Cristianos, musulmanes y judíos viviendo en la misma tierra, enriqueciendo sin cesar el patrimonio de la humanidad en todos los aspectos, desde la agronomía a la filosofía, desde la arquitectura al misticismo, transmitiendo a la cristiandad, por la vía de los árabes, los tesoros del pensamiento griego, llevando el pensamiento musulmán y judío a cotas inigualables, formando todos juntos una civilización común de múltiples facetas, un espléndido cuadro realzado por innumerables colores […].
Pregón pronunciado por Amin Maalouf el 10 de junio de 1995 con ocasión de la Fiesta del Corpus de Granada.
ISBN 978-84-617-0325-8
Ciudadanía plural y mezcla de culturas en Melilla en la era de la globalización. Claves para entrar en la posmodernidad
Todos nosotros somos hijos de una extraordinaria mezcla cultural que se viene construyendo desde hace milenios y que hoy continúa acelerándose. Atrapados por el vértigo, puede que se intente negarlo. Yo lo reivindico. Y continúo cantando las virtudes de las sociedades plurales, esas en las que viven juntos mujeres y hombres portadores de diferentes lenguas, diferentes culturas, diferentes genealogías y diferentes creencias. Creo en la fecundidad de estas sociedades, incluso si hay tensiones, conflictos, momentos de duda. Estoy convencido de que un día, cuando la humanidad haya apurado hasta el cáliz de la división, de la separación, de las masacres y de las «purificaciones étnicas», volverá a venerar estos grandes momentos de convivencia que permanecerán para siempre como faros de creación y de humanismo. Uno de estos grandes momentos fue el de la España de las tres religiones, el de al-Ándalus […].
Ciudadanía plural y mezcla de culturas en Melilla en la era de la globalización. Claves para entrar en la posmodernidad
Biografía del autor
Trabajo de investigación (fase 1)
Mostafá Akalay Nasser
(En el marco de las ayudas del Instituto de las Culturas de la Ciudad Autónoma de Melilla para proyectos de investigación en el espacio intercultural, 2010-2011).
Mostafá Akalay Nasser es doctor en Historia del Arte por la Universidad de Granada y urbanista por las universidades París VIII (Saint-Denis) y París IV la Sorbona, así como por la Escuela de Caminos de París. Asimismo, es maître de conférences, profesor asociado y coordinador del programa Erasmus París-Andalucía del Instituto Tecnológico Universitario Saint-Denis (Université Paris Nord XIII), y miembro investigador del Observatorio de Prospectiva Cultural-Hum 584 de la Universidad de Granada y del Patronato de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, con sede en La Línea de la Concepción. Sus actividades de estudio e investigación las ha ido compatibilizando durante estos años en áreas relacionadas con interculturalidad e ingeniería cultural.
Primera edición, junio de 2014 Coordinación editorial:
Javier Rosón Edición de los textos:
Arantxa López Diseño y maquetación:
Zum Creativos Ilustración de portada y contraportada:
Melilla, obra cedida por el artista Mohamed el Morabet (simo) Foto del autor:
Javier Soria Imprenta:
Imprenta TC Depósito legal:
CO-983-2014 Isbn:
978-84-617-0325-8 © Mostafá Akalay Nasser, 2014 © de la presente edición: Casa Árabe c/ Alcalá, 62. 28009 Madrid (España) www.casaarabe.es Todos los derechos reservados Impreso en España. Printed in Spain Casa Árabe es un consorcio formado por:
In memóriam
A la memoria de Esperanza, conocida como Tita Cántabra del Tragaluz, mi mujer y madre de mi hijo Nassim, que nos dejó hace un año (7 de mayo de 2013). A Michael Jacobs. ¡Que los dioses te sean propicios!
Índice Agradecimientos 9 Presentación 11 Prólogo 15
1. Primera parte: apuntes para un análisis de la sociedad melillense actual
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1.1. La historia de toda cultura es la historia de un préstamo cultural
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1.2. Toda cultura es el resultado de una mezcolanza
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1.3. Todas las culturas actuales son culturas de frontera
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1.4. El concepto de ciudadanía global
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1.5. Pensar la ciudad y el espacio público en un mundo en cambio
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2. Segunda parte: nueve conversaciones en Melilla
35
2.1. Entrevista con Nayim Mohamed Ali
38
2.2. Entrevista con Fernando Miguel Belmonte
45
2.3. Entrevista con Sonia Gámez Gómez
52
2.4. Entrevista con Rosa María Marqués Leiva
55
2.5. Entrevista con Salvador Gallego Aranda
57
2.6. Entrevista con Ángel Castro Maestro
60
2.7. Entrevista con Abderrahman Benyahya
63
2.8. Entrevista con Antonio Bravo Nieto
68
2.9. Entrevista con Fadela Mohatar Maanan
71
Epílogo: Manuel Piñeiro Souto
75
Bibliografía 77
Agradecimientos
Esta primera fase del trabajo de investigación sobre la Ciudadanía plural y mezcla de culturas en Melilla en la era de la globalización.1 Claves para entrar en la posmodernidad no aspira,2 en cuanto a su esencia, a cualquier clase de síntesis definitiva, sino más bien a abrir algunas puertas que den paso a nuevas investigaciones. Son muchos los aspectos que, por una razón u otra, han quedado fuera de él. Con todo, es una razonable esperanza de haber contribuido a un mejor conocimiento de la ciudad de Melilla lo que alimenta las páginas que siguen y, para el autor, justifica los esfuerzos realizados. Son numerosas las personas que merecen mi reconocimiento y, sobre todo, mi agradecimiento por su ayuda en las distintas fases de la investigación. Con temor a olvidar a alguna, esta podría ser, no obstante, la lista: Abdelmalik el Barkani Abdelkader, Mohatar Marzok Mohatar, Fernando Miguel Belmonte Montalbán, Antonio Bravo Nieto, Sonia Gámez Gómez, Fadela Mohatar, Abderrahman Benyahya, Nayim Mohamed Ali, Salvador Gallego Aranda, Rosa María Marqués Leiva, Ángel Castro Maestro, Jesús M. Morata Pérez, Manuel Piñeiro Souto. Mi agradecimiento y cariño también va dirigido a todos los amigos/as y familiares: José Antonio González Alcantud, Antonio Monclús Estella, Sandra Rojo, Antonio Gallego, Driss Deiback, Nassim Akalay González, Begoña González Rivas, Mimoun Ruso, Suly Ruso, Esperanza Rivas Alonso, Mohamed Abdeslam del Parnaso, Julio Andrade, Ruth Sarabia, Alejandro Sánchez, Abdellatif Bouziane, Sonia Bernal, Karima Deiback, Mohamed el Morabet (Simo), Said Bentrika, Houria Akalay Souab, Yasmina Agourram Akalay, Rachida, Farah, Layla, Kawtar, María Angustias, Mireia, Sabina, Abdeslam Akkar, Mohamed Metalsi, Anouar Majid, Christilla Triquet, Omar y Salah de Alquisur, Ramech y Lachmy, Habiba y Farida Ismael, Roberto Rojo, Irene Flores, el Niño de las Pinturas (Raúl) y a todos los amigos/as del Tragaluz de Granada, que a lo largo de este año me ayudaron con su apoyo a superar tan dura prueba como la pérdida de un ser querido, así como a Mezouar Idrissi, Souhail Serghini, Dris Jebrouni, Dunia Zariuh, África Trujillo, Lola Bañón, Laura Navarro, Aiman Zoubeir y a Juan José Tamayo. A Javier Rosón, por desplegar la maestría de su oficio en la revisión editorial de este trabajo. No podía faltar mi agradecimiento a Eduardo López Busquets, director general de Casa Árabe.
1. Hemos dividido nuestro trabajo de investigación en dos partes principales: la primera consiste en un recorrido teórico que atañe al concepto de ciudadanía en tiempos de globalización y mezcla de culturas, y los mestizajes resultantes. La segunda se centra en conversaciones con los actores de la ciudad; de esas entrevistas proceden las principales ideas referentes a los asuntos de actualidad que hoy en día preocupan a los melillenses. 2. El término posmodernidad designa por lo general a un amplio número de movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos del siglo xx definidos en diverso grado y manera por su oposición o superación de las tendencias de la Edad Moderna. Los posmodernos aseveran que la filosofía occidental creó dualismos y, así, excluyó del pensamiento ciertas perspectivas. Por otro lado, el posmodernismo valora y promueve el pluralismo y la diversidad, y asegura buscar los intereses de los otros. Los pensadores más destacados de las corrientes posmodernas son Jean-François Lyotard, Jean Baudrillard, Gilles Deleuze y Slavoj Zizek, entre otros.
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Presentación
La ciudadanía se ha convertido en un tema central en todas las ciencias sociales y humanidades, adyacente a los debates sobre política de la identidad, interculturalidad, justicia social, género, cohesión social, etc. Innumerables son las publicaciones y estudios que han intentado enmarcar estos debates, llegando a incorporar teorías innovadoras que piden una mayor apertura a las diferencias y a la proliferación de términos y tipologías como ciudadanía multicultural o intercultural, la lucha por los derechos humanos, el medioambiente, el reconocimiento de las minorías y, en definitiva, la puesta en valor de una ciudadanía multicultural. Estos términos, que igualmente van paralelos a los estudios sobre identidad, ciudadanía global, la hibridación cultural o la convivencia en tiempos posmodernos, etc., son, de facto, conceptos que describen el día a día de la Ciudad Autónoma de Melilla. Un laboratorio de ciudadanía cosmopolita y plural, generador de conocimiento, que vertebra sin ningún lugar a dudas infinidad de acciones encaminadas al diálogo, la convivencia intercultural, la paz, la estabilidad y el progreso tanto local como nacional. Esta diversidad cultural —difícil de encontrar en otras ciudades y, hasta hace poco, difícil también de percibir por actores externos al día a día melillense— diariamente hace guiños al modelo intercultural de convivencia deseado por muchos. En este sentido, de un tiempo a esta parte, muchos han sido los pasos dados para advertirlo: a través de distintos pactos de colaboración entre la Ciudad Autónoma y su Instituto de las Culturas, e instituciones de diplomacia pública como Casa Árabe; la creación de un pacto social por la interculturalidad —un documento en el que se quiere explicar cómo Melilla gestiona su propio y diferenciado modelo de sociedad intercultural exportable—; las Jornadas de Religión, Ciudadanía y Espacio Público, etcétera. Todos estos pasos aúnan una clara intención, que es poner de relieve un modelo de éxito: un modelo de interculturalidad y de respeto —de convivencia intercultural—, sinónimo de preservación de los derechos humanos y la democracia, que está permitiendo garantizar la igualdad y el bienestar de los diferentes elementos y tradiciones culturales y religiosas que conviven en la ciudad. Dar a conocer la ciudad, no solo desde el debate teórico, sino desde el discurso de las distintas fuerzas vivas de la sociedad civil melillense, es el objetivo que Casa Árabe quiere compartir a través de este trabajo magistralmente elaborado por el doctor Akalay en su descripción de la ciudadanía melillense.
Eduardo López Busquets, director general de Casa Árabe
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Yo no tengo tribu. O más bien tengo varias que a veces se destrozan entre ellas. Pero reivindico mi pertenencia a cada una de ellas. Mi profunda convicción es que todo hombre es un lugar de reencuentro entre varias culturas, varias creencias, varias patrias, y que es su derecho, su deber y su honor reivindicarlas todas, con la cabeza alta y la mirada puesta en el futuro común de la humanidad; pues todos estamos embarcados en la misma aventura humana, desconcertante pero apasionante, la más bella del universo. Nuestros únicos verdaderos enemigos se llaman la enfermedad, la muerte, la miseria, la ignorancia; y el porvenir no está escrito en ninguna parte, será el que nosotros hagamos. Soy de Oriente y también de Occidente; soy, como todos los mediterráneos, heredero de numerosas civilizaciones antiguas y muchas otras.
Pregón pronunciado por Amin Maalouf el 10 de junio de 1995 con ocasión de la Fiesta del Corpus de Granada.
Prólogo
He leído con atención y sosiego esta obra miscelánea que el lector tiene en sus manos. Y ya anticipo que esa cualidad de miscelánea, por lo que tiene de mezcla, variedad, conjunción, confusión y diversidad, será una constante —a veces patente, a veces latente— a lo largo del texto. El doctor Akalay nos brinda en este trabajo una sucesión apasionante de reflexiones (unas propias, otras oportunamente allegadas) que abordan aspectos esenciales del pasado, del presente y del futuro de Melilla. Y veremos que no se limita a exponer y a argumentar sus propias teorías sobre las más complejas y delicadas cuestiones sociológicas, sino que, al complementarlas y enriquecerlas con varias entrevistas a personas verdaderamente expertas, conocedoras y comprometidas con nuestra ciudad, se nos regala un caudaloso río de ideas, historia, juicios, análisis y propuestas que inunda estas páginas de luz y de lucidez. ¡Qué importante y qué necesario es pensar, exponer y debatir sobre asuntos como la ciudadanía, el mestizaje, la religión, la cultura, la lengua, la identidad…! Y, sobre todo: ¡qué emocionante y admirable que esa labor pueda hacerse en Melilla! Y lo digo porque no hace tanto tiempo (y parece que ha pasado una eternidad) las cosas eran muy diferentes. A mediados de los ochenta del siglo pasado, yo tuve algunas responsabilidades políticas como delegado ministerial y puedo asegurar que, frente a una España en color, persistía una Melilla en blanco y negro. Casi nada era como parecía o se quería que pareciera. El censo era ficticio; la igualdad de derechos entre los melillenses, inexistente y quimérica; todos los partidos políticos, excluyentes y sectarios; había un solo periódico que se imprimía en Almería, se transportaba a Málaga y, de allí, un avión lo traía cada día, vaya usted a saber a qué precio; los trámites de documentación para el entonces llamado colectivo musulmán eran arbitrarios y prolijos; la desigualdad económica y social era una realidad consolidada y sangrante… Eran los tiempos de la tarjeta de estadística («chapas de perro», como leímos en el diario El País). Y, por si faltaba algo, llegó la famosa ley de extranjería, que, aplicada en Melilla, significaba relegar a la condición de extranjeros a una tercera parte —por lo menos— de la población melillense. Ya conocemos las consecuencias de aquellos despropósitos, cómo despertaron muchas conciencias adormecidas, impulsaron un imparable movimiento cívico y forzaron la rectificación del gobierno central. Treinta años después, Melilla, para bien o para mal, está homologada al resto de esta España difícil que nos toca vivir. Las nuevas generaciones de melillenses han crecido y respirado en una atmósfera diferente, si no más próspera, sí menos discriminatoria. Y ello es un gran avance. Las autoridades locales han pasado de promover y encabezar manifestaciones xenófobas a impulsar una serie de iniciativas integradoras antaño inimaginables. Y a ello me quiero referir. La Ciudad Autónoma (ciudadanos y autoridades) ha tenido la sensibilidad y la inteligencia necesaria para diseñar de verdad una Melilla de todos. El futuro no es viable de otro modo, y así, desde diferentes instancias cívicas y político-administrativas, se ha ido construyendo una red de elementos capaces de impulsar contacto, respeto, conocimiento mutuo y aceptación de otro como algo propio. El acierto de esta política ha sido reconocido dentro y fuera de Melilla de manera unánime. Pues bien, uno de los pilares de esta iniciativa es el Instituto de las Culturas, a cuyo amparo se debe la publicación del presente estudio. Una vez leído e interiorizado su contenido, percibimos la extrema importancia de dos conceptos clave: la reflexión y el diálogo. Y la reflexión puede ser individual (como vemos en las entrevistas) o colectiva (como
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en el desarrollo de las sucesivas jornadas sobre religión, ciudadanía y espacio público). Y el diálogo, no solo aconsejable, sino imprescindible. Todos los aspectos tratados en este estudio son dignos de atenta consideración, y algunos especialmente sugestivos. Ahí podemos encuadrar las preocupantes advertencias sobre el uso y abuso de la religión como arma política, los intentos de algunos de imponer como normas de obligación social lo que corresponde exclusivamente al ámbito de las creencias religiosas individuales, el riesgo del fanatismo… Pero también encontramos, por ejemplo, conceptos como el de interculturalidad. Y es que su definición y su desarrollo, si para cualquier sociedad son de gran importancia, para nuestra ciudad son fundamentales. Pues bien, en el estudio se aborda en su profunda diversidad y se nos plantean algunas preguntas de gran calado: ¿es la interculturalidad una forma diferenciada de cultura? Y aún más: ¿la interculturalidad engendra una nueva cultura? A estas y a otras muchas cuestiones pretenden dar respuesta entidades de nueva creación, como el original y admirable Laboratorio de Diálogo Intercultural, Interreligioso y Cívico que se trata de consolidar en Melilla. Se podrían apuntar nuevos puntos de interés, de sugerencias y de aportaciones para el buen gobierno y el buen vivir de la ciudad. Pero los voy a dejar a la atención del lector. Y, así, no me queda más que felicitar a los autores del estudio y a las autoridades melillenses por haber sabido combinar inteligencia, esfuerzo y sensibilidad. Es algo que debemos agradecer por igual los melillenses y los amantes de Melilla.
Jesús M. Morata Pérez, doctor en Filología Hispánica
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1. Primera parte: apuntes para un análisis de la sociedad melillense actual
1.1. La historia de toda cultura es la historia de un préstamo cultural
La interculturalidad no designa una situación estática; es más bien una postura o, en otras palabras, una disposición en constante construcción. Pese a que incluye, necesariamente, acciones concretas, prácticas culturales y sociales y, por lo tanto, discursivas, aquí la retomamos como una disposición, como una práctica potencial incorporada, hecha habitus, que diría el gran sociólogo francés Pierre Bourdieu.3 La cultura no se forja en la pureza, sino con la fusión (la confusión) de distintos pueblos y tradiciones. El reto intercultural resulta obligatorio y, a veces, duro; pero también fascinante si es vivido en libertad. Conlleva riesgos, pero también logros. Presupone reconocernos, es decir, volver a conocernos: descubrirnos distintos y, al tiempo, similares en nuestra pluralidad frente al otro.4
De este modo, el ser intercultural designa el acto mismo de pensar y actuar conforme a un pensamiento intercultural, dispuesto para la relación con lo diferente, lo ajeno, lo distinto a uno mismo. Desde esta concepción, podemos establecer diferencias en torno a los discursos que se construyen y realizan en situaciones en las que la interculturalidad como acto está presente. Es así como la interculturalidad implica siempre comunicación intercultural, es decir, interacción con lo distinto. Los procesos de comunicación intercultural requieren de actitudes cooperativas y disposiciones que permitan a los diferentes actores compartir saberes, acciones y representaciones simbólicas. Como podemos comprobar, las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, no son construcciones monolíticas, inmutables, sino que están sujetas a cambios: La ciudadanía intercultural convoca a nuevas formas de construcción de la identidad en la interrelación dialéctica entre lo colectivo y lo individual, en lo que se refiere a su vertiente política. Además de la reconstrucción de las identidades particulares que la inmersión en sociedades de pluralidad compleja lleva consigo, es imprescindible contar con una nueva forma de identidad, de índole política, que se construya a partir de las 3. Pierre Bourdieu (1980). El sentido práctico. Madrid: Taurus. El habitus es uno de los conceptos centrales de la teoría
sociológica de Pierre Bourdieu. Por este, podemos entender esquemas de obrar, pensar y sentir, asociados a la posición social. El habitus hace que personas de un entorno social homogéneo tiendan a compartir estilos de vida parecidos. 4. Víctor Sampedro y Mar Llera (eds.) (2003). Interculturalidad: interpretar, gestionar y comunicar. Barcelona: Edicions Bellaterra.
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anteriores a la vez que las trascienda.5
La identidad es una construcción permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces inestables y traumáticos, en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades —variadas— resultado del frotamiento o mezcla de los diferentes pueblos de la tierra. Dicha hibridación cultural se apoya en el acopio de elementos que provienen de distintas tradiciones y que son,6 en definitiva, el producto de la comunicación con el otro. Estaríamos ante una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es el que marca la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. La ciudadanía es un estatus, o sea, un reconocimiento social y jurídico por el que una persona tiene derechos y deberes por su pertenencia a una comunidad (casi siempre de base territorial y cultural): La ciudadanía no llega por casualidad: es una construcción que, jamás terminada, exige luchar por ella. Exige compromiso, claridad política, coherencia, decisión. Es por esto mismo por lo que una educación democrática no se puede realizar al margen de una educación de y para la ciudadanía. Estaremos desafiándonos a nosotros mismos a luchar más en favor de la ciudadanía y de su ampliación. Estaremos forjando en nosotros mismos la disciplina intelectual indispensable sin la cual obstaculizamos nuestra formación así como la no menos necesaria disciplina política, indispensable para la lucha en la invención de la ciudadanía.7
Abdelmalik el Barkani Abdelkader, consejero de Presidencia y Participación Ciudadana y presidente del Instituto de las Culturas, abundaba en esta tesis en sus propuestas para consolidar una sociedad plural en Melilla cuando declaró a un medio local lo siguiente: Mi propuesta es que siga siendo, en esencia, la que es. Una sociedad plural y diversa. Si somos capaces de mantener y cultivar esta riqueza patrimonial, seguiremos siendo la envidia de muchas partes del mundo. Si, además, también somos capaces de respetar nuestras diferencias, que son pocas, y además si las conocemos de verdad, entonces Melilla seguirá siendo referente ineludible en todo lo que concierne a la gestión de la diversidad. Pero no nos engañemos, ser ciudadano exige, fundamentalmente, una actuación, una actividad o práctica, y no simplemente el reconocimiento y exigencia de determinados derechos. La ciudadanía hay que ejercerla de forma activa y no como espectador ante la sociedad.8
Y, en la ponencia «Una proyección cultural de futuro» pronunciada en el marco de la I Jornada: Religión, Ciudadanía y Espacio Público, Abdelmalik el Barkani Abdelkader añadía:
5. Véase José Antonio Pérez Tapias (2007). Del bienestar a la justicia, aportaciones para una ciudadanía intercultural. Madrid:
Editorial Trotta.
6. Véanse Néstor García Canclini (1990). Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo;
y Tristan Mattelart (2007). Médias, migrations et cultures transnationales. Bruselas: Éditions De Boeck. 7. Paulo Freire (1994). Cartas a quien pretende enseñar. Madrid: Siglo Veintiuno, p. 133. 8. «Entrevista a Abdelmalik el Barkani Abdelkader, consejero de Presidencia y Participación Ciudadana», Melilla Hoy, 3 de diciembre de 2009.
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Y si algo caracteriza a nuestra ciudad, Melilla, es precisamente su diversidad, su pluralidad, que además viene recogida en los estatutos de nuestra ciudad, concretamente en su Artículo 5. A nadie se le escapa la magnífica y ejemplar evolución, en términos de ciudadanía, que ha experimentado nuestra ciudad en las tres últimas décadas. Los melillenses somos conscientes hoy de que tenemos una ciudad cada vez más moderna, acogedora y convergente en Europa, que, además de un importante patrimonio monumental e histórico, posee un tesoro muy valioso, pero frágil, que es aquel que promueve el respeto a la diversidad como algo inherente y consustancial a nuestra propia identidad como pueblo. Melilla es una sociedad plural, diversa, heterogénea, con diferentes orígenes, pero con el mismo denominador común para todos, el de ser ciudadanos españoles. Melilla es, y seguirá siendo, ejemplo de convivencia entre ciudadanos diversos y, por ello, sigue profundizando en el conocimiento mutuo con la intención expresa de mantener superados los prejuicios y de seguir superando las diferencias, bajo condiciones de respeto, igualdad y desarrollo, y ocupación de espacios comunes. Pero esta situación de privilegio que tiene Melilla, no nos engañemos, precisa del mantenimiento de una situación permanente de alerta, de consciencia y de intervención de los poderes públicos y de la propia sociedad en sí.9
Asimismo, ya en su libro La ciudad conquistada, el geógrafo y urbanista Jordi Borja observaba que, a través del acceso a la condición de ciudadano se asume la posibilidad de tomar parte en el desarrollo de las cuestiones comunes que se discuten en el espacio común de la esfera pública: La ciudad es la concentración física de personas y edificios, diversidad de usos y de grupos, densidad de relaciones sociales. Es el lugar del civismo, donde se dan procesos de cohesión social y se perciben los de la exclusión, de pautas culturales que regulan relativamente los comportamientos colectivos, de identidad que se expresa material y simbólicamente en el espacio público y en la vida ciudadana. Y es donde los ciudadanos se realizan en cuanto ciudadanos mediante la participación en los asuntos públicos, la ciudad es históricamente lugar de la política, del ejercicio del poder, es anterior al Estado y probablemente está destinada a durar más que los Estados en sus formas actuales. Sin instituciones fuertes y representativas no hay ciudadanía. El estatus de ciudadano, los derechos y deberes que lo componen, reclaman instituciones y políticas públicas para garantizar su ejercicio o su cumplimiento. La igualdad requiere una acción pública permanente; las libertades urbanas soportan mal las exclusiones que generan las desigualdades legales, económicas, sociales, étnicas o culturales. La ciudadanía va estrechamente vinculada a la democracia representativa y participativa para poder realizar sus promesas. A menos democracia, más desigualdad.10
Pero, además, Melilla es un ejemplo paradigmático de espacio geográfico marcado por su condición fronteriza. Una condición fronteriza que puede ser analizada desde diferentes 9. Abdelmalik el Barkani Abdelkader (2011). «Una proyección cultural de futuro», ponencia pronunciada en el marco de la I Jornada: Religión, Ciudadanía y Espacio Público. Melilla: Instituto de las Culturas/Asociación Musulmana de Melilla (en colaboración con la unesco), octubre de 2011. 10. Jordi Borja (2003). La ciudad conquistada. Madrid: Alianza Editorial, p. 283.
