Taller Inicio a la Escritura en Prosa 2015

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2015

TALLER

https://www.bibliotecacentralsecundaria.edu.uy

Inicio de la Escritura en Prosa

Administración Nacional de Educación Pública Consejo de Educación Secundaria Biblioteca Central de Educación Secundaria Dr. Prof. Carlos Real de Azúa



CONTENIDO _____________________________________________________ Páginas

Taller “Inicio de la Escritura en Prosa”…………………………………………………………5 Prólogo de Enrique Salgado……………………………………………………………………………6 Cuando ya no estés de José Castro……………………………………………………………….7 Los últimos espejos de José Castro……………………………………………………………….9 Inés de Tali Yovine……………………………………………………………………………………….12 Engaño de Milagros Amaral……………………………………………………………………….…14 El objetivo de Milagros Amaral…………………………………………………………………….16 Mal oculto de Sofia Castro……………………………………………………………………………18 El trébol de cuatro hojas de Sofia Castro…………………………………………………….19 Ernesto de Enrique Salgado……………………………………………………………………….…20 Lobo de Enrique Salgado………………………………………………………………………………22



TALLER “Inicio de la Escritura en Prosa” _____________________________________________________

Este Taller consiste en módulos que ayuden al interesado escribir textos de ficción en prosa. Partimos del supuesto básico de un conocimiento del participante en ortografía y redacción. Asímismo informamos que su línea de trabajo se orienta hacia el texto narrativo y el cuento. No ignoramos que nadie enseña a escribir a otro.

Por lo que nuestro objetivo es dar un lugar y un tiempo amigalbes a los futuros creadores, orientándolos con nociones de escritura que les ayudará a cumplir sus expectativas. La idea no es imponer ni exigir sino orientar y aconsejar, a la vez que estimular al asistente a sacar la cración de su interior. Pensamos en una corrección positiva que los estimule a mostrar que en cada ser humano hay un creador.

Nosotros apostamos desde la Biblioteca Central, como centro solidario de la cultura, a colaborar con la creación literaria.

Dirigido: a todo público. Modalidad: presencial. Las instancias presenciales fueron los miércoles 12, 19 y 26 de agosto – 2, 9, 16, 23 y 30 de setiembre – 7, 14, 21 y 28 de octubre – 4, 11, 18 y 25 de noviembre de 2015 en el horario de 16:30 a 18:00 horas en biblioteca.

Fecha de Inscripción desde el 28 de julio al 24 de agosto de 2015.

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PRÓLOGO _____________________________________________________ La Biblioteca Central de Enseñanza Secundaria agradece por este medio a todos aquellos que han colaborado en la formación de sus actividades culturales de este año 2015. Recordamos aquí la fecunda labor que ha realizado esta casa de cultura desde su fundación en 1885, como biblioteca mayor de la Universidad. Y como tal siguien los avatares de esa casa de estudios en sus diversos locales. En 1935, al separarse la Enseñanza Pública en Superior, Secundaria y Primaria, quedó como propiedad de la segunda, ya en el local actual, desde su fundación en 1911.

En este caso estamos presentando los resultados de las actividades del Taller de Escritura en Prosa de Ficción con la coordinación del Licenciado Enrique Salgado y la colaboración de la Licenciada Marlivia Pizzani en la emisión del libro virtual. Y de todas aquellos funcionarios que de una u otra manera colaboraron con la realización del presente proyecto haciéndolo realidad.

Este libro en formato digital contará con la publicación de dos cuentos por cada participante y dos del coordinador.

ENRIQUE SALGADO

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CUANDO YA NO ESTÉS _____________________________________________________

1975: han sucedido hechos muy duros y nuestra familia se ve muy sacudida. Mi hija Luciana siempre quizo ser maestra. Eso nos había dado a entender desde muy chiquita. ¡Cómo disfrutaba ensañándoles a sus muñecas a pararse y a caminar por la casa y por el jardín! El corredor que lleva al patio trasero de la casa y que luce coloridos arabescos en ambos hombros fue testigo más de una vez de sus lecciones sobre cómo es un caminar erguido. Sus muñecas, por su parte, nunca se mostraron reacias a ser guiadas o educadas. Siempre hubo en ellas una expresión de complacencia. Los primeros años de Luciana fueron el claro ejercicio de una docencia incipiente que evidenció gran paciencia. Eso sí, pasados los años y con las esperadas tomas de conciencia, la joven Luciana se transformó en una firme mujercita dispuesta a defender sus ideales contra toda tormenta. La palabra desafío no significó un mojón a temer. La miro dormir desde la puerta entornada de su habitación y acompaño su descanso. Me pregunto qué fantasías anidará ese sueño, qué vuelo extraño se estará atreviendo a remontar esa cabecita somnolienta que a plena luz del día sorprende a los escuchas con planes de transformación. Alcanzo a escuchar su respiración cadenciosa, sus labios enmudecidos muestran ansias de explicación. Hay un sí en sus párpados que han cedido a lo inevitable. Sus cabellos revueltos invitan a acompañarla en ese universo del soñar. Tengo muy claro que la jovencita a quien estoy velando su sueño ha logrado su temprano objetivo con su profesión. No comparte los sucesos que la han acechado en los últimos tiempos. Sé muy bien que esa joven mujer que descansa en su ansioso lecho ha decidido partir lejos para no abandonar sus ideales. Sus duendes guardianes la acompañan a cada instante y rinden cuentas de su caminar.

