso al enemigo. Intenta dar una expresión a las diferencias entre los hombres a través de la representación y con ayuda de esta generar una legalidad y una legitimidad. (1996)

la dirección del Centro de Estudios Internacionales reunio’ a un grupo de estudiosos de la vida política nacional quienes produjeron numerosos trabajos sobre partidos, elecciones y otros temas relacionados con los conflictos del gobierno de Luis Echeverría (1970-1976). Algunos de ellos ocuparon posteriormente puestos de gran responsabilidad en el gobierno federal. Su liderazgo intelectual era ya un hecho y se extendió a sectores más amplios de la clase política gracias a sus artículos en la prensa.

los artículos

del historiador en diversos periódicos resultan lectura obligada


Excepcional maestro

La docencia y la política com El académico inicio una labor pionera en la formación humanista y técnica de generaciones enteras de profesionistas del

El catedrático de derecho español Pedro Vega; Rafael Segovia y el director del Centro de Estudios Internacionales, Lorenzo Meyer, en el Primer Encuentro Hispanoamericano de Científicos Sociales en 1978.

R

el escritor

era insuperable en su interpretación de otros pensadores, tales como Max Weber

afael Segovia fue un maestro excepcional pero aún más en las conversaciones en corto, en las tertulias, en las sobremesas y en su casa, que en el aula. En mi caso personal se esmeró mucho más en transmitirme su erudición histórica y sus conocimientos de historiografía francesa, así como su amplio conocimiento de la historia de las ideas políticas, que en formarme mediante el arsenal de sus originales ideas sobre el sistema político mexicano, que es lo que más aportó a muchos otros de sus más distinguidos alumnos y amigos. Fue por él que leí detalladamente, por ejemplo, a Tocqueville, a los doctrinarios franceses y a los monarcómacos, así como las brillantes aportaciones de Raymond Aron a la teoría de la historia, las etapas del pensamiento sociológico y sus ensayos polémicos contra los “marxismos imaginarios” de Merleau-Ponty, Althusser y, sobre todo, Jean Paul Sartre. Segovia dominaba magistralmente no sólo los textos teóricos de Sartre para entender la transición del existencialismo al marxismo de su crítica de la razón dialéctica, sino también sus artículos de polémica política sobre el fantasma de Stalin, los comunistas y la paz, la guerra de Argelia y el liderazgo plebiscitario del general De Gaulle en la V república francesa. Y por supuesto que la brillante respuesta de Raymond Aron a todas las cuestiones, lo mismo en su crítica a Sartre que a Merleau-Ponty y Albert Camus.

Creo también que, por lo menos en mi caso, Segovia siempre prefirió la polémica en corto y no tanto pontificar desde la atalaya de su cátedra magistral, y para eso disfrutaba mucho sorprenderme con aspectos no tan conocidos de los diversos textos de Aron, a veces para demostrarme la manera insuperable en que interpretaba a Max Weber, en otras para exhibir la ingeniosa manera en que combatía el opio de los intelectuales y en otras más para mostrarme el tipo ideal de la explicación histórica, política o socio-económica mediante el versátil análisis de las dieciocho lecciones sobre la sociedad industrial o la conceptualización de la democracia y el totalitarismo o el ensayo sobre las libertades. La lectura de esos textos que seguí en mi aprendizaje informal con él, mucho después de haber tomado sus cursos, me permitió entender mejor el sentido de algunos temas de ensayo que nos había dejado originalmente como examen, por ejemplo para usar el análisis contrafactual e imaginar, con el rigoroso control de la categoría de la “posibilidad objetiva”, qué hubiera sucedido si los girondinos no hubieran sido avasa-

llados por los jacobinos en la etapa inicial de la Revolución francesa, o reflexionar sobre hasta qué punto Napoleón fue un continuador o un traidor a los ideales y principios de esa Revolución. En la lectura de las tesis doctorales de Aron y en sus ensayos sobre las dimensiones de la conciencia histórica se encontraba el detallado fundamento metodológico de una teoría de la causalidad histórica basada en el cálculo retrospectivo de posibilidades (¿qué habría pasado si...?) para responder esas preguntas y resolverlos de acuerdo a una forma de análisis que Aron remitía a veces de manera expresa, y en otras de manera implícita, a los ensayos metodológicos de Max Weber. Así descubrí la enorme importancia que el “hubiera” tiene para los juicios de imputación histórica; que la mayoría de los grandes historiadores tiene que usar el análisis contrafáctico de causalidad histórica tal y como Isaiah Berlin se lo demostró a Edward Hallet Carr en su polémica sobre la libertad, el determinismo y la “inevitabilidad” del proceso histórico; que hay por ello un mismo estilo de análisis histórico con respecto a estas cuestio-

