Paseo literario por el barrio de las Musas o de las Letras ( Madrid)

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UN PASEO LITERARIO POR EL BARRIO DE LAS MUSAS DE MADRID "...Vine a ver/ la gran villa de Madrid:/ esta nueva Babilonia,/ donde verás confundir/ en variedades y lenguas/ el ingenio más sutil". Pedro Calderón de la Barca

Purificación López Díaz IES Barrio de Loranca (Fuenlabrada. Madrid) Se denomina, en sentido estricto, Barrio de las Musas, también conocido en la actualidad como Barrio de las Letras, al conjunto de calles que, dibujando la forma de un cono truncado, tienen como base el Paseo del Prado y presentan como límite en la parte superior a la Plaza del Ángel. En sentido horizontal, la zona estaría acotada por las las calles Atocha y Prado. No obstante lo dicho arriba, el adoptar una perspectiva de interés literario más que de estricta ordenación urbanística nos proporciona la libertad de ampliar los estrechos límites de la zona con el fin de dotar a nuestro paseo de un recorrido un poco más amplio y, por lo tanto, más rico en anécdotas y referencias culturales, artísticas, costumbristas, librescas, históricas o simplemente curiosas. El origen del nombre del barrio no tiene mucho misterio: se denominaba ya así en el siglo XVII a consecuencia del gran número de literatos y gentes relacionadas con la frenética actividad teatral de la época que se asentaron en sus calles. No hay además que olvidar que en esta zona se localizaban los dos principales escenarios dramáticos madrileños del Siglo de Oro ( los corrales de comedias de la Cruz y del Príncipe). Una vez dicho esto, parece más que ociosa la necesidad de justificar la pertinencia de un paseo literario por estas calles que acogieron las idas y venidas de Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Vélez de Guevara, Zorrilla, Cadalso, Larra, Valle Inclán y tantos otros; calles que aún atesoran, sin duda, el eco de sus pasos y de sus palabras. Pero, por si aún fuese necesaria dicha justificación, más allá del simple placer del paseo en compañía de tan ilustres vecinos, podemos dotar a esta ruta de un objetivo didáctico: caminar con nuestros alumnos en medio de las mismas vidas y de los mismos versos que habitualmente sólo conocen a través de las páginas, inertes y dormidas, de los libros de texto. Que la literatura es vida, y la vida es literatura es una sentencia tan incuestionable como difícil de transmitir a unos educandos que con frecuencia se acercan a las obras y a las huellas de nuestros clásicos desde el tedio, la incomprensión o el desinterés más absoluto. No debe resultarnos, por tanto, muy descabellada la idea de tratar de acercarles a los sonetos de Quevedo, a las comedias de Lope o a la deliciosa prosa cervantina, a través de un contacto, algo más tangible y vivo, con a las calles, tabernas, teatros, mancebías, plazas, cafés, posadas, imprentas y hogares por las que estos literatos transitaron. El recorrido se centra en este barrio por una cuestión práctica, aunque es de todos sabido que “dentro de Madrid hay muchos otros Madrid posibles” y que sería factible el ampliarlo a otros lugares y a otros nombres. El orden elegido para la visita, aun no siendo fruto del simple capricho, es completamente susceptible de ser modificado o alterado según gustos o conveniencias. 1


Por último, es necesario precisar que el paseo está enfocado, en principio, a alumnos de primer curso de Bachillerato, o bien tercer curso de Educación Secundaria. La razón de esta elección es más bien simple: la mayor parte de los autores que salen a colación durante la visita se abordan en el apartado de Historia de la Literatura de los planes de estudio correspondientes a dichos niveles. Es ésta una buena ocasión de comprobar si aún hoy son ciertas hoy las palabras que Lope de Vega escribe a un fraile amigo suyo en julio de 1611: “... Madrid se está como vuestra excelencia le dejo: Prado, coches, mujeres, calor, polvo, garrotillos, comedias...”. 

