Relatos Visuales: Soledad Bellanita
Corporación Caminando la Utopía Autor(es): Ana María Castrillón Calle y Jhon D. Trujillo Caro Correo:casadelosbotones@gmail.com La presente publicación es de libre circulación, se permite a otros distribuir de modo no comercial, siempre y cuando se de los respectivos créditos. Bello - Colombia 2020 Apoya: Ganadores del Programa de Estímulos y Concertación Bello 2020
Relatos Visuales: Soledad Bellanita
Ana MarĂa CastrillĂłn Calle Jhon D. Trujillo Caro
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Introducción Hay encuentros que abren un sinnúmero de posibilidades, las fronteras del mundo se vuelven difusas y la determinación por caminar se afianza en los corazones, el destino pasa a un segundo plano porque lo relevante es compartir el camino, mientras se aprende y se vive juntos, mientras las palabras se transforman en pensamientos y acciones que desacomodan existencias que creían no se podían alterar. En algunos momentos no se sabrá nombrar lo que se siente, pero se vivirán esos silencios con la angustia que experimentan los condenados al asumir la conciencia de la inevitabilidad de la muerte, mientras en ellos arde el deseo de vivir cada segundo con suma dignidad. Encuentros que también significan desencuentros, cuando nos enfrentamos a dualidades que no sabemos como resolver, pero que son inevitables vivir, así el miedo recorra nuestra piel y en algunos casos optemos por la comodidad de lo conocido porque la sabiduría popular nos ha enseñado que es mejor malo conocido, que bueno por conocer. Pero en esos momentos donde la determinación nos embarga, optamos por transgredir esos relatos únicos, que quieren definir aquello que hemos sido y somos de manera definitiva y categórica, creyendo que poniendo un punto final, se acaba el relato. Más allá de ese punto final, nos hemos aventurado a narrar una cotidianidad, que no ha tenido cabida en esos relatos hegemónicos, a escuchar las tristezas, alegrías, sueños y frustraciones de aquellas personas que en algún momento nos fueron ajenas, pero con las cuales hemos tendido un puente palabras para relacionarnos con aquello que no desconocemos. Aunque sentimos una profunda deuda al no disponer con las capacidades para dar a conocer la realidad de quienes son, esperamos que 6
aquello que nos han contado ayude a dignificar el presente de este territorio, que aquellas personas que tienen una vida por narrar, encuentren en nosotras o en otras un corazón prestó a escuchar. Al igual que Eduardo Galeano creemos que el arcoíris humano tiene más colores y fulgores que el arcoíris celeste, que crear es un intento para ser más fuertes que el miedo al error o al castigo, a la hora de elegir en el eterno combate entre los indignos y los indignados. En especial, que la vida es apuesta insensata por la libertad con la otra. A todas aquellas que nos leen, les invitamos a ser cazadoras de historias.
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Beto “Sientes que te mueres Aquí afuera en la intemperie Aunque una cara conocida, Tal vez aparezca en una esquina, El color gris de la ciudad se derrite con el sol El color gris de la ciudad se derrite, pero vos no” Bajo Tierra, Ojos Enfermos Mis padres se fueron de Corinto-Cauca para Medellín ¿la razón? No sabría decirla, nunca le he preguntado a mi mamá el porqué de su desplazamiento, sólo sé que nací en la León XIII y toda mi infancia la viví en el barrio Santa Cruz, donde pude correr por todo lado, jugar a la cometa, vivir los diciembres con alegría. Aunque la violencia fuera una constante, el barrio no estaba terminando de salir de una guerra, para ya estar entrando en otra, fue una época mezclada por el dolor y la alegría. Desde pequeño mi madre me inculcó eso de no robar, ella tenía una cafetería y uno inconscientemente iba sacando moneditas para mecatear con los amigos, sabía que estaba haciendo algo malo, pero a la vez no, porque no sabía exactamente que estaba robando, pero cuando se dieron cuenta, me empelotaron, no me dejaron salir, aunque ¿quién iba a salir a la calle en calzoncillos? Me dieron una pela que me sacó la roja, me dejaron todo reventado, vuelto nada. Con eso tuve para saber que robar no es bueno, cuando mis amigos se iban para el Ley o el Éxito a robarse alguna cosita, yo nunca cogía nada, el susto no me dejaba. 8
Mi hermano Harold era muy teso construyendo cosas, incluso se construyó su propia guitarra porque una de sus pasiones era el rock y andaba con la expectativa de irse para el ejército porque ya había logrado terminar metalmecánica en el San Juan de Luz. El día logró terminar de construir el cuarto de madera que nos estaba haciendo a mi hermano y a mí en el solar de la casa se dirigió para el nocturno a visitar a la novia en Aranjuez. Allí existía un combo a principios de los noventa que se llamaba los Priscos, ellos en ese momento llevaban varios muertos en una camioneta, al ver a mi hermano le preguntaron qué ¿él qué?, a lo cual respondió que vivía en la esquina, obviamente no vivía ahí, pero la señora era conocida, pero del susto no le abrió. El hermano mío de pendejo, en vez de seguir derecho se devolvió, y como eran sicarios, no se les daba nada matar otro más, entonces le pegaron dos tiros en la cabeza. Al otro día me levanté temprano a moler el maíz, a pelar las papas para las empanadas y los pasteles, yo veía a mi mamá rara, pero ella no nos decía nada, pero si me extrañó ver varias señoras en la sala rezando, sólo al rato fue que mi madre nos dijo que habían matado a mi hermano, que se había muerto en la Unidad Intermedia de Santa Cruz. Yo no fui capaz de ir al entierro, todo el mundo fue, excepto yo, ese día me la pasé vomitando en mi casa, no fui capaz de ir a la escuela durante más de 15 días, aún después de tantos años sigue marcada esa huella en mí. Después de que mi hermano fue asesinado nos fuimos para Sincelejo donde un hermano mío, quien era el que le costeaba todos los medicamentos a mi papá. Nos llevó para poder estar pendiente y sacarnos del ambiente violento de Medellín. Yo por allá no me amañe, faltaba mucho a la escuela, razón por la cual perdí el año. Nos fuimos de Sincelejo porque a mi papá le afectaba mucho el calor y mi hermana que trabaja en helados la Fuente arrendó un apartamento en un segundo piso por el Tricentenario. Mi padre falleció cuando vivíamos allí, murió en la Unidad Intermedia 9
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de Santa Cruz, donde también murió mi hermano, no recuerdo bien en qué año fue, quizás el 92 o el 93, la verdad yo prefiero dejar esos tiempos por allá lejanos, lo único que sí sé, es que fue un 23 de diciembre y lo enterramos el 24.
Mi mamá trabajaba en una cafetería por la Playa, razón por la cual no podía estar mucho tiempo conmigo, entonces me mantenía muy solo y descubrí en la calle, en la esquina, la posibilidad de conocer buenas y malas amistades, allí encontré apoyo, pero también el vicio, el alcohol y la muerte. A mí no me gustó eso 10
de delinquir, sino que era por obligación, eso cubría todo el barrio y era con lo que uno crecía. Y un conflicto que en un principio me era ajeno, se me fue convirtiendo más personal, se metían con la familia de uno, veía morir personas inocentes y eso me iba dañando el corazón. A mí me tocó las guerras libradas entre la 99 y la 103, aunque mi papel era menor, debía estar campaneando, estar atento para cuando llegara la policía, presenciar y estar al tanto de todo, razón por la cual me tocó atravesar por varias experiencias en las cuales la muerte se llevó muchos de mis amigos, familiares e incluso me estuvo rondado a mí. En la infancia tenía un amigo que se llamaba Marcos, con él montaba bicicleta, jugábamos play, nos manteníamos juntos. Él se mantenía muy enamorado de una pelada Jazmín, para ayudarle, le hice un grafiti en una tablita, un Ziggy, un gordito calvo, para que se lo regalara y le parara bolas. Aunque, él era muy problemático, y un día dio con el que no era y lo mataron frente a la novia con un tiro de escopeta en el ojo, eso fue un diciembre. Yo tenía un sobrino con el cual nos criamos juntos porque mi hermana se mantenía trabajando, en semana lo dejaba en un internado y el fin de semana en nuestra casa, nos manteníamos jugando y parchando. Ya cuando estábamos más grandes, al sobrino le gustaba mucho bailar, yo sí más bien soy malísimo para eso, pero lo acompañaba. Él vivía en el Popular pero cuando estalló el conflicto allá, como hacía parte del combo se tuvo que ir de su casa y quedarse en la nuestra. Al estar allí aprovechamos para compartir más, incluso íbamos a mercar y fumar juntos, ha sido con el único miembro de mi familia con quien he fumado. Como teníamos amigas como un verriondo, nos íbamos para los festivales que hacían en los parques, que eso era pura parranda. 11
Un sábado me fui a ver alumbrados, al llegar al barrio se me acercó un amigo a comentarme que le había pasado algo al sobrino, yo arranque sin mente para el Popular, para ver qué había pasado y me encontré con mi primo, Tréllez -ese sí era el propio bandido- y en medio de mi borrachera le dije “venga metámonos a Cañada Negra” mientras él lloraba y cargaba la pistola, para meterle tiros. Él sólo me decía que no nos podíamos meter en ese momento porque esas gonorreas que mataron a David nos deben estar esperando, que más bien los dejará que mañana era otro día. En medio de mi tristeza y borrachera me despacharon en un carro para que no pusiera problemas. Ese día que lo mataron, el sobrino trató de volárseles por un volao mientras estaba herido, a él lo montaron en la camioneta de la Policía y alcanzó a llegar vivo a la Unidad Intermedia de Santa Cruz, pero allá dejan morir a todo mundo, allá también murió mi papá y mi hermano. En el velorio, los bandidos cerraron la calle, se encontraban vestidos de camuflado y con armas de largo alcance, al verme sólo me decían que me parecía mucho al parcerito. Eso echaron mucha bala al aire ¿y la policía? Por ningún lado. Enterramos al sobrino en el cementerio San Pedro y la muerte como no da espera, a los 15 días se llevó a Tréllez, cobrándole los muertos que tenía encima. En ese diciembre mataron a dos familiares. La muerte no me dejó de rondar, en una ocasión me puse todo titino para salir a parchar y tomarme los chorritos, cuando en ese momento pasaron los milicianos y al ver a los parceros, ahí mismo se les tiraron, los amigos salieron a correr y yo sólo sentía como volaba tierrita de las paredes, cuando empecé a sentir cada vez más cerca el sonido de los tiros que pegaban donde estábamos, la única opción que nos quedó fue a salir a correr. En ese momento, en el barrio todos eran un solo combo contra los milicianos. 12
