Por caminos de sotileza

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Por caminos de

SOTILEZA

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INDICE PROYECTO

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JUSTIFICACIÓN

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PLANO

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ITINERARIO

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Hospital de San Rafael Convento de Santa Cruz Parque del Agua y Mural de Sotileza Casa nº 30 de la Calle Alta Iglesia de Consolación Cuesta del Hospital Rampa de Sotileza “El Paredón” La Catedral Muelle de la Naos y La Dársena pequeña Plaza de Atarazanas Calle del Puente Arrabal del Mar y La Zanguina Caádío y La Maruca Casas del Muelle Puertochico y Monumento a los Raqueros Conjunto Histórico-artístico del Paseo, Jardines y monumento a Pereda

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PROYECTO El proyecto presentado es un itinerario cultural capaz de poner en valor los monumentos de una zona de Santander poco valorada, en la Calle Alta y sus alrededores. Se pondrรก en valor el patrimonio cultural de la zona, poco conocido y valorado, y se pretenderรก unir este barrio de la ciudad con el centro de la misma, haciendo llegar el itinerario hasta la zona mรกs apreciada de la ciudad, en el centro de la misma.

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La D谩rsena en 1715. Parece coincidir con el Playazo del Dueso, bajo el Pared贸n de la Calle Alta

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La Dársena en 1879

Paseo Marítimo en 2015

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JUSTIFICACIoN

Contamos con una base unificadora del itinerario en la novela de Sotileza, de Pereda. Se trata de una obra que transcurre a lo largo de toda la ciudad, de modo que deberemos elaborar una selección de elementos que puedan ser ordenados en un itinerario con una dirección y un sentido justificado en torno a la historia de Sotileza y a la de la propia Santander. Los personajes recorren muchos lugares dentro de la ciudad, pero no podremos elegir todos los lugares existentes en la novela, debido a la distancia interpuesta entre los mismos y a la línea desordenada que se traza entre todos, que dificultaría la marcha y la comprensión de la actividad. La idea será proyectar un recorrido abarcable por un público en una visita de no más de tres horas, pues la actividad podría convertirse en una acción tediosa con la que el público perdería la atención y se perdería el sentido del proyecto.

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Centro 34

Cabildo de Arriba

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PLANO

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Cabildo 3de Abajo 13

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Gamazo

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<<Ésta sí está ungida por la evocación literaria más ilustre. En ella vivían los pescadores de Sotileza, y desde ella se descendía a la dársena, pues entonces la bahía llegaba hasta donde están hoy enclavadas las estaciones. La comunicación del Barrio Alto y las riberas de la bahía no era fácil, sobre todo según se iba ganando terreno a las aguas, y al fin se resolvió la construcción de la rampa que por terminarse en los días de publicación se llamó y se llama de Sotileza. Ha variado mucho la fisonomía de la Calle Alta, aunque no tanto como la de la Rúa Mayor, pues aún restan edificios del tiempo en que habitaran en ella los personajes de la gran novela perediana, y podemos situar con la imaginación la casa en que viviera el tío Mechelín, que sirvió de refugio a la callealtera. El Paredón fue situado con toda autoridad por Pereda: “Lo que entonces se llamaba Paredón de la Calle Alta, existe todavía con el mismo nombre, entre la primera casa de la acera del sur de esta calle y la última de la misma acera de Rúamayor. Solamente faltan el pretil que amparaba la plazoleta por el lado del precipicio y la ancha escalera de piedra que descendía por la izquierda hasta la bajamar, atracadero de las embarcaciones de los mareantes, hoy parte de un populoso barrio de la estación de ferrocarril en el centro.

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ITINERARIO

Allí, en el paredón, celebraba sus cabildos el de Arriba, al aire libre si el tiempo lo permitía y si no, en la taberna del Tío Sevilla, que era como su holgadero, su lonja, su banco, su fonda, su tribuna, y más tarde o más temprano el pozo de sus economías. Allí tenían su ágora y su casino el Padre Apolinar y Sidora, y Cleto, y la Sargüeta y todos los suyos, y hasta allí se llegaban Bitadura y Andrés, y aquel era el resonador de las hazañas pesqueras de ambos cabildos y de las desgracias que el duro oficio imponía como contribución no regulada por arancel alguno. Dos momentos trágicos alcanzó la Calle Alta en lo que quedó arrasada la juventud marinera y poco menos maltrecha su población masculina adulta: Trafalgar y la Galerna del Sábado de Gloria de 1876. De aquella evoqué el recuerdo en Quijas, ante el solar de Alsedo Bustamante que mandaba en “El Montañés” la dotación cántabra de callealteros en gran parte.>>

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En el anterior extracto del texto de José María Cossío encontramos una buena descripción del Barrio Alto de los pescadores de Sotileza, comparado entre lo que fuera en el S.XIX, y lo que Cossío encuentra en el XX. Nosotros tendremos que seguir amoldando esta descripción a la realidad actual, que se ha conformado después de pasar por el incendio de 1941. Para nuestro proyecto elegiremos aquellos lugares que forman el Patrimonio cultural del barrio de la Calle Alta, así como algunos lugares no declarados de ningún modo de forma oficial, que sin embargo sí forman parte del patrimonio cultural y fueron recogidos en la novela, y que enlazan la Calle Alta con el resto de la ciudad. Nos centraremos, sin embargo, en aquellos espacios que recorre el personaje de Sotileza. No entraremos a recorrer la zona del Cabildo de Abajo al que pertenece el señorito Andrés pues, como ya hemos comentado, se encuentra en cierto modo alejado y desviado de la línea del itinerario que nos interesa para captar la atención del espectador, que es nuestro objetivo final. Algunos de los Bienes que encontramos en la calle no están tan descritos en la novela, pero suponen un telón de fondo y siempre formarían parte del escenario de los marineros, pues se trata de edificios históricos, muchos del S.XVI.

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Hospital de San Rafael. Punto de Inicio del recorrido 2.

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Convento de Santa Cruz

Entrada al Parque del Agua y Mural homenaje a Sotileza 4.

Casa de los Fernández Estrada. Calle Alta, 30 5.

Iglesia de Consolación

6. 7.

Cuesta del Hospital

Rampa de Sotileza. “El Paredón” y la casa de Sotileza 8. 9.

Catedral

Antiguos muelles

10. Plaza de Atarazanas 11. Calle del Puente 12. Arrabal de la Mar. “La Zanguina” 13. Cañadío. “La Maruca” 14. Casas del Muelle 15. Puertochico y monumento a los Raqueros 16. Conjunto de los jardines de Pereda. Monumento a Pereda

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1. HOSPITAL DE SAN RAFAEL PUNTO DE ENCUENTRO Nuestra visita comenzará en el Hospital de San Rafael, actualmente sede del Parlamento de Cantabria, que se presenta abierto al público y es visitable a determinadas horas. Se trata de un espacio fácilmente reconocible y muy accesible, a la vista del público y bien señalizado. Además es el primero de los edificios históricos que encontramos en el entorno de la Calle Alta de Sotileza, de modo que se convierte en uno de los lugares idóneos desde donde empezar nuestro recorrido, de modo que este sea ordenado y accesible a todo el público.

PRESENTACIÓN DEL/LA GUÍA La primera acción a llevar a cabo en el caso de la visita guiada, será la presentación de los guías encargados de mostrar los espacios al público, de manera que se romperá la distancia que existe entre desconocidos, y será más fácil sostener un discurso divulgativo y de transmisión de la cultura con el visitante, con el que ya se habrá abierto un rol de relación comunicativa. En este punto se podrán presentar también los participantes para que todos los asistentes puedan referirse entre ellos y sostener esta relación de comunicación no sólo con el guía, sino también entre los propios visitantes, de manera que el recorrido de interpretación se convierte también en una espacie de tertulia en la que podrán surgir, si el público está dispuesto, debates sobre lo explicado por el guía.

PUESTA EN SITUACIÓN DEL ESPECTADOR EN EL ITINERARIO En este punto inicial se sitúa al visitante en un contexto de la ciudad, social e histórico del S.XIX, que es cuando tiene lugar la acción de la novela. Se hablará brevemente sobre la evolución histórica de la ciudad desde la fundación de la villa por los romanos tras las Guerras Cántabras. Y de la evolución urbanística, con la aparición de la Puebla Nueva sobre la Puebla Vieja, y la expansión de la ciudad más allá de las murallas desde el S.XIV en los dos Arrabales, el de Fuera de la puerta y el del Mar. Se hablará de la importancia del puerto para Santander, tanto para la pesca, como desde el punto de vista naval y comercial. Se explicará que la calle Ruamayor es la primera calle que aparece en la ciudad, la más vieja, en la que tradicionalmente se habían situado los edificios más nobles, hasta que empiezan a situarse en el centro de la ciudad y en las afueras. La Calle Alta es una de las calles que componen el Arrabal de Fuera de la Puerta, y se deberá explicar que sigue el camino que llega desde Burgos, por donde pasan todas las mercancías y se desarrolla la actividad comercial de la carretería.

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Se explicará el cambio social que había experimentado la calle en el S.XIX, de estar habitada por familias nobles, ilustres y adineradas, a ser el barrio de los pescadores. Hablaremos de las relaciones sociales y de la importancia que las mujeres tienen en el funcionamiento social y laboral, desde el momento en que muchos hombres callealteros fallecen en batallas navales como la de Trafalgar. Una vez presentado el contexto socio-histórico de la calle, se pasará a hablar de la creación de la novela de Sotileza y su ubicación dentro de la misma. Es el momento de hablar de la voluntad de Pereda por escribir una novela costumbrista sobre las actividades de los pescadores de Santander y de una ciudad que había conocido en su infancia y que, en el momento de escribir, ya estaba desapareciendo. Se presenta una breve sinopsis de la novela, que es la que sirve como nexo de unión entre los monumentos de la Calle Alta y del centro de Santander en el recorrido propuesto.

