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01 Edificios como símbolos
from Estructuras de apariencia.
by Cartillas Investigación arquitectura. Institución Universitaria Colegio Mayor de Antioquia.
Edificios como símbolos
Con el objetivo de contextualizar sobre los conceptos aplicables al tema de estudio y los antecedentes del símbolo edilicio, en este apartado se presenta una exploración de las principales nociones sobre las que se fundamenta la investigación. Esta visión conceptual permite comprender y precisar los instrumentos hacía una definición de las Estructuras de Apariencia.
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Teoría de los Símbolos
Los seres humanos nos caracterizamos por querer dejar huella en este mundo, por tal razón en cada cultura se gestan actos cargados de significado que permite a los sujetos reconocer una forma, un objeto, y/o un concepto. En este punto, nos preguntamos, ¿Qué hace que un edificio sea simbólico? Para poder dar respuesta a esta pregunta y entender qué es el símbolo edilicio, debemos conocer y comprender antes al signo, este ha sido estudiado por diversos autores, cada uno con una posición relativamente parecida como Charles Peirce (1974) que dice “Un signo, es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o tal vez, un signo aún más desarrollado.” (p. 22). Peirce entiende que la función principal del signo es representar, así todo representa a alguien o a algo. Este principio corresponde a simbolizar, ya que el signo se refiere a cualquier representación que nos otorgue un significado. Por ejemplo, el término casa. No se está refiriendo a la casa “x” que conocemos, sino a todas las casas existentes; por lo tanto, es una construcción conceptual abstracta que representa algo. Por otro lado, él símbolo se define según el diccionario como una figura u objeto que está cargado de significado, pero este es un tema mucho más amplio y sujeto a muchas más
interpretaciones, ha sido estudiado desde varias disciplinas: semiótica, antropología, filosofía, psicología, etc. Todas ellas se fundamentan en el análisis de la estructura lingüística, pero pocos autores tienen acercamientos a la teorización del simbolismo asociado a objetos edilicios. Pero antes de llegar a ese punto, creemos oportuno, dar una mirada general a aquellas interpretaciones teóricas de símbolo, que exponemos de forma sintetizada en la siguiente tabla.
AUTOR DEFINICIÓN DE SÍMBOLO CATEGORÍA CIENTIFICA
UMBERTO ECO
YURI LOTMAN Los símbolos están relacionados arbitrariamente con su objeto.
El símbolo, tanto en el plano de la expresión como en el del contenido, siempre representa cierto texto; es decir, posee cierto significado único cerrado en sí mismo. Es un contenido que sirve de plano de expresión para otro contenido, más valioso culturalmente.
SEMIÓTICA
Figura 7: Signos Universales. Esvástica, Estrella de David, Signo de amor y paz, Cruz cristiana y signo del comunismo.
Figura 8: Iconos de edificios de la ciudad de Medellín. Iglesia la Candelaria, Museo de Antioquia, Iglesia Metropolitana y Palacio De La Cultura Rafael Uribe Uribe. CLIFFORD GEERTZ
VICTOR TURNER
GILBERTO GIMÉNEZ
ELIAS NORBERT
EDMUND LEACH
GILBERT DURAND Todo signo interpretable es símbolo. Todo lo que sirve de vehículo de una concepción. Lo que tipifica, representa o recuerda algo por la posesión de cualidades análogas, por medio de asociación de hecho o de pensamiento. Es una marca, un mojón, algo que conecta lo desconocido con lo conocido.
El símbolo como producto cultural y convencional.
El símbolo puede percibirse literariamente como una imagen o una pintura de aquello a lo que representa.
Una relación de representación no intrínseca entre dos elementos de contextos culturales diferentes. Símbolo y signo son subcategorías de signum.
El símbolo como signo que remite a un significado inefable e invisible, y por eso debe encarnar concretamente esta adecuación que se le evade, y hacerlo mediante el juego de las redundancias míticas, rituales, iconográficas, que corrigen y completan inagotablemente la inadecuación.
ANTROPOLOGÍA
SOCIOLOGÍA
FILOSOFÍA
SIGMUND FREUD
CARLOS FREGTMAN Centra el símbolo a alusiones imaginarias de los órganos sexuales masculino y femenino. Utiliza la palabra “signo” como “efecto–signo”.
El conocimiento simbólico plantea una decisión entre sujeto y objeto conocido entre, pensador y pensamiento, demarca una forma de relación dualista
PSICOLOGÍA
TABLA 1. Definición de Símbolo desde varias disciplinas científicas. Elaboración basada en Balbuena Palacios, (2014), pp. 100-101.
A partir de todas estas definiciones se puede decir que el símbolo se ubica en el plano de la expresión, es decir en la interpretación de un objeto-imagen determinada. Así pues, es la capacidad del símbolo de representar, denotar, evocar, recordar e interpretar algo para traerlo a nuestra memoria.
Ahora, para empezar a hablar sobre lo que significan los símbolos en la arquitectura, debemos empezar abordarlo desde la definición de la estética; ya que es claro el hecho de que el ser humano siempre ha tratado de encontrar la belleza en la creación de objetos y en la construcción de edificios, es decir, la belleza en la composición arquitectónica, tal y como lo define Pérez y Páez (2002) en su tesis “Aunque podemos definir la estética como ciencia que trata la belleza y los sentimientos que hacen nacer “lo bello” en nosotros, el concepto de estética trata con el simbolismo” (p. 20). La definición de estética de Pérez y Páez hablan de resaltar las características arquitectónicas y los valores simbólicos de las construcciones y así ayudar a determinar cuáles eran los principales mensajes que se pretendían manifestar a través de cada uno de los edificios, en cuanto a expresiones de la ideología y del simbolismo político del mismo. El contenido simbólico de la arquitectura es muy importante, algunas definidas por Sert, Léger y Giedion (2015) en su artículo Nueve puntos sobre monumentalidad, “la eterna necesidad del hombre de crear símbolos en los que se reflejen sus acciones y destino, así como que alienten sus convicciones sociales y religiosas, transmitiendo recuerdos a las generaciones venideras”. (p. 199) Podemos decir que el simbolismo va sujeto al creador de la obra arquitectónica, porque es él quien plasma sus ideas y la forma de ver la vida y de pensar. “los hombres crearon símbolos para sus
Figura 9: Plano de versalles en 1746, por abbé delagrive
Figura 10: Arco del Triunfo de París, Francia. 1806. Uno de los monumentos más famosos de la capital francesa, construido por orden de Napoleón Bonaparte para conmemorar la victoria en la batalla de Austerlitz. ideales, sus objetivos y sus actividades. Están destinados a sobrevivir a la época en que surgieron, son un legado para las futuras generaciones. Forman un vínculo entre el pasado y el porvenir”. (Sert, Léger y Giedion, 2015, p. 203) La relación entre símbolo y monumentalidad es estrecha, prácticamente no puede haber una sin la otra, puesto que el símbolo se refiere a la expresión de una obra arquitectónica que representa un tiempo, lugar y un carácter que lo hace único y perdurable en el tiempo. “Los monumentos son expresión de las más altas necesidades culturales del hombre. Están destinados a satisfacer el ansia eterna del pueblo por traducir en símbolos su fuerza colectiva. Los monumentos realmente vivientes son los que dan expresión a esa fuerza colectiva.” (Sert, Léger y Giedion, 2015, p. 203). Ahora bien, el concepto de monumento que menciona Françoise Choay lo define como:
Todo artefacto edificado por una comunidad de individuos para acordarse de, o para recordar a otras generaciones determinados eventos, sacrificios, ritos o creencias. La especificidad del monumento consiste entonces, precisamente, en su modo de acción para la memoria que utiliza y moviliza por medio de la afectividad, para que el recuerdo del pasado haga vibrar el diapasón del presente. (Choay. 1992, p. 12).
