Catártica: Febrero'24

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Febrero ‘24


SOBRE LA PURIFICACIÓN ... κάθαρσις entendido como la purificación y la purga del alma a través del arte dramático, fue la primera intención del espacio creativo que hoy integra Catártica Revista. Buscando ser un oasis para el espíritu empapado en ruido, nos convertimos en el punto de silencio. Colmados de dualidades Catártica hoy busca generar espejismos que aumenten la sed. Hablando desde voces que susurran, permitiéndose generar pensamientos purificadores, en flujos constantes, y sagrados.

M.I. Flores Nachón

Jenny Holzer, from ‘Truisms’ (1977–79), 1986. Installation view at Other Words, Dupont Circle, Washington, DC, 1986. © 1986 Jenny Holzer, member Artists Rights Society (ARS), New York


Todo el amor que conocí pero no entendía Rossanna Huerta

Portento catártico: Viaje religioso a través del arte y la psicodelia Miguel Jímenez

José Dolores Zarante González “Entre la crónica, la poesía, la música y el fusil” Yehudah Abraham Dumetz

La Primera Ausencia Victor Rivera

De la purificación; el ritual y el ¿yo? Pablo López

Antropofagias Rossanna Huerta

He muerto de fiebre en los médanos de Singapur Fantástico Sr. Zorro


TODO EL AMOR QUE CONOCÍ PERO NO ENTENDÍA ROSSANNA HUERTA Crecer en un entorno donde el amor estaba condicionado por factores externos como la vida laboral, las emociones de otros y otras dificultades, lleva a un niño a creer que debe sentirse agradecido por ser visto con amor. Todo el amor que conocía hasta ese momento estaba condicionado; nunca se sintió genuino, ya que siempre había otras preocupaciones antes de recibir atención y cariño. Por eso, cuando leí por primera vez "Todo lo que sé sobre el amor" de Dolly Alderton, su experiencia personal me pareció muy cercana a la mía. Dolly nos habla sobre las complejidades del amor en todas sus formas, entrelazando hábilmente anécdotas personales con reflexiones profundas sobre las relaciones, la amistad y el autodescubrimiento. Por ejemplo, se aprecia un gran desarrollo en su persona cuando describe todo lo que sabe sobre el amor a los 15, 20, 25 y 30 años, una experiencia por la que pasamos todas las mujeres al ver el amor como un juguete nuevo hasta empezar a verlo como una herramienta de autodescubrimiento. Dolly nos cuenta sobre sus peores citas, las recetas para lidiar con un corazón roto, por qué el novio de su mejor amiga la abandonó días antes de la boda, la importancia de la amistad femenina y, sobre todo, por qué siempre es "la chica para pasar el rato" y nunca "la indicada".

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Para muchos lectores, el libro de Dolly ha sido una bofetada de nepotismo y privilegio, ya que nos lleva en un viaje por su vida y ocasionalmente toca el tema de su trabajo y cómo evolucionó de ser una simple escritora a productora, escritora en jefe, etc. Sin embargo, algo que muchos no ven es que Dolly no toca esos temas para presumirnos sus logros laborales sólo por conocer a la persona indicada; incluso, consideraría que es el tema que menos importa, hay que tomarlo como un poco de contexto sobre cómo se desarrollaba su vida. Lo importante aquí es ver cómo su idea del amor cambia, no sólo el amor romántico de pareja, sino también el amor propio y el amor sororo que llega a sentir por su mejor amiga. Por eso me siento tan cercana a Dolly; cuando creces viendo películas donde te dicen que eres merecedora del amor cuando eres bella o te sacrificas por el amor, desarrollas un sentido muy cruel de este. Y es algo que veo que también le sucedió a Dolly y que les pasa a muchas mujeres, que aman hasta agotarse o no encuentran una conexión emocional con la pareja con la que están, pero con tal de no estar "solas", aceptan el amor que creen merecer. Definitivamente, no es un libro sencillo y mucho menos para que todas nos sintamos identificadas, pero es una experiencia genuina y sin filtros. Duele mucho vivir enamoradas de hombres que no nos valoran, pero duele más no tener a tus amigas que te apoyen en las buenas y las malas. Nos ayuda a entender que debemos dejar a un lado las expectativas irreales que a menudo se asocian con el amor romántico, así como la importancia de cultivar conexiones significativas y genuinas en todas las áreas de la vida.