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CUANDO YA NO ESTÉS _____________________________________________________

Por eso me repito una y otra vez que cuando ya no estés tu voz seguirá acariciando mis oídos engañándome con la palabra regreso. Sé que tu perfume me envolverá en fuerte abrazo llevándome a correr por los parques como lo hiciera yo contigo. Tus tonos al llamar papá no me permitirán caer en honda melancolía. Me invadirá la ilusión de que un día, tal vez, se abra nuevamente nuestra puerta y te escuche anunciar: ya he vuelto, aquí estoy. Si es que es inevitable tu partida, si es que las ganas de volar, pueden más que la sorda rutina de estar en simulada paz, sólo deseo que esos pasos que ensanchen tu camino logren satisfacer el diario vivir de la gente con convicción. 1976: Luciana ya no está. Sus noticias por momentos parecen vagas, pero aún son. Su presencia palpita entre nosotros. La esperanza de su regreso mantendrá su vivo ardor.

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JOSÉ CASTRO

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LOS ÚLTIMOS ESPEJOS _____________________________________________________ Brooklin es una ciudad comercial, fabril y peligrosa. Los niños que allí crecen necesitan ser muy cuidados por sus padres, tanto por el propio ritmo vertiginoso habitual como por el clima y aire tóxicos que se propaga por toda la comunidad. Carolina nació en Brooklin, en el seno de una familia clásica, como la considera la mayoría de los norteamericanos. Sus padres, Martha y Roberto, tuvieron un hijo, Marcelo, que ahora tiene 16 años y es deportista. Después de diez años el matrimonio decidió ampliar más la familia y así fue que vino Carolina. La niña tiene siete años, y es muy, muy gorda. Siempre lo fue desde pequeña, y es un poco torpe. Su cabellera rubia y sus ojos atigrados dan un encanto especial a su inusual cuerpecito de acuerdo a su edad. Sus compañeros de escuela se mofan de la forma de su cuerpo y sus movimientos. Esto le hace mucho mal a Carolina. La niña, desde sus primeros años, se sintió muy mal por su gordura y muchas veces fue objeto de burlas desde que iba al jardín. A sus padres les costó gran esfuerzo hacerle notar sus cualidades y mantener su autoestima en alto. Ellos han insistido tanto que han logrado hacerle entender la importancia de las cualidades personales y el saber ver los aspectos físicos destacables. Es por eso que Carolina exhibe su cabellera y ha sabido desarrollar una serie de parpadeos para producir un juego de seducción como pocos niños lo harían. Esto le ha dado la oportunidad, más de una vez, de rodearse de niños y jóvenes curiosos y extrañados con su comportamiento. La mamá de Carolina, Martha, es una mujer que está entrando en la edad madura, de singular belleza y con un andar libre y ligero. Roberto, el papá de Carolina, es un hombre de ideas firmes, resuelto a disfrutar de su vida, enamorado de su familia, se siente pleno cuando – como él diría- su “tribu” lo acompaña en las salidas los días libres. Todos los fines de semana Carolina va a pasear con sus papás a algún lugar que generalmente la niña elige. Carolina disfruta mucho pasear al aire libre. Es por eso que a menudo sus paseos son a varios kilómetros de la ciudad. En varias oportunidades a la costa oeste.

