Travesía en Namibia

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Travesía en Namibia os años de arduo trabajo, fueron apenas suficientes para ahorrar el dinero que me permitiría realizar el viaje de mi vida, África fue siempre mi destino soñado y ahora que podía acceder a un tour por algunos de sus países no cabía de la dicha. Dispuesto a conocer personas, paisajes, culturas y animales alisté mis maletas, el pasaporte y tomé un avión a Namibia. Allí comenzaría mi tour, luego visitaría países como Nigeria, Camerún y El Congo... la emoción me invadía, me sentía realmente feliz. Lejos estaba de saber lo que sucedería apenas comenzando el viaje que se convertiría en una verdadera travesía. El primer sitio que visité en Nigeria fue Walvis Bay, un lugar fantástico, allí me recomendaron conocer el Walvis Bay Lagoon, y cuando estuve allí, el contacto con la naturaleza me dejó perplejo, porque no es fácil para unos ojos acostumbrados al gris de la ciudad, ver el resplandor del reflejo fucsia de los flamingos en el agua, o la blancura de los pelícanos que se posan en la playa o el brillo de la piel de los delfines que danzaban a lo lejos, como si me estuvieran dando la bienvenida. Tomé fotos hasta la saciedad, escribí algunas palabras en mi agenda y me alcanzó el tiempo para hacer también un par de dibujos, cuando llegó la tarde y me dirigí nuevamente al hotel un guía de turismo me entregó un folleto que promocionaba un safari al Parque Nacional Namib Naukluft, y lo decidí, ese sería mi destino el día siguiente. La mañana siguiente un autobús esperaba para llevarnos hasta el parque; antes de partir, se acercó un hombre joven quien se presentó como Santi, el guía del safari, luego de media hora llegamos a la entrada del parque y nos subimos en un Jeep para comenzar el recorrido. Transi-

tamos por increíbles llanuras africanas y luego de un par de kilómetros comenzamos a ver los animales nativos, primero fue una manada de antílopes, luego una mamá guepardo con dos cachorros, pasamos por el río Kuiseb y vimos una familia de hipopótamos que flotaban adormecidos en el agua hasta que Llegamos hasta un paradero donde había una caseta, Santi nos permitió bajar para refrescarnos. Mientras el grupo descansaba, vi a una distancia no muy lejana una pareja de estilizadas jirafas detrás de un matorral, en mi afán por retratarlas me acerque un poco, luego un poco más y un poco más hasta estar muy cerca, las dibujé rápidamente y me devolví, pero al regresar, ya no estaba el Jeep del Safari, sentí un nudo en el estómago, me asusté y no supe que hacer, así que comencñe a caminar con desespero por la rústica carretera sin saber hacia donde me dirigía. Caminé cerca de una hora y cuando estaba a punto de desfallecer vi una pequeña sombra que se acercaba a mí, era una niña que quizás por mi cara de angustia me tomó de la mano y me llevó hasta una aldea no muy lejana. Cuando estuve allí, muchos nativos africanos se acercaron, todos hablaban en una lengua


que no podía comprender pero creí reconocer el lugar, ¡claro! Era una de las fotos del folleto, lo busqué en mi maleta e identifiqué que se trataba de la tribu de los Top Naar y que la lengua que hablaban era el Nama, un dialecto ancestral. Traté de hacer señas pero no me comprendieron, así que saqué mi libreta y comencé a dibujar cada episodio de lo que me había sucedido y ¡me entendieron!. Uno de los hombres más viejos de la tribu me llevó hasta su morada y me brindó una refrescante fruta llamada ¡Nara, (como decía en el folleto) , el sabor era delicioso, creo que casi adictivo, de repente me había comido más de 10, me comencé a sentir adormecido, olvidé mi preocupación y caí en un sueño profundo. Desperté en una casa anegada por la arena del desierto, no comprendía nada, ¿En dónde estaba?, era como estar dentro de un sueño, salí y vi toda una ciudad cubierta por la arena, caminé un par de metros hasta una parada de autobús, revisé mis bolsillos y encontré 5 dólares namibios, era suficiente, un par de minutos después llegó un autobús y me subí esperando salir de ese onírico pero tenebroso lugar. El camino no fue muy largo, yo iba solo en el bus y lo único que sonaba, eran las canciones

de Elemotho en la radio, supongo que era el cantante namibio más famoso por esos días, entonces me relajé y esperé que el bus se detuviera en un lugar en el que al menos pudiera ver gente. Luego de 15 minutos llegué a la ciudad de Luderitz, que por fortuna hacía parte de los lugares que visitaría en los próximos días y me dirigí al hotel Sea View Zum Sperrgebiet, que tenía una reservado para alojarme dentro de cinco días, pensé que tal vez podía negociar y cambiar la fecha de la reserva. Cuando llegué y me identifiqué el recepcionista con gran sorpresa me dijo que había tardado en llegar, ¡me estaban esperando desde el día anterior!, le pregunté por la fecha y descubrí que el viaje al safari había sido ¡seis días antes!. Entonces, sentí un escalofrío, no recordaba nada. Subí a la habitación y desempaqué, mi cámara y mi celular estaban sin batería, pero mi libreta de dibujos estaba allí, la abrí y descubrí una serie de trazos que no podía reconocer como míos, en ellos, habían dibujos y retratos de los Top Naar, cazando, comiendo y hasta bailando, en algunos aparecían niños bañándose en el río y en otros mujeres cocinando, el último dibujo era una ¡Nara, con tres palabras escritas “¡Nara, Top Naar y Río Kuiseb”, lo único que pude recordar fue el delicioso sabor de la fruta y pensé que quizás consumirla tiene efectos inciertos, creo que no la volveré a probar jamás, por más que me esforcé no pude recordar nada, pero mi diario de dibujos me hace pensar que realmente viví un aventura y el sonido de esas tres palabras me hace sentir reconfortado, algún día regresaré y averiguré lo sucedido, porque si de algo estoy seguro es que esos amables africanos me salvaron la vida.


Elaborado por: Carlos Mario RodrĂ­guez R. Posgrado en Entornos Virtuales de Aprendizaje Virtual Educa


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