Atalaya sociopolítica de Casa Árabe nº 14

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Marzo-Abril 2011

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Sumario Análisis 1. Revoluciones, manifestaciones y protestas. 2. Túnez, el impacto. 3. Egipto: la revolución blanca. 4. Entre medidas preventivas y nuevas rebeliones ciudadanas. Perfiles 1. Wael Ghonim y Asmaa Mahfuz: los rostros jóvenes de la revolución egipcia 2. Beji Caid Sebsi: primer ministro de la transición tunecina. Opinión pública 1. Los libios descontentos antes del comienzo de las protestas. 2. Relaciones entre Occidente y los musulmanes. 3. Los tunecinos y la etapa de transición. 4. Preocupaciones de la sociedad somalí. 5. Seguridad, reconciliación y corrupción en Afganistán. Documenta 1. Discurso a la nación del rey de Marruecos, Muhammad VI. 2. Declaración del Consejo Europeo sobre Libia y otros países árabes. 3. El último discurso de Ben Ali. 4. Último discurso a la nación del ex presidente egipcio, Hosni Mubarak. 5. Comunicado de ministros de Asuntos Exteriores del CCG. 6. El G-8 y la situación en los países árabes. 7. Reunión extraordinaria de la Liga Árabe. 8. Derechos humanos en el mundo árabe. Escaparate de libros y revistas Publicación del IEAM de Casa Árabe Dirección: Gema Martín Muñoz Director adjunto: Rafael Ortega Rodrigo Investigadores: Rocío Vázquez Martí y Amira Kedier

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ISSN 1989-0400

Atalaya sociopolítica de Casa Árabe Análisis Revoluciones, manifestaciones y protestas Las revoluciones en Túnez, Egipto y Libia han puesto de manifiesto el cisma existente entre los regímenes y las sociedades árabes. La mecha prendida por un joven en la ciudad tunecina de Sidi Bouzid ha provocado multitud de movilizaciones ciudadanas. Los mecanismos pueden ser diferentes (revoluciones, levantamientos populares o movimientos de protesta) pero las reivindicaciones son similares (reforma política, social y económica, democracia, dignidad, libertades, igualdad, lucha contra la corrupción) y con algunas variaciones (cambio de régimen, cambio de gobierno, reformas de las monarquías). El proceso también difiere: el ejército con el pueblo o contra el pueblo, mayor o menor violencia, caminos de transición más o menos claros e incluso el peligro de guerra civil. Los actores son en todos los casos muy diversos (juventud, partidos políticos, sindicatos, burguesía urbana, sectores marginados, grupos tribales) y los regímenes se mueven entre la represión, la adopción de reformas preventivas y el cambio. Pero el escenario político ha cambiado definitivamente, las sociedades han recuperado el espacio público y han perdido el miedo. No hay duda de que lo que comenzaron siendo “intifadas” populares en principio mayoritariamente de jóvenes pero a las que rápidamente se sumaron otros sectores de la población, han concluido en cambios revolucionarios en Túnez y Egipto y auguran transformaciones también en otros países árabes en plena

rebelión ciudadana (Yemen, Bahrein, Libia). Los motivos no faltan: niveles de pobreza que se mueven entre el 30% y el 50% de la población en la mayor parte de los países árabes no petrolíferos, tasas de desempleo entre el 18% y el 35%, una población mayoritariamente joven (aproximadamente el 65%) sin expectativas de futuro, corrupción extendida, crisis de vivienda, de oportunidades, falta de libertades, ausencia de estado de derecho, promesas de reformas incumplidas, y la sensación de que nada iba a cambiar. No se trata simplemente de movimientos que reclaman mejoras económicas, sino de algo más profundo: recuperar el orgullo de sentirse ciudadanos de sus países, la dignidad y la responsabilidad de participar en los procesos políticos y económicos, algo difícil de frenar con sólo tímidas promesas de reforma o improvisadas concesiones económicas. Por otro lado, las evoluciones están siendo muy diferentes y el punto de llegada o de partida también. La incógnita, en todos los casos, es si se cumplirán las reivindicaciones de una manera aceptable y satisfactoria para los protagonistas de las revoluciones y las protestas. En este número de la Atalaya Sociopolítica de Casa Árabe presentamos un análisis de las revoluciones tunecina y egipcia y referencias a los procesos de cambio que están teniendo lugar en otros países árabes y que analizaremos más detalladamente en próximos números.


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Túnez, el impacto El país más pequeño del norte de África ha convulsionado a todo el mundo árabe, tras un largo proceso de desarrollo económico desigual, de marginación política y promesas de reformas incumplidas o postergadas, de conformación de una nueva generación con estudios y acceso a las redes sociales, de frustración y de sentimiento de desarraigo y extrañamiento interno y de hastío ante el inmovilismo del régimen. La mecha encendida por un joven licenciado que malvivía vendiendo verduras y que expresó la humillación sufrida inmolándose desencadenó un levantamiento popular que desembocó en una revolución. Ahora está en marcha una transición con muchas tensiones internas y desafíos. Las raíces Las raíces de esta revolución tienen un antecedente inmediato y sobre el que no se ha llamado la atención lo suficiente: los sucesos de la cuenca minera de la provincia de Gafsa (centro del país) en 2008. En esta zona de explotaciones de fosfatos hubo un levantamiento rápidamente reprimido para evitar que se extendiera al resto del país. No sólo se pedía el derecho al trabajo en una zona empobrecida por el desempleo masivo, o salarios dignos (tras un proceso de abaratamiento de la mano de obra para poder seguir compitiendo en el mercado internacional), sino también un reparto equitativo del desarrollo (mejoras sanitarias, educativas, de vivienda) y se defendía la “dignidad” del ciudadano tunecino. Este levantamiento fue protagonizado por profesores y sectores de la administración pública y dirigentes sindicales que habían sido apartados de sus funciones por la dirección de la Unión General Tunecina del Trabajo –el poderoso sindicato cuyas bases y cuadros desempeñaron después un papel fundamental en la revolución. También contó con el apoyo de pequeños comerciantes, jóvenes en paro y viudas de trabajadores de la Compañía de Fosfatos (ligada al régimen de Ben Ali). Las movilizaciones eran diarias y las detenciones también. Después, desde 2008 hasta la revolución de enero de 2011, hubo varios levantamientos, muy limitados geográficamente, y por los mismos motivos, en Skhira o Ben Gardane (este). La organización de derechos humanos en el Magreb Libertad e Igualdad- Hurriyya wa-Insaf recogió durante los últimos años en informes mensuales sobre libertades y derechos humanos en Túnez los numerosos movimientos de protesta que tuvieron lugar en el país. En medio de este descontento social y de este movimiento de protestas, el malestar por el inmovilismo del régimen aumentaba. El último ejemplo de falso ejercicio democrático fue el proceso electoral de octubre de 2009. En las presidenciales, Ben Ali obtuvo el 89,62% de los votos, y en las legislativas su partido, Reagrupamiento Constitucional Democrático (RCD), 161 de los 214 escaños del parlamento. Ben Ali, heredero del régimen presidencialista de Habib Burguiba, calificado en algunas ocasiones como de “autoritarismo

La revolución de Túnez, que comenzó en la zona centro del país, ha llegado a todo el mundo árabe

Ben Ali visita al joven Bouazizi en el hospital. Poco después, el pueblo exige la caída del régimen

ilustrado”, anunció al llegar al poder su compromiso con una serie de reformas económicas y políticas, por ejemplo abrir el espacio de la competencia electoral tanto en las legislativas como en las presidenciales. Pero su evolución fue de una cada vez mayor restricción de la oposición e incluso de las voces críticas. Asimismo, la Constitución tunecina establecía desde el principio dos mandatos presidenciales, pero Ben Ali –al igual que

han hecho o han intentado hacer otros gobernantes– cambió la Carta Magna en 2002 para ampliarlos de forma indefinida, ampliando también la edad máxima del candidato de 70 a 75 años para permitirle una nueva reelección. Ben Ali fue blindándose progresivamente, acaparando más atribuciones (nombramiento del primer ministro, del gobierno y de los gobernadores de provincias) y postergando cualquier proceso de reforma política (Véase Atalaya nº 8).


Atalaya Sociopolítica El detonante La desesperación de una generación joven, preparada académicamente pero expuesta al desempleo (en 2009, el 55% de los parados en busca de trabajo poseían estudios superiores, mientras que ese porcentaje era del 20% en el año 2000) y a no encontrar un trabajo adecuado, humillada y sin posibilidades de una vida digna, quedó escenificada en el suicidio de los jóvenes Muhammad Bouazizi y Huseyn al-Falihi, ambos en Sidi Bouzid (centro del país), lo que desencadenó el primer movimiento de protesta solidaria. El índice de paro, según estadísticas oficiales, se sitúa en el 14%, pero según economistas independientes sobrepasa el 20% en las provincias del interior, aquellas que permanecieron ajenas y marginadas del desarrollo de las provincias del norte, e incide sobre todo en la franja de población de entre 15 y 29 años (30%), una de las tasas más altas en el mundo árabe. La crisis económica mundial que afectó a los países europeos también tuvo sus repercusiones negativas en la economía tunecina, basada en los fosfatos, en las empresas de componentes eléctricos y mecánicos, y en el turismo, provocando la disminución de exportaciones, la caída del turismo, la disminución de las inversiones extranjeras (en un 61%) y el abaratamiento de la mano de obra. También ha habido un desequilibrio en el desarrollo, favoreciéndose las zonas orientales costeras en detrimento de las zonas del interior y occidentales. Un fenómeno heredado de la época del ex presidente Habib Bourguiba (1957-1987), pero profundizado en las dos últimas décadas. Por eso, no fue casualidad que el levantamiento partiera de las zonas centro-occidentales (Kasserine) y se propagara por zonas marginadas (Sfax, Susa, Bizerta) hasta adoptar la impronta de levantamiento nacional facilitado por los nuevos medios de comunicación y las redes sociales, que no estaban tan extendidas en 2008 cuando se produjeron los sucesos de la cuenca minera en Gafsa, pero sí a finales de 2010 (con 3,5 millones de usuarios de Internet de una población total de 10,5 millones). Irónicamente, Túnez lideraba el Índice de Competitividad Global de países africanos elaborado por el Foro Económico Mundial. “Estabilidad económica” más que discutible, que además no iba acompañada de un proceso de reforma política y transparencia jurídica. A los levantamientos socioeconómicos de 2008, se han añadido las reivindicaciones políticas por parte de la generación que protagonizó la revolución, a la que rápidamente se le unieron sindicalistas, profesores, funcionarios, abogados y cuadros de algunos partidos políticos,

como el Partido Democrático Progresista. Una generación que no ha vivido la democracia, ni el pluripartidismo real ni las libertades públicas, y sí la represión y la censura (el régimen desató también una guerra contra los espacios de expresión en las redes sociales con la detención de blogueros, el cierre de páginas o el bloqueo del correo electrónico). La (no) estrategia del régimen Las primeras manifestaciones de protesta, en solidaridad con el acto desesperado de Bouazizi y al-Falihi, tuvieron lugar el 17 de diciembre de 2010 en Sidi Bouzid, pero fueron ignoradas por las autoridades, mientras su círculo de influencia fue ampliándose, al igual que las reivindicaciones: contra el paro, la pobreza y la marginación. La primera reacción del régimen fue recurrir a la represión, lo que precipitó la escalada: más protestas, más represión, más reivindicaciones (trabajo, derechos de la ciudadanía, igualdad de oportunidades y de desarrollo), ampliación del ámbito geográfico de las protestas y de la participación en las mismas con la entrada de sindicalistas (especialmente las bases de la Unión General Tunecina del Trabajo) y activistas en la capital y en otras grandes ciudades del país. Diez días después del inicio de las protestas apareció en público el presidente Ben Ali por primera vez, prometiendo mano dura contra los “extremistas” y anunciando un cambio de gobierno que no aportaba nada (nuevos ministros de Comunicación, Juventud y Deportes, Asuntos Religiosos, Comercio y Artesanía) y la destitución del gobernador de Sidi Bouzid. La incapacidad del régimen para entender las reivindicaciones de la revolución se reflejaron en los primeros intentos por acallarla: Zin al-Abidin prometía en esa primera aparición en público la creación de 300.000 puestos de trabajo hasta finales de año y la exención de tasas para la creación de proyectos. Es cierto que la tasa de desempleo entre la juventud tunecina es de las más altas de la región (según estimaciones del Banco Mundial), pero el trasfondo de la revolución iba más allá. El fallecimiento de Bouazizi, el 5 de enero de 2011, elevó el tono y la virulencia de las manifestaciones, dirigidas contra símbolos del poder (incendio de una sede del partido gobernante y de una comisaría), la represión (35 muertos en Kasserine) y la campaña de detenciones. Pero otros sectores se sumaron a las protestas, como los abogados en la capital, y los eslóganes fueron adquiriendo progresivamente un carácter político, con una plataforma coordinada de partidos políticos de oposición, exigiéndose, además de la retirada de la policía (brazo de la represión) y la prohibición del uso de armas de fuego

Casa Árabe contra los manifestantes, la caída del gobierno. El régimen seguía sin entender el calado de las reivindicaciones y optaba por la represión y por medidas que ya no satisfacían a la población (destitución del ministro del Interior, promesa de Ben Ali de que no se presentaría a las elecciones presidenciales de 2014), mientras que los manifestantes exigían ya recuperar la dignidad y la caída del presidente, es decir, del régimen, caracterizado por la corrupción y calificado, a menudo, como una “cleptocracia” en la que el círculo familiar, especialmente la familia de la esposa del presidente, la familia Trabelsi, controlaba gran parte del entramado económico nacional (turismo, entidades financieras, importaciones, gestión de puertos y aeropuertos, proveedores de telefonía fija y móvil…). Tampoco las últimas medidas del presidente (destitución del gobierno, el encargo a un hombre del régimen, el primer ministro Muhammad al-Gannushi, la formación de uno nuevo, disolución del parlamento y anuncio de elecciones libres) hicieron mella en la determinación de la sociedad tunecina de acabar con un régimen que había sido incapaz de gestionar la crisis económica y de cumplir sus viejas promesas de reforma democrática. La cada vez mayor participación de diferentes sectores sociales en las manifestaciones y la ampliación de su radio de acción, demostraron la impotencia de las fuerzas de seguridad (policía y guardia presidencial) de contener la revolución, incluso con el recurso a la violencia. El intento de Ben Ali de involucrar al ejército en la represión del levantamiento supuso su caída definitiva, ya que las fuerzas armadas optaron por no enfrentarse con el pueblo y por interponerse entre la policía y los manifestantes para evitar más derramamiento de sangre. Esto le valió al ejército más popularidad, pero también más presiones de Ben Ali para que actuara. Sin embargo el ejército tunecino había sido progresivamente mermado por el régimen –apenas 50.000 efectivos– que, en su lugar, se apoyaba en los cuerpos de seguridad (policía, guardia presidencial, inteligencia…) para controlar a la población. Por este motivo, no se ha visto involucrado ni en la represión ni en la corrupción o el enriquecimiento ilícito. Así pues, no fue extraño que el ejército no se coordinara con los servicios de seguridad para reprimir las manifestaciones, sino que acabara rebelándose contra el propio Ben Ali para evitar el colapso del Estado. Las palabras del jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, Rashid ‘Ammar, al presidente (“estás acabado”) supusieron el espaldarazo definitivo a la revolución y forzaron la salida de Ben Ali. Por ello, el

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ejército goza de una gran popularidad en el país, reforzada por el hecho de haber renunciado a tomar las riendas del poder tras la huida del ex presidente. Ben Ali abandonó el país el 14 de enero sin anunciar su renuncia, y no sin antes agitar el “fantasma” del islamismo, tantas veces utilizado como argumento para reprimir cualquier contestación política, o su papel en la lucha contra el terrorismo de al-Qaida, para recabar apoyos occidentales (inútil desde que la administración estadounidense apoyara las reivindicaciones y el derecho del pueblo tunecino a elegir a sus gobernantes, condenara el recurso a la violencia y exigiera el respeto de los derechos humanos y la necesidad de la reforma política). La huída de Ben Ali provocó una crisis política que lastró, al principio, el proceso tunecino de transición. Los primeros pasos de un “nuevo gobierno” ante las resistencias del viejo régimen Tras unos primeros pasos hacia la transición, pero bajo la supervisión de un primer ministro, Muhammad al-Gannushi, procedente del viejo régimen, aumentó la tensión entre los opositores, temerosos de que su revolución pudiera ser secuestrada por las viejas estructuras de un régimen que frenaba el cambio. Esos primeros pasos fueron muy titubeantes y ambiguos, sin expresar una clara ruptura con el viejo régimen. La hoja de ruta no estaba trazada y se lanzaban propuestas que iban siendo rechazadas por la revolución, como el anuncio de celebrar una conferencia internacional sobre las reformas políticas y económicas en Cartago, bien recibido por la UE y EEUU, pero rechazado por los actores tunecinos que lo consideraban una injerencia extranjera en la revolución y que podía ser interpretado como una maniobra y una desconfianza en la capacidad de la sociedad tunecina (partidos, sindicatos, sociedad civil, jóvenes) para establecer su propia transición; o el nombramiento por parte del gobierno de 24 nuevos gobernadores, la mayoría pertenecientes al RCD. Los revolucionarios tenían que estar muy pendientes de las decisiones gubernamentales para evitar que se desvirtuara la revolución mientras continuaban los actos de violencia (con la aparición de francotiradores), pillaje y sabotaje que amenazaban con colapsarla, sin saberse bien quién estaba detrás de ellos, ya que se especulaba con elementos de los cuerpos de seguridad vinculados al viejo régimen que querían desfigurar las protestas pacíficas; especulaciones alimentadas

