UNA SITUACIÓN INESPERADA: REFLEXIONES La suspensión de las clases presenciales ha provocado, no solo, el replanteamiento de las tareas de enseñanza-aprendizaje de todos los docentes y del trabajo del alumnado, de una forma inimaginable para cualquiera de nosotros. En estos momentos tan difíciles, es necesario expresar la mayor gratitud y reconocimiento público a toda la Comunidad Educativa ya que es gracias a todos y todas por lo que se mantiene en pie el proceso educativo en unas condiciones tan inesperadas y adversas como las que estamos viviendo. La última semana de clases presenciales fue como pasar de 0 a 100 en 5 minutos. El viernes 13 de marzo nos vimos frente a sentimientos de vacío, miedo, incredulidad ante lo que se abría. Digerir que íbamos a estar confinados y la suspensión de las clases presenciales. Entender que las circunstancias excepcionales, requerían importantes medidas especiales, pero ¿cómo íbamos a reorganizar nuestra labor, la cual, llevamos años realizando de una manera determinada, y sin previo aviso ni recursos específicos y que de un día para otro iba a cambiar? Es posible que muchos y muchas viviéramos o pasáramos por un momento de crisis en nuestra la labor docente. La necesidad más urgente era asimilar el impacto de lo que nos estaba sucediendo y necesitar unos días para recolocarnos y situarnos, tanto a nivel personal, familiar y profesional. Ya que cada docente, también tiene su propia realidad personal, familiar, hijos en casa o fuera estudiando, mayores que cuidar, o enfrentarse solos o solas ante el aislamiento, miedo ante el contagio, frustración ante las dificultades tecnológicas, hay tantas realidades como personas/docentes. Aunque debido a la celeridad de los acontecimientos, los centros educativos y docentes hicieron frente al reto de la enseñanza telemática como buenamente pudieron. Obviamente, al ser una situación sobrevenida, cada profesional y cada centro poseía una formación tecnológica particular al respecto. Lo mismo pasaba con el alumnado y sus familias. En muy poco tiempo hicimos un gran esfuerzo en materia TIC. La maquinaria educativa tenía que reanudarse on line y el profesorado reorganizó las tareas académicas sin una idea clara de cómo debía hacerlo. La inercia del sistema nos hacía seguir adelante. Teníamos que demostrar a la sociedad que estábamos haciendo nuestro trabajo de forma telemática. Cuando nuestro cerebro está en estado de alarma, no está en unas condiciones normales. Está consumiendo mucha energía, está en “modo supervivencia”, le pedimos que se defienda, que preste mucha atención a todo lo que nos rodea, para no contagiar y no contagiarnos… Por otro lado, nuestra parte emocional no recarga energía de abrazos, contactos diversión...al contrario, está triste por pérdidas, alejamientos, distancias, soledad. Tenemos nuestras emociones alteradas. Y, en estas condiciones estamos pidiendo a nuestro cerebro racional que rinda como si no pasara nada, buscando recursos nuevos, teniendo que ser creativos, iniciar aprendizajes técnicos. Nuestra salud integral nos pide que no exijamos y no nos exijamos como si no pasara nada. Continuamos haciendo una radiografía caricaturizada del entramado social que no tiene desperdicio: “Llevamos más de un mes catastrófico, en el que nuestras vidas se han detenido, medio mundo se nos ha derrumbado, vivimos en vilo pendientes del próximo mensaje del presidente, nos subimos por las paredes de nuestras casas sin poder salir, echamos de menos a nuestra gente querida, asistimos con angustia a la evolución de la famosa curva, sentimos una enorme incertidumbre hacia al futuro (incertidumbre material para muchas familias)… y al mismo tiempo tenemos que dedicar a nuestros hijos el tiempo, la atención y la tranquilidad que necesitan para hacer sus deberes y trabajos, compartir con ellos recursos tecnológicos limitados, asegurarnos de que envíen todo en tiempo a sus profesores, ayudarles con materias que apenas habían empezado a dar en clase.