Migrante #3

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Migrante N° 3 Publicación de la Casa Cultural Botones Correo: casadelosbotones@gmail.com Facebook: Casa Cultural Botones Montañas del Valle del Aburra 2019


¿Acaso esto puede ser una nota editorial? Las fronteras se hacen mucho más marcadas, se emprenden proyectos para construir muros que dividan a la tierra del progreso donde gobierna Mickey Mouse con ese sur latino ingobernable; el Mediterráneo ya se encuentra en la registraduría haciendo papeles para cambiar su nombre a Mar Muerto II porque la Unión Europea sólo acepta que aquello que cruce sus líneas limítrofes sean los recursos materiales del África, ya que las personas que allí habitan perdieron su valor desde que no los pueden esclavizar abiertamente. Aún con ese intento de cierre de las fronteras, no logran parar la migración por eso incentivan ese narcisismo de las pequeñas diferencias para alimentar nuestra aporofobia, porque realmente sólo se detesta al extranjero cuando éste es pobre. Esas fronteras nacionales han encontrado su réplica en nuestros barrios, haciendo cada vez más limitada nuestra experiencia corporal del mundo y exacerbando ese miedo por aquella que habita otro territorio. Ante esa situación nuestra respuesta debe ser el migrar, el poner a andar aquello que estamos siendo por otros lugares para alterar nuestra realidad y desestabilizar esa idea confesional y apologética de marcar una división entre los territorios. Migrante se abre a esa posibilidad de salir de nuestra Frontera e incursionar en otros lugares, ideas y experiencias, de echarnos a andar por un mundo que entre su hostilidad han aflorado afectos y emociones que han dado cabida a otras formas de ser y habitarlo. Esperamos que aquello que pueda encontrar en estas páginas mueva alguna fibra que lo motive a cruzar fronteras.

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Divagaciones territorio, el p y la ciudad co De fugas y Botones en

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Valentina Gonzรกles


en torno al proceso barrial omo currículum resistencia

“Para mí, la Casa Botones es un espacio de fuga y ya…” (sistematización 2019) “Por la Frontera por favor”, avisamos al conductor. Venimos subiendo por calles que cada vez se hacen más estrechas. El bus nos deja a la entrada de la cuadra que tiene el basurero de colores, el palo de mangos y el muro rojo de siempre. De las tiendas sale un barullo cotidiano, la de Don Omar con las cervezas y los señores de la junta de acción comunal cacheticolorados y más allá la de Don Wilsol y María, mujer de gran parsimonia. Se ve también al muchacho mono con ropas de cemento y adobe, la iglesia “Divino Salvador” y la venta de empanadas. Tres o cuatro cuadras más hacia arriba, como un fondo pictórico, se ve el Cerro Quitasol imponente y árido. Y hacia abajo, una gran selva de hormigón atravesada por una gran serpiente de acero, Bello y el centro de Medellín. Bajamos por la 47ª, una cuadra angosta con casas a lado y lado con un caminito de cemento ornamentado con basuras, aromatizado con mierda de perro y ambientado con las bullas, el murmullo o grito herido de una canción de despecho o reguetón. Algunas mujeres en pijama extienden la ropa en las rejas, que son una cortina de hierro entre el mundo y los hogares. Rejas que contienen las intimidades por todos conocidas. El sector es un laberinto

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de cuadras idénticas, genéricas, sin una sola cancha para el juego humano y dos capillas por kilómetro; grupos de oración en algunas salas y los muchachos con gorras rapper. Entre balcón y balcón saltan los comentarios de las mujeres, los llamados a los niños, los regaños. Muchas madres solteras y jóvenes, muchas sumisas, solitarias, conservadoras y patriarcalizadas. Muchos hombres obreros, machos, violentos y patriarcales. Muchos muchachos en moto vacunando contra la inseguridad, guardianes barriales cuya vigilia desde el morro se confirma con las humaradas que espiran. Mucha indiferencia de la iglesia y la alcaldía, unos santiguándose y otros prometiendo.

