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La lucha contra el virus
from Migrante #4
La contingencia producto del Covid-19 es una consecuencia de un virus cruel y sanguinario que nos ataca de múltiples formas, a la vez que deja en evidencia problemas en los diversos aspectos sociales. Uno de esos problemas se refleja en la precarización que hoy atraviesa el sistema de salud por la actual emergencia sanitaria; no quiero decir que el virus sea omnipotente, ni inmortal, existen resistencias —conozcámoslas o no— y ahí tienen lugar las luchas sin rostros que le hacen frente al virus que se harta de sentir el placer directo de disponer de vidas, bienes e historias.
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Anónimo
Me desperté...
Me desperté, un sueño un tanto extraño, pero con cuestiones que estuve pensando hace días. Es que no “soporto” la sociedad en que vivimos. Tan ligada a la mediocridad, a un hombre pasivo y tolerante a todo. Lo sufro, me siento mal, a veces me dan ganas de vomitar pensando que (además de que concretamente vivimos encerrados en paredes o los más carenciados en la calle) encerrados en una ciudad, también estamos encerrados en categorías abstractas. “Está bien vestido”, “está mal vestido”, “tiene el pelo largo”, “ese tipo seguro que es un loquito”, ¡Que paradójico! Nos encierra algo que no podemos ver, algo que no podemos siquiera sentir, ni oler, ni saborear: la moral. Si excedemos esta idea tan cotidiana, si nos abrimos, nos agarra diarrea. Morimos en tanto dejamos de existir para lo que la sociedad y el sistema actual quiere que existamos:
La utilidad.
Discriminación.
Impotencia.
Bronca.
ANSIEDAD.
Ganas de hacer algo, ganas de… no sé qué, de hacer, de seguir siendo un zombie (porque eso no lo voy a poder cambiar en esta sociedad, a no ser que me inmole con cuatro dinamitas) pero activo.
Basta de dejarnos pisotear.
Lloro mientras me arranco los pelos. Dolor por dicha ansiedad. Sucediendo tal como ese ser que encarnaba toda la sociedad me advertía. ¡Ya está sucediendo! Está ocurriendo.
Las lágrimas brotan y brotan, no puedo evitarlo, es que ¿Cómo no llorar? Cuando uno no se siente adaptado y todos lo miran como si fuera un perro ¿Cómo no llorar? Cuando nadie lo entiende a uno como le gustaría ¿Cómo no llorar? Cuando a veces, uno no siente la necesidad de estar en este mundo del orto ¿Cómo no llorar? Gente muriendo de hambre, individualización, guerras, más hambre, razón ¿Cómo no llorar?
Las voces de la conciencia disparan balas (de goma, de metal, de plata) que reprimen un ser agregándole la cotidianeidad y, dentro de esa cotidianeidad defiende la conciencia (y el orden existente) la única e inigualable: la ya citada moral. Siempre despierta, siempre lista para atacar a los más desprevenidos “¿Cómo vas a levantar la mano si no entendiste algo?” puede decir la voz moral en una cursada o “no voy a preguntarle dos veces la misma dirección a este transeúnte, va a pensar que soy estúpido” o la más común “no me voy a caer mientras camino, no me voy a caer mientras cami…”; si te caes, mirando para todos lados entra esa vocecita rezando “¡que no me mire nadie!”
¿Saludar a un extraño? ¡Ni hablar! La moral no me lo permite -dice cualquier persona que siendo saludada por un extraño y no saluda- en ese momento y automáticamente deja de ser un ser humano ¿Por qué? Por qué el ser humano es creador, no pasivo, es un ser con emociones, no un robot duro y frío. Entonces no puede ser que, cuando un extraño saluda a otro, este se quede como piedra ¿Qué pasa viejo?
Hay que hacer, hay que llorar.
Estoy hecho mierda y ¿Por qué? Por una sensación que no me va a hacer nada, simplemente como la Sociedad del sueño me profetizó: me van a discriminar reforzando su hostilidad, su agreste hostilidad.