Lágrimas de diamante paloma

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Lágrimas de diamante. Y… Se rompió el silencio. En una fría noche cubierta por una tupida capa de nubes el silencio se rompió con el suave sonar de unos cristales que, extrañamente, sonaron en la ciudad. ¿Cómo había ocurrido? ¿Era posible? El famoso y prestigioso museo “Filed Under Glass” había sido atracado hasta en su última esquina. La ciudad Crystal Mount se conmovió ante tal estremecedora noticia, debido a que ese museo tenía todos sus ejemplares hechos de cristal o diamante. Los policías acudieron apresuradamente al museo para ver tal horripilante escenario, pero se quedaron fascinados ante tal obra que dejo el bandido anónimo. En el centro de la sala “Glassed Treasures” había una majestuosa corona hecha de un material que parecía ser hielo debido a su tacto helado y con unos hermosos diamantes que lo complementaban haciendo que pareciera una verdadera corona de princesa. Pasaron horas y no se estropeó la corona, es más, relucía como el más puro oro jamás visto en la faz de la Tierra. El teniente Mc Conall no se pudo explicar que pasaba, pero se temía algo ¿atracaron el más privilegiado museo en toda la ciudad? La única pista era el cristal de un mosaico de tonos cobaltos que había sido roto casi a conciencia. Los trozos eran de una forma de lágrimas haciendo parecer que el mismo mosaico sollozaba en mitad de la noche. El equipo de policía se frustró ante tal espectáculo, ¿quién era ese atracador, y que quería hacer con tanto cristal? Antes de que se acabara el día en todas las noticias dijeron que si en alguna tienda de empeños se le ofrecían alguna sortija de cristal o diamante que avisaran rápidamente al equipo policial para que apresaran al ladrón del museo.


Cariñosamente se le apodó “Ladrón adiamantado” y toda la ciudad se volcó en ese caso, ya sea por la recompensa de 500.000 dólares o por el valor que tenía ese museo. Cayó la noche, y esta vez, el cielo no tuvo un tono añil ni púrpura, sino un tono acristalado… Se podría decir blanco, pero ese color no lo definía. Era una mezcla entre blanco y azul claro, extraño si lo piensas, pero a simple vista era un espectáculo precioso. Media ciudad se quedó en vela observando ese precioso lienzo que se manifestó en una noche de invierno. Pero en una casa lejana al museo, donde habitaba la pequeña Clara con sus padres, ocurrió el milagro. Corrían las tres de la mañana y Clara seguía despierta postrada en el poyete de su ventana embelesada por el cielo que nunca observó en su corta vida. En un momento determinado, escuchó un hermoso cantar que provenía de una dirección desconocida. Quedó totalmente enamorada de esa voz que, al parecer, le susurraba al oído. La pequeña se asomó al pasillo para ver si su madre era la que tenía esa dulce voz, pero no fue así. A pesar de mucha conciencia, Clara se vistió para seguir esa voz. Recorrió la ciudad entera y frustrada, solo encontró a bohemios alcoholizados y algún que otro coche que casi le arrollan. Alzó la vista y se encontró con el “Filed Under Glass” resplandeciendo como si de luces de navidad se trataran. Por las escaleras lucía una cola de vestido, de un tono anacarado que podía presumir de ser hermoso. A la pequeña Clara le extrañó que el final de la cola se degradaba, le recordaban a los vestidos que lucían las princesas de los cuentos que le narraba su madre antes de dormir.


Se guio por el vestido, tenía una grandísima longitud que podía recorrer fácilmente todo el museo. Tras una larga marcha Clara llegó a una habitación que nunca pisó, donde una hermosa mujer reinaba en esa sala. Aunque solo le veía la espalda, se quedó impactada ante tal hermosura de traje, los encajes complementados de diamantes con formas de flores rebeldes captaron toda la atención de la pequeña. La cabellera de la mujer era de color rubio pálido, una mezcla de blanco pero con un toque amarillento y estaba en un recogido perfecto. Se acercó discretamente a la muchacha, escondiéndose tras los pavimentos que sujetaban las obras. Cuando estuvo a un buen ángulo pudo observar el afligido, pero a la par de hermoso, rostro de la mujer misteriosa. En sus manos, de una tez tan pálida que podría ser nieve sin dificultad, sostenía unos cristales que se los clavaba de una forma violenta en el torso. <<Vuela corazón, no vuelvas, ya me hiciste mucho daño aquella vez. Fría como el hielo y dura como el diamante, así era yo antes de que volvieras, pero en mi tez se esconde el secreto. Vuela corazón, ya me heriste, cumpliste. Mis sentimientos desaparecieron antes de ti. ¿Cómo en un corazón tan frío se derritió ante tal idiota?>> Repetía una y otra vez la mujer, llorando lágrimas relucientes, que caían y sonaban como cristal chocando contra el suelo. Clara descubrió que era diamante lo que caía de sus índigos ojos, mal de amores se intuyó la pequeña. Sin miedo se acercó a ella y le preguntó, -¿Quién es ese cretino que hizo llorar al más bello rostro de esta metrópolis? La mujer esbozando una sonrisa le contestó,


-<<Pequeña, el amor entra hasta en el corazón más congelado, y eso me ocurrió a mí. Tristemente caí rendida ante tal estúpido sentimiento, haciendo que todo cambiara en mi forma de ver la vida. A él le encantaba el diamante y el cristal, por lo que este museo lo apreciaba más que a su vida. Iba tras el como un oso a la miel o una polilla a la luz. Desgraciadamente él no era como yo, sabía perfectamente como era el amor ya que no era la primera vez que se enamoraba. Dejé mi carrera por él, dejé mi casa por él, deje todo por estar a su lado y despertar cada día, un poco más cálida. Cambió, solo puedo decir eso- Dijo, cada vez resultaba más afectada- a veces era un diamante y otras veces era el cristal más puntiagudo. Me transmitió su pasión por estos materiales y me convertí en un diamante humano. ¿Qué decir? Estaba ciega, caí en sus garras. Desgraciadamente un día despertó helado, no parecía él, no era él. Me llevó a mi actual casa, donde aprovechó para atacarme y déjame ciega con dos cristales que formaban un corazón. Desde ese día mis ojos se volvieron casi blancos y solo veo a través del dolor que siento. Por eso básicamente robé este museo, tocando el cristal que se rompió… Como mi corazón. Querida, dile al teniente Mc Conall que nunca dejé de quererle.>> En ese preciso momento se clavó la última parte del cristal que formaba un corazón en su torso. Al mismo tiempo apareció ese teniente por la puerta, lo descubrió todo. Corrió rápidamente hacia la muchacha llamada Valentina. Solo quedó tiempo para que pronunciara, un te quiero. ¿Y esto que tiene que ver? Sin sentido, ¿verdad?


Valentina iba cada noche al museo entre sollozos repitiendo la misma frase y llenรกndolo con lรกgrimas de diamantes, esperando a que el teniente apareciera como le dijo una noche bajo la luz de la luna. Pero nunca apareciรณ.


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