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En algunas calles, murales viejos y descoloridos, propaganda opacada por el tiempo, la humedad y restos de basuras. Las “gonorreas”, los “hijueputas”, “violencia”, inseguridad, soledad, miedo, intolerancia, palabras que caminan con cara de “chandoso” callejero y basurero por este barrio de la periferia, con cara de gato malherido en un pueblo con ínfulas de ciudad, corrupto y cuna de genios. La ciudad tiene un currículum, el barrio tiene otro que delata lo falaz del primero. Si la ciudad tiene marcha automática, el barrio se mueve con la fricción humana. Si la ciudad no duerme, el barrio bosteza sin taparse la boca. Si el centro es el foco de la inversión, la periferia es el riesgo y el derroche de lo que no se posee. Si la ciudad es uniforme al tiempo que caótica, el barrio es auténtico al tiempo que típico. Si la ciudad es tendencia e innovación, el barrio es la ruptura conservada. Si la ciudad tiene a la escuela, el barrio tiene a Botones. Abrimos la reja de la Casa de los Botones, Casa a la que llegan niños y jóvenes con los labios y los ojos empapados de barrio. Niños que condenan el pecado, pero juegan a los pistoleros, simulan ser “el duro”, pelean como adultos y siempre están gritando. Tal vez creen que tienen un equipo a todo volumen en el pecho, que los adultos inmediatos son un referente a seguir, que la iglesia es la verdad y la vida o, que las acciones de los “duros” tienen más gravedad que las fórmulas de Newton. Jóvenes de ojos rojos que


nos miran pasar, miran pasar la vida, algunos no toleraron más anotaciones y ceros y dejaron el colegio para dedicarse al dinero rápido del combo o de la obra. Las niñas gritan a pulmón que “ella es calladita pero para el sexo es atrevida” y especulamos, que su sexo no ha sido penetrado o que tal vez así subliman una violación. Un café, en un rato comenzará el taller. Hay tiempo para un cigarrillo y mirar la cuadra tan conocida por ella y tan intrigante para Daniel. Nos preguntamos, ¿y el colegio? Con sus seis horas de hacinamiento en cuartos grises, con rejas en puertas y ventanas y un fulano parado, explicando lo que se debe “saber” para “vivir” junto a todo un movimiento institucional estático, con un plan de estudios a medio implementar, toda una parafernalia de educación, y todo un currículum, ¿Dónde está el colegio? ¿Qué pasó con todo eso cuando sonó el timbre de salida? ¿Se sacó con el uniforme mugroso o quedó guardado en las guías educativas? Comienzan a llegar niñas y niños a la Casa. La familiaridad es cotidiana, entran como “Pedro por su casa”, toman agua, cogen las sillas, juegan con los cojines, preguntan qué vamos a hacer. Proponemos algo, entonces las pinturas, el colbón y los papeles se mezclan con la discusión también cotidiana, el comentario enrejado, la palabra gritada o la cola de Satanás. Tal vez aquí sienten que pueden expresar los odios, rabias y abandonos del mundo y contra el mundo y lo hacen a través de esas maneras que hieren al otro, a un par, conocido pero ajeno, un emisario del mundo. Es claro que el currículum de la escuela tiene enormes fisuras, y que la ciudad, el barrio y la cuadra se escurren por la alcantarilla de la escuela. Que los castigos son tan severos y como a la institución no le interesa preguntar qué pasa, entonces, son estos lugares en que pueden hablar con libertad, en el que pueden entrar y salir cuando quieran, en el que las artes median la conversación y la discusión. Todo lo que se ha impregnado en el ser, ese currículum barrial que todxs tenemos colgado en los ojos, las manos, los

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labios y el pecho empieza a salir, a puños, a gritos, empieza a salir y a someterse al cuestionamiento, a pasar por los colores, los títeres, la guitarra, pero también por los llantos y las peleas. Pero, hay perdón aunque no se juzgue, porque también nuestra historia y nuestra piel, pasan por crisis y son sometidas a la reflexión. Tal vez es el esfuerzo de la escuela y el de Botones no dista mucho, más, una cosa si hemos empezado a tejer: nuestras paredes están pintadas con sueños de esperanza, de muchas manos y muchos colores. Nuestros salones son de todas y todos, la puerta siempre está abierta, nuestras orejas dispuestas, nuestros ojos amables, nuestra boca atenta y cuidadosa, nuestra biblioteca desordenada y libre, nuestra cocina común. Los sueños compartidos y el currículum explícito, flexible, transformable, colectivo y, sobre todo, humano.

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CASA CULTURAL BOTONES “Tejiendo Comunidad” 2019 - … Manuela Cárdenas Daniel Coy


El Sumak Kawsay La resignificación de las prácticas del Buen Vivir en la ciudad.