Silda, es la huérfana de un pescador santanderino que muere en una de las salidas de pesca del besugo junto al resto de sus. Así, debe ser acogida en la casa del desagradable Mocejón, cuya mujer e hija dan a la niña un trato brutal; tras huir de la casa de los malos tratos y deambular por los muelles de Santander junto a los raqueros Muergo, Sula, Cole, Tolete y Guarín, es encontrada por Andrés, el hijo del capitán de “La montañesa”, una de las Naos más importantes de la ciudad, que se dedican al comercio de ultramar. Junto a Andrés, ayudados por el padre Apolinar, la muchacha conseguirá pasar a vivir bajo cuidado del matrimonio, también de pescadores, tío Mechelín y tía Sidora, que la educan y le dan cariño hasta apartarla de la vida de los raqueros y pilluelos de Santander. Débil, graciosa, pero insensible y fría de carácter, por su limpieza y pulcritud a la par con su habilidad para las labores caseras y su amor al trabajo, Silda es apodada Sotileza cuando llega a la adolescencia. La novela relata cómo con el paso del tiempo, los amigos de diferente condición social se van alejando, y cómo los jóvenes se enamoran de Sotileza, que deberá elegir con quién pasar el resto de su vida. Nos encontramos con una situación perfectamente real, en la que una joven debe casarse para sobrevivir y porque es la norma social establecida y aceptada; y cómo Andrés no puede ver cumplido su deseo de vivir su amor por la muchacha, debido a los mismos motivos sociales que ya hemos mencionado. Entre tanto, mientras circula la acción de la vida y las andanzas de la joven, Pereda nos muestra un escenario costumbrista que se acaba a finales del S.XIX con la revolución industrial plena, pero que rescata de sus recuerdos de infancia para que no se pierda en el olvido. Pereda retrata una clase social de trabajadores del mar muy pobres, en unos espacios que ya han desaparecido y en un Santander transformado con los ensanches y las remodelaciones urbanísticas, finalmente, casi perdido bajo las llamas del incendio de 1941, pero del que aún, sin embargo, quedan algunos restos históricos que rescatamos en este itinerario que sigue las huellas de los pasos que Sotileza y sus amigos y allegados dan por la ciudad tan antigua. Esta novela relata y describe <<las nobles virtudes, el mísero vivir, las grandes flaquezas, la fe incorruptible y los épicos trabajos>> de los valerosos y pintorescos marineros y pescadores del Santander de mediados del siglo XIX. Con su narración viva, realista, humana, exacta en sus descripciones y de vigoroso diálogo, en Sotileza, Pereda trasciende lo regional y costumbrista por la profundidad con que se adentra en la psicología de los diversos personajes, y finalmente deja una obra que retrata y conserva para siempre la imagen de un Santander histórico, en ebullición y en pleno apogeo.

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Una vez llevada a cabo esa introducción al contexto socio-histórico de Sotileza, podemos pasar a visitar los espacios que han sido seleccionados para el recorrido y que sirven como escenario de la novela. El Hospital de San Rafael es uno de los edificios conservados más antiguos de Santander. Se trata de un edificio cuya construcción fue promovida por D. Rafael Menéndez Luarca, cuando fue nombrado Obispo de la Diócesis, y realizado por el arquitecto municipal D. José Alday Fernández, con el objetivo de reemplazar el viejo Hospital de la Misericordia ubicado en la Cuesta del Hospital, más adelante en la calle, comunicando Ruamayor con Ruamenor (antigua calle Carnicería) y con la zona baja de Santander, aún hoy existente en el mismo lugar y con el mismo nombre. Se lleva a cabo el proyecto en muy poco tiempo, debido a la escasez de recursos económicos, que no permitían elevar un edificio de gran complejidad de modo que, inaugurado en 1791, sufriría sucesivas ampliaciones y reformas con el paso del tiempo. Se trata de una construcción de planta cuadrangular, clasicista higienista, con patio central alrededor del cual se disponen las fachadas con soportales de arcos en el cuerpo inferior. Con volúmenes rectos y limpios que se alejaban de la decoración excesiva y buscaban la funcionalidad. La fachada principal está hecha con sillería, con nueve arcos que forman un soportal de acceso, de estilo barroco más nueva que el resto de la construcción. El edificio se construyó para ser un hospital para pobres, hospicio, casa de maternida, y finalmente centro clínico asistencial; sufragado mediante limosnas. Tenía hasta 200 camas, regentado por las Hermanas de la Caridad desde 1847, y de gran importancia para Santander durante la Guerra de Independencia a comienzos del S.XIX, y con la explosión del barco “Cabo Machichaco” en 1893. El hospital se cerraría en 1928, cuando abrió sus puertas la Nueva Casa de Salud Valdecilla, de mayor tamaño y más especializada. Tras esto, fue utilizado como cárcel, sede de actividades culturales, escuela de Artes y Oficios y Conservatorio, hasta que la Asamblea Regional de Cantabria decide restaurar y rehabilitar el edificio y darle uso como sede permanente, de modo que el edificio queda protegido contra peligro de ruina o especulación constructiva. Un proyecto de restauración que fue reconocido y galardonado con varios premios, entre los que destaca el Diploma de Mérito del Premio Europa Nostra en 1987 para la protección del patrimonio arquitectónico y natural europeo, y que ha sido incluido en el inventario de Patrimonio Cultural de Santander y de Cantabria. Finalmente, el antiguo hospital de San Rafael sería declarado Bien de Interés Cultural con clasificación de monumento, el 3 de Junio de 1983. Como vemos, tiene mucha importancia para el lugar y la ciudad en su momento. Aunque Pereda no hace una referencia explícita a los servicios del hospital, sí que debemos visitarlo como participante del recorrido pues históricamente aquí se encontraría en el momento en que transcurre la acción, y es lógico pensar que más de un raquero y mareante, así como personajes como la madre de Muergo pasarían un tiempo entre los muros del mismo, así como los marineros que sobrevivieron a la Galerna del Sábado de Gloria que aparece al final de la novela.

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Hospital de San Rafael en 1900

Antiguo Hospital de San Rafael, actual sede de la Asamblea de Gobierno de Cantabria en 2015

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2. CONVENTO DE SANTA CRUZ

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El Convento de Santa Cruz es uno de los edificios conservados más antiguos de la ciudad de Santander, situado también en el Cabildo de arriba, prácticamente frente al antiguo Hospital de San Rafael. Uno de los espacios más importantes de la Calle Alta, aunque pasa desapercibido para los transeúntes; y también representativo de una época moderna del S.XVI, pues se trata de una construcción llevada a cabo por encargo y financiación de una de las familias más importantes de Santander en la época. Fue ordenado construir a mediados del S.XVII por Doña María de Oquendo, cuando enviudó de su marido don Fernando de Riva-Herrera, armador real de la ciudad que también dejó su huella en otras tantas manifestaciones arquitectónicas en la ciudad, como el palacio de Pronillo, que aún hoy se conserva a la entrada a Santander; representantes del cambio social en la ciudad, hacia una nueva presencia de gran importancia de la burguesía comercial como motor de la ciudad de Santander. Doña María inició los trámites para la fundación del convento en 1631, y en 1635 obtuvo la licencia de las Cortes para comenzar la construcción del mismo, aunque no se inicia hasta 1641, bajo la dirección de Fray Lorenzo de Jorganes. Y todavía debe esperar la agrupación de monjas Clarisas 15 años más, hasta 1656, para poder tomar posesión del edificio, cuando ya pasaban 12 años desde el fallecimiento de la fundadora, de modo que la obra habría quedado en manos de su sobrino D. Miguel de Oquendo. Finalmente las religiosas obtienen un edificio ejemplar de la arquitectura conventual renacentista, que destaca por la sobriedad clasicista y la pureza de sus líneas; la iglesia de una sola nave con capillas laterales entre contrafuertes, cubierta con bóveda de cañón y rematada por un ábside poligonal muy llamativo desde la calle, cubierto con cúpula de ½ esfera sobre pechinas. A partir de la toma de posesión en 1656, el convento sería la sede y refugio de las monjas clarisas hasta que en 1835 son expulsadas del edificio, debido a los problemas económicos de la organización desde principios del S.XIX que no puede sostener su posición en el espacio frente a los intereses del obispado en relación a la instalación de una sede y fábrica nacional de tabacos en Santander. A principios del siglo XIX se buscaba un emplazamiento adecuado para instalar esta fábrica nacional de tabacos. Se estudiaron las posibilidades del monasterio de Corbán y el ex-colegio de los jesuitas, donde residía el Obispo y, aunque en un principio éste estuvo de acuerdo en instalar la fábrica en el palacio episcopal, encontró una solución más cómoda para él, en ofrecer el Convento de Santa Cruz para tal efecto, por lo que la compañía empezaría un camino largo por distintas sedes. Finalmente, en 1838 el edificio se convierte en factoría de la compañía nacional Tabacalera hasta el año 2002, cuando se traslada la producción a la nueva fábrica de Entrambasaguas. En la actualidad la construcción callealtera permanece sin uso, y sigue siendo propiedad de Tabacalera S.A., más tarde Altadis, ahora parte de Imperial Tobacco; aunque se prevé su transformación como sede del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria. Según esto, en el momento en que transcurre la acción de Sotileza, el edificio ya sostendría una actividad como fábrica de tabacos, un dato de gran interés, pues se trataría de una fuente muy potente de trabajo, sobre todo femenino. En los estudios que Simón Cabarga hace sobre la obra de Sotileza y otras novelas de Pereda como Nubes de Estío, nos habla de las mujeres de mar y de las sardineras, obligadas a trabajar tras los desastres de Trafalgar y de la guerra de independencia, donde mueren muchos marineros Santanderinos y, especialmente callealteros. Así, mientras el Convento habría funcionado con un objetivo y cometido social y altruista de trabajo con los más desfavorecidos, el funcionamiento del edificio como fábrica de tabacos habría ofrecido trabajo a más de 1200 mujeres, lo que supondría una mejora y sostenibilidad de las familias de esas mujeres trabajadoras, sin tener que trabajar necesariamente en oficios relacionados con el mar, de gran dureza. El Convento de Santa Cruz y fábrica de tabacos fue declarado Bien de Interés Cultural el 22 de Mayo de 1982con la consideración de monumento y, sin embargo, se mantiene en la Calle Alta en un estado preocupante tras el abandono por la empresa Altadis. Con una protección administrativa e institucional, pero sin una protección a efectos físicos, lo que pone en gran peligro de ruina al edificio. De este modo, queríamos pasar por este edificio renacentista, uno de los más antiguos de la ciudad y escenario indispensable de las andanzas de Sotileza por la Calle Alta, para dar idea del tesoro desapercibido que conserva la ciudad, al que sin duda habrá que dar un uso rápidamente, y someterlo a rehabilitación y acondicionamiento para que la construcción pueda sobrevivir entre la sociedad santanderina.