Beji Caid Sebsi, primer ministro, y Fuad Mebazaa, presidente interino, encargados de dirigir la transición

también por el discurso de despedida de al-Gannushi, quien se había referido a “fuerzas ocultas” que querían hacer fracasar la revolución; o bien con sectores de la juventud más radicalizados que creían en la violencia como método de cambio. Tampoco ayudó mucho en esos primeros momentos la formación de un gobierno de “unidad nacional” anunciado el 17 de enero, con al-Gannushi al frente, que se formó tras deliberaciones de las formaciones políticas con el primer ministro. Ese nuevo gobierno excluía, por unanimidad, los partidos próximos al ex presidente, e incluía a representantes del Movimiento de Renovación; el Partido Democrático Progresista; el Frente Democrático del Trabajo y las Libertades (los tres de la oposición legal bajo el régimen de Ben Ali); además de personalidades independientes; ministros del gobierno anterior supuestamente no involucrados en la elite corrupta y en el entorno de Ben Ali; y también miembros del RCD. Pero quedaron fueron otros partidos de oposición no vinculados con el viejo régimen, como el Congreso por la República (dirigido por Moncef Marzuqi) y también la oposición islamista del Movimiento al-Nahda, que no fue invitado a participar en las negociaciones. Es decir, un gobierno que no era del todo de “unidad nacional” y que nada más anunciarse provocó de nuevo protestas en la calle por lo que tenía de “continuismo” con el viejo régimen y la exclusión de la verdadera oposición al régimen anterior. En virtud de la legalidad constitucional, debía ser el presidente del parlamento quien asumiera la presidencia interina, organizara elecciones en un plazo de 45 días y entregara el poder antes de cinco meses. Así, Fuad Mebazaa, presidente del parlamento, asumió la presidencia interina pero encargó al propio al-Gannushi formar el nuevo gobierno de unidad nacional que debería encargarse de organizar las elecciones parlamentarias. Pero tanto Mebazaa como al-Gannushi eran símbolos del

viejo régimen, y fue la presión de las nuevas fuerzas (jóvenes, sindicatos, partidos…) la que obligó a al-Gannushi a presentar su dimisión el 27 de febrero, seguida por la de varios ministros de su gobierno, tras la muerte de varios manifestantes por disparos de la policía. En su lugar, el presidente interino nombró a un histórico político tunecino, Beji Caid Sebsi, (Véase Perfil) quien fuera ministro en la época de Bourguiba. Sebsi formó un nuevo gobierno de transición, reconocido por los revolucionarios, que es actualmente el responsable de encauzar el proceso de transición. Un proceso que, dos meses después de la caída de Ben Ali, ha comenzado a clarificarse gracias a las medidas adoptadas por el gobierno de Sebsi, y que están dando respuesta a las reivindicaciones populares, lo que se ha traducido en un progresivo regreso a la normalidad política y social. Así, la hoja de ruta de la transición en Túnez ha incluido, hasta ahora, una serie de importantes decisiones: la formación de un nuevo gobierno de transición –el tercero desde la caída de Ben Ali– formado por tecnócratas y no por políticos; el anuncio de la celebración de elecciones el próximo 24 de julio para una Asamblea Nacional Constituyente que se encargará de elaborar una nueva Constitución y romper definitivamente con el viejo régimen; la disolución del departamento de Seguridad del Estado, policía política encargada del aparato represor y censor en el viejo régimen; la disolución de ambas Cámaras, que estaban controladas por el RCD y carentes ya de cualquier atribución puesto que, además, la anterior Constitución ha quedado abolida; una maquinaria judicial que ha comenzado a sentar en el banquillo a responsables del viejo régimen y de la corrupción anterior (por ejemplo, la acusación de asesinato con premeditación lanzada por la justicia tunecina contra el ex ministro del Interior, Rafiq Belhay Qasem, destituido dos días antes de la huida de Ben Ali, por los actos de violencia contra los manifestantes tunecinos


Atalaya Sociopolítica durante diciembre de 2010 y enero de 2011 y que, según el Alto Comisionado de Derecho Humanos, dejaron 219 muertos y 510 heridos; o la detención y encarcelamiento de poderosos consejeros del ex presidente); la creación del “Organismo Superior para Realizar los Objetivos de la Revolución, la Reforma Política y la Transición Democrática”, compuesto por 71 personalidades representativas de los partidos políticos, de organizaciones de la sociedad civil o independientes que se encargará de elaborar el documento base para la elección de la Asamblea Constituyente; la disolución del viejo partido gobernante y la confiscación de sus bienes; la liberación de presos políticos (también sindicales), de la que deben beneficiarse unos 30.000 tunecinos, según estimaciones de organizaciones locales de derechos humanos, una medida que incluye además compensaciones; y el regreso de otros, como Rashid al-Gannushi, líder de al-Nahda; y la luz verde dada para la creación de nuevos partidos y la legalización de viejas formaciones perseguidas y marginadas de la vida política durante la época de Ben Ali, lo que ha dado lugar a un rápido renacimiento de la vida política tunecina. Pero persisten algunas tensiones y discordancias entre la jefatura y la revolución: por iniciativa de tres personalidades políticas históricas (Ahmad al-Mastiri, Ahmad Ben Saleh y Mustafa al-Filali), a mediados de febrero, 28 partidos y organizaciones de tendencias políticas diferentes anunciaron la creación del Consejo Nacional de Protección de la Revolución (al-Maylis al-Watani li-Himayat al-Thawra) con el fin de preservar los principios y objetivos de la revolución y evitar su secuestro por parte, sobre todo, de los restos del viejo régimen, todavía visibles y activos en el país, y convertirse en la fuente de la legitimidad del nuevo gobierno, ya que lo consideran desprovisto de la misma porque emana de una Constitución considerada también ilegítima, hasta las elecciones para la Asamblea Constituyente del próximo mes de julio. Uno de sus mecanismos de actuación es revisar la legislación y los pasos adoptados por las instituciones para que respondan realmente a los principios de la revolución. La iniciativa fue acogida con críticas y recelos por parte de algunos miembros del gobierno y por algunas fuerzas políticas, como el Partido Democrático Progresista, que lo ven como un organismo que intenta monopolizar atribuciones propias del gobierno y someter tanto al gobierno como a las comisiones formadas por éste. El hecho de que el Consejo pretenda tener atribuciones ejecuti-

vas y legislativas, ha provocado el rechazo del presidente interino, Fuad Mebazaa, a reconocer este Consejo, que cuenta con el apoyo de sindicatos y partidos (la Liga Tunecina de Derechos Humanos, la Organización Nacional de Abogados, el Movimiento al-Nahda, la Asociación de Jueces Tunecinos, la Organización Libertad y Equidad, la UGTT, el Frente 14 de Enero, el Bloque por las Libertades) y con el rechazo de otras formaciones (Movimiento de Renovación, Partido Democrático Progresista). El gobierno, sin embargo, anunció la creación del “Organismo Superior para Realizar los Objetivos de la Revolución, la Reforma Política y la Transición Democrática” como un intento de anular el Consejo de Protección de la Revolución. El llamamiento lanzado por el gobierno a los miembros de este Consejo para que se encuadren en el Organismo no tranquiliza al primero, que considera que el Organismo está controlado por el propio gobierno y no incluye una representatividad adecuada, sino a representantes de grandes familias de la capital tunecina. También persisten dudas, como la expresada por el Partido Comunista Obrero Tunecino, que cree que es necesaria una previa limpieza administrativa y judicial que clarifique los medios de financiación de los partidos, para garantizar que las próximas elecciones de julio sean limpias y trasparentes. Además, la Organización Hurriyya wa-Insaf ha denunciado la detención de jóvenes que participaron en la revolución, o la de exiliados que han regresado al país y que tenían juicios desde 1987. De manera que estas organizaciones de derechos humanos no sólo piden la excarcelación de todos los presos políticos, incluidos los jóvenes revolucionarios, sino la detención y juicio de los torturadores y el fin definitivo de la práctica de la tortura, es decir, del viejo régimen. Las fuerzas políticas y la revolución Las fuerzas políticas tunecinas han sufrido durante décadas la presión del régimen, que les ha ido alejando progresivamente, cuando no mediante la represión, del espacio político y público hasta lograr su debilitamiento. Por ejemplo, además del partido gobernante, el RCD, al menos cinco formaciones políticas teóricamente de “oposición”, eran realmente próximas al régimen: el Partido de Unidad Popular, el Movimiento de Demócratas Socialistas, la Unión Democrática Unionista, el Partido Social Liberal y el Partido Verdes por el Progreso; mientras que sólo tres, de los reconocidos, representaban más una oposición

Casa Árabe real: el Movimiento de Renovación, el Foro Democrático por las Libertades y el Trabajo, y el Partido Democrático Progresista, que reúne distintas corrientes (ex marxistas, islamistas progresistas) bajo la dirección de Maya al-Yaribi. Asimismo, el Movimiento alNahda estaba proscrito desde 1989 y su jefatura exiliada, al igual que el Partido Comunista Obrero, dirigido por Hamma al-Hammami. Los partidos políticos no estuvieron implicados directamente en el primer estallido del movimiento revolucionario tunecino, aunque rápidamente se sumaron a las protestas. Años de marginación, ilegalización o domesticación, les hicieron perder su capacidad de movilización y liderazgo. Al-Nahda, por ejemplo, desde que en las elecciones de 1989 obtuviera el 17% de los votos, fue perseguido y sus líderes exiliados. Rashid al-Gannushi permaneció desde ese año en el exilio, los dirigentes del interior en las cárceles y las bases reprimidas. Pero ahora se abre una nueva etapa, y en medio de la revolución, los partidos deberán hacer también su propia “revolución interna”. Así, han comenzado los cambios en las jefaturas de algunos, principalmente de aquellos que actuaban en connivencia con el régimen (por ejemplo, la destitución del secretario general del Partido de Unidad Popular, Muhammad Boushiha; del secretario general del Movimiento de Demócratas Socialistas; o la previsible destitución del secretario general del Partido Social Liberal, Mundhir Thabit) en busca de otros líderes para la nueva etapa que ahora comienza. Otros partidos se reestructurarán o, al menos, deberán retomar el contacto con la realidad, por ejemplo con el regreso del líder de al-Nahda, Rashid al-Gannushi, tras más de veinte años de exilio. Otros desaparecerán, como el RCD de Ben Ali (con unos dos millones de “miembros”), disuelto por orden del Tribunal de Primera Instancia de Túnez. Por delante tienen, además del reto de modernizar sus estructuras y jefaturas, la de ser capaces de asumir y atraer a esa mayoría joven que en buena parte ha protagonizado la revolución, y estar preparados para el próximo proceso electoral de julio. Las limitaciones impuestas a los partidos y las restricciones para legalizar nuevas formaciones políticas durante las décadas anteriores han provocado que, con la desintegración del viejo régimen, comience a renacer el activismo de partido con la legalización de antiguas formaciones y la creación de otras nuevas. Hoy en día hay ya 37 partidos legales en el país (28 legalizados

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Casa Árabe o creados desde la caída del régimen), después de los últimos permisos concedidos para la creación de nuevas formaciones políticas, y su número puede que aumente. Pero además de las fuerzas políticas, hay que tener en cuenta el papel desempeñado por los sindicatos, no tanto por la jefatura de los mismos, sino por los cuadros intermedios, especialmente la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), muy politizada desde su propia creación en 1946. Según el analista Yassin Temlali, tanto el régimen de Bourguiba como el de Ben Ali intentaron controlar este poderoso sindicato sin conseguirlo del todo. Los cuadros intermedios del sindicato se movilizaron rápidamente desde el levantamiento en Sidi Bouzid, prestaron sus instalaciones, sirvieron como vehículo de transmi-

Atalaya Sociopolítica sión de los hechos, organizaron actos de solidaridad, manifestaciones y huelgas generales en diferentes regiones del país y, lo más importante, presionaron a la jefatura del sindicato para que lanzaran el llamamiento a la huelga general el 14 de enero, el día en que Ben Ali huyó del país. De hecho, el comité ejecutivo de la UGTT no comenzó a apoyar abiertamente el levantamiento hasta que éste se hubo extendido a todo el país, y fue entonces cuando asumió, ya no sólo las reivindicaciones socioeconómicas, sino también las políticas. En conclusión, el proceso en marcha se irá clarificando progresivamente, aunque la creación de un gobierno provisional de tecnócratas no vinculados al viejo régimen y las próximas elecciones son las claves para legi-

timar el proceso de transición. Las elecciones, tanto presidenciales como legislativas, deberán despejar el camino de la transición democrática en Túnez. Por ahora, las nuevas autoridades están respondiendo a las demandas de los protagonistas de la revolución en mayor o menor grado. El gran reto es consolidar la transformación política y el estado de derecho, además de concluir un pacto social. Sin olvidar las necesarias reformas del poder judicial y la policía. En cualquier caso, el pueblo tunecino ha encendido la mecha de las revoluciones y los levantamientos en el mundo árabe. Un orgullo, pero también una gran responsabilidad, como ha dicho certeramente el presidente de la Red Euromediterránea de Derechos Humanos, el tunecino Kamel Jendoubi

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Egipto: la revolución blanca

Plaza Tahrir

Muchos han sido los factores que han desembocado en la ya denominada “Revolución del 25 de enero” en Egipto. Se puede comenzar a rastrear unos pocos años atrás, cuando nació el movimiento Kefaya (2004) a raíz de la intención del presidente Hosni Mubarak de traspasar el poder a su hijo Gamal. Pero también hay que tener en cuenta las movilizaciones de los trabajadores del textil en la localidad de al-Mahalla al-Kubra (2006); la huelga general convocada el 6 de abril de 2008; la muerte de Jaled Said, un joven bloguero, en una comisaría de Alejandría (2010); las últimas elecciones legislativas de 2010, en las que el fraude y la manipulación superaron todos los límites; la cada vez más deteriorada situación económica; y, por supuesto, el vuelco político que tuvo lugar en Túnez a mediados de enero y que sirvió, cuando menos, de impulso para lo que después ha ocurrido en Egipto. Nuevos grupos de movilización Durante los últimos años, la sociedad egipcia ha sido testigo de un nuevo proceso de movilización, creando nuevas organizaciones civiles de protesta, aumentando su activismo e incluyendo a nuevos sectores de la sociedad (como la clase trabajadora, que ha protagonizado intensas protestas debido al deterioro de la situación económica y laboral). También los partidos políticos, que han llevado a cabo varios intentos de crear frentes de oposición unidos, parecían estar animados por este nuevo impulso. Se puede considerar al Movimiento Egipcio por el Cambio (al-Haraka al-Misriyya min ayl al-Taghiir), conocido comúnmente como Kefaya (¡Basta!), un punto de inflexión en la evolución de la sociedad civil y el escenario político egipcio. Aunque Kefaya nació oficialmente en 2004, lo cierto es que fue el resultado de diez años de reuniones informales entre un grupo de políticos, intelectuales y activistas de todas las tendencias ideológicas que, ante el estancamiento en el que se encontraban los partidos de oposición legales, intenta-

ron encontrar un terreno común en el que moverse y desde el que lanzar sus reivindicaciones. El objetivo del grupo era crear una nueva y amplia fuerza política que se adecuara a las necesidades actuales de Egipto. Al principio, Kefaya fue percibida como el germen del proceso de reconstrucción de la izquierda egipcia, sometida durante décadas a la opresión y anulada, en cierto modo, por el ascenso de los Hermanos Musulmanes (HHMM). Pero es innegable que dentro de Kefaya siempre ha habido personalidades de todos los signos, incluidos, por supuesto, los islamistas. Los fundadores de Kefaya pertenecen, en su mayoría aunque no exclusivamente, a una generación que engloba a todos aquellos activistas e intelectuales que comenzaron a movilizarse en las agrupaciones estudiantiles de las universidades durante los años 70. Entre sus fundadores encontramos, por ejemplo, a destacados miembros del partido al-Wasat al-Yadid (escisión de los HHMM y recientemente legalizado, el 19 de febrero de 2011, después de 15 años intentándolo1) y del partido alKarama, escisión del partido Naserista.

Aunque la ideología de los miembros de Kefaya es heterogénea, lo cierto es que todos los grupos centraron sus aspiraciones iniciales (antes de las elecciones presidenciales de 2005) en protestar y, eventualmente, impedir el traspaso de poder de Hosni Mubarak a su hijo Gamal. Pero también recurrieron a la política exterior, donde encontraron muchos puntos en común: la causa Palestina, la invasión de Iraq y, en general, las políticas de la administración Bush en Oriente Medio, sirvieron para aglutinar a todos sus miembros.