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El Colectivo Sumak Kawsay (“Buen Vivir”, Lengua Quechua) surge el 22 de abril 2016 como un espacio de construcción social, abierto e intercultural a partir de la articulación de estudiantes, egresados, docentes y diversos coasociados de universidades de la ciudad de Medellín y habitantes del Valle de Aburrá. Desde el pensamiento tradicional andino el Sumak Kawsay/ Buen vivir es un modelo civilización que busca la armonía y equilibrio con la naturaleza, el universo y todas las formas de existencia, asimismo orienta a que las prácticas y visiones políticas, económicas, jurídicas, culturales, epistemologícas, y territoriales


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deben estar en consonancia con los ciclos, y componentes de la vida planetaria, desde una visión integradora, holística y ecocéntrica. El Colectivo traza como propósito cultivar la cosmovisión del Sumak Kawsay de los pueblos originarios de Latinoamérica para armonizar la relación humano-naturaleza a partir de la transformación del espacio con la siembra de plantas (policultivo), el arte, la investigación, y los procesos de enseñanza- aprendizaje desde la experiencia cotidiana, reivindicando principios como el trabajo colectivo, los conocimientos comunitarios, la organización socio-política horizontal y no jerarquizada, la redistribución, y la solidaridad en contextos urbanos, asunto que requiere una resignificación epistémica del Buen Vivir en contraposición al individualismo, la competitividad, la monetización de la naturaleza, y las inequidades que devienen de la imposición de las visiones globales de desarrollo. El Colectivo Sumak Kawsay ha transformado positivamente el territorio en el ámbito urbano generando incidencia en la sociedad a través de la sensibilización de las comunidades con la protección del medio ambiente, y la preservación de la biodiversidad, aportando al fortalecimiento del pensamiento latinoamericano y ancestral de los pueblos originarios, usos, costumbres, valores y cosmogonías de los distintos territorios, impulsando la construcción social dentro de un proceso intercultural para tejer y fortalecer los proyectos comunitarios de apropiación y defensa del territorio, la vinculación de las universidades con las problemáticas sociales, y la creación de lugares de encuentro para celebrar la diversidad y reverdecer la humanidad. El proceso del Sumak Kawsay se ha convertido en un referente


en la construcción del Buen Vivir en la ciudad de Medellín y el Valle de Aburrá, mediante la participación activa en los procesos barriales, círculos de pensamiento, investigación académica, redes de artistas, espacios de reflexión de pensamiento ancestral, y articulando a diversos actores sociales en prácticas transformadoras de las subjetividades y visiones del mundo. Invitamos a toda la comunidad, las organizaciones, los colectivos, y toda la ciudadanía en general a potenciar e incentivar los procesos de siembra comunitaria, el fortalecimiento de saberes y tradiciones ancestrales, los cuales nos permiten reconocer y reencontrar el mejor camino para reverdecer la humanidad. Desde nuestras prácticas del Buen Vivir seguiremos reivindicando las comunidades nativas y originarias, fortaleciendo los procesos de siembra colectiva, la interculturalidad, la búsqueda de la identidad común, la decolonización del ser y el saber, la construcción de paz, la búsqueda de equilibrio y armonía con el territorio. Esteban Garces Gómez Vocero del Colectivo Sumak Kawsay

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Divagaciones del trabajo barrial En el puente se encuentra un primer retén de la policía, todo aquel que va motorizado o tiene pinta de sospechoso lo paran, le piden papeles y proceden al contacto corporal, buscando algún objeto que lo pueda sindicar de delincuente, no importa el tipo de éste, lo relevante es rendir resultados. — Mi comandante hemos encontrado un porro ¿lo reportamos o no lo fumamos? — Preste para acá yo miro -después de olerlo— Eso es basura, más bien botelo. Y usted siga su camino sino quiere que lo montemos en la jaula.

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Dos cuadras más arriba hay un retén del ejército, luciendo su limpio camuflado y haciendo gala de su fusil, posan sus miradas sobre los transeúntes para que estos se sientan seguramente vigilados, teniendo la plena certeza que siempre habrá un héroe presto a ponerle un camuflado y unas botas al revés para así lograr tener unos días libres. El trayecto que no se agota allí y demanda seguir subiendo la loma para poder llegar al destino, también significa encontrarse ahora con un puesto de control, un poco más informal y discreto. Allí los “muchachos” también vigilan quién transita por el barrio y cuidan a los vecinos de posibles ladrones por una módica suma de un aporte semanal para la “vigilancia”. Más seguro no puede ser el barrio, aún no es claro porque eventualmente se encuentra uno que otro muerto en sus calles, eso demas que son cosas de mi Dios, que después en cuando jala el gatillo para que no olvidemos que somos un pueblo pecador.

