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8. Cuerpos inadecuados: El desafío transhumanista de la filosofía
Impartida por Antonio Diéguez
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Ciclo ¿Nuevos humanismos, nuevas humanidades, nuevos humanos?
86 · Reflexiones para el siglo XXI · Tomo VII
Cuerpos inadecuados. El desafío transhumanista de la filosofía · 87
Martes 25 de mayo, 2021
Reseña por Javier Serrano Bosquet
Profesor-investigador de la Escuela de Humanidades y Educación
Giovanni Pico della Mirandola señalaba la admirable fortuna del ser humano que, al no haber sido dotado de algo propio, se le permitía participar de todo cuanto le había sido dado separadamente a las demás criaturas. Siendo así, podía definir sus propias limitantes de acuerdo a su libre albedrío; podría transformarse en lo que deseara; descender a la forma más baja de existencia o regenerarse en las realidades superiores, que son las divinas (Pico della Mirandola, 1486, pp. 14-16).
La ciencia y la tecnología nos está permitiendo dar pasos en esa dirección. No sólo podemos cambiar nuestra conducta o nuestro cuerpo individual una vez ya constituidos y conformados: podemos ir más allá y definir nuestro propio futuro como especie, hacer transformaciones
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Lo que está en juego es el futuro no sólo de nuestra especie, también de la diversidad biológica e, incluso, de la naturaleza de la vida misma.
en tal grado, que las modificaciones puedan pasar de una generación a otra, dejando atrás no sólo esta exaltación renacentista, también el evolucionismo darwiniano en aras de otro tecnocientífico.
Las posibilidades reales con las que ahora mismo contamos, las apuestas por unos programas u otros de investigación, la multiplicidad de implicaciones axiológicas que ello pudiera tener, son foco de atención de investigadores, gestores económicos, políticos y tecnocientíficos de todos los ámbitos. Lamentablemente, en la mayoría de las ocasiones las investigaciones y recursos sobre estas posibilidades se alejan de la perspectiva global que la responsabilidad y precaución reclaman, para centrarse en valoraciones e intereses particulares.
Queremos ser dioses con prótesis, como señalaba Freud, pero olvidamos que incluso en ese mundo –advertía el padre del psicoanálisis– somos infelices (Freud, 1929, p. 29). Proteo, con quien en tantas ocasiones se ha comparado al ser humano, tenía el don de saber el porvenir y transformarse en cuantas formas y cosas quería, cuantas veces lo desease (Hernández, 2018, pp. 17-18; Suárez, 2008, p. 150). Capaz de contemplarse a sí mismo y la escena en la que ejecuta su obra, el ser humano es voluntad de acción y deseo de asistir al mismo espectáculo de su vida (Suárez, 2008, p. 150). Sin embargo, a pesar de estos ensueños que acompañan y conforman al sujeto moderno, no estamos en la misma condición, ni ontológica ni epistemológicamente. La capacidad de conocer el porvenir está aún muy lejos de nosotros. El desarrollo de capacidades técnicas de transformación no lleva consigo un conocimiento preciso de las causas e implicaciones remotas. Nuestras elecciones son siempre apuestas, con mayor o menor riesgo e incertidumbre, pero siempre apuestas. Y, siendo así, cada paso nos encamina por sendas insuficientemente iluminadas
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cuyos arcenes y territorios contiguos apenas logramos imaginar, sin la posibilidad de volver a la situación previa.
Lo que está en juego es el futuro no sólo de nuestra especie, también de la diversidad biológica e, incluso, de la naturaleza de la vida misma. La toma de decisiones que, en contexto incierto deben tomarse, exige la reflexión profunda y responsable sobre las posibles implicaciones de un tipo u otro de gestión y posibilidades tecnológicas. No se trata, por supuesto, de frenar el desarrollo científico y tecnológico. Como en otras ocasiones hemos afirmado, debemos dejar atrás los reduccionismos maniqueístas: ni tecnofilia ni tecnofobia. Es, por el contrario, momento para la revisión profunda y exhaustiva de cada programa y de cada proyecto desde distintas perspectivas y dimensiones. Una de ellas es, desde luego, el llevado a cabo bajo el marco de las humanidades.
En ese sentido, el pasado 25 de mayo el filósofo de la biología Antonio Diéguez brindó, en el marco del ciclo de conferencias que bajo el título “¿Nuevos humanismos, nuevas humanidades, nuevos humanos?” organizó la Cátedra Alfonso Reyes, una extraordinaria introducción y panorámica general al transhumanismo.
Desde el inicio de su presentación, queda muy clara la mirada de nuestro invitado; la de un filósofo de la biología atento a su tiempo. La filosofía ha sido siempre –nos recuerda retomando las palabras de Hegel– su tiempo atrapado en pensamientos, por lo que la misión del filósofo no puede quedar reducida al simple análisis del pasado o los clásicos de la pensamiento, sino que debe hacerse cargo de su realidad inmediata.