1. Casa Árabe acaba de publicar un Documento de trabajo con un estudio dedicado a este nuevo partido islamista. Rocío Vázquez, arabista e investigadora en el Instituto de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán de Casa Árabe, es autora de “El partido político egipcio al-Wasat al-Yadid: ¿un nuevo islamismo?”, Documento de trabajo núm. 9, marzo de 2011.

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Casa Árabe Kefaya se ha guardado mucho de no parecerse a ningún partido político tradicional, empezando por su estructura interna no piramidal, pasando por los mecanismos de toma de decisiones, que se hacen, estrictamente, mediante votación, y llegando a la autofinanciación, garantizando así que sus políticas no están sometidas a agendas externas. Uno de los logros de Kefaya fue participar activamente en la creación del Frente Nacional por el Cambio (al-Yabhat al-Wataniyya min ayl al-Taghiir), una coalición de partidos de oposición que vio la luz en 2005, justo antes de las elecciones legislativas de aquel año. Si bien la alianza no duró mucho, lo cierto es que en ella se alinearon grupos de movilización social junto a partidos tradicionales de oposición (Wafd, al-Tagammmu, alGad, los naseristas…), los partidos no legalizados o suspendidos en aquel momento (al-Wasat, al-Karama, al-‘Amal) y los HHMM, algo que no es habitual en el escenario político egipcio. A pesar de las grandes expectativas que generó en sus inicios, Kefaya fue perdiendo fuerza y dejando espacio a otras agrupaciones civiles, hasta el punto de que no ha jugado ningún papel de liderazgo en las protestas que han conducido al fin del régimen de Hosni Mubarak. JÓVENES 6 DE ABRIL: “Quédate en casa”.

El grupo Jóvenes 6 de abril (Shabab 6 ibril) toma su nombre del día en el que fue convocada la huelga general de 2008. Sumándose a las protestas que estaban protagonizando los trabajadores del sector textil en al-Mahalla al-Kubra, localidad del delta del Nilo, un grupo de jóvenes provenientes de otras asociaciones pre-existentes (Comisión Popular de Apoyo a la Intifada, Jóvenes por el Cambio) y partidos políticos (principalmente al-Gad y el partido del Trabajo), así como independientes, decidieron comenzar una movilización, que se apoyó, en gran medida, en las nuevas tecnologías: facebook, blogs, todo tipo de foros y mensajes de texto en teléfonos móviles.

Atalaya Sociopolítica A pesar de que muchos de los partidos políticos del escenario egipcio habían participado en la huelga general de aquel año, este grupo quiso desde el principio mantener y expresar su independencia con respecto a cualquier grupo político. Su objetivo principal era “lograr un renacimiento político, económico y social (…) y luchar contra la corrupción y la opresión”. Está organizado en grupos y sub-grupos que se encargan de las distintas áreas de trabajo: contacto con los medios, propaganda, intercambio de conocimiento y debates políticos, residentes en el extranjero. El mérito de Jóvenes 6 de abril fue transformar las protestas de un sector determinado de trabajadores, que estaban teniendo lugar desde 2006 en una pequeña, aunque importante ciudad del delta, en una verdadera huelga general en todo el país y a la que se sumaron también algunos partidos políticos y otras agrupaciones: Kefaya, el partido Gad, el Karama, el Wasat, el movimiento de Funcionarios del Departamento de Impuestos de Bienes Inmuebles, el movimiento de Trabajadores y Administrativos de la Enseñanza, el sindicato de abogados y el Movimiento 9 de marzo (de profesores universitarios), entre otros, apoyaron la huelga, cuyo eslogan principal era: “quédate en casa” (jalik fi-l-beyt). Si bien la huelga no tuvo, en la práctica, un gran seguimiento, lo cierto es que sí se notó un menor flujo de tráfico y personas en las ciudades y, sobre todo, una gran presencia policial en las calles. Simbólicamente sí resultó un triunfo. Un año después, en 2009, se hizo una convocatoria similar para el mismo día 6 de abril y nuevos grupos se sumaron a la huelga: “Ciudadanos contra la carestía”, “Médicos sin derechos” (que realizaron una parada simbólica frente al sindicato de médicos) o el grupo “Fin de la exportación de gas” (en referencia a la exportación de gas egipcio a Israel) participaron en la huelga. A pesar de ello, esta segunda convocatoria sí fue un fracaso debido, en parte, a las detenciones que estaba practicando el régimen contra el grupo (Isra` Abdelfattah, una de las principales convocantes de la primera huelga y activista, fue detenida en abril de 2008; Ahmad Maher, coordinador del grupo, fue detenido en mayo del mismo año) y, en parte también, a las discrepancias internas que comenzaban a aflorar. Algunos miembros, como Isra´ Abdelfattah, se marcharon del grupo para entrar a formar parte del partido al-Gad, lo que generó muchos interrogantes y críticas sobre si el partido no era más que un instrumento para transformar la actividad social en trabajo político. Las movilizaciones de la clase obrera. Pero las exigencias de estos grupos, muy vinculadas a la política, parecían dejar de lado las aspiraciones sociales de otros amplios sectores de la sociedad, cuyo nivel de vida no dejaba de deteriorarse.

Así, a las movilizaciones convocadas por Kefaya y las primeras agrupaciones estudiantiles, les siguieron otras protestas protagonizadas por grupos distintos. La clase obrera, por ejemplo, comenzó a organizar protestas en el sector industrial (cuyo máximo exponente fueron las manifestaciones y los disturbios de al-Mahalla al-Kubra), dando paso a una nueva fase de organización y movilización en la que las exigencias laborales se mezclaban ya con las aspiraciones políticas y las críticas contra las agrupaciones profesionales oficiales y las uniones de trabajadores. Otro sector, tradicionalmente alejado de las protestas y las manifestaciones, lo constituyeron los funcionarios de la Administración del Estado y, especialmente, los funcionarios del departamento de impuestos de bienes inmuebles. Desde 2006 y a lo largo de 2007, estos funcionarios organizaron numerosas protestas a nivel nacional. Teniendo en cuenta que son unos 50.000 funcionarios empleados en este sector y que están repartidos por todos los rincones del país, hay que reconocer el enorme (y exitoso) esfuerzo realizado en la organización y coordinación de las protestas. Al comienzo de la movilización, se creó la Alta Comisión para la Organización de la Huelga, que se encargó no sólo de organizar las protestas sino también de las negociaciones con el gobierno. Todo este trabajo se llevó a cabo completamente al margen de las agrupaciones profesionales oficiales, que no supieron cómo integrarse en la movilización ni cómo gestionar las exigencias de sus miembros. Así, en 2007, la Alta Comisión de la Huelga se transformó en el Sindicato General Independiente de los funcionarios del departamento de impuestos de bienes inmuebles. El caso Jaled Said: el Bouazizi egipcio El 6 de junio de 2010, Jaled Said, un joven bloguero de 28 años, moría en una comisaría de Alejandría como resultado de la paliza recibida por parte de dos oficiales de policía. Said había sido arrestado bajo la acusación de estar en posesión de pruebas audio-visuales que implicaban a algunos oficiales de policía en el tráfico de drogas. Los responsables alegaron que Said había muerto tras tragarse una pequeña cantidad de cannabis. En seguida se convocaron protestas en esta ciudad. Los participantes vestían de negro y se las ingeniaron para desafiar la ley de emergencia que prohíbe las reuniones de más de cinco personas: así, de una manera inteligente, los manifestantes consiguieron llevar a cabo su protesta a lo largo de la “corniche” pero evitando siempre que hubiera más de cinco personas concentradas en el mismo lugar. Para acallar las protestas, los responsables fueron sentenciados a cuatro días de cárcel.


Atalaya Sociopolítica Es cierto que internet no sólo ha permitido el intercambio de información y ha provisto gran cantidad de imágenes y vídeos sobre las protestas, sino que ha ofrecido un espacio donde, principalmente, los jóvenes han acudido para debatir y criticar cuestiones de actualidad desde mucho antes de que comenzaran las recientes protestas en los países árabes. En 2007, sólo 70.000 egipcios tenían página de Facebook; en 2008 ya eran medio millón; hoy hay más de cinco millones. A través de la red se han difundido numerosos vídeos sobre la tortura que tiene lugar en las comisarías egipcias (el grupo de facebook “Todos somos Jaled Said” es un ejemplo de esto); se discute sobre el islamismo y la sharía; sobre los derechos humanos y la situación de la mujer.

El caso de Jaled Said dio paso a la aparición en Facebook del grupo Kulena Jaled Said (Todos somos Jaled Said), creado por un egipcio anónimo, que fue uno de los principales incitadores de las movilizaciones. Más tarde se supo que este ciudadano era Wael Ghonim, responsable de la oficina de la empresa Google en El Cairo, que fue detenido en los primeros días de las protestas y liberado doce días después. Ghonim se convirtió, tal vez sin quererlo, en uno de los símbolos de la revolución. La muerte de Jaled Said fue un nuevo impulso para la movilización social y favoreció la aparición de nuevos grupos de protesta, sobre todo en internet, a través de los que se denunciaba la tortura, la intimidación y las injusticias a las que el régimen sometía a los jóvenes egipcios con impunidad. Las redes sociales: ¿el arma definitiva? Mucho se ha comentado sobre el papel que han desempeñado las nuevas tecnologías y, concretamente, las redes sociales, en el desarrollo de las protestas, hasta el punto de que hay quien afirma que no podrían haberse dado sin esta imprescindible herramienta. Es cierto que internet ha facilitado el intercambio de información, la difusión de ideas, la convocatoria de las manifestaciones y, sobre todo, lo ha hecho con una inmediatez que no supera ningún otro medio de comunicación. Pero no es menos cierto que lo primero que hizo el régimen egipcio, en los primerísimos días de las protestas, fue bloquear las páginas de internet más consultadas, limitar el envío de mensajes de texto y dejar el país aislado del resto del mundo. ¿Impidió esa medida el desarrollo de las revueltas? Es evidente que no.

Una de las características de esta nueva herramienta tecnológica es que permite al usuario mantener el anonimato lo que, para muchos, significa seguridad. El anonimato les permite expresarse con más libertad; les da acceso a personalidades destacadas; les abre una ventana a lo que ocurre en otros países; y les da la posibilidad de conocerse, virtual o físicamente. Además, el árabe es una lengua totalmente integrada en internet, lo que significa que aquellos que no estén familiarizados con los idiomas extranjeros no quedan excluidos de las redes sociales. También hay que tener en cuenta que se utilizan a menudo los dialectos y los registros informales del árabe, con lo que los jóvenes usuarios se sienten más identificados y pueden expresarse con detalle. No se puede negar la gran ayuda que han supuesto las redes sociales en los levantamientos que están teniendo lugar en el mundo árabe. Se han creado decenas de grupos de Facebook que han conseguido cientos de miles de seguidores en pocos días: Kulena Jaled Said (Todos somos Jaled Said); al-Shahid (el mártir); Thawra 25 yanair (revolución del 25 de enero); o Anonymous (un grupo de informáticos experimentados que se dedican a contra-atacar los bloqueos gubernamentales invalidando, a su vez, las páginas oficiales de los gobiernos) etc. Una prueba de la importancia de las redes sociales, y de internet en general, es que el régimen no ha dudado en contraatacar, no sólo con las habituales detenciones sino adaptándose y utilizando también las nuevas tecnologías. Durante la huelga general de 2008, por ejemplo, se crearon en Facebook varios grupos orientados a desacreditar al grupo 6 de abril y a mejorar la imagen del Estado: “6 de abril… ¿huelga o destrucción?”; “los gamberros del 6 de abril y la ilusión de cambio” etc.

Casa Árabe No hay duda de que internet es una plataforma donde los jóvenes usuarios se encuentran unos a otros, dejan de sentirse aislados y permite crear una conciencia colectiva. Pero en las protestas que han tenido lugar en Egipto han participado ciudadanos de todos los sectores de la sociedad, de todas las edades y de todas las tendencias, y sólo una minoría eran jóvenes con acceso a internet. El inicio de la movilización El mismo día que se conocía la salida del presidente tunecino Zin al-Abidin Ben Ali, comenzaron a proliferar en internet nuevas páginas, convocatorias de eventos y grupos que proclamaban: “primero fue Túnez, ahora seremos nosotros; 25 de enero, día de la ira”. Ya había habido al menos cuatro personas que se habían quemado a lo bonzo intentando imitar al tunecino Bouaziz con la esperanza de enviar el mismo mensaje. Los jóvenes del 6 de abril, Kefaya, organizaciones de derechos humanos, organizaciones de apoyo a Muhammad al-Baradei y todo tipo de grupos de protesta comenzaron a movilizarse, no sólo en internet, sino colgando carteles y enviando mensajes de texto. Casi todos los partidos políticos legales confirmaron que apoyaban la protesta y el día 25 de enero miles de personas se reunieron en la plaza Tahrir en El Cairo y en las principales ciudades del resto del país. Por su parte, el gobierno tomó medidas ante lo que estaba ocurriendo. El error que cometió fue que la gestión de la crisis se llevó a cabo adoptando únicamente medidas de seguridad. Los enfrentamientos con los cuerpos de seguridad, policía y antidisturbios, se cobraron un centenar de muertos en los primeros días. El primer día de protestas, el mismo 25 de enero, el gobierno bloqueó la página de internet Twitter, a través de la que circulaba mucha información sobre lo que estaba pasando. Tres días después se decretó un toque de queda y se cortó completamente el acceso a internet. Una de las primeras medidas que

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Casa Árabe adoptó Mubarak fue nombrar vicepresidente a Omar Suleyman, el eterno jefe de los servicios de inteligencia, un personaje totalmente desacreditado entre los ciudadanos. Además, en un intento por apaciguar la situación, Mubarak anunció una remodelación del gobierno con la que no consiguió su objetivo. Al frente del nuevo ejecutivo nombró a un militar, el general Ahmad Shafiq, y al jefe del departamento de investigaciones criminales de El Cairo y también ex director de Instituciones Penitenciarias, Mahmud Wagdy, como titular de Interior. El ministro de Defensa, el general Huseyn Tantawi, y el de Exteriores, Ahmad Abul Gheit, mantenían sus carteras. Pero uno de los puntos clave del primer discurso del presidente egipcio fue que volvía a utilizar el miedo al islamismo y a la inestabilidad para justificar su permanencia en el poder: “yo o el caos”, ha sido la frase utilizada durante todo su mandato, dando a entender que no existía alternativa posible y que Egipto podría acabar convertido en un nuevo Irán. El 30 de enero, se prohibió la emisión del canal Al-Jazeera y se cerraron sus oficinas en todo el país. Al día siguiente, Mubarak hizo otra pequeña concesión al anunciar que no se presentaría a las próximas elecciones presidenciales, que estaban previstas para el próximo septiembre, pero tampoco anunciaba su dimisión.

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El octavo día de las protestas, con la policía completamente ausente de las calles y la consecuente aparición del ejército, comenzaron a aparecer los manifestantes pro-Mubarak. Según las informaciones que llegaban desde El Cairo, muchos habían llegado en autobuses y furgonetas, una estrategia que el gobierno ha utilizado habitualmente para movilizar a “sus seguidores” (especialmente durante las citas electorales). Aquel día, unos cincuenta manifestantes pro-Mubarak irrumpieron en la plaza Tahrir montados en caballos y camellos, armados con palos, y atacaron a los manifestantes que allí había. Algunos de los que llegaban fueron apresados por los manifestantes de la plaza Tahrir y, al ser registrados, se les identificó como miembros del cuerpo de policía, puesto que llevaban las tarjetas de identificación en los bolsillos a pesar de que iban vestidos de civiles. Igualmente, la prensa internacional comenzó a ser objeto de ataques por parte de los recién llegados, que confiscaron y rompieron sus equipos y les impidieron moverse libremente. El objetivo de esta estrategia era dar la impresión de que el presidente todavía gozaba de apoyo popular y generar violencia para deslegitimar las protestas, que hasta ese momento habían sido pacíficas. El gobierno negó todas las acusaciones y la televisión estatal precisó que los manifestantes pro-Mubarak eran en su mayoría trabajadores del sector turístico que estaban viendo perjudicado su trabajo. Los manifestantes de la plaza Tahrir mantuvieron su acampada y protestas masivamente y, finalmente, el 11 de febrero Omar Suleyman anunciaba la renuncia de Hosni Mubarak, quien desde entonces se instaló en Sharm al-Sheyj.