--Para mis grandes amigas, que no sería la persona que soy ahora sin ellas. 5


Viaje religioso a través del arte y la psicodelia

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Miguel Jímenez

PORTENTO CATÁRTICO


Cerca del bullicioso corazón de Ámsterdam, entre los canales circulares y la hermosa arquitectura histórica, se encuentra un hotel donde, sin buscarlo, logré que el velo entre lo mundano y lo sublime se adelgazara por unas horas. Esto se debió a que fue aquí, en el cálido verano de 2019, entre la diversión y la seriedad por respeto a lo que estaba haciendo, que me embarqué en una especie de peregrinación. No fue a un antiguo santuario lejano ni a las bóvedas de una catedral o iglesia, sino a las profundidades de mi propia psique. Contando con el cuidado de mi compañera de viaje y guiado por los suaves susurros de las trufas de psilocibina, que de alguna manera me hablaron a través de un recibo de comida rápida. Con seguridad física y mental, decidí entregarme a los brazos de esta antigua entidad que parecía querer comunicarse conmigo, experimentando al mismo tiempo una mezcla de vulnerabilidad y seguridad. Me embarqué en un viaje de catarsis, una purificación del escepticismo que tanto había plagado mi mente durante años. Este viaje parecía trascender los límites del tiempo, ya que me sentía residiendo en el mismo momento mientras observaba el cambio de la música y el movimiento líquido de la madera al borde de mi cama. Las cadenas que protegían mi ego se derritieron como cera bajo una llama, y me encontré inmerso en un reino de maravilla caleidoscópica, donde los límites entre el otro y el ego se disolvieron en brillantes hilos de luz. Pude sentir una profunda empatía y apreciación dirigida a nadie y a todo al mismo tiempo. En el crisol de mi mente, enfrenté sombras largamente enterradas y profundamente ocultas que de alguna manera habían hecho su hogar en mi identidad y que no erradiqué porque al final del día forman parte de quien soy y siempre estarán ahí. Sin embargo, pude traerlas a la luz y observarlas de una manera que no había podido hacer en el pasado. Identifiqué y conversé con traumas no resueltos, sus formas espectrales bailando ante mí como fantasmas de un pasado olvidado. En ese momento no sentí la necesidad de combatirlos y, en lugar de retroceder, los abracé con el corazón abierto, permitiendo que las aguas curativas de la catarsis que estaba experimentando lavaran las manchas de resentimiento y el enojo que renace de sí mismo.

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En medio de esta experiencia canónica y considerándome una persona siempre racional, sentí un profundo cambio de conciencia, recibiendo una revelación que trascendió los límites del lenguaje y la razón. Fue como si, al consumir esta sustancia de sabor agraz, se me concediera un vistazo fugaz al corazón de la existencia misma, un vistazo que me dejó asombrado y humilde, con el alma desnuda ante el inefable misterio de la creación. Todo esto lo recibí a través de un ticket de comida rápida; en la periferia, podía ver la sonrisa de mi cuidadora, a quien siempre le agradeceré la felicidad y paciencia que me transmitió en ese momento. Saliendo ya de este viaje transformador, me encontré imbuido de una nueva sensación de claridad y propósito. El agradecimiento que sentí por mi vida no me ha dejado aún en el momento en que escribo esto, cinco años más tarde. Las cargas que pesaban mucho sobre mi corazón siguen ahí y se han incrementado con otras que la vida me ha presentado, pero me siento capaz de lidiar con estos sentimientos y estos pesos de una manera más sana y desde un lugar más seguro al que estaba anteriormente. Me siento más ligero, más libre, como si hubiera renacido en un mundo repleto de posibilidades y potencial ilimitados, conociendo estas posibilidades pero apreciando el día a día. Incluso mientras disfrutaba de esta profunda experiencia, no pude evitar reflexionar sobre la infinidad de cuestiones que me habían llevado a buscar la purificación en primer lugar. Aunque no fueron parte de mi toma de decisión inicial, creo que estaban de alguna manera presentes en mi subconsciente.

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Desde las cicatrices de mi infancia hasta las cadenas del condicionamiento social, me ayudaron a darme cuenta de que todos estamos atormentados por los fantasmas de nuestro pasado, sombras que habitan los rincones de nuestras mentes, esperando ser reconocidas y eventualmente aceptadas. Aprendí que la mejor manera de lidiar con esto es viéndolo. Por eso, la búsqueda de la purificación es un viaje que necesariamente trasciende lo individual y entra en conflicto con las heridas colectivas de la propia humanidad. Para mí, fue un viaje de autodescubrimiento y autoaceptación, un viaje que me hizo enfrentar mi oscuridad interior para emerger con la luz de mi propia verdad interior. Mientras contemplo el mundo con ojos nuevos, recuerdo las palabras del poeta Rumi (1996): "No apartes los ojos. Mantén tu mirada sobre la herida vendada. Por ahí entra la luz". En el crisol de nuestro sufrimiento cotidiano se encuentran las semillas de nuestra salvación, y es a través de los fuegos de la catarsis que renacemos como seres capaces de amar. Al final, mi viaje de purificación no fue simplemente una experiencia turística o una búsqueda de curación personal, sino un testimonio del potencial transformador de la psicodelia para traer luz a las profundidades ocultas del alma humana. Fue una experiencia que reafirmó mi creencia en la bondad inherente de la humanidad y en la eterna búsqueda de la verdad, la belleza y la trascendencia.