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LOS ÚLTIMOS ESPEJOS _____________________________________________________ Al oeste de la ciudad, a pocos kilómetros, hay varios parques de diversiones y cada uno ofrece una amplia variedad de juegos donde los niños pueden pasar todo el día y llegar al anochecer sin haber disfrutado de todos ellos. Uno de los parques de estas características es Jacksonville. Además de la variedad de juegos el parque cuenta con una serie de galerías donde conocidos artistas plásticos acostumbran exponer sus obras. En Jacksonville Carolina descubrió el juego de los espejos, y le pareció sumamente interesante mirarse y contemplarse en ellos. Carolina ya había visitado el parque en algunas oportunidades acompañada de sus padres y habían disfrutado de varios almuerzos y tardes soleadas, incluso a la sombra de los árboles que bordean los sectores norte y oeste del parque. Pero hubo un sábado en especial en el que la tía Silvina, que tanto la quiere, pero no siempre puede llegar a Brooklin, la llevó al parque para pasear con ella y compartir gratos momentos. El juego de los espejos es una galería donde los cinco primeros le muestran al visitante todas sus cualidades físicas exaltadas y sus defectos físicos absolutamente superados y adornados. Los dos últimos le presentan, de frente y perfil, su figura real tal cual aparece en los espejos. Ese sábado de vacaciones invernales en que el sol invitaba a acercarse a la costa e internarse en la arboleda de algún pintoresco parque, la tía Silvina la llevó a pasear a Carolina. Es así que ya pasado el mediodía el coche atravesó parte del parque y se detuvo a la sombra de la primera copa de árboles que encontró. La tía, entonces, la miró inquisitivamente a la niña dándole a elegir: -Tía,

me

gustaría

ir

a

ver

los

juegos

mecánicos.

-Muy bien Carolina, iremos a recorrer algunos y después veremos qué otra cosa se te ocurre.

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LOS ÚLTIMOS ESPEJOS ____________________________________________________________________ Así hablando y haciendo bromas, y decidiendo dónde pisar porque los pastizales por momentos calentaban las piernas más de lo soportable, llegaron a la zona de juegos. Luego de poco más de dos horas de diversión continua subiendo y bajando, moviendo volantes, tocando bocinas, y saludando desde la proa de un barquito, Carolina prefirió abandonar la zona de juegos y tomar un helado para verse en los espejos. Allí fueron y entraron en la galería de los sueños de cristal. Su tía le advirtió que no disponía de mucho más tiempo porque le había prometido a mamá no estar más de tres horas en el parque. Entendido esto y habiendo terminado su helado, Carolina se paseó una y otra vez por los dos primeros espejos y disfrutó de ver su cabello revolotear a la velocidad de cada giro que daba con su cuerpo. Se acercaba y se alejaba. Cada vez se enamoraba más de su silueta, cada voltereta su cabello caía locamente sobre sus hombros y espalda. Y así pasó a los dos siguientes espejos, y levantó sus brazos y manos y danzó observando su cintura girar sobre un eje ágil y liviano. Ya alcanzaba al quinto espejo cuando su tía comenzó a llamarla para abandonar el parque porque se sentía muy responsable de la hora. Entonces Carolina atinó a dar un último paso que semejaba ballet, estiró sus brazos y manos intentando tocar el cielo y luego levantó sutilmente su pierna derecha mostrándosela a la faz de vidrio que tenía enfrente y que parecía despedirla. Una vez más la niña no se daría cuenta de la forma de su cuerpo que era de lo que se burlaban sus compañeros desde pequeña. -Vamos Carolina que no quiero que mamá se enoje con nosotros. -Bueno, tía, ya voy y otro día volveremos para seguir jugando. Minutos después el auto abandonaba el parque por una puerta lateral desde donde el vigilante las despedía con un suave saludo con la mano y una breve sonrisa. JOSÉ CASTRO Taller Inicio de la Escritura en Prosa - 11


INÉS _____________________________________________________ No vió venir las emociones que lo llevarían a comportarse como lo hizo. Cuando abrió la puerta pensó que la mujer que la cruzaría no tendría ningún efecto sobre él. Tenía clara su sexualidad. Y hasta ahora nada le había hecho dudar. Ninguna curva o cadera femenina, por muy exuberante que fuese, podía suscitar deseos en él. No había magia o hechicería que aquellas brujas pudiesen echar sobre él. Era inmune. Pero lo que ocurrió en la sala de interrogatorios con aquella prostituta, con Inés. Lo que sintió, era real e innegable. El caso parecía sencillo. El pan diario del NYPD: una prostituta asesinada a sangre fría y echada a un contenedor del norte de Brooklyn. Los investigados –los finos e importantes, no los “intento de policía de barrio como él” –hablaban de conspiraciones políticas y de hijos bastardos. Pero ellos sabían bien que era un tema territorial de drogas. Probablemente, por precaución habían comenzado los interrogatorios de clientes y compañeras de la difunta. Pero no tenían ni ganas, ni energía, para saber lo que había ocurrido. Era la tercera “dama” que el oficial veía pasar. No la miró enseguida, su mente estaba distraída evaluando el estado particularmente penoso de las prostitutas del área. Claro que, quien entró le hizo repensar su idea. La latina de aspecto mágico, sentada con gracia frente a él, no era lo que solía verse. Se quedó en blanco al verla, incapaz de encontrar palabras para su belleza. Primero estaban esos ojos pardos, profundos e inusualmente serenos. Parecían verlo a través de todo, con una claridad abrumadora. Adornaban un rostro pecoso de tez oscura, y el cabello azabache, que lo enmarcaba, caía sobre sus hombros en ondas salvajes. Sin embargo, no era su belleza lo más impactante, sino el aura abrumadora que lo acompañaba. El oficial se sentó frente a ella asombrado. Sintió la garganta reseca, de tanto respirar agitado por la boca, y tuvo que toser un par de veces antes de hablar. -Su nombre señorita.

