Boletin las comadres 5

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N. 5

Bogotá, abril de 2015

Boletín bimensual de La Casa de la Mujer

MEMORIA SOY YO

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En qué vamos

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Haciendo Memoria

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Recomendado feminista


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EDITORIAL La coyuntura del país, en medio de procesos históricos de negociación para la terminación del conflicto armado con grupos insurgentes, de apuestas políticas para la reparación de las víctimas, elaboración de acuerdos para la paz y la construcción de un marco jurídico que pretende pensarse el postconflicto y la paz, conduce a que las preguntas por la memoria histórica sean consideradas como uno de los caminos para la transformación de la violencia en nuestro país. El Boletín No 5, Memoria Soy Yo, es una pieza en el trabajo que hemos venido realizando desde 2008 en 10 municipios del país, sobre recuperación de memoria histórica a partir de las voces de las mujeres. Iniciamos esta tarea partiendo de reconocer que la memoria histórica de las mujeres normalmente se teje y entreteje desde la lógica masculina, que esta es la memoria histórica oficial, y que la historia y la memoria narrada por las mujeres se encuentra en la periferia, al margen: es invisible. Es en este contexto que la Casa de la Mujer se aventura a indagar, buscar, urdir, avanzar, retroceder y ser vehículo para la narración de la memoria histórica de las mujeres, convencida de que esos trazos, esos fragmentos de memoria, son parte de nuestros trazos de memoria. Intentar sacar a la luz fragmentos de la historia que se encuentra en cada una de las mujeres que nos ha otorgado el gran privilegio de adentrarnos en sus dolores, sus esperanzas, sus sueños, sus ideales, sus resistencias, sus búsquedas, sus certezas y sus dudas, no es sin embargo desconocer nuestras historias, nuestros dolores, nuestros sueños. Es más bien un intento -esperamos no fallido-, de ser mediadoras de la narración para el texto, con el pretexto de irrumpir en el espacio público con fragmentos de esas historias desconocidas en el contexto del conflicto armado colombiano. La memoria histórica desde la Casa de la Mujer, es entendida como el esfuerzo consciente de colectivos de mujeres por interpretar hechos pasados y presentes que marcan sus historias de olvido, subordinación, opresión, dominación, violencias, resistencias y rebeldías. La narración e interpretación de estos hechos deben contribuir a la transformación de las situaciones que los


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generan. La memoria histórica desde las mujeres, es entendida también como una mediación entre mujeres y una herramienta que contribuye a la exigibilidad de los derechos a la verdad, la justicia y la reparación.

Fotografía: Rosangela (Memoria soy Yo)

Fotografía: Fanny (Memoria soy Yo)

Fotografía: María (Memoria soy Yo)

Fotografía: Rosmery (Memoria soy Yo)

Fotografía: Rubiela (Memoria soy Yo)

Fotografía: Diana (Memoria soy Yo)


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¿EN QUE VAMOS? Experiencias y expectativas de la memoria 1

Hacer memoria y rescatar memorias. La memoria es actualmente una práctica cotidiana, un concepto familiar, y sin embargo, a medida que avanzamos aparecen nuevos retos que afrontar para reconstruir todas estas décadas de conflicto con miras a la reconciliación de la sociedad. Ya van varios años en los que por ley, nos obligamos a revisar nuestra historia reciente. Inicialmente, y mientras la guerra siguiera vigente, había escepticismo frente a las iniciativas memorialistas; pero Colombia ha sido un ejemplo en la teoría y en la práctica de que la memoria no le sigue necesariamente a los hechos, sino que se desarrolla simultáneamente. El hacer memoria mientras se vive el conflicto es característico de nuestro proceso y ha implicado dificultades. En el país no se esperó a que el testimonio se desvaneciera con los límites de la vida humana, ni a que se cerrara un proceso para que las memorias entraran en escena. Asumir la memoria histórica de forma activa fue una apuesta por comprender la guerra y por combatir nuestra

Fotografía: Lina (Memoria soy Yo)