* El colegio de México campus

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mo vocaciones México contemporáneo nes en Aron, Max Weber, Berlin y Popper quienes, por cierto, también comparten una posición política liberal de última instancia; y sobre todo que, en contra de lo que repiten muchos políticos ignorantes de estos textos y esta forma de análisis, el “hubiera” sí existe y tiene que existir para poder formular juicios de imputación histórica y sobre todo de responsabilidad moral. Por supuesto que esto sólo puede hacerse mediante el riguroso control de lo tipificado por Max Weber en su categoría de la “posibilidad objetiva”, pero para ello se requiere un amplio y preciso conocimiento de todos aquellos factores que influyeron, o pudieron haber influido como variables dependientes o independientes, en la gestación de un determinado acontecimiento histórico, sea éste la batalla de Maratón, el cruce del Rubicón, el tamaño de la nariz de Cleopatra, la batalla de Celaya, la llegada a la estación de Finlandia, o el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Por la vertiente específicamente de corte político de Segovia aprendí dos cosas: a calibrar bien las virtudes y no sólo los defectos del sistema político mexicano establecido desde hace un siglo, y a comprender la importancia de la Realpolitik y la ética de responsabilidad en el liderazgo político. Lo primero tiene mucho que ver con su perspectiva del alto costo que pagó España por su Guerra Civil y que contrasta con el orden, la estabilidad política y la continuidad constitucional de los gobiernos civiles que se han sucedido en México desde 1946 y que acabaron por configurar lo que ha sido denominado por otros “el excepcionalismo mexicano” en el contexto de todos los sistemas políticos de habla hispana desde hace un siglo. Lo segundo tiene que ver mucho más con la teoría política y se refiere a la temprana lectura de La política como vocación de Max Weber, en la traducción de la edición francesa que se editó con un estudio introductorio de Raymond Aron y que en español se publicó en 1967 con el título de El político y el científico (en alemán nunca se publicó un libro de Weber con ese título). En esa conferencia Weber estableció la célebre diferencia entre el político regido por una ética de responsabilidad que calcula las consecuencias de su acción y está dispuesto a negociar y hacer compromisos en aras de alcanzar un resultado pragmático y responsable, y el político regido por una ética de convicción basada en principios fundamentalistas inconmovibles, sin importarle las consecuencias de no negociar y sin estar dispuesto a ha-

Francisco Gil Villegas M.*

“Segovia fue uno de los frutos más jóvenes de aquella inmigración de republicanos españoles que llegaron a México entre 1936 y 1940”

cer ningún tipo de compromiso que contravenga el fundamentalismo de sus principios y convicciones. Max Weber no consideraba aconsejable que un estadista se rigiera por una ética de principios inconmovibles. Hombres así deben quedar fuera de la acción política o por lo menos de la responsabilidad del estadista, pues lo mejor es que éste se rija exclusivamente por criterios consecuencialistas basados en una acendrada ética de responsabilidad con fundamento en una combinación equilibrada de pasión y mesura, a fin de evitar los riesgos a los que conduce el demagogo profesional con sus veleidades y vanidades, que también acaban por ser desastrosas para el bien del Estado. Aparentemente Max Weber polariza aquí a la convicción y al éxito cuando aborda la relación entre ética y política, pues si la ética de convicción obedece exclusivamente al valor de un principio fundamentalista, la ética de responsabilidad aparentemente obedece exclusiva-

