EPQ #9

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/////////////////////SUMARIO 5| Editorial.

Equipo editor Santiago Salinas Nicolás Águila Paula Cesana Sebastián Bonals Cecilia Rikap

Colaboraron Federico Wahlberg Camila Barón Mercedes D’Alessandro

Redacción Demián García Orfanó Juan Kornblihtt Juan Iñigo Carrera Cecilia Rikap Federico H. Bekerman Santiago Salinas Ezequiel Monteforte

Diseño y diagramación Gerardo Gon Aguirre Editor responsable: Agrupación Universitaria BASE. Avenida Córdoba 2122, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ArgenAna. CP 1120 AAQ. Teléfono: (54 11) 4374-4448 Int 6490. Correo electrónico: baseecon@hotmail.com. Página de internet: www.baseuba.com.ar

6| Coyuntura. 6|Algunas notas sobre la coyuntura argentina post-devaluación 2014. 12|No es una crisis cambiaria. Perspectivas de la clase obrera frente a la devaluación del peso.

18|Economistas Para Qué? 18|Mercedes D’Alessandro.

21|La actualidad del marxismo. 22|Ser marxista o reconocer objetivamente la propia subjetividad política mediante el método dialéctico descubierto por Marx. 32|La vigencia del marxismo. Discusiones en torno a la teoría del valor. 46|El proceso de organización de la experiencia como un problema económico. 56|Marx y su ¿vigencia? Todos los arBculos presentados en EPQ? son resúmenes o secciones de proyectos de invesAgación más extensos. Si te interesa profundizar en alguno de ellos comunicate con nosotros y te lo facilitaremos en versión digital. Además te invitamos a mandarnos por mail un resumen de un trabajo tuyo para publicarlo en los proximos números de EPQ?

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////////////////////////EDITORIAL En el silencio absoluto del gris mundo de las verdades reveladas, eternas e inmutables, se empieza a escuchar un grito irreverente, tenue tal vez, pero rebelde, inconforme y con mucha, mucha hambre. Pensamos a este número de la EPQ? como aquel grito, uno nuevo en una larga serie de intentos de aportar a la construcción de un conocimiento que sea críAco y no cómplice, que no legiAme ni reproduzca las relaciones sociales vigentes, en las cuales una minoría sedienta de plusvalor explota a una indefensa mayoría condenándola a la pobreza, al hambre y la miseria. Desde el BASE -y como integrantes de la corriente CAUCE en la UBA- nos animamos a conocer y emprendemos este camino de desesperación, ingrato y lento, porque entendemos a esta tarea como una responsabilidad fundamental de quienes transitamos por la Universidad. No lo hacemos por una rebeldía sin causa, sino porque entendemos que estamos frente a una época en la cual se hace evidente, incluso para los mayores apologistas del capital, que carecemos de respuestas (y más grave aun, de capacidad para ofrecerlas) frente a las preguntas que surgen de nuestra vida coAdiana. Las viejas doctrinas que fragmentaron la experiencia social ya se muestran a todas luces estériles para representar de forma coherente nuestra experiencia. Nos encontramos así, perdidos en el medio del gran barco de la Ilustración, a la deriva hace ya largo Aempo; podemos bien gritar abaAdos y resignarnos a nuestra (mala) suerte en alta mar, o bien podemos encarar la ardua tarea de elaborar un mapa que nos muestre el camino a la anhelada sociedad sin miseria, pobreza, ni explotación. Tenemos el deber de explorar, llenos del opAmismo propio de quien Aene todo para ganar, este segundo camino. Es así que senAmos la necesidad de salir a la búsqueda de pistas que nos permitan reconocernos a nosotros, al mundo y a nuestro lugar en él y, sobre todo, que nos sirvan como ruta para llegar al puerto

ansiado. Seamos claros: nuestro objeAvo aquí no es otro que la elaboración de una teoría revolucionaria que organice nuestra acción y abra el paso a la planificación colecAva del trabajo social, y a nuestro trabajo individual como órgano de aquél. Nuestras armas frente a tamaño desa*o son las pistas que nos ha legado la Historia. Creemos que, retomando la úlAma de éstas dejada por Karl Marx, debemos construir nuestras respuestas desde la Economía PolíAca. ¿Por qué retomar a Marx y el camino de la Economía PolíAca? ¿Cuál es su legado? ¿Qué Aene para ofrecernos hoy? ¿Cuál es su vigencia? ¿Nos brinda herramientas para conocer o acaso transformar la realidad? Entre muchas otras, estas son las preguntas que habremos de abordar en nuestro dossier sobre la vigencia del marxismo. Por otro lado, también discuAremos acerca de algunos de esos interrogantes que surgen de nuestra vida coAdiana, frente a los cuales escuchamos una mulAplicidad de respuestas sin que ninguna nos logre explicar de forma coherente el fenómeno respecto al cual nos preguntábamos. En parAcular, la revoltosa coyuntura nacional ha escrito una nueva devaluación en nuestra historia. Los gurúes televisivos, en sus variantes tanto ortodoxa como heterodoxa, salen por los medios pregonando recetas y realizando análisis repeAdos que no logran explicar el por qué del carácter cíclico de las "crisis de balanza de pagos" en ArgenAna, ni cómo salir de esta nueva situación. Al mismo Aempo, las teorías que estudiamos en el atrasado plan de estudios de nuestra facultad (estructurado exclusivamente en torno a la síntesis neoclásico-keynesiana) no Aenen las herramientas conceptuales como para analizar la parAcularidad de la economía argenAna, ni pueden explicar qué es la inflación, qué es el Apo de cambio... ¡ni siquiera qué son los precios! Es por eso que nosotros no nos podemos conformar con estas respuestas y trabajamos estos temas en el dossier sobre devaluación.

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Coyuntura Tipo de cambio, devaluación y crisis

Algunas notas sobre la coyuntura argenAna post-devaluación 2014

Demián García Orfanó Licenciado en Economía (UBA).

El Gobierno viene atravesando un problema de crisis en las reservas, luego de años de pagos de deuda y fuga de capitales, en el marco de las habituales crisis generadas por la estructura productiva local, inmersa en la lucha de clases típica del sistema capitalista.

Para comprender la situación actual se hace necesario tener un cuadro de situación de las tendencias económicas locales de los úlAmos años, insertas en la situación estructural producAva argenAna. En la historia local, a lo largo de disAntos períodos se han generado crisis cíclicas por la balanza de pagos. Luego de etapas de crecimiento del producto interno se produce una presión por mayores importaciones de bienes, insumos, maquinaria y combusAble, mientras la inflación (como estrategia de los capitalistas para no perder terreno en la puja distribuAva) aprecia la moneda. Estos ciclos por lo general se saldaban con devaluaciones que contraían la acAvidad económica, relanzaban la compeAAvidad de los bienes producidos localmente en el mercado mundial, y protegían los capitales locales de pequeña escala de la competencia internacional. Todo esto, al precio de transferir ingresos de los asalariados a los sectores exportadores.


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7 Algunas notas sobre la coyuntura argentina post... Los úl3mos años El Gobierno viene atravesando un problema de crisis en las reservas, luego de años de pagos de deuda y fuga de capitales. Hacia el año 2006/2007 se evidenció un incremento en la inflación anual, que iba señalando la puja entre los capitalistas y sus trabajadores/as, que en algunos sectores iban recuperando el poder adquisiAvo perdido tras la devaluación. En esta situación, las empresas locales industriales iniciaron las críAcas ante el “atraso cambiario”, evidenciando que no contaban con otra salida ante la caída en la tasa de ganancia por su baja producAvidad y pequeña escala. Hacia 2011 el escenario para los capitales industriales locales les aparecía críAco, pero por tratarse de un año electoral en el Gobierno no quisieron correr los riesgos que implicaba esta concesión a este sector de la burguesía (futuro inflacionario incierto, posibles corridas cambiarias, etc.). En cambio, incrementaron los subsidios salariales al transporte para evitar mayores presiones salariales sobre los márgenes empresarios. Para evitar la salida de divisas ante las crecientes importaciones implementaron un “filtro”, el llamado “cepo” a la compra de dólares, según el nivel de ingreso (con un criterio nunca explicitado formalmente). Otra de las medidas fue la implementación informal del “uno a uno” para la exportación: se exigía informalmente a las empresas que quisieran importar que demuestren la realización de exportaciones por el mismo monto. El cepo generó un mercado alternaAvo de dólares, ya sea para turismo, para operaciones inmobiliarias u otras. Asimismo, desde fines de 2011 se implementó una retención a las compras con tarjetas de crédito en el exterior del 20%, que posteriormente se incrementó y se manAene a un 35% intentando contener la brecha entre el dólar oficial y el del mercado negro (“blue”). Como no fue suficiente para evitar la salida de divisas, en el 2012 el entonces Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, generó barreras arbitrarias a las importaciones que pueden incluso haber tenido un efecto recesivo en medio de un año de desaceleración económica, producto de la crisis internacional. Como la balanza de pagos aún mostraba una sangría hasta volverlas casi imposibles, incluso para el turismo. Sin embargo, las medidas no funcionaron de la

forma en que se esperaba, y se mulAplicaron los gastos con las tarjetas de crédito en el exterior, bien por turismo o bien para realizar importaciones directas en compras por internet.

El camino a la devaluación (o el Stop & Go versión 2014) La disminución de la entrada de divisas al país se convirAó así en uno de los principales problemas del Gobierno. Por ejemplo, si bien la balanza comercial fue superavitaria en USD 9.024 millones en 2013, representa una caída del 27% respecto de 2012. Esta variación responde a que el crecimiento de las importaciones fue mayor al de las exportaciones, lo que se refleja en la paulaAna erosión del saldo comercial posiAvo, incluso ante los crecientes controles a las importaciones. En estos controles quedó afuera el estratégico sector energéAco durante 2013: las compras de combusAble al exterior aumentaron un 23% respecto de 2012, mientras que las exportaciones cayeron un 24%. El déficit energéAco, tal como hace décadas, mina el saldo superavitario de la balanza comercial. Mirando más detalladamente, durante 2013 los turistas extranjeros liquidaron USD 1.000 millones menos que en 2012. Mientras, las empresas exportadoras liquidaron apenas un 1,5% más -pese a que la cosecha en esta temporada fue un 16% superior a la de la campaña pasada-. La diferencia es la acumulación de saldos exportables (vale aclarar que la mayoría ya fue vendida a las pocas compañías exportadoras, sea que hayan quedado *sicamente en “silos bolsa”, en silos en los puertos o acopiadores, o incluso exportadas “en negro”). A pesar del cepo y del hecho de que se devaluó 32% en el año 2103, las reservas siguieron su curso descendente. La devaluación se aceleró en los úlAmos dos meses pero aun así no alcanzó para disminuir la brecha entre el dólar blue y el legal. El discurso oficial cargó las Antas sobre los exportadores por la escasez de dólares, quienes estarían realizando una maniobra para obtener una ganancia extraordinaria en pesos luego de la devaluación posible del dólar. La incerAdumbre sobre el cambio futuro deviene profecía autocumplida que convierte a estas cuesAones económicas en una pulseada políAca. La apuesta por esperar un valor del dólar más alto antes de exportar genera un incenAvo a retener aún más la cosecha, a la espera de un valor de la divisa todavía más alto: con tasas de interés por debajo de la inflación y


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8 Algunas notas sobre la coyuntura argentina post...

la posible devaluación, siempre termina ganando el que “se queda” con los billetes verdes o el que Aene la llave para obtenerlos (sea por medio de soja, petróleo, oro o lo que sea).

Devaluación y después... El Gobierno convalidó las expectaAvas devaluatorias al dejar subir el dólar a fines de enero, pasando de $6,80 a $8 en sólo tres jornadas, en la segunda gran devaluación argenAna del siglo XXI. El impacto sobre la tasa de inflación fue inevitable. Los precios venían acelerándose en diciembre y enero, impulsados por los aumentos de tarifas y combusAbles que dispuso el Gobierno para reducir el déficit fiscal. Con el salto abrupto en el Apo de cambio muchos sectores hicieron remarcaciones de precios, incluso para “cubrirse” ante la incerAdumbre futura. El acuerdo de precios que lanzó el Gobierno con cámaras empresarias a fines del año pasado fue severamente puesto en cuesAón por la presión del dólar oficial. Si no es posible decretar su final es porque no se trataba de un “congelamiento” si no que estaba abierto a eventuales ajustes y renegociaciones a pedido de los empresarios. Una diferencia entre las bravuconadas al esAlo Moreno para conseguir “acuerdos” (que incluían desde aprietes verbales, jugadas mediáAcas y amenazas de usar la ley de abastecimiento) y el “amable” esAlo del funcionario Augusto Costa al manejar la Secretaría de Comercio Interior (pedidos de informes, reuniones cordiales, argumentos académicos a la Kicillof, eventuales multas menores). La medida complementaria a la devaluación fue fijar tasas de interés de casi 26%. Se trata de dos medidas que prometen un cuadro recesivo: encarecen las importaciones que se necesitan para la producción local y favorece a los productos exportables, que en ArgenAna también se usan en el mercado interno, y arrastran al alza el precio de los alimentos y otros bienes contrayendo la demanda de los asalariados. Al mismo Aempo se encarecen los créditos, tanto empresariales como de quienes se hayan embarcado en un crédito hipotecario. Bajo este diagnósAco, el lanzamiento del plan PROGRESAR aparece como -además de un intento de relegiAmación- una políAca contracíclica para intentar impulsar en alguna medida la devaluadísima demanda de los sectores de menores ingresos. Con respecto al cepo, se realizó una apertura que formaliza parcialmente el desdoblamiento cambiario.