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INÉS _____________________________________________________ -Inés. Inés Ortega. Respondió con dignidad, orgullosa de su nombre. La voz con la que habló era clara como el cristal, al punto que el hombre temió oírla, por si se rompía. A pesar de no ser religioso, el oficial no pudo sino sorprenderse. Gozaba de la suficiente cultura general para entender la profundidad de dicha ironía (cualquiera iba a saber el origen de este nombre, del latín agnus, cordero, símbolo de la pureza del Niño Dios) y tuvo que contener una risotada -¿Sabe por qué está aquí? El aura de tristeza que recorrió los ojos de Inés no pasó desapercibida para él, y enseguida supo cual sería la respuesta. Casi se arrepintió de haber preguntado, era desgarrador en tan bello rostro. Pero la mujer parecía dispuesta a no mostrar debilidades, e irguió la espalda. -Es por Elly. La asesinaron. -¿La conocía Ud. bien? Si esos interrogatorios no hubiesen sido rutinarios, el oficial no los hubiera hecho: Inés había derramado una lágrima, una sola. Mientras ésta rodaba por su rostro, ella intentó mantenerse fuerte, pero el corazón pareció ganarle a la razón. Era una muestra de fortaleza que nunca había visto en una prostituta. El hombre estaba embrujado, ya no pensaba con claridad. -Compartíamos piso a unas cuadras de aquí. Probablemente volviendo cuando….

estuviese

No pudo más. El oficial vió como la mujer se quebraba, se rompía en pedazos ante el trágico evento. Incapaz de soportarlo, tocó esa piel de seda-que sintió tal como había imaginado previamente- en un intento por consolarla. -Está bien, señorita, lamento haberla hecho contestar. Le dijo en tono amistoso y bajo, como queriendo tranquilizarla Le abrió la puerta para que saliera, a pesar de querer retenerla y hacerla suya, encadenarla, encerrarla. Pero en aquel momento, el estado de tristeza en qué se encontraba podía con él. Lo que no notó, fue la sonrisa pícara, amarga y letal de la verdadera Inés. La asesina que acababa de meterse a un policía homosexual en el bolsillo. TALI YOVINE

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ENGAÑO _____________________________________________________ -No se sale de noche- proclamó el monarca. Al rey mono no le gustaba la gente furtiva, hacía poco que había engañado a la princesa y solo después de aquella vileza pudo acceder al poder. Por entonces penalizaba cualquier indicio de rebelión y no le gustaba ponerse paranoico. Lo que era difícil ya que era irracional y desquiciado. Ya había anochecido. Arisol se acomodó la capucha para que el sereno, una especie de humedad de la noche, no la empapara. Había ido hasta ahí, movida por una curiosidad filosa y malintencionada. La calle era lúgubre y silenciosa. Ahí debería estar Gustav. Las últimas semanas se había mostrado alegre, quizá entusiasmado por aquella idea de sacar del trono al mono... Para eso tenían a la persona indicada, la habían recogido en su casa. Aún así no sé convencía de quedarse quieta en su hogar y hacer caso omiso al creciente desasosiego que sentía. Gustav actuaba tan raro desde el ascenso del nuevo monarca y la llegada de la joven. Caminó por la silenciosa calle, hacia el bar dónde estaba su marido. Viendo la puerta del bar, a dos metros delante de ella, se visualizó ahí, detenida por el pánico de aclarar una sospecha que se sembraba en su mente, dudando si en verdad quería saber la verdad. A su vez se imaginaba a sí misma, unos metros más atrás, dándose coraje para abrir la puerta. Se acercó con paso firme y con determinación, lo hizo. Ahí estaban, los dos... Verlos hizo que Arisol matara los escrúpulos que tenía. Ahí estaban, exhibiendo su humillación a través de caricias. Él miraba enamorado a Cerselia, mientras jugaba con sus bucles brillantes. Arisol no podía concebir como ella podía actuar así, después de que Arisol la recogió en su hogar, por inspirarle lástima su estado de abandono, causa de haber deshonrado a su familia, por dejarse engañar por el rey mono... La princesa reía mientras se acurucaba entre los brazos de Gustav. Arisol los escrutaba... No soportó el dolor. No era aún medianoche cuando Gustav y Cerselia salieron del local, azotados por el frío. Caminaron unas cuadras pero la audición y el instinto entrenado en el ejército, hicieron detenerse a Gustav. -Shhh- le pidió a Cerselia- Escucho algo. Arisol permaneció en las sombras... Entonces se sintió henchida de rabia ¿Por qué? Se preguntó en un susurro. Sin embargo, su pregunta fue aumentado el