PLAZA MAYOR

Esta plaza, construida sobre las ruinas de un antiguo mercado e inaugurada en 1620, es una de las obras más espectaculares del reinado de los Austria. Se trata del lugar donde antiguamente se celebraban juegos de cañas ( corridas de toros), juicios de la Inquisición, ejecuciones de condenados a muerte y todo tipo de acontecimientos populares de carácter multitudinario. En el centro se halla una estatua ecuestre de Felipe III. La Plaza se incendió en tiempos de Carlos III quien la mandó reconstruir. Villanueva fue quien la rehabilita cerrándola, convirtiéndola en simétrica y dotándola de arcos. Sobre ella escribe una ilustre viajera, la Condesa D`Aulnoy1, tras su viaje a España en 1679: “La Plaza Mayor es más grande que la Plaza Real. Es más larga que ancha, con soportales sobre los que están construidas las casas, y todas ellas son semejantes, hechas a manera de pabellones de cinco pisos y en cada uno una hilera de balcones a los que se sale por grandes puertas acristaladas. El del rey es más saliente que los otros, más espacioso y todo dorado. Está en el centro de uno de los lados, con dosel encima.” Ya en el siglo XIX será esta plaza la que centre todo el Madrid de las novelas de Benito Pérez Galdós. En uno de sus lados se halla la Casa de la Panadería que resulta un perfecto punto de inicio para este paseo literario. El reloj que corona su torre era el encargado de marcar el tiempo a los personajes de Fortunata y Jacinta, y era al lado de esta casa donde se encontraba el negocio de Estupiñá 2: “la tienda de bayetas y paños del Reino que estableció en la Plaza Mayor, junto a la Panadería” 

PLAZA SANTA CRUZ

En el siglo XVI Madrid aún carecía de cárcel, hasta ese momento los alcaldes de la villa requisaban temporalmente inmuebles que dedicaban a ese menester, lo que provocó las quejas de los vecinos afectados e hizo que un centenar de ellos se 1

Marín Tovar, C.: “Impresiones e imprecisiones de la Condesa D`Aulnoy sobre Madrid”, Anales de Historia del Arte, nª 7, Servicio de Publicaciones de la UCM, 1997 , págs, 211-230 2 Pérez Galdós, B: Fortunata y Jacinta, Madrid, Cátedra,1994.

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unieran para solicitar la construcción de una Cárcel de Estado. El ayuntamiento adquirió unas casa que daban a la Plaza de Santa Cruz, las acondicionó con rapidez y en 1543 ya estaba terminado el nuevo presidio. En 1629, comienza a edificarse un nuevo edificio sobre el solar del antiguo, y el día en que se coloca la primera piedra se entierra una arqueta que guarda algunas monedas del reinado de Felipe IV y un pergamino que recoge el testimonio del inicio de las obras. Dicha arqueta de plomo se conserva hoy en día enterrada bajo la torre ( la que en su día se llamó “Torre de los Calabozos” ) de la vecina iglesia de la Santa Cruz. La relación de la cárcel con dicha iglesia era muy intensa ya que esa parroquia era la encargada de prestar auxilios espirituales a los presos desde los tiempos en que las casas eran requisadas para servir de prisión, y por eso parece claro que el nombre que la plaza recibe hoy en día viene dado por su estrecha relación con la cercana iglesia. Con respecto al edificio en cuestión, que en la actualidad sirve como sede al Ministerio de Asuntos Exteriores, dice el comerciante inglés Robert Bargrave 3en 1654, en un manuscrito que recoge sus impresiones tras un viaje a Madrid: “La cárcel de Madrid es un edificio tan bonito que parece más apropiado para ser el palacio de un príncipe que una cárcel para criminales, y vivir en ella tendría que ser más bien un placer que una pena, si no fuese por el sufrimiento de estar encerrado”. 