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José Dolores Zarante González “Entre la crónica, la poesía, la música y el fusil”

Yehudah Abraham Dumetz “¿Qué cree usted que es un artista? ¿Un imbécil que tiene sólo ojos si es pintor, orejas si es músico, o una lira en cada fibra del corazón si es poeta, o incluso, si es boxeador, solamente músculos? Por el contrario, es al mismo tiempo un ser político, constantemente alerta ante los desgarradores, violentos o piadosos acontecimientos del mundo […]. No, la pintura no está hecha para decorar apartamentos. Es un arma de guerra ofensiva y defensiva” Pablo Picasso.

En los anales de la historia está registrada la participación de artistas en el oficio cruento de la guerra, entre ellos, muchos poetas y dramaturgos cuyas costumbres eran percibidas por escritores poetas como una gran experiencia para conocer otros reinos o países de la antigua Europa; de ellos podemos resaltar al poeta y militar Francisco de Aldana, de igual forma, al máximo exponente de las letras hispanas, Miguel de Cervantes Saavedra y por supuesto, al gran Garcilaso de la Vega, excelso poeta quien encendiera la tarea de las artes del Siglo de Oro y a la vez, maestro de campo de los tercios castellanos en el reinado de Carlos I del Reino de España. De igual forma, el poeta Pedro Calderón de la Barca, llamado el Caballero de la Orden de Santiago, quien no se quedó atrás, sostenía una espada en la mano derecha y un libro en la mano izquierda. 179 años después de la muerte de Calderón de la Barca, nace en Abya Yala (América), en el sitio de Lorica, población elevada a la categoría territorial de Capitanía a Guerra desde 1740, que luego sería Capital de provincia del viejo Bolívar grande y hoy municipio principal del departamento de Córdoba en el Caribe colombiano. En el año 1860 el poeta y músico José Dolores Zarante, no fue menos que sus ancestros en este oficio, heredando a la vieja usanza española la combinación entre el libro y la espada, esta vez el fusil.

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Desde muy niño, la calamidad quiso delimitar a José Dolores Zarante, cerniéndose sobre él. Pues con tan solo cinco años muere su madre, desde ese instante su crianza estuvo a cargo de su madrastra cuyo trato hacia el pequeño José nunca fue amoroso. No obstante, su actitud para la música y la poesía le abrirían las puertas por las que escaparía del duro trato sufrido por esta despiadada mujer. “A mis cinco y tres meses murió mi señora y buena madrina y pasé a la casa de mis padres; pero tuve la desgracia de que al mes y dos días de muerta aquella – el 3 de agosto- murió mi madre, y luego pasé al lado de una madrastra irascible, que me trató inicuamente. Y yo, que nací con tendencia a la libertad absoluta, rebelde, intransigente desde que tuve uso de razón, con las injusticias, y por añadidura, aficionado a la música y a la poesía, y apasionado intensa y sinceramente, a esa deidad encantadora que se llama mujer, pasé una vida de niño y jovencito tristísima, pues fui tratado con exagerado rigor. Y en verdad, no me explico cómo no habiendo tenido estudios formales, ni un dulce hogar, donde la virtuosa madre con la palabra y el ejemplo forma el corazón de su hijo, no me explico, digo, cómo no me perdí, sino que incontaminable e incorruptible, tensa perseverante y de carácter incontrastable, supe ser sincero, leal y abnegado, y optar por la senda de la Ley”

Sin embargo, sobre aquel infortunio que desde su infancia se cernió contra su humanismo , el universo conspiró a su favor forjando una dualidad significativa en su proyecto de vida: la música y la poesía, estas le ayudaron a sortear las miles de desgracias que lo acechaban diariamente. Es así que finalizando el s. XIX llega a la “Venecia sinuana” José Antonio de la Paz y Montes, portorriqueño que funda en Lorica una escuela de música. Es él quien descubre que el niño José Dolores tiene la cualidad

extraordinaria y excepcional de poseer oído musical; habilidad natural que le permitió desarrollar al máximo su carrera artística. El dedicado maestro conversa con don Manuel José Zarante; convirtiéndose a futuro en un cronista, poeta, músico y militar. Además, durante su carrera musical estudió solfeo, flautín y requinto; compuso valses, danzas, polcas, mazurcas, danzones y hasta marchas fúnebres. Sus obras musicales se propagaron rápidamente por casi todo el Caribe colombiano. “A mis doce años fui miembro de una banda de músicos que fomentó aquí el inteligente maestro y clarinete insuperable, don José de la Paz y Montes, portorriqueño. Le puse mucho amor al arte, pero sin estudiar más que el instrumento que ejecutaba: requinto, y dicen que yo arrancaba muchos aplausos cuando me oían –y algo de solfeo-. Contaba catorce años cuando comencé a hacer mis primeras composiciones musicales y después de terminada la banda, formé una orquesta, toda de muchachos. Desde mis trece años era yo luchador liberal aquí en mi cuna: escribía papeletas para las elecciones, y me metía en los cuarteles, ayudaba a limpiar las armas, y hacía balas para los fusiles, que llamaban pistones; por las noches, peleaba a las trompadas con los muchachos conservadores”

