Louise Bourgeois, Femme, 2006
L A . . . En portada: Louise Bourgeois. Femme-Maison, 1947. Colección Moderna Museet
S O B R E
E L P R O F E S O R
V i c t o r R i v e r a
C U A N D O E L S O L
C O N O C I Ó A L A L U N A
M . I . F l o r e s N a c h ó n
C U A T R O P O E M A S E N
P R O S A
Y e h u d a h A b r a h a m D u m e t z
E X P L O R A N D O L A
S O L E D A D
M i g u e l J i m é n e z
C O M O M A R I P O S A
P a b l o L ó p e z
Louise Bourgeois , Spiral Woman, 2003
EL PROFESOR
Víctor Rivera
El sol quemó más fuerte desde los días en que el profesor se había quedado solo trabajando en la huerta. Había construido en sus mejores días una cabaña que nunca fue capaz de soltar. “No es para mí” nos decía. “Es para los muchachos. Yo ya me voy a morir y nada me voy a llevar”. Pero nunca dejó que nadie más entrara. Siempre decía que tenía que arreglarle algo, pero con los años sus hijos perdieron toda esperanza y todo interés en ella. La vida, incomprensible ante los hombres, se encargó de arrebatarle a sus hijos y a su esposa el mismo día en un accidente en carretera.
Desde ese día el profesor dejó de platicar con las personas. Ya luego se le veía de tanto en tanto tirado en la calle, rodeado de botellas de cerveza y todos aquellos quienes pasaban junto a él ya no lo reconocían, para las nuevas generaciones se había convertido en el teporocho del pueblo. Nada más Jaime, un policía que había sido su alumno cuando era niño, lo arrastraba hasta su casa cada que lo veía. A veces hablaba con él esperando una respuesta o una disculpa, pero el profesor ya había olvidado cómo hablar y no intentaba articular las palabras. Sus ojos ni si quiera lo reconocían.
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A las cinco de la mañana se le veía abrir la puerta del zaguán. Salía de su casa con una cantimplora escondida en alguna de las bolsas laterales de su chamarra deslavada. Después de doce horas trabajando, contaban que la esposa de Jaime le llevaba un plato de frijoles y tortillas al fogón a la mesa que había construido cuando todavía vivían su esposa y sus hijos. Cuando terminaba se iba hasta Ventoquipa para comprar sus cervezas, porque ya en Cuautepec nadie quería venderle por respeto y por temor a que se muriera a media calle. Para cuando regresaba, ya borracho, se ponía a vomitar y a orinar en los postes de luz; algunas veces dejaba el dinero regado en la banqueta y los chicos que por ahí pasaban lo tomaban. Jaime lo veía y lo levantaba una y otra vez, y al fin solo en casa, las luces se apagaban y no se sabía más de él hasta el día siguiente.
Su único amigo en el pueblo, un anciano de una pierna al que no veía hacía algunos años, contaba que el profesor había tenido a una vida difícil; que trabajó desde muy pequeño para mantener a sus cinco hermanas y a su madre porque su padre, quien le había enseñado a cantar boleros y a tocar la guitarra, murió cuando él tenía ocho años. En su lugar, tuvo un padrastro que lo azotó todos los días por cualquier motivo que se le ocurriese al momento. Pero lo que menos soportaba era escucharlo cantar. Decía que esas eran cosas de viejas y lo vestía con vestidos de sus hermanas. Lo golpeaba tanto y tan fuerte que, aun cuando su condición de enfermo no le permitió seguir golpeándolo, él seguía teniéndole un respeto ciego y, de cuando en cuando, permitía una que otra cachetada.
Para cuando llegó a Cuautepec ya era más o menos un hombre hecho. Había estudiado en la Normal Superior y rápidamente obtuvo un puesto en la única escuela que existía. Fue un hombre respetado en sus mejores años, cuando el oficio de maestro todavía tenía algún valor. Ahí conoció a su esposa y formó alrededor de veinte generaciones. No había nadie que pudiera jactarse de no conocerlo, pero a pesar de ello, nadie se preocupaba ya por él. Si la esposa de Jaime no le llevaba alimento un día, él no comía. Si se le acaba el dinero, conseguía quién sabe cómo y dónde y volvía a tirarse sobre el asfalto, pero nunca se le veía llorar. Alguna vez, tratando de apilar unas piedras, una se le resbaló de las manos y abrió el dedo meñique. Estaba tan ebrio que no sentía dolor alguno, y aunque lo llevaron al Seguro del otro municipio, nada pudo hacerse para conservarlo intacto. Ni una lágrima derramó. Después de ese día muchos creyeron que había muerto o que se había ido a vivir a otro lado porque ya no se le veía arrumbado en las esquinas o afuera de alguna tienda.