La organización No hubo un único actor o un solo grupo al que se le pueda adjudicar el papel de líder de esta movilización. Aunque todos los grupos implicados consiguieron, hasta cierto punto, coordinarse antes y durante las protestas, la cuestión primordial que se acabó planteando fue cómo organizar la representación y el liderazgo ante la potencial nueva etapa. Los jóvenes se comunicaban y se expresaban a través de internet, los partidos políticos celebraban reuniones, la sociedad civil organizada repartía panfletos, los periódicos independientes o de la oposición se hacían eco de todo lo que estaba ocurriendo, pero la coordinación era todavía precaria. El día 6 de febrero, algunas de las organizaciones de jóvenes más activas de Egipto, responsables de la movilización y de la continuidad de las protestas, anunciaron la creación de la Coalición de los Jóvenes de la Revolución (I’tilaf Shabab al-Thawra). Temiendo que los manifestantes pudieran rendirse ante las tímidas concesiones del gobierno y al agotamiento de trece días de protestas, el principal objetivo de este nuevo grupo era asegurarse de que las manifestaciones continuaran y no se estableciera un diálogo con las autoridades hasta que Mubarak no hubiera abandonado la presidencia de la república. Los miembros de esta alianza son los sectores jóvenes de los siguientes grupos: el Movimiento 6 de abril (Harakat 6 Ibril), los Hermanos Musulmanes (Shabab alIjwan al-Muslimin), la Campaña Popular de Apoyo a Muhammad al-Baradei (AlHamla al-Sha‘biyya li-Da‘m al-Barade‘i), el Movimiento Libertad y Justicia (Harakat al-Hurriyya wa-l-‘Adala), el partido Frente Democrático (Shabab Hizb al-Yabhat alDimuqratiyya), la Agrupación Nacional por el Cambio (al-Yama‘iyya al-Wata-


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Atalaya Sociopolítica niyya min ayl al-Taghiir), los jóvenes de los partidos al-Karama, al-Wafd, al-Gad, al-Taggamu‘, así como jóvenes independientes, activistas y blogueros. Este grupo exigió que se cumpliesen tres demandas: la sustitución del gobierno de Ahmad Shafiq por otro de tecnócratas, liderado por una personalidad no partidista elegida por consenso, que se encargaría de liderar la transición y las reformas constitucionales y políticas; la liberación de todos los presos políticos; y el juicio a los responsables de las muertes acaecidas durante las protestas. Además, entre sus exigencias estaban también el fin del estado de emergencia, la garantía de las libertades individuales y la disolución de la Asamblea del Pueblo (congreso de diputados) y de la Asamblea de la Shurà (senado, consultivo). La coalición ha elegido a diez de sus integrantes para que lideren las negociaciones y se coordinen con otras fuerzas políticas: Ahmad Maher y Amro Ezz (6 de abril); Ziyad al-`Alimi y Sali Mur (Campaña de apoyo a al-Baradei); Islam Lutfi y Muhammad Abbas (HHMM); Shady al-Ghazali (Frente Democrático); Jaled Said y Jaled Abdel Hamid (Libertad y Justicia); Naser Abdel Hamid (Organización Nacional por el Cambio, liderada por al-Baradei). Pero una cuestión de vital importancia para que se dé respuesta a las necesidades de la sociedad es que se construyan uniones de trabajadores y sindicatos profesionales creíbles, que son las fuerzas que tradicionalmente han de articular las demandas sociales, así como contrarrestar el peso de los grupos islamistas que, sin dichas agrupaciones, emergerían como los únicos representantes de las citadas demandas. El papel del ejército Desde la “revolución” de los Oficiales Libres en 1952, el ejército ha desempeñado un papel fundamental en la política interna del país. Los tres presidentes desde la revolución han sido militares y muchos miembros del ejército, en servicio o retirados, han ocupado puestos clave en los diversos gobiernos a lo largo de la historia del Egipto contemporáneo. Tradicionalmente, el ejército ha desempeñado dos funciones fundamentales: garantizar la seguridad nacional frente a enemigos externos y apoyar a los regímenes que han estado en el poder. Desde la guerra de 1973, el ejército goza de una alta posición dentro de la sociedad egipcia, a pesar de que, a partir de entonces, tuvo que salir a la calle en dos ocasiones para abortar disturbios internos: en 1977, las revueltas del pan, y en 1986, para controlar el motín de las Fuerzas de Seguridad Centrales. Casi todos los comentarios sobre el ejército desde que comenzara la crisis se referían a él como actor de unidad, como factor de cohesión. En cualquier caso, el ejército no es un

Mohsenal-Fangari, portavoz del Consejo Supremo de las FFAA

bloque homogéneo y monolítico y no todos sus componentes son de igual importancia: tiene varios centros de poder e intereses variados. Las Fuerzas Armadas (FFAA) egipcias han sido uno de los elementos clave de la crisis egipcia. Manteniéndose desde el principio alejado de la lucha en las calles, muchos observadores confiaron en que actuara según los intereses de la nación, obligando a Mubarak a abandonar el poder, y facilitara una transición pacífica. Esto suponía una gran responsabilidad para el ejército y una tarea difícil, puesto que es un actor con múltiples facetas e intereses y sus motivaciones y sus procesos internos son variados. A pesar de que muchos hubieran deseado una mayor implicación del ejército, bien para dispersar o para apoyar a los manifestantes, lo cierto es que el ejército mantuvo en todo momento una postura de neutralidad. Cuando las fuerzas de seguridad internas se colapsaron, el ejército intervino para estabilizar la situación, impedir ataques contra las instituciones gubernamentales y evitar el caos. No hizo ningún movimiento contra los manifestantes; de hecho, declaró en público que no abriría fuego contra las manifestaciones pacíficas. Día tras día las FFAA iban aumentando su presencia en las calles, ayudando a impedir los saqueos y controlando el tránsito de los manifestantes. El ejército demostró una gran disciplina en las situaciones más tensas y mantuvo la unidad y la cohesión, a pesar de que los soldados estaban expuestos a las masas y se sentían cercanos a la naturaleza emocional de la situación. Al mismo tiempo, el aumento de militares desplegados evitó nuevos ataques contra instituciones del gobierno y protegió al régimen de la presión directa de los elementos antigubernamentales. Esto fue un factor determinante para la permanencia de Mubarak en el poder du-

rante esos diez y ocho días. Los militares se hicieron eco, en sus declaraciones públicas, de las llamadas del presidente a la calma, el orden y la estabilidad, permitiendo así que su aparente neutralidad durante la crisis fuera interpretada como ligeramente inclinada hacia el régimen. En general, el ejército ha conseguido mantenerse en su posición tradicional entre el Estado y la sociedad y, tal vez, ha facilitado el camino hacia una transición política. El ejército ha estado sometido a un gran estrés a todos los niveles. Los soldados y las unidades desplegados a pie de calle estaban expuestos al efecto “corrosivo” del contacto directo con los manifestantes, que podría haber debilitado su disciplina y cohesión. Más importante aún, se le exigió al ejército, especialmente a los mandos, que decidieran cuál era su postura, en qué lado se situaban. Saber manejar esta presión constituyó un gran desafío para una institución que no es precisamente célebre por saber adaptarse a situaciones cambiantes. Durante tres décadas, las FFAA han disfrutado de una relación simbiótica con el régimen de Mubarak, basada en los privilegios y los intereses mutuos. Las relaciones entre los oficiales de la vieja guardia y los miembros del régimen, de la vieja guardia también, son bien conocidas. Además de los beneficios personales derivados de una asociación cercana con el régimen, se ha conseguido preservar una privilegiada clase alta de oficiales del ejército en la sociedad egipcia. Pero esos vínculos no son, en cualquier caso, irrompibles. La presión a la que se vieron sometidos les llevó a reexaminar su relación con Mubarak y decidieron optar, naturalmente, por su supervivencia. También puede ser que los oficiales de la vieja guardia, simplemente, decidieran que el tiempo de Mubarak había pasado y que la relación con EEUU, especialmente con el ejército de

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Casa Árabe los EEUU, estaba en peligro. Finalmente, tal vez se dieron cuenta de que la mejor manera de mantener su posición privilegiada se basaba en apoyar una transición. El ejército tomó el control de la situación únicamente dos días antes de la renuncia de Mubarak. Lo que pretendía era evitar tener que tomar la decisión de echar al presidente e instó a los manifestantes a que continuaran su presión. ¿Existe el riesgo de que el ejército se quede a medio camino, en un intento por proteger sus propios intereses, y no devuelva el poder a las autoridades civiles que emerjan de esta transición? En principio, parece que no está interesado en gobernar de forma directa. El ejército ha apostado por su supervivencia y por mantenerse como una institución central. Aunque Mubarak ha tenido muy en cuenta al ejército durante tres décadas, éste no estaba dispuesto a sacrificar su posición por el presidente. Era muy difícil hacerse a la idea de un Egipto donde el ejército no desempeñara un papel central. Venga lo que venga después, el nuevo liderazgo tendrá que arreglárselas para entenderse con el ejército. La reacción de Estados Unidos La administración estadounidense comenzó asegurando tímidamente, a través de la secretaria de Estado, que Egipto es un “país estable” y que estaban “observando de cerca la situación”, mientras llamaban a ambas partes a la contención.La primera reacción

Atalaya Sociopolítica de la Administración estadounidense, al día siguiente de que comenzaran las protestas, corrió a cargo de la secretaria de Estado, Hillary Clinton. En sus declaraciones, el Departamento de Estado pedía a todas las partes que “se contuvieran y evitaran la violencia” y al gobierno egipcio que “se hiciera con el control de la situación e impusiera reformas”. Clinton apoyó el derecho de los egipcios a expresarse libremente y aseguró que EEUU había reiterado a Egipto la necesidad de que el gobierno respondiera a las exigencias. Y añadió: “Egipto tiene ahora una gran oportunidad de llevar a cabo reformas políticas, sociales y económicas que respondan a las necesidades de los egipcios” y pidió al gobierno que no tratara de evitar las manifestaciones pacíficas ni bloquear las comunicaciones. Pero también añadíó “consideramos que el gobierno egipcio es estable y está estudiando la manera de responder a las demandas de la gente”. Es decir, se mantenía sobre la línea diplomática que le impide decantarse abiertamente por los manifestantes y le permite, al mismo tiempo, mantener canales de comunicación con el gobierno. EE.UU intentaba así no perder al gran aliado que tenía en Oriente Medio.En seguida, el presidente Obama asumió personalmente el asunto egipcio. El 28 de enero llamó a las autoridades egipcias a “no utilizar la violencia contra manifestantes pacíficos” y exigió que dieran marcha atrás en lo relativo al bloqueo de internet y de los teléfonos móviles. Después de recordar la estrecha relación que existe entre ambos

países y de señalar que EEUU ya había destacado la necesidad de que se acometieran reformas políticas, económicas y sociales, el presidente norteamericano añadió: “dado que esas reformas no han tenido lugar, el malestar ha ido creciendo”. Obama comentó que había hablado con el presidente egipcio y que le había “instado a que asumiera su responsabilidad y transformara sus palabras en actos”. Días después, el 10 de febrero, tan sólo un día antes de la renuncia de Mubarak, Obama hizo otra declaración en la que el tono se iba endureciendo. En ella aseguraba que “el gobierno egipcio todavía no había aprovechado la oportunidad de establecer una vía creíble, inequívoca y concreta hacia una democracia genuina”. Incluso iba más allá al afirmar que “el estado de emergencia debía ser levantado” y hablar de “cambios irreversibles (…) que deben conducir a la celebración de elecciones justas y libres”. Finalmente Obama decidió ponerse “del lado de la Historia”. Tras la renuncia del presidente egipcio, la administración estadounidense “elogió la decisión” y felicitó al pueblo egipcio, subrayando, otra vez, la necesidad de poner fin al estado de emergencia y de celebrar elecciones libres y justas. También expresó su confianza en que el ejército continúe desarrollando su trabajo de manera responsable.

Fuentes Bichara, Azmi. “Al-Thawra al-misriyya al-kubra: afaq wa majatir” (La gran revolución egipcia: horizontes y peligros). http://www.aljazeera. net/NR/exeres/72DED930-863D-4C5B-8FB6-ACA7763B8F1D.htm?GoogleStatID=1 Dunne, Michele. “Too late to reform now”. http://www.carnegieendowment.org/arb/?fa=show&article=42414 Huwaydi, Fahmi. “Al-Mushkila annahum la yuridun an yafhamu” (El problema es que no quieren entender). http://www.aljazeera.net/NR/ exeres/DFAB7B6C-A960-43BE-88E1-E22A60BD1644.htm?GoogleStatID=1 Kodmani, Bassma. “The Middle East in the Aftermath of Arab Revolutions in Tunisia and Egypt”. http://www.arab-reform.net/spip. php?article4164 Shahata, Dina (ed). ‘Awdat al-siyasa. Al-harakat al-ihtiyayiyya al-yadida fi Misr (El regreso de la política. Los nuevos movimientos de protesta en Egipto). El Cairo: Markaz al-Ahram li-l-Dirasat al-Siyasiyya wa-l-Istratiyiyya, 2010. Sooud al-Qassemi, Sultan. “Egypt: from revolt to change”. http://www.opendemocracy.net/sultan-sooud-al-qassemi/egypt-from-revolt-to-change?utm_source=feedblitz&utm_ medium=FeedBlitzEmail&utm_content=201210&utm_campaign=Nightly_2011-02-08%2005%3a30 http://www.whitehouse.gov/blog/2011/01/28/president-obama-situation-egypt-all-governments-must-maintain-power-through-consent(Declaraciones de Barack Obama del 28 de enero) http://www.whitehouse.gov/blog/2011/02/10/president-obama-egypt (Declaraciones de Barack Obama del 10 de febrero) Los primeros cinco comunicados del ejército: http://www.alnashernews.com/news/news.php?action=view&id=4436 http://www.nashwannews.com/news.php?action=view&id=10206 http://www.nashwannews.com/news.php?action=view&id=10228 http://gate.ahram.org.eg/NewsContent/13/54/39299/%D8%A7%D9%84%D8%A3%D8%AE%D8%A8%D8%A7%D8%B1/%D9%85%D 8%AD%D9%84%D9%8A%D8%A7%D8%AA/%D8%A7%D9%84%D8%A8%D9%8A%D8%A7%D9%86-%D8%B1%D9%82%D9%85-%D9%84%D9%84%D8%AC%D9%8A%D8%B4-%D9%8A%D8%A4%D9%83%D8%AF-%D8%A7%D9%84%D8%A7%D9%84%D8 %AA%D8%B2%D8%A7%D9%85-%D8%A8%D8%A7%D9%84%D9%85%D8%B9%D8%A7%D9%87%D8%AF%D8%A7%D8%AA%D8%A7%D9%84%D8%AE%D8%A7%D8%B1%D8%AC%D9%8A.aspx http://www.sharkiaonline.com/Article.asp?ArtID=14899&Sub=6&Sec=4 La coalición de los jóvenes de la revolución http://www.aljazeera.net/NR/exeres/A61C6768-0042-42A2-85FB-81B67890BFCB.htm Rueda de prensa de la Coalición de los Jóvenes de la Revolución http://www.youtube.com/user/e2tlaf#p/a/u/1/_ZVMV7H1j3E (Página del Movimiento Kefaya) http://www.harakamasria.org/


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Entre medidas preventivas y nuevas rebeliones ciudadanas. Los levantamientos populares, en algunos casos, y las protestas, en otros, se han extendido prácticamente a todo el mundo árabe, desde Marruecos hasta Omán. Quizás se transformen en revoluciones que acaben con viejos regímenes y construyan un nuevo modelo de sociedad, o quizás se queden en movimientos contestatarios que consigan iniciar, y en algunos casos acelerar, reformas políticas, sociales y económicas. En gran medida, la evolución dependerá de los diferentes actores en juego: los regímenes, los ejércitos, la presión exterior, etc. Y de ahí los resultados podrán ser también múltiples: apuestas por la reforma contestando parcialmente a las reivindicaciones, apuestas por la represión que irán radicalizando las protestas o aplastándolas, o, como en Libia, desembocando en un conflicto armado internacionalizado. Bahréin

La Plaza de la Perla, el símbolo de la contestación popular, destruida por el régimen

El caso de Bahréin demuestra cómo la paralización o la lentitud en la aplicación de reformas prometidas por el gobierno conducen a la frustración de amplios sectores sociales y desembocan en movimientos contestatarios que, tras una reacción violenta por parte del régimen, elevan el techo de demandas. La monarquía de Bahréin prometió en 2000 un proceso de democratización y reforma política (Véase Atalaya nº 12) no exento de contradicciones internas ya que debía transcurrir bajo el estricto control del monarca, Hamad Al Jalifa, quien seguía teniendo enormes atribuciones. El sistema parlamentario también presenta una contradicción, ya que si bien existe un parlamento elegido por el pueblo, éste convive con una asamblea consultiva cuyos miembros son designados por el monarca y que tiene las mismas atribuciones que el parlamento e incluso debe dar su aprobación a la labor parlamentaria. Una de las principales reivindicaciones de la oposición política en los últimos años, especialmente shiíes islamistas y de izquierdas, ha sido la de un verdadero parlamento con atribuciones y representativo del que emane un gobierno, y no como hasta ahora en que es el monarca quien nombra a los miembros del gobierno. Estas demandas se repitieron después de las últimas elecciones parlamentarias de octubre de 2010. Las denuncias de marginación de la población shií mayoritaria (casi el 70%) y la degradación del respeto de los derechos humanos han sido el caldo de cultivo en el que se ha fraguado la contestación política que cristalizó, el 14 de febrero de 2011, a través del llamamiento de los