PLAZA DE JACINTO BENAVENTE

En esta plaza, que toma el nombre del dramaturgo madrileño nacido en 1866, destaca el Teatro Calderón, en la esquina con la calle Atocha, construido en 1915. Este solar y su manzana estaba ocupado anteriormente por el Convento de los Trinitarios, un edificio del que sólo queda en la actualidad una entrada frente al mencionado teatro en lo que fue el atrio de la iglesia desaparecida. Precisamente en el citado convento de los Trinitarios residió fray Hortensio de Paravicino, una de las personalidades más interesante del siglo XVII, amigo de los principales poetas del Siglo de Oro: Luis de Góngora, Lope de Vega, Francisco de Quevedo y de El Greco, que hizo de él hacia 1609 un famoso retrato que se conserva en el Museo de Boston. Se trata de un religioso que muy joven obtuvo la cátedra de Retórica de la Universidad de Salamanca y más tarde logró el cargo de predicador Felipe III y Felipe IV. Alcanzó gran fama como poeta, pero sobre todo como predicador sagrado, dentro de los elitistas cánones del Culteranismo más ortodoxo. Tal es así que parece ser que el criticado estilo culterano de sus sermones dio pie a que fuese parodiado por el jesuita José Francisco de Isla en la famosa novela del siglo XVIII Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias zotes .

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Marín Tovar, C. : ob. cit.

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PLAZA DEL ÁNGEL

Une la Plaza de Jacinto Benavente con la Plaza de Santa Ana. Su nombre lo explica así Pedro de Répide4: “La Plaza del Ángel, que toma su nombre de una pintura del Ángel de la Guarda que había en una de sus casas, era primitivamente muy reducida, viniendo a ser el espacio que media entre la calle de Espoz y Mina y la de Carretas, pues su parte más ancha se hallaba ocupada por una manzana, donde estaba el oratorio y convento de San Felipe Neri, entre cuya fachada oriental y la actual de poniente de la Plaza del Ángel quedaba una callejuela que se llamaba del Beso” Durante una época, el Ateneo estuvo ubicado en esta plazuela. En ella estuvo durante muchos años la relojería de Canseco, que gozaba de gran admiración popular ya que en su escaparate se situaba el famoso reloj “de los chinos”. Gracias a un ingenioso mecanismo, los dos chinos que estaban situados a ambos lados de la esfera se tiraban de las trenzas al dar las horas. Dice Nina en Misericordia de Benito Pérez Galdós5: “¿Pero no dije a usted que cuando ya había puesto la mesa faltaba una ensaladera, y tuve que ir a comprarla de prisa y corriendo a la Plaza del Ángel? (...) Le vi venir de allá, mirando el reloj de Canseco.” 

CALLE ATOCHA

En el nº 39 de esta calle se encuentra el más literario de los templos madrileños: la iglesia de San Sebastián. En ella se conservan las actas bautismales de Ramón de la Cruz o de José de Espronceda; se casaron Mariano de Larra, José Zorrilla o el mismísimo Bécquer y en ella también fue enterrado Lope de Vega. Se cuenta que exequias de este último fueron tan fastuosas, dada su enorme fama como dramaturgo, que duraron nueve días. Su multitudinario funeral, a pesar de haber sido acordado por el ayuntamiento de Madrid, fue prohibido por el Consejo de Castilla debido a la vida “irregular” del poeta y dramaturgo. Paradójicamente, a pesar de tanto fasto fúnebre, sus restos desaparecieron y en la actualidad no están localizados. También es en esta iglesia donde José Cadalso parece que protagonizó el episodio más conocido de sus Noches Lúgubres, ya que en el cementerio anexo a la iglesia el poeta, loco de desesperación, desentierra el cadáver de su amada, la actriz María Ibáñez ( un episodio más cercano a la leyenda que a la realidad pero que, a raíz de la publicación de dicha obra, comienza a difundirse como parte de la biografía del poeta). Con antecedentes tan literarios no es extraño que Benito Pérez Galdós 6la elija como uno de los escenarios centrales de su novela Misericordia, ya que es esta la

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Répide, Pedro de: Las calles de Madrid, Madrid, Afrodisio Aguado, 1981. Pérez Galdós, B. : Misericordia, Madrid, Cátedra, 1995. Pérez Galdós, B. : ob. cit.