Con el dólar en $7,85 su coAzación será de $9,42 para la compra de dólares para atesoramiento (por medio de un recargo del 20% como anAcipo del impuesto a las Ganancias). A pesar de las declaraciones de deseos sobre proteger el ingreso de los sectores que menos Aenen, sólo podrán comprar dólares legalmente para tal fin quienes registren ingresos en blanco de, por lo menos, dos sueldos mínimos en blanco por mes (o sea, $7.200, con un máximo de USD 2.000 por mes). Para gastos con tarjeta en el exterior y compra de dólares para turismo se manAene vigente el recargo del 35%, es decir, un Apo de cambio mayor ($10,80).

Salarios saqueados El salario real ya venía golpeado por los aumentos de los meses anteriores. Con la devaluación disminuyó su poder adquisiAvo en dólares y la “nueva” inflación recortó -y va a carcomer aún más- sus posibilidades de compras de bienes locales. En esta situación, los dirigentes gremiales pasaron a tener una fuerte presión para reabrir las paritarias antes de Aempo, obtener aumentos adicionales o incluso que las nuevas pautas incluyan la renegociación de las mismas en un plazo más corto. Lo que venía y lo que viene La incerAdumbre en la economía puede sinteAzarse en tres puntos principales: el valor del dólar, la inflación y las paritarias. Este escenario condiciona la conducta de todos los sectores sociales y por ello le marcan también la agenda económica al Gobierno. -Dólar: Las reservas del Banco Central constaban de 29,074 millones de dólares al momento de la devaluación según ese organismo. Una semana después ya había vendido casi mil millones de dólares. La pulseada políAca y económica con las cerealeras y el agro se hizo intensa por la liquidación del remanente de la cosecha pasada, mientras salían a buscar dólares en el exterior a cualquier precio (dejando atrás la retórica nacionalpopular contra el endeudamiento). El frente externo no parece traerles mejores noAcias. El acuerdo con el Club de París, y el FMI están lejos de cerrarse. El único actor que otorga préstamos para aumentar reservas es el FMI. Cualquier acuerdo de este Apo llevará como mínimo un año. Las inversiones internacionales, en especial en la extracción de petróleo no convencional (con métodos fuertemente cuesAonados mundialmente por su impacto ambiental) en Vaca Muerta, recién están empezando. Sin embargo, el 5 de febrero una normaAva del


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9 Algunas notas sobre la coyuntura argentina post... BCRA1 cambió el panorama al obligar a los bancos a disminuir sus saldos promedios de la moneda en relación con su patrimonio. Esto generó una oferta relevante de aquella divisa que contuvo e incluso hizo disminuir la coAzación del dólar oficial (y el dólar blue). A corto plazo esto le da aire al Gobierno, aunque su costo reside en incrementar los dólares ficAcios2 del sistema bancario, haciéndolo más frágil ante corridas a pesar de la memoria fresca del corralito del 2001/2002. -Inflación: Corroe el ajuste cambiario que empresarios y el Gobierno buscaban cuando devaluaron. Desde el equipo económico del M. de Economía apelaron a los acuerdos firmados con cámaras empresarias, a pesar de que se tratan de compromisos laxos y que probablemente Aenen poca duración. Desde la Casa Rosada buscaron inicialmente coartar la incerAdumbre3 antes que enfrentar a quienes Aenen poder de mercado. En lugar de hacer cumplir los acuerdos uAlizando la Ley de Abastecimiento4, el camino optado fueron algunas multas por leyes de defensa del consumidor. El acuerdo políAco entre el Gobierno y sectores del empresariado gira, antes que por los acuerdos en sí, más bien en torno a la capacidad del Gobierno de incidir en el tercer punto de la agenda: los aumentos de salarios. -Los aumentos de salarios: La inmovilidad habitual de las direcciones burocráAcas de las centrales sindicales le hizo un favor al Gobierno al evitar que la clase trabajadora apareciera en la calle para evitar el saqueo salarial de la devaluación. Pero el escenario de las paritarias es complejo. Si bien parece que evitaron que se genere una situación de “contratos cortos” con paritarias de pocos meses, estarán al lado de los empresarios intentando que los sindicatos no recuperen lo que han perdido por la escalada inflacionaria de fin de año, post-devaluatoria, y los aumentos de tarifas que se vienen. El resultado de estas negociaciones no está asegurado para la Casa Rosada, debido a que los sindicalistas enfrentan la presión de sus bases, y el sindicalismo clasista aparece como un actor con peso en ascenso en este escenario. La pauta docente es una de las primeras en firmarse en el año, con lo que su resultado marcará un rumbo para el resto de las negociaciones, y por eso genera expectaAvas y apoyo por parte de los sectores sindicales combaAvos y algunos opositores al Gobierno. El viejo cuento del ajuste


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El gasto público es otra fuente de los dolores de cabeza del equipo económico. Sin poner en cuesAón la deuda externa ni la estructura imposiAva, para obtener ingresos (sin emiAr nuevos pesos) no les quedan otras salidas que reducir subsidios y minimizar los aumentos al personal (que consAtuyen gran parte de las erogaciones). La reducción de subsidios sólo la pueden lograr incrementando las tarifas de servicios públicos, con lo que presionan al alza las negociaciones paritarias. Probablemente estaremos viviendo una sintonía ¿fina? 2.0 que va a ser disfrazada como una quita de subsidios a sectores “pudientes”, al igual que hace dos años. Los trabajadores y trabajadoras estatales, provinciales y municipales Aenen un panorama duro por delante, ya que todas las cuentas públicas están ajustadas. En varias provincias adelantaron que van a pedir aumentos similares a los otorgados a la policía a fines de 2013. Esa situación pone en alerta a los Gobernadores: la mayoría de ellos no están en condiciones de cubrir dichos aumentos, teniendo que afrontar los pagos a las fuerzas represivas y sus deudas dolarizadas. En consecuencia, irán a pedir auxilio económico al Gobierno Nacional o bien deberán buscar nuevas formas de obtener ingresos5. Lamentablemente, esta situación plantea un sombrío panorama para la alicaída infraestructura de la educación y salud pública.

Frente externo ("maten a los emergentes!") El final de la políAca monetaria expansiva por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (el ¿famoso? "tapering") supondrá un panorama hosAl para los países "emergentes". La suba de las tasas de interés en EEUU funcionará como una aspiradora de capitales desde los países emergentes y volverá menos atracAva las inversiones en commodiAes de la Bolsa de Granos de Chicago. De esta forma, los países exportadores de materias primas se verán afectado por un menor flujo de capitales y menores precios para los productos que exportan (ya de por sí afectados por la menor demanda proveniente de China por el escenario de menor crecimiento mundial). A nivel regional, estas condiciones menos favorables perjudican principalmente a Brasil. Este país tuvo un importante ingreso de capitales externos en los úlAmos años. Al volverse éste más escaso, se procedió a subir la tasa de interés de referencia SELIC para contrarrestar el efecto, una medida que tendrá efectos negaAvos sobre la acAvidad económica. Esto úlAmo

afecta también a la ArgenAna en tanto Brasil es uno de sus principales socios comerciales. En ese senAdo, esto úlAmo se percibirá casi directamente en el impacto negaAvo sobre la industria automotriz y de productos químicos, entre otros sectores. Menores precios internacionales para los productos primarios implican un menor ingreso de divisas (con una cosecha total que se esAma que se ubique por debajo de la de la campaña 2012/2013), por lo que la presión externa sobre el Apo de cambio suma un frente más de dificultades en la situación local, adicionando nuevos interrogantes a mediano plazo.

En defini3va... Estos meses estamos viviendo un reacomodamiento del modelo. Desde el Gobierno parecen estar buscando un relanzamiento del mismo con la misma estrategia del año 2002: la transferencia de ingresos generada por la devaluación. Sin embargo, son otras las tensiones sociales y políAcas que acompañan este nuevo intento de mantener vigente el modo de acumulación en nuestro país. Va a ser un año complicado para los trabajadores y todos los sectores populares, quienes tendremos por tarea apostar a una amplia unidad para defender nuestros ingresos salariales y derechos sociales. También parece una tarea del momento la búsqueda de puntos reivindicaAvos más allá de los corporaAvos, para poder evitar que la salida del ajuste recaiga sobre la clase trabajadora. Salidas programáAcas como la nacionalización del comercio exterior, el sistema financiero, la indexación de salarios, una reforma imposiAva progresiva, y otras más, podrían evitar que el costo de los platos rotos del modelo recaiga sobre los mismos hombros de siempre. Notas (1) Comunicación A-5536. (2) Cualquier sistema bancario implica la generación de nuevo dinero a parAr del préstamo de los fondos depositados. Lo mismo rige para los dólares, con la diferencia que no pueden ser emiAdos por el Gobierno local. (3) La semana de la devaluación hubo varios días “sin precios” en varios sectores producAvos. (4) Ley 20.680 del año 1974. (5) Revaluaciones o nuevas alícuotas para las propiedades alcanzadas por tributos provinciales y municipales, aumentos de tasas de ingresos brutos, etc.



Coyuntura Tipo de cambio, devaluación y crisis

No es una crisis cambiaria

PerspecAvas de la clase obrera frente a la devaluación del peso*

Juan Kornblihtt

Observatorio de estadística | Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales. Razón y Revolución.

La fuerte devaluación del peso argentino no cerró el problema económico sino que es la expresión de una crisis más generalizada. Lejos de un problema cambiario, la caída del valor del peso implica el sinceramiento de la contracción de la economía argentina, en un contexto general de devaluaciones de los llamados “países emergentes”. El comienzo de la guerra de divisas se da ante las perspectivas de un menor crecimiento chino.

El gobierno pasó de sostener que no iba a devaluar a defender el dólar oficial a 8 pesos como el de “convergencia”. Este papelón es superado por su idea de que la ArgenAna está exenta de la crisis mundial gracias a sus políAcas anA-cíclicas. La oposición patronal no se queda atrás en su incapacidad explicaAva. Atribuyen la devaluación al mal manejo del Ministro de Economía, Axel Kicillof, por keynesiano o marxista, cuando ellos proponían lo mismo durante la campaña electoral. El precio del dólar es sólo el síntoma de una situación mucho más compleja. No estamos blindados frente a la crisis ni hemos perdido ninguna oportunidad. Veremos más adelante que el crecimiento de los úlAmos años es resultado directo de la crisis mundial y por lo tanto la caída era inevitable en manos de este o de cualquier otro gobierno que no realice una transformación social de fondo. Como en toda crisis, los trabajadores deberán pagar las peores consecuencias. Pero los capitales también verán en cuesAón su supervivencia y esto se traducirá en una crisis políAca. Aunque dura e indeseable, la situación actual también representa una posibilidad para la clase obrera. Disputa por la renta agraria y el salario El crecimiento laAnoamericano de los úlAmos años estuvo impulsado por tres grandes motores. Al aumento


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13 No es una crisis cambiaria. Perspectivas de la... de la tasa de explotación lograda a parAr de la caída del salario real desde los 70, se sumó la fuerte suba del precio de las materias primas y el acceso a divisas por endeudamiento. La opción de endeudarse estuvo disponible para Brasil pero no para ArgenAna ya que el default no fue resuelto -pese a los numerosos intentos por acordar con el Club de París y con los fondos buitres [2]. En ArgenAna, el alza en la tasa de explotación empieza a evidenciarse desde los ‘70. No se revirAó con la suba del salario real ocurrida en el período 2003-2009 y se profundizó cuando el proceso inflacionario empezó a licuar lo que se conseguía en paritarias [3]. La renta de la Aerra que empezó a crecer desde 2004 implicó ingresos extraordinarios que impulsaron el crecimiento tanto del gasto social como el gasto desAnado a los capitales industriales que se beneficiaron con esa riqueza que el Estado les transfería y aún transfiere. La inmensa mayoría de esas empresas son poco compeAAvas: su producAvidad es baja por su escasa dotación tecnológica y los salarios que pagan -aunque bajos- son más altos que los del sudeste asiáAco. Sin los subsidios y la protección arancelaria serían empresas inviables. Sin acceso al crédito internacional y sin posibilidad de gravar a los mismos capitales que subsidia, el Estado hizo de la apropiación de renta agraria el sostén de todo el “modelo” [4]. El aumento del precio de la soja ocultó esto e hizo parecer que estábamos ante la oportunidad de un despegue producAvo. Debido a las sostenidas transferencias del Estado, aumentó la acAvidad económica y el empleo se recuperó. Aunque el grueso del total fue precario y en negro. La mayor parte de la clase obrera conAnuó amenazada por el desempleo. Este carácter de población so-

brante para el capital se evidenció en la persistencia de la asistencia social como un componente fundamental del ingreso pese al supuesto boom industrial y al nuevo “modelo de crecimiento con inclusión social” [5]. Los mecanismos por los cuales la riqueza que proviene de la renta van hacia el Estado y los capitales son complejos pero claves para entender la forma que adopta la crisis. Hasta 2008, el impuesto a las exportaciones agrarias (las llamadas “retenciones”) financiaron los subsidios del Estado. Pero luego del conflicto con la patronal del campo y el fracaso de establecer un sistema de retenciones móviles, el mecanismo de transferencia por excelencia pasó a ser el Apo de cambio [6]. La moneda expresa la capacidad de compra en el extranjero del conjunto de la economía y está determinada por la fuerza que Aenen los capitales radicados en ella de disputar una parte de la riqueza producida por los obreros a nivel mundial. Las monedas más fuertes son las de los países con mayor producAvidad. La ArgenAna tuvo a lo largo de su historia momentos en los que su capacidad de compra superó a la que correspondía a la paridad de su moneda en función del peso relaAvo de sus capitales en el mercado mundial. De los úlAmos años, se destaca la dictadura y la década del ‘90 con la ilusión de que un dólar era igual a un peso (cuando la paridad cambiaria correspondiente a la producAvidad local con respecto a la de los EEUU se encontraba cerca del 2 a 1). En esas ocasiones, la clave para sostener la sobrevaluación eran los ingresos de divisas por el endeudamiento externo. Como vemos en el gráfico 1, ese proceso de sobrevaluación empieza a repeArse desde el 2006 (aunque con más fuerza desde 2009), pero no se financia con deuda externa sino con los dólares de la soja.