Al terminar la guerra contra los milicianos, los propios jefes le habían enseñado mucho a los pelaitos, estos cogieron alas y los mataron, ahí se volvió a desatar nuevamente la guerra que me iba a volver a acercar a la muerte. Estábamos en unas escaleras escribiendo líricas y pasaron unos manes del barrio, que eran los propios asesinos, nos percatamos que estaban muy visajosos, cuando volvieron a pasar, alguien dijo que nos fuéramos de allí, en ese momento no nos dispararon porque no vieron a los que estaban buscando, pero al regresar, yo me voltee y vi como el parrillero se paró con el arma y empezó a dispararnos, yo sentía como los tiros me zumbaban por la cabeza, la cadera y demás partes de mi cuerpo, ninguno me dio, pero sí impactaron en un señor que cuidaba carros. Yo me escondí en una barbería muy asustado. Ya en la última vez me tocó a mí, que se nos volvieron a meter, me hirieron en una pierna, ese día estábamos compartiendo en la esquina, tomándonos una botellita porque eso es lo normal, que se salga a la esquina y se parche a tomar alguito, pero también sabíamos que las cuestiones no estaban bien, aunque la confianza nos ganó. De un momento a otro, un compañero vio que venían 8 tipos armados, no nos dio tiempo de nada, cuando sonó el primer disparo a duras penas pudimos correr, ese día no sólo me hirieron a mí, sino también a un amigo en la espalda, afortunadamente nadie murió ese día. Me tocó irme del barrio con mi familia para Itagüí, para lograr recuperarme y evitar que volvieran a atentar contra mi vida. Yo allá me sentía muy raro, todo muy distinto, me sentía muy apegado al barrio, razón por la cual, estando aún en recuperación me fui pirateando desde allá hasta Aranjuez, al llegar me recibió el Negrito, “veee, yo pensé que usted no iba a volver por acá, que bueno verlo” me dijo al encontrarnos, ese día estaban en un velorio de otro parcero porque eso era así, un día allí, otro acá, incluso caían inocentes. Yo sólo quería salir de eso… a través de la cultura. 13
En Itagüí vivimos muy poco tiempo, era un lugar muy costoso, no nos alcanzaba para el arriendo, ni para comer, o se pagaba lo uno o lo otro. Mis hermanos al ver eso, unieron esfuerzos y compraron una casita acá en Bello, eso significó que las cosas fueran mejorando. Aunque nuevamente caí con las malas amistades, entonces estaba nuevamente volviendo a perder mi rumbo. Las fiestas con sus borracheras empezaron a volverse cotidianas, ya me vinculaba más con los bandidos del barrio, empecé a cobrar la celaduría, para poder costear los pasajes para ir a estudiar a Belén, un curso de diseño gráfico que me pagaba la Alcaldía. Pero un día resulta y sucede, que me fui a tomar unos roncitos con una muchacha y no faltan los patos pegados, en medio de la fiesta no supe qué les dije y la cogieron conmigo. Tome distancia con ellos por un tiempo, pero nuevamente empezamos a coger confianza y me recibieron porque en esa empresa siempre necesitan reclutas, así usted la haya cagado o no, en esa ocasión entré con más fuerza, entonces me soltaron una plaza, ya cobraba en los negocios y me gane un conflicto con los de Pachelly porque cobraban en el pedazo mío, aunque ellos decían que era yo el que me estaba pasando. En ese momento Wilson, quien mandaba sólo tenía un propósito “a mí no me interesa nada de Bello, yo con solo quedarme con el pedazo de acá de Camacol y de Quitasol con eso me conformo” hasta que lograron convertirse en los dueños del barrio. En una ocasión un pelado le contó a uno de los propios que estábamos sacando el arma, él bajó y nos la quitó, eso a mí me dio rabia porque él hacía lo mismo, sólo que era un pelado, mientras nosotros la cagabamos con más seriedad y dispuestos a lo que sea. Cuando estaba tragueado y sentía que tenía cierto poder, arremetí contra ese pelado, resulta y sucede que era de los celadores, y en ese momento se tenían que hacer respetar, eso es un código de esa gente, al igual que la prohibición de robarse la plata del combo, si se cobra una plata, no se la podía uno tragar toda, sino darle su parte al jefe y se tenía que respetar la cadena de mando. 14
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Al golpear al pelado, bajaron tres buitres a pegarme, al otro día me llama el jefe para que entre todos me dieran duro, me mandaron para mi casa reventando, vuelto picha. Yo dije ¡nunca y jamás! Ni güevón que yo fuera para andar aguantando eso, hay pelados que sí lo hacen porque se quieren volver los duros. Ellos me pidieron que volviera porque era “bueno” dado que yo entregaba la mayoría de la plata que cobraba, no acepte. Aunque antes de salir por completo y de que me metieran esa pela, se dio la oportunidad de desmovilizarme con las AUC, los mismos del barrio le decían a uno “ve a vos te gustaría desmovilizarte, te dan 500 mil pesos mensuales y a la primera vez te dan un millón”. Uno con tanta necesidad y que le hablen de esa plata, ahí mismo se me abrieron los ojos. Resulta y sucede, que debíamos desmovilizarnos en Puerto Berrío, del barrio salimos 50 muchachos para la terminal de transporte para irnos para allá. Al llegar no vimos ninguna desmovilización, ni nada, nos fuimos disque para el batallón, ahí mismo nos dijeron que no, que eso era por allá para arriba por el Sur de Bolívar. Nosotros todos inocentes creyendo que eso era a una cuadra nos montamos en unos motorrieles que van por todo el viaducto del tren. Cuando íbamos por ahí, había caseríos que decían “ELN” y que no se veía ni una persona, de pronto usted sentía que por allá lo estaban mirando, pero caseríos fantasmas, una soledad absoluta por allá. Eso nos llevó hasta Barrancabermeja por 70 mil pesos, allá nos tocó pasar la noche porque no se podía andar a esas horas por temor a la guerrilla, al otro día nos tocó contratar un bus que nos llevara a Puerto Chica. En Puerto Chica cogimos chalupa hasta Santo Domingo -Bolívar-, allá nos encontramos unas muchachas que también se fueron a desmovilizar y ellas todas pinchadas se fueron en taxi que, porque allá les iban a pagar la carrera, nadie les respondió por eso y nos tocó a nosotros. 16
Nosotros ya íbamos todos quemados, estábamos andando un grupo de alrededor de 70 personas porque a todo lugar que llegábamos se nos pegaba alguien, al final llegamos al propio pueblo paraco en medio del monte, eso por todo lado camionetas marcadas AUC, Cafetería AUC, el Restaurante AUC y las casas donde todos ellos vivían. Incluso uno le dio por robarse unas sábanas y los paramilitares lo desaparecieron, ellos mataban porque sí. Nos montaron en una camioneta y nos trataban como cerdos, cuando íbamos por el camino nos indicaban que por ahí varias personas se habían quitado la camisa y nosotros “¿cómo así que la camisa?” pues claro, era que se agarraban ahí y se mataban. En todo el camino nos decían que nos tiráramos para adelante para que el carro no se fuera por ese volado y cayera al río. Uno los veía con su buena vestimenta, sus buenos radios, sus buenas armas, incluso estaban mejor equipados que el ejército. Al estar allá para la desmovilización los comandantes de las AUC al ver toda esa gamineria, dijeron que se iban a poner a desmovilizar a todos esos güevones que no saben nada, entonces hablaron con los duros del barrio, y ahí mismo nos dijeron “nosotros no los vamos a desmovilizar a ustedes porque hubo un problema y desde allá de Medellín dijeron que no”, nos sacaron hasta el pueblo y que de ahí en adelante ya nosotros veíamos cómo resolvíamos. Nosotros no sabíamos qué hacer porque no teníamos plata, incluso unos dijeron que se tiraban con un neumático al río Magdalena, ¿cómo se iba usted a tirar el Río Magdalena con un neumático? usted que veía bajar árboles enteros por ese río. Mi temor era porque no teníamos plata, todo el camino nos fuimos pirateando porque al desmovilizarnos nos iban a dar un millón, entonces íbamos a regresar con platica. Un amigo llamó a la casa por si le podían pagar los pasajes para regresar, mientras eso se solucionaba empezamos a vender todo, las medias con sudor, la correa, el 17
plástico, el bolso, con eso medio logramos recoger una plata para lograr llegar a la terminal donde nos recogió el difunto padre del amigo. Todo mundo estaba bregando, a conseguirse los pasajes, cuando nos vieron salir en ese taxi, llorando “no nos vayan a dejar, yo les pago”, “hermano es que no se puede”. Les tocó devolver pirateados, eso les tocó devolverse en lo que fuera. Así pudimos llegar aquí. Cuando llegué a la esquina, gloria a Dios. Imagínese que a mí no me gustaba el sancocho de pescado y eso por allá fue mera bendición. En medio de todos esos agites logré conocer la cancha, ese lugar se convirtió en mi espacio, en mi templo para crear, allí era todo muy tranquilo y lograba desahogar mis rabias pintando. El hobbie se me fue convirtiendo en empleo, ya la gente me contrataba para que le hiciera dibujos, eso hizo que mi parte artística se impulsará en Bello, además porque en ese momento si se contaba con más apoyo de la Alcaldía, para poder mejorar la cancha y hacer eventos, en especial torneos de fútbol, que implican que la comunidad se pudiese reunir y uno asumía un rol más social. Incluso eso se convirtió en la posibilidad de empezar a cantar en público y que las personas lo reconocieran a uno, “usted es el muchacho que canto por allí, ¿cierto?” me decían las señoras, “que bueno grafitear como este man” les escuchaba a los niños decir. Yo cada vez más iba tomando distancia de ese mundo, yo veía que todos esos amigos que mataron en esas guerras había sido por una bobada, ellos se convirtieron en un reflejo para no continuar con esa vida y me fuese entrando más a lo artístico, a la música, en especial al hip hop. Que si uno lo iban a conocer en el barrio que fuese por algo bueno, que tuviese la oportunidad de andar por las calles, así fuese sin un solo peso en los bolsillos, pero tranquilo, sin pensar que me va a pasar algo, o simplemente esperando la cárcel o la muerte.