1 Por Andrea Cagua Martínez para el boletín Las Comadres, agradecemos su colaboración.


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caracterización naturalizada de nación violenta, amnésica e injusta. Varios de los obstáculos que han enfrentado los agentes de la memoria -estatal y civil-, pasan por amenazas, manipulación, polarización, difusión o credibilidad. A estos se le suman otros que han surgido ya no solo por los intentos de silenciamiento, sino por las batallas entre las memorias divergentes. El protagonismo que cada día gana la memoria histórica en la arena pública, ha ido saldando una deuda con las víctimas, pero lamentablemente el presente sigue siendo un tiempo cerrado y hay una tendencia al acaparamiento de las vías para hacer memoria del conflicto armado. Si bien se ha logrado que en la historia de Colombia se empiecen a visibilizar subjetividades diversas, ese presente optimista que ostenta indicadores de progreso sigue siendo excluyente. Sin embargo, para las víctimas evocar y construirse como actores pretéritos representa apertura de espacios de ciudadanía. La memoria histórica en nuestro caso es mucho más que la conciencia del vínculo entre pasado y presente, detrás se esconden varias demandas de respeto y cumplimiento de derechos fundamentales. Sólo “haciendo memoria” se abren caminos de multiculturalidad, equidad, integración regional e inclusión social. La memoria histórica está tomando el lugar de garante de toda clase de derechos. Por eso, no sorprende la impaciencia y el recelo que pueden presentarse cuando nuevos actores, con experiencias diferentes, toman la palabra. Recuperar los relatos de la población civil inerme y victimizada como eje de la historia de esta guerra, no significa que todos los sujetos que han vivido y padecido el conflicto estén teniendo la posibilidad de salir de su silencio. Ejemplo de esto son otras mujeres invisibles, por ejemplo las que cargaron un fusil en sus manos, y quienes también deben tener la oportunidad de elaborar ese pasado que marcó sus cuerpos y les negó posibilidades en la vida. La memoria colectiva no es homogénea y el espacio tradicionalmente negado a las víctimas, no se le puede seguir negando hoy a otros y otras. La indiferencia, la ignorancia o los intereses, han mantenido las distintas realidades del país desarticuladas, propiciando la falta de empatía y justicia en la sociedad. Una forma de hacer frente a esto, es precisamente escuchando y analizando la mayor y más disímil cantidad posible de narraciones sobre


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la guerra, buscando los aspectos comunes entre todas las que estuvieron y no estuvieron en ella, tal como nos propone Héctor Rosada-Granados, actor central en la negociación de paz en Guatemala (Conferencia en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, 2014). El bando no constituye pues la única identidad, también hay una región, una familia, un género, un oficio y muchos otros aspectos que reclaman al sujeto, a través de los cuales se puede avanzar en un tejido de memorias disidentes que ayuden a la reconciliación. Escuchar las voces de las mujeres debe servir para evitar el surgimiento de nuevas víctimas, por lo cual hay que convertirlas no solo en agentes del pasado sino del presente. Es el momento para hacer que los puentes que conectan pasado, presente y futuro sean más sólidos y democráticos, más aún cuando nos enfrentamos a

Fotografía: Astrid (Memoria soy Yo)

Fotografía: Solany (Memoria soy Yo)

un posible desescalamiento de la guerra. El compromiso por recuperar la memoria no se debe dirigir a despertar emociones pasajeras ni responder a la “política de responsabilidad global” que sirve a una expansión de mercados (Assmann, Aleida y Sebastián Conrad, 2010). Debemos buscar una posición comprometida a largo plazo, para que todas y todos tengamos un lugar en un relato nacional múltiple y para que sea posible una ciudadanía plena. Para construir la paz debemos escuchar tanto las experiencias pasadas como las expectativas hacia el futuro (y con seguridad nosotras como mujeres tenemos muchas en común), sin importar el bando y la afinidad política.


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HACIENDO MEMORIA Las responsabilidades de la memoria histórica2 “Para pasar la página hay que haberla leído primero”. Louis Joinet Recuperación de memoria histórica ¿para qué?, ¿para quienes?, ¿desde cuáles voces? Las mujeres queremos hacer parte de esta discusión, plantear abiertamente nuestras posturas en relación a las posibles respuestas y que nuestro lugar sea considerado en la reconstrucción de la memoria histórica. Dicha memoria deberá incluir las polifonías de las mujeres colombianas, diversas y plurales, como sujetas políticas, resistentes y constructoras de paz, con apuestas colectivas y personales por la finalización del conflicto armado. Así pues, en el presente artículo, además de las preguntas sobre los procesos de memoria que se han desarrollado y el lugar que las mujeres han desempeñado en ellos, queremos compartir nuestras reflexiones sobre las responsabilidades políticas y sociales de la memoria histórica. La memoria histórica, más allá de ser un compilado de narraciones de hechos ocurridos, reconoce los significados construidos por las personas y comunidades, los cuales buscan explicar los sucesos de violencia, dolor y muerte. De esta manera, se entiende que la memoria histórica es una memoria viva, cargada de emoción y significado, que teje un hilo conector entre el pasado, el presente y el futuro. La larga duración del conflicto colombiano ha llevado a una degradación de las prácticas implementadas por los grupos armados, configurando escenarios de impunidad y olvido donde se ha llegado incluso a negar la existencia del mismo. Ante este escenario, la memoria histórica se convierte en una apuesta de resistencia frente al intento de “promover el reparto de responsabilidades entre todos y todas y recetar el olvido como la fórmula para la reconstrucción (Beri2 Artículo elaborado por Ana María Salamanca