Nos habla entonces de la arquitectura como el instrumento para evocar, de manera emotiva, los eventos, los rituales o creencias, que ocurrieron en algún momento de la historia y la manera más efectiva de preservar la memoria frente a la acción abrasiva del tiempo. El propio Le Corbusier, deja entrever una respetuosa consideración hacia los monumentos existentes, especialmente referida a la precisión y perfección clásica, así como al importante
papel que desempeñan en la configuración de la ciudad. (Corbusier, 1923) Los monumentos más habituales en la antigüedad eran las iglesias o catedrales, la alcaldía y las plazas, es decir, edificios de carácter público.
La importancia que los monumentos tenían para la comunidad medieval se hacía patente en su colocación en la trama urbana: siempre ocupan un lugar central y se rodean de grandes plazas que antiguamente albergaban los mercados, función principal de las ciudades medievales. En otras palabras, la trama urbana se preparaba para albergar al monumento, que era un edificio importante para la comunidad, ya que representaba sus creencias y su esencia (Villanueva, 2011, p. 03).
Figura 11: Catedral de Santa María del Fiore, Florencia, Italia. 1296-1418. Símbolo de la riqueza y del poder de la capital toscana durante los siglos XIII y siglo XIV.
Figura 12: New York Times Magazine, 3 de noviembre de 1935. “Le Corbusier observa, con aire crítico”. Las ondas de choque de la llegada del arquitecto, registradas por la prensa de Nueva York. “¿Demasiado pequeños? Sí —dice Le Corbusier—, demasiado estrechos para una circulación libre y eficaz” A diferencia de los monumentos, el hito arquitectónico no tiene por qué tener un uso ni una financiación pública. Así mismo lo expresa Villanueva (2011) “El hito contemporáneo, que puede ir desde una pequeña biblioteca a un polideportivo, no refleja necesariamente las inquietudes de la sociedad actual” (p. 03).
Los hitos arquitectónicos son piezas singulares, diseñadas de forma que su altura destaque por encima de las edificaciones de su propio entorno. La palabra “hito”, que proviene del latín fictus “clavar”, que indica la manera en que este tipo de edificaciones se impone en la ciudad, se clava en la trama. (Villanueva, 2011, p. 3) Precisamente una de las cosas que lo hacen más imponente, es que consigue destacar más fácilmente, tanto el monumento como el hito pretenden ser edificios referentes que destaquen y sean visibles. La altivez de estos edificios definidos como hitos arquitectónicos constituye el paisaje vertical de la ciudad. El paisaje vertical u orden vertical hace referencia a esas torres altas de una tipología edilicia que aparece como resultado a las condiciones urbanas de la época, así lo menciona Pérez Nanclares (2016) en su tesis La planta baja de los rascacielos “A comienzos de los 70, aparece el rascacielos en la ciudad, aquel que supera en pisos habitables el promedio de edificaciones del paisaje urbano, que sobresale en la distancia y que se construye como respuesta a una confluencia de factores, que van desde lo económico hasta lo tecnológico...” (p. 9). Esto ayuda a pensar el modo de crecimiento de la ciudad y cómo se organizan los edificios altos, e invita a tomar conciencia acerca de la importancia de la arquitectura como elemento dinámico en la transformación de las ciudades.
Urbanismo y Poder
Cuando se habla de antecedentes urbanos pensamos inmediatamente en el modelo romano y griego; sin duda estas dos civilizaciones contribuyeron en el desarrollo del simbolismo arquitectónico. Por un lado tenemos la arquitectura griega donde el espacio exterior que aparece definido por los templos, no está constituido por relaciones fácilmente reconocibles pero como lo explica NorbergSchulz (1973) en su libro Arquitectura occidental, “La polis griega surge, pues, como resultado simbólico del nuevo ordenamiento de la vida. […] representado el símbolo de las conquistas sociales y culturales.” (p. 35)
Los griegos en la Acrópolis aplicaron el principio de diseño de grupo, esto significa establecer una armonía espacial entre varios edificios independientes, cada uno de los cuales tiene su propia individualidad formal. Se crea de esta forma una interacción óptima entre sus volúmenes y el centro se convierte en el lugar de reunión del pueblo. Es por eso por lo que el paisaje griego posee o transmite esa sensación de majestuosidad, que acompañado de su formidable maquinaria política influenciará en cómo se desarrollaba la sociedad en la ciudad.
Figura 13: Atenas. Acrópolis. Reconstrucción.
Figura 14: La máxima expansión del Imperio Romano en el año 117 D.C. con el mandato del emperador Trajano.
Figura 15: Ciudad antigua de Roma
Figura 16: Planta hipodámica Timgad Así mismo la civilización romana era sinónimo de poder, “la ciudad se concibió en primer lugar como una manera de estabilizar a las poblaciones y ejercer un control sobre ellas” (Fernández & Mañas, 2013, p. 201). Por lo general, se fijaban criterios generales para la organización de los lugares de asentamiento con el fin de tener las mejores condiciones de vida para las personas como la seguridad, la higiene y también la estética; ese especial deseo de belleza se expresaba en la simetría y trazado regular de sus calles, en la orientación de las edificaciones y como la luz entraba y se reflejaba en ellas. La idea de ciudad romana conlleva una materialidad urbanística y arquitectónica reconocible: núcleo urbano concentrado, con una ordenación interna y edificios civiles, religiosos y públicos. La existencia de una trama urbana ortogonal formando grandes manzanas, dentro de las cuales se asientan los edificios públicos y privados. (Fernández & Mañas, 2013, pp. 206 - 207) Esto le daba un sentido de orden a la ciudad en el cual el centro destacaba como lugar de congregación pues ahí estaba el Foro y alrededor de ese centro se abrían los principales edificios; los cuales dejan de ser simplemente elementos constructivos donde se cumplían diferentes funciones, a ser lugares que contienen múltiples significados como: el poder que se ejercía sobre los ciudadanos y la forma de mostrar el tamaño y fuerza del imperio.