“Jóvenes del 14 de Febrero”. La definitiva opción del gobierno, consistente en reprimir las manifestaciones pacíficas, elevó la tensión y también las reivindicaciones y ha complicado la resolución de la crisis. El príncipe heredero, Salman Ben Hamd Al Jalifa, inicialmente lanzó un llamamiento al diálogo con los partidos de oposición pero, ante las exigencias de los manifestantes con demandas precisas de cambio, se acabó optando por la represión de los manifestantes. Algunos sectores radicalizados, aunque minoritarios, comenzaron entonces a reivindicar no ya una monarquía parlamentaria con un gobierno elegido de forma directa, sino la caída del régimen. Sin embargo, la oposición política, cuya cabeza más visible es el secretario general de la Asociación al-Wifaq al-Watani, el sheyj Ali Salman, ha presentado una serie de condiciones previas al inicio de cualquier diálogo, sin poner en cuestión la legitimidad del actual régimen y de la familia reinante: destitución del actual gobierno, liberación de presos políticos, imparcialidad de los medios oficiales para evitar la tensión comunitaria (la minoría sunní controla los resortes del poder), la formación de una asamblea constituyente elegida democráticamente que elabore una Constitución emanada de la voluntad popular. Para neutralizar un posible conflicto comunitario, que podría dar al traste con las reivindicaciones políticas, las asociaciones políticas sunníes y shiíes llegaron a un acuerdo, según aparece en un comunicado conjunto del pasado 6 de marzo, de al-Wifaq y la

Reagrupación de Unidad Nacional presidida por el sheyj Abdellatif Al Mahmud (que agrupa a las principales asociaciones sunníes y que se creó a raíz de las primeras protestas en el país). Este acuerdo para evitar un conflicto civil y centrar las reivindicaciones en la caída del gobierno está firmado por al-Wifaq, Acción Nacional Democrática, Minbar Democrático Progresista, Hermandad Nacional, Acción Islámica, Agrupación Nacionalista Democrática y Agrupación Nacional Democrática. Pero la tensión en Bahréin aumenta debido a la mayor represión del régimen, que también recurre a mercenarios para la Guardia Nacional, especialmente de Pakistán, según ha denunciado el Centro de Derechos Humanos de Bahréin en un comunicado del 12 de marzo. En Bahréin también es importante la presión de EEUU, para quien el pequeño reino del Golfo es un socio principal en la zona (alberga la V flota estadounidense), y la de sus socios del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Los llamamientos a la contención, al diálogo y a una solución política lanzados por el presidente Obama se han visto reforzados por el secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, que visitó recientemente el país aconsejando a las autoridades realizar reformas políticas importantes y rápidas para evitar un aumento de la tensión. Por su parte, el CCG ha apostado por una estrategia diversa, una intervención directa en el país a través de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos y una ayuda económica que recibirá Bahréin (junto con Omán) para rebajar la tensión social. Los efectivos enviados por el CCG son parte de las Fuerzas Mixtas de la Península, fuerzas militares conjuntas formadas por los países del Consejo en 1986 en virtud del acuerdo de defensa mutua de los países miembros (Arabia Saudí, Emiratos, Kuwait, Qatar, Bahréin y Omán). Esta medida, ha provocado la reacción verbal de Irán y amenaza con una posible elevación de la tensión en la zona.

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Atalaya Sociopolítica El último proceso electoral celebrado en noviembre de 2010 anunciaba ya tensión política y social (Véase Atalaya nº 13). Las manifestaciones, en las que se reivindicaba una nueva ley electoral y la destitución del primer ministro, fueron ampliándose, integrando nuevos actores (por ejemplo, el sindicato de artistas que reclaman una lucha contra la corrupción; estudiantes de secundaria en las escuelas, militares retirados, partidos de izquierda, jefaturas tribales, periodistas), nuevos espacios geográficos y nuevas demandas, tras las revoluciones tunecina y egipcia.

Yemen

Los manifestantes reclaman la caída del régimen yemení en la Plaza del “Cambio”

Poco después del estallido de las revoluciones en Túnez y Egipto, el primer ministro yemení, Ali Mujur, declaró a la CNN que en su país no había motivos para que hubiera manifestaciones de protesta porque Yemen “es un país democrático desde hace décadas, donde ha habido elecciones y por eso el régimen es democrático”. Pero aun así, en prevención de posibles movilizaciones siguiendo la estela tunecina y egipcia, el presidente, Ali Abdallah Saleh, anunció que no se volvería a presentar cuando acabara su presidencia, en 2013, y que tampoco su hijo Ahmad, general del Estado Mayor, heredaría la presidencia, un debate que ya se había producido en la sociedad yemení, al igual que en la egipcia. Sin embargo, las manifestaciones dirigidas en un principio por jóvenes de la universidad de Sanaa a los que se han unido otros sectores sociales, la oposición política (aglutinada en alLiqa al-Mushtarak) y líderes tribales, piden la caída de un régimen que parece intentar la opción de la represión. El presidente ha lanzado llamamientos tardíos al diálogo nacional con los principales partidos de oposición, o lo que el régimen califica de oposición legal con representación parlamentaria, excluyendo al movimiento Huthi y al-Harak al-Yanubi (Movilización del Sur) (Véase Atalaya nº 11). Pero esta postura llega después de años de represión y marginación de la oposición, después de varias guerras contra los huthíes, y de varios muertos en las últimas protestas en Sanaa, Aden, Taizz, Ibb y Maarib. Llega tarde porque los manifestantes reivindican ya la caída del régimen, un régimen que comienza a descomponerse como demuestran las dimisiones de parlamentarios del partido gobernante en protesta por la violencia usada contra los manifestantes. Y entre esos métodos violentos, el régimen ha recurrido a lo que hizo el ex presidente egipcio, Hosni Mubarak: sacar partidarios del régimen, y matones, para frenar a los manifestantes y provocar disturbios entre ellos. Además, el régimen ha movilizado al ejército que, no sin importantes fisuras, está

desempeñando un papel diferente al realizado en Egipto y Túnez. El ejército yemení está directamente controlado por personas muy próximas al presidente e incluso familiares (hijo y sobrinos). Por otro lado, está haciendo frente a manifestaciones de protestas por parte de grupos tribales que hasta ahora prestaban apoyo al presidente, además de que la alianza de partidos de oposición ha rechazado la oferta de diálogo mientras continúe el uso de la violencia. El 10 de marzo, Abdallah Saleh hacía otra propuesta reformista, mientras seguía resistiéndose a abandonar el poder hasta las próximas elecciones. Sin embargo, la oposición (al-Liqa alMushtarak) y los jóvenes de la Plaza del Cambio la rechazaron, afirman que llega demasiado tarde y que el presidente ya ha perdido toda legitimidad, según se recoge en un comunicado del Comité Organizativo Superior de la Revolución Juvenil Popular del 10 de marzo. El panorama yemení es el de un viejo régimen en descomposición (renuncias de responsables del partido, del gobierno y de altos oficiales del ejército) que responde de forma anacrónica (el músculo de la violencia) a una sociedad que se manifiesta pacíficamente exigiendo reformas democráticas y que ante la reacción violenta de las autoridades exige la caída del régimen o, al menos, la salida del presidente Abdallah Saleh.

En Jordania los manifestantes piden una reforma política en profundidad que democratice el sistema monárquico, pero sin cuestionarlo ya que goza de legitimidad política e islámica. Es cierto que la monarquía ha escuchado algunas reivindicaciones: destituyó al primer ministro Samir al-Rifa‘i, pero su sucesor, Ma‘ruf al-Bajit, un político militar conservador, tampoco ha sido aceptado por la oposición islamista e izquierdista. Sin embargo, el gobierno ha anunciado algunas medidas y adoptado algunos pasos para contener la situación y apaciguar las reivindicaciones políticas: una lucha contra la corrupción que parece que sentará en el banquillo a destacadas figuras jordanas; un acercamiento al movimiento islamista, el mejor organizado y con mayor base social; y la creación de la Comisión de Diálogo Nacional sobre las Leyes de Reforma Política, para discutir sobre tres legislaciones: de elecciones, de partidos y de reuniones públicas. En caso de que el gobierno, el palacio y el parlamento se pongan de acuerdo en una nueva ley electoral, se disolverá la cámara y se celebrarán elecciones legislativas. Marruecos

Jordania

Manifestaciones en Jordania

La movilización en Marruecos comenzó a través de las redes sociales a principios de febrero influida por las revoluciones


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Atalaya Sociopolítica tunecina y egipcia y con un contenido eminentemente político: “una reforma política amplia” centrada en una reforma de la Constitución. El llamamiento fue recogido por algunos grupos políticos, entre ellos el islamista Justicia y Espiritualidad (al-Adl wa-l-Ihsan). Las reivindicaciones van desde “libertad, dignidad y justicia” hasta reformas económicas (luchar contra la subida de precios), mejora de los servicios públicos (sanidad, enseñanza), freno a la corrupción y reformas constitucionales, pero sin cuestionar la monarquía. Como primera reacción, el gobierno marroquí anunció una serie de medidas para contener los precios de los productos básicos, la creación de miles de puestos de trabajo, absorber a miles de parados con estudios superiores que llevan años manifestándose ante las instituciones oficiales y garantizar la independencia del poder judicial, a la vez que pedía a los partidos políticos que anunciaran públicamente su rechazo a participar en cualquier manifestación. La clase política se dividió, y mientras la Coalición de Izquierda Democrática, la Agrupación de Izquierda Democrática de Marruecos, el Partido de la Vía Democrática (comunista), el grupo de Justicia y Espiritualidad, el Congreso Mundial Amazig, el sindicato Confederación Democrática del Trabajo y organizaciones de derechos humanos anunciaron su participación en la manifestación del Movimiento 20 de Febrero, otras fuerzas políticas mostraron su rechazo a participar, como el Partido de Justicia y Desarrollo (aunque no la sección juvenil de esta formación), al-Istiqlal y la USFP. Ante las protestas y la posibilidad de que pudieran crecer, el rey de Marruecos pronunció el pasado 9 de marzo un discurso dirigido a la nación prometiendo reformas encaminadas a conceder más atribuciones a la figura del primer ministro, a la separación e independencia de poderes y profundizar en el proceso de regionalización y descentralización, todo ello en el marco de una reforma de la Constitución por medio de una comisión creada para ello en la que hay figuras de la izquierda marroquí, políticos, juristas, académicos y activistas de derechos humanos. El discurso del rey ha sido muy bien recibido por Europa, Estados Unidos –que recuerda que Marruecos es un socio estratégico y está dispuesto a trabajar con el gobierno y el pueblo para hacer realidad sus aspiraciones democráticas– y por muchos partidos políticos marroquíes. Pero el Movimiento 20 de Febrero seguirá haciendo llamamientos a las reformas y organizando manifestaciones.

La reacción del régimen libio ha transformado la revolución en guerra civil

Libia Aunque antes de febrero de 2011 ya había habido algunas manifestaciones en el país, la denominada Coalición 17 de Febrero, conglomerado formado por elites, activistas pro derechos humanos, políticos, intelectuales, líderes tribales y jóvenes movilizados a través de las redes sociales, fijó esa fecha como inicio del cambio, como punto de partida para la movilización general contra el régimen de Gaddafi. Las reivindicaciones, después de la represión de la primera manifestación en Bengasi, convertida en plaza fuerte de la revolución, fueron a más: un régimen democrático, multipartidista y constitucional, un Estado con instituciones, un Estado de derecho, sociedad civil y elecciones libres. Con los días, se unieron a la Coalición grupos del ejército regular y militares que se desvinculaban de un régimen que desoyó por completo las reivindicaciones y humillaba a los manifestantes, como confirmaron las primeras declaraciones del régimen por boca del hijo de Gaddafi, Seyf al-Islam, quien anteriormente se perfilara como un reformista en el entorno del padre (Véase Atalaya nº 3). El recurso del régimen a las fuerzas de seguridad y a mercenarios elevó la tensión y la situación degeneró en un conflicto civil armado abierto que se extendió por otras ciudades del país hasta llegar a Trípoli y en el que las tropas de Gaddafi no han dudado en bombardear posiciones de los que califican de “rebeldes”.

La oposición dio, sin embargo, muestras de una buena organización y de unos principios a través de la creación de comités populares para dirigir la nueva etapa, para concienciar sobre la necesidad de unificar las filas, de respetar las instituciones, los edificios públicos, los bancos… es decir, la infraestructura. Pero frente a eso, la respuesta del régimen ha sido de mayor violencia y de crear un escenario apocalíptico reforzado con las declaraciones de Gaddafi y su hijo Seyf al-Islam (“luchar hasta la última bala”). Esa huída hacia delante de Gaddafi provocó una ola de dimisiones entre altos cargos del régimen, quizás la más sonada fue la del ministro del Interior, Abdelfattah Yunes, que se pasó a las filas de los revolucionarios organizados en el Consejo Militar de Transición coordinado con el Consejo Nacional Transitorio que en Bengasi ha llenado el vacío político creado y realizado tareas sociales (reparto de alimentos, protección de edificios públicos). La comunidad internacional ha reaccionando ante la guerra en Libia con medidas que van desde la imposición de una zona de exclusión aérea al aislamiento y asfixia económica del régimen (OTAN, Liga Árabe, Unión Europea, Estados Unidos, Naciones Unidas), a la vez que han abierto la interlocución con el Consejo Nacional Transitorio (dirigido por el juez Mustafa Abdeljalil, ex ministro de Justicia nombrado en 2006, cargo que abandonó al inicio de la revuelta y con fama de honesto).

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Casa Árabe Conclusión Aunque nos hemos limitado a hacer referencia a los casos de Bahréin, Yemen, Marruecos, Jordania y Libia, las protestas y las reivindicaciones de democratización, con menor o mayor intensidad, se han extendido a la mayor parte de los países árabes. En Argelia, las manifestaciones estudiantiles por el cambio político comenzaron en enero y a este sector se unió parte de la clase política y obrera, y asistimos a un pulso entre la Coordinadora Argelina para el Cambio y la Democracia y el régimen, que ha intentado calmar la tensión con medidas como el levantamiento del Estado de excepción (vigente desde hace veinte años) o la anulación del servicio militar obligatorio para los mayores de 30 años, con facilidades a los jóvenes para crear pequeñas proyectos económicos, o el abaratamiento de productos básicos. En Arabia Saudí las movilizaciones comenzaron más tarde y de forma más tímida, habida cuenta de la falta de organizaciones para encauzar las protestas, y con un claro protagonismo de la población shií del este del país. El gobierno ha recurrido a la adopción de medidas económicas para intentar apaciguar los ánimos (millonarias inversiones para el “desarrollo económico”, elevar el nivel de vida, pagas a todos los saudíes…) y a las instituciones religiosas (Organismo de Grandes Ulemas) que han prohibido cualquier manifestación. En Sudán se han producido manifestaciones de jóvenes, reprimidas, que reclaman la caída del régimen de Omar al-Bashir quien, ante las presiones, ha anunciado su decisión de no presentarse a las próximas

Atalaya Sociopolítica elecciones presidenciales, la liberación de presos políticos y su propuesta, nada nueva, de crear un gobierno de base amplia con la incorporación de partidos de oposición, aunque estos partidos rechazaron anteriormente, y también ahora, la propuesta de al-Bashir. Con apenas semanas de diferencia se están produciendo en todo el mundo árabe tensiones entre una población mayoritariamente joven, activistas políticos y trabajadores que reivindican lo mismo (libertad, dignidad, democracia y reformas) y unos regímenes inmovilistas con dificultades para entender el calado de las demandas de sus ciudadanos. Las de Túnez y Egipto han sido unas revoluciones facilitadas por las nuevas redes sociales, la telefonía móvil y por los canales vía satélite, especialmente la cadena Al-Jazeera, que informó minuto a minuto de lo que estaba ocurriendo. Esto ayudó a movilizar a más sectores sociales, y también a las mezquitas en el caso de Egipto (como en Alejandría la mezquita del Qaid Ibrahim, punto de partida de las manifestaciones, y en Suez, donde el histórico sheyj Hafez Salama desempeñó un importante papel). Todos ganaron una de las batallas, la informativa, contra unos medios de comunicación y “des-información” totalmente controlados por los regímenes. Estas revoluciones no sólo han derrocado viejos regímenes, sino derribado viejos fantasmas: durante décadas, los regímenes árabes han justificado estados

de emergencia, represión y censura con el fantasma del “islamismo”, la posibilidad de que se repitiera en países árabes una revolución a la iraní, esgrimiendo la falacia de un “Estado teocrático” y “anti occidental” y, desde 2001, la “lucha contra el terrorismo” de al-Qaida. Las ayudas de un Occidente asustado ante la palabra “islamismo” ha contribuido a perpetuarlos. Sin embargo, ni las revoluciones han venido de la mano de los movimientos islamistas, ni se han sumado a ellas para instaurar un régimen “de ayatolás”, sino que defienden lo que prácticamente todos los sectores de la sociedad y todas las fuerzas políticas: un Estado democrático donde quepan todos, sin exclusión, con los mecanismos normales, la alternancia en el poder mediante elecciones democráticas y transparentes, separación de poderes, control del ejecutivo, libertades públicas, bienestar social y económico, igualdad de oportunidades, desarrollo. Como los movimientos de liberación que acabaron con el sistema colonial en los cincuenta y sesenta devolviendo la dignidad a las sociedades árabes e islámicas, estos nuevos movimientos de liberación contra el “colonialismo interior” les han devuelto el orgullo de sentirse parte de la historia y ciudadanos del mundo. Una lección para el mundo árabe, también para el iraní, y para Europa y Estados Unidos. Una transformación que cambiará los equilibrios de poder en la zona, las relaciones entre países árabes, las relaciones con Occidente y, muy posiblemente, el proceso de paz en Oriente Medio.