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ENGAÑO _____________________________________________________ volumen, por la potencia de la furia y en un momento, atropelló la taciturna noche. Gustav se sentía desorientado. Cerselia sintió escalofríos por aquel alarido herido. Durante los dos siguientes días los persiguió esa sensación de sufrimiento. Durante las siestas sentían ruidos raros, como chillidos. Sobre todo detrás de la ventana. La primera noche Cerselia y Gustav se acostaron juntos. Al principio omitieron los ruidos, pero después de no poder pegar un ojo, empezaron a dar rienda suelta a su imaginación ¿Qué sería aquello? Salieron a mirar. No encontraron a nadie. La segunda noche durmieron en la misma habitación pero sin compartir el lecho. Chillidos metálicos y lamentos se deslizaban por la ventana para arremeter contra sus oídos. Gustav no lo soportó, salió rugiendo y vitupereando al aire, mientras unos arbustos cercanos se movían. A la semana Gustav y Cerselia llegaron a casa. Arisol no estaba por ninguna parte. Por más que la buscaron, no la encontraron. A la mañana siguiente de su llegada, apareció escrito en color rojo, en la puerta de la casa: traidor. Durante todo el día los transeúntes observaron la puerta con indignación y con la altivez e indiferencia propia de la gente que creía que ya sabía eso. Pasó una semana. No había rastro de Arisol pero eso ya no conmovía a la ciudad. En cada puerta aparecieron mensajes para los miles de integrantes de la familias que en aquella ciudad, vivían. Un día, dos oficiales reales aparecieron por la casa de Gustav. Al principio creyó que se trataba de su señora, pero al comprobar que traían una carta real, pensó lo peor: lo habían descubierto. Un oficial leyó. Por aparecer en su casa el primer mensaje de los muchos posteriores, se lo acusaba de inquietar la paz del rey. Arisol se enteró de la ejecución de su marido en una aldea a varios quilometros. Todo por aquella inscripción... Seguramente también supiera sobre la conspiración para sacar del trono al Rey mono. Por las noches se inquiría con fervor la identidad de aquel que había escrito en su puerta aquello. Pero si su marido eran bien querido...Se compadeció de la suerte de Gustav. Cuando los compañeros de su él tomaron las armas en señal de protesta, ella los acompañó. Los matrimonios del barrio se apenaron por Arisol. Lamentando que aquello que escribieron para humillarlo a él por su deslealtad, hubiera desatado todo aquello. MILAGROS AMARAL Taller Inicio de la Escritura en Prosa - 15


EL OBJETIVO _____________________________________________________ Salí del liceo con el cielo color violáceo y lo encontré –de nuevoapoyado sobre las rejas. Caminé rápido para que no notara lo angustiada que me hacía sentir. Me daba miedo. Me dirigí hacia la parada de ómnibus de tal manera que si pegaba un salto, emprendería vuelo. Al llegar, me sentí aliviada. Nada me podía suceder ahí, había gente alrededor. Contuve mis nervios, incluso llegué a tranquilizarme. Entonces llegó él. Era alto y robusto, estaba abrigado hasta el cuello, la ropa le quedaba grande. Su aspecto era lúgubre y taciturno. Evité su mirada. No podía parar de pensar si se notaba como el corazón me palpitaba con vigor, como si quisiera huir de mi pecho. Me atreví a mirarlo de soslayo, con un impulso de coraje que no sé de dónde saqué. Estaba embelesado y reticente. Al instante me miró fijo, y esa estupidez reinante en su mirada, se evaporó. Me miró con malicia, con un deje de perversión. Se me erizó la piel. Intenté sosegarme, pero el miedo ya me había abrazado. Bajé la vista, actuando como si nada hubiera sucedido, que todo era impresión mía… -Fue sólo una coincidencia –me dije-. Es un hombre ¿Desconocido?, posiblemente enojado… que me observa fijamente… Nada más. Se me humedeció la vista. <<No tengo que preocuparme>> me ordené. Respiré, maldiciendo mi cobardía. Ya era hora para que el ómnibus viniera y no lo hacía. Otras líneas pasaban, pero al hombre parecía no le servía ninguna. Se hacía aún más oscuro. Tenía mariposas mortíferas en mi estómago. Comencé a sudar. Luego, sentí retortijones. Hasta el momento permanecí sentada. Me puse de pie con parsimonia. Di unos pasos. Nunca le di la espalda, pero a mi lado, sentía que me traspasaba una ráfaga de odio. Me sentí como un frágil cristal, amenazado por un vendaval. Respiré con dificultad. Mis piernas empezaron a temblar… -No- me dije- Esto no está bien.