En América Latina la arquitectura de los imperios de las culturas precolombinas, reflejaban la idiosincrasia de la población, estos vestigios arquitectónicos se pueden observar por todos los Andes desde el norte de Argentina hasta el sur de Colombia que era el territorio que abarcaba el
imperio Inca; las cuales eran sociedades muy jerarquizadas, con organizaciones piramidales. El urbanismo precolombino también era una estrategia de control político y social, porque la ciudad central controlaba los confines del imperio por eso cuando llegaron los españoles fue fácil conquistarlos, porque tenían una concentración del poder en un solo lugar; esa concentración en el caso del imperio Inca estaba en su ciudad fundacional de Cusco que significa “ombligo del mundo” la cual se ubica entre la vertiente oriental de la cordillera de los Andes hasta el océano pacífico, por ser un punto estratégico donde convergen los cuatro “suyos” (las cuatro grandes divisiones del Imperio).
Una característica de todas estas ciudades era que se ubicaban en partes altas a más 2.400 msnm; esto nos puede llevar a pensar que era por una razón militar, de defensa o que la principal preocupación era la de ganar tierras para la agricultura pero también había una razón más simbólica y cosmológica, ya que sus dioses estaban relacionados con la naturaleza y ellos poseían un vasto conocimiento en la astronomía, se puede deducir que al situar sus ciudades en lugares altos era para estar más cerca con el mundo de arriba o Hanan Pacha. Este era el mundo situado encima de ellos, donde habitaban los dioses, entre ellos el sol y la luna. Lo cual da indicios que las consideraciones fundamentales para la planeación de las ciudades o la ubicación de las “cumbres de poder” fueron: el medio natural y los elementos de la cosmovisión andina que era la forma o la manera de mirar el mundo por los incas. (Guzmán García, 2012).
Figura 17: Mapa ubicación de los 4 “suyos”
Figura 18: Machu Picchu Cuando llegan los españoles a las ciudades precolombinas, estas estaban en el culmen de su desarrollo social y cultural; los españoles encuentran una sociedad organizada jerárquicamente y con una concepción de los espacios arquitectónicos muy diferentes. Las civilizaciones occidentales habían definido la arquitectura como “el arte de encerrar el espacio” de crear espacios cerrados y delimitados como las iglesias o templos, donde se desarrollaban todas las actividades sociales, culturales y religiosas; por otro lado, las culturas precolombinas se habían caracterizado por desarrollar la mayoría de sus actividades al aire libre, por toda esa relación simbólica entre el hombre y el medio, ya que no había esa diferenciación tan marcada entre el interior y el exterior porque esa asociación entre el volumen arquitectónico y el urbanismo era lo mismo; los volúmenes se encontraban relacionados entre sí mediante toda una red de caminos y patios que lo que hacían era unificar todo como uno solo. (Gussinyer, Alfonso, & García. 1992).
Lamentablemente cuando empieza el periodo de la conquista muchos de los elementos arquitectónicos como los templos y los sistemas productivos de terrazas y canales fueron abandonados a medida que bajaba la población ya fuera por las enfermedades o la guerra. Entonces empieza un nuevo proceso de fundación y organización de las ciudades por los españoles que estaba claramente reglamentada por las leyes de indias que lo que hacían era regular la planificación y la vida social a los nuevos pobladores de las Américas. Las capitales fueron ubicadas en el centro de sus regiones administrativas y en valles o cuencas sanas. La plaza mayor, denominada originalmente plaza de armas, constituía tanto el centro de cada ciudad como la estructura clave
para la red de calles urbanas. Además, la plaza actuaba como el núcleo de la vida social. La posición social de cada uno de los ciudadanos estaba determinada por la distancia de su casa respecto de la plaza principal.La pendiente social y funcional desde el centro a la periferia se reflejaba en la estructura social circular de los barrios. Cerca de la plaza estaba instalada la aristocracia, formada por las familias de los conquistadores, los funcionarios de la corona y los encomenderos o grandes hacendados. El círculo siguiente era ocupado por la clase media, formada por comerciantes y artesanos. En este barrio se ubicaba por lo general el mercado municipal. En el último círculo, el más periférico, vivían los «blancos pobres», los indios y mestizos. (Bäbr & Bordorf, 2005, p. 208)
De esta manera se sentaron las bases para la conformación de las ciudades coloniales, centro-periferia y también su estructura social. Después de que la mayoría de las colonias españolas lograron su independencia; el cambio político y económico originó una reestructuración en el espacio urbano, especialmente con la estructura social que rompe la organización circular de la ciudad colonial. “En este proceso confluyen la expansión lineal del centro que pasa de ser un centro administrativo a un centro comercial, el crecimiento lineal de los barrios altos con villas modernas orientadas a amplios paseos, prados o alamedas, y el sector industria” (Bäbr & Bordorf, 2005, p. 209).
En el caso de las ciudades colombianas la cultura es un componente esencial en la configuración del territorio porque es la que cohesiona, articula y establece los límites de éste, el cual a su vez es escenario de la diversidad, y lugar de encuentro de las manifestaciones culturales locales, regionales y nacionales. En Antioquia y en especial Medellín “el crecimiento urbano se ve como lento e irrelevante. Figura 19: Modelo de la ciudad colonial en Hispa-
noamérica
Figura 20: Barichara - Colombia: La ortogonalidad de la malla prevalece ante la topografía.
La estructura urbana es demasiado limitada, con poco desarrollo, sin espacios públicos y de tortuoso trazado. Con una arquitectura carente de importancia, con pocos edificios representativos.” (Gonzalez Escobar, 2007, p. 15). Aunque el crecimiento de la ciudad fue lento si fue sólido y Medellín pasó de ser una pequeña villa, a finales del siglo XVIII a ser la tercera ciudad más grande de Colombia a finales del siglo XIX. En esta época como lo dice González Escobar es donde se introduce la idea de progreso y civilización la cual marcará el ritmo de crecimiento para los siguientes años. Esa percepción de progreso, de prosperidad, de ser una ciudad “innovadora” es una impresión que hoy en día sigue en muchos de sus ciudadanos ya que en la cultura Figura 21: Mapa de la villa de Medellín, 1790. Atribui do a José María Giraldo -
antioqueña siempre ha estado presente un sentimiento de pertenencia o de apropiación que los habitantes del Valle de Aburrá tienen con la ciudad, así lo dice el historiador Jorge Orlando Melo (1997) en su escrito espacio e historia en Medellín.