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perspectivas. Por un lado, nos encontramos con una frontera física clara y contundente, determinada por una insularidad aunque artificial:11 el mar. Los orígenes históricos de Melilla se remontan a una factoría fenicia de la que ya aparecen restos en el siglo vii a. C., y que va transformándose en ciudad púnica, romana y musulmana, hasta que a finales del siglo xv pasa a convertirse en la ciudad española que nos ha legado un imponente conjunto amurallado que conjuga unas murallas del Renacimiento con otras abaluartadas del siglo xviii. Los siglos pares (xvi, xviii y xx) son ricos y creativos, y los impares (xvii y xix) poco productivos. Los ingenieros militares que, como urbanistas, trazan los nuevos barrios y ensanches se permitieron el lujo de construir una ciudad abierta, con amplias calles y manzanas que siguen un sistema ortogonal en su disposición y en la que prima la línea recta y una amplia visibilidad, siguiendo el modelo barcelonés de Ildefonso Cerdá. En este ensanche comienza a construirse desde los primeros años del siglo xx una arquitectura clasicista y ecléctica, realizada fundamentalmente por ingenieros militares. Arquitectura de líneas sobrias y elegantes que se verá modificada cuando llega a Melilla el arquitecto barcelonés Enrique Nieto, que trabajó con Gaudí en la Pedrera y fue discípulo de Lluís Domènech i Montaner, e impone de una manera tajante las formas del art nouveau y art déco, que desde ese momento se despliegan con fuerza por toda la ciudad.12
Antonio Bravo Nieto, al tratar la construcción de la ciudad europea de Melilla y su hibridación arquitectónica, sostiene que nos encontramos en medio de una visión de globalidad e interrelación. La producción artística en una ciudad asumida como periférica, alejada tanto mental como geográficamente de cualquier «centro creativo» y situada en los confines del imaginario de lo hispano, se nos mostraba cosmopolita y rabiosamente europea, sugiriendo asimismo una sociedad compleja y repleta de connotaciones culturales e ideológicas. La Melilla de inicios de siglo xx, su heterogénea sociedad, las relaciones económicas que se empezaban a establecer con Marruecos y Argelia y los especiales lazos con Barcelona o Málaga nos hablaban desde luego de otro momento de la ciudad que la hacía especialmente interesante: una arquitectura ligada a Catalunya y a los movimientos europeos (modernismo, secesión, art déco, expresionismo), unos artífices ingenieros militares que desempeñaron en este proceso un papel brillante, polémico y desconocido en otros lugares de España, una producción decorativamente deslumbrante dentro de un urbanismo que se nos presenta como racional […].13
11. «Aunque en sentido literal estas ciudades (Ceuta y Melilla) no sean islas (tampoco lo es la Guayana Francesa), la jurisprudencia
del tjce [Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas] ha establecido que las zonas dentro de un continente que no sea el europeo deben considerarse islas a efectos del ordenamiento comunitario y, en particular, del mercado interior». Véase José María López Bueno (2010). Melilla y Ceuta: pendientes de un trato justo, Papel digital. Madrid: Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (faes), papeles faes, n.º 127, enero de 2010. 12. Véase la carta de Josep María Buqueras Bach (2011). «Melilla, ciudad monumental», gaceta local de El Telegrama de Melilla, 27 de octubre de 2011. 13. Antonio Bravo Nieto (1996). La construcción de una ciudad europea en el contexto norteafricano. Melilla/Málaga: Ciudad Autónoma de Melilla/Universidad de Málaga, p. 18.
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Este carácter multicultural de la ciudad de Melilla se expresa en el uso del español y la lengua tamazight, hablada en los barrios o entre quienes se dedican al comercio en el centro. Sin embargo, esa pluralidad se reduce cuando pasamos de las interacciones privadas a los lenguajes públicos, los de la radio, la televisión y la publicidad urbana, donde predomina el español. En las actuales condiciones de la globalización, encuentro cada vez mayores razones para emplear los conceptos de mestizaje e hibridación. Pero, al intensificarse la interculturalidad migratoria, económica y mediática, se ve que no hay solo «fusión, cohesión, ósmosis, sino confrontación y diálogo». En este tiempo en que las decepciones de las promesas del universalismo abstracto han conducido a las crispaciones particularistas, el pensamiento y las prácticas mestizas son recursos para reconocer lo distinto y elaborar las tensiones de las diferencias. La hibridación como proceso de intersección y transacciones es lo que hace posible que la multiculturalidad evite lo que tiene de segregación y pueda convertirse en interculturalidad. Las políticas de hibridación pueden servir para trabajar democráticamente con las divergencias, para que la historia no se reduzca a guerras entre culturas. Podemos elegir vivir en estado de guerra o en estado de hibridación.14
La mayoría de estudios sobre ciudades fronterizas se sitúan en marcos explicativos geográficos, económicos, demográficos y políticos. Son muchas menos, desafortunadamente, las reflexiones que ponen de relieve las representaciones, los sentidos de la vida, del espacio, del nosotros y los otros. Esta dimensión cultural y semiótica de la frontera es, por su carácter relativamente intangible y simbólico, más complicada de abordar. Pero, si no logramos aprehender esta dimensión, no podremos comprender cómo se construyen las relaciones de negociación o desencuentro entre los mundos de los sujetos que, por una u otra razón, entran en contacto. Sobre esta cuestión, las ciencias sociales empiezan a proporcionarnos pistas e iluminaciones. Una antropología (por fin aligerada de su fascinación por los pueblos llamados primitivos) y una sociología sensibles a la mezcla de los modos de vida y de los imaginarios tienen mucho que enseñarnos sobre el alcance y el sentido de las mezclas que se desarrollan cada día por todas partes y ante nuestros ojos. Cuando identificamos la identidad personal o social con una cultura específica, nos olvidamos de que la identidad cultural nunca es homogénea con respecto a nosotros mismos ni al grupo al que nos adscribimos. La identidad personal la construimos socialmente a partir de rasgos culturales diversos, cada uno de los cuales nos vincula a un grupo diferente. Pertenecemos, pues, como afirma Amartya Sen,15 de un modo u otro, a muchos grupos diferentes, y nos vemos obligados a decidir cuáles de esos distintos grupos a los que pertenecemos son importantes y necesarios para nosotros, cuáles son prioritarios y cuántos podemos relegar a un último lugar. Debemos y podemos decidir libremente, de entre todas nuestras pertenencias identitarias, cuáles son las primordiales e irrenunciables, puesto que, a pesar de que algunas categorías nos fueron impuestas por la historia, la tradición o los hábitos, podemos renunciar libremente hasta 14. Néstor García Canclini (2001). Culturas híbridas. Buenos Aires: Paidós. 15. El economista indio Amartya Sen lo ejemplifica muy bien en su estudio de la sociedad india, que es totalmente diversa y que
se presenta falsamente como una civilización homogénea; un indio puede ser musulmán y pertenecer a una etnia específica diferenciada de otro indio, que a la vez puede ser budista, ateo o cristiano. Sen nos avisa de los peligros que derivan de la ilusión de una identidad cultural colectiva única, ya que conducen al sectarismo y, en el límite, a la violencia. Lo hemos visto en Ruanda y en Bosnia. Véase Amartya Sen (2007). Identidad y violencia: la ilusión del destino. Buenos Aires: Katz, p. 50.
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de la lengua que, como hemos dicho, es la categoría originaria de la identidad. A pesar de que la identidad la conforma la multiplicidad de categorías, la elección que hagamos de entre todas ellas determinará el perfil de nuestra identidad.16 ¿Qué es la identidad? Es la conciencia de ser uno mismo, escribe Yves Michaud:17 […] Pero es también una ficción; no quiere decir irracionalidad, sino construcción más o menos artificiosa […]. Así nos pasamos el tiempo inventando ficciones. El nosotros debe tomarse en el sentido del plural porque, en tanto que individuos, apenas somos dueños de nuestra identidad. Esta se construye por medio de la familia (con la imposición del nombre propio y los hipocorísticos), el grupo (el barrio, el pueblo, la generación), los grupos extensos (región, etnia, nación)… En un sentido, es agradable y lúdico. Sabemos muy bien que solo somos «uno entre muchos», pero nos liberamos «personalizando» nuestra identidad a base de modas, ropas, tatuajes y piercings; en otro sentido, es fragilizante y deprimente: muchos no saben dónde están y se lanzan a reconstrucciones histéricas, poniendo en juego una convicción y unas creencias simuladas. Muchos regresos identitarios, sobre todo de naturaleza religiosa fundamentalista, ponen de manifiesto esa búsqueda de la identidad perdida, imposible de encontrar en la convicción sólida y natural.18
Por su parte, el sociólogo Gerd Bauman analiza en un libro excelente llamado El enigma multicultural que la identidad cultural se sostiene en la religiosa,19 la étnica o la nacional, y que las tres son muy problemáticas, ya que se constituyen básicamente sobre identificaciones imaginarias.20 ¿Y qué pasa cuando alguien no se identifica con esta identidad que se atribuye a la comunidad en la que se le sitúa? Pues que quedaría excluido de la comunidad y se le llegaría incluso a considerar un traidor. Muchas veces, cuando hablamos de tradiciones, entendemos la cultura de una manera esencialista, esto es, como defensora a ultranza de determinados valores y creencias, como un conjunto de prácticas que se transmiten estáticamente durante generaciones y que hay que conservar. Ahora bien, la realidad cultural es mucho más compleja, más abierta, y es mejor entender la cultura como una realidad viva, en constante creación y transformación, como muy bien nos mostró el filósofo Cornelius Castoriadis.21 La tradición lo es siempre de algo, que puede ser una 16. Antoni Marí (2010). «Ficciones de la identidad», Cultural de La Vanguardia, 28 de julio de 2010. 17. Yves Michaud, filósofo francés, autor de El arte en estado gaseoso, ensayo sobre el triunfo de la estética. 18. Yves Michaud (2010). «El rol social, flexibilidad y cambio», Cultural de La Vanguardia, 28 de julio de 2010. 19. Este libro supone una amplia exploración de todas las cuestiones que conforman nuestra búsqueda de una sociedad
multicultural. Para empezar, analiza la manera en que se podría afianzar un estado de justicia e igualdad entre los tres grupos siguientes: aquellos que creen en una cultura nacional unificada, los que basan su cultura en su identidad étnica y los que contemplan su religión como su cultura. Y, luego, con el fin de resolver este «enigma multicultural», argumenta que debemos reconsiderar lo que significa la identidad nacional, la etnicidad y el papel de la religión en el mundo moderno, replanteamiento del que debe surgir una nueva inquietud por el significado y la creación de las culturas. 20. Benedict Anderson (1993). Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica. ¿Por qué los hombres quieren a las naciones y están dispuestos a morir por ellas lo mismo que a odiar y matar en su nombre? Aunque se han hecho muchos estudios acerca de movimientos políticos nacionalistas, el sentido de nacionalidad —la sensación personal y cultural de pertenecer a una nación— no ha recibido una atención proporcional. En esta obra, recibida con general beneplácito, Benedict Anderson examina la creación y la difusión mundial de las «comunidades imaginadas» de la nacionalidad. 21. Cornelius Castoriadis (Estambul, 1922-París, 26 de diciembre de 1997) fue un filósofo y psicoanalista francés de origen griego, defensor del concepto de autonomía política y fundador, en los años cuarenta, del grupo político Socialismo o Barbarie, y de la revista del mismo nombre.
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creencia o una práctica, pero creo sinceramente que no hay ni creencias ni prácticas absolutas en ninguna de las naciones actuales. Más bien, estas supuestas tradiciones se promocionan artificialmente para reforzar la propia ideología nacionalista.22 La lengua hay que mantenerla en la medida en que los sujetos parlantes, es decir, las personas, quieran hacerlo, pero es muy discutible identificar la lengua con la cultura y esta con la nación, como suelen hacer de facto los nacionalistas, envolviéndola en una retórica culturalista más amplia (tradiciones, creencias, costumbres), que resulta difícil de especificar como algo común del colectivo del que se habla. Es la idea romántica de nación que hereda la fuerza emocional de la religión para dar cohesión a la comunidad. Pero ¿no es otro tipo de cohesión la que es deseable desde la ciudadanía democrática? ¿No es el ideal de ciudadano autónomo y a la vez cooperativo, que es capaz de vincularse a la sociedad desde su creatividad, el que recoge a la vez lo que es propio y lo que es común? El poeta y ensayista Antoni Marí reitera la idea de la identidad múltiple como oportunidad para conocernos mejor a nosotros mismos: El mundo moderno es el mundo de la identidad múltiple: se es muchas cosas a la vez y uno pertenece a muchos grupos diversos. La tradición, en cambio, favoreció la identidad única que se impuso como categoría primordial sobre las otras. Esa identidad única se construía a partir de la consideración de pertenecer a un solo grupo o categoría, que se imponía sobre todas las demás: la religión y la civilización (cristiana y europea) se mantuvieron incólumes en la tradición, hasta que en la modernidad sucumbieron frente a la nación y la clase. Que la modernidad favorezca la identidad múltiple es un deseo o una utopía, puesto que en la actualidad las identidades vuelven a ser singulares y excluyentes; unas veces generadoras de una violencia soterrada y otras de una violencia explícita y clara que tiene, como efecto inmediato, la reducción de la identidad y la exclusión de las identidades consideradas enemigas o contrarias. Es necesario el reconocimiento de la pluralidad de nuestra identidad para reconocernos habitantes de un mundo extenso y liberarnos de la capacidad disgregadora de la identidad única, intransigente y reductora, responsable, de nuevo, de la restricción del mundo.23
Pluralidad en el espacio, movilidad en el tiempo. Las identidades siempre pueden cambiar, si bien es cierto que las identidades llamadas tradicionales no lo hacen tan gustosamente ni tan rápidamente como aquellas que llamamos modernas. Estos cambios tienen razones múltiples: Puesto que cada identidad se engloba en ella, o se encuentra en intersección con otras, sus diferentes ingredientes forman un equilibrio inestable. Al lado de sus tensiones internas están también los contactos externos con las identidades vecinas o lejanas, que a su vez provocan inflexiones. Estos cambios son tanto más fáciles en la medida en que las
22. Eric Hobsbawm y Terence Ranger (2005). La invención de la tradición. Barcelona: Editorial Crítica. Este libro, editado por
dos reputados historiadores británicos, expone cómo el invento de las tradiciones fue un elemento importante de estabilidad en sociedades en proceso de cambio rápido y profundo. Esta brillante colección de ensayos, que cubre un amplio campo de situaciones dentro y fuera de Europa, nos ayuda a comprender mejor muchas de nuestras tradiciones inventadas, creencias, ritos y prácticas que, presentados como centenarios, han sido creados o recreados realmente en épocas muy recientes. 23. Antoni Marí (2010). «Ficciones de la identidad», art. cit.
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identidades —hechas de una memoria común, así como de reglas comunes de vida— se forman por aglutinación y adición, y no poseen el rigor de un sistema. En este sentido las identidades se asemejan al léxico de un idioma más que a su sintaxis: siempre se puede añadir una palabra nueva, y otra puede caer fácilmente en desuso.24
La apoteosis del identitarismo es uno de los más preocupantes síntomas de la crisis general que vivimos en un ámbito cada día más globalizado. La atención al pasado y a las costumbres antiguas es tanto más fuerte cuanto más lejos ha ido el proceso de modernización y el desbarajuste provocados por la economía turística. En palabras de Yves Michaud, «el apoyo a los equipos nacionales o locales en las grandes competiciones deportivas muestra un patriotismo identitario que solo encuentra ese apoyo al que agarrarse. ¿Es tan temible en comparación con los delirios identitarios nacionalistas que fueron mucho más peligrosos?». 25 Las identidades han sido siempre fuentes de sentido claves para los sujetos y para las colectividades, y lo siguen siendo en las sociedades contemporáneas. Hoy en día, la masa homogénea de los años sesenta se ha transformado en una miríada de grupos sociales que cobran sentido gracias «al poder de la identidad»:26 Pero la novedad más importante estriba en que ya no se trata de una identidad dada, sino construida por el propio sujeto mediante un proceso de individuación. Una identidad a la carta y con recambios, con dobles. Las personas son hoy especialistas de doblaje. La identidad posmoderna es un potencial de múltiples posibilidades que pueden ser activadas o no, en función de un contexto, unos intereses, deseos o necesidades. Son, por tanto, identidades elegidas, contingentes e interactivas; ya no vienen dadas al nacer ni duran toda la vida. La filosofía del bricolaje ha penetrado en el metafísico núcleo de las sustancias, el sanctasanctórum del ser.27
En este sentido, Zygmunt Bauman, sociólogo y Premio Príncipe de Asturias de Humanidades en 2010, acuñó el término modernidad líquida para nuestra época. Todo hoy fluye. Y fluyen las identidades, que en lugar de constreñirse en uno de aquellos moldes modernos, de orden moral, mutan en objetos flexibles, adaptándose a la vasija que las contiene.
1.2. Toda cultura es el resultado de una mezcolanza
La principal misión de la cultura es hacer las preguntas esenciales y buscar las respuestas necesarias: ¿adónde vamos? ¿Qué mundo pretendemos construir? ¿A qué sociedad aspiramos? Toda cultura es el resultado de una mezcolanza, según Claude Lévi-Strauss. Como dicen los antropólogos, la cultura es un conjunto de significaciones compartidas. Pero 24. Tzvetan Todorov (2001). «Destinos de la identidad», Letras Libres, n.º 3, pp. 32-35. 25. Yves Michaud (2010). «El rol social, flexibilidad y cambio», art. cit. 26. Véase Manuel Castells (1999). La era de la información: economía, sociedad y cultura. Madrid: Alianza, citado en Juan
Manuel Jiménez Martín (2011). Salud pública en tiempos posmodernos. Granada: Escuela Andaluza de Salud Pública, Junta de Andalucía, p. 76. 27. Ibídem, p. 77.
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también un instrumento para garantizar la continuación y la reproducción de las estructuras que articulan el poder y la sociedad, con los efectos correspondientes de exclusión y desigualdad. Y fue Hegel quien dio fundamento al discurso de las culturas nacionales —que fragmentan la cultura universal en términos étnicos y territoriales— cuando definió cultura como la manera de hablar, trabajar y desear en una sociedad determinada. Sin embargo, en sentido restringido, cultura es también el conjunto de construcciones surgidas de la curiosidad y de la pasión por el conocimiento y por la creación, que son el principal patrimonio de la humanidad como fuerza de transformación del mundo.28 La interculturalidad es un reto no solo de la educación, sino de la sociedad en general. Y debe entenderse por interculturalidad la interrelación, en condiciones de igualdad, de las diferentes culturas, el convencimiento de que la diversidad cultural es positiva y enriquecedora, de que todas las personas tienen derecho a conservar su cultura en un marco de convivencia democrática y de que todas deben tener los mismos derechos y las mismas oportunidades. Pero para poder educar para la interculturalidad han de tenerse conceptos claros sobre qué es la cultura y cuáles son sus características, lo que intentaremos resumir a continuación. Todos los pueblos tienen su propia cultura, que abarca una gran cantidad de aspectos. Sobre las culturas de distintos pueblos no se pueden aplicar criterios cuantitativos (unos tienen más cultura que otros) ni cualitativos (unas culturas son mejores o superiores que otras). Las culturas son, simplemente, diferentes. Y todas ellas, tanto la nuestra como las ajenas, tienen rasgos positivos y negativos. Las culturas no son estáticas, sino que evolucionan y se transforman, tanto por su propia dinámica interna como por el contacto e intercambio con otras culturas. Las culturas no son homogéneas, pues en todas hay sectores dominantes y subordinados, cultura oficial y subculturas. Las culturas son patrimonio de las personas, y no de los territorios. En un mismo territorio, a lo largo de la historia, han vivido personas de culturas diferentes y diversas. La cultura de un territorio en un momento determinado la definen las personas que habitan en él, y no al revés. Pues hay culturas que se prolongan a lo largo del tiempo sin estar arraigadas en un lugar determinado. Así pues, los antropólogos definen la cultura como un conjunto de significaciones compartidas, y que vivimos en sociedades pluriculturales es un dato de la realidad: Las culturas se convierten en interdependientes, se penetran las unas a las otras, sin que ninguna sea «un mundo por derecho propio», sino que exhiben en cada caso un estatus híbrido y heterogéneo; ninguna es monolítica y todas están intrínsecamente diversificadas; simultáneamente se dan un mélange cultural y una globalidad de la cultura […].29
Asimismo, según Víctor Sampedro y Mar Llera: La interculturalidad es, ante todo, una realidad inapelable; y también una virtud. Consideramos como el cenit de nuestra civilización aquellos periodos históricos que reciclaron las herencias plurales del pasado y reconocieron los intercambios mestizos del presente como apuesta de futuro. Por tanto, nada más incivilizado que asumir el choque de
28. Josep Ramoneda (2010). Contra la indiferencia. Barcelona: Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, p. 73. 29. Zygmunt Bauman (2002). La cultura como praxis. Barcelona: Paidós.
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civilizaciones. Nada más regresivo que practicarlo en nombre del progreso. Pero la riqueza intercultural es también un desafío a las convicciones, filiaciones étnicas y religiosas, normas sociales, identidades y entidades geopolíticas que decidimos o nos imponen.30
Melilla ha sido a veces, como otras pocas ciudades en la historia, lo mejor que puede ser una ciudad: escenario para el abrazo de las culturas, símbolo de esa cierta nostalgia del futuro que caracteriza algunos momentos luminosos de la historia de los pueblos en los que la vida se vuelve inteligente, en los que la ponderación y la lucidez, y no el miedo, parecen presidir los actos de los hombres. La prueba, en suma, de que es posible el sueño de la paz y la tolerancia. Esa consciencia de Melilla, esa imagen soñada, es seguramente la causa de la fascinación que esta ciudad ejerce sobre quien la visita o quien, sin conocerla, la intuye. Pasear por la ciudad supone rastrear el paisaje urbano, verdadera fuente de satisfacción visual, motivo de sensaciones que apuntan hacia lo social y lo colectivo. Al pasear nos convertimos en usuarios activos, que participan de dicha realidad. Las calles y plazas ofrecen un relato urbano que genera un modelo de goce apasionante y un enriquecedor esquema de aprendizaje. La arquitectura melillense se caracteriza por su versatilidad, se suman lo civil y lo militar, la tradición y la vanguardia, el auge y la decadencia. Y todo ello con vocación cosmopolita. En el ensanche melillense, contemplamos tanto aspectos historicistas como una sorprendente combinación de estilos: clasicismo, modernismo, eclecticismo y art déco: «El impacto visual de la ciudad y la fuerza de las formas arquitectónicas fueron el principal elemento para marcar distancias con el pasado. De Melilla la Vieja, una ciudad cerrada y fortaleza centenaria, a la Melilla moderna y europea, no hay sino escasos años».31 La arquitectura melillense nos brinda muchos ejemplos de artefactos híbridos que se dan en el ensanche y que aún hoy tienen la capacidad de sorprendernos —cuando no de conmovernos— tales como la mezquita central y la sinagoga, donde el barcelonés Enrique Nieto, arquitecto por antonomasia del modernismo melillense, se decanta esta vez por el estilo neomusulmán para erigir dichos lugares de culto musulmán y hebreo.32 Melilla es Oriente y también Occidente, como todas las ciudades mediterráneas, heredera de numerosas civilizaciones; se alimenta cada día de los frutos culturales de África, de Europa, de Asia y de América. Ninguna religión de hoy se parece a lo que fue en tiempos de nuestros antepasados, ninguna tradición musical, literaria o arquitectónica. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. Melilla es un buen lugar, privilegiado, una atalaya física, pero también moral para contemplar usos, costumbres e interpretaciones de uno y otro lado del Mediterráneo. Este mestizaje hace que las diferencias se diluyan y que el intercambio y la mezcla de distintos —y a veces distantes— imaginarios culturales se convierta en rasgo identitario del melillense: A nadie se le escapa que ya no existen sociedades puras. Hoy las sociedades son homogéneamente heterogéneas, porque toda cultura es fruto de la mezcla de las otras. La diversidad de la sociedad melillense no es de ahora. Nuestra sociedad, si se mira desde ese prisma, ha sido siempre avanzada en comparación al resto del país, y esto sinceramente creo que debemos valorarlo. Esto es así, gracias, afortunadamente, a que se enterraron
30. Víctor Sampedro y Mar Llera (eds.) (2003). Interculturalidad: interpretar, gestionar y comunicar. Op. Cit. 31. Antonio Bravo Nieto (1996). La construcción de una ciudad europea en el contexto norteafricano. Op. Cit., p. 395. 32. Salvador Gallego Aranda (2010). Enrique Nieto, un paseo por su arquitectura. Melilla: Fundación Melilla Ciudad Monumental.