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EL OBJETIVO _____________________________________________________ Decidí salir de ahí. Caminé derecho como en dirección a la plaza, a dos cuadras de la parada. Mis pasos podrían haber quebrado las piedras. Me sentí pesada y lenta. Mis pasos eran audibles pero también unos que venían detrás de mí. Aligeré el paso. Ante la desesperación que me produjo saber que mis esfuerzos eran en vano, pues el hombre caminaba con más ligereza, me eche a correr. Con mis botas compuse un terrorífico ritmo. ¿Quién era? ¿Por qué me seguía? Me era vagamente familiar… De algo estaba segura: yo era su objetivo. Atravesé la plaza, angustiada hasta los huesos, con el cazador detrás de mí. Vi que por fin venía el ómnibus. Le hice una señal al chofer alzando el brazo. El ómnibus frenó llegando a la plaza y yo subí en él. El hombre se quedó ahí. Cuando me calmé, recordé que todo el tiempo tuve mi teléfono celular y me sentí una gran tonta. Llamé a mi padre agitada, pero firme. Él me espero en la parada frente a mi casa. Entré en ella. Después de saludar a mamá y decirle que no tenía hambre, me encerré en mi cuarto a terminar de escribir aquel cuento que había empezado, no hacía mucho, y que yacía guardado entre tantos papeles. Trataba sobre un acosador que no dejaba tranquila a una muchacha. Estos personajes tenían que finalizar su problema, siempre aplazado… <<Este no necesita esperar más>>, me ordené.

MILAGROS AMARAL

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MAL OCULTO _____________________________________________________

Chasquido de llaves contra el suelo. Vuelve a tomarlas. Desea darse vuelta y mirar. Ya introduce la llave Adentro, sus manos sostienen la puerta. Protege su espacio. Siente la saliva deslizándose por su garganta, sus hombros descienden lentamente. En casa, en casa. La luz, ese percutor que nunca enciende debí llamarlo, apaciguar su enojo. Sería él. Ese olor. El sonido del cucú, la sobresalta. Maldita seas. Escucha el sonido de la calle,un transeunte más que se aleja. Un profundo soplido, carpetas y bolso caen en la mesita. Quitarse los zapatos, acariciar la alfombra. En un salto al sofa. Aún estoy ágil. Techo blanco, vida blanca. Blanco color de luto. Un escalofrío, ese olor... La ventana, la puerta, la alcoba a sus espaldas. Infantilmente sus ojos revisan y se cierran, nadie, nadie. El sol de la mañana en la cara no la despierta. Un olor picante todo lo envuelve. Ya no escuchara el cucú.

SOFIA CASTRO

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EL TRÉBOL DE CUATRO HOJAS _____________________________________________________ Cuentos, historias, siempre tienen algo de magia.Te lo demostraré. Mi padre partía, lo sabía. A todos nos dejo una prenda. A mi me correspondió una lapicera oscura de punta de oro. La senti fría cuando la depositaron en mi mano. No quería aceptar el mensaje. Se arreglaron sus papeles. Sin darse cuenta mi madre, cayó entre las hojas amarilllentas de una libreta, un delgado trébol de cuatro hojas que había perdido su color sumido en muchas horas de olvido. Desde ese día, niñez, adolescencia y juventud lo busqué en cada parque, jardín sin éxito. Un día cualquiera, de un mes cualquiera cumplidos mis cuarenta años, regando macetas, lo ví. Una planta deminuta de tan solo dos hojas mi añorado trébol de cuatro hojas, lloré. La búsqueda había terminado.Tenía una parte de mi padre, su esperanza, su deseo oculto. Mi realidad se sacude y me introduzco en el mundo del pequeño trébol que gira entre mis dedos. Mis ojos quietos no dejan de espiar esperando el vacío de no ser, transformándome en una figura de verdes velos, que gira también. Había una vez....

SOFIA CASTRO

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ERNESTO _____________________________________________________ A mi Ana entre todas las Anas, como recuerdo de nuestras salidas por el mundo.

