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Diplomado Psicología Violencia Familiar y Violencia de Género Módulo VI


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INDICE INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................ 3 SEÑALES DE ALERTA ..................................................................................................................... 5 LA VIOLENCIA PSICOLÓGICA ES LA QUE PRIMERO SE INSTAURA Y LA QUE MÁS DAÑO HACE . 7 CONSECUENCIAS DE LA VIOLENCIA: ......................................................................................... 8 OTRAS CONSECUENCIAS MÁS ESPECÍFICAS .......................................................................... 10 CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS EN NIÑOS ............................................................. 13

COSTOS Y CONSECUENCIAS A NIVEL INDIVIDUAL Y COMUNITARIO ........................................ 13 COSTOS NACIONALES PARA LA REDUCCIÓN DE LA POBREZA, EL DESARROLLO Y LOS ODM (OBJETIVOS DEL MILENIO).......................................................................................................... 15 OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO (ODM): ................................................................ 15 CONSECUENCIAS DE LA VIOLENCIA DOMÉSTICA CONTRA LA MUJER EN EL PROGRESO ESCOLAR DE LOS NIÑOS Y NIÑAS DEL PERÚ ............................................................................................... 18 INFLUENCIA DE LA VIOLENCIA EN LOS NIÑOS/NIÑAS ................................................................ 26 EFECTOS EN LOS NIÑOS, VÍCTIMAS O TESTIGOS, DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO (CONSOLIDADO POR ÁREAS): ................................................................................................................................ 29 TRANSMISIÓN GENERACIONAL DE LA VIOLENCIA. ................................................................... 30 EL MODELO DE APRENDIZAJE ................................................................................................. 30 IMPACTO DE LA VIOLENCIA EN EL NIÑO/A ............................................................................ 31 ANÁLISIS .................................................................................................................................. 31 HIPÓTESIS EXPLICATIVAS DEL MALTRATO INFANTIL: ............................................................. 32 OTRAS REPERCUSIONES EN NIÑOS Y ADOLESCENTES TESTIGOS DE VIOLENCIA .................... 36 EVALUACIÓN DE LAS/LOS MENORES VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA .......................................... 37 VIOLENCIA Y EMBARAZO............................................................................................................ 38 EL NIÑO COMO TESTIGO DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR .................................................... 39 LA FAMILIA COMO ENTORNO POTENCIALMENTE CONFLICTIVO: ......................................... 42 LA VIOLENCIA FAMILIAR COMO MODELO DE APRENDIZAJE: ............................................... 45 BIBLIOGRAFIA.................................................................................................................... 48 EVALUACIÓN DE REFUERZO .............................................................................................. 50

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INTRODUCCIÓN La familia, institución social, núcleo de soporte y apoyo para sus miembros, donde se da y se recibe el amor tan necesario para el desarrollo saludable de los individuos; en donde se intercambian, consolidan y se adoptan mensajes, valores, tradiciones, costumbres, deseos, mitos y creencias; y en donde también se resuelven y comparten aspectos de convivencia, responsabilidades, información y opciones de decisiones que afectan a todo el grupo familiar, se ve seriamente lesionada cuando se instaura el abuso, la violencia y el maltrato como sistema de relación entre sus integrantes. La familia además, tiene que soportar un grado muy alto de conocimiento entre la pareja, aspectos de intimidad y el enfrentamiento a crisis originadas por factores internos y externos que son causa de estrés. En la violencia familiar, estos factores constituyen desencadenantes habituales de tensión y violencia y acrecientan el estrés entre todos sus integrantes. Aunque nos parezca extraño a la luz de nuestra razón y quizás veamos con horror algunas de sus manifestaciones entre nuestros familiares, en amigos o en la calle, este problema es muy común y está muy arraigado en nuestra sociedad, por la educación, la costumbre y la tradición. La composición actual de la familia dentro de la sociedad, compuesta por el padre y la madre, laborando generalmente fuera del hogar, así como familias compuestas por un solo progenitor en situación de soltería, viudedad o divorcio, constituye un problema social y político que interesa a gobiernos e instituciones internacionales, pues hay una gran incertidumbre sobre la futura calidad de vida y la integración de las diferentes generaciones en una misma sociedad. En sociedades como la nuestra el problema se agudiza pues el índice de familias constituidas por un solo progenitor —generalmente mujeres e hijos dependientes—, es muy alto. Estas familias que antes se originaba por el fallecimiento de uno de los padres y las ocurrencias eran poco frecuentes, ahora se origina con gran frecuencia, por la concepción de hijos producto de relaciones ocasionales o inestables, por las uniones de hecho, por la separación o el divorcio. Hay muchas madres solteras, se-paradas o divorciadas, con escasos recursos económicos, de vivienda y de educación para mantener a sus hijos, lo que da lugar a tasas de mortalidad y deterioro en la calidad de vida de los ciudadanos. Los hijos criados en el seno de una familia de este tipo, tienden a repetir el ciclo, lo que suscita gran preocupación en los gobiernos porque para el Estado supone altos costos en la implementación de políticas de vivienda y ayudas de toda índole; además de la alta incidencia e incremento de la violencia que se ha observado en hijos de estas familias. El problema también es complejo cuando se unen parejas en segundas nupcias o conviven juntas sin la formalidad del matrimonio y tienen hijos propios producto de un matrimonio o una relación anterior o de una relación ocasional. Los problemas de relación entre padres no biológicos e hijos suelen ser un foco de tensiones, especialmente cuando existen hijos propios en ambos integrantes de la pareja. Situación que es muy común en nuestra sociedad. Muchos desconocen que la violencia es una conducta aprendida y que el agresor no conoce otras formas de relacionarse pues los modelos aprendidos no le han permitido comunicarse en forma pacífica, menos MODULO VI

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egoísta y con igualdad de derechos, oportunidades y obligaciones para todos los integrantes de la familia. La gente por lo general prejuzga la actitud de la víctima y no entiende sus reacciones. Pocos conocen el estrés intenso y continuo al que están sometidas y todos los mecanismos que tienen que movilizar, para poder soportar la situación y no perder su integridad física y psicológica. No se entiende muchas veces por qué defiende o protege al agresor, por qué no lo abandona o por qué inclusive, se siente culpable por una conducta de la cual ella no es responsable, ni tampoco se entienden las razones por las cuales muestra desconfianza hacia su propia familia o amigos o a la persona que les brinda algún tipo de ayuda o hacia el funcionario que los atiende o de las actuaciones que este realiza para su defensa y protección. El interés cada día más creciente por conocer la dinámica de este fenómeno que afecta a todas las poblaciones y lesiona los derechos humanos de las personas, ha hecho que se profundice más en su estudio y se apliquen planes y programas para su erradicación. Se han firmado acuerdos entre organismos internacionales y gobiernos de la mayoría de los países del mundo. Para ello que se han emitido leyes que sancionan al agresor y protegen a las víctimas. Se procura también promover en la población y especialmente en la juventud, valores de mutua tolerancia, autoestima, comprensión, solución pacífica de los conflictos y preparación para la vida familiar con derechos y obligaciones domésticas compartidas e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, dentro de las relaciones familiares. Las nuevas tendencias en el tratamiento y prevención de poblaciones que viven en situaciones de riesgo, violencia y adversidad y exhiben una evidente condición de vulnerabilidad, señalan la importancia de orientar los planes y proyectos hacia una propuesta que se centra en las fortalezas delos individuos y las comunidades, antes que en su déficit. Esto es, la promoción de factores protectores que fomenten el empleo de recursos biológicos y psicológicos de personas y comunidades, para procurar e bienestar físico y psicológico y mejorar la calidad de vida de los individuos, las familias y la comunidad y lograr una sociedad eficaz y saludable. Esto es, la Resiliencia .Sirva entonces el presente como instrumento de orientación para identificar las señales de violencia dentro de las relaciones familiares y constituya medio informativo para el mejor conocimiento de la dinámica de este fenómeno tan común y cotidiano, en beneficio de la paz social y familiar.

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SEÑALES DE ALERTA La violencia familiar incluye más que violencia física. Si tu pareja hace cosas que te causan miedo y te aísla de tus amistades y familiares, es posible que seas una víctima de violencia familiar. Algunas señales que nos pueden alertar sobre un comportamiento violento dentro de las relaciones familiares: Muestra con frecuencia una actitud hostil, prepotente y sentimientos negativos. Arremete contra puertas, objetos, animales, cuando algo le disgusta. Ordena e impone sus deseos. No informa, no consulta no solicita la opinión de la pareja o de los otros miembros del grupo familiar. Critica constantemente a la pareja o a otro miembro de la familia como persona, madre, padre, hijo, trabajador, estudiante, ama de casa, etc. Se comporta de manera sobreprotectora o se pone demasiado celoso(a) y exclusivista. Amenaza con hacer daño a la pareja, a sus hijos, familiares, mascotas o a sí mismo. Impide a la pareja ver a familiares o amigos. Impide o manipula a la pareja para que no realice actividades que puedan permitir su autonomía o libertad. (estudios, trabajo o labores fuera del hogar, membresías). Destruye las pertenencias de la pareja o de otro miembro de la familia. Intimida con gestos, insultos, gritos, o manipula a la pareja y/o a los hijos u otros. Tiene un control abusivo sobre la economía familiar y utiliza el manejo de la economía como recompensa o castigo. En ocasiones dice sentirse rechazado o solo (a). No logra reconocer los sentimientos o derechos de otros. Crea situaciones o realiza acciones que provocan conflicto para después culpar a la pareja o a los hijos u otras personas de la situación o hace que los demás crean que la pareja es culpable o que lo provoca. Niega o no le da importancia o justifica sus comportamientos controladores, manipuladores, abusadores o violentos. Culpa a la pareja o a otras personas o a las circunstancias por su comportamiento Obliga a la pareja a tener relaciones sexuales que la hacen sentir incomoda o cuando no lo desea. MODULO VI

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Le pega a la pareja con la mano o con el puño, la patea, la empuja, la muerde, la araña o cualquier otra acción que le cause lesión física. Tiene la idea irracional de que el hombre es de la calle y la mujer de la casa, que él es el que manda y los demás deben hacer lo que él quiere o decide. Suele mantener excelentes relaciones con otras personas diferentes a la familia y no es extraño que sean reconocidos como “buenas personas” y acuse a la pareja de ser dominante, irritable, controladora y caprichosa, haciendo el papel de víctima frente a los demás Algunos ingieren bebidas alcohólicas o drogas sin control y en ese estado pueden reaccionar con hostilidad y violencia Algunos también utilizan armas u otros objetos (cuchillo, piedra, palos, etc.) como amenaza para intimidar o amedrentar. El desamor, el abandono, la infidelidad, la indiferencia, la sobreprotección, la permisividad. También son manifestaciones de comportamiento violento. Su actitud, al igual que el dependiente alcohólico y el drogadicto, es la de negar, minimizar, racionalizar o presentar amnesia selectiva para explicar y justificar su comportamiento. De esta forma se exime de culpas y la traslada a la víctima, a las circunstancias o a otras personas. El abuso, la violencia y el maltrato son comportamientos aprendidos y como cualquier comportamiento aprendido, puede ser cambiado. Pero no es fácil. No hay una sola causa para la violencia familiar y tampoco hay una sola solución. Sin embargo, lo mejor que se puede hacer es aprender are conocer las señales de alerta de este tipo de comportamiento y buscar ayuda cuando lo veas en tu pareja, tus amigos o en ti mismo.

La violencia familiar por lo general, se fundamenta en una estructura familiar vertical, en la rigidez de las jerarquías en las relaciones familiares, en las creencias en torno a la obediencia y el respeto, a la disciplina y al valor del castigo, a la idea irracional que el proveedor de la economía tiene derecho a exigir y ejercer dominio sobre los demás y al grado de adhesión a los estereotipos de género --el hombre es superior, la mujer es inferior-- y al grado de autonomía relativa de los miembros que componen el grupo familiar --el hombre es de la calle, la mujer de la casa, el hombre es superior, la mujer inferior.

El fin es ejercer, por medios violentos o de manipulación, control y dominio sobre la relación. En la violencia familiar, la agresión constituye el estilo de relación en la pareja y a partir de ella se construyen patrones específicos de comunicación, negociación y resolución de problemas. Siendo la agresión una manifestación de los conflictos que surgen al interior de la familia.

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LA VIOLENCIA PSICOLÓGICA ES LA QUE PRIMERO SE INSTAURA Y LA QUE MÁS DAÑO HACE De todas las formas de violencia, la violencia psicológica o abuso emocional, es la que presenta más incidencia y es la que menos se denuncia. Ciertas conductas de maltrato se tornan cotidianas y son consideradas como algo “natural” y parte de la relación de pareja. A diferencia de la violencia física, cuyos efectos son evidentes (moretones, heridas, fracturas), la violencia psicológica, por su modo de operar, pasa inadvertida e incrementa la confusión, la sumisión y la culpabilidad en la víctima. Esta no se da cuenta hasta que el abuso se ha instaurado crónicamente en la relación. Por lo general, la toma de conciencia y la búsqueda de ayuda llegan cuando la autoestima ya se encuentra disminuida y gravemente lesionada.