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Algunos meses pasaron y no tardo en llamar mi atención un señor alto, cubierto con una gabardina negra que le cubría casi todo el rostro, que se sentaba a pescar charales en el manantial. Comenzó a ir dos o tres veces por semana y, como yo soy el vigilante de esa zona, me pareció que debía estar alerta. Los primeros días ni si quiera me volteó a ver, pero yo insistí en saludarlo y despedirme siempre. Al cabo de unas semanas, comenzó a contestar mis saludos con un gesto amable y un día, sin previo aviso, llegó diciendo “buenos días”. A partir de ese día siguió saludándome y poco a poco a compartir una que otra idea conmigo. Nos hicimos grandes amigos, pero nunca quiso decirme su nombre, ni de dónde venía. Cada que se lo preguntaba su rostro cambiaba el semblante, tomaba lo que había logrado pescar y se retiraba. Por eso desistí luego del segundo intento.
Sus visitas al manantial duraron cerca de seis años hasta que un día, sin previo aviso, dijo que no volvería. Su paso era cada vez más lento y el calor ya le era insoportable. Cuando le pregunté si podía acompañarlo hasta su casa accedió. Al llegar a aquella casa supe inmediatamente que se trataba del profesor a quien todos habíamos dado por muerto tiempo atrás. Me hizo sentar en la sala de su casa y, como pudo, hizo un viaje apoteósico, regresando con una guitarra vieja entre las manos. Me habló por primera vez de cuando era niño y caminaba por los alrededores del manantial; de cómo se sentaban en las piedras él y su padre a cantar boleros y de cómo la vida era diferente entonces, porque no tenía nada más que esa guitarra y a sus padres. Tardó sólo unos segundos en afinarla y comenzó a tocar una canción que yo reconocí al instante. Yo permanecí en silencio, quizá cinco o diez minutos, porque entendí que, para el profesor
Esta tristeza mía, este dolor tan grande
ésta era su confesión
los llevo más profundos, pues me han dejado y yo
solo en el mundo. ya lo había perdonado.
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Sin tener algún conocimiento astronómico profundo, estas últimas estaciones me he vuelto amiga de la luna y buscadora del sol. Me siento extraña mientras escribo en esta revista sin procurar tratar alguna teoría crítica, o historia del arte directamente, pero me permito hablar en una columna personal sobre la vida y la soledad, una carta de amor, a nosotros, a los astros separados, pero nunca aislados.
La luna y el sol están a (aproximadamente) 149, 984, 000 km de distancia. Existen en un tiempo y en un espacio el cual aún no me queda claro si es el mismo. A años luz, y parpadeos, se encuentran en momentos en los que sus rostros se iluminan, pintando el resto de nuestro mundo de un color dorado, y nuestros propios rostros dorados.
When the sun found the moon
She was drinking tea in a garden
Under the green umbrella trees
In the middle of summer
Cuando el sol encontró la luna
Ella estaba tomando té en un jardín. Bajo los árboles paraguas verdes
En pleno verano
He vivido en compañía y en soledad mi vida completa, emplazada en un mundo en el que nací, por mi propia vida, he crecido, por mi propia vida, y moriré, por mi propia vida Me he encontrado conmigo misma sentada en un balcón mientras suceden atardeceres que me pintan los ojos de dorado, apenas comenzando a entender que habrá otros ojos pintados de dorado, en otros balcones, en otros atardeceres con otros solos.
Cuando el sol conoció a la luna, la luna no conocía la soledad, buscaba entre astros alguna eterna compañía, que perecía con explosiones fuertes de luz, que permanecían por años, con rastros fantasmas pintados con luz. Cuando la luna conoció al sol, el sol había conocido planetas, que giraban alrededor de él, estando emplazado en un círculo vital en el que aunque no necesitaba de ninguno de ellos para seguir su constante viaje, eran parte de su vida.
CUANDO EL SOL CONOCIÓ A LA LUNA M.I.Flores
7 Nachón
When the moon found the sun
He looked like he was barely hanging on
But her eyes saved his life
In the middle of summer
Cuando la luna encontró el sol Parecía que apenas estaba aguantando Pero sus ojos le salvaron la vida.
En pleno verano
Cuando ambos se encontraron en el cielo, la luna se enfrentó a sus fantasmas compañeros, pero por primera vez dejándose iluminar por lo brillante del sol. Y por el contrario, el sol lleno a la luna de una luz que en su superficie fue reflejada, potenciada, acompañada.