La Bitamínica resplandecía al sol del mediodía, cuando aquellas dos mujeres llegaron con sus parejas. Si, llegaron con sus charlas parlanchinas, sus grititos agudos, y sus cloqueos, que tanto le hacían acordar a Marisa, que a Dios gracias, ¡estaba ya en la Gloria!. Bueno, esa era la hipócrita frase que usaba cuando alguien quería consolarlo de algo que él realmente no sentía. ¡¡Las odiaba!!, no podía sobreponerse, era más fuerte que él viendo a aquellos dos ejemplares acompañadas de dos compañeros, hermanos de género, que mansamente ocuparon sus sitios sin objetar, mientras ellas elegían, inspeccionaban y criticaban el lugar. Ernesto esperó pacientemente, y una vez sentados entre saludos y reconocimientos -algunos de ellos eran viejos usuarios de cuando estaba establecido en Benito Blanco- sintió que su máscara se iba descomponiendo. Cada vez le costaba más toda aquella actuación de simpatía y “servicialidad”. ¡¡Las odiaba!!, y ellos cómplices inocentes -a sus ojos- tenían que soportarlas. Igual que le había pasado tantos años con Marisa. Pero, por suerte, aquello lo había solucionado. ¡Esa no daría más problemas!. Aquel asunto yacía bajo en un nicho de La Teja. Pero éstas.... Por supuesto venía haciendo justicia desde que Marisa partió y quedó libre para actuar. ¡¡Todo, les incomodaba!!, "la mesa está sucia", "los individuales son de papel", " hay poca luz", etc. etc. Todo, eran quejas aquel medio día, ante la conversación conciliadora de los "parejos". "No importa, son divertidos, miren los personajes de estos individuales, parecen de Quino" decía uno de ellos, tratando de sacarle fuerza a las quejas. "Debe ser que han pintado con barniz y no está bien seco, no es grasa. La mesa está bien, apoyen las manos sobre el papel", decía el otro. Pero él las oía, y un sabor amargo iba subiendo desde su estómago. No podía remediarlo. Un volcán dentro de si iba tiñendo toda su conciencia. Se sobrepuso y se acercó con un trapo, limpió la superficie de la mesa con una semi sonrisa, y dijo -lo más suave que pudo- "Pero si Alba limpió las mesas al entrar". Luego rápidamente tomó los pedidos y los dejó con sus charlas. Parecía que no se veían desde hacía tiempo porque todo era informar unos a los otros sobre personas y lugares que ambas parejas conocían. Se alejó y pidió en el mostrador los platos solicitados. Taller Inicio de la Escritura en Prosa - 20


ERNESTO _____________________________________________________ Seguían charlando cuando llevó los dos Chivitos y la Milanesa a la Napolitana. El cuarto plato requería un poco más de tiempo. La recepción fue buena de parte de los esposos antes sus Chivitos. La señora de la Napolitana con tono gangoso comenzó a quejarse del tamaño. Con voz de niña dijo "Guillermo, me tenés que ayudar, yo no puedo con semejante cantidad, ¡Que grosería!". Él mirando su plato se disculpó, diciendo que no podría, tenía un Chivito abundante y sus papas fritas. La otra pareja intervino, él ponderó semejante Milanesa, y ella se unió a su amiga en los denuestos por el tamaño. Ernesto aclaró calmosamente que el cuarto plato tardaría un poco más, ellos no le hicieron mucho caso y comenzaron a comer. Poco después llevó los bifes de Merluza con salsa, dejó el pedido, y se retiró a completar otro llamado. En la mesa la mujer de la Milanesa dijo "eso es pescado", "no puede ser", respondió la otra, "pedí pollo Grillé, veremos”, y en efecto aquello era pescado. Llamaron al mozo, a él, que con prontitud se acercó sonriente pensando que iban a ponderar su cocina. "Mozo, Mozo, yo pedí pollo y esto es pescado". Solo atinó a decir, casi tartamudeando, controlándose a duras penas, "¿no pidió Merluza?". "Yo no dije Merluza en ningún momento, pedí pollo Grillé, ¿recuerda?". Con su última gran sonrisa dijo "no hay problema, en seguida traigo el pollo". En ese momento las dos señoras, como confabulándose, dijeron a dúo "no traiga nada, compartimos la gran Milanesa, pero queremos salsa de tomate para sazonar la división". Su cerebro rodó ligero, era el momento, "enseguida señoras, tomate para dos", dijo sonriendo enigmáticamente, y fue a buscar el envase. ………………………………. - Hola, Guillermo, soy Ana, quería hablar con Matilde. - Enseguida, está en cama, ha pasado una noche horrible, con dolores de estómago y vómitos. Pero ahora está más calmada. -¡¡No!!, yo estoy igual, voy a llamar al SEM para que me vean, no puedo más de acidez, estoy hinchada, me duele el vientre, cuando respiro, me duele hasta la columna. - ¡Increíble!, Te la paso. ENRIQUE SALGADO Taller Inicio de la Escritura en Prosa - 21


LOBO _____________________________________________________ Con mucho cariño a J.M. hij´astro brillante, que se mueve y lucha en la vieja Barcino.