Constituyen muestras de violencia: Violencia verbal: rebajar, insultar, humillar, ridiculizar, manipular e inducir a la confusión (la mujer llega a creer que merece estas agresiones). Intimidación: acusar con miradas, gestos o gritos (ej. “si dices algo te mato”). Amenazas: de herir, matar, suicidarse, llevarse a los niños. Abuso económico: Control abusivo de la economía familiar, recompensas o castigos monetarios, Aislamiento: Control abusivo de la vida del otro mediante vigilancia de sus actos y movimientos, la escucha de sus conversaciones, impide el trato con amistades, distancia la visita a familiares y amigos, la ignoran ole hacen vacío (no le hablan, no la miran y ella va creyendo que se merece ese trato). Desprecio: trata a la pareja como alguien inferior, toma decisiones que afectan la convivencia sin consultar con la pareja, no toma en cuenta su opinión ni su deseo en decisiones importantes para la vida familiar. Menosprecia sus ideas u opiniones. Niega ante los demás su condición de pareja o la acusa de ser la causante de los problemas en la relación. Abuso sexual: Imposición del uso de anticonceptivos, negar que utilice métodos anticonceptivos, presiones para abortar, menosprecio sexual, imposición de relaciones sexuales contra la voluntad o deseo del otro.

Control: Organiza las tareas o actividades del otro, impone su voluntad en decisiones como vestir, peinarse, el trato a los hijos, la organización del hogar y hasta las actividades que ella pueda realizar fuera del hogar.

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Manipulación Provoca situaciones conflictivas o histriónicas que pueden crear reacciones violentas, agresivas o aparentemente extrañas en la víctima, con la intención de que los demás lo perciban como víctima de ésta y así lograr atención y opiniones favorables hacia su persona. Tiende a engañar y mentir para disculpar, justificar el desamor, el abandono, la infidelidad, la conducta engañosa, la mentira, la indiferencia, la sobreprotección y la permisividad. También son manifestaciones de violencia, pues el ser humano para su desarrollo personal y su salud física y psicológica, necesita del amor, la protección y la atención de otros, sin menoscabar su independencia y autonomía. La violencia se manifiesta tanto por la agresión como por la omisión, la permisividad y la indiferencia y afecta la salud física y mental de todos sus miembros. Un ambiente familiar con una pobre comunicación y una inadecuado control emocional, se traduce en interacciones y mensajes agresivos en los cuales se ignoran los pensamientos, los sentimientos y las emociones de los demás o existe una tolerancia exagerada y un escaso respeto por los pensamientos, sentimientos y emociones de cada uno de los integrantes dela familia y en especial de los niños o indiferencia y abandono que pone en riesgo al individuo y menoscaba su respeto y dignidad. No es común observar comportamientos violentos, al comienzo de la relación. Durante este período, por lo general los comportamientos son positivos, todo es “color de rosa”, la pareja se percibe perfecta, con la sensación de haber encontrado a su “media naranja”. Las imperfecciones o defectos son minimizados, justificados y vistos como pasajeros, por ambos. Algunos especialistas informan que la violencia en la relación de pareja se inicia luego de ciertos eventos importantes que provocan cambios en la dinámica familiar, como son: el inicio de la convivencia, durante el primer embarazo, el nacimiento del primer hijo, la infidelidad en uno o ambos cónyuges o convivientes, entre otros.

CONSECUENCIAS DE LA VIOLENCIA: Legales: Pues se violan derechos fundamentales de las personas, lesión a su autonomía, su libertad y pone en riesgo su salud física y mental. La violencia familiar constituye una falta o delito que es penalizado en la legislación de casi todos los países del mundo. Sociales y Culturales: Porque perpetúa comportamientos negativos y crea estereotipos culturales que pasan de generación en generación. Se extiende pues se manifiesta en otros ámbitos de relación como son la escuela, el trabajo, el vecindario, la comunidad. MODULO VI

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En comunidades donde la violencia familiar se ha instaurado como sistema de relación entre sus pobladores, genera en ello, baja motivación de logro, resignación, conformismo, fatalismo, menor inteligencia emocional y social, déficit en habilidades como la de solución de problemas, control de impulsos y de relaciones sociales. Esta situación representa un grave problema social, político y de salud pública por el alto riesgo en la salud física y mental de los individuos y las familias y por el deterioro cada vez más evidente en la calidad de vida de poblaciones con estas características Familiares: Pues cuando se instaura la violencia, la familia se encuentra seriamente lesionada y no cumple las funciones de apoyo, protección y afecto recíproco que debe desempeñar para el desarrollo saludable de sus miembros. Desencadena entre sus integrantes una serie de reacciones en cadena de comportamientos violentos, pues la conducta violenta se manifiesta del agresor a la víctima, de la víctima a los hijos, los hijos a los hermanos y a niños menores, a mascotas, a personas mayores. Los hijos irán creciendo y cuando sientan a sus padres vulnerables, también ejercerán violencia contra ellos. Las relaciones se deterioran y son causa frecuente de ruptura y abandono, con consecuencias no solo para la familia sino para la comunidad, pues surgen las familias disfuncionales con conflictos y problemas en el vecindario, en la comunidad. Además, si la relación se rompe, el comportamiento violento o sumiso, tiende a repetirse en otra relación de pareja y los hijos cuando mayores adoptarán el rol que observaron en sus padres. La comunicación interfamiliar en este tipo de relación es ineficaz pues tiende a ser controladora, atacante, condenatoria, impositiva, manipuladora, vejatoria, hiere la autoestima, genera desmotivación, crea confusión y no permite que la pareja y los niños se sientan aceptados, reconocidos y valiosos., lesionando así su desarrollo físico y psicológico. En la Salud: Pues en ocasiones es la causa de lesiones físicas y enfermedades de diferente índole. El maltrato prolongado, con amenazas de diferente índole y escasa ayuda social, puede favorecer el deterioro del rendimiento personal, social y familiar de quien lo padece y es causa de estrés intenso y de grandes proporciones. Las consecuencias a nivel físico y psicológico, pueden ser graves, gravísimas, reversibles o irreversibles, llegando incluso hasta la pérdida de la salud y la vida de la víctima. El daño psíquico inducido por la violencia familiar es una consecuencia traumática que desborda la tolerancia de la víctima, modifica su interacción con el medio y le origina alteraciones en las áreas afectivas y de la voluntad. Se instaura a nivel inconsciente por la desorganización de sus mecanismos defensivos y la incapacidad de responder a él; se mantiene en tiempo indeterminado, pudiendo recuperarse o no.

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Los síntomas de daño psíquico entre otros, son: Accesos emotivos incontrolables, ira, ataques convulsivos, insomnio, perturbaciones del sueño, crisis de ansiedad, confusión mental, estados regresivos, actitudes y comportamientos infantiles, depresión. En el agresor también se observan consecuencias, pues aumenta su frustración, su soledad, su disconfort, consigo mismo y con los demás, acompañados de síntomas de depresión o agresividad insana y descontrolada, pues no ha podido satisfacer sus profundas necesidades de atención, afecto y darle valor real a su persona. Permanecerán sus tendencias hostiles y en caso de ruptura de la relación, si su necesidad de afecto supera a sus tendencias hostiles, tiende a suplicar, prometer, reconoce su mal comportamiento y acepta su culpa. Pero, si no logra reanudar la relación, su reacción, tiende a desarrollar una profunda depresión que lo lleva posteriormente a engancharse en una relación con las mismas características. Si sus tendencias hostiles superan a las necesidades de afecto, al no lograr reanudar la relación, lo dominan sentimientos de odio y venganza que pueden desencadenar hechos violentos y hasta trágicos, que podrían hacer peligrar la vida de la pareja y de otros. En la violencia familiar, víctimas y agresores poseen muy baja autoestima, debido a que la víctima es alguien a quien maltratan sin que ésta pueda poner límites; y el agresor compensa lo inferior que se siente, maltratando y abusando de su pareja. Estas personas (víctima y agresor),tienden también a desvalorizar y utilizar un lenguaje verbal y no verbal que menosprecia y desvaloriza a los hijos, que en el futuro serán también personas con baja autoestima y tendrán heridas emocionales que afectarán su vida futura, sus relaciones de pareja, su desempeño como estudiantes o trabajadores, su desenvolvimiento en el medio y en las relaciones interpersonales y probablemente sea la causa del alcoholismo o la drogadicción u otros problemas psicológicos pues se ha observado que en las historias de sujetos que presentan este tipo de problema relatan haber sido testigos o han estado expuestos en el pasado a relaciones interfamiliares en donde la violencia, el maltrato, la manipulación y el abuso han caracterizado la relación y por ello tienden a asumir el papel de víctima o de agresor en sus relaciones familiares.

OTRAS CONSECUENCIAS MÁS ESPECÍFICAS La violencia familiar puede tener diferentes tipos de consecuencias, aunque se habla principalmente sobre daños físicos y psicológicos en la salud. Daños físicos Dentro de los daños físicos se encuentran las lesiones, que abarcan desde cortes menores con utilización de armas blancas (por ejemplo cuchillos, tenedores), equimosis (golpes, moretones) y fracturas, llegando hasta la discapacidad/crónica.

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Un alto porcentaje de estas lesiones requiere tratamiento médico, aunque usualmente las personas que padecen estos daños no suelen tomarlo debido a que intentan ocultar lo que les ocurre. Además de las consecuencias mencionadas, la violencia familiar provoca un debilitamiento en las defensas físicas debido al estrés que provoca el maltrato, el auto descuido y una mayor proclividad a tomar riesgos. Es muy común que, a raíz del maltrato, la persona padezca enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoidea, el lupus eritematoso o que recurran al alcohol y las drogas para disfrazar su dolor, entre otros trastornos. Otra consecuencia es el embarazo no deseado, ya sea por violación o por no usar métodos anticonceptivos; algunas mujeres tienen miedo de plantear el uso de métodos anticonceptivos con sus parejas por temor de ser golpeadas o abandonadas. Este riesgo de embarazo no deseado acarrea muchos problemas adicionales. Por ejemplo, si la maternidad ocurre durante la adolescencia temprana o media, antes de que las niñas estén maduras biológica y psicológicamente, se asocia con resultados de salud adversos tanto para la madre y para el niño. Los lactantes pueden ser prematuros, de bajo peso al nacer o pequeños para su edad. Cuando se produce un embarazo no deseado, muchas mujeres concurren al aborto. En los países en que el aborto es ilegal, costoso o difícil de obtener, las mujeres pueden recurrir a abortos ilegales, a veces con consecuencias mortales. En los niños, las consecuencias de la violencia familiar se traducen en lesiones, que les son provocadas mientras tratan de defender a sus madres.

Daños psicológicos La violencia familiar provoca consecuencias psicológicas importantes en las personas aunque varía su grado según variables como factores de personalidad, habilidades de afrontamiento, recursos propios, apoyo social y características específicas del maltrato (la duración y el grado de violencia). Las alteraciones clínicas más significativas son: – La ansiedad, que es producida por la mezcla de violencia repetida e intermitente con períodos de arrepentimiento y de ternura, provoca respuestas de alerta y de sobresaltos permanentes, sensaciones de temor, dificultades de concentración, irritabilidad y un estado de híper vigilancia. Asimismo, la víctima también presenta trastornos del sueño, pesadillas y pensamientos obsesivos acerca del maltrato y el maltratador. – La depresión, la pérdida de autoestima y la culpa, son otras consecuencias provocadas por la violencia, ya que la víctima cree que la conducta de su agresor depende de su propio comportamiento y por lo tanto se siente responsable e MODULO VI

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intenta una y otra vez cambiar las conductas del maltratador. Sin embargo, cuando observa que sus expectativas fracasan, desarrolla sentimientos de culpabilidad y de fracaso: mentir, tolerar el maltrato, entre otras cosas. El malestar psicológico crónico en el que se encuentra la víctima produce una alteración en su forma de pensar que le hace sentirse incapaz de buscar ayuda, de proteger a sus hijos y a sí misma o de adoptar medidas adecuadas. – El aislamiento social, que provoca que la víctima dependa de su pareja (cuando el agresor es la pareja) social y materialmente. El maltratador aumenta cada vez más el control sobre su víctima, que se siente más vulnerable ante la sociedad y se cronifica el miedo a enfrentarse a un futuro incierto y peligroso. – Los trastornos psicosomáticos, que se manifiestan en la persona que sufre de violencia con dolores de cabeza, caída del cabello, pérdida del apetito, ansiedad crónica, fatiga, problemas intestinales, alteraciones menstruales, etc. Son habituales las visitas al médico de cabecera para consultar estas dolencias mientras ocultan la verdadera causa que las provocan. – Los trastornos sexuales, en los cuales la persona agredida pierde el interés sexual. – En última instancia el suicidio, que se produce principalmente por el agotamiento emocional y físico. Las muertes son un testimonio dramático de la escasez de opciones de que dispone la mujer para escapar de las relaciones violentas.

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CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS EN NIÑOS La violencia familiar generalmente está dirigida hacia la mujer, y por lo tanto, los hijos son siempre testigos y víctimas indirectas de la situación. Asimismo y frecuentemente, sufren el maltrato de forma directa y experimentan el mismo tipo de actos violentos que la madre.