So he said, "Would it be all right
If we just sat and talked for a little while
If in exchange for your time I give you this smile?"
So she said, "That's okay
As long as you can make a promise
Not to break my little heart
Or leave me all alone in the summer "
Entonces él dijo: "¿Estaría bien?"
Si nos sentáramos y habláramos un rato
Si a cambio de tu tiempo
¿Te doy esta sonrisa?"
Entonces ella dijo: "Está bien
Mientras puedas hacer una promesa
Para no romper mi corazoncito O déjame sola en el verano "
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4POEMAS
EN PROSA
R1 . Tehlim de Baba Sheik Mansour Ibn Sáher
Baba, ya no existe un arcoíris más allá de mis ojos que impida el mabul El tiempo del Ge Hinnom ha llegado para pisotear los miles de voces que intentan gritar. La sangre duele, los ojos duelen y el alma se agrieta ante el sable de la traición...
Ya no diviso el cielo estrellado de Bagdad, ni nuestro rezo diaspórico se escucha en el Kotel, ni el olivo nos unge con su aceite ni nos alimenta con su fruto, ni la llama del ciprés ilumina mi camino, ni los pájaros vuelan en su tiempo
Aquellos que comieron en nuestro plato hoy ladran como perros en nuestros rostros...
Baba Sheik Manssour Ibn Sáher entonces me dijo:
-Cuando entres al Gan Edén, verás frente a ti el árbol del bien y del mal; no seas como los perros que comen de él. Esfuérzate, sé valiente y dirige tus pasos al centro donde encontrarás el Ezetz Hayim, come de su fruto.
Pero nunca olvides hijo mío, jamás confíes en aquellos que, para peticionar ante Bore Olam, nuestro D-s, tienen que cambiar el tono de su voz.
e f e r e n t e s a l a s o l e d a d Y e h u d a h A b r a h a m D u m e t z S .
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I I . Mi país
Quién fuera Antoine de Saint-Exupéry para volver a escribir... o el principito al pronunciar: “Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos”.
Te aseguro, sin duda alguna, traería a sus letras el país que gravita en mi ser. Un país de proscritas fronteras, donde la tristeza y el exilio son sombras, arenas de prehistórica soledad
Donde la amistad es libre del hierro que chamusca la piel.
Un país situado en el centro de mi alma.
Ese, es mi país.
Allí las noches desgajan ríos con historias que narran mis sueños... No necesito descoloridos visados ni un pasaporte general para refugiarme en él. Y cada noche, como la música viajo a esa secreta región, navegando luna tras luna, para lavar mi conciencia manchada por el día canicular de la muerte, que habita en tu país...
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HILLOULLA PARA EL TZADIKRABBI HAÏM PINTO HAKATANE
I 1 I . A Deogracia Pinto DaGamma
Al-Magrhib, Bullicioso como joven adolescente.
No eres de los que deslumbran, pero, en ti guardas un misterio reverente y grande
Fueron tus ojos que lo vieron nacer y Essaouira abrazó su torre de luz, el guía de Marruecos...
Ese hijo sagrado y bueno. Haïm Pinto el Tzadik. De modestas costumbres cuyas manos hechas de jesed Jamás se cerraron, porque volvías cada día y luna tras luna con una parnasá a la mesa de esos humildes hombres, con una sonrisa que siempre compensa esperanza alguna a esascasas de arcillas
Casablanca, la mayor de Marruecos, te acogió cual pequeño. Allí donde mis pasos se dirigen a tu Hilloulla, en la 36 Rue du Commandant Provost, sale a la luz de muchas velas.
Y ahora te eriges, Rabbi Haïm Pinto Hakatane, frente a mí, sólo, en ese retrato blanco y negro que mi abuelo hilo de sangre Pinto, en árabe me conversó...
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I V . CONTRALUZ
Siempre hay en la botica tintura de árnica para los golpes o romero para el dolor. Pero nunca para aquella molesta sensación que vuelve lenta, discreta al abrir un abandonado cajón, un álbum empolvado de tristes colores o una calle sin fin extraviada en las pupilas pardas de mi triste mirada.
Volviste con martillo golpeando en mi memoria. Como luz colándote por las grietas de mis recuerdos Con un retrovisor proyectando lugares donde nuestros cuerpos apagaron su deseo Donde por vez primera lloramos nuestra ausencia y, donde nuestras palabras quedaron atrapadas entre los árboles que exhiben su follaje.
Perdón por todo y por nada. Ya sabes, todo hombre carga muertos en su espalda, pero los míos ya no hieden. Sin embargo, hoy que tu ausencia se hace eterna, que no hay árnica ni romero que cure mi viejo dolor, un contraluz en la distancia, una mano, un adiós.