Entre los años 1874 y 1875 José Dolores Zarante se convirtió en un activista político, vinculándose con el liberalismo radical del que fue ferviente defensor hasta su muerte. Él mismo decía en una de sus Polkas titulada César Conto: “Yo creo que el liberalismo y el arte son las dos cosas más bellas de la tierra; por eso puedo decir, parafraseando al egregio poeta Guillermo Valencia, que soy liberal por estética, como lo fueron Julio Flórez, Jorge Isaacs, Diógenes Arrieta, Rojas garrido, César Conto y Rafael Núñez en su juventud”

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Cuatro años más tarde, en 1879 es ascendido al grado de cabo primero en el Batallón Sinú y en 1883 lo ascienden al grado de teniente. Ese mismo año, en el mes de septiembre, no hace esperar más a su prometida, la señorita Rosa Dolores Rhenals, con quien contrae nupcias. Sin embargo, no logra disfrutar de los placeres de la luna de miel, pues, es llamado tres días después por el coronel Tomás Blanco del Batallón Sinú para ir a combatir en Cartagena.

Combatiendo en la guerra de 1885 en la ciudad de Cartagena, es arrestado y conducido a la prisión por un tiempo breve. El 11 de febrero de 1886 es llevado prisionero a Colón y Panamá, pero esta vez no iría solo. Con él es arrestado y conducido el general Jesús María Lugo. Ese mismo año, Zarante se fuga y regresa a su natal Lorica. De inmediato reinicia su proyecto de reorganizar la banda que años antes había fundado: Armonía de Lorica.

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Pese a sus múltiples infortunios, José Dolores Zarante fue un hombre al que la Divina providencia le concedió el privilegio de vivir en dos siglos y ser testigo activo de muchos hechos y sucesos acaecidos durante su periplo por el Caribe como militar y músico. Y por supuesto, los actos ocurridos en el puerto de Lorica donde presenció la trasformación de una simple aldea en una populosa población matizada por etnias extranjeras que año tras año iban llegando.

Dolores Zarante quizás fue el último romántico que la Venecia del Sinú había parido. Abandonado y preso en el extranjero, lejos de su familia y de sus amigos aún permanecía en él, ese espíritu idealista de poder ofrendar su vida por el bien de la patria, aunque esta le diera la espalda. Así lo demostró en el poema que escribiera desde la ciudad de Managua capital de Nicaragua, en el año de 1901.

Pero, sin duda su mayor acierto fue convertirse, sin querer, en uno de los primeros intelectuales de la capital bajosinuana, a la que también le aportó sus dotes de cronista. Hasta el presente no se tiene conocimiento de antecedente alguno de otro cronista loriquero de finales del s. XIX y principios del s. XX. Siendo José Dolores Zarante el único en retratar a través de las páginas de su extensa crónica “REMINICENCIAS HISTÓRICAS. Lorica y Cartagena (Recuerdo de un soldado liberal)” los actos de la sociedad sinuana antes y después de la guerra de los mil días. Este conmovedor trabajo literario fue escrito en 1929 pero publicado años más tarde, poco antes de su fallecimiento en 1933.

A mi nobilísima mujer Proscrito estoy… mi Patria la que adoro y adoré con íntima vehemencia, no tiene para mí, sino inclemencia por más que de ella su mirada imploro.

“Nací en la época en que el gran general Tomás Cipriano de Mosquera, poniéndose a la cabeza del partido liberal, lo llevó de triunfo en triunfo, tremolando en sus manos la bandera roja, hasta escalar las gradas del Palacio de San Carlos, donde hizo flotar en el espacio la tricolor bandera de la patria, y luego convocó la convención que se instaló en Río Negro, cuna del inmortal Córdoba, de donde salió la libérrima Constitución que inspiró tanto al inmortal Víctor Hugo

El General José Dolores Zarante González, fue un ser formado en un ambiente de rigor y criado bajo la irascibilidad sentimental a la usanza de aquella vieja costumbre de que: “La letra con sangre entra”. Él mismo escribiría recordando su infancia en uno de los apartes conmovedores y dolorosos de su crónica.

PROSCRITO

Más ¿Cómo es cierto que el artista goza en medio del dolor que le persigue, sino halla, solitario, quien mitigue de su alma al sufrimiento que le acosa? Espero Patria, a ti, mi pensamiento -cuando aparece el luminar del díaY de mi alma a los íntimos pedazos, Dedico delirante en mi aposento… Porque es aspiración del alma mía, Por tu gloria moriré entre tus brazos.