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14 No es una crisis cambiaria. Perspectivas de la...

El peso (al cambio oficial) se encuentra sobrevaluado desde 2007 como forma de apropiación de renta. Eso empujó también la inflación, que evolucionó a más de un 20% anual durante esos años, incluso por sobre el salario. La devaluación, que al 24 de enero alinea el valor del peso escasamente por encima de la paridad, implicaría a su vez una reducción de los costos laborales para el capital, y una mayor erosión del salario para los trabajadores por la inflación y la pérdida de poder adquisiAvo. Pero al no generarse nuevos sectores compeAAvos, la acumulación de capital en ArgenAna no Aene perspecAvas de relanzarse de forma virtuosa. La salida de la burguesía implica, entonces, peores salarios y condiciones para la clase obrera. La sobrevaluación implica que el dólar está más barato de lo que corresponde a la capacidad de compra real de la industria local. Esto es evidente cuando la mayor parte de los capitales locales no logra exportar y sin embargo accede a importaciones, y en el caso de las empresas extranjeras radicadas en ArgenAna logran remiAr ganancias en dólares a sus casas matrices. ¿De dónde salen estos dólares? De los exportaciones de las mercancías de origen agrario y minero. Por ejemplo, por cada tonelada exportada de soja los exportadores reciben divisas que están obligados a converAr en pesos. Al estar barato el dólar (sobrevaluado), los exportadores reciben menos pesos de lo que deberían recibir por cada dólar. Lo que es barato para unos resulta caro para otros. En 2008, el agro consiguió una victoria pírrica porque aunque frenó la suba de las retenciones no pudo impedir la quita de renta de la Aerra vía Apo de cambio. Pedir una devaluación lo hubiera enfrentado de lleno no solo con la clase obrera sino con el resto de los capitales que se benefician con el Apo de cambio sobrevaluado. ¿Cómo se llegó a la sobrevaluación? Con la inflación. Al subir los precios y mantener fijo o devaluar el Apo de cambio pero con una tasa menor que la suba de precios, el peso se fue apreciando. El gobierno emiAó para comprar los dólares provenientes de la renta agraria por encima de la capacidad producAva real de la economía de absorber esa magnitud de billetes. Con la inflación, el gobierno resolvía otro problema: el aumento de la tasa de explotación. Gracias a que la suba de precios fue mayor a la suba de los salarios acordada en paritarias (y muchísimo mayor a los salarios en negro) también lograba un beneficio para las empresas. Así, mataba dos pájaros de un Aro. Por un lado bloqueaba al sector agrario y por el otro ejecutaba la baja salarial que necesitaban los capitales industriales. Además, se ganaba el favor de las empresas mulAnacionales que al obtener dólares baratos

podían remiAr uAlidades infladas a sus casas matrices. El problema es que lo hacía con un mecanismo no imposiAvo que no le permiBa recaudar y que aún amenaza a las arcas públicas. La esperanza del gobierno era que todos estos favores llevarían al capital internacional más concentrado a habilitar préstamos para la ArgenAna -como había ocurrido en los ‘90 cuando la moneda estaba sobrevaluada. Esto nunca ocurrió y el déficit fiscal empezó su expansión. La emisión se volvió la herramienta para cubrirlo, esAmulando más la inflación.

Escalada inflacionaria y demanda de dólares Pero esta dinámica es insostenible en el largo plazo, como lo mostró la crisis de 1982 y la de 2001 que terminaron con las sobrevaluaciones previas del peso. El gobierno salió del paso de la crisis de 2008 pero no resolvió la cuesAón de fondo. La sobrevaluación es empujada por la inflación. El problema es que ésta genera al mismo Aempo la necesidad de comprar dólares para escapar de la pérdida de valor de los ahorros. Para que la sobrevaluación siga en marcha el gobierno debe emiAr más pesos para que se mantenga una proporción alta de pesos por dólares y este siga barato ante el aumento de la demanda. Lo cual generó más inflación. Esa espiral empezó a comerse las reservas de dólares del gobierno. Sumado al hecho de que por la baja producAvidad de la industria petrolera local como resultado del agotamiento de los pozos, se hizo necesario aumentar la importación de combusAble [7]. Algo que no se revirAó con la estaAzación parcial de YPF. La sangría de dólares llevó todo el esquema al colapso. Por si esto fuera poco, el precio de la soja dejó de subir y la oferta de dólares vía endeudamiento nunca llegó. El cepo que limitó la compra de dólares se hizo inevitable para ganar Aempo. Poco, pero algo al fin. Al bloquear el acceso al dólar, el gobierno atacó sobre todo a un sector de la clase obrera que no encontró ningún mecanismo de ahorro. Los cacerolazos que se produjeron fueron protagonizados en su mayor parte por los obreros mejor pagos – aunque con una proto-dirección burguesa- que veían perder parte de su salario al no encontrar refugio frente a la inflación [8]. Algo que el gobierno reconoce al abrir la posibilidad de compra de dólares para los asalariados mejor pagos, después de haberlos acusado de “privilegiados”. La burguesía también se quejó del cepo al dólar porque no podía ahorrar. Aunque estaban mejor parados que los obreros para enfrentar la pérdida de valor del peso gracias a la compra de bonos que luego son vendidos en el extranjero (el llamado “contado con liqui”) y a la posibilidad de remarcar


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15 No es una crisis cambiaria. Perspectivas de la... precios. Por supuesto, la necesidad de conseguir dólares para escapar de la inflación no se anula por una ley. Pese a la prohibición de comprarlos a precio oficial se generó el mercado negro (o blue) con un dólar mucho más caro. De esta manera, el gobierno generaba una devaluación parcial de la economía. Sin perder la capacidad de transmiAr renta a la burguesía que la apoyaba (parte de los industriales, bancos y mulAnacionales) por la vía de mantener sobrevaluado el dólar oficial para la exportación, la importación y la fuga de capital, reducía la demanda de dólares oficiales a través del control de un mercado paralelo más caro. Pero otra vez, se trataba de una escapatoria acotada. La inflación ya se empezó a desbocar al estar los precios regidos por el dólar blue. Solo como ejemplo, los precios de la na-a de la empresa estatal se ajustaban con los cambios del dólar paralelo. Por lo tanto, la presión sobre el dólar oficial aumentó. La devaluación era ya inevitable por causas internas y el Aempo ganado por el gobierno se agotaba. Un crecimiento crí3co El crecimiento de la renta de la Aerra es resultado directo de la crisis mundial. Dos causas explican la suba de los precios de las commodiAes y las dos están vinculadas. La “real” es el aumento de la demanda china impulsada por su expansión y la “ficAcia” es la devaluación del dólar que impulsó una inflación mundial y el refugio financiero en las materias primas. La expansión china está basada en los bajos salarios y se alimenta de la demanda de los EEUU, que a su vez se sosAene sobre la base del financiamiento de China que le compra bonos del tesoro. Es decir que la expansión “real” del gigante asiáAco se da

gracias a los bonos y a la especulación financiera que impulsó la recuperación parcial de los EEUU. Como se ve, todo es muy endeble y la sobreproducción mundial sigue latente sin haberse resuelto las causas de fondo de la crisis. En este escenario, China empezó a bajar su tasa de crecimiento [9]. La proyección a la suba de las materias primas se frenó y a la vez se empezó a dudar de su capacidad de seguir comprando bonos del tesoro de los EEUU. Ante este panorama, el conjunto de las llamadas economías emergentes empezó a evidenciar problemas. Brasil -supuesta nueva superpotencia- se vio envuelta en una rebelión popular ante la evidencia de que no podía sostener el transporte público. A esto se le sumó la crisis sanitaria y educaAva que vive, profundizadas por la fuga de capital reciente. Durante 2012, comenzó una lenta devaluación. Otro de los “emergentes” que devaluó fue Turquía. La devaluación suave pero generalizada de los llamados países emergentes y la perspecAva de un freno al crecimiento chino pusieron más presión al endeble esquema cambiario argenAno. Ahora se tornaba más di*cil la apropiación de renta al mismo Aempo que se avizoraba una perspecAva de disminución de la misma. Además, las devaluaciones generalizadas implican otro problema. Por la vía inflacionaria, el gobierno había logrado bajar los salarios en relación al resto de las mercancías (y por lo tanto subir las ganancias de los capitalistas). Todo este esfuerzo pro patronal que le implicó la pérdida de apoyo de una fracción de la clase obrera y la ruptura con una parte de la burocracia sindical no se reflejó en una baja suficiente del costo laboral local en dólares: el costo laboral de los países que deva-


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luaron fue menor al argenAno. En parAcular, esto se ve al comparar el costo laboral con Brasil. El país vecino Aene su moneda aún más sobrevaluada que la moneda argenAna gracias a que cuenta con el ingreso de divisas por exportación de materias primas y endeudamiento externo. Pese a esto y como muestra del verdadero carácter de los gobiernos de Lula y Rousseff, Brasil Aene costos laborales menores que la ArgenAna (ver gráfico 2). Si la situación ya era complicada por lo explicado en el acápite anterior, el escenario mundial se combinó con los problemas internos en el cóctel explosivo de los úlAmos días.

Perspec3vas La devaluación puso en evidencia la crisis de la economía en su conjunto. El resultado será una doble contracción. Por un lado, habrá menos renta para los ineficientes capitales locales. Los terratenientes deberán hacer algo con su plata y reinsertar sus dólares en la economía nacional, pero es probable que una parte importante la fuguen del país. Por el otro lado, una parte del consumo se evaporará de la mano de la escalada inflacionaria que se produzca que, a su vez, pondrá una nueva presión sobre el dólar para ahorro. Esto llevará a una nueva apreciación de la moneda que podrá ser paleada con una nueva devaluación que acelerará otra vez la inflación. Salvo que se consiga una masa grande de dólares que frene la corrida. El gobierno apuesta a zafar de esta espiral que recuerda a la crisis de 1975 (el llamado “Rodrigazo”) por la vía de obligar al sector agrario a liquidar la parte de la cosecha que mantuvo en silobolsas o a la espera de que algún organismo internacional le preste plata y así conseguir dólares. Ninguna de las dos estrategias parece ser la solución. La primera porque lo que queda por liquidar es menos de lo que el gobierno dice [10] y la segunda es menos facAble de ocurrir porque a las dificultades para acordar con el Club de París y los fondos buitres, se añade que no parece buen negocio apostar financieramente a un país que muestra menor capacidad de pago en dólares luego de la devaluación. El esquema de pagar para volver a pedir prestado que Kicillof copia de Cavallo parece no poder repeArse tan fácilmente. Pero aún cuando funcionase, el resultado no Aene por qué ser diferente al del método original. Ante este panorama, la oposición patronal de Massa, Macri y Binner se quedó sin programa. El gobierno se los robó al devaluar y hacer todo lo que pedían en la campaña electoral. La úlAma semana puso en evidencia tanto la unidad de intereses que ambos representan como la imposibilidad de los mismos de expresar alguna salida

frente a la crisis que no pase por el ajuste social. Aunque esta evidencia no alcanza para que la clase obrera se plantee en forma automáAca una alternaAva, sí abre una brecha. Alguna fracción impotente de la burguesía se propondrá como recambio. Es así que las organizaciones revolucionarias Aenen una oportunidad de plantearse una intervención de conjunto y dejar atrás rencillas ridículas como las que tuvieron los parAdos integrantes del Frente de Izquierda. Dicha intervención debe apostar antes que nada a poner límite a la baja salarial por la vía de exigir un mecanismo automáAco de actualización salarial, como ser una indexación por encima de la inflación. Luchar además por el acceso a mecanismos de ahorro como la compra de dólares, no sólo para los obreros mejor pagos sino también para los de menor ingreso que quedaron afuera de la nueva normaAva. Aunque un paso progresivo, esas luchas no salen del terreno gremial y serán sólo paliaAvos ante la profundización de la contracción de la economía. Es necesario apostar, por lo tanto, a una salida de fondo. Dicha salida pasa por una acción políAca que idenAfique las fuentes de los problemas de la acumulación de capital. La ArgenAna es una economía basada en capitales ineficientes que viven no sólo de la baja salarial sino de la renta de la Aerra (y de la deuda externa, cuando está disponible). La lucha, por lo tanto, Aene que pasar por la apropiación de dicha renta en manos de la clase obrera. Es probable que la devaluación vaya acompañada en breve por alguna acción del gobierno de apropiar la renta a través de impuestos o incluso algún Apo de estaAzación del comercio exterior. En el 2008, un conflicto de este Apo encontró a la izquierda o detrás de la patronal agraria o paralizada [11]. En esa disputa interburguesa que toda crisis genera, es necesario plantearse una estrategia que ponga a la clase obrera en el centro de la escena para que deje de ser un convidado de piedra. Sin ninguna concesión a la burguesía agraria ni a los dueños de la Aerra pero a la vez combaAendo el intento del gobierno de transferir la renta a la ineficiente burguesía local y extranjera. Para eso hay que plantearse medidas expropiatorias tanto de la renta de la Aerra como de la industria y los servicios. Cualquier plan de estaAzación del comercio exterior o de control de precios que no vaya acompañado por una centralización de la producción llevará a un nuevo fracaso. La crisis es una crisis del capital en su conjunto y por lo tanto requiere una estrategia que lo ponga en cuesAón. Como vimos se trata de una crisis que Aene parAcularidades nacionales pero es de carácter mundial. Por lo