*** — Es mejor el “38” que la pistola, ese no se encascara— . Atina


a señalar la sabiduría criminal — Yo mejor me guardo, eso anda muy caliente la vuelta. Vea aquel parcero dió papaya y lo tostaron— . Manifiesta un hombre sensato que hace años hace parte de la “vuelta”. — Dios nos tiene preparadas grandes bendiciones, si nos rendimos a su pies y le somos devotos. — ¡Andrés! se entra ya mismo que todo el hpta día se la ha pasado en la calle. “Vamos pa’ la playa a curarte el alma”, suena estrepitosamente en el equipo de sonido por quinta vez en el día. “Medio litro de helado por tan solo 2000 pesitos” Son tantas las frases que retumban y son cotidianas en la cuadra, con las cuales tranquilamente se podría llenar varias páginas, pero más allá de narrar dichas expresiones es dar una muestra de aquello que acontece en el barrio. Palabras que señalan una naturalización de las personas de la violencia, otras que dan cuenta de una constante pugna entre vecinos y su férrea fe por una entidad que quizás algún día les arregle la vida. Situaciones que no son ajenas a aquellos que habitamos las montañas del Valle del Aburrá (quizás en otras ciudades se presenten situaciones similares) y, manifiestan en muchos casos una serie de retos que aún no sabemos afrontar ¿cómo construir tejido comunitario en medio de esas disputas entre vecinos?, ¿cómo incentivar prácticas desde la autonomía cuando la may-

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oría debe trabajar para sobrevivir?, ¿cómo incentivar las prácticas artísticas cuando los referentes son los de la sociedad de consumo?, ¿cómo hablar de la esperanza si el miedo es quién gobierna?

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La imposibilidad de responder esos interrogantes de manera satisfactoria e incentivar prácticas que permitan materializar esas respuestas, generan una desazón e incredulidad en los procesos organizativos que espantan a las personas. Casi nadie está dispuesto a organizarse y dedicar su tiempo a una actividad que no arrojará resultados y que a simple vista pareciese no alterar la cotidianidad de los barrios. Apostarle a causas perdidas parece ser más la vocación de personas ilusas, ahora lo importante es ser exitoso y el trabajo popular poco o nada tiene de eso. El operar bajo la lógica de los resultados sólo genera frustraciones y desilusiones, pero por mucho que pongamos de relieve a Sísifo y su gozo por hacer una tarea absurda, como el subir una piedra a una montaña que volverá a descender, siendo necesario repetir dicha labor hasta la eternidad por el hecho de negarse a morir cuando los dioses se lo demandaron (para hacer corto el cuento), sólo serviría de aliciente a los existencialistas que disfrutan la amargura del absurdo. Pero, ¿qué pasa con aquellos que aún no se han podido librar de la lógica de los resultados y ese cuento del “existencialismo” le suena a pura carreta? Acaso, ¿sólo nos queda proferir una promesa de un mejor mañana? Ni Dios es tan infame para prometer ese tipo de cosas. Entre tantas divagaciones y preguntas retóricas que parecen no llevar a ningún lado, se hace indispensable poner de relieve


algunas rutas de acción o postulados bajo los cuales se puede orientar el accionar popular. Es necesario abrir la posibilidad de experimentar en el trabajo, las viejas fórmulas para las organizaciones se han mostrado estériles frente a la mutación y liquidez de los contextos, allí las artes juegan un papel importante porque nos permiten generar otras posibilidades para acercarnos a nuestros vecinos y tejer otros tipos de vínculos, pero ese acercamiento no debe aspirar a ser perpetuo dado que las condiciones de los barrios no permiten la continuidad, sino que el tejido se debe dar a partir de las rupturas de la cotidianidad. Esas rupturas de lo cotidiano debe provocar inquietudes y resquebrajar la idea de “normalidad”, pero ello no significa entrar a enjuiciar las prácticas de las personas, puesto que los diversos sistemas de dominación han permeado nuestras vidas para lograr así su reproducción, la realidad poco o nada tiene que ver con la fantasía en la cual se han convertido algunas apuestas ideológicas, por eso es necesario provocar situaciones en las cuales se ponga en jaque esa normalidad de los sistemas de dominación para que los y las vecinas e incluso nosotras mismas, generemos ese interrogante que permita movilizar otras prácticas. Es necesario abandonar la idea de “progreso” o, que todo avanza de manera lineal, el barrio nos ha enseñado que otra es su lógica, que hoy con aquellas que trabajamos pueden plantear la necesidad del respeto pero, al otro día están peleando con la otra. Es necesario reconocer que vivimos en constante contradicción pero, desde esas contradicciones se puede tejer comunidad, que para agenciar esos cambios es

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necesaria la otra, el hecho de producir ese postulado con quienes trabajamos puede detonar otras prรกcticas.