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Artista
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A mí siempre me ha gustado mucho la parte artística, en especial el dibujo y el grafiti, aunque en los noventa casi no se veía en Medellín, a mi me gustó esa posibilidad de ser versátil y condensar varias culturas, igual que en la música. Ese fue un apoyo para mi en medio de esa guerra en la cual perdí muchos familiares. Mis primeros acercamientos al dibujo fueron con mi hermano, cuando trataba de imitar aquello que dibujaba porque todo hay que decir, pero todos en la familia tenemos ese talento. En la escuela en una ocasión hicieron un concurso de dibujo, de los 40 que éramos más o menos en el salón, yo fui elegido el ganador, desde ahí vi que tenía feeling pa’l dibujo. Aunque, mi interés por el grafiti se dio cuando mis papás me sacaban al centro y empecé a verlos en las paredes de la ciudad, yo los observaba y los trataba de memorizar para cuando llegaba a la casa dibujarlos. Y sí volvía a pasar por la misma parte, volvía y los analizaba, su carácter abstracto, las formas raras, los colores, las líneas que se ven feas, todas estiradas, pero con sentido, eso es bacano y lo impulsa a uno a sacar sus propios diseños, en un principio mi intención es que fueran más accesibles para las personas. A mi tío le aprendí a hacer uso de las pinturas, él era pintor de carros y trabajaba por allá en San Diego y me llevaba cuando tenía 13 o 14 años a trabajar que, a lijar y alistar los carros para pintarlos, después ya me enseñó más sobre el uso de las pinturas. Yo no fui de los que se inició en al grafiti que llaman vandálico, no me gusto eso de encapucharme e ir a rayar la ciudad, no me quería ver envuelto en el ámbito de la ilegalidad y exponer mi vida, por eso me interesó más el artístico, el pedir permiso para tomarme los muros con tranquilidad, aunque el graffiti es más de meterse a los lugares que está prohibido para dejar un mensaje, es tomarse la calle sin permiso. Uno con el tiempo y la práctica va profesionalizando más su técnica y desarrolla una gran capacidad de observación, así que cuando voy caminando, en el bus o ma20
nejando empiezo a delinear mi alrededor, imaginando los trazos y colores que podría llevar para guardar eso en mi memoria y al momento de estar en frente de una pared dejar que todo eso fluya. Aunque sí debo reconocer que no llevo ninguna bitácora de mis trabajos, sino que se encuentran dispersos entre cuadernos, hojas y muros. El grafiti me llevó al hip hop, aunque todos mis hermanos fueron rockeros y yo tengo un gusto por los clásicos, aunque al empezar a escuchar a la Etnia, Tribu Omerta, Laberinto y muchos más, ir a los Festivales de Hip Hop que se empezaron a realizar en los parques, me acercó al rap. El Perro Demente, se volvió en un ídolo colombiano porque fue un pionero del rap en Medellín, con su lírica hijueputa de la selva callejera, atrápala en tu mente, será pasajera estando la Etnia, en el putro puto ambiente, en tú putra puta mente, el 5-27, va, va. Yo me incline por ese camino, por mis vivencias, por todo aquello que me pasaba y con mi deseo de desahogarme, el hip hop me brindó esa oportunidad, eso uno pone la pista y desahóguese de todo. La música me atrae por los sentimientos que me genera, por la posibilidad de nombrar las penas, eso me tranquiliza. Tuve la oportunidad de conocer una Casa Cultural que queda por mi barrio, yo los veía que hacían bulla y eso me llamó la atención, porque había gente de todos los géneros y tipos, y como en el barrio sabían que cantaba y hacía grafiti, me invitaron a cantar a un Festival que hicieron, al participar me empecé a vincular más con ellos y se me dio la oportunidad de darle unos talleres a los niños de dibujo y grafiti, pero también fue la oportunidad de mostrar que hay posibilidad de tener un mejor futuro, una mejor manera de vivir la vida. Yo ahora pensando que será de mi vida, puede que yo sea artista, que tenga talento, pero que de eso no vivo, suponer ese trabajo de Rappi me aburre, uno estar sentado esperando para ganarse 3 mil pesos, eso me parece muy duro, yo me 21
cuestiono ¿qué será de mi vida? yo no quiero eso para mi vida, me merezco algo mejor, pero hay veces que todo lo que le va pasando a uno, lo desinfla, lo estanca o cuando tengo como un respiro, un adelanto, hay algo que no deja, ¡deténgase ahí y devuélvase! Eso me confunde, me pone a pensar mucho porque uno quiere su bienestar y más ahora cuando tengo un hijo, mi mamá está mayorcita con el deseo de verlo a uno bien. Esa cuestión todavía me baila ahí, vamos a ver que se puede hacer. Seguir dándome puñaladas
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Gilberto Gil Soy nativo del corregimiento de San Félix. Desde niño, gracias al amor por el jardín y las maticas que tenía mi mamá, mi abuela y mis hermanas, le cogí mucho cariño a ese cuento. Conte con la gran falencia que, de los 12 hijos de mi mamá, 4 mujeres y 8 hombres, yo fui al único que le gusta la naturaleza. Al principio me sentía un poco cohibido con esas cosas, porque nuestra sociedad piensa que el hombre solo debe coger el azadón o el hacha para trabajar en el campo y que debe tener hijos. Hasta que uno sale a la calle, sale de su entorno y se da cuenta que cada individuo es un ser, un ser que tiene un arte que debe ser respetado, que no es necesario parir hijos, porque también lo pueden ser las plantas, los árboles y las restauraciones que he hecho en la Serranía de las Baldías, esos son mis hijos y mi legado. Me encantaba traer la tierrita y llenar las materas, solía estar muy pendiente de como eran que le hacían para sembrar, aquello y lo otro. Cierto día, me voy para la truchera a llevar un desayuno o almuerzo a mi hermano que trabajaba allá, de venida pase por la casa de Tina Gutiérrez, ella tenía un jardín ¡espectacular! Eso no dejaba que nadie entrara, si uno quería una matica o un esquejito, ella no se lo dejaba tocar, ella misma lo cogía y se lo regalaba. Ella me enseño un método de germinación, que he corroborado a lo lardo de mi vida: en el ejército, cuando tenía el vivero y en diferentes capacitaciones que he estado. El método es con la saliva, que tiene enzimas digestivas que ayudan a limpiar, entonces es coger el ploncito, organizarlo, salivarlo y sembrarlo. Mi papá cuando niño, nos cargaban en costales de cabuya, ¡eso sí era una verriendorera! ¡Eso sí era...! ¡Eso sí era... encantador! Lo que pasaba con los abuelos en otro tiempo, era que se visitaban las familias entre sí, de una parte, a otra, entonces en esas épocas se iban de visita papá, mamá e hijos. De pronto, por la noche una rumba o algo por el estilo donde el vecino o las romerías para compartir, 23
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entonces por la facilidad de cargar, sin tanto complique, nos echaban en un costal y nos Ăbamos donde los vecinos.
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A las plantas, tengo mucho que agradecer y me siento muy orgullosito en cuanto a este tema. Resulta que yo de niño sufrí mucho de las amígdalas, hasta el punto que se me inflamaban tanto que se me reventaban y vomitaba pus. Eso era una cosa muy, muy aterradora para comer, tocaba a punta de líquido, pero igual dolía, siente usted…. Que aguantaditas de sol o sereno, al otro día llévela fijo, hasta que tuve 11 o 12 años. Cierto día, llego yo bien enfermo de la escuela, cuando mi mamá me va mirando y me dice “ombe, casi que no me acuerdo”, “mijo mañana que su padrino va para Medellín, váyase con él en el carro, dígale que lo llevé hasta Jalisco, que allá, por la arenera, hay zarza y hay flores de zarza, de esa zarcita que las flores son en pelitos, tráigase media bolsada o una bolsada” Yo me fui por las tales flores de Zarza. A mi padrino que bajaba a Medellín le encargó un yodito, entonces ya por la tarde nos reunimos en la finca, ella cogió dos puñados de flores de zarza y las puso en un litro de agua de panela, las tapo, las puso a cocer en el fogón y eso fue bajando, bajando hasta que quedó un vasaito y medio. Sacó y la enfrió, le echo dos limones y medios, 5 gotas de ese yodo y haga estas gárgaras en la noche. Por la mañana me llamó, antes de los tragos y de todo, el menjurje, las gárgaras, por 8 días. Me sereno, vuelo, nado, como, vea... no tengo nada en el cuello. He curado 2 niñas y un niño con eso. El caso es que cumplido los 18 años me fui a prestar mi servicio militar, que era un hobbie, algo que quería ejercer realmente como carrera, pero fue un total y rotundo ¡fracaso! porque las expectativas fueron totalmente distintas, no era pues la ley y el orden que yo esperaba realmente, sino que fue una farsa lo que se manejaba allá. Digo que fue un total fracaso, porque me tocó patrullar con escuadras de paramilitares, matando con ellos campesinos en Urrao, inclusive transportarles alimentos y víveres. El comandante de ellos con el comandante nuestro reunidos y ¡no pasa nada! Y si había sospecha que alguno iba a decir algo, salía la Banda del Carro Rojo, militares vestidos de civil que asesinaba a quien pudiese denunciarlos. 25
Otra de las situaciones que viví allá y que es muy triste, es el abuso del personal, de los soldados por parte de los comandantes, como que se enamoran de uno, lo cogen de parche, te la montan porque sí, por guevonadas te pegan, te dan castigos. Desde que llega uno al batallón, lo amenazan “si usted esto... sin libreta, sin conducta” Yo en esto cumplo 24 años de haber salido y no he utilizado la libreta para puta mierda. Yo preferí no continuar en esa carrera, no quería volverme igual a ellos. Cierto día, llegué del ejército de una de las licencias donde mi mamá, empezamos a conversar todo el día, historias van y vienen, esto y lo otro. Ahí con ella, organizamos la comida, empiezo a comer y en ese momento entra una llamada al fijo, voy y contesto, era un hermano mío que necesitaba un favor, algo así. Llego y cojo el plato, empiezo a comer, a mí me faltaba algo, acabe la comida, ella conmigo con cierta miradita y con esa malicia, a mí me faltaba algo… ——¿no quiere otro poquito? -me pregunta mi mamá——Esos frijolitos quedaron buenos, regálame otra cucharadita, pero poquita. Cuando llega ella con la cucharadita de frijoles y con lo que faltaba, el pedazo de carne que me había sacado, ella y yo muertos de risa. Me contó que esa se la había hecho la mamá de ella, la abuela, que un día comiendo le sacó la carne y ella veía que le faltaba algo, cuando después le dijo “mija, ¿quiere otro poquitico o qué?” entonces qué le sirvió otro poquitico, cuando ahí le apareció la carne. Luego, inicié con el parapente, conocí el vuelo que también era como un hobbie que tenía y quería realizar desde pequeñito. Cuando bajábamos de la escuelita, despegaban las cometas, allá en la Baldía y uno cabreado porque aterrizaban ahí los muñequitos, uno veía ahí los pilotos como muñequitos. Cuando en el 96 salgo 26
del ejército, me vengo para acá y veo una sombrillita volando, ¿qué es eso? ¿qué es eso? empiezo a averiguar, qué ¡parapente! Nada, me fui e hice el curso, también quise realizar mi propia empresa, la cual la tendría hasta el momento donde estuviera guerreando de una manera desleal. Lo puedo catalogar como un hobbie que fue un ¡total y absurdo fracaso! debido a la politiquería y la mafia que hay en el lugar. Cuando practicaba parapente en la Danta-Sonsón después de Río Claro, allá hay una montañita que tiene un desnivel en el valle de 200 métricos, antonces despega uno y está el Magdalena al frente. El caso fue que despegamos un domingo, un día muy térmico a una altura de mil y bolita sobre el valle. El caso es que estaba casi al nivel de la montaña de Rionegro, casi a la par sobre ella, hubo un momento donde miro para el sur y miro para el norte, y se logra pernoctar esa curvatura de la tierra, fue muy, muy emocionante. Desde el 2008 más o menos empecé la labor de guardabosques acá, empecé a hacer caminaditas, esto y lo otro, a interesarme realmente por el cuento. Yo inicie los recorridos invitando a los amigos, todos me tildaban de güevón ¿a qué vamos a ir por allá? ¿usted qué es bobo? ¿qué va a ir a hacer por allá a ese morro? Salgamos mejor a San Félix o para un pueblo a tomar cerveza, esto y lo otro. Sin embargo, seguí insistiendo y llegaron uno que otros amiguitos y ya me fui metiendo y trabajando por ahí en jardinería, sacando por ahí praditos con guadaña para el sustento. De platica mía, recuperaba, compraba bolsitas, empecé a germinar semillitas que iba llevando y sembrando Hace alrededor de 15 años estábamos en el voladero cierto día, ahí nos conocimos con el biólogo, quien ha sido de esas personas que me han enseñado el amor por esto y la pasión. Empezamos a hablar, que yo vivía por aquí, se mentó el Páramo, yo le dije que tenía unos hermanos que trabajan en vigilancia allá, que subía mucho a caminar, me dijo que, si lo invitaba, que no había llegado a venir. Ahí mismo 27
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programamos para el otro día, nos venimos y de ahí para acá con el hombre. Ya él me enseñó, me explicó más en detalle cual es el significado del agua, que es igual a vida, ya poder entenderlo. De ahí para acá coger ese amarguito ante la política que es oscura, corrupta y sucia.
