Descripciones y relatos

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Descripción de ambientes Aunque todavía no haya sonado el timbre, hasta las mesas susurran, emocionadas. Los estuches se cierran, las hojas se guardan y cada uno tiembla en su asiento, con ganas de huir de aquel edificio hasta el día siguiente, y no tener que estar inmóviles en un pupitre de madera gastada ni un minuto más. Y suena la estridente y ensordecedora campana. Cada uno salta, sobrecogido, incluso cuando había estado contando los segundos restantes en el reloj del compañero. Tanto profesorado como alumnado comienzan la carrera rutinaria de escapar de aquellas aulas lo antes posible. Se empujan los unos a los otros, y salen por sus respectivas puertas para encontrarse en los pasillos con otros estudiantes, que también han intentado quedar en primera posición en aquella batalla diaria. Las puertas desgastadas que dan al exterior liberan a los jóvenes, provocando otro tropel de adolescentes exhaustos, que alardean los unos a los otros, riéndose de ellos mismos, respirando la pequeña libertad de todos los días. Nuria Luque Maldonado, 4ª ESO B


DESCRIPCIÓN DE UN AMBIENTE Se respira un aire cargado de desesperación en este suburbio, que refleja la pobreza de una sociedad desalentadora. Los suspiros de los desamparados parecen distinguirse a través del mismo, y creo escuchar uno de los sollozos que los pequeños balbucean al no tener ni biberón que llevarse a la boca. Puedo sentir los lamentos de sus madres, que maldicen el no poder llevar a cabo su misión; su fracaso, su decepción, el saber que nunca serán lo suficientemente buenas para merecer dicho título. Un fuerte hedor es percibido por mi olfato, producto de la falta de higiene de aquellos pobres indigentes que subsisten en callejones como estos, llenos de desechos en descomposición, que se funden en el ambiente con la suciedad que los carcome, produciendo una sensación insoportable, que invita a huir de un barrio tan cochambroso como en el que me encuentro. Puedo distinguir entre las sombras los espíritus incorpóreos de gente ya inexistente; pues las personas que aquí persisten fueron abandonadas en cuerpo y alma hace tiempo, perdiendo su ilusión, su esperanza, y quizás también su propia vida. Puedo sentir el miedo que todos ellos sufren, sin saber que les deparará el mañana, o incluso esa misma noche; viviendo en constante peligro, estando alerta y al acecho. Puedo incluso contagiarme de su más sentida conmoción, producida por el desaliento de la situación exasperada en la que se encuentran, en la que no poseen ni un sitio en el que vivir, ni ven cubiertas sus necesidades básicas, viéndose sumidos en la más absoluta miseria. Huyo de este ambiente que me ahoga, que me asfixia; y rezo por no llegar a encontrarme nunca en tan precaria situación, pues a “eso” no se le puede llamar siquiera vida.

LUCÍA FÉLIX PRIETO 4ºESO B


Descripción de una Persona Todas las personas son diferntes unas a las otras, por eso, no me equivoco al decir, que hay personas cuyos rasgos físicos y gestos son muy graciosos. Ayer, sábado por la tarde, me topé con un buen hombre, el cual voy a describir. Era un hombre alto, un metro y noventa sin pillarme los dedos. Podría pesar unos 80 o 90 kilos aproximadamente, la mayor parte a causa de sus grandes brazos. Su cuerpo mostraba tal volumen que podría ocupar dos asientos en el cine. Tenía una cabeza grande, cejas pobladas como árboles y una nariz puntiaguda como las brujas de los cuentos infantiles. Tenía dos lunares en cada mejilla. Sus ojos verdes como la hierba fresca hacía refeljar la luz del sol como un espejo. Sus labios carnosos mostraban un parecido a los de los africanos, junto con unos dientes un poco amarillentos. Me atrevería a decir que parece sacado de la película de Conan el bárbaro. Parecía simpático pero a la vez un orgulloso. Se le podría considerar dentro de la clase en la cual estas personas no estudian y solo prefieren matarse en el gimnasio. Llevaba ropa ajustada, para marcas sus músculos, junto con unas mallas de deportes y una camiseta de tirantes que mostraba un pecho robusto.