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parroquia a la que Nina, la protagonista, acude a pedir limosna. Dice de ella el novelista: “Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián... mejor será decir la iglesia... dos caras que seguramente son más graciosas que bonitas”. En la esquina Atocha con la calle de San Eugenio se encontraba el edificio donde se localizaba la imprenta de Juan de la Cuesta, es decir, los talleres donde se imprimió la edición príncipe de El Quijote. Una placa recuerda la impresión del manuscrito comprado por el editor Francisco de Robles que no tenía, por cierto, mucha confianza en el éxito de la obra. Aquí también se editaron otras obras como La Araucana de Alonso de Ercilla o La villana de Getafe y La Jerusalén conquistada de Lope de Vega. Por otra parte, se documenta en esta calle ( en concreto en el palacio de don Francisco de Silva y Mendoza) la existencia de una de las Academias más polémicas e influyentes del siglo XVII: la del Parnaso, también conocida como “Academia Selvaje”. Las academias pueden considerarse el germen de lo que luego serían las famosas tertulias literarias, es decir, reuniones de ingenios literarios, profesionales y profanos, que sometían al juicio común sus versos y se enzarzaban en querellas de índole poética. Luis Vélez de Guevara, Cervantes o Lope de Vega participaban activamente de esas justas. Canavaggio 7recoge una divertida anécdota sucedida en dicha academia y que ilustra muy a las claras las penurias económicas del autor de El Quijote: “Un día de marzo de 1612, Lope le pedirá para poder leer sus propios versos sus anteojos, “que parecían – según nos dice – huevos estrellados, mal hechos.” Años más tarde , siguiendo la estela de dicha “Academia Selvaje”, surgirá en esta calle, en concreto en un pasaje entre esta vía y la calle San Sebastián, la famosa Fonda de San Sebastián, lugar de encuentro de los literatos de la Ilustración. Allí se reunían entre otros Moratín ( que junto con su padre también posee una calle en el barrio: la calle Moratines) o el fabulista Iriarte. Estas reuniones fueron el comienzo de una de las tradiciones más fructíferas de la literatura española y más típica del ambiente literario madrileño: la de las tertulias. 

CALLE HUERTAS

Debe su nombre a que en ella se encontraban las huertas del convento de San Jerónimo. Ya en el siglo XVII la zona era conocida por ser punto de encuentro de maleantes de diversa índole. Asimismo acerca de esta calle circulaba una leyenda en torno al llamado “Huerto de los Descabezados” , la cual aseguraba que en dicho huerto se habían localizado varios cadáveres desprovistos de la cabeza. Este rumor molestaba enormemente a los propietarios de viviendas y solares en tal zona que durante años se las vieron y desearon para poder venderlos o alquilarlos. Hoy en día se encuentran grabados en el pavimento de la calle fragmentos de las obras de insignes figuras literarias, así como también algunas de las fachadas de los 7

Canavaggio, Jean.: Cervantes, Madrid, Espasa-Calpe (Austral), 2004

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edificios se encuentran ilustradas con pasajes de las biografías de: Lope de Vega, José de Espronceda, Mariano José de Larra o Jacinto Benavente. En concreto, a la altura del nº 29 se puede leer el principio de la obra más universal de la literatura española: Don Quijote de la Mancha. Por otra parte, tras el regreso de la Corte a Madrid, Miguel de Cervantes se establece con su familia en el barrio de Atocha, detrás del hospital de Antón Martín, donde se le sabe alojado en febrero de 1608. Un año más tarde, se muda a la calle de la Magdalena, cerca del palacio del duque de Pastrana, y luego, en 1610, a la calle de León. En los primeros meses de 1612, se traslada a una casa próxima, detrás del cementerio de San Sebastián, en la calle Huertas, «frontera de las casas donde solía vivir el príncipe de Marruecos» (como él mismo comenta en la Adjunta al Parnaso). Dicha afirmación viene dada porque ésta era a fines del siglo XVI la casa donde vivía el príncipe de Marruecos, Muley Xeque, quien se convirtió al cristianismo con el nombre de D. Felipe de África, y era generalmente conocido como “el príncipe Negro”. Dice Jean Canavaggio 8en la biografía del autor de El Quijote: “Esa “humilde choza”, esa “antigua y lóbrega posada”, que menciona en el Viaje del Parnaso, tenía una sola ventaja: hallarse a dos pasos de los principales corrales, en lo que entonces se llamaba el Barrio de las Musas.” 