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“Como el poeta Chocano, yo también puedo decir que no jugué de niño: Hijo de Manuel José Zarante y María Carlos González, una vez que recibí el bautismo, siendo mis padrinos mis abuelos José dolores Zarante Niño, y la señora María Francisca Ortiz, esta me llevó para su casa como hijo, y fue muy severa para conmigo. Era la época de la suprema ignorancia, en que decían aquellos viejos muy satisfechos como buenos educadores: “La letra con sangre entra”. ¡Qué época aquella! Mi madrina tenía un látigo llamado Martín Moreno. De noche me ponía a pasear, y luego a rezar y hablar – como decían- “el bendito y alabado sea etc. etc.”, y cuando me equivocaba, me aplicaba Martín Moreno, muy ensoberbecida, y yo lloraba y temblaba. Recuerdo que una noche –tenía yo cinco años- me puso a pasear, para que no me durmiera, en la cocina escueta, y había en ella un fogón con brasa que aún ardía bastante, y paseándome, entre dormido y despierto, me metí en él y me quemé los pies; y, no obstante, mi señora y buena madrina me aplicó el consabido Martín”.

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Zarante, fue capaz de sobreponerse a cada obstáculo que desde la infancia el destino le arrojaba. Pudo como militar batallar contra los demonios sociales que le acecharon por doquier y salir victorioso. Sin embargo, sería recordado por todos no como el general, sino como el poeta, el maestro de música que deja un prolongado legado de piezas musicales escritas para el Sinú y parte del Caribe colombiano, proliferando una gran variedad de ritmos musicales como los VALSES: Un recuerdo a Montería, Mis recuerdo, Rosita las damas de Sincelejo,Un sueño realizado, Sobre la tumba del general Uribe, El diecisiete de junio, El manotista, Tus pesares, Tomás Uribe Uribe, Doce de octubre. DANZAS: A mi Rosa, Libertad dormida, La Mona Puche, Carmela Vergara, María Eustaquia, La bogotanita, La casta de los huéspedes, Adelaida Garrido, Raquelita, La flor de mi esperanza, Sixta Rosa, Sueños de libertad. POLKAS: César Conto, Lugo y Santodomingo Navas, Época de prueba, Seis de agosto; Vargas Vila. PASILLOS: El alma de los poetas; El futuro caudillo Uribe Uribe, Titina, Carmelita O´Byrne. MAZURKAS: Res, Non Verba, Expresiones, MI china, Ana teresa, La mañana de Pascua, Impresiones. MARCHAS FÚNEBRES: La música es inmortal, El último adiós, El entierro del sol, maría Dolorosa, Los hombres y los pueblos son hermanos, El calvario. Pero también, sería recordado como el escritor cuyo conmovedor testimonio de vida plasmó en las páginas extensas de su crónica; obertura histórica de la literatura en Lorica. Aquel que transitó entre la crónica, la música y el fusil, pero que al final eligió el arte. Al respecto el reconocido sociólogo e

investigador histórico Orlando Fals Borda (Q E P D) dice: “…Significativo es observar que Nieto nunca se proclamó caudillo, sino que fue nombrado como tal en una elección en junta. Ocurrió algo semejante, con iguales efectos en la personalidad traducidos en hidalguía, humanitarismo, comprensión y tolerancia, en otros generales costeños del siglo XIX como Juan V. Aycardi, José María Campo Serrano, Florentino Manjarrés, Lácides Segovia, Andrés Santodomingo navas, Miguel M Torralbo, Jesús María Lugo y José Dolores Zarante (los tres últimos de Lorica) por algo se les recuerda más como ingenieros, abogados, poetas o músicos que como hombres de guerra. Sergio Zarante, hijo del general, definía a su ilustre padre – un sencillo negro sabanero- ¡como una mezcla de Napoleón, Beethoven y Goethe!... según el sociólogo caleño Gregorio Sánchez Gómez, “no ha existido en Colombia ese tipo clásico de caudillo tan común en América”

José Dolores Zarante González abdicó la espada y el fusil. Pero jamás la pluma, la palabra poética, ni la música que, para 1929 comienza a materializar en la compilación de sus memorias publicadas poco antes de su muerte en 1933 con el título de “Reminiscencias Históricas. Lorica y Cartagena (recuerdo de un soldado liberal)”. Texto literario de crónicas en cuyas páginas este poeta y soldado, amante y músico relata con dolor la horrible noche varada en el Sinú entre los años 1899 y 1902, con una carga sentimental sus vivencias familiares. Es un libro de lectura obligatoria para todos aquellos investigadores que están auscultando en los anales de la historia nuestra.