Javier Casado


Descripción psicológica

Era una gran persona, cuando le pedías ayuda te ayudaba sin pensarlo dos veces. Cuando veía a alguien mal, intentaba animarlo y ayudarlo en todo lo que pudiera, porque para él ayudar era siempre era lo primero. Era una persona en la que siempre se podía confiar, si le contabas un secreto nunca se lo contaría a nadie e intentaría aconsejarte. Aunque tuviera un mal día, él siempre era amable y respetuoso con todas las personas, porque pensaba que no valía la pena enfadarse o estar mal, porque la vida son dos días, y no quería pasarse uno enfadado. Él siempre perdonaba a aquellos que le habían causado algún mal, porque pensaba que errar es humano, pero perdonar es divino. Era un hombre optimista, de ese tipo de personas que siempre ven el lado positivo de las cosas, de ese tipo de personas que ven el vaso medio lleno y no medio vacío. Siempre intentaba olvidarse de lo malo y tener presente lo bueno. Intentaba sacar cosas buenas de las las situaciones malas, cosa que no es nada fácil. Pero un día todo eso cambió. El día en el que su mujer lo engañó con su mejor amigo, bueno, su supuesto mejor amigo, porque al parecer, no lo era. Desde ese maldito día su personalidad cambió por completo. Empezó a no confiar en nadie. Se encerraba y no salía en días. Se convirtió en una persona huraña. Tenía el menor contacto posible con las personas. Cuando salía a la calle solo miraba al suelo y cuando le hablaba alguna persona él respondía de forma desagradable y soez. Ahora lo veía todo negro, ya no era la persona optimista y amable que siempre estaba dispuesto a ayudar de antes, gracias a ese horrible e imperdonable suceso, se convirtió en el tipo de persona que creía que nunca se podría convertir.

Daniel Bandera García 4ºB


DESCRIPCION PSICOLÓGICA Imagínate estar en el cuerpo de un niño de quince años que vuelve de las clases y que de vuelta a su casa se encuentra con un grupo de adolescentes en un callejón estrecho que le piden que les de todo lo que tenga en la mochila o le cortan los dedos de una mano. Ese niño comenzaría a sentirse mal debido al miedo y no reaccionaría, no sabría qué hacer. Tras unos segundos en shock el niño reaccionaría y dependiendo de esta le daría la mochila o se negaría. En mi caso se la daría para evitar problemas o saldría corriendo hasta llegar a mi casa. Lo peor de todo sería pensar que al salir de su casa podría volver a encontrarse con las personas que lo amenazaron y se sentiría aterrado al salir a la calle. Este niño estaría traumado durante mucho tiempo y sólo podría volver a salir sin temor yendo a un psicólogo que le ayudase a superar su miedo.

Mario Espejo Lucena 4ºESO B


Descripción Psicológica Allí estaba, clavado en el césped, tras haber escuchado los tres pitidos del árbitro, que no solo indicarían el final del partido, sino también el comienzo de un sueño. En ese momento, el balón dejó de rodar a sus pies, lo cogió con sus propias manos, sintiendo en el insensible plástico del balón todas las emociones vividas en el partido, todos los gritos, las alegrías, las ilusiones, las decepciones, la energía y los goles. Lanzó el esférico al aire y le asestó una patada liberando en ella toda la tensión acumulada, todo el entusiasmo y sobretodo la felicidad que sentía en aquel momento, porque en ese campo de fútbol es el único lugar del mundo en el que le gustaría estar en ese instante. La afición los coreaba al grito de “¡campeones!”, el estadio entero rendido a sus pies. Para él era, sin duda, uno de los momentos más importantes de su vida, acababan de dejar su firma en la historia, era un momento inolvidable. Su corazón era una explosión de emociones, latía de tal manera que podía oír sus latidos, el corazón le iba a estallar de alegría y lujuria desenfrenada. Recordó entonces todas las desgracias y todos los obstáculos que tuvieron que afrontar para llegar adonde se encontraban, eran muchos y seguramente ignoró alguno, pero ellos siguieron adelante demostrando así, que fueron las ganas, la pasión y el honor lo que les llevó a la gloria. Mientras su mente estaba inmersa en el entusiasmo y la satisfacción, de su ojo caía una lágrima, que recorrió su cara hasta llegar a la barbilla, donde se desprendió y cayó al suelo. Esa lágrima era fruto del esfuerzo y sacrificio que le ayudaron a vencer los retos y a conseguir lo inalcanzable.

Mario Gómez Vázquez 4ºB


DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA Una mujer que se encontraba tranquila en su casa escuchó a sus vecinos, una pareja joven, gritando y haciendo mucho ruido. Se preocupó y empezó a prestar atención a lo que decían: escuchó golpes, llantos y a la mujer exclamando: -¡Por favor, no me pegues más! Lo primero que pensó fue, obviamente, que el hombre estaba maltratando a su pareja. Por un lado, la mujer se veía obligada a llamar a la policía pero por otro lado, tampoco veía apropiado meterse en los asuntos de otras personas. Pensó que si llamaba, su vecino podría amenazarla o hacerle daño, también consideró que podría haber sido un malentendido, pero las ganas que tenía de llamar a la policía eran mayores. Era un dilema que le estaba afectando mucho, no podía dejar de pensar en ello y se sentía agobiada, angustiada, fatigada... También pensó que su vecina era capaz de negarlo todo por miedo a lo que su marido pudiera hacerle. Finalmente, decidió no llamar a la policía, pero tenía un sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento que la estaban matando por dentro. Desde entonces, cada vez que se encuentra a sus vecinos es incapaz de mirarlos. Cristina Soler García, 4ºESO B