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Llega el Área Metropolitana con la red de creación de viveros comunitarios, de hecho, detrás de la escuelita está el vivero Germinar, que nace de esa iniciativa, del cual fui socio fundador, vuelvo y reitero un ¡total y absurdo fracaso! Una empresa que creíamos para con mi expectativa con mucho orgullo, que iba a sanear las problemáticas ambientales del corregimiento, pero no fue así, a las personas les interesaba más los puestos y el prestigio, lo comunitario nunca les interesó. Pero como en el ejército y el parapente esto tampoco se dio, por el gremio, por las personas… Del vivero me retire en el 2013. Acá hay un problema de los acuíferos, del agua como tal, porque es muy triste como en este momento, que podemos divisar el Páramo las Baldías, tenemos conocimiento que es el Páramo más pequeño del mundo, de Colombia, el más cercano a una ciudad, en el caso de Colombia el tercero en producción hídrica, y no es posible que acá en un veranito haya racionamiento de agua, acá en San Félix centro, no hay como lógica. Como soy nativo de acá y doliente de este lugar, he presenciado día a día el cambio, el crecimiento de la expansión ganadera, urbanística, la pérdida de recurso hídrico, la presión sobre el Páramo por parte de los mismos lugareños, el Estado, empresas como: Argos, EPM, Edatel, Movistar. Si yo no tengo agua, si no tengo comida, yo tengo que buscar donde haiga, si yo tengo hijos, eso ya se genera lo que ya sabemos, un problema social, uno da pie a lo otro, el conflicto ambiental da paso a un conflicto social y eso genera lo que ya sabemos y es bien sabido, violencia. Yo estoy muy empapadito del cuento hace 18 o 20 años con dos amigos biólogos. es muy alarmante, y no es solo el tema del corregimiento de San Félix, sino mundial, esa es la problemática a nivel mundial. El cambio y la muerte de estos ecosistemas está siendo cada vez más inminente, cada vez nos encontramos muy, muy contaminados por especies invasoras, como lo es el ojo de poeta. 29
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Iba a arrancar muy contento con el Pago de Servicio Ambientales que obtuvimos por medio de la empresa Postobón, pero como el ejército, el parapente, el vivero, es una cuestión de ley natural… empezó la pandemia cuando me iban a contratar, estaba más contento que un marrano estrenando lazo, pero la cuarentena arruino la dicha. La pandemia empezó un sábado y al martes venían ellos, ya habíamos convocado a muchos finqueros, nos íbamos a reunir allí en la finca porque nos iban a enseñar a hacer unos caldos microbianos, tanto para fumigar como para abonar, para hacer ensayos. Yo iba a producir esos fumigantes y esos abonos, la maderita y toda esa cuestión, pero todo quedo cancelado y se fue a pique. Entonces yo ya quieto, quieto... Ahora hace 3 meses, llama el secretario David Casas que hay un acuerdo entre Corantioquia y la Gobernación para una contratación de 77 o 80 guardabosques para los municipios de Antioquia, ahí entré yo vinculado por el municipio de Bello con otro señor, que es otro gran líder, un gran peleador por el recurso hídrico y otra muchacha, una colega, Luisa que trabaja en la parte urbana en Bello, ella es muy gestionadora para trabajar con tareas comunitarias, con los pelados trabaja cuestiones de reciclaje. Este trabajo no es realmente un mérito, que uno diga que se lo ganó, aquí todo es politiquería. De aquí en adelante seguir como guardabosques, es algo muy limitado, porque tenemos muchos limitantes para ejercer cosas, por ejemplo, ya no podemos apagar incendios, o una calamidad que se presente, que uno de pronto pueda actuar o algo, no tenemos como el permiso, la facultad para actuar, solamente presentar informes. Cuando antes, si pasaba algo, podíamos actuar de manera inmediata sin tener que esperar a que otros hagan. 31
En un documental de televisión hable sobre la problemática del agua, sobre los problemas del Páramo de las Baldías. Me llama Paula Castellanos, ella es una comunicadora social, una gran amiga de la infancia, me llama desde Bogotá: “usted se ve muy lindo en televisión papito, pero hay mucha gente que lo está viendo a usted muy feo, mucha gente ¿si sabe de lo que le estoy hablando papi? Ojo que usted es muy bonito, habla muy bonito y eso por allá es suyo, el agua está por encima porque es vida, todo el mundo lo entendemos, esos personajes no lo entienden, así que yo le aconsejo mi amor que entré más calladito mejor, eso es un consejo mío debido a la problemática que usted sabe, no se haga el güevón” Yo sólo atine a decirle “si, mi amor, usted tiene toda la razón” Yo vivo muy amargado, muy triste por todos los problemas relacionados con el ecosistema, con la humanidad en general porque realmente ¿dónde está la inteligencia? cuando yo no tengo el respeto por el otro. Esta última década he estado muy frustrado, he estado a punto de recibir cita con un psicólogo, debido al estrés que me genera la problemática ambiental, entonces se enferma uno. ¡No hay ninguna acción! y el conflicto entre más días, más avanza, ese cáncer carcomiendo más y más. Cada que hay unas elecciones, siempre llegan todos los politiqueros, que vea, que las Baldías, vea que las vías, que aquellos pozos sépticos, vea, vea, y siempre… ¡no hacen nada! Se frustra uno y se puede hasta enfermar, el estrés, uno triste y aburrido. Llegué a un punto que es lamentable en este momento comentarlo, no lo he llegado a comentar, se me sale por alguna razón y lo voy a decir, llegué hasta el punto de dejarme crecer el pelo, la barba, veinte días sin cepillarme, en la casa todo el día sin salir… 32
¡Que va y que hptas! Que va… nada, sin contestar teléfono a nadie, eso es una güevonada. Con el biólogo y con German el de la empresa de Arévalo hicimos un recorrido por la cueva del indio, vino una psicóloga, entonces se me presentó y la cogí de aquí para arriba, comententándole toda la vida mía. No, Gilberto, es que es usted, primero yo, primero yo. Me dijo la psicóloga. ¡Primero yo! Ellos viven en el importaculismo, usted no, usted es usted, un ser, hágalo, no tiene por qué enfermarse, no tiene que llegar a ese punto de estrés. Usted mismo lo ha dicho y yo soy consciente de eso, no hay reversa, somos conscientes que tenemos ese tumor, nos vamos a morir, el médico no puede hacer nada, usted no puede hacer nada. Primero yo, parta de ahí, haga lo que está haciendo, pero empíricamente porque le gusta, cójalo como usted dice: de hobbie. Ahí ya dejé ese conflicto, esa agresividad hacia el prójimo porque no hace, porque a ellos no les nace. Así que ¡hagámoslo! pero quitémonos de la mente que lo vamos a salvar. Cuando uno se quita de la mente que simplemente usted no lo puede salvar, entonces ya entra en razón, empieza con esto y lo otro, ¡hagámoslo! y ¡entendámoslo! pero hagámoslo por pasión y enseñémoslo. Entonces ya voy a la institución, comparto con los estudiantes, les enseño, programa caminaditas con ellos. El Jardín Botánico al año me manda 3 o 4 escuelitas, a veces hasta 8 me han llegado a mandar en el transcurso del año. Trabajo con chinguitas, con pelados de preescolar, vienen los padres de familia, los profesores del colegio o la escuelita, vienen los guías del Jardín Botánico y con ellos hacemos 33
los recorridos. Yo los recibo con los arbolitos y nos internamos acá cerquita, en cualquier cañadita de fácil acceso para los niños, para todo el personal, los pongo a sembrar el arbolito, les explico cómo se siembra, yo siembro uno delante de todos para que ellos lo hagan también. Así que uno va trabajando por hobbie y pasión, pero una cosa si es clara para mí: siempre que un planeta se desarrolle y que surja la vida y en este caso haiga una especie como nosotros, que no tiene depredador, siempre vamos a estar condenados a extinguirnos por sí mismos.