Perfiles Wael Ghonim y Asmaa Mahfuz: los rostros jóvenes de la revolución egipcia Wael Ghonim

Nacido en El Cairo en diciembre de 1980 en el seno de una familia de clase media, este joven informático se ha convertido en uno de los rostros de la revolución del 25 de enero que ha tenido lugar en Egipto. Vivió en Arabia Saudí hasta los trece años, edad a la que volvió a su tierra natal, aunque actualmente reside en Emiratos

Árabes Unidos. Estudió informática en El Cairo (2004) y realizó un master en márketing y empresariales en la Universidad Americana de El Cairo (2007). Ha sido director de ventas y márketing de Gawab, un servicio de correo electrónico muy popular en Oriente Medio. También fundó y dirigió Mubasher.info, una página web dedicada a la información económica y financiera. Desde 2008 es director regional de márketing y producción de Google para Oriente Medio y el Norte de África, primero con base en Egipto y a partir de enero de 2010 en su sede de Dubai. También es el creador de varios grupos de facebook, entre ellos Kulina Jaled Said y al-Shahid, grupos que jugaron un importante papel en el inicio de las movilizaciones y que él gestionaba de forma anónima.

pidió un permiso de seis días en su trabajo para regresar a Egipto alegando “asuntos propios”. El día 27 de enero Ghonim desapareció, según relató su familia al canal de televisión al-Arabiyya y confirmó la empresa Google, que denunció su desaparición a través de un comunicado. El 5 de febrero, Mustafa al-Naggar, otro célebre bloguero egipcio y destacado opositor, aseguró que tenía información de que Ghonim “había sido arrestado por las autoridades, estaba vivo e iba a ser liberado en unas horas”. El 6 de febrero, Amnistía Internacional exigía al gobierno egipcio que desvelara dónde se encontraba Ghonim y que le pusiera en libertad inmediatamente. Finalmente, fue liberado el día 7 de febrero, tras 12 días de arresto, y fue recibido con aplausos y aseguró: “no renunciaremos a nuestra reivindicación: el fin del régimen”.

Según cuenta en una larga entrevista emitida por el canal de televisión egipcio Dream TV, el 8 de febrero tras su liberación, Ghonim

En la entrevista conducida por Mona el-Shadli, Ghonim se mostró muy emocionado y no pudo contener las lágrimas en


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Atalaya Sociopolítica varias ocasiones, pidiendo perdón a los padres de quienes habían muerto durante las protestas. Estas imágenes dieron la vuelta al mundo y le convirtieron en uno de los rostros más conocidos de la revuelta egipcia. Era exactamente lo que los egipcios necesitaban: alguien con quien poder identificarse, una imagen pública para un problema social más amplio. Tras la renuncia de Mubarak, un nuevo grupo fue creado en facebook con el título “autorizo a Wael Ghonim a que hable en nombre de los revolucionarios egipcios”, que en abril de 2011 tenía más de 287.000 seguidores. Asmaa Mahfuz El 18 de enero, Asmaa Mahfouz, una activista egipcia de 26 años, publicó un vídeo en internet en el que animaba a la gente a protestar contra el “gobierno corrupto” de Hosni Mubarark y a manifestarse el 25 de ese mes en la Plaza Tahrir. Su emotiva convocatoria sirvió, en última instancia,

de empujón final para el levantamiento que ha tenido lugar en Egipto. “Yo, una chica, iré a la Plaza Tahrir y estaré sola”, decía Mahfouz. “No crean que van estar seguros en sus casas. Ninguno de nosotros lo está. Vengan con nosotros y exijan sus derechos, mis derechos, los de sus familias. Estaré allí el 25 de enero para decirle ‘No a la corrupción. No a este régimen’”. En los vídeos publicados, Asmaa Mahfouz habla directamente a la cámara y se identifica dando su nombre. La audacia de este acto y la energía con la que habla inspiró a otros muchos, que publicaron también sus vídeos en la red. Nacida en Egipto en 1984, Asmaa Mahfuz ha estudiado Dirección de Empresas en la Universidad Americana de El Cairo. Forma parte del movimiento de Jóvenes 6 de abril y comenzó a movilizarse en 2008 durante la convocatoria de la huelga general en solidaridad con los trabajadores del sector textil de al-Mahalla al-Kubra.A pesar de que no alcanza la edad que la Constitución exige para ocupar el car-

go de presidenta de la república, parece que Asmaa Mahfuz tiene la intención de desarrollar una campaña electoral para presentarse a las elecciones presidenciales de 2011. Se puede seguir la información a este respecto a través del grupo de facebook “al-hamla al-sha‘biyya al-mustaqilla li-da‘m Asmaa Mahfuz li-riyasat Misr 2011” (campaña popular independiente de apoyo a Asmaa Mahfuz para la presidencia de Egipto en 2011).

BEJI CADI SEBSI, primer ministro tunecino de transición pasando luego al ministerio de Interior y, en 1963, fue nombrado jefe de la Seguridad Nacional. En 1965 se convirtió en ministro de Interior y en 1969 asumió la cartera de Defensa. Mas tarde fue nombrado embajador en París.

Nacido en 1926, en la ciudad costera de Sidi Bou Said, Beji Caid Sebsi es un abogado y político que ha desempeñado diversos cargos en el Estado desde la independencia tunecina. Pertenece a una familia próxima a la dinastía de beys Huseyníes, que gobernaron Túnez entre 1705 y 1957. Estudió en la Facultad de Derecho de París, donde se licenció en 1950 y comenzó a ejercer la abogacía en 1952 defendiendo a activistas del Neo Destur (partido nacionalista creado durante el protectorado francés, tras una escisión del anterior partido Destur). Desde su juventud participó en el Nuevo Partido Liberal Constitucional fundado, entre otros, por Habib Bourguiba, y que más adelante se convertiría en el Partido Socialista Constitucional. Tras la independencia (1956), Sebsi se convirtió en asesor del presidente Bourguiba,

En 1971 decidió suspender su pertenencia al Partido Socialista Constitucional debido a que abogaba por una reforma del sistema político tunecino que no se estaba produciendo y, en 1974, fue expulsado de la formación. Cuatro años después, creó el Movimiento Democrático Socialista, liderado por Ahmad al-Mastiri y se hizo cargo de la publicación Democracy, una revista de oposición. En 1980 volvió a entrar en el gobierno como ministro acreditado ante el primer ministro Mohamed Mazali que pretendía acometer una cierta apertura política. En 1981 fue nombrado ministro de Exteriores, cargo desde el que expresó, en el Consejo de Seguridad de la ONU, una profunda condena al bombardeo israelí de la sede de la Organización para la Liberación de Palestina en la ciudad tunecina de Hamam al-Shat. En 1986 regresó a la carrera diplomática y fue nombrado embajador en Alemania Occidental. En 1989 fue elegido diputado en el Congreso y asumió la presidencia de dicha institución entre 1990 y 1991. Ha escrito un libro sobre Habib Bourguiba que fue publicado en 2009 bajo el título Habib Bourguiba: la buena semilla y la muerte súbita.

El 27 de febrero de 2011, el presidente de transición, Fouad Mebazaa, nombró a Beji Caid Sebsi nuevo primer ministro interino, después de que Mohamed Ghanuchi, acosado por renovadas protestas y vinculado al viejo régimen, dimitiera de su cargo. La formación del nuevo gobierno de transición fue anunciada el pasado 7 de marzo con el nombramiento de seis nuevos responsables en los ministerios que quedaron sin titular tras la ola de dimisiones que vivió el gobierno de Ghanuchi. Tras consultar con representantes de los partidos políticos, la magistratura y las organizaciones sindicales, Sebsi decidió, finalmente, entregar las principales carteras a funcionarios con amplia experiencia en el aparato estatal. La mayoría de los nuevos ministros son tecnócratas cuya principal tarea es la recuperación económica y la celebración de elecciones el próximo mes de julio y, sobre todo, ninguno de ellos ha ocupado cargo alguno en la etapa de Ben Ali. Además, los tunecinos tendrán que elegir una nueva asamblea constituyente, el 24 de julio, para volver a redactar la Constitución. El ejecutivo asume como absoluta prioridad restablecer la seguridad y atajar el problema del desempleo en un país en el que hay 150.000 licenciados universitarios que no encuentran trabajo. Una de las primeras medidas adoptadas, y una de las reivindicaciones clave del levantamiento popular, fue el desmantelamiento de la policía política y del aparato de la seguridad estatal, célebre por sus continuas violaciones de los derechos humanos.

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Opinión pública Los libios, descontentos antes del comienzo de las protestas. 1.Los libios, descontentos antes del comienzo de las protestas. La organización Gallup realizó a finales de 2010 una encuesta sobre la situación socioeconómica en Libia. El estudio se realizó en las dos ciudades más grandes del país, Trípoli y Bengasi, con una muestra de 540 personas mayores de 15 años en la capital y 300 en la ciudad oriental. La primera conclusión que se puede extraer es que los habitantes de Bengasi, el epicentro de las protestas, estaban menos satisfechos que los de Trípoli en relación con dos cuestiones: la libertad para tomar sus propias decisiones y la creación de puestos de trabajo de calidad. En lo que respecta a la libertad individual, un 50% de los habitantes de Trípoli aseguraron estar satisfechos, mientras que sólo el 34% de los bengasíes respondieron así. El 29% y el 33% respectivamente afirma-

Disponibilidad de buenos trabajos en su comunidad

ron no estar satisfechos con el grado de libertad que tenían. Un 21% y un 32% no dieron ninguna respuesta. En cuanto a los esfuerzos realizados por las autoridades para crear empleos de calidad, un 44% en Trípoli y un 31% en Begasi aseguraron estar satisfechos; frente a un 13% y un 50% respectivamente que se declararon insatisfechos (un 44% y un 20% no respondieron). Sólo un 13% en Trípoli y un 15% en Bengasi calificaron su nivel de vida de “próspero”, unos porcentajes que se encuentran entre los más bajos de la zona.

Trípoli

Bengasi

Satisfecho

37%

32%

Insatisfecho

36%

33%

NS/NC

27%

35%

A. Visión de los musulmanes sobre la relación con Occidente Los ciudadanos de la región de Oriente Medio y Norte de África (MENA) dan gran importancia (61%) a las relaciones con Occidente, más de la que les conceden los países de Asia (52%) y el África subsahariana (49%). Los habitantes de la región MENA son también los más proclives a creer que las comunidades musulmanas están verdaderamente comprometidas con la mejora de las rela-

2. Relaciones entre Occidente y los musulmanes. La organización Gallup, a través de su centro de Abu Dabi ha realizado un amplio estudio entre 2008 y 2010 sobre las relaciones entre Occidente y los musulmanes. El trabajo se realizó en 55 países1 y se divide en 6 apartados:

¿Una mayor interacción con Occidente supone un beneficio o una amenaza?

Benefi ci o

Amena za

NS/NC

120 100 80

3

15 13

13 15

6 24

14 17

30

9 25

15

13

20

22

72

72

70

69

67

66

65

65

Túnez

Egipto

Líbano

Bahréin

Arabia Saudí

60 40 20 0 Marruecos Mauritania Jordania

Beneficio

Amenaza

NS/NC

120 100

12

80

27

20

26

12 32

34

16

29

47

18

61

58

56

56

55

53

50

50

Kuwait

EAU

Iraq

Territ. Palestinos

Siria

Yemen

Libia

Argelia

11

31

3

22

60 40

20

21

0

2. Afganistán, Albania, Argelia, Azerbaiyán, Bahréin, Bangladesh, Bélgica, Bosnia-Herzegovina, Burkina Faso, Canadá, Chad, Comores, Yibuti, Egipto, Francia, Alemania, Indonesia, Irán, Iraq, Israel, Italia, Costa de Marfil, Jordania, Kazajistán, Kosovo, Kuwait, Kirguistán, Líbano, Libia, Malasia, Mali, Mauritania, Marruecos, Holanda, Níger, Nigeria, Noruega, Pakistán, Territorios palestinos, Qatar, Arabia Saudí, Senegal, Sierra Leona, Somalilandia, Sudán, Siria, Tayikistán, Túnez, Turquía, Turkmenistán, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido, Yemen.


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Atalaya Sociopolítica ciones con Occidente pero no creen que sea así a la inversa. De igual manera, las sociedades occidentales también conceden gran importancia a las relaciones con las sociedades islámicas: los estadounidenses son quienes más importantes las consideran (un 78%). Entre 2008 y 2009, la buena imagen del liderazgo norteamericano aumentó considerablemente en los países de la región MENA, del 12% al 32%, aunque no ha sido un aumento sostenido, puesto que volvió a disminuir a principios de 2010, siendo Egipto el país en el que más se han notado los cambios: un 6% en 2008, un 25% en 2009, que alcanzó un 37% en agosto de ese año tras el discurso pronunciado por el presidente Barack Obama en El Cairo. En febrero de 2010, la buena imagen de EEUU volvió a caer hasta el 19%. B. Las relaciones con Occidente: ¿amenaza o beneficio? En la gran mayoría de los países en los que se ha llevado a cabo la encuesta, una mayor interacción con Occidente es interpretada como un beneficio y no como una amenaza: en los 48 países en los que se planteó esta cuestión, una media del 59% aseguraron que es un beneficio; un 21% respondieron que constituye una amenaza; y un 20% no expresaron ninguna opinión. En cuanto a Occidente, la percepción es la misma: un 76% de los estadounidenses asegura que se trata de un beneficio; un 21% lo ve como una amenaza; y un 3% no da ninguna respuesta. Según criterios demográficos, los hombres entre 15 y 29 años y aquellos con, al menos, educación secundaria, son más dados a considerar esta interacción como un beneficio, tanto en sociedades de mayoría musulmana como en países occidentales. En las sociedades islámicas, un 62% de los encuestados con educación secundaria y un 49% con educación primaria, consideran que un mayor contacto con Occidente es un beneficio. Esta relación entre educación y una visión positiva con “el otro” es más pronunciada en los países occidentales:

un 85% de las personas con educación secundaria y un 54% con educación primaria la interpretan como un beneficio. C. Detectando los fallos: política, cultura, religión Los habitantes de Europa y la región MENA son más proclives a considerar que las tensiones entre Occidente y las sociedades musulmanas se deben a diferencias políticas (un promedio del 40%): un 74% en Líbano, un 58% en Irán, un 53% en Siria y un 52% en los Terriotorios Palestinos dieron esta respuesta. Quienes tienen más en cuenta las diferencias políticas se inclinan más a creer que los conflictos violentos entre ambos tipos de sociedad pueden ser evitados. Un 46% en la región MENA y una media del 40% en EEUU y Canadá opinan que un conflicto violento se puede evitar; frente al 40% y el 30% respectivamente, que consideran que es inevitable. Entre quienes piensas que el conflicto violento es inevitable, un 44% en EEUU y Canadá y un 51% en la región MENA adujeron diferencias religiosas como la principal causa de las tensiones. En todas las regiones estudiadas, el porcentaje de quienes consideran que la causa de las tensiones es la diferencia cultural, es una minoría. En EEUU y Canadá, el 26% considera que dichas tensiones están basadas en la cultura. D. Compromiso: ¿quién está intentando mejorar las relaciones? El estudio divide a los encuestados en dos grupos: “preparados” y “no preparados”, según su predisposición para una mejora de las relaciones, según la importancia que le dan al hecho de ser respetados por “el otro” y según las percepciones de futuro. Entre quienes se encuentran “preparados” (tanto en países occidentales como en sociedades islámicas), la mayoría considera que su país está comprometido hacia un mayor contacto con “el otro” y cree que el conflito se puede evitar. El 46% de quienes están preparados en

sociedades islámicas y el 39% en sociedades occidentales, consideran que la causa principal de las tensiones es política y no religiosa. Quienes “no están preparados” dudan del compromiso y el respeto de sus comunidades hacia la otra parte y consideran que el conflicto es inevitable. Este grupo, tanto en sociedades occidentales (46%) como islámicas (55%), es más proclive a citar la religión como la causa de la tensión. Los encuestados en países islámicos y que se encuentran dentro del grupo de “preparados” asisten más habitualmente a servicios religiosos (72%) que en los países occidentales, donde quienes más asisten a servicios religiosos son los que se encuentran en el grupo de “no preparados”. E. La opinión de los musulmanes sobre el significado del respeto El 63% de los musulmanes encuestados opina que las sociedades de mayoría islámica respetan a Occidente, mientras que sólo un 28% cree que Occidente les respeta a ellos. Cabe señalar que un 42% de los no musulmanes encuestados tiene una opinión similar, pues consideran que Occidente no respeta a los países islámicos. Este sentimiento de “falta de respeto” es más intenso en Oriente Medio y el norte de África (65%). En EEUU, un 53% de los encuestados también considera que Occidente no respeta a los países de mayoría musulmana. En cuanto a qué debería hacer Occidente para mostrar más respeto hacia los países islámicos, un 72% de los musulmanes encuestados respondieron que “abstenerse de desacreditar el Corán y los símbolos religiosos islámicos significaría mucho para ellos”; un 54% contestó que “ser tratados de manera justa en los asuntos políticos que les afectan”; y un 49% aseguró que “Occidente debe presentar los personajes musulmanes de sus películas de manera apropiada”.