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17 No es una crisis cambiaria. Perspectivas de la... tanto, debe estar basado en una estrategia internacional que impulse estas transformaciones en el resto de América LaAna. Parte de la clase obrera brasileña, aunque sin una presencia de la izquierda revolucionaria, ya se puso de pie en las movilizaciones por el Passe Libre, contra el Mundial y en apoyo a los docentes [12]. En Venezuela el agotamiento de la políAca chavista de no avanzar hacia una verdadera expropiación de la burguesía con devaluaciones peores que la argenAna, muestra los límites de las salidas bonaparAstas [13]. Las devaluaciones implementadas generan una competencia entre las diferentes fracciones nacionales de la clase obrera por ver quién Aene el menor costo laboral en dólares. La acción internacional para enfrentar esta salida común de los capitalistas a nivel regional se vuelve imprescindible. La izquierda argenAna se encuentra a la vanguardia regional para impulsar dicha acción. No sólo por su desarrollo electoral sino sobre todo por su peso y autoridad ganada en diferentes fracciones del movimiento obrero. Es su responsabilidad histórica la convocatoria urgente a un congreso para discuAr un programa de acción unificado que supere las consignas gremiales y plantee una perspecAva socialista que lejos de ser utópica se muestra como la salida más realista frente a la hecatombe capitalista que una vez más está en marcha. Notas [1] En base a informe de Damián Bil, Viviana Rodríguez Cybulski y Emiliano Mussi. [2] Bil, Damián: “Síganme… La asunción de Kicillof en Economía y el novenAsmo kirchnerista” en El Aromo N° 76, enero-febrero 2014. hCp://goo.gl/auHvco; Mussi, Emiliano: “En busca de la deuda perdida. Las razones del cepo al dólar y la posible reapertura del canje” en El Aromo N° 70, enero-febrero 2013 hCp://goo.gl/8nqXqF [3] Rodriguez Cybulski, Viviana: “Un corte y una quebrada. El eterno tango de los salarios argenAnos” en El Aromo N° 72, mayo-junio de 2013. hCp://goo.gl/ZP3Rhp; Rodriguez Cybulski, Viviana: “Pobres pero caros. Los límites de la suba salarial bajo el kirchnerismo” en El Aromo N° 70, enero-febrero de 2013. hCp://goo.gl/Vk0RfX [4] Para un análisis histórico del rol de la renta de la Aerra en la acumulación de capital en la ArgenAna y un análisis de los mecanismos de su apropiación por diferentes sujetos sociales, ver Iñigo Carrera, Juan: La formación económica de la sociedad argenAna, Imago Mundi, 2007. [5] Seiffer, Tamara: “La militarización de la población sobrante. El Plan Ahí y el uso de las Fuerzas Armadas para la políAca social” en El Aromo N° 68, sepAembre - octubre de 2012, hCp://goo.gl/EFTqOF [6] Bil, Damián: “Verde insuficiente. El Apo de cambio como mecanismo de apropiación de renta de la Aerra agraria” en El Aromo N° 71, marzo-abril de 2013.

hCp://goo.gl/rlrFvA; Rodriguez Cybulski, Viviana: “Mitos cambiarios. Los debates sobre la uAlidad de la devaluación” en El Aromo N° 68, SepAembre-Octubre de 2012. hCp://goo.gl/OBYWzp [7] Farfaro Ruiz, Betania: “¿Por qué vino Rockefeller? El acuerdo YPF-Chevron y las perspecAvas de la rama petrolera” en El Aromo N° 74, sepAembre-octubre de 2013. hCp://goo.gl/mVuDzS [8] KornblihC, Juan: “¿Robo para la corona o reino (en crisis) del capital?” en El Aromo N° 70 enero-febrero 2013, hCp://goo.gl/+KcRI; Kabat, Marina: “Divide y reinarás. CrisAna y su políAca frente a la clase obrera” en El Aromo N° 70 enero-febrero 2013. hCp://goo.gl/kRY3PY; Harari, Ianina; Nicolás Villanova: “Coordenadas de la huelga general. Un balance del 20N” en El Aromo N° 70 enero-febrero 2013. hCp://goo.gl/mwOIRo; Alvarez Prieto, Natalia: “Desobedientes. Los docentes frente al paro general del 20N” en El Aromo N° 70, enero-febrero 2013. hCp://goo.gl/db7zyE [9] Magro, Bruno: “Espejo oriental. El ajuste en China” en El Aromo N° 76, enero-febrero de 2014. hCp://goo.gl/Vk07x6. Para un análisis del rol de China en la crisis mundial y su impacto en la lucha de clases: Magro, Bruno: “Exportadora de ilusiones. China en el epicentro de la crisis mundial”, El Aromo N° 69, noviembre-diciembre de 2012. hCp://goo.gl/FFIUbj [10] Ver nota de Longoni MaBas, Clarín 27/01/2014. [11] Ver Sartelli, Eduardo (coord.): Patrones en la ruta, Ediciones ryr, Buenos Aires, 2008. [12] Sleiman, Valeria y Federico Genera: "V de vinagre. El despertar de la clase obrera en Brasil" en El Aromo Nº 73, julio-agosto de 2013. hCp://goo.gl/UsnvnC ; Pereira Leal, Leovegildo: “¡Adelante! Las perspecAvas de las movilizaciones populares en Brasil” en El Aromo n° 73, julio-agosto de 2013. hCp://goo.gl/V2VsKz ; Grimaldi, Nicolás: “La contraofensiva. El gobierno de Dilma Roussef frente a la movilización obrera” en El Aromo n° 74, sepAembre-octubre de 2013. hCp://goo.gl/8nqXqF; Simoes, Roberto: “Las huelgas docentes en Brasil. Los trabajadores de la educación de Río de Janeiro resisten la políAca meritocráAca” en El Aromo N° 74, sepAembre-octubre de 2013. hCp://goo.gl/y0lJ4Q ; Penna, Adriana: “La dictadura de los megaeventos en Brasil. Deporte y capital: una relación conflicAva” en El Aromo N° 74, sepAembre-octubre de 2013. hCp://goo.gl/mhnyPD [13] KornblihC, Juan: “Chavismo devaluado. La modificación del Apo de cambio como expresión de la crisis en Venezuela” en El Aromo N° 71, marzo-abril de 2013. hCp://goo.gl/1toF8t * ArBculo del 30 de enero. Disponible en: hCp://www.razonyrevolucion.org/ryr/index.php?opAon=com_content&view=arAcle&id=2636:no-es-unacrisis-cambiaria&caAd=129:novedadesprincipal


Economistas Para Qué? Mercedes D’Alessandro

Mercedes D’Alessandro Doctora en Economía UBA

Es di*cil para mí contestar la pregunta de economistas para qué sin caer en un esAlo autobiográfico. No soy la única. Salvo algún par de excepciones en respuestas anteriores que también leí en esta misma revista (que recomiendo mucho para cualquier estudiante de Economía), todos han ido a sus vivencias. Lo voy a aprovechar mientras huyo del esAlo académico o de dar clases porunrato.EnAendoqueenestahistoria,enparte,estáelgermen de mi visión sobre los economistas, nuestra función y acaso algo más general todavía. Mi primera relación con la Economía fue de niña. Corrían los ’80 y me di cuenta de que mi sueldo de hija se me evaporaba. Le pedí a mi papá que me dé dinero por semana y ¡compraba dólares!TambiénvipasarvariosbilletesdisAntosenlosmandadosque le hacía a mi abuela. El plan austral me simplificó las cuentas de los cigarrillosquelecomprabaconbilletes deSanMarBnqueestaban llenosdeceros.Yolosllamabaporsuscolores:dosmarroncitos,un verde, el rosado. Los australes duraron poco. Eran billetes medio de “Juego de la vida”. No me gustaban. En eso llegó el menemismo, Cavallo y una falsa tranquilidad que se extendió durante una década. Un día me mudé a Buenos Aires y empecé el CBC anotada en Ciencias PolíAcas. Al fin del primer año ya me había cambiado a Economía seducida por el Mochón y Becker del que tanto renegaría en el futuro. La carrera me costó al principio, pero más que nadaporvivirsola,porlaciudadtandisAntaamiPosadasnatal,por los ritmos, aprender a cocinar, pagar cuentas, hacerme nuevos amigos, viajar por Capital de una sede a la otra, etc. Tuve que tra-

bajar a parAr del segundo o tercer año. Me sirvió bastante porque daba clases parAculares de casi todas las materias que ya había cursando, reafirmando mis conocimientos y aprendiendo a ser docente.EntercerañoentréencrisisymeanotéenFiloso*a:pensaba que la Economía era una ciencia social pero había cursado todas materias de matemáAca y derivadas, y los pobres eran sólo unnúmero,lasempresasunacurva,elagenteeconómicounmarciano y así. Estaba muy decepcionada. Muchos de mis compañeros tenían como ídolo a Cavallo… Por suerte en los úlAmos años descubrí materias que me reconciliaron con la Economía y hacia el 2001 me estaba recibiendo en medio de una de las crisis tremendas con casi la mitad de la población por debajo de la línea de pobreza y muchísimo desempleo. Imagino que la habrán estudiado.MilitabaentoncesenelParAdoObrero.Ennuestrafiestade egresados pasó música el actual “sucesor de Moreno” en medio de carteles de Fuera De La Rúa-Cavallo, una noche con estado de siAo declarado y que no vamos a olvidar todos los que estuvimos ahí(MinistrodeEconomíaactualincluidoytodalaplanamayordel monasterio). Fueron años di*ciles. Recién recibida y sin trabajo, daba algunas clases en el CBC comparAendo un sueldo miserable (comolosactuales)conalgúnqueotrodocenteensimilarsituación. ComparB la carrera, los intereses políAcos, amistades, y “acAvidades extracurriculares” con muchos de los economistas que están viendo desfilar por monasterios y programas de radio y televisiónenestosmeses(oficialistasynooficialistas).Nosformamos en medio delderrumbedelas teorías neoliberales,creando nuestra propia heterodoxia con mucho esfuerzo y dedicación (la Es-


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19 Economistas Para Qué? Mercedes D’Alessandro cuelita de Economía PolíAca aún sobrevive a esos días). Fuimos (somos… ¿éramos?) los docentes pluralistas, heterodoxos, marxistas y/o críAcos que Aenen para elegir en las materias que les recomiendan los chicos de esta revista o de otras agrupaciones. DespuésvinotrabajarenelMinisteriohastaelaburrimientode la vida de oficina y dibujar números (me tocó post crisis 2001 estar ensectorfinanciero),yluego la beca CONICET que sin lugar detrabajo fue el mayor desa*o que tuve: la autodisciplina del invesAgador en una facultad sin mundillo académico y fuera de los estándares teóricos tradicionales. Porque hoy “somos todos heterodoxos“, pero esa fue una larga batalla por lograr espacios para pensarfueradelasmaximizacionesenlafacu,enloscongresos,en las aulas, en la bibliogra*a. Todo ese Aempo, desde 1998 hasta el año pasado di clases sin interrupción en Epistemología de la Economía, la materia que a mi me reconcilió con esta ciencia. Y lo hizo porque según la aprendimos y desarrollamos nosotros (me refiero al grupo de ayudantes, docentes y estudiantes que trabajamos en esta versión), esta versión críAca de la Episte nos permite ver qué significa entender el mundo como un agente maximizadorquetomadecisionesbasadoen información perfecta,encontraposición a otras teorías que te muestran que en realidad este agente es una abstracción y que existen insAtuciones, o que hay Estado, o hay lucha de clases. Obviamente, en la vida del economista hay mil otros espacios posibles. Me tocó dar clases en universidades privadas y públicas, el úlAmo año tuve la oportunidad de coordinar la carrera de Economía PolíAca de la Universidad Nacional de General Sarmiento, que fue una experiencia muy enriquecedora por ser una universidad en que se estudia Economía PolíAca y Aene un plan de estudios radicalmente disAnto al de la UBA, con resultados muy interesantes para la formación, discusión y el perfil de los egresados. Pude también dirigir proyectos de invesAgación, dar charlas, seminarios, grupos de estudio, asisAr a congresos nacionales e internacionales, hacer de asesora de políAcos, de privados, para organismos nacionales e internacionales, ir a la tele y a la radio a opinar de Economía, escribir para los diarios... Aquévoycontodoesto…Comoeconomista,omásbien,como cienBfica,creoqueunoAenepocasopciones(aunquepuedohaber dado laimpresióncontraria).Uno/apuedetrabajary“ganarplata” (no necesariamente mucha) en lo que sea que se consiga -el Btulo de economixto da muchas herramientas- y disfrutar del resto del día haciendo alguna acAvidad que te renueve la sangre post explotación (deportes, música, origami, yoga, etc.); o, puede uno/a autoengañarse con que su acAvidad producAva (su trabajo) sirve para cambiar algo del mundo este en que vivimos. Si vas a elegir la segunda opción, entonces no te queda otra que tomarte enserio tu formación, hacer bien las tareas, darte cuenta que la carrera de Economía la hacés vos, con tus compañer@s, profesores, que sos protagonista de ese proceso, y que tu acción te trasciende. Ahora bien, “transformar el mundo” es una consigna abs-

tracta. Es algo que cabe preguntarse: de qué se trata la Economía PolíAca, cuáles son las leyes que rigen los fenómenos económicos, qué carácter Aenen, cómo nos afectan, cómo podemos actuar sobre ellas. De qué se trata esto de transformar el mundo. Podríamos empezar preguntándonos a qué clase social pertenecemos, cuáles son nuestros objeAvos como clase, cuáles las herramientas de acción. Situarse en Aempo y espacio, no perder la dimensión histórica porque finalmente somos el resultado de quienes nos preceden y los antepasados de quienes nos siguen en esta vida orgánica que desarrollamos. En este senAdo yo he encontrado pocas opciones también: o sos de esos que Aenen los medios de producción (capitalistas los llaman en algunas teorías zurditas) o sos de aquellos que sólo Aenen su fuerza de trabajo para vender (trabajadores)… A mi me tocó el segundo grupo, con lo cual, no me queda otra que luchar por que no me bajen el salario, a mí y los de mi clase, y desarrollar laspotencialidadesdeltrabajocolecAvo,paraque,eventualmente, podamos emanciparnos de esta relación social en la que estamos inmersos, que recrea las condiciones para que un pequeño puñado de hombres se apropie de la mayor parte de la riqueza social que producimos. Es una cuesAón de clase, pero también de moral, de deseo, de lucha coAdiana, de no renunciar a los sueños y de, como decía el Che, endurecerse sin perder la ternura jamás. Es una lucha que a veces podemos dar en las filas mismas de la disputa políAca y otras nos toca mirar un poco más desde lejos para aportar con algunas palabras o reflexiones. Pero como dicen por ahí, la teoría revolucionaria es también una prácAca revolucionaria. En ese senAdo, considero que un economista puede ser un revolucionario, puede aportar a la construcción de una nueva sociedad, enfocado en uno de los ámbitos más di*ciles que es el de la organización consciente de la producción social, que es eso que desde el primer día nos dicen que es obra y gracia de la oferta y demanda (o de una mano invisible). De lo que se trata es de entender las leyes que rigen la producción de la vida social, hacerlas conscientes (o para qué teníamos eso que decimos nos disAngue del animal?) y que sean una guía para nuestra acción. Por supuesto que en la vida coAdiana somos un engranaje másdeestesistemaquefuncionaaescalaplanetaria yenesesenAdo quizás te viene bien aprender a usar el Excel o entender la balanzadepagos.Somostrabajadores.Perosomostrabajadoresque ademáspodemos“pensar”sobrenuestrotrabajoysobrelaforma en la que lo organizamos. Quizás un uso racional (en el senAdo más filosófico del término) que podemos darle a nuestro saber es justamente ese. Mirando para atrás, a alguno nos tocó vivir ya tres crisis: la hiperinflación, la del 2001 y esta nueva que tenemos enfrente. Aquí tenemos un espacio para aportar en una solución novedosa, en la que no seamos los trabajadores los que perdamos las conquistas que hemos podido conseguir. Hasta la quinta derivada siempre!