mente al valor del éxito, y por ello pudiera pensarse que para Weber este segundo tipo de ética es la que fundamenta la acción de un político realista que practica el arte de lo posible. Y aunque también ya ha sido señalado que estos dos tipos de ética son más bien construcciones típico ideales que en la práctica de la acción política aparecen combinadas con el mayor o menor predominio de cada una de ellas, lo cierto es que Max Weber parece expresar, sobre todo en sus escritos políticos, el uso de una distinción tripartita y no una mera polarización entre ambos tipos de ética. En efecto, la política de responsabilidad está ubicada en cierto modo entre la política de convicción y la política realista. Y aunque al igual que el político realista, un político responsable tiene siempre en cuenta el valor del éxito, no obstante tiene que ponerlo también en relación con un valor de convicción por la prudencia de los medios que se usan para alcanzar un determinado fin, cosa que no hace el tipo puro del político realista. De tal modo que mi lectura de la obra de Max Weber, especialmente la de sus escritos políticos, estuvo influida de manera muy importante por discusiones con ejemplos concretos por mis maestros, primero por Rafael Segovia en El Colegio de México y después por Steven Lukes en Oxford y por Wolfgang Schluchter en Heidelberg. Aún más importante resulta pertinente reconocer que Rafael Segovia merece ser valorado por lo que representó e hizo durante varias décadas y muchas generaciones con sus actividades docentes, administrativas y directivas en la configuración y consolidación del Centro de

El entonces presidente de El Colegio de México, Victor L. Urquidi.

campus

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Estudios Internacionales en El Colegio de México, y en general por lo que simboliza hoy para esta institución. Segovia fue uno de los frutos más jóvenes de aquella inmigración de republicanos españoles que llegaron a México entre 1936 y 1940. Con su incorporación a El Colegio de México a principios de la década de los años sesenta, inicio una labor pionera en la formación humanista y técnica de generaciones enteras de politólogos, internacionalistas, historiadores, sociólogos, escritores, diplomáticos, políticos y funcionarios públicos del México contemporáneo. Fue uno de los primeros directores y configuradores de la revista Foro Internacional, uno de los más importantes directores del CEI y el único que ocupó ese cargo en tres ocasiones diferentes para, entre otras cosas, crear la licenciatura en Administración Pública. En el Centro de Estudios Históricos sus clases tuvieron una influencia decisiva en la formación de algunos de los más distinguidos historiadores del México actual. Representa hoy el vínculo viviente más importante de la República española con El Colegio de México, creado originalmente como la Casa de España en México. Su estrecha relación intelectual con Daniel Cosío Villegas, a quien sigue recordando hoy como la figura central entre los mexicanos que crearon instituciones para, entre otras cosas, darles protección y asilo a los republicanos españoles, fructificó en sus propias reflexiones y erudito conocimiento sobre la naturaleza y valor del sistema político mexicano, pues en un inicio Rafael Segovia ingresó a El Colegio de México como un especialista en lo que hoy llamamos los estudios europeos y sólo después, por influencia de las conversaciones que se llevaban a cabo en las “comidas de Don Daniel”, principalmente en el Restaurante francés La Lorraine en la calle de San Luis Potosí en la colonia Roma, empezó a investigar y a escribir con una sólida fundamentación historiográfica y politológica sobre política mexicana. Aunque Rafael Segovia se identifica orgullosamente a sí mismo cuando alguien le pregunta por su nacionalidad como un “mexicano nacido en Madrid”, probablemente por su origen no pudo llegar a tener el espacio y las oportunidades para ejercer lo que muchos sospechamos era su auténtica pasión por la acción política. Pero a su manera y dentro de su circunstancia orteguiana, Rafael Segovia siempre desempeñó con excelencia y generosidad, con pasión y mesura, sus dos grandes vocaciones por la política y la docencia.

quizá debido

a su procedencia española, el politólogo no pudo tener la oportunidad de dedicarse a la política


Erudición amable y severísima

Una pasión lúcida

Fernando Escalante Gonzalbo*

En sus ácidos textos sobre la vida política mexicana, el autor nos deja entrever otra política distinta y otra sociedad posible

Segovia, el día de su nombramiento como profesor emérito de El Colegio de México, con sus colegas.