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stain, Martín, 2000), por lo tanto, será la encargada de incomodar y movilizar. La memoria histórica no será exclusiva de académicos ni historiadores, ni de las víctimas y sus familiares en un esfuerzo por evitar el olvido y la impunidad, puesto que deberá llegar a la sociedad que habita el contexto en el cual los hechos de violencia tuvieron lugar. Será una memoria tal como la plantea Janine Puget: una memoria social 3, que tendrá como función dar sentido y simbolizar las experiencias compartidas, con el fin de reformular las bases de nuevas pertenencias.

Fotografía: Gloria (Memoria soy Yo)

En el marco de sus reflexiones, la autora plantea que “en el caso de un traumatismo social, el conjunto pierde una determinada potencialidad vinculante y solo la recupera cuando a partir de dicho evento puede inventar nuevas manera de pensar y nombrar lo sucedido y hacer algo a partir de dicho evento” (Puget, 2000; 459). Así pues, más allá del silenciamiento y el olvido, la memoria tiene entre sus funciones situar las intencionalidades y responsabilidades históricas de la violencia, desprivatizar la culpa con la cual han sido cargadas las propias víctimas, desmitificar el estigma social que se mantiene en el imaginario

expresado enmismo el ‘por 3 Al respecto dice: “Este término viene a descolocarcolectivo el concepto de identidad de sí en la algo medidaloenles que, como acabo de mencionar, la subjetividad se construye en cada momento y en cada conjunto (…) lo que significa encontrar nuevas dimensiones para el mundo psíquico.” En: Puget J. Traumatismo social: memoria social y sentimiento de pertenencia. Memoria social-memoria singular. Psicoanálisis APdeBA. Argentina, 2000, p. 457


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pasó lo que les pasó’, y trascender a una comprensión compleja del conflicto: “No es suficiente con que yo sepa que mi hijo no hizo nada malo, si las personas del pueblo lo recuerdan por la manera en que murió, pensando que algún motivo habrán tenido ellos para matarlo”. El alcance de la memoria histórica como medida de reparación simbólica, no recae únicamente en el proceso personal de memoria de las víctimas y su esfuerzo por dignificar la memoria de sus comunidades. Este será un primer paso que será sin embargo insuficiente, si dicha memoria no encuentra validación y legitimidad para el reconocimiento de otros y otras. La memoria histórica deberá convertirse entonces en una herramienta para la justicia social. Algunas de las respuestas a las preguntas planteadas por una memoria histórica entendida como un instrumento para cuestionar la realidad, se encuentran en la movilización y cuestionamiento de una sociedad fragmentada, en el permitirnos movilizar esquemas sociales y culturalmente impuestos que validan y legitiman el dolor, la muerte y la violencia contra los otros y otras. Una memoria para transformar y resignificar la relación construida entre las identidades y los contextos sociales y políticos, en tanto interpela al Estado en sus responsabilidades de proteger y garantizar los derechos de sus ciudadanos, y cuestiona a la sociedad civil en su indiferencia frente a las historias de vida narradas por otros y otras que parecieran ajenos. El compartir un territorio y los significados construidos en el mismo, atraviesa las identidades y subjetividades de las personas. Sin embargo, cuando dicha simbolización impide la construcción de una ‘pertenencia a’, cuando mi historia no es reconocida ni validada por otros y otras, cuando es silenciada y ocultada detrás de discursos oficiales, el alcance plural de la memoria histórica se limita, instaurando narraciones hegemónicas, dejando cuerpos y territorios sin narrar. Históricamente, este ha sido el lugar que hemos ocupado las mujeres. Narradas desde las voces de los varones, lo que se ha incluido en el relato hegemónico son los cuerpos, vidas e historias consideradas desde una mirada patriarcal. Así, la historia y memoria de ‘la mujer’ centra su atención en los imaginarios sociales construidos alrededor del deber ser, dejando por fuera la diversidad que caracteriza a las mujeres.