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///LA ACTUALIDAD DEL MARXISMO Debates en torno a la Teoría del Valor

El nombramiento de Axel Kicillof como Ministro de Economía pisando los úlAmos días del pasado 2013, desató la polémica en torno a su figura , en parAcular, por su presunta condición de “marxista”. Desde ya, el hecho no debería llamar ni la menor sorpresa; desde las primeras apariciones mediáAcas del superministro, la derecha nacional se encargó de que no hayan dudas al respecto, tras múlAples declaraciones que rozaban lo discriminatorio. Agotada esta etapa, luego asisAmos a otra en que el acento no se encontraba en el uso de su ubicación dentro del espectro de ideologías para despresAgiarlo, sino el intentar correrlo y ubicarlo directamente en el lado opuesto, como represente de los intereses económicos más poderosos del país. Así, lo que hasta hace Aempo parecía ser una verdad incuesAonable se convirAó, en pocas horas, en moAvo de debate y discusión en blogs y redes sociales. Los medios de comunicación favoritos de jóvenes y no tan jóvenes colapsaron de opiniones personales y retweets de opiniones ajenas disfrazadas de propias, que no hacían más que converAr a Kicillof en lo que cualquier conservador desearía que sea. Frente a esta indefinición cabría preguntarse: ¿Axel es o se hace? Dejando atrás el chascarrillo, probablemente nuestra labor sea la de dar un paso atrás y alejarnos de esa abstracción que se vuelve el dictaminar si alguien es o no es marxista. Esto es, volver, para parar la pelota y pensar. Primero y principal: ¿qué es el marxismo? En un primer momento se nos presenta como todos aquellos quienes, de una manera u otra, Aenen por base la obra de Marx en sus producciones cienBficas y que, en cierto punto, parecieran hablar en nombre de Marx. Si examinamos la cuesAón un poco más de cerca, salta a la vista que el asunto resulta un poco más complejo, y la posible “idenAdad marxista” escapa a una definición sencilla. En términos simples, podemos hablar de los conAnuadores y los seguidores. Ambos grupos se ponen de manifiesto como un abanico de interpretaciones encontradas donde, por un lado, los primeros encuentran grandes diferencias entre lo que dijo aquel autor y lo que se encuentran hoy como su realidad, teniendo como tarea actualizar los conceptos presentes en su obra. Por el contrario, los otros suelen recordarles a los primeros que sin las leyes generales enunciadas allí no hay forma de explicar nada, por lo que buscan hacer que el hoy calce a la perfección en cada pasaje de El Capital. Sin embargo, por más antagónicos que parezcan los enfoques, encontramos en ellos un denominador común que

los transforma en dos caras de una misma moneda. Pues, más allá de los maAces , ambas terminan en la posición dogmáAca de tomar la obra de Marx como si exisAera en ella un listado de mandamientos o pasos a seguir que lo hicieran a uno más a fin a sus escritos, o como si tal o cual fuera la forma correcta de interpretar a Marx. Así, no se abre más que el camino a una abstracta libre interpretación, que permite la selección de fragmentos a placer para poder hacer decir al autor lo que uno quiera. No faltará luego quien se adjudique la autoría de algún manual de “Cómo ser un buen Marxista”. Ahora bien, esto mismo es lo sucede en la discusión que nos llevó a preguntarnos por la vigencia de los desarrollos de este autor, y sucede que no es más que el camino por el cual el marxismo se transforma en un discurso ideológico. Frente a estos paladines de la verdad marxista (con tantas verdades como paladines), no queda más que responder desde Marx. Pero no desde Marx en abstracto, pues lo cierto es que lo que más nos interesa en este momento no es sólo entregarnos a la tarea de dilucidar “qué es lo que decía”, sino antes bien el ver de qué puede servirnos eso hoy, en este momento de la historia en que nos toca actuar. He aquí lo más importante. Para decirlo en otras palabras, lo que pretendemos es poder dilucidar qué nos aporta este autor (si acaso algo) para comprender mejor nuestra época, allanando el camino para poder actuar de manera consciente, tarea que toda generación debe realizar desde el mismo instante en que el hombre es el único animal que escribe su propia historia. Si de algo podemos estar seguros es de la importancia que la obra de Marx tomó desde su aparición. Todo gran pope de la ciencia le ha dedicado un lugar para discuArla en algún rincón de sus producciones, aún en el escenario de que las múlAples carreras de Economía suelen pasar toda su obra por alto. Frente a esto, bien cabe preguntarse qué necesidad se está realizando cada vez que los estudiantes se ven privados de enfrentarse a sus propias determinaciones en el proceso de producción de sus conciencias cienBficas. Es así que en el siguiente dossier pretendemos dar el puntapié inicial a las discusiones aquí esbozadas, a la problemáAca que gira en torno a la vigencia del marxismo, con el fin de poder avanzar con aun mayor profundidad sobre esto en el próximo número de nuestra revista. Para ello contaremos, en esta edición, con los aportes brindados por Juan Iñigo Carrera, Cecilia Rikap, Federico Bekerman, SanAago Salinas y Ezequiel Monteforte. Queda entonces abierto el debate, cocodrilo que duerme es cartera.


La actualidad del marxismo Debates en torno a la Teoría del Valor

Ser marxista o reconocer objeAvamente la propia subjeAvidad políAca mediante el método dialécAco descubierto por Marx

Nota: por un desarrollo más amplio acerca de las determinaciones de la conciencia y de las formas del conocimiento cienBfico ver: Iñigo Carrera, J., El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, capítulo 7.

El marxismo se encuentra signado por el debate entre “verdadero marxismo” y “falso marxismo”. Este debate brota del carácter interpretativo del marxismo y, por lo tanto, la imposibilidad de su resolución objetiva es consustancial a él. Pero la verdadera cuestión, desde el punto de vista de la acción política de la clase obrera capaz de superar el modo de producción capitalista en una organización de la vida social donde la conciencia libre constituya la relación social general, lleva en sí la superación de la interpretación misma. El método científico no es una existencia natural; es en sí mismo una forma social históricamente determinada. Así, la representación lógica, los sistemas conceptuales, son la forma propia de una conciencia enajenada en el capital que, al mismo tiempo que necesita conocer objetivamente, no puede hacerlo respecto de sí misma. Por eso se contrapone a ellos la “reproducción de lo concreto mediante el pensamiento” descubierta por Marx, como el método científico históricamente propio de la clase obrera en tanto sujeto revolucionario.

Juan Iñigo Carrera

Centro para la Investigación como Crítica Práctica. Docente FCE-UBA, FSoc-UBA y UNGS.

1) Sobre el carácter interpreta3vo del marxismo, o acerca de la obje3vamente irresoluble dicotomía “verdadero marxismo-falso marxismo” “¿Qué parAdo de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el Poder? ¿Qué parAdo de oposición, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes más avanzados de la oposición como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista?” (K. Marx y F. Engels, “Manifiesto del ParAdo Comunista”).


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23 Ser marxista o reconocer objetivamente la propia... Nada hace suponer que, al escribir lo anterior, a sus autores se les ocurriera que, en el devenir histórico, el término “marxista” podría ocupar el lugar del “comunista” en este uso recíprocamente condenatorio entre los parAdos del gobierno y la oposición. Condena que amerita una inmediata respuesta por el respecAvo parAdo. ¡Marxista!, acusa uno; ¡no, keynesiano!, se le responde. ¡Marxista!, retruca el parAdo acusado en cuanto descubre que algún pope del oponente esconde un esqueleto comunista en el placard de su juventud; ¡no, no ser socialista a los veinte es prueba de que no se Aene corazón; serlo a los treinta es prueba de que no se Aene cerebro!, se jusAfica el otro plagiando a Clemenceau. Pero, por muy ameno que pueda ser este intercambio tragicómico de acusaciones donde prima el “yo no fui”, el que se presenta revisAendo verdadero interés desde el punto de vista de la acción políAca de la clase obrera es un intercambio en apariencia inverso: la reivindicación del nombre “marxista” para sí. Reivindicación acompañada generalmente por la acusación de “falsos marxistas” contra todos los otros que también se reivindican marxistas pero con cuya interpretación al respecto se discrepa, y que, por su parte, pracAcan en reciprocidad la misma acusación. La pregunta resulta ineludible: ¿qué se enAende, entre quienes se idenAfican como marxistas, por ser marxista? La certeza con que se antepone a toda elaboración propia la fórmula “de acuerdo con la teoría de Marx” y la virulencia con que se expulsa del “reino del marxismo” a todo aquel que no comulga con dicha elaboración, prácAcas fuertemente difundidas entre los marxistas, podrían despertar la envidia hasta de Pio IX y su infalibilidad dogmáAca. Pero, a diferencia de éste, entre los marxistas no ha habido un Concilio que separara al Papa de los demás pracAcantes, como ocurre con las mercancías y el dinero, sino que se trata de un mundo de simples mercancías en donde, la autoridad dogmáAca de uno, puede ser puesta en cuesAón por la de todos los demás. Bueno, al menos hacia fuera de los disAntos escalafones parAdarios y académicos. Ante el vacío de una autoridad que consagre al “verdadero” marxismo con alcance universal, el debate acerca de quién puede definirse legíAmamente como marxista, y quien no, se renueva constantemente sin encontrar una resolución objeAva. Recientemente, el profesor Rolando Astarita ha propuesto lo que considera un criterio insuperable para efectuar la disAnción clasificatoria (“Kicillof ¿el ministro marxista?”). Según él, se trata de un criterio basado en “la idea dialécAca del ‘salto de canAdad en calidad’”. Diferencia así, como

meras “alteraciones cuanAtaAvas”, “un espacio de maAces, disonancias y críAcas a aspectos de la teoría, que se manAenen, empero, dentro de una matriz de pensamientos que conforman un corpus teórico y políAco con una fisonomía caracterísAca”. Más allá de ellas, “existen cuesAonamientos que se colocan en un punto de ruptura cualitaAvo”. Luego presenta como ejemplo concreto que “dado que la teoría de la explotación consAtuye uno de los rasgos definitorios del marxismo, si alguien sosAene que el modo de producción capitalista no es explotador, no podría encajar, de ninguna manera, dentro de la corriente del pensamiento marxista”. Guiados por este criterio, la concepción de John Roemer acerca de que “el capitalismo está afectado negaAvamente por una enajenación y explotación innecesarias” cuya necesidad de superación “fluye de una concepción histórica del mundo, basada en la evolución de las formas de propiedad”, parecería reunir los requisitos de una “alteración cuanAtaAva” (“‘RaAonal choice’ Marxism: some issues of method and substance”, en Roemer, J, (editor), AnalyAcal Marxism). Pero si se pone como límite para la “ruptura cualitaAva” la adhesión a la “teoría del valor”, entonces el “marxismo analíAco” de Roemer debería caerse fuera, ya que propugna abandonarla, considerando que para analizar las relaciones de cambio “las herramientas par excellence son los modelos de elección racional: la teoría del equilibrio general, la teoría de los juegos, y el arsenal de técnicas de modelado desarrollado por la economía neoclásica” (ibíd.). Sin embargo, hasta ahora,

*Ante el vacío de una autoridad que consagre al “verdadero” marxismo con alcance universal, el debate acerca de quién puede definirse legí)mamente como marxista, y quien no, se renueva constantemente sin encontrar una resolución obje)va.