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ausencia

La primera Víctor Rivera

Su retrato coronaba un altar que contrastaba con el grávido espacio en el que estábamos obligados a permanecer, un cuartucho que la funeraria había logrado reservar de último momento, con ventanales enormes, pero tapizados con cortinas negras, completamente corridas, por donde apenas traspasaba la luz. El calor era insoportable, todos mirábamos al suelo en completo mutismo, salvo cuando teníamos que responder a las plegarias del padre, quien intercedía por nosotros con Dios. Incluso en México, parecía que los creyentes ya no conocíamos el procedimiento para velar a un cuerpo. Cuando era niño, las cosas eran distintas, porque las familias iban de traje y las ancianas se sabían de memoria los misterios para los rosarios. Como sucede en cualquier caso en el que una persona fallece sin haber alcanzado la madurez, su repentina y trágica muerte nos cayó como un súbito golpe de realidad. “Los jóvenes no deberían morir antes que nosotros los viejos”, escuché decir a una señora que estaba a dos personas de distancia. Millones de jóvenes mueren año con año, sin embargo, nunca me pareció que su edad fuera un punto esencial para resaltar, más allá del dato estadístico. Me pareció que había sido una conclusión a la que sólo una persona mayor podía haber llegado, porque para mí, había sido como verme en un espejo. Es decir, solamente tenía un año más de vida que yo, ahora que lo narro, soy mayor que él.

Cuando me enteré de todo, me encontraba en la redacción. Eran las diez de la noche y recibí un mensaje de texto de Carolina. “No mames, se murió Julián”. “¿Quién?”, pregunté extrañado.Conocía al menos a tres personas en la universidad con ese nombre, no obstante, ni siquiera uno pudo llegar a mi mente debido al cansancio que sentía. “Julián, el de último año.

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El que nos ayudó en la regularización”, añadió con un matiz que poco a poco se alejaba del desconcierto para sucumbir a la tristeza. Ahí entendí de quién hablaba. ¡Claro! ¿Cómo pude haberlo olvidado? Ella tampoco era cercana a él, pero su muerte la paralizó durante varios días. Finalmente, nos organizamos para ir todos los que habíamos ido a esa regularización para asistir a su velorio. Al final, solo fuimos Carolina y yo. Aunque no conocíamos a nadie, ella se presentó ante los familiares de Julián como una amiga querida. Dio el pésame en unas cuantas ocasiones e incluso se permitió llorar frente a los más afectados. “Todo va a estar bien, va a estar en nuestros corazones”, la escuché decir. En un primer momento, sus palabras me parecieron ofensivas. Apenas si cruzamos palabra con él en los pasillos, pero de pronto ella, y no sus amigos, era quien hablaba como si lo conociera de toda la vida. Pero ¿y yo? ¿Por qué había accedido a ir a su funeral? No tenía nada que probar a nadie, y francamente no me sentía triste por su partida. Su muerte era un dígito más en la inusual estadística de ingesta de pollo en mal estado. Aún así, cuando me lo contó, permanecí en mi lugar hasta las once de la noche. Ni en ese momento llegué a sentirme triste, sino desconcertado. Me pareció increíble que por mucho que lo había leído, aún entonces no había sido capaz de entender las palabras de Freud. Creemos en nuestra propia inmortalidad, es complicado representar psíquicamente la ausencia de uno mismo. A pesar de todo, me encontraba ahí, atestiguando el fin de sus días, lo que él no alcanzó a ver de sí mismo, yo sí lo vi. Lo que hubo después de su muerte, lo vimos todos los presentes. No hubo más. Yo, persona ajena a quien había sido él en vida, me encontraba mirándolo desde una incómoda altura, con una naturalidad, pero inquietante superioridad, a pesar de reconocerme siempre como alguien escéptico. Quizás fue eso lo que me hizo soltar unas cuantas lágrimas, finalmente entender que lo único eterno es la muerte, y no la vida.

“Estamos de paso” siempre dice mi mamá.

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Su foto sobre el mantel había sido impresa en blanco y negro, para nada se parecía al rostro colorido, aunque inerte que estaba frente a mis ojos. ¡Vaya dualidad! La fragilidad de su cuerpo… te la cuentan en las películas, la describen en los libros, pero nunca es como uno la espera, nunca es el frío abrasador de un recipiente sin su alma. Abandonamos el lugar sin decir mucho. Nos despedimos y cada uno tomó su ruta a casa. Nunca le pregunté a Carolina por qué lloró, ella tampoco me lo preguntó a mí. Igual no hubiera sabido qué decirle. Lo último que recuerdo de aquel día, fue que me puse mis audífonos, subí todo el volumen y me quedé dormido hasta pasarme algunas estaciones. Llegué a casa y caí rendido a mi cama. Al siguiente día, todo formaba parte de los recuerdos de alguien más. Seguí mi vida, como si aquello no hubiese sucedido. No obstante, hoy, que Carolina también se murió, me desconcierta acordarme de aquel día y tener que enfrentarme por segunda vez a una segunda ausencia.