Esta colección de poemas en prosa puede ser encontrada en los libros publicados por el autor : El Otoño de Otoño, Tiempo entre dos aguas, Voces desde mi exilio, Pájaro de fuego.
©Yehudah Abraham Dumetz © Derechos Reservados de Autor
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Miguel Jiménez
E X P L A R A N D O L A S O L E D A D
Ideas del paisaje literario de Cormac McCarthy
A casi un año de la muerte del autor Cormac McCarthy, me gustaría reflexionar sobre la extensión de su universo literario, donde la soledad no es simplemente un estado físico sino una profunda condición existencial, pasa a ser una presencia inquietante que impregna los paisajes desolados y las almas atormentadas de sus personajes. Las novelas de McCarthy sirven como un rico tapiz de soledad: una exploración del aislamiento humano en su forma más cruda.
En el corazón de la visión que presenta McCarthy se encuentra la lucha existencial del individuo contra un universo indiferente y a menudo brutal. Sus protagonistas, que deambulan por tierras baldías yermas o navegan por las complejidades morales de una sociedad sin ley y sin justicia, a menudo están impulsados por un profundo sentimiento de soledad: les genera un anhelo por conexión, buscando el significado en un mundo despojado de virtud y humanidad
En sus tres obras más conocidas, la soledad se ejemplifica de muchas formas.
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En "The Road", la figura solitaria del padre que atraviesa los sombríos paisajes del mundo post-apocalíptico con su hijo, donde la desolación y la devastación son omnipresentes Su relación, marcada por la soledad compartida y la lucha por la supervivencia, es un poderoso recordatorio de la fragilidad de los lazos humanos en un mundo desprovisto de esperanza y humanidad.
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En "Blood Meridian", el jinete solitario que deambula por las llanuras de la frontera es un símbolo de la soledad existencial y la alienación en un mundo marcado por la violencia y la brutalidad La figura del "juez", un ser que encarna la violencia y la destrucción sirve como recordatorio constante de la naturaleza implacable del universo y la soledad inherente en tratar de luchar para darle significado a un mundo caótico.
En "No Country for Old Men", las almas que luchan con sus demonios personales reflejan el aislamiento que permea la sociedad contemporánea La figura del sheriff Bell, quien vive atormentado por la impotencia de no poder detener la ola de violencia que lo rodea, encarna el desamparo del individuo frente a las fuerzas insondables del mal y la corrupción. A través de sus ojos, McCarthy nos sumerge en un mundo marcado por la desesperanza, donde la soledad actúa como maldición que también ofrece oportunidades de introspección y la posibilidad de obtener redención.
Sin embargo, en medio de tanto caos, se encuentra una extraña belleza en el lirismo crudo que refleja las profundidades de la experiencia humana. En la soledad y el silencio del desierto se esconde una verdad profunda: un recordatorio de la frágil belleza de la existencia y la resiliencia del espíritu humano.
En los paisajes y profundidades atormentadas de las almas de estos personajes, encontramos un espejo que refleja nuestra lucha con la soledad, el aislamiento, y la desesperación. Es un recordatorio de que, en la inmensidad del universo, y al final de cada día, todos somos viajeros solitarios buscando significado y conexión en un mundo que a menudo parece indiferente a nuestra presencia.
Mientras recorremos el paisaje literario de Cormac McCarthy, nos enfrentamos a la cruda realidad de la existencia humana: las duras verdades de la soledad y la profunda belleza que se esconde debajo de su superficie
A pesar de esta sensación de desolación que impregna las novelas de McCarthy y, en ocasiones, nuestras propias vidas, hay también un rayo de esperanza, una llama parpadeante que se niega a apagarse. Este es el fuego de la resiliencia, de la fuerza interior y del espíritu humano: un recordatorio de que, es precisamente en los tiempos más oscuros donde se tiene que mantener prendida la luz del fuego
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Al comprender y abrazar la soledad del mundo de McCarthy, llegamos a comprender que es a través de nuestras luchas y nuestra soledad que encontramos nuestro yo más verdadero y nuestras conexiones más profundas con el mundo que nos rodea Y aunque el viaje pueda ser largo y arduo, debemos buscar mantener encendido el fuego, como un faro de esperanza en la oscuridad que nos guía en nuestra búsqueda de significado y conexión.
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C O M O M A R I P O S A
Y L A P R I M A V E R A
T E A M O
No somos nada en esta vida... Si te pudiera ver en un concierto bailando Ska, en ese momento ego se diluye en la multitud, se detiene el tiemp catarsis. O en esos breves momentos en los qu mueven rápido y uno sueña.