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Luz Marina Gรณmez -Titi-
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Me dicen mi Titi porque llegó una gente a la casa a vivir. Entonces la señora estaba embarazada, el niño nació ahí y yo la atendí. El niño siempre desde que nació era conmigo, conmigo y él iba creciendo y no era capaz de decirme mamita entonces él me dice mi Titi, entonces desde ahí todo el mundo me dejó mi Titi. En mi casa primero nacieron 4 hombres, después de ellos nació una niña, dicen ellos que era muy linda, pero yo no creo que sea tan linda. Todos encantados porque nació la niña. Me dice una tía que mi mamá me mantenía muy peinada, muy bonita, mi mami me hacía unos vestidos muy lindos. En ese cariño fui creciendo yo, hasta que me di cuenta que ya nacieron más, pero yo fui privilegiada porque era la primera niña entre los 4 hombres mayores, entonces toda la admiración para mí. Ellos todavía me quieren mucho, están pendientes de mí, me llaman, cualquier cosa ellos son conmigo. Pequeñita fue muy bueno en la escuela. los niños se sentaban en un lado y las niñas en otro, entonces uno solo tenía una profesora. Ya fui creciendo y me gustaba mucho trabajar con la iglesia, entonces allí me metieron para que dictara catecismo a los niños. Me fui con las hermanas Vicentinas a ayudarles, yo les ayudaba a ellas en todo, en el comedor, recogiendo cosas para la gente pobre, lo que me pusieran a hacer. Mi mamá era tan caritativa, que cuando tocaban la puerta pidiendo algo, mi ama de lo que tenía en la casa ahí mismo les daba. Ella siempre decía que en el almuerzo uno debía echar dos raciones de carne más, echar más por si de pronto venía gente con hambre, para darle. Uno va viendo todo eso, así se vuelve uno, conforme el ejemplo que le dan en la casa, la solidaridad nace desde la casa, entonces viendo eso ¿cómo me iba a quedar quieta viendo tanta necesidad en las otras personas? Yo no soy capaz. 36
A mí me gustaba mucho ser monja, pero mi mamá no me dejó ir porque me iban a llevar para Venezuela y mi ama no iba a permitir que yo me fuera. Cuando eso las monjas las encerraban mucho tiempo y no las dejaban ir a la casa, que ella no iba a permitir que me encerraran por allá y quedarse tanto tiempo sin verme. Hace como 8 años me fui pallá, para el barrio arriba de Santa Cruz, allá hay un colegio de monjas, fui a ver si me recibían de monja, me dijo la hermana “vaya dígale a su esposo si le da autorización, nosotros si la recibimos aquí” él me dijo “no que tal, yo no la dejo ir tampoco” ósea, dos cosas que a mí no me dejaron ser monja, pero a mí me encanta mucho. Yo me puse muy triste por eso de no ser monja, quería ser maestra, pero tampoco lo logré porque mis papás tenían tantos hijos, tenían 13 hijos que no lograron darle a uno el estudio completo. Yo ya tengo 386 muchachitos, ellos son mi escuela, porque uno como profesor tiene 40 niños o 38, pero yo tengo 386. Yo me fui como a los 19 años a trabajar a Medellín al ver tanta necesidad en la casa, pero siempre fue un hogar tan bonito porque en la casa nunca se veía ni una pelea, ni que mi papá tratara mal a mi mamá, ni mi mamá a mi papá. Nosotros crecimos creyendo que no había problemas de nada, que todo era como un cuento de hadas, que el papá como trata de bien a la mamá, la mamá como trata de bien al papá, a los hijitos y los abuelos con ese amor con uno. Ya cuando vine a salir, que me vine a trabajar, era donde veía a la gente que peleaba, cuando yo me case, mi esposo un poquito bravo al principio, entonces yo una vez le dije que, si hubiese sabido que él era así, nunca me hubiese casado con él porque en la casa yo nunca había llegado a vivir eso, entonces dijo él “¿cómo así?” “sí, porque en la casa, yo viví 19 años, yo nunca llegué a ver malos tratos, o maltrato para uno o para el otro” o así cuando pelea tan feo esas familias, nunca. En la casa nunca llegamos a ver eso, muy bonito todo en la casa. 37
Cuando yo me fui a trabajar donde la tía, como eran de la misma familia de nosotros, tampoco veíamos problemas, ni nada, sino que cuando yo trabajé allá con ella, todo era muy bonito, entonces yo creía que el mundo era bonito, que el mundo no había problemas, ni nada porque como uno nunca llega a ver, cuando uno ya empieza a trabajar por la comunidad, que es un problema allí, que aquel niño tal cosa, le da mucha tristeza a uno. Yo estaba trabajando en la América, entonces una amiga mía, que estudiaba conmigo, un día fue y tocó la puerta, cuando llegó, vea le presentó a un amigo, ahí fue... él se quedó por allá paradito y que disque yo le guste mucho, entonces era echándome los carros y echándome los carros, yo no le paraba bolas, hasta que un día me dijo que él quería ser mi novio, yo le dije que no, que aún no podía ser novia suya porque yo tengo un novio, entonces primero debo terminar con él porque muy maluco engañar a las personas. Después que nos cayera un derrumbe en la casa que tenía en Andalucía la Francia, nos venimos para el sector de Pueblitos en Altos de Niquia, hace ya más de 30 años. Cuando nosotros llegamos creamos el grupo ecológico y ahí nos reuníamos para hacer las siembras del cerro, les hacíamos los charcos a los niños allá arriba para que se recrearán, hacíamos las brigadas cada 8 días. El alcalde nos daba todos los arbolitos, nosotros nos íbamos a sembrar los árboles con toda la gente. Desde el 96 he estado con las mujeres de Vamos Mujer haciendo las cruzadas, hacíamos las rutas pacíficas por todo el mundo, íbamos al Choco, Santa Marta, Bogotá, Venezuela, Ecuador. Nosotras con la Ruta Pacífica de Mujeres hacíamos plantones de las mujeres de negro, calladas con las flores amarillas, cuando hacían una masacre. Una señora me invitó al proceso porque yo pertenecía hace 20 años 38
a la mesa de trabajo Mujer de Bello, que fue fundada por Rodrigo Villa cuando fue alcalde, nos dieron una casa de la mujer y nos capacitaron mucho. A mí me nombraron como representante de la mesa de trabajo Mujer de Bello, ante la Ruta Pacífica de las Mujeres Colombianas por la Paz. Nosotras donde había un conflicto ahí estábamos acompañando a las mujeres. En Barranca estábamos acompañando a las mujeres, estábamos en la Ninfa en un cuartel que se llama la Ninfa, cuando dijeron que afuera esos grupos armados iban a intervenir y tomarse el lugar. Nosotras, las que ya estábamos muy capacitadas, teníamos que distraer a las otras para que no se dieran cuenta de lo que estaba pasando, transcurrieron como 3 horas, pasó todo y no se dieron cuenta de que pasaba. Cuando íbamos pa’l Chocó, en el Carmen de Atrato si nos hicieron devolver los grupos armados, pero igual, todo lo que llevábamos, los barquitos lo echamos al río y les llegó a las mujeres en el río al Atrato. Desde el 98, nuestro trabajo comunitario más que todo siempre ha estado enfocado en los niños. El niño mío salió para la Fundación Guayaquil, que era una escuelita de niños especiales, como allá había mucha necesidad, empezamos a trabajar allí. Los niños eran más que todo de la rivera de la quebrada de la García, desde ahí nos enfocamos en ayudarle a la gente. Cuando llovía, la gente a la una de la mañana me llamaba “Doña Marina, imagínese que la quebrada se nos llevó la casita, las cositas” entonces yo me levantaba con mi esposo a tocarle la puerta a los vecinos para recoger cosas, ellos nos daban ropa, comida. Yo me iba y hacía abrir la escuela Rogelio Arango, pa meter a toda la gente damnificada. Al otro día llegaba el alcalde y me decía que yo con qué permiso abría la escuela, yo le decía que con el permiso de que la escuela es un lugar público y se está nece39
sitando para la comunidad, nosotros por eso nos tomamos la atribución de abrirla, mientras ustedes podían venir a ofrecerles el recurso para alguna ayuda. Así pasaron como tres años trabajando ahí, —— mijo, imagínese que la gente por aquí del barrio también tiene mucha necesidad —— sí, mija ¿qué vamos a hacer? —— Ya trabajamos mucho allí, pues porque el niño ya salió de la Fundación, entonces vamos a enfocarnos a trabajar en el sector de nosotros. Yo me levantaba a las 4 de la mañana a coger 3 ollas: en una hacíamos chocolate, en otro echábamos salchicha frita con panes, en la otra, las arepas. Entonces nos íbamos a las 8 de la mañana cuando ya estaba el desayuno listo, con 5 personas de la acción comunal, nos íbamos a recorrer todo el barrio y mi esposo con un pitico, les tocaba, hacia ruido a los niños. Ellos salían con el pocillito y era muy lindo porque se sentaban en el suelito a comer. Nosotros les dábamos el desayunito, eso paso por 4 años. Era muy triste ver que nosotros llegábamos y los niños estaban encerrados en las casitas esas de madera, les decía yo “¿dónde están su papá y su mamá?”, “mi papá se fue” entonces era muy triste ver que no les compraban a los niños una libra de panela, ni unos pancitos porque con esos dos mil pesos que podían hacer eso, ellos lo usaban para comprar... lo que usted ya sabe... Y los niños muriéndose de hambre en la casa. 40
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En el 2002 mi esposo lo nombraron presidente del UNICAF, él me prestó un espacio donde yo podía darles como una comidita más buena, que no fuera el desayuno. Ahí colocamos el comedor comunitario Senderitos de Amor, a las 9 de la mañana ya estaba listo el almuerzo pa los niños que no tenían desayuno. Iban y almorzaban y yo en una coquita les echaba el almuercito pa que llevaran para la casa, para que tuvieran para el almuercito y para comer en la noche. Quién sabe si se lo comerían ahí mismo, pero la idea era esa, que de la coquita guardaran un poquito para la comida. Nosotros también ayudamos a construir las iglesias de por acá, la Reina de los Apóstoles, La Parroquia del Divino Salvador cuando estaba el padre Pablito Salazar, hacíamos la marcha del adobe.
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Nosotros con mi esposo empezamos a cantar porque yo le dije que consiguiera un triplecito para tocar bambuquitos. Después, él se consiguió una guitarra, ensayando, ensayando aprendió a tocarla. Nosotros cantábamos así, en primer momento y ya después hemos tenido 3 grupos: el trío mixto los amigos, los rancheros de mi pueblo y los Cantores del Norte, que es el grupo que tenemos ahora con Don Aníbal hace 20 años que estamos. Él maneja el requinto, el hijo de él maneja el bajo, Darío maneja los tambores, hay otro que maneja el güiro -carrasca-, es un conjunto muy bueno. Se ha presentado en Teleantioquia, en muchas partes. Una presentación muy significativa fue con el programa Los Solidarios Nosotros: salimos a cantar al escenario, cuando nos fuimos para el camerino un señor se acercó y le dijo a Reinaldo: —— Don Rey ¿usted no se siente muy orgulloso de su señora? ——¿por qué? —— ella parece un ángel ——¿sí? ¿ella parece un ángel? Entonces me dio fue risa. Ya la gente afuera pidiendo que siguiéramos cantando nosotros y eran artistas reconocidos quienes se iban a presentar, pero toda la gente que cantara doña Luz Marina, casi que no nos dejan venir y a los otros casi no los dejaron cantar. Una hermosura, uno se llena de una satisfacción, ver que uno está haciendo una obra tan bonita para ayudar a las personas que lo quieren tanto a uno, sin conocerlo, ni nada. 42
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El asunto de ser mamá, es que todos esos muchachitos se mantenían en la casa y ahí se enrolaban con los niños míos también a jugar. Nos poníamos a jugar todos los vecinos porque yo me ponía a jugar con todos. Las señoras que eran amargadas entonces yo las hacía también salir a jugar, por las escalas nos veníamos todos con el trencito, recorríamos con ese mundo de muchachitos y ahí sacábamos a todos de la aburrición los domingos. A mis hijas pregúnteles la infancia, ellas todo es mi mamá, mi mamá que se mantenía jugando con nosotros, porque si uno le va a dar a los otros, primero hay que darle a los de uno. Mi recuerdo más significativo son los niños porque ellos son la fortaleza mía, porque esos niños llegan al comedor y ellos me abrazan, me dan picos, me dicen que me quieren tanto, me dicen... una niña tan hermosa, un día que estaba enferma fue y me dijo “Titi, vea, usted no se puede morir porque si usted se muere entonces yo le digo al señor que vuelva y nos la mande para que nos haga la comida” otra fue y me dijo “si usted le falta un ojito, yo le regalo uno mío” otra me dijo “si usted le falta una manito, yo le regalo una manito mía” yo le dije “¿usted con qué se va a quedar?”, “no, porque nosotros la necesitamos mucho a usted, entonces a mí no me duele darle mi manito” La felicidad es ver esos muchachitos que en este momento tienen 21 años, que desde chiquiticos iban al comedor, yo me los encuentro en la calle y ellos son esos abrazos. Esta semana estábamos en la reunión allá en San Andrés y me vieron bajando, como yo he estado tan enferma, todos eran en los balcones “Titi te queremos”, “Titi, Titi ¿cuándo va a volver Titi?” Ese afecto es de esas cosas que lo llenan a uno. Yo tengo satisfacción, pero no es completa, yo quisiera que ahorita que vuelva el UNICAF, así yo no esté en el comedor, volver a poner todo lo que había, principalmente el comedor para darle la comida a los niños. La satisfacción es la más grande de uno es poder trabajar por el que verdaderamente necesita porque nosotros llegá44
bamos verdaderamente donde los niños y mujeres que necesitaban, donde todos. Sin ayuda de nadie, porque el comedor lo creamos mi esposo y yo, con la ayuda de Carlitos de abajo de la revueltería, que me daba el revuelto, con lo que las hijas me daban yo compraba las cosas para poderles dar. El comedor es de Dios, porque miren que fueron 21 años y nunca faltó nada en el comedor. El comedor comunitario es para darle a todo el mundo, a todo el que tenga hambre. En el mío era para todo mundo. A mí me da tristeza no ser capaz de hacer nada más, ya por la enfermedad, yo ya no soy capaz, igual estamos haciendo la gestión de que vuelva el UNICAF con el comedor, que así no sea yo, pero que siga todo eso allá y que las personas sigan el ejemplo.
