Sumario
3| Editorial.
Coordinación Joel Rabinovich Santiago Salinas Nicolás Águila Paula Cesana Sebastián Bonals Pedro Gaite Cecilia Rikap Magalí Brosio Redacción Verónica Romero Eugenia Arioua Paula Cesana Patricia Laterra Joel Rabinovich Sebastián Bonals Nicolás Águila Facundo Lastra Juan M. Graña Alejandro Gómez Ariel M. Slipak Nicolás Lion Marcelo Giraud
Colaboraron con este número Aldo Ferrer Diego Coatz Tierra Para Vivir
Diseño y edición Gerardo Gon Aguirre Editor responsable: Agrupación Universitaria BASE. Avenida Córdoba 2122, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argen?na. CP 1120 AAQ. Teléfono: (54 11) 4374-4448 Int 6490. Correo electrónico: baseecon@hotmail.com. Página de internet: www.baseuba.com.ar
6| Economistas Para Qué? 6|Diego Coatz. 9|Aldo Ferrer.
10|Teoría Económica y Acción Política. 10|La soberanía del Estado Nación desde la perspectiva de la Economía Políticar. 16|Una comparación entre sistemas de planificación:el caso de China y la URSS. 20|La autogestión de la producción, planteos teóricos y análisis comparativos. 26|Premisas económicas en los clásicos del imperialismo. 31|Conciencia y organización política en Lenin. 36|Las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo en América Latina.
41|Coyuntura. 41|Industria y desarrollo económico. Algunas pautas teóricas y algunas lecciones históricas. 46|La informalidad y precarización laboral en Argentina (1995-2012). 50|¿De qué hablamos cuando hablamos de reprimarización? 55|Del oro negro al oro verde.
59|Medio Ambiente. 59|Megaminería: entre la dinámica regional y las urgencias locales. 63|Oikos-nomía de la minería: apuntes para el debate.
Todos los ar@culos presentados en EPQ? son resúmenes o secciones de proyectos de inves?gación más extensos. Si te interesa profundizar en alguno de ellos comunicate con nosotros y te lo facilitaremos en versión digital. Además te invitamos a mandarnos por mail un resumen de un trabajo tuyo para publicarlo en los proximos números de EPQ?
Son cosas que hay que saber, porque son cosas elementales y estamos construyendo el socialismo. Caballeros, hay una cuestión que tenemos que entender, nosotros no podemos ser hijos de la práctica absoluta, hay una teoría; que nosotros tengamos algunas fallas, algunos motivos de discusión de algunos aspectos de la teoría, bueno, pues perfecto, para poder hacer eso hay que conocer aunque sea un poquito de teoría, ahora inventar la teoría totalmente a base de la acción; solamente eso, es un disparate, con eso no se llega a nada…
Che Guevara Fragmento de la reunión bimestral en el Ministerio de Industrias del 22 de febrero de 1964. Hace ya más de 150 años, dos jóvenes señalaban la necesidad de dar un fundamento cien@fico a su programa polí?co. Contraponían así la propuesta de una estrategia revolucionaria, cimentada en el socialismo cien@fico, a las del bienintencionado, aunque espurio, socialismo utópico y socialismo pequeño burgués. Estamos hablando evidentemente de Carlos Marx y Federico Engels. Sobre el final de su vida, uno de esos jóvenes avanzaría sobre esa proclama desarrollando que la clase trabajadora, cons?tuida a par?r del capital como un binomio antagónico pero inseparable, hallaría la clave de su estrategia socialista en la crí?ca de la Economía Polí?ca. ¿Qué ?ene que ver esto con nuestra revista? Desde el BASE compar?mos su premisa y entendemos que esta anécdota no es una proclama de la supremacía de la teoría sobre la prác?ca, así como tampoco a la inversa. Se trata de una falsa dicotomía pues el obje?vo es la acción, buscamos operar sobre el mundo para cambiarlo. Pero entendemos igualmente que es imposible lograrlo sin comprenderlo. Y, al mismo ?empo, sostenemos que la planificación, que se desarrolla como un proceso de permanente ida y vuelta entre acción y pensamiento es la relación social que nos permi?rá superar las relaciones de dominación que aún existen en la actualidad. Para nosotros, el legado de aquellos revolucionarios no está unilateralmente en sus ensayos doctrinarios ni sólo en su acción polí?ca co?diana. Por el contrario, retomar su proyecto emancipador es retomar la crí?ca cien@fica, en par?cular retomar la crí?ca de la ciencia económica. Es así como a través de Economistas para Qué? damos batalla contra los que creen que está todo dicho, quienes suponen que los aportes originales están reservados a unos pocos genios, quienes en?enden que el conocimiento del
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4 Editorial
mundo ya se haya completo, quienes creen que no es posible conocer la verdad pero también contra quienes insisten en que existen tantas verdades como individuos. Damos batalla contra la doctrina que petrifica el desarrollo conceptual, lo petrifica y así nos momifica a nosotros mismos, a nuestra prác?ca co?diana. La doctrina marxista, al permanecer sus fundamentos inmutados desde la exposición de Marx, se ha conver?do en una guía que hoy poco sirve a la clase trabajadora para afrontar los desa*os que nos impone el capitalismo contemporáneo. La apropiación directa de los medios de producción, arrancados a las burguesías a través de fugaces revoluciones a lo largo del siglo XX, nos ha demostrado algo: puede que la misma sea una condición necesaria pero ciertamente no cons?tuye una condición suficiente por sí sola para sostener una sociedad nueva, una sociedad en la que sea el obrero colec?vo quien planifique la producción global, al ?empo que cree nuevas formas polí?cas de relación entre trabajadores. Vivimos en un contexto de cambio permanente, donde a todas luces se percibe que las cosas no están bien tal como se nos presentan. Es nuestra responsabilidad par?r de esa falta de armonía, de esa sensación incómoda que reina en el pensamiento co?diano y trascenderla. Necesitamos producir nosotros mismos las herramientas para superar este sistema que oprime y explota a una porción cada vez mayor de la población. Elaborar respuestas coherentes e inclusivas que contengan lo mejor del acervo cultural heredado pero que lo superen profundamente. Dar nuevos bríos a una teoría que dé cuenta de las leyes de transformación que gobiernan las relaciones sociales de producción. Es por eso que seguimos par?cipando como agrupación en Proyectos de Inves?gación de Cátedra. En este año, nos concentramos en los arranques en falso del socialismo, en par?cular en la experiencia de la URSS. Al mismo ?empo, apostamos y construimos día a día –desde su fundación y junto con docentes y estudiantes independientes y agrupados- la Escuela de Economía Polí?ca, desde la cual organizamos las Jornadas de Economía Crí?ca. A su vez, desde este úl?mo espacio fundamos la Sociedad de Economía Crí?ca. Por otro lado, como CAUCE -corriente universitaria de la cual formamos parte- impulsamos, desde la FUBA, las Jornadas de Conocimiento Crí?co. En defini?va, en todas estas experiencias –así como en los trabajos de inves?gación que presentamos resumidos en cada número de la EPQ?- enten-
demos que la disputa por el conocimiento consiste en apropiarnos del conocimiento existente, del legado histórico de los revolucionarios del pasado, de sus avances pero principalmente de sus fracasos, aquellos donde los resultados de la acción no se mostraron coherentes con sus planteos para retomarlos y trascenderlos. Y el hacerlo no significa entregarnos a la tarea de hallar su verdad úl?ma e incues?onable, sino lograr una representación coherente de nuestra experiencia en cada contexto. He aquí, entonces, un insurgente y alegre grito contra la ru?na erudita, contra el letargo y la resignación que adormece los debates sobre nuestra formación y el proceso de aprendizaje. Con esta EPQ?, lanzamos otra brasa subver?da para que crezca el fogón, mientras seguimos acumulando fuerzas para transformar la carrera y la Universidad, y conver?rla en una usina de pensamiento rebelde y ac?vo, de cara a las luchas por la supresión de todo aquello que nos humilla, nos explota, nos aliena, nos distancia y nos mu?la.
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Economistas Para Qué? Diego Coatz
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*En mi caso, con mis jóvenes treintas, sólo puedo intentar trasmi'r que lo importante radica en contar con la mayor can'dad de herramientas para abordar lo mejor posible la realidad económica y social
Diego Coatz
Licenciado en Economía. Economista jefe del Centro de Estudios de la Unión Industrial Argen?na. Recuerdo mi primer contacto tangencial con la economía. Fue durante primer año de la escuela secundaria: transitaba 1994, al calor del triunfo exultante contra Nigeria, de la euforia del gol del Cani a la efedrina y el “me cortaron las piernas” del Diego, Rumania nos dejaba afuera del Mundial de Estados Unidos. En el Pellegrini forjábamos dos semanas de toma junto a los chicos del Buenos Aires. Nos oponíamos a la Ley Federal de Educación, que básicamente implicaba adaptar a los secundarios a las nuevas reglas de formación que demandaba el mercado. Es en ese contexto que asomó por primera vez en mi vida la economía en su sen?do más “prác?co”: mientras estudiábamos esa y otras leyes, discu@amos el presupuesto de las universidades y de la educación en general en el marco de la descentralización de las funciones en materia educa?va y salud que se realizaban en el Estado Nacional. Mis padres, brillantes químicos de la Facultad de Ciencias Exactas, siempre intentaron transmi?rme su amor por las ciencias duras. Sin embargo, yo relojeaba la economía polí?ca, aunque al principio “de costado”. Recuerdo los cambios que se dieron en esos años en el hogar y el país en general: luego de 25 años inves?gando y dirigiendo un centro en el Ins?tuto Nacional de Tecnología Industrial (INTI); la falta de presupuesto, proyecto y escala salarial convencieron a mamá a trasladarse al sector privado. Papá, por su parte, dedicó décadas a la inves?gación en la vieja YPF estatal pero, sin proyecto de empresa y personal, luego pasaría a una PyME de servicios. Años de for-
mación en el sector público, de proyectos personales y familiares, de calificaciones adquiridas para fomentar el desarrollo del país se “descuajeringaban” junto con la estructura produc?va argen?na. Defini?vamente, los ?empos eran otros. Recuerdo que mis viejos me decían que hacia comienzos de los setentas se compraron sus pequeños departamentos de solteros con el sueldo de ayudantes da la Facultad. Veinte años después el problema principal no eran los bajos sueldos que recibían los docentes, sino que la mayoría trabajaba ad-honorem; problemá?ca que todavía persiste en nuestros días. Desde cuarto año supe que quería estudiar economía. La escuela, que en teoría fomentaba el pensamiento crí?co, me acercó a la economía a través de Mochon y Becker, primero, y algunos apuntes bastante inconclusos, después. La Facultad no me recibió mucho mejor. Seguramente en su peor etapa curricular, con profesores mal pagos, poca diversidad y oferta académica, Económicas quedaba presa entre las reformas de los noventas y la crisis de 2001. Cinco presidentes en una semana, 25% de desempleo, decenas de miles de PyMEs en quiebra. La conver?bilidad se caía al calor del corralito y un esquema macro-fiscal que fomentaba las rentas financieras en ausencia de un proyecto produc?vo y social. Cursaba ese segundo cuatrimestre de 2001: jamás olvidaré aquellas intensas clases y acaloradas discusiones integradas al debate público de micro y macro II… (por si usted es un lector desprevenido: esto es una ironía). La verdad es que en
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7 Economistas Para Qué? Diego Coatz ambas materias la realidad estaba ausente y, cuando ocasionalmente se colaba al interior del aula, las respuestas de los profesores eran generalmente las mismas. En la micro era “la desregulación hace al hombre”. Con una respuesta un poco más progre, lo que se enseñaba en la Facultad no difería del debate público de aquellos años: “No hay empleo porque el salario es demasiado elevado dada la produc?vidad”. Distribución endógena y modelos que determinaban el salario y las ganancias de acuerdo a ecuaciones disfuncionales se impregnaban en mi proceso de aprendizaje. En Macro: “El problema es el déficit fiscal, hace años lo venimos denunciando” era la @pica respuesta de profesores y ayudantes de cátedra. En la actualidad estamos bastante mejor. La universidad y el país han transitado un período de recuperación y crecimiento. No es la finalidad de este ar@culo deba?r sobre la calidad y can?dad de las mejoras como país, como estudiantes, como profesores o trabajadores; ni tampoco discernir sobre si aquello se debe al precio de la soja, a las polí?cas de un gobierno o si es consecuencia del reclamo y las demandas sociales. Pero, a través del estudio profundo de la economía, conformando un pensamiento con capacidad crí?ca y una mirada holís?ca de la realidad, se podrán descifrar algunas de estas respuestas. Comprender mejor lo que ocurre, contar con el marco teórico apropiado, entenderlo y contrastarlo, de forma de abordar la problemá?ca económica y, a par?r de ahí, ensayar respuestas de polí?cas para mejorar las condiciones de las mayorías, es un buen modo de arrancar. De esta forma entramos de lleno al meollo de la cues?ón. Desde el punto de vista e?mológico la palabra economía proviene de la contracción oikós y nemó, es decir, el hogar completo y su administrador. Para los griegos, desde el punto de vista de la polis, el “hogar” lo cons?tuía la ciudad-estado y, por ende, la disciplina que debía estudiar los principios que rigen su administración no era otra que la economía polí?ca. Un célebre libro de texto para estudiantes que comienzan el estudio de la economía, como lo es el de Paul Samuelson, enseña: “Economía es el estudio de cómo las sociedades u?lizan recursos escasos para producir bienes valiosos y distribuirlos entre diferentes personas”. La definición proporcionada por Samuelson no difiere en gran medida de la incorporada a cualquier manual elemental; sin perjuicio de lo cual, la palabra “sociedades” le brinda un grado de exac?-
tud y delimitación de ésta ciencia que otras definiciones no poseen. Aunque efec?vamente podríamos dedicar tomos completos a discu?r sobre lo que entendemos por el término sociedades, su sola presencia debiera hacernos recordar que toda economía refiere a sociedades y que, como toda sociedad supone algún grado de organización polí?ca, toda economía es en defini?va economía polí?ca. Lamentablemente este ?po de abordaje fue perdiendo terreno, poniéndose el acento en otro concepto asociado a la definición de economía que hemos seleccionado, como es el de eficiencia. Al fin y al cabo, sos?enen muchos estudiosos, como “los recursos son escasos y los fines rivales”, la clave radica en administrar eficientemente esos recursos; distribuyéndolos entre “diferentes personas” para así alcanzar el máximo bienestar. Sin embargo, no parece exis?r forma lógica alguna y consistente de otorgarle un sen?do preciso a las palabras bienestar y asignación eficiente sin referirnos al marco polí?co, ideológico e ins?tucional dentro del cual se intenta resolver el problema económico de la “administración del hogar social”. PasineB se preguntaba allá por el 2003 si hacía falta para el análisis económico definir un agente económico como punto de par?da. La respuesta era afirma?va para la mayoría de los defensores de la ortodoxia económica mientras que, en dirección opuesta, él argumentaba que podía realizarse un poco de “teoría económica pura” sin preocuparse del comportamiento específico del agente económico. Así, la conceptualización de este agente resultaría necesaria sólo en un estadio ulterior para lograr lo que él denomina un análisis económico exhaus?vo. Una de las ventajas evidentes de esta postura se basa en que abre las puertas de la inves?gación económica a las contribuciones de las otras ciencias sociales; concibiendo al agente económico como producto de un devenir social que debe explicarse más que suponerse, por contraposición al modo caracterís?co del dogma económico prevaleciente. La idea de una “teoría económica pura”, aunque conservó su expresión semán?ca y formal, se encuentra muy lejos de significar aquello a lo que PasineB se refería. La ciencia económica ortodoxa no pretende ser pura en el sen?do de preparar el terreno para conver?rse en exhaus?va con los aportes de las restantes ciencias sociales; quiere ser pura, en tanto independiente de otros planos sociales que la condicionan y “distorsionan” históricamente principios su-
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8 Economistas Para Qué? Diego Coatz
puestamente universales y atemporales. En necesario recalcar con justeza que, desde hace ya muchos años, ha aparecido, mul?plicándose geométricamente, un conjunto no siempre disperso de cien@ficos sociales que buscan incorporar categorías conceptuales nuevas que le brinden mayor potencia explica?va a sus esquemas simplificados de comprensión de la realidad social. Perciben que probablemente sea el momento de sacrificar los pretendidos “@tulos de nobleza” que otorga la rigurosidad formal en aras de alcanzar la más imperiosa rigurosidad real en las ciencias del espíritu. ¿Qué es la heterodoxia, en contraposición a la ortodoxia? Repensar la economía a la luz de los cambios globales, regionales o nacionales debiera ser parte de la tarea de la formación de un economista. También poder comprender la realidad para interpelarnos e intentar cambiarla (o al menos ser parte de un proceso de cambio). Seguramente algunos lo intentarán hacer desde adentro del sistema, desde la reforma o el reformismo. Otros querrán cambiarlo,
modificarlo, eliminarlo. Algunos desearán hacer las dos cosas y hablarán de economía y polí?ca en sen?do tác?co y estratégico. En mi caso, con mis jóvenes treintas, sólo puedo intentar trasmi?r que lo importante radica en contar con la mayor can?dad de herramientas para abordar lo mejor posible la realidad económica y social: intentar responder por qué sube o baja el empleo; descifrar las causas del crecimiento económico para países como el nuestro (si se debe a la oferta, a la demanda); si las restricciones o los límites son fiscales, de divisas o de calificaciones; si la distribución es exógena o endógena. Léase: poder abrigarnos al estudio de una disciplina que nos brinde respuestas y potencie nuevas preguntas; una tarea que, además de mo?varnos a aprender y a ser mejores profesionales, no nos “corte las piernas” y nos permita entrenar para contar con los músculos necesarios para recorrer el camino de la tan ansiada necesidad de transformar la realidad.
Economistas Para Qué? Aldo Ferrer
Aldo Ferrer
Profesor Emérito de la FCE-UBA. Director de Cátedra de Estructura Económica Argen?na.
Hace algunos años, publique un ar@culo sobre “desarrollo económico y distribución del Ingreso”, que sería, poco después, un capítulo de mi tesis doctoral “El estado y el desarrollo económico” (UBA, 1953). Como siempre desde que Argen?na y América La?na son lo que son y, como ahora, la concentración del ingreso y la desigualdad distribu?va es el rasgo dominante de la realidad económica y social de nuestros países. Aquel trabajo concluía entonces con este interrogante “¿desarrollo económico para que y para quién?”. Era el mismo interrogante que entonces formulaban Raúl Prebisch y sus colaboradores de la CEPAL. Por lo tanto, la respuesta era que la equidad y la inclusión social deben ser obje3vos centrales del desarrollo económico. Esta conclusión es válida en todo ?empo y lugar, solo que, en países subindustrializados, en los cuales, la ges?ón del conocimiento cien@fico y tecnológico no ha penetrado en el tejido económico y social, el obje?vo social del desarrollo, se vincula a la cues?ón nacional. Es decir, a la construcción de soberanía para desplegar el potencial disponible, transformar la estructura produc?va incorporando las ac?vidades de frontera e insertarse, en la división internacional del trabajo, en una posición simétrica, no subordinada. El economista 3ene, en consecuencia, la responsabilidad primaria de observar la realidad desde la perspec3va del desarrollo económico, la equidad, la inclusión social y, en países como los nuestros, de la construcción de soberanía.
Teoría Económica y Acción Polí?ca ¿Quién planifica a quién?
La soberanía del Estado Nación desde la perspec?va de la Economía Polí?ca Verónica Romero
Licenciada en Economía (UBA). Docente de Historia del Pensamiento Económico (UBA) e investigadora del Centro de Estudios para la Planificación del Desarrollo (CEPLAD), Instituto de Investigaciones Económicas, Universidad de Buenos Aires.
El concepto de Estado aparece constantemente en el ámbito de la teoría económica pero no ha logrado encontrar en él un fundamento sólido. En parte, esto se debe a que su objeto de estudio, la sociedad civil, lo excluye de su incumbencia. Sin embargo, las doctrinas del siglo xx se han visto ante la innegable necesidad de estudiar las dinámicas de las economías nacionales y sus Estados correspondientes. Los cambios estructurales que el capitalismo ha sufrido las han impulsado a ello. ¿Cuáles son los fundamentos de este cambio? ¿Qué puede decirnos la teoría política sobre la forma en que un problema, propio de ella, se hace presente en la teoría económica?
El problema El problema de la soberanía del Estado Nación ha sido central a lo largo de la historia de la filoso!a polí3ca. Los fundamentos del poder absoluto del Estado sobre el territorio que le corresponde, así también como su alcance verdadero, han atravesado numerosas discusiones en este campo de estudio. A la Economía Polí?ca, sin embargo, este problema no parece haberle suscitado grandes cues?onamientos y su progreso ha tenido lugar por una camino paralelo, en el que el Estado no ha dejado de aparecer, con sus par?culares caracterís?cas históricas en cada época, pero donde nunca encontró fundamento. Esta situación, sin embargo, no resulta para nada extraña. El obje?vo de la Economía Polí?ca consiste en conocer las leyes que rigen el sistema capitalista, la forma en que se produce y se distribuye la producción de acuerdo a las formas económicas existentes. La Economía Polí3ca es, por la definición de su propio objeto, la ciencia de la sociedad civil. De esta manera el Estado resulta, para ella, un objeto exterior que, si bien puede tener efectos sobre su ámbito de incumbencia, no interviene en las leyes que ella busca y explicita. En la Economía Polí?ca, desde que toma la forma de una ciencia independiente, el Estado-Nación aparece de forma aparentemente clara y cierta. Un nuevo sistema económico, universal, que ?ene como principio rector la expulsión de las relaciones de poder del ámbito de las relaciones económicas y el reinado absoluto de la libertad e igualdad respaldado por la mercancía, debe tener un Estado acorde; un Estado universal que garan?ce la igualdad ante la ley, que mantenga la cohesión de una sociedad que ha
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11 La soberanía del Estado Nación desde la perspectiva... perdido sus lazos sociales directos. Una vez establecida esta separación entre sociedad civil y Estado, que significa también la definición del objeto de la Economía Polí?ca, el Estado queda consolidado como el ámbito propio de las relaciones de poder, dejando a la sociedad civil como un espacio donde la única relación de carácter general es el intercambio libre y voluntario. La Economía Polí?ca puede entonces dedicarse a su propio objeto, autónomo, con leyes propias y en el que las relaciones de poder parecen haber desaparecido para siempre. La teoría económica se desarrolla por varios siglos en el marco de este objeto. Pero su propio desarrollo, coincidente también con el desarrollo del objeto, la ponen hoy en día frente a un límite interno que ya no puede esquivar: las relaciones de poder (hasta ahora consideradas por la teoría como casuales, evanescentes o impuestas por medios extraeconómicos) ya no pueden considerarse ajenas a su objeto; brotan de las propias relaciones de los agentes económicos en el marco de la sociedad civil. Ese ámbito de libertad e igualdad absolutas ve nacer en su propio seno, como consecuencia de su propio desarrollo, un nuevo esquema de relaciones de poder. Y así, la Economía Polí?ca debe enfrentarse nuevamente con la separación que había dado origen a su objeto. El Estado, los Estados y las relaciones de poder ya no son independientes de las formas económicas, se vuelven ahora parte de su propio objeto al configurar sus relaciones como resultado de procesos desatados en la sociedad civil. La filoso*a polí?ca, teniendo como su objeto inmediato de estudio al Estado y sus formas históricas par?culares, tuvo que conciliar el concepto de soberanía, ligada fuertemente a la universalidad intrínseca al concepto de Estado (espejo, a su vez, de la relación mercan?l), con la mul?plicidad de los Estados par?culares y sus propias especificidades. La Economía Polí?ca, si bien pudo esquivar el problema por un ?empo, debió enfrentarse a él cuando las diferentes nociones de Estado de las que se valió históricamente resultaron insuficientes para dar cuenta de la inserción de las economías nacionales en el sistema mundial, que se presenta en la actualidad como una jerarquía de Estados Nacionales. En este nuevo escenario, queda absolutamente de manifiesto como una situación irreversible que el poder, que había quedado alejado de la sociedad civil, volvió a nacer en ella.
La soberanía desde la perspec3va de la filoso!a y la ciencia polí3ca El concepto de soberanía estructura el cuerpo de toda la teoría polí?ca. Desde la primera definición, acuñado por Jean Bodin en el siglo XVI, de la soberanía como “el poder absoluto y perpetuo de una república”, el concepto se ha mantenido en el centro de una perpetua controversia sobre el principio y jus?ficación del poder del Estado. Este concepto de soberanía como poder supremo de la autoridad úl?ma de un Estado se ha mantenido en el ?empo a pesar de las controversias que ha suscitado. En la actualidad, la discusión sobre el concepto de soberanía se ha focalizado en una dualidad que, si bien no es nueva, se ha hecho más evidente a par?r
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* las relaciones de poder (hasta ahora consideradas por la teoría como casuales, evanescentes o impuestas por medios extraeconómicos) ya no pueden considerarse ajenas a su objeto; brotan de las propias relaciones de los agentes económicos en el marco de la sociedad civil.
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del siglo XX. Esta dualidad en el concepto de soberanía aparece necesariamente ante la consideración del derecho internacional y las ins3tuciones que lo representan vis-à-vis la soberanía interna de los Estados. Ya en los comienzos del siglo XX se comienza a imponer la idea de una “soberanía mundial” que sería alcanzada por el desarrollo de las relaciones entre las dis?ntas naciones. Pero ¿cuál es el significado de esa soberanía mundial? Si se piensa en términos de la definición tradicional de soberanía y se la interpreta para un Estado aislado, resulta necesario concluir que ese Estado ?ene el poder absoluto dentro de su territorio propio para decidir y ejecutar sobre leyes que él establece para sí mismo. Al entrar en contacto con otros Estados, éstos no podrán ejercer sobre él poder
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12 La soberanía del Estado Nación desde la perspectiva...
* Las relaciones entre naciones ya no pueden guardar siquiera la apariencia de voluntades iguales y concomitantes. Lentamente se configura en el mundo una jerarquía de poderes que hace imposible sostener un concepto de soberanía que, en el mejor de los casos, podría convivir con la contradicción mencionada sólo en el marco de la coexistencia de Estados iguales.