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¿ C ó m o p r á c t i c a r e l

n u e s t r o s

b b a u r e r n i o v s ?

i v i r e n

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Viajes a pie por Medellín

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Esta historia comienza en Otraparte, en la casa-museo de Fernando González, una isla remota que nos recuerda que alguna vez fuimos todos caminantes, que siempre se puede suspender el tiempo o poner los relojes a correr hacia atrás. Estamos en el viejo camino a Envigado, a la vuelta se esconde menguante la Casa de Debora Arango que un día será un museo también. En Otraparte funciona un activo centro cultural (cine, teatro, música, literatura) con un restaurante y una librería. La casa está intacta, -fue recientemente restaurada. Allí están la cama, los libros, el balcón, el pozo y los fantasmas de Fernando González. Si llegan al anochecer y recorren con calma el lugar podrán sentirse en el Hotel El Resplandor y soñar con duendes aéreos y muñecas japonesas de miniatura. En una de las paredes hay un mural que llaman “Inteligencia colombiana”, donde vemos entre otros a José Manuel Arango, Estanislao Zuleta, Raúl Gómez Jattin, Luis Tejada, Manuel Zapata Olivella. Cada ciudad no es más que la pasarela más o menos secreta de sus fantasmas. Pero volvamos al siglo XXI. Cada ciudad inventa sus guías para recorrer sus misterios. Sentado en el café Otraparte me puse a hablar con uno de ellos, el escritor Pablo Montoya. No lo digo porque él sea un cronista local. Es más bien lo contrario, un poeta que no es del todo hijo pródigo de sus raíces y, sin embargo, nos invita a re-descubrir a Tomas Carrasquilla. Inesperado. Su obra está llena de puntos de pasaje entre historia y literatura en la línea de las biografías imaginarias de Marcel Schowb, Borges y Bolaño. Me escribió una bella dedicatoria en un viejo libro suyo, Viajeros, de la universidad de Antioquia, reeditado. En la noche me quedé hablando hasta el amanecer con otros poetas sobre otros poetas. Toda la luz provenía de José Manuel Arango. Lucia Estrada nos leyó un poema en una libreta con una caligrafía del siglo XVIII, de monjas decía ella. En la mañana había que peregrinar donde Débora Arango en el Museo de Arte Moderno. Al lado, en la librería Al pie de la letra, me


hablaron de la editorial Sílaba y me lleve un libro sobre escritoras colombianas y uno de Wade Davis sobre el chamanismo, ideal para quienes todavía creemos en el reencuentro con los rituales. A pura Epifanía...(Mejia) En la tarde estuve escuchando las historia del hamaquero, (me puso una entrevista inédita de José Manuel Arango). En la librería Granma me encontré con un ejemplar de PAPEL. La novela Quítate de la vía perico de Humberto Valverde, pura salsa, puro boogaloo que había comprado en Palinuro me llevó hasta el bar Tibiri (el libro se tomó media botella de vodka conmigo, sus huellas quedaran marcadas para siempre en sus páginas. Billy taller siete sonaba en otro sótano. En la madrugada sobrevolaban dos pieles al viento...) Vimos mucha gente leer, en el metro, en el tranvía, en los buses, caminando, en las aceras, en los jardines, en los cementerios. No hubo tiempo para ir al san Pedro ni a matacandelas ni al cine club del colombo americano. Mientras todo esto pasaba seguramente se hacían y se despilfarraban fortunas habidas y por haber y en algunos recovecos la infamia dormiría, pero no fue eso lo que vimos. Auscultamos las cenizas del edificio Mónaco. Había, eso si, muchos indígenas emberas en las calles, tejiendo, agonizando lentamente. En el hotel casi todo el personal era afro, invisibles también. ¿Que mas no habremos podido ver? Todavía hay vidrios oscuros (pero mucho menos) y las motos que aceleran lo ponen a uno nervioso, por los fantasmas. Se siente uno en el futuro. Miles de turistas lo hacen a uno sentir fuera de Colombia. No estamos acostumbrados a los nuevos tiempos. Ojalá podamos asimilar las pieles albinas sin olvidar nuestros colores mestizos. Ojalá los albinos nos ayuden a ser menos invisibles para nosotros mismos.

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Pero no todo es color de rosas. De las fondas venia el barullo de un partido de Nacional. Cuatro goles le hizo Envigado… cada ciudad carga sus fantasmas y no todos se llaman González o Arango...La figura del partido fue el jugador del Envigado, Michael Knight (Nike) Gómez: homónimo del auto fantástico.

Alberto Bejarano

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Y qué será eso del vínculo… Iniciar el proceso con la Casa Cultural Botones para la mayoría fue un experiencia completamente nueva, dado que era la primera vez que se emprendía un proyecto cultural en un uno de nuestros barrios populares en el municipio de Bello, incluso aquellas que habían tenido oportunidad de pasar por la academia y contar la experiencia política y pedagógica en otros escenarios, tuvieron que estar dispuestas a desaprender y aprender nuevamente todo aquello que se iban construyendo en ese caminar conjunto.

