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Regocijo

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Aviso previo

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Regocijo

Andrea se levantó temprano esa mañana, como era habitual iba a empezar su día con un cigarrillo, pero no encontraba un mechero para dar comienzo a su ritual. Creyó que lo tenía en el pantalón, al buscarlo allí, no lo encontraba. Se desplazó a la cocina y allí tampoco había un encendedor. Eso la exaspero bastante, era un síntoma de que su día no iba a comenzar bien. Desde hace 15 años sus días comenzaban con un cigarrillo, ese era el detonante para tener un buen día, aquellos en los cuales no llevó a cabo esa acción, le pasaba cosas desagradables que hacían de su existencia desdichada.

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No había ningún mechero en algún lugar de su casa, se estaba alistando para salir a la tienda cuando en ese momento sonó el teléfono. –Buenos días– contesto Andrea

–Buenos días, habla con Mónica del Centro Especializado Médico la Espera. Me comunico con usted para comentarle que ya tenemos los resultados de sus exámenes.

–¿Podría decirme los resultados por teléfono? Es que no dispongo de tiempo para desplazarme hasta allí para recogerlos–replicó Andrea.

–Por supuesto, según el diagnóstico usted tiene cáncer en diferentes partes de su cuerpo y es necesario que inicie un tratamiento urgente para tratarlo ¿desea agendar una cita?

Al escuchar eso Andrea sólo atinó a decir “muchas gracias, más adelante me pongo en contacto con ustedes”. Pese a que la desánimo esa noticia, creyó que la haría sentir mejor el fumar un cigarrillo, así que emprendió su camino para la tienda para conseguir la candelera pero no se encontraba abierta. Se desplazó unos metros más adelante y ningún establecimiento abierto. Cada vez más la angustia se apoderaba de ella. Sus pasos se aligeraron para dar con prontitud con algún lugar, creyó que en el supermercado lo iba a poder conseguir pero ese día se habían agotado.

En su carrera por las calles para lograr culminar su búsqueda, se chocó con un despistado transeúnte, quien se percató de la agitación de Andrea y le preguntó por aquello que le pasaba. Ella no quería entrar en detalles de su vida íntima con un desconocido, así que respondió con un simple “nada”. Consecuentemente le preguntó si tenía un mechero. El desconocido le respondió que sí. Los ojos de Andrea se iluminaron, por fin su deseo iba a poder saciarse.

El desconocido, antes de entregarle el mechero, le dijo que también podía curar el cáncer que tenía, pero a cambio de eso no podría aceptar el objeto y debía renunciar a cualquier posibilidad de poder fumar por

el tiempo que se prolongara su vida. Andrea se creyó que le estaba tomando el pelo pero le sorprendió que alguien que nunca había visto en su vida supiese algo sobre lo cual ella se había enterado en la mañana.

Con la resolución que solo pueden tener los condenados a muerte, con la firmeza de la voz que solo la da la seguridad del desahuciado que no tiene nada por perder, Andrea tomó el mechero de las manos del desconocido, puso su cigarrillo en su boca y lo prendió, dio la primera calada que le relajo por completo los músculos de la cara y parafraseó a Baudelaire que le importa la condenación a quien en un segundo encontró el regocijo.

Jhon D. Trujillo

¿Y este año qué? ¿Si hubo Festival?

El Festival en La Frontera: arte, memoria y comunidad, fue el hito inaugural de lo que la Casa Cultural Botones se proyectaba en su quehacer. Nació el 08 de octubre de 2017, tras largos meses de pensarse, sentirse, temerle, amarle, añorarle y creer que era posible. Cuenta la leyenda que uno de los zancudos de esta Casa le dio por decir que debíamos hacer un festival de artes, recuperar las calles del barrio y hacer honor a lo que ya otros habían movilizado en la comunidad. Cuenta la misma leyenda que este zancudo tembló de pavor a dos días del tan esperado evento, pero que al dar inicio esa mañana de expectativa, todo fluyó como agua de manantial.

¿Quién dice cuál es el lugar preciso en el que se inventan las cosas, quién dice cuál es el clima perfecto o las maneras, o el ánimo necesario? Aprendimos con el Festival que los nombres nacen de una buena conversa, entre tinto y cigarro, con una emoción sincera del alma por crear algo insospechado. Así nació el nombre del Festival, en los pasillos de la universidad, tomando tinto y conversando con los compas. En la Frontera: porque si bien así se llama el sector en el que camellamos, no estamos de un lado o de otro, estamos parados justo “en” ella, danzando en un hilo delgadísimo, escuchando y aprendiendo abiertamente, amplios como el

universo; Arte: por que es lo que hacemos en la casa; Memoria: por que creemos necesario construir la propia y, Comunidad: porque sin ésta es imposible creer en el cambio de una sociedad.

El Festival entonces fue el evento estructurante de muchos aprendizajes para el colectivo, entender como funcionamos en el hacer concreto, poner en juego nuestras habilidades y también las no-habilidades, poner en juego la fe de que el barrio se moviliza, de que los artistas caen y apoyan, de que hay manos voluntarias y que la luka, la luka se consigue.