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alguno ni viceversa. Pero una relación así establecida carecería de legi?midad al no poseer un marco regulatorio de su trato mutuo. Es así que el derecho internacional, personificado alterna?vamente en tribunales y otros organismos internacionales, cobra significancia. Los Estados par?culares decidirían entonces someterse a un poder externo que establecen entre sí y por sobre ellos. Esta sola idea provoca ya una contradicción entre su poder, supuestamente universal, y el que otorgarían a un tercero. Este problema es ciertamente notado y abordado por la ciencia polí?ca. Sin embargo, a pesar de no haber pasado desapercibido, el hecho de que la designación de un ente supra-soberano sea resultado de la voluntad confluyente de Estados libres, soberanos e iguales, pareció ofrecer una solución transitoria al asunto. Pero el transcurso del siglo XX planteó nuevos problemas al concepto de soberanía. En un mundo con una nueva configuración de las relaciones sociales, esa solución a la convivencia de la soberanía interna y externa, resulta, a todas luces, insuficiente. Las relaciones entre naciones ya no pueden guardar siquiera la apariencia de voluntades iguales y concomitantes. Lentamente se configura en el mundo una jerarquía de poderes que hace imposible sostener un concepto de soberanía que, en el
mejor de los casos, podría convivir con la contradicción mencionada sólo en el marco de la coexistencia de Estados iguales. El problema, al que se le dio el nombre de “fragmentación de la autoridad”, no aparece por primera vez sino que se intensifica cuando la confluencia de Estados se da en el marco de una clara disparidad de poderes entre ellos (y dentro de ellos). Gran parte de las doctrinas polí?cas actuales intentan dar una visión más “fiel a la realidad” que puede derivarse de la concepción tradicional de la soberanía. La descripción fác?ca de la relación entre Estados viene en ayuda de un concepto al que la experiencia histórica le muestra sus propios límites. Ante la imposibilidad de conciliar el concepto de soberanía heredado con la historia de los Estados, se busca ma?zarlo con hechos empíricos que logren acercarlo a una explicación de la actualidad. Sin embargo, el concepto que debe dar unidad a la ciencia, sigue en crisis.
El Estado en la Economía Polí3ca La imagen del Estado moderno que se refleja en todo el espectro de la literatura económica se corresponde con una visión del mundo de la mercancía. No obstante, sólo puede serlo de una manera externa a la teoría. El carácter polí?co perdido por las relaciones entre los individuos con la aparición de la mercancía, toma cuerpo en la imagen del Estado Moderno. El Estado recoge el espacio de la relación social que es abandonado por la mercancía; se le demanda que tenga como fin el bienestar social que la relación mercan?l deja de lado; fin que alcanzará a través de medios como la protección de la libertad, de la propiedad y la administración de la jus?cia. La exterioridad del Estado a la teoría económica no es un defecto de ésta sino que, por el contrario, muestra su propio progreso. El avance de la teoría económica sólo es posible mediante el aislamiento y consecuente cons?tución progresiva de su objeto de estudio, que no es otro que el ámbito de la relación social en la que las relaciones entre personas carecen del principio de poder. La historia de las doctrinas económicas, por tanto, estará impregnada, por donde se la observe, de las formas polí?cas, del análisis de las funciones del Estado o de las polí?cas públicas, pero en ellas no podrá encontrarse el fundamento de dichas relaciones, simplemente, porque a su teoría no le competen. Sin embargo, esta afirmación es sólo parcialmente
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13 La soberanía del Estado Nación desde la perspectiva... cierta; o, mejor dicho, lo es si no consideramos las fronteras de la teoría. Sostuvimos que el Estado moderno se cons?tuye como la an@tesis de la Sociedad Civil, siendo aquél el reducto de toda relación de poder legí?ma. Esta separación responde a un ?po de relación social par?cular, es propio de la sociedad mercan?l. En una sociedad de poseedores de mercancías, la reproducción social debe descansar necesariamente sobre el principio de igualdad y libre albedrío. Este ámbito es por definición la sociedad civil. Pero el escenario cambia (y con él la escisión tajante entre ciencia económica y polí3ca) cuando el poder que había sido expulsado de la sociedad civil, vuelve a nacer en ella, en su interior, por fuera del Estado. Sin embargo la teoría económica no logra incorporar completamente en su estructura este hecho, que en la historia del capitalismo comienza a ocurrir desde su nacimiento mismo. Decimos completamente porque no es cierto que su objeto, la sociedad civil, el ámbito vacío de poder, no le haya “quedado chico” en algún momento y mostrado sus contradicciones. La propia relación de compra-venta, examinada en forma aislada, presenta una asimetría entre comprador y vendedor, donde el poseedor del dinero se encuentra con un poder circunstancial superior al del
vendedor que debe intentar por todos sus medios conseguir dinero a cambio de su mercancía. Pero esta situación resulta sólo circunstancial, desaparece al concretarse el acto. Si dejamos el ámbito del mercado para pasar al de la producción, veremos que nace ante nosotros otra notoria relación de poder: entre obrero y capitalista. Pero de la misma manera en que la asimetría entre comprador y vendedor se desvanece en el intercambio de roles entre estos individuos, la relación de poder que se genera al interior de la fábrica entre obrero y patrón, ?ende a borrarse en cuanto éstos se configuran como tales en una relación de contratación libre, en la compra (y venta) de una mercancía par?cular: la fuerza de trabajo. Hasta la diferenciación de la mercancía entre mercancía común y mercancía dineraria había llegado la teoría económica, con Marx, en el siglo XIX. El siglo XX le presentaría nuevos desa*os. Así como mostramos lo que ocurría con la teoría polí?ca, la teoría económica encontraba sus propios escollos para mantener sus premisas. El siglo XX la enfrentó con una estructura del capital que no encajaba con las estructuras teóricas heredadas. El capital como relación social general ya no tenía las mismas caracterís?cas que antes. La teoría predecía, ciertamente, la concentración y centralización del capital a la que se asis-
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14 La soberanía del Estado Nación desde la perspectiva...
@a. Pero la predecía como un movimiento homogéneo del capital dentro del marco de la competencia de mercado. La teoría sólo podía comprender un mundo de capitales homogéneos que compe?eran entre sí y se concentraran en ese proceso. El escenario mundial, mostró algo muy dis?nto. Las dis?ntas doctrinas del siglo xx percibieron sin duda estos problemas e intentaron encontrarles explicación. El panorama mostraba un mundo visiblemente asimétrico, tanto entre como dentro de los países. Proliferaron doctrinas que, abandonando la pretensión de darle unidad a la teoría y tomando partes de las dis3ntas doctrinas, y con un vasto análisis histórico, intentaron dar cuenta de la situación. En este camino, se pierde la pretensión de la generalidad de la teoría. Las doctrinas vuelven a manifestar interés por los asuntos domés3cos, nacionales, como lo habían hecho las primeras doctrinas mercan3listas.
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* La etapa actual de la historia del capitalismo nos pone frente a un escenario en el que se separan el principio y el ejercicio del poder.
Las relaciones jerárquicas en un mundo que ya no era colonial, que se manifestaban como el resultado del propio movimiento del capital, fueron claramente percibidas. Las doctrinas de la dependencia, del intercambio desigual, del capital monopólico, cons?tuyeron dis?ntas formas de captar este nuevo estadio del mundo. Todas ellas se basan en la premisa de que la teoría recibida no brinda explicación alguna para los nuevos fenómenos. El movimiento que el siglo XX imprimió tanto a las doctrinas económicas como a las doctrinas polí?cas fue similar. El problema que aparece con la soberanía y la diferenciación en los patrones de acumulación de las naciones ?enen una misma raíz. Ambos captan, sin poder dar cabal cuenta de ello, un proceso de transformación en el que lo que está mutando es el objeto mismo de las dos ciencias. Los conceptos heredados ya no se corresponden con la realidad. Las doctrinas económicas del siglo XX, si bien lograron expandir el conocimiento sobre las par?cula-
ridades de las disparidades que presentaba el sistema, lo hicieron por fuera del campo de la teoría. Su preocupación no fue retomarla y actualizarla sino, más bien, describir los nuevos fenómenos de la manera más confiable posible. En su análisis entraron, así, dis?ntos enfoques doctrinarios y convivieron dis?ntas teorías, sin lograr la unidad perdida. De esta manera, salvo por pocos intentos, los conceptos fundamentales de la teoría económica quedaron en un prolongado letargo que todavía hoy se nos presenta como un desa*o. A cada estadio del desarrollo de los conceptos económicos correspondió una forma extrínseca de captar el Estado. Esta exterioridad de la noción de Estado, sin embargo, resultaba necesaria. La teoría económica tuvo como su objeto de estudio a su an@tesis, a la sociedad civil. El Estado aparece entonces como un mero reflejo, como la contrapar?da necesaria de una relación de esas par?culares caracterís?cas. Aparece sólo como parte del contenido doctrinario, sin ser incorporado en el cuerpo de la teoría económica cuyo objeto lo excluye. Sin embargo, los úl?mos pasos de la teoría económica, que se encuentran apenas despegando de la teoría heredada, presentan una diferencia fundamental. El objeto de la teoría económica debe ampliarse y, al hacerlo, se pierde también la línea divisoria entre el Estado moderno y la sociedad civil. El proceso de acumulación del capital ?ene una historia que le es propia y, por lo tanto, los procesos que le afectan no cons?tuyen meramente cambios cuan?ta?vos sino que le acontecen transformaciones, mutaciones cualita?vas cuya comprensión necesita de la reformulación de los conceptos que las describen. Sostuvimos que la mercancía expulsa a las relaciones de poder de su terreno, creando así la posibilidad de dis?nguir la relación polar entre sociedad civil y Estado moderno. Por otra parte, siguiendo a Marx, podemos afirmar que ella no es más que la forma más general del capital. Sin embargo, el desarrollo histórico de este úl?mo entrará en contradicción con esa relación dicotómica configurada por la mercancía. En el mundo que explica la teoría del capital tal como la recibimos de Marx, el capital se encuentra regido por los procesos de concentración y centralización. A su vez, ambos procesos ?enen su origen y se sustentan en la competencia libre entre capitales individuales. Las diferencias que pudieran exis3r entre capitales responden, en este marco, a una diferenciación externa, a una imposición que procediera del
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15 La soberanía del Estado Nación desde la perspectiva...
exterior de la relación capitalista. Sin embargo, el desarrollo del capital nos ha puesto frente a un proceso de diferenciación intrínseca del capital industrial. De acuerdo con esta tesis(1), el propio proceso de innovación, inherente a la producción capitalista, deriva, en la aparición de capitales con un mayor potencial de acumulación que otros. Este proceso genera una estructura muy dis3nta a la planteada por la teoría anterior. El sistema ya no se rige por la igualación de las tasas de ganancia sino que comienzan a configurarse subsistemas de acumulación o estructuras jerárquicas de capital donde unas empresas planifican a otras. De esta manera, el idílico territorio de la sociedad civil, de la igualdad y libertad individual, se ve perturbado por el surgimiento en su interior de las relaciones de poder. Y esta vez no se trata, como con el concepto de dinero, de un poder que cambia con?nuamente de manos y, en tal proceso, se desvanece. Se trata de un poder que se man?ene en el ?empo y se auto-reproduce. La relación polar entre sociedad civil y Estado moderno que era sostenido, en un extremo por el concepto de mercancía (y de capital no diferenciado) y, en el otro, por el concepto de soberanía como unidad de principio (como fundamento y jus?ficación) y ejercicio de poder(2), se debilita mortalmente. En realidad, como vimos, tanto uno como otro extremo nunca llegaron a realizarse completamente pero en la actualidad su crisis es más intensa que nunca. Los Estados nacionales, por un lado sobrepasados por el poder que emana de la sociedad civil y, por otro, incorporados en el sistema mundial como subsistemas nacionales en una relación jerárquica entre Estados, ya no se condicen, en ningún aspecto, con el concepto de soberanía moderna.
Reconfiguración del Estado en la ex3nción de su modernidad En el concepto de Estado moderno el principio o potestad es una en?dad meta*sica laica, depositada en el príncipe o en el pueblo. El poder sólo puede ser uno y ejercerse desde uno. Es totalmente universal. Pero lo mismo que ocurría en la Edad Media, donde el principio de poder universal (en este caso, representado por un ser superior) pero el ejercicio efec?vo del poder se par@a entre la autoridad de la Iglesia y el emperador, vuelve a ocurrir en el presente con la transformación de las relaciones capitalistas. El ejercicio del poder se vuelve a tornar múl?ple. En el aspecto
internacional de la diferenciación del capital cada unidad nacional representa un eslabón en la jerarquía mundial, mientras que el principio, el fundamento de la potestad del Estado, queda aislado en la imposibilidad de otorgar la unidad que hace a su carácter moderno. La etapa actual de la historia del capitalismo nos pone frente a un escenario en el que se separan el principio y el ejercicio del poder. Lo hacen como resultado del proceso de diferenciación del capital que disuelve defini3vamente la relación polar sociedad civil – Estado moderno. Se presenta una “dualidad de poderes”, tal como se denominó a la situación polí?ca en buena parte de la Edad Media. Esta dualidad no se encuentra ya entre la Iglesia y el Imperio, sino entre el poder que emana de sociedad civil y el poder del Estado. El principio unificador, el mito de la potestad, sigue representado por el Estado pero su ejercicio se esparce en el ámbito de la sociedad civil. Las estructuras de poder nacen en ella y se ejercen en ella. El Estado sobrevive a su lado, no carente de poder, pero sí carente del poder absoluto o único implícito en el principio de soberanía. Y sobre todo carente de la unidad entre ejercicio y principio del poder. El ejercicio del poder vuelve a ocupar a la sociedad civil; las jerarquías vuelven a estar presentes en las relaciones entre los individuos (y los capitales), vuelven a establecerse como parte de toda la extensión de su relación produc3va sin dejar ningún ámbito libre de ellas. Los objetos propios de la Economía Polí?ca y de la Ciencia Polí?ca moderna parecen, así, desvanecerse y volver a fundirse uno en otro. El Estado moderno, que nunca llegó a su completa realización, ya no puede sostenerse siquiera como ideal; por su parte, la sociedad civil ha perdido su principio. El abordaje que el nuevo ?po de relaciones que se configuran en el sistema capitalista requiere no parece, por ello, poder realizarse en el marco de la separación de dichas ciencias; sus objetos se han fundido indisolublemente. Es una tarea de nuestro presente histórico reconfigurar el objeto de las ciencias sociales. Notas (1) Véase Levín, Pablo; “El capital tecnológico”, Ed. Catálogos, Buenos Aires, 1997. (2) Véase Mairet, Gérard; “La ideología de Occidente: significación de un mito orgánico”; en Châtelet, François, “Historia de las ideologías”, Tomo II, Ed. Premia, México 1981.
Teoría Económica y Acción Polí?ca ¿Quién planifica a quién?
Una comparación entre sistemas de planificación: el caso de China y la URSS Eugenia Arioua
Estudiante avanzada de la Licenciatura en Economía.
Paula Cesana
Estudiante avanzada de la Licenciatura en Economía.
El siguiente trabajo se presenta como una primera aproximación a sistemas económicos que resultaron de alguna forma inéditos en lo que se refiere a unidades de acumulación nacional en un régimen mundial capitalista. Su estudio resulta de interés en tanto estos casos han llegado a considerarse como una superación del capitalismo o socialismo realizado. En este sentido, la presentación de los sistemas propuestos y sus principales características significa un puntapié inicial para la discusión más amplia y actual acerca de la relación social general y los modos de producción.
La República Popular de China La revolución china de 1949 y el proceso que tuvo lugar luego de ella consolidaron un modo de producción con caracterís?cas propias, que es incluso en ocasiones considerado como una superación del capitalismo. El resultado ha sido un sistema de planificación que fue tendiendo progresivamente hacia la descentralización y la apertura económica, combinando par3cipación popular y mecanismos de mercado. La gran tendencia a la descentralización, que ?ene lugar fuertemente luego de la llamada Revolución Cultural (1966-1976) y que se consolida como uno de los rasgos sobresalientes del régimen chino, es un proceso tanto a nivel polí?co como a nivel administra?vo y económico, basado en tres unidades geoadministra?vas: las regiones autónomas, las provincias y las ciudades autónomas con su área rural circundante. Estas tendrán a su cargo dis?ntas funciones en cuanto al ?po de producción que realizan o bienes que proveen y se vinculan entre sí a través de mecanismos de mercado. La organización de la producción se lleva a cabo a través de planes, pero estos ?enen únicamente un carácter orienta?vo, y son elaborados a par?r de las propuestas de las unidades locales de producción, intentando atribuirle poder a las inicia?vas de las masas, de trabajadores y habitantes que son afectados por esa producción. La elaboración del plan se realiza así en sucesivas etapas de coordinación entre las unidades locales y las superiores. La orientación de la producción es entonces principalmente un asunto polí3co, que resultaría en una priorización del interés colec3vo. Esto ha llevado a que se caracterice
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17 Una comparación entre sistemas de planificación... este 3po de producción como mo3vada no por el valor de cambio sino por el valor de uso, y a afirmar que existe de hecho una transformación en las relaciones sociales. En cuanto a la planificación central, ésta estaría reservada para los principales productos; el Estado nacional tendría un rol de coordinación u orientación, además de hacerse cargo del comercio exterior. Por otro lado, en cuanto a los intercambios entre regiones o unidades produc?vas, éstos siguen un mecanismo de mercado pero con precios planificados, que se fijarán favoreciendo los principales bienes de consumo y des?nando las ganancias de las empresas a un fondo social. La polí3ca de precios entonces no resulta fundamental para orientar la producción, a pesar de la intervención del mercado, siendo posible que las empresas operen sin una ganancia monetaria. La estrategia en su conjunto 3ende a favorecer a las empresas medianas y pequeñas, que son las más numerosas y también van adquiriendo mayor importancia en cuanto a valor producido. Se busca favorecer la permanencia de unidades de menor escala para que puedan ser controlables por sus propios trabajadores y así descentralizar la ges3ón e incen3var la innovación a nivel local, a través por ejemplo de la búsqueda de las propias materias primas. Surgieron incluso una gran can?dad de empresas a nivel de calle o barrio, que serán ges?onadas por sus propios residentes, des?nadas en principio a cumplir las necesidades más inmediatas de esta población, hacia la provisión de otras industrias o hacia la exportación. Muchas de estas incorporaciones a la producción se realizaban por el interés en par?cipar de ella, ya que las fábricas funcionaban como unidades polí?cas y lugares de discusión. La idea, además de la par?cipación de los trabajadores en las decisiones del proceso de producción, es la progresiva eliminación de las dicotomías tan extendidas en los sistemas @picamente capitalistas como son las tareas de ejecución-dirección, trabajo manual-intelectual, teoría-prac?ca, campo-ciudad, etc. Para ello se realizaban tareas a par?r de los llamados grupos de triple unión (formados por obreros, técnicos y cuadros polí?cos) que ?enen a su cargo una variedad de funciones, entre las cuales se encuentran alternar las tareas y contribuir a una creciente poli?zación de las masas. Ahora bien, con la reforma llevada a cabo en la década del ’70 se profundiza la apertura económica
hacia el exterior y el mercado adquiere una mayor preponderancia, que pretende reemplazar la provisión centralizada de algunos recursos. La ?erra seguirá sin ser mercancía pero surge el sistema de responsabilidad por hogares (SRH), que permite el arriendo de ?erras a familias con derecho a trabajarla por un período de ?empo. Además, como resultado de la reforma ?ene lugar una fuerte entrada de capital extranjero, que en gran parte se realiza como joint-venture, pero con caracterís?cas propias como la toma de decisiones por consenso al interior de las empresas o la imposición por parte de China de condiciones estrictas, por ejemplo que los capitales operen en la frontera tecnológica. En una etapa posterior a la reforma adquieren cada vez mayor relevancia las empresas mixtas, en las que el capital privado (que se compone en China principalmente por capitales de la diáspora) se asocia con el Estado, y emplean mano de obra altamente calificada y con muy alta produc?vidad. La creciente descentralización posterior a la reforma llevó a problemas inflacionarios debido a presiones bancarias ejercidas por las provincias que compiten por inversiones y capitales extranjeros. Así, se atribuyó a la falta de una estrategia y control nacional la realización de inversiones arbitrarias y la pérdida de capacidad de negociación ante capitales extranjeros por la fragmentación al interior de China. La descentralización también llevó a que las recompensas estén más atadas a la produc3vidad, generando una brecha de ingresos regional y por industria.
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*La conjunción de caracterís'cas tales como la confianza parcial en el mercado, un estado local ac'vo y propiedad social han llevado a calificar a este sistema como ‘socialismo de mercado descentralizado y desarrollista’.
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18 Una comparación entre sistemas de planificación...
A pesar de avances de otros ?pos de propiedad, el Estado se ha mantenido ac?vo en todos los niveles, y se han expandido las industrias rurales colec?vas. Sigue predominando la propiedad social, con gran presencia de las empresas municipales y de aldea (EMAs), que son propiedad de los habitantes locales, y cumplen una variedad de funciones que incluyen la protección de la comunidad local en cuanto a empleo u orientación de la producción. La conjunción de caracterís?cas tales como la confianza parcial en el mercado, un estado local ac?vo y propiedad social han llevado a calificar a este sistema como “socialismo de mercado descentralizado y desarrollista”(1). Asimismo, algunos autores en?enden que ya no estaría el capital como límite y condición, por exis?r una primacía del factor vivo y del desarrollo de técnicas que no ?enden a la concentración del capital(2). En cambio, las pequeñas unidades lograrían desarrollarse y ser más eficientes, en un mecanismo de mercado que ar?cula y da información a los planificadores, que son los propios habitantes, y que coexiste con una propiedad social de los medios de producción, permi?endo que el sector socializado siga generando la mayor parte del producto industrial. Los debates en los comienzos de la URSS y la conformación de un “3po sovié3co” Con respecto a la URSS y sus primeros pasos, en 1917 tras la Revolución de Octubre se socializa el comercio exterior, la banca y las industrias urbanas, mientras que el sector rural no se encontraba socializado. Luego de la etapa conocida como “comunismo de guerra” (1918-1921), la extracción de excedente del campo de forma directamente coerci?va no podría perpetuarse para mantener el apoyo campesino, por
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*Durante la NEP la ges3ón de las empresas industriales en la URSS era de carácter ver3calista, lo que choca con los modelos analizados de ges3ón y par3cipación de los trabajadores en Yugoslavia y China.
lo que la década del ’20 fue tes?go de importantes debates acerca de cómo industrializar la URSS con recursos que resultaban improduc?vos en el sector rural, debido a la existencia de desempleo encubierto -podían trasladarse trabajadores sin que disminuya la producción-. Al interior del par?do bolchevique se cristalizaron entonces tendencias opuestas que giraban en torno a cómo extraer este excedente agrícola capitalizable, en cuanto a la relación de intercambio entre sector socializado y no socializado. Las estrategias para organizar la producción se plasman en dos tendencias enfrentadas: la oposición de izquierda y la desviación de derecha. Sinté?camente, la Oposición de Izquierda sostenía la posición de una necesidad de acelerar el proceso de industrialización en detrimento del sector agrario, a través de la implementación de un sistema de precios perjudicial para el agro. El obje?vo de esta medida era el de apoderarse del excedente de los campesinos, para financiar el desarrollo de la industria, generando la imposibilidad de que pudieran establecerse relaciones comerciales capitalistas al interior de este sector, es decir, impidiendo que los campesinos vendieran su excedente en el mercado negro y pudiera así desarrollarse un mercado “por fuera” del modelo implementado. El obje?vo de esta polí?ca no era, de todos modos, dejar de lado el desarrollo agrícola. La industrialización tenía por objeto, además, desarrollar maquinaria para el campo generando así posteriormente la posibilidad de un crecimiento de este sector. La Desviación de Derecha, por otro lado, sostenía que los intercambios debían ser entre equivalentes, mediante un intercambio en el mercado que no implique coerción, sin alterar los términos de intercambio. No estaban a favor de explotar al campesinado a través de un intercambio desigual, por lo que el ritmo de industrialización debería atarse al desarrollo de la agricultura. De esta concepción se desprende la necesidad de desarrollar la agricultura, aun si esto implicara el enriquecimiento de los campesinos medios. En esta etapa de la URSS ya se comienza a adver3r una tendencia a la centralización de las decisiones, y no hay un intento de ar3cular los sectores sino que la dirección busca desarrollar uno de ellos prioritariamente, el industrial, aun a costa de otro, mediante reglas estrictas y que perduren en el 3empo. El gobierno central entonces se estaría adjudicando ya la tarea de ejercer una planificación centralizada,
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19 Una comparación entre sistemas de planificación... que se cristalizará luego de forma más evidente mediante el sistema de balanzas materiales y la elaboración del plan “desde arriba” al cual se le efectuarán sucesivos ajustes. Por otro lado, la mención al desempleo encubierto es un problema que se mantendrá a lo largo de toda la evolución de la URSS. Fundamentalmente, el carácter en extremo centralizado y ver?calista que adopta esta úl?ma hace que la movilidad de recursos sea muy baja y las empresas ?endan a exagerar las necesidades de los mismos, proceso que lleva a sobreinversión y sobre empleo. La razón se halla en que las empresas se resguardaban ante la posibilidad de que el planificador les imponga can?dades de producción más elevadas y no pudieran conseguir los recursos necesarios, a la par que los obje?vos del plan, de carácter impera?vo, en oposición con el modelo antes descripto y con el caso yugoslavo, debían ser alcanzados. Retomando, los debates en la URSS se materializan en la adopción de la NEP, que favorece a la segunda tendencia, Desviación de Derecha. A lo largo de los comienzos de la década del ’20 se da como resultado un proceso de diferenciación social a la vez que la produc?vidad del agro no se lograba desarrollar. Como consecuencia, se suceden crisis en las que se ponía en evidencia que los sectores beneficiados estaban reteniendo excedente y amenazando con eso la totalidad de la estrategia de industrialización y de creciente socialización de la economía. Los límites de esta estrategia fueron posteriormente modelizados por Findlay, quien pretendía mostrar que por la situación en la URSS no podía alcanzarse un ritmo elevado de industrialización basado en un intercambio no violento campo-ciudad. Además, se encontraría acá una contradicción polí?ca en tanto se estaba sacrificando a la clase obrera en pos de los campesinos más prósperos y los intermediarios. Ante esto es que se vislumbraba la alteración de los términos de intercambio como una opción para desarrollar la industria de forma más acelerada. Durante la NEP la ges3ón de las empresas industriales en la URSS era de carácter ver3calista, lo que choca con los modelos analizados de ges3ón y par3cipación de los trabajadores en Yugoslavia y China. Había un director que era responsable de la ejecución de la polí?ca del par?do, y se adjudicaban tareas de ges?ón a trabajadores más calificados con salarios elevados. Esta relación estaba pensada para tener un carácter provisorio, pero con el ?empo se acentuó.