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Mario Alberto Arango Toro A los 5 años, cuando vivíamos al frente del Quitasol sobre la línea de la 54, tenía la inquietud de ir allá. Yo veía que mi papá y mi abuelito bajaban empantanados de allá. Hasta que un día mi abuelo me subió a la terraza del edificio y me dijo “vamos para allá” señalando el Cerro. Entramos por la cañada de la Merisalde, mi abuelo sacó un paquete de servilletas, me las dio para que yo fuera marcando el camino, así llegamos a la casa de doña Mercedes, con la cual el hombre ya tenía confianza porque subía constantemente. Al llegar a un altico paramos y el papito me decía “vea todas las servilletas, mire por donde nosotros subimos, mire como marcamos el camino”
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Cuando niño, el abuelo nos dice a mis primos y a mi que nos tenía un viaje, así que nos encarga subir unos rollos de alambre de púas al Cerro a cambio de un premio. El alambre lo subió un carro de bestia hasta cierto punto, ya después nos tocaba a nosotros. Él abuelo como es un hombre muy curioso nos dejó unas cascaritas, dejó las gafas en el camino, las cuales nosotros nos encontramos y las subimos junto al alambre, al entregárselas el fingió que no sabía y nos felicitó, nos palabras de aliento y reconocimiento por parte de él eran el premio. Cuando estábamos en el cerro el nos enseñaba que era aquello que se podía comer, así no tuviera buen sabor o nos supiera raro, había que comerlas porque eso reemplazaba en muchos casos un almuerzo. 47
Cuando tenía 12 años me fui con unos amiguitos para el Cerro porque ya tenía el permiso y la confianza de mi abuelo para subir. Nosotros nos agarramos a guerra de café y tomates. A raíz de eso me prohibieron el regreso al Quitasol por el daño que le había hecho al Cerro y la cosecha. A los 20 años pude volver a regresar, ya con mi abuelo para subir una madera, en cada uno de los puntos que parábamos el hombre contaba la historia sobre aquello que quería hacer, la necesidad de cuidar aquel bosque que veíamos en cada uno de los lugares que el determinaba estratégicamente para descansar mientras subíamos la madera. Cada una de esas estaciones que hacíamos se convirtieron en puntos de siembra de árboles que después nos iban a dar sombra o sus frutos, por eso los cuidábamos y estamos atentos de su crecimiento. A partir de tener la posibilidad de regresar al Cerro con un grupo de amigos durante varios años hicimos siembras experimentales, algunos dieron resultado, por ahí en el Cerro hay algunos de esos árboles que hemos sembrado. Empecé a trabajar con la Mesa Ambiental donde aprendí muchas más cosas sobre técnicas de trabajo social, de iniciativas para el cuidado y conservación del Quitasol, la siembra funcional, que pasa por preguntarme cual es el rol de aquello que voy a sembrar en ese ecosistema, al igual que tener un montón de sinergias, que le permiten decir a uno que ha hecho algo, desde la invitación que me hizo el abuelo. Yo trabajaba haciendo techos, uno de los trabajos que me tocó fue la reparación de las escuelas, entonces ese material que botaban, yo seleccionaba lo mejor para luego subirlo al Cerro. Yo trabajaba hasta las 2 de la mañana, mis amigos se levantaban bien temprano, se iban al parqueadero donde estaba la madera que había seleccionado, la montaban al carro, me despertaban al medio día. Nos íbamos con el carro cargado, mientras mis papás me hacían la doble en el negocio, subíamos el material al Cerro, hacíamos arroz con leche, jugábamos un partido de fútbol en Plan de Monos, ahí nos gastamos por ahí 10 años en esas. 48
El abuelo tenía el anhelo de pasar sus últimos tiempos en el Quitasol. Cuando tenía por ahí sus 85 años, logramos que el hombre estuviera allá con la mamita. El papito me pidió que le hiciera un molde para hacer adobes y un mazo de madera, hicimos lo que él me pidió y se puso a hacer un muro de adobes con el barro del Cerro y con el material que habíamos subido empezaron a adecuar la casa. Eso ha sido una escuela donde él le dice a uno: vea, mire todo lo que se puede hacer con lo que hay acá. El hombre siempre estaba atento por los árboles que sembrábamos y de las personas que vivían en el Cerro
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La relación que tuvo el abuelo con el Cerro es una relación que ha pasado de generación en generación, yo le he aprendido a él esa forma poética y cariñosa como nos explicaba. Ahora el vínculo lo tengo yo, y lo están empezando a tener mis hijos quienes ya están aprendiendo a sembrar, me ayudan a cuidar el vivero: Santiago, Samuel, Alejandro y Estiven y Luisa. La moral es que ellos vienen detrás. El vivero arranco porque en el parqueadero mi abuelo sembró unos árboles, en los cuales empezaron habitar las aves y unos murciélagos, a quienes se les caía las semillas que se mezclaban con la equinaza que había en el suelo de los dos caballos
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que tenía. Un amigo se percató de eso y al preguntarme qué hacer damos marcha al vivero por arte de magia. Allí empezamos a embolsar palma reca, mangos, aguacate y guayacanes amarillos que recogí semillas por la hora a 2000. Un día fue mi hija Laura, ella es veterinaria, por alguna razón fue al parqueadero, me pregunta por lo que estábamos haciendo, le cuento y le pido que me traiga semillas de un guayacán morada del árbol que está al lado de la casa de la abuelita Susa. Ella me trajo una bolsa llena, antes de que mocharan el árbol. Esos guayacanes morados que salieron de allí ahora se encuentran bordeando la cañada cerca a la casa que tenemos en Plan de Monos, hay en Piamonte y en muchas partes del Quitasol. La licorera la tengo hace más o menos 25 años, cuando mi tía le dio el local a mi mamá para que montará un negocio y una cuota inicial para una maquina de hielo, entonces si uno tiene hielo, demás que es para echarle ron, así que compramos varios licores para darle comienzo al local. Este negocio me ha ayudado y apoyado para ser una persona libre, que podía irse para el morro a sembrar y enamorar a la gente del Cerro, porque podía contar con la posibilidad de que mis padres me reemplazaran, al igual que contar con el recurso económico para hacer actividades, en especial los 06 de enero que cumplo años, en los cuales hago arroz con leche para los niños allá, mi celebración de cumpleaños suele ser compartiendo con las personas del Cerro. Si ya uno lo salvaron de muchas en las cuales la vida estuvo en riesgo, se encuentra con una comunidad que está interesada por aprender, otras que indican que el camino es por acá, reconoce sus compañeros. Si uno dice “si me salve, encontré la gente, el rumbo es este” ¿qué más quiere? la vida a mí en este momento me está diciendo el camino es este, la gente ya está, está el punto, las oportunidades, los conocimientos de todo el grupo que te rodea, ¡accione más! Ya no es más que más quiere, ya no tengo nada más que pedir, ya nos toca actuar. 51
Todo este tiempo de experiencia, es una carrera universitaria, yo no logré ir a la universidad porque cuando yo entré a la universidad me pareció más importante salir al ruedo, yo no me podía quedar todos estos días acá estudiando porque ya conozco las problemáticas, la necesidad del Cerro, la necesidad de la gente, aquí sentado en este escritorio… tengo que salir al ruedo. Ya tengo el negocio, desde ahí me proyecto, actúo. Uno de los resultados de eso, es lo que está pasando con ustedes… también tenemos la experiencia de que Camacol premió a mi mamá como la tendera líder, entonces vuelve y juega, ya hay una oportunidad de accione más, ya planeamos, ya nos reunimos, ya preparamos, ya vamos a un calendario de acción, donde vamos a aplicar en el Cerro, en la comunidad, en las comunidades indígenas, todo eso que recogimos y ahora tenemos para darle a ellos. En un momento de mi vida estuve muy deprimido, no sabía la razón porque tenía trabajo, estabilidad financiera, pero no podía quitar esa sensación hasta que fuimos a darle unos regalos a unos niños y niñas en la Cruz, eso me llenó. Aunque aún sentía que estaba montado, por eso andaba con libros de autoayuda, hasta que un compañero me vio con ellos y me manda a leer el libro sobre la metafísica, allí conocí las tácticas para manejar el pensamiento, administrar la mente, además que descubrí que me faltaba el don de dar, por eso cree Comportamos Sonrisas, una corporación que trabajo por los niños y niñas de las periferias de la ciudad. En la metafísica reconocí el poder que tenía en mi palabra, en mi pensar y actuar para hacer en pro de quienes se encuentran en condiciones de desigualdad. Yo siento que a este mundo no vine a mamar gallo, desde el momento que nací 52
en el cual mi madre tenía principios de aborto, se aceleró mi parto por el eclipse de esa noche y logre sobrevivir, al igual que a esas múltiples situaciones en las cuales mi vida ha estado en juego. Esas oportunidades que tengo para vivir, no las puedo desaprovechar, yo ya sé lo que debo hacer, así que ahí voy trabajando para hacer eso real.
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María Belén Giraldo Zuluaga Yo vivía con mis padres en una finca por Argelia, en Río Verde. En mi juventud trabajaba con mis padres en las fincas con el café, la leche, el ganado, pero en especial a mí me ponían a trabajar la cocina, lavar ropa, cuidar animales, de todo... Como mis padres no sabían cómo darle a uno estudio, hice la primaria hasta segundo. Yo no tenía un tiempo de esparcimiento, jugaba algunos domingos, en las canchas o por los campos con otros peladitos haciendo casitas de madera y de arenita o, armábamos gallinas de barro, pero no más. Cuando salía al pueblo era con mis papás e íbamos a misa. A mi casi no me gustaba el campo, me gustaba venirme para la ciudad, es que uno por allá se sentía encerrada.