Una especial relación de sus habitantes con Medellín. Ha tenido altibajos y caídas, es cierto, pero el hecho es que, durante la mayoría de estos trescientos años, y a veces contra muchas evidencias, los medellinenses han creído que su ciudad es muy bella y vivible, y además destinada a ineluctable modernización. Esta visión optimista y a veces engreída ha ayudado a generar cierto afecto por la ciudad, aún en los peores momentos de su historia, y sin duda explica la facilidad con la que ciertos comportamientos urbanos o cívicos pueden inducirse o promoverse entre sus habitantes. (Melo, 1997, párr. 7) Es así como desde la fundación de Medellín en 1675 se ha concebido la ciudad como bella y progresista; precisamente pensar de esa manera dio a que la configuración del territorio se diera de la siguiente manera: se elegía un sitio, se definía y demarcaba el trazado, se creaba la plaza y la iglesia como centro de poder y de allí era donde partían las calles, se repartían solares y se daban condiciones jerárquicas a los terrenos.
Esta ciudad colonial se prolongó hasta el siglo XIX y las prácticas culturales de principio del siglo XX estaban centradas en torno a la planificación de la ciudad; que hasta esa fecha era principalmente una ciudad industrial; las preocupaciones que originaron el nacimiento del urbanismo como disciplina fue el alto crecimiento de la ciudad, la falta de higiene y la poca circulación con la que contaba la ciudad. El plan de Medellín Futuro quería dar solución a estas preocupaciones, es cuando la
ciudad empieza a contar con acueducto y alcantarillado adecuado y la numeración de calles sigue el modelo de plano cartesiano, este plan marcó las primeras normas para el desarrollo urbanístico de la ciudad, sentó las bases para una ciudad planificada, señalando la importancia de un regulación pública del crecimiento de la ciudad y por ende del espacio público, desde una estrecha vinculación entre lo público y lo privado. Este crecimiento urbano no llevaba todavía a construir edificios llamativos o monumentales, solo se preocupaban por ir llenando los vacíos con edificios poco llamativos. La Plaza de Berrio y la Plaza de Cisneros eran los únicos lugares con los que contaban los habitantes para el encuentro ciudadano. No había bibliotecas, museos y mucho menos lugares para baile y diversión. “Los habitantes y visitantes se quejan de la falta de amenidades: ven riqueza en el pueblo, pero privada, y la gente parece vivir en el espacio cerrado de la casa y en el espacio alterno de la propiedad rural, más que en la ciudad cuyos espacios públicos siguen siendo muy naturales” (Melo, 1997, p.15). La ciudad como hecho espacial adquiere una preocupación por el progreso y la falta de espacios, establece unas dinámicas, creando así sus primeros planes reguladores, un
Figura 22: Carrera Bolívar. 1930 Construida en tierra, de aspecto sinuoso en el recorrido del camino, con aceras en ambos costados, sobre las cuales hay casas de un piso; puertas y ventanas de madera, con formas simples y poco elaboradas. Sobre la calle se destacan los rieles del tranvía y varios coches.
Figura 23: La Playa, Puente Junín. 1900 Puente de Junín, situado en el centro de la ciudad de Medellín, fue uno de los primeros en desaparecer cuando se iniciaron los trabajos de canalización y cobertura de la quebrada Santa Elena en 1932.
Figura 24: Tranvía a la América y estación del ferrocarril. 1923Tranvía Municipal, sistema de transporte de tracción eléctrica, puesto al servicio en octubre de 1921 en la ciudad de Medellín, su vida útil se postergó hasta el año 1951 cuando sale de circulación. Se observa la llegada del tranvía a la estación Medellín, en su recorrido que finaliza en la plaza de la América.
Figura 25: Plaza de Cisneros Estación Medellín del Ferrocarril de Antioquia al fondo, ubicada en el cruce de la Calle San Juan con Carrera Carabobo del sector de Guayaquil, en el centro de Medellín, construida por Enrique Olarte entre 1907 y 1914. Declarada Monumento Nacional en el año 1982. Se observa una manifestación realizada en la Plaza de Cisneros.
Figura 26: Plaza principal. Parque Berrío 1891 Al fondo se ve la Basílica Menor de Nuestra Señora de La Candelaria
modelo que, de un sentido de orden, que de un rechazo al caos y la improvisación y haya un control del crecimiento. La ciudad moderna, propuesta por el plan piloto de Wiener y Sert legisla desde una nueva funcionalidad, desde un nuevo ideal en el que hacer de la vida cotidiana, con profundas reformas a la vieja estructura urbana, con implicaciones sobre las nuevas formas de construir y ocupar la ciudad, sobre unos límites de población y una forma de circular, esta propuesta buscó planificar la ciudad de acuerdo con los postulados del CIAM; donde se hablaba puntualmente de:
La zonificación y de las cuatro funciones de la ciudad moderna, que serían entonces la implementación de las unidades vecinales, la realización y localización de un centro administrativo, el corredor multimodal del río, la articulación de los municipios del Valle de Aburrá como un área metropolitana, entre otros planteamientos, aunque no realizados completamente fueron fundamentales en la proyección de la ciudad en las últimas tres décadas del siglo XX.(Gonzáles Escobar, 2014, p.50)
A partir del contexto histórico expuesto damos cuenta de que los esfuerzos por “planear” la ciudad no dan los resultados primeramente planteados. El zoning no suplió las necesidades que la ciudad demandaba, se pensó en mejorarla estéticamente, abrir grandes vías, densificar y configurar nuevos suelos urbanos de expansión; es como se empieza gestar una ciudad sin historia.
Suficientemente grande para todo el mundo. Es fácil. No necesita mantenimiento. Si se queda demasiado pequeña, simplemente se expande. Si se queda vieja, simplemente se autodestruye y se renueva. Es igual de emocionante o poco emocionante en todas partes. Es
Planos Regulador 1956, basado en los planteamientos del Plan Piloro.
Figura 27: Plano con la propuesta de áreas verdes, incluyendo los parques lineales.
Figura 28: Plano de zonificación y límite urbano.