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parte de los viejos fantasmas que dificultaban el entendimiento y la comprensión. Hemos pasado de vivir a convivir y compartir, y de la tolerancia al respeto mutuo y entendimiento. Esto y el Estado de derecho han permitido no reclamar solamente la igualdad de derechos, sino más bien el derecho a ser diferente, […] diferentes pero iguales […].33
La intensidad y la permanencia de los cambios impresionan, en primer lugar, si se contextualiza el Mediterráneo. Desde Roma y Cartago, este mar ha sido en todas las épocas un lugar de intercambios de hombres, de mestizajes, de productos y también de ideas entre las ciudades y los países que lo rodean. Fue, también, un lugar de conflictos y de enfrentamientos. La historia milenaria de sus civilizaciones hace que, actualmente, haya entre la orilla norte y la orilla sur relaciones particularmente estrechas. Es en este marco de interdependencia y de necesidad de diálogo en el que existen unos puertos que acogieron Oriente y Occidente, interfaces entre Europa y África o Asia, ciudades del Mediterráneo por excelencia: en el norte, Venecia, Trieste, Génova, Barcelona, Estambul; en el sur, Tánger, Málaga, Argel, Túnez, Alejandría o El Cairo. Así, estas ciudades de ambos mundos representaron modelos específicos de cosmopolitismo.34 Sus habitantes se consideraban ante todo como pertenecientes a sus ciudades, a sus imaginarios y a sus ideales políticos. Supieron entonces librarse de sus lugares de origen para crear un espacio original de confluencia cultural, inscribiendo nuestra contribución en el tema del encuentro y del diálogo entre las etnias y sus culturas, como filigrana del ideal de urbanidad y de cosmopolitismo —como vocaciones de la cuna de las civilizaciones modernas que es el Mare Nostrum—. Todo cambio intercultural se instituye y se sitúa primero en la ciudad, entre las ciudades. Es innegable que el Mediterráneo fue un ámbito privilegiado de expansión de modernidad. Ciudades que durante los últimos años del siglo xix y primeros decenios del xx estuvieron abiertas a tendencias culturales muy variadas, que iniciaron procesos de modernización relacionados con una actividad económica estrechamente vinculada a sus puertos y, por tanto, al comercio propio de la política más industrial: La ciudad se ofrecía así como el lugar ideal de integración y mezcla, algo que se anclaba en el mito platónico de la ciudad ideal, regida por los sabios. Las ciudades mediterráneas tienen por demás, un continuum histórico, desde la revolución neolítica, operada en las costas mediterráneas del Próximo Oriente, hasta las ciudades balneario de la ciudad azul. Ciudades que conocieron acumulaciones estratigráficas de culturas diversas que han dado lugar a síntesis originales. No podemos negar que cada ciudad mediterránea tiene una fuerte personalidad que la distingue frente a las demás […]. La ciudad mediterránea es un hecho indiscutible que habla por sí solo de las culturas que circundan el mar. Pero el Mediterráneo también es un espacio civilizacional, donde se acumulan sedimentos estratigráficos de la historia y se producen reflejos de la memoria social y cultural, los cuales 33. «Entrevista a Abdelmalik el Barkani Abdelkader, consejero de Presidencia y Participación Ciudadana», art. cit. 34. «Cabe decir que cosmopolita expresa, ante todo, una forma de mirada, cuya intencionalidad toma en cuenta el interés del
hombre en su conjunto. Así lo refleja el título de la obrita de madurez de Kant, Ideas para una nueva historia universal en clave cosmopolita, es decir, en clave del mero hombre, en cuanto “ciudadano racional del mundo” [Immanuel Kant y Preußische Akademie Der Wissenschaften (1968). Kants Werke. Berlín: De Gruyter, vii, p. 17], en oposición a la clave culturalista nacionalista que había emprendido Herder en una obra gemela a la kantiana. Esta clave no es otra que el racionalismo y la educación universal que en él se inspira». Véase Pedro Cerezo Galán (2009). «El litigio Kant-Herder por el rostro del hombre», Afinidades, n.º 2, pp. 7-21.
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tienen en las ciudades su archivo predilecto. Los notables de las urbes se han instituido en los valedores y conservadores tanto de la ciudad, como creación cultural, como de sus memorias plurales.35
1.3. Todas las culturas actuales son culturas de frontera
Melilla, frontera marítima donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella intercultural que es ahora su mejor seña de identidad: El concepto intercultural nos remite a la idea de diversidad cultural, al reconocimiento de que vivimos en sociedades cada vez más complejas donde se hace necesario posibilitar un proceso dinámico, sostenido y permanente de relación, comunicación y aprendizaje mutuo. Desde este punto de vista defendemos que la acción intercultural afecta a toda la población y no se dirige, por tanto, exclusivamente a los miembros de los grupos minoritarios o a los de origen extranjero […]. El interculturalismo es pues una forma de gestión de la diversidad que potencia las relaciones entre sujetos, no a pesar de sus diferencias, sino considerando las diferencias como elementos positivos que los enriquecen mutuamente, sin negar por ello la potencial conflictividad que en ocasiones puede surgir.36
Y, como apunta Bauman en su texto Múltiples culturas, una sola humanidad: La frontera es lo que separa y, al mismo tiempo, conecta culturas. Hoy en día estamos obsesionados por las fronteras. Es una paradoja: una paradoja en el plano lógico, pero no en el psicológico. Es una paradoja lógica porque, en un mundo como el nuestro que se globaliza con gran rapidez, las fronteras son cada vez menos eficaces. Y, al perder su eficacia, pierden también su importancia práctica.37
Las fronteras implican espacios simbólicos en donde tiene lugar la negociación y/o conflicto entre universos de sentido distintos; de ahí que nos refiramos a ellas como fronteras simbólicas, es decir, diferentes a las fronteras reales, más ligadas a lo físico y lo espacial que a lo cultural y simbólico, aunque eso no significa que haya una separación total entre las fronteras físicas y simbólicas: En cuanto simbólicas, las fronteras no son fácilmente objetivables, son más bien espacios de confluencia entre lo múltiple y lo diverso que no están delimitados por líneas ni trazas visibles, son espacios de intercambio, lugares invisibles en donde tienen lugar los procesos de interacción entre lo igual y lo diferente. El espacio entre lo uno y lo otro se convierte así, entonces, en un lugar de negociación y/o 35. Anne Marie Arnal Gély y José Antonio González Alcantud (2010). La ciudad mediterránea. Granada: Editorial Universidad
de Granada.
36. Abdelmalik el Barkani Abdelkader (2011). «La acción cultural en Melilla», ponencia pronunciada en el marco del coloquio
internacional Las ciudades en tiempos de globalización. Melilla, 10 de junio de 2011. 37. Zygmunt Bauman (2008). Múltiples culturas, una sola humanidad. Buenos Aires/Madrid/Barcelona: Katz/cccb, p. 14.
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conflicto38 entre los imaginarios y sentidos de la vida que cada uno posee y que se despliegan, justamente, en la interacción. Así, las fronteras simbólicas entonces están hechas de materias discursivas diversas, de universos de sentidos distintos y, a veces, contrapuestos. Pero en ellas es donde se manifiesta el encuentro intercultural, el intercambio comunicativo entre sujetos distintos que, en el mismo proceso de interacción, ponen en común saberes y haceres, para compartirlos, negociarlos y/o rechazarlos. Todo ello contribuye a la construcción de un nosotros frente a un ellos. Por lo anterior, las fronteras simbólicas pueden comprenderse como los espacios de gestación de la identidad.39
Así pues, la ciudad se convierte hoy en día en el principal laboratorio en el que se buscan, se diseñan, se experimentan y se ponen a prueba soluciones locales a problemas globales. Ahora bien, al mismo tiempo, la ciudad ofrece la clase de entorno más propicio para la adquisición de habilidades, artes, capacidades y hábitos que pueden ser de enorme ayuda a la hora de confrontar, abordar y quizás hasta resolver esos problemas globales justo donde deberían ser tratados: en la escena global. Las ciudades son laboratorios en los que se desarrollan las formas y los medios para la convivencia humana pacífica y para el diálogo y el entendimiento transculturales. La ciudad de Melilla, a la hora de la globalización, produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. La ciudad pasa a ser el nuevo banco de pruebas de relaciones, miradas, tolerancias que confrontan directamente el modelo heredado de la antigua ciudad, dominada por la memoria de un tiempo sobre el que se construía la historia de una identidad. El nuevo cuerpo social se presenta desde las marcas de diferencias múltiples, reunidas apenas en el frágil modelo de las nuevas relaciones. No se trata de una identidad construida desde el segmento dominante de los tiempos comunes, sino desde la interferencia de tiempos y memorias diversas. Surge así una nueva ciudad que Josep Ramoneda ha descrito como: El campo de experimentación cotidiana de problemas de carácter global y los factores étnicos, religiosos, culturales, e incluso morales, se suman a los conflictos de unas clases sociales en mutación permanente […] los flujos apuntan a las ciudades, y la presión migratoria sobre ellas —tanto la inmigración interior como la extranjera— ha roto el equilibrio entre urbs y civitas […]. La ciudad nunca será identidad cerrada, la ciudad es una morada. Ciudadanía es un concepto político, pero es también un concepto cultural: el individuo se hace ciudadano compartiendo morada, es decir, ocupando espacios que han ocupado, ocupan y ocuparán otros. No hay raíces eternas ni primordialidades indestructibles en la ciudad, que es un territorio hecho para el contagio y el intercambio en
38. Véanse el libro de Ethel García Bethel (1998). Fronteras, espacios de encuentros y transgresiones. San José: Editorial de
la Universidad de Costa Rica; Néstor García Canclini (2003). Malentendidos interculturales en la frontera México-Estados Unidos, en José Luis García y Ascensión Barañano (coords.). Culturas en contacto. Encuentros y desencuentros. Madrid: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España. 39. Marta Rizo García y Vivian Romeu Aldana (2009). «Interculturalidad y fronteras internas, una propuesta desde la comunicación y la semiótica», Designios, n.º 13 sobre fronteras, Buenos Aires: La Crujía Ediciones, pp. 47-54.
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el que los roles no son fijos, sino cambiantes. En realidad, la ciudad es el único espacio en el que la superación del conflicto multicultural es posible, porque del intercambio surgirán los nuevos humanismos y los nuevos imaginarios […]. 40
Finalmente, en torno al concepto de identidad en su relación con la sociedad, Sami Naïr añade: Hoy en día, como consecuencia del proceso irreversible de globalización en el que estamos inmersos, las identidades están cambiando en todas partes. Asistimos al nacimiento de identidades híbridas, polivalentes, potencialmente universalizables, que recomponen tanto el tejido de la sociedad como su autorrepresentación, su conciencia de sí misma. Me refiero, por supuesto, a las democráticas, aunque se puede comprobar la misma evolución en otros lugares o, por mejor decir, ocurriría lo mismo si las demás sociedades aceptasen la democracia como modelo de vínculo social.41 […] Europa se vuelve mestiza, su población cambia de tejido étnico y cultural, aparecen nuevas creencias que le otorgan un nuevo rostro. Se trata de un proceso irreversible. Es un nuevo mestizaje que no tiene antecedentes en el viejo continente, ya que si en los años cincuenta y sesenta, recuerda el autor, se trataba sobre todo de movimientos internos a los países europeos, ahora la inmigración viene de todas las partes del mundo y plantea retos nuevos frente a los cuales Europa no está respondiendo como debería.42
1.4. El concepto de ciudadanía global
Para desarrollar la ciudadanía en tiempos de la globalización, me remito al interesante y documentado ensayo del sociólogo Juan Manuel Jiménez, que transcribo in extenso a continuación: Para Aristóteles, “el ciudadano es aquel a quien le está permitido compartir el poder deliberativo y judicial”.43 La premisa aristotélica de que el hombre es por naturaleza un animal político implica la consideración de la ciudad (el Estado, la polis) como el fin propio de la evolución de la sociedad. Vivir en sociedad es un telos de la naturaleza humana, por lo que para la filosofía griega no hay diferencia entre individuo y ciudadano. Actualmente, el concepto de ciudadanía se define a partir de una consideración igualitaria de los seres humanos ante la ley y de un conjunto de derechos políticos (participación en la toma de decisiones) insertos en el marco de una realidad nacional estatal. Aunque esta concepción, heredera de la Revolución Francesa, está empezando a ser redefinida por la ola de transformaciones sociopolíticas contemporáneas. […] En la posmodernidad, la relación entre individuo y sociedad se ve sometida a una doble tensión entre lo individual y lo global. Por una parte, el individualismo hedonista contemporáneo reclama personalización y particularización de los individuos y/o de los grupos o tribus específicas. Los temas personales,
40. Josep Ramoneda (2010). Contra la indiferencia. Op. Cit., pp. 121-122. 41. Sami Naïr (2010). La Europa mestiza. Inmigración, ciudadanía, codesarrollo. Barcelona: Galaxia Gutenberg/Círculo de
Lectores, p. 294. Este libro aborda, desde una perspectiva universalista, la transformación que experimenta la estructura de las poblaciones europeas a consecuencia de migraciones en pos de la riqueza y la felicidad que promete la sociedad de consumo. 42. Ibídem, contraportada. 43. Véase Aristóteles (2000). Política. Madrid: Alianza Editorial, p. 118.
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el cuerpo, las emociones, los gustos pueblan la agenda política actual, y aparece con ello lo que Plummer44 denomina ciudadanía íntima. Por otra parte, se produce la emergencia de un nuevo fenómeno: una ciudadanía global45 que se estructura en torno a la defensa de los derechos humanos y el medioambiente, y a la aparición de una ciudadanía multicultural46 que se nutre tanto de las migraciones globales como de la aparición de nuevos actores transnacionales (movimientos ecologistas, feminismos y otro sinfín de ismos, incluidos los, ya casi innumerables, wikismos).47
1.5. Pensar la ciudad y el espacio público en un mundo en cambio
Las ciudades fueron siempre lugares donde vivían juntas personas extrañas. Eso es, en el fondo, lo que define a la ciudad: el lugar donde los extraños conviven permanentemente, manteniendo sus diferencias y sin dejar de ser extraños los unos para los otros.48 El filósofo, historiador y padre de la sociología urbana, el andalusí Ibn Jaldún, 49 en sus prolegómenos a su obra Al-Muqqadima define a la ciudad como flujo de intercambios,50 como modos de vida, como elementos culturales y ecológicos, en definitiva, como ente sociológico que comprende lo colectivo y lo individual, y que vive a espaldas y en oposición al campo. Su teoría de la historia radica en el juego de dos fuerzas opuestas y complementarias: el beduinismo y el hadarismo, o en otros términos: la civilización rural (badawa) y la civilización urbana (hadara). Según Ibn Jaldún, una nación puede experimentar históricamente estados sucesivos de civilización rural y urbana, y además la ciudad es un mecanismo que revive de manera constante su propio pasado de modo prácticamente sincrónico; las civilizaciones se asientan en una cimentación de ruinas, la actual cubre a las anteriores, las niega o las rechaza, las interpreta o les aplica los avances de algunas en el ámbito del pensamiento, del arte de gobernar, de las letras y las artes. Las civilizaciones están cíclicamente en lucha casi continua; a los periodos de tregua suceden otros de enfrentamiento y conquistas. La civilización victoriosa se impone a la vencida, la aniquila, la somete o la digiere; buscar en el pasado nos revela una superposición de estratos, la historia es, en consecuencia, una estratigrafía, los anales de nuestras urbes mediterráneas confirman la observación del adelantado urbanista Ibn Jaldún. La ciudad ha cambiado a lo largo del tiempo, desde la ciudad antigua a la ciudad como población amurallada de la Edad Media, a la ciudad globalizada, tan desarrollada y variada que se escapa a la escala humana, y que se ha extendido como modelo dominante a todo el planeta. La imagen y estructura de la ciudad 44. Véase Kenneth Plummer (2003). La cuadratura de la ciudadanía íntima. Algunas propuestas preliminares, en Raquel Osborne y Óscar Guasch (comps.). Sociología de la sexualidad. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas Siglo XXI de España. 45. Ulrich Beck (2002). La sociedad del riesgo global. Madrid: Siglo XXI de España. 46. Will Kymlicka (2002). Ciudadanía multicultural: una teoría liberal de los derechos de las minorías. Barcelona: Paidós Ibérica. 47. Juan Manuel Jiménez Martín (2011). Salud pública en tiempos posmodernos. Op. Cit., p. 64. 48. Zygmunt Bauman (2008). Múltiples culturas, una sola humanidad. Op. Cit., p. 29. 49. Abderrahman Ibn Jaldún Almaghrebi el Hadrami nació en la ciudad de Túnez el 27 de mayo del año 1332. Como se expresa en su Ta‘rif, su biografía de hombre público, escrita de su puño y letra, era sevillano por varias generaciones. Su vida transcurrió en pleno siglo xiv entre el Magreb, al–Ándalus y Oriente Próximo. En palabras del filósofo José Ortega y Gasset: «Una mente clara y pulidora de ideas como la de un griego va a introducirnos en el orbe histórico, donde nuestro espíritu no logra hacer pie». 50. Arnold J. Toynbee nos recuerda que «Ibn Jaldún consiguió y formuló una filosofía de la historia que es, sin duda, el trabajo más grande que jamás haya sido creado por una inteligencia, en ningún tiempo y lugar». Véase José Miguel Puerta Vílchez (1997). Historia del pensamiento estético árabe. Madrid: Ediciones Akal, pp. 407-453.
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responde a su tiempo, a su emplazamiento y a la historia humana y climatológica. Y, a través de la imagen de la ciudad, obtenemos las pautas socioeconómicas de las civilizaciones. Sujetas a los nuevos paradigmas de la globalización, las grandes ciudades de hoy siguen modelos desarrollados en Norteamérica, los cuales van imponiendo su patrón de crecimiento gracias a la homogeneización económica y a las tecnologías de la comunicación.51 En estas circunstancias, según Edward W. Soja: […] La normalización arquitectónica y la unicidad cultural parecen ir desbordando todas las predicciones y expectativas en la capacidad de ir creando esa extensa red de ciudades globales e interconectadas, altamente tecnificadas al servicio de los sectores económicos y sociales más poderosos: unas ciudades poco a poco más vigiladas (al poner el acento en la seguridad y la exclusión del otro) y más simuladas (al tratar de estructurar normativamente la memoria, el imaginario y la conciencia urbana). Los enormes espacios urbanos que configuran las ciudades actuales están repletos de lugares y áreas, experiencias y grupos sociales (marginados o marginales, efímeros o poco conocidos), que se van multiplicando en barrios y zonas cada día más amplios. Las calles de las actuales metrópolis son escenarios de las relaciones de poder (de visibilidad y de espacio) que se establecen a partir de las diferencias de clase, de género, de raza, de opción sexual… y que pugnan por construirse socialmente. Las plazas, los espacios públicos, las urbes son los lugares donde mejor se ve representada la fragmentación social y el desorden ciudadano, donde más claramente se evidencian los conflictos a favor o en contra de la diferencia y la pluralidad.52
El arquitecto Fernando Carrión señala que «la ciudad es el espacio de la heterogeneidad y la diversidad; es decir, en la ciudad se encuentran los diversos —porque los iguales no tiene sentido que se encuentren—, lo cual conduce a la posición de que la totalidad de la ciudad es espacio público […]».53 En este sentido, releo la intervención de Amin Maalouf tras recoger el Premio Príncipe de Asturias: La diversidad en sí misma no es ni una bendición ni una maldición. Es sencillamente una realidad, algo de lo que se puede dejar constancia. El mundo es un mosaico de incontables matices y nuestros países, nuestras provincias, nuestras ciudades irán siendo cada vez más a imagen y semejanza del mundo […]. Vivir juntos no es algo que les salga de dentro a los hombres; la reacción espontánea suele ser la de rechazar al otro. Para superar ese rechazo, es precisa una labor prolongada de educación cívica. Hay que repetirles incansablemente a estos y a aquellos que la identidad de un país no es una página en blanco en la que se puede escribir lo que sea, ni una página ya escrita e impresa. Es una página que estamos escribiendo; existe un patrimonio común —instituciones, valores, tradiciones, forma de vivir— que todos y cada uno profesamos; pero también debemos todos sentirnos libres de 51. Mike Davis (2003). Ciudad de cuarzo. Excavando el futuro de los ángeles. Madrid: Lengua de Trapo. 52. José Miguel G. Cortés (2010). Malas calles. Valencia: Catálogo Instituto Valenciano de Arte Moderno (ivam). 53. Fernando Carrión Mena (2007). Espacio público. Punto de partida de la alteridad, en Olga Segovia (ed.). Espacios públicos y
construcción social: hacia un ejercicio de ciudadanía. Santiago de Chile: Ediciones Sur.
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aportarle nuestra contribución a tenor de nuestros propios talentos y de nuestras propias sensibilidades. Asentar este mensaje en las mentes es hoy, desde mi punto de vista, tarea prioritaria de quienes pertenecen al ámbito de la cultura.54
Melilla es un buen lugar para erigirse en laboratorio de la ciudadanía cosmopolita o plural, generador de conocimiento, que vertebre en la zona las acciones encaminadas al diálogo, la convivencia intercultural, la paz, la estabilidad y el progreso. Dicho laboratorio, o mejor dicho instrumento, llamado Instituto de las Culturas, persigue plantear puntos de vista en torno a los temas de diversidad y política cultural que interesan a las sociedades euromediterráneas y limar las diferencias, ahondando más en los asuntos que unen, y dejando de lado las heridas que ahuyentan cualquier intento de acercamiento. Sin visión de futuro, el Mediterráneo está abocado a las divisiones y conflictos, a las desigualdades, flujos de inmigración salvaje y a los repliegues de identidad. Lograr sociedades tolerantes y armoniosas requiere un compromiso de inclusión social y económica y una inversión en política para llevarlas a cabo, tanto por parte de la Administración Pública como de la sociedad civil. El geógrafo y urbanista Jordi Borja nos recuerda: […] Que hacer ciudad es, ante todo, reconocer el derecho a la ciudad para todos. Reivindicar el valor ciudad es optar por un urbanismo de integración y de no exclusión, que optimice las libertades urbanas. Así pues, la concepción de los proyectos urbanos no debería ser nunca funcionalista en un sentido estricto, ni perseguir objetivos a corto plazo, sino que debe plantearse siempre como un compromiso entre finalidades diversas: el funcionamiento urbano, la promoción económica, la mejora ambiental, la integración cultural, etcétera. Las administraciones públicas y, en especial, el gobierno local no pueden renunciar a desempeñar un papel de mero regulador e impulsor de la transformación y de la cohesión de los tejidos urbanos; su función no es la de imponer sin un debate previo su imperio, ni seguir cerrilmente las dinámicas del mercado. Ni tampoco conformarse con no decidir, escuchando a unos y a otros sin tomar partido por ninguna de las partes. El gobierno local debe contar con un proyecto político e intelectual para la ciudad.55
Finalmente, el antropólogo Carmelo Lisón Tolosana resaltó en una conferencia magistral lo siguiente: Melilla, ciudad marcada por la historia, espacio tan densamente significante y culturalmente polivalente. Ha sido un privilegio pasear, aunque brevemente, por sus calles en las que se escenifican yos plurales y regímenes semióticos diferentes […]. Melilla, ciudad frontera, avanzadilla de encuentro cultural, trait d‘union entre gentes, lenguas, creencias, ritos, ideologías y formas de vida, Melilla, receptáculo de alteridad, invita a la vez a respetar por una parte y quebrar por otra dualidades, conformando un continuum cultural. El espíritu de este lugar requiere aproximación mutua, traducción de mensajes y adaptación, un código 54. Discurso de Amin Maalouf pronunciado el viernes 22 de octubre en el Teatro Campoamor de Oviedo. Véase también Amin
Maalouf (1999). Identidades asesinas. Madrid: Alianza Editorial. Este libro es una denuncia apasionada de la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en el nombre de una etnia, lengua o religión. Es un canto al ciudadano frente a la tribu, una llamada a la tolerancia. 55. Jordi Borja (1999). «La ciudad como pedagogía», Cuadernos de Pedagogía, n.º 278, marzo de 1999, p. 41.
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ético severo en su núcleo, pero flexible en su contenido, un código mediador, pero en respeto mutuo. Melilla puede ser el escenario modélico, un laboratorio en el que se dramaticen modos originales de civilidad y ciudadanía armónica, siempre en diálogo incesante. La tensión de la frontera es también fuente de conocimiento y convivencia que enriquece a todos. Este es el verdadero privilegio de Melilla. No es fácil, pero es posible en una ciudad como esta. De ustedes todos depende.56
56. Carmelo Lisón Tolosana (2011). «Especificidad cultural, pluralidad cultural y cultura democrática (fundamento antropológico)» (conferencia pronunciada en el marco de las II Jornadas Ciudadanía Plural, Derecho y Democracia en Melilla el 1 de diciembre de 2010), Imago Crítica, n.º 3 pp. 7-11.