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Cuando estaba en Argelia fui casada muy joven para poder salir pronto de mi casa, pero yo me separé de ese señor, muy mal, muy mal, ese señor era muy vicioso. Me decía que me iba a matar y yo sin saber por qué. Yo sólo alcancé a vivir con él 11 meses, porque eso no es vida, en ese tiempo tuve el hijo, Mario. Aunque tengo 4 hijos, pero uno vive en Sonsón, los demás si viven acá en Bello, yo los tuve que levantar sola, nunca pasaron hambre, les di una casa, les di el estudio que quisieron, los saqué adelante y les enseñe a trabajar. Yo me vine sola para donde una hermana que vivía en Medellín, empecé viviendo en el 20 de Julio, allá viví mucho. Yo allá me levantaba en las 2 de la mañana los fines de semana, hacía una barcada de arepas y me iba para la América a venderlas allá, a la iglesia. A las 12 ya terminaba de vender y me iba. Ya el resto de semana podía dedicarles ese tiempo a los niños. Del 20 de Julio salimos por desplazamiento intraurbano, eso eran unos conflictos muy horribles, a mi tocaba esconder los niños, escondernos debajo de la cama por las balas. Hace unos 25 años me vine para Bello, a trabajar a la plaza de mercado y a pagar arriendo, porque acá era mejor, la gente muy formal todos. Cuando me pasé paracá, me la pasé de la casa para la plaza, yo no salgo, yo no callejeo, ni ando por ahí por los barrios. Yo empecé vendiendo arepas de chócolo, pero después esa fabrica pasó a la hija mejor, ella es muy guapa para trabajar y yo cogí las cosas de segunda, eso fue hace 15 años. Gracias a la plaza he podido comprar locales, el apartamento donde vivo y ayudarle a los hijos a conseguir sus apartamentos. Yo a la gente les compro y les vendo lo que necesitan, cositas buenas. 55
Cuando yo me dieron la noticia que tenía cáncer fue muy horrible, pero ya me curé, estuve hospitalizada muchos días en el Hospital General y el San Vicente, me metían por maquinas a diario en esos días para quemarme el cáncer. En ese tiempo como los niños estaban grandecitos, ellos trabajaban, venían a la plaza y hacían cualquier cosita, tenían alguien que les ayudara, aunque ellos asumieron todo su cuidado.
Cuando cerraron la plaza, vinieron y cerraron los negocios a las 2 la mañana, no dejaban sacar nada, ni la legumbre, la hija mía tenía 25 bultos de chócolos y se los iban a dejar perder. Yo a las malas me tocó hasta alborotarme a la policía y a las malas los sacamos. La hija que tenía las arepas consiguió un negocio afuera, a mi me hizo mucha falta el trabajo acá, el otro hijo que vende ropita, quedó sin puesto. 56
Nosotros no hemos querido venderle a la Alcaldía los locales, porque de esto es lo que sobrevivimos. Tenemos la amenaza de que en cualquier momento pueden cerrarnos la plaza. Por eso la tienen toda descuidada, no le hacen ningún arreglo, por eso los comerciantes arreglemos los techos de nuestros negocios, cada una se responsabiliza del lugar donde trabaja. La Alcaldía nos ofrece 20 millones por todos los locales que tengamos, uno toda la vida trabajando aquí, para que sólo le ofrezcan eso. La plaza no la deben dejar acabar porque llega comerciante de mucho pueblo a vender sus cositas. Cuando fue la cuarentena me daban unas ganas horribles de irme para la plaza a trabajar, pero no podía porque trabajaba con lo de segunda. Yo estoy acostumbrada a trabajar todos los días acá, yo no tengo tiempo libre, cuando llegó a mi casa en las noches es a descansar o escuchar los salmos en el celular, a mi me gusta mucho escuchar el evangelio, en especial las predicas de Salomón. Normalmente mis días, suelo llegar a las 7 o 8 a la plaza, yo no me afano, gracias a Dios nunca me voy sin plata, me alcanza para comprar el desayuno y el almuerzo, el mío y el de Yaso, quien me ayuda desde diciembre del 2019, para pagarle y sostenerme. Ariel Giraldo Me bastante el poder hablar de ti porque eres una mujer muy berraca, demasiado trabajadora. Eres un ejemplo para nosotros, para mi y mis hermanas, por eso me siento orgulloso hablando de ti. Cuando vivíamos en el 20 de Julio, nuestra niñez fue puro juego, eso era muy bueno vivir por allá. Todos los niños salíamos a jugar hasta las 10 o 12 de la noche y no pasaba nada. Mi hermanita era un poquito desaplicada, en el sentido que ella la mandaban a estudiar y se iba a jugar, cuando menos pensaron en la entrega de notas te llamaron y te preguntaron que pasaba con Luisa, que no había vuelto a la escuela, cuando tú todos los días la mandabas a estudiar. 57
Al iniciar la guerra en el 20 de Julio fue muy traumático porque uno estaba acostumbrado a eso, nos metías debajo de las camas porque sentíamos que las balas se iban a meter por las paredes. Cuando iba al colegio, como este quedaba en medio de dos morros, de un momento a otro se agarraban de morro a morro, nosotros en el medio nos tocaba tirarnos a la manguita, cuando oscurecía, al mirar para arriba uno sólo veía las balas pasar.
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Cuando llegamos a este municipio fue duro para nosotros porque nos tocó arrancar desde cera, dejar la vida que teníamos construida en el 20 de Julio por esa violencia que estaba comenzando, pero afortunadamente la plaza era muy buena para trabajar. Afortunadamente eres una mujer muy guerrera, lo que hoy somos se lo debemos primero a Dios y segundo a ti. Empezamos vendiendo arepas en la parte de afuera de la plaza, porque toda la vida nos criaste así, vendiendo arepas. Nos costó mucho darnos a conocer, iniciando hacíamos 10 0 12 paquetes de arepas y nos daba brega venderlos, así duramos 3 o 4 meses más o menos, que nos tocó guerrearla contigo, pero las arepas que hacías se dieron a conocer y el negocio empezó a prosperar. Lograste conseguir tú casa propia y darnos estabilidad a todos. La plaza es nuestro lugar de trabajo, sería muy triste que acabaran con un sitio como este, pero la intención del Estado no es ayudar en su sostenimiento, sino que piensan en el beneficio que le puede sacar al terreno. No entiende que la plaza es un patrimonio del municipio, de los bellanitas, que deberían repotenciarla porque son muchas las personas que se benefician de manera directa e indirecta. Me alegra mucho que mi hermana continuara con tú negocio, después de tantos años de trabajo, donde ya te sentías cansada y no aguantabas más, pero como eres trabajadora continuaste con el negocio de segunda porque sos buena negociantes, pese que no tienes estudios, eres muy buena para los negocios, eso te lo heredamos. De ti aprendí a trabajar por cuenta de uno, a rebuscársela, que no hay nada como trabajar por cuenta de uno, que habrá días buenos o regulares, pero nunca me va a ir mal. No he querido invertir en el negocio por el rumor de que la plaza la van nuevamente a volver a cerrar. 59
Una experiencia triste que recuerdo es cuando estábamos recién llegados a Bello, a ti te dio cáncer en la matriz. Los doctores sólo te pronosticaron 6 meses de vida, por lo tanto, no podían hacer más. Estuviste en tratamiento 5 meses, que fueron muy duros para mí, yo sólo le pedía al señor, que te prestara más tiempo, que todavía no te llevara porque nos faltaba arreglar muchas cosas en la vida y no queríamos quedarnos solos porque estábamos todavía muy niños. Nosotros hemos sido personas de fe, esas palabras que dijeron los doctores les tocó tragárselas porque los planes de Dios son distintos a los de los hombres, seguiste adelante, ahí donde te ven no eres capaz de quedarte quieta, ni siquiera el encierro de la cuarentena, siempre buscas algo para hacer.
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Antonia Galeano
Soy una persona muy olvidadiza, existen muchas cosas que no recuerdo o son muy dispersas, pero algo que tengo presente es que tuve una niĂąez solitaria y triste. En mi infancia la pase mayormente en una finca ubicada en Girardota Encenillos, en 61
donde mi papá tenía unas marraneras. Él tenía una marrana que se llamaba la Caponera, a la cual me encantaba darle cuido, ponerle la mano en el hocico para sentir su húmeda y respiración. Las crías que tuvo me gustaba cargarlas y darles besitos, al igual que estar atenta del gallinero para ver si las gallinas habían puesto huevos, para recogerlos. Aunque en algunos momentos sentí que esa finca era muchos otros lugares, en los cuales me mantenía desplazando, donde no permanecía por mucho tiempo, algo así como si fuese una nómada en mi pequeño mundo. En esa finca tuve mis primeras expediciones sola en donde recogía hasta cierta parte los caminos de herradura, que estaban cerca de allí. En los trayectos me gustaba escalar esas pequeñas montañitas que había alrededor de las trochas, al igual que hacerles huecos por los cuales podía subir y luego brincar. En la esquina de la finca había un palo de zapote, me encantaba comerlos, así que me sentaba debajo del palo a esperar a que alguien me lo bajara o los tumbaba a punta de piedra. En el árbol de naranja me gustaba montarme, aunque no me dejaban comer la fruta en él porque se secaba. El estar en la finca, hizo que mi amor por el campo, por los animales y el caminar aflorara. Al crecer casi no me gustaba ir a la finca porque prefería jugar en la cuadra con mis amiguitos. Me gustaba salir a la calle y jugar yeimi, stop, chucha televisión, escondidijo y en otras ocasiones jugar micro, donde el arco era definido por una piedra y los límites del área de juego era el andén. Todos esos juegos me los solle mucho. Casi no me gustaba jugar con niñas, prefería estar más con niños que por ser más aguerridos se enfrentaban a más cosas y yo era más de tener aventuras, así que con ellos jugaba mucho con bolas, aprovechábamos cuando estaban construyendo en la cuadra, para coger la gravilla y hacer laberintos, túneles en los cuales jugábamos con nuestros jugueticos que se nos perdían en ese tumulto de material. Nos gustaba jugar tin, tin, corre, corre, aunque siempre solía darme sustico por ser descubierta, así que siempre llegábamos con suma cautela a la puerta que íbamos a tocar, al es62
tar allí, tocábamos duro y salíamos corriendo a lo que más nos diera, a escondernos para no ser descubiertas. En mi casa fue difícil la situación porque siempre hubo violencia intrafamiliar. Mi mamá siempre vivió en constante tensión desde que yo estaba en el vientre, incluso fui prematura, nací a los 7 meses, eso implicó que estuviese varios días en incubadora. Esa tensión siento que es el origen de lo que yo siento ahorita… Durante mis primeros años de vida, mi papá le pegaba a mi mamá, la trababa mal, o dañaba las cosas de la casa, yo crecí con toda esa violencia y ese temor que en muchas ocasiones me paralizaba, lo único que podía hacer era llorar. La primera vez que presencie que mi papá le pegó a mi mamá, ella estaba fritando algo, no recuerdo que le dijo él, en todo caso es que mi madre hizo el amague para tirarle la paila, yo me encontraba en la nevera viendo hacía arriba como mi papá se le iba encima a mi mamá y le pegaba, mientras les gritaba desesperada ¡NO MÁS! ¡NO LE PEGUE! Recuerdo que mi papá también me dio una pela muy dura, la primera pela que me dio, casi no me pegaba mucho, pero las veces que lo hizo no las olvide. Yo no sé que estaba haciendo, pero sí que mi papá estaba salando una carne, el caso fue que me pego y me dio en una pierna, donde me dejó una marca de alto relieve, donde salían punticos de sangre que me ardían por el efecto de la sal. En otra ocasión, me dio unas palmadas muy fuertes porque me puse a miquear sobre unas motos, justo una de esas era de la Policía, entonces las tumbé en medio del juego y eso provocó que me castigaran violentamente. Experimento un temor hacía los hombres, a estar sola con ellos, que tiene su razón de ser en una violación que tuve cuando pequeña y en menor medida por las agresiones de mi padre. A medida que fui creciendo la relación de mis padres mejoró, en especial después del nacimiento de mi hermano, 63