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ningún marxista ubicado dentro de la adecuación cuanAtaAva ha logrado que el marxismo analíAco deje de considerarse una variedad del marxismo. Pero también se puede ser más estricto frente al “cada quien su propio marxista” (“every man his own Marxist”, Kliman A. Reclaiming Marx’s “Capital”), considerando que una interpretación “dual simultaneista” de la determinación de los precios de producción por los valores reniega de la teoría de la explotación de Marx en contraposición a una “interpretación temporal de sistema único” (“temporal single system interpretaAon”, ibíd.). Y cómo definir si la críAca a la teoría de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia realizada por la escuela de la “Nueva lectura de Marx” corresponde a una “alteración cuanAtaAva” o pasa el “punto de ruptura cualitaAvo” del marxismo. O si dentro de éste cabe o no la nueva categoría de un “marxismo sin Marx” (Freeman, A. “Marxism without Marx: a note towards a criAque”). O si sólo son dignos del nombre quienes se proponen “volver a Marx” (Harnecker, M. “Introducción”, en Althusser, L., La revolución teórica de Marx), lo cual presupone que antes se habrían ido a algún otro lado. Si hasta el propio Marx ha sido declarado indigno de ser reivindicado por el marxismo en cuanto se le atribuye sostener “el carácter ideológico, no cienBfico, del concepto de ‘trabajo alienado’ y, en consecuencia, del concepto de ‘alienación’ que lo sosAene” (Althusser, L. “De ‘El capital’ a la filoso*a de Marx”) que incluso deja una influencia “flagrante y extremadamente dañosa […]: la teoría del feAchismo.” (Althusser, L. “Guía para leer ‘El capital’”, prefacio a la edición francesa del Tomo I). Y el mismo Marx también ha sido acusado por el marxista Rubin de atentar contra la interpretación de su propia teoría por haber escrito “unas pocas frases” en las que explicita la materialidad del trabajo abstracto que se representa socialmente como el valor de las mercancías, lo que “no puede en modo alguno ser compaAble con la totalidad de la teoría del valor de Marx” (Rubin, I, Ensayos sobre la teoría marxista del valor). El criterio basado presuntamente en “la idea dialécAca del ‘salto de canAdad en calidad’” es impotente para establecer un recorte del marxismo que supere la arbitrariedad subjeAva del “yo, verdadero marxista; vos, falso marxista”. Y lo es porque la dificultad del senAdo de toda clasificación reside en explicar el carácter de la diferencia cualitaAva que se manifiesta en una diferencia cuanAtaAva, y no en proceder ciegamente a la inversa, parAendo de haber observado una presunta diferencia cuanAtaAva para de ahí inferir la existencia

de una diferencia cualitaAva cuyo contenido permanece inexplicado. Este proceder que parte de la indefinición de la cualidad no puede superar la barrera de la diferencia infinitamente pequeña (Hegel, G., Ciencia de la lógica), o sea, en este caso, la barrera de la discusión sectaria acerca de a quién se incluye y a quién no. Si el punto de parAda de toda clasificación es el reconocimiento del atributo cualitaAvo que determina a su objeto, el problema que se enfrenta es la definición cualitaAva de qué es un marxista. Y el atributo cualitaAvo que todos los marxistas Aenen en común es que cada uno se reconoce a sí mismo como un sujeto que apunta a interpretar los textos de Marx, y su acción en general, de la manera posiAva que concibe como adecuada. Pero no se trata de realizar dicha interpretación por un mero interés erudito. Se trata de aplicarla al mundo real a fin de interpretar el movimiento de éste de un modo que permita cambiar la organización social existente por una superior en cuanto a la afirmación del ser genérico humano. En síntesis, el atributo cualitaAvo que define a los marxistas es que cada uno se reconoce a sí mismo como un sujeto políAco que se propone interpretar al mundo, a fin de cambiarlo, interpretando a Marx en la manera posiAva que concibe como adecuada. La pregunta acerca de la naturaleza cualitaAva del marxismo nos pone así frente a la de la naturaleza cualitaAva del interpretar. Toda interpretación es un acto en el cual el sujeto define cuáles de los atributos que su propia subjeAvidad determinada le hacen encontrar en el objeto, son relevantes en la determinación de la objeAvidad misma de éste y, en consecuencia, en la determinación de sus potencialidades. Luego, el sujeto vuelve a enfrentarse a su objeto como si éste le presentara como necesidad real la que la propia subjeAvidad ha introducido idealmente en él, o sea, se representa al objeto bajo la apariencia de ser portador de esta necesidad. No importa si se trata de la interpretación de una parAtura musical, de la de unas escrituras religiosas, o en lo que interesa aquí, de la de los textos cienBficos de Marx, tal es la esencia subjeAvamente determinada de la interpretación. Dado el carácter interpretaAvo del marxismo, o sea, que los marxistas se reconocen como intérpretes de Marx, el que hagan esta interpretación de disAntas maneras, es una diferencia específica que los enfrenta dentro del género. La posibilidad del “cada quien su propio marxista” hace a la esencia interpretaAva misma del marxismo. Y, de esa esencia misma, la imposibilidad de encontrar un criterio objeAvo capaz de definir


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25 Ser marxista o reconocer objetivamente la propia... una clasificación entre “verdaderos marxistas” y “falsos marxistas”. El intento de establecer tal criterio objeAvo consAtuye una contradicción en los términos frente a la esencia interpretaAva del marxismo. Claro está que el descubrimiento de este hecho no Aene de por sí el poder de ponerle fin a las acusaciones recíprocas de “falso marxista”. Por el contrario, su potencia reside en explicar por qué tales acusaciones han formado parte, y seguirán haciéndolo, de la subjeAvidad marxista.

2) El conocimiento es el momento organiza3vo de la acción, o conocer es organizar la propia acción Es bien conocida la evocación que hace Engels acerca de la referencia de Marx respecto de sí mismo: “… una vez Marx le dijo a Lafargue: ‘Lo que hay de cierto es que, en cuanto a mí, yo no soy marxista’” (“Carta de Engels a E. Bernstein del 2-3 de noviembre de 1882”). Si se creyera que la cuesAón es interpretar a Marx, podría concluirse que la no pertenencia declarada por Marx respecto del marxismo responde simplemente a una imposibilidad formal: así como el marxismo interpreta a Marx, carece de senAdo decir que Marx se interpreta a sí mismo. O, también, podría interpretarse

esta afirmación como una manifestación del humorismo de Marx (Althusser, L. La filoso*a como arma de la revolución). O como un “lamento doloroso” en rechazo a las concepciones doctrinarias de Lafargue y sus compañeros (Vincent, K., Between Marxism and Anarchism: Benoît Malon and French Reformist Socialism). Se puede conAnuar indefinidamente especulando acerca de cómo debe interpretarse lo que Marx pensaba al hacer la afirmación en cuesAón. Pero preguntémonos a qué nos enfrenta realmente el carácter interpretaAvo del marxismo en el ejercicio de nuestra propia condición de sujetos políAcos que nos planteamos actuar transformando la organización social actual. De manera inmediata, la cuesAón nos coloca frente a otra afirmación de Marx que pone en el eje a la interpretación como tal: “Los filósofos no han hecho sino interpretar al mundo de diferentes maneras; de lo que se trata es de cambiarlo” (“Tesis sobre Feuerbach”) Existe una coincidencia general entre los marxistas en cuanto a la interpretación de esta tesis: la críAca a los filósofos no reside en que interpretan al mundo, sino en que no actúan una vez que han realizado esta interpretación. Que de lo que se trata es de interpretar al mundo para, sobre la base de esa interpretación, actuar transformándolo. Sin embargo, volvamos a pre-


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26 Ser marxista o reconocer objetivamente la propia... guntarnos acerca de qué es una interpretación. Cualquiera sea su objeto parAcular, la interpretación acerca de algo es una forma de conocer la potencialidad que ese algo le presenta al sujeto para hacerlo propio. Se trata de una forma de conocimiento. Por lo tanto, para contestarnos acerca de la necesidad de la interpretación como tal, necesitamos preguntarnos acerca de la necesidad del conocimiento en general. En todo proceso de metabolismo, el sujeto necesita gastar su cuerpo para apropiarse de los objetos de su medio, de modo de reproducirse a través de esta apropiación como tal sujeto. La producción del conocimiento es el momento del proceso de metabolismo en el cual el sujeto consume su cuerpo a fin de apropiarse de la potencialidad que Aene como tal sujeto frente a la potencialidad que le ofrece el objeto de su medio. Esto es, el conocimiento es el proceso en el cual el sujeto se apropia virtualmente de su condición de tal sujeto de modo de regular el gasto pleno de su cuerpo que debe realizar para actuar sobre el objeto y apropiárselo efecAvamente en el proceso de reproducirse a sí mismo. De modo que el conocimiento es el proceso mediante el cual el sujeto rige su acción de apropiarse efecAvamente de su objeto para saAsfacer su propio fin. Gasto del cuerpo del sujeto para regir su acción, el proceso de conocimiento es un momento de la acción misma; es la acción en su propio movimiento. Por lo tanto, no es que al interpretar al mundo los filósofos no han actuado, sino que la forma misma de su conocimiento del mundo, el hecho de interpretarlo, ha sido la forma necesaria de regir su acción de un modo impotente para cambiarlo. La cuesAón a la que nos enfrentamos aquí no es al contenido de la interpretación, sino a la forma misma del proceso de conocimiento en que se produce la interpretación, o sea, al método de este conocimiento. El conocimiento consciente, o sea, el conocimiento que se sabe a sí mismo conocimiento, o más simplemente, la conciencia, es la forma de conocimiento genéricamente propia del ser humano. La conciencia es la forma en que cada sujeto humano porta en su persona la capacidad para regir su acción individual como órgano del proceso de metabolismo social. La conciencia cienBfica, el conocimiento cienBfico, se encuentra específicamente determinado como un conocimiento, o sea, una forma de regir la acción del sujeto sobre su objeto, en la que aquél apunta a apropiarse virtualmente de su propia potencialidad respecto de la de éste sin que la intervención de su subjeAvidad en este proceso de conocimiento intro-


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27 Ser marxista o reconocer objetivamente la propia... duzca ideal o realmente en el objeto determinaciones que no son propias de éste como tal, sino que han sido puestas en él brotando de dicha intervención. De manera correspondiente, se trata de un conocimiento en el cual el sujeto apunta a aprehender idealmente las determinaciones de su propia subjeAvidad como si se tratara de un objeto exterior a sí. Su método, o sea, su forma, Aene un carácter objeAvo. Surge aquí la pregunta acerca de por qué, si el conocimiento cienBfico es en sí mismo la acción humana en el proceso de organizarse a sí misma del modo más potente para transformar al mundo, en la sociedad actual se lo concibe como escindido de la acción: por una parte está la teoría, y por la otra está la prácAca, para luego, en el mejor de los casos, enunciar que ambas deben ser puestas en una relación cuya exterioridad nunca se logra definir concretamente. De hecho, esta escisión es la que se ha puesto de manifiesto en la interpretación marxista de que el problema con los filósofos es que conocen, pero no actúan.

3) El método cien4fico de la representación lógica como relación social históricamente específica, o la conciencia cien4fica libre como forma de la conciencia enajenada en el capital En el modo de producción capitalista, la conciencia se encuentra determinada de un modo históricamente específico. La relación social general, o sea, el propio ser social, se enfrenta a los individuos como una existencia objeAvada, exterior a sus personas, producto del trabajo social realizado de manera privada, capaz de poner en marcha este mismo trabajo social con el objeto inmediato de mulAplicarse a sí misma, o sea, como capital. Por lo tanto, los sujetos se encuentran libres de relaciones de dependencia personal en la organización de sus vidas porque se encuentran someAdos a las potencias sociales objeAvadas en el capital. En pocas palabras, la conciencia libre es la forma que Aene la conciencia enajenada en el capital. (Iñigo Carrera, J. “Conocer el capital hoy. Usar críAcamente “El capital”) La necesidad del capital respecto del conocimiento cienBfico encierra una contradicción. Para producir plusvalía relaAva mediante el sistema de la maquinaria, el capital requiere someter la producción a la ciencia. Pero, en tanto el conocimiento cienBfico es simplemente la forma concreta de la producción de plusvalía, la ciencia ha de reproducir la enajenación de la conciencia en el capital. Al mismo Aempo que debe ser una conciencia objeAva, necesita ser una conciencia que se enfrente a sí misma de manera no objeAva,

aceptando la apariencia de ser una conciencia abstractamente libre. Por eso se trata de una ciencia que necesita presentar el fundamento de su objeAvidad surgiendo de fuera de ella misma, de una representación filosófica que se concibe surgiendo de una pura subjeAvidad abstractamente libre. La representación lógica es esta contradicción resuelta, o sea, desarrollada. Se basa en representar las concatenaciones reales tomando las formas en que la necesidad determinante se encuentre realizada como si no fueran, al mismo Aempo, formas que llevan en sí una necesidad a realizar. De modo que define a las existencias reales como impotentes para moverse por sí mismas. Así, se concibe que nada en el mundo real puede llevar en sí la necesidad, o sea, ser el sujeto, de su propia superación. Parece así que todo movimiento debe ser insuflado exteriormente. Puestas así como incapaces de moverse por sí mismas, todas las formas reales quedan representadas en el pensamiento como si fueran abstractas afirmaciones inmediatas. De este modo, la conciencia libre sólo puede ser la conciencia libre; la conciencia enajenada, ella misma; nunca la primera la forma concreta necesaria de exisAr la segunda. A lo sumo, en lo que se da a llamar una representación dialécAca, ambas pueden ponerse juntas contradiciendo exteriormente una a la otra, pero cada una de ellas es su correspondiente abstracta afirmación inmediata. Vaciadas idealmente las existencias reales de su necesidad, o sea, converAdas en conceptos, la representación de su movimiento necesita imponer sobre ellas una necesidad construcAva que las ligue exteriormente entre sí en el pensamiento hasta construir un sistema conceptual. Pero, como vehículo de un conocimiento cienBfico, esta necesidad construcAva debe representar la manifestación exterior de las relaciones objeAvas de sus objetos; tal es la lógica. La apariencia de tratarse de abstractas afirmaciones inmediatas, corresponde efecAvamente a la expresión de la determinación cuanAtaAva real considerada en sí misma. Sobre esta base, la construcción lógica empieza concibiendo a las formas concretas como vacías de necesidad a realizar, para luego representar esa necesidad mediante las relaciones de medida que observa entre dichas formas concretas. Esta representación permite actuar conscientemente sobre las formas concretas: pese a que no se conoce la cualidad misma de la necesidad real, es posible actuar sobre las relaciones de magnitud de sus formas, transformando así su canAdad hasta que ésta se corresponda con la de una forma cualitaAvamente