Los nuevos humanismos no pueden renunciar a nuestra naturaleza biológica, como tampoco a los contextos culturales y sociales, a las circunstancias propias en las que se da la vida misma, el pensar y el actuar sobre ella.
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Es por ello por lo que, sin caer en los excesos de la sociobiología, Diéguez asienta que, a la hora de hablar del ser humano, debemos tener presentes los últimos avances que nos dictan los distintos campos de la biología y la medicina; los nuevos humanismos no pueden renunciar a nuestra naturaleza biológica, como tampoco a los contextos culturales y sociales, a las circunstancias propias en las que se da la vida misma, el pensar y el actuar sobre ella. Una circunstancia en la que los discursos adquieren un papel central y que, por lo tanto, deben ser evidenciados y esclarecidos en aras de la comprensión y distinción de lo posible, de lo real, de lo imaginado, de lo emancipador o incluso de lo esclavizante.
La genuina modestia y honestidad intelectual de nuestro invitado, su curiosidad filosófica y pulcritud académica se constatan en los términos, en los conceptos, en las palabras y expresiones cuidadosamente elegidas, en aras de crear el clima y actitud apropiada entre quienes le leen o escuchan. Pronto se descubre que, tras las aparentemente simples observaciones, reflexiones o cuestionamientos planteados, hay un gran trabajo intelectual, horas de investigación, lectura y reflexión, así como esfuerzo de comunicación. Su exposición es, asimismo, ejemplo del tiempo, de la serenidad, de la calma, de la información veraz, de los datos confiables y del trabajo constante que precisan la ciencia y el pensamiento profundo; de la necesidad de generar espacios de confianza, de hibridez, de generosidad.
Pronto constatamos que estar atentos a nuestros tiempos no significa sólo interesarse por las cuestiones y problemáticas que nos rodean, que están de actualidad, sino también, y de manera muy especial, a las múltiples perspectivas y dimensiones desde las que se están abordando.
De manera aguda e ingeniosa, el filósofo malagueño nos acerca y adentra en el mundo del posthumanismo a partir de referencias, comentarios y reflexiones sobre los trabajos de Yuval Noah Harari1 y He Jiankui2. Estos, conocidos mayoritariamente por el gran público, fungen como redes que atrapan a los asistentes y les arrastra apaciblemente hacia el estado actual
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de la modificación genética de los seres humanos, los últimos avances y debates más importantes, interesantes y relevantes que se dan dentro de la propia comunidad científica, así como los principales posicionamientos –científicos, ideológicos y filosóficos– que encontramos dentro de ella.
Su vocación docente e investigadora, así como comunicativa3, le llevan a compartir, recomendar y comentar oportunamente una serie referencias bibliográficas en español que permitan adentrarse, a quiénes así lo deseen, en el conocimiento y comprensión más profunda de las posibilidades y caminos científicos abiertos, las motivaciones que hay detrás de los mismos, los riesgos y temores denunciados por unos y otros, así como las principales problemáticas filosóficas subyacentes. Y es que, como inmediatamente constata, no hay consenso sobre lo que es o significa el transhumanismo. Hay, por el contrario, muchas caracterizaciones fruto de su naturaleza multifacética. Lo único en común –señala– es la aceptación de la posibilidad de transformar consciente y voluntariamente la especie humana, de no dejar su “evolución” al azar biológico. El fin de la humanidad no es necesariamente ni su desaparición ni su aniquilación. Es posible, por el contrario, que funja como el paso previo a la aparición de una nueva especie. Una idea ésta que ya no es sólo algo propio de la ciencia ficción, si no una posibilidad real constatada en numerosos experimentos por la ingeniería genética.
Más allá de este punto en común, las apuestas, así como las reflexiones y críticas, se desdoblan inmediatamente en dos grandes líneas o tendencias: por un lado, quienes buscan la transformación de la especie humana a
El fin de la humanidad no es necesariamente ni su desaparición ni su aniquilación. Es posible, por el contrario, que funja como el paso previo a la aparición de una nueva especie.
1 Concretamente a sus best sellers Sapiens: De animales a dioses (Harari, 2014) y Homo Deus: Breve historia del mañana (Harari, 2016). 2 Biofísico creador de los primeros bebés modificados genéticamente. 3 Constatadas en sus dos últimos libros acerca del posthumanismo y sobre los cuales está construida esta conferencia (Diéguez, 2017, 2021).
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través de la robótica o una integración de la máquina (cibor), y por otro quienes apuestan por modificarla a través de la ingeniería genética en su línea germinal (visión más radical).
Ahora bien, el desarrollo científico y tecnológico precisa en nuestros días de enormes cantidades de recursos –tanto económicos como humanos– y, ligado con ello, contar en buena medida con la aceptación general de una masa crítica. Los principales puntos de enganche con el mundo exterior a la ciencia han sido el clásico sueño de la búsqueda de la inmortalidad o de una vida indefinida –precisa– en cuerpos rejuvenecidos, junto o ligado a la lucha constante contra la enfermedad. De ahí que muchos de los proyectos de biomejoramiento sean presentados inicialmente como terapéuticos, contra los cuales, hay en principio menor resistencia.