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3. ENTRADA AL PARQUE DEL AGUA En nuestro recorrido lineal por la Calle Alta llegamos a la entrada al Parque del Agua, también llamado de Sotileza, junto al que se sitúa un edificio de muro liso, en el que se ha podido colocar el mural dedicado a la obra de Sotileza y al recuerdo de los mareantes que habitaban en el Cabildo de Arriba hasta finales del S.XIX. El Parque del agua se llama así porque a lo largo del mismo, desde la entrada en la Calle Alta hasta el final en el último tramo de la misma, en la zona de Valdecilla Sur en las afueras de la ciudad, se recorren una serie de monumentos que sirven de homenaje a los diferentes cursos de un río. El parque circula paralelo a las vías del tren que parten de la estación, justo bajo el lugar en que se unen la Calle Alta y Ruamayor, y habría sido una zona de acantilados y playazos en muchos puntos pues, en la época en que transcurre la trama de Sotileza aún no se habría ganado el terreno al mar para construir toda la zona actual de vías de tren y las calles de Castilla y Marqués de la Hermida, así como el puerto y el nuevo barrio pesquero; aunque al final de la novela ya se habla del inicio de los trabajos que darían lugar a la actual forma de la ciudad. El mural en la pared homenaje a Sotileza se llevó a cabo en 2003. Se trata de un proyecto colectivo a realizar en el muro liso, vacío del portal nº29 de la Calle Alta, que podría haber sido precisamente la casa en que se inspirase Pereda para describir de Sotileza, es decir, que podría haber sido el espacio en que habitara Sotileza en el S.XIX, según palabras del artista santanderino José Ramón Sánchez, investigador de la novela que también se encarga de realizar los bocetos y la planificación del mural para el muro de la casa que tratamos, y de hacer la edición ilustrada de Sotileza en la última década. La idea inicial surge en 1992 debido al gran impacto visual que causaba la medianera vacía de la casa en el paisaje visual de la calle. La iniciativa queda apartada durante un tiempo, pero con la recuperación de la ladera sur de la Calle Alta y la construcción del nuevo Parque del Agua se reactiva el proyecto para embellecer de alguna manera la gran pared ciega de 240m2, y nunca mejor que con un mural dedicado a Sotileza, considerada la novela de Santander, y más en la Calle Alta y, precisamente, en el edificio en el que viviera la callealtera. El mural surge con vocación de presentar una fachada tradicional de la Calle Alta, con tipología básica de balcónventana que transmitiese continuidad visual ficticia de los edificios de la calle y contrarrestar la seriedad y uniformidad del muro liso. Para conseguir una mayor animación y embellecer aún más el muro se pensó en dar vida al conjunto con la introducción de personajes que representaron un vecindario, y es cuando se piensa en utilizar aquellos personajes de la Novela de Santander relacionados con la historia de la calle Alta que podrían representar la vida en el antiguo Cabildo de Arriba. Con este objetivo, el ayuntamiento planteó el proyecto al artista josé Ramón Sánchez, que presentó un boceto que pretendía introducir a los personajes de la novela más representativos del cabildo de arriba, los raqueros, el Padre Apolinar, la familia de Mocejón, tía Sidora y tío Mechelín, Silda y Andrés. También retratados Pereda, el autor, y su amigo Menéndez Pelayo, ayudante, fiel seguidor y, además, callealtero. Todos los personajes divididos en un esquema de cinco alturas, como el de la casa real. La idea surge del director de la Escuela Taller de Santander, del boceto que cae a cargo de José Ramón Sánchez, y el trabajo es acometido por la escuela taller.

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Y MURAL DE SOTILEZA

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4. CASA Nº 30 EN LA CALLE ALTA

Continuamos nuestro camino de forma lineal y no es necesario alejarnos mucho para llegar al número 30 de la Calle Alta, pues se encuentra exactamente frente a la casa que da entrada al Parque del agua y que contiene el mural dedicado a Sotileza, en el número 29. Esta casa del número 30 es uno de los elementos más interesantes del patrimonio cultural de la ciudad. No se encuentra respaldada por un mecanismo de protección institucional y no cuenta con una declaración específica como Bien del Patrimonio Cultural, pero forma parte del mismo como muestra de una tipología constructiva que, en su mayoría, se perdió con el incendio de la ciudad de 1941, por el cual pasó a ser el edificio habitado más antiguo de la ciudad, único superviviente de un pasado de las tipologías constructivas de los pescadores santanderinos, que queda protegido gracias a su habitabilidad y aún utilidad, pero que debería contar con más mecanismos de defensa y protección ante eventuales amenazas, y que puede ser un orgullo para la calle por su conservación como un tesoro remoto dentro de la ciudad reconstruida sobre aquella que desapareció bajo las llamas. Se ha estudiado y establecido que el escudo de armas que ocupa la fachada debió ser realizado a mediados del S.XVIII, y que la familia debió habitarla desde principios del S.XVII, cuando aparece documentado en el censo de la ciudad un tal Antonio de Estrada como vecino de la villa. Con la unión de las familias Fernández y Estrada se daría lugar al escudo de tipo ovalado con las armas de familia que, en la actualidad, nos confirma la realidad del papel de Ruamayor, en el pasado, como una de las calles más importantes y nobles, todo lo contrario al momento en que se retrata la vida de Sotileza. La casa responde a un esquema constructivo tradicional, derivado de la casa tradicional rural. Con fachada estrecha y mucha profundidad, en varias plantas, y con balconada, como las que Pereda describe cuando habla de la Calle Alta en su libro y describe los balcones como un lugar lleno de actividad en el que había que tener cuidado al pasar en determinados momentos, pues las pescadoras y sardineras podían estar limpiando las piezas en el quicio del balcón y embadurnar a cualquiera, o en el caso de la familia de la Sargüeta y Carpia, utilizarlo como el lugar desde el que soltar algún improperio. A medida que avanza el tiempo, Santander adquiere más presencia a nivel nacional, en parte gracias al buen trato que el rey tiene con la ciudad. Con esto se produce una demanda grande de vivienda en el espacio urbano, dentro de las murallas, por lo que va a ser necesario un cambio en la tipología constructiva que añadiría nuevas plantas, con bodega, hasta llegar a la tipología de vivienda más parecida a lo descrito en el libro y reconocible en el número 29 de la calle Alta.

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5. IGLESIA DE CONSOLACION La iglesia de Consolación se ha convertido en un referente de la Calle Alta y, además, forma parte indiscutible de esta novela que nos está ayudando a recorrer y unificar diferentes espacios del patrimonio cultural de las Calzas Altas de Santander. La actual iglesia de Consolación está construida sobre el antiguo Hospital de San Pedro, del que dependía la antigua ermita de Consolación. La historia del nuevo edificio comienza a mediados del S.XVIII, cuando el indiano mexicano Pedro Corbán de la Vega decide donar 212558 reales a la ciudad de Santander, con la idea de ampliar la antigua ermita. En un primer momento, sin embargo, se pensó dedicar el dinero a la creación de una nueva catedral en la Puebla Nueva, pero finalmente se siguió el designio del indiano y se construyó la nueva iglesia de Consolación que ampliaría la vieja ermita antiguamente denominada Nuestra Señora de la Calzada, sobre los cimientos del antiguo hospital de San Pedro, cuya primera referencia es de 1321. Así pues, las obras de construcción comenzaron en 1757 y finalizaron en 1773. Y se dio lugar a un edificio nuevo de tipo barroco, sin embargo bastante sobrio, con detalles en el pórtico y sencillez durante el resto de fachada, salvo decoración de zócalos y salientes en solana en algunos espacios, y la aparición intercalada de formas rectas y curvas, con la presencia de dos salientes circulares a ambos lados del pórtico. Con la presencia típica de espadaña barroca de dos campanas, que era la encargada tanto dentro como fuera del libro que nos ocupa, de llamar a los mareantes del Cabildo de Arriba para navegar o ir a pesca y de avisar de cualquier contratiempo. Representante de este periodo, como la construcción coetánea del Hospital de San Rafael, actual Asamblea Regional, construido una vez desaparece el Hospital de San Pedro que se convierte en la iglesia que nos interesa en este momento. Al parecer una construcción que ya se preocupaba por las corrientes higienistas de la época, sobre buena ventilación, o lejanía con el centro de la ciudad. También escenario de las fiestas del patrón de la Calle, San Pedro, descritas en el IX capítulo de la novela con todo tipo de detalles, en los que Pereda narra cómo la iglesia permanecía abierta al rezo y al ir y venir constante de las gentes dentro y fuera de la iglesia, cuya fiesta discurría paralela a actos menos religiosos como pueden ser la verbena, el baile o el juego de las cartas en las puertas de las bodegas. La iglesia se convirtió en la iglesia representante de los marineros del cabildo de Arriba, y en 1868 adquirió el título de Parroquia, bajo la advocación de Nuestra señora de la Consolación.

