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Marco Conceptual
“No hay ciudad sin ciudadanos, ni ciudadanía sin espacio público, donde todos seamos libres e iguales” Jordi Borja.
Ciudad y derecho al espacio público
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Se ha hablado mucho del significado conceptual del espacio público desde múltiples puntos de vista y diversas disciplinas, pero parece que el querer definirlo de una manera específica, excluye muchas otras características de integralidad que le son propias. Por lo tanto, para esta investigación se entiende el espacio público según lo descrito por Carrión, como:
“Una doble consideración interrelacionada: por un lado, de su condición urbana y, por lo tanto, de su relación con la ciudad; y, por otro, de su cualidad histórica, porque cambia con el tiempo y en cada momento tiene una lógica distinta, así como lo hace su articulación funcional con la ciudad. Esta condición cambiante le permite tener múltiples y simultáneas funciones que, en su conjunto, suman presente al pasado y van más allá de aquí y el ahora” (s.f, p. 2). Lo anterior nos refleja que el espacio público; a diferencia de otros componentes físicos de las ciudades, es dinámico, tiene la capacidad de modificarse según los requerimientos de uso y es valioso por cuanto se adapta constantemente a nuevas condiciones. Asimismo, parte de su importancia tanto en las grandes ciudades como en los barrios de menor escala es la capacidad de vincular los espacios, incluir zonas comunes de recreación y encuentro, los cuales favorecen la identidad; y por último, contener sitios y monumentos de importancia histórica y patrimonial. Consecuentemente, puede entenderse la ciudad en su conjunto como un gran espacio público que organiza la vida colectiva y representa el modo de vida de esa misma sociedad. De esta manera, surge la necesidad de entender el espacio público como uno de los derechos fundamentales de la ciudadanía, pues mediante su ejercicio, se permite reconstruir el derecho a la asociación, a la identidad y a la polis (Carrión, s.f, p. 4). Además, es fundamental que este derecho sea ejercido siguiendo condiciones de igualdad, equidad e inclusión, con libre acceso a todas las personas y bajo estándares de seguridad que permitan el disfrute adecuado del espacio público.
CoVid-19, pandemia y distanciamiento social
Actualmente nos encontramos librando una guerra de alcance mundial contra un ser invisible, que ataca desde el interior y que se desenvuelve con total libertad en el medio construido por los humanos, la ciudad (Salvatierra y Dockweiler, 2020, s.p). Este ser invisible es una enfermedad infecciosa llamada CoVid-19 la cual proviene del virus contagioso denominado SARS-CoV-2 (por sus siglas en inglés: Severe Acute Respiratory Syndrome CoronaVirus 2), el cual ha alcanzado rango de pandemia; es decir, que es una nueva enfermedad con capacidad de propagación a nivel mundial y que puede producir manifestaciones clínicas graves incluyendo la muerte.
Con respecto a su transmisión, los contagios se pueden generar por la eliminación viral a través de saliva, heces, sangre y orina; así como, por el contacto con superficies contaminadas. Es por esta razón que los efectos y cambios que ha producido en el modo de vida de las personas son tan relevantes en esta investigación; pues, aunque están directamente relacionados con el aspecto médico y el sistema de salud, tienen efectos en el uso del espacio público y las relaciones sociales en las ciudades. Un claro ejemplo de esto se observa en lo que indican Salvatierra y Dockweiler:
“Una primera lucha contra este enemigo se ha centrado en la atención de la emergencia sanitaria, orientada a la contención de contagios. Así, en general, las prioridades de política se han centrado en la adaptación de hospitales y centros de salud y en el abastecimiento de productos e insumos médicos; estas se han acompañado de campañas de concientización y comunicación orientadas a promover el distanciamiento físico y el aislamiento voluntario de la población, como medio para prevenir los colapsos del sistema sanitario” ( 2020, s.p).
Esto quiere decir que, para mantener un mayor control de los casos de contagio y de contaminación de superficies se busca limitar las interacciones a lo largo y ancho de las ciudades y propiamente en los espacios más concurridos por las personas. Por lo cual, se han implementado algunas estrategias como la cuarentena, el aislamiento físico de personas contagiadas y el confinamiento de personas, el cual incluye el distanciamiento social que juega un papel muy importante en el desarrollo de esta investigación. Indican Sánchez-Villena y De La Fuente-Figuerola, que el distanciamiento social consiste en:
“Alejarse de lugares concurridos y restringir la interacción entre las personas tomando cierta distancia física o evitando el contacto directo entre ellas. Esta medida se implementa cuando en una comunidad existen personas infectadas
que, al no haber sido identificadas ni aisladas, pueden seguir transmitiendo la enfermedad. Por ello, el distanciamiento social implica el cierre de lugares donde hay mayor concentración de personas como escuelas, centros comerciales, sitios para eventos sociales, oficinas, entre otros” (2020, s.p). Como bien se indica en esta definición, el distanciamiento social no incluye solamente la restricción de tránsito vehicular y el cierre de equipamientos urbanos necesarios para el desarrollo en las ciudades, sino también la prohibición de uso y acceso a espacios públicos de recreación y deporte y a sitios de reunión común. Esto trae consecuencias tanto para el espacio público pues se vuelve inseguro al perder la dinámica humana que lo caracteriza y para las personas, pues el mínimo contacto con zonas naturales, ambientes exteriores y la reducida socialización con otros individuos trae efectos negativos para la salud mental, la cual es tan importante como la salud física. De estos aspectos se desprenden nuevas dinámicas que deben implementarse en la conformación de los espacios públicos.