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2. Segunda parte: nueve conversaciones en Melilla
Se pretende, con este proyecto de investigación sobre Melilla, ir a un texto testimonial y dialógico con los actores de la ciudad (periodistas, científicos sociales, especialistas en patrimonio, militantes asociativos, juristas, historiadores) que ha de servir para reflexionar sobre los fundamentos de la ciudadanía plural y la mezcla de culturas en una ciudad cosmopolita y mediterránea como es Melilla. A través de este trabajo de investigación, podremos enterarnos de algunos de los distintos consumos culturales y preferencias de la heterogénea población melillense; también podremos acercarnos un poco a la experiencia cotidiana de la vida fronteriza. De acuerdo con lo expuesto hasta ahora, nuestro proyecto se basará en la elección de una metodología de carácter cualitativo y en el uso de trabajo de campo como método principal de búsqueda de información. La opción cualitativa no es en ningún caso arbitraria. Se trata de dar a los actores entrevistados la posibilidad de restituir la lógica de sus comportamientos. La entrevista es la comunicación interpersonal establecida entre el investigador y el sujeto de estudio, a fin de obtener respuestas verbales para los interrogantes planteados sobre el tema propuesto. Presupone la existencia de personas y la posibilidad de interacción verbal dentro de un proceso de acción recíproca. Como técnica de recolección, va desde la interrogación estandarizada hasta la conversación libre; en ambos casos se recurre a una guía que puede ser un formulario o esquema de cuestiones que ha de orientar la conversación. Se pueden encontrar múltiples definiciones entre las que destacamos la de Alfonso Orti, quien define la entrevista como «un diálogo face to face, directo y espontáneo, de una cierta concentración e intensidad entre el entrevistado y un sociólogo más o menos experimentado, que oriente el discurso lógico y afectivo de la entrevista de forma más o menos “directiva” (según la finalidad perseguida en cada caso)».57 El entrevistador, la persona que dirige la entrevista, debe dominar el diálogo, presentar al entrevistado y el tema principal, hacer preguntas adecuadas y cerrar la entrevista, y en todo momento está obligado a ser todo lo veraz que pueda. Por su parte, el entrevistado deberá ser siempre una persona que interese a la comunidad. El entrevistado es la persona que tiene alguna idea o alguna experiencia importante que transmitir. Por último, la entrevista es una técnica eficaz para obtener datos relevantes y significativos desde el punto de vista de las ciencias sociales. Su condición es oral y verbal. La ventaja esencial de la entrevista reside en que son los mismos actores sociales quienes nos proporcionan los
57. Alfonso Orti (1986). La apertura y el enfoque cualitativo o estructural: la entrevista abierta semidirectiva y la discusión de grupo, en Manuel García Ferrando, Jesús Ibáñez y Francisco Alvira Martín. El análisis de la realidad social: métodos y técnicas de investigación. Madrid: Alianza Editorial, p. 214.
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datos relativos a sus conductas, opiniones y deseos: «En realidad, la entrevista es en parte teatro y en parte ficción narrativa: un cuento que el entrevistado protagoniza […] como es evidente, una entrevista es un juego a dos. Por supuesto que el protagonista absoluto es el entrevistado».58 Para orientar mejor la entrevista, hemos elaborado un cuestionario que contiene una serie de preguntas idénticas y en el mismo orden a cada uno de los entrevistados. Se han realizado nueve entrevistas con melillenses involucrados en la gestión de la diversidad que se está llevando a cabo en Melilla. La lista de entrevistados, por supuesto, es subjetiva (toda elección lo es). Por encima de todo, ha primado la búsqueda de actores sociales que han tenido una relación con la construcción de un espacio público plural y diverso en Melilla. Entrevista tipo
1.ª pregunta: Dice el escritor y diplomático francés Paul Morand que las ciudades que consiguen sobrevivir a través del tiempo y del espacio suelen conservar su color, su olor e, incluso, su sabor de manera tan indefinible como personal, ¿se puede aplicar este dicho a la Melilla de hoy? 2.ª p.: Melilla es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella mestiza que es ahora su mejor seña de identidad. ¿Estás de acuerdo con esta percepción? ¿Y definirías la Melilla de hoy como una ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita? 3.ª p.: Las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, pero no son construcciones compactas, inmutables, sino que están sujetas a cambios. La identidad es una construcción permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces inestables y traumáticos en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades polimorfas, resultado del roce (matrimonio mixto) o hibridación de los diferentes pueblos de la tierra. ¿Qué piensas sobre esta afirmación? 4.ª p.: ¿En qué consistió la ley de extranjería de 1985 y en qué violentaba al colectivo bereber melillense? ¿Qué papel desempeñaron las mujeres bereberes melillenses ancianas y jóvenes en los acontecimientos de 1985? Fernando Belmonte, en su documentado libro La ley de extranjería de 1985 y la transformación del espacio público en la ciudad de Melilla, destaca el papel activo de la mujer y del hombre musulmán en las movilizaciones y en las concentraciones contra dicha ley de extranjería, donde plantaron cara a las brutales cargas policiales, ¿puedes destacar a algún líder del colectivo «musulmán» de entonces? 5.ª p.: El sociólogo francés de origen argelino Abdelmalek Sayad, autor del libro La doble ausencia, subraya que existir es existir políticamente, no hay integración sin integración política. La visibilidad del melillense bereber es fundamentalmente política. Aunque sus problemas se presentan bajo la forma de reivindicaciones sociales o culturales, su fin último es conseguir ser reconocido como parte de la ciudadanía, ejerciendo sus derechos colectivos y democráticos. Una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. ¿Me puedes hablar de la visibilidad del melillense bereber y su incorporación a los centros de decisión política?, ¿de su incorporación al espacio público? 58. Rosa Montero (2011). «Un teatro para el diálogo», El País (Babelia), 8 de octubre de 2011, pp. 4-6.
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6.ª p.: Estamos viendo que últimamente Melilla se está erigiendo en un laboratorio de diálogo interreligioso que se encamina hacia la normalización del islam y su integración en el espacio público (por ejemplo, la celebración de la Fiesta del Cordero como fiesta local melillense y la asunción del mes del Ramadán como una de las señas de la identidad cultural de Melilla). Además, como señala Belmonte en su libro, el velo femenino no choca, y prima lo que llama dicho autor el principio de naturalidad hacia los asuntos religiosos. Dicho diálogo interreligioso no se queda en la mera coexistencia, que con frecuencia desemboca en indiferencia, insolidaridad o simple tolerancia hacia las personas que tienen otro credo religioso distinto del nuestro o no tienen ninguno. Tiene como objetivo crear un modelo de convivencia, de comunicación fluida, de relación simétrica, de interacción de las religiones para la construcción de un mundo interreligioso, intercultural, interétnico más justo y humano. ¿Me puedes retratar el modelo de convivencia religiosa melillense y el papel del islam en esa convivencia? 7.ª p.: La Melilla mediterránea en la era de la globalización produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. ¿Cómo ves el futuro de Melilla en las próximas décadas? ¿Será la tierra de todos? ¿Será una Melilla pluriciudadana?59 La entrevista estructurada o preparada se caracteriza por estar rígidamente estandarizada. Se plantean idénticas preguntas. Entre las ventajas que tiene este tipo de entrevista, se mencionan las siguientes: la información es más fácil de procesar, se simplifica el análisis comparativo y hay uniformidad en la información obtenida. Como instrumento de investigación social, la entrevista tiene gran importancia, ya que permite obtener determinadas conclusiones sobre lo que se está investigando. Así, en las respuestas de los entrevistados encontramos reflexiones coincidentes, donde ensalzan el hecho de que Melilla es una ciudad comprometida con la diversidad donde impera reconocimiento y pluralismo, convivencia, cohesión cultural y entrecruzamiento e interacción entre culturas. Sin embargo, a nadie se le escapa que la acción intercultural no es un proceso exento de dificultades y, por ello, requiere análisis rigurosos que posibiliten la identificación y descripción de las variables negativas con la finalidad de subsanarlas y seguir así apostando por la construcción de un espacio público plural y diverso. A continuación, presentamos la transcripción de las nueve entrevistas. Partimos de la base de que la transcripción es la expresión más utilizada de la entrevista oral, la que retrata correctamente al entrevistado y documenta su historia. Procuramos convertir la palabra hablada en un texto escrito que sea fiel al momento concreto del diálogo y a la intención del entrevistado y que, al mismo tiempo, resulte fluido y legible para el lector.
59. El término pluriciudadana es tomado del francés pluricitoyen, acuñado en 2009 por la plataforma Mouvement Pluricitoyen. Véase Lilian Thuram, François Durpaire, Rokhaya Diallo, Marc Cheb Sun y Pascal Blanchard (2009). Appel pour une République multiculturelle et postraciale: suivi des 100 propositions pluricitoyennes. París: Respect Mag.
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2.1. Entrevista con Nayim Mohamed Ali
1.ª pregunta: Dice el escritor y diplomático francés Paul Morand que las ciudades que consiguen sobrevivir a través del tiempo y del espacio suelen conservar su color, su olor e, incluso, su sabor de manera tan indefinible como personal, ¿se puede aplicar este dicho a la Melilla de hoy? respuesta: En mi opinión, Melilla es una ciudad diferente a todas las demás del territorio español. Su lejanía geográfica con respecto al territorio peninsular, y al propio tiempo contar con puerto de mar, ha hecho de esta ciudad una encrucijada sin igual. Cervantes afirmaba que la historia es madre de la verdad, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente y advertencia del porvenir. Por ello, resulta imposible analizar nuestro presente sin conocer nuestro pasado. Encrucijada de civilizaciones, confluencia de culturas, encuentro obligado de los hombres del Mediterráneo, puente de dos continentes, Melilla ha estado sometida como pocos territorios a los avatares de los dominios y hegemonías, que a lo largo de los siglos ejercieron los distintos pueblos y señores de la guerra sobre las ciudades que se asomaban al litoral del Mare Nostrum. Codiciada, asediada, a veces abandonada, Melilla, desde su fundación, recibió a cartagineses, romanos, bizantinos, vándalos, visigodos, rifeños y castellanos. Esta sucesión inacabable de pueblos dominadores o dominados ha forjado el carácter abierto y tolerante del melillense, su ecléctica cultura y su indiscutible espíritu cosmopolita. Desde su fundación y durante cinco siglos, la ciudad quedó circunscrita a sus recintos fortificados, varada en su condición de presidio (entendiendo este término en su acepción de ‘plaza fuerte guarnecida por soldados’ y no como ‘prisión’). Este carácter impidió el desarrollo de cualquier otra función que no fuera la militar. Los ingenieros militares se afanaron en convertir a la ciudad en una fortificación inexpugnable. Toda esta sucesión de obras de ingeniería militar nos ha deparado en la actualidad cuatro recintos fortificados que han convertido a Melilla en un imponente museo vivo de la poliorcética castrense. En los albores del siglo xx, Melilla brotó a extramuros. A las faldas de su ciudadela se expandió un conjunto armónico de edificios modernistas fruto del extraordinario desarrollo de principios de siglo y de la obra de uno de los mejores discípulos de la escuela gaudiana: Enrique Nieto. Estos dos núcleos bien diferenciados definen a Melilla como una ciudad de contrastes, donde se complementan la austeridad y sobriedad de la fortificación castrense con la espontánea, vivaz y alegre arquitectura modernista. Contrastes que se evidencian en el polimorfismo de sus mezquitas, sinagogas e iglesias. Melilla: crisol de culturas, abigarrada mezcla de etnias, hermosa pluralidad de religiones, todas unidas, amalgamadas y ahormadas por un nexo común: el sello indeleble de nuestra españolidad. Como venía diciendo, el estar situados geográficamente fuera del territorio peninsular, separados por el mar Mediterráneo, ha hecho que Melilla adolezca de ciertas limitaciones, carencias y hasta, en ocasiones, cierto aislamiento o aislacionismo. Pero son precisamente esas limitaciones las que de alguna forma han determinado la idiosincrasia, forma o razón de ser de sus ciudadanos. Si hay algún elemento que pueda definir a Melilla y a sus ciudadanos ese es la hospitalidad melillense, como herencia sureña y, más concretamente, rifeña. Existe un dicho popular que dice que «a Melilla se llega llorando y de Melilla se va uno llorando». Y es verdad, son muchas las personas que por distintas circunstancias acaban afincándose por un tiempo en esta ciudad para luego retornar a su lugar de origen o punto más cercano: funcionarios, militares, obreros, docentes, jueces, fiscales, etc. Y es que la visión, en muchas ocasiones errónea,
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o ausencia total de la misma, en otras, cambia radicalmente cuando el foráneo o recién llegado toma contacto con la ciudad y sus habitantes. A los melillenses nos gusta acoger a los foráneos con los brazos abiertos, casi agasajando, en muchas ocasiones en exceso. Este comportamiento, esta forma de ser, propia, hace de Melilla una ciudad que conserva valores humanos erradicados, desaparecidos u olvidados en el tiempo y que al propio tiempo la convierten en un marco único e incomparable. P.: Melilla es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella mestiza que es ahora su mejor seña de identidad. ¿Estás de acuerdo con esta percepción? ¿Y definirías la Melilla de hoy como una ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita? R.: La cuestión que se plantea ha sido sobradamente respondida, a mi entender, en el apartado anterior, por lo que en este apartado nos ceñiremos única y exclusivamente a los conceptos de ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita. Melilla es una ciudad cosmopolita y de ello no cabe duda alguna. Ya hemos hecho referencia a ello anteriormente. Históricamente ha sido abrigo de muchos pueblos, circunstancia que sigue ocurriendo en la actualidad. Melilla no deja de ser una ciudad abierta al resto del mundo, apertura matizada y mediatizada por nuestra lejanía geográfica. Históricamente, han coexistido diversas culturas, religiones y etnias. En la actualidad, existen vestigios de dicha encrucijada. Cristianos, judíos, musulmanes, hindúes e, incluso, gitanos comparten un espacio común. Es la seña de identidad de un pueblo que, a pesar de la mezcolanza de culturas y religiones, ha sabido sobrevivir permaneciendo intacto con el paso del tiempo. No obstante, al ser objeto de continuos problemas políticos, bélicos, socioeconómicos, como no podría ser de otra forma en una sociedad multicultural, Melilla ha ido experimentando cambios según las épocas y las circunstancias, si bien ha conservado su carácter abierto, conciliador y respetuoso con el otro. Dicho lo anterior, solo queda hacer una pequeña reseña, pero no por ello menos importante, a los conceptos multicultural e intercultural. Antes de abordar el tema, es preciso señalar que dichos conceptos deben ceñirse de forma exclusiva a los últimos 30 años de existencia de la ciudad. Hasta el año 1985, fecha histórica para los musulmanes de Melilla, en la ciudad coexisten dos sociedades diferentes, a saber: A) Los españoles, en su mayor parte de origen peninsular, principalmente militares, judíos de origen sefardí provenientes de Marruecos afincados en la ciudad, igualmente todos ellos con nacionalidad española, un reducido colectivo de gitanos de nacionalidad española y una pequeña comunidad de hindúes con igual condición que los anteriores, y que se afincaron a principios de siglo cuando la ciudad vivía su época dorada de esplendor económico. B) Los «moros o musulmanes» (entre un 40% y un 50% por ciento de la población), de origen rifeño en su mayor parte, y que en un porcentaje muy alto carecía de dicha condición de ciudadanos españoles e, incluso, de la condición de ciudadanos, en el estricto sentido del término, al no contar con derecho alguno a participar en la vida pública y, por tanto, en la toma de decisiones. En consecuencia, hasta esa fecha, la sociedad en la que vivíamos, a pesar de la existencia de diversas religiones y culturas, era una sociedad eminentemente española y cristiana, con rechazo a todo aquello que no fuera lo propio y, además, en un marco histórico de enaltecimiento de lo español como única seña de identidad (hay que recordar que, y ello sin que sirva de excusa, las campañas militares y enfrentamientos con las tribus bereberes en el Rif eran muy recientes en el tiempo), y no como identidad común y respeto a las peculiaridades.
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Por tanto, hasta la fecha indicada los musulmanes de Melilla, a pesar de residir en la ciudad y contribuir con su esfuerzo a su construcción y desarrollo, no veían plasmadas en modo alguno sus expectativas de futuro. Todo se hacía en torno a una sola idea, la españolidad de Melilla, dejando al margen a una parte de sus ciudadanos, los musulmanes. Es a raíz de las reivindicaciones del año 1985 cuando los servidores públicos comienzan a tomar conciencia de la importancia y peso social de una parte de su población, históricamente marginada por su mera condición de rifeños o relegada a un segundo plano en el mejor de los casos. Con la consecución de sus reivindicaciones, su derecho al acceso de la condición de ciudadanos, la ciudad experimenta una transformación de trascendental importancia, de tal suerte que los musulmanes rifeños, que dejan de ser colectivo para convertirse en comunidad, comienzan a adquirir cierto peso social, lo que más tarde culminará con la aparición de partidos de cortes étnicos como respuesta a esa marginación a la que se han visto sometidos históricamente. Así pues, los conceptos multicultural o intercultural son conceptos que irrumpen en la sociedad melillense en los años ochenta y no antes, cuando los musulmanes adquieren la nacionalidad española e irrumpen en la vida pública como ciudadanos de plenos derechos a la participación. De lo expuesto anteriormente solo cabe extraer una conclusión, la sociedad donde vivimos actualmente, aunque de forma pacífica, es una sociedad multicultural, en el bien entendido de coexistencia de culturas, no de convivencia. Aún queda mucho camino por recorrer. La ignorancia, a veces, la indiferencia, en otras, esa falta de esfuerzo por conocer lo del otro nos separa de una forma inevitable. No obstante, he de reconocer que los últimos acontecimientos vividos en la ciudad, encaminados a una sociedad integrada por todos y cada uno de sus ciudadanos, en el buen camino creo, puede que en un futuro depare esa añorada interculturalidad que todos deseamos, donde la religión o la cultura propia de cada uno no sea el elemento de separación sino, más bien al contrario, el elemento diferenciador e integrador al propio tiempo. Pero, para ello, se precisa un esfuerzo por un conocimiento mutuo y sincero, un diálogo intercultural encaminado a tal fin. P.: Las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, pero no son construcciones compactas, inmutables, sino que están sujetas a cambios. La identidad es una construcción permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces inestables y traumáticos en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades polimorfas, resultado del roce (matrimonio mixto) o hibridación de los diferentes pueblos de la tierra. ¿Qué piensas sobre esta afirmación? R.: ¡Qué duda cabe de que las sociedades actuales tienden a ser polimorfas, fruto de la mezcla de culturas y religiones! Se ha dicho por algún autor que la sociedad del siglo xxi será y es la sociedad de la mezcolanza. Actualmente, podemos observar cómo el mundo llamado occidental está experimentando un continuo cambio demográfico fruto de las migraciones provenientes fundamentalmente de los países llamados del tercer mundo. El fenómeno migratorio no es nuevo, es un fenómeno histórico. Un exponente de ello es la Francia de Sarkozy, si bien cada vez son más las voces contrarias a este flujo migratorio. El rasgo que define nuestra sociedad contemporánea, más que en ninguna otra época de la historia de la humanidad, es la multiculturalidad. Concebida, además, como una sociedad compleja en la que conviven múltiples culturas y en la que el flujo migratorio entre países y
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el flujo de información, comunicación y cultura instituyen relaciones sociales, económicas, culturales y de poder que derivan en múltiples y variados factores que condicionan dichas relaciones. Factores que exigen que: 1) las instituciones de poder revisen sus leyes de extranjería, reglamentaciones laborales e introduzcan modificaciones en los códigos civiles; 2) los medios de comunicación traten temas vinculados a esas circunstancias, bajo diferentes formas genéricas, y produzcan contenidos que respondan a esa situación; 3) la enseñanza incorpore en sus contenidos curriculares aspectos de la diferencia, identidad y respeto al otro; 4) el mundo empresarial y los agentes sociales que lo forman (empresarios y sindicatos) tomen en consideración esta realidad multicultural; 5) las organizaciones civiles y las instituciones políticas de carácter social, como las de asuntos sociales, tienen la obligación y el compromiso de preocuparse por las situaciones que se originan en esta sociedad; etcétera. La multiculturalidad es un rasgo esencial de la sociedad contemporánea. En ella, las realizaciones como acciones pragmáticas son interculturales. De esta manera, podemos hablar de diálogo entre culturas. Sin embargo, la interculturalidad se nos presenta como algo que aún no está asumido en nuestro mundo contemporáneo. El diálogo intercultural, la mayor parte de las veces, es representado en los medios a partir de conflictos. Con frecuencia, el diálogo real entre culturas queda obviado, lo que da como resultado su no existencia. Las relaciones que se establecen en una sociedad multicultural comportan que estas se visualicen, pragmáticamente, como interculturales. Si las consideramos acciones en situación de comunicación, entonces podemos hablar de diálogo entre culturas o de diálogo intercultural, entendido como «cada una de las culturas que toman parte en este diálogo» o, también, como «interacción cultural». La expresión diálogo entre culturas o diálogo intercultural se toma en sentido metonímico. Hay una derivación del concepto. El enunciado y, por tanto, la intertextualidad de la noción remiten al todo por la parte. Los individuos y las instituciones de las distintas culturas quedan incluidos en el concepto cultura. Estos actores realizan interacciones dialógicas y, por extensión, se establecen los diálogos interculturales. Hablar de interculturalidad, de cruce de culturas, de convivencia de culturas significa, paralelamente, hablar de identidad, diferencia, respeto o rechazo del otro. Ese otro que pertenece a otra cultura, a otra forma de ver y concebir el mundo. P.: ¿En qué consistió la ley de extranjería de 1985 y en qué violentaba al colectivo bereber melillense? ¿Qué papel desempeñaron las mujeres bereberes melillenses ancianas y jóvenes en los acontecimientos de 1985? Fernando Belmonte, en su documentado libro La ley de extranjería de 1985 y la transformación del espacio público en la ciudad de Melilla, destaca el papel activo de la mujer y del hombre musulmán en las movilizaciones y en las concentraciones contra dicha ley de extranjería, donde plantaron cara a las brutales cargas policiales, ¿puedes destacar a algún líder del colectivo musulmán de entonces? R.: La respuesta a esta cuestión creo que ya está apuntada en apartados anteriores. Los musulmanes hasta el año 1985 carecían de la condición de ciudadanos. Su documentación identificativa personal consistía en un mero documento estadístico, la llamada tarjeta estadística, que solo reconocía el derecho a tu existencia en la ciudad de Melilla, pero sin más añadiduras. Los titulares de dichos documentos residían en la ciudad, pero no eran considerados ciudadanos de plenos derechos, simplemente tenían la condición de extranjeros. A título de ejemplo, podría reseñar que los titulares de tal documentación no podían circular libremente por el territorio español, es decir, les estaba vedado viajar o circular con dicho documento, no estaban habilitados a tal fin; tampoco se les permitía la compraventa de vivienda y menos aún
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acceder a una Vivienda de Protección Oficial, la asistencia sanitaria corría a su costa, etc. En definitiva, tal documentación, como su propio nombre indica, no era más que un documento expedido por las autoridades de la época a los meros efectos estadísticos o contables. Aún guardo en la memoria de mi retina escenas dramáticas donde familias enteras, padres, hijos, abuelos, eran deportadas por la policía. Llegaban a una vivienda y, tras llamar a la misma, iban metiendo a los miembros de toda una familia en el furgón policial con destino a la frontera de Marruecos por el simple hecho de haber sido denunciados por alguien o, incluso, sin denuncia, fundada o no, o simplemente por su condición de musulmanes. En el año 1985, se aprobó la tan conocida Ley Orgánica de Extranjería, una ley que en cierta manera venía a mejorar y reconocer a los musulmanes melillenses ciertos derechos de los que se carecía hasta entonces. Pero el problema no era el reconocimiento de tan mencionados derechos, sino que, como se indica, venía a incidir en el estatus de extranjeros de la población musulmana, y ello a pesar de ser ciudadanos nacidos en su propia tierra. Como no podía ser de otra forma, esto supuso el acicate definitivo por el que el colectivo musulmán adquirió plena conciencia, y que derivó en una campaña de reivindicaciones hasta conseguir lo que entiendo era de justicia: el reconocimiento del derecho a la ciudadanía en condiciones de igualdad y, por ende, a la nacionalidad española. Dicho reconocimiento vino igualmente a suponer la adquisición definitiva del estatus y/o reconocimiento de la existencia de la comunidad musulmana, hasta entonces denominada, quizás de forma peyorativa «colectivo musulmán». En esa conquista de los derechos, tuvo un papel predominante la mujer bereber, y digo bien, la mujer, porque hasta entonces la mujer bereber estuvo relegada a un papel secundario en el seno familiar, eminentemente patriarcal, lo que explica asimismo que su contacto con el entorno inmediato fuera el ambiente propiamente familiar y no el de la ciudad. Las mujeres bereberes, por costumbre o tradición, no salían a la calle más que en ocasiones puntuales y con previo permiso del marido. No obstante, el hecho de participar activamente en las manifestaciones y concentraciones, siendo objeto de brutales cargas policiales, detenciones y palizas, papel este nunca desempeñado ni imaginado por ellas, les hizo valer su derecho a romper con el yugo anterior al que se habían visto sometidas durante años, e incorporarse a la vida social. Así pues, estamos en disposición de afirmar que la participación activa en el curso de las reivindicaciones de los años ochenta vino a suponer un cambio radical en la idiosincrasia de la familia bereber y, a la postre, la integración de la mujer en la sociedad melillense como sujeto con voz y voto. En cuanto a los líderes que abanderaron dicha reivindicación, no puedo más que reseñar la valentía, el coraje demostrado, en especial el de la mujer bereber, por todos y cada uno de los melillenses musulmanes que con su esfuerzo, empeño y firmeza lucharon día tras día hasta alcanzar la igualdad de trato jurídico reivindicada y de la que hoy disfrutamos. P.: El sociólogo francés de origen argelino Abdelmalek Sayad, autor del libro La doble ausencia, subraya que existir es existir políticamente, no hay integración sin integración política. La visibilidad del melillense bereber es fundamentalmente política. Aunque sus problemas se presentan bajo la forma de reivindicaciones sociales o culturales, su fin último es conseguir ser reconocido como parte de la ciudadanía, ejerciendo sus derechos colectivos y democráticos. Una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. ¿Me puedes hablar de la visibilidad del melillense bereber y su incorporación a los centros de decisión política?, ¿de su incorporación al espacio público?