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6. CUESTA DEL HOSPITAL La cuesta del Hospital es una de las calles más antiguas de la ciudad. Se trata de la calle que comunicaba la Rúa Mayor con la antigua calle Carnicerías, la actual Ruamenor, y con la zona baja de Becedo. Llegamos a divisar la Cuesta cuando continuamos nuestro camino en línea recta por la Calle Alta. Dejamos a la izquierda la calle de María Egipciaca, donde se ubicó en otros momentos un hogar de acogida para mujeres y posteriormente la cárcel. Y el mural que adorna de nuevo un muro liso de una de las casas que hacen esquina en la calle de María Egipciaca, dedicado al Alcalde del Mar, es decir, el presidente del Cabildo. Continuando el recorrido hacia adelante, llegamos a un cruce de caminos. Ya nos encontramos en la calle Ruamayor, una calle totalmente diferente a la que conociera Sotileza, debido a los cabios que se llevaron a cabo en la ciudad tras el famoso incendio del 41. Sin embargo, aún queda este cruce de caminos tal y como lo conocieran los pescadores del cabildo de arriba en el siglo XIX. Según escribe el historiador de Santander, Simón Cabarga, la calle se habría llamado en principio Calle de San Pedro, y cuando la ciudad aún estaba limitada por las murallas medievales, sería aproximadamente en este punto de confluencia de calles donde se establecería el límite del muro, y se abriría la puerta de San Pedro hacia el exterior, concretamente hacia la Calla Alta o de Fuera de la Puerta. De frente, continúa Ruamayor. A la derecha desde la calle alta, aparece una nueva rampa. A la izquierda, se coloca la famosa Cuesta del Hospital por la que Andrés tantas veces bajara hacia la ría de Becedo para llegar al cabildo de Abajo. Esta calle no consiste en un elemento especialmente significativo, no más que las calles que hemos pasado. Pero aún conserva algunos de esos edificios que se salvaron de las llamas del fuego del 41, remodelados. Otros no tan antiguos como la casa del Número 30, pero todos con esa tipología de las casas de los trabajadores del mar santanderinos, con bodega inferior y una sucesión de 5 alturas, siempre con balcón. La cuesta del hospital ha sido tradicionalmente un espacio de bares y cafetines, y una zona en la que la prostitución ha estado más o menos normalizada, según las palabras que la presidenta de la asociación de vecinos, Yolanda Fernández, daba al diario local “Alerta”; el problema real de la calle llega en los años 80 del siglo pasado, que llevan consigo el negocio de las drogas a la calle y la convierten automáticamente de ser una de las zonas más humildes a ser una de las zonas más degradadas y despreciadas por la ciudad, una zona decadente a la que no se prestó suficiente atención y que, por muchos años, ha estado abandonada a su suerte. Sin embargo, el carácter histórico y la presencia continua en el libro de Sotileza en los viajes de unos y otros y en las largas descripciones de la calle, hacen obligada la parada para visualizar la calle y el paisaje que se abre a sus pies, que nos muestra lo que antiguamente sería la vía de Becedo.

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La cuesta del Hospital en la actualidad. Bajada hacia el Ayuntamiento

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7. RANPA DE SOTILEZA, “EL PAREDON” <<Lo que entonces se llamaba Paredón de la Calle Alta existe todavía con el mismo nombre, entre la primera casa de la acera del sur de esta calle y la última de la misma acera de Rúa Mayor. Solamente faltan el pretil que amparaba la plazoleta por el lado del precipicio y la ancha escalera de piedra que descendía por la izquierda hasta bajamar, atracadero de las embarcaciones de los mareantes, hoy parte de un populoso barrio con la estación de ferrocarril en el centro. Allí, en el paredón , celebraba sus cabildos el de Arriba, al aire libre si el tiempo lo permitía y, si no, en la taberna del tío Sevilla, que era como su holgadero, su lonja, su banco, su fonda, su tribuna y más tarde o más temprano el pozo de sus economías>>

Esto lo escribe Pereda en Sotileza, refiriéndose al Paredón por el que bajaban los mareantes del Cabildo de Arriba al playazo del Dueso, donde estaban atracadas sus barquías. Y lo compara con lo que existía en el momento de escribir el libro. Todo un ensanche que había hecho desaparecer el agua de mar de las inmediaciones del antiguo paredón, en cuyo borde se celebraban las reuniones del Cabildo para decidir sobre los aspectos que atañían a todo el barrio. Y cerca de cuya bajada se colocaba la casa de la tía Sidora y el tío Mechelín. Se trataba del ensanche con el que toma forma la calle Cádiz, que se sitúa donde estaba el playazo de atracadero. Y en el lugar que ocupaba el mar, estaba ya cuando Pereda acaba el libro, la estación de ferrocarril que se mantiene hasta hoy en día. Todavía se ha ganado más terreno al mar, con el ensanche de Maliaño, que comprende la existencia en la actualidad de Calles como la calle Cádiz, el nuevo barrio pesquero, etc. Y en el lugar que llamaban Paredón, por donde Silda bajaba a la zona baja a buscar pescado y llevar redes, se situó una rampa por la que debían circular los carros de mercancías, a la que se puso el nombre de la Rampa Sotileza, como un homenaje a la novela, dado que la supuesta casa de la joven protagonista se había ubicado a la entrada de la rampa. En sus estudios, Simón Cabarga nos informa de que efectivamente, tal y como decía Pereda en Sotileza, debía existir una bajada por el paredón hacia el fondeadero de la calle Alta, pero no una amplia escalinata como él describe sino más bien un camino angosto y empinado. El lugar del Paredón era la terminación en acantilado de la tierra, que se detiene frente al mar y forma la playa a sus pies. Y el nombre de Paredón le viene desde la construcción de las murallas medievales, que circulaban por su lugar, aprovechando la forma natural del acantilado. Desde principios del S.XIX aparecen una serie de quejas por el derrumbe de ciertas partes de la muralla y, finalmente, con la construcción del ferrocarril y el relleno de la playa, resulta necesaria la construcción de una vía accesible y suficientemente amplia y transitable que comunicara el cabildo de arriba con la nueva ciudad que se estaba construyendo a sus pies. Así, en 1874 se planeó en el Ayuntamiento la apertura de una vía de comunicación desde la Cuesta del hospital hasta el ensanche de Maliaño, al otro lado del cabildo y en la zona baja. En 1883 se llega a la solución definitiva de la construcción de la rampa en serpenteo. Poco después de la construcción de la rampa, aparecía la novela de Sotileza, que retrataba un Santander muy diferente al que ahora se mostraba al público, y se decidió dar a la rampa el nombre de la protagonista.

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Es interesante acercarse a la zona superior de la Rampa, que aún conserva hoy en día parte de la esencia marinera, aunque todos los mareantes se marcharan obligados por los rellenos del Dueso; en las casas de tipo marinero. Y aún se conserva la plaza en donde se realizaran los cabildos, en la parte más elevada, junto a la esquina del último edificio de la Rúa Mayor antes de llegar a la intersección con la cuesta del hospital y la rampa de Sotileza, en donde Simón Cabarga situaba la casa que habría servido de inspiración para describir la que da cobijo a Sotileza. Así pues, tenemos dos teorías que ubicarían la casa de la joven entre el 19, como afirma José Ramón Sánchez cuando habla de su mural: y el número 3, donde nos encontramos, que dice Simón Cabarga. En cualquier caso, tenemos un tipo de construcción característico que sirve como perfecta puesta en situación del visitante. Y, finalmente, podremos disfrutar de la vista que, si bien hoy en día aparece tapada por todos los edificios de nueva construcción en el ensanche de Maliaño, si aplicamos la imaginación suficiente, podremos imaginar frente a nosotros la visión del mar que tenían que experimentar Silda y sus amigos y familiares.

La Rampa de Sotileza en la actualidad. De arriba a abajo, las imágenes muestran el recorrido desde la Calle Alta hacia la Calle Cádiz

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Ahora ya estamos abandonando el barrio de las Calzadas Altas de la Calla Alta y Ruamayor y todas las calles paralelas y trasversales. Nuestro objetivo ahora es bajar hacia la ciudad y conseguir conectar esta zona un poco alejada y quizá marginada de la ciudad con el resto de la misma, para lo cual también seguiremos los pasos que dan por la antigua ciudad de Santander los protagonistas de este libro que nos mantiene ocupados. Con este recorrido que siguen los personajes del libro, encontramos la figura del segundo Cabildo de pescadores, que se establece en el otro arrabal fuera de la puerta que se empieza a crear a partir del S.XIV, esta vez en la Puebla nueva: el Arrabal del mar, donde viven algunos raqueros como Muergo o el mismo Pae Polinar. A partir de ahora, pues, empezaremos a disfrutar de ese camino que ya ha desaparecido, por el centro de la ciudad, donde vivía el señorito Andrés, hacia el Arrabal del Mar. Muchos de los lugares por los que circulaban las gentes del S.XIX han desaparecido bajo sucesivos ensanches y rellenos de tierra sobre marismas y rías, de modo que en gran parte el paisaje descrito por Pereda habría desaparecido, pero nuestro objetivo es recuperarlo y sacarlo del campo de la memoria colectiva, dirigiéndonos por esos espacios que en otro tiempo fueron agua, muelles o espacios de recreo para los jóvenes raqueros. Así pues, aunque seguiremos encontrándonos en nuestro camino con monumentos y edificios, lo que más buscamos es recorrer los mismos caminos para descubrir cómo era el escenario de la ciudad hace más de cien años, y cómo diferentes motivos como la industrialización, el ferrocarril, y el incendio de 1941 afectaron a la disposición de la ciudad. En busca de un patrimonio inmaterial perteneciente a la memoria colectiva de Santander que se moverá entra calles perdidas y recientemente aparecidas.