Con el fin de la NEP se incorporan bienes de capital a la agricultura pero previo a esto realiza una socialización forzosa del sector rural. Ya no habrá que hacer manipulaciones en los términos de intercambio, ya que los precios no tenían significado como tales, se cons?tuyen sólo como unidades de cuenta. Los planes centralizados serían altamente eficientes, pero a costa de grandes derroches, y a costa del consumo de la población. Esta es la forma en la que finalmente devienen las discusiones y la forma de implantación de un modelo durante la década de los 20 en un modelo que se generaliza como “de ?po sovié?co”. A modo de reflexión podemos ofrecer que estos regímenes, que se proponen consagrarse como alterna?vas al desarrollo capitalista, parten fundamentalmente de una profunda modificación en las relaciones de propiedad sobre los medios de producción (empresas y ?erras). Sin embargo, ¿alcanza esto para encarar una transformación del modo de producción capitalista en su conjunto? Vemos que, en el caso de China, fue capaz de promover una creciente apropiación del proceso de producción por parte de los trabajadores, tanto al interior de la unidad produc?va como en su relación con el resto de la comunidad. Por otro lado, en la URSS, el mismo punto de par?da se proponía lograr una creciente socialización de la economía, aunque luego no pudo sostenerse. Abordar las preguntas que quedan pendientes implica un análisis más profundo de la relación social general (entendiendo que esta excede la forma que toma la propiedad), y cómo ella se despliega en modelos que presentan caracterís?cas par?culares. No obstante, en tanto procesos nacionales de acumulación, podemos decir que no logran superar la inherente contradicción en la forma de organización del trabajo, que se pone de manifiesto en la dicotomía entre producción y circulación como momentos separados, ya sea dentro del ámbito nacional mismo, o estando inmersos en un sistema mundial que se rige por la producción de capital. Notas (1) Bowles, P. y Dong, X. “Éxitos actuales y futuros desa*os en las reformas económicas de China”, en Motamed-Nejad, R. et al. URSS y Rusia, Ruptura histórica y con?nuidad económica. ¿A dónde va China? Bs. As, K&AI, 1998. (2) BeAelheim, C. Revolución cultural y organización industrial en China. México, Siglo XXI, 1974.
Teoría Económica y Acción Polí?ca ¿Quién planifica a quién?
La autoges?ón de la producción, planteos teóricos y análisis compara?vos1 Patricia Laterra
Licenciada en Economía Universidad de Buenos Aires.
No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis, se supera a sí mismo sin quedar “superado”.
La autoges?ón se caracteriza por la unión del trabajador con sus medios de producción. Sin embargo, esta unión no siempre tomó las mismas formas y ni tuvo los mismos obje?vos. Entendido muchas veces como una forma de trabajo en la cual la emancipación del ser cobra relevancia, en tanto poder de decisión sobre el proceso de reproducción material de trabajo, se trató de analizar diferentes experiencias de autoges?ón para dar cuenta hasta qué punto ello fue posible. En este caso puntual, se tratará el caso yugoslavo
Yugoslavia, entre la descentralización y la autoges3ón Una primera aproximación(2) a la forma de organización de la producción adoptada en la República Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penuDemocrá?ca Federal Yugoslava(3) (RDFY) debe conrias, violenta su propio talento y respeta más a llevar un análisis de las condiciones de su origen como los problemas que a las soluciones. La verdadera república y su composición social, que marcó rasgos crisis, es la crisis de la incompetencia. El incon- y consecuencias fundamentales para el modelo. Una veniente de las personas y los países es la pereza caracterís?ca fundamental en la sociedad yugoslava para encontrar las salidas y soluciones. Sin cri- en este sen?do fue el conflicto entre nacionalidades sis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una y la resistencia a la dominación extranjera. El Par3do rutina, una lenta agonía. sin crisis no hay mé- Comunista de Yugoslavia fue el primero en tratar de ritos Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada contener y unir a nacionalidades y grupos. La liberauno, porque sin crisis todo viento es caricia. Ha- ción nacional durante la Segunda Guerra Mundial blar de crisis es promoverla, y callar en la crisis fue un factor de unificación que dio nacimiento a la es exaltar el conformismo. RPFY al finalizar la guerra. La RSFY fue creada luego de la devastación producida por la Segunda Guerra, calculándose en un En vez de esto, trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es 60% la capacidad instalada destruida y la pérdida de vidas de 1.700.000 personas. La industria se basaba la tragedia de no querer luchar por superarla. en ramas extrac?vas, fundamentalmente en manos Albert Einstein de extranjeros. Sólo en Eslovenia y Croacia exis@a una
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21 La autogestión de la producción, planteos teóricos y... industria “na?va”. Todos estos factores hicieron mucho más complicada la reconstrucción de la república. Otros factores económicos y sociales que se ?enen que tener en cuenta para evaluar la experiencia de autoges?ón en Yugoslavia fueron el bajo nivel de educa?vo formal y la fuerza de trabajo poco calificada, inclusive en los mandos gerenciales. Además, el constante afluente de campesinos que abandonaron las aéreas rurales incrementó aún más la fuerza de trabajo no calificada para la industria en las ciudades. Por su parte, exis@a también una división entre zonas del norte más industrializadas y zonas del sur menos desarrolladas. El sistema polí3co yugoslavo de inmediata postguerra fue estructurado siguiendo tal cual el desarrollado en la URSS. Un primer período comenzó a fines de 1940, donde se intento aplicar el único “modelo de socialismo” conocido, el modelo de planificación centralizada. En este período, que se desarrolló de 1946 a 1952, el gobierno puso sus energías en sacar a Yugoslavia del atraso económico a través de un plan quinquenal que es?pulaba una fuerte acumulación de capital. Esta acumulación fue efec?va pero no se correspondía con la estructura produc?va heredada, lo cual repercu?ó en distorsiones tanto en los precios rela?vos como en su capacidad efec?va de incrementar el rendimiento económico. Esto hizo que -más allá de que la meta de acumular capital *sico fuese cumplida- muchas otras metas importantes para sacar del atraso a la región no lo fueran. La diversidad de intereses asociada a cada una de las nacionalidades, las diferencias regionales, culturales, idiomá3cas y hasta infraestructurales hicieron imposible replicar un Gosplan. A su vez, durante ésta misma década la república rompe las relaciones con el gobierno de Stalin, siendo some?da a un bloqueo económico por el mismo. Todo esto hizo que para 1952 la república se redirigiese a un modelo de planificación descentralizada de la mano de Josip Broz Tito, un fuerte líder carismá?co, que consis?ó en dos etapas: de 1952 a 1960, período de “planificación en proporciones globales”; y de 1962 a 1970, el periodo de descentralización propiamente dicho. La descentralización se extendió también a las estructuras polí?co administra?vas. La elevación de la Comuna como comunidad sociopolí?ca básica fue acompañada por un número significante de innovaciones. El modelo de descentralización instaurado desde los ´50 se basaba en dos pilares fundamentales: la
propiedad social y la autoges3ón. Una analogía reconocida en la época decía que este sistema podía ser visto como uno en el cual el trabajo “emplea” capital en lugar de que el capital empleé trabajo, como es el caso bajo el capitalismo. Teóricamente, todos los ciudadanos poseían derechos de propiedad y delegaban autoridad para administrar las empresas autónomas e ins?tuciones las cuales se tornaban administradas por sus trabajadores directamente o a través de órganos electos de autoges?ón. Esto fue conocido como la propiedad social en la praxis del sistema yugoslavo. La propiedad social hace referencia a una situación donde los medios de producción no se le atribuyen a ningún individuo o ente en par?cular, pero si pueden ser objetos de usufructo de un colec?vo que conforma una empresa (ente) en la sociedad. La potestad del usufructo está basada en la condición de ser miembro de la misma. La autoges?ón representaba en Yugoslavia un sistema de organización, producción y distribución de los productos del trabajo que llevaba a los trabajadores a tener el papel central en las empresas a diferencia de otras formas de producción contemporáneas.
La autoges3ón en la planificación por proporciones globales La organización de las empresas estaba compuesto por: -El consejo de trabajadores, cuyos miembros eran electos cada un año parcialmente y dos años totalmente, actuaba como representante de la colec?vidad, siendo su función la toma de decisiones y el trazado de polí?cas de largo plazo o temas centrales al funcionamiento de la empresa, como la elaboración del Estatuto y los manuales de procedimiento, fijar presupuestos, la polí?ca de producción, sus pre-
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* La diversidad de intereses asociada a cada una de las nacionalidades, las diferencias regionales, culturales, idiomá'cas y hasta infraestructurales hicieron imposible replicar un Gosplan.
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22 La autogestión de la producción, planteos teóricos y...
cios, la polí?ca de mercadotecnia, el tamaño de las fábricas y unidades económicas, la tasa de inversiones y las polí?cas para el personal, entre ellas la distribución de los ingresos (Adizes I. 1977). Además era el encargado de elegir al Comité de Ges?ón y Administración, podían estar conformados entre 15 y 120 personas dependiendo de la can?dad total de trabajadores en la empresa; -El Comité de Ges?ón y Administración, cuyos miembros resultaban electos anualmente por el Consejo, no podían ser reelectos, siendo su tarea llevar adelante la función ejecu?va de la empresa, siendo la en?dad intermediaria entre la toma de decisiones y su implantación. Podía estar conformado entre 3 y 11 personas; -A su vez el director, era el representante de la comuna en la empresa. Generalmente era representante del par?do y su función era orientar a la empresa respecto de las decisiones tomadas y así
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* El mercado, de esta manera, cumplía el rol de mecanismo de regulación tanto de los precios como del nivel de producción nacional a través de la interacción de la oferta y la demanda.
tener en cuenta los planes de la comunidad. Dada toda esta serie de cuerpos y funciones, se puede entender a la autoges?ón en Yugoslavia como una estructura de gobierno de la empresa en donde la integración social, la formulación de obje?vos y proyectos comunes hacen que los trabajadores vuelvan a hacerse, en sus lugares de trabajo, dueños de sus condiciones de reproducción. La posibilidad que un acto de gobierno sea dividido de su ejecución, el aumento de rotación en las ocupaciones y el sen?do de pertenencia no solo moral, sino también mediante un incremento en el conocimiento del proceso en su totalidad, hacen suscep?ble a los/as trabajadores/as de un mayor control de la producción y dotan de la posibilidad de conocer sus restricciones para, desde allí, hacer de la innovación una necesidad (Kodric, A. 2007).
A la par de la organización autoges?va de la empresa, dos componentes clave intervinieron en la economía yugoslava. Estos fueron: la planificación social, que consis@a en una intrincada red de planes de empresas, planes comunales, y planes indica?vos hechos por las agencias republicanas y federales; y el mecanismo de mercado. La planificación por parte del Estado consis@a fundamentalmente en llevar adelante un plan que es?mule los obje?vos planteados para la integración de la región, determinadas polí?cas de desarrollo y la reglamentación de cues?ones generales a largo plazo; en palabras de Kardelj, (1953) “la función primordial del Estado se refiere a la armonización de la ac?vidad económica, evitando la producción anárquica y la sobreproducción”. Aún así, el Estado estaba ausente en las decisiones tomadas en las empresas. El qué, cómo y cuánto producir quedaba en manos de las unidades económicas, las cuales llevaban su estrategia de reproducción tal como una firma en el sistema capitalista. Hacia adentro de las empresas, los medios de producción eran de propiedad social. El usufructo por parte de los trabajadores llevaba a que, a diferencia de la empresa capitalista, no sólo pudiera buscarse el máximo beneficio sino también el máximo ingreso en concepto de remuneración del trabajo, la op?mización del excedente o la tasa de crecimiento de la producción. Más allá de que los obje?vos no fuesen exactamente los mismos que en la empresa capitalista, todos se llevaban a cabo hacia dentro de la unidad económica, por lo cual el desenvolvimiento de las unidades económicas entre sí decantaba en relaciones mercan?les, al no establecerse por parte de un ente “englobador” como el Estado un plan de producción y necesidades de las condiciones de existencia co?diana de la población. A diferencia de la economía planificada centralizada de la URSS, en el caso de Yugoslavia se u?lizaba al mercado como mecanismo de intercambio de los bienes producidos tanto para los insumos intermedios(4) como para sa?sfacer las necesidades de la población. El mercado, de esta manera, cumplía el rol de mecanismo de regulación tanto de los precios como del nivel de producción nacional a través de la interacción de la oferta y la demanda. De este modo, se desprende que cada unidad produc?va dis?nta, para poder producir, debía comprar sus insumos en el mercado. Por lo tanto, entre unidades produc?vas había compra-venta y, a su vez, competencia entre firmas,
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23 La autogestión de la producción, planteos teóricos y... de la misma forma que en los mercados de las economías capitalistas. La lógica en las relaciones sociales era producir valores de cambio. Es decir, las relaciones sociales se siguen estableciendo a través del intercambio de mercancías y la preponderancia que toma la mercancía como vínculo en ellas es la misma que ?ene en el capitalismo. La dis?nción entre el momento técnico-material y el momento social de la producción cobra entonces especial relevancia en el análisis. El papel del Estado se centraba en coordinar el camino económico del mercado. Lo regulaba, creaba y aplicaba leyes, cobraba impuestos a las empresas que se es?pulaban como un canon por el usufructo de la propiedad social. Este canon tenía que volver a las comunas para tratar de sa?sfacer las necesidades que quedaban por fuera de los mecanismos de mercado de reproducción social. Así mismo intervenía en el mercado de crédito para tratar de mantener bajas las tasas de interés y fomentar la inversión. Exis?eron casos en donde el Estado creo talleres o fábricas que eran entregadas a grupos de trabajadores para que se hagan cargo de la producción de determinados sa?factores, pero esto no fue una polí?ca generalizada. La planificación de la inversión era sobre todo indica?va, la idea, no era ejercer un control directo, sino una coordinación, no imponiéndose administra?vamente sobre las empresas. Sin embargo, no perdía de vista el camino de determinadas inversiones entregando créditos a muy bajas tasas a ciertas ramas de la economía estratégicas. La introducción de la autoges?ón en 1950 y las reformas económicas en 1965, redujeron los recursos y el rol del gobierno federal, en línea de tratar de desarrollar las regiones más pobres, trasladando esta responsabilidad a las empresas y los bancos. A medida
que pasaron los años la descentralización se fue profundizando, y el control federal de fondos públicos fue transferido a los gobiernos de las repúblicas. Es así como la conjunción de estas dos medidas agravaron, al contrario de lo esperado, el problema de la distribución del ingreso entre regiones.
Consecuencias en la implementación de la autoges3ón en una economía descentralizada Los ingresos de los trabajadores estaban compuestos por los salarios y por los beneficios. Los salarios podían ser fijos o variables dependiendo de la unidad produc?va y de la empresa, pero se aseguraba una remuneración mínima según tarea y calificación por ley. Los trabajadores también decidían sobre la distribución del excedente(5). Los beneficios eran divididos entre los trabajadores al interior de cada taller luego de deducir del ingreso, los gastos opera3vos (que incorporaba los salarios), las depreciaciones, las obligaciones contractuales que imponían la ley, los impuestos (canon por el usufructo de los medios de producción) y un fondo social para la inversión. La par3cipación de los ingresos debía ser equita3va e idén3ca para los trabajadores de igual intensidad y calidad y reglamentada por una escala de distribución del ingreso (Vanek, 1974). Cabe aclarar que no todo beneficio era distribuido. El que efec?vamente se distribuía era aquel el cual surgía de la diferencia entre el ingreso planificado y obtenido y se originaba por mejoras “genuinas” en la eficiencia de la producción. En caso de que esa diferencia hubiese sido por condiciones del mercado, el beneficio era captado por la comuna, teniendo el director un rol preponderante de fiscalización y control de esta tarea. El ingreso total se dividía proporcionalmente, acorde a la par?cipación en el producto de las dis?n-
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24 La autogestión de la producción, planteos teóricos y...
tas unidades económicas. Este ingreso se volvía a dividir entre la parte que se acumulaba y la parte que se redistribuía como complemento del salario. Además, la unidad económica recibía un plus de la empresa por producir a costes menores de los planificados, indicando un incen?vo a la produc?vidad para los trabajadores. Debido entonces, a que los beneficios se distribuían de acuerdo a la can?dad de trabajadores dentro de cada unidad produc?va, cada vez que se contrataba un nuevo trabajador el ingreso medio se hacía cada vez más chico. A cada renovación de ciclo los/as trabajadores/as debían enfrentarse a la decisión de producción entre contratar (incorporar) más trabajadores o inver?r en capital. Como contratar más trabajadores/as no haría otra cosa que aumentar el empleo y reducir el ingreso medio, la tendencia era una expansión de la producción vía intensificación de inversión en capital fijo. Asimismo, ante aumentos en la demanda de productos y presiones a incrementar la producción, los trabajadores/as de las empresas autoges3onadas optaban porque el exceso se ajuste por precios en el mercado antes que contratar a un trabajador más y que caiga el ingreso medio. En esta misma línea, si los aumentos de demanda eran lo suficientemente grandes, se elegía adquirir capital. Es así como este modelo tendía a la acumulación de capital, al desempleo y a la inflación. La conformación del sistema bancario, tampoco ayudo a mejorar la distribución del ingreso y el acceso al crédito generalizado. Los principales bancos eran controlados por sus mayores financiadores y los créditos eran dados mayoritariamente a las ramas más dinámicas que eran las que aportaban los capitales de los bancos.
Conclusión Como rasgos potenciales se puede destacar que la autoges?ón como forma de organización colec?va del trabajo conlleva el germen de la cooperación entre los/as trabajadores/as. Esta cooperación es necesaria para que los/as trabajadores/as puedan hacerse cargo y se ejercite el proceso de reproducción material, conociéndolo en su totalidad y apropiándose del mismo. Inclusive, de esta manera, los ritmos de producción podrían acortarse de acuerdo a un mayor conocimiento incorporado que haga fac?ble un aumento en los niveles de eficiencia en línea con el obje?vo de mejorar las condiciones de vida. Así como se pueden visibilizar estas potencialida-
des, se pueden notar ciertos límites en la coordinación de estos sistemas autoges?vos. Aún cuando se intente romper con la relación trabajo asalariadocapital al interior de la fábrica, en tanto el momento de reproducción técnico-material sigue estando separado del momento social, la asignación de recursos sigue realizándose a través de de mecanismos de mercado. Es decir, que con3núan sujetos a la lógica de producción de mercancías, como en el caso de Yugoslavia. Una tarea pendiente para futuros análisis es entonces indagar sobre las deficiencias en la coordinación para evitar una descentralización excesiva que traiga aparejados problemas no deseados para el espíritu de estos sistemas como distribución del ingreso desigual, desempleo, pobreza o grandes niveles de autoexplotación o la explotación por parte del Estado. De estos análisis pendientes se ampliaría el camino para entender los procesos de autoges?ón en cada momento histórico, y por ende, qué papel cumple esta forma de organización en cada caso específico; así como el análisis de las que tareas se deben tomar en el largo camino del cambio social. Notas (1)El presente trabajo, tesina de grado de la licenciatura en Economía, forma parte de un proyecto más amplio de inves?gación. Es por eso que los planteos aquí esbozados están sujetos a una futura reelaboración a medida que avance la inves?gación. Todo comentario u aporte es bienvenido a patricialaterra@gmail.com (2)Debido al propósito y la extensión de éste trabajo, ésta primera aproximación del contexto histórico en el cual se desarrolló el modelo será somera y simplificada. Se en?ende que debería hacerse un análisis más profundo sobre la compleja conformación de este país, la historia del periodo y la región. (3)Luego llamada República Federal Popular de Yugoslavia (RFPY) y desde la reforma de la Cons?tución en 1963, República Federal Socialista de Yugoslavia (RFSY). Se indicarán indis?ntamente en este trabajo como así el nombre Yugoslavia. (4)Salvo en el caso de empresas ver?cales con unidades económicas los cuales intercambiaban a precios de transferencia. (5)Excedente entendido como toda aquella producción que excede el costo de producción, o mejor dicho, de reproducción de la fuerza de trabajo de los productores.
Teoría Económica y Acción Polí?ca ¿Quién planifica a quién?
Premisas económicas en los clásicos del imperialismo Joel Rabinovich
Licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires. Docente y becario de investigación UBA. Investigador del Centro de Investigaciones en Economía Política del Desarrollo, la Producción y el Empleo (CEINEP).
1. Lenin y Hilferding. Concentración y centralización del capital: el cambio cuan3ta3vo que deviene en cualita3vo Para ambos autores el imperialismo es una nueva fase –superior- del capitalismo que se deriva, por así decirlo, “endógenamente” de la anterior y es producto de la concentración y centralización del capital. Este proceso se desarrolla bajo una serie de manifestaciones que se desarrollarán a con?nuación.
1.1. Desarrollo del crédito de capital y la sociedad por acciones Hilferding es quien más se esfuerza en mostrar cómo el imperialismo representa una fase necesariamente subsiguiente a la fase en la que Marx culmina “El Capital”. Al igual que este autor, Hilferding parte A principios del siglo XX, colocados frente a las del análisis de la forma más simple de reproducción exigencias de su época, los llamados “clásicos en esta sociedad: la mercancía. Muestra también del imperialismo” (Lenin, Rosa Luxemburgo y cómo ella lleva implícito al dinero como la forma que adopta el valor para mostrarse como una sustancia Rudolph Hilferding) se vieron en la tarea de poner a prueba los desarrollos de Marx volcados social común a todas las mercancías. Entre las dis?ntas funciones del dinero, a Hilferen “El Capital”. Estos desafíos consistían en el hecho de revertir el incremento, cada vez más ding le interesará analizar la de medio de pago: “… pronunciado dentro de sus partidos, de las ten- como medio de pago el dinero expresa una relación social que se ha formado ya antes de que éste entre dencias “revisionistas”. Tendencias sintetizaen función. La mercancía se ha entregado y quizá condas en la famosa metáfora que indicaba que sumido mucho antes de que su valor se haya sus?la transición del capitalismo al socialismo tuido por dinero”(1). El vendedor entrega mercancías sería tan imperceptible como el paso por el eje contra una obligación de pago, una letra de cambio. del ecuador en altamar. Lo que aquí se expone, En tanto sea considerada como algo seguro, ella entonces, es el fragmento de un trabajo mayor podrá ser traspasada a nuevos vendedores de merque busca indagar en la unidad teórico-polí- cancías funcionando como “dinero de crédito”. Este tica de estos autores a partir de la cual polemi- crédito debe diferenciarse de aquel otro en el cual el dinero se transfiere de alguien que no puede emplezan con el revisionismo.
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27 Premisas económicas en los clásicos del imperialismo arlo como capital a alguien que sí, pasando así de “capital monetario congelado en ac?vo”(2). Este es el “crédito de capital”. Con respecto a este dinero, es necesario centralizar las sumas individuales, ponerlas a disposición de los capitalistas en los ?empos adecuados. El banco actuará como intermediario en la circulación de pagos, quien transforma el capital monetario congelado en ac?vo y reúne los ingresos de todas las otras clases poniéndolos a disposición de los capitalistas. De esta forma, estos úl?mos podrán usar el capital transformándolo en circulante o fijo y la par?cipación del banco será tanto más sólida mientras mayor proporción sea en capital fijo. Esta mayor solidez se da en la medida en que, mientras la empresa sólo recibe del banco capital circulante, podía cancelar ese crédito y buscar otro acreedor. Cuando la par?cipación es sobre el capital fijo, la empresa queda ligada al banco quien suele concentrar mayor poder pues siempre dispone de capital líquido mientras que la empresa depende de la realización de su mercancía. A par3r de esta relación de propiedad, la firma pasa a depender del banco: una mayor parte de su capital ya no le pertenece. A su vez, los bancos 3enden a des3nar una mayor parte de sus capitales a la industria. Se convierte así, cada vez más, en un capitalista industrial. El llamado capital financiero es el capital bancario que se transforma en capital industrial. A la par, se da en esta época la difusión de la sociedad por acciones, la cual implica la disociación del capitalista industrial de la función del empresario industrial. El accionista, a diferencia del capital monetario cuyo interés está determinado de antemano, recibe un derecho a par?cipar en una renta futura.
1.2. Cartelización, monopolio y diferenciación en la tasa de ganancia Como ya lo señalara Marx, la competencia impone a los capitalistas la necesidad de bajar el precio de venta y así desplazar a sus compe?dores. En este proceso, el capital constante avanza con mayor velocidad y a expensas del capital variable. Dentro del primero, la parte des?nada a capital fijo juega un rol fundamental ya que son las mayores instalaciones, las máquinas cada vez más complejas, entre otras, las que permiten disminuir el ?empo de producción. A mayor capital fijo, más di*cil será transferirlo a una esfera más favorable.
Hilferding señala que esta es una primera barrera económica a la movilidad del capital. La segunda consiste en que el desarrollo técnico amplia la escala de producción. Esto trae aparejado el requerimiento de mayores montos de capital para aumentar la producción o instalar nuevas fábricas. Ambas barreras actúan en un mismo sen?do tendiente a limitar la libertad del capital, condición necesaria para la nivelación de la tasa de beneficios. En este contexto, el movimiento de nivelación se realizará lenta y dificultosamente. La sociedad por acciones y la unificación de las sumas de dinero en los bancos buscan suprimir las barreras que nacen de la magnitud de capital que se va a inver?r. Cada vez más, la nivelación de la tasa de beneficios requiere la afluencia de nuevo capital a las ramas donde dicha tasa sea superior al promedio. Contrariamente, se dificulta la fuga del capital de aquellas ramas que concentran en mayor proporción capital fijo. En estos sectores, la disminución del capital se lleva a cabo a par?r de la ex?nción paula?na de las instalaciones viejas o bien a par?r de la destrucción de capital, en caso de bancarrota. A su vez, en estas ramas donde dominan los grandes capitales la creciente concentración y centralización del capital conduce al monopolio “…ya que a unas cuantas decenas de empresas gigantescas les resulta fácil ponerse de acuerdo entre sí”(3). Esta unión de empresas puede realizarse mediante un contrato en el que man?enen formalmente su independencia (cartel) o mediante su fusión (trust). Su jus?ficación se asienta en la búsqueda de aumentar la tasa de beneficios del sector por encima del promedio al eliminar la competencia. El cartel, por su parte, es un impulso para una concentración más amplia, para la integración ver?cal de las empresas, tanto para las proveedoras de insumos como para las compradoras de los productos del cartel. La cartelización conlleva cambios en las tasas de beneficios a costa de otras industrias capitalistas. La compensación, como vimos, no puede darse mediante la emigración del capital sino que se dará par?cipando de la tasa de beneficios aumentada, ya sea mediante la propia cartelización con otras empresas o la combinación con el cartel inicial. Ambas implican mayor concentración y es@mulo a la futura cartelización. Por su parte, la tasa de ganancia en los sectores donde domine el capital individual y en los que requieren capitales pequeños ?ende a ser menor que
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el beneficio medio ya que aquí se amontonan capitales que no pueden compe?r con los de mayor desarrollo. Son aquellas áreas de la producción que quedan subsumidas a la dependencia directa del gran capital. La tasa de beneficio suprapromedial del cártel es apropiación de parte de la tasa de beneficio de estas ramas. El mayor beneficio del cartel, se logra a par?r del aumento de su precio: el precio de producción en esta industria aumenta en la can?dad en que ha bajado el de las no cartelizadas y tendrá 2 límites: la tasa de beneficios de las industrias no cartelizadas (tal que les permita la con?nuidad de la producción), y el beneficio de las clases que no son produc?vas. Por otra parte, al ser pocas las empresas existentes, esto les posibilitará acordar precios. Así, de una determinación obje?va a espalda de los productores se pasa a una subje?va: “Si se restringe de este modo el campo de acción de las leyes económicas que funcionan automá?camente y se ensancha extraordinariamente el de la regulación consciente a través de los bancos, aumenta así en proporciones gigantescas la responsabilidad por la economía nacional de unas cuantas cabezas dirigentes”(4). En Hilferding, esto aparece con mayor precisión: “Cuando las asociaciones monopolistas eliminan la competencia, eliminan con ella el único medio con que pueden realizar la ley obje3va de precios. El precio deja de ser una magnitud determinada obje3vamente; (…) en lugar de un resultado se convierte en un supuesto; en vez de algo obje3vo pasa a ser algo subje3vo; en lugar de algo necesario e independiente de la voluntad y la conciencia de los par3cipantes se convierte en una cosa arbitraria y casual. La realización de la teoría marxista de la concentración, la asociación monopolista, parece conver3rse así en la eliminación de la teoría marxista del valor”(5).