Recibí a Lobo después de un grave accidente que me dejó lisiado a una edad en que los proyectos comienzan a acabarse. Fue el regalo de mi hijo menor, veterinario, que está involucrado en un proyecto que promociona el uso de animales domésticos, para ayudar a los minusválidos en su desenvolvimiento. Estaba intentando valerme por mi mismo para levantarme de un sillón, cuando entró como es él, todo fuerza y animación, silbando y con una gran sonrisa. -Aquí te traigo la solución de tus problemas, viejo, dijo con voz joven y fresca, -éste es Lobo, y mostró el bulto que traía en los brazos. Al principio, dominado por mi esfuerzo, no pude distinguir que era aquello. Algo se movía, y removía, en la manta que lo cubría. Juan Manuel lo dejó en el suelo y le dijo con voz muy seria: -Lobo, este es tu amo, obedécelo. Lobo sacudió su pelaje blancuzco con manchas negras. Movió la cabeza y me miró largamente con sus ojos azulcelestes, fríos y pensativos. Luego se me acercó y, oliéndome, tomó posesión de mí. Ese fue el inicio de una relación que me salvó de quedar inmovilizado en una silla, por el resto de mi vida. ¡¡Lo amé desde ese momento!! Siempre quise tener un perro, pero mil inconvenientes lo impidieron, el principal Ana, que protestaba, aún antes de tenerlo, por los pelos que habría, el olor, el trabajo que daría, etc. etc. en resumen nunca pude lograrlo. Pero en aquella oportunidad Ana estaba más sensible al verme como un anciano, cuando tenía un futuro promisorio hasta el momento del accidente. Y además viniendo de su hijo menor, su lucero del alba….¿Quién decía que no a Juan Manuel?, con aquella sonrisa deslumbrante, su ánimo de ayudar, su compromiso con todo lo que se le pedía. Lobo, cachorro adiestrado para ayudar, desde aquel momento fue mi compañía y mi sostén para todo. Me costaba pero era yo quien le daba de comer, lo sacaba a hacer sus necesidades, lo arropaba en su cucha por las noches, en una palabra tenía que acostumbrarse a que era su “macho alfa” de la manada. Me hacía gracia hablar de este tema con Juan Manuel, porque en

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LOBO _____________________________________________________ aquel momento yo era una verdadera piltrafa. Por él supe que lo tenía desde hacía unos meses, y lo entrenaba para su programa. Cuando tuve el accidente decidió, sin consultar, que yo sería su “conejillo de Indias”. Y así fue. Tanto dentro de casa como cuando salíamos nos movíamos juntos. Nos convertimos en una pareja clásica para el barrio. Una vez caminando sin rumbo, se nos acercaron dos individuos malcarados. Me detuve -y sin dejar de mirarlos, apoyándome con mi bastón- liberé ostensiblemente a Lobo de su correa. Él los miró con sus ojos de acero, y no hizo más que erizar los pelos del lomo. Los hombres comenzaron a retroceder y rápidamente se alejaron murmurando. Nosotros seguimos nuestro camino. Teníamos una compenetración tan completa que no necesitaba decir lo que deseaba, él lo intuía y lo ejecutaba. Especialmente en nuestras salidas. Día a día se veía su crecimiento y su dedicación a esa misión que le habían encomendado. Por mi parte, cada vez me animaba más, y agregaba un logro a mi lista. Por ejemplo dejé las lamentaciones porque Lobo me miró con sus ojos cristalinos que me decían ¿de qué te quejás? , lo vamos a lograr, y dejé de quejarme. Otras veces por mucho esfuerzo que hacía no lograba levantarme, entonces Lobo se me acercaba y juntos lo conseguíamos. Por sus características siberianas era sobrio, de poco pedir caricias y entretenimientos. Agradecía las mías y participaba en aquellos, pero lo suyo era estar atento. Aunque aceptaba a los demás, yo era su centro, su misión. Al mejorar visiblemente, seguí saliendo con Lobo todos los días. Fue en una de esas salidas que me dio su mayor prueba de amor. Cruzando una avenida, caminaba yo lentamente, cuando un vehículo apareció a toda velocidad. Lobo logró empujarme y sacarme del peligro, pero él fue arrollado por aquel inconsciente. Su última mirada fue tan desgarradora que la veré toda mi vida. Sus ojos azules expresaban dolor, pero orgullosos me decían: -Amo, estás a salvo, he cumplido mi misión. ENRIQUE SALGADO

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2015

TALLER

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