Figura 29: Plano con la zonificación del suelo.
superficial: al igual que un estudio de Hollywood, puede producir una nueva identidad cada lunes por la mañana. (Koolhaas, 1997, p.41) No obstante hay que tener en cuenta que cada modelo responde a unos momentos históricos determinados, y la ciudad de mitad del siglo XX enfrentó un acelerado proceso de crecimiento demográfico, agravado por la violencia en zonas rurales que impulsó un proceso de migración de esta población a las ciudades que estaban en proceso de consolidación, en busca de mejores oportunidades de vida, esto proyectó una ciudad más allá de las posibilidades reales de sus habitantes y el resultado fue el de una ciudad desarticulada y segregada. El crecimiento acelerado de la ciudad hizo que se empezara a destacar como el principal centro industrial del país; generando así una preocupación por mejorar la infraestructura vial. La movilidad se convierte pues en el principal motor para definir la configuración urbana de Medellín. Estos cambios en el trazado urbano de la ciudad significaron que dejáramos de concebir al centro como lugar de congregación y concentración del poder, donde se asentaban los principales edificios públicos y privados y se organizaba toda la sociedad; a una nueva forma de entender lo urbano, la movilidad es el principal modelo para planificar la ciudad.
La Arquitectura como Símbolo de Poder
La arquitectura es en sí misma, es una demostración pública del poder; en la antigüedad cada gobernante la utilizaba como forma de expresión de su superioridad sobre sus antecesores; esto lo hacían mediante la construcción de plazas, parques, templos, obras públicas, etc. Empezando por los egipcios que desarrollaron la arquitectura funeraria de pirámides, templos y palacios; las pirámides egipcias declararon con su plástica arquitectónica la ideología y simbolismo sobre el hábitat eterno para el alma de un rey. La pirámide egipcia se creará primero como escalera al Cielo --Sakkara—y luego se rediseñará como símbolo de un rayo solar --Gizeh--. Será la trasmutación de un pensamiento mítico-cosmogónico solar en morfoespacialidad arquitectónico-escultórica; será la configuración, al igual que los obeliscos, de un rayo solar como fuente eterna de vida para una tumba real de intención perenne. Así comenzará la realización de una severa y cerrada norma morfológica. (Sondereguer, 2006, p.10). El criterio arquitectónico para la construcción de estos monumentos estaba determinado por el ámbito espiritual. La espacialidad interior era lo más importante ya que se quería dar relevancia a lo ceremonial. Todo lo contrario, pasó con las culturas precolombinas donde lo más importante era la elección del lugar para emplazar su centro ceremonial
Figura 30: Pirámide tumba del rey Keops.
Figura 31: Corte de la pirámide tumba de Keops.
Figura 32: Zigurat de Ur
Figura 33: Templo de Isis en Filé
Figura 34: El Partenón y la espacialidad exterior donde se pudiera cultivar y así poder tener una relación con todos los elementos naturales, minimizando la espacialidad interior. Como menciona Sondereguer (2006) “los egipcios plasmaron su gran utopía: la eternidad del espíritu; los amerindios su cosmovisión propiciatoria de lo agrario: la Lluvia como fundamento de vida.” (p. 9). La pirámide entonces puede llegar a definirse como una obra plástica, más que arquitectónica; por la individualidad de material y sobre todo porque toda la obra estaba dirigida a los muertos; estos rasgos nos pueden hacer llegar a esa conclusión. Pero la pirámide no puede ser considerada aisladamente, ni como tumba ni como estructura formal, la pirámide y su significado simbólico sólo puede comprenderse en un sentido amplio, ya que el ritual simbólico es el que genera la construcción técnica y no al contrario. El símbolo y el rito en forma arquitectónica nunca ha estado ausente en la historia de la arquitectura. Pero en ningún periodo posterior hay un contenido simbólico tan marcado como en esta.
Por eso no es raro que otras culturas se inspiraron en estas construcciones monumentales, como es el caso de la arquitectura griega. Tanto los templos griegos como los egipcios se alzan como volúmenes en el espacio. Pero en Grecia, la columnata generadora de sombras del templo, le distinguen claramente del egipcio. Según Norberg-Schulz (1973), el templo griego representaba significados más profundos que otros edificios que estaban destinados a ofrecer protección física; estos templos aparentemente aislados se presentaban generalmente como cuerpos escultóricos bien definidos que no solo cumplían una función estética, sino también
una función espacial necesaria para la cual fue construida, como morada de una divinidad particular que adquiere singular importancia por el tratamiento simbólico que le daban y que se concretaba con el manejo que la daban a la plástica. Ya la auténtica arquitectura como lenguaje espacial nace es en Roma; según Bettini (2013) no puede afirmarse que las construcciones del antiguo Egipto se expresaban a través del espacio, ellos tenían más bien una concepción simbólica del espacio articulado con la vida después de la muerte. Por otro lado, los griegos llevan el concepto del espacio esencialmente a la plástica “es la masa tratada plásticamente que, articulándose y extendiéndose en superficie, crea en torno a sí su propio entorno espacial”. (p. 75). En el imperio romano ya la razón del mundo no es el hombre como medida espiritual ni como modelo plástico del universo, sino que concibe el espacio como lugar de acción, de conquista y demostración de poder. El interés romano por el espacio como medio de expresión arquitectónica llevó a la valoración de los interiores y a la integración del edificio con el marco urbano, esto es evidente hasta en el más conservador edificio romano, es decir el templo. Aunque este asimiló elementos procedentes de la arquitectura griega; el templo romano no se encuentra aislado, sino que la parte posterior se conecta con el muro que rodea un espacio organizado axialmente y el cual domina.
Otra característica que había en los edificios romanos era que se recordaba a un soberano por las construcciones que dejaba, las cuales eran alabadas en las inscripciones de los edificios o en los escritos antiguos; un ejemplo es el Panteón Romano que en su fachada principal tiene
Figura 35: Templo de Venus y Roma. 135 d.C. Se cree que fue el templo más grande de la antigua Roma . Situada en la colina de Velian , entre el borde oriental del Foro Romano y el Coliseo , en Roma.
Figura 36: Seccion del templo de Venus y Roma.
Figura 37: Fachada frontal Panteón Romano. “M.AGRIPPA.L.F.COS.TERTIUM.FECIT”
Figura 38: Panteón Romano
Figura 39: Piedra de los doce ángulos – Cusco, Perú. En la imagen de puede ver la perfección de la construcción Inca. Las piedras encajan a la perfección en cada una de sus esquinas para poder formar un muro.