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1.3. Proteccionismo y disputa colonial
* Cuando las asociaciones monopolistas eliminan la competencia, eliminan con ella el único medio con que pueden realizar la ley obje'va de precios.
Hilferding señala que durante el imperialismo, el cobro de un arancel proteccionista juega un rol primordial: acelera con el arancel proteccionista ya que facilita los acuerdos de cartels, sobre todo la distribución de zonas de venta y de unificación de precios. A su vez, los aranceles, al elevar el precio local, incen?van a las grandes empresas a producir la totalidad de una mercancía en los países con aranceles en vez de exportársela. Esta es una de las causas de la exportación de capitales y debe diferenciarse de la transferencia. En el primer caso, el plusvalor generado en el extranjero debe volver al país de origen del capital exportador. En el segundo, el fragmento de capital que se instala en el país des?natario establece en él su centro de operaciones. Por su parte, en los países de mayor composición orgánica la tasa de beneficios es menor, por lo que, mediante esta exportación de capitales, se logra compensar las dis?ntas tasas de beneficio. Lenin, de hecho, dirá que “[l]a necesidad de la exportación de capital es debida al hecho de que en algunos países el capitalismo ha madurado excesivamente y (…) no dispone de un terreno para la colocación lucra?va del capital”(6). Por su parte, en los “países atrasados el beneficio es ordinariamente elevado, pues los capitales son escasos, el precio de la 3erra rela3vamente poco considerable, los salarios bajos, las materias primas baratas”(7). Se crea de esta forma una competencia en el mercado de capitales, cuya concesión está atada a una absorción posterior de las mercancías. Por su parte, la gran acumulación de capital ocioso lleva al enorme incremento del sector ren?sta, un sector ocioso alejado de la economía real. La exportación de capital le da un carácter parasitario a todo el país, conformándose así un esquema de países-usureros y países-deudores. A par?r de aquí, Hilferding establece una diferencia entre estos dos ?pos de estrategias. Por un lado, la exportación de capitales que producen mercancías en el país des?natario, fomenta el desarrollo capitalista de aquel país. Esto úl?mo, aun cuando el beneficio generado fluya en gran parte al país de origen. Por el contrario, cuando se busca el dominio de las materias primas el desarrollo capitalista, como así también el polí?co y financiero, queda truncado en sus inicios. En las colonias, el Estado cuida que las condiciones de trabajo permitan obtener grandes beneficios y que la riqueza natural de dichas colonias se convierta igualmente en una fuente de superbenefi-
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29 Premisas económicas en los clásicos del imperialismo cios. En ese sen?do para el autor es que estos Estados se convierten en “Estados de segundo orden, dependientes de la protección de los grandes”(8). En este contexto, el poder polí?co será decisivo en la lucha económica. La fase del imperialismo se caracteriza entonces por “relaciones de dominación y de violencia –violencia que va ligada a dicha dominación”(9). Estas relaciones conflic?vas se dan mediante el aumento en la lucha por las colonias en paralelo a la exportación de capitales. Vale la pena destacar que si bien en otras épocas han exis?do colonias e imperios, aquí se exacerba la lucha por el reparto territorial. El capitalismo se vuelve así, para Lenin, un sistema de opresión universal de la mayoría de la población por parte de un puñado de países avanzados. A nivel internacional, finalmente, tanto Lenin como Hilferding dirán que el monopolio aumenta y agrava el caos del sistema en su conjunto agudizando las crisis. Las perturbaciones en la regulación de precios llevan a situaciones de desequilibrio en donde se agravan las condiciones de explotación y de realización.
2. Rosa Luxemburgo. El imperialismo como la forma en que se realiza la plusvalía A la hora de comprender las causas que originan el imperialismo, Luxemburgo nos dirá que “[c]olocados ante el problema de poner en armonía y conexión el imperialismo actual con la teoría de la acumulación tal como se expone en el segundo tomo de «El Capital», los epígonos «expertos» de Marx hubieran tenido que decidirse por una de las dos fórmulas de la alterna?va: o negar el imperialismo como necesidad histórica, o abandonar, por erróneo, el supuesto de Marx, como hago yo en mi libro, e inves?gar el proceso de la acumulación bajo condiciones reales históricamente dadas”(10). Este es el propósito de “La acumulación del capital” de Rosa Luxemburgo: a diferencia de Lenin y Hilferding, el fenómeno del imperialismo no puede ser explicado mediante una con?nuación o profundización de la obra de Marx ya que este autor realiza un supuesto erróneo: “… el predominio defini3vo absoluto del capital en el mundo, excluye justamente, de antemano, el proceso del imperialismo”(11). La pregunta central para esta autora será bajo qué condiciones son realizables lo frutos de la explotación capitalista, es decir, cómo se realiza la ganancia y para ello las mercancías deben venderse. Es menester entonces que sa?sfagan una necesidad social(12).
La autora propondrá mirar la producción capitalista en su conjunto, es decir, el punto de vista del capital total imaginando a todas las mercancías producidas “apiladas en un gran montón”(13). Una parte estará des?nada a reponer los medios de producción consumidos; otra se ofrecerá como medios de vida a la población. Una tercera porción encerrará la plusvalía. Como valor que se valoriza a sí mismo, esa plusvalía no será u?lizada como un bien de consumo por otro capitalista, como en la reproducción simple, sino que se acumulará. La autora se preguntará entonces qué clase de mercancías son éstas y quién las demandará, es decir, quién se las toma a los capitalistas, permi?éndoles, así, embolsarse la ganancia (14). Luxemburgo preguntará si no son, acaso, también los capitalistas los consumidores recíprocos del resto de las mercancías, no para consumirlas sino para ponerlas al servicio de la nueva producción. En caso de que así sea, dirá, no estaremos sino posponiendo el problema. Al año siguiente, la producción incrementada generará una masa mayor que la actual. ¿Qué sucederá en ese momento? Podrá responderse que será consumida nuevamente por los mismos capitalistas, pero esto no tendrá sen?do. Si esto es así, si son los capitalistas los consumidores de sus propias mercancías, el incremento de la ganancia, la acumulación de la clase capitalista es un hecho imposible. Por lo tanto, para que pueda haber acumulación, necesariamente debe haber demandantes dis?ntos para la parte de las mercancías que representa la ganancia des?nada a la acumulación. Demandantes que tengan su propio dinero, sin obtenerlo de los capitalistas, como es el caso de los trabajadores(15). La pregunta, entonces, es quiénes pueden ser estos clientes. En la sociedad capitalista, las únicas clases son la trabajadora y la capitalista. Por lo tanto, la salida serán los sectores campesinos y artesanos de los viejos países y los consumidores del resto del mundo no capitalista. Por su parte, tampoco puede desenvolverse la acumulación en los países donde
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* La tasa de beneficio suprapromedial del cártel es apropiación de parte de la tasa de beneficio de estas ramas.
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está más desarrollada sin los medios de producción y subsistencia de estos países. Es por esto que, desde un principio, se desarrolla entre el medio capitalista y el no capitalista un proceso de intercambio en el cual el primero puede realizar su plusvalía a la vez que ob?ene las materias primas necesarias y, también, fuerza de trabajo mediante la descomposición de las relaciones pre-capitalistas. “El imperialismo es la expresión polí?ca del proceso de la acumulación del capital en su lucha por conquistar los medios no capitalistas que no se hallen todavía acotados”(16). El capitalismo va minando así sus propias bases. Por una parte, al introducir las relaciones de producción capitalistas en las zonas con las que entra en contacto, va disminuyendo las zonas de las que depende la realización de la plusvalía. Por otra parte, el capitalismo va agudizando los antagonismos de clase y la competencia internacional por las zonas disponibles.
3. Conclusiones Más allá de sus discrepancias, los tres autores coinciden en señalar que la nueva época del capitalismo 3ene, como corolario, la marcha en forma inminente hacia su autodestrucción. En el caso de Luxemburgo, esto se da en tanto la propia dinámica capitalista, al expandirse, agota las zonas no capitalistas de las cuales depende para su reproducción. En el caso de Lenin y Hilferding, si bien el capitalismo no encuentra una barrera interna para su reproducción, la concentración y monopolización imprime un carácter similar. Lenin nos dirá que el monopolio “engendra inevitablemente una tendencia al estancamiento y a la descomposición. Puesto que se fija, aunque sea temporariamente, precios monopolistas, desaparecen hasta cierto punto las causas es?mulantes del progreso técnico y, por consiguiente, de todo progreso, de todo movimiento hacia delante, surgiendo así, además, la posibilidad económica de contener ar?ficialmente el progreso técnico”(17). De hecho, la exportación de capitales imprime un carácter parasitario a los países imperialista que viven del trabajo de colonias oceánicas. Es la autodestrucción del capitalismo, su crisis final, la que da fundamento y hace posible la acción polí3ca revolucionaria. En el trabajo se explora, brevemente, qué consecuencias ?ene esto para la clase trabajadora como portadora de la superación del modo de producción capitalista y cómo se plasman en la obra de los autores.
Notas (1)Hilferding, R. ([1910] 1985). El capital financiero. Pág. 48. Madrid: Editorial Tecnos. (2)Ibid, pág 81. (3)Lenin V. ([1916] 2008). El imperialismo. Fase superior del capitalismo. Pág. 27. Buenos Aires: Editorial Libertador. (4)Ibid, pág 57. (5)Hilferding, R. ([1910] 1985). El capital financiero. Pág. 251. Madrid: Editorial Tecnos. (6)Lenin V. ([1916] 2008). El imperialismo. Fase superior del capitalismo. Pág. 90. Buenos Aires: Editorial Libertador. (7)Ibid. Pág. 89 y 90 (8)Hilferding, R. ([1910] 1985). El capital financiero. Pág. 367. Madrid: Editorial Tecnos. (9)Lenin V. ([1916] 2008). El imperialismo. Fase superior del capitalismo. Pág. 41. Buenos Aires: Editorial Libertador. (10)Luxemburgo, R. ([1912] 1933). La acumulación del capital. Pág. 562. Madrid: Editorial Cenit. (11)Ibid. Pág. 568. (12)La autora nos adver?rá que “si bien la periodicidad de coyunturas de prosperidad y crisis representa un elemento importante de la reproducción, no cons?tuye el problema de la reproducción capitalista en su esencia. Las alterna?vas periódicas de coyuntura o de prosperidad y de crisis son las formas específicas que adopta el movimiento en el sistema económico capitalista, pero no el movimiento mismo.” Ibid. Pág. 8. (13)Ibid. Pág. 471. (14)En este contexto, los trabajadores no ?enen más medios de compra que aquellos que les corresponde por su salario. Por su parte, si la demanda viene por parte del consumo de los capitalistas, la acumulación tampoco sería posible. Tampoco podrá provenir de sectores que no sean ni capitalistas ni trabajadores (militares, clero, intelectuales, ar?stas) ya que sus ingresos provienen o bien de los capitalistas, o bien de los trabajadores. (15)Luxemburgo cri?ca a Hilferding porque, según este autor, tanto la reproducción simple como la ampliada pueden llevarse a cabo sin perturbaciones en tanto la producción mantenga proporciones adecuadas. De hecho, este autor sostendrá que las crisis capitalistas no pueden tener su origen en el infraconsumo de las masas ni se deduce, tampoco, la posibilidad de una superproducción general de mercancías a par?r de los esquemas sino que es posible que toda expansión de la producción pueda realizarse dentro de las fuerzas produc?vas existentes. (16)Ibid. Pág. 434. (17)Lenin V. ([1916] 2008). El imperialismo. Fase superior del capitalismo. Pág. 139. Buenos Aires: Editorial Libertador.
Teoría Económica y Acción Polí?ca ¿Quién planifica a quién?
Conciencia y organización polí?ca en Lenin
Paula Cesana
Estudiante avanzada de la Licenciatura en Economía.
Nicolás Águila
Estudiante avanzado de la Licenciatura en Economía.
Sebastián Bonals
Estudiante avanzado de la Licenciatura en Economía.
En un trabajo de mayor amplitud, los autores se preguntan respecto de la teoría económica en Lenin. En este extracto parten de la interpretación del líder bolchevique acerca del mundo, y luego realizan un análisis de las condiciones subjetivas y las tareas que de ello desprende para la estrategia revolucionaria.
¿Por qué Lenin? El presente trabajo se encuadra en un proyecto de mayor amplitud cuyo propósito es inves?gar el aporte olvidado de Lenin a la teoría económica, ya que entendemos que la praxis del líder del mayor intento histórico de planificación no fue fruto de su “genialidad polí3ca”, sino que fue el producto de un destacado esfuerzo de producción teórica(1). El estudio de la obra de Lenin presenta una relevancia que escapa a una búsqueda de mera erudición ya que la consideramos, por el contrario, como un momento ineludible en la teoría socialista. Por este mo?vo, se nos aparece como una necesidad detenernos en ella, en la larga búsqueda de respuestas a las preguntas que refieren a nuestra propia acción polí?ca, tratando de rastrear en el desarrollo conceptual de su obra, intuiciones que podamos extraer, reelaborar, apropiarnos y proyectar en la elaboración de una estrategia revolucionaria propia de nuestros ?empos. El mundo de Lenin Toda doctrina, y en especial la leninista, es incomprensible escindida del contexto par?cular en la cual fue escrita(2). Es nuestra tarea entonces entender qué necesidad está expresando, y rastrear los aportes teóricos que nos permitan ser contemporáneos de nosotros mismos. Por ese mo?vo, consideramos fundamental hacer una breve mención al momento que transitaba el capitalismo internacional, y también indicar cómo se presentaba en la Rusia de las primeras décadas del siglo XX. Lenin forma parte de un conjunto de autores, entre los cuales destacan Rosa Luxemburgo y Hilferding (del cual Lenin retoma gran
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parte de su concepción del monopolio y el imperialismo), que en?enden que el desarrollo de la competencia capitalista engendra la concentración de la producción (en cartels y trusts) y que ésta ha llegado a un punto tal en el cual el capitalismo ha mutado hacia una fase superior: el capitalismo monopólico, en el cual predomina el capital financiero(3). Este paso del capitalismo de la “libre concurrencia” (del cual, según Lenin, hablaba Marx) hacia el capitalismo monopólico 3ene su correlato polí3co en el imperialismo, que es la forma en la cual se manifiesta la necesidad del capital de expandirse(4). En un esquema geopolí?co de virtual reparto del mundo, la única opción que les queda a los países imperialistas es disputar entre sí, a través de la violencia, el control económico y militar de los territorios “ya repar?dos”. Por lo cual esta disputa necesariamente se ?ene que dirimir por medio de una guerra en países imperialistas (Primera Guerra Mundial). Lenin encuentra que el imperialismo es una fase superior del capitalismo, que precede (y por tanto genera las condiciones obje3vas para) el socialismo: “El capitalismo, en su fase imperialista conduce de lleno a la socialización de la producción en sus más variados aspectos; arrastra, por decirlo así, a pesar de su voluntad y conciencia, a los capitalistas a un cierto nuevo régimen social, de transición entre la plena libertad de concurrencia y la
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* Concebir a la (y a su) conciencia como abstractamente libre, y no reconocer la enajenación en la relación social general, le permite derivar la necesidad de cierto 'po de organización, y de llevar adelante ciertas tareas, imposibles de otra forma que no sea apelando a una abstracta voluntad individual.
socialización completa. La producción pasa a ser social pero la apropiación con?núa siendo privada. (...) la ley de concurrencia formalmente reconocida persiste, y el yugo de un grupo poco numeroso de monopolistas sobre el resto de la población se hace cien veces más duro, más insensible, más insoportable.” (Lenin, 2012, p.38). Se deriva de este análisis que el capitalismo estaría próximo a cons?tuirse como un impedimento al desarrollo de las fuerzas produc?vas, lo cual generaría las condiciones de posibilidad para la superación de este modo de producción. Tener esto presente es fundamental para cualquier intento serio de comprender a Lenin, ya que su obra está impregnada por la actualidad de la revolución (Lukács, 2012) y su inevitable inminencia. Por otro lado, la obra de Lenin está fuertemente marcada por el movimiento de la situación en Rusia. Así, podemos dis?nguir dos períodos. El primero se corresponde con el ¿Qué hacer? (1902) en un contexto en el cual Rusia se encontraba bajo un régimen autocrá?co, fuertemente autoritario y represor, donde la ac?vidad polí?ca y sindical, la difusión de ideas revolucionarias, estaban prohibidas. Aquí, a Lenin se le presenta un desarrollo desigual entre el alto nivel de disputa económica de las masas y el bajo desarrollo de su conciencia polí?ca. Así mismo, la dispersión que presentaban los círculos socialdemócratas, en la ilegalidad y en muchos casos en el exilio, le imponían a Lenin la necesidad de buscar una mayor coherencia y con?nuidad de los mismos. Esto se manifiesta en un despliegue de un discurso que buscaba comba?r a las tendencias del “economismo” y del “terrorismo”, populares entre los círculos rusos (y poseedoras de órganos de difusión clandes?nos). En un segundo momento de su obra, (El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916); El Estado y la revolución (1917); Las tesis de Abril (1917)), en un contexto de guerra mundial, con un alto grado de agitación polí?ca de las masas que los enfrentaba a una inminente situación revolucionaria. Ya contando con un desarrollo mucho mayor del par?do socialdemócrata ruso, Lenin aboca sus esfuerzos a discu?r contra las tendencias reformistas en sus versiones “bernsteineana” y “kautskiana” de la Segunda Internacional, así como también contra los mencheviques y los socialistas revolucionarios (ambas tendencias de injerencia al interior del par?do socialdemócrata ruso), a fin de disputarles la dirección del movimiento y derivar las tareas prác?cas que harían la revolución.
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33 Conciencia y organización política en Lenin El mundo según Lenin Sin poder profundizar sobre esta cues?ón en el presente trabajo, entendemos que Lenin toma al materialismo dialéc?co presente en Marx como si fuera una herramienta a aplicar, es decir, como algo exterior al propio conocimiento. Así entendemos que retoma doctrinariamente la analogía de la base y la superestructura planteada por Marx en la Contribución a la Crí?ca de la Economía Polí?ca, bajo una concepción que ha sido catalogada como “rela?va autonomía de la superestructura” (Iñigo Carrera, 2008), en vez de comprender a la superestructura jurídica como la forma necesaria de un contenido económico diferenciable analí?camente de ella, aunque en inescindible unidad. Esto se plasma a lo largo de toda su obra en una división igualmente ar3ficial entre condiciones obje3vas y subje3vas, considerándolas como existencias paralelas que transitan por carriles diferenciados. No obstante, vemos que esta interpretación no es casual, sino que encuentra su necesidad en el contexto del capitalismo internacional, y en par3cular en la situación rusa, ante la cual Lenin debe posicionarse discursivamente contra las otras tendencias que disputan la dirigencia del movimiento revolucionario. Así, su concepción teórica resulta funcional a los fines prác?cos propuestos por Lenin, obnubilado por la idea de la inminencia de la revolución(5). Concebir a la (y a su) conciencia como abstractamente libre, y no reconocer la enajenación en la relación social general, le permite derivar la necesidad de cierto 3po de organización, y de llevar adelante ciertas tareas, imposibles de otra forma que no sea apelando a una abstracta voluntad individual (que, viniendo “de afuera” del modo de producción capitalista -como si tal cosa exis?era- sería portadora de la potencia para superarlo). En lo que queda de este recorte del trabajo, nos limitaremos únicamente al análisis del abordaje leninista respecto de la conciencia y cómo se manifiesta en su idea de las ins?tuciones económicas, de la organización polí?ca y de las tareas del proletariado tanto en la coyuntura prerevolucionaria como en la transición hacia una superación del capitalismo. La conciencia libre de la clase obrera Lenin se enfrenta a la situación concreta de Rusia y reconoce un país autocrá?co donde estaban prohibidos los sindicatos y los par?dos polí?cos, así como también cualquier difusión (mediante prensa o libros)
de ideas revolucionarias. En este contexto, observa que el creciente ascenso de la conflic3vidad social producida por el rechazo a la opresión del régimen zarista autoritario y represor materializado en el aumento de la lucha económica(6) a través de las huelgas, no era acompañado por un aumento generalizado en la conciencia polí3ca. Esta situación, refutaría la tesis del “economismo”, que en su diferenciación externa entre superestructura y base económica, reduce la primera a la segunda. De esta forma, en?ende que el mero desarrollo de las fuerzas produc?vas (condiciones obje?vas) conlleva por sí mismo el desarrollo de las condiciones subje?vas, es decir, la conciencia polí?ca surgiría desde adentro de la lucha económica. Así, se reduce la disputa polí?ca a la económica (trade-unionista), y se igualan espontaneidad y conciencia(7). Por el contrario, Lenin en?ende que la lucha económica generada por el movimiento espontáneo, cons?tuye un primer momento en el desarrollo de la conciencia, y que la adquisición de una conciencia revolucionaria (socialdemócrata en los términos de Lenin) es necesariamente un momento posterior: “(...) en el fondo el ‘elemento espontáneo’ no es sino la forma embrionaria de lo consciente” (Lenin, 2009, p. 68, cursiva en el original). Esta disociación entre lucha económica espontánea y conciencia polí'ca, es el eje del problema para Lenin, y su concepción teórica de la organización, así como las tareas concretas que de ella desprende para su etapa, buscan ser la solución a esta situación. El proceso de adquisición de una conciencia polí3ca es, para Lenin, una operación realizada desde afuera de la clase obrera, ya que ésta, por sí misma es incapaz de lograrlo. Así, “la conciencia polí?ca de clase no se le puede aportar al obrero más que desde el exterior, esto es, desde fuera de la lucha económica, desde fuera de la esfera de las relaciones entre obreros y patrones. La única esfera en que se puede encontrar estos conocimientos es la esfera de las relaciones de todas las clases y capas con el estado y el gobierno, las esfera de todas las clases entre sí” (Lenin, 2009, p. 136). Esta interpretación, implica de suyo el reconocimiento del carácter heterogéneo de la clase trabajadora en tanto portadora de dis?ntos niveles de conciencia, de la cual resulta la diferenciación leninista entre clase y par?do, estando cons?tuida la primera por los niveles más atrasados de conciencia, y el segundo por la vanguardia. La vanguardia sería así el sujeto dinámico, poseedor iluminado de la verdad cien4fica y las tác3cas y la
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34 Conciencia y organización política en Lenin
* Escindir a la conciencia de sus
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determinaciones materiales lleva a Lenin a invisibilizar la universalidad de la relación social, la transversalidad de la lucha de clases a todos los ámbitos de nuestras vidas y a dotar de potencialidad revolucionaria a una abstracta conciencia libre
estrategia revolucionaria “correctas”, cuya misión es preparar la revolución organizando a las masas para hacerla (lo que implica, naturalmente, desarrollarles la conciencia polí?ca). No sorprende que, desde este punto de vista, Lenin atribuya la situación de disputa creciente en el terreno económico carente de un aumento en los niveles de conciencia polí?ca de las masas a una falta de preparación teórica, polí?ca y organiza?va de los miembros del par?do provocada por la dispersión de los círculos militantes (siempre en la ilegalidad y en muchos casos desde el exterior) que impide una comunicación y con?nuidad en el desarrollo de estas organizaciones polí?cas, también afectadas por la influencia de las tendencias “economistas” y “terroristas”(8). En este escenario, baja a lo concreto su concepción del par3do como vanguardia y manifiesta la necesidad de la conformación de un par3do compuesto por militantes profesionales, tanto intelectuales como obreros, que hayan sido probados en la lucha de clases, capaces de organizar a la clase trabajadora, preparar la revolución y darse las tareas necesarias de educación polí3ca de las masas (propaganda, agitación, difusión de un periódico con fines de tribuna de denuncia, disputa contra la ideología burguesa, las otras tendencias y la policía). Naturalmente, Lenin explica también las diferentes estructuras organiza?vas que se ?enen que dar los par?dos por un lado, así como los gremios por el otro: “La organización de los obreros debe ser, en primer lugar, sindical; en segundo lugar, debe ser lo más extensa posible, en tercer lugar, debe ser lo menos clandes?na posible (…) por el contrario, la organización de los revolucionarios debe englobar ante todo y sobre todo a gentes cuya profesión sea la ac?vidad revolucionaria (…) esta organización, necesariamente, no debe
ser muy extensa, y es preciso que sea lo mas clandes?na posible (…) en los países que gozan de libertad polí?ca, la diferencia entre organización sindical y organización polí?ca es completamente clara (…) en Rusia, en cambio, el yugo de la autocracia borra, a primera vista, toda dis?nción entre la organización socialdemócrata y el sindicato obrero, pues todo sindicato obrero y todo círculo están prohibidos (…). (Lenin, 2009, p.181-182). Un cambio en la coyuntura (Primera Guerra Mundial, Revolución de Febrero de 1917) muestra la versa?lidad teórica de Lenin para enfrentarse a situaciones concretas y desplegar de ellas nuevas tác?cas. En este escenario, entendido por Lenin como necesariamente transicional, se presentaba lo que se comprende como “dualidad de poder”, donde coexis@an un Gobierno Provisional (que representaba los intereses de la burguesía) con los Soviets de Diputados y Obreros, que no disponían de órganos de poder dentro del Estado, pero “(…) representan una nueva forma, o más exactamente, un nuevo ?po de Estado” (Lenin, 2004, p. 47). Para el autor de Las tesis de Abril, la revolución de Febrero consis@a en una primera etapa de la revolución, o democrá?co-burguesa, que tenía que ser superada por una segunda, proletaria. No obstante, el estado atrasado de conciencia de las masas reaparece en escena, cons3tuyéndose como una traba a la revolución, víc3ma de los “engaños” y los métodos de afirmación de la burguesía como clase dominante (violencia, ru?na, ignorancia, falta de organización de las masas). La revolución socialista depende de que el proletariado consciente “desenmascare” esta burguesía y sus verdaderos intereses: “La debilidad numérica del proletariado en Rusia, su insuficiente conciencia de clase y su deficiente organización: he ahí el reverso de la medalla” (Lenin, 2004, p. 41). La situación es entonces de extrema complejidad, donde la coexistencia de un poder proletario con otro burgués impone la necesidad de tareas como “explicar a las masas que los Soviets de Diputados Obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y que, por ello, mientras este gobierno se someta a la influencia de la burguesía, nuestra misión sólo puede consis?r en explicar los errores de su tác?ca de un modo paciente, sistemá?co, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prác?cas de las masas” (Lenin, 2004, p. 17, cursiva en el original), al reconocer la minoría que conforma su par?do, el bolchevi-
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35 Conciencia y organización política en Lenin que, en la mayor parte de los Soviets existentes. La lucha del momento es entonces ante todo ideológica, contra la “inconciencia confiada” (Lenin, 2009, p. 43) de las masas: “El par?do del proletariado no puede proponerse, en modo alguno, ‘implantar’ el socialismo en un país de pequeños campesinos mientras la inmensa mayoría de la población no haya tomado conciencia de la necesidad de la revolución socialista” (Lenin, 2004, p. 53).
