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Cuarentena en San José: relato sobre su gestión comunitaria Por Jorge Luis Fernández

A comienzos del 2020, mi familia había decidido vacacionar en la pequeña comuna de San José, ubicada a dos horas y media de Guayaquil, en la provincia de Santa Elena. De repente, empezó la cuarentena. Mi mayor preocupación era contagiarnos y que, por el lugar donde nos encontrábamos, no obtuviésemos ayuda. Para mi sorpresa, la respuesta, como comunidad, les permitió ser una de las poblaciones del sector con menor impacto por la pandemia. Por ello, decidí entrevistar a su presidente, Franklin Sánchez, para comprender qué estrategias les permitieron conseguir estos resultados. Al conversar con Franklin, comentó que apenas el gobierno ecuatoriano declaró el estado de emergencia y la abstención de movilidad, el cabildo comunal decidió cerrar la comuna y educar en prevención a la población, y para entonces ya tenían garitas en la entrada de la comuna con voluntarios trabajando. Lo más impresionante es que, con solo 900 habitantes, hasta la fecha de entrega de este artículo San José solo había registrado cuatro contagiados y ningún fallecido, mientras que comunidades vecinas tenían hasta 50 casos. Al empezar la crisis, el cabildo identificó que una de las principales amenazas para la salud de todos era que los habitantes se

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movilizaban a otros lugares, ya sea por falta de alimentos o desocupación. Por tanto, gestionaron kits alimenticios para todos, pero no era suficiente. Así surgió la idea de crear una finca comunitaria, que consiste en asignarle 400 m2 a cada familia para cosechar sus comidas.

Así mismo, meses atrás, la comuna había trabajado en la creación de un hotel comunitario a través del gobierno parroquial. Estando el edificio listo, lo transformaron en un centro médico para atender a quienes se enfermasen. Gracias a donaciones, cuentan con tanques de oxígeno, camillas e insumos médicos. Ahora están gestionando con el gobierno provincial para tener, de manera periódica, visitas médicas y campañas del Ministerio de Salud Pública. Sumado a eso, están gestionando la instauración de una zona wifi y conseguir laptops para apoyar a que los niños inicien una educación virtual.

Todo lo anterior ha sido en parte posible gracias a conversaciones con los propietarios de un club de la comuna que alberga casas vacacionales. A través de ellos, consiguieron financiamiento para comprar kits alimenticios y equipar el nuevo hospital. Al preguntarle a Franklin por qué cree que los ayudan, dijo que, además de que conviven en el mismo sector, la comuna ha demostrado saber

administrar bien los recursos. Cabe mencionar que solo para el centro médico han recibido alrededor de US$6000 en equipos e insumos.

Franklin nació en San José, pero estudió e hizo su vida en Guayaquil. Luego de 30 años, regresó de visita, y al ver las condiciones de la comuna se quedó, empezando a planificar cómo mejorarla. Primero, consiguió trabajo en el Municipio de Santa Elena, involucrándose así con autoridades de todos los niveles de gobierno. En 2013, se posesionó como presidente de la comuna, siendo una de sus acciones iniciales una campaña radial para que las autoridades visiten el sector. Esto despertó el interés del municipio y la prefectura. Al poco tiempo, habían obtenido postes con alumbrado público, energía eléctrica, pavimentación, salidas regeneradas a la playa, y una cancha de usos múltiples.

En sus ocho años de gestión, Franklin consiguió algo clave: crear un sentido de responsabilidad compartida entre los habitantes del sector. A pesar de que el cabildo solo es un representante administrativo, este se ha involucrado en la salud, educación y, ahora, alimentación. La máxima autoridad de la comuna es la Asamblea comunitaria, cuyos integrantes se reúnen normalmente una vez al mes y en la que participan alrededor de 100 de los 250 comuneros registrados. Allí se decide qué actividades emprender y cómo conseguir los recursos.

Durante la pandemia, Franklin tuvo que demostrar a dicha asamblea que la cooperación social les permitiría alcanzar grandes resultados. En San José, la unidad no implicó que todos pensaban igual, pero, a pesar de eso, trabajaron en conjunto para el beneficio de todos.

Ante estos resultados, considero necesario que otras comunidades imiten las estrategias mencionadas o busquen alternativas similares para salir adelante. La situación de San José, sin la organización comunitaria, hubiese sido devastadora, ya que la ayuda de las autoridades estatales demoró semanas en llegar. De hecho, tener una estructura organizacional sólida y funcional fue clave para obtener la confianza de donantes privados y recibir insumos públicos.

Franklin aseguró que la ineficacia de administraciones anteriores radicaba en su falta de conexión con las autoridades locales: “Creo que la gestión pública debe ser muy cercana a los ciudadanos, dándoles herramientas para organizarse y administrar sus recursos”, agregó. La centralización de recursos acentúa las desigualdades sociales y, con ello, dificulta el ejercicio de derechos; además de que, en momentos como este, amenaza la vida misma. Encontrarse lejos del poder político puede llegar a convertirse en una condena de muerte. Por ello, la organización comunitaria se convierte en una necesidad.

Por Jorge Luis Fernández

Estudiante de tercer año de la carrera de Ciencias Políticas con itinerario en Relaciones Internacionales de la Facultad de Administración y Ciencias Políticas de la Universidad Casa Grande.

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