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R.: Entre mediados y finales de los años ochenta, y tras la consecución de los derechos por parte
de la comunidad musulmana, se acuñó en la ciudad un término muy manido al que no pocas instancias gubernamentales hacían referencia. Me refiero al concepto de integración. Desde la Delegación del Gobierno de Melilla, pasando por el entonces Ayuntamiento, se acuñó el término de integración para referirse a inversiones públicas en infraestructuras encaminadas al desarrollo de la población musulmana de Melilla (véase el famoso Plan de Dotaciones Básicas destinado al barrio de la Cañada de Melilla, barrio eminentemente musulmán, y que nunca llegó a realizarse). Sin embargo, este término no obedecía más que a intereses políticos con el único objeto de captar la atención y el clientelismo de quienes ya eran titulares o sujetos del derecho al voto. Un grupo tan numeroso con identidad propia e intereses comunes podría hacer cambiar el tinte de un determinado gobierno en el poder. Así pues, ese es el concepto de integración y el contexto en el que se manejaba. El verdadero concepto de integración se dejó de lado. Es cierto que no hay integración sin integración política, pero también lo es que la integración es individual de cada uno. La convivencia en sociedad requiere la previa aceptación de unas normas, pautas de comportamiento, valores que se consideran recíprocos y que si un individuo no los comparte o actúa al margen de ellos, entendemos que no está integrado o se resiste a ello. En lo que concierne a mi ciudad, la integración pasa por que una parte de su sociedad reconozca y, por tanto, haga un esfuerzo por conocer las peculiaridades de la otra parte. Dicho de otro modo, la mayoría o inmensa mayoría de los musulmanes melillenses conocen, hablan y estudian el castellano o español como idioma oficial y lengua vehicular. Sin embargo, la inmensa mayoría de los hispano-hablantes (cristianos) no conocen ni una sola palabra en la lengua tamazight. Es más, ni siquiera les preocupa, y ello a pesar de llevar siglos, o al menos siglo y medio, coexistiendo con los bereberes en la ciudad. Luego la cuestión sería saber ¿quién debe integrarse a qué o a quién? A finales de los años ochenta, triunfó la política de la división auspiciada por los partidos políticos que ostentaban el poder. El musulmán melillense, harto de ver frustradas sus expectativas de futuro, acudió una vez más a la movilización identitaria con el objetivo de buscar la culminación de un proceso de reivindicación no culminado, en tanto en cuanto a pesar de su condición de español no veía plasmados sus intereses, ni concurría en condiciones de igualdad en los procesos de toma de decisiones. Esta llamada a la movilización dio lugar al nacimiento de no pocos partidos políticos, en principio de corte étnico, con la pretensión de ser una alternativa a los ya existentes. Fruto de esta dialéctica del melillense bereber fue el nacimiento del Partido Hispano Bereber y el Partido del Trabajo y Progreso que, años después, tras su refundación daría lugar al nacimiento de lo que hoy es la Coalición por Melilla, partido político de corte musulmán y bereber con representación en la Asamblea de Melilla desde el año 1995. La Administración Pública, los gobernantes, hoy por hoy son muy conscientes de la importancia de la población musulmana para Melilla y de su definitiva y plena integración. El bereber melillense, en la actualidad, viene jugando un papel importante, cada vez más afianzado, en los centros de tomas de decisiones, si bien queda aún mucho por recorrer. Todo dependerá del esfuerzo común por conocernos para poder convivir. P.: Estamos viendo que últimamente Melilla se está erigiendo en un laboratorio de diálogo interreligioso que se encamina hacia la normalización del islam y su integración en el espacio público (por ejemplo, la celebración de la Fiesta del Cordero como fiesta local melillense y la asunción del mes del Ramadán como una de las señas de la identidad cultural de Melilla). Además,
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como señala Belmonte en su libro, el velo femenino no choca, y prima lo que llama dicho autor el principio de naturalidad hacia los asuntos religiosos. Dicho diálogo interreligioso no se queda en la mera coexistencia, que con frecuencia desemboca en indiferencia, insolidaridad o simple tolerancia hacia las personas que tienen otro credo religioso distinto del nuestro o no tienen ninguno. Tiene como objetivo crear un modelo de convivencia, de comunicación fluida, de relación simétrica, de interacción de las religiones para la construcción de un mundo interreligioso, intercultural, interétnico más justo y humano. ¿Me puedes retratar el modelo de convivencia religiosa melillense y el papel del islam en esa convivencia? R.: No podemos hablar aún de convivencia religiosa, más bien de coexistencia. Últimamente se han dado algunos pasos encaminados a esa añorada convivencia. Recientemente el gobierno de la Ciudad Autónoma, de forma acertada, declaró festividad local la Pascua musulmana del Cordero, con todo lo que ello implica. No hay que olvidar que hasta entonces las únicas fiestas religiosas reconocidas como tales eran las cristianas o procedentes del calendario cristiano. Dicho esto, solo resta señalar que aún existen ciertas reservas y reticencias en la población melillense no musulmana con respecto a todo aquello que representa el islam y los musulmanes, tal vez por ver en ello un peligro para la españolidad de Melilla y su modelo de vida, confundiendo los términos musulmán y marroquí. Es verdad que los atentados terroristas de las últimas décadas, atribuidos a musulmanes yihadistas, han dañado mucho la imagen del islam, lo que ha originado una especie de reticencia o rechazo a todo lo musulmán (velo, pañuelo, etc.) como símbolo de beligerancia hacia los valores llamados occidentales. Ahora bien, una sociedad no puede presumir de sí misma si no es respetuosa con el otro, con lo ajeno. En mi ciudad, aunque se coexiste, parece predominar un respeto por lo ajeno y distinto a lo propio, si bien cada vez más son los debates que se producen en torno al modelo de ciudad que se pretende construir. Esto pasa indefectiblemente por el reconocimiento de todas y cada una de las peculiaridades de sus ciudadanos. P.: La Melilla mediterránea en la era de la globalización produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. ¿Cómo ves el futuro de Melilla en las próximas décadas? ¿Será la tierra de todos? ¿Será una Melilla pluriciudadana? R.: El futuro pasa por un diálogo y entendimiento reales y sinceros. No existe otra solución, estamos condenados a entendernos. Las generaciones futuras, nuestros hijos, fruto de la mezcolanza (matrimonios mixtos), serán, a buen seguro, nuestros mejores transmisores. Ellos comprenderán mejor que nadie que hay que cambiar en el lenguaje el vosotros por el nosotros y, si llegamos a esa meta, habrá una convivencia real y sincera.
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2.2. Entrevista con Fernando Miguel Belmonte
P.: Dice el escritor y diplomático francés Paul Morand que las ciudades que consiguen sobrevivir a través del tiempo y del espacio suelen conservar su color, su olor e, incluso, su sabor de manera tan indefinible como personal, ¿se puede aplicar este dicho a la Melilla de hoy? R.: Melilla es una ciudad singular por su emplazamiento físico, por su historia, por su composición poblacional, por su urbanismo y, sobre todo, por su situación liminar entre Oriente y Occidente, el Norte y el Sur, Europa y África, la Biblia y el Corán. Todo eso le imprime un carácter peculiar y perceptible a los sentidos, identificable, mucho más cuando sus signos más externos —los edificios y arterias del centro modernista— han permanecido prácticamente inalterables con el paso de las décadas. La falta de desarrollo productivo, la carencia de industrias, el descenso demográfico producido a partir del fin del Protectorado y la nula actividad constructora durante casi 30 años constituyen indicadores que revelan un estancamiento económico y social de la ciudad. Ese letargo, del que empezó a desperezarse en 1985 con la progresiva incorporación a la ciudadanía de la población de origen amazigh, tuvo un impacto paradójicamente positivo para la fisonomía más reconocible de la ciudad, toda vez que la ausencia de un desarrollismo ciego evitó que la especulación urbanística acabara —como en tantas otras ciudades mediterráneas— con la mayoría de edificios, rincones e inmuebles significativos. Con todo, una ciudad construida con plurales mimbres puede conservar un color propio y comúnmente perceptible (el «rojizo fulgor» de Melilla que cantan los poetas es un conjunto de tonalidades que igual aprecia el cristiano que el musulmán), pero, respecto de los olores y sabores, no aseguraría por mi propia experiencia que Melilla destilara a lo largo de su historia y en todos sus barrios un único olor o un único sabor. Mi memoria gustativa y olfativa, cuando me he ausentado un tiempo relativamente largo de Melilla, no me ha traído recuerdos nítidos ni uniformes. De Melilla extrañaba no un olor determinado sino la combinación de olores, que iban y venían en una sucesión desordenada. Y lo mismo me pasaba con los sabores: recordaba la mezcla, no uno determinado. Por lo tanto, puede aplicarse la afirmación de Morand a Melilla, con la salvaguarda de que la personalidad de su sabor y de su olor radica precisamente en su alternante y/o abigarrada variedad. P.: Melilla es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella mestiza que es ahora su mejor seña de identidad. ¿Estás de acuerdo con esta percepción? ¿Y definirías la Melilla de hoy como una ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita? R.: Hablas de la «huella mestiza» como la «mejor seña de identidad» de Melilla y, a continuación, me preguntas si estoy de acuerdo con «esta percepción». De entrada, te diré que podemos hablar de algo más que de percepción, entendida como categoría apreciable por los sentidos. La huella mestiza ya no solo es objeto de percepción, sino también de acreditación documental. Vayamos a los números. Los matrimonios mixtos (personas casadas con otras de etnia diferente) son cada vez más frecuentes. Pero lo más significativo es que son aceptados con plena naturalidad por las respectivas familias y amistades, mientras que hace dos décadas eran motivo de aislamiento social y de estigma. Tales uniones solían producirse únicamente en ambientes lumpen —eran cosa, se decía, de putas y legionarios—, pero hoy constituyen moneda corriente en todas las clases sociales, hasta el punto de estimarse, de acuerdo con los datos del Padrón Municipal de 2008, en un 8% el número de familias mixtas. Hablamos de familias
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nucleares, lo que supone que, aproximadamente, un 30% de la población tiene algún pariente perteneciente a otra etnia (cuñados/as, sobrinos/as, yernos/nueras, primos/primas, etc.). No parece arriesgado pronosticar un incremento exponencial, en los próximos años, de los lazos de consanguinidad y/o colateralidad entre los miembros de las distintas etnias. Esto es, avanzamos casi imperceptiblemente hacia un estadio de mestizaje, de síntesis cultural, que va más allá de la multiculturalidad (un sistema donde se respetan las diferencias, pero que no implica, necesariamente, la interrelación entre las culturas ni asegura que estas no se desarrollen en compartimentos estancos, a espaldas unas de otras) e, incluso, de la interculturalidad (donde sí se establece una interrelación e intercambios de experiencias entre las culturas). En mi opinión, conviene, no obstante, aclarar que los tres tipos de manifestaciones de la diversidad (multiculturalidad, interculturalidad y mestizaje) coexisten simultáneamente en la ciudad, variando según los distritos y la intensidad de las interacciones entre personas de etnias distintas. De todos modos, no me resisto a terminar este punto sin referirme a una reveladora anécdota: la primera persona nacida en Melilla este año (a las 00.20 horas del 1 de enero de 2011) fue registrada con el nombre de Farah del Carmen Pérez Mohamed. Toda una metáfora de este tiempo y este lugar, de cómo la fusión se impone a la fisión. P.: Las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, pero no son construcciones compactas, inmutables, sino que están sujetas a cambios. La identidad es una construcción permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces inestables y traumáticos en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades polimorfas, resultado del roce (matrimonio mixto) o hibridación de los diferentes pueblos de la tierra. ¿Qué piensas sobre esta afirmación? R.: Estaré en mejores condiciones de contestarte a esta pregunta cuando pasen unos años y podamos testar cómo evolucionan las nuevas generaciones melillenses «resultado del roce o hibridación». En principio, es inobjetable que las actuales sociedades tienden a ser plurales. Melilla —más concretamente, su devenir histórico en el tratamiento de la multiculturalidad—, en cierto modo es un laboratorio donde se ven reflejados y combinados de manera empírica muchos de los fenómenos sociales a los que se enfrentan los pueblos, cada vez más plurales, de la Unión Europea (ue). Se trata de un lugar periférico pero, al mismo tiempo, central en el, para tantos agoreros, temido cruce de civilizaciones. La ue no puede desentenderse de la suerte que pueda correr el experimento pluralista de Melilla, pues será indicio de la que siga en el conjunto de Europa. Proclamar el «fracaso total» del multiculturalismo, como hiciera en octubre de 2010 la canciller alemana Angela Merkel, tiene tanta lógica como certificar la defunción del arco iris. Los colores existen, por mucho que nos empeñemos en ensalzar las excelencias del monocromatismo. Vivimos en tiempos globalizadores y la añoranza no basta para retroceder a la Europa del cuius regio, eius religio. Lo multicultural en las sociedades avanzadas es un hecho, materialmente comprobable e independiente de nuestras filias y fobias, y, desde un punto de vista analítico, muy forzadamente puede conceptuarse como fracaso o como victoria. Otra cosa es que hayan fracasado los modos de afrontar el fenómeno multicultural. P.: ¿En qué consistió la ley de extranjería de 1985 que desarrollas en tu libro y en qué violentaba al colectivo bereber melillense? R.: La ley de extranjería de 1985 en realidad no era ni buena ni mala. O mejor dicho, lo perverso no estaba en su letra o en su espíritu; lo inaceptable es que se intentara aplicar a unas personas nacidas o criadas en territorio nacional (en Melilla) solo por ser de diferente origen étnico o de,
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presumiblemente, diferente credo religioso al de la mayoría de los españoles. En otras palabras, la ley de extranjería de 1985 pretendía que los imazighen melillenses aceptaran ser extranjeros en su propia tierra, unos metecos de la modernidad. Se les ofrecía el reconocimiento de todos sus derechos cívicos y personales, pero a cambio de la renuncia a los derechos políticos, es decir, a votar y ser votado, a participar en los asuntos y decisiones públicas. Los imazighen pagarían impuestos, pero no podrían deliberar sobre su ulterior uso, esto es, impuestos sin representación. La ley de extranjería constituyó el último intento de institucionalizar «constitucionalmente» el apartheid sociopolítico de casi la mitad de la población melillense. La resistencia a tamaña ignominia produjo un cambio trascendental no solo para la oprimida comunidad amazigh sino también para el conjunto de la ciudadanía y, en especial, para la comunidad de origen europeo que comprendió que el futuro de Melilla era un futuro plural o no habría futuro. Asumió que el miedo al otro paraliza y atenaza a las sociedades. Y es que Melilla, durante décadas, vivió bajo el síndrome del miedo al moro. El temor a una invasión lenta y pacífica (la denominada Marcha de la Tortuga) de personas de origen marroquí justificó las más aberrantes situaciones jurídicas. La españolidad de Melilla, se argumentaba falazmente, fue vinculada a la negación de los derechos más elementales de los melillenses de origen amazigh, a los que se descalificaba como potenciales quintacolumnistas al servicio de las pretensiones anexionistas marroquíes. Por ello, se les privó del derecho a participar en los asuntos públicos de su ciudad y se les inaplicó la Constitución española hasta casi diez años después de su promulgación. Una mayoría satisfecha supeditaba la vigencia efectiva de los derechos humanos a razones de Estado, a la supervivencia de las costumbres occidentales y de la única fe verdadera. Aceptar el pluralismo con todas sus consecuencias se consideraba una debilidad, una flaqueza de espíritu que conduciría, inevitablemente, a la disolución de una forma (la única forma civilizada) de ver y vivir el mundo. Aquella cerrazón, esa estrategia de fortificarse contra una realidad tozudamente diversa, solo condujo a un callejón sin salida, a un enconamiento que estuvo en un tris de convertirse en un baño de sangre. Aquella experiencia histórica de lucha cívica contra la ley de extranjería en Melilla ofrece enseñanzas universales en estos tiempos en que el miedo al otro, fundamentalmente el miedo a lo islámico, está presente en discursos y prácticas extendidas por toda Europa. De ahí las crecientes manifestaciones de racismo, xenofobia y populismo fascistizante. La crisis sistémica (económica, política, social y moral) que agarrota al planeta refuerza las corrientes ideológicas más antisolidarias y excluyentes, alimentadas a su vez por un triunfante capitalismo totalizante que pone en cuestión la naturaleza democrática de los Estados, al desplazar los centros de decisión política desde los órganos de la representación popular a los mercados financieros y a las grandes corporaciones transnacionales. El desarme moral y cívico así como la sensación de impotencia de los ciudadanos ante lo irrelevante de sus opiniones o sus votos se canalizan en la búsqueda de chivos expiatorios contra los que aliviar las frustraciones acumuladas. El inmigrante, el no blanco, el no cristiano son percibidos como amenazas, como instrumentos de desintegración de las naciones europeas y de todas las certezas conocidas. La misma melodía, tal vez con otra letra, contra la que Melilla decidió, hace más de un cuarto de siglo, insonorizarse para evitar su autodestrucción. La construcción del modelo convivencial pluralista melillense nació de una decisión colectiva guiada por la racionalidad. Tras los conflictos de los años 1985-87, en los que la intolerancia y la falta de solidaridad de la comunidad de origen europeo hacia sus convecinos de cultura amazigh abocó a la ciudad al borde del abismo, la inmensa mayoría de la población —de una y otra etnia— llegó a la conclusión de que
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solo dos opciones se presentaban en el horizonte: o el enfrentamiento segmentario permanente (la «libanización») o la aceptación del respeto activo a la diversidad como principio rector de las relaciones entre las distintas comunidades culturales, en especial, entre las dos mayoritarias y políticamente relevantes: la de origen peninsular y la amazigh. Las élites dominantes hasta 1985 comprendieron que resultaba imposible que cuajara ningún proyecto de ciudad si, como hasta entonces, cinco de cada seis melillenses imazighen continuaban sometidos a un apartheid económico, social, cultural y político. El llamado Proceso de Regulación Documental, abierto en 1987, supuso que miles de personas dejaran de ser tratadas como extranjeras en su propia tierra y se incorporaran a la ciudadanía, nacional y europea, en un plano de estricta igualdad con los que ufanamente se autodenominaban «españoles de toda la vida». P.: El sociólogo francés de origen argelino Abdelmalek Sayad, autor del libro La doble ausencia, subraya que existir es existir políticamente, no hay integración sin integración política. La visibilidad del melillense bereber es fundamentalmente política. Aunque sus problemas se presentan bajo la forma de reivindicaciones sociales o culturales, su fin último es conseguir ser reconocido como parte de la ciudadanía, ejerciendo sus derechos colectivos y democráticos. Una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. ¿Me puedes hablar de la visibilidad del melillense bereber y su incorporación a los centros de decisión política?, ¿de su incorporación al espacio público? R.: La respuesta anterior avala esa convicción, expresada por Sayad, de que sin integración política no existe una integración real. Eso mismo lo entendieron, sin leer a Sayad, los imazighen melillenses hace 25 años cuando rechazaron una norma que les tentaba con una serie de concesiones a cambio de la renuncia al derecho a la participación política. Los poderes públicos plantearon así la cuestión: sean ustedes visibles en el mundo laboral, en el religioso, en el de las costumbres, en el de cumplir sus obligaciones fiscales, pero desaparezcan de la faz del planeta cuando tratemos de cuestiones políticas, cuando planeemos cómo será la ciudad en la que ustedes viven, pero sobre cuyo proyecto ustedes nada tienen que decir. En las dos primeras elecciones municipales (las de 1979 y 1983), de 196 candidatos repartidos en las distintas candidaturas, solo hubo un aspirante de origen amazigh, situado además en un puesto honorífico (el número ocho de la candidatura del Partido Comunista de España). Un cuarto de siglo después, el nuevo paradigma de convivencia, pluralista e integrador se ha consolidado, aun con sus deficiencias y sus imperfecciones, como única alternativa válida. En tan breve periodo (mucho más teniendo en cuenta la lentitud de los procesos de cambio cultural, siempre a la zaga de las innovaciones jurídico-institucionales), se han experimentado avances que, bajo la óptica del viejo paradigma, serían inimaginables. Y, sin embargo, se han producido dentro de una misma generación. Si una persona se hubiera marchado de Melilla hace solo 20 años y, después de perder toda conexión con ella, regresara ahora, no saldría de su asombro al comprobar que: - El himno oficial describe a la ciudad como «musulmana, cristiana y judía». Lejos quedan otras composiciones musicales semioficializadas que, machaconamente, resaltaban la idea de Melilla como avanzadilla de Occidente y baluarte de la cristiandad frente al hereje sarraceno. - Desde 2010, una de las dos festividades oficiales locales es el Aid el Kebir (Fiesta del Sacrificio o Pascua Grande musulmana). La decisión, sin parangón en España desde la toma de Granada por los reyes católicos en 1492, fue adoptada unánimemente por todos los miembros de la Asamblea de la Ciudad Autónoma.
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- El Estatuto de Autonomía vigente (LO 2/1995, del 13 de marzo), en el «Preámbulo», confiere a los poderes públicos el deber de estimular «el respeto, comprensión y aprecio de la pluralidad cultural de Melilla». El mismo propósito anima la redacción del Art. 5.2. h, que establece como objetivo básico de las instituciones locales «la promoción y estímulo de los valores de comprensión, respeto y aprecio de la pluralidad cultural y lingüística de la población melillense». - En relación con el punto anterior, la lengua tamazight es objeto de protección y promoción. Lo que antes se desdeñaba como jerga vergonzante propia de patanes y de chusma extranjera, hoy los políticos de cualquier partido lo realzan como parte principal del patrimonio común de todos los melillenses. La televisión pública local emite programación en tamazight desde muchos años antes de que se permitiera en Marruecos algo semejante. Incluso la televisión propiedad de los obispos —Popular TV Melilla— incluye espacios íntegramente —y sin subtítulos— hablados en la lengua originaria amazigh. La Ciudad Autónoma impulsa y costea un seminario permanente para la enseñanza y aprendizaje del idioma vernáculo de los imazighen, aunque, como todo es mejorable, opinamos que de lege ferenda sería de justicia incluir, en una futura modificación del Estatuto de Autonomía, una mención expresa al tamazight. Posiblemente, en 1995, año en que se aprobó el estatuto, el proceso de cambio cultural de la sociedad melillense todavía no había progresado lo suficiente y se prefirió, por prudencia o pusilanimidad, una alusión genérica a la «pluralidad lingüística». Dieciséis años después, muy difícilmente alguien con representación en las instituciones se negaría a agregar dicha mención explícita. El propio presidente del Consejo Mundial Amazigh, el profesor y diputado francés —originario de la Kabilia argelina— Lounes Belkacem, resaltó el tratamiento normalizado que la lengua tamazight recibe en Melilla, en contraste con otros lugares donde es perseguida: «Cuando en la mayoría de los Estados la realidad amazigh es reprimida brutalmente, en Melilla se desenvuelve de forma normalizada. Melilla tiene todas las posibilidades para ser un estandarte o un espejo, ante el mundo, del hecho amazigh», dijo ante la prensa local el 22 de enero de este año (2011). Belkacem subrayó, con palabras que hacemos nuestras, la confluencia simbiótica de lo amazigh y lo europeo: Aquí, en Melilla, hay una realidad cultural, lingüística e histórica amazigh, pero también europea. Y no existen grandes diferencias entre la tradición y cultura amazigh y la europea. Ambas culturas buscamos el conocimiento desde la laicidad y ambas reivindicamos la laicidad como vía de entendimiento en el espacio público, dejando el hecho religioso reservado a la intimidad o a la vida doméstica.
