UN RAYO DE LUZ. Un rayo de luz caía perezosamente desde la ventana al pupitre de un chico de cabellos cortos, cobrizos y lisos. Sus ojos avellana levantaron la mirada, y, con ellos, todo el cuerpo, del estuche al pelo brillante y liso de la profesora. -¿Ha dormido bien, Lewis? - Bromeó la mujer, aunque su cara era completamente inexpresiva, excepto por sus labios finos y apretados, que mostraban su descontento. -Lo siento – Se disculpó el alumno, avergonzado. -Como iba diciendo, hay que hacer un trabajo para mañana sobre las leyes de nuestra sociedad. Es decir, en parejas – todos los jóvenes intercambiaron miradas con sus amistades, a lo que la profesora, volviendo a apretar los labios, continuó– tenéis que relatar los derechos que existen y las mejoras que proporcionan a nuestra vida cotidiana y la libertad actual. Yo formaré los grupos- Los estudiantes, aunque no aprobaban la idea, no se quejaron, sumisos, excepto una chica de pelo rubio y rizado, que se encontraba al fondo, al lado de la ventana. -¿Por qué? ¿No podemos hacerlo solos o con quién queramos? - Preguntó. -Rotundamente no – Negó – Porque no habría igualdad. Me explico: los mejores alumnos lo harían junto otros con la misma capacidad intelectual, y sería un trabajo ejemplar, aunque dejaría a otros con menos oportunidades de hacer un buen proyecto.- La chica abrió su boca para decir algo más, aunque la profesora la cortó con el comentario: -Y a usted, Cynthia, esta desigualdad precisamente no le convendría.- Todos los alumnos giraron sus cabezas hacia la chica, que enrojecía por la opinión de su maestra y el hecho de que todos la miraran con unos ojos en los que, aunque no se expresara maldad, una pequeña llama titilaba en ellos, porque, a pesar de su poco carácter, seguían vivos. La profesora fue nombrando las parejas que tendrían que trabajar juntas, primero nombraba a la persona “con capacidad” y luego a la de “con menos capacidad”.- Lewis y Cynthia – Leyó, mirando su lista. El chico se giró, la chica alzó su mirada, y sus ojos se encontraron entre la multitud. Sus miradas actuaron como polos. Como polos iguales, ya que en seguida giraron la cabeza a cualquier otro lado, maldiciendo la elección de la profesora. Esa misma tarde, a las cinco, Cynthia salió de su casa y, tras cruzar un par de barrios, llegó a la vivienda de Lewis. Llamó con sus nudillos a la puerta, que él mismo abrió. Sin intercambiar ni una sola palabra, llegaron al salón donde se sentaron frente a un montón de folios. -Muy bien. Empecemos para acabar cuanto antes. - Gruñó el chico agarrando un bolígrafo. -Sí. -El trabajo podría empezar así: “Los derechos de la sociedad avanzada”. Después seguiría: “Las normas y leyes de la sociedad actual han ido perfeccionándose a lo largo de los siglos, hasta llegar a un punto, el actual, en el que se ha conseguido un equilibrio, habiendo libertad e igualdad entre todos los habitantes...” -Pero eso no es cierto. - Protestó Cynthia. -¿Acaso se te ocurre a ti algo? - Preguntó, intentando ocultar el tono despectivo de su voz. -Sí. - Respondió, convencida – No hay esa igualdad y libertad tan perfecta de la que hablas. Para empezar... -Qué no me interesa tu opinión, pedazo de muelle.– Gruñó. -¡¿Lo ves?! ¡Un claro ejemplo! - Exclamó, señalándolo con la palma de la mano. -Que no... -¡Qué te calles y qué me escuches por una vez en tu vida! - Espetó, levantándose de la silla – Hay muchos “derechos” y mucha “igualdad”, ¿verdad? Pues si tanta “igualdad” hay, ¡hay leyes que habría que quitar para que hubiese de verdad! -No te entiendo.-Gruñó, aunque en su mente cuadriculada se encendió una chispa de curiosidad. -¿Hay leyes diciendo “las mujeres y los hombres tienen los mismos derechos”? -No. -¿Por qué? -Porque no hace falta. Se sobreentiende que son iguales. Es estúpido. -¿Y hay alguna norma que indique que la gente que le guste los de su mismo sexo sean iguales que los que prefieren a los del otro sexo? -¡Pero qué preguntas! Pues claro que no. Que líos formas. No hay diferencia. -¿Y entonces por qué sí hay para las personas de pelo rizado y para las de pelo liso? ¿Qué diferencia hay? -Por eso hay una ley que señala que son iguales, ¿no?