CALLE DEL LEÓN

Parece ser que le viene el nombre de la presencia por la zona de un avispado indio que exhibía un león, previo pago de dos maravedís. La presencia de un animal tan exótico para los madrileños de la época hizo que acudieran en tropel y el indio pronto se enriqueciera. En el nº 27 de esta calle está la casa donde nació en 1866 el dramaturgo y premio Nóbel de Literatura Jacinto Benavente. El reconocimiento que le brindó la Academia sueca contrasta con el manifiesto desprecio ( Ramón Gómez de la Serna o Valle Inclán entre otros) que le mostraron sus colegas por haberse decantado por el teatro más convencional. Una placa recuerda así su nacimiento: EN ESTA CASA NACIÓ EL 12 DE AGOSTO DE 1866 EL AUTOR TEATRAL JACINTO BENAVENTE PREMIO NOBEL DE LITERATURA No obstante, desde el punto de vista literario la nota más relevante de esta calle radica en que, en una plazuela de ésta, se localizaba el denominado “Mentidero de los Representantes o de los Artistas. Los mentideros (en Madrid se datan tres simultáneos en el siglo XVII) eran los lugares adonde acudían nobles y plebeyos para, formando multitud de corros, pasar revista a la actualidad madrileña. Este al que nos referimos parece ser que estaba especializado en comentar todo lo sucedido en la Corte relacionado con el mundillo teatral: las compañías, los dramaturgos, los 8

Canavaggio, Jean.: ob. cit.

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éxitos y fracasos de los corrales de comedias, los amoríos y lujos de los cómicos más conocidos. También era el lugar donde los autores de comedias ( directores de compañías) hacían encargos a los dramaturgos o se formalizaban contratos a actores y actrices. Parece ser que el momento de mayor animación se producía en torno al mediodía y no era extraño contemplar entonces muestras de la rivalidad entre artistas (como Cervantes o Lope de Vega) o vivaces discusiones entre sus seguidores y detractores. Por otra parte, aproximadamente un siglo más tarde, comenzarán a aparecer las Academias, instituciones que representaban la modernidad y el gusto por el rigor científico tan propio del siglo XVIII, el llamado “Siglo de las Luces”. Dentro de esta moda, surgirá a finales de esta centuria la Real Academia de la Historia, con el quijotesco e idealista lema de "limpiar de fábula y falsedades la historia de España", situada también en esta calle. 

CALLE LOPE DE VEGA

En esta calle, conocida antiguamente como “de Cantarranas”, concretamente en los edificios que hacen esquina con la ya mencionada calle del León, se encontraba la casa donde vivió Cervantes durante uno de los últimos periodos de su vida. Resulta pintoresco que el paso del tiempo y los designios municipales hayan reunido caprichosamente a dos autores tan enfrentados como Lope de Vega y Miguel de Cervantes ( sólo hay que recordar las múltiples, y elegantísimas, invectivas contra el teatro de Lope que figuran en El Quijote). En el n.º 18 se encuentra el Convento de las Trinitarias Descalzas y en él, según reza en una placa, descansan los restos de Miguel de Cervantes que fue enterrado aquí junto a su esposa. La relación del novelista con la orden trinitaria venía de lejos ya que no en vano fueron los frailes trinitarios quienes pagaron su rescate del para librarlo de su cautiverio en Argel. Por esta razón, entre otras, será inhumado según la regla de la Orden Tercera, con el rostro descubierto y vestido con el tosco sayal de los franciscanos. Las últimas palabras que de Miguel de Cervantes conservamos son las que el novelista dicta de un tirón, el 22 de abril de 1616, para terminar con ellas el prólogo del Persiles, que concluye dirigiéndose al lector9: “Mi vida se va acabando y al paso de las efemérides de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida (...)¡Adiós gracias; adiós donaires; adiós regocijados amigos: que yo me voy muriendo, y deseando veros pronto contentos en la otra vida.” Asimismo Isabel, la única hija del autor de El Quijote, y Marcela, hija a su vez de Lope de Vega, profesaron en este convento ( esta última incluso llegó a ostentar el cargo de priora). 