Los ciudadanos imazighen están presentes en los órganos de dirección de todos los partidos políticos con representación institucional. Uno de ellos, Mustafa Aberchán, ha ostentado el más alto de los cargos locales: la Presidencia de la Ciudad Autónoma; otro, Abdelkader Mohamed, ha sido parlamentario europeo; y un tercero, Abdelmalik el Barkani, ocupa en la actualidad la Vicepresidencia del gobierno local. Los tres tienen una biografía común: vivieron su infancia y juventud como apátridas, sin más documentos que una llamada tarjeta de estadística, que solo tenía un valor censal —el de contar personas como se contaban a los borregos que entraban en Melilla— y que no otorgaba ningún derecho a sus titulares, ni siquiera el de no ser expulsados del territorio nacional —de su tierra— por una orden administrativa, sin opción a tutela judicial alguna. P.: Estamos viendo que últimamente Melilla se está erigiendo en un laboratorio de diálogo interreligioso que se encamina hacia la normalización del islam y su integración en el espacio público (por ejemplo, la celebración de la Fiesta del Cordero como fiesta local melillense y la
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asunción del mes del Ramadán como una de las señas de la identidad cultural de Melilla). Además, y como señalas en tu libro, el velo no choca, y prima lo que llamas el principio de naturalidad hacia los asuntos religiosos. Dicho diálogo interreligioso no se queda en la mera coexistencia, que con frecuencia desemboca en indiferencia, insolidaridad o simple tolerancia hacia las personas que tienen otro credo religioso distinto del nuestro o no tienen ninguno. Tiene como objetivo crear un modelo de convivencia, de comunicación fluida, de relación simétrica, de interacción de las religiones para la construcción de un mundo interreligioso, intercultural, interétnico más justo y humano. ¿Me puedes retratar el modelo de convivencia religiosa melillense y el papel del islam en esa convivencia? R.: El número de mezquitas supera al de iglesias de culto católico: catorce, las primeras y, nueve, las segundas. Se completa el mosaico con seis sinagogas y un templo hindú, además de dos centros evangélicos donde oran la mayoría de los miembros de la comunidad gitana/romaní. El mes de Ramadán incide tanto como las Navidades en el acontecer de la vida cotidiana de todos los melillenses, con independencia de su credo o de su ateísmo. El calendario escolar declara fechas no lectivas, además de las principales de las dos confesiones mayoritarias, el Yom Kippur judío y el Happy Diwali (el año nuevo hindú). No se conoce ninguna protesta ni de particulares ni de grupos, instituciones o entes asociativos en contra de la construcción de mezquitas o por el volumen de la megafonía en las llamadas a la oración desde los alminares. El hecho religioso se vive bajo el principio de la naturalidad. En Melilla, por citar un asunto controvertido en otras latitudes, nadie se rasga las vestiduras ni se indigna porque, dentro de los hospitales, luzcan el velo islámico las médicas, enfermeras o pacientes (en los casos en los que tal prenda no afecte al tratamiento) o porque, en los colegios, lo porten maestras o alumnas. Como tampoco es motivo de escándalo o de reproche social que mujeres de confesión musulmana vistan falda corta, lleven el pelo descubierto o desfilen con biquini en los concursos de misses. La participación de personas de una etnia en rituales sociales (bodas, bautizos, entierros…) de otras constituye algo ordinario, por lo que más que intercambiar experiencias y expresiones culturales, las diversas comunidades tienden a compartirlas. En cuanto al papel del islam en esa convivencia, como el papel de cualquier otra religión, coincido con Sami Naïr en que las únicas reglas de juego innegociables en el tinglado multicultural y multirreligioso son: 1) la supremacía, dentro del espacio público, del poder civil y el ordenamiento constitucional (temporal) sobre cualquier institución o normativa religiosa; y 2) la inequívoca aceptación de la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres. P.: La Melilla mediterránea en la era de la globalización produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. ¿Cómo ves el futuro de Melilla en las próximas décadas? ¿Será la tierra de todos? ¿Será una Melilla pluriciudadana? R.: No hay logro o progreso humano cuya continuidad esté garantizada para siempre. La convivencia democrática y pluralista hay que cultivarla y nutrirla permanentemente, además de estar alerta para detectar y combatir las causas que la debilitan. Por ello, no conviene ocultar que, si bien el Proceso de Regulación Documental propició la extensión de la ciudadanía —y el consiguiente disfrute de derechos fundamentales— a miles de personas, tal legalización (constitucionalización) jurídica-administrativa-institucional de la ciudad no fue acompañada
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de medidas de discriminación positiva dirigidas a compensar las décadas de opresión sufridas por la comunidad amazigh. No se establecieron políticas que promovieran y aseguraran la aplicación y fruición real y efectiva de los derechos formalmente reconocidos. La inacción de los poderes públicos supuso que los ciudadanos recién incorporados a la legalidad constitucional comenzaran a ejercer la ciudadanía en unas desfavorables y disminuidas condiciones materiales de partida. La consecuencia es que, en la actualidad, la distribución de la pobreza, la marginación y la exclusión siguen pautas muy similares a las de hace un cuarto de siglo. Dos distritos (de los ocho en los que se divide la ciudad), habitados casi en exclusiva por imazighen, presentan los índices más altos de desempleo, trabajo informal y fracaso educativo. Es en estas zonas donde se concentran los focos potenciales de ira social, donde se registra una mayor vulnerabilidad ante el clientelismo político y una creciente permeabilidad ante los cantos de sirena del fundamentalismo segmentario (promocionado por grupos antisistema). Y no es por casualidad que, en estos distritos empobrecidos y propensos a la formación de guetos, lo multicultural se exprese más en términos de coexistencia que de convivencia. Contrarrestar este estado de cosas con planes de intervención integral, a fin de impedir que la parte contamine al todo y que la lógica divisionista y segmentaria arruine un modelo esperanzador de tratamiento de la diversidad, es tarea obligada de todos los poderes públicos. De los locales y nacionales, pero también de los comunitarios, pues concierne al conjunto de los europeos que, en los territorios fronterizos de la ue de la ribera sur del Mediterráneo, se consolide un proyecto de convivencia que conciba la diversidad como un valor, jamás como un obstáculo o una rémora, lo que comporta una aproximación al otro que no exija su alienación cultural ni su subordinación sociopolítica. Entonces, sí, Melilla podría ser esa tierra de todos, esa terra omnium con la que soñaron quienes pusieron tal nombre a la organización nacida para combatir la ley de extranjería.
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2.3. Entrevista con Sonia Gámez Gómez
P.: Dice el escritor y diplomático francés Paul Morand que las ciudades que consiguen sobrevivir a través del tiempo y del espacio suelen conservar su color, su olor e, incluso, su sabor de manera tan indefinible como personal, ¿se puede aplicar este dicho a la Melilla de hoy? ¿Nos puedes hablar del legado modernista de Melilla? R.: No creo que Melilla conserve plenamente el color, olor o sabor de antaño, la ciudad se transforma con el paso del tiempo, aunque sigue manteniendo ese carácter esencial impuesto por su situación geográfica y fronteriza. Melilla cuenta con un legado modernista importantísimo. Sin embargo, a mi parecer, no se le ha dado la importancia que merece por parte de la Administración; si así fuese, hoy la ciudad ocuparía un lugar más destacado culturalmente. Melilla alardea continuamente de su modernismo, sin embargo, el mantenimiento de este legado es insuficiente y superficial. Pienso que es necesario abordar el tema desde distintos puntos de vista, a partir de equipos interdisciplinares serios para tomar medidas protectoras juiciosas que revaloricen este legado excepcional. P.: Melilla es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella mestiza que es ahora su mejor seña de identidad. ¿Estás de acuerdo con esta percepción? ¿Y definirías la Melilla de hoy como una ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita? R.: Siento decir, desearía que fuese de otra manera, que en Melilla no se da el mestizaje, al menos yo no tengo esa percepción, desgraciadamente. Melilla es una ciudad multicultural donde conviven diferentes comunidades religiosas y etnias distintas, una ciudad donde es evidente la discriminación entre grupos que hace palpable el fuerte etnocentrismo existente de unos frente a otros. Sin embargo, me gustaría ser positiva y pensar que, en la actualidad y gracias a algunas instituciones culturales de la ciudad, esta situación está cambiando, lentamente quizás, pero tenemos ejemplos esperanzadores; en este sentido, hemos podido disfrutar de actividades (congresos, jornadas, conferencias, etc.) que dan a conocer la cultura de las diferentes etnias o grupos religiosos que viven en la ciudad; por ejemplo, creo que el pueblo de Melilla comienza a asimilar la riqueza cultural de nuestros vecinos imazighen, ignorada y rechazada durante muchísimo tiempo. P.: Las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, pero no son construcciones compactas, inmutables, sino que están sujetas a cambios. La identidad es una construcción permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces inestables y traumáticos en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades polimorfas, resultado del roce (matrimonio mixto) o hibridación de los diferentes pueblos de la tierra. ¿Qué piensas sobre esta afirmación? R.: Creo que esta afirmación es cierta y me alegra pensar que así sea. Sin embargo, para llegar a estas sociedades plurales o híbridas aceptadas por todos, queda un largo camino por recorrer. Para ello, debemos partir de una educación recíproca en la tolerancia, en la hospitalidad y en la apertura pluralista, que tenga como base el respeto entre grupos. Debería estar plenamente desarrollado el concepto de educación intercultural para ser llevado a la práctica. Cada día es más común que las aulas de los colegios estén compartidas por niños y niñas de culturas o etnias distintas, hecho que no debería ser obviado; habría que aprovechar esta situación cada
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vez más frecuente y emplear la educación intercultural como algo positivo en este proceso hacia sociedades plurales auténticas y consolidadas. P.: El sociólogo francés de origen argelino Abdelmalek Sayad, autor del libro La doble ausencia, subraya que existir es existir políticamente, no hay integración sin integración política. La visibilidad del melillense bereber es fundamentalmente política. Aunque sus problemas se presentan bajo la forma de reivindicaciones sociales o culturales, su fin último es conseguir ser reconocido como parte de la ciudadanía, ejerciendo sus derechos colectivos y democráticos. Una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. ¿Me puedes hablar de la visibilidad del melillense bereber y su incorporación a los centros de decisión política?, ¿de su incorporación al espacio público? R.: Creo que, a día de hoy, no podemos hablar de una visibilidad plena del bereber melillense en el ámbito político, pues no ha culminado aún el proceso de integración hacia los centros de decisión ni han sido reconocidos plenamente como parte de la ciudadanía. Por otro lado, el concepto integración, en este caso, puede tener una cara negativa, dado que, en este proceso de incorporación, probablemente van a producirse situaciones en las que los individuos, normalmente pertenecientes a aquellos grupos excluidos del espacio público, en este caso el melillense de origen bereber, se puedan ver obligados a renunciar a su propia cultura o identidad para pertenecer a la mayoritaria y dominante. Sin ánimo de ser pesimista ante esta situación integradora, creo que este hecho se produce en la ciudad de Melilla pues, a veces, he tenido la percepción de que el bereber melillense rechaza su identidad y procedencia, dificultando así su propia incorporación al espacio público como bereber. P.: Estamos viendo que últimamente Melilla se está erigiendo en un laboratorio de diálogo interreligioso que se encamina hacia la normalización del islam y su integración en el espacio público (por ejemplo, la celebración de la Fiesta del Cordero como fiesta local melillense y la asunción del mes del Ramadán como una de las señas de la identidad cultural de Melilla). Además, como señala Belmonte en su libro, el velo femenino no choca, y prima lo que llama dicho autor el principio de naturalidad hacia los asuntos religiosos. Dicho diálogo interreligioso no se queda en la mera coexistencia, que con frecuencia desemboca en indiferencia, insolidaridad o simple tolerancia hacia las personas que tienen otro credo religioso distinto del nuestro o no tienen ninguno. Tiene como objetivo crear un modelo de convivencia, de comunicación fluida, de relación simétrica, de interacción de las religiones para la construcción de un mundo interreligioso, intercultural, interétnico más justo y humano. ¿Me puedes retratar el modelo de convivencia religiosa melillense y el papel del islam en esa convivencia? R.: La religión juega un papel fundamental en todos los procesos integradores que se producen en Melilla. Creo que se ha dado un paso importante al incorporar las festividades religiosas musulmanas en el calendario de la ciudad; sin embargo, mi percepción es que el islam sufre aún un fuerte rechazo por parte de la ciudadanía melillense no musulmana. Por lo tanto, debemos seguir avanzando para crear un modelo de ciudad intercultural de verdad, no creo que se haya conseguido aún, como bien he dicho anteriormente, estamos más cerca de un modelo de convivencia multicultural que intercultural, por lo tanto, no es un modelo exportable todavía, tenemos que mejorar muchas cuestiones para que Melilla pueda ser un ejemplo de auténtica ciudad plural. P.: La Melilla mediterránea en la era de la globalización produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la
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distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. ¿Cómo ves el futuro de Melilla en las próximas décadas? ¿Será la tierra de todos? ¿Será una Melilla pluriciudadana? R.: Quiero pensar que Melilla se convertirá en un modelo de ciudadanía que sirva de ejemplo a otras ciudades del mundo. Este hecho no se va a producir de inmediato, pasarán años o décadas, no lo sé, pero, para conseguirlo, Melilla debe abrirse mucho más; los melillenses, y cuando digo melillenses me quiero referir a todos los ciudadanos, independientemente de su religión, etnia o cultura, todos ellos deben evolucionar hacia la tolerancia, abrir sus mentes sin cuestionarse los unos a los otros. Generalizando, creo que la mentalidad colectiva de la ciudad es cerrada, desconfiada y recelosa, por lo que debe cambiar urgentemente, la ciudadanía debe aceptar que vive en una sociedad heterogénea, rica culturalmente y de la que todos debemos aprender sacando lo mejor de cada uno.
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2.4. Entrevista con Rosa María Marqués Leiva
P.: Dice el escritor y diplomático francés Paul Morand que las ciudades que consiguen sobrevivir a través del tiempo y del espacio suelen conservar su color, su olor e, incluso, su sabor de manera tan indefinible como personal, ¿se puede aplicar este dicho a la Melilla de hoy? ¿Nos puedes hablar del legado modernista de Melilla y de la figura del arquitecto Enrique Nieto? R.: Claro que se puede aplicar a la Melilla de hoy. Yo, como melillense que vive en la península, concretamente en Granada, sigo disfrutando cuando regreso a mi tierra, como hacía en mi niñez, del olor a especias de los mercados, del sabor de los pinchos hechos al carbón y del aroma de la hierbabuena, y me maravillo del azul del cielo, con esa luz tan especial que tiene Melilla. Por lo que respecta a la segunda pregunta, contesto como consorte del biógrafo del arquitecto Salvador Gallego y afirmo que Melilla sería otra si Enrique Nieto no hubiera arribado a la costa norteafricana y no se hubiera asentado en la urbe hasta su muerte. P.: Melilla es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella mestiza que es ahora su mejor seña de identidad. ¿Estás de acuerdo con esta percepción? ¿Y definirías la Melilla de hoy como una ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita? R.: Sí, estoy de acuerdo. La Melilla de hoy, como bien planteas, es una ciudad multicultural, no debemos olvidar que cristianos, musulmanes, hebreos e hindúes conviven y se relacionan pacíficamente. Los ritos y las festividades de unos son comprendidos y hasta a veces celebrados por los otros. También es cosmopolita. Su situación en la costa mediterránea africana la ha acercado a diferentes culturas desde siempre. P.: Las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, pero no son construcciones compactas, inmutables, sino que están sujetas a cambios. La identidad es una construcción permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces inestables y traumáticos en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades polimorfas, resultado del roce (matrimonio mixto) o hibridación de los diferentes pueblos de la tierra. ¿Qué piensas sobre esta afirmación? R.: Estoy de acuerdo con ella y la ciudad de Melilla es un claro ejemplo. P.: El sociólogo francés de origen argelino Abdelmalek Sayad, autor del libro La doble ausencia, subraya que existir es existir políticamente, no hay integración sin integración política. La visibilidad del melillense bereber es fundamentalmente política. Aunque sus problemas se presentan bajo la forma de reivindicaciones sociales o culturales, su fin último es conseguir ser reconocido como parte de la ciudadanía, ejerciendo sus derechos colectivos y democráticos. Una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. ¿Me puedes hablar de la visibilidad del melillense bereber y su incorporación a los centros de decisión política?, ¿de su incorporación al espacio público? R.: Como bien dije al principio, soy melillense, pero no vivo en la ciudad, sino en Granada, por lo que no estoy tan al tanto de la realidad bereber como los que allí habitan, no obstante, creo que en Melilla hay representantes de todas las etnias en las distintas instituciones que hay en la ciudad: comerciales, judiciales, asistenciales, culturales y, por supuesto, políticas. Es uno de los puntos fundamentales de la integración.
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P.: Estamos viendo que últimamente Melilla se está erigiendo en un laboratorio de diálogo interreligioso que se encamina hacia la normalización del islam y su integración en el espacio público (por ejemplo, la celebración de la Fiesta del Cordero como fiesta local melillense y la asunción del mes del Ramadán como una de las señas de la identidad cultural de Melilla). Además, como señala Belmonte en su libro, el velo femenino no choca, y prima lo que llama dicho autor el principio de naturalidad hacia los asuntos religiosos. Dicho diálogo interreligioso no se queda en la mera coexistencia, que con frecuencia desemboca en indiferencia, insolidaridad o simple tolerancia hacia las personas que tienen otro credo religioso distinto del nuestro o no tienen ninguno. Tiene como objetivo crear un modelo de convivencia, de comunicación fluida, de relación simétrica, de interacción de las religiones para la construcción de un mundo interreligioso, intercultural, interétnico más justo y humano. ¿Me puedes retratar el modelo de convivencia religiosa melillense y el papel del islam en esa convivencia? R.: Tratar a tu prójimo como a ti mismo es uno de los conceptos fundamentales del catolicismo y yo soy católica, por lo que no creo hayan de hacerse distingos, sino respetarse. El respeto es la base de la convivencia. Si todos nos respetamos, ¿qué más da qué religión profesemos? El modelo melillense debería poder ser exportado, por supuesto. P.: La Melilla mediterránea en la era de la globalización produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. ¿Cómo ves el futuro de Melilla en las próximas décadas? ¿Será la tierra de todos? ¿Será una Melilla pluriciudadana? R.: Por supuesto, así lo espero.
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2.5. Entrevista con Salvador Gallego Aranda
P.: Dice el escritor y diplomático francés Paul Morand que las ciudades que consiguen sobrevivir a través del tiempo y del espacio suelen conservar su color, su olor e, incluso, su sabor de manera tan indefinible como personal, ¿se puede aplicar este dicho a la Melilla de hoy? ¿Nos puedes hablar del legado modernista de Melilla y de la figura del arquitecto Enrique Nieto? R.: Sin duda alguna, Melilla responde a los sentidos. La luz melillense, española y norteafricana, hace que visualicemos los colores de forma diferente, mucho más nítidos, mucho más intensos. El día dura más que en la península, por lo que, lógicamente, anochece más tarde. Su claridad vespertina es incomparable. Es un paraje para pintar, es un paisaje para fotografiar, pues tiene, como telón de fondo, un azul de múltiples matices maravillosos. En cuanto a los olores, son inconfundibles la humedad y, con ella, el salitre y, en relación con su sabor, la frescura de su pescado y marisco, la hierbabuena del té moruno y, hasta hace pocos años, en el barrio de Triana, cerca del Industrial, el aroma que desprendía el tueste diario del Café Vda. de Gallego. En relación con la segunda pregunta, el patrimonio arquitectónico melillense es sobresaliente en relación con su entorno más cercano, tanto en la península, como en el continente africano. El legado modernista, obra, principalmente, de Enrique Nieto (colaborador del maestro de Reus, Gaudí), nos habla de la importancia de la Melilla contemporánea como cabeza de puente del Protectorado español de Marruecos en su parte oriental. De Nieto, hay que decir que es uno de los pocos arquitectos en el mundo que pudo proyectar y construir una mezquita, una sinagoga y varias capillas cristianas. Es el arquitecto templario por excelencia, incluso el inmueble donde hoy se asienta el templo hindú, aunque no pensado en un primer momento para ello, es obra del arquitecto barcelonés. En su obra podemos ver el sincretismo religioso del que nos enorgullecemos los melillenses. P.: Melilla es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella mestiza que es ahora su mejor seña de identidad. ¿Estás de acuerdo con esta percepción? ¿Y definirías la Melilla de hoy como una ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita? R.: Por supuesto, el melillense, aunque muchas veces no se dé cuenta de ello e incluso reniegue, en ocasiones, no puede evitar el conocimiento de las diferentes etnias que se asientan o pasan por nuestra ciudad en busca de otros destinos. Es una ciudad frontera, pero no solo desde el punto de vista del mapa político que separa naciones, lo que nos relacionaría con el mundo muslímico, principalmente, y sus variantes islamistas, sino a su vez del pueblo itinerante y perseguido por antonomasia, como es el hebreo, sin olvidarnos de los gitanos, cuya presencia existe en Melilla aunque no sea marca de excelencia su comercialización como genuino, y, por fin, los hindúes, comerciantes por excelencia. Por lo que respecta a la segunda pregunta, definiría Melilla como multicultural, intercultural o cosmopolita; diría que es fundamentalmente intercultural aunque su génesis como ciudad moderna es cosmopolita y su proceso de integración ha pasado por etapas multiculturales. No obstante, dependiendo del entrevistado y de su formación, vivencia o estancia prolongada o no en la ciudad, los conocimientos de la historia de la urbe, etc., cualquiera de los tres conceptos son aceptables e identificadores. P.: Las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, pero no son construcciones compactas, inmutables, sino que están sujetas a cambios. La identidad es una construcción permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces
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inestables y traumáticos en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades polimorfas, resultado del roce (matrimonio mixto) o hibridación de los diferentes pueblos de la tierra. ¿Qué piensas sobre esta afirmación? R.: Por si acaso, a lo que me planteas, te digo que sí; que si a nivel estético, lo ecléctico, lo historicista evoluciona en nuestra civilización desde hace más de doscientos años, cómo no lo va a hacer el hombre y la mujer, que son los creadores. P.: El sociólogo francés de origen argelino Abdelmalek Sayad, autor del libro La doble ausencia, subraya que existir es existir políticamente, no hay integración sin integración política. La visibilidad del melillense bereber es fundamentalmente política. Aunque sus problemas se presentan bajo la forma de reivindicaciones sociales o culturales, su fin último es conseguir ser reconocido como parte de la ciudadanía, ejerciendo sus derechos colectivos y democráticos. Una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. ¿Me puedes hablar de la visibilidad del melillense bereber y su incorporación a los centros de decisión política?, ¿de su incorporación al espacio público? R.: Solo hay que mirar las listas presentadas por los diferentes partidos políticos en las últimas elecciones para saber que hay una plena integración del musulmán español en la política nacional, independientemente del signo político y de los partidos, en esencia, de orientación mayoritaria islámica. Recientemente, se ha nombrado a Abdelmalik el Barkani Abdelkader como delegado de Gobierno de la ciudad de Melilla y la periodista Fadela Mohatar ha ocupado un cargo de responsabilidad en la gestión melillense —e, incluso, hemos tenido un presidente de la Ciudad Autónoma musulmán, como dr. Mustafa Aberchán—, cosa que ya lleva haciendo Simi Chocrón, como consejera de Cultura, desde hace años, y ha habido ofertas para involucrar a la familia hindú en dicho organigrama rector ciudadano. Se visualiza, pues, que los españoles, en su conjunto, independientemente del credo que profesen, participan activamente en el espacio público del Estado español. P.: Estamos viendo que últimamente Melilla se está erigiendo en un laboratorio de diálogo interreligioso que se encamina hacia la normalización del islam y su integración en el espacio público (por ejemplo, la celebración de la Fiesta del Cordero como fiesta local melillense y la asunción del mes del Ramadán como una de las señas de la identidad cultural de Melilla). Además, como señala Belmonte en su libro, el velo femenino no choca, y prima lo que llama dicho autor el principio de naturalidad hacia los asuntos religiosos. Dicho diálogo interreligioso no se queda en la mera coexistencia, que con frecuencia desemboca en indiferencia, insolidaridad o simple tolerancia hacia las personas que tienen otro credo religioso distinto del nuestro o no tienen ninguno. Tiene como objetivo crear un modelo de convivencia, de comunicación fluida, de relación simétrica, de interacción de las religiones para la construcción de un mundo interreligioso, intercultural, interétnico más justo y humano. ¿Me puedes retratar el modelo de convivencia religiosa melillense y el papel del islam en esa convivencia? R.: Ambas, religión y cultura, su conocimiento y difusión, son, sin lugar a dudas, los principios rectores que marcan la convivencia entre los habitantes de una misma ciudad. Su exportación y aplicación positiva en otras poblaciones y naciones dependerá de muchos factores, entre ellos, el que se conciten y se den las mismas peculiaridades, circunstancias o avatares que se han dado y, derivación de ello, se dan en Melilla. Una idéntica predisposición a lo ejemplarizante y una educación en la convivencia desde la más tierna infancia (yo tuve la suerte de compartir aula
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y bancas con un hebreo, un hindú y un musulmán, en el Colegio La Salle) son una actitud y herramienta muy eficaces. Es, indiscutiblemente, un modelo a seguir y difundir porque es cierto que se convive felizmente en Melilla. Una de las bases sobre las que se cimienta es un respeto maduro y, con ello, una comprensión transigente hacia las manifestaciones culturales ajenas. Este ejercicio contribuye a tener la «mirada limpia» y visualizar la realidad del otro, ayuda a participar de sus anhelos, esperanzas, expectativas y creencias, así como a ser consciente de su pasado, presente y futuro. P.: La Melilla mediterránea en la era de la globalización produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. ¿Cómo ves el futuro de Melilla en las próximas décadas? ¿Será la tierra de todos? ¿Será una Melilla pluriciudadana? R.: Confío en que Melilla siga siendo lo que ya es: un lugar de encuentro de ciudadanos de distintos parajes continentales que conviven, felizmente, con los autóctonos (naturales o no, de la ciudad); un centro de acogida de los más desfavorecidos, de los más perseguidos, de ilusiones humanas que se proyectan en otros espacios y todo sobre la base de un respeto absoluto a los derechos fundamentales del ser humano. Paralelamente, hay que decir que Melilla ha sido, desde su contemporaneidad, tierra de todos y eso es gracias a la potestad que han ejercido los sucesivos gobiernos democráticos españoles. ¿Por qué habría que cambiar la fórmula cuando todos los habitantes de distintas ideologías y credos están satisfechos de su statu quo? ¿Por qué?