Las reacciones más frecuentemente detectadas son los síntomas de ansiedad y depresión, sentimientos de baja autoestima, problemas en las relaciones sociales, conductas agresivas y dificultades en el rendimiento escolar. Las consecuencias psicológicas de la violencia durante la primera infancia y la edad preescolar están relacionadas con el desarrollo del apego. Se observan además, trastornos en la relación con sus iguales, conductas de retraimiento, retrasos cognitivos y dificultades de adaptación escolar. Durante la infancia media (de 6 a 11 años), los problemas afectan al desarrollo socio-emocional.

Los menores manifiestan dificultades en la relación con sus pares con comportamientos agresivos. También experimentan sentimientos de baja autoestima, problemas de aprendizaje y niveles altos de ansiedad y depresión. En la adolescencia los síntomas se relacionan con actitudes de responsabilidad excesiva, niveles bajos de autoestima, aparición de conductas agresivas y déficit en el rendimiento académico. Cuando el maltrato desaparece y la situación familiar se estabiliza, con frecuencia, el paso del tiempo y la normalización del ritmo de vida facilitan la superación de las consecuencias psicológicas. Consecuencias y costos Existen múltiples consecuencias de la violencia, las cuales tienen efectos intergeneracionales inmediatos y de corto plazo. Las consecuencias y costos de la violencia tienen impactos a nivel individual (para los sobrevivientes, perpetradores y otros afectados por la violencia) así como al interior de la familia, comunidad y la sociedad en general, lo que resulta en costos a nivel nacional.

COSTOS Y CONSECUENCIAS A NIVEL INDIVIDUAL Y COMUNITARIO La violencia contra mujeres y niñas acarrea costos –más allá del sufrimiento no visible y del impacto en su calidad de vida y bienestar- que incluyen aquellos costos que el sobreviviente y su familia deben asumir a nivel de salud (física o mental), trabajo y finanzas, así como el efecto que ello tiene en los niños. Se MODULO VI

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agrega a ello una selección de diez causas y factores de riesgo de discapacidad y muerte para mujeres entre las edades de 15 y 44, la violación y violencia doméstica consideradas con una incidencia superior al cáncer, accidentes de tránsito, la guerra y la malaria (Banco Mundial, 1994). Como ejemplos de tales costos y consecuencias tenemos: Lesiones inmediatas como fracturas y hemorragias así como enfermedades físicas de larga duración (por ejemplo, enfermedades gastrointestinales, desórdenes del sistema nerviosos central, dolor crónico); • •

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enfermedades mentales como depresión, ansiedad, desórdenes de estrés post traumático, intento de suicidio; problemas sexuales y reproductivos como infecciones por transmisión sexual (incluyendo el VIH) y otras enfermedades crónicas; disfunciones sexuales; embarazos forzados o no deseados y abortos inseguros; riesgos en la salud materna y la salud fetal (especialmente en casos de abuso durante el embarazo) abuso de sustancias (incluyendo alcohol); habilidades deficientes para el funcionamiento social, aislamiento social y marginación. muerte de mujeres y de sus hijos (producto de negligencia, lesiones, riesgos asociados al embarazo, homicidio, suicidio y /o HIV y asociados al SIDA) pérdida de días laborales, baja productividad y bajos ingresos reducción o pérdida total de oportunidades educativas, laborales, sociales o de participación política; y desembolsos (a nivel individual, familiar y del presupuesto público) para sufragar servicios médicos, judiciales, sociales y de protección.

(Heise, et al., 1999; Heise, L. y García-Moreno, C, 2002; Asamblea General de las Naciones Unidas, 2006)

Más allá de las consecuencias directas y a corto plazo, los niños que son testigos de la violencia tienen más probabilidades de presentar problemas emocionales y de conducta, un deficiente desempeño escolar así como están en riesgo de cometer o experimentar violencia en el futuro.

Empresarios y empleadores pueden incurrir en pérdidas financieras debido a las ausencias trabajadores sobrevivientes de la violencia que presentan secuelas en su salud que les impiden trabajar; al encarcelamiento de perpetradores; y los gastos relacionados a las medidas adicionales de seguridad que puedan necesitarse en el lugar de trabajo. (Asamblea General, 2006; Walby, 2004; TCTAT, 2008; Bott et al., 2005)

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COSTOS NACIONALES PARA LA REDUCCIÓN DE LA POBREZA, EL DESARROLLO Y LOS ODM (OBJETIVOS DEL MILENIO) La violencia contra las mujeres y niñas afecta adversamente el desarrollo humano, social y económico de un país. Asimismo, dificulta los esfuerzos para reducir la pobreza y tiene consecuencias intergeneracionales. El Equipo de Tareas en Igualdad de Género del Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas reconoce que la eliminación de la violencia contra mujeres y niñas es una de las siete prioridades estratégicas necesarias para lograr los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO (ODM): ODM 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre ODM 2: Lograr la enseñanza primaria universal ODM 3: Promover la igualdad entre los sexos géneros y el empoderamiento la autonomía de la mujer ODM 4: Reducir la mortalidad infantil ODM 5: Mejorar la salud materna [Meta 2 — Acceso universal a la salud reproductiva] ODM 6: Combatir el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades ODM 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente [Meta 4 — Mejorar significativamente las condiciones de vida de las personas que viven en barrios de tugurios] ODM 8: Fomentar una alianza mundial para el desarrollo La desigualdad y la violencia de género obstaculizan los esfuerzos de los países por reducir la pobreza. Las mujeres y las niñas constituyen la mitad del capital humano disponible para reducir la pobreza y conseguir el desarrollo.

Sin embargo, la violencia basada en el género socava sus derechos fundamentales, la estabilidad social y la seguridad, la salud pública, las oportunidades de formación y de empleo de las mujeres, así como el bienestar y las perspectivas de desarrollo de los niños y las comunidades, elementos todos ellos fundamentales para alcanzar los ODM. (Objetivos del Milenio). La violencia contra las mujeres reduce la productividad y agota los presupuestos públicos. La violencia contra las mujeres supone enormes costes directos e indirectos para las supervivientes, los empleadores y el sector público por lo que MODULO VI

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se refiere a los gastos en materia de sanidad, policía, servicios jurídicos y otros gastos relacionados, así como en términos de pérdidas salariales y de productividad.

Según un estudio efectuado en la India, una mujer pierde, de media, un mínimo de cinco días de trabajo remunerados por cada incidente de violencia a manos de su pareja, mientras que en Uganda, aproximadamente el 9% de los incidentes violentos ocurridos obligaron a las mujeres a perder tiempo de trabajo remunerado equivalente a unos 11 días al año. Se calcula que los costes anuales de la violencia a manos de la pareja ascendieron a 5.800 millones de dólares en los Estados Unidos y 1.160 millones en Canadá.

En Australia, la violencia ejercida contra mujeres y niños comporta un coste estimado de 11.380 millones de dólares anuales. En Fiji, el coste estimado anual fue de 135,8 millones de dólares o el 7% del Producto Interior Bruto en 2002. Sólo la violencia doméstica tiene un coste aproximado de 32.900 millones de dólares en Inglaterra y Gales. Los costes y las consecuencias de la violencia contra las mujeres duran generaciones. Los niños, tanto chicos como chicas, que han presenciado o sufrido violencia basada en el género, tienen más probabilidades de llegar a ser víctimas o maltratadores al crecer. Por ejemplo, diversas encuestas realizadas en Costa Rica, República Checa, Filipinas, Polonia y Suiza revelaron que los chicos que habían visto al padre emplear la violencia contra la madre tenían el triple de probabilidades de usar la violencia contra su pareja en un futuro.

Los niños que son testigos de violencia doméstica corren un mayor riesgo de sufrir ansiedad, depresión, baja autoestima y un deficiente rendimiento escolar, entre otros problemas que dañan su bienestar y desarrollo personal. En Nicaragua, el 63% de los hijos de madres que han sufrido abusos tuvieron que repetir un curso escolar y abandonaron los estudios, de media, 4 años antes que otros niños. La violencia sexual priva a las chicas de recibir educación. La violencia escolar limita las oportunidades y los logros educativos de las chicas. En un estudio llevado a cabo en Etiopía, el 23% de las chicas afirmaron haber sido víctimas de agresiones sexuales o violaciones de camino al colegio o al regresar a casa.

En Ecuador, las adolescentes que denuncian haber sufrido violencia sexual en la escuela identificaron a maestros como los responsables en el 37% de los casos. En Sudáfrica, el 33% de las violaciones de chicas denunciadas fueron cometidas por un maestro. Muchas chicas se cambiaron de escuela o la MODULO VI

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abandonaron como consecuencia de las represalias sufridas tras denunciar la violación.

La violencia daña la salud reproductiva, la salud materna y la del niño. La violencia basada en el género limita considerablemente la capacidad de las mujeres de ejercer sus derechos reproductivos, con graves consecuencias para la salud sexual y reproductiva.

Una de cada cuatro mujeres padece violencia física o sexual durante el embarazo. Esto aumenta la probabilidad de que se produzcan abortos y muertes de neonatos, partos prematuros y de que nazcan niños con poco peso. Entre el 23% y el 53% de las mujeres que sufren abusos físicos a manos de su pareja durante el embarazo reciben patadas o puñetazos en el abdomen. La violencia limita el acceso de las mujeres a la planificación familiar, que puede llegar a reducir la mortalidad materna entre un 20% y un 35% al disminuir la exposición de las mujeres a riesgos de salud relacionados con el embarazo.

Las mujeres que son víctimas de la violencia suelen tener más hijos de lo que ellas mismas desearían. Esto no sólo demuestra el poco control que tienen sobre las decisiones que afectan a su vida sexual y reproductiva, sino que también reduce los posibles beneficios demográficos de la salud reproductiva, que, según se calcula, disminuyen la pobreza en un 14%. Existen diversas prácticas lesivas que pueden dañar la salud materno infantil. El matrimonio infantil, que da lugar a embarazos precoces y no deseados, plantea riesgos que suponen una amenaza para la vida de las adolescentes: las complicaciones relacionadas con el embarazo son la principal causa de mortalidad de chicas de entre 15 y 19 años en todo el mundo. La mutilación genital femenina o ablación aumenta el riesgo de que se produzcan obstrucciones y complicaciones durante el parto, muertes de neonatos, hemorragias postparto, infecciones y muerte de la madre. La violencia alimenta la pandemia del VIH /SIDA. La violencia limita la capacidad de la mujer de protegerse frente al VIH, y las mujeres que viven con el VIH o el SIDA a menudo son víctimas de abusos y estigmatización.

Las jóvenes corren un riesgo muy alto de sufrir violencia relacionada tanto con el VIH como con el género: representan aproximadamente el 60% del total de 5,5 millones de jóvenes que viven en el mundo con VIH/SIDA.

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Las mujeres ya tienen entre dos y cuatro veces más probabilidades que los hombres de infectarse con el VIH durante las relaciones sexuales, y este riesgo se ve incrementado por el sexo forzado o las violaciones de que son víctimas y el consiguiente uso limitado del preservativo y los daños físicos derivados. En los Estados Unidos, el 11,8% de las nuevas infecciones de VIH entre mujeres mayores de 20 años registradas el año pasado se atribuyó a la violencia ejercida por la pareja. Diversos estudios realizados en Tanzania, Ruanda y Sudáfrica permiten concluir que las mujeres que han experimentado violencia a manos de su pareja tienen más probabilidades de contraer el VIH que las que no la han sufrido.

Hasta el 14,6% de las mujeres del África subsahariana y el sureste asiático afirmaron que, cuando hicieron pública su condición de seropositivas, sufrieron la violencia de su pareja, y el temor a esta violencia constituye una barrera para que una mujer haga pública su condición y acceda a una asistencia adecuada. La vida es peligrosa para las mujeres y niñas que viven en barrios de tugurios. Las mujeres que viven en zonas urbanas pobres corren un elevado riesgo de sufrir violencia física, psicológica y sexual y tienen el doble de posibilidades que los hombres de ser víctimas de la violencia, sobre todo en los países en desarrollo. En São Paulo (Brasil), una mujer es atacada cada 15 segundos.

CONSECUENCIAS DE LA VIOLENCIA DOMÉSTICA CONTRA LA MUJER EN EL PROGRESO ESCOLAR DE LOS NIÑOS Y NIÑAS DEL PERÚ La violencia contra la mujer es un problema muy presente en el Perú, que se produce tanto dentro como fuera del hogar. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en el 2013, el 71,5% de mujeres de todo el país reportaron haber sufrido algún tipo de violencia por parte de su pareja. Además, como señala el INEI en la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes), el problema se manifiesta de manera similar en mujeres de distintos niveles de ingreso y que habitan en el área urbana o rural. Así, el 70,8% de mujeres del quintil inferior de riqueza sufrieron algún tipo de violencia por parte de su pareja, al igual que el 62,5% de mujeres del quintil superior.