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DE LA PURIFICACIÓN El ritual y el ¿yo? Pablo López

Hay veces que veo como se mueven las hojas de los árboles cuando hay viento, fuertes fragmentos, fríos que frenan las fugaces y frágiles, fuentes de futuro. Pues cuando estoy ahí, el verde de cada una de ellas, parece comunicar algo que aún no conozco.

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Este momento de paz no solo se ve en las hojas, el viento que las mueve, envuelto, en un cuerpo, en el centro del huerto. Soy tan pequeño, la conciencia de la propia finitud es purificadora, pues nos libera del peso de una existencia. No somos nada.

No somos nada; La luminosa llama de la purificación Esta afirmación no es más que la llave para una libertad de la que no todos somos conscientes, pero que sin espacio a dudas está ahí. Ya lo dijo el poeta, dichoso el árbol que es apenas sensitivo. En nuestra búsqueda de trascendencia y renovación, nos hundimos en la luminosa llama de la purificación. Nos aferramos a rituales y prácticas espirituales, buscando limpiar nuestras almas de la oscuridad y el desaliento. Rituales de lo cotidiano, mirar las hojas de los árboles, escuchar una canción, en casos más dichosos, amarse con otro.

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Como expresa William Ernest Henley en "Invictus":

"Más allá de la noche que me cubre, negra como el abismo insondable, agradezco a los dioses, si existen, por mi alma inconquistable. Más allá de este lugar de ira y lágrimas yace el horror de la sombra, pero la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo." Pues el acto de purificarse exige del purificado una postura de fortaleza, siempre sangran, alejarse, y disponerse a algo nuevo, es un acto difícil que implica dolor. Sin embargo, recordemos “no somos nada” pues ahí encontramos una liberación única. Al abrazar la negación del significado preestablecido, nos liberamos de las cadenas de la expectativa y la imposición cultural. Como expresa Friedrich Nietzsche en "Así Habló Zaratustra":

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"¡Oh, felicidad! ¡Oh, libertad! ¡Qué solitario se siente el alma cuando se libera de los prejuicios y las ataduras de la moralidad impuesta!"

La síntesis armoniosa En la intersección entre el rito y la negación del ser, encontramos una síntesis armoniosa. En la aceptación de la impermanencia y la relatividad de todas las cosas, encontramos la libertad para forjar nuestro propio camino y encontrar significado en la experiencia misma de vivir. Como reflexiona Albert Camus en "El Mito de Sísifo":

"La lucha misma hacia las cumbres es suficiente para llenar un corazón humano. Uno debe imaginar a Sísifo feliz." En última instancia, en esta danza eterna encontramos (quizá) la esencia misma de nuestra humanidad: una búsqueda constante de significado y trascendencia en un universo de posibilidades infinitas. En la aceptación de la libertad inherente a nuestra condición humana, encontramos la clave para sentarnos a mirar los árboles, y que esto sea una experiencia transformadora.

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¡Pirosofias para encendernos! Alma inconquistable, En la noche sin fin, Hallará su luz. Sísifo sonríe, Carga su roca con paz, Absurdo abrazo. Árboles en flor, Testigos del eterno, Susurran secretos. Zaratustra habla, Montañas escuchan, Eco del espíritu. En la cima, yo, Niega y celebra, La danza del ser.

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ANTROP OFAGIAS ROSSA HUERTA

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Hay ocasiones donde la ficción imita a la realidad y en caso de Chelsea G. Summers, parece ser que representó las obras de Ana Mendieta en palabras. Al pasear por una exposición aquí en CDMX (Todo se vuelve más ligero) me tope con la pieza “Dando Vida” de Ana Mendieta donde se observa a una mujer desnuda (Ana) en cuclillas sobre el pasto junto a un esqueleto donde a primera vista parecería que está comiendo o arrancando su carne.

LA POSE SE ASEMEJA UN POOC A LA VENUS DE LELY DONDE LA DIOSA AFRODITA ES SORPRENDIDA MIENTRAS SE DA UN BAÑO

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Por esa razón parece que estamos observando a la protagonista de la novela “A Certain Hunger”: Dorothy, una mujer bastante compleja, siente una tentación bastante peculiar por la carne (y no me refiero a la de origen animal) en muchos de sus sentidos. Busca satisfacer sus placeres carnales y emocionales, observa la carne humana como un método para purgar el desdén que siente por dentro. Sabe que tiene un posición muy privilegiada en el mundo culinario y utiliza su expertis para satisfacer sus deseos más oscuros, dominar en todos los sentidos a los hombres que la rodean. Esta novela no sólo es sobre una exploración de la indulgencia gastronómica, sino también una reflexión profunda sobre el deseo humano y el precio del poder. Y en cierta manera siento un nexo entre ambas creaciones artísticas, aunque Ana Mendieta parece ser una alquimista creando un ser humano desde cero (así como los dioses antiguos), también puede interpretarse como el momento que está consumiendo la carne de éste para lograr saciarse… así como Dorothy. No es un secreto que Dorothy siente placer al consumir la carne humana por lo que ver la imagen de Ana colocándola de nuevo al cuerpo es como la complementación a la manera del Yin y Yang del acto.