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2.6. Entrevista con Ángel Castro Maestro
P.: Dice el escritor y diplomático francés Paul Morand que las ciudades que consiguen sobrevivir a través del tiempo y del espacio suelen conservar su color, su olor e, incluso, su sabor de manera tan indefinible como personal, ¿se puede aplicar este dicho a la Melilla de hoy? En tu novela El porvenir del olvido persigues avanzar por los recovecos de la memoria y la nostalgia, así como transportar al lector a la Melilla sefardí, ¿nos puedes describir el papel que ha tenido el colectivo sefardí en la configuración de la Melilla plural? R.: Es cierto que las ciudades sobreviven a través del tiempo conservando su olor, su color y su sabor, pero estas percepciones son muy subjetivas y dependen en gran medida de las experiencias personales. Están tan condicionadas por cómo le ha ido a uno en esa ciudad, pueden ser tan cambiantes que no me atrevo a decir que la definición literaria de la ciudad pueda ser una percepción real… La lírica, la épica y la dramática de cada sitio han de quedarse en el interior de cada uno y comunicarlas exclusivamente en los registros y opiniones subjetivas. En cuanto al papel del colectivo sefardí en la configuración de la Melilla plural, he de decir que efectivamente fue un papel muy importante, decisivo, sin duda. Los judíos sefardíes afincados en Melilla desde mitad del siglo xix, muchos hostigados en Marruecos, vinieron buscando tranquilidad para hacer prosperar sus negocios y sus intereses y, a partir de la guerra de O’Donnell (1859), se afincaron en nuestra ciudad. La comunidad fue creciendo y, con la tranquilidad que vinieron buscando, fueron prosperando y quizás quisieron devolverle a esta ciudad el ciento por uno de lo que esta ciudad les dio. Apostaron decididamente por la modernización en tiempos del ensanche de la ciudad a primeros del siglo xx y comenzaron a construir la nueva Melilla. Ellos fueron los que encargaron y pagaron a arquitectos e ingenieros la construcción del actual centro modernista de la ciudad. La inmensa mayoría de los promotores fueron familias sefardíes… y, desde el principio, se constituyeron en una activa comunidad perfectamente incardinada en la sociedad melillense que contribuyó decisivamente a la modernización de la ciudad y a sus avances. P.: Melilla es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella mestiza que es ahora su mejor seña de identidad. ¿Estás de acuerdo con esta percepción? ¿Y definirías la Melilla de hoy como una ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita? R.: Estoy de acuerdo en lo de la variedad intercultural y religiosa y de acuerdo en que el proceso de diversificación se va haciendo permeable a todos los niveles, quizás no a mucha velocidad, pero no se está haciendo mal. Melilla es una ciudad de diversidad cultural, religiosa y social, pero desde hace ya decenas de años… y hay avances en la interculturalidad… Aunque lo de la interculturalidad es que no lo entiendo… ¿Qué es intercultural? ¿Entreculturas? Si lo que se pretende es que haya cruce entre ellas, lo hay, pero no sé si se influyen unas a otras. No lo sé. De todas maneras, se confunde demasiado la multiculturalidad con la variedad de religiones presentes aquí. De cualquier modo, como la convivencia entre grupos de diferentes religiones y de diferentes núcleos sociales y económicos no es mala, deberíamos, hace ya mucho tiempo, haber constituido un laboratorio sociológico universitario para exportar nuestras conclusiones. P.: Las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, pero no son construcciones compactas, inmutables, sino que están sujetas a cambios. La identidad es una construcción
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permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces inestables y traumáticos en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades polimorfas, resultado del roce (matrimonio mixto) o hibridación de los diferentes pueblos de la tierra. ¿Qué piensas sobre esta afirmación? R.: Pues creo que es sencillo. Todas las sociedades son un mosaico de identidades aunque haya una cultura dominante, muchas culturas, una religión dominante o múltiples credos… Todas tienen personas distintas e identidades polimorfas. Lo único no es bueno. P.: El sociólogo francés de origen argelino Abdelmalek Sayad, autor del libro La doble ausencia, subraya que existir es existir políticamente, no hay integración sin integración política. La visibilidad del melillense bereber es fundamentalmente política. Aunque sus problemas se presentan bajo la forma de reivindicaciones sociales o culturales, su fin último es conseguir ser reconocido como parte de la ciudadanía, ejerciendo sus derechos colectivos y democráticos. Una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. ¿Me puedes hablar de la visibilidad del melillense bereber y su incorporación a los centros de decisión política?, ¿de su incorporación al espacio público? R.: Desde el movimiento de 1985 en el que el asunto de la transparencia de los melillenses de origen bereber comienza a regularizarse, se constata un ingreso de esos melillenses en los espacios públicos. Tímidamente en un principio, pero cada vez con más fuerza y evidencia… y pienso que así tiene que ser. La incorporación es paulatina y va creciendo, aunque por supuesto cuanta más alta es la exigencia intelectual o académica, las incorporaciones son menores. Pues esto no se soluciona en una generación y no es algo sobre lo que convenga improvisar o acelerar artificialmente. Uno debe acceder a los puestos dirigentes demostrando capacitación y preparación, y eso no se improvisa…, pero se está en el camino. Además, el reciente nombramiento de un melillense de origen bereber como delegado del Gobierno reafirma estas palabras. P.: Estamos viendo que últimamente Melilla se está erigiendo en un laboratorio de diálogo interreligioso que se encamina hacia la normalización del islam y su integración en el espacio público (por ejemplo, la celebración de la Fiesta del Cordero como fiesta local melillense y la asunción del mes del Ramadán como una de las señas de la identidad cultural de Melilla). Además, como señala Belmonte en su libro, el velo femenino no choca, y prima lo que llama dicho autor el principio de naturalidad hacia los asuntos religiosos. Dicho diálogo interreligioso no se queda en la mera coexistencia, que con frecuencia desemboca en indiferencia, insolidaridad o simple tolerancia hacia las personas que tienen otro credo religioso distinto del nuestro o no tienen ninguno. Tiene como objetivo crear un modelo de convivencia, de comunicación fluida, de relación simétrica, de interacción de las religiones para la construcción de un mundo interreligioso, intercultural, interétnico más justo y humano. ¿Me puedes retratar el modelo de convivencia religiosa melillense y el papel del islam en esa convivencia? R.: Creo que he contestado anteriormente a esto. La religión es una opción personal que debe quedarse en el espacio privado, en lo público debe imperar la libertad de elección religiosa. Por tanto, solo debe trascender a ese espacio público el concepto de fiesta por la celebración, que si es compartida es mucho mejor. Los diálogos entre las religiones hay que dejarlos para la esfera íntima de los creyentes. Los poderes públicos han de limitarse a garantizar la igualdad en cuanto a la libertad religiosa…, a que nadie sea tratado diferente por tener tal o cual religión, por no tenerla o por no ser religioso.
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P.: La Melilla mediterránea en la era de la globalización produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. ¿Cómo ves el futuro de Melilla en las próximas décadas? ¿Será la tierra de todos? ¿Será una Melilla pluriciudadana? R.: No sé qué significa eso de pluriciudadana… Si quiere decir que será de ciudadanos de muchos orígenes, culturas, credos y formas de vida, pues me imagino que sí, como todas las ciudades, o se hacen de ciudadanos diversos o, si no, malo…; pero repito que el término no lo entiendo bien. Melilla, en las próximas décadas, entiendo que tenderá a ser una ciudad más solidaria, justa y comprometida con sus ciudadanos. Pero, en definitiva y así tiene que ser, la ciudad que sus ciudadanos quieran que sea.
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2.7. Entrevista con Abderrahman Benyahya
P.: Dice el escritor y diplomático francés Paul Morand que las ciudades que consiguen sobrevivir a través del tiempo y del espacio suelen conservar su color, su olor e, incluso, su sabor de manera tan indefinible como personal, ¿se puede aplicar este dicho a la Melilla de hoy? R.: Es una afirmación fruto de la nostalgia y una visión estática de la realidad, por no definirla de conservadora. Los olores se diluyen o transforman con el tiempo, es en nuestra memoria donde se registran olores, sabores y sensaciones; en ello influye también nuestro estado de ánimo, que evoca olores e, incluso, sabores también cuando recordamos, nuestros olfatos y paladares evocan olores y sabores. Sería frustrante que mi ciudad conservara los olores y sabores del pasado, unos olores que evocan el sabor de la explotación de miles de rifeñas, rifeñas que acudían a la llamada de la sirena, con salarios que apenas suponían nada, por ejemplo en las fabricas de salazones donde eran explotadas a cambio de una mísera comida que adquirían en las pequeñas tiendas de ultramarinos: la cena para la familia, y solo eso, una humilde cena que, para no mermar la dignidad de los comensales, no la denomino como mísera cena. Un salario que suponía, con mucho esfuerzo, poder mantener las despensas, porque del resto se tenían que encargar los cabizbajos maridos. El recuerdo me evoca el salino sabor del sudor en las zanjas y otras obras que hoy son la infraestructura de mi ciudad. Sería triste que mi ciudad conservara el olor y sabor de esos niños que eran explotados como freganchines en bares, o el olor del betún. No solo mi ciudad, todas las ciudades se transforman porque evolucionan, algunas veces para mal, pero también se transforman sus olores y sabores, no son iguales los aromas de la libertad y la justicia que la pestilencia de la injusticia y la explotación. P.: Melilla es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella mestiza que es ahora su mejor seña de identidad. ¿Estás de acuerdo con esta percepción? ¿Y definirías la Melilla de hoy como una ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita? R.: El capital de Melilla no es su multiculturalidad ni su multiconfesionalidad, es constatable que cualquier ciudad española o europea alberga mayor número de etnias, culturas y confesiones en el mismo espacio geográfico; lo que hace de Melilla una ciudad modelo es su composición poblacional, donde dos grandes comunidades, tras vivir de espaldas, empezaron a coexistir y, en la actualidad, salvo insignificantes excepciones, están decididas a convivir. Melilla representa un equilibrio cultural donde los distintos elementos culturales parten de la base del detrimento de lo distinto en beneficio de lo plural. El mestizaje cultural es ancestral y no contemporáneo, las actuales culturas, aunque es cierto que se conciben como culturas propias de la ciudad, todavía no se asimilan como propias en lo individual. El mestizaje cultural es, por tanto, fruto del pasado, y el mérito de dicho mestizaje corresponde a aquellos occidentales que fueron capaces de asimilar la cartografía de Al-Idrisi, el racionalismo de Averroes y su transmisión de la enseñanza clásica, que dieron cabida a Copérnico y Galileo, a quienes asumieron los tratados de medicina de Avicena o la álgebra de Al-Corasmi. Lo que disfrutamos en Melilla es la multiculturalidad en positivo, porque no hay que olvidar que la multiculturalidad es una realidad neutra, puede ser positiva o negativa, pues es la constatación de la existencia de distintos grupos culturales que conviven o coexisten en un mismo espacio geográfico. Por ello, la sociedad civil debe seguir redoblando esfuerzos para asentar la interrelación de las culturas,
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porque solo interrelacionándose se consigue la interculturalidad que da paso al renacimiento de las culturas, porque la cultura, si se mantiene estanca, se degenera y desaparece, la cultura solo sobrevive con la aportación de otras culturas, de ahí la importancia de la interculturalidad. P.: Las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, pero no son construcciones compactas, inmutables, sino que están sujetas a cambios. La identidad es una construcción permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces inestables y traumáticos en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades polimorfas, resultado del roce (matrimonio mixto) o hibridación de los diferentes pueblos de la tierra. ¿Qué piensas sobre esta afirmación? R.: A menudo, otorgamos valor de cultura a las tradiciones; cuando estas forman parte de la misma, son un elemento más que junto a la religión, las leyes, la geografía y los modos de vida configuran las culturas. La cultura solo se vivifica si evoluciona, si se mezcla y entra en contacto con otras culturas, si es aportadora y receptora; mientras que si cae en el proteccionismo se transforma en rígida, se aísla, degenera y se convierte en mero rescoldo cultural, si es que no muere y desaparece. Los matrimonios mixtos no son la garantía de la interculturalidad si no van precedidos de la igualdad, porque si no la cultura más débil será absorbida por la más fuerte; sin igualdad, el débil asimila la lengua, la tradición y la costumbre del más fuerte y renuncia a la propia, por lo que se rompe la cadena de transmisión cultural, solo desde la justicia y la igualdad es posible la mezcolanza cultural. Las sociedades siempre han sido plurales, siempre han existido movimientos migratorios que han transformado las culturas, no se puede hablar de cultura sin la aportación de los distintos pueblos, ¿acaso es concebible la cultura española sin la aportación de celtas, visigodos, fenicios, árabes, imazighen y otros pueblos?, ¿podríamos entender la cultura amazigh sin la aportación de judíos, cartagineses o fenicios?, ¿podríamos entender nuestra antropología y etimología sin la aportación de los distintos pueblos? Es con la aportación de los pueblos cuando las culturas se convierten en génesis de las culturas que evolucionan y se consagran como cultura común. P.: ¿En qué consistió la ley de extranjería de 1985 y en qué violentaba al colectivo bereber melillense? ¿Qué papel desempeñaron las mujeres bereberes melillenses ancianas y jóvenes en los acontecimientos de 1985? Fernando Belmonte, en su documentado libro La ley de extranjería de 1985 y la transformación del espacio público en la ciudad de Melilla, destaca el papel activo de la mujer y del hombre musulmán en las movilizaciones y en las concentraciones contra dicha ley de extranjería, donde plantaron cara a las brutales cargas policiales, ¿puedes destacar a algún líder del colectivo musulmán de entonces? R.: La ley de extranjería fue el pretexto que la comunidad musulmana necesitaba para rebelarse contra una situación inaceptable donde una parte de la población vivía en régimen de pseudoesclavitud, suponía el intento de un gobierno de declarar oficialmente a la comunidad musulmana como extranjera en su propia tierra, una vuelta de tuerca más, por parte de los socialistas, a la humillación política y social a la que el franquismo tenía sometida a la mitad de la población melillense. Con la ley de extranjería de 1985, el gobierno socialista, ante la inminente entrada en la entonces Comunidad Económica Europea, pretendía el camino más corto para legalizar su situación en Melilla, ya que en el ordenamiento jurídico español solo existían o españoles o extranjeros, mientras que en Melilla existía una población en un limbo legal en el cual no era considerada española, pero que tampoco era extranjera.
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El colectivo musulmán, utilizando los únicos instrumentos asociativos que tenía, la Asociación Musulmana y Terra Omnium, organizó las comisiones de barrios y, junto a estas, se constituyó el Comité Coordinador del Colectivo Musulmán, una organización democrática en la que hombres y mujeres aportaron sus capacidades en torno a una única figura representativa. La participación de hombres y mujeres jóvenes en las comisiones de barrios y en las sedes de la organización, además de ejemplar, ha sido imprescindible para la marcha del movimiento, jóvenes que trabajaron desinteresadamente sin ningún tipo de ánimo y menos aún con ánimo de protagonismo. La participación de los mayores no es menos destacable si tenemos en cuenta que a este colectivo de mayores apenas se le permitía labores tan simples como las de administrar sus mezquitas en un Estado donde la libertad religiosa llevaba casi dos décadas en vigor. Personas como el entrañable Alati, al que el alcalde socialista Gonzalo Hernández cerró su comercio en el Mercado del Real como represalia por su participación en el movimiento; como los hermanos «Rusos», que sacrificaron su carrera artística en la ciudad; como Husein y su cámara fotográfica, que ha sufrido más de una represalia; y como Abderrahman Amekran, Abdelkader Okicho, Allal Maach, Alí Mimon, el capitán Ouariachi, Hamed Aizmani, Buarhair, Alí Charradi, entre otros, son grandes olvidados por la amnesia que nos afecta a las personas cuando alcanzamos nuestros objetivos, personas que decidieron entregarse por completo a una lucha justa. Además, la lucha del colectivo musulmán hubiera sido estéril sin la participación de la mujer, mujeres mayores y valientes como Fattuma, Haja Fadma, Meriem, Arquia, Luisa y muchas más añadieron a su labor de sacar adelante a sus familias, la nueva labor de dedicar tiempo diario a participar activamente en la organización del movimiento. Chicas jóvenes que, además de su lucha inherente como mujer en una sociedad machista, asumieron la lucha por un colectivo asfixiado por la injusticia, desde las oficinas o desde los aparatos de propaganda dejaron su impronta contribuyendo a perfilar un movimiento pacifista, pero intransigente con la injusticia de la discriminación; chicas jóvenes como Mimunt Hamu, Samira Briwech, Naima, Aicha, la difunta Samira y otras jóvenes cambiaron su modo de vida para implicarse en un movimiento porque creían que ese tipo de sociedad no era propio para las generaciones venideras. Juntos, hombres y mujeres, mayores y jóvenes, al margen de su clase social, contribuyeron en la transformación de una Melilla cuartelaria en una sociedad democrática. El movimiento del 85 supuso para Melilla la génesis de su sociedad civil. P.: El sociólogo francés de origen argelino Abdelmalek Sayad, autor del libro La doble ausencia, subraya que existir es existir políticamente, no hay integración sin integración política. La visibilidad del melillense bereber es fundamentalmente política. Aunque sus problemas se presentan bajo la forma de reivindicaciones sociales o culturales, su fin último es conseguir ser reconocido como parte de la ciudadanía, ejerciendo sus derechos colectivos y democráticos. Una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. ¿Me puedes hablar de la visibilidad del melillense bereber y su incorporación a los centros de decisión política?, ¿de su incorporación al espacio público? R.: Solo se existe si se existe políticamente, solo se es reconocido cuando se forma parte de los órganos de los centros de decisión. La existencia y la pertenencia dotan al individuo del estatus de ciudadano, y ser ciudadano es precisamente contribuir, desde sus posibilidades, a la construcción permanente de una sociedad; no es la obtención del derecho a la ciudadanía la que nos dota de la
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consideración de ciudadano, sino la participación y la implicación como ciudadanos, igual que no es abogado quien se licencia en derecho, sino quien ejerce la abogacía. P.: Estamos viendo que últimamente Melilla se está erigiendo en un laboratorio de diálogo interreligioso que se encamina hacia la normalización del islam y su integración en el espacio público (por ejemplo, la celebración de la Fiesta del Cordero como fiesta local melillense y la asunción del mes del Ramadán como una de las señas de la identidad cultural de Melilla). Además, como señala Belmonte en su libro, el velo femenino no choca, y prima lo que llama dicho autor el principio de naturalidad hacia los asuntos religiosos. Dicho diálogo interreligioso no se queda en la mera coexistencia, que con frecuencia desemboca en indiferencia, insolidaridad o simple tolerancia hacia las personas que tienen otro credo religioso distinto del nuestro o no tienen ninguno. Tiene como objetivo crear un modelo de convivencia, de comunicación fluida, de relación simétrica, de interacción de las religiones para la construcción de un mundo interreligioso, intercultural, interétnico más justo y humano. ¿Me puedes retratar el modelo de convivencia religiosa melillense y el papel del islam en esa convivencia? R.: Las sociedades contemporáneas deben relegar la etnia y la religión al espacio privado e íntimo y hacer imperar la única identidad común, que no puede ser otra que la identidad de ciudadanos. El individuo es de donde reza, de donde trabaja, de donde paga impuestos y contribuye a generar riqueza material e intelectual; donde vive y existe es el presente, y la procedencia es el pasado, un pasado que es bueno tener presente para avanzar, rectificar y mejorar. La sociedad melillense de origen amazigh ha sufrido un letargo en su incorporación a la sociedad civil. Si bien es cierto que, por táctica necesaria en su momento, los imazighen tuvieron que hacerse visibles desde organizaciones religiosas y socioculturales, no es menos cierto que, con la aparición de partidos políticos en el seno de este colectivo, se ha recurrido a lo étnico y religioso como principal reclamo político. Con sus llamadas a la unidad, se ha mermado la posibilidad de que los imazighen se incorporen a las fuerzas políticas tradicionales, a organizaciones profesionales, sindicales y asociativas; además, las organizaciones vecinales han adquirido viejos vicios, inculcados por una clase política que no creyó en la construcción de una sociedad emancipada, sino subsidiaria, vicios que imposibilitan un verdadero funcionamiento democrático. Estas circunstancias nos llevan a realidades tan surrealistas como que una organización religiosa trate con autoridades de otro país problemas fronterizos, asunto que compete a los gobiernos, o se posicione políticamente a favor de determinadas fuerzas políticas e intervenga activamente en campañas electorales, o también se dan las circunstancias en las que organizaciones vecinales actúan como organizaciones religiosas. Por su parte, en Melilla, la religión o las religiones no han supuesto nunca amenaza alguna para nadie, no me cabe la menor duda de que el islam en Melilla puede contribuir a la construcción de una sociedad intercultural, pues el islam y, especialmente, el maliquismo nos han legado una rica jurisprudencia con la que el musulmán puede perfectamente adaptar su modo de vida a una sociedad laica como la española. Somos en este caso los musulmanes quienes debemos hacer un esfuerzo reformador basado en nuestras propias fuentes jurídicas, un esfuerzo que debe partir de la visión de un mundo cada vez más globalizado e interrelacionado, con unas relaciones que parten de una serie de principios básicos como la reciprocidad, y debemos concienciarnos de la existencia de unas reglas que, sin entrar en la exageración del igualitarismo, nos hagan a todos los ciudadanos iguales ante la ley. No deben existir diferencias por nuestra condición religiosa: un ciudadano no es superior a otro por profesar o no una determinada religión, la incitación al odio y al racismo está tipificada
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como delito y no es extrapolable el desarrollo de la religiosidad de otra realidad distinta a la nuestra. Melilla es un buen laboratorio al que hay que dotar de los instrumentos necesarios para experimentar nuevas formas de convivencia porque se ha demostrado en esta ciudad que la religión no supone alteración alguna de ningún modo de vida; el hijab es una prenda con la que el melillense está familiarizado y los melillenses disfrutan del Ramadán o la Navidad indistintamente de su condición religiosa. Asimismo, las fuerzas políticas españolas deben tener en cuenta los avances que en esta materia está llevando a cabo el gobierno popular en Melilla, cómo es posible conciliar ciudadanía y religiosidad y cómo las religiones se pueden convertir en instrumentos a favor de la convivencia. En Melilla, hemos pasado de la tolerancia religiosa al respeto multirreligioso en un breve espacio de tiempo y lo hemos conseguido resaltando aquello que nos une, pero la asignatura pendiente de las religiones es destacar aquello que nos divide, porque también existe, aletargado pero existe. Ahora bien, es una asignatura que no podemos superar solo desde Melilla, por eso es necesario convertir a Melilla en un foro de debate y de estudio de las religiones y plantear interrogantes que, posiblemente en otros lugares, son sencillamente implanteables. P.: La Melilla mediterránea en la era de la globalización produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. ¿Cómo ves el futuro de Melilla en las próximas décadas? ¿Será la tierra de todos? ¿Será una Melilla pluriciudadana? R.: El futuro de Melilla pasa por avanzar y dar el paso de la Melilla de las culturas a la cultura melillense, por inculcar en sus ciudadanos el sentimiento profundo de pertenencia común en detrimento de la pertenencia a colectivos, consiguiendo así una identidad común basada en nuestra ciudadanía, en la condición de melillenses, por compartir las mismas inquietudes por el futuro y por abordar los mismos problemas. Para la consecución del sentimiento de pertenencia común es necesario corregir los desequilibrios existentes entre las distintas comunidades, las lacras y los déficits no deben identificarse con una determinada comunidad y se debe trabajar en la senda de desterrar de los imaginarios colectivos la sensación de ser distintos; es necesario construir una Melilla a través de una sociedad civil heterogénea en su constitución, profundizando en un tejido asociativo democrático donde los colectivos no se identifiquen por su condición étnica ni religiosa, sino por su pertenencia a colectivos sectoriales y como contribuyentes a un proyecto común de ciudad y de ciudadanía. La Melilla del futuro ha de ser una ciudad emancipada económicamente y, para ello, se debe construir una sociedad productiva que releve a la actual Melilla subsidiada y deficitaria.