La violencia doméstica contra la mujer se presenta en todo el país. De acuerdo con la Endes, en el 2013 el departamento en el que se registró el menor porcentaje de mujeres víctimas de algún tipo de violencia por parte de su pareja fue Lima y Callao (68,2%), mientras que el departamento en el que se registró la mayor incidencia fue Apurímac (85,1%). La violencia contra la mujer es un gran problema que no solo tiene enormes consecuencias sobre las víctimas directas, sino que perturba todo el ámbito familiar, y atenta contra el desarrollo pleno e integral de las niñas y los niños. MODULO VI

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Particularmente, perjudica su desempeño escolar, pues genera un medio agresivo, en el que el niño o la niña no pueden desenvolverse ni desarrollarse plenamente. Un ambiente en el que el niño o la niña gozan del afecto de sus padres y reciben estímulos positivos por parte de ellos contribuye a su desarrollo integral: biocorporal, emocional y cognitivo.

En cambio, un medio marcado por la violencia, la agresividad, la depresión y el estrés, en el que los niños o niñas no reciben la atención ni los estímulos necesarios, atenta contra el desarrollo de sus habilidades cognitivas y emocionales, y su desarrollo personal en general. Indudablemente, la violencia física o emocional contra los niños genera este ambiente negativo, pero ser testigos de actos de violencia contra sus madres u otras mujeres del hogar tiene el mismo efecto. Así, el ambiente familiar afecta de varias maneras el desarrollo de los niños y niñas. En particular, se encuentra que un ambiente negativo y violento atenta contra su desarrollo cognitivo y su desempeño en la escuela (Koenen y otros 2003, Huth-Bocks y otros 2001).

El niño o la niña víctima de esta situación puede faltar o desertar de la escuela, o presentar dificultades en su desempeño y progreso, así como bajas calificaciones, lo cual, a su vez, puede acarrear problemas en su futuro. En otras palabras, una manifestación inmediata de problemas dentro del hogar es el deficiente progreso escolar, el cual puede tener consecuencias como la repetición del año escolar y, consiguientemente, la menor escolaridad.

Además, desde otra perspectiva, la exposición a la violencia acarrea a los niños y niñas dificultades relacionadas con la autoestima, la socialización y la participación, y también obstáculos para establecer vínculos sentimentales y de confianza, entre otros aspectos socioemocionales que se reflejan en su vida adulta (Edleson 1999). Entre los varios problemas escolares que puede sufrir un niño o niña proveniente de un hogar violento está el de repetir el grado, lo que puede tener importantes consecuencias a largo plazo, quizá más en las niñas, debido a que la extraedad en la mujer disminuye sus posibilidades de concluir la secundaria e incrementa las probabilidades de que salga embarazada.

Asimismo, un abandono prematuro de la escuela por falta de recursos económicos en la familia, o por desmotivación de los niños o adolescentes, los empuja a entrar al mercado laboral en forma precaria. Yamada y Castro (2010) estiman que un año más de escolaridad primaria tiene un retorno del 4%; uno

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más de secundaria, del 5%; y uno más de educación superior, de entre el 10% al 18%, dependiendo del tipo de educación superior.

Por otro lado, cuando un niño o niña repite el año, su familia debe destinar más recursos a su educación, lo cual merma las posibilidades de acumulación de activos. En un contexto de escasez, estos recursos pueden representar una porción importante del ingreso familiar (Saavedra y Suárez 2002).

Por último, el Estado peruano gastó más de 2300 soles por alumno de primaria y 2430 por alumno en secundaria en el 2013,2 por lo que mantener en el sistema educativo a niños que han repetido el grado implica un importante gasto extra para los recursos públicos.3 Frente a la relevancia que tiene el ambiente familiar en el desarrollo futuro de los niños y las niñas, el objetivo principal de este estudio es explicitar la importancia de la violencia de género dentro del hogar como una variable que puede afectar directamente el progreso de los niños y las niñas en la escuela.

En forma puntual, el propósito principal de este estudio es estimar el efecto de la violencia contra la mujer dentro de los hogares sobre la probabilidad de que los niños y niñas repitan el año. Además, se intenta responder a la pregunta de si la violencia contra la mujer dentro del hogar afecta en forma diferenciada a los niños y a las niñas. Quizá la principal limitación de este estudio es que la exposición a la violencia de género dentro del hogar —y a cualquier tipo de violencia— tiene consecuencias que van mucho más allá del progreso escolar y que son más difíciles de cuantificar que la repetición del año escolar. En el plano educativo, la violencia en el hogar podría causar un menor desarrollo cognitivo y determinar una menor adquisición de capacidades, que no necesariamente se reflejan en repetir el año.

La exposición a la violencia puede marcar a una persona en otras esferas de su vida. Un ejemplo de esto son los problemas de autoestima y la reproducción de un modelo de sociedad en el que la mujer está subordinada al varón y la violencia contra ella se asume como natural (Horno 2006, Unicef 2011). Lamentablemente, la información disponible no permite estudiar los efectos en el aprendizaje o en el desarrollo socioemocional de los niños y las niñas en las escuelas y con sus pares, ni tampoco saber de qué manera la violencia influye en sus acciones y valores en el futuro.

Esta información está pendiente de recoger con indicadores que deberían incluirse, por ejemplo, en los censos o encuestas que realiza el INEI (Unicef 2011). Sin embargo, a pesar de esta limitación, aquí se intenta dar algunas luces MODULO VI

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sobre los posibles efectos intergeneracionales de la violencia de género. Hasta donde sabemos, este es el primer estudio en el Perú que intenta obtener conclusiones a nivel nacional.

Al mismo tiempo, es el primero que investiga la forma en que la violencia contra la mujer puede afectar a los niños y niñas en el progreso escolar; es decir, se trata de una nueva forma de consecuencia intergeneracional de la violencia de género.

Con esta información, esperamos contribuir con información útil para el diseño de políticas públicas de protección de las niñas, los niños y las mujeres desde un enfoque multisectorial. La violencia doméstica tiene un carácter intergeneracional: las mujeres que sufren maltrato por parte de su pareja provienen de hogares en los que sus madres fueron también víctimas de maltrato por parte de sus parejas (Ribero y Sánchez 2005, Mora 2011).

Si las niñas fueran las más perjudicadas por la violencia en el hogar en comparación con los niños, esto repercutiría en su desarrollo como personas4 y alimentaría la vulnerabilidad de la mujer dentro de la sociedad, al mismo tiempo que reforzaría patrones de conducta machista.

En este sentido, se espera que este estudio contribuya a proporcionar procesos e instrumentos que permitan identificar la relación causal entre la violencia basada en género y una dimensión del fracaso escolar, específicamente la probabilidad de repetir el año. El maltrato contra la mujer por parte de su pareja puede tener consecuencias sobre la salud física y mental de ella. Entre los efectos sobre la salud física se encuentran problemas reumáticos, trastornos gastrointestinales, problemas de salud a más largo plazo como cefaleas crónicas y enfermedades del corazón. Además, cuando se trata de violencia sexual, puede causar enfermedades venéreas y VIH, embarazos no deseados, problemas con el embarazo (PlazaolaCastaño y Ruiz 2004, Tramayne 2012, Campbell y otros 2002, Ramos-Lira y otros 2001). Incluso se ha encontrado evidencia de que las mujeres víctimas de maltrato por parte de sus parejas acuden más frecuentemente a ver a un médico por problemas de salud (Koss y otros 1991).

Los problemas psicológicos que la violencia de pareja puede causar a la mujer son trastorno de estrés postraumático y ansiedad, trastornos depresivos, entre otros (Plazaola-Castaño y Ruiz 2004, Tramayne 2012, Matud 2004, Campbell MODULO VI

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2002, Campbell y otros 2002). De acuerdo con Golding (1999), citado por Dutton y otros (2006), las mujeres que sufren violencia física por parte de su pareja tienen entre tres a cinco veces más probabilidades de sufrir depresión, trastorno de estrés postraumático, abuso de sustancias y tendencias suicidas que las mujeres que no han sufrido violencia. También están en mayor riesgo de asumir conductas autodestructivas como el abuso de alcohol y tabaco (Ramos-Lira y otros 2001).

En forma más concisa, Blanco y otros (2004) presentan las consecuencias de la violencia de pareja en el cuadro 1. La violencia de pareja contra la mujer, por tanto, afecta el ambiente del hogar. Jaffe y otros (1990) plantean que el ambiente del hogar está definido, o muy fuertemente influenciado, por quien proporciona más cuidados a los hijos (principal caregiver). Consecuentemente, la violencia contra la mujer afecta de manera negativa el ambiente del hogar, sobre todo mediante el menoscabo de su estado anímico.

En forma complementaria, Stark y Flitcraft (1988) afirman que una mujer que sufre violencia —y que, por tanto, ve afectada su salud, su estado físico, mental y emocional— tendrá mayor dificultad para ofrecer a sus hijos e hijas la atención, el afecto y los cuidados apropiados. De acuerdo con Levendosky y Graham-Bermann (2001), cuando hay violencia de pareja dentro del hogar, disminuye la calidad del cuidado de ambos padres hacia sus hijos, así como su capacidad para satisfacer las necesidades de ellos.

Las mujeres víctimas de violencia presentan dificultades para relacionarse con sus hijos porque la violencia afecta su capacidad como madres (Holt y otros 2008). Holden (2003) postula que las madres estresadas o deprimidas son emocionalmente distantes, difíciles de alcanzar y más propensas a ejercer violencia contra sus hijos. Asimismo, también se ha encontrado evidencia de que las mujeres víctimas de violencia tienen problemas para desarrollar control y autoridad sobre sus hijos (Holt y otros 2008).

Siguiendo a estos autores, podemos afirmar que la violencia en el hogar propicia el colapso de las funciones parentales de cuidado y protección. Mientras el padre es sujeto de violencia, la mujer vive en un estado de desasociación de la agresión, que perpetúa un ciclo de victimización y miedo. Estas situaciones determinan que ambos padres sean ajenos a las necesidades de los niños. Fantuzzo y Morh (1999) consideran que un niño está «expuesto» a la violencia doméstica cuando observa o escucha los eventos de violencia, se involucra directamente —por ejemplo, cuando trata de intervenir— u observa los MODULO VI

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resultados de la violencia sobre la pareja —por ejemplo, al ver los moretones o el estado depresivo de la madre. Para Holden (2003), el término expuesto es más preciso para describir la situación que viven los niños cuando hay violencia en sus hogares, ya que es más inclusivo de otras circunstancias, además de la observación. Dado que la violencia doméstica crea un ambiente de tensión dentro del hogar, los hijos pueden desarrollar diferentes mecanismos de respuesta. Según afirma Edleson (1999), la violencia contra la mujer dentro del hogar puede tener varias consecuencias sobre los niños, que el autor clasifica en tres grupos. El primero se refiere al funcionamiento emocional y el comportamiento. Los niños y las niñas que han presenciado episodios de violencia doméstica son más proclives a presentar comportamientos agresivos y antisociales —llamados comportamientos externalizados— y, al mismo tiempo, comportamientos inhibidos y temerosos —llamados comportamientos internalizados—. Los niños y niñas que presencian violencia en su hogar sufren más ansiedad, depresión y problemas de temperamento que sus pares que no han presenciado violencia en sus hogares. El segundo grupo se refiere al desarrollo cognitivo de los niños y las niñas, pues se encuentra evidencia de que quienes estuvieron expuestos a la violencia en su hogar tienen un menor desarrollo cognitivo. Finalmente, la tercera categoría engloba los efectos de largo plazo sobre los niños y niñas, según la cual quienes han estado expuestos a violencia doméstica son más proclives a la agresividad y depresión en la adultez. El impacto de la violencia doméstica sobre los niños y las niñas depende de la etapa de la vida durante la cual son expuestos. La pronta y prolongada exposición a la violencia dentro de sus hogares crea problemas más severos, pues puede afectar el desarrollo de toda la vida de los menores. Los niños más pequeños son totalmente dependientes del cuidado de sus padres y su vida está organizada alrededor de la relación primaria de apego hacia un cuidador, quien es usualmente la madre (Holt y otros 2008). Ella transmite a sus hijos el estrés y la angustia que puede sufrir a causa de la violencia. La angustia que ellos sufren se puede manifestar en excesos de irritabilidad, regresiones en el aprendizaje de la lengua, comportamientos inmaduros, miedo a estar solos, problemas de sueño, trabas en el desarrollo de la autoconfianza y el comportamiento exploratorio, todo lo cual mina su autonomía (Osofsky 1999). Eldeson (1999) concluye que los infantes necesitan que los adultos les proporcionen una estructura emocional, pues ellos no tienen la habilidad para entender y controlar sus emociones; y en el caso de que su madre esté deprimida, no puede ofrecerles esa estructura.