Rampa de Sotileza desde el Parque del Agua

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Calle Cรกdiz en 2015. Debajo, la Calle Cรกdiz en 1928, que llega al Palacio Episcopal

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La Rampa de Sotileza nos conduce directamente a la Calle Cádiz. Estamos en la calle que surge de ese playazo del Dueso, que servía de atracadero para los marineros del Cabildo de Arriba, antes de que Santander empiece a sufrir una fuerte modificación urbanística a finales del S.XIX, que consiste en el ensanchamiento de la ciudad hacia el mar, con la creación de los nuevos muelles y, sobre todo, del ensanche de Maliaño de objetivos comerciales e industriales. A finales del S.XIX el ferrocarril llega a la ciudad de Santander, que era un puerto de gran importancia para el comercio de ultramar y con otras ciudades europeas por mar. Es necesario el ferrocarril como comunicación con la que hacer el transporte de mercancías de forma mucho más rápida que la carretería existente hasta entonces. Se rellena la zona del Dueso y se construye el barrio de las estaciones, que aún existe y que da forma a la Calle Cádiz. Esto supone, por una parte, el establecimiento de nuevas zonas residenciales, muy favorable para esa nueva población que llega a la ciudad y quiere vivir en ella y trabajar. Sin embargo, muy desfavorable para los pescadores de los dos Cabildos que, despojados de sus espacios de atracadero y cada vez más alejados del mar, deben desplazarse a otras calles de la ciudad. Será pues, aquí, a finales del S.XIX y comienzos del XX cuando los pescadores se establezcan en el nuevo barrio pesquero de Tetuán, al que hoy no llegaremos, pero que no deja de tener gran interés, y que del mismo modo será abandonado por la sociedad pescadora cuando se construya el poblado pescador en el ensanche de Maliaño, tras el incendio del 41. Al fin, llegamos al final de la Calle Cádiz que, bajo la Catedral, sigue el trazado de la antigua muralla a los pies de ésta. Subimos por la calle de Somorrostro, que ataño era la elevación o colina en la que los primeros pobladores decidieron establecer esa primitiva ermita que daría lugar a la Colegiata de los Santos Mártires y, finalmente, a nuestra Catedral.

Final de la Calle Cádi. A la Izquierda, el muro de la Catedral

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8. LA CATEDRAL Ascendemos por la calle y nos introducimos por las escaleras de la Catedral hasta llegar a la puerta que da paso al Claustro, desde donde se accede al interior de la Nave central de la Catedral. En esta puerta nos situamos frente a una plaza exterior, heredera de la calle que llegaba directamente hasta el pórtico en el que nos encontramos, tal y como podemos observar en el archivo fotográfico de la ciudad. En la época en que Sotileza y sus compañeros recorrían las calles de Santander, seguir la calle Alta y la de Ruamayor suponía llegar hasta la puerta de acceso a la Catedral, desde donde se torcía hacia la Calle Puente, que también es de los espacios desaparecidos más interesante de toda la población. Con el incendio, toda la disposición de la calle cambia, pues sirve como excusa para conectar las zonas del centro y del nuevo ensanche ganado al mar, como pasaba con la Rampa de Sotileza; así que durante la reconstrucción de la ciudad, cuya parte antigua se quemó prácticamente entera, se decidió cambiar el trazado de Ruamayor hacia la Catedral.

Escaleras de acceso a la Catedral, donde debería estar Ruamayor

La calle ya no llegaría hasta la puerta de esta última. Se allana el terreno al nivel del mar, y la calle Ruamayor se tuerce en una bajada que gira hacia el ayuntamiento. En el espacio libre se trazó la calle de Isabel II, una calle recta desde el ayuntamiento directamente hacia el puerto de Santander, lo que facilita en gran medida las conexiones con la zona más nueva. No nos pararemos a explicar el interior de la Catedral, puesto que en lo que estamos interesados es en conocer un recorrido y llamar la atención sobre los lugares del Patrimonio cultural material e inmaterial de Santander que encontramos en este camino siguiendo los escenarios de Sotileza; además de contar cada uno de estos monumentos con un centro de interpretación propio.

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Plaza de la Catedral y puerta de entrada al Claustro. Aquí debía finalizar Ruamayor

La Catedral formaría parte y daría lugar a esa antigua Puebla Vieja, junto a las calzas altas, en el lado este de la ría de Becedo, junto al Castillo de San Felipe. Al otro lado de la ya mencionada Puerta de Ruamayor, donde nos encontramos, se situaba la puerta de Somorrostro, que daba paso al Muelle de la Naos, por donde pasaremos en nuestro siguiente movimiento. Es en la zona que ocupa la Catedral de Santander donde comienza la historia de Santander y alrededor de donde se va a construir la ciudad. Empieza como un asentamiento romano que surge tras las Guerras Cántabras en el puerto natural, que tiene un buen interés estratégico. Así, aparece la ermita primitiva, bajo la que se han encontrado restos de termas romanas. Más adelante se construye la iglesia baja de los Santos Mártires, dedicada a guardar las reliquias de las cabezas de los Santos Patronos de la ciudad. La leyenda cuenta que estos dos Santos son dos mártires de los romanos. En el S.III les habrían ejecutado en Calahorra por profesar la Fé cristiana, y sus cabezas habrían sido colocadas en una barca en el río Cidacos, de modo que habrían llegado hasta la ciudad de Santander, donde la barca habría pasado por medio de la roca de la horadada, dando lugar al espacio interior que se observaba en la roca hasta hace pocos años. Las cabezas habrían sido recogidas en la abadía que se levantaba en el Cerro de Somorrostro y se habrían ocultado en la nueva iglesia baja. Algo interesante en la catedral de Santander es la existencia de una iglesia baja y otra alta, sustentada por los pilares de la inferior. No se trataría de una superposición, sino que habría sido planeado, pues la construcción de ambas partes se hace sucesiva. La teoría es que se construye la iglesia baja para guarecer las reliquias santas e impartir la misa mientras se construye la iglesia alta y, además, esta iglesia más baja serviría como pilar para la Catedral alta, pues los pilares bajos son continuados en la iglesia alta.

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Así es cómo se va formando la Catedral, que queda finalizada en el S.XIII con un estilo gótico muy sobrio, con decoraciones referidas a la corona de castilla y que anuncia una unión con el Reino de León. La Catedral acepta nuevas modificaciones a lo largo del tiempo. Entre los siglos XV y XVII se ve ampliada con varias capillas nuevas, y en el S.XX se amplía la zona del ábside, así como se modifican algunos espacios interiores, aprovechando la ocasión del incendio que hace necesaria alguna reconstrucción. Al final, la antigua Abadía de Sancti Emeterii et Cledonii, que contenía también el antiguo hospital, se fue convirtiendo en la Iglesia gótica que conocemos hoy, y consigue la concesión de Catedral en 1754 para la nueva diócesis que consigue Santander. Y alrededor de esta iglesia primitiva se va creando el núcleo de población de Sant Ander, la actual Santander. No podríamos hablar de Santander en ninguna de sus épocas sin tener en cuenta la Catedral de Santander y, por eso, en este mismo recorrido sobre los pasos de Sotileza, se hace imprescindible hablar de la existencia de la Iglesia gótica y su pasado tan relacionado con la Rúa Mayor de Santander. Y no podemos dejar de pensar en ella cuando recordamos el episodio de las fiestas de los Santos Mártires el 30 de Agosto, con las fiestas de toda la ciudad, que enfrentan a los dos cabildos en la regata de traineras del capítulo XXII. Ni dejar de recordar la gran importancia que la torre de campanario tiene para toda la ciudad en el aviso de los imprevistos, peligros y alegrías. Existe en la torre un gran Campanón, más grande que ninguno, al que actualmente no se da ningún uso, pues su gran tamaño hace su sonido enorme, que era el utilizado expresamente para dar aviso a los tripulantes de las barquías y las Naos que se situaban en la bahía de Santander, que quizá no sonó con la suficiente fuerza para avisar a los navegantes sobre la Galerna del Sábado de Gloria que nos cuenta Pereda en el capítulo XXVIII, y que a tantos callealteros y mareantes del cabildo de abajo se llevó, entre ellos al joven raquero Muergo, y que dejó destrozada la Naos de Reñales, el Joven Antoñito de Ribadeo.

Vista de la iglesia de la Compañía desde la Catedral. Por aquí iría el puente sobre la ría

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9. MUELLE DE LA NAOS Y LA DARSENA PEQUENA Nuestra siguiente parada será breve, y está dedicada a situar los antiguos muelles de Santander, donde tanto jugaban los jóvenes protagonistas de nuestra historia, cuando aún Muergo, Sula, Cole, Garbín y Toletes eran unos raqueros que se tiraban al fondo del agua a por las monedas que los transeúntes les arrojaban al mar. Cuando Andrés aún era un niño que se movía con sus amigos raqueros, y aunque de otra clase social, igualmente intrépido y gamberro, antes de entrar a formar parte del escritorio del comerciante y armador de la villa, don Venancio Liencres. Y cuando Sotileza se movía con toda esta pandilla, cuando aún vivía en la casa de Mocejón y se escapaba de los malos tratos de su mujer e hija, compartiendo juegos con los mozos raqueros. Bajamos del pórtico de la Catedral de nuevo por la calle de Somorrostro, y llegamos hasta la actual plaza de las Farolas y la de Alfonso XIII, donde vemos al fondo el nuevísimo Centro Botín. Todo esto, era mar. Un espacio que los Santanderino robaron al océano, rellenando con tierra esta zona de atraque que, un poco más hacia el interior, exactamente en el lugar que ocupa el edificio de Correos, adquiría la forma de muelle y el nombre tan sonado en la novela de Pereda, del Muelle de la Naos. El más importante de la villa, donde se situaba la dársena grande. La zona que los mareantes llamaban el muelle Anaos, donde los niños jugaban a pillerías de raqueros, donde las sardineras cogían sus mercancías para venderlas. Donde las marineras se dedicaban a vender el pescado, y donde se encargaban de guardar las redes y de remendar. Ya estamos en la plaza, y nos imaginamos el agua ir y venir en oleaje tranquilo de la bahía. Y pasamos andando, dejando a nuestra derecha el bonito edificio del Banco de España. Este edificio es el heredero del muchas veces desconocido Castillo de San Felipe, desde donde partían las medievales murallas, junto al mar que llegaba hasta los mismísimos muros del edificio, dedicado a proteger a la villa de los peligros que aparecían al fondo de la bahía, de los que se encargaba de avisar la torre de la Catedral. Se debió construir hacia 1187 sobre la antigua fortaleza romana, cuando se concede el fuero a la villa de Santander por Alfonso VIII, y con la repoblación y auge marítimo alcanzado por la ciudad en el momento. Con el tiempo de desuso, cuando ya la ciudad no necesita una protección tan importante, se habría ido arruinado poco a poco el castillo, hasta que en el S.XVII la corona decide invertir en la rehabilitación del mismo, que sería utilizado para diferentes causas, como la de almacén de artillería. O como cuartel de las tropas francesas cuando España estuvo ocupada por el imperio francés. En los últimos años de uso, el castillo fue utilizado como taller de poleas para barcos y herrería.

