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Kutsua / La Huella
from BIHOTZEZ Nº 68
Caridad «es ayudar a descubrir la propia valía del hermano»
Mi participación este primer año en la Escuela de la Caridad ha sido un regalo para mi profesión y también para mi vida. He sentido una llamada de esas tantas que Jesús nos hace para conocerle más, para enamorarnos más de Él. A veces, es necesario detenernos para limpiar nuestras lentes y dedicar tiempo a reflexionar sobre nuestro “qué hacer” y bien hacer” a la luz del Evangelio y como Agentes de Cáritas.
Desde el lunes 26 hasta el viernes 30 de junio, más de 100 personas voluntarias y contratadas de 15 Cáritas de toda España nos congregamos en la Casa de Espiritualidad San José en El Escorial. Los objetivos eran formarnos intelectual y espiritualmente, y profundizar sobre los diferentes aspectos de la Caridad.
Durante la inauguración de la Escuela resonó en mí una definición de Caridad, que utilizó uno de los ponentes; Caridad, “es ayudar
a descubrir la propia valía del
hermano”. Para lo cual es necesario tener una mirada de águila; una mirada de luces largas y profundas que nos ayuden a ver más allá de lo tangible, de lo que no podemos ver, pero sí sentir.
La realidad cambia y tenemos que preguntarnos por el sentido de muchas cosas que hacemos. El que hagamos siempre lo mismo no garantiza la inclusión de las personas. Por tanto, además de esa mirada de águila, también debemos dejarnos llevar por esa “fantasía creadora” de la cual nos habla el Papa Francisco.
Karitatea “anai-arreben balioa bera aurkitzen laguntzea da”. Horretarako, arrano-begirada eduki beharra dago: begirada sakon eta ikuspegi luzekoa, uki daitekeenaz harago ere ikusten laguntzeko, ikusi ezin baina senti dezakegun hori, alegia.
Una fantasía que consiste en dar paso a las nuevas situaciones y a otras realidades de pobreza aparte de la económica y material. A esa realidad nos acercaba Víctor Renes, miembro del equipo de Estudios de Cáritas Española. Una realidad nefasta donde se considera que más es igual a mejor, que la cantidad puede validar la calidad y donde damos más importancia al resultado que al proceso.
No caigamos en el error de querer pasar todo por el tamiz de la medición porque hay ciertos detalles significativos que son importantes, pero que no se pueden medir, por ejemplo; el vínculo, la aceptación incondicional, la empatía, la confianza, la gratitud, en fin, muchos sentimientos y emociones.
En Cáritas debemos estar atentos a no dejar que el acompañamiento que ofrecemos y hacemos a las personas se vea arrastrado por esa realidad que cosifica al ser humano. Y debemos tener presente que cada una de nuestras acciones sea para “trasformar esa realidad”, por una más humana y digna, donde las personas se sientan acompañadas, escuchadas y reconocidas.
En cuanto a la Escuela, se vivía y respiraba un ambiente muy humano y fraterno, además del conocimiento y de la inteligencia colectiva que se mueve y fluye en estos encuentros. También, fue una oportunidad el compartir y escucharnos personas voluntarias y contratadas. Poder interrelacionarnos e interactuar durante cinco días; mañanas y tardes en diferentes momentos y espacios, unos más formales y otros más informales.
Uno de los momentos más valiosos, era que iniciábamos y acabábamos el día con una eucaristía en la que se nos daba la oportunidad de participar de manera activa y creativa. Cada día era diferente y se impregnaba de la alegría y el gozo de los diferentes grupos a quienes se nos encargaba prepararla. Las mañanas y las noches iniciaban y terminaban poniéndonos ante la presencia de Jesús, un Dios padre que nos llena de su espiritualidad para desarrollar la Caridad, donde el sujeto es nuestro hermano. Un hermano que nos necesita para ayudar a descubrir su valía.