En la misma línea, Huth-Bocks y otros (2001) plantean que los niños en edad preescolar expuestos a violencia de genero dentro de su hogar presentan MODULO VI

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problemas sociales, mayor dificultad para desarrollar empatía y menor autoestima que aquellos que no han sido expuestos a dicha situación en su hogar. Los niños de 6 a 12 años de edad, por otra parte, ya son capaces de desarrollar una conciencia de sí mismos y también de los demás. Asimismo, son capaces de tener conciencia de cómo la violencia afecta a sus madres (Daniel y otros 1999). Dado que a esta edad los niños aún piensan de manera egocéntrica, pueden llegar a culparse a sí mismos del maltrato que sufren sus madres. Esto los puede llevar a comportamientos basados en que la violencia representa una solución a los problemas (Cunningham y Baker 2004). Para los niños y niñas en esta edad, es muy importante la apreciación que tienen los demás sobre ellos, en especial sus pares. Por eso, se basan más en los modelos que se debe seguir y en las influencias fuera de la familia como indicadores de su valoración personal (Daniel y otros 1999); así, muchos niños esconderán los problemas que enfrentan en su hogar, con lo cual el sentimiento de tristeza y vulnerabilidad será más fuerte (Alexander y otros 2005). Los niños expuestos a la violencia doméstica muestran problemas en sus habilidades sociales. Es más, el potencial de los niños se ve minado, pues tienen menores habilidades verbales (Moore y Pepler 1998), sumado a lo cual deben destinar mucha energía a lidiar con el estrés, la angustia, el cansancio y el ausentismo en la escuela. Es durante la adolescencia cuando los impactos de la violencia en el hogar se extienden más allá de la familia. Los adolescentes expuestos a violencia en sus hogares tienen dificultades para establecer relaciones íntimas y sinceras con sus pares debido a que sus experiencias familiares los han llevado a perder la confianza en las relaciones (Huth-Bocks, Levendosky y Semel 2001). Además, el comportamiento en las relaciones de pareja —tanto en ese momento como en la adultez— puede llegar a ser violento en los adolescentes varones y de victimización en las mujeres (Wekerle y Wolfe 1999). Es posible que, a esta edad, los adolescentes desarrollen estrategias para lidiar con los problemas que enfrentan es sus hogares. Así, buscan el desapego emocional, lo que pueden conseguir imbuyéndose en actividades de riesgo como el alcohol y otras drogas (Cunningham y Baker 2004, Mullender y otros 2002). Por otro lado, a medida que el niño madura, adopta un comportamiento más activo respecto a la violencia; así, puede intervenir directamente cuando esta se desate u ofrecer apoyo emocional a su madre, y también puede sentirse enojado contra el victimario o contra la madre. Cuando los niños o adolescentes adoptan comportamientos de soporte de sus familiares, pierden etapas de su niñez y se angustian (Goldblatt 2003). Según el National Scientific Council for the Developing Child (2010), experiencias como el abuso y la exposición a la violencia pueden causar miedo y ansiedad crónica en los niños, lo cual altera el funcionamiento eficaz de los circuitos cerebrales y puede conducir a problemas físicos y psicológicos de largo plazo, especialmente

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si el daño se ha producido durante los períodos sensibles del desarrollo del cerebro. La sobrecarga de estrés puede disminuir en forma significativa la capacidad del niño de aprender y participar en interacciones sociales típicas de su vida. Bullock y Shorsteins (1998), Brown y Bzostek (2003), Edleson (2006), y Fantuzzo y Morh (1999) afirman que, al igual que sus madres, los niños y niñas expuestos a situaciones de violencia intrafamiliar desarrollan estrategias de alivio que, a la larga, pueden tener consecuencias negativas, tales como no asistir al colegio o dejar de cumplir otras obligaciones, deprimirse, consumir alcohol y drogas, participar en riñas callejeras y otras conductas autodestructivas. Su comportamiento puede ser agresivo y antisocial, o deprimido y ansioso. Además, los niños expuestos a la violencia doméstica tienen más probabilidades de experimentar dificultades en la escuela y obtienen puntuaciones más bajas en las evaluaciones. Respecto a los efectos cognitivos y académicos, los autores citados encuentran que los niños expuestos a violencia doméstica presentan problemas para concentrarse y dificultad para hacer las tareas escolares; además, obtienen menores calificaciones en las pruebas de desarrollo verbal y motor, y habilidades cognitivas. Koenen y otros (2003) encuentran que los niños expuestos a violencia doméstica tienen en promedio ocho puntos menos de coeficiente intelectual que sus pares que no lo han sido. Estos autores atribuyen el menor desarrollo cognitivo al estrés que sufre el niño al estar expuesto a este tipo de violencia. Huth-Bocks y otros (2001) también hallan una relación negativa entre el desarrollo cognitivo de los niños y su exposición a la violencia dentro del hogar. Por lo tanto, siguiendo la literatura revisada, planteamos dos canales principales por los cuales la violencia contra la mujer en el hogar puede afectar a los niños y niñas. El primero es la falta de atención por parte de la madre, quien, como consecuencia de los efectos emocionales de la violencia —depresión y/o estrés—, no puede propiciar un ambiente idóneo para el desarrollo de sus hijos e hijas, o incluso puede transmitir la violencia directamente hacia ellos y ellas. El segundo canal es el efecto del ambiente marcado por la hostilidad, el estrés y la depresión dentro del hogar, el cual genera también estrés, ansiedad y depresión en el niño o la niña, lo que afecta directamente su desarrollo. El posible efecto diferenciado de la exposición a la violencia doméstica entre niños y niñas probablemente se deba a los procesos de formación de identidad durante los primeros años de vida. Según Witt (1997), la diferencia de roles e identidad sexual empieza a formarse desde muy temprana edad. Los niños y las niñas comienzan a identificar los roles de género desde infantes, y a formarse una identidad en torno a ellos. De acuerdo con Lora (1996), los niños y las niñas pasan por distintos procesos de formación de identidad de género. MODULO VI

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Mientras que la identidad de las niñas se genera como una continuidad del binomio madre-hija, la de los niños se forma a partir de la negación de lo femenino. Esto se debe a que, en parte, la formación de la identidad tiene un componente físico, corporal, que hace que las niñas se identifiquen con la madre. A esto se suma que los roles que una sociedad machista impone a varones y mujeres posicionan a las mujeres como subordinadas al varón y naturalizan la violencia contra ellas, haciendo que sea aceptada. Así, las niñas, al identificarse con sus madres —es decir, con las víctimas de la violencia—, podrían sufrir más la exposición a estos hechos. Basándonos en la revisión de la literatura, planteamos como hipótesis de investigación que la violencia de género dentro del hogar afecta positivamente la probabilidad de que el niño o la niña repita el año escolar; esta es una variable que representa una dimensión del progreso escolar. Adicionalmente, se plantea en particular que la violencia doméstica contra la mujer afecta en forma diferenciada a niños y niñas, y es más perniciosa para ellas.

INFLUENCIA DE LA VIOLENCIA EN LOS NIÑOS/NIÑAS Para aprender, a crecer y convertirse en un adulto saludable y exitoso, los niños deben tener un mundo donde se sientan contentos y seguros de sí mismos. La violencia doméstica no sólo les roba la confianza en sí mismos dificultando la posibilidad de llegar a ser exitoso y obtener mejores oportunidades en la vida, si no que los pueden dejar traumatizados. Los lactantes y los niños pequeños que son testigos de la violencia en sus hogares generalmente tienen irritabilidad excesiva, conducta inmadura que no mejora, problemas del sueño, angustia emocional, temor de estar solos y regresiones para ir al baño, caminar y/o hablar. Los niños en edad preescolar pueden desarrollar enuresis (orinar la cama) y problemas del habla, como tartamudez. La exposición al trauma, sobre todo la violencia en la familia, interfieren con el desarrollo normal del niño, de la confianza en sí, y los comportamientos de exploración, que son parte del desarrollo de la autonomía y la personalidad del niño. Más de la mitad de los hombres que maltratan a sus mujeres, también maltratan a sus hijos. Los niños a menudo sufren directamente. Los hombres que golpean a sus esposas también golpean con frecuencia a sus hijos. La violencia o la amenaza de la violencia para los niños se utilizan a menudo para controlar a la madre maltratada.

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Del 30% al 60% de estos hogares violentos, los niños también son maltratados y abusados. El niño puede ser abusado por la madre, su pareja que no es el padre, abusado por el padre, por un hermano que está celoso o imita a los padres, o por un pariente, maestro, o proveedor de cuidados. Las relaciones abusivas también son sumamente nocivas para los niños, aunque sólo sean testigos. Los niños que presencian actos de violencia doméstica sufren consecuencias a largo plazo. Muchos estudios han demostrado que los niños que crecen presenciando estas situaciones de violencia y abuso en sus hogares, ellos sufren de abuso emocional, tienen problemas de comportamiento y de aprendizaje, también tienen mayor riesgo de padecer depresión, bajo rendimiento escolar, aislamiento social, y constantemente se quejan de dolores corporales, de estómago y de cabeza. A menudo, en la escuela y en el patio de recreo, van a mostrar actitudes agresivas y la violencia que mostraran será en la medida del comportamiento agresivo del que son testigos en el hogar. Detrás de todos estos "síntomas" de la violencia en el hogar, los niños también tendrán respuestas emocionales, es decir, a menudo mostrarán ira, terror intenso, miedo de morir, o temor a la pérdida de su padre, madre o familiar. Los niños pueden tener sentimientos de ira, culpa, o sentir equivocadamente el que ellos, son responsables de los actos violentos, lo que puede alterar su desarrollo emocional y social. El estar expuesto a la violencia en el hogar, enseña a los niños, que la violencia es una forma normal de vida y aumenta su riesgo de formar parte de la relación violenta de los adultos, ya sea como abusadores o como víctimas. Los niños a menudo creen que ellos de alguna manera son la causa de la violencia en el hogar. El legado de la violencia en el hogar se transmite cuando los niños crecen viendo a la violencia como parte normal de la vida. En los niños que presencian actos de violencia doméstica es común que tengan relaciones violentas cuando sean adultos, ya sea como abusadores o víctimas. La UNICEF señala que, aunque no se les ponga la mano encima, presenciar o escuchar situaciones violentas tiene efectos psicológicos negativos en los hijos. Aunque no sean el objeto directo de las agresiones, padecen violencia psicológica, que es una forma de maltrato infantil y que la Convención Internacional de los Derechos del Niño -ratificada por España- considera una forma de maltrato infantil y la recoge en el artículo 19 como “violencia mental”. Los niños no son víctimas sólo porque sean testigos de la violencia entre sus padres sino porque “viven en la violencia”. Son víctimas de la violencia psicológica, a veces también física, y que crecen creyendo que la violencia es una pauta de relación normal entre adultos (Save the Children, ONG). Pero lo peor, al estar en fase de crecimiento y desarrollo madurativo, conforman su personalidad en función de la violencia y la toman como modelo, MODULO VI

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interiorizando los roles de maltratador o maltratada. Interiorizan patrones de comportamiento violentos y no discriminan lo que es adecuado o está bien, de lo que es injustificable. En la mayoría de los casos la violencia se produce en etapas donde los niños maduran su desarrollo psicológico. Las agresiones de una figura primordial de referencia en su desarrollo (el padre) sobre el agente de socialización por excelencia (la madre).

Los hijos de un maltratador crecen inmersos en el miedo. Ellos y ellas son candidatos al diagnóstico de toda la variedad de trastornos por estrés traumáticos, depresiones por desesperanza o de posibles trastornos de personalidad. Todo ello sin un solo golpe, sin un maltrato “directo”. El ejercicio de la Violencia Doméstica siempre afecta a los niños, siempre, bien como receptores, bien como testigos. Me dirijo en este caso a las madres, que como víctimas en ocasiones no pueden, y en otras no son conscientes de que sus hijos, aunque no sean directamente agredidos, sí lo están siendo de forma indirecta, sólo por el hecho de presenciar o vivir una situación de violencia en el ámbito familiar. Y los efectos de la violencia sobre los niños, de todas las edades, son terribles.

Las consecuencias de la violencia familiar para estos niños son gravísimas, tanto a corto, como a largo plazo. De hecho, los trastornos y problemas psicológicos y sociales que presentan estos niños son similares a los que presentan sus madres como víctimas de violencia de género. Es decir, los niños en esta situación, insisto, también están siendo agredidos. Es un mito, dentro de la violencia contra la mujer, que la conducta violenta del agresor a la mujer no es un riesgo para los hijos. Sin embargo, muchísimos estudios prueban que los hijos, sean víctimas directas o indirectas, padecen enormes consecuencias negativas, tanto para su desarrollo físico como psicológico, tanto efectos a corto como a largo plazo, afectando a sus emociones, pensamientos, valores, comportamiento, rendimiento escolar y adaptación social. Manifiestan conductas externas: agresivas, antisociales, desafiantes, etc., e internalizadas: inhibición, miedo, baja autoestima, ansiedad, depresión, síntomas somáticos, etc.