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CALLE QUEVEDO

Canavaggio, Jean: ob.cit.

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En la esquina de esta calle ( anteriormente conocida como calle del Niño, pues en ella se veneraba una imagen del Niño de la Guardia) con la anterior se encuentra la casa donde vivió Luis de Góngora desde 1619 a 1626 y de la que dijo: "En el tamaño es dedal, y en el precio, de plata". Parece ser que Francisco de Quevedo, el más profundo enemigo de Góngora, tanto en lo literario como en lo personal, logró comprar la casa y echar de ella al poeta cordobés en pleno invierno, en medio de insultos e invectivas de todo tipo, de las que son muestra los ingeniosos y malvados versos que siguen, que cita César Antonio Molina10: "... Y págalo Quevedo / porque compró la casa en que vivías, / molde de hacer arpías; / y me ha certificado el pobre cojo / que de tu habitación quedó de modo / la casa y barrio todo, / hediendo a Polifemos estatíos, / coturnos tenebrosos y sombríos, / y con tufo tan vil de Soledades, / que para perfumarla / y desengongorarla / de vapores tan crasos, / quemó como pastillas Garcilasos: / pues era con tu vaho el aposento / sombra del sol y tósigo del viento". Este obligado desalojo, únido a la pérdida de influencia de sus mecenas y protectores, llevó a Góngora a regresar a Córdoba, su ciudad de origen, donde moriría poco después, en 1627. Se sabe, por confesión propia en uno de sus artículos, que fue Ramón Mesonero Romanos quien instó al ayuntamiento madrileño para que cambiase el anterior nombre por éste que homenajea al insigne poeta. 

CALLE CERVANTES

Esta calle era conocida antiguamente como calle de Francos. En esta vía, a la altura del actual n.º 11, se encuentra la casa en la que Félix Lope de Vega vivió durante 25 años. Se sabe que la compró en 1610 por nueve mil reales. Hoy en día es monumento nacional y cuando fue restaurada en 1935 se colocaron en ella algunos objetos originales pertenecientes al poeta y dramaturgo, que se habían conservado en el convento de las Trinitarias donde su hija había sido priora: un cinturón contra el mal de ojo, un costurero, dos pequeñas camas... En el dintel de la fachada se puede ver el emblema de Lope: «Parva Propia Magna / Magna Aliena Parva» ( cuya traducción más o menos libre sería: “el hogar propio es mucho siendo poco, y el mucho hogar es poco siendo ajeno”). Dentro se encuentra un pequeño oratorio, un estudio, los dormitorios de Lope y de sus hijas, la cocina y hasta un huertecillo con un viejo pozo de agua. Fue esta la casa donde vivió con su segunda mujer, Juana de Guardo, en la que murió su hijo Carlos Félix – a quien dedicó desgarradarores y elegiacos versos –, la que cobijo los postreros amores, una vez ya ordenado sacérdote, con Marta de Nevares, la Marcia Leonarda o Amarilis de su poemas. En esta calle también se hallaba la última casa en la que se instalará Miguel de Cervantes en el otoño de 1615, se trataba de un inmueble situado en la esquina de la calle de Francos ( actual Cervantes) y de la calle del León. Este inmueble fue derribado, dado su estado ruinoso, por su propietario en 1833. Tal hecho propició que el 23 de abril de ese año Mesonero Romanos escribiera un artículo alusivo que llegó a ojos del rey Fernando VII, quien propuso que se 10

Molina, César Antonio: “Donde las musas andan sueltas”, El País, 01/03/2003

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suspendiera la demolición para que el Estado comprase el inmueble. El propietario no cedió y en el nuevo edificio ( cuya entrada se haya ahora por la actual calle Cervantes) se colocó un relieve con la efigie del novelista y una placa alusiva a su estancia y muerte en dicho lugar. «Aquí vivió y murió Miguel de Cervantes Saavedra, cuyo ingenio admira el mundo. Falleció en MDCXVI»