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Valentina Gonzáles


Ese desaprender y aprender de manera conjunta no sólo se restringió al ámbito de los conocimientos, sino también de nuestras formas de hacer e incluso sentir y, con toda la resistencia que nos implicó y aún nos implica estar en la disposición de escuchar y construir con la diferencia, labor en la cual aún nos quedamos cortas pero seguimos insistiendo. Esas transformaciones que se fueron dando en cada una, significo que se tejiera un vínculo con el colectivo; el tener y habitar la Casa también conllevo a que ésta, con todas sus dinámicas, nos habitaran en la medida que íbamos abriendo nuestras puertas a esas nuevas experiencias.

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Dejarnos habitar se ha presentado de manera diferenciada, para algunas ha sido desde la música, a partir del aprendizaje de ésta se ha construido un vínculo con aquellas personas con las que se comparte esa misma pasión, al igual que una alteración de aquello que se es en torno a dicha arte, dado que aquello que prima no es el aprendizaje de un instrumento, sino la realización de un ejercicio de comprensión desde otras perspectivas que permitan otras miradas del mundo. Lo nuevo que ha representado participar de Botones ha significado un constante preguntar, un interrogante recurrente que nos embarga y en algunas ocasiones a implicado una tendencia al caos en nuestro quehacer y pensar, en el cual han aflorado múltiples caminos y posibilidades que han alterado la praxis de lo colectivo e individual. El tener más preguntas que respuestas, no significa que estamos limitadas sino, rodeadas de posibilidades para que esa construcción de un mundo nuevo, no sea una fórmula prefabricada donde se encontrará definido hasta la última estrella en el firmamento. Este camino será un ejercicio de construcción constante que nos permitirá rebelarnos contra aquello que estamos siendo para lograr un caminar distinto al que hemos normalizado. Dicho caminar nos implica reconocer un territorio que apenas estamos conociendo, dado que las dinámicas que allí se tejen si bien muchas responden a problemas estructurales de la sociedad


y el modelo de producción capitalista y patriarcal, en la cuadra se manifiesta con rostro y nombre propio, interpelando nuestro quehacer y ese sinnúmero de suposiciones bajo las cuales estamos cargados y nos es difícil dejar de lado. Allí evidenciamos que el vínculo con nuestro contexto es precario o casi nulo, que esa interacción con esa alteridad que encarna nuestra vecina para nosotras ha sido limitada, dado que esas cargas sociales que ellas tienen, al igual que nosotras tenemos, en algunos momentos genera tensión, dado que se encaran visiones diametralmente opuestas de mundo que en muchos casos no entran en diálogo, dicha situación nos genera una brecha que aún no sabemos sortear en ese intento de construir comunidad. Esas cargas que cada una tiene no solo han significado un obstáculo para trabajar con todas las personas del territorio, sino también una serie de elementos útiles para tejer y formarnos con otras con las cuales se puede dar ese diálogo, esa posibilidad de crear y mantener con vitalidad el proceso con la Casa Cultural Botones. Esto ha significado que el colectivo no sea una construcción en abstracto, sino que aquellas formas, ideas y apuestas que se van dando sean con base a esas cargas y acumulados de quienes lo componemos. En el ejercicio de mirarnos e interpelarnos, nos hemos dado cuenta de la importancia de reconocer eso que estamos siendo, es desde ese lugar donde podemos dilucidar aquellas críticas y aspectos a fortalecer con los cuales se debe trabajar. Hacer ese ejercicio de espiral, ir de afuera hacia adentro y viceversa, nos permite asumir una conciencia de sí que provoca alterar nuestro trabajo y no quedarnos en el remanso de nuestra comodidad mirándonos el ombligo; es levantar esa mirada y darnos cuenta con quienes nos hemos y podemos encontrarnos, con algunas para bailar en una métrica de seis octavos al ritmo del bambuco y las músicas latinoamericanas o, con otras para reconocer que si bien compartimos la pista de baile, cada una puede moverse de manera autónoma.