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EFECTOS EN LOS NIÑOS, VÍCTIMAS O TESTIGOS, DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO (CONSOLIDADO POR ÁREAS): Las alteraciones detectadas en los niños y las niñas afectan diferentes áreas: física, emocional, cognitiva, conductual y social (Wolak, 1998): Problemas físicos: – Retraso en el crecimiento – Dificultad o problemas en el sueño y en la alimentación – Regresiones – Menos habilidades motoras – Síntomas psicosomáticos (eczemas, asma, etc.) – Inapetencia, anorexia

Problemas emocionales: – Ansiedad – Ira – Depresión – Aislamiento – Baja autoestima – Estrés post-traumático

Problemas cognitivos: – Retraso en el lenguaje – Retraso del desarrollo – Retraso escolar (rendimiento)

Problemas de conducta: – Agresión – Crueldad con animales – Rabietas – Desinhibiciones MODULO VI

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– Inmadurez – Delincuencia – Déficit de atención-hiperactividad – Toxicodependencias

Problemas sociales: – Escasas habilidades sociales – Introspección o retraimiento – Rechazo – Falta de empatía/Agresividad/Conducta desafiante

TRANSMISIÓN GENERACIONAL DE LA VIOLENCIA. EL MODELO DE APRENDIZAJE Existen efectos a más largo plazo que se producen en los niños expuestos a violencia en el contexto familiar. El más destacado es el modelo de aprendizaje de comportamientos violentos. Se ha estudiado que estos niños, de mayores, con más frecuencia y probabilidad maltratarán a sus parejas y que las niñas serán víctimas de violencia de género. Los hijos de la violencia de género están viviendo de forma continuada y prolongada situaciones de violencia y abuso de poder, experiencias que les marcarán en su desarrollo, personalidad, comportamiento y valores en la edad adulta. Aprenden a entender el mundo y las relaciones de forma inadecuada. Tengamos en cuenta que la familia es el primer agente socializador y el más determinante para el desarrollo y la formación de modelos y roles. Las relaciones familiares violentas influirán en el significado que el niño atribuya a las relaciones interpersonales, y más concretamente a las relaciones entre géneros, entre hombres y mujeres. Estos patrones violentos de comportamiento y relación se aplicarán a sus propias relaciones, desarrollando conductas sexistas, patriarcales y violentas. Algunos autores llegan a la conclusión de que los menores expuestos a violencia hacia su madre desarrollarán unas creencias y valores asociados a la violencia de género, tales como: 1) El hombre es el que manda en la familia; todos los demás deben obedecerle 2) Las mujeres son inferiores al hombre y no tienen los mismos derechos

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3) Si un hombre golpea a una mujer es porque se lo merece o porque ella lo provoca 4) El pegar a las mujeres es normal, es frecuente y no tiene repercusiones 5) Si quieres que te respeten tienes que ser violento No tienen opción a aprender estrategias más adecuadas de relación interpersonal, de solución de conflictos, flexibilidad, diálogo o respeto. Los niños criados en "hogares abusivos" pueden sentirse responsables del abuso que uno de sus progenitores ejerce sobre el otro, tener pesadillas y problemas para dormir, tener problemas en el colegio, desarrollar los trastornos alimentarios y desarrollar tendencias agresivas. Además, la situación les hace más vulnerables a caer en manos de “gente equivocada” que se presta a ayudarles de forma nada adecuada. Esto les hace víctimas fáciles de todo tipo de abusos. Por otra parte, la situación le puede provocar experiencias de ansiedad que pueden derivar en problemas de pánico. Al llegar a la adolescencia, la situación puede empeorar aún más. El adolescente que ha vivido esta situación puede comenzar a autolesionarse, recurrir al alcohol o a las drogas, tener relaciones sexuales inapropiadas con el único objetivo de obtener afecto, sufrir depresión, tener baja autoestima o sufrir diferentes problemas de salud mental. Además, puede llegar a convertirse en víctima o incluso en maltratador, y comportarse de manera ofensiva con los demás, tanto dentro de casa como fuera de ella.

IMPACTO DE LA VIOLENCIA EN EL NIÑO/A ANÁLISIS Aunque las investigaciones en esta área son relativamente recientes, la violencia familiar ha sido reconocida desde la antigüedad. En 1985 se encontró, en momias de hace 2 000 a 3 000 años, una incidencia mucho mayor de fracturas entre las mujeres, cuyo análisis concluyen que habrían resultado de "violencia en tiempos de paz". El maltrato a mujeres y niños, las formas más frecuentes de violencia doméstica, fue amparado por la ley hasta comienzos del siglo XX" . En 1871, una niña pequeña fue severamente golpeada por sus padres adoptivos en Nueva York: los vecinos informaron de las lesiones que sufrió a la "Sociedad para la Prevención de la Crueldad en Animates", que en esa época era la única autoridad legal disponible. Poco tiempo después se creó la "Sociedad para la Prevención de la Crueldad en Niños"; sin embargo, solo en 1961 Henry Kempe describe el "síndrome del niño golpeado", contribuyendo al reconocimiento del abuso infantil como un problema importante y frecuente.

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Si bien parte del abuso de niños es hecho por extraños, 85% de los casos se deben a personas que el niño conoce, por lo general el padre o la madre. Niños de todas las edades y condiciones socioeconómicas son víctimas de abuso físico, psíquico o sexual cometido por los padres verdaderos, sustitutos, abuelos u otros miembros de la familia en sus propios hogares. La violencia ocurre en todas las clases sociales y afecta a todos los miembros de la familia, especialmente a los niños, que suelen ser testigos y, en alta proporción, también victimas de esta, a pesar de lo cual las consultas por este problema suelen ser escasas

HIPÓTESIS EXPLICATIVAS DEL MALTRATO INFANTIL: Hay diversas explicaciones para el fenómeno del maltrato infantil, entre ellas destacan como relevantes las que se mencionan a continuación. Factores culturales: la familia se encuentra inmersa en un ambiente social y cultural específico y comparte con este sistema un conjunto de valores y pautas de conducta que regulan la convivencia. Dentro de estos esta la del castigo físico como un método apropiado para educar y corregir a los niños. Esta creencia, por otra parte, va aparejada a desconocimiento o desvaIorizaci6n de otros métodos educativos como la caricia, el reconocimiento, el halago, considerados como formas de mala crianza. Entre estudiantes secundarios y universitarios ciertas conductas evidentemente violentas, como el zamarreo, no son consideradas como tales por ellos. En una muestra de 527 adultos chilenos, 4,7% declaraba que el castigo era inútil, pero 75,5% lo utilizaba.

Es más, hay desacuerdo entre los profesionales, y también entre los padres, acerca de que constituye disciplina y que abuso físico; como asimismo entre lo que es cuidado adecuado y negligencia.

Algunos modelos educativos preconizan la violencia como medio de aprendizaje y ciertas estructuras sociales toleran o -al menos- no prohíben el empleo de la violencia en las relaciones con los niños, estimando la agresividad individual como un medio para obtener buen éxito. Puesto que el niño que vive la violencia aprende el modo agresivo de interacción y resoluci6n de conflictos y llega a considerar natural y adecuado el uso de esta, el modelo de aprendizaje social utilizado explica la transmisión intergeneracional de la violencia como conducta aprendida.

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Trastornos psiquiátricos: Determinadas alteraciones en la salud mental de los padres pudiesen ser factores causales importantes de maltrato infantil. Los trastornos que parecen más frecuentemente relacionados con conducta abusiva son el alcoholismo, la drogadicción, neurosis, psicosis y retardo mental. Cuando hay problemas en el establecimiento del vínculo o desapego, no se desarrollan vínculos afectivos profundos, estables o duraderos entre los padres y sus hijos.

En estos casos, los primeros no son capaces de percibir ni satisfacer las necesidades y demandas de los niños. En otras oportunidades los padres pueden tener expectativas que no consideren las capacidades reales de desempeño de los niños, lo que acumula frustraciones en los progenitores y aumenta las probabilidades de castigo físico. En esta misma situación se encuentran los niños con características que se diferencian de las del resto de la familia o de las esperadas por los padres.

Puede también haber dificultades propias de los sujetos agredidos, entre ellas las discapacidades o desventajas físicas, mentales o conductuales del niño, pueden provocar rechazo en lugar de conductas protectoras, lo que disminuye las posibilidades de estimulación y, por ende, de desarrollo del afectado. La idea que el hijo es propiedad de sus progenitores existe en nuestro sistema de valores e implica que estos tienen el derecho a actuar y utilizar el castigo como medida disciplinaria ante el niño, cada vez que lo estiman conveniente, situación en la que, por ser un "asunto privado", nadie puede ni debe intervenir.

Circunstancias agobiantes: Ante determinados eventos traumáticos persistentes puede ser excedida la capacidad de tolerancia y adaptación de una persona, la cual reacciona eventualmente en forma agresiva con otros miembros de su familia.

Factores socioeconómicos: La insuficiencia de recursos sociales y económicos puede crear tensión y apremio dentro de la familia, pudiendo los niños llegar a ser considerados como una carga o motivo de incomodidad en tales circunstancias.

La familia es considerada como uno de los pilares fundamentales de nuestra sociedad, es donde encontramos afecto y apoyo frente a la adversidad, donde se nos entrega el soporte afectivo necesario para desarrollar plenamente MODULO VI

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nuestras capacidades, donde nos desarrollamos como personas y donde aprendemos los valores, conductas y roles sociales. La violencia en los integrantes del grupo familiar es un fenómeno complejo. Es difícil enfrentar y reconocer que al interior de la familia, en donde existe, por lo general, afecto entre sus miembros, se de este tipo de situaciones"

Los Diversos autores señalan que los mismos factores que constituyen fortalezas en las familias sanas, pueden predisponer a la violencia en las familias que viven violencia. Estos factores son el grado de compromiso afectivo, la cantidad de tiempo que se pasa juntos, las oportunidades para compartir con otros miembros de la familia, el amplio rango de actividades e intereses, los derechos implícitos a influir la conducta del otro, desigualdad que resulta de la organización jerárquica de la familia, privacidad del sistema, alto nivel de estrés y el conocimiento extenso que cada miembro del sistema tiene del otro. En relación a esto, se ha visto que las madres son las que con mayor frecuencia maltratan a sus hijos; se cree que esto sea resultado no de una propensión de las mujeres hacia la violencia, sino más bien a la cantidad de tiempo que deben compartir con el niño.

Grille plantea, en base al modelo de Finkelhor, que existen cuatro precondiciones al maltrato infantil. El abuso de niños y niñas seria el resultado de un proceso.

La primera precondición es la presencia de un abusador potencial, con una motivación para abusar. La carencia de herramientas propias para enfrentar las necesidades y las demandas de los niños -en sus diferentes etapas de desarrollo- para enfrentar los retos de la relación entre generaciones en la época actual y sobrevivir ante el estrés que les impone el ambiente, son factores de riesgo en la motivación para abusar.

La segunda precondición es el bloqueo de las inhibiciones del maltratante en potencia, lo que puede suceder como producto de emociones intensas, consumo de alcohol o drogas y lo dispongan a pasar del deseo a la acción. Para avanzar en el proceso y concretar su acción, el sujeto motivado y desinhibido debe contar, además, con la tercera precondición, que es el bloqueo de los inhibidores externos: en otras palabras, un abusador potencial motivado, inserto en una comunidad, familiar o social no preparada para intervenir inhibiendo el proceso abusivo, estará en la mejor posición para abusar.

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De acuerdo al modelo propuesto, el maltratador potencial, motivado, desinhibido e inserto en una comunidad que no esté" en condiciones de actuar como inhibidor externo, necesita tener acceso, estar en una relación de poder con un niño, niña o adolescente vulnerables.

La vulnerabilidad de ciertas personas menores de edad constituye la cuarta precondición en el proceso abusivo. La propuesta contempla que no todas las personas menores de edad son igualmente vulnerables; la falta de información, el aislamiento, la situaci6n social desventajosa, son factores de riesgo que frecuentemente contribuyen a tal vulnerabilidad. Efectos de la violencia sobre los niños Los efectos de la violencia familiar sobre el niño se pueden expresar en distintos ámbitos, a corto plazo (físico, sobre el desarrollo y psiquiátrico) o a largo plazo (transmisión intergeneracional de la violencia, aumento de la criminalidad, desordenes psiquiátricos y otras complicaciones psicosociales).

Debido a que la violencia entre los padres y el abuso infantil con frecuencia coexisten, las consecuencias suelen ser acumulativas para el niño al ser a la vez observador y víctima. Las consecuencias del abuso son diversas. En el plano psicosocial se han descrito, entre otras, cogniciones sociales alteradas, baja autoestima, falta de empatía y depresión.

También son frecuentes los síntomas de estrés postraumático, agresividad, problemas de conducta, dificultades de aprendizaje, pesadillas con contenido de violencia y aumento de la angustia cuando el niño recuerda algún episodio abusivo. Estos niños pueden ser inhibidos en el plano emocional, y su conducta puede ser regresiva.

Otros síntomas son los trastornos del sueño e irritabilidad. En una investigación prospectiva para evaluar las consecuencias a largo plazo del abuso, se observó que el abuso físico y el abandono o negligencia en la niñez se asociaban en forma significativa con conducta criminal violenta posterior.

Sin embargo, no todo niño abusado o abandonado llega a ser un delincuente, criminal o violento. De esto se deduce que la Iigazón entre la victimización infantil y la conducta violenta posterior no es universal y a su vez que la transmisión intergeneracional de la violencia no es inevitable.

Otras consecuencias a largo plazo son el abuso en el consumo de alcohol y drogas, trastornos de personalidad, desordenes afectivos, etc. Sin embargo, es MODULO VI

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importante recordar que no existe un tipo de conducta o psicopatología especifica que caracterice al sujeto que experimento maltrato. En las reacciones de los sujetos maltratados frente al abuso pueden contribuir factores tales como el apoyo de otros miembros de la familia, el nivel de inteligencia y la herencia. También la naturaleza del maltrato, el sexo y la edad del niño.

