Notas del Foro Socioeconómico de Casa Árabe
052008
CICLO “CONSECUENCIAS ECONÓMICAS Y ECOLÓGICAS DE LOS CONFLICTOS EN EL MUNDO ÁRABE”
IRAQ: CONDICIONES DE VIDA EN UNA ECONOMÍA DE GUERRA En 1980, Iraq era un acreedor internacional neto y su renta anual por habitante oscilaba entre los 3 600 y los 4 000 dólares. En 2003, había acumulado una deuda externa que ascendía a 120 000 millones de dólares, y su renta por habitante no sobrepasaba los 600 dólares. Así pues, en dos décadas de guerras y sanciones económicas, un país rico en recursos naturales y considerado como una de las economías más avanzadas de la región se encontraba entre los países más pobres y subdesarrollados del mundo. En la actualidad, tras la destrucción ocasionada por la invasión y posterior ocupación liderada por EE.UU. y la generalización de la violencia y tres años de esfuerzos de reconstrucción, la renta por habitante se sitúa en 870 dólares (datos de 2005 del Fondo Monetario Internacional), y más del 50% de la población vive con menos de 1 dólar al día. Es difícil presentar un futuro esperanzador para la economía y la población iraquíes. Las conclusiones del informe Unsatisfied Basic Needs Mapping and Living Standards in Iraq (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo - PNUD; 2006) estiman que el deterioro socioeconómico es tan profundo que ni siquiera el cese de la violencia y un plan de reconstrucción bien diseñado bastarían para asegurar, de forma automática, la prosperidad y el bienestar económico.
Claves para entender la situación económica actual La espiral de violencia y la economía de guerra Uno de los mayores lastres para la economía iraquí es sin duda la violencia armada. Es indiscutible que la ocupación extranjera, la insurgencia y los conflictos entre distintas facciones del país están en el origen de la violencia armada. Sin embargo, como señalan Christopher Parker y Pete W. Moore en el artículo “The War Economy of Iraq”, no hay que perder de vista la dimensión socioeconómica de estos conflictos. Tras casi tres décadas de penuria económica por guerras y embargos, la escasez de productos, el desempleo y el abandono de las políticas de desarrollo socioeconómico aplicadas bajo el régimen de Saddam Hussein han sentado las bases de una nueva estructura económica. De hecho, puede decirse que se trata de una economía informal de guerra y supervivencia, basada en el contrabando y muy arraigada en la sociedad (se originó durante la guerra entre Irán e Iraq y se consolidó en los 13 años de sanciones económicas de Naciones Unidas).
En este sentido, es particularmente esclarecedor el estrecho vínculo entre comercio y violencia que hacen Parker y Moore. Allí donde los conflictos sectarios se han dado con más virulencia es justamente en las ciudades situadas a lo largo de las principales rutas del comercio ilegal del país, especialmente en el sur, en la carretera 8 que une Bagdad con Basora (ver mapa adjunto). Las redes de contrabando El mapa adjunto muestra las principales rutas del comercio y contrabando iraquíes: la carretera 1 (norte de BagdadBayji-Mosul-Siria), la carretera 10 (oeste de Bagdad-Faluya-Ramadi-Amán), la carretera 6 (Bagdad-Kut-‘Amara-Basora) y la carretera 8 (Bagdad-Hilla-Basora). La carretera 10 (que une Bagdad con Ammán) representó, hasta la invasión de 2003, el gran pilar de la economía de supervivencia del régimen baazista durante el período de embargo económico. Era por esta carretera por la que entraba el flujo de importación de mercancías provenientes del puerto de Ammán.
A partir de 2003, la carretera 8, que une Bagdad con Basora y bordea las ciudades santas chiíes de Nayaf y Kerbala, resulta crucial para entender el tráfico económico y los conflictos de posguerra. En primer lugar, esta carretera que va hacia el sur del país es la que llevaba a las tropas estadounidenses y los funcionarios de la Autoridad Provisional de la Coalición (CPA) hasta Bagdad. En segundo lugar, es uno de los feudos de las milicias chiíes, que se han hecho con el monopolio de la economía de la región. Por último, esta carretera es frecuentada por pequeños contrabandistas. Estos últimos, “pinchando” los oleoductos para la posterior venta de petróleo fuera del país, han hecho disminuir la producción petrolera del sur del país en un 50%. Estos contrabandistas “de poca monta” provienen de clases sociales medias y bajas. Se ocupan del mercado negro del petróleo y de otros productos básicos y de lujo. Sus relaciones transfronterizas se basan en conexiones tribales y de parentesco. Se pueden calificar de “supervivientes” de la crisis económica que asola al país desde hace casi tres décadas.