Consideraciones finales Del abordaje de la parte de su obra que refiere a las condiciones subje?vas y, en par?cular, a las formas de organización, observamos cómo, a pesar de su intento de despegarse de la tesis del “economismo”, Lenin cae en otro esencialismo, el de restringir la capacidad de desarrollo autónomo de la conciencia de la clase obrera sólo hasta un nivel de conciencia trade-unionista (Mosquera y Callegari, 2013). Así, para Lenin la conciencia revolucionaria no podría desarrollarse espontáneamente, sino que esa falta de desarrollo 3ene que ser subsanada de manera exterior en la lucha polí'ca que lleva adelante la vanguardia, única capaz de portar una conciencia “verdaderamente” revolucionaria. Consideramos destacable la emergencia del ámbito “polí?co” (tareas de agitación, propaganda, disputa ideológica contra la hegemonía burguesa) como un terreno necesario de disputa en la lucha de clases, siendo éste no reduc?ble a la lucha gremial, reivindica?va. En este mismo sen?do, es necesario superar la idea de “vanguardia” como un grupo de iluminados, portadores de la verdad que plantean la necesidad de superar el capitalismo de forma exterior a los protagonistas. Escindir a la conciencia de sus determinaciones materiales lleva a Lenin a invisibilizar la universalidad de la relación social, la transversalidad de la lucha de clases a todos los ámbitos de nuestras vidas y a dotar de potencialidad revolucionaria a una abstracta conciencia libre, que le hace relegar la necesidad de un cambio en la materialidad misma del trabajo social y, por tanto, el desarrollo de una subje?vidad portadora de la capacidad de planificar y organizar el trabajo social. Por el contrario, creemos que es necesario establecer una unidad entre las luchas reivindica?vas y las “polí?cas”, que en un proceso de autodeterminación colec?va permita que la clase obrera asuma su papel histórico como sujeto revolucionario, tomando en sus manos la organización conciente del trabajo social.
Notas (1)Lenin mismo manifiesta en reiteradas oportunidades la necesidad de la producción teórica para cualquier inicia?va que se presente con fines emancipatorios: “Sin teoría revolucionaria, no puede haber tampoco movimiento revolucionario.” y más adelante agrega “(...) sólo un par?do dirigido por una teoría de vanguardia puede cumplir la misión de comba?ente de vanguardia.” (Lenin, 2004, p. 60, 61, cursiva en el original). (2)Destacar esto que, acaso podría parecer una perogrullada, cobra par?cular relevancia teniendo en cuenta las lecturas acrí?cas realizadas por la degeneración burocrá?ca, hiper ver?calista y autoritaria en la que la que derivó el par?do leninista bajo el estalinismo, así como también se sigue presentando hoy en día demasiado frecuentemente en los par?dos de la izquierda tradicional. (3)El capital financiero es un capital que se encuentra en los bancos, pero que es u?lizado a través de éstos por los industriales para inversiones produc?vas, ya que por la magnitud de las inversiones que requiere la nueva configuración del capital, no puede surgir de las ganancias de su ac?vidad corriente. (4)Mientras que en el capitalismo de “libre concurrencia” lo caracterís?co era la exportación de mercancías, en el capitalismo monopólico es la exportación de capital. (5)Que, justamente, brota de su análisis de las condiciones obje?vas, escindidas de las subje?vas (Lenin, año). (6)Para Lenin, “La lucha económica es la lucha colec?va de los obreros contra los patronos por conseguir condiciones ventajosas de venta de la fuerza de trabajo, por mejorar condiciones de trabajo y de vida de los obreros.” (Lenin, 2004, p. 111, cursiva en el original). (7)Esta ac?tud es caracterizada por Lenin como “culto a la espontaneidad” y en?ende que la incomprensión de la necesidad de desarrollar una polí?ca propia es cederle terreno a la ideología burguesa, ya que “El movimiento obrero espontáneo no puede crear por si solo más que el tradeunionismo (e inevitablemente lo crea), y la polí?ca tradeunionista de la clase obrera es precisamente la polí?ca burguesa de la clase obrera.” (Lenin, 2009, p. 158). (8)“(...) no hemos estado a la altura de nuestra misión, en que la ac?vidad de las masas obreras estaba por encima de la nuestra, en que no hemos tenido dirigentes y organizadores revolucionarios suficientemente preparados, que conocieran perfectamente el estado de animo de todos los sectores de la oposición y supieran ponerse a la cabeza del movimiento (…).” (Lenin, 2009, p. 160).
Teoría Económica y Acción Polí?ca ¿Quién planifica a quién?
Las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo en América La?na
De la superexplotación a la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor.
Facundo Lastra
Licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires. Docente de la UNLZ e investigador UBA-CONICET.
Este artículo tiene como objetivo principal rastrear cómo se concibe la explotación de la fuerza de trabajo en América Latina desde la teoría de Marx. Para ello se comienza revisando el concepto de “sobreexplotación” y la forma de concebir a la fuerza de trabajo en los países periféricos, según la vertiente marxista de la teoría de la dependencia. Luego, se analizan algunas características de la fuerza de trabajo en Argentina, con el propósito de explicar cómo evolucionan las condiciones de explotación en países atrasados, vinculándolas con el recorrido realizado a partir de la crítica del concepto de sobreexplotación. Al finalizar, se esbozan algunas conclusiones sobre cómo pensar la explotación del trabajo en nuestra región.
La superexplotación como motor de la dependencia La Teoría Marxista de la Dependencia (TMD) intentó describir al capitalismo la?noamericano evadiendo los planteos eurocéntricos, difundidos por el pensamiento oficial de la URRSS en los años ´60. Así es que, si bien esta teoría no se basó específicamente en el estudio de la explotación del trabajo, elaboró una interesante conceptualización sobre sus caracterís?cas. De todos los autores de la TMD fue Marini quien más indagó en el tema, afirmando que la clase trabajadora de los países dependientes se encuentra some3da a una situación de superexplotación. Marini sos?ene que el punto de par?da de la situación de dependencia es el ingreso tardío al mercado mundial de algunos países como proveedores de materias primas. Esto estableció una diferencia específica, ya que “la par?cipación de América La?na en el mercado mundial contribuirá a que el eje de la acumulación en la economía industrial se desplace de la producción de plusvalía absoluta a la de plusvalía rela?va” (Marini, 1973: p.4). Así, mientras la acumulación de capital en los países industriales se basa en el aumento de la capacidad produc?va del trabajo, en los atrasados se caracteriza por un aumento de la explotación del trabajador mediante la producción de plusvalía absoluta (intensificación del trabajo y/o prolongación de la jornada laboral). Los países centrales pueden, entonces, producir bienes con mayor tecnología aplicada en su elaboración, que son imposibles de producir en el ámbito de la periferia, debido al atraso tecnológico. Esto genera una situación de intercambio desigual entre centro y periferia, basado en la capacidad de las eco-
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37 Las condiciones de explotación de la fuerza de... nomías industrializadas de vender sus productos a un valor mayor que el socialmente necesario(1). Así, los países adelantados ob?enen ganancias extraordinarias permanentes por su poder monopólico y man?enen siempre una economía produc?vamente más avanzada. En este contexto, los capitales de las regiones periféricas intentan rever?r esta pérdida de valor que se genera en el intercambio internacional, recurriendo a una mayor explotación del trabajador. Como no son capaces de tecnificarse, generando un proceso de creación de plusvalía rela3va, 3enen la necesidad económica de volcarse a la producción de plusvalía absoluta, para compensar la pérdida de valor que ocurre en la esfera de la circulación. Esta necesidad del capital periférico de rever?r su desventajosa situación en el mercado mundial lo lleva a recurrir a otro modo específico de aumento del ?empo del trabajo excedente: la compra de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. Este fenómeno, descripto en algunos pasajes de El Capital de Marx, se basa en reducir el consumo del obrero más allá de su límite normal, convir?endo así parte del fondo de valor necesario para la reproducción del obrero en fondo de valor para la acumulación del capital individual en cues?ón. La sobreexplotación, que es el objeto de estudio en este texto, es un fenómeno que incluye los tres mecanismos para aumentar el trabajo excedente apropiado en la esfera de la producción mencionados hasta aquí. Citando in extenso a Marini: “Ahora bien, los tres mecanismos iden?ficados — la intensificación del trabajo, la prolongación de la jornada de trabajo y la expropiación de parte del trabajo necesario para que el obrero reponga su fuerza de trabajo— configuran un modo de producción fundado exclusivamente en la mayor explotación del trabajador, y no en el desarrollo de su capacidad produc?va. Esto es congruente con el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas produc?vas en la economía la?noamericana, pero también con los ?pos de ac?vidades que allí se realizan. (…) En términos capitalistas, estos mecanismos (que además se pueden dar, y normalmente se dan, en forma combinada) significan que el trabajo se remunera por debajo de su valor, y corresponden, pues, a una superexplotación del trabajo.” (Marini, 1973: p.127). La sobreexplotación determina que el mercado interno sea muy pequeño, por el poco poder adquisi-
?vo de su clase trabajadora(2). De esta manera, se genera una dependencia de las economías atrasadas con respecto al mercado mundial y la posibilidad de colocar exportaciones. Esta traba se da sobre todo en la producción de bienes de consumo masivo, que cuentan con una baja demanda, por ser bienes salariales, que se ofertan en economías con salarios bajos. El concepto de superexplotación, entonces, se vuelve central para explicar la dependencia. Los pensadores que actualmente retoman esta teoría coinciden en destacar el rol “esencial” de este fenómeno para entender la especificidad del capitalismo de la región. Los dependen?stas actuales afirman que, con la idea de la superexplotación, Marini “postulaba la tesis más significa?va generada hasta hoy para iden?ficar el núcleo central de cómo se reproduce el capitalismo dependiente” (Osorio 2009: p.92) y en?enden que la superexplotación puede pensarse como el “motor” de la dependencia. Las formas de la explotación en Argen3na En primer lugar, podemos decir que la evolución del capitalismo en muchos países la?noamericanos corroboró una de las principales tesis de la superexplotación: la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. Con este planteo, Marini supo dar cuenta del diferencial existente entre la can?dad de mercancías que se podían adquirir con un salario medio de un país adelantado y lo que se conseguía con los salarios del Tercer Mundo. El valor de la fuerza de trabajo está dado por el tra-
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* Como no son capaces de tecnificarse, generando un proceso de creación de plusvalía rela'va, 'enen la necesidad económica de volcarse a la producción de plusvalía absoluta, para compensar la pérdida de valor que ocurre en la esfera de la circulación.
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bajo socialmente necesario para producir las mercancías para la subsistencia de la clase trabajadora en condiciones normales, manteniendo las capacidades produc?vas del trabajo y asegurando la reproducción del trabajador y su familia. La venta del trabajo asalariado por debajo de su valor conlleva una degradación de la población que, aunque trabaje más horas, no logra reproducirse como fuerza produc?va de la misma manera, debido al bajo poder adquisi?vo de su salario. Para que esto ocurra es necesario que una porción muy significa?va de la población se establezca como ejército de reserva para el capital, es decir como mano de obra desocupada, empujando el salario a la baja. Para el caso argen?no, Juan Iñigo Carrera (2007) compara el salario real directo de Argen?na con el de Estados Unidos y muestra que el poder adquisi?vo argen?no también forma parte de esta tendencia a la baja. Luego de una úl?ma recuperación del salario a mediados de los ´50, “las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo argen?na entran en un deterioro rela?vo progresivo, para caer a la mitad de la capacidad de compra del obrero norteamericano con la dictadura militar de 1976-1983, consolidarse en ese nivel desde 1991, y caer incluso por debajo de él en el 2001”. Ante esta situación, el autor afirma que “no cabe duda de que el obrero fabril argen3no está vendiendo su fuerza de trabajo por debajo de su valor. En estas condiciones está lejos de poder reproducirla de manera normal” (Iñigo Carrera 2007: p.54)(3) . Este estudio establece una interesante comparación para los obreros fabriles argen?nos y norteamericanos, que poseían, en términos generales, las mismas capacidades produc?vas y realizaban tareas similares. Para profundizar esta línea de inves?gación, la comparación debería ser complementada por un abordaje que tome en cuenta las remuneraciones de dis?ntos ?pos de ac?vidad, para las cuales el valor de la fuerza de trabajo difiere según la complejidad del trabajo realizado. Así se podría determinar si la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor es una caracterís?ca propia de todo el proceso nacional de acumulación o es algo que sucede de manera diferenciada por ?po de ac?vidad. El trabajo explotado mediante la creación de plusvalía absoluta Un problema que, en la exposición de este texto, se dejó sin responder es la vinculación que existe
según Marini entre la superexplotación y el menor desarrollo de las fuerzas produc?vas dentro de un país. En su planteo, el rela?vo estancamiento del capitalismo periférico está estrechamente relacionado con la superexplotación y con la generación de un ciclo de capital dependiente. En el planteo de Marini, se puede observar una correspondencia en su teoría entre la producción de plusvalía rela?va y la existencia de mejores condiciones de reproducción de la clase trabajadora. Es decir que el autor asocia la existencia de aumentos de produc3vidad, con el mejoramiento de las condiciones de vida, como la forma normal de desarrollarse el capitalismo. Pero esta asociación no es siempre correcta, dado que el capital puede desarrollar su fuerza produc3va en un país, librándose de la necesidad de reproducir la fuerza de trabajo en condiciones normales. Para el caso argen?no, los aumentos de produc?vidad sucedidos en los períodos de neoliberalismo por la concentración de capital, lejos están de mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora, pero siguen siendo períodos donde se produce plusvalía en términos rela?vos. Para el caso argen?no, en las décadas del ´70 y el ´90, el neoliberalismo es la forma polí?ca que acompaña a un proceso de centralización de capital y aumento de la produc?vidad. En este período se liquida gran parte del pequeño y mediano capital, mientras que los capitales más grandes que logran sobrevivir como tales desarrollan su fuerza produc?va. Así, con un menor nivel de empleo, crece la población sobrante para la acumulación de capital, que se conforma como un “ejército de reserva” desocupado cada vez más extendido y que, como se observaba anteriormente, sólo puede vender su fuerza de trabajo a condición de hacerlo por debajo de su valor. Paradójicamente, este empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora va de la mano con un proceso de aumento de la produc?vidad, debido a la concentración de capital. Más di!cil aún es encajar la explicación de Marini para los casos de industrialización asiá3ca, donde la venta de la fuerza de trabajo por debajo del valor es una condición, más que una restricción, para el desarrollo del capitalismo local. Por ello, la asociación entre superexplotación y la producción basada en la plusvalía absoluta parecería ser errada. Conclusiones Como lo destaca Sotelo Valencia (2003), resulta
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39 Las condiciones de explotación de la fuerza de... claro que el concepto de la sobreexplotación estuvo excesivamente centrado en el estudio nacional y que resulta errado, si se lo u?liza tal como lo elaboraron los primeros dependen?stas. Además, si bien esta idea explica la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor en los países atrasados, la sobreexplotación ?ene problemas cuando se la pone en relación con otras variables económicas que aparecen en la teoría de Marini (en par?cular, se trabajó su relación con el atraso produc?vo de la región). También, al pensar la sobreexplotación a nivel nacional, se pierden de vista los procesos de diferenciación de la fuerza de trabajo, que ocurren no sólo en los países atrasados, sino también en los adelantados. Por ello, es necesario estudiar el trabajo en América La?na, tomando en cuenta las nuevas par?cularidades de los mercados laborales diferenciados, que se combinan con la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. Para seguir profundizando el estudio de las formas que toma el trabajo en América La?na, se las debe pensar en un marco general de internacionalización de los procesos produc?vos, pero también atendiendo a las especificidades de industrializaciones periféricas, que son cada vez más divergentes. Esto significa atender a las especificidades nacionales, dentro de la totalidad mundial de la relación social capitalista. El concepto de la sobreexplotación sin dudas hizo algunos aportes en este sen?do, pero es necesario retomarlo crí?camente, para estudiar la explotación del trabajo en América La?na de manera dis?nta. Bibliogra!a Astarita, Rolando (2006); “Valor, mercado mundial y globalización”, Kacicron, Buenos Aires. Iñigo Carrera, Juan (2008); “El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia”, Imago Mundi, Buenos Aires. _____________ (2007) La formación económica de la sociedad argen?na, Ed. Imago Mundi, Vol. 1, Buenos Kornblihit, Juan y Seiffer, Tamara (2012); “Crí?ca a las teorías del intercambio desigual y la dependencia a par?r del estudio del desarrollo del capital industrial en Argen?na y Venezuela”, V Jornadas de Economía Crícia,
Buenos Aires, Argen?na. Marini, Ruy Mauro (1973); “Dialéc?ca de la dependencia”, ERA, México. Osorio, Jaime (2009); “Dependencia e superexplotacao”, A América La?na e os desa*os da globalizacao, Boitempo, Río. Sotelo Valencia, Adrián (2003); “La reestructuración del mundo del trabajo, superexplotación y nuevos paradigmas de la organización del trabajo”, Editorial Itaca Piraña, México. Notas (1)Este punto del planteo de Marini no será tratado aquí con demasiada profundidad, pero vale la pena remarcar que es una idea fuertemente relacionada con la Teoría del Capital Monopolista de Baran y Sweezy. Para ver interesantes crí?cas a esta visión se pueden consultar las primeras obras de Anwar Shaikh o las de Diego Guerrero. En Argen?na, también se hicieron elaboraciones crí?cas a esta postura, como las de Rolando Astarita (2006, Caps. 5 y 6) o Juan Iñigo Carrera (2008, Cap.5, en especial Nota 5.2). (2)A propósito de este problema en la realización de las mercancías dentro del mercado itnerno, Astarita (2010) cri?ca que, según Marini, en los mercados internos periféricos se cumpliría la Ley de Say de origen neoclásico; mientras que Kornblihit y Seiffer (2012) indican que Marini se equivoca al considerar que los esquemas de reproducción del capital se deberían realizar por completo en el mercado interno, cuando en realidad la exportación puede formar parte de dicha reproducción. Como ocurrió con las crí?cas a la teoría del capital monopolista, esta temá?ca queda por fuera de lo que interesa en este trabajo. (3)A este deterioro en términos rela?vos con EEUU, que ubica al salario argen?no igual a la mitad del estadounidense, se le suma la caída en niveles absolutos, ya que desde 1974 al 2004 descendió un 44%. Además, en este cómputo sólo se toma en cuenta a los asalariados registrados del sector fabril, cuyo salario era casi un 60% mayor al de los asalariados no registrados (Iñigo Carrera, 2007: 142-145).
“Todos ignoramos algo, todos sabemos algo, por eso siempre aprendemos” Paulo Freire
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Coyuntura Situación nacional y crisis internacional
Industria y desarrollo económico. Algunas pautas teóricas y algunas lecciones históricas1 Juan M. Graña
Investigador del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) y del Centro de Investigaciones en Economía Política del Desarrollo, la Producción y el Empleo (CEINEP). juan.m.grana@gmail.com
Con el objetivo de discutir qué límites estructurales enfrentan los procesos de mejora en las condiciones de empleo de los trabajadores, este trabajo se propone llevar a cabo un desarrollo teórico –basado en la Economía Política y su Crítica- que muestre los mecanismos que permiten a los capitales individuales sobrevivir en la competencia. Con esas pautas, analizaremos la evolución de la industria nacional.
Concentración y diferenciación Para sobrevivir en la competencia, las empresas deben constantemente reducir sus costos lo que como proceso global- motoriza la producción de plusvalía rela?va, esto es la caída del valor de la fuerza de trabajo sin afectar su capacidad de consumo. Los diferentes mecanismos disponibles requieren, en general, un incremento de la escala de producción. Sea incrementando la produc?vidad laboral por medio de la cooperación de asalariados, una mayor división del trabajo, la introducción de maquinaria o u?lizando de manera más eficiente los medios de producción e insumos; para todos ellos se requiere generalmente un crecimiento del capital de cada empresa individual. Es decir, la concentración de la producción en empresas de creciente tamaño(2). Entonces, como la competencia fuerza a todas las empresas por ese camino, podemos decir que el capitalismo ?ene una tendencia general a la concentración de la producción. En ese proceso las empresas se enfrentan a un límite externo a ellas: la magnitud de la demanda solvente, el “mercado”. En otras palabras, para apropiar la tasa general de ganancia, ese mayor volumen de valores de uso que produce cada empresa debe encontrar una demanda acorde que los realice a sus precios de producción, sin embargo puede que ésta no crezca al ritmo necesario para absorber el incremento de la producción en todas las empresas al mismo ?empo. En este caso, el mercado, a la nueva escala media o normal, no puede cobijar a todas las empresas que compe@an originalmente. Esto genera la diferenciación de las empresas entre aquellas que logran concentrarse (normales) y las que no (rezagadas). No
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obstante, este factor también abre la posibilidad de supervivencia de otras más pequeñas en virtud –justamente- de su menor escala para abastecer la demanda residual que las empresas que se ampliaron dejan sin abastecer. Ahora bien, con esa diferenciación ya presente se ponen en movimiento otros mecanismos que aseguran que las empresas “líderes” mantengan su posición y ?endan a separarse crecientemente de las otras. En otras palabras, que la diferenciación ?ene, en realidad, un carácter permanente y creciente. A los efectos de la competencia, el principal factor a analizar es la menor dinámica en la produc?vidad del trabajo que ponen en movimiento las empresas rezagadas. Esto surge debido a su menor escala que conlleva menor cooperación, división del trabajo y maquinización, todo lo cual redunda en mayores costos. Otro de los factores, a pesar de estar desvinculado del propio proceso de trabajo, es el acceso al crédito y una red comercial desarrollada, cuyos efectos diferenciales sobre la capacidad de valorización son evidentes. Y el tercero, es el carácter diferencial de la innovación. Por un lado, esta ac?vidad presenta grandes economías de escala. A su vez, dado el carácter acumula?vo de la innovación y los costos asociados a proteger los resultados, son las empresas grandes ya innova?vas las que mejores réditos ob?enen. En conjunto provocarán que las crecientes diferencias de produc?vidad lleven a apropiar a las empresas rezagadas una tasa de ganancia decreciente que, eventualmente, se volvería nega?va, lo que desembocaría en su eliminación por no poder reproducir siquiera el capital inver?do. Sin embargo, la experiencia muestra que las empresas rezagadas permanecen en el proceso produc-
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* Mientras no reconozcamos la centralidad de esas condiciones produc'vas para la cons'tución de un mercado laboral que asegure calidad y salarios dignos, seguiremos viviendo al ritmo de la renta y sus crisis.
?vo a pesar de todo. La razón de tal permanencia se encuentra en el rol cualita?vamente diferente que cumplen las empresas medias y las rezagadas (Iñigo Carrera, 2004). Como la determinación del valor de las mercancías se vincula con el ?empo de trabajo necesario en condiciones normales o medias –para ese momento histórico- y que únicamente los capitales medios o normales ponen en movimiento esa produc?vidad, sólo ellos están habilitados a valorizarse a la tasa media de ganancia en relación al capital que ponen en movimiento. Por defecto, la valorización de aquellas empresas que se van rezagando pasa a estar regida -como cualquier otra masa de dinero que circula- por la tasa de interés. Esto es por simple reflejo entre su forma de existencia dineraria que iguala en las apariencias a la masa de valor que circula como simple dinero con aquella que circula como capital. Si su ganancia se hunde por debajo del interés, esas empresas se liquidarán. Sin embargo, y a pesar del rezago, pueden percibir compensaciones que les permitan sobrevivir. Siendo extremadamente sinté?cos, nos encontramos en términos generales con tres fuentes de compensación: el endeudamiento externo, la renta de la ?erra y el pago de la fuerza de trabajo por debajo del valor. Dado el espacio nos concentramos en la úl?ma. La venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor implica sencillamente comprarla por un salario que no alcanza para adquirir los valores de uso necesarios para la reproducción de los atributos produc?vos del trabajador y su familia. En ese sen?do, todas las condiciones que hacen al valor de la fuerza de trabajo pueden ser modificadas (jornada, intensidad, salud e higiene y, claro, remuneraciones). Ese “ahorro” que ob?ene la empresa se conver?rá en ganancia y le permi?rá sobrevivir por lo menos un ?empo. En todos los casos implica que el trabajador no puede reproducirse en condiciones normales y, por lo tanto, ello tendrá consecuencias sobre sus atributos produc?vos. La con?nuidad a lo largo del ?empo de esa situación conlleva a condiciones de pobreza e indigencia. Antes de llegar a ese nivel, la caída del salario por debajo del valor de ciertas categorías específicas de ellos puede llevar a que no se reproduzcan en el ?empo esas capacidades, generando problemas en la oferta de esas calificaciones. La condición de existencia de la venta de la fuerza de trabajo por debajo del valor se vincula a que el conjunto mayoritario de empresas al interior de un
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43 Industria y desarrollo económico. Algunas pautas... país se vea imposibilitada de compe?r en condiciones normales, o sea, deben presentar -en promedio- un rezago produc?vo importante. Dicho rezago debe ser de tal magnitud como para que, inclusive en el límite de su valorización específica como pequeños capitales y recibiendo otras fuentes de compensación, éstos ?endan a verse excluidos de la producción. Por esa razón, los puestos de trabajo sólo pueden crearse – de manera general- a condición de que se paguen por debajo del valor. Si no se produce ese deterioro, la alterna?va es la desocupación masiva. Ahora bien, dado que la imposibilidad de compe?r en condiciones normales -el rezago produc?vo- se expresa en la competencia sus consecuencias ?enden a presentarse -analí?camente- primero en el sector transable. Sin embargo, el surgimiento de la posibilidad de adquirir la fuerza de trabajo por debajo de su valor requiere que el conjunto de las empresas estén en tal condición por lo cual también debe exis?r en el sector no transable de manera de abarcar a todo el mercado laboral. Ahora bien, las deficiencias produc?vas del sector transable se transfieren al no transable debido a que el mercado que enfrentan estos úl?mos se compone de remuneraciones ya cercenadas y entonces, al estar desconectado de otros mercados, debe reproducir tales limitaciones. De esta manera, ambos sectores condenan a la fuerza de trabajo a venderse por debajo del valor.