Tendencias para el uso del espacio público
Anteriormente se define al espacio público como un ente dinámico, es decir que tiene la capacidad de modificarse según nuevas condiciones o realidades. Esto resulta particularmente importante durante una emergencia sanitaria como en la que se encuentra sumida el mundo en la actualidad, pues se busca darle un uso progresivo a los espacios públicos pero disminuyendo los contagios entre personas y el contacto cercano con otros individuos en el exterior. A nivel general y en aras de mantener cierto nivel de derecho al espacio público, deben seguirse condicionantes en el campo urbano, como señala Chávez-Acosta:
“El reto será lidiar con las concentraciones de personas, el fomento del distanciamiento social y las condiciones de higiene y limpieza de los espacios públicos y sus elementos urbanos. Se ha visto que fuera de casa es donde se hace más intenso y posible el estar en contacto con enfermedades infecciosas y es ahí donde también se pueden transmitir con mayor facilidad. También es justo ahí, en el espacio público, en donde se pueden generar los cambios con una mayor rapidez, tomando el liderazgo los ayuntamientos al plantear la ciudad que contemple la reinserción de la vida social después de la pandemia” (2020, p. 1). Esta maleabilidad y flexibilidad del espacio público implica que pueden seguirse algunas tendencias de proyeccion urbanistica que no son nuevas, pero que incluyen estrategias en cuanto a la reactivación social y económica, que tienen bajo costo y pueden implementar proyectos a corto y mediano plazo. Para efectos de esta investigación se incluyen dos tendencias urbanísticas que parecen liderar la
planificación del espacio público durante el periodo de distanciamiento social y que serían la alternativa más viable ante la nueva normalidad que se aproxima.
Primeramente, se incluye el urbanismo táctico, el cual es una herramienta que busca materializar el derecho a la ciudad, contribuyendo con las comunidades en la recuperación de diferentes espacios de su entorno, revalorizando aquellos espacios en desuso o cambiando de uso algunas zonas de la ciudad. Esta tecnica de transformacion parte de las siguientes premisas: intervenciones de bajo coste, de manera ágil y sencilla y cambios dirigidos al mejoramiento de la comunidad. (Naider, 2020, s.p). Esta técnica fomenta el uso de espacios obsoletos con nuevos espacios públicos de calidad, lo que ayudaría a mitigar las concentraciones de personas en unos cuantos puntos, respetando las medidas de distanciamiento social o cualesquiera que puedan implementarse en el futuro.
Por otra parte, se presenta el “placemaking” (en español, construir lugares); el cual, según Coello y Schroeder, “se entiende como una herramienta para la planificación, diseño y gestión de espacios públicos con un enfoque comunitario. Puede verse como una manera de transformar los no-lugares. Es decir, lugares que carecen de carácter y no son atractivos para nadie” (2019, s.p). Esta herramienta posibilita la cohesión social por cuanto trabaja de la mano de la participación ciudadana, adaptándose a necesidades y desafíos directos y expectativas de mejora para el futuro. Asimismo, esta estrategia se caracteriza por brindar soluciones innovadoras y creativas que son útiles y con facilidad de desarrollo. Estas últimas condiciones son fundamentales, pues la pandemia también ha traído consecuencias a nivel financiero que imposibilitan grandes proyectos públicos.
Resiliencia y futuro post pandemia
La pandemia ha puesto en evidencia muchas de las falencias que tiene el actual modelo urbano y rural de ciudades y la dificultosa adaptabilidad a nuevas condiciones que se presentan. Asimismo, como indica la Fundación Greenpeace, “durante estos meses, hemos observado, a través de nuestras ventanas, cómo la actividad humana incidía directamente en la calidad de nuestro entorno. Al mismo tiempo, ha puesto de relieve necesidades como disfrutar espacios abiertos que nos permitan movernos manteniendo una distancia física de seguridad” (2020, p. 7). Es decir, se ha experimentado un proceso de concientización del tipo de sociedad actual, el cual requiere un replanteamiento del estado del bienestar en el que se apueste por la sostenibilidad y seguridad en las comunidades. De esta forma, debe aplicarse un modelo de ciudad resiliente, que tome en cuenta la vulnerabilidad tan alta con las que se vive en la actualidad, las posibles pandemias en el futuro y el cambio climático. Por lo cual, como determina la
Fundación Greenpeace , deben rediseñarse los espacios para lograr una adaptación de manera eficiente, social y sostenible a los cambios, así como para prevenir crisis aún peores, como la climática. Para aumentar la resiliencia es fundamental recuperar la ciudad para las personas (2020, p. 8). Con esto en mente, cabe indicar que al construir conscientemente el espacio público, se promueve un mejor desarrollo de las ciudades y se disminuye la obsolescencia de los espacios, especialmente en época de crisis.
Promover en el futuro post pandemia, este tipo de estrategias resilientes que ponen en primer lugar el derecho a la ciudad, “constituyen no solo soluciones específicas a problemas concretos sino también tipos de acciones que pueden ser sistematizadas. Estas propuestas permitirán mejorar la calidad del uso de este manteniendo distancias entre personas y equipamientos y favoreciendo las interacciones sociales. Se seguirán las recomendaciones en base a un relevamiento de propuestas concretas aplicadas en el ámbito urbano a nivel mundial. En tercer lugar, pueden ser monitoreables” (Velázquez, Zurmendi, Radi, y Cajade 2020, p. 8). En otras palabras, es muy probable que las propuestas de vida pública post pandemia se basen en el uso del espacio público de modo más equitativo, sustentable y adaptable ante los cambios y amenazas.