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No es casualidad que Ana es considerada un artista controversial por el uso de su cuerpo y la sangre, sino también por la temática que toca, es por eso que veo en Dorothy cierta relación con Ana, ambas saben que están en un sistema patriarcal que se aventaja sobre ellas y que su única

manera de hacer un grito de atención es a través de actos violentos (ya sea con obras violentas o con acciones violentas). Ambas son viscerales, únicas, incómodas, no buscan ser el centro de atención a propósito sino que su forma de ser las empuja a esa luz focal y saben utilizarlo.

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¿QUIÉN FUE ANA MENDIETA?

Ana, una artista cubana crecida en EUA que dedicó su trabajo a la exploración con su propio cuerpo, se le ha considerado conceptual por la temática que llega a tocar en sus trabajos pero estos están muy arraigados a su cultura cubana y los nexos que puede haber con la santería. Otras de sus prácticas artísticas abarcaban desde el camuflaje de su cuerpo desnudo con el entorno, retratarse con barba, la recreación de escenas de violación, el aplastamiento de su cuerpo contra cristales para deformarlo, y, sobre todo, el cubrimiento de su cuerpo con sangre.

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He muerto de fiebre en los

médanos

de

S I N G A P U R F a n t á s t i c o

S r .

Z o r r o

Un lago en el cielo Quiero ser suave Para evitar tu dureza Apago tu fuego Enciende mi agua Puede que no haya certeza Cómo es abajo, es arriba; La dualidad de dos elementos aparentemente opuestos pero en realidad forman parte de un todo; destrucción, regeneración y purificación. En este texto pretendo jugar con tripes analogías, los ciclos, las temporadas, los flujos eternos y sagrados, fenómenos con nuestras propias vidas, y las estaciones. En los años que moré en la cueva en la que viví, con el pasar de las estaciones entendí que así como el fuego y el agua, el verano y el invierno forman parte de una misma cosa. Cada nueva temporada preparaba mi mente, cuerpo, pensamientos, tierra y semillas para una nueva siembra, una mejor cosecha.

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Durante el proceso de cultivo permití entenderlo con poesía y belleza. En un momento en el que abrí la tierra, creando una herida para dejar caer desde el aire una semilla, que fue resultado, hija de otro cultivo, otra cosecha anterior; una primavera pasada. Dejar caer, hacia la herida en el seno de la tierra. Cubrí la semilla con una cama de tierra, permitiéndole entrar en un inframundo mesoamericano, húmedo y oscuro; Xibalbá. Después descendieron al camino que lleva a Xibalbá, de pendientes muy en declive. Habiendo descendido así, llegaron al borde de los ríos encantados de barrancos llamados Barranco Cantante Resonante, Barranco Cantante, que pasaron sobre ríos encantados con árboles espinosos; innumerables [eran] los árboles espinosos, pasaron sin hacerse daño. (...) Popol Vuh, 12. Un viaje hacia el mundo de la muerte y la vida, que le dejará transformarse, y en su camino, morir para dejar de ser semilla, y resurgir como planta que en contra de la gravedad, carga con el peso de la tierra, buscando luz; emergiendo. Somos semillas; de pronto encontrados en un inframundo, alegórico a la muerte, un invierno que se olvida de encender la luz del sol, destruyéndose, para después permitirnos renacer en una primavera, iluminada con juventud, “La cabeza de Hun-Hunahpú fructifica en árbol”. Diego Rivera, 1931, acuarela sobre papel. Digitalización: Raíces

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brotando con flores, para alcanzar una madurez que fructifica en el verano, permitirnos cosechar, hasta llegar a una vejez otoñal, con los recursos y sabiduría obtenida en las anteriores tres estaciones, que volverán a iniciar. Morimos de nuevo. Vivimos en la doble muerte de la planta. Como semillas en el inframundo, como flores en el supramundo. Al morir, se vive nuevamente. “(...) –Tenemos el presentimiento en nuestro corazón de que usarán la hoguera para darnos muerte. Todos los de Xibalbá se han reunido, pero la verdad es que no moriremos. (...) Y juntándose frente a frente, extendieron ambos los brazos, se inclinaron hacia el suelo y se precipitaron en la hoguera, y así murieron los dos juntos(...) Los de Xibalbá molieron entonces sus huesos y fueron a arrojarlos al río. Pero éstos no fueron muy lejos, pues asentándose al punto en el fondo del agua, se convirtieron en hermosos muchachos. Y cuando de nuevo se manifestaron, tenían en verdad sus mismas caras.” Popol Vuh, Parte II, Capítulo XII "La creación del hombre de lodo”, Diego Rivera, 1931, acuarela sobre papel. Digitalización: Raíces


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