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Pablo López
Si tuviera esos segundos te diría que vivo aún recordándote, que la semilla de pensamiento crítico y rebeldía siguen floreciendo, pues se riegan con amor en todos sus tiempos.
Aún recuerdo el primer pulque, a Antonio Machado que en sus hojas nos dijo:
Todo pasa y todo queda
Ahora que no estás, ¿qué hago con lo nuestro?, si lo nuestro era pasar
Te recuerdo con frecuencia, tu sonrisa, la forma en la que te revelabas a la autoridad, los policías regañandonos, nuestros besos detrás de aquel salón de matemáticas, que clase tediosa era, tener que esperar para acercarme, o esos momentos en los que en complicidad salimos a recordar lo mucho que nos queríamos
Aunque no quiero, lamento mi juventud de aquel entonces, dice Wittgenstein, que de lo que no se conoce es mejor no hablar, y aunque recordarlo aquí es algo reduccionista, me gustaría poder decirte que he vivo, he leído, he creado, buscando conocer aquello que como flor nacía en mi pecho, que como rayo rompía mis dogmas, que me volvía un ente profundamente feliz, cada que tomabas mi mano y me cantabas en la danza de la muerte vamos todos a bailar, y yo ciego, sin poder ver que ese era baile que añorabas.
Si pudiera bailar contigo una canción más, si la hora mágica, la experiencia divina, o el arte me permitieran solo un minuto para verte otra vez… poder decirte que cuando cierro mis ojos, y veo la oscuridad, y me pierdo a mi mismo, tu pelo chino, tus botas, están ahí.
Si tuviera solo un minuto más contigo me gustaría escuchar tu voz, porque, con cada día que pasa se me olvida un poco más, es algo aterrador, no recordar cómo era tu timbre, el ritmo de tu respiración, tu risa…
¿Recuerdas a Abraxas?
El pájaro rompe el cascarón El cascarón es el mundo Quien quiera nacer , tiene que destruir un mundo El pájaro vuela hacia Dios. El dios se llama Abraxas.
No somos nada…
No somos nada, estaba escrito en tu chaleco de mezclilla, no somos nada en esta vida, con cada día lo confirmo, pero sufro de dialéctica, perdoname por no poder ver que la idea una vida sin propósito pesaba con contundencia sobre tus hombros, desde entonces, eduqué mi fuerza física con un entrenamiento constante, quizá para poder soportar, para soñar con que un día puedo tomarla un minuto y tu puedes descansar.
Siento tanto desprecio por aquella sustancia que te arrebató la vida, siento tanta impotencia, escucho esta canción que dice ¿Qué hay del otro lado del silencio? y me imagino si esto hubiera podido ser distinto.
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(Demiurgo escribiendo esto en una hoja en blanco)
Acto 1:
Mientras suena de fondo Angeles del infierno personaje 1 prepara la droga en la mesa, mientras la rompe en pedacitos busca una cuchara.
Personaje 1: Vida de mierda, con cada día que pasa odio más estar viviendo, desearía terminar con todo esto de una buena vez.
Mientras se pone una agujeta alrededor del brazo prepara una vieja jeringa, coloca los cristales en la cuchara y con su encendedor de sirenas empieza a derretirlo, lo absorbe con la aguja oxidada, en el fondo cambia la canción a una de Sindrome del Punk.
Toma su celular de números y teclas físicas y envía un mensaje a Personaje 2:
No somos nada… Te amo.
Acto 2:
Personaje 2: Te lo digo enserio, no hay concienc requiere una comprensión más profunda del si económico…
El diálogo es interrumpido por un mensaje de te mientras lo lee sus ojos se lagrimean, pues com modo precoz que el amor es algo que hace d experiencia hermosa Al querer salir al menú d equivoca y borra el mensaje
Personaje 2: ¡No! que torpe, bueno mañana pas juntos.
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Acto 3:
El acto 3 no puede escribirse, pues hacerlo es aceptar que solo puedo hablar de ti en la ficción. Que solo me queda esta hoja en blanco para despedirme, que me lamento tanto por haber borrado el mensaje por dar la vida como un hecho.
ás, solo un minuto más, si tu pudieras estar s aquí
n seguridad que no somos nada, pero la ede que efectivamente sea así, pero cuando i que me dice que si todo.
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Louise Bourgeois , Self Portrait, 1990
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Diseño Editorial
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Sara Valeria Puch Ramos valeriapramos2106@gmail.com
Escritores
María Inés Flores
Miguel Jiménez
Pablo López
Víctor Rivera Yehudah Abraham Dumetz
Louise Bourgeois, Stamp of Memories II, 1994