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2.8. Entrevista con Antonio Bravo Nieto
P.: Dice el escritor y diplomático francés Paul Morand que las ciudades que consiguen sobrevivir a través del tiempo y del espacio suelen conservar su color, su olor e, incluso, su sabor de manera tan indefinible como personal, ¿se puede aplicar este dicho a la Melilla de hoy?, ¿nos puedes hablar del legado modernista de Melilla? R.: Resulta muy interesante el planteamiento de su pregunta, pero contestarla supone asumir una gran dosis de subjetividad, puesto que no nos pondríamos de acuerdo en definir realmente la línea de interacción que existe entre la ciudad y sus habitantes. Es cierto que los habitantes hacen, viven y transforman la ciudad, pero también —cuando la ciudad ya está hecha— que esta puede llegar a modificar el comportamiento de las personas que ahí viven. El que Melilla haya persistido como realidad urbana a lo largo de muchos siglos y en el mismo lugar (recordemos los restos fenicios del siglo vi a. C.) lógicamente influye consciente o inconscientemente sobre cualquier persona que viva en ella y que esté dispuesta a dejarse empapar por su realidad. La historia es herencia, tanto la física como la inmaterial, y una correcta asimilación de esta historia es una forma de poder definirse con originalidad en estos tiempos de globalización. El legado modernista es un importante factor de este proceso, en el sentido de que nos puede resultar muy útil reflexionar qué tipo de sociedad y circunstancias favorecieron que se edificara una ciudad que tiende a la belleza y a la monumentalidad. P.: Melilla es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella mestiza que es ahora su mejor seña de identidad. ¿Estás de acuerdo con esta percepción? ¿Y definirías la Melilla de hoy como una ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita? R.: Efectivamente, como tal espacio urbano y por sus circunstancias geográficas y vitales, también ha permitido la formación de una sociedad caracterizada por la diversidad, por diferentes formas culturales que comparten el espacio y las aspiraciones de sentirse parte de un proyecto común. Históricamente esto no es nuevo y, en otros periodos históricos (en la Rusaddir púnico-mauritana y romana, por ejemplo), la ciudad ya fue un claro ejemplo de mestizaje. No me suelen gustar los calificativos utilizados para encasillar (o encajonar) a las personas; son miradas sesgadas que nublan nuestro entendimiento. No obstante, Melilla es intercultural, multicultural y será cosmopolita cuando sus gentes se den cuenta de que forman una sociedad original que ofrece modelos de convivencia ejemplares y que pueden ser objeto de reflexión. P.: Las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, pero no son construcciones compactas, inmutables, sino que están sujetas a cambios. La identidad es una construcción permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces inestables y traumáticos en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades polimorfas, resultado del roce (matrimonio mixto) o hibridación de los diferentes pueblos de la tierra. ¿Qué piensas sobre esta afirmación? R.: En muchas ocasiones los procesos que vive una sociedad son difíciles de definir y, más aún, de integrar en el corsé del lenguaje y de la forma de pensar de un momento concreto. La sociedad se va transformando a cada momento debido a mil factores y el inmovilismo por naturaleza nunca ha permitido que un grupo humano sobreviva o consiga adaptarse. Es casi una ley
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natural y evolutiva: cambiar y sobrevivir frente a la inadaptación, que conduce a la extinción. El ser humano precisamente se caracteriza por su capacidad de cambio, de transformarse y reinventarse. Y no hablamos de la sociedad en general, sino del hombre en particular que ve cómo en su propia vida tiene que asumir cambios drásticos de todo tipo. Lo que en nuestros días del año 2014 parece algo normal hubiese sido impensable y casi fantástico en 1970, así que el ser humano del siglo xxi debe adaptarse a que el cambio forme parte de su vida más cotidiana. La ciudad también es un ámbito de cambio, necesario, aunque hay que luchar para que ese cambio sea siempre a mejor, y permita abrir nuevas posibilidades y no cerrarlas. P.: ¿En qué consistió la ley de extranjería de 1985 y en qué violentaba al colectivo bereber melillense? ¿Qué papel desempeñaron las mujeres bereberes melillenses ancianas y jóvenes en los acontecimientos de 1985? Fernando Belmonte, en su documentado libro La ley de extranjería de 1985 y la transformación del espacio público en la ciudad de Melilla, destaca el papel activo de la mujer y del hombre musulmán en las movilizaciones y en las concentraciones contra dicha ley de extranjería, donde plantaron cara a las brutales cargas policiales, ¿puedes destacar a algún líder del colectivo musulmán de entonces? R.: Más que respuestas casi plantearía preguntas. Los procesos sociales más recientes han sido muy poco estudiados todavía y necesitan de mucha capacidad de interpretación para que consigamos entenderlos en toda su dimensión. Y no me refiero a conocer un relato detallado de los hechos concretos, sino a la necesidad de explicar los procesos acaecidos. Ya apuntaba en otro momento que lo que más me sorprendió de todo ello fue la rapidez con la que la sociedad melillense fue capaz de asumir un cambio que podría haber parecido en su momento traumático. Reflexionaba realmente sobre la gente de a pie, las personas anónimas que componen nuestra sociedad y que han vivido una revolución social con una normalidad que puede ser modélica. Sería interesante profundizar en estas cuestiones, que podrían depararnos estudios tan interesantes como sorprendentes. P.: El sociólogo francés de origen argelino Abdelmalek Sayad, autor del libro La doble ausencia, subraya que existir es existir políticamente, no hay integración sin integración política. La visibilidad del melillense bereber es fundamentalmente política. Aunque sus problemas se presentan bajo la forma de reivindicaciones sociales o culturales, su fin último es conseguir ser reconocido como parte de la ciudadanía, ejerciendo sus derechos colectivos y democráticos. Una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. ¿Me puedes hablar de la visibilidad del melillense bereber y su incorporación a los centros de decisión política?, ¿de su incorporación al espacio público? R.: Para un melillense, cualquier conciudadano de origen amazigh ha sido visible siempre, pero lo que sí ha cambiado ha sido la percepción que se tiene sobre su papel en la propia sociedad. El cambio del que hablábamos antes se ha hecho mucho más palpable en la forma de producirse esta incorporación a cualquier ámbito de la ciudad, ya sea en centros de decisión política o de cualquier otra índole. Por otro lado, no solo es bueno que esto se normalice, sino que favorece una cohesión de la ciudad basada precisamente en la participación colectiva y en el desarrollo de todas las capacidades humanas en un espacio público que debe ser compartido. P.: Estamos viendo que últimamente Melilla se está erigiendo en un laboratorio de diálogo interreligioso que se encamina hacia la normalización del islam y su integración en el espacio público (por ejemplo, la celebración de la Fiesta del Cordero como fiesta local melillense y la asunción del mes del Ramadán como una de las señas de la identidad cultural de Melilla).
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Además, como señala Belmonte en su libro, el velo femenino no choca, y prima lo que llama dicho autor el principio de naturalidad hacia los asuntos religiosos. Dicho diálogo interreligioso no se queda en la mera coexistencia, que con frecuencia desemboca en indiferencia, insolidaridad o simple tolerancia hacia las personas que tienen otro credo religioso distinto del nuestro o no tienen ninguno. Tiene como objetivo crear un modelo de convivencia, de comunicación fluida, de relación simétrica, de interacción de las religiones para la construcción de un mundo interreligioso, intercultural, interétnico más justo y humano. ¿Me puedes retratar el modelo de convivencia religiosa melillense y el papel del islam en esa convivencia? R.: Un espacio compartido siempre es un espacio de reflexión, y tanto para las religiones como para las culturas el contacto con otras opciones puede convertirse en un hecho enriquecedor. Pero también puede pasar lo contrario, y es que el contacto con lo diferente te lleve a encerrarte en ti mismo o en tu cultura impidiendo la permeabilidad, con lo cual las consecuencias serían negativas. En este sentido, Melilla es un laboratorio perfecto que hasta ahora no ha generado radicalismo, siendo deseable desde luego que no se genere en el futuro, y en este aspecto sí que es un modelo exportable. P.: La Melilla mediterránea en la era de la globalización produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. ¿Cómo ves el futuro de Melilla en las próximas décadas? ¿Será la tierra de todos? ¿Será una Melilla pluriciudadana? R.: Melilla será lo que quieran los melillenses, y por melillense entiendo a todo aquel que viva en la ciudad y que la sienta como suya y esté dispuesto a que sea el ámbito donde se mueva y se desarrolla su vida. Su futuro depende, por tanto, de la capacidad de la población de adaptarse al cambio, de asumir su herencia histórica y de luchar por la idea de una ciudad plural no tanto en definiciones o encasillamientos culturales o religiosos, sino en una actitud y forma de pensar situadas en valores cívicos. Si la ciudad es capaz de conformar un nuevo ámbito de convivencia en el marco de una realidad democrática y en una sociedad madura, las posibilidades de proyectarse con fuerza hacia el futuro son muchas. Pensar ahora cómo será esa ciudad del futuro es un poco pretencioso porque, de hecho, la capacidad de adaptación ha sido una de sus constantes. Lo que sí es cierto es que esa meta ideal no es algo que nos vendrá dado con facilidad, y que hay que luchar y poner todo el empeño y esfuerzo en crear esa tierra de todos a la que usted se refiere.
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2.9. Entrevista con Fadela Mohatar Maanan
P.: Dice el escritor y diplomático francés Paul Morand que las ciudades que consiguen sobrevivir a través del tiempo y del espacio suelen conservar su color, su olor e, incluso, su sabor de manera tan indefinible como personal, ¿se puede aplicar este dicho a la Melilla de hoy? R.: Desde luego que sí. Como melillense y residente en la ciudad desde que nací, surge en muchas ocasiones, en conversaciones con amigos, por ejemplo, la necesidad de definir a una ciudad tan especial y tan plural como Melilla, algo que se consigue en muy pocas ocasiones porque son tantos los puntos de vista que se pueden sentar en una mesa para hablar del tema como los matices que nos ofrece la propia ciudad. Considero que toda la ambigüedad que la palabra indefinible nos puede ofrecer tiene cabida en una descripción de Melilla, es indefinible con una palabra porque contiene tantas diferentes en su acepción que no pueden ser mensuradas en un solo texto, en una sola oración. P.: Melilla es un espacio donde se condensan infinidad de procesos socioculturales y, a su vez, concepto históricamente forjado, necesario para entender procesos de globalización tales como la mezcla de etnias, religiones y culturas; procesos que han dejado una huella mestiza que es ahora su mejor seña de identidad. ¿Estás de acuerdo con esta percepción? ¿Y definirías la Melilla de hoy como una ciudad multicultural, intercultural y cosmopolita? R.: El vocablo mestiza es muy utilizado siempre en Melilla; son mestizos los hijos nacidos de padres de diferentes etnias o culturas, algo que en nuestra ciudad es muy común y a lo que no se le da, desde luego, ninguna importancia más de la que tiene en sí misma. La normalización de la mezcla es una de las grandes riquezas del pueblo de Melilla, lo que en otras ciudades puede verse como algo extraño o, incluso, no deseable es aquí un simple reflejo del modo de vivir que lleva este lugar, un modo de vivir en convivencia de todos con todos. Que Melilla es una ciudad intercultural es un hecho que debe seguir reforzándose y, si entendemos el ser cosmopolita como su acepción verdadera, como aquel que considera todos los lugares del mundo como su patria, entonces hay mucho de cosmopolita en los melillenses, que venimos de todos los sitios y juntos formamos una verdadera ciudad; pero si se entiende el cosmopolitismo como un símbolo de modernidad, habría que caminar hacia él, pero sin olvidar jamás nuestras raíces. P.: Las comunidades sociales no se mantienen inmóviles, pero no son construcciones compactas, inmutables, sino que están sujetas a cambios. La identidad es una construcción permanente que avanza mediante procesos muy variados, a menudo contradictorios, a veces inestables y traumáticos en un mundo cada día más globalizado. Nuestras sociedades tienden a ser plurales y en el futuro estarán compuestas de un mosaico de identidades polimorfas, resultado del roce (matrimonio mixto) o hibridación de los diferentes pueblos de la tierra. ¿Qué piensas sobre esta afirmación? R.: La sociedad cambia, y cada vez lo hace más rápido. Hace unos años se podían notar cambios en la sociedad de unas generaciones a otras, entre padres, hijos y abuelos. Ahora es todo muy distinto, el ritmo de vida es frenético y, si ya existe un cambio abismal entre nosotros y nuestros padres, se podría decir que nuestros hijos podrían ver varias sociedades diferentes en una sola vida. Lo que quiero decir con esto es que los pueblos no son herméticos, las ciudades están conectadas con otras ciudades, los países con otros países y, gracias a la tecnología de la información, cada individuo puede estar conectado con cientos de individuos residentes en otros países, con gente que vive la vida de una manera muy diferente a ellos. Creo que, en este caso, Internet ha supuesto un antes y un después en las relaciones entre los seres humanos de
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una dimensión que aún está por ver. El conocimiento de cada pueblo y las maneras de cada sociedad son ahora conocidos por cualquier persona que esté interesada en abrir su mente al conocimiento de los demás, y eso crea una riqueza cultural, pero también podría amenazar a las raíces y las tradiciones de la gente. Vivimos en un mundo tan globalizado que se corre el riesgo de perder las identidades individuales y colectivas en nombre del progreso, nuestros hijos conocen prácticamente cómo viven los niños de todas las partes del mundo, pero somos los padres quienes debemos inculcar en ellos el respeto a sus raíces, a sus costumbres, recuperar la tradición oral de los pueblos para ayudarles a crear su propia identidad, una identidad que, después, podrán mostrar al resto del mundo y perpetuar en sus propios descendientes. El progreso es maravilloso, pero corremos el riesgo de que nos haga perder la perspectiva sobre algo tan básico para la humanidad como el quién somos y de dónde venimos. P.: ¿En qué consistió la ley de extranjería de 1985 y en qué violentaba al colectivo bereber melillense? ¿Qué papel desempeñaron las mujeres bereberes melillenses ancianas y jóvenes en los acontecimientos de 1985? Fernando Belmonte, en su documentado libro La ley de extranjería de 1985 y la transformación del espacio público en la ciudad de Melilla, destaca el papel activo de la mujer y del hombre musulmán en las movilizaciones y en las concentraciones contra dicha ley de extranjería, donde plantaron cara a las brutales cargas policiales. ¿Puedes destacar a alguna mujer líder del colectivo musulmán de entonces? R.: La mujer musulmana participó de forma muy activa en las movilizaciones ciudadanas de mediados del 85 como parte indisoluble de un todo, un todo que acabó convirtiéndose, sin buscarlo, en el llamado colectivo musulmán. Aquella rebelión civil hay que situarla en la reacción natural de cualquier ser humano que se siente amenazado ante una superioridad que, en este caso, quería condenarlo a una inaceptable merma en su condición de sujeto de derecho en su propia tierra. En este contexto, la mujer, por su carácter reivindicativo y protector al mismo tiempo, no retrocedió ni un centímetro en la senda que se decidió emprender, llegando a convertirse en protagonista de una de las jornadas más decisivas de todo el movimiento y que, de hecho, llenó las primeras páginas de los periódicos nacionales y se convirtió en el principio de la resolución del conflicto. La brutal represión policial a la que haces referencia vino a ensañarse, precisamente, con las concentraciones blancas de las mujeres en la plaza de España, lo que las erigió, ante los ojos de todo el mundo, en el estandarte de la lucha. Ninguna de ellas fue, de forma individual o aislada, una líder que se reconociera ante el colectivo con nombre y apellidos, pero todas, allí donde estuvieran en aquellos años (en su casa, su instituto, su grupo de amigos, su barrio…), fueron una indiscutible activista con la misma o superior fuerza que los varones que ponían cara y voz a aquella movilización ciudadana. P.: El sociólogo francés de origen argelino Abdelmalek Sayad, autor del libro La doble ausencia, subraya que existir es existir políticamente, no hay integración sin integración política. La visibilidad del melillense bereber es fundamentalmente política. Aunque sus problemas se presentan bajo la forma de reivindicaciones sociales o culturales, su fin último es conseguir ser reconocido como parte de la ciudadanía, ejerciendo sus derechos colectivos y democráticos. Una identidad colectiva que no será nacional o étnica sino ciudadana, puesto que el concepto de ciudadanía es la identidad política fundamental de las sociedades democráticas y el mejor mecanismo de integración sociopolítica. ¿Me puedes hablar de la visibilidad del melillense bereber y su incorporación a los centros de decisión política?, ¿de su incorporación al espacio público?
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R.: Efectivamente, tras la superación del conflicto del 85 y visto ahora con la perspectiva del
tiempo, los melillenses hemos sabido tejer, no sin esfuerzo, una sociedad diversa y cada vez más receptiva con la necesidad de forjarse una identidad común, alejada de los prejuicios y fantasmas del pasado. Así las cosas, los hombres y mujeres bereberes van incorporándose lentamente a la construcción de esa ciudadanía a la que haces referencia y que tendría que pasar también por las esferas de decisión política. No es que sea necesario, es que ahora, ahora sí, es el discurrir natural de un conjunto de individuos agrupados socialmente. Mis hijos ya han crecido con otra percepción de su entorno, es como los que hemos crecido ya en democracia y no albergamos duda alguna de su consistencia y su idoneidad. Esos jóvenes a los que me refiero se han encontrado en una Melilla con ciudadanos que batallan, al menos, en igualdad de condiciones jurídicas e institucionales. Otra cosa es que todos hayamos tenido la oportunidad de partir desde el mismo puesto de salida. P.: Estamos viendo que últimamente Melilla se está erigiendo en un laboratorio de diálogo interreligioso que se encamina hacia la normalización del islam y su integración en el espacio público (por ejemplo, la celebración de la Fiesta del Cordero como fiesta local melillense y la asunción del mes del Ramadán como una de las señas de la identidad cultural de Melilla). Además, como señala Belmonte en su libro, el velo femenino no choca, y prima lo que llama dicho autor el principio de naturalidad hacia los asuntos religiosos. Dicho diálogo interreligioso no se queda en la mera coexistencia, que con frecuencia desemboca en indiferencia, insolidaridad o simple tolerancia hacia las personas que tienen otro credo religioso distinto del nuestro o no tienen ninguno. Tiene como objetivo crear un modelo de convivencia, de comunicación fluida, de relación simétrica, de interacción de las religiones para la construcción de un mundo interreligioso, intercultural, interétnico más justo y humano. ¿Me puedes retratar el modelo de convivencia religiosa melillense y el papel del islam en esa convivencia? R.: En efecto, Melilla se ha convertido en la primera ciudad de un país no islámico, junto con Ceuta, ciudad hermana, en celebrar de manera oficial la Fiesta de Aid el Kebir o Pascua del Sacrificio. Este paso de gigante, en cuanto a la visualización de las diferentes religiones y su reconocimiento en una sociedad realmente plural, no se ha llevado a cabo de la noche a la mañana, sino que ha sido fruto de un verdadero diálogo entre las culturas, de una verdadera convivencia en las calles y en las instituciones oficiales. Este hecho refleja la verdad de Melilla, una ciudad donde casi el 50% de la población profesa la religión musulmana o, al menos, proviene de familias de tradición musulmana y que abre las puertas con este gesto a la total aceptación de los unos y de los otros. Este modelo de convivencia debe servir al mundo como ejemplo de que la unión de los pueblos en paz es absolutamente posible y debe servirnos a los melillenses para enorgullecernos de nuestra idiosincrasia. Creo que el pueblo de Melilla debe ser más consciente aún de la gran riqueza que es en sí mismo siendo uno solo, unido, pero formado por tantos diferentes. P.: La Melilla mediterránea en la era de la globalización produce un nuevo ser social, construido desde la materia híbrida de las diferencias, de las ausencias forzadas por la distancia del lugar de origen; se constituye en la forma urbana que transforma los esquemas de la ciudad histórica, su memoria y su fuerza simbólica para desplazarse hacia el lugar neutro de coexistencia de grupos sociales, culturas, géneros, lenguas y religiones diferentes. Todo ha sido abundantemente mezclado, mestizado. ¿Cómo ves el futuro de Melilla en las próximas décadas? ¿Será la tierra de todos? ¿Será una Melilla pluriciudadana?
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R.: Melilla ya es la tierra de todos, Melilla es la tierra de los melillenses y su gentilicio nos agrupa
a todos. Ser melillense significa tener un origen racial distinto al de tu vecino y utilizar esta diferencia para enriquecer las conversaciones y no para crear confrontaciones. Ser melillense significa tener una lengua distinta a la de tu compañero de trabajo y aprender el uno del otro para ofrecer y recibir una mayor comprensión del prójimo. Ser melillense es tener un bagaje cultural distinto al de tus amigos y utilizarlo para enriquecer la mesa que compartís con colores y sabores inexplorados. Ser melillense es ser amplio de miras y cálido de corazón, es ser parte de una historia que converge en un bello y cálido rincón del Mediterráneo del que nos sentimos orgullosos hijos y responsables padres de su futuro.
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Epílogo
Hay que hacerle caso siempre al Paul Morand viajero y rendirle tributo como poeta. En cada desplazamiento veía la posibilidad de una nueva vida, un nacer, crecer y morir, ofrecidos en el interior de la otra. Desde mediados de los años setenta del pasado siglo viajo, si no frecuentemente tanto como quisiera, sí con regular periodicidad a Melilla, donde reencuentro, pese a los inevitables cambios, los viejos sabores y aromas. Le Carré escribe que algunos ven paseando por las calles de Oxford los años de su juventud estudiantil, reconociendo en las esquinas, casas, y sus puertas y ventanas, peripecias de su existencia pasada. Me pasa algo parecido, sea cuando paseo por esa arquitectura rebosante de motivos modernistas o por esos barrios tan representativos de las comunidades cristiana, judía, musulmana e hindú que los habitan o cuando, por ejemplo, recorro la calle de San Miguel o, en fin, cuando me demoro contemplando el mar desde uno de los cortados melillenses, a mi recuerdo vienen multitud de imágenes y hechos por mí vividos en esos lugares, y ello aunque Melilla sea una distinguida vecchia signora que se metamorfosea y adapta con sabiduría. ¿Melilla, ciudad mestiza en un mundo híbrido? Sin duda. Más que un proceso, constituye un destino, más que una partida, viene a ser una llegada, un viajar lleno de esperanza como pedía Poe, y de ahí su multiculturalidad, su polifónica oferta como gran bazar y auditorio que trasciende grupos étnicos, idiomas, religiones e ideologías. Una ciudad transversal, transitiva, especialista de generalidades, abierta a la geografía y a la historia, una micrometrópoli global, valga el oxímoron. Malraux decía que el siglo xxi sería religioso o no sería, aludiendo a una acrecida búsqueda de lo espiritual. Aún más cierta que esta aseveración, lo es señalar que nuestro siglo es la época de las migraciones, de los refugiados, del turismo global, de los desplazados, de éxodos que no conocen fin. Apuesto por una identidad colectiva ciudadana. Cementa la urdimbre democrática de las sociedades y representa el mejor útil de integración. Pero no es tarea de un día, es trabajo que debe llevarse a cabo con más prisa que pausa incorporando a todos los melillenses a los centros de decisión política y cultural, a la sociedad civil. Casi todos los conflictos locales o internacionales provienen del desconocimiento. La gran familia humana, que acaba de alcanzar la abrumadora, alucinante, cifra de siete mil millones de personas, es dramáticamente cada vez más numerosa, más multilingüe, más multirracial. Si Melilla quiere, como parece estar especialmente dotada para ello, representar un papel de bisagra cultural, de punto de contacto entre universos culturales y fronteras de un mundo que camina hacia el postsoberanismo, el camino pasa necesariamente por que todos los melillenses asuman esa llamada, ejerzan los mismos deberes y derechos, diriman vía proyectos, vocaciones y méritos sus aspiraciones a la representación ciudadana.
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El islam es una China numérica que forman mil trescientos millones que componen la comunidad de sus creyentes. ¿Cuántos países de más de cien millones de habitantes puede mostrar al mundo? Varios, al igual que otro buen número de entre cincuenta y cien. Y, simultáneamente, los lugares potencialmente más próximos al conflicto son dos en los que se encuentran Oriente y Occidente: Oriente Próximo y Pakistán. ¿Puede Melilla intentar forjar una manera de modelo de respetuosa convivencia religiosa? No es fácil conseguirlo en este agitado mundo que aún contiene la respiración tras el 11-S y los gravísimos atentados de Londres o Madrid o Bali o… Bien, las dificultades están ahí, pero ¿por qué no creerlo?, se pueden reconocer, pero estoy convencido, asimismo, de que este territorio melillense puede disponer de bazas para el necesario diálogo que le hacen especialmente indicado para dar un paso adelante con fe y convicción. Siempre he soñado con una Melilla capaz de volver a alumbrar grupos como aquel literario de los años cincuenta formado por Miguel Fernández, Francisco Fernández, Pío Gómez Nisa, Juan Guerrero Zamora, Jacinto López Gorgé, Eladio Sos…, a alguno de los cuales tuve la gran satisfacción de conocer en mi doble desempeño como cónsul en Nador, primero en los años setenta y, luego, brevemente, a finales de 2005. Una Melilla como ideal escenario literario, cual una, salvadas las distancias que haya que salvar, pequeña Alejandría que disparara y encendiera la imaginación y el arte de cuartetos y poemas, de nuevos Durrells y Cavafis, una ciudad en suma desde cuyas terrazas fuera posible, como en la plaza Saad Zaghloul o en los cafetines de la Corniche de Alejandría, fuera posible, repito, admirando el simpar Mediterráneo, como hace Melilla, evocar y reflexionar sobre el paso del tiempo. Una Melilla, ya quedó escrito antes, especialista en generalismos como el oficio de diplomático del gran Morand que se citaba al principio, como el del que suscribe. Todo removido o agitado, como los martinis de James Bond, todo en una palabra, bien mestizado en la alborotada túrmix de nuestro inquieto tiempo.
Manuel Piñeiro Souto
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