Hasta aquí, pareciera que esta fuente de compensación implicaría que todos los trabajadores venden su fuerza de trabajo por debajo de su valor pero debemos reconocer que la necesidad de tal compensación es diferente entre empresas y, en segundo lugar, que la posibilidad de evitar la caída de sus remuneraciones por debajo del valor no es idén?ca entre todos los trabajadores. La necesidad de compensaciones por vía salarial ?ende a ser mayores mientras más grande es el rezago produc?vo. De allí la necesidad de reconocer a la segmentación laboral –esto es que dos trabajadores de similares caracterís?cas posean dos salarios diferentes simplemente por trabajar en empresas diferentes- como una forma de la venta de la fuerza de trabajo por debajo de su valor y, por ende, como vía de compensación. En cuanto al segundo aspecto, tal proceso afecta a los trabajadores más simples –a los que se suman las porciones más discriminadas de la fuerza laboral (mujeres, jóvenes, inmigrantes, etc.)- debido a que son los más expuestos a la competencia y con menos herramientas para evadir esa necesidad.
Rasgos de la industrialización argen3na en el espejo internacional En esta apretadísima síntesis vimos que las condiciones produc?vas diferenciales de las empresas implican condiciones laborales también diferenciales. Específicamente, las que se rezagan produc?va-
Gráfico 1. Produc3vidad industrial rela3va Argen3na / Estados Unidos. 1935-2010. En porcentaje.
Fuente: Elaboración propia en base a Graña y Kennedy (2008), Iñigo Carrera (2007) y PADI-CEPAL, ENGE – INDEC.
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mente, y en par?cular si un país posee todas empresas de esas caracterís?cas, comienzan a deteriorar las condiciones de empleo. En este marco, si analizamos la industria argen?na veremos que efec?vamente está caracterizada por pequeñas empresas en relación a cualquier variable que se u?lice: sea ocupados por establecimiento, potencia instalada, etc. Ello provoca que su produc?vidad progrese lentamente y por ende, no pueda compe?r directamente en el mercado mundial. Una forma de verlo es analizando la produc?vidad laboral rela?va con Estados Unidos. Como se observa en el Gráfico 1 que, en las es?maciones más op?mistas alcanza al 40% de la estadounidense y entre las que son menos apenas un 20%. Si analizamos únicamente a las empresas más grandes del país la brecha también sería importante. Ello muestra la necesidad de compensaciones para con?nuar en producción las que, a su vez, condicionarán el ritmo y forma de su desarrollo. La condición histórica de nuestro país es la redistribución de la renta de la ?erra (Iñigo Carrera, 2007) pero -como vemos en el Gráfico 2- las remuneraciones comenzaron a cumplir un rol compensador a par?r de 1976. ¿Por qué no antes si el rezago es estructural? La respuesta a este interrogante, se vincula con la forma que tomaba el proceso de acumulación de capital en Argen?na en el contexto de las diferentes etapas del proceso mundial.
Hasta los años setenta, la industrialización sus?tu?va mantenía rela?vamente aislado al país de los flujos de mercancías y capitales de manera que la gran brecha de produc?vidad existente no se expresa de manera relevante. En ese marco la redistribución de la renta por varios mecanismos permi@a una acumulación de capital rela?vamente normal sólo interrumpida por los ciclos del stop & go vinculados a ella. Sin embargo, con la transformación de la acumulación de capital mundial luego de la crisis de comienzos de los años setenta, vinculada al surgimiento de las tecnologías de las comunicaciones, la producción de mercancías tendió a concentrarse en plataformas de exportación donde pudiera u?lizarse la fuerza de trabajo en condiciones más baratas. En este nuevo contexto, el rezago produc?vo argen?no se vería profundizado ahora por la competencia de producción donde las condiciones laborales eran peores. En ese contexto se comienza el proceso de apertura y liberalización donde la brecha internacional de produc?vidad comenzó a expresarse brutalmente. Claro que ese se conjugó perfectamente bien con las polí?cas represivas de la úl?ma dictadura militar. A par?r de allí, en el marco de una economía más abierta la imposibilidad de compe?r –reiteradamente profundizada por procesos de sobrevaluación cambiaria- condujo a sucesivas crisis que irían deteriorando crecientemente las condiciones laborales y salariales de manera de lograr una espuria y evanes-
Gráfico 2. Evolución del salario real promedio industrial, Argen3na y Estados Unidos. 1935 =100.
Fuente: Elaboración propia en base a Graña y Kennedy (2008).
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Mínimas conclusiones Es claro que el úl?mo cuarto del siglo pasado no fue bueno para los trabajadores en Argen?na. Sin embargo, la discusión sobre el por qué eso fue así presenta muchísimas aristas. Aquí nos concentramos el rezago produc?vo y su forma de compensación ya que, lamentablemente, las condiciones estructurales de nuestro país perduran por lo cual se torna más importante reconocerlas y transformarlas. Como la produc?vidad rela?va del sector industrial argen?no es apenas entre un 20% y un 40% del estadounidense; inclusive si tomamos únicamente a las empresas más grandes del país estamos lejos de esos niveles. Como tal, la necesidad de compensaciones es permanente. Uno podría pensar que si la renta de la ?erra fluyera permanentemente y en can?dades suficientes no habría problema, sin embargo eso no ocurre. Por ende, los trabajadores seguirán sosteniendo de manera extraordinaria la acumulación de capital en Argen?na. Frente a la moda de centrar la solución nacional en la re-industrialización, lo que aquí desarrollamos llama a complejizar ese pensamiento. La solución radica en qué caracterís?cas tendrá esa industria, par?cularmente qué potencias produc?vas tendrá. Evidentemente el sector industrial posee potencialmente muchas caracterís?cas posi?vas (rendimientos a escala, transabilidad, eslabonamientos y generación de empleo) pero sus condiciones produc?vas determinarán el resultado. Mientras no reconozcamos la centralidad de esas condiciones produc?vas para la cons?tución de un mercado laboral que asegure calidad y salarios dignos, seguiremos viviendo al ritmo de la renta y sus crisis. Su resultado es el que vimos durante las úl?mas décadas. Notas (1)Este trabajo es un apretado resumen de un trabajo presentado a las IV Jornadas de Historia de la Industria y los Servicios y a las VI Jornadas de Economía Crí?ca que proviene a su vez de la Tesis Doctoral. (2)Es importante notar la concentración a la que nos referimos no ?ene que ver con la porción del mercado que abastece cada empresa, a lo que normalmente se alude como concentración económica, sino con su escala de producción.
Coyuntura Situación nacional y crisis internacional
La informalidad y precarización laboral en Argen?na (1995-2012)
Alejandro Gómez
Estudiante avanzado de la Lic. en Economía de la UBA. Becario UBACyT estímulo. Ayudante de segunda categoría en Macroeconomía y Política Económica (trámite cajoneado). alejand.gomez@yahoo.com.ar
En un contexto mundial con importantes dificultades para incorporar a un amplio sector de la población a los principales circuitos de la producción y por tanto, a los sistemas de protección social, el concepto de economía informal se ha convertido en objeto de notables controversias teóricas. No obstante la existencia de vasta literatura sobre el fenómeno, no se ha llegado a una visión unificada sobre su definición, causas y relevancia. En el caso argentino, comprender la economía informal es de vital importancia para el entendimiento de muchos movimientos del mercado laboral en los últimos treinta años. Este trabajo es un aporte a la discusión sobre el concepto de economía informal y su relación con la precarización laboral. En el mismo se identifica la evolución de estos fenómenos con el patrón de acumulación del período en cuestión.
Es preciso, en primer lugar, clarificar cuál es el significado que le atribuimos al mercado laboral. Cuando nos referimos a este mercado, estamos hablando de las caracterís?cas históricamente determinadas en que se vende la fuerza de trabajo. Es decir, lo que se llama mercado de trabajo (1) es la expresión de la puja entre compradores de fuerza de trabajo (capitalistas) y vendedores de la misma (trabajadores). Así, en las décadas del 50 y del 60, las necesidades de la acumulación de capital llevaron a la creación de un obrero indiferenciado y abaratado mediante la producción estatal de servicios que forman parte del valor de la fuerza de trabajo. El Estado, como representante del capital social, toma en sus manos la mayor parte de la producción de fuerza de trabajo, generando una reducción del valor de la misma al vender dichos servicios al precio de costo. A mediados de los años 70’s, con la introducción de diferentes procesos de automa?zación y de robo?zación, se verifica una fragmentación de la fuerza de trabajo. Es decir, a par?r del desarrollo de las fuerzas produc?vas se presenta la necesidad de trabajadores diferenciados, que tengan a cargo el avance de la técnica y que puedan realizar un trabajo cada vez más complejo. A su vez, las nuevas condiciones de producción implican una mayor capacidad de extracción de plusvalía rela?va a cada trabajador individual. Este movimiento se ve acompañado de la expulsión de trabajo vivo reemplazado por trabajo muerto, generando una mayor población obrera sobrante. Por un lado, el sistema produc?vo demanda fuerza de trabajo para tareas complejas y por el otro, expulsa trabajadores que sólo podrán vender su fuerza de trabajo en nuevas condiciones favorables para el capital: sin aportes jubilatorios, sin vacaciones pagas, mediante contratos por ?empo determinado, entre otras modalidades de flexi-
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47 La informalidad y precarización laboral en Argentina bilización laboral. El nuevo patrón de acumulación se expresa en una diferenciación a interior de la clase obrera. El capital, al no depender de las cualidades *sica intelectuales de ciertos trabajadores, se libera de reproducir una porción de la clase trabajadora en las condiciones en que se lo hacía anteriormente. Esta nueva determinación de la acumulación se expresa polí?camente en el Estado neoliberal, que instala un nuevo marco regulatorio; permi?endo la diferenciación real (con derechos disímiles) al interior de la clase trabajadora. A par?r del reconocimiento de este fenómeno, diferentes escuelas buscan cuan?ficar estos movimientos al interior de la clase trabajadora. Surgen de esta manera nuevos indicadores que intentan captar las heterogeneidades existentes entre los trabajadores: por un lado, aparecen los indicadores de polarización de la fuerza de trabajo y por el otro, aquellos relacionados con la informalidad y la precariedad. El presente trabajo intenta clarificar los dis?ntos conceptos de informalidad y mostrar la evolución de la precariedad laboral en el caso de la Argen?na.
Enfoques sobre los conceptos de informalidad y precariedad La escuela neoclásica afirma que existe un mercado laboral que se vacía de la misma forma que lo hacen los demás mercados. La concurrencia de compradores y vendedores de trabajo, en competencia perfecta, genera un salario y un nivel de empleo de equilibrio que son determinados por la produc?vidad del trabajo. Como crí?cas a la concepción ortodoxa del mercado de trabajo, surgen diferentes enfoques que buscan adecuarse más al funcionamiento del mundo real. La teoría de los Mercados Internos de trabajo explica que éstos, al regirse por un conjunto de reglas y procedimientos administra?vos, están protegidos de las presiones compe??vas del mercado de trabajo externo (Doeringer y Piore, 1971). De esta forma, existen mercados regulados por reglas diferenciales. Esta conceptualización se ha llevado a un extremo con el surgimiento de la Teoría del Mercado Dual de trabajo (MacConnel y Brou, 1997). Desde esta visión, existe una franja de los trabajadores que no logra insertarse en el sector moderno de la economía y solo pueden ofrecer su fuerza de trabajo en los mercados secundarios, en condiciones de empleo desfavorables. Las corrientes heterodoxas, entonces, explican la desigualdad en las condiciones laborales a par?r de la heterogeneidad de la estructura produc?va de la economía. En el caso de América La?na, las tesis estructuralistas retomaron el concepto de segmentación para
explicar la presencia conjunta de: un sector moderno, con acumulación normal de capital, y uno atrasado y tradicional con dificultades de acumulación (Prebisch, 1962). El concepto de economía informal está ín?mamente ligado al enfoque de la heterogeneidad estructural y la segmentación del mercado de trabajo. El primero en u?lizar el término informalidad fue Keith Hart (1973), que postuló un modelo dual en cuanto a las posibilidades de ingresos de los trabajadores urbanos para las economías subdesarrolladas, especialmente las africanas. En esos casos, los empleados asalariados tenían mayores posibilidades de obtener ingresos altos que los autoempleados, considerados informales. A par?r de esta primera conceptualización surgen tres principales enfoques sobre el tema. En primer lugar, se asoció este fenómeno a una situación de pobreza. Así, la informalidad estaba ligada a una determinada forma que tomaba el empleo urbano: con bajos requerimientos de capital, empresas familiares, producción trabajo intensiva y a pequeña escala y la presencia de mercados desregulados (PeaBe, 1980). Las primeras publicaciones del PREALC-OIT sobre el tema adhieren a este enfoque y proponen considerar al sector informal como subempleo. El surgimiento de este sector es consecuencia de la incapacidad de absorción de ciertos grupos de trabajadores por parte del aparato produc?vo moderno, suceso caracterís?co de los países atrasados. El principal criterio de medición que se deriva de esta interpretación iden?fica a la unidad de producción como unidad de análisis. En consecuencia, el Sector Informal Urbano se define como la can?dad de trabajadores empleados en microempresas (de menos de cinco o diez empleados dependiendo del criterio nacional). Un segundo enfoque es el propuesto por De Soto (1986). Este autor, en?ende a la informalidad como el resultado de la excesiva intervención estatal, que impide el desarrollo de la dinámica empresarial. Entonces, el crecimiento de la economía informal se explica por la necesidad de superar la opresión de las regulaciones estatales y de la elite que ?ene el privilegio de par?cipar en la economía formal. Por úl?mo, aparece un tercer enfoque que iden?fica al sector informal como “todas las ac?vidades redituables que no están reguladas por el Estado en entornos sociales en los que sí están reguladas ac?vidades similares” (Castells y Portes, 1989: p.12). Los autores toman el enfoque de la nueva economía ins?tucional de Feige para realizar una taxonomía de las ac?vidades produc?vas. De esta manera, lo que se define genéricamente como economía subterránea
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posee cuatro subformas: economía ilegal, economía no declarada, economía registrada y economía informal. Si bien existe bastante superposición entre las formas definidas, la dis?nción entre las ac?vidades informales e ilegales permite iden?ficar cuál es nuestro universo de estudio.
El producto final no es lo que diferencia a la economía informal de la formal, la dis?nción entre las mismas se debe a la forma en la cual se desarrollan los procesos de producción y distribución. La informalidad, desde la perspec?va de estos autores, es una forma de vinculación entre el capital y el trabajo, que es resultado de la reestructuración del sistema capitalista. El fenómeno estudiado, entonces, ocurre tanto en los países atrasados como en los desarrollados. Tanto el segundo como el tercer enfoque apuntan a captar, mediante sus criterios de medición, las acciones económicas que pasen por alto la protección y reglas administra?vas correspondientes a la regulación estatal. Aún con esta coincidencia, las conclusiones que efectúan a par?r de sus mediciones presentan notables diferencias. Mientras la interpretación de De Soto atribuye la existencia de la informalidad a la excesiva intervención estatal (desde una mirada neoclásica), Portes explica el fenómeno como el corolario de la nueva división internacional del trabajo (desde una perspec?va más heterodoxa). Luego de estos tres enfoques fundadores, aparecen diferentes inves?gaciones que buscan profundizar sobre cuál es el objeto de estudio y cuál es el fenómeno relevante para el análisis. Una de estas inves?gaciones argumenta: “La valoración de la informalidad no implica (…) limitarse al tratamiento del campo tradicionalmente denominado sector informal, sino que (…) recuperando la perspec?va de la precariedad laboral, [se debe] ampliar la frontera conceptual, para rescatar todas las modalidades de inserción informal” (Pok y LorenzeB, 2007: p.9). En coincidencia, otros autores explican el fenómeno principal de la dinámica actual del mercado de trabajo es la precariedad laboral, englobando a la informalidad como uno de sus componentes (Santarcángelo y Schorr, 2000; Lindemboim, 2000; Neffa, 2012). La misma OIT ha ido variando su conceptualización, incorporando di-
mensiones asociadas a las condiciones de empleo a@pico, con la u?lización del concepto trabajo decente (OIT, 2002). A par?r de la incorporación del enfoque de la precarización laboral se busca captar nuevas formas de inserción laboral inestable o con carencia de protección plena. Así, los criterios de medición apuntan principalmente a las condiciones de contratación del trabajador individual y a las estrategias de reproducción de la unidad domés?ca.
Evolución de los indicadores A par?r de los enfoques explicados anteriormente, en esta sección se mostrará la evolución de cada uno de los criterios de medición, tomando como fuente de información la Encuesta Permanente de Hogares. Los gráficos se presentan par?dos en el año 2003, dado el cambio en la metodología de relevamiento de datos de la encuesta (2). A su vez, es necesario remarcar que el INDEC, luego de su intervención en el primer trimestre del 2007, no ha publicado la base de microdatos del tercer trimestre del mismo año, por lo que la serie debería presentar un segundo corte en los datos en esa fecha. Desde la perspec?va de los textos iniciales sobre la informalidad, el fenómeno generalmente se capta iden?ficando a los trabajadores empleados en lo que se llama empresas pequeñas (o microempresas). La lógica de este ?po de mediciones es iden?ficar a las unidades produc?vas que se u?lizan como refugio ante la imposibilidad de conseguir un trabajo formal y en relación de dependencia. Así, los ocupados que trabajan en empresas de hasta cinco compañeros incluyéndose a sí mismo, se consideran informales. Este criterio es con frecuencia asociado a la OIT, aunque en reiteradas publicaciones este organismo incorporó otro ?po de enfoques.
En cambio, otro ?po de indicadores se caracterizan por tener como unidad de análisis al trabajador asalariado. De esta manera, se considera trabajadores informales a quienes no realizan aportes jubilatorios. En consecuencia, la informalidad como la no registración
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49 La informalidad y precarización laboral en Argentina de los asalariados puede entenderse como ac?vidades redituables que no están reguladas por el Estado, mientras ac?vidades similares si lo están (realizan aportes jubilatorios). De esta forma, puede iden?ficarse esta medición con los conceptos de Castells y Portes.
Por úl?mo, ante la incapacidad de estos indicadores de captar nuevas formas de trabajo no formal e inserción laboral inestable, surgen las mediciones sobre la precariedad laboral. Este concepto complementa y engloba la no registración (3). En este trabajo los asalariados precarios son quienes (4): no realizan aportes jubilatorios; no poseen aguinaldo; no poseen obra social; no ?enen vacaciones pagas o trabajan por ?empo determinado (5).
Conclusiones El proceso de diferenciación al interior de la clase obrera, que se efectúo a par?r de la década del 70, obedece a una nueva etapa de la acumulación capitalista. El reconocimiento de este fenómeno llevó a que diferentes escuelas exploren explicaciones de esta situación, derivando en dis?ntos criterios de cuan?ficación. La informalidad medida como los trabajadores de empresas pequeñas o como la no registración de los asalariados apunta a la cuan?ficación de una parte del fenómeno, pero a par?r de diferentes regulaciones flexibilizadoras, el enfoque de la precariedad parece más acertado para comprender la inserción laboral inestable. Por otro lado, los indicadores estudiados iden?fican un momento anterior, la relación asalariada de los 50`s, como
la situación normal de venta de la fuerza de trabajo. Es decir, pareciera que el empleo @pico fuera el ideal de no explotación al cual se debe volver. De esta forma, al entender el trabajo asalariado no precario como una relación que debería perpetuarse, se oscurece la existencia de trabajadores explotados en ese momento histórico del sistema capitalista. Con respecto a la evolución de las mediciones, se puede aseverar que aún con el período de recuperación económica luego de la crisis del 2001, la informalidad y la precariedad laboral se man?enen en niveles similares a los del inicio del segundo período del menemismo. De esta manera, este sector de la economía se establece como una caracterís?ca estructural de la misma. Los trabajadores en microempresas son los que ?enen una mayor variación en relación al comienzo de la serie, aunque dado que el gráfico pega un salto en el momento del cambio metodológico (6), este resultado puede ser dudoso. Tanto la serie de la no registración como la de la precariedad, no disminuyen a niveles alejados de la medición del año 1995. Por úl?mo, la fragmentación de la clase obrera según las necesidades del capital implica una división de la subje?vidad de los trabajadores. Así, la igualdad y la solidaridad de clase se presenta como su contrario: una creciente polarización. En consecuencia, bajo la forma de acumulación capitalista actual, se presenta como principal necesidad de clase la unificación de las luchas de los dis?ntos fragmentos de trabajadores. Notas (1)Lo que podríamos llamar, más a?nadamente mercado de fuerza de trabajo. (2)En el año 2003 la Encuesta Permanente de Hogares cambió su metodología y por tanto, las preguntas y variables que se relevan. Así, se cambió la encuesta puntual con dos relevamientos anuales en mayo y octubre, por la con?nua que se realiza trimestralmente. (3)Según el autor que se esté estudiando, la precariedad laboral se refiere a diferentes variables. (4)Se Iden?fica al trabajador como precario si cumple con alguna de esas carencias: considerando la relación asalariada plenamente protegida como su contrario. Otros indicadores de precariedad más completos incorporan la acumulación deficiente de capital dentro de las variables que definen al sector. (5)Incluye changa, trabajo transitorio, por tarea u obra, suplencia, entre otros. (6)El cambio desde la EPH puntual a la con?nua, implicó una ampliación del universo de ocupados y tuvo incidencias diferenciales sobre las dis?ntas categorías ocupacionales. Ver Graña, J., y Lavopa, L. (2008).
Coyuntura Situación nacional y crisis internacional
¿De qué hablamos cuando hablamos de reprimarización?
Un aporte al debate sobre la discusión del modelo de desarrollo.
Ariel M. Slipak
Licenciado en Economía UBA. Docente CBC-UBA y UNM. Becario de Investigación ANPCyT con sede en UNGS. Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales UNGS-IDES. Miembro de la Sociedad de Economía Crítica (SEC) y el Instituto Argentino para el Desarrollo Económico (IADE). Se agradecen comentarios y debates; correo de contacto: aslipak@ungs.edu.ar
Este trabajo sintetiza y expone parcialmente una ponencia a presentarse en las VI Jornadas de Economía Crítica (JEC) de la Sociedad de Economía Crítica (SEC) y se realiza en el marco del Proyecto de Investigación Agencia PICT 1216-2008 Modelos de desarrollo: actores, disputas y nuevos escenarios en la Argentina contemporánea. Se agradece a la totalidad del mencionado equipo de investigación por invaluables comentarios, especialmente a Maristella Svampa, Cecilia Anigstein y Gabriela Wyzczykier. Un agradecimiento también a Cecilia Salinas.
Una de las principales problemá?cas con diferentes categorías y clasificaciones en el campo disciplinar de la Economía es que la corriente de pensamiento neoclásica o marginalista, ha logrado quitarle a la mayoría de los conceptos su anclaje histórico. En otras palabras, a par?r de la creencia de que la rigurosidad cien@fica deviene de la elegancia matemá?ca y la mayor neutralidad polí?ca posible, obtenemos categorías que se presentan como “obje?vas” con usos sumamente disímiles y sin saber los propósitos con los cuales los mismos fueron desarrollados. Durante los úl3mos años podemos observar en publicaciones académicas referentes a disciplinas como la Economía y la Sociología, una creciente u3lización del concepto de reprimarización de la economía. Un aspecto importante a destacar es que el mismo aparece en dis3ntos trabajos u3lizado en sen3dos muy diferentes. El concepto se emplea fundamentalmente en discusiones sobre los modelos de desarrollo en América La?na, en el marco de un fuerte debate en torno a una posible reprimarización o no de las economías de la región. Lo curioso es que tanto quienes abonan esta postura como sus detractores, no pueden dialogar entre sí por la falta de homogeneidad en la u?lización de la acepción. Más allá de la falta de consenso en la academia sobre el concepto, es aún más interesante observar la aparición de la discusión basada en criterios meramente técnicos, olvidando cuáles fueron los fenómenos socioeconómicos que dieron origen a esos mismos debates. En este ar4culo nos proponemos realizar una primera sistema3zación parcial sobre algunos de los usos con los cuales se emplea el término y discu3r-
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51 ¿De qué hablamos cuando hablamos de... los de manera conjunta con determinados posicionamientos epistemológicos y polí3cos sobre la cues3ón del desarrollo. De esta manera pretendemos abonar a un mayor diálogo entre diferentes ver?entes teóricas heterodoxas y el debate polí?co. Asimismo, reivindicamos que los conceptos en las ciencias sociales efec?vamente poseen un propósito que jamás es neutro en términos de disputas polí?cas o meramente técnico.
Algunos usos técnicos, la falta de diálogo y de vínculo con fenómenos sociales Como mencionábamos en la introducción, el creciente uso de la expresión reprimarización aparece en la literatura aludiendo a un mero fenómeno de pérdida de preponderancia del sector manufacturero sobre el total del valor agregado de la economía en detrimento del sector primario. En otros casos se evalúan los pesos de ambos sectores en el total de exportaciones de la economía. Textos con un mayor grado de refinación metodológica respecto a los usos anteriores (leve), agregan los pesos sectoriales de importaciones (1) y también la contribución al crecimiento que realizan diferentes ac?vidades económicas (en lugar de mirar simplemente el peso total de los mismos en el producto). Estas variables que venimos mencionando, pueden exponer resultados contradictorios entre ellas mismas. Ante esta situación realizamos algunas observaciones en torno a este debate que son aquellas que nos llevan a presentar este ar@culo: - En la con?enda polí?ca sobre la reprimarización de la economía parece prevalecer entre sus académicos par?cipantes una alusión exclusiva a determinadas variables entre las ya mencionadas, y una omisión sistemá?ca de aquellas que muestran resultados adversos a la hipótesis que plantean. - A par?r de las variables mencionadas la reprimarización de la economía parece ser un fenómeno posible de conmensurar año tras año y no un proceso o tendencia. - El único consenso que aparece en los debates es la asociación del fenómeno de la reprimarización como contrario a los obje?vos deseables del desarrollo. Recuperando el anclaje histórico Indagando sobre los mo?vos por los cuales un mayor peso del sector manufacturero en el total de producto, en la contribución al crecimiento o en las
exportaciones aparece vinculado a los obje?vos deseables del desarrollo en América La?na, encontramos que este ?po de perspec?vas proviene del estructuralismo de CEPAL de la década de 1950. (2) En esos años de intenso debate sobre el desarrollo y el contexto de la industrialización por sus?tución de importaciones (ISI) de varios países de la región, éstos teóricos -liderados por Prebisch- postulaban que era a través del reemplazo de las ac?vidades primarias tradicionales por modernas ac?vidades industriales con mayor contenido de valor agregado que mejorarían los promedios salariales. Simultáneamente, este proceso traería aparejada una mejora en la distribución del ingreso y la calidad de vida de la población. Así, los países de la región podrían crecer en base a un patrón auto-sustentado. En la visión estructuralista, en pos de alcanzar los obje3vos de la modernización, se debía facilitar la acumulación de excedente económico en manos de las burguesías de la región, que eran percibidas como la clase social pujante que podía conducir este proceso. Entre los límites observados que obturan dicha acumulación se encuentran la existencia de una matriz produc?va poco diversificada y con un importante grado de heterogeneidad en las produc?vidades, la tendencia al deterioro secular de los términos de los términos de intercambio de las materias primas en pos de las manufacturas e incluso el consumo suntuario e imita?vo de las élites
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* Durante los úl'mos años podemos observar en publicaciones académicas referentes a disciplinas como la Economía y la Sociología, una creciente u'lización del concepto de reprimarización de la economía. Un aspecto importante a destacar es que el mismo aparece en dis'ntos trabajos u'lizado en sen'dos muy diferentes.