OTRAS REPERCUSIONES EN NIÑOS Y ADOLESCENTES TESTIGOS DE VIOLENCIA Solo recientemente se ha considerado con riesgo de psicopatología a los niños testigos de violencia entre sus padres Ellos están expuestos a diversas amenazas, entre las que destacan ser agredidos, abandono o suicidio del padre o la madre.

Los conflictos y la violencia domestica surgen, a menudo, en relación al funcionamiento de la mujer como madre o a desacuerdos entre los padres respecto a la crianza de los hijos, la disciplina y las responsabilidades de cada uno en el cuidado de los niños. Si la madre vive con temor hacia su pareja, esto puede deteriorar su capacidad de manejar y responder a las demandas de su hijo, así, las necesidades básicas de apego de un lactante y sus rutinas de alimentación y sueño pueden estar alteradas. El lactante reconocerá su distancia mostrando retraimiento. Los niños preescolares tienden a culparse cada vez que la madre está enojada, se consideran a sí mismos como culpables de la violencia y en muchos casos responsables de la seguridad de su madre. En estos se ha descrito irritabilidad, temor, inquietud, síntomas somáticos y conducta regresiva. Muchos viven con miedo y ansiedad porque esperan el próximo episodio violento.

Los niños en edad escolar pueden ser ambivalentes, por un lado pretenden esconder lo que sucede dentro de su hogar, mientras por otro desean que alguien lo descubra y pueda rescatarlos. A su vez, experimentan culpa porque creen que habrían podido evitar la violencia. Esta experiencia perturba el desarrollo de su autoestima y confianza en el futuro, en una etapa del desarrollo en que tales logros son fundamentales.

La adolescencia, que es una etapa en la que los jóvenes establecen por primera vez relaciones íntimas fuera de sus familias, y que comienzan a practicar su ser sexual y los patrones de comunicación aprendidos, puede también marcar el comienzo de la violencia en las relaciones íntimas.

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Algunos adolescentes, especialmente varones, pueden irse del hogar o involucrarse en conductas delictivas. Algunas jóvenes pueden responsabilizarse de la crianza de sus hermanos menores y de las tareas del hogar, con objeto de mantener la tranquilidad y entregar seguridad a su familia. Ellas suelen sentir que deben proteger a su madre y hermanos y que no pueden abandonar el hogar.

Por otra parte, el sufrimiento de la madre puede pasar a ser parte de la rutina diaria, los adolescentes pueden volverse indiferentes a esta, culparla de los problemas familiares y agredirla. Hay numerosos indicios que sugieren que los niños que presencian o experimentan violencia muestran una tendencia a ser abusivos o víctimas de violencia en la edad adulta

EVALUACIÓN DE LAS/LOS MENORES VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA – Debemos ser conscientes de las consecuencias negativas que sufren los niños víctimas directas de la violencia doméstica. Asumir que también son víctimas y pueden sufrir graves perjuicios en su desarrollo físico y emocional. – Prevención/intervención inmediata desde los servicios sociales, psicológicos, sanitarios, educativos, fuerzas policiales, desde el ámbito jurídico, etc. A fin de detectar cuanto antes este problema. También las madres, los vecinos, la sociedad en general. – A las madres, los psicólogos, profesores, profesionales de la salud, hacer un llamamiento para estar atentos a fin de determinar indicadores/síntomas/trastornos que puedan estar originados por la exposición a la violencia intrafamiliar. (Muchas madres acuden a consulta con diversa sintomatología psicológica sin ser conscientes de que es producida por el maltrato que sufren, a veces, incluso, “empujadas” por el sujeto maltratador, trasladándoles a ellas la culpa de su estado). – Desde el contexto judicial, en cada situación que indique violencia contra la mujer y en el que haya niños inmersos se debería actuar lo más rápido y eficazmente posible para valorar la victimización infantil.

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VIOLENCIA Y EMBARAZO El embarazo es un momento muy especial para la mujer y su familia. Es una época de muchos cambios para la mujer, en su cuerpo, sus emociones y en la vida de su familia. La dicha de tener un bebé puede ser bienvenida pero también trae consigo varios cambios que suelen añadir nuevas tensiones a la vida de las mujeres embarazadas, porque además de su embarazo, tienen otras exigencias en el hogar y en el trabajo.

Son muchas las veces que las mujeres durante el embarazo se enfrentan a circunstancias estresantes. Por ejemplo, la disolución de su matrimonio, abuso físico o emocional, infidelidad de la pareja, o que la pareja está ajena y desinteresada en el embarazo, por lo que prefieren mantenerse al margen o fuera de casa, y no ofrecen el apoyo emocional que requiere una mujer embarazada. Estas madres padecen un estrés constante, vergüenza, soledad, a veces depresión clínica durante el embarazo o después del parto.

El embarazo puede ser un momento especialmente peligroso para las mujeres que están en relaciones abusivas. Varios estudios establecen que el estrés en niveles elevados puede provocar riesgos especiales durante el embarazo. De acuerdo con March of Dimes el estrés crónico puede provocar un parto prematuro.

Se estima que en E. U. el 6% de las mujeres embarazadas son maltratadas. Durante el embarazo, el abuso puede aumentar en severidad y con ello también aumentan las consecuencias especialmente porque la mayoría de las mujeres que son maltratadas, tiene mayor posibilidad de convertirse en personas sin hogar, o con graves problemas financieros, y tienen mayor probabilidad de tener un parto prematuro o de perder a su bebé.

Problemas durante el embarazo, tales como un bajo aumento de peso, anemia, infecciones y hemorragia, son condiciones frecuentes en estas mujeres. Los bebés de estas madres están expuestos a hormonas de estrés, toxinas y por la mala nutrición y estado emocional de la madre a la malnutrición en el interior del útero.

No es de extrañar que durante el embarazo, los problemas mencionados son más comunes para las mujeres que son maltratadas. March of Dimes ha llegado a la conclusión de que el maltrato de la mujer durante el embarazo causa más defectos de nacimiento que las enfermedades para las que los niños son MODULO VI

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inmunizados. El abuso durante el embarazo aumenta el riesgo del bebé de nacer bajo de peso, prematuramente, o de muerte.

EL NIÑO COMO TESTIGO DE VIOLENCIA INTRAFAMILIAR Efectos sobre el mantenimiento de la dinámica de violencia familiar Artículo Por: Claudia Janneth Camacho Rojas La familia: Un escenario de la violencia Con frecuencia se hace mención de los efectos psicológicos a los que se ven expuestas las víctimas directas de violencia intrafamiliar, especialmente las más vulnerables (p. e. los niños), sin embargo poco se habla acerca de las consecuencias que trae para un niño el ser espectador de un evento de este tipo y en este sentido se comprende que el niño es una víctima indirecta de las dinámicas de violencia intrafamiliar, (Patró y Limiñana, 2005). Víctimas directas e indirectas (testigo) cuentan con características personales y contextuales que les permiten afrontar la situación y continuar con el curso normal de su vida (efecto primario), dichas características son los mecanismos de defensa que tienen como efecto secundario mantener la perpetuación del ciclo de la violencia en la familia.

Las interacciones familiares están influenciadas por factores sociales, culturales, emocionales, comportamentales y de la organización familiar que han favorecido el mantenimiento del fenómeno de la violencia como protagonista, (Rubiano y otros, 2003) especialmente en las creencias acerca de algunas características dadas culturalmente al rol que debe ser asumido por cada uno de los miembros de la familia: Hombre (dominante), Mujeres y niños (sumiso); y por la normalización y justificación de la violencia al interior de la familia como forma de solución de problemas (Patró y Limiñana, 2005). Violencia y trauma Expresiones de poder o dominio hacia cualquier miembro de la familia, por lo general se manifiestan con el maltrato físico, sexual o psicológico, mediante fuertes golpes, patadas, castigos excesivos, abuso sexual, gritos, expresiones que comunican menosprecio, exposición a conflictos graves, de igual forma la falta de atención, aceptación y cuidado hacen parte del repertorio de actos de violencia intrafamiliar teniendo efectos en el desarrollo emocional y social de los niños (Amar y otros, 2004). Esas manifestaciones de violencia por lo general son percibidas como una amenaza para la vida, se presentan por largos períodos de tiempo, tienen una alta frecuencia e intensidad en el ambiente familiar y constituyen escenas en las que el niño reacciona con altos niveles de miedo e indefensión; una vez tienen MODULO VI

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lugar estos eventos se producen cambios psicológicos facilitando la emergencia del trauma infantil. (Trauma tipo II según la clasificación propuesta por Terr, 1991 o trauma complejo, según clasificaciones derivadas del Trastorno de estrés postraumático del DSM-IV). En principio, los niños son víctimas frente a los actos violentos. Se consideran como víctimas directas en el caso en que ellos han sido receptores directos de dichos actos; o víctimas indirectas (testigos) cuando los han presenciado entre sus padres u otros miembros de la familia (Sepúlveda, 2006).

Ambos tipos de víctima pueden desarrollar traumas. Efectos psicológicos del trauma El trauma infantil de tipo psicológico relacionado con la exposición crónica a eventos estresantes conduce a una serie de cambios que influyen en el funcionamiento y desarrollo psicológico, y se constituyen como mecanismos de defensa cuya función es proteger la integridad física y mental del niño.

Éstas se manifiestan en las siguientes áreas: 1. Emocional: puede presentar dificultades en el control de expresiones de agresión hacia otros y hacia sí mismo. Dificultades al entender y comprender emociones. Facilita el desarrollo de sentimientos de indefensión, impotencia, miedo de que ocurra de nuevo la experiencia traumática y sienten frustración porque ellos tienden a considerar que los cambios con respecto a su vida son poco probables, debido a lo cual pueden mostrarse como retraídos.

2. Social: Es probable que haya dificultad para comunicarse y establecer vínculos más estrechos, expresando miedo y desconfianza y de esta forma evitar reexperimentar algún sentimiento asociado al evento violento.

3. Cognitivo: Las dificultades en la atención y concentración pueden obstruir el desarrollo del potencial en el desempeño de actividades escolares; también se presenta que los niños centran su atención en cosas diferentes mientras ocurre el evento traumático, olvidando los episodios traumáticos (amnesia) y/o manteniendo a los agresores en un concepto favorable (disociación).

4. Concepto negativo de sí mismo: Se pueden desarrollar sentimientos de culpa y de vergüenza en los que los niños tienden a creer que son merecedores de maltrato, en donde no perciben peligro o lo normalizan, disminuyendo respuestas de defensa y auto conservación como efecto de la ausencia de un sentimiento de vulnerabilidad (Sepúlveda, 2006).

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Las características personales en desarrollo que tienen niños con trauma psicológico pueden tener consecuencias a largo plazo, manteniendo de forma no deliberada o consciente1 dinámicas de violencia intrafamiliar, debido a que es culturalmente construida. Y tienen como efecto secundario la perpetuación de la violencia en el núcleo familiar. Hay otras características personales y contextuales que permiten a estos niños adaptarse de forma satisfactoria a los ambientes familiares inseguros (Henry, 1999 citado en Amar, J y otros, 2004):

1. Lealtad hacia los padres, 2. Normalización del ambiente abusivo, 3. La invisibilidad del abusador, 4. La autovaloración y la visión de futuro. Sin embargo, algunos de estos mecanismos ubican a los niños en situaciones que permiten perpetuar la violencia en el sistema familiar, ya que suponen una asunción sumisa y pasiva de su rol de hijo; pasiva en cuanto a las creencias culturales acerca del rol con respecto a los adultos y especialmente frente al hombre que ejerce con dominancia y agresividad (Amar, J y otros, 2004).

De acuerdo con lo anterior: 1. La habilidad de los niños de separar las conductas abusivas de sus padres de las del rol de “buen padre” se hace evidente cuando defienden sus acciones y creen firmemente que éstos los aman (por medio de disociaciones, y de la asunción de culpabilidad e inferioridad en la interacción);

2. Tienden a normalizar el ambiente abusivo de la casa, permitiéndoles mantener un equilibrio en un ambiente inseguro y poco confiable (apoyado por la facilidad para imaginar que hay situaciones bellas mientras ocurren actos de violencia); 3. Se ausentan y tratan de permanecer en lugares distantes al del agresor (Henry, 1999, citado en Amar y otros, 2004);

4. También hacen autovaloraciones, teniendo una actitud de esperanza, visualizando un futuro positivo, teniendo sueños, metas e iniciativas. Dichas expectativas pueden reducir el grado en el que un menor percibe un evento como amenazante o aversivo logrando sobreponerse (Amar, J y otros, 2004).