Figura 40: La fortaleza de sacsayhuamán Es una “fortaleza ceremonial” inca ubicada dos kilómetros al norte de la ciudad de Cusco
Figura 41: La Plaza de Armas Cusco - 1900 Fue el epicentro político y económico de la civilizacion Inca antes de la llegada de los españoles al Cusco en 1534. la inscripción “M.AGRIPPA.L.F.COS.TERTIUM.FECIT”, que significa “Marco Agrippa, hijo de Lucio, cónsul por tercera vez, lo hizo.” Atribuyendo su construcción a Marco Agrippa general y amigo del emperador Augusto. En un principio el Panteón fue dedicado a los dioses romanos, incluso la definición de panteón es “templo de todos los dioses”, hoy en día está dedicado al culto católico; lo cual nos indica que es un lugar que siempre ha tenido un significado sagrado y es que la arquitectura del panteón posee un simbolismo reflejado sobre todo en su espacio interior, ya que él que entra sabe que accede a algo superior, “hay múltiples estudios que consideran el propio panteón como una representación del universo siendo el cuerpo cilíndrico, más firme y estable, el mundo terrenal y la cúpula representa el mundo de los cielos.” (Amich, 2018, p. 3) La sensación cósmica que genera el Panteón es gracias a su geometría que es la que estructura toda la composición del edificio y determina la posición de todos los elementos. Las reglas de las proporciones y la geometría no solo influyeron en la arquitectura romana, sino a múltiples civilizaciones alrededor del mundo como el imperio Inca que se caracterizaron por ser grandes constructores, simétricos y siempre en función de la naturaleza respetando su entorno geográfico. Todas sus construcciones eran hechas en piedra por ser un material abundante en la región, además, la piedra iba más allá de ser un simple elemento constructivo, era más algo simbólico, representaba toda una afirmación de poder; por eso ellos no la cubrían con nada solo la tallaban o la pulían, un ejemplo es la ciudad de Cusco donde se empleaban técnicas de tallado y abrasión tal que las piezas encajaban perfectamente entre sí creando un carácter monumental.
Cuando llegaron españoles a América, las concepciones que los pueblos indígenas tenían de la arquitectura y el urbanismo fueron desechadas o apartadas y se empezaron a implementar las reglas que ellos tenían para la fundación y planificación de las colonias; es así como los diferentes gobernantes hispanoamericanos erigieron iglesias y plazas públicas, estas eran lo primero que se construía indudablemente porque estaban cargadas de connotaciones simbólicas, ya que era las manifestaciones evidentes de su poder como gobernantes; es así que la mayoría de las costumbres de las culturas indígenas que habitaban en Suramérica fueron relegadas y casi olvidadas para imponer unas nuevas; curiosamente es la arquitectura la herramienta ideal para llevar a cabo la implementación de una nueva identidad porque es en ella donde se inscriben las memorias, las imágenes y símbolos que los habitantes van a respetar. En Medellín “después del trazo en 1675 de la estructura urbana inicial de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín por el maestro Alarife Agustín Patiño, quien arregló y demarcó las calles de esta villa, no parecía existir diferencia entre lo urbano y lo rural” (Gonzalez Escobar, 2007, pp. 20-21). La ciudad colonial se define ante todo por hitos de origen religioso ya que estos definían la conformación de los barrios y eran el centro de toda la vida social; además de ser el elemento aglutinador o simbólico que servía como mecanismo de control social, de esta manera la iglesia es el hecho físico que va a posibilitar la congregación de la población dispersa en el campo y así poder empezar a definir el trazado urbano, un ejemplo de esto es la Catedral Metropolitana que cuando se piensa en su construcción en 1890 se planeaba para que fuera la más grande y simbólica del poder católico.
Al pasar los años la ciudad se fue transformando, pero no fue hasta el último cuarto del siglo XVIII y el primero del siglo XIX que empezó el auge y crecimiento de la villa, “este se va convirtiendo en centro funcional, social, político, administrativo, de servicios y comercio” (González Escobar, 2007, p.23). Y a finales del siglo XIX y principios del XX es cuando empieza el periodo de transición hacia la ciudad moderna y esta se sumerge en un afán de progreso; la ciudad moderna implicaba la construcción de nuevos espacios públicos y edificios atractivos como: Teatro Municipal, el Palacio de Bellas Artes, el Palacio Nacional y el Palacio Departamental, actual Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe entre otros.
El afán de sus habitantes por el progreso implicó que se destruyeran construcciones importantes, ese acto de derribar la vieja ciudad para crear la nueva geografía urbana implica expulsión, desposesión y desplazamiento, aparte de la gran desmemoria urbana por la pérdida de referentes, elementos simbólicos y lugares de encuentro; aunque no hay que desconocer que la ciudad necesita crecer y que no todo se puede conservar pero hay que equilibrar eso y crecer con más responsabilidad y respeto con lo que hay. Parece así que siempre habrá esa discusión entre los progresistas y los que están “quedados en el pasado”, así lo menciona el historiador Jorge Orlando Melo en el texto Historia y representaciones imaginadas. Lo primero que debe mencionarse es la forma como las gentes de Medellín viven y perciben su relación con la historia de la ciudad. Desde el siglo pasado, sus grupos dirigentes, probablemente acompañados por el grueso de la población, han compartido una inequívoca fascinación por el progreso. Entre otras expresiones, esto se ha manifestado por una relativa indiferencia por las marcas
Figura 42: Fachada frontal, Catedral Metropolitana de Medellín.
Figura 43: Iglesia de La Veracruz Conocida también como Hermita Veracruz de los Forasteros, templo religioso diseñado por los maestros, José Ortiz, Joaquín Gómez, José Peinado. situada en el centro de la ciudad de Medellín, al costado occidental de la Plazuela del mismo nombre. Es uno de los templos más representativos de la ciudad. Construida a fines del siglo XVI
Figura 44: Instituto de Bellas Artes - 1939 Localizado en el cruce de la Avenida La Playa, y la carrera 42 Córdoba. Diseñado por el arquitecto Nel Rodríguez y construido entre los años 1926 - 1932. El Palacio de Bellas Artes surgió de la necesidad de la comunidad de Medellín de poseer un espacio que albergara la formación artística, de una naciente generación de músicos, pintores y escultores.
Figura 45: Incendio en el Parque Berrío. 1921 Incendio ocurrido entre el 29 y 30 de octubre de 1921. Una multitud de personas acude a observar los daños ocasionados al Hotel América y los establecimientos comerciales.