E

nt r e 19 9 7 y 2000, R a fael Segovia escribió una serie de artículos periodísticos que comprenden, lo que puede considerarse el periodo de la crisis final del predominio priísta en la vida política mexicana. El desenlace de lo que se llama la [transición de la democracia]. No es un tratado ni una crónica, pero tampoco —mucho menos— una miscelánea; la brevedad de los textos y la variedad de los motivos puede resultar engañosa: se trata de una sola, continuada meditación, de tres años, sobre la naturaleza de la política mexicana.

los ensayos

del catedrático son al mismo tiempo diario íntimo, alegato público y meditación histórica

Cuando pase el entusiasmo de la transición democrática y cuando pase también el desencanto, que vendrá después, será indispensable leer de nuevo a Rafael Segovia, leer precisamente estos textos, para saber que pasó, para saber la trama menuda de miserias, ambiciones y torpezas con que se hizo la historia de estos años. Porque es lo primero que se encuentra leyéndolos: el relato de una transición de paso titubeante e incierto, un proceso lleno de

“Cuando pase el entusiasmo de la transición democrática y cuando pase también el desencanto, que vendrá después, será indispensable leer de nuevo a Rafael Segovia”

equívocos y malentendidos, una comedia de enredo extrañamente triste y desangelada. Hay algo extraordinario en la serie de ensayos, tal como aparece ahora: se ocupa uno de los partidos políticos, otro de la universidad, de los medios de comunicación, de los banqueros; otro de las elecciones locales, otro de la política exterior, y es la misma reflexión que se desdobla y se multiplica para ocuparse de todo, con el ritmo sincopado, impredecible de la política. No pretende elaborar un modelo ni utilizarlo, y no trata de organizar una historia; es una mirada propiamente política que necesita abarcarlo todo, sobre todo, verlo con claridad. Por eso resulta severa y hasta cruel en ocasiones. Es la mirada de quien está atento siempre a las oportunidades y las decisiones, que sabe

que a cada paso hay que elegir y que los errores podrían evitarse: una mirada que juzga sin hacer concesiones, puntualmente. Un tema predomina, sin duda: el largo y confuso conflicto del PRI con el presidente Zedillo. Pero es una sola de las expresiones, la más notoria, del problema general del que se ocupa el conjunto: el problema de la representación política. Por eso aparece, una y otra vez, el tema de los medios de comunicación, como aparece el oportunismo, la desvergüenza y la irresponsabilidad de la clase política entera. Se trata de algo muy simple y también inabordable, hay algo que se ha roto en el sistema político mexicano en estos años: el mecanismo de la representación; no puede saberse ya lo que es una candidatura, un programa, una victoria electoral, y todos los actores parecen haber quedado fuera de lugar, sin otro asidero que sus intereses personales más inmediatos. Rafael Segovia tiene una acusada sensibilidad para descubrir lo grotesco. La sensibilidad de Quevedo, de Voltaire y Valle Inclán, la de Manuel Azaña. Bajo su mirada, las más aparatosas y espectaculares exhibiciones quedan reducidas a su última miseria: son gesticulaciones insignificantes en un escenario risible y penoso. Ahora bien, precisamente cuando es más mezquina y ridícula la

* Escritor, Investigador del Colegio de México. Autor de Ciudadanos imaginarios. campus

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pantomima que describe también deja ver Segovia, en destellos, una alternativa: otra política posible, una política que no es esta, una política hecha de responsabilidad y de visión despejada, de integridad y realismo, sensatez, prudencia, de una pasión lúcida. Con todo lo cual no se dice casi nada, pero basta la lectura de media docena de ensayos de Segovia para tenerlo clarísimo. Más que nunca, en estos años los ensayos de Segovia son una mezcla deslumbrante de vocación pedagógica y militancia política, a la vez diario íntimo, alegato público y meditación histórica. No hay siquiera el ademán de fingir imparcialidad porque la política no lo permite, si se la toma en serio; pero hay siempre la necesidad, la urgencia de ver más claro y más lejos, y hay sobre todo la decisión de ser razonable; en eso, los ensayos de Segovia son magistrales. Contra la corriente del entusiasmo, contra la facilidad del arrebato desmemoriado y volandero, tan popular, Rafael Segovia sigue siendo siempre y antes que nada un hombre razonable. En eso, durante estos años, ha sido único. Algo más, que no puede dejar de decirse: la escritura de Segovia es también única. Es una prosa limpia y exacta, enérgica, de erudición amable y, a la vez, severísima. Una escritura para aprender a escribir.


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