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* es a par'r de alertar sobre los riesgos de una posible reprimarización de la economía, que desde concepciones evolucionistas y neodesarrollistas se prescribe a las economías emergentes que lleven adelante polí'cas para garan'zar la compe''vidad autén'ca.
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del centro. Estos autores prescribían una serie de polí?cas que debía seguir el estado para facilitar la acumulación por parte de la burguesía De esta breve caracterización de las ideas estructuralistas podemos encontrar la asociación entre el reemplazo de ac3vidades tradicionales o primarias por aquellas modernas o industriales unida a una noción de progreso. Por ende, un retroceso en la industrialización es percibido como un desandar en los obje3vos del desarrollo (Grigera, 2011). Consideramos sumamente relevante mencionar, que la ponderación posi?va sobre la ac?vidad manufacturera se origina en el mayor contenido de valor agregado que para ese entonces poseía necesariamente respecto de las ac?vidades primarias.
Unas primeras observaciones crí3cas desde aspectos técnicos Es interesante mencionar que, en la propia percepción estructuralista, si los obje?vos del desarrollo se vinculan con la superación de la heterogeneidad estructural, tanto el proceso virtuoso de incorporación de ac?vidades de mayor contenido de valor agregado a la matriz produc?va, como así también la reprimarización -como desandar de aquel caminoconsisten en transformaciones de la estructura económica. Por esto úl?mo, deben ser estudiadas como procesos y no como fenómenos oscilantes año tras año. Resulta llama?vo el creciente debate a par?r de un análisis de algunos cambios interanuales de unas pocas variables para series cortas, en lugar de estudiarlas de manera conjunta y como un proceso de
mayor complejidad.
La discusión del concepto en el contexto de una nueva configuración del capitalismo Hacia mediados de la década de 1980 se profundizan importantes transformaciones en la forma de acumulación global. Asumen mayor relevancia como actores grandes empresas transnacionales (ET) que organizan la producción a escala global deslocalizando diferentes procesos de cadenas globales de valor (CGV) acorde al país en el cual encuentran mayores ventajas compara?vas tradicionales, pero concibiendo aún la producción de manera sistémica. En este sen?do se observa un importante desplazamiento de numerosos procesos industriales hacia la región de Asia-Pacífico, cobrando gran vigor a par?r de la década mencionada el caso de China. Son transformaciones como los avances en telecomunicaciones, trasporte e informá?ca y el uso de la robó?ca en la faz produc?va las que permiten estas modificaciones, entre las que encontramos una importante escisión de etapas produc?vas según su intensidad de usos de conocimiento. Estos cambios permiten que procesos industriales con reducido contenido de valor agregado -como la ac?vidad de ensamblaje- puedan ser tercerizados hacia firmas instaladas en países que poseen en términos de Fajnzylber compe??vidad espuria (3). En estas perspec?vas evolucionistas -que la CEPAL y exponentes del neodesarrollismo adoptan a par?r de la década de 1980-, los países que experimentaran un proceso virtuoso de crecimiento económico acompañado por altos salarios serán aquellos que desarrollen o que se denomina compe??vidad autén?ca (4). Siguiendo a Grigera (2011), resulta per?nente traer a colación que estas transformaciones justamente implican que al ser ac?vidades de servicios aquellas que preponderantemente generan en la actualidad mayor valor agregado que varias etapas industriales, en varios países considerados desarrollados se produce un fenómeno de desindustrialización y crecimiento de la ac?vidad terciaria. Nótese, entonces, que a par3r de estas las transformaciones en la forma de acumulación y producción a escala global, el conmensurar la evolución del peso del sector manufacturero en la ac3vidad económica no necesariamente nos está indicando si al interior de una economía se desarrollan ac3vidades de mayor contenido de valor agregado. Precisando, la existencia de ac?vidades secundarias de reducida
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53 ¿De qué hablamos cuando hablamos de... tecnificación, como así también de algunas primarias o de servicios intensivas en conocimiento, el trabajo a realizar para evaluar el fenómeno debería constar de estudios más complejos al interior de cada uno de los sectores. Por úl?mo, queremos remarcar que es a par3r de alertar sobre los riesgos de una posible reprimarización de la economía, que desde concepciones evolucionistas y neodesarrollistas se prescribe a las economías emergentes que lleven adelante polí3cas para garan3zar la compe33vidad autén3ca. Esto es, garan?zar un adecuado marco micro-meso y macroeconómico en pos de que al interior de cada país se lleven adelante ac?vidades con mayor contenido de valor agregado. En otras palabras, así como en diferentes momentos históricos dis?ntos países llevaban adelante devaluaciones compe??vas, ahora deberían compe?r por ofrecerle a las firmas mandantes de una CGV las mejores condiciones para que allí localicen las ac?vidades más virtuosas. A este proceso de ascenso por la escalera al interior de cada CGV se la denomina ascenso industrial.
La reprimarización como un concepto hegemónico Acorde a Maristella Svampa (2011), existen en el ámbito académico diferentes conceptos que pueden ser u?lizados para la reproducción de ideas hegemónicas que presentan una noción de progreso y modernidad; otros conceptos que pueden ser empleados como de manera contestataria en pos de la generación de acciones colec?vas de resistencia y otros conceptos cuyo sen?do se encontrará en disputa. Es interesante remarcar que el estructuralismo fundamentaba que a par?r de superar los límites a los impedimentos de la acumulación de excedentes en manos de la burguesía se desencadenaría un proceso sostenido y virtuoso que llevaría a mejoras en la calidad de vida de la población. De manera análoga, estas nuevas perspec3vas sobre el desarrollo -neodesarrollistas y evolucionistas- al prescribir el ascenso industrial como obje3vo del accionar estatal (y aquello que indiscu3blemente se asocia a una mejora en la calidad de vida ‘general’ de la población), nos lleva a una lógica en la cual los medios para la consecución de los obje3vos del desarrollo pueden fijar como prioridades la transferencia de recursos al capital concentrado, el priorizar un marco jurídico a favor del de sector privado, el poner un sistema de ciencia y técnica para la generación de oportunidades de ne-
gocios y ejemplos afines. Es tras estas lógicas que estos medios se suelen transformar en obje3vos.
Nuevas perspec3vas crí3cas sobre el desarrollo y el empleo del concepto de reprimarización Una serie de autores crí?cos a las concepciones de la economía sobre la cues?ón del desarrollo económico también u?lizan el concepto de reprimarización. Algunos de ellos provienen de las ciencias ambientales, la sociología y otras ciencias sociales (y hasta de la propia economía en diálogo con otras disciplinas). (5) Svampa (2011), por ejemplo cuando se refiere al fenómeno de reprimarización alude a la consolidación de un perfil produc3vo con alta especialización en ac3vidades extrac3vas, consolidación de enclaves de exportación y concentración económica. En líneas generales, esta autora expone cómo diferentes discursos sobre el desarrollo pueden jugar a favor de la definición de perfiles produc?vos como el que describimos, que resultan por cierto sumamente dependientes. Si bien es cierto que en esta concepción el grado de diversificación de la matriz produc?va sí se ?ene en cuenta, no es menor mencionar que aquí la reprimarización no se trata simplemente de conmensurar el peso de diferentes ac3vidades económicas sobre exportaciones, el valor agregado o la contribución al producto, sino que más bien 3ene que ver con un debate sobre el 3po de proyecto societal o modelo de desarrollo, en el cual no solamente se dimensionan los aspectos económicos.
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* Svampa (2011), por ejemplo cuando se refiere al fenómeno de reprimarización alude a la consolidación de un perfil produc'vo con alta especialización en ac'vidades extrac'vas, consolidación de enclaves de exportación y concentración económica.
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Reflexiones preliminares y desa!os para el pensamiento crí3co la3noamericano (6) Habiendo explorado sucintamente algunos de los usos que se le otorga a la expresión reprimarización de la economía, sus vínculos con aspectos técnicos y con algunos anclajes históricos, creemos haber expuesto la relevancia de evitar el deba3r sobre si una economía se reprimariza o no a par3r de conmensurar livianamente algunas variables en el corto plazo sin entenderla como un fenómeno. Consideramos que no se debe perder rigurosidad en el análisis de las variables macroeconómicas y que efec?vamente la acepción de que se trata de un proceso de reorientación de los recursos de una economía hacia ac?vidades de menor contenido de valor agregado (7). Sin embargo, si se conciben a las ciencias sociales desde una perspec3va en la cual las mismas deben tener un potencial transformador en pos de la generación de proyectos por y para los sectores subalternos de una sociedad, este fenómeno económico no se debe escindir de sus vínculos con las pujas de intereses de diferentes actores y el accionar estatal. En una breve e inicial sistema?zación, creemos haber expuesto que el concepto de reprimarización se puede vincular con una retórica neodesarrollista o evolucionista que prescriba polí?cas en pos de alcanzar a toda costa los propósitos del ascenso industrial, como así también hemos evidenciado que el mismo se puede emplear para alertar sobre tendencias a la conformación de una matriz produc?va orientada no amigable con el medio ambiente y tendiente a la consolidación de economías de enclaves que respondan a intereses de sectores concentrados (y/o externos). Por esto úl?mo, consideramos que el concepto de reprimarización enmarcado en el debate sobre los modelos de desarrollo en América La3na se trata de una terminología que -quienes creemos en la posibilidad de ejercer la ac3vidad cien4fica con propósitos transformadores de la sociedad-, debemos disputar. Bibliogra!a Ernst, D. (2002): “Global Produc?on Networks and the Changing Geography of Innova?on Systems. Implica?ons for Developing Countries”, Journal of the Economics of Innova?on and New Technologies. N° 11(6) pp 497-523. Gereffi, G. (2001): “Las cadenas produc?vas como marco analí?co para la globalización” Problemas del Desarrollo, V. 32, N°125 , México D.F.
Grigera, J. (2011): “La desindustrialización en Argen?na. ¿Agresión a la manufactura o reestructuración capitalista?” en Bonnet, A. (comp) El país invisible. Debates sobre la Argen?na reciente. Ediciones Con?nente, Buenos Aires. pp 81-101. Katz, C. (2012): Bajo el imperio del Capital. Ediciones Luxemburg, Buenos Aires Prebisch, R. (1981): Capitalismo Periférico. Crisis y transformación. Fondo de Cultura Económica, México D.F. Svampa, M. (2011): “Extrac?vismo neodesarrollista y movimientos sociales ¿Un giro ecoterritorial hacia nuevas alterna?vas?”, en Grupo Permanente de Trabajo sobre Alterna?vas al Desarrollo (Comp.) Más allá del desarrollo, Fundación Rosa Luxemburgo – Editorial el Conejo, Quito. pp. 185-216.
Notas (1)A par?r del estudio de los pesos sectoriales de importaciones se puede verificar que incrementos de exportaciones de un sector no se expliquen por meras re-exportaciones. (2)No se desconocen antecedentes anteriores. Se toma a esta corriente como una referencia teórica de relevancia a par?r de la cual existe una ligazón entre la visión industrialista y el desarrollo económico. (3)Nos referimos a salarios reducidos por poseer monedas sumamente depreciadas, salarios reales reducidos al interior de la economía, normas laborales precarias o incen?vos y/o exenciones imposi?vas a las grandes empresas. (4)En términos de Fajnzylber (5)Destacamos entre estos autores a Eduardo Gudynas, Koldo Unceta y Maristella Svampa (6)Habitualmente este ?po de acápites de cierre de un ar@culo se ?tulan como “reflexiones finales”. Dado que nuestra intención es “abrir debates”, se trata de “reflexiones pre-eliminares”. Queremos mencionar que por razones de extensión esta versión especialmente elaborara para Revista EPQ? cuenta con menos secciones que el trabajo a presentar en las VI JEC. De las secciones omi?das, una de las más relevantes es aquella en la cual profundizamos nuestras crí?cas al estructuralismo a par?r de a Teoría Marxista de la Dependencia. Se omiten en estas conclusiones los argumentos derivados de aquella sección. (7)Lo cual puede incluir diferentes sub-ac?vidades económicas de dis?ntas ramas de ac?vidad.
Coyuntura Situación nacional y crisis internacional
Del oro negro al oro verde
Un análisis del mercado de combus?bles en Argen?na.
Nicolás Lion
Licenciado en Economía UBA. Docente Geografía Económica (FCE-UBA) y Economía (CBC-UBA) - lion.nico@gmail.com
El trabajo analiza dos negocios millonarios. Por un lado, la producción de petróleo en torno a la cual postula explicaciones sobre la decisión del gobierno nacional de nacionalizar YPF. Por otro lado, pone de manifiesto qué se esconde detrás del nada inocente llamado a reemplazar el petróleo por los llamados “combustibles verdes”.
Cuando en 1932 Ibn Saud funda el Reino de Arabia Saudí una de sus primeras medidas será entregar el petróleo a la Standar Oil Co., olvidándose de sus an?guos aliados británicos que lo ayudaron en su larga conquista de los territorios de Meca y Medina(1). Es que el petróleo poco sabe de amistades duraderas y mucho de traiciones. Veamos qué ?ene esto que ver con la experiencia argen?na. En 1992 comenzó en la Argen?na del Consenso de Washington el proceso de priva?zación de YPF, pocos apostaban por entonces que seis años después iba a ser la española Repsol la empresa que se quedaría con la mayoría del paquete accionario de la otrora petrolera estatal. Con apenas 15 millones de dólares Repsol dejaba de ser una ignota jugadora en el mercado mundial de hidrocarburos para conver?rse en la octava petrolera mundial. No es Argen?na un jugador de peso en cuanto a producción y reservas de petróleo, pero el pequeño capital español no podía apuntar más alto. Se quedó con la 30ava reserva comprobada de petróleo a nivel mundial (alrededor de 2.580 millones de barriles en 2009) y la quinta a nivel la?noamericano después de Venezuela (1º, 301.501 millones), México (17º, 11.692 millones), Brasil (18º, 12.620 millones) y Ecuador (19º, 7.224 millones). Nada novedoso para un Estado que vivió siglos a costa de la rapiña de los recursos naturales de América la?na. Casi dos décadas después del inicio del proceso priva?zador, el Estado argen?no le dice adiós al capital español y, mediante la expropiación de las acciones correspondientes a Repsol, anuncia una nueva etapa de soberanía energé?ca. Pero, ¿puede el capitalismo argen?no llevar adelante a una YPF exitosa o debe, siguiendo las enseñanzas de Ibn Saud, necesa-
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riamente recurrir a un capital extranjero de mayor cuan@a para lograrlo?
La Caja Negra Que YPF sea un bo@n codiciado no es casualidad. Argen3na se encuentra en un subcon3nente cuyo principal atrac3vo para el resto del mundo son los recursos naturales que posee. Las principales empresas de América la?na son empresas vinculadas al sector extrac?vista en general, y al petrolero y gasífero en par?cular. De hecho las primeras cinco empresas de la región en 2009 según la revista América Economía(2), medidas por niveles de facturación, son del rubro: Petrobras (Brasil, U$ 104.933 millones), PeMex (México, U$ 85.319 millones), PDV (Venezuela, U$ 60.663 millones), PeMex Refinación (México, U$ 40.764 millones) y Petrobras Distribuidora (Brasil, U$ 31.635 millones). En el ránking YPF aparece en el puesto 46º (U$ 8.960 millones), sólo superada en Argen?na por Techint. Podemos deducir entonces que la expropiación del paquete accionario perteneciente a Repsol le dio al gobierno de Cris?na Kirchner no sólo un enorme rédito polí?co por el valor simbólico y afec?vo que ?ene YPF, sino también una caja nada desdeñable. Desde comienzos de la década de 1960 se empieza a ver un crecimiento de la producción local tanto de petróleo como de gas. Sin embargo, el gran salto de producción no vino acompañado por un aumento en la exploración y ampliación de reservas, sino que la misma se fue consumiendo. Este dato fue usado por el gobierno de Cris?na Kirchner para anunciar la expropiación del paquete accionario correspondiente a Repsol, cuando dijo que “de proseguir esta polí3ca de vaciamiento, de no producción, de no exploración, prác3camente nos tornaríamos con el nivel de
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* Lo di cil es creer el discurso de que estamos yendo hacia la soberanía energé'ca cuando necesariamente se buscan socios ávidos de recursos para las nuevas exploraciones
crecimiento, ac3vidad, industrias, trabajadores, en un país inviable”(3). Sin embargo, pese a que el mercado mayorista de gas y petróleo en Argen?na es un mercado oligopólico, en donde todas las empresas con concesiones se comportaron igual, sólo YPF fue objeto de recuperación. Y es que un capitalismo periférico como el argen?no, sólo puede atacar a un capitalismo que se creyó central, como el capitalismo español, pero que desde hace dos años no encuentra la salida a una crisis que lo ?ene en la cuerda floja. En el discurso de expropiación de YPF la presidenta dijo que “no estamos ante un hecho inédito; en realidad en América la3na somos el único país, reitero, que no maneja la petrolera, y el modelo además que hemos elegido no es un modelo de esta3zación, que quede claro, es un modelo de recuperación de la soberanía y del control de un instrumento fundamental, porque seguimos conservando la forma de sociedad anónima, seguimos funcionando de acuerdo a la ley de sociedad privada. Vamos a hacer una conducción, una dirección de la empresa absolutamente profesionalizada”(4). En la infinidad de ejemplos que citó la presidenta en el discurso, dejó en claro que no era el modelo venezolano (PDV) o el mexicano (PeMex) en donde el Estado controla la totalidad del paquete accionario el que se emularía. El modelo a copiar sería el de Petrobras, en donde el Estado controla el 51% de las acciones de una sociedad anónima que sigue co?zando en la bolsa de valores. La reacción española no se hizo esperar y el gobierno de Mariano Rajoy tomó la defensa de Repsol como una cues?ón de Estado, ya que en plena crisis una de las empresas insignias del capitalismo español perdió ac?vos por entre 400 y 600 millones de euros. Rajoy y Antonio Brufau (CEO de Repsol) amenazaron con recurrir al Centro Internacional de Arreglos de Diferencias Rela?vas a la Inversión (CIADI) y a todos los organismos internacionales posibles para sancionar a Argen?na. La respuesta que obtuvieron claramente no fue la esperada: el Fondo Monetario Internacional consideró la expropiación como “una decisión soberana de Argen?na”, el G-20 se negó a tratar el tema, la Unión Europea se negó a excluir a la Argen?na de las preferencias comerciales que ?enen los países miembros del Mercosur. Dentro de la ronda del G-77 China fue aún más lejos, apoyando la recuperación de la soberanía de los recursos naturales argen?nos. Claro que esta reacción era más que esperable. El
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57 Del oro negro al oro verde descubrimiento de petróleo no convencional (shale oil) en el yacimiento neuquino de Vaca Muerta y la posibilidad de extraer gas mediante fracturación hidráulica colocan a la Argen?na en una situación de privilegio, ya que conjuntamente con China, México, Sudáfrica, Estados Unidos y Canadá poseerían, según los expertos, las mayores reservas potenciales de petróleo y gas no convencional(5). Las reuniones de Miguel Galuccio, presidente de YPF y experto en la extracción de gas por fracturación hidráulica, con los representantes de Total (Francia), Chevron (Estados Unidos) y Sinopec (China), o la reunión mantenida por la presidenta con el CEO de Exxon Mobile (Estados Unidos), demuestran el por qué de la reacción de los organismos rectores del capitalismo mundial. Argen?na no está en condiciones de afrontar por sí sola las inversiones requeridas para este ?po de extracción (seguramente Repsol tampoco lo estaba) y es apostando a un capitalismo de mayores dimensiones, como el francés o el estadounidense, o incluso a uno de mayor proyección, como el chino, la forma de lograr un aumento de las flacas reservas. Exactamente 80 años después de la fundación de Arabia Saudita, el petróleo sigue demostrando su poca lealtad. Estos jugadores ya par?cipan del mercado local: YPF posee el 35% del mercado de petróleo y el 23% del mercado de gas, Total el 30% del mercado de gas, Pan American Energy (propiedad de Bri?sh Petroleum y la estatal China CNNOC) el 20% del mercado de petróleo y Sinopec el 6.5% del mercado del petróleo. Si la reprimenda por la no inversión se la llevó solamente Repsol-YPF es porque el Estado argen?no no se quería quedar sin socios para explotar las potenciales reservas, ya que la única cuenca que aumentó las suyas es la de San Jorge, manejada por Chevron. El resto de las empresas extranjeras, pese a no haber incrementado sus reservas, no fueron penalizadas. A esta altura, cabe destacar que, tan solo nueve empresas (en su mayoría de capital extranjero), controlan el 90% de la producción del petróleo y gas de nuestro país (que a su vez representan el 80% de la matriz energé?ca). No era muy di*cil suponer cuál iba a ser el “enemigo” elegido. Lo di!cil es creer el discurso de que estamos yendo hacia la soberanía energé3ca cuando necesariamente se buscan socios ávidos de recursos para las nuevas exploraciones, ya sea porque se necesitan para sustentar un crecimiento capitalista exponencial (caso China) o porque su habitual fuente de recursos atraviesa una complica situación geopolí3ca (caso Estados Unidos
con el latente conflicto iraní).
¿Caja Verde? Una tendencia en aumento que ha surgido en varios sectores económicos (sobre todo los ligados a los intereses rurales) es el planteo de buscar una menor dependencia del petróleo. Una fuente para lograrlo son los llamados “combus?bles verdes”: el etanol (derivado de azúcares) y el biodiésel (derivado de aceites). Muchas veces también se aduce que estos biocombus?bles ayudarían a reducir el impacto ambiental causado por el uso del petróleo. Argen?na, como otras naciones, impuso un corte obligatorio de las na-as. El obje?vo detrás de esta medida es aumentar el valor agregado de la producción de soja, fomentando la creación de empresas que produzcan biodiésel. Dichas empresas ya son una realidad incipiente en el país; y de hecho Argen?na es uno de los pocos países que exporta biodiésel -principalmente a la Unión Europea, exportaciones que no se frenaron pese a las amenazas de Respsol. Un primer problema que se presenta aquí es que los combus?bles derivados del aceite poseen mucho menor rinde por hectárea que los derivados del azúcar. Tomando el caso de Brasil (por cercanía geográfica) vemos que una hectárea de caña de azúcar puede llegar a producir 5.476 litros de etanol. En cambio, una hectárea de soja rinde apenas 491 litros de biodiésel. Si bien poseen un coeficiente de conversión mayor, el rinde por hectárea de la soja lo hace menos eficiente que la caña de azúcar o cualquier otro cul?vo que pueda producir etanol (a excepción del sorgo). De hecho, los países que más avanzaron en la
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* Los dólares que le pueda aportar la producción de biodiésel a la balanza comercial argen'na son bastantes escasos en comparación a los que puedan venir de la mano del shale oil o del gas proveniente de fracturación hidráulica.
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producción de biocombus?bles son Brasil (con la caña de azúcar) y los Estados Unidos (con el maíz). Casi la totalidad de lo producido por estos dos países es u?lizado para consumo interno. Lo que generalmente se deja de lado en el análisis sobre el tema es si realmente la matriz energé?ca mundial -que según la Sta?s?cal Review of World Energy depende en un 59% del petróleo y gas- puede ser reemplazada en parte por los biocombus?bles; o si por el contrario esto es algo que sólo podría suceder simultáneamente con una crisis alimentaria sin precedentes en la historia de la humanidad. Si tomáramos la totalidad de las cosechas mundiales de trigo, arroz, maíz, sorgo, caña de azúcar, yuca y remolacha azucarera en el año 2003 nos alcanzaría para cubrir sólo el 57 % de la na-a, una ecuación nada favorable. El potencial, según el análisis de la FAO, está en aquellos con?nentes como África o América en donde la ?erra cul?vable ?ene una frontera aún no alcanzada, aunque el balance ambiental sería bastante catastrófico. Los dólares que le pueda aportar la producción de biodiésel a la balanza comercial argen3na son bastantes escasos en comparación a los que puedan venir de la mano del shale oil o del gas proveniente de fracturación hidráulica. Es el Estado argen3no quien debe, en úl3ma instancia, encontrar los mecanismos para que la asociación con el capital extranjero no termine, en el largo plazo, en una nueva fuga de dólares y recursos naturales hacia los países centrales. Sin embargo, como nos enseñó Ibn Saud, el petróleo no 3ene amigos; a excepción claro está de los grandes capitales imperialistas. Notas (1)Galeano, Eduardo. “Espejos: una historia casi universal”, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2009. (2)hAp://www.americaeconomia.com/ (3)Discurso de la Presidenta Cris?na Fernández de Kirchner. hAp://www.ieco.clarin.com/economia/DiscursoC r i s ? n a - F e r n a n d e z - Y P F Presidencia_CLAFIL20120417_0002.pdf (4)Discurso de la Presidenta Cris?na Fernández de Kirchner. hAp://www.ieco.clarin.com/economia/DiscursoC r i s ? n a - F e r n a n d e z - Y P F Presidencia_CLAFIL20120417_0002.pdf (5)hAp://www.bbc.co.uk/mundo/no?cias/2012/05/ 120501_energia_fosiles_no_convencionales_cc h.shtml
Medio Ambiente Megaminería y Extrac?vismo
Megaminería: entre la dinámica regional y las urgencias locales
Tierra para Vivir
Corriente de Organizaciones de Base La Brecha.
Todo progreso de la agricultura capitalista no es sólo un progreso en el arte de esquilmar al obrero sino también en el arte de esquilmar a la tierra, y cada paso que se da en el incremento de su fertilidad dentro de un período de tiempo determinado, supone a la vez un avance en la ruina de las fuentes permanentes de esta fertilidad.