Como parte del contexto en el que estas tecnologías se desarrollan, Antonio Diéguez ofrece una clara y oportuna distinción entre el transhumanismo, por un lado, y el posthumanismo cultural y crítico por otro. Si bien ambos tienen en común una apreciación de la tecnología como un posible espacio de liberación para el ser humano, que la integración de lo biológico con la máquina puede ser un factor que ayude a superar viejos problemas sociales y políticos, o la idea de que lo corporal puede ser algo limitante, hay aspectos muy diferentes entre ambos. Tras mostrar algunas de ellas, se centra en los puntos comunes, en las influencias mutuas que encontramos entre el transhumanismo y el posthumanismo tecnocientífico, cuyo origen vamos a encontrar entre los ingenieros de inteligencia artificial y la robótica, por un lado, y los avances de la biotecnología por otro.4
4 A modo de ejemplo de estas posturas, de su significado, de los valores y fines últimos que podrían estar en juego desde el punto de vista filosófico, sobre todo de los motivos y argumentaciones éticas por parte de algunos transhumanistas o posthumanistas tecnocientíficos, dedica un espacio a la obra del filósofo alemán Peter Sloterdijk “Normas para el parque humano” (2000). Ante el fracaso de la domesticación de los seres humanos –señala Sloterdijk– a través de las formas clásicas como la educación, la literatura, el arte o la cultura clásica, merece la pena ensayar otros caminos, entre los que se presenta la ingeniería genética. A través de ella sería posible hacernos mejores y no extinguirnos. Unas reflexiones estas que, en principio, nos recuerdan algunos de los principales interrogantes que los padres de la biología moderna –Lamarck y Darwin– se hacían sobre la relación mutua entre conducta y evolución.
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Como movimiento cultural, que el transhumanismo también tiene, se sostiene principalmente de dos grandes fuentes de agitación o inspiración para su difusión. Por un lado, encontramos un importante foco en California, concretamente en Silicon Valley; por otro, dos institutos en la Universidad de Oxford con grandes posibilidades técnicas y comunicativas (Oxford Uehiro. Center for Practical Ethics y Future of Humanity Institute).
A partir de un claro y sencillo esquema, Diéguez pone sobre la mesa los aspectos fundamentales del programa transhumanista, sus dos grandes líneas, sus potenciales desarrollos y la posibilidad (anhelada por algunos y temida por otros) de la integración total con la máquina. Qué significaría ello, qué consecuencias podría tener, qué hay de promesa y qué de realidad en todo ello, son algunas de las principales cuestiones que están hoy en día sobre la mesa. De lo que no hay duda –señala– es de los extraordinarios cambios que se darían –por no decir se van a dar– en la sociedad con el cumplimiento tan sólo de las virtualidades encerradas en los avances reales ya conseguidos, como la extensión de la vida humana o la unión con las máquinas por medio de prótesis médicas y mejorativas.
Vistas las notas principales de los dos grandes programas, de las distintas posiciones y grupos, Diéguez nos invita a preguntarnos ¿por qué una parte importante de la comunidad científica apuesta por el mejoramiento genético? ¿Por qué no deberíamos oponernos a ellos? Lejos de intentar convencernos de la necesidad de dar apertura total a todo tipo de programa transhumanista, nos invita a conocer, para luego poder reflexionar, los principales argumentos de quienes defienden su liberación. Si bien no es momento para enlistar y menos aún explicar a detalle cada uno de los ocho argumentos que presenta, sí lo es para señalar, a modo de cierre –tal y como lo hace la conferencia– las dos principales estrategias para replicar el transhumanismo.
Por un lado, encontramos fuertes reivindicaciones en torno a una concepción fuerte de la naturaleza humana. Fuente de legitimación de la dignidad y los derechos humanos, es por consiguiente intocable.
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Por otro lado, lo más adecuado es, probablemente, examinar las posibles consecuencias negativas de cada caso concreto, sin generalizar, separando unas tecnologías de otras, unas aplicaciones de otras. Es necesaria desde luego la regularización, ni la prohibición ni la permisividad totales son el camino.
Fuentes citadas
Diéguez, A. (2017). Transhumanismo. La búsqueda tecnológica del mejoramiento humano. Herder. Diéguez, A. (2021).Cuerpos inadecuados. El desafío transhumanista a la filosofía.
Herder. Freud, S. (1929). El malestar en la cultura. Akal. Harari, Y. N. (2014). Sapiens. De animales a dioses. Debate. Harari, Y. N. (2016). Homo Deus: Breve historia del mañana. Debate. Hernández, L. F. (2018). Luis Vives: Fábula sobre el hombre. Vivesiana, 3, 9-25. Pico della Mirandola, G. (1486). Discurso sobre la dignidad del hombre.
UNAM. Sloterdijk, P. (2000). Normas para el parque humano. Siruela. Suárez, J. L. (2008). Herederos de Proteo: Una teoría del humanismo español. Universidad de Huelva.