aunque mi papá en ese tiempo le pego en tres ocasiones a mi mamá. Mi piel tiene cicatrices que tienen anécdotas por narrar: aquella que tengo en mi ceja me la hice en el hospital, cuando me llevaron a conocer a mi hermano que acababa de nacer, mi madre que se encontraba agotada por el parto, se asusto mucho al verme con la ropa ensangrentada y con varios puntos. En otra ocasión, me habían regalado una motico de plástico y yo quería montarla, así que le pedí permiso a mi papá y me mandó a que hablará con mi mamá, al hablar con ella me mando con él. Al verlos ocupados y la puerta abierta, cargue mi motico hasta la esquina de mi casa. Allí había una loma que no se veía muy pendiente, así que me monte en la moto, cuando de un momento a otro empecé a irme, no era capaz de frenarla, ni siquiera cuando puse los pies en el pavimento, así que para disminuir la aceleración gire el manubrio, pero me seguí deslizando hasta un lugar con muchos árboles que se encontraba cercado por un alambre de púas, con el cual me lastime el pómulo derecho y mi hombro, sólo en el rostro me quedó la cicatriz porque fue una herida muy pronunciada. La sangre cubrió una camiseta blanca con un recuadro azul, con muchos peces o tiburones, que me encantaba mucho y que tenía ese día. Al llegar a mi casa, mis papás se asustaron al verme, no me pegaron porque les dio pesar por como me encontraba. Cuando sabía que me iban a dar una pela fija, me metía debajo de la cama, en muchas ocasiones me quedaba dormida y me despertaba cuando me jalaban del pie, cuando fui creciendo agarraba la correa, pero eso era peor porque significa que me daban más duro, ya no por el daño que había hecho, sino por el acto de insubordinación. En la escuela era muy sola, me daba dificultad hacer amigos, pero cultivaba los poquitos que tenía. Siempre fui muy aplicadita, juiciosa, pero se me dificulta mucho 64
las matemáticas y ciencias naturales. Recuerdo que mi mamá siempre iba a la escuelita para que la profesora le explicara cómo me tenía que enseñar a dividir, a multiplicar y todas esas cosas porque ella no recordaba, le tocaba volver a estudiar para luego enseñarme. Yo sufrí mucho con las tablas porque mi mamá me las preguntaba mientras cocinaba, sino respondía bien, tomé su correazo. A medida que crecía empecé a ser un poco más rebelde, entonces era parte de las niñas populares, nunca me sentí de ahí, pero sino eras parte de ese grupo, no podías tener amigos, entonces al no volverme a juntar con ellas, me quedé muy sola. Mi madre, siempre me inculcaba la necesidad de defenderme cuando alguien se quisiera aprovechar de mí, así que eso implicó que en algunas ocasiones tuviera problemas en la escuela y me peleara con niños que querían aprovecharse de mi por ser más fuertes. No volví a pelear después de que me peleara con un niño y su madre se fuese a quejar con mi mamá. Si bien, mi madre no me regaño porque consideraba justa mi defensa, eso no evitó que no me sintiera mal por hacerle daño, así fuese un tonto. En la escuela era más bien regañona, porque todo lo que veía en mi casa lo replicaba, entonces como mi mamá nos solía regañar, yo hacía lo mismo con mis amiguitas, con el tiempo me fui volviendo más bien tranquila con eso, hasta que me impacientaba y volvían los regaños. En el colegio, conocí a dos grandes amigas, con ellas éramos aplicadas con el estudio y parchábamos con todo el mundo. Siempre tenía la chispa de escapar clase, de transgredir la norma, sólo lo hice en algunas ocasiones, en las cuales preferí parchar en la calle con mis amigas, en vez de entrar a clase, eso no significaba un problema porque nos iba bien. Ya cuando me encontraba en decimo u once, le pica a uno el bichito revolucionario, cuando escuché y vi el video de la canción another wall in the brick en una clase de inglés, en mí surgió ese deseo de hacer arder el colegio, de quemar ese lugar que 65
en algunos momentos lo sentí como una cárcel que limitaba la libertad, aunque no sabía muy bien que era esa palabra, en especial cuando mi devenir aparecían diversas obligaciones, que aún no estaba preparada para asumir, en especial, decidir que iba a estudiar, yo sabía que lo mío estaba por las artes, pero en un primer momento no pude hacerlo porque mis padres se opusieron. Así que comencé a estudiar inglés, porque eso es lo que se debe aprender para progresar, es importante que el esclavo aprenda la lengua del amo, para así poder comprender mejor las ordenes, pero mi deseo era estudiar artes en la Universidad. Recuerdo que, en el examen de admisión, apareció una las ciudades que describió Ítalo Calvino, creo que le faltó hablar sobre la 66
ciudad y las artes, un lugar donde todo aquello que se imaginaba podía ser creado, donde la palabra tomaba muchos colores mientras brincaba de piedra en piedra en las calles, las paredes eran esos lienzos donde los pintores exploraban diversas técnicas, en definitiva, una ciudad donde podíamos sentir y crear muchas otras. Al enterarme que había pasado a la Universidad, me alegre mucho porque iba a conocer un nuevo mundo que era desconocido para mí, pero me atraía. En ese momento estaban las manifestaciones del 2011, me impresionó ver tantas personas en las calles, levantando su voz, caminando con alegría y defendiendo la posibilidad de que la educación fuese para todos y no para quien la pudiese pagar. Cuando me tocó el primer gas, lo primero que hice fue salir a echarme agua porque eso me calmaba un momentico, pero me volvía ese ardor, error de primípara, pero uno con el tiempo se va acostumbrando a ese efecto porque prefería detectar ese olor de esperanza que trataba de opacar el gas, el olor del fuego de esos corazones que ardían en medio de la calle. En los primeros semestres en la universidad me fue bastante bien, pero a medida que me iba interesando por otros procesos en los cuales me sentía retada, no me era posible coger tantas materias, pero tuve la posibilidad de trabajar en el Museo donde desarrolle un juego y cree el guion para varias exposiciones, incluso una de ellas estuvo durante varios meses expuesta en sala, de ser joven investigador y militante de varios colectivos. Eso me permitió nutrir mi experiencia y asumir una mayor sensibilidad ante los problemas sociales, artísticos y académicos, a no sentirme como uno de esos tantos productos que gradúan de las universidades para ser feriado en el mercado laboral. Empiezo a interesarme por los lugares naturales de Bello, eso hizo que conociera a dos seres que son sumamente importantes para mí. El trabajar con elloas hace que aflore mucho más mi amor por el cerro Quitasol, para hacer cosas en pro de la 67
conservación y difusión de ese ecosistema. Realizamos actividades en pro de cumplir con esos objetivos, donde buscamos que con los recorridos que hacíamos se sensibilizara a las personas sobre la importancia del Cerro. Entre las cosas más significativas que hacíamos era apagar los incendios que se generaban en el Quitasol, porque los bomberos se tardaban en llegar, entonces uno sentía la responsabilidad por mitigar los daños para los animales y la flora que allí habitaban. La primera vez que pude viajar sola, es convirtió en uno de los recuerdos más gratos que tengo, porque soy una persona con muchos miedos e insegura, pero ese año estaba explorando esa fuerza que residía en mí, reconociendo mis capacidades, sentía que debía hacer algo que diera cuenta de ese proceso que llevaba. Ese mismo año experimenté una decepción amorosa, que me causó mucho daño, sentí que una forma de volverme más fuerte era a través del viaje y la posibilidad de sanar. Tenía unos ahorros para emprender la travesía, quería viajar con unas amigas, pero ellas no pudieron, pesé a que sentía mucho miedo de hacerlo sola y que en mi casa no estaban de acuerdo, estaba latente el deseo. El lugar que quería ir era Cali, donde en ese momento se estaba realizando el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez. Además, unos de mis artistas favoritas son Hernando Tejado y Omar Rayo, allá podía encontrar obras de ellos expuestas en la ciudad. En medio de la tristeza y el dolor acumulado que llevaba a cuestas, al recorrer el Museo de la Tertulia, la Plaza Caicedo y esos otros lugares de Cali se disipaba esa carga y me concentraba en aquello que me gusta, en lo que quisiera hacer y realizar, en proyectar ideas, pero pesé a hacer mil cosas ese dolor estaba ahí. El viaje a Cali, se convirtió en la posibilidad de emprender un vieje en el cual me pude encontrar recorriendo otros lugares que no aparecían en el mapa; esas calles caleñas se convirtieron en otras calles donde se conjugaban diversas ciudades; esas personas que me encontraban tenían diversos orígenes e historias. Cali podía ser 68
Florencia, Popayán, Quito o la ciudad que mis pasos quisieran recorrer y cuando menos imaginé me encontré en el mirador de Otavalo, donde los enamorados se dan citan para decirse aquello que en otros lugares de la ciudad no pueden hacer, allí las palabras se las lleva el viento a la montaña, algunas de ellas logran germinar y otras simplemente se pierden. Mientras, yo los observaba le entregaba al viento la tristeza con la cual viajaba, para que la condujera a un mejor destino.
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Cuando fui a conocer la mar, el bus en el cual íbamos se encontraba solo, lo cual me permitía estar en diversas sillas mirando los paisajes que dejábamos atrás mientras nos dirigíamos a nuestro destino, en ese recorrido vi el atardecer más hermoso que he visto, hasta ahora, me quedé contemplándolo maravillada como si fuese una niña, era la cosa más anaranjada, roja, amarilla que se extendía en el horizonte. Cuando por fin pude ver la mar, logré escuchar el rugido del vaivén de las olas y un gran azul que parecía no tener fin. Llegué a mi destino a las 3 a la mañana, sólo logré dormir una hora porque imperaba más mi deseo de conocer la mar. Aún se encontraba oscuro cuando estaba en el muelle, el viento tan fuerte me hacía sentir que me inclinaba un poco, pero sin dejarme caer, la fuerza del oleaje, que me hacía experimentar que aquello que sentía era pequeño y el agua se lo podía llevar, mientras me traía calma. Quería meterme, pero me daba susto porque el oleaje estaba muy fuerte. Cuando conocí la mar, la sentía como mi vida, con muchas turbaciones, pero que era posible pilotearlas con el pasar del tiempo, cuando las aguas agitadas se calmaban y permitían que uno pudiese ingresar para quedarse allí en medio de sí mismo, mientras las olas me llevaban a ese punto donde se une el agua con el cielo, donde sentía que se conjugaba el principio con el final y era posible nuevamente comenzar. Como uno de mis intereses ha sido trabajar por la comunidad y ser docente, vi la oportunidad de hacer posible ese deseo en una Casa Cultural, que un día decidió abrir sus puertas para que más personas caminaran y tejieran con ellas. Allí he tenido un cumulo de experiencias que le dan forma y hacen realidad aquello que me interesaba, pero que aún siento que no es mi lugar, que pesé a trabajar allí, aún debo seguir caminando y explorando otros caminos y territorios. 70
Aunque mis pasos en muchas ocasiones vacilen, experimente muchos miedos, tengo la determinaciรณn de seguir caminando, de seguir insistiendo en la posibilidad de crear nuevos mundos y marcar la diferencia en un mundo donde ser indiferente es lo normal.
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Este libro fue editado por Dualidad Editorial en el 2020
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