Karl Marx
El neoextrac vismo define el contorno de los modelos regionales de desarrollo, sus rupturas y con nuidades. En este contexto, entre tanto, la megaminería es polí ca nacional pero existen dudas sobre el futuro de las inversiones que la sustentan. Asimismo, desde sus inicios esta forma de producción y explotación ha suscitado un sinnúmero de problemas para las sociedades y los medios en que se llevan a cabo, y el grado de conflic vidad se encuentra en aumento. En este marco, surgen diversas problemá cas que la colocan en tela de juicio frente la opinión pública y especializada, donde múl ples actores coinciden en la necesidad de aunar fuerzas para enfrentar al modelo en confluencia con asambleas y organizaciones urbanas. El modelo de desarrollo en La?noamericana está compuesto por una serie de megaproyectos (mineros, forestales, hidroeléctricos, petroleros, agroindustriales) implementados por compañías transnacionales, en muchos casos, y estatales en otros, que desencadenan profundos impactos territoriales. Este modelo puede definirse como neoextrac3vismo progresista (Gudynas, 2010). A diferencia del extrac3vismo tradicional, los Estados de los países progresistas del subcon3nente 3enen un rol central dentro del proceso produc3vo. Éstos re?enen –mediante altos gravámenes o a través de algún grado de par?cipación en las empresas extrac-
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?vas– una porción considerable de los recursos obtenidos por la explotación, con los que implementan polí?cas sociales. El neoextrac?vismo se basa en la apropiación y exportación de la naturaleza, lo que genera un entramado produc?vo escasamente diversificado y muy dependiente de una inserción internacional como proveedores de materias primas. Este ?po de producciones genera enclaves produc?vos que se conectan por corredores de transporte o de energía con zonas alejadas, y se orientan hacia los puertos de exportación. De ese modo, se reestructura la geogra*a, se producen cambios ins?tucionales, se promueven procesos de desintegración comunal y se generan nuevos ?pos de relaciones (de subordinación) entre los espacios locales, nacionales e internacionales. Como señala Miriam Lang (2013), por debajo de la superficie los dogmas de la letanía económica neoliberal persisten. “Hay que siempre exportar, hay que atraer inversores extranjeros, hay que reducir impuestos. Los gobiernos progresistas de la región sí acogieron los dos primeros dogmas, pero no el úl?mo: ellos apuestan a un Estado fuerte que requiere muchos ingresos e invierte mucho en lo social y en infraestructuras. Esto representa cambios notables en el día a día de muchas personas, sin duda; pero en cuanto al extrac?vismo, visto desde la depredación de las condiciones de vida futuras, no marca ninguna diferencia sustancial. El modelo extrac?vista ?ende así a concentrar aún más las economías y la riqueza en pocas manos, y a configurar enclaves en los territorios. Pero lo que no se dice es que si bien la riqueza que produce el extrac3vismo es muy rela3va y reversible, cada mina, cada pozo petrolero, cada proyecto de agronegocios desplaza a poblaciones existentes y les sustrae su medio de subsistencia de forma defini3va” (2013: 15). En consecuencia, resulta perverso que el discurso dominante presente sus actos como prác?cas orientadas a “erradicar la pobreza”, mientras el modelo de desarrollo produce, sistemá?camente, nueva pobreza: pobreza por desplazamiento, pobreza por desposesión, pobreza por migración forzada, por contaminación ambiental y secuelas en la salud; personas que antes se abastecían, aunque modestamente, con su pedazo de ?erra, pasan a depender de prestaciones concedidas por el Estado, al menos mientras la bonanza de los precios de las materias primas se mantenga. De este modo, no solamente se les despoja de las ?erras, sino de su independencia y dig-
nidad, de su autonomía, de su capacidad de decisión, de su contexto social y polí?co (Lang, 2013: 17). Paralelamente, los beneficios están vinculados principalmente con conver3r a la pobreza en un mercado que también permita la reproducción del capital. Ya no se pretende modificar las razones estructurales que generan las desigualdades, sino ges?onar, rentabilizar y pacificar la pobreza de acuerdo a criterios mercan?les. Esa posibilidad, se erige sobre un sustrato extrac?vo, que en Argen?na se fundamenta en los agronegocios y la megaminería (1).
La megaminería, una polí3ca nacional Los cues?onamientos a la minería transnacional a gran escala -principalmente desarrollada a cielo abierto- se podrían sinte?zar en: millones de litros de agua u?lizados, ecosistemas destruidos, el gigan?smo de la explotación, la baja ley de los minerales y la tecnología u?lizada. Los gravosos efectos socioambientales que generan colisionan directamente contra les economías locales y las formas de vida. Por otro lado, la megaminería es ges?onada por un sector produc?vo fuertemente transnacionalizado y concentrado que produce en miras de exportación con muy poca transformación a nivel nacional; hay, además, una inequita3va división mundial, en la que los pasivos quedan en el sur, mientras su producción, en cambio, es consumida y beneficia a capitales ubicados en el norte del globo. En Argen?na, Minera Bajo La Alumbrera inició su producción en 1997 en un territorio que pertenece al Estado provincial catamarqueño, a la Universidad Nacional de Tucumán y al Estado Nacional. Esta minera se encuentra entre los diez emprendimientos de cobre más grandes del mundo y entre los quince de oro. La campaña publicitaria de la empresa y el poder polí3co prome4an la construcción de un barrio para cinco mil personas, nuevas escuelas, un hospital de alta complejidad, rutas asfaltadas, 6000 puestos de empleo. Sin embargo, ninguno de esos beneficios se efec3vizó y, tras más de 15 años de explotación, Catamarca sigue registrando los peores indicadores sociales del país. Un informe del Ministerio de la Producción de la Provincia señaló al respecto: “La ac?vidad extrac?va metalífera, con el cobre como principal producto, se cons?tuyó en el principal factor para el crecimiento de los indicadores macroeconómicos provinciales. No obstante ello, su funcionamiento con caracterís?cas de enclave, le impidió conver?rse en motor de la economía provin-
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61 Megaminería: entre la dinámica regional y las... cial” (citado en Voces de Alertas, 2011: 43). Catamarca y La Alumbrera son sólo un ilustra?vo ejemplo de la imposibilidad de estos proyectos de beneficiar a las poblaciones vecinas. Sin embargo, la megaminería es una polí?ca nacional, promovida y publicitada como uno de los estandartes en la lucha contra la pobreza y la desigualdad. El veto a la Ley de Glaciares en 2008, las reuniones de la presidenta con Peter Munk, el CEO de Barrick Gold, y sus reiterados elogios a la minería, exponen la orientación gubernamental. En 2012, después de varias semanas de cortes en el noroeste, la presidenta Cris?na Fernández reclamó un “dialogo en serio” y al otro día comenzó una ola de represión sobre las asambleas que impedían que los camiones llegaran a las mineras La Alumbrera y Agua Rica (2). Más allá del discurso -y aunque hablen de “cuidados ambientales”-, los gobiernos progresistas y las grandes empresas conservan una concepción produc3vista, que iden3fica el desarrollo con el mero crecimiento económico, sin contemplar los factores sociales y ambientales, los cuales no suelen mostrar ninguna de las mejoras significa3vas prome3das, ahí donde encontramos megaminería” (Ibídem: 156). Según datos de la Secretaría de Minería de Nación, la exploración minera aumentó entre el 2003 y 2011 un 664 por ciento.
Ante la par3da de Vale En marzo de este año, la empresa brasileña Vale anunció su re?ro del Yacimiento Potasio Rio Colorado en el sur de Mendoza, que se había promocionado como uno de los principales emprendimientos del país. Si bien, no están claras las razones, esa decisión –seguida de otras similares por compañías de menor envergadura– impone considerar las limitaciones a las que hoy está some?do este “modelo de desarrollo”. A nivel interno, una serie de factores económicos de relevancia dificultan el desarrollo de este ?po de emprendimientos y por lo tanto, obligan al Ejecu?vo a replantear su polí?ca. En primer lugar, la vigencia de un ?po de cambio desdoblado, que impide la obtención de la totalidad del valor de la divisas. En segundo lugar, se encuentran las limitaciones a la remisión de divisas decretada en octubre de 2011, que este año comenzaron a suavizarse permi?endo a las compañías repatriar divisas a cambio de sus?tuir importaciones. De esta manera, las corporaciones mineras lograron autorizaciones del Banco Central para girar unos 7 millones de dólares diarios a sus casas
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62 Megaminería: entre la dinámica regional y las...
matrices. En tercer lugar, la presión social contraria a estas instalaciones –y que impacta más fuertemente en algunos casos puntuales– es otro de los factores a tener en cuenta al explicar los mo?vos por los que algunas mineras han abandonado el país en los úl?mos meses. De este modo, no son pocos los emprendimientos que frente a la confrontación social, optan por abandonar el proyecto en busca otros con mayores facilidades y menor exposición pública. Por úl?mo, la salida de la minera Vale del país también permite analizar una discu?da tendencia internacional con la que el Ejecu?vo deberá lidiar si pretende mantener este modelo extrac?vo. El superciclo de alza generalizada de las commodi3es estaría entrando en una etapa de declive, es decir, los precios de algunas commodi3es -contrariamente a las previsiones de una suba indefinida- están comenzando a caer. En palabras de Murilo Ferreira, presidente de Vale, “el superciclo de los commodi?es se terminó”. Si acaso la culminación de este ciclo se constatase, el modelo produc?vo La?noamericano en general -y el argen?no en par?cular- requerirá una inminente reorientación.
Las urgencias locales Si bien, Marx no ?ene todas las respuestas para este ?empo, muchos de sus análisis siguen siendo válidos y pueden ser recuperados y actualizados a hoy. Una de esas premisas es la que está citada en el epígrafe de este trabajo. Allí, el autor concluye: “La producción capitalista sólo desarrolla, por tanto, la técnica y la combinación del proceso social de producción al ?empo que socava las fuentes originarias de toda riqueza: la ?erra y el trabajador”. Hoy estamos viviendo -como lo an3cipó Marx y posteriormente el movimiento ecologista- las consecuencias de los modos de producción no equilibrados con la naturaleza. El calentamiento global, las sequías, la deser?ficación –entre otros- se combinan con las megaciudades y sus exclusiones. Estas situaciones hacen, por ejemplo, que una tormenta potente se convierta en un drama social con cientos de muertos. En la mayoría de las localidades directamente afectadas por esta problemá3ca surgieron asambleas de autoconvocados, que han enfrentado a empresarios y polí3cos, y han sido perseguidas, judicializadas y reprimidas de múl3ples formas. Es una realidad que en el país se ha levantado este nuevo sector social que lucha, piensa y se preocupa por su 3erra para vivir.
Nuevas ideas y fuerzas están surgiendo con la idea de superar la explotación del ser humano y la naturaleza. Cientos de organizaciones de todo el país alzan sus voces contra la naturalización de la sociedad de consumo y egoísmo que arrasa con todo en el afán de la ganancia. En ese camino, creemos necesario que las organizaciones asamblearias que sueñan y luchan día a día por construir un mundo dis3nto puedan ar3cularse con las organizaciones urbanas para lograr juntos acciones de mayor envergadura. Notas (1)Una tercera pata de este modelo extrac?vo nacional podría a ser, en un futuro cercano, el desarrollo de los hidrocarburos no convencionales, si como es?man desde la ges?ón de YPF parcialmente esta?zada, los volúmenes de producción permiten generar saldos exportables. (2)Agua Rica es otro proyecto minero que fue anunciado y promocionado como un emprendimiento tres veces más grande que La Alumbrera”.
Medio Ambiente Megaminería y Extrac?vismo
Oikos-nomía de la minería: apuntes para el debate
Marcelo Giraud
Geógrafo, docente de la Universidad Nacional de Cuyo e integrante de la Asamblea Popular por el Agua.
En el siguiente artículo se repasa la inserción agro-minera latinoamerican en general, y Argentina en particular. Sus promesas en cuanto a ingreso, empleo y desarrollo se contrastsn con los pobres desempeños en estas áreas.
Antes de analizar crí?camente algunos aspectos económicos de la ac?vidad minera, conviene recordar brevemente que la Economía, tal como se suele entender y prac?car, proviene de un divorcio con la Ecología y del abandono de las consideraciones de los fisiócratas del siglo XVIII sobre la economía de la naturaleza, y que por ello los enfoques hoy dominantes son más propios de la Crema@s?ca que de una Oikosnomía. No profundizaremos aquí en los planteos del campo transdisciplinar de la Economía Ecológica, pero sí cabe resaltar que son muy per?nentes para evaluar la minería con criterios que trasciendan la visión monetaria propia de la economía convencional. La llamada Economía Ambiental también analiza los problemas ambientales en términos de precios, costes y beneficios monetarios, y pretende solucionar las “externalidades” nega?vas mediante mecanismos de mercado con regulaciones ins?tucionales. La realidad muestra que ese enfoque está resultando inadecuado y que múl?ples problemas socio-ambientales de escala global, regional y local -entre ellos los generados por la minería- siguen agravándose. Por otro lado, a pesar de reiteradas promesas gubernamentales de recuperación de niveles de soberanía y reindustrialización, cuya concreción en hechos es bastante dispar, las economías la3noamericanas siguen evidenciando una fuerte especia-
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lización agro-minero exportadora, con alta dependencia del gran capital transnacional, y generando múl3ples impactos, riesgos y conflictos socioambientales. Según datos de la UNCTAD, entre 2001 y 2011 las materias primas agrícolas, mineras y commodi?es derivados pasaron de 64,7% a 76,0% del total exportado desde el conjunto de la UNASUR, mientras que las manufacturas de alta densidad tecnológica disminuyeron de 10,4% a 6,8% del total de sus exportaciones. Si bien ello se debe en parte al mayor precio del petróleo, los metales y algunos productos agrícolas, no es menor que en 2011 los commodi?es primarios y derivados representaran el 66% de las exportaciones en Argen?na, 65% en Brasil, 87% en Chile, 89% en Perú, 83% en Colombia, 89% en Paraguay, 92% en Ecuador, mientras que en el promedio mundial implicaban sólo 33%.
El cobre en Chile, el mineral de hierro en Brasil, la soja en Argen3na y Paraguay, son emblemá3cos de la integración subordinada de nuestra región a la economía global. La megaminería y los agronegocios, lejos de promover un desarrollo digno de tal nombre, siguen conjugando récords de exportaciones (mientras dure el ciclo de altos precios de los commodi3es) con una conflic3vidad socioambiental inédita y creciente, en tanto no se observa la prome3da diversificación e integración de sistemas produc3vos. A pesar de algunas medidas recientes de bajo impacto rela?vo, la mayoría de los bienes de capital más complejos que requiere la construcción de las grandes minas metalíferas siguen siendo importados, así como muchos de los insumos durante su operación. El proyecto San Jorge, por ejemplo, preveía que el 75% de los bienes necesarios para construir la mina serían importados.
El sector minero argumenta que, ciertamente, la sociedad actual no podría prescindir de los minerales. Pero esa generalización soslaya la posibilidad de aumentar la tasa de reciclaje y disminuir derroches, y tampoco discrimina entre dis?ntos minerales, ni áreas geográficas de extracción y consumo. América La?na representa en torno al 8% del consumo mundial. Pero de esta Nuestra América no sólo se extrae el 17% del mineral de hierro (más del doble de nuestro consumo del metal por lejos más u?lizado), sino el 51% de la plata, el 45% del cobre, y entre 20 y 25% del oro, la bauxita, el zinc y el estaño mundial. En los úl?mos 35 años, los volúmenes extraídos de América
La?na han aumentado fuertemente y, para el cobre, el oro y la plata, también la proporción sobre el total mundial extraído. De todo el cobre, el oro, el hierro y el níquel obtenido en América La3na desde 1913, entre 60% y 65% se extrajo sólo en la úl3ma década. Sin embargo, respecto del cobre, por ejemplo, su extracción en la región podría reducirse a sólo 1/6 del nivel actual, y aún así seguiría abasteciendo la demanda regional. La con?nua expansión de la “frontera minera” en nuestros países no busca pues cubrir nuestras necesidades de metales, sino principalmente el colosal crecimiento del este asiá?co y los al@simos niveles de consumo y despilfarro material de las clases acomodadas del mundo.
Así, en el sistema-mundo global Nuestra América desempeña, entre otros, el papel de principal exportadora de metales. En 2012, la balanza comercial de minerales metalíferos, oro no monetario, metales no ferrosos, hierro y acero primario, implicó para América La?na exportaciones netas por 140.944 millones de dólares, por delante de Oceanía (91.112 M), África Subsahariana (56.048 M) y el espacio postsovié?co (52.576 M). El principal polo importador neto fue Asia Oriental, con 280.157 millones de dólares, lejos delante de Europa (43.696 M) y Asia Meridional (46.455 M). De los 10 mayores países exportadores netos, 4 son la?noamericanos: Chile, Brasil, Perú y México. Sin embargo, tanto para la economía convencional como para la ecológica, esos flujos ?enen su contrapar?da. En términos monetarios, gran parte de esas exportaciones son realizadas por transnacionales extranjeras, y la mayor parte de las ganancias obtenidas son giradas a sus casas matrices en Europa, América Anglosajona o Australia. En lo que respecta al ambiente, implican que nuestra región soporta en su territorio la huella ecológica generada por el consumo foráneo: un enorme cúmulo de riesgos, impactos y pasivos ambientales. Por ejemplo, según el informe aprobado en 2006 por los gobiernos sanjuanino y chileno, Barrick proyecta extraer de Pascua Lama 23 m3 de oro (el volumen de una pequeña habitación) y 1.524 m3 de plata (equivalente a un cubo de 11,5 m de lado). Pero ello implicaría remover y dejar como pasivo ambiental, virtualmente a perpetuidad, más de 1.800 millones de toneladas de desechos, luego de emplear 170 millones de m3 de agua, 19,5 millones de MWh, 943 millones de litros de gasoil, 493.000 toneladas de explosivos y
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65 Oikos-nomía de la minería: apuntes para el debate 379.000 toneladas de cianuro de sodio, y de generar múl?ples riesgos e impactos nega?vos sobre los ecosistemas y las sociedades, a fin de abastecer una demanda externa.
Cabe destacar que el oro representa más de la mitad de la inversión mundial en exploración de metales no ferrosos. Sin embargo, aún en el hipoté?co caso de que fuese irremplazable para la electrónica y otras aplicaciones industriales, esa demanda tecnológica -407,5 toneladas a escala mundial en 2012- representó apenas el 9,3% del total, y podría cubrirse durante 4 siglos con las 165.000 toneladas de oro ya extraídas en el mundo.
Está muy difundido el relato del “progreso y la riqueza” que la minería habría “derramado” en San Juan y menor medida Catamarca, en contraste con Mendoza. En efecto, su PBG aumentó fuertemente desde la operación de algunas grandes minas y, alza del precio del oro mediante, a par?r de 2010 San Juan supera a Mendoza en valor de exportaciones. Entre 2006 y 2012, la minería exportó desde Catamarca por un promedio anual de 1.420 millones de dólares, y 1.002 millones desde San Juan. Pero aunque sus gobiernos suelen publicitar el aporte de las regalías mineras al fisco, según Federico Basualdo el Estado sanjuanino captó sólo 7% de las ganancias de Veladero entre 2006 y 2009, y el catamarqueño apenas 5% de las de Minera Alumbrera. En toda América La?na, los gobiernos neoliberales de la década de los ’90 sancionaron andamiajes legales -aún vigentes con escasas modificaciones-, a fin de es?mular la inversión de capitales transnacionales en megaminería, mediante diversos beneficios que permiten maximizar y disponer libremente de jugosas ganancias. Botón de muestra: el Ministerio de Economía de Argen?na es?mó para 2007 un gasto tributario de promoción a la ac?vidad minera de 913,5 millones de pesos. Con datos oficiales, el costo laboral total del empleo registrado en minería metalífera en 2007 puede es?marse en 410 millones de pesos. Los presupuestos de las provincias mineras siguen dependiendo básicamente de los recursos transferidos por el Estado Nacional. En 2012, San Juan cobró 233 millones de pesos en regalías mineras, pero recibió de la Nación 5.593 millones. El Estado mendocino padece por cierto restricciones presupuestarias, pero cabe subrayar que en 2012 las transferencias de fon-
dos desde el Estado nacional a Mendoza fueron de 3.988 $ por habitante, apenas la mitad de los 8.074 $/hab. recibidos por San Juan y sólo un tercio de los 12.067 $/hab. transferidos a Catamarca. A la inversa, los ingresos recaudados por la propia provincia (incluyendo regalías mineras) en 2012 implicaron sólo 23% de los recursos corrientes del presupuesto sanjuanino, contra 42% del mendocino. En 2009, el diputado Vargas Aignasse presentó un proyecto de Declaración para que el Congreso de la Nación exprese “que vería con agrado que el alimento sobrante diario de Minera Alumbrera Limited fuera entregado en forma de donación al Municipio de Andalgalá y Amaicha del Valle, escuelas y comedores escolares, como así también a toda sociedad de beneficencia de niños carenciados de la Provincia de Catamarca y Tucumán”. ¿Sería esa entrega de sobras, el “efecto derrame”? A fines de 2009, Andalgalá fue declarada en emergencia económica por la gravísima situación financiera del municipio.
La generación de empleo es uno de los principales argumentos que u?lizan los empresarios mineros y los gobiernos en busca de persuadir a la sociedad. En 1994, Minera Alumbrera promocionaba su proyecto prome?endo a los catamarqueños trabajo directo para 10.000 personas. Según la Secretaría de Minería de la Nación, en 2011 la minería ya generaba 517.500 empleos directos e indirectos en el país, y llegaría a 950.000 trabajadores en 2029. Sin embargo, el Ministerio de Trabajo de la Nación informa, como promedio para 2012, sólo 10.087 trabajadores registrados en minería metalífera, y 14.244 en explotación de otras minas y canteras. También como media de 2012, el Gran Catamarca presentó la segunda mayor tasa de desempleo del país, mientras Minera Alumbrera declara emplear a 1.489 trabajadores directos propios y 1.008 de empresas contra?stas.
En Chile, la minería factura 8 veces más que en Argen?na empleando 236.000 trabajadores, y en Canadá, con una facturación similar a la chilena, sólo 52.500 trabajadores directos. En su informe “La Inversión Extranjera Directa en América La?na y el Caribe 2012”, la CEPAL señala que la IED en minería y petróleo crea apenas 0,5 puesto de trabajo directo por cada millón de dólares inver?do, mientras la fabricación de automotores crea 3,7 y las ac?vidades intensivas en mano de obra 6,9. Entrevistado en 2009
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sobre el impacto de la crisis mundial en Chile, Juan Carlos Guajardo, director del Centro de Estudios del Cobre y la Minería, muy vinculado al sector empresario, reconocía que “La minería emplea poca gente en Chile; es muy intensiva en capital. A pesar de las enormes cifras, uno se sorprende de las pocas personas que son empleadas en el sector minero”.
Es verdad que costo laboral del empleo registrado en San Juan y Catamarca suele ser superior al mendocino. Pero también que la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del 1º trimestre de 2013 registró en Catamarca un 40,7% de asalariados sin descuento jubilatorio y en San Juan 36,5%, contra 31,3% en Mendoza; así como 9,8% de desocupación en Catamarca, 6,1% en San Juan y 3,7% en Mendoza. Según la Encuesta Anual de Hogares Urbanos del 3º trimestre de 2012, la media de ingresos de la ocupación principal (trabajadores registrados y no registrados) en Catamarca era de 2.856 $, en San Juan 2.616 $ y en Mendoza 3.123 $. En cuanto al ingreso per cápita familiar medio, era de 1.585 $, 1.400 $ y 1.857 $, respec?vamente, diferencia agravada por la distribución social del mismo: los coeficientes de Gini indican una distribución mucho más concentrada en Catamarca (0,489) y San Juan (0,434) que en Mendoza (0,397).
A pesar de la proliferación de vehículos 4x4 en algunos barrios de San Juan y Catamarca, si consideramos cómo vive el conjunto de la sociedad, la megaminería sigue faltando a sus promesas de “desarrollo”. Históricamente, Catamarca y San Juan han presentado niveles de pobreza e indigencia mayores que el promedio nacional, diferencia que persiste. Más allá de los reparos metodológicos que caben a la metodología del INDEC y los valores de referencia para la línea de pobreza, su EPH midió, en promedio para 2012, 8,9% de personas bajo dicha línea en el Gran Catamarca y 6,7% en el Gran San Juan, superiores al 6,0% promedio nacional y al 2,8% del Gran Mendoza. El Censo 2010 también es contundente: la proporción de catamarqueños y sanjuaninos que habitan viviendas deficientes, o sufren hacinamiento, o no cuentan con heladera, teléfono o computadora, sigue siendo muy superior a los valores mendocinos y a la media nacional. En 2009, el PNUD publicó un ranking del Índice de Desarrollo Humano Ampliado en las provincias argen?nas: Catamarca figuró en 19º lugar, y San Juan
en el 20º. En 2010, luego de 13 años de explotación de Minera Alumbrera, y a pesar de su línea editorial inequívocamente “prominera”, el diario catamarqueño El Ancas? admi@a que “el discurso an?minero, por otra parte, no tendría ningún margen para extenderse si los catamarqueños pudieran percibir que la explotación de sus riquezas ?ene impacto concreto en su calidad de vida. Lo cierto es que esto no ha ocurrido.”
Contaminación de agua, aire y suelo, deforestación masiva y pérdida de biodiversidad, expulsión de indígenas y campesinos de sus territorios, economías de enclave, saqueo de bienes comunes, golpes de estado (Honduras y Paraguay), corrupción, clientelismo y violencia, son inherentes, en diverso grado según los casos, al modelo extrac3vista imperante. Aunque las movilizaciones y conflictos en torno a la megaminería metalífera en Argen?na se remontan a fines de 2002 en Esquel, se agudizaron en 2012, con fuerte represión en La Rioja y Catamarca, y un nivel de media?zación nacional sin precedentes. Cris?na Fernández pidió un “debate responsable y serio”, y los gobernadores de las provincias cordilleranas formaron la Organización Federal de Estados Mineros para seguir incen?vando la megaminería, y en lo inmediato pretendiendo mejorar su imagen ante la sociedad.
Múl3ples asambleas autoconvocadas y algunos legisladores e inves3gadores llevan 10 años intentando lograr ese debate “responsable y serio”. Pero gobiernos y empresas mineras suelen descalificar toda crí3ca con epítetos como “fundamentalista”, “ecologismo infan3l” (según Rafael Correa) y hasta “ecoterrorista”; censuran, prohíben plebiscitos, reprimen y judicializan la protesta social. Construyen mediá3camente un imaginario prominero, a fin de instalar ciertos mitos sobre supuestas garan4as ambientales y beneficios económicos que implicaría la minería. Pero se ve escasa voluntad concreta de los gobiernos para deba?r seriamente, con rigor cien@fico, en democracia realmente par?cipa?va, y priorizando la decisión de las comunidades sobre sus territorios: cómo reciclar más y mejor los metales, qué minerales, cuánto, cómo, habría que extraer para sa?sfacer las autén?cas necesidades de los argen?nos y la?noamericanos. Nuestra América necesita terminar con este extrac?vismo megaminero transnacional, con sus economías de enclave y fuertes impactos socioambientales.