Bajada de Somorrostro. A la Izquierda, el edificio de Correos. En época de Sotileza no estaba el edificio, sino que aquí estaba la Dársena pequeña 38


Bajada de Somorrostro. Edificio del Banco España donde estaba el antiguo Castillo de San Felipe. Hasta aquí llegaría el mar y se sitúa el Muelle

Y como taller y almacén lo conocen los jóvenes protagonistas de Sotileza, que tantas veces pasan por su base para llegar al Muelle de la Naos a zascandilear. Pero aún le quedaba al Castillo un papel más que desempeñar, de gran importancia para la historia de la ciudad pues, con su derribo en 1896, fueron las piedras del castillo unas de las participantes en el relleno de esa dársena pequeña situada en el espacio del actual edificio de Correos. Desde el Castillo de San Felipe seguimos caminando, y llegamos al nuevo edificio de Correos, una construcción de 1915, y una de las pocas que sobrevivió al incendio de 1941. Y, sin embargo, no es este edificio el que nos interesa, sino su emplazamiento, donde se situaba la dársena chica, y el boquerón de entrada a la ría de Becedo que llegaba hasta el final de la calle san Francisco, junto al actual ayuntamiento, a los pies de la cuesta del hospital, exactamente el tramo de juegos de los niños de los cabildos, dentro del Muelle Anaos. El lugar por donde entraba el agua en la tierra y se encargaba de separar la Puebla Vieja de la Nueva. Así que continuaremos, pegados al lateral del edificio de correos, que antes era agua; para salir por la supuesta rampa de la dársena chica hacia la plaza de Atarazanas, bajo la Catedral.

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10.PLAZA DE ATARAZANAS

Pescadoras vendiendo en el mercado al aire libre de Atarazanas, junto a la Dársena

Hemos abandonado la Dársena Chica, la entrada de Becedo. Y nos encontramos en la plaza de las Atarazanas Reales. En la actualidad, esto es la plaza de la Anunciación. Es una de las plazas más grandes de Santander en la actualidad, con la alargada y lineal fuente central, que podría estar haciendo un homenaje a la antigua ría de Becedo que hace un siglo y medio todavía circulaba por la vía que se sitúa frente a nosotros, Calvo Sotelo.

Plaza de Nuestra Señora de la Asunción, a los pies de la Catedral, donde se encontraba la antigua Plaza de las Atarazanas, junto a la ría de Becedo

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Históricamente se habían situado en este punto las Atarazanas reales, desde el S.XVI, cuando Santander empieza a tener una importancia más destacable para la corona gracias a su potencial como puerto comercial. La Atarazanas eran los Astilleros reales, que aprovechaban la presencia de la ría para la entrada de los barcos en el interior de la ciudad. Con la construcción de los Astilleros de Guarnizo, pierden en cierto modo su función. Así, es más interesante rellenar la zona de la ría de Becedo en el S.XVIII, coincidiendo con el nuevo planteamiento urbanístico de la zona de la ribera, con objetivos comerciales e industriales y de modernización de la ciudad. Así pues, se procede al relleno de la ría, que dejará como resultado el boquerón y la dársena pequeña que conectan con el muelle de la Naos de nuestros raqueros. Como resultado del conjunto histórico de la ría y las Atarazanas tenemos una plaza amplia urbanizable. Se construyen viviendas que llegan hasta los mismos pies de la catedral, y lo que nos interesa sobre manera en este caso, la construcción de un mercado en la plaza en 1839, de carácter permanente, que comenzó a funcionar en 1840, sobre el anterior mercado al aire libre. El mercado de Atarazanas quería estar dedicado a la venta de una serie concreta de alimentos, pues el grueso de las ventas alimenticias estaba en el Mercado del Este, de la misma época. Una galería externa de hierro y cristal se debía dedicar a la venta del pescadoI; pero las pescadoras y pescaderas siempre prefirieron la venta al aire libre en la zona de la Dársena, junto al muelle, en el espacio entre el actual edificio de correos y el palacio de San Felipe. Y tal fue el poder de su decisión que el edificio tuvo que ser dedicado a otros usos: tiendas en la planta baja y un salón de recreos en el piso superior, llamado <<El Brillante>>, con apogeo en los tiempos de la Restauración. (Simón Cabarga, Biografía de una ciudad.) Es fácil imaginar a la joven Sotileza caminar desde el Cabildo de Arriba, pasar por Atarazanas y llegar al mercado de la Dársena a vender el pescado que recogía el tío Mechelín del mar y que debían vender las mujeres de la casa para conseguir el dinero necesario para vivir; siempre limpia, como la describe Pereda, muy fina y educada. El mercado consistía en una construcción de hierro, de estilo típico de la industrialización. Y funcionó hasta 1903, cuando se abrió el nuevo mercado de la Esperanza, que todavía mantiene su funcionamiento como mercado de pescado y ultramarinos. Sobre el caso de las pescaderas y el mercado habla Simón Cabarga en su libro “La biografía de una ciudad”, y nos cuenta lo complicado que fue para el ayuntamiento convencer a las pescaderas de abandonar el mercado en tenderetes al aire libre de la Dársena, para entrar en el nuevo “Palacio de cristal” del mercado de Atarazanas. Hasta el cierre de la dársena a finales del S.XIX. Y, después, en 1903, se colocarán finalmente en la plaza del Este.

Inauguración del nuevo mercado de Atarazanas en 1912

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11. CALLE DEL PUENTE Puesto que nos encontramos en la plaza de Atarazanas, el camino a seguir en el itinerario nos lleva de forma natural a la calle del Puente. La calle lleva este nombre porque, precisamente es en este punto donde se ubicó desde la aparición de la Puebla Nueva a principios del S.XIII, el puente que pasaba sobre la ría de Becedo y conectaba ambas pueblas. Así, se trazó una calle desde la puerta de Ruamayor con la catedral, hasta prácticamente la puerta de la Iglesia de la Compañía de Jesús, que se encontraba junto a la calle San Francisco, calle central de Santander, ajena a los cabildos de los pescadores. Una calle de bien, en la que vivía Andrés, el hijo del capitán, de clase social más rica que la de los mareantes de los cabildos. Durante mucho tiempo, éste sería uno de los elementos principales de la villa, como imprescindible punto de conexión entre las pueblas. Primero construido en madera, después hecho en piedra. Esta modificación del puente hacia la piedra coincide con la batalla que el día 3 de Noviembre tiene lugar en Vargas para proteger a la ciudad del ataque Carlista, de la que resulta vencedor el pueblo de Santander. Por este motivo el puente, que se estaba construyendo en ese momento, recibe entonces el nombre de Vargas, cuando se finaliza su construcción en 1841, como conmemoración de la Batalla. En este momento el puente ya se construye para continuar ofreciendo la conexión tradicional entre las dos zonas altas de la ciudad, sobre la parte baja de la plaza de Atarazanas, pero la ría de Becedo ya había sido rellenada con tierra años antes. Así pues, el paisaje que nos encontramos en la época en que Andrés y los niños de los cabildos llevan a cabo sus travesuras es un paisaje de tránsito desde la escena medieval hacia la que tenemos en la actualidad. Los personajes de Sotileza se encuentran con un Santander aún con puente, que comunica fácilmente el cabildo de arriba con la calle San Francisco, donde vive Andrés; y que facilita la llegada hasta el cabildo de abajo, pasando sobre la plaza de Atarazanas. Cuantas veces haría Sotileza el camino de bajada del Cabildo de Arriba al mercado de la Dársena, junto al Castillo de San Felipe, para vender el pescado con la tía Sidora. Y en este mismo paisaje que empieza a cambiar y dejar atrás la época decimonónica es donde Cole se da sus rápidos baños en busca de algún botín, en la Dársena Chica, donde se ubica Correos. La historia del puente de Vargas no acaba. El puente se volvió a transformar a comienzos del S.XX. En 1907 comienzan los trabajos de remodelación, hacia una estructura mucho más estilizada que fuese acorde a la nueva situación de Santander, como ciudad turística y moderna. Y, finalmente, ni siquiera pudo llegar a ser pasto de las llamas, pues resulta demolido en 1936, pues según la alcaldía, el puente suponía un atraso y alejaba a la ciudad de la modernidad. Así, tomamos la actual calle Puente, que lleva el nombre para recordar la existencia del mismo puente desaparecido en 1936, y nos acercamos cada vez más al Cabildo de Abajo, el Arrabal del Mar, donde nos encontraremos con aquellos raqueros como muergo, o con el padre Apolinar.