CALLE DEL PRADO

La institución más sobresaliente, desde el punto de vista histórico y literario, de esta calle es el Ateneo de Madrid cuyo primer socio ( 1836) fue ni más ni menos Mariano José de Larra; asimismo, el primer presidente fue el Duque de Rivas quien asumió su cargo al mismo tiempo que estrenaba el drama romántico Don Álvaro o la fuerza del sino. Sus estatutos constituyen al Ateneo como una sociedad ”científica, literaria y artística”, con el triple carácter de Academia, Instituto de Enseñanza y Círculo Literario. La sede actual es de 1884 y la impresionante biblioteca fue reunida sobre todo gracias a los desvelos de Ramón Mesonero Romanos.. A partir de su fundación, el Ateneo se convirtió en un punto de reunión de todas las figuras literarias del siglo XIX y XX: el ya mencionado Mariano José de Larra, Hartzenbusch, Clarín, Valle Inclán, Zorrilla, Azorín, Emilia Pardo Bazán, Pérez de Ayala, etc. En esta calle también se documenta la presencia de dos cafés literarios de bastante renombre en su momento, como fueron el “Venecia” y “El Dorado”. 

PLAZA DE SANTA ANA

Esta plaza en particular y todo el barrio en general era no sólo el lugar elegido para vivir por la pléyade de literatos que hemos ido mencionando hasta el momento, sino por prácticamente casi todos los actores y actrices de los siglos XVII y XVIII. Se trata entonces de una zona estrechamente relacionada con el mundillo teatral pues entre las calles de Huertas, Amor de Dios, San Juan (hoy Moratín), Santa María, de Francos (Lope de Vega), etc. se movían y vivían los cómicos de dichos siglos: desde los célebres Agustín de Rojas y Alonso de Olmedo hasta Manuel García Parra y Mariano Querol, y desde María Riquelme y María Calderón hasta la Ladevenant y la Tirana (María del Rosario Fernández). La relación de la Plaza de Santa Ana con el mundillo de la escena nace en 1565, año en el que el Consejo de Castilla y el rey otorgaron permiso para la creación de la

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Cofradía de la Sagrada Pasión y la dotaron del privilegio de mantener un lugar fijo donde representar comedias y poder obtener un porcentaje de la recaudación (la sisa) para sus fines caritativos. El Corral del Príncipe, hoy Teatro Español, que se encuentra al fondo de la plaza, en la parte ocupada por la calle Príncipe, se adquirió el 9 de febrero de 1582, según consta por el documento de compra de dos casas con corral existente en el Archivo de la Diputación de Madrid. Casiano Pellicer 11comenta al respecto de la primera representación efectuada en el corral de comedias: "En 21 de septiembre, día de San Mateo, año de 1583, representó Vázquez y Juan de Ávila en el teatro del Príncipe, que es el primer día que se representó en él, y hubo de tablados, con la representación, setenta reales, porque aún no están hechas las gradas, ni ventanas, ni corredor". El mismo Pellicer sigue describiendo ampliamente la estructura del Corral: "Sobre unos cimientos de piedra y cal se hicieron tablado o teatro para representar, vestuario, gradas para hombres, bancos portátiles, que llegaron a noventa y cinco; corredor para las mujeres, aposentos o ventanas con balcones de hierro, ventanas con rejas y celosías, canales maestras y tejados. Más adelante, Cirujela empedró el patio sobre el cual se tendía una vela o toldo que defendía del sol, pero no de las aguas". En 1802 un incendio obligó a su reedificación, que tuvo lugar en 1807 a cargo del arquitecto Juan de Villanueva. En 1847 cambió de nombre, de Teatro del Príncipe al actual Teatro Español. En 1975 de nuevo fue destruido por un incendio y remodelado en 1979. Por otro lado, en esta plaza también se hallaba el palacio de la Duquesa de Montijo, un punto de reunión y de tertulia literaria y política que se celebraba, ya en pleno siglo de las Luces, en los salones de esta renombrada aristócrata. En cuanto al mundo de las tertulias, no podemos dejar de mencionar el café denominado El Parnasillo, situado al lado del teatro en la calle del Príncipe, que fue el lugar en el que se asentó una de las tertulias literarias más importantes del siglo XIX. Dicho café se convirtió en punto de reunión de la mayor parte de los autores del Romanticismo español: Espronceda, Gil y Carrasco, Zorrilla, Ventura de la Vega, Larra y de muchas más personalidades de otras artes como la pintura o el teatro. Precisamente fue el propio Mariano José de Larra quien lo pintó como un lugar “reducido, puerco y opaco”, mientras que Ramón Mesonero Romanos no fue mucho más generoso con él al describirlo así: “De todos los cafés existentes en Madrid por los años 1830 y 31, el más destartalado, sombrío y solitario era, sin duda alguna, el situado en la planta baja de la casita contigua al Teatro del Príncipe. Pues bien, a pesar de todas estas condiciones negativas, y tal vez a causa de ellas mismas, este miserable tugurio, sombrío y desierto, llamó la atención y obtuvo la preferencia de los jóvenes poetas, literatos, artistas y aficionados”. 11