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disAnta. Aquí radica la potencia de la representación lógica para transformar la realidad como portadora de la producción de plusvalía relaAva: puede medir todo objeAvamente, sin tener que preguntarse por la necesidad de nada. En parAcular, por la necesidad de la propia subjeAvidad de quien conoce. Pero la representación lógica no sólo cancela así, por su propia forma, la posibilidad de descubrir que el avance en la libertad que significa la capacidad para actuar que ella misma porta es la forma necesaria de desarrollarse la enajenación. Su potencia en este senAdo toma una forma concreta que interesa parAcularmente aquí. Dado que parte de concebir a las formas concretas reales como abstractas afirmaciones inmediatas, la necesidad real que las determina sólo entra en la representación lógica reducida al mayor o menor grado

* Los sujetos se encuentran libres de relaciones de dependencia personal en la organización de sus vidas porque se encuentran some)dos a las potencias sociales obje)vadas en el capital.

de repeAción con que dichas formas concretas reales se hayan presentado anteriormente. En consecuencia, la propia representación lógica llega a una conclusión lógicamente inevitable: dado su naturaleza construcAva necesariamente exterior a la necesidad real que se trata de apropiar mediante el pensamiento, es imposible mediante ella alcanzar la certeza acerca de un conocimiento objeAvo antes de actuar. En consecuencia, se concluye que las representaciones lógicas, y de ahí, las teorías cienBficas, no son sino formas de interpretar la realidad de disAntas maneras. No son sino construcciones ideológicas. Se llega así al punto en que la afirmación de que todo conocimiento cienBfico se encuentra ideológicamente determinado por naturaleza pasa a ser visto como la expresión más genuina de una conciencia críAca históricamente superadora de su forma actual. Esta conclusión, que emerge de la forma misma de la representación lógica, sea su contenido uno u otro, no es una abstracta cuesAón epistemológica, sino que

concierne concretamente a la acción políAca de la clase obrera. Dicha conclusión es expresión de la naturalización del modo de producción capitalista y, por lo tanto, una forma concreta de la negación a la clase obrera de su condición de sujeto revolucionario. Cualquier interpretación de una determinación real es, en sí misma, la negación de que el conocimiento de dicha determinación ha trascendido toda apariencia. La interpretación acerca de la necesidad determinante del propio ser social es la negación de su conocimiento objeAvo pleno. Pero el conocimiento objeAvo pleno, portado en la conciencia de cada uno de los miembros de la sociedad, respecto de sus determinaciones como órganos individuales del proceso de vida social es la forma necesaria que toma la relación social general en una sociedad basada en la organización consciente general de dicho proceso. Por lo tanto, afirmar que el conocimiento objeAvo está condenado a detenerse en la interpretación, es afirmar que la organización consciente general de la vida social está condenada a la imposibilidad. O sea, afirmar que la representación lógica es la forma natural, y como tal insuperable, del conocimiento cienBfico, implica afirmar que la superación del modo de producción capitalista en el socialismo o comunismo es imposible. Sí. Por su misma forma, o sea, por su método, la representación lógica es una forma de conciencia objeAva que proclama “el fin de la historia”. Más allá de que coincidir en que la cuesAón es interpretar al mundo interpretando posiAvamente a Marx para transformar a aquél, los marxistas coinciden unánimemente en afirmar que toda relación social Aene un carácter histórico. Ahora bien, ya dijimos que la conciencia es la forma en que cada sujeto humano porta en su persona la capacidad para regir su acción individual como órgano del proceso de metabolismo social. Por lo tanto, la conciencia es la forma en que cada uno porta su relación social general. Dicho directamente, la conciencia es una forma de la relación social general. Pero no lo es abstractamente por su contenido sino que su propia forma, o sea, su método, es portador de la relación social general y, por lo tanto, un producto social histórico él mismo. Sin embargo, para los marxistas, toda relación social será histórica, menos el método del conocimiento cienBfico, al que le asignan por naturaleza la forma de una representación lógica y, como tal, la de uno u otro modo de interpretar la realidad. Tan es así que hasta quien afirma que “en cuesAones de marxismo la ortodoxia se refiere exclusivamente al método”, y que “el valor gnoseoló-


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29 Ser marxista o reconocer objetivamente la propia... gico de los métodos resulta […] ser un problema histórico-social”, no encuentra para el materialismo histórico más especificidad, respecto de la forma misma de la representación, que la invocación abstracta a una “totalidad mediadora” (Lukács, G., Historia y consciencia de clase). Pero la representación lógica no es la forma natural del método cienBfico. Es una forma de relación social históricamente determinada en la cual, la ideología, o sea, la negación del conocimiento objeAvo, se afirma bajo la apariencia de su contrario, el método cienBfico.

4) La reproducción de lo concreto mediante el pensamiento, o el conocimiento dialéc3co como forma históricamente específica de la conciencia obje3va de la clase obrera en tanto sujeto revolucionario Tenemos así que la representación lógica es la forma de conciencia objeAva históricamente determinada como forma necesaria de la producción de plusvalía relaAva que, como tal, niega a su sujeto, y concretamente a la clase obrera como sujeto políAco, la posibilidad de conocerse objeAvamente en sus potencias como sujeto histórico. La pregunta surge de inmediato: ¿cuál es entonces la forma del conocimiento objeAvo de la propia subjeAvidad histórica de la clase obrera portadora de la capacidad para organizar la superación del modo de producción capitalista? Este conocimiento no puede detenerse al enfrentar a la exterioridad que le presenta el concreto, sino que recién reconoce a éste en su objeAvidad al penetrar virtualmente en él para apropiarse de su necesidad como una potencialidad a realizar. Lo cual lo empuja nuevamente hacia dentro de su objeto, para reconocerlo en su objeAvidad como portador de la necesidad de esa necesidad potencial. ConAnua así preguntándose por la necesidad objeAva de su objeto, hasta encontrar a ésta bajo su forma más simple de existencia actual cuya necesidad potencial no es otra que la de trascender de sí, esto es, la de transformarse. El sujeto de la acción regida por este conocimiento se encuentra entonces con que, para apropiarse de su propia potencialidad respecto de la de su objeto, necesita acompañar idealmente al desarrollo de la necesidad de éste hasta alcanzarla en su determinación como una potencialidad que Aene a la acción misma en cuesAón por forma necesaria de realizarse. Se trata de un conocimiento dialécAco que se desarrolla reproduciendo en el pensamiento el movimiento con que lo enfrenta la necesidad real del propio sujeto de la acción respecto de la de su objeto.

El proceso dialécAco de conocimiento individual que se enfrenta a su objeto como a uno ya perteneciente al conocimiento social, no puede tomar como punto de parAda la existencia de este conocimiento objeAvado anteriormente, y representársela como la base de su propia objeAvidad. De hacerlo, dejaría de ser una reproducción de lo concreto en el pensamiento, para adquirir la exterioridad de una representación, de una interpretación. Su propia forma lo fuerza a penetrar por sí en el concreto real mismo con que se enfrenta, para reproducir luego idealmente la potencialidad de éste como forma de regirse la acción del sujeto. Lo que el conocimiento dialécAco existente provee a su reconocimiento es la posibilidad de enfrentarse al

*yo no arranco de ‘conceptos’ … De donde arranco es de la forma social más simple en que toma cuerpo el producto del trabajo en la sociedad actual, que es la “mercancía. (Notas marginales al «Tratado de economía polí)ca» de Adolph Wagner)

concreto sobre el que va actuar contando con una guía acerca de cuál es la necesidad que ha de buscar en él. Lo que para el conocimiento estrictamente original resultó una tortuosa búsqueda sin más guía que su propio ir y venir, para el proceso de reconocimiento resulta la posibilidad de preguntarse directamente acerca de si la necesidad en juego es esa ya conocida. Pero se trata sólo de una guía. Tan pronto como el proceso de reconocimiento descubre en su concreto singular una necesidad disAnta de aquella a la que lo dirigía el conocimiento existente, o descubre una que trasciende de ella, necesita consAtuirse él mismo, de ahí en más, en un proceso de conocimiento puramente original. Por eso, cada reproducción individual del conocimiento dialécAco somete ineludiblemente a críAca al hasta entonces socialmente existente, haciéndole rendir cuentas de su vigencia como tal.


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De hecho, Marx nos pone en la necesidad de enfrentarnos al reconocimiento de esta forma de conocimiento dialécAco en el punto de parAda mismo del desarrollo del conocimiento cienBfico: “yo no arranco de ‘conceptos’ … De donde arranco es de la forma social más simple en que toma cuerpo el producto del trabajo en la sociedad actual, que es la “mercancía” (Notas marginales al «Tratado de economía políAca» de Adolph Wagner), Y así como el punto de parAda es un concreto, no su concepto, la necesidad que guía ese desarrollo no puede ser exterior al concreto mismo. Y es también Marx quien nos pone ante la necesidad de reconocer esta determinación en nuestro objeto, o sea, en el método del conocimiento dialécAco, al enfrentarnos con: “La lógica es … el pensamiento enajenado que por ello hace abstracción de la naturaleza y del hombre real; el pensamiento abs¬tracto” (Manuscritos: economía y filoso*a, 1844). Sin concepto de parAda y sin necesidad ideal abstracta que seguir, Marx nos pone ante la necesidad de reconocer que, en esta determinación concreta suya, el método de conocimiento cienBfico en cuesAón es necesariamente lo contrario al despliegue de un sistema conceptual, por muy dialécAco que éste sea: “Por consiguiente, deberá criAcarse ante todo la afirmación: el producto (o acAvidad) deviene mercancía; la mercancía, valor de cambio; el valor de cambio, dinero … que da la impresión de tratarse de puras definiciones conceptuales y de la dialécAca de los conceptos” (Grundrisse). Nos enfrenta, de igual modo, a la necesidad de reconocer por qué la cuesAón no consiste en contraponer a las concepciones dogmáAcas y doctrinarias un despliegue cienBfico del concepto: “Así como del movimiento dialécAco de las categorías simples nace el grupo, así también del movimiento dialécAco de los grupos nace la serie, y del movimiento dialécAco de las series nace todo el sistema. Apliquen este método a las categorías de la economía políAca y tendrán la lógica y la meta*sica de la economía políAca, o, en otros términos, tendrán las categorías económicas conocidas por todos y traducidas a un lenguaje poco conocido, por el cual dan la impresión de que acaban de nacer de una cabeza llena de razón pura” (Miseria de la filoso*a). Y, finalmente, nos enfrenta con la necesidad de reconocer al método dialécAco en su unidad como la “reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento” (Grundrisse), en contraposición con la representación lógica y sus sistemas conceptuales. En El capital, Marx despliega por primera vez en la historia la reproducción en el pensamiento de la nece-

sidad que determina la razón histórica de exisAr del modo de producción capitalista y a la acción de la clase obrera como la portadora de la superación revolucionaria del mismo en el desarrollo de la comunidad de los individuos libremente asociados; es decir, de los individuos capaces de regir su acción por conocer objeAvamente sus propias determinaciones más allá de toda exterioridad aparente. Y lo hace dándole a ese conocimiento original una existencia social objeAva que lo torna apropiable por otros, la forma de un texto publicado. A parAr de El capital, toda reproducción en el pensamiento que avance sobre las determinaciones desplegadas en él, es un proceso de reconocimiento desde el punto de vista social. Pero no se trata de interpretarlo. Se trata, verdaderamente, de enfrentar por nosotros mismos a las formas reales del capital para apropiarnos de nuestra propia potencialidad como sujetos históricos al reproducir dichas formas mediante el pensamiento, con la potencia que ad¬qui¬rimos al disponer de la re¬producción ideal de ellas desarro¬llada en El capital. En este senAdo, contamos con una doble ventaja respecto de Marx. En primer lugar, contamos con el producto del trabajo social de Marx para potenciar nuestro avance en la organización libre del proceso de vida humana. En segundo lugar, enfrentamos al objeto concreto de nuestra acción, el capital, bajo formas mucho más desarrolladas históricamente que las que enfrentaba Marx en su Aempo. Formas concretas que exisBan entonces como potencias apenas insinuadas, se encuentran hoy a nuestro alcance como potencias desplegadas de manera plenamente presente. Todo lo cual nos marca nuestra responsabilidad como sujetos históricos cuya acción superadora del modo de producción capitalista Aene como momento necesario la producción colecAva de la conciencia capaz de regir la propia acción con la potencia objeAva del conocimiento dialécAco. Y, simplemente a modo de cierre, ¿por qué cuando avanzamos por este camino y reconocemos que, objeAvamente, el modo de producción capitalista implica la explotación y enajenación del obrero como atributo del capital, deberíamos degradar este conocimiento objeAvo presentándolo bajo el Apo de nombre que corresponde a las interpretaciones de la realidad? ¿Es que acaso, cuando afirmamos con certeza que la Aerra gira alrededor del sol y que la sangre circula por arterias y venas no lo hacemos sobre la base de un conocimiento objeAvo, sino porque somos copernicanos y harveyistas?



La actualidad del marxismo Debates en torno a la Teoría del Valor

La vigencia del marxismo. Discusiones en torno a la teoría del valor

Cecilia Rikap

Doctorando en Economía, docente e investigadora del CEPLAD – IIE - FCE.

El artículo propone discutir acerca de la vigencia del marxismo como proyecto teóricopolítico. Para ello, cuestiona las respuestas de algunos profesores de esta casa de estudios a la pregunta en torno a su adhesión o no a la teoría del valor, para luego realizar una exégesis de la misma desde la obra de Marx. Finalmente, se ensayan algunos puntapiés para avanzar sobre la pregunta inicial del trabajo.