¿Cuál es la principal causa de las tensiones entre Occidente y los musulmanes? 100% 80% 60%

30

40

0%

15 24

33

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11

26

40

48

11

9

13

Asia

MENA

África subsahariana

3

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35 40 36

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EEUU y Canadá

Europa

NS/NC intereses políticos diferencias religiosas diferencias culturales

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F. Percepciones de los conflictos complejos Opinión de los afganos sobre la guerra en Afganistán Las cuestiones económicas se encuentran entre las mayores preocupaciones de los afganos a nivel nacional. Un 21% eligió el mal estado de la economía local como su mayor preocupación; el 20% citó el desempleo; y el 15% optó por el elevado coste de los bienes. Los resultados varían regionalmente en relación a otros temas: un 37%, a nivel nacional, aseguró que la situación de la seguridad ha empeorado en los últimos seis meses pero en las regio-

nes de Nangarhar y Helmand, el porcentaje asciende al 79% y 59% respectivamente. En cuanto al gobierno, un 79% de los encuestados en Helmand y un 54% en Herat opinan que el gobierno central no tiene una gran influencia en sus comunidades; a nivel nacional, el 41% opina igual.

tos que tomaran decisiones teniendo en cuenta el interés nacional; un 27% considera que el mejor sistema de gobierno es una democracia.

Aunque muchos afganos (46%) no están satisfechos con la manera en que está funcionando la democracia en su país, esto no significa un aumento del apoyo al régimen talibán (5%). Un 31% cree que el mejor sistema de gobierno se basa en tener un líder fuerte que no tenga que preocuparse por el Parlamento o las elecciones; un 22% apoya la existencia de un grupo de exper-

En general, los iraquíes creen que la invasión de Iraq ha supuesto mayor daño (44%) que beneficio (27%). Pero los porcentajes varían según sus vínculos étnicos y religiosos. Los habitantes de áreas shiíes y kurdas creen que la invasión ha sido beneficiosa, mientras que los habitantes de las regiones sunníes opinan lo contrario.

Opinión de los iraquíes sobre la guerra de Iraq

Confianza en las intenciones de EEUU 80 70 60 50 40 30 20 10 0

71 67 63

54 51

EEUU quiere mejorar la economía EEUU quiere establecer una democracia

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EEUU permitirá a los iraquíes definir su futuro 2004

En general, sin atender a la provincia o la religión, la mayoría de los iraquíes prefieren que las tropas de la coalición se retiren inmediatamente (61%) o en los próximos meses (28%). En cuestiones económicas, a pesar de que la valoración es negativa, existe una cierta mejora. A principios de 2010, un 18% de los iraquíes aseguraba no tener dinero suficiente para comprar comida, frente al 25% que había respondido lo mismo en 2008. 3. Los tunecinos y la etapa de transición. El grupo Sigma Conseil realizó una encuesta entre los pasados días 30 de enero y 3 de febrero en Túnez, con una muestra de 1250 tunecinos mayores de 18 años sobre diversos temas de ac-

2008

tualidad relacionados con la etapa de transición por la que atraviesa el país y el futuro próximo. El 97,6% de los encuestados se muestra optimista respecto a las posibilidades que se han abierto tras el levantamiento popular de enero. El 91% cree que la revolución ha mejorado la imagen de Túnez y el 97% asegura estar dispuesto a hacer sacrificios. En cuanto a la participación en las revueltas, el 95% cree que los jóvenes han sido los protagonistas, el 87% cree que el peso lo han llevado los grupos más desfavorecidos y el 85% pone el énfasis en los desempleados. Igualmente se valora el papel del ejército, que para el 91% de los encuestados fue crucial, mientras que la UGTT (unión de trabajadores) sólo ha tenido protagonismo para el 46% de los tunecinos.

Principales preocupaciones de los somalíes

En otro orden de cosas, el gobierno de transición tiene el respaldo y la confianza del 68%, aunque el 17,2% considera que el ejecutivo debería renunciar inmediatamente. El el 62% aseguró estar satisfecho con la labor realizada por el primer ministro, Mohammad Gannouchi. Respecto a las próximas elecciones, un 95% aseguró que acudirá a las urnas para votar, aunque, de ellos, un 75% no ha decidió todavía a quién. 4. Preocupaciones de la sociedad somalí El grupo Mogadishu Media House realizó una encuesta a lo largo de 2010, con una muestra de mil habitantes de Mogadiscio, hombres y mujeres de edades variadas y diferentes orígenes. El estudio muestra


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Atalaya Sociopolítica un creciente apoyo al gobierno federal de transición (un 88% de los encuestados lo considera legítimo) y un vivo deseo de poder celebrar elecciones libres y justas. De igual manera, se puede observar una mayor confianza en la implicación de la comunidad internacional: un 70% considera a las tropas de la Unión Africana (AMISOM) como una fuerza “amiga”, mientras que el 18% las considera “enemigas”. Según el 78% de los encuestados, el poder político debe ser compartido por todos los clanes (frente al 20% que no opina así). La encuesta pone de manifiesto una gran oposición al grupo al-Shabab: un 75% expresó su desagrado, mientras que un 23% le dio su apoyo. Una amplia mayoría de los habitantes de la capital (45% completamente de acuerdo; 21% parcialmente de acuerdo) se oponen a la violencia como medio para resolver la crisis. En cuanto al tipo de gobierno deseable, un 68% prefiere un gobierno democrático elegido mediante elecciones limpias; un 23% se inclina por el establecimiento de un Estado islámico; y un 6% aseguró que prefiere ser gobernado por un líder fuerte, incluso aunque no haya sido elegido en las urnas. Finalmente, un 48% cree que la manera de acabar con los conflictos y los combates es alcanzar una reconciliación entre todas las partes, mientras que un 3% señala que es imprescindible poner fin a la intervención extranjera.

5. Seguridad, reconciliación y corrupción en Afganistán. La institución The Asia Foundation, apoyada en el trabajo de campo del Afghan Centre for Socio-economic and Opinion Research (ACSOR) en Kabul, realizó entre junio y julio de 2010 una amplia encuesta, con una muestra de 6.467 afganos, sobre diversas cuestiones: el optimismo de la población, la seguridad en el país, los esfuerzos de reconciliación, la economía y el desarrollo, el gobierno y la corrupción etc. Un 47% de los encuestados considera que el país está avanzando en la dirección correcta, un porcentaje que ha ido creciendo a lo largo de 2008 (38%) y 2009 (42%). Las razones de este optimismo son, por este orden, la percepción de una buena seguridad (38%), la reconstrucción del país (35%) y la apertura de escuelas para chicas (15%). Aún así, la inseguridad sigue siendo una preocupación para el 44% de quienes creen que el país avanza por un camino equivocado (un 42% en 2009). Otra de las causas del pesimismo respecto al futuro de Afganistán son la corrupción (27%), el mal gobierno (18%) y el desempleo (16%). Se puede observar un aumento del apoyo de los afganos a los esfuerzos realizados por su gobierno en la negociación y reintegración de los grupos armados de oposición. El 83% tiene una visión favorable de la gestión de la se-

guridad por parte de su gobierno (71% en 2009). El apoyo de la población es mayor en el este (89%), el sureste (85%) y el noroeste (85%) y menor en la región central (78%). Un 81% está de acuerdo con que el gobierno ofrezca trabajos, asistencia y alojamiento a aquellos que abandonen las armas y deseen reintegrarse en la sociedad. En este sentido, los hombres son más favorables (88%) a esta estrategia que las mujeres (78%). El 73% cree que los esfuerzos del gobierno ayudarán a estabilizar el país. El porcentaje de afganos que expresaron algún tipo de simpatía por las motivaciones de los grupos armados ha descendido del 56% en 2009 al 40% en 2010. En general, los encuestados hicieron una valoración de su economía más positiva, en varios aspectos, que en 2009: En cuanto a la situación de los servicios, se les preguntó cuál era el aspecto que más satisfacción le reportaba: el 68% destacó la posibilidad de ofrecer una educación a sus hijos; para el 63%, la cuestión más satisfactoria es tener acceso al agua potable; el 63% destacó la posibilidad de moverse con garantías de seguridad en sus localidades; un 49% señaló la importancia de tener agua para regar; un 46% eligió la existencia de clínicas y hospitales. A la inversa, los dos temas con los que menos satisfechos se sienten es con la disponibilidad de trabajos (72%) y con el suministro de electricidad (66%).

¿Cuál es el mayor problema de Afganistán? Inseguridad

37%

Desempleo

28%

Corrupción

27%

Economía débil

11%

Falta de educación

11%

Pobreza

10%

¿En qué aspectos ha mejorado su situación respecto al año anterior?

2009 2010 Bienestar económico del hogar

31% 42%

Disponibilidad de productos en el mercado

19% 27%

Calidad de la comida diaria

23% 33%

Oportunidades de empleo

11% 17%

21


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Casa Árabe La satisfacción expresada por los afganos respecto al trabajo realizado por el gobierno nacional ha ido aumentando durante los últimos tres años: 67% en 2008, 71% en 2009 y 73% en 2010. Los logros alcanzados por el gobierno más mencionados en las encuestas son: un mejor sistema de educación (27%), la reconstrucción (24%) y conseguir paz y seguridad (24%). Los fracasos más señalados son: la corrupción en la administración (37%), la inseguirdad (30%), la falta de oportunidades laborales (17%) y la debilidad del gobierno (10%). En cambio, la confianza en las instituciones representativas se mantiene relativamente alta. Las asambleas consultivas y la jirga tienen la confianza del 66% de los encuestados; en segundo lugar, los consejos provinciales (62%); los

Atalaya Sociopolítica consejos de desarrollo de la comunidad (61%); y el Parlamento (59%). El 25% de los encuestados asegura que se sienten más seguros a la hora de expresar su opinión que hace un año, frente al 17% que dice sentirse ahora más inseguro, especialmente en el suroeste (27%), el sureste (21%) y en la región central (20%). Los obstáculos que encuentran los afganos a la hora de expresar su opinión son, para el 34%, el miedo a la seguridad personal; para el 25%, la pobre situación de la seguridad a nivel local; para el 24%, la presencia de los Talibán; y para el 11%, las restricciones que impone el gobierno a la expresión de opiniónes políticas. Un 74% de los encuestados considera que la celebración de elecciones ha mejorado el país, aunque todavía existe cierta des-

confianza respecto a la Comisión Electoral Independiente (el nivel de confianza se ha reducido del 67% en 2009 al 54% en 2010) y a los partidos políticos (del 47% al 43%). Aún así, una mayoría del 54% opina que las elecciones presidenciales de 2009 fueron libres y justas. Entre quienes consideran que no fueron una elecciones fiables, los porcentajes más altos se encuentran en el sureste (47%) y suroeste (44%). La corrupción es un grave problema en… En el barrio

50%

En la vida diaria

55%

En las autoridades locales

56%

En el gobierno provincial

65%

Para todo el país

76%

Documenta 1. Discurso a la nación del rey de Marruecos, Muhammad VI. El miércoles 9 de marzo, tras varias semanas de manifestaciones y llamamientos a la reforma, el rey de Marruecos hizo su primera aparición en público con un discurso dirigido a la nación. El rey marroquí planteó una serie de reformas constitucionales que deberán otorgar más poderes al primer ministro e independencia al poder judicial, entre otras cuestiones, y avanzar en el proceso de regionalización y descentralización. (texto íntegro en español) (texto íntegro en árabe) (texto íntegro en francés) 2. Declaración del Consejo Europeo sobre Libia y otros países árabes. Si las revoluciones en Túnez y Egipto han dado paso a procesos abiertos hacia la democratización de ambos países, el levantamiento popular en Libia ha degenerado en una guerra entre el régimen y el Consejo Nacional Transitorio puesto en pie por el movimiento revolucionario. El rechazo del régimen liderado por Gaddafi a responder a cualquier demanda y su uso desproporcionado de la fuerza ha conducido a una situación explosiva. El Consejo de Europa, en reunión extraordinaria celebrada el 11 de marzo, adoptó una declaración en la que figuran las prioridades de las políticas futuras de la Unión Europea en la zona en la que se están produciendo “levantamientos democráticos” que abren la posibilidad de afianzar “la democracia, el pluralismo, el Estado de Derecho, los derechos humanos y la justicia social”. La UE, según la

declaración, respaldará los procesos de democratización y el cambio pacífico. Y si la UE da la bienvenida a los procesos en marcha en Túnez y Egipto y a las promesas hechas por el rey de Marruecos, al mismo tiempo muestra su inquietud ante lo que está ocurriendo en Libia, condena “la violenta represión ejercida por el régimen libio contra sus ciudadanos” y exige a Gaddafi a que renuncie al poder de inmediato para que el país pueda iniciar lo antes posible un proceso de transición pacífica. Según la declaración, la UE ha adoptado medidas restrictivas contra la cúpula dirigente del país y contra las entidades en cuyo poder obran activos importantes controlados por el régimen y está dispuesta a adoptar nuevas sanciones. Y considera al Consejo Nacional Provisional de Transición, radicado en Bengasi, como interlocutor político. Ahora bien, actuará en consonancia con la Liga Árabe. (Declaración en español) (Declaración en inglés) 3. El último discurso de Ben Ali. El pasado 13 de enero el ex presidente tunecino Zin al-Abidin Ben Ali aparecía en la televisión nacional por última vez, en un intento por poner fin a las manifestaciones de protesta y hacer ciertas concesiones que, como es conocido, no dieron respuesta a las demandas de la sociedad. El ex presidente comenzó condenando la violencia que había dominado los días de las protestas, asegurando que “aquello no formaba parte de las costumbres del Túnez civilizado y tolerante”, y exigió que todas las partes hicieran los esfuerzos necesarios para ponerle fin. Aunque

reconoció que había cometido ciertos errores y que “algunas cosas no habían salido como él quería”, insistió en que su principal objetivo había sido servir a Túnez, algo que llevaba haciendo desde hace 50 años. Así mismo, lamentó las víctimas que se habían cobrado los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y aseguró que una comisión independiente investigaría lo sucedido y determinaría responsabilidades. Como medidas paliativas, Ben Ali propuso una bajada de los precios de las materias básicas, como el azúcar y el pan; aseguró que los medios de comunicación, incluido internet, no se verían nunca más sometidos a ningún tipo de censura; y afirmó que, “a partir de ese día, existiría una total libertad de expresión política” y se permitirían las manifestaciones pacíficas y organizadas. Fue en este discurso en el que anunció que “a pesar de que se lo habían pedido, él renunciaba a enmendar el artículo de la Constitución relacionado con la edad permitida para aspirar a la presidencia de la República”, lo que, implícitamente, suponía que no se presentaría a la reelección. El discurso acababa con la propuesta de crear una comisión nacional que, presidida por una personalidad independiente y con credibilidad, se encargaría de reformar la ley electoral, las leyes de asociación y las normativas relacionados con la prensa y, así mismo, planteaba la posibilidad de celebrar las elecciones legislativas y presidenciales evitando que coincidieran en la misma jornada. (en francés) (en árabe)