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La antigua Calle del Puente y el espacio en 2015

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12. EL ARRABAL DEL MAR LA ZANGUINA Cuando seguimos la calle Puente, esta nos lleva directamente a la calle San Francisco y a la base de la iglesia de la Compañía, frente a la Catedral. Debemos girar hacia la derecha y dirigir nuestros pasos hacia la plaza porticada. Pasaremos de largo la plaza porticada, cuya construcción es posterior al incendio de 1941 y llegaremos a la plaza del Príncipe. Hemos llegado al Cabildo de abajo, el arrabal fuera del Mar o de la Pelleja. El Arrabal del Mar surge más tarde que el que sale fuera de la muralla en la puebla vieja, siguiendo el camino de Burgos por la Calle Alta. En este caso, el Arrabal del Mar o de la Pelleja extiende la ciudad de la Puebla Nueva fuera de las murallas de la ciudad, hacia el S.XIII, relacionado directamente con las actividades marítimas. Está constituido por tres calles que, de Norte a Sur, son la Calle del Arrabal, la Calle del Medio y la Calle de la Mar. Llamada así precisamente porque era la más cercana al agua. Si estamos en la plaza del Príncipe, podemos decir que estamos en el playazo de la Puntida, que equivaldría a ese playazo del Dueso del Cabildo de Arriba. La Puntida es ese playazo en el que ven vagar a Sotileza cuando escapa de la casa del tío Mocejón al comienzo de la novela. Se trata del atracadero del cabildo de abajo, justo donde van a converger las tres calles que componen el Arrabal del Mar. Actualmente, además, son unas de las calles más interesantes de Santander, orgullosas de ser la única parte medieval que se conserva más o menos íntegra, aunque con reparaciones y rehabilitaciones, tras el incendio de Santander. Conservan su carácter y su tipología de las casas de pescadores, y esa característica angosta y muy estrecha que, actualmente, se nos muestra llena de encanto pues deben encontrarse estas calles mucho más limpias de cómo las encontraba el sucio Muergo al volver a casa con su madre, en la Calle del mar, actual Hernán Cortés.

La Calle del Arrabal y la del Medio en 2015. La carretera es aproximadamente donde se encontraría el plazazo de la Puntida

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Espacio de los arcos en la calle Hernán Cortés (Antigua calle del Mar) donde se encontraría la Zanguina en el actual café “Los Arcos”, en 2015

Hoy en día, las calles del Arrabal y del Medio componen el único casco antiguo como conjunto, en Santander, si excluimos de esta categoría los monumentos sueltos que hemos visitado a lo largo de nuestro recorrido. Y se ha convertido en un barrio dedicado al comercio y al ocio. Mucho más limpio de lo que acostumbraba en el S.XIX, y muy apreciado entre los vecinos de Santander, por el cariño que supone que sea el único barrio completo rescatado del Santander Antiguo. Podemos acercarnos por las calles, pero resultará mucho más interesante si seguimos el trazado de la Calle de Hernán Cortés, antigua Calle del Mar que habitaba Muergo, y por donde solía vagar Andrés pues, si seguimos hacia adelante, encontraremos los arcos de Dóriga frente al Mercado del Este, donde se debía situar la tasca del cabildo de abajo, la Zanguina que tantas veces ocupaba Andrés, y que una horrible noche le sirvió como refugio para dormir, después de los accidentes deshonrosos ocurridos en la bodega de Mechelín, con Sotileza, en la Calle Alta, y dónde se reunían los mareantes de abajo para contar sus gestas y hazañas en el mar, o para encontrar el próximo equipo de tripulantes para una campaña de pesca. Hoy encontramos en el lugar el mesón ya antiguo y con solera de los Arcos, heredero de la antigua tasca de los paseos de Andrés o el tío Reñales, en donde podremos tomar un vino para ocupar el puesto de aquellos antiguos mareantes. Y seguimos caminando por Hernán Cortés para llegar a la actual Plaza de Pombo, donde debía ubicarse la marisma de la Maruca, que llegaba hasta la plaza de Cañadío.

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13. CANADIO Y LA MARUCA Hemos llegado a Cañadío desde la calle de Hernán Cortés, que pasa por la Plaza de Pombo. Y recordamos el segundo capítulo de Sotileza, en que Pereda nos narra el recorrido que los niños hacen desde la Maruca hasta San Martín para ir a ver entrar la Nao de La Montañesa, capitaneada por Bitadura, el padre de Andrés. Pereda habla del muro de la calzada de Cañadío y de la playa de la parte opuesta. Y habla del límite con los jardines y la plaza del cuadro, hasta la pared de la Huerta de Rábago. Y este espacio debía ser el de la marisma de La Maruca, que conectaba con la bahía por el alcantarillón que desembocaba en la punta del Muelle, antro temeroso que muy pocos valientes se habían atrevido a explorar, cabalgando en un madero flotante, el alcantarillón del boquerón, hacia donde Cole se lanza para atrapar el tesoro de las monedas lanzadas por Andrés, pero que finalmente retrocede por el miedo que da introducirse en tal recoveco. Según esto, la actual plaza de Cañadío sería una marisma a donde entraría el agua de la bahía por algún regato o canal, junto a la iglesia de Santa Lucía. Y según los planos que dibujara el historiador Simón Cabarga, el agua podría haber ocupado también algún espacio de la actual Plaza de Pombo, construida con el nuevo plan Llovet de finales del S.XVII, con el que se construía toda una serie de manzanas de casas junto al muelle de la Ribera del mar, donde la Dársena grande.

Iglesia de Santa Lucía en 2015

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Plaza de Cañadío, donde se encontraría La Maruca. Las escaleras serían la pared en la que golpeaba el agua

Nos parece interesante parar en la plaza, pues es uno de los lugares en donde mejor apreciar los cambios acontecidos en la ciudad desde la infancia de Sotileza y del propio escritor de la novela. Según este paisaje, el escenario de Santander habría cambiado tanto que donde antes había mar, ahora multitud de personas se reúnen en verano hasta atestar la plaza todos los fines de semana desde Junio hasta Octubre, con una copa o una caña de cerveza en una mano, y un pincho para comer en la otra. Hasta aquí hemos seguido aproximadamente el camino que siguen los mozos desde la Calle del Mar, en casa del Padre Apolinar, que se dirigían rumbo a San Martín. Pero, igual que hacen los raqueros y Silda en este capítulo de la novela, nosotros también abandonaremos a Andrés en su camino, y le dejaremos llegar sólo hasta lo alto de San Martín, que está más alejado y hace necesario pasar por los campos de Molnedo, totalmente desaparecido entre las calles de construcción de finales del S.XIX, que los santanderinos estamos cansados de recorrer todos los fines de semana en las salidas nocturnas del Sábado entre bares y discotecas. Preferimos encaminar nuestros pasos desde la plaza de Cañadío hacia la calle de Marcelino Sanz de Sautuola, es decir, la aún conocida como Calle del martillo, pues la costumbre es difícil de quitar y se llama así desde antes de época perediana, puesto que era esta calle ahora peatonal, donde se colocaba el muelle con forma de martillo del S.XVI, que hacía posible la existencia del muelle de la ribera.

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14. LAS CASAS DEL MUELLE Así pues, circulamos por la calle peatonal que solía ser muelle, y vemos al fondo el paseo de Pereda, uno de los lugares más importantes de la ciudad. Nos posicionamos frente al arco del edificio de la Agencia cero del Banco de Santander, y pasamos por debajo. No pasamos por el arco del edifico de una forma azarosa, pues es uno de los elementos más importantes de la ciudad moderna, con el que se da comienzo a la construcción de la primera fila de las casas del muelle. Las casas del muelle forman parte del llamado proyecto Llovet, llevado a cabo a finales del S.XVIII, y donde tendrá el armador y comerciante don Venancio Liencres su escritorio. El lugar donde Andrés deberá aprender el oficio de comerciante y de negocios de la alta burguesía de la ciudad de Santander, junto al hijo de don Venancio, Tolín. El Proyecto Llovet, de 1766 supone el primero proyecto de ensanche de la ciudad. Se trata de un proyecto de 15 casas en tres filas regulares que corresponderían con las Calles actuales de Hernán Cortés, Daoiz y Velarde y Ataúlfo Argenta. Pretendía simetría y regularidad, orden, acorde con la nueva sociedad industrial y comercial, o de negocios. Y unas casas suficientemente amplias y con luz, construidas con la idea de ser alquiladas. La planta baja dedicada al comercio, la siguiente planta para alquilar, la planta noble y las dos más elevadas para los dueños del edificio. Hemos hablado de la importancia de la sede de la Agencia cero del Banco de Santander porque es la casa que da continuidad al proyecto Llovet años más tarde, lo que se advierte con la creación de su arco continuador, en lugar de haberse construido dos casas diferentes. El proyecto Llovet llega hasta el ala oeste del edificio del Banco Santander. En 1821 el ayuntamiento de Santander firma un acuerdo con el Indiano Guillermo Calderón, que se encargará de proyectar los nuevos muelles que pretenden el relleno del muelle de la Naos. El proyecto comprende también la continuación del proyecto urbanístico de Llovet. A cambio el muelle llevaría su nombre y, además, a partir de esta fecha Calderón continuaría el proyecto Llovet con la construcción de la primera casa, la suya, continua a la que se situaba junto a la calle del martillo, la actual del Banco de Santander que, en su momento, pertenecería a Guillermo Calderón, y en cuyo bajo se situó el famosísimo café Suizo, el café de la burguesía mercantil. A donde iban a pasar los ratos de ocio los señoritos y señoritas burgueses presentados en los personajes de Tolín y su hermana Luisa, después de pasear por las Alamedas del centro. Y entre estas calles del muelle se formaría Andrés que, después de la Galerna del Sábado de Gloria pareció más convencido de abandonar sus juegos juveniles y sus impulsos de juventud, parecería más convencido de empezar a hacer su vida entre esta nueva zona burguesa de la ciudad junto a Luisilla y todo su círculo de amistades, entre la burguesía santanderina de traje, sombrero de copa alta y guantes; y dejar atrás la Calle del Mar y la Zanguina que, incluso tan próximas las calles entre sí, pertenecían a mundos tan distintos como lo que nos describe Pereda en su libro, y que hacen imposible el romance que desea Andrés con la callealtera Sotileza, y que podría acabar con la honra de los dos y de sus familias, repudiados por el resto de habitantes de Santander, tanto de un lado como de otro.

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Plaza de Pombo. Detrás, las casas del muelle del proyecto Llovet

Calle de Marcelino Sanz de Sautuola o “Del Martillo”, hacia el Paseo de Pereda y los antiguos muelles. Antiguamente segía su trazado el muelle del Martillo.