DESCRIPCION DE UNA FIESTA El año pasado, al igual que todos los años, fui a mi pueblo, Villaestrigo, a pasar allí unas semanas. La casualidad fue que, justo la fecha que fuimos, allí se celebraba una fiesta típica del pueblo. La fiesta duraba tres días y cuando llegamos nos fuimos directos a la plaza del pueblo donde se estaba celebrando. Estaba llena de gente, desde los más ancianos a los niños más pequeños. Habían decorado la plaza con luces y de diversos colores. En el centro de la plaza había un camión enorme, siendo usado como escenario, en el que unos músicos cantaban animosamente algunas canciones famosas mientras la gente bailaba. Los niños jugaban saltando en las camas elásticas o en los castillos hinchables que habían sido montados. Y a media tarde, ¡Llegó la hora de la fiesta de la espuma! Un gran tubo expulsando espuma blanca hizo que, en un par de minutos, la plaza estuviera completa de espuma en la que los niños e incluso algunos adultos se divertían “nadando” y tirándose espuma los unos a los otros.

Luis Miguel San Martín Fernández 4ºeso B


Retrato realista literario Estaba sentada en el autobús. Cuando te aburres demasiado en esos viajes comienzas a observar a la gente que entra, sale y sigue esperando a la llegada de su autobús. Personas tan singulares pasan cada día a tu lado y después ni siquiera vuelves a pensar en ellas o recodarlas, hasta que los ves una vez más por pura casualidad y piensas: me resulta familiar; pero no es nadie en especial. Ahí es cuanto te das cuenta de cuántas personas hay en este mundo. Volviendo a la historia del autobús; seguía observando detalladamente a cada una de las personas hasta que divisé a una que me llamó la atención, pero no por nada especial, sino por la sencillez. Era una mujer embarazada. Parecía feliz y a la vez cansada, deseando que todo terminase, al igual que el viaje en autobús. Estoy segura de que estaba esperando impacientemente a la llegada de ese día en el que por fin viese a su hijo o hija y pudiese sonreír sin parar con una razón obvia, sin que nadie le pidiese explicaciones de ningún tipo. Esa felicidad era de la que no se puede quitar. Llevaba un vestido primaveral color malva y una clásica y descolorida chaqueta vaquera con algún que otro rasguño. Calzaba unas zapatillas marrones que parecía le incomodaban un poco o estaba nerviosa por alguna razón. Comenzó a morderse las uñas y además me di cuenta de la típica manía que tienen las mujeres con el pelo, echándoselo hacia atrás una y otra vez. Era la hora de irme, mi parada era la próxima y casi me la pasaba a causa de mi costumbre de observar a las personas de mi alrededor (y no muy sutilmente que digamos). Al salir se dio cuenta de que la estaba mirando, así que le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Sabía que a alguien le había tocado ser feliz en este mundo, pero no sabía que sería tanta. Todos teníamos una razón para estar en ese autobús y tal vez el propósito de ese día era hacerme un poco más feliz.

Paula Guzmán Jiménez 4º ESO B


La salida de una misa Las puertas de la iglesia se abrieron y el párroco de la misa dijo: “Podéis ir en paz”, nada más acabar esta frase, y con ella una hora entera de misa, las personas que habían acudido a escuchar las palabras del señor salieron despavoridos hacia la puerta, primero los niños, claro está, pues tenían la idea de salir allí en cuanto entraron a misa; finalmente, los últimos en salir fueron los mayores, más perseverantes y agradecidos, ellos se quedaron para felicitar al párroco por la misa de hoy. En la entrada de la iglesia, la gente se amontonaba mientras hablaban de diversos temas, mientras los niños jugaban al fútbol y demás juegos de correr, saltar o simplemente moverse. La muchedumbre poco a poco iba alejándose del lugar, ya habían hablado. Los menos creyentes no volverían al lugar hasta el domingo siguiente. Los mayores pensaban diferente, ellos volverían al día siguiente durante el resto de sus días, pues falta les hacía, no le quedaba tanto tiempo como a los jóvenes, y por si acaso, mejor ser buen creyente... Finalmente estaban los niños, que huían de allí como si de la casa del diablo se tratase Francisco Tirado


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