Atalaya Sociopolítica 4. Último discurso a la nación del ex presidente egipcio, Hosni Mubarak. El ex presidente egipcio Hosni Mubarak pronunció el 10 de febrero el que fue su último discurso a la nación egipcia como presidente. Con él pretendía apagar la revolución, demostrar que comprendía las aspiraciones de la juventud porque también había “sido joven como los jóvenes de ahora”, prometer elecciones limpias y transparentes para septiembre de 2011, y anunciar su visión para salir de la crisis (un diálogo nacional con los jóvenes, instrucciones para investigar los violentos sucesos que tuvieron lugar durante los días previos, cambios en la Constitución para garantizar unas elecciones presidenciales limpias y limitar los mandatos presidenciales a dos), pero recurriendo al argumento de conspiraciones y manipulaciones extranjeras de la opinión egipcia para desacreditar las reivindicaciones del pueblo. (discurso en árabe) (discurso en español) 5. Comunicado de ministros de Asuntos Exteriores de los países del Consejo de Cooperación del Golfo (7 de marzo de 2011). El consejo de Cooperación de los países del Golfo celebró su 118ª cumbre, entre el 2 y el 7 de marzo, en Abu Dhabi, presidida por el sheyj Abdallah Bin Zayed al-Nahyan, ministro de Exteriores de Emiratos Árabes Unidos. En el comunicado final se hace una mención directa a la situación que se está viviendo Bahréin, instando al rey a entablar un diálogo con todos los grupos presentes en el escenario bahreiní y a plantear un proyecto de reforma. Al mismo tiempo, ofrecían y confirmaban a Bahréin todo el apoyo político, económico y defensivo de los países miembros. En cuanto a la cooperación en materia económica, los miembros del CCG pusieron en marcha la elaboración de un informe sobre el futuro crecimiento de los países del Consejo. Asimismo, celebraron la firma de un acuerdo marco para la cooperación económica, comercial, técnica y de inversiones entre el CCG y Malasia, así como el comienzo de las negociaciones sobre un acuerdo de libre comercio con el país asiático. También dieron la bienvenida a la propuesta estadounidense relativa a un acuerdo marco de cooperación económica y la celebración de la primera reunión ministerial conjunta para el establecimiento de un diálogo estratégico con la república de Pakistán y también con Australia. Destacaron la necesidad de seguir cooperando en materia de seguridad, haciendo hincapié en la lucha contra el terrorismo y en la importancia de evitar la violencia. Los ministros propusieron celebrar una

reunión periódica de los jefes de las instituciones gubernamentales vinculadas a la defensa de los derechos humanos, así como la preparación de un borrador para redactar un texto oficial que servirá a los países del CCG como carta de derechos fundamentales. La protección del medio ambiente también fue uno de los temas centrales de la reunión, en la que se repasó la ejecución de los acuerdos previamente adoptados en ese sentido. Se destacó la propuesta de Kuwait, que considera necesario celebrar una reunión periódica regional para estudiar y atajar el fenómeno de las tormentas de arena. Respecto a las cuestiones políticas, el CCG analizó la relación de los países del Golfo con Irán, asegurando que es imprescindible mantener las relaciones de buena vecindad, el respeto mutuo y la no injerencia en los asuntos internos de cada nación. En cuanto al programa nuclear iraní, los países del Golfo están de acuerdo con el uso de energía nuclear con fines pacíficos, que debe desarrollarse según la legalidad internacional y sometiéndose, todos los países, incluido Israel, a la supervisión del OIEA. Para el CCG es fundamental conseguir que Israel firme el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y abogan, además, por una región libre de armas nucleares y de destrucción masiva. El comunicado final también destaca la importancia de lo que está ocurriendo actualmente en el mundo árabe, elogiando el traspaso pacífico de poder que ha tenido lugar en Túnez y Egipto y condenando severamente la actuación del régimen libio, al que consideran ilegítimo. Lamenta igualmente que EEUU haya vuelto a vetar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la ilegalidad de los asentamientos israelíes en territorio palestino ocupado, lo que constituye un gran obstáculo para el proceso de paz. Respecto a Iraq, Líbano, Sudán y Somalia, el CCG ofreció su total apoyo a la unidad, independencia y estabilidad de dichos países y expresó su deseo de que se alcance una verdadera reconciliación nacional en todos ellos. Comunicado final en árabe 6. El G-8 y la situación en los países árabes. Los países del G-8 celebraron una reunión de ministros de Asuntos Exteriores en París el pasado 15 de marzo, en la que trataron diversos temas, como la situación en Libia, en Oriente Medio y el norte de África, Afganistán y el proceso de paz palestino-israelí. En el comunicado final, los miembros del G-8 confirmaron su apoyo a las aspira-

Casa Árabe ciones legítimas del pueblo libio sobre los derechos fundamentales, la libertad de expresión y la posibilidad de construir un gobierno representativo. Instaron a Gaddafi a respetar estas reivindicaciones y expresaron su aprobación a la decisión de la ONU de expulsar a Libia del Consejo de Derechos Humanos de la organización (UNHRC). Igualmente, acogieron positivamente la decisión del Tribunal Penal Internacional de investigar los crímenes contra la humanidad cometidos en el país norteafricano y subrayaron la necesidad de aumentar la presión, incluso tomando medidas económicas, para conseguir que Gaddafi abandone el poder. Reafirmaron su intención de coordinarse con la Liga Árabe, la Organización de la Conferencia Islámica, la Unión Africana y el Consejo de Cooperación del Golfo para adoptar medidas que ayuden a solucionar la crisis. En un contexto más amplio, los ministros del G-8 calificaron los últimos acontecimientos que han tenido lugar en el mundo árabe, de “movimientos de magnitud histórica” y aseguraron que están listos para apoyar los procesos de transición pacífica y fortalecer la cooperación con los países de la región. Sobre Egipto y Túnez, el G-8 aseguró estar preparado para facilitar las respectivas transiciones y ayudar, concretamente, en la organización de los procesos electorales y a superar los desafíos económicos y sociales de la región. Reiteraron su compromiso con el Partenariado G-8 MENA por el Progreso y el Futuro Común, asegurando que supone un valioso mecanismo de consulta y cooperación entre los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil y el mundo empresarial de ambas regiones, y que tiene por objetivo apoyar las reformas políticas, económicas y sociales a las que aspiran los ciudadanos de la zona. En cuanto a Irán, los ministros expresaron su preocupación respecto a la continua represión del proceso democrático y, en particular, respecto a la detención de dos destacados líderes de la oposición (Mir-Husein Musawi y Mehdi Karrubi) y sus esposas. Igualmente, el actual estancamiento del proceso de paz israelo-palestino es también motivo de preocupación. El G-8 cree en una solución negociada y ofrece todo su apoyo a la Autoridad Palestina para la reanudación de negociaciones directas con Israel, advirtiendo de que las acciones unilaterales no son beneficiosas y no serán aceptadas por la comunidad internacional. Por último, los miembros del G-8 reiteraron su apoyo a un Afganistán estable, pacífico y soberano, libre de injerencias externas, de terrorismo y de producción y tráfico de drogas. Celebraron la inauguración del nuevo Parlamento y apoyaron la estrategia del gobierno afgano basada en lanzar un proceso político orientado a

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reintegrar a todos aquellos que renuncien a la violencia, rompan sus lazos con alQaida, denuncien el terrorismo y acepten la Constitución. (en inglés) (en francés) 7. Reunión extraordinaria de la Liga árabe. El pasado día 12 de marzo, la Liga Árabe celebró una reunión excepcional a nivel ministerial que se centró en los acontecimientos que están teniendo lugar en Libia. Los países miembros condenaron rotundamente la violencia ejercida por las autoridades libias contra los manifestantes, así como el reclutamiento de mercenarios extranjeros. La Liga Árabe considera estas acciones como una flagrante violación de los derechos humanos y de la legalidad internacional y exigió, por lo tanto, el fin inmediato de los enfrentamientos y el establecimiento

de un diálogo nacional que responda a las demandas de la sociedad libia. Los países árabes pidieron también que se ponga fin a la censura y las restricciones impuestas a los medios de comunicación, que se restablezca la red telefónica y que se facilite la llegada de la ayuda humanitaria. Así mismo, la Liga Árabe rechazó tajantemente las acusaciones que el régimen libio había lanzado contra algunos países árabes al asegurar que sus nacionales residentes en Libia habían instigado y participado en los actos de violencia. Por ello, la Liga Árabe propuso crear una comisión árabe independiente que investigara los hechos. Al mismo tiempo, los países árabes no aprueban ningún tipo de injerencia externa y subrayaron la necesidad de que se proteja la unidad nacional, la soberanía y la unidad territorial. Una de las medidas adoptadas por esta organización ha sido apartar a Libia de las reuniones del Consejo de la Liga

Árabe y de todos sus organismos hasta que el régimen no responda a las demandas sociales. También aseguraron que continuarán coordinándose en la evacuación de los extranjeros y reafirmaron su apoyo a la creación de una zona de exclusión aérea con el objetivo de proteger a la población civil. (en árabe) 8. Derechos humanos en el mundo árabe. El último informe de la organización Human Rights Watch (Worl Report 2011) recoge las violaciones de derechos humanos ocurridas en diferentes países durante 2010, lo que contribuye a entender las protestas sociopolíticas que comenzaron en Túnez a finales de 2010 y se extendieron después por otros países árabes. (reseña de informe)

Escaparate de libros y revistas Libros Dina Shahata (ed.). `Awdat al-siyasa. Al-harakat al-ihtiyayiyya al-yadida fi Misr (El regreso de la política. Los nuevos movimientos de protesta en Egipto). El Cairo: Markaz al-Ahram li-l-Dirasat al-Siyasiyya wal-Istratiyiyya, 2010, 277 págs. Dina Shahata, especialista del Centro al-Ahram de Estudios Políticos y Estratégicos, coordina esta nueva obra sobre los movimientos sociales emergentes y el papel de la sociedad civil en Egipto. Movimientos como Kefaya o Jóvenes 6 de abril son analizados en esta obra, que rastrea sus raíces y explica el papel que han desempeñado en esta última década en la que los movimientos sociales han ganado protagonismo. También ofrece una aproximación a los movimientos de la clase obrera y al trabajo y organización de las agrupaciones sindicales, de gran tradición pero que, sin embargo, parece que no han sabido responder a las nuevas circunstancias. El libro cuenta con colaboraciones de destacados académicos como Amr El Shubaki, experto en movimientos islamistas en Egipto, que ofrece un análisis sobre las protestas protagonizadas por los funcionarios del departamento de impuestos de bienes inmuebles; Samih Fawzi, periodista e investigador destacado en el ámbito del gobierno y la ciudadanía, que presenta una lectura crítica y comparada de los movimientos reivindicativos y los movimientos políticos; o Manar al-Shurbagui, escritora y profesora de ciencias políticas en la Universidad Americana de El Cairo, que colabora con un análisis sobre el movimiento Kefaya.

Ibrahim al-Badawi y Samir al-Maqdisi (eds.). Tafsir al-‘ayz al-dimuqrati fi-l-watan al-‘arabi (Sobre el déficit democrático en la nación árabe). Beirut: Markaz Dirasat al-Wahda al-‘Arabiyya, 2011, 495 págs. Un análisis sobre los principales factores de la existencia de autocracias y déficit democrático, en menor o mayor grado, en la gran parte de los regímenes políticos del mundo árabe. Con estudios cualitativos y estudios de caso que abarcan la mayoría de países árabes y análisis más detallados sobre siete de ellos (Jordania, Líbano, Siria, Argelia, Iraq, Egipto, Sudán) y la zona del Golfo.


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VV.AA. al-Harakat al-ihtiyayiyya fi-l-watan al-‘arabi (Misr. al-Magreb. Lubnan. al-Bahrein) (Movimientos de protesta en la nación árabe. Egipto, Marruecos, Líbano y Bahréin). Beirut: Markaz Dirasat al-Wahda al‘Arabiyya, 2011, 304 págs. Un estudio de los movimientos de protesta los cuatro países árabes, entre los que se aprecian diferencias y similitudes, poniendo de relieve sus dimesiones y los diferentes contextos sociopolíticos en los que surgen. Una buena ayuda para comprender los cambios que están teniendo lugar en el mundo árabe.

Al-‘Arabi Siddiqi. I‘adat al-tafkir fi-l-damqrata al-‘arabiyya. Intijabat bidun dimuqratiyya (Repensar la democratización árabe. Elecciones sin democracia). Beirut: Markaz Dirasat al-Wahda al-‘Arabiyya, 2010, 432 págs. Un análisis de los incompletos procesos de democratización en el mundo árabe: elecciones, la actuación de las autoridades y el papel de la sociedad civil en dichos procesos.

Edward Thomas. Islam’s Perfect Stranger: The Life of Mahmud Muhammad Taha, Muslim Reformer of Sudan. Londres: IBTauris, 2011, 288 págs. El investigador Edward Thomas, actualmente consejero para la protección infantil en la misión de Naciones Unidas en Sudán (UNMIS), analiza en este estudio la vida y la obra del pensador y político sudanés Mahmud Muhammad Taha (1909-1985). Taha, máximo dirigente de los Hermanos Republicanos, destacó en el plano del pensamiento por la originalidad de sus propuestas sobre el islam, la república, la legislación islámica o los derechos humanos en el islam, y las polémicas que sus planteamientos provocaban en la sociedad sudanesa. En la vida política, su participación fue un tanto ambigua, apoyando en un principio el régimen de Numeyri cuando éste quería acabar con las fuerzas políticas de base religiosa (Hermanos Musulmanes, al-Umma), pero desafiando la autoridad del presidente en sus años finales. Su descalificación final de Numeyri y su crítica a las leyes de septiembre de 1983, anunciadas como aplicación de la legislación islámica, le supusieron someterse a un proceso judicial bajo la acusación de apostasía. Fue ejecutado el 18 de enero de 1985, pocos meses antes de que una revolucion popular acabase con el régimen de Numeyri.

Fanar Haddad. Sectarianism in Iraq. Antagonistic visions of unity. Londres: Hurst, 2011, 256 págs. En este análisis de la identidad confesional iraquí, Fanar Haddad examina la relación entre shiíes y sunnies y cuestiona el papel que estas distinciones juegan en la sociedad iraquí. La identidad confesional y las actitudes hacia uno mismo y hacia el otro no son algo fijo, sino que presentan una dinámica fluctuante en la que lo relevante de la identidad confesional cambia según el contexto y las condiciones socioeconomicas y políticas. Investigando las fuerzas que dirigen la identidad confesional y su relación con la identidad nacional, Haddad se centra en dos cambios cruciales de la historia iraquí moderna: los levantamientos de 1991 y la caída del partido Baaz en 2003. Haddad contrarresta las visiones reduccionistas que muestran un Iraq unicamente en términos confesionales o bien que restan importancia a la identidad confesional.

Revistas Le Monde diplomatique, marzo 2011. El último número de Le Monde diplomatique incluye un dossier sobre “las revueltas árabes” con contribuciones de Raphaël Kempf (los campesinos en la revolución egipcia, las raíces obreras del levantamiento egipcio), Serge Halimi (“¿Mañana, Irán?), Claude Laurent (“La revolución egipcia y los medios chinos”), Alain Gresh (“El fin de un orden regional”), Salam Kawakibi y Bassma Kodmani (”Ejércitos, pueblo y autócratas”), Gilbert Achcar (“Los Hermanos Musulmanes y la transición pacífica”), Ali Chibani (“Las tribus y el poder en Libia”), Akram Belkaïd (“Logros sociales y miedo al caos en Túnez”), Samir Aita (“Las redes sociales y la revolución”) y una entrevista con el político tunecino Moncef Marzouki.

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Atalaya Sociopolítica Al-Mustaqbal al-‘Arabi, nº 384, febrero 2011. Tras un editorial de Gassan Salame sobre Túnez, la revista presenta seis análisis, entre ellos uno sobre los movimientos de protesta en el mundo árabe (Egipto, Marruecos, Líbano y Bahréin), de Amr El Shubaki; otro sobre el déficit democrático en el mundo árabe, de Ibrahim al-Badawi y Samir al-Maqdisi; y las elecciones generales en Jordania de 2010, de Wahib al-Sha‘ir; junto con otros sobre el futuro del petróleo árabe (Huseyn Abdallah), ciencia y soberanía (Antoine Zahlan), o la historia de las ciencias entre la epistemología y la historia (Rushdi Rashid).

Al-Adab (marzo 2011). El último número de la revista libanesa al-Adab está dedicado a las revoluciones tunecina y egipcia con artículos de Nader Fergani, Faysal Darray, al-Taher Labib, Tareq al-Kahlawi, Michel Kilo, entre otros, y los textos de la mesa redonda “los jóvenes tunecinos hablan sobre su revolución”.

Política Exterior (nº 140, marzo-abril 2011). Número dedicado a lo que denomina “Primavera árabe” con artículos de Kristina Kausch (“Mitos de la revolución y escenarios en Oriente Próximo”), Radhi Meddeb (“Europa ante un Túnez anclado al mundo libre”), Bichara Khader (“Túnez o la golondrina de la primavera árabe”), Jaime Ojeda (“Carta de América: EE UU y el cambio en Oriente Próximo”), José Enrique de Ayala (“Carta de Europa: Los europeos ensimismados”). Ofrece, además, una conversación con el ex ministro español de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos.

Publicación bimestral editada por:

Casa Árabe y su Instituto Internacional de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán es un consorcio formado por:

Diseño: Rez Estudio Maquetación: Go Next

Si desea suscribirse a La Atalaya Sociopolítica de Casa Árabe envíe un correo a instituto@casaarabe-ieam.es Para consultar los números anteriores de la Atalaya Sociopolítica de Casa Árabe pinche aquí Casa Árabe-Instituto Internacional de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán C/ Alcalá nº 62 - 28009 Madrid - C/ Martínez Rucker nº 9 - 14003 Córdoba www.casaarabe.es


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