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15. PUERTOCHICO Y EL MONUMENTO A LOS RAQUEROS

Casas del muelle en primera línea del proyecto de Calderón de finales del S.XIX

Hemos pasado por las casas del Muelle. Aquí acabaría la zona pesquera y de costa que se conoció como la zona de los cabildos de Arriba y el de Abajo. Aquí acaba ese Santander de Sotileza, que empezaba a desmontarse y a ceder su sitio a las nuevas construcciones y el nuevo urbanismo que va a determinar la forma actual de la ciudad. El avance de la modernidad que traía la industrialización era imparable y, poco a poco, las gentes ven desaparecer estos lugares que hemos querido recorrer hoy. Todavía más ausentes tras el incendio de 1941. Por eso hemos querido pasar por Puerto Chico antes de dar por finalizado nuestro itinerario. Puerto Chico no pertenece ya a la vida de Sotileza. Puerto Chico es el nuevo lugar de los pescadores, que abarca varias calles de nueva construcción en la segunda mitad del S.XIX, por esos campos de Molnedo que décadas antes caminaban los pequeños raqueros con los que inicia la historia de Sotileza. Y el nuevo barrio de los pescadores más humildes. Cuando a finales del S.XIX se decide ampliar el espacio de Santander y hacer llegar el tren hasta la ciudad, se hace necesario rellenar de tierra aquella playa y embarcadero del Dueso, de donde salían los pescadores callealteros. Poco a poco, el grupo de los pescadores debe marcharse de la Calle Alta, pues ya no podrán salir al mar desde donde acostumbraban, y el agua estará cada vez más alejado. Lo mismo ocurrirá con los marineros del Arrabal del Mar. Todo comienza con la construcción de las señoriales casas del Muelle que parecen invadir toda la zona de la Ribera. Y después, con el relleno de tierra da la Dársena y del Muelle de la Naos, para hacer pasar por esa zona de mar una nueva vía de comunicaciones más amplia entre la zona histórica de Santander y las nuevas zonas que se abrían hacia el Sardinero, sobre todo desde principios del S.XX. Los mareantes del Arrabal del Mar también deben abandonar su tradicional barrio para buscar una nueva ubicación, acorde con su profesión.

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Así es cómo, a finales del S.XIX y hasta los años 40 del S.XX el barrio de pescadores se desplaza hacia la calle de Tetuán. Y el puerto de pescadores y de ocio se traslada a Puerto Chico, ya dentro del muelle moderno proyectado por Guillermo Calderón desde las primeras décadas del S.XIX. Actualmente ya ni siquiera están aquí los pescadores y marineros, que se han trasladado al ensanche de Maliaño, al Barrio pesquero de la actualidad, construido en la década de los 40. Y el Puerto Chico ya no se dedica al arte de la pesca, que también ha quedado en manos del muelle de Maliaño; sino que se ha quedado totalmente como muelle de ocio, donde están atracadas las embarcaciones grandes y pequeñas de los habitantes de Santander que tienen esa suerte de tener en sus manos una embarcación de ocio, para dar un paseo por la bahía o ir más allá. No se olvida la ciudad de esa tradicional figura de los raqueros, que han quedado para siempre retratados en la obra escultórica de José Cobo, inaugurada en el nuevo paseo marítimo de Santander, paralelo a lo que hace más de un siglo era el paseo de la Ribera, en 1999. A imagen y semejanza de aquellos chavales que, como Muergo, Cole o Sula, se dedicaban a zascandilear por la dársena, por el Muelle Anaos y la Ribera, por la Maruca o, más adelante, por Puerto Chico, dispuestos a zambullirse en el agua para recoger con la boca las monedas que la gente adinerada les tiraba a la bahía. Y, con esto, siempre queda en la memoria de los vecinos de la ciudad los personajes y los momentos de Santander, y nos hacemos una idea de la gran importancia que todos estos elementos tienen para la vecindad, llena de orgullo en torno a ellos.

Nuevo paseo marítimo y monumento a los raqueros de 1999

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Dejamos a los raqueros a un lado. Avanzamos por el nuevo paseo marítimo, desde donde podremos disfrutar de una vista un poco más alejada de las casas del muelle, con lo que apreciaremos mejor los detalles y la composición de las mismas con una perspectiva más amplia. Podemos mirar, también, en nuestro avance por el paseo, hacia la zona de la Catedral y correos, y ese Banco de España donde debería estar colocado el Castillo de San Felipe. Y podemos jugar y tratar de imaginar todos estos elementos que han desaparecido, y a los protagonistas del libro ir y venir, por la ribera, en el camino paralelo al nuestro; o en el mercado de la dársena, al fondo. Y así, mientras recapitulamos sobre todas esas ideas que hemos ido descubriendo y adquiriendo en nuestro camino desde la zona más vieja de la ciudad, otrora noble, después tan humilde de los pescadores, y ahora barrio corriente; hasta las zonas más novedosas de la ciudad de comienzos del S.XX, ahora ya consideradas como una zona clásica; llegamos a los jardines de Pereda. Nos situamos juntos frente al Monumento que Coullaut Valera eleva en honor a Pereda en 1911, dentro de los Jardines dedicados al mismo escritor, para finalizar nuestro recorrido.

Paseo marítimo y Jardines de Pereda. 2015

José María de Pereda es el máximo representante del tránsito del costumbrismo regionalista a la prosa de ficción realista del S.XIX. Era el último de veintidós hermanos, en una familia de raíces montañesas, en el pueblo de Polanco, aunque se traslada a Santander cuando sus padres se mueven a la capital de la Región de la montaña. Marchó a Madrid en 1852 para preparar su ingreso en la Academia de Artillería de Segovia, pero el contacto que establece con tertulias e intelectuales de los cafés de Madrid le hacen abandonar su primer objetivo, para llevarlo hacia el mundo de las letras. Vuelve a Santander en 1855, donde pasa una temporada muy enfermo y, después, empieza a colaborar con el periódico La Abeja Montañesa. Es a partir de 1864 cuando comienza su aventura literaria, con la publicación de Escenas Montañesas, que resulta muy bien acogida por la crítica y los lectores. Tuvo sus tonteos con el mundo de la política, pero no tarda en regresar al mundo de la literatura. Al final de 1884 sale de la comunidad, pero se sigue dedicando a mostrar el regionalismo Santanderino en sus novelas. Se mueve durante toda su vida en torno al mundo de las letras y mantiene amistad con numerosos intelectuales españoles del S.XIX, sobre todo en Santander con su amigo Menéndez Pelayo, aunque algo más joven, y con Pérez Galdós. Finalmente, en 1904 contrae la enfermedad que le llevará a la muerte a su vuelta a Santander.

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En el aspecto literario, aquello que más destaca de Pereda es el componente costumbrista y regionalista, con lo que describe a la perfección la vida de los habitantes santanderinos. Y del mismo modo resulta de gran interés el componente ficticio y novelesco con que acompaña estas descripciones de gran realismo que, sin embargo, pasan a un segundo plano en muchas ocasiones, dando total importancia a las escenas descritas que, aunque participan de la vida de unos personajes ficticios, eran representantes de cualquier individuo de la realidad que estaba describiendo, y cualquiera de sus escenas descritas podría haber sido totalmente real. En muchas ocasiones se ha dicho que Pereda no era tan buen escritor como alguno de sus amigos. Y que las historias pasaban a un segundo plano. Sin embargo, se le valora y admira, y adquiere toda su importancia por el sentimiento que imprime en cada una de sus novelas, y por la originalidad de la combinación de argumento y descripción realista que en ellas hace. Y, por supuesto, para la ciudad de Santander ha pasado a ser uno de los personajes más celebrados y alabados, por el gran amor que tuvo por su tierra y sus gentes, y por la gran labor de difusión de épocas, eprsonajes y lugares, que tuvo con los ciudadanos del futuro, que somos los de ahora.

Monumento a Pereda de Coullaut Valera, 1911

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El antiguo paseo de la Ribera es ahora también el Paseo de Pereda, que fue declarado Conjunto Histórico-Artístico junto a los jardines del mismo nombre y al monumento al escritor, donde nos situamos. No encontramos mejor modo de acabar nuestro recorrido que en este espacio que ocupa el antiguo espacio del Muelle de las Naos donde vivían los antiguos mareantes, el relleno de tierra que acabó con la antigua vida marinera decimonónica de la ciudad, que se llevó a los barcos del muelle, la Dársena y su mercado, y a los raqueros que habían estado allí y que, después de la Guerra, además, no volverán a aparecer en ningún otro lugar. Los jardines son el elemento que pone fin a la continuidad del antiguo régimen en Santander, y ya afirma la existencia de una nueva vida y funcionamiento social moderno de paseos y cafés. Y es el lugar perfecto donde acabar, también, gracias a la existencia de esta estatua central, monumento a la figura de Pereda, que cantó las hazañas y las historias de un Santander que ya no existe, pero del que aún quedan muchos retazos en la forma de pensar y actuar de la población santanderina actual. Actualmente el Paseo de Pereda se considera una de las vías más antiguas de Santander, con la presencia de las casas del proyecto Llové en el antiguo muelle, pues es de las zonas que se salvaron del incendio del 41, así como los jardines. Y es interesante pararnos a pensar en el lugar en el que nos encontramos, pues parece ser un espacio que engloba varios períodos de gran importancia para la historia de la ciudad. Si en otro momento formó parte este espacio de la historia antigua de la ciudad como bahía y puerto, y después fueron el símbolo de la modernidad de esa burguesía mercantil y de negocios aparecida con la industrialización, aún tienen qué decir, pues se trata del espacio elegido para situar el Centro Botín de Arte Contemporáneo, que deberá ser un referente del arte más novedoso y, con la última remodelación de los jardines, estos se sitúan con sus paseos y zonas de juego y ocio, como un espacio claramente moderno de pleno S.XXI, así que podemos hablar de un lugar de confluencia de épocas, a la cabeza uno de los escritores más importantes de Santander, cuyo monumento queda en pie desde hace generaciones, y es el encargado de enseñar a los nuevos vecinos de Santander las novelas de la tierra que habitan, con los altograbados en bronce de Peñas Arriba, Sotileza, Escenas montañesas y Nubes de Estío, sobre los que se posiciona el escritor, en actitud inquieta, pensando.

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Jardines de Pereda, casas del muelle y monumento a Pereda. 2015

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