Son cuatro años de trabajo en el barrio, de idas y venidas, de construcción de vínculos y de proyección de ideas para el fortalecimiento de lo que veníamos haciendo; los tres festivales de los años 2017, 2018 y 2019, habían tenido un centro de atención en torno a la memoria: Pablito Salazar, Sergio Bueno y los artistas ninguneados y, el Buen Vivir, respectivamente. Cada año que pasaba eran más los artistas que participan, eran más variados los espectáculos, eran más personas las que asistían y eran más las ganas de que fuera un evento grande y fuerte dentro de la comunidad. Pero llega el 2020 con su sorpresita pandémica, con su aislamiento, con su no aglomeración y con su panacea virtual.

¿Cómo una casa cultural que trabaja principalmente con el sudor, la piel, la mirada, el sentimiento y la emoción podía, de un día para otro, producir y difundir contenido virtual?, ¿cómo salir de lo ya aprendido? y decir “No, no nos dejamos morir y aquí seguimos camellando”, ¿cómo encontrar la manera adecuada para que los ánimos no cayeran por el suelo? ¿Qué debíamos hacer?... Escribir, escribir, escribir y escribir, poner en la mesa lo que cada una sabia y dedicar ese tiempo “en casa” para escribir proyectos, teniendo en cuenta que todo era en la onda virtual; pues sí, nos jugamos las cartas y salimos favorecidos, recuperamos algunos presupuestos de cultural para hacer posible el IV Festival en la Frontera.

Nos enfocamos esta vez en el teatro, inventamos la manera para que el Festival, aun siendo virtual, recorriera las calles del barrio; nos llevamos entonces para cada trasmisión en vivo de la obra de teatro, una pantalla grande, un video beam y unos banderines, los ubicamos en las cuadras, llamamos a la gente y nos parchamos a ver teatro en una pantalla de cine. Fueron dos semanas de buenas jornadas de proyecciones; aunque a veces la lluvia nos impidió camellar, otro día íbamos y le hacíamos, porque la terquedad, representa los movimientos sociales y comunitarios.

Nos encontramos con que los niños nombraban las obras como “la película” y se quedaban tan quietecitos y juiciosos que sonreíamos al ver ese espectáculo. Nos dimos cuenta con esto que los más afectados con todo el tema de la pandemia, eran los niños y niñas que, al no poder ir al cole, la calle y espacios como La Casa de los Botones eran fundamentales; que andaban más abandonados que antes y que cualquier cosa diferente llamaba su atención.

Además de las obras de teatro, tuvimos dos foros conversaditos con los directores de las obras; estas charlas nos movieron los pelos y las uñas, nos confrontaron como proceso comunitario y artístico y además abrieron el espectro porque, las miradas de cada uno, si bien tenían cernía, aportaban desde lugares diferentes a las posturas sobre el arte y lo comunitario en estos tiempos locos, que no son sólo los de ahora, sino que han sido los de siempre.

El Festival virtual también permitió una vaina interesante y fue su talante internacional, quién iba a pensar que en este Festival de un barrio periférico podríamos ver obras de gente de Uruguay o de Perú, o que grupos tan recorridos como el TEF, nos iban a compartir su obra y además su palabra experimentada, o que grupos locales nos sorprenderían con una producción tan fina de arte escénico llevado a lo virtual. La satisfacción era de esperarse.

Aunque como sabemos, todo no es color rosa, nos enfrentamos a nosotros mismos como colectivo, cogido con los calzones abajo, nos miramos frente a frente en un campo de batalla desconocido. No éramos un colectivo de la virtualidad, eso significaba reaprender a andar con lo que teníamos y lo que sabíamos. Entre nosotros nos sorprendimos al descubrir habilidades interesantes para estos temas, afloró en algunos una capacidad de responsabilidad que no creíamos, pero también una capacidad de indiferencia que daba miedo. Nos chocamos frente a frente con maneras y posturas que se enredaban en discursos o en silencios y, esas tales reuniones por meet generaron brechas que solo la palabra presente, la mirada consciente y el abrazo fraterno pueden curar. Aprendizajes, decimos meneando la cabeza; aprendizajes y ganas de que todo esto acabe para hacerle a lo que sabemos.

Todo este chorrero de palabras, tal vez puede ser un ejercicio de catarsis para mí como integrante del colectivo, pero la intención principal es que en este Fanzine, un logro hermoso de La Casa Cultural Botones, que hoy lo asumen dos botoncitos nerdos con su proyecto “Dualidad Editorial”, se pueda seguir hablando del Festival, pues, es la cuna de esta hojas garabateadas, aquí nació este cuadernillo panfletario y, como creemos que llegará a muchas manos y ojos, siempre es importante hablar del Festival, para no olvidar, para seguir creyen-

do, para entender que cada paso es un empujón hacia la autonomía y el tejido comunitario.

Tal vez hoy, leyendo estas hojas podás ver el mundo con una mirada un tris diferente, podás entender que cada acción externa trae consigo un mundo caóticamente ordenado allí dentro. Te invitamos a rotar este Fanzine, te invitamos también a buscarnos en las redes sociales, te invitamos a seguir tejiendo con nosotros poder popular para la construcción de vida digna en los territorios.

25 de noviembre de 2020, Barbosa-Antioquia

Ela Espiral

Este fanzine se terminó de diseñar en dicembre del 2020

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