1. Abriendo la discusión sobre la teoría del valor. En el úlAmo número de la revista Kamchatka, los compañeros de SOS realizan, como parte de la entrevista a docentes de la FCE, la siguiente pregunta: “¿Adhiere a la Teoría del Valor Trabajo?”. Este es el punto de parAda del apunte que nos proponemos resumir en estas páginas. En primer lugar, de cara a avanzar sobre la idea de que la ciencia se construye a parAr del diálogo fraterno de argumentos conceptuales, nos tomaremos los próximos párrafos para poner de relieve en qué medida el prof. Andrés Asiain enAende por Teoría del Valor, en el mejor de los casos, el planteo de Smith. Planteo que es sumamente incompleto y es luego ampliamente superado, en cuanto a la observación realizada por el prof. Asiain, por el propio Ricardo. El Prof. Asiain afirma: “No adhiero a la teoría del valor trabajo, ya que esta considera que la creación del producto social es fruto exclusivo del trabajador y por eso le correspondería todo el producto a los que trabajan. Esa teoría está contextualizada en la disputa entre el trabajador y los dueños del capital en Inglaterra en plena revolución industrial, pero a medida que se da el avance tecnológico quedó más en evidencia que con un mismo trabajo, el resultado en términos de producción social va a ser muy disAnto de acuerdo a la tecnología que se aplique. Pensar que el producto social va a corresponder a una pequeña minoría de incluidos en un proceso que implica apretar un botón para


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33 La vigencia del marxismo. Discusiones en torno a la... que se acAve la máquina, y que la mayoría de la sociedad excluida por el desempleo tecnológico no tenga acceso a bienes porque no trabajó, hace que la teoría del valor trabajo pueda ser uAlizada, no en la lucha contra el capital sino en la lucha contra el ‘plan trabajar’. También creo que la teoría del valor trabajo para explicar los precios falla porque no considera que la distribución del ingreso es determinante de los precios relaAvos.” Cabe aclarar que la teoría del valor no afirma que todo el producto del trabajo deba entregarse a quienes trabajan, ni que cada uno Aene que llevarse estrictamente lo que aportó. Esta es, en tal caso, una conclusión que cualquiera puede extraer al observar que, en tanto nuestra reproducción depende del producto de nuestro trabajo, sobre la base de la ley burguesa de propiedad privada, se desprendería que el producto del trabajo de un hombre o mujer debería pertenecerle. Sin embargo, esta apreciación, que insisAmos se enmarca en el plano de la conciencia burguesa que se monta sobre el ideal de la propiedad privada, no está presente en la obra de Marx. Por otra parte, parecería necesario recordar que, lo que Marx llama el ejército industrial de reserva (los desocupados), son explícitamente considerados por el autor como parte de la clase trabajadora explotada por el capital. Por lo tanto, en una sociedad donde no exista una clase que se apropie de parte del producto del trabajo de otra, no exisAría tal ejército industrial de reserva puesto todos los que estemos en condiciones de hacerlo, trabajaríamos. Avancemos sobre esta, por ahora, hipotéAca sociedad. La propuesta de una sociedad en la cual cada uno trabaja en la medida de sus posibilidades pero, al mismo Aempo, obAene todo lo necesario para su reproducción, no cumple la premisa de que todo el producto debe ser para los que trabajan. Qué sería en esa hipotéAca sociedad de la vida de los inválidos, los niños o las personas mayores. O quienes Aenen bebés pequeños y no pueden trabajar, al menos no una jornada completa. Por sólo nombrar algunos ejemplos. El cambio de la sociedad es al mismo Aempo un cambio en la conciencia de los seres humanos el cual nos permiArá, llegado el momento, y sólo a consecuencia de trabajar desde hoy para que ello suceda, producir conciencias que no crean que uno trabaja para otro porque uno tenga la posibilidad de trabajar más que otro. Cabe aclarar que, evidentemente, en esta sociedad nadie que pueda trabajar dejaría de hacerlo pues ahí sí se aprovecharía del trabajo ajeno. Nuevamente, esto es impensado en una sociedad como la actual, pero nada impide que construyamos esa sociedad a futuro. A modo de ejemplo, en otras sociedades la igualdad entre el hom-

bre y la mujer no era siquiera pensada, ni siquiera la igualdad entre todos los hombres, aunque ella sólo sea una afirmación abstracta. Pero no es este el punto sobre el cual nos interesa profundizar, ya que de nada sirve hacer un ejercicio de futurología abstracta sobre el socialismo. De lo que se trata es de crear las condiciones para que aquella utopía, hoy abstracta, deje de serlo. Y, para eso, entendemos que es indispensable el trabajo del concepto. Entonces, avancemos sobre esto úlAmo. El Prof. Asiain ignora lo que Ricardo llama trabajo muerto y Marx capital constante. Se trata de la representación del trabajo necesario para reproducir a todos los medios de producción, del valor de aquellos, el cual se transfiere a la mercancía que con ellos se están produciendo. Los medios de producción no crean valor pero sí transfieren parte (si son máquinas o herramientas) o todo (si son insumos o materias primas) de su valor en el proceso producAvo. Es decir, que su valor reaparece en el producto final. Ahora bien, si dada esta circunstancia el trabajador se llevara a su casa todo el valor por él creado en el proceso de transformación técnico material, no habría ganancia para el capitalista. Y aquí no debemos confundir aquella porción de valor, que reaparece en el producto final, que es la recuperación de la inversión realizada por el capitalista con la ganancia. Si cada obrero se llevara todo el valor por él creado, el capitalista sólo obtendría al final del proceso el mismo dinero que adelantó al principio. Evidentemente, este es un sinsenAdo absoluto. Entonces, la teoría del valor incorpora a los medios de producción dando cuenta que aquellos transfieren valor. A modo de ejemplo, si comparamos el telar mecánico con el hilado a mano, notaremos lo contrario de lo que se desprendería del planteo del prof. Asiain. Veremos que, en total, la suma del trabajo pretérito transferido de los medios de producción más el trabajo realizado en ese proceso de producción (suma que determina el valor individual de cada producto en función de su proceso de producción) es menor en el caso del telar mecánico. Esa es la potencia de la incorporación del cambio técnico, la reducción del Aempo de trabajo necesario para, en este caso, producir un metro de tela y, consecuentemente, la disminución del valor. Así las cosas, la tela producida con telar mecánico podrá venderse a un precio menor que la producida a mano. Si ambas son mercancías indisAnguibles una de la otra, el productor manual tendrá dos posibilidades: vender a un precio acorde con el nuevo valor el cual está por debajo de su valor individual lo cual lo llevará a la ruina, o adaptar su técnica producAva1. En segundo lugar, debemos decir que consideramos


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necesaria una reformulación de la pregunta en dos senAdos. Por un lado, rechazamos que existan múlAples teorías del valor que hagan necesario agregar el sustanAvo “trabajo” para indicar que nos referimos a la propuesta teórica del linaje Smith, Ricardo, Marx. El concepto de valor está ausente de la teoría neoclásica y, por tanto, carece de senAdo la intención de asociar su explicación de los precios a parAr de la uAlidad y la escasez a una teoría del valor subjeAva. Cabe aclarar, por cierto, que no existe una teoría del valor trabajo que es objeAva y una teoría del valor neoclásica subjeAva. No existe en el mundo algo que sea ni puramente objeAvo ni unilateralmente subjeAvo, pues objeto y sujeto son en tanto polos de una unidad diferenciada, dialécAca. Esto nos exigirá reconocer

* de nada sirve proclamar que uno no adhiere a una teoría (...) como si dijéramos “a mi no me gusta la remolacha”. En tal caso, lo relevante es desarrollar internamente los argumentos de aquel planteo y mostrar sus callejones sin salida, hacer lo que se llama una crí)ca inmanente.

que en la determinación del valor juega tanto lo que podríamos llamar una condición objeAva como una subjeAva, propia de cada homo-mercator, todo ello dentro de la teoría del valor que es formulada inicialmente por Smith, conAnuada por Ricardo y retomada críAcamente por Marx. Entre tanto, para resumir nuestra críAca retomamos el planteo de Levin (1997): “Hemos cuesAonado el uso habitual que caracteriza como "teoría subjeAva del valor" el enfoque neoclásico, y como "teoría objeAva del valor" las doctrinas clásica y marxista. Puesto que para estas úlAmas es esencial la disAnción entre valor y valor de cambio, una teoría que ignora la disAnción, circunscribiéndose al valor de cambio, no debería llamarse, como pretende, "teoría del valor". En cuanto mera "teoría del valor de cambio" (con pres-

cindencia de su verdad), no es incompaAble con la teoría del valor ni puede refutarla, sino que su objeto está comprendido en el objeto de la teoría del valor y es sólo una parte (de suyo ininteligible, en su abstracción indeterminada) de él. Además, la mercancía neoclásica no es acorde con su propio concepto y en su análisis hemos encontrado la transición necesaria a la mercancía clásica: comportándose neoclásicamente, el hombre mercanAl se especializa como lo quiere la teoría clásica. Por medio de esta transición, la propia mercancía clásica resulta enriquecida: la oposición entre los momentos subjeAvo y objeAvo en la determinación del valor queda superada. Por su parte, las versiones unilateralmente objeAvistas o subjeAvistas de la teoría del valor son incapaces de superar esa oposición. En la terminología que proponemos, la calificación de "subjeAvista" u "objeAvista" alude a tales enfoques parciales de la teoría del valor (o también "valortrabajo", aunque esta nota es redundante). Es debido a su adhesión unilateral a la versión subjeAva de la teoría del valor que Smith no puede conciliar esta teoría con su concepto de división social del trabajo: dado que el valor gobierna el movimiento de los precios, y el trabajo es el principio invariable y universal del valor, para que dos personas puedan intercambiar sus mercancías con arreglo a sus valores relaAvos deben poder comparar las canAdades de trabajo que ambas representan. Pero este conocimiento mutuo personal implica frecuentación y proximidad, y en cambio la división social del trabajo arAcula el sistema producAvo en escala ecuménica. La visión unilateralmente objeAvista es igualmente incapaz de captar la naturaleza del valor específicamente mercanAl.” Por otra parte, coincidimos en la respuesta que da Juan Iñigo Carrera en torno al verbo “adhiere”. A la hora de reconocer la importancia de un desarrollo teórico para organizar nuestra acción presente, no se trata de aceptar una teoría y aplicarla, ni de adscribir a ella a ciegas presuponiendo que es la receta infalible para todo problema. Quien adhiere resigna lo que Kant llama alcanzar la mayoría de edad del pensamiento, que es el animarse a pensar por uno mismo. Entonces, no aceptamos ni adherimos a un desarrollo conceptual cual prédica religiosa, sino que nosotros mismos nos apropiamos del planteo, lo sometemos a una críAca rigurosa y lo uAlizamos, sólo en la medida en que nos es úAl y nos resulta coherente. De la misma manera, de nada sirve proclamar que uno no adhiere a una teoría, como afirma sin más el Prof. RapeD, como si dijéramos “a mi no me gusta la remolacha”. En tal caso, lo relevante es desarrollar internamente los argumentos de aquel planteo y mostrar sus callejones sin salida, hacer lo que se llama una críAca inmanente. Es


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35 La vigencia del marxismo. Discusiones en torno a la... decir, una críAca en sus propios términos, reconociendo en qué medida Aene vigencia hoy o la tuvo en su contexto. Significa tomarnos en serio a todo desarrollo teórico y ubicarlo en su lugar. Es, para ser más claros, ser más papista que el Papa en lugar de gritar desde la tribuna que uno no cree en la Iglesia Católica. De esa forma, una teoría incoherente o incompleta mostrará la hilacha. De lo contrario, estaremos abonando a converAr la ciencia económica en una colección de dogmas cada uno encerrado en su jaula, lejos de los demás. Llegado a este punto, entendemos que es necesario recuperar el planteo de Marx en sus propios términos para avanzar a paso firma sobre la críAca hasta aquí esbozada. Hacia allí nos dirigimos en el siguiente apartado.

2. Repaso exegé3co de la teoría del valor en la obra de Marx. Las respuestas (y la propia formulación de la pregunta) de diversos profesores de esta casa de estudios a la pregunta que, a parAr de aquí, reformulamos como la vigencia de la teoría el valor, nos exige recoger el guante. En primer lugar, recoger el guante significa reconocer que, dada la estructura actual del plan de estudios de la Lic. en Economía, es probable que la mayoría de los estudiantes que hayan leído aquellas respuestas no hayan estudiado a la mencionada teoría del valor. Si bien no es nuestra tarea corregir extracurricularmente las profundas falencias de nuestra carrera, consideramos que, en la medida en que la misma no sea reformada (reforma por la cual luchamos como BASE desde que exisAmos), no podemos dormirnos en los laureles. No podemos aceptar la quietud de esperar que las respuestas caigan como maná del cielo. Esa acAtud pasiva frente al conocimiento, de seres humanos dóciles, dormidos, que se creen incapaces de afrontar una pregunta teórica es la consecuencia de años y años de adoctrinamiento en la educación formal, exacerbados en nuestro paso por la Universidad. Dicho esto proponemos, en las próximas páginas, una recapitulación exegéAca de la teoría del valor que se desarrolla en la principal obra de Marx, “El Capital”. Cabe aclarar que el desarrollo que nos proponemos reseñar presenta ciertamente puntos nodales sobre los cuales es necesario retrabajar, profundizar y corregir. No estamos frente a una doctrina muerta, sino frente a la propuesta de desarrollar intrínsecamente el concepto de mercancía y, a parAr de él, de dar internamente con la génesis del dinero. Sin embargo, dejaremos pendiente para una futura revista el retomar en profundidad los aspectos inconclusos de este desarrollo. 2.1. Valor de uso y valor de cambio.

Siguiendo la obra de Marx (1867), lo primero observamos es que cualquier mercancía es una cosa úAl, las mercancías permiten saAsfacer necesidades humanas. Precisamos entonces que estas son, necesariamente, objetos úAles y como tales, se convierten en valores de uso. El valor de uso es el cuerpo material de las mercancías. Sin embargo, si bien cada valor de uso parAcular es histórico, existe a parAr de que el ser humano descubre que