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Los relatos de las mujeres en la historia Históricamente, la lucha de las mujeres por ocupar un lugar en la historia y en los relatos que configuran un discurso hegemónico, parte del reconocimiento de la ausencia de su lugar allí. Dentro del sistema socio-sexual patriarcal, los relatos que conforman la memoria histórica han privilegiado las voces de los varones, para que ellos, en tanto sujetos, narren la historia de un conflicto que ha afectado a toda la población. Puget afirma que “Relacionar memoria social y modalidades de olvido lleva a pensar que toda sociedad instituye modalidades de protección y olvido colectivo debido a las circunstancias sociales dominantes (…)” (Puget, 2000; .468), y es en precisamente allí, en el marco de esas relaciones de poder, donde se evidencian las relaciones de opresión y subordinación entre varones y mujeres, y la dominación masculina en los ámbitos sociales, políticos, culturales, económicos y científicos, donde se configuran los relatos colectivamente reconocidos, a los varones como los sujetos portadores del recuerdo y a las mujeres como aquellas que deben mantenerse en el olvido. A partir del adagio popular ‘detrás de todo gran hombre hay una gran mujer’, podemos comprender cómo los varones hegemónicos han sido valorados en la historia como ‘los grandes’. Detrás de ellos, en el ámbito de lo privado, en el lugar de lo no dicho y no nombrado, se encuentran las mujeres: ocultas y silenciadas. Desde la mirada masculina las mujeres somos narradas como sujetos sumisos, casi objetos de observación, de valoración, y desde allí, se han definido también nuestros aportes a la historia: “(…) las epistemologías tradicionales excluyen sistemáticamente, con o sin intención, la posibilidad de que las mujeres sean sujetos o agentes del conocimiento, sostienen que la voz de la ciencia es masculina y que la historia se ha escrito desde el punto de vista de los hombres, de los que pertenecen a la clase o a la raza dominantes “ (Harding, Sandra; 1996). El movimiento feminista, sumó a su lucha política y transformadora el visibilizar el lugar de las mujeres en la historia como forma de vindicación de sus derechos como sujetas políticas. Este esfuerzo se enmarcó en la creencia en que, “Hacer visible el movimiento rompe el silencio a su alrededor, desafía las nociones predominantes y abre nuevas posibilidades para todos” (Scott, 2000).


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Fotografía: Berlidis (Memoria soy Yo)

La inclusión de las mujeres en la historia comenzó por incluirlas como una categoría social fija y homogénea que “trataba de personas biológicamente femeninas que ocupaban o abandonaban distintas situaciones y funciones y cuya experiencia cambiaba, aunque no cambiase su ser esencial -en cuanto mujeres” (Burke, Peter, 1991; 76). Con el tiempo, se logró cuestionar este conocimiento, evidenciando la mirada parcial fija que expresa y que desconoce la pluralidad y la diferencia que yace no solo en las múltiples identidades representadas en la clase, raza y cultura, sino en la diferencia corporal. En últimas, la diversidad infinita en la manera de habitar el cuerpo, configura territorios a partir de los cuales se construye la memoria desde las mujeres. Las historias y memorias de las mujeres desde su cotidianidad, de sus simbolismos construidos en escenarios privados, de sus relaciones interpersonales. En este sentido y sin desconocer los grandes esfuerzos del movimiento por narrar la historia de las mujeres y rescatar sus voces, aún queda un amplio camino por recorrer. La historia de las mujeres debe empezar a vincularse e interpelar el discurso dominante, debe formar parte e integrarse en la memoria, pues si se mantiene como un suplemento, continuará siendo excluida. Peter Burke afirma que la


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tarea no se refiere únicamente a la enunciación, o simplemente a darles un lugar en la narración, puesto que “la historia de las mujeres se enfrenta inevitablemente al dilema de la diferencia”. (Burke, Peter, 1991;1). Es así como parte del reconocimiento de la diversidad de las mujeres, es una memoria que las reconozca como plurales y diversas, como sujetos activos en sus contextos, como sujetos resistentes ante las adversidades, con apuestas de vida y construcción de paz.