Figura 46: Fachada frontal de la Basílica Nuestra Señora de la Candelaria de su pasado y los elementos físicos, arquitectónicos y del paisaje que en algún momento hicieron parte de la identidad de la ciudad. Esto ha llevado por lo común a una fácil destrucción de los hitos históricos de la ciudad, o a ignorar los daños causados por algunas obras de desarrollo en edificios y paisajes tradicionales. (Melo,1993, p.13) Desde los años veinte la demolición fue una actividad bastante elogiada, en parte por los incendios, que provocados o no, permitieron levantar nuevas edificaciones como lo ocurrido en el Parque de Berrío, el cual da cuenta del trasegar de la historia de la ciudad como área fundacional, de dinámicas sociales y manifestaciones artísticas. La imagen del parque y sus alrededores fue anteriormente dominada por la arquitectura colonial, que luego de constatar los procesos de independencia, es orientada a un estilo europeo. Aunque ha tenido muchos cambios a causa de los múltiples incendios y la rápida operación demoledora, todavía se observan vestigios del pasado, como los intentos aislados de musealizar los rieles del antiguo tranvía que transitaba por el parque, a pesar de los cambios que ha tenido que soportar, aún sigue siendo un atractivo lugar de encuentro para las multitudes. Al frente del parque está la Basílica Nuestra Señora de la Candelaria construida en 1768, que fue catedral hasta la construcción de la metropolitana, pero eso no impidió que aún hoy en día siga siendo referente de la devoción y el catolicismo Antioqueño además de ser símbolo del poder religioso de la época colonial. A principios del siglo XX se quiere romper con los patrones de la arquitectura colonial que se venía haciendo y como reflejo de lo que sucedía en Europa se empiezan adoptar los estilos arquitectónicos para implementarlos en nuestro
contexto, un ejemplo de esto es la arquitectura que propone Agustín Goovaerts; su obra arquitectónica puede considerarse personal y única, ya que adaptaba varios estilos arquitectónicos a la época por la cual atravesaba Medellín. Además de los edificios gubernamentales como el Palacio Nacional y el Palacio Departamental, también le encargaron varias iglesias como la del Sagrado Corazón de Jesús, en el barrio Guayaquil. Igualmente, diseñó restaurantes, hoteles y teatros como el edificio Gonzalo Mejía (1922) formado por el Teatro Junín y el Hotel Europa, que destacaba por su claridad estructural, la secuencia de sus espacios y el manejo de ornamentos clásicos en su fachada, pero sobre todo por la implementación del arco que era un tema básico en todas sus obras. El teatro que se encontraba ubicado en la esquina de Junín con La Playa fue demolido a finales de los años sesenta, para dar paso al desarrollo industrial con la construcción del edificio Coltejer. La demolición del edificio Gonzalo Mejía el 5 de octubre de 1967 fue anunciada un día antes en la radio, dando cuenta de su decadencia, pero también de la importancia y de la dificultad de su reemplazo: Mañana empezará la pica a desmantelar el viejo teatro. La cornisa barroca que anunciará las luminarias aztecas del celuloide y que fuese testigo de tantos actos heroicos en el corazón de Medellín, no volverá a iluminarse más. El Junín ha cumplido su tarea y ahora sucumbirá como cuota de sacrificio ante el progreso. En la pantalla del viejo teatro quedará resonando el eco de las balas de su última película: Arizona Colt. Hasta en la muerte, el Junín tenía que seguir siendo ruidoso... No habrá teatro que reemplace al Junín por mucho tiempo. Medellín que no lo quería en los últimos tiempos palpalá ahora que un gran coloso ha desaparecido para siempre. ¡Y qué gran falta hará! (Réquiem por un teatro, 4 de octubre de 1967.)
Figura 47: Teatro Junín, hoy en día el Edificio Coltejer. 1926
Figura 48: Palacio Municipal - 1939 Ubicado entre las carreras Carabobo y 53 y las calles 53 y Calibío, uno de los más destacados de la arquitectura colombiana del siglo XX. Fue diseñado por Horacio y Martín Rodríguez, de la firma H. M. Rodríguez e Hijos, primera gran firma diseñadora y constructora de edificios que se creó en Medellín. A principios de 1930 empezó a construirse el Palacio Municipal, actual Museo de Antioquia (1933-1937), diseñado por los arquitectos Martin y Nel Rodríguez el cual se destaca por su simetría y la disposición hacia los patios interiores, pero sobre todo porque su diseño aportó el concepto de modernismo a los edificios públicos y privados, un ejemplo de esto es casi toda la arquitectura bancaria construida alrededor del Parque de Berrío o en inmediaciones, tal como el Banco Republicano (1923) también diseñado por Rodríguez ubicado en la esquina suroccidental del parque “considerado uno de los edificios de mayor relevancia y calidad espacial y formal en la arquitectura de la ciudad” (González Escobar, s.f. párr. 7), también el Banco de Bogotá, inaugurado en 1941, en el costado occidental; y el Banco de la República (1948), en el costado oriental del parque, sobre la calle Palacé y contiguo a la iglesia de la Candelaria.
Figura 49: Estación Medellín del Ferrocarril de Antioquia, construida por Enrique Olarte entre 1907 y 1914.
Figura 50: Banco Republicano. Fotografía Rodríguez, 1923.
Figura 51: Banco de Colombia 1967. Como dice González Escobar (s.f.) la arquitectura bancaria se transformó mucho en las primeras cuatro décadas del siglo XX pasando de los edificios historicistas donde se destacaban los ornamentos a unos edificios cada vez más simples en sus formas, pero en el cual los materiales eran los protagonistas. “La elegancia de las portadas, con sus carpinterías metálicas, lo mismo que en los vestíbulos, con la materialidad, iluminación, decoración y espacialidad, eran formas de destacar esta nueva arquitectura y el prestigio de la entidad bancaria.” (párr. 8) Entre 1950 y 1964 Medellín se consolidó como Capital Industrial de Colombia y comenzó a expresarse en construcciones de arquitectura moderna, como el edificio Fabricato, esta arquitectura industrial o manufacturera se caracteriza por las dinámicas de desarrollo económico, social y por consiguiente espacial, produciendo cambios en la ocupación del territorio.
En el objetivo de configurar el Medellín moderno, la transformación urbana del centro de la ciudad fue fundamental, pues a medida que se ampliaron las calles para dar paso a las avenidas, se fue consolidando la nueva arquitectura. Fueron los casos de la carrera Carabobo, la avenida Junín o las calles Boyacá y Colombia, todas aledañas al Parque de Berrío, en donde las viejas casonas de tapia se demolieron, y sus lotes fueron cedidos para la ampliación vial y el desarrollo arquitectónico en altura. (González Escobar, s.f. párr. 11) Sin lugar a duda esta época se caracterizó por construir edificios que fueran emblema de una empresa y que aportaran a la modernidad de la ciudad. El sector que más cambió gracias a estas dinámicas constructivas fue la calle Colombia, donde fueron construidas edificaciones
representativas de esta época como: el Banco de Bogotá y el Banco Comercial Antioqueño, el Banco de Colombia, el Banco Central Hipotecario, el Banco de Caldas, el Banco Ganadero, entre otros. Lo que hizo que esta calle se fuera convirtiendo en el eje bancario de la ciudad. Eran edificios que variaban en su altura entre los seis y los diez pisos, con lo que su escala urbana era pertinente y adecuada para esa ciudad moderna que se configuraba.