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El observarnos también nos permitió aventurarnos a elaborar nuestra propia conceptualización de aquello que consideremos el vínculo, para nosotras “El vínculo es un juego en el que interactúan sentimientos, pensamientos y acciones bajo una serie de acuerdos implícitos y explícitos, con los cuales nos reconocemos en la otra para así generar otras posibilidades de ser y hacer, tanto en situaciones de conflicto como de tranquilidad. Eso conlleva que cada vínculo que se teje será completamente diferente a otro, debido a las diversas otredades que habitamos este mundo y, no será un juego estático en el tiempo, sino que mutará en la medida que se van operando cambios en quienes juegan.” Fragmento sistematización Casa Cultural Botones 26


Escritura a PATIO ABIERTO “Mi historia comienza sentado en una silla torturandome porque era un niño muy pobre y ratero, cuando de salí de la cárcel me quitaron mi casa, picaron a mis padres y los tiraron al río. Era un niño desplazado, mi vida era una desgracia y me fuí a vivir donde mi tío, él cual me violaba a cada rato, me tocaba. Me sentía ahogado en mi sufrimiento y no aguantaba la depresión, mi corazón se moría lentamente, mi mente se desprendía de mi, mis sentimiento se agotaron, por un momento pensé que la vida no valía nada, lleno de dolor corrí a un árbol con un lazo, quería que la gente se diera cuenta de mi vacío. Me amarraba lentamente al cuello y al árbol, no podía más con mi vida tenía que morir, no tenía refugio, no tenía nada. Decidí matarme y al ahorcarme sentía que al fin vivía”. Joseph

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Sin Título

“Yo juan soy un ladrón porque no tengo más opción que robar, tengo 20 años. Robo por necesidad, ya que tengo un hijo que alimentar, por causa de no estudiar, no me dan trabajo por no tener experiencia, aún vivo con mi madre, ya que es la única que me cuida mi hijo. Tuve una esposa, ella me dejó por pobre, con ella tuve un hijo que se llama Luis, como mi amado padre que falleció el 24 de diciembre del 2018 a las 12:00 pm.

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Estaba yo robandole a uno tipo su cartera, él me descubrió, me golpeó e inmediatamente corrí, iba pasando la carretera y un me carro me arroyo, en ese instante morí y por circunstancias de la vida el tipo me cogió de la carretera y me escondió en el baúl del carro, me llevó al bosque, dejandome en un árbol tirado. Ahora soy un fantasma y escribí mi biografía. Es genial ser un fantasma, puedo hacer lo que quiera, veo a mi hijo Luis, siempre existiré, no soy una cosa, elegí esta forma dado que siempre te estaré viendo.” Camila


El príncipe malicioso “Érase en una tierra muy lejana, vivía un príncipe muy malicioso, él tenía mucha gente trabajando para él, a los cuales mandaba a cosas que nadie podía hacer. Un día la gente se cansó y se fueron a revelar contra el príncipe. El príncipe les dijo “¡entonces váyanse!” La gente le respondió: “bueno” El príncipe creía que era charlando, entonces la gente se fue a una gran ciudad y allí pensaron “vamos a la guerra contra el príncipe” entonces se pusieron de acuerdo y se armaron con antorchas y tridentes. 29

Un día el príncipe fue al pueblo y nadie estaba cuando él los vió con sus antorchas y tridentes, se asustó y les dijo “no volveré a ser malo con ustedes”. Y la gente le dijo que “bueno. Fin” Danna

Camilo Pino


Beso de luna Cuentan los que cuentan cuentos que nadie nunca contó lo que entre ellos se contaban.

Érase una vez un guardián. No era cualquier guardián. Su pelaje era largo y del color del maíz, que así lo apodaban; su piel tan roja como las rosas del jardín. Dicen que era tan alto que todos temían que aplastase a alguien; que había nacido para la labor que desempeñaba.

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Aquel, vestía con brillantes piedras preciosas. Vigilaba durante el día el castillo de una mimada y berrinchuda princesa. Durante la noche cambiaba con su hermano, que era tan igual pero tan diferente a él. Una mañana, la princesa berrinchuda muy desesperada exigió que Maíz vigilara de noche, ya que se habían robado cinco rosas de su jardín, bajo vigilancia de su hermano. Sin más, él accedió. Mientras vigilaba, atento a cualquier alerta de un fisgón ladronzuelo, una tenue luz saltó en la joyería que traía. Al advertirse de ello, empezó a investigar si alguien andaba allí. Y no era nadie. Miró hacia arriba y se enamoró de inmediato de lo que contempló: la luna llena. Se le olvidó por completo dónde estaba parado, y la siguió. Pero la luna parecía huir de él, así que corrió, hasta que la vio reflejada en una laguna. Al intentar darle un beso, su propio peso jugó en su contra, y cayó al agua ahogándose al instante. Cuentan los que cuentan cuentos que en aquella laguna, cada que hay luna llena, se oye el eco del beso que el enamorado le robó a la luna. Cuentan también que la princesa berrinchuda nunca necesitó tener ni un guardián, ya que era ella, sonámbula, la que se llevaba las rosas para dárselas al príncipe de sus sueños. Un príncipe azul que nunca existió. Mariana Mendoza


LA Mentira como trabajo Francisco Neto vivía en una pequeña pieza en la cuarta cuadra del barrio Falsedad. Cansado de no conseguir empleo a causa de su gran sinceridad, subió al morro y gritó a todo pulmón todas las verdades que sabía, creyendo que así, podría controlar su don y conseguir un trabajo.