¿De qué manera las mujeres estaríamos incluidas en la historia? “Mi historia queda reflejada en este árbol, por una familia que fue masacrada: 3 miembros de una familia, la mamá de 41 años, la hija de 16 años y el niño de 10 años, yo me imagino, así fueron ellos grandes y frondosos como este árbol, sí estuvieran vivos”. Mujer de Putumayo participante del taller Memoria Soy Yo, Casa de la Mujer. Indagar acerca de la memoria histórica de las mujeres es partir de reconocer las relaciones de subordinación, dominación y opresión que persisten en la sociedad colombiana. Por lo tanto, sus historias, sus memorias, nuestras historias, nuestras memorias, se urden en el contexto del patriarcado y de las implicaciones que tiene para las mujeres el desafiar el orden establecido y ser insurrectas. Es necesario tener en cuenta que la memoria y la historia narrada y contada desde la lógica masculina, es la historia oficial, mientras que la historia y la memoria narrada por las mujeres se encuentra en la periferia, al margen: es invisible. Abordar desde el feminismo la memoria histórica de las mujeres plantea un serie de interrogantes: ¿cómo sacar a la luz la historia que habita en cada ser humano de manera que combine el conocimiento crítico con el pensamiento que descifre lo que se siente, sin que ello contribuya a perpetuar el odio y la venganza, ( Rivera G, María Milagros, 2007; 36) en un país que se alimenta a diario de la violencia y la retaliación? ¿Cómo rescatar la memoria histórica desde un movimiento personal que avance en superar la dicotomía historiadores/historiadoras y a quienes a diario tejen historia? Dicotomía que impide conocer el sentido del conflicto social y político que ha terminado en este país


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Fotografía: Lindsay (Memoria soy Yo)

en el conflicto armado, porque la palabra y la política no han sido capaces de ponerse al servicio del diálogo y de la tramitación política. ¿Cómo recuperar a las protagonistas del pasado y del presente y contribuir a la revalorización de sus experiencias -nuestras experiencias-, como elementos que permitan comprender y escribir la historia del conflicto armado colombiano? Estos interrogantes han estado presentes en el proceso de recuperación de memoria histórica que la Casa de la Mujer viene realizando, y que se presenta como un proceso inacabado con un objetivo político: contribuir a transformaciones en la vida de las mujeres y a conocer la compleja realidad que viven en el contexto del conflicto armado colombiano. La reconstrucción de la memoria histórica desde las mismas mujeres implica también una apertura y validación a diferentes formas de lenguaje. Más allá de la memoria escrita, plasmada en informes y documentos académicos, las mujeres y comunidades han encontrado múltiples lenguajes para apropiarse de sus memorias y transmitirlas entre generaciones. A través de iniciativas artísticas, orales, visuales, la memoria histórica cobra vida y se abre caminos para llegar a aquellos sujetos que históricamente han sido relegados y excluidos, esto para que los relatos también hagan parte de ellos, reconozcan su pertenencia y se reconozcan como agentes de memoria.


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RECOMENDADO FEMINISTA María Cano Recordar la historia de las mujeres en el mundo y especialmente de las colombianas, es una de las misiones que tiene este boletín. Por eso, las y los invitamos a ver la película de María Cano, realizada por Camila Lobo Guerrero y presentada por primera vez el 20 Abril de 1990 en el 30° Festival Internacional de Cine de Cartagena. María Cano narra la historia de esta importante mujer, que se convirtió en símbolo de rebeldía al protagonizar las luchas sociales y políticas de la época, por ejemplo la lucha por la regla del 8 (ocho horas para trabajar, ocho para dormir y ocho para ocio), la masacre bananera, la fundación del Partido Social Revolucionario, entre otras. Además, fue una de las primeras revolucionarias colombianas y una importante líder política de su época. Esta pieza audiovisual evidencia algunos de los atropellos de los que fue víctima Cano (desde su paso por un manicomio y el menosprecio de su nombre en la ciudad de Medellín, hasta hasta el olvido de sus vindicaciones y logros), en medio de los intentos del gobierno del momento por silenciar y menospreciar la lucha por la defensa y garantía de los derechos. María de los Ángeles Cano Márquez nació en Medellín en 1887 y murió en 1967, creció en una familia de intelectuales, fue escritora de poesía erótica y es un punto de referencia en la historia obrera colombiana, aunque en las instituciones educativas no se enseñe su legado. Puedes encontrar esta película en https://www.youtube.com/watch?v=L1wUYETVPec Foto: http://www.proimagenescolombia.com/


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