Pellicer, Casiano: Tratado histórico sobre el origen y progreso de la comedia y del histrionismo en España (Ed. a cargo de José Mª Díez Borque), Barcelona, Labor, 1975.

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CALLEJÓN DEL GATO Con respecto a los orígenes del nombre de esta calle hay dos versiones contradictorias entre sí: una más literaria y fantasiosa, instalada sin duda en el ámbito de lo legendario, y otra más prosaica que es la que parece tener más visos de verosimilitud. La primera sostiene que en estos terrenos se asentó un gran gato montes con cuya piel el Cardenal Cisneros encargó que se hiciesen unas botas para Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán. Dichas botas desprendían un tufillo que atraía a todos los gatos de los alrededores a la puerta de la casa del Gran Capitán y propiciaba que un cortejo de dichos animales lo siguiese por todas partes. Tal panorama animó a Fernández de Córdoba a regalar las botas a un criado suyo y, como esto disgustó muchísimo al Cardenal Cisneros, a punto estuvo de organizarse un conflicto de Estado por el asunto de las botas y los gatos. La segunda versión, más probable, apunta que el nombre de la calle viene dado porque en ella estaba la casa de Juan Álvarez Gato, mayordomo de Isabel la Católica. En todo caso, desde el punto de vista literario el callejón es conocido sobre todo por ser uno de los escenarios más representativos de Luces de Bohemia, el elegido por Valle Inclán 12para definir plásticamente ese nuevo género literario inventado por él: el esperpento. Así se plasma en la escena XII donde Max Estrella adoctrina sobre la técnica del esperpento a don Latino de Híspalis: “El esperpento lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato. Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento... Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.”

CALLE DE LA CRUZ En 1727 recordaba Diego Torres de Villarroel 13una escena que tiene como protagonista a Francisco de Quevedo en esta calle: “Tiró don Francisco por la calle de la Cruz abajo, y yo siguiéndole y sudando por ganarle la ventaja que me había cogido. A la Puerta del Sol llegué a emparejarme con mi difunto; y desmoronando la esquina que sube la calle de Carretas, vimos un envoltorio de hombres más alegres que el tamboril de Baco”.

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Valle Inclán, Ramón Mª del: Luces de Bohemia, Madrid, Espasa-Calpe (Austral), 1998. Torres de Villarroel, D. : Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por la Corte, Madrid, Espasa-Calpe, 1976. 13

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En esta calle se situaba en el siglo XVII ( en concreto en la confluencia de las calles de la Cruz y Núñez de Arce) el otro corral de comedias más concurrido de Madrid: el Corral de la Cruz, que era el preferido por Lope de Vega para estrenar sus comedias. Pertenecía dicho corral a la Hermandad de la Soledad que lo arrendaba para que se hiciesen en él representaciones teatrales. A mitad del siglo XVIII el mal estado del edificio obligó al ayuntamiento madrileño a encargar las obras para transformarlo en un teatro más acorde con los nuevos tiempos al arquitecto Pedro de Ribera. El desastroso resultado de la remodelación y las críticas de los madrileños propiciaron el que en 1849 fuera declarado oficialmente “oprobio del Arte”. Fue demolido finalmente en 1859.

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