Era una especie de tipología arquitectónica conformada, independiente de las diferencias entre los lenguajes, de un zócalo, el cuerpo propiamente dicho y el remate. El zócalo fue un elemento fundamental para el espacio y la fachada urbana, en tanto elemento de relación con la escala humana, de referencia en términos de la institución comercial o bancaria y de articulación entre la calle-andén con el vestíbulo del edificio. (González Escobar, s.f. párr. 14) La arquitectura bancaria define la transformación urbana del centro de Medellín ya que, con la construcción del Banco Industrial Colombiano, el Banco de la República, la Torre del Café, la torre del Banco Popular cambia el perfil urbano a uno cada vez de mayor altura, hasta llegar a celebrar la obra más simbólica que redefinió el paisaje medellinense, el edificio Coltejer. Inaugurado en 1972, con sus 36 pisos y los 42 mil metros cuadrados de construcción, puso un punto especial en su remate, al que, señalan sus diseñadores, se le dedicó especial atención y terminó convirtiéndolo en un referente.
Todos estos nuevos edificios renovaron la arquitectura de la ciudad. Los principios fundamentales de contar con sótanos para parqueaderos, la plataforma comercial sobre la calle, la torre con las áreas comerciales y oficinas, además donde al concreto armado se le sumaron los planos en vidrio o
Figura 52: Edificio Banco Ganadero,1969. localizado en el centro de Medellín, en el cruce de la carrera Bolívar y la calle Colombia. Construido en el año 1964 por la firma de arquitectos Solano y Rolink.
Figura 53: Edificio Banco de la república. Medellín los enchapes en piedra, los pisos en mármol entre otras materialidades caracterizaron esta época arquitectónica y creó una nueva imagen del paisaje al punto que hoy son las que lo caracterizan, más allá de los proyectos desarrollados en las dos últimas décadas del siglo XX y las dos primeras del siglo XXI.
En la ciudad contemporánea, el catolicismo no tiene la fuerza que tenía en otras épocas, estas no necesitan ahora de un edificio físico, ya que pueden propagar o difundir su palabra por la radio y la televisión, reuniendo incontables seguidores sin la necesidad de mostrar un símbolo como lo es por ejemplo la plaza de San Pedro y el Vaticano. La necesidad de erigir monumentos para la devoción y la memoria colectiva se hicieron patentes durante muchos siglos, pero el mundo actual no padece las ansiedades que justificaron aquellas maravillas arquitectónicas y urbanísticas que aún pueblan gran parte de Europa y también en nuestro territorio. Ahora los monumentos y símbolos son otros, pero ahí está la cuestión ¿Cuáles son esos nuevos símbolos edilicios de la ciudad contemporánea?, ¿Acaeció una destrucción o transformación del símbolo arquitectónico? Para poder dar respuesta a estas preguntas es necesario conocer el pasado, pero sobre todo el presente y la forma socioespacial de la ciudad de hoy. Para poder explicar la ciudad actual es necesario hacer referencia a lo que dice García (2008). “El demonio de la pérdida de la tradición e identidad local no es otra, sino que la globalización y la cultura de masas.” (p.112) La defensa de esa ciudad tradicional se diluye cuando las cuestiones de la composición, la escala, la proporción y el detalle se reducen a conexiones mecánicas más que arquitectónicas. Cuando las distancias entre el núcleo y la envolvente aumentan hasta el punto de que la fachada ya no puede revelar lo que lleva adentro. Cuando las edificaciones entran en un ámbito amoral, más allá del bien y del mal. Su impacto es independiente de su calidad. Cuando la suma de todas estas rupturas revela que el resultado no forma parte de ningún tejido urbano. (Koolhaas, 2002).
Figura 54: Edificio Coltejer
Desde la planeación de la ciudad se observa una pérdida de la identidad a través del tiempo y quizá la construcción de identidad en nuestra ciudad se rompe cuando la ciudad se concibe como un ente primordialmente productivo desconociendo la evolución de la ciudad tradicional; la construcción de los centros religiosos como primera muestra de poder (Catedral Metropolitana) luego la visión culturista (teatro Junín) el auge económico e industrial (Edificio Coltejer) y finalmente la cultura del consumo (centros comerciales).
Figura 55: Catedral Metropolitana, 1940. Figura 56: Teatro Junín 1955 Figura 57: Edificio Coltejer 1972
La insistencia en el centro como núcleo de valor y significado, fuente de toda significación, es doblemente destructiva. Significa que el centro tiene que ser constantemente mantenido; es decir, modernizado. Como el lugar más importante, paradójicamente tiene que ser, al mismo tiempo, el más viejo y el más nuevo, el más fijo y el más dinámico; sufre la adaptación más intensa y constante que luego se ve comprometida y complicada por el hecho de que también tiene que ser una transformación irreconocible, invisible a simple vista. (Koolhaas, 1997, p.40) Los últimos años, la ciudad se ha llenado de edificaciones que nada tienen que ver con su entorno, que están fuera de contexto. La ciudad está plagada de construcciones con soluciones mediocres, poco funcionales, con formas rebuscadas, sin sentido. Estamos en una época donde construimos solo por construir, sin pensamiento y sin la necesidad de ser recordados por otras generaciones. La necesidad de erigir monumentos que queden en la memoria parece algo del pasado. Esta época se caracteriza más por la necesidad de densificar, destruyendo así la trama existente, y despojando a la ciudad de los lugares de valor paisajístico y arquitectónico y de todas sus memorias. Se borran y destruyen casas, edificios, todo por densificar. Esto permite, una proliferación de otros usos por toda la ciudad, se van especializando zonas de oficinas, comercio y servicios, compitiendo con el sector comercial y tradicional del centro. Ya la gente no tiene obligación de acudir al centro principal para las compras y muchas veces ni para trabajar, ni acceder a diferentes servicios. El centro pierde importancia para la vida económica y social de la ciudad, y pasa a ser un lugar de grandes conflictos socio-espaciales.
Figura 58: Línea de Tiempo. Se evidencian los cambios más relevantes que han influenciado a la evolución del símbolo edilicio que va desde la civilización egipcia hasta 1970 d.C..