A la mañana siguiente, fue a la última empresa a la que aún no había llevado su hoja de vida. ● buen día señor Francisco Neto. ¿vive usted en un barrio de clase alta? Francisco contuvo la respiración ● si - respondió ● muy bien, ¿tiene auto propio? ● si- temblaba Francisco ● muy bien. ¿sabe usted guardar secretos? El corazón le iba a explotar ● si -susurro ● muy bien, es el hombre ideal para el empleo Francisco sonrió ● Muy bien. Su primera labor será ir a las casas de las familias más pobres y decirles que llevaremos a sus hijos a un mejor lugar, donde podrán comer y estudiar. Aunque jajajaja, no será así. Llevaremos a esas criaturas a trabajar en las calles para conseguir más dinero y para evitar que

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hablen, les quitaremos las cuerdas vocales. Francisco trago saliva. ● Le pagaremos muy bien Francisco Neto. Usted no conocerá el hambre, ni la tristeza. Había llegado el día de las visitas. Francisco no había dormido. Comenzó su travesía. Al comenzar a decir esas terribles mentiras se sintió triste y aplastado por un peso terrible. Veía como una a uno los niños iban siendo encerrados en un camión. En la última casa, ya con el corazón destrozado, una pequeña niña le sonreía. ● gracias señor Francisco, su corazón es honesto y limpio.

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Francisco rompió a llorar. Salió de allí y comenzó a gritar que todo era una gran mentira, los niños salieron asustados y las familias lanzaron piedras al camión. De repente, se hizo el silencio. Francisco Neto yacía en el suelo, con un hilito rojo bajando por su frente. Sus ojos cerrados lo hacían ver dormido. como un hombre dormido, sonriente y valiente. Manuela Cardenas


CASA CULTURAL BOTONES 2019 Hay una vez, en un barrio no muy lejano de una ciudad perdida entre el valle de algún cacique, un sueño, una idea para construir un mundo donde quepan muchos mundos. Hace tres años La Casa de los Botones viene dando lidia en La Frontera, imaginando y construyendo espacios para la formación en expresiones artísticas, para ver si así, vamos tejiendo comunidad en nuestro barrio ya olvidado por el estado y, con caminos llenos de historias, niñes y personas de carne y hueso, osea, personas con sueños, imaginarios, realidades, llantos y risas. Tres años que han pasado volando como los gallinazos del Quitasol, y que van dejando enseñanzas para el camino a seguir; y aquí, hemos hecho talleres de cianotipia, títeres, música, lectura, gastronomía, manualidades, artes plásticas, escuelas de formación, educación popular y otras aventuras de esas que solo pasan en estas casas comunes. También, y porque nos gusta que haya motivos para juntarnos a repensarnos y disfrutas de las artes, hemos realizado Escuelas Itinerantes de Educación Popular, Vacaciones Creativas, Novenas Populares, Lunadas y Festivales en La Frontera. Todos los lugares desde donde vamos construyendo, se han logrado gracias a las manos amigas de personas que creen en otras maneras de formarnos, gracias también a los chocotones, pedacitos de corazón que en la U son bien recibidos y algunos arroces con leche y polas. Sabemos también que no es suficiente con hacer y hacer, Freire nos habla de práxis, pues bien, entre el acto y la reflexión le hemos apostado a la sistematización de experien-

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cias y a la formación interna enfocada en la Educación popular y otras pedagogías críticas, nunca dejando de lado el contexto un tanto violento en el que nos movemos y replanteando constantemente las metodologías, porque así como vamos al ritmo de esta modernidad líquida, los talleres tratan de jugar a ese fluidez. Este año celebramos el poder realizar nuestro III Festival en La Frontera, pensandonos también eso del “buen Vivir”; celebramos también un año más de travesía y juego, celebramos, que cada vez somos más manos “para que el mundo esté en todas las manos”, celebramos que aún la esperanza sigue viva y que nos queda mucho por aprender y camellar… Y tú querido lector, si crees que puedes hacer parte de este sueño, habla con nosotros, tenemos muchas ganas de aprender contigo y recibir una mano más...


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