La violencia intrafamiliar es entendida en términos de dinámicas en las cuales cada rol tiene una función y una responsabilidad. Es necesario identificar y MODULO VI

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caracterizar la responsabilidad que cada rol tiene o asume; teniendo en cuenta que éste tiene implícito aspectos culturales y personales. Los niños que son víctimas directas e indirectas de violencia intrafamiliar tienen alteraciones en su funcionamiento y desarrollo psicológico, las cuales se manifiestan al constituir características personales que permiten la protección de la integridad propia, permitiendo, de forma indirecta, que se mantenga una dinámica de violencia en el entorno familiar. Es necesario generar conciencia acerca de las interacciones familiares conflictivas cuyo sistema de resolución de problemas es la violencia. LA FAMILIA COMO ENTORNO POTENCIALMENTE CONFLICTIVO: La familia como institución se ha considerado, históricamente, un ámbito privado donde el comportamiento de sus miembros se situaba fuera del control social. Las creencias y mitos culturales asociados al sistema patriarcal han legitimado desde tiempos remotos el poder y la dominación del marido hacia la mujer y los hijos, despojando a éstos de todo derecho legal, económico o social (Lorente y Lorente, 1998).

Tanto la mujer como sus hijos carecían de individualidad, absorbidos por la del hombre cabeza de familia, a cargo de quien legalmente estaban y que tenía plenos derechos para usar las medidas que creyera convenientes para mantener el control sobre ellos. Actualmente puede resultar difícil aceptar, debido a determinados estereotipos ideales del concepto de familia (agente socializador básico, garante de seguridad, apoyo y afectos), que la familia es uno de los grupos sociales en los que se dan más comportamientos violentos. Straus y Gelles (1986), basándose en los resultados de una de las encuestas de victimización más amplias realizadas hasta entonces en población norteamericana, afirmaron que es más probable que una persona sea golpeada o asesinada en su propio hogar por otro miembro de su familia, que en ningún otro sitio o por ninguna otra persona.

En nuestro país, y según estimaciones del Ministerio del Interior, 1/3 del total de los casos de homicidio cometidos anualmente tienen como víctima y victimario a miembros de una misma familia y alrededor de ¼ parte de las denuncias de delitos y faltas de lesiones presentadas en dependencias policiales se producen en el ámbito familiar (Cerezo, 2000).

A las estimaciones oficiales, ya de por sí considerables, habría que añadir los casos que conforman la llamada cifra negra, casos de violencia física o psicológica que ocurren dentro del contexto familiar no denunciados y, por tanto, ocultos a las estadísticas. Según Straus y Gelles (1986), uno de los factores más MODULO VI

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relevantes a la hora de explicar la elevada incidencia de la violencia familiar es el hecho de que la familia posee una serie de características que la hacen potencialmente conflictiva, con el correspondiente riesgo de que los conflictos puedan resolverse de manera violenta.

Entre estas características destacan:

a) La alta intensidad de la relación, determinada por la gran cantidad de tiempo compartido entre sus miembros, el alto grado de confianza entre ellos, el derecho a influir sobre los demás y el elevado conocimiento mutuo que se deriva de la convivencia diaria.

b) La propia composición familiar, integrada por personas de diferente sexo y edad, lo que implica la asunción de diferentes roles a desempeñar, y que se traduce en unas marcadas diferencias de motivaciones, intereses y actividades entre sus miembros.

c) El alto nivel de estrés al cual está expuesta la familia como grupo, debiendo hacer frente a distintos cambios a lo largo del ciclo vital y a exigencias de tipo económico, social, laboral o asistencial.

d) El carácter privado que posee todo aquello que ocurre en el interior de una familia y que, tradicionalmente, la ha hecho situarse fuera del control social.

Violencia familiar y trauma Uno de los mitos adscritos a la violencia contra la mujer es el que asume que la conducta violenta del maltratador hacia la que es su pareja no representa un riesgo relevante para los hijos de esos hogares. Sin embargo, tanto el hecho de que los niños sean testigos de la violencia como el que, además, puedan ser víctimas de ella conlleva toda una serie de repercusiones negativas tanto para su bienestar físico y psicológico como para su posterior desarrollo emocional y social. Las investigaciones llevadas a cabo en los últimos 25 años han puesto de manifiesto la existencia de una estrecha asociación entre la violencia en la pareja y el maltrato infantil.

Esta co-ocurrencia se ha encontrado en diversos estudios entre el 30 % y el 60% de los casos evaluados (Edleson, 1999). Los casos más frecuentes son aquellos MODULO VI

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en que el maltratador agrede tanto a la mujer como a los niños, pero también se dan los casos en que la agresión se ejerce del hombre hacia la mujer, y de ésta o de ambos hacia los niños (Appel y Holden, 1998).

Las investigaciones sobre distintos tipos de víctimas han demostrado claramente que la violencia física, psicológica o sexual, ejercida sobre una persona, causa en ésta toda una serie de repercusiones negativas a nivel físico y psicológico. Además del posible daño físico, tras una experiencia traumática se produce una pérdida del sentimiento de invulnerabilidad, sentimiento bajo el cual funcionan la mayoría de los individuos y que constituye un componente de vital importancia para evitar que las personas se consuman y paralicen con el miedo a su propia vulnerabilidad (Janoff-Bulman y Frieze, 1983; Perloff, 1983).

En el caso de los niños que no sólo son testigos del maltrato hacia su madre sino que, a la vez, también son víctimas de esa violencia, la pérdida es todavía, si cabe, mucho más desequilibrante, pues afecta a un componente absolutamente necesario para el adecuado desarrollo de la personalidad del menor, el sentimiento de seguridad y de confianza en el mundo y en las personas que lo rodean. Máxime cuando el agresor es su propio padre, figura central y de referencia para el niño y la violencia ocurre dentro de su propio hogar, lugar de refugio y protección.

La toma de conciencia por parte del menor de tales circunstancias frecuentemente produce la destrucción de todas las bases de su seguridad. El menor queda entonces a merced de sentimientos como la indefensión, el miedo o la preocupación sobre la posibilidad de que la experiencia traumática pueda repetirse, todo lo cual se asocia a una ansiedad que puede llegar a ser paralizante.

Desafortunadamente, en el caso de la violencia familiar, la experiencia temida se repite de forma intermitente a lo largo de muchos años, constituyendo una amenaza continua y muchas veces percibida como incontrolable. Los efectos producidos por la experimentación de un acontecimiento traumático de forma crónica pueden ser mucho más profundos puesto que llevan asociados la afectación, en mayor o menor medida, de los significados cruciales de la vida de una persona (Lazarus, 2000).

En el caso de los niños que experimentan la violencia dentro de su propia familia, algunos de los significados que resultan minados por esta experiencia son sentimientos tales como los de merecimiento, la creencia de ser querido y

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atendido o la percepción de control sobre los acontecimientos y la vida en general.

De todo ello no sólo se derivan efectos directos a nivel sintomatológico sino que, además, supone un importante factor de vulnerabilidad de cara al posterior ajuste psicológico del individuo.

LA VIOLENCIA FAMILIAR COMO MODELO DE APRENDIZAJE: Existen otros efectos, más a largo plazo, que se pueden asociar a la exposición de los niños a situaciones de violencia familiar. El más importante es que este tipo de situaciones constituye un modelo de aprendizaje de conductas violentas dentro del hogar, algo que junto a factores tales como los estilos de crianza punitivos, el abuso de sustancias y la presencia de trastornos de conducta en la adolescencia, han demostrado poseer un papel relevante en el riesgo de ejercer violencia contra la pareja en la edad adulta. Ehrensaft, Cohen, Brown, Smailes, Chen y Johnson (2003) realizaron un estudio longitudinal sobre un periodo de 20 años en una muestra de 543 niños, concluyendo que entre los factores predictores del riesgo de ejercer violencia contra sus parejas se encontraban, en primer lugar, los trastornos de conducta, seguidos por la exposición a la violencia doméstica entre los padres y los sistemas de castigo basados en el poder.

La vivencia por parte de los niños de situaciones de violencia y abuso de poder cobra un significado crucial puesto que las experiencias vividas en la infancia constituyen un factor de vital importancia para el posterior desarrollo y adaptación de la persona a su entorno. Los niños aprenden a definirse a sí mismos, a entender el mundo y cómo relacionarse con él a partir de lo que observan en su entorno más próximo. De este modo, la familia es considerada como el primer agente socializador del niño y el más determinante a la hora de la instauración de modelos apropiados de funcionamiento social.

Las relaciones familiares, especialmente los estilos de crianza y la relación entre los padres, influyen sobre la capacidad del niño para la autorregularización de sus conductas y emociones y sobre el significado que atribuirá a las relaciones interpersonales (Gilliom, Shaw, Beck, Schonberg y Lukon, 2002; Siegel, 1999). Los niños que han experimentado alguna forma de rechazo parental o maltrato tienden a presentar sesgos atribucionales hostiles y aprenden a anticipar y a evitar las conductas de rechazo, generalizando esta anticipación a contextos interpersonales.

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Distintos estudios han constatado la alta probabilidad de que estos niños presenten déficits en el procesamiento de la información social (Dogde, Bates y Pettit, 1990; Downey y Feldman, 1996). Por otra parte, los estilos parentales excesivamente punitivos o coercitivos pueden servir de modelo para la resolución coercitiva de los conflictos, que se generalizan desde las relaciones padres-hijos a las relaciones con los otros, facilitando el desarrollo de déficits en el funcionamiento interpersonal (Cohen y Brook, 1995). Estos primeros patrones de funcionamiento social, aprendidos y reforzados dentro de la familia, se aplican después a las interacciones con los iguales. De esta forma, los niños que exhiben estrategias interpersonales agresivas e inconsistentes con aquellas del grupo de iguales normativo tienen una alta probabilidad de no ser aceptados entre sus compañeros, con el consiguiente riesgo de aislamiento o de gravitar hacia grupos de iguales desviados o agresivos (Dishion, Patterson, Stoolmiller y Skinner,1991).

La pertenencia a estos grupos desviados en la adolescencia, junto con el reforzamiento parental continuado de estrategias interpersonales coercitivas o violentas pueden llegar a ser un importante obstáculo que limite las oportunidades de aprender a relacionarse con los otros de manera constructiva (Cohen y Brook, 1995; Dishion, Andrews y Crosby, 1995). Con la repetición, esos patrones de interacción y de resolución coercitiva de los conflictos se generalizan y se aplicarán, posteriormente, a las relaciones familiares y de pareja en la edad adulta (Connolly y Goldberg, 1999).

A ello contribuye, por otro lado, las percepciones del carácter privado y relativamente impune del entorno familiar y la influencia de los estereotipos y creencias tradicionales acerca del uso y reparto del poder dentro de la familia. La supervivencia intergeneracional de la violencia, y concretamente de la violencia de género, está determinada en gran medida por la influencia de factores de tipo cultural y educacional.

Entre ellos, cobra especial relevancia los sistemas de valores que atribuyen una superioridad innata en los hombres respecto a las mujeres y la aceptación de la violencia como un medio válido para la resolución de conflictos. Tales sistemas de valores juegan un papel fundamental en el potencial desarrollo de conductas sexistas y/o violentas en nuestros menores.

Los hijos de mujeres maltratadas se ven expuestos no sólo a la influencia de factores de su entorno sociocultural, sino también a la propia experiencia de sufrir, bien como testigo o como víctima, la violencia dentro de su entorno familiar.

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Así, los niños que crecen en hogares violentos aprenden e interiorizan una serie de creencias y valores negativos sobre las relaciones con los otros y, especialmente, sobre las relaciones familiares y sobre la legitimidad del uso de la violencia como método válido para la resolución de conflictos, fruto todo ello de la interacción tanto de factores culturales y sociales (socialización diferencial de género y aceptación social del uso de la violencia) como situacionales (historia de violencia intrafamiliar) (Patró, Limiñana y Martínez, 2003).

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PROGRAMA DE ACTUALIZACIÓN PROFESIONAL Desarrolle el siguiente cuestionario y entréguelo a nuestras coordinadoras académicas o envíelo al correo administración.hyo@capacitacionacis.org.pe

EVALUACIÓN DE REFUERZO 1. ¿Cuáles son las señales de alerta de la violencia en pareja? ¿Por qué es importante identificar estas señales? Explique. 2. ¿Qué hace que la violencia psicológica sea más dañina que la violencia física? Comente

3. Señale las consecuencias físicas y psicológicas de la violencia en los niños/as, adolescentes y en la mujeres. ¿Cómo esto influye en la vida de las personas a corto y largo plazo? 4. Los costos de la violencia familiar son muy altos. Comente como afecta a las mujeres y a los niños y en la comunidad estos costos.

5. Opine de la importancia de los Objetivos del Milenio. En qué consiste el objetivo número 03? 6. Según la lectura la violencia familiar contra las mujeres afecta el progreso escolar de los niños/as, mencione las consecuencias en este nivel.

7. Mencione las Consecuencias en los niños/as, que son testigos de la violencia familiar. Es decir el niño no necesita ser victima directa de MODULO VI

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la violencia física y psicológica. ¿Qué opina Ud. de esta realidad preocupante?. 8. ¿Cómo se transmite la violencia a nivel generacional?¿cómo se puede romper este ciclo?

9. ¿Uno nace violento o se hace? Explique a la luz de la lectura realizada. 10. - ¿Qué es lo que más le ha impactado de este módulo?, ¿Qué le gustaría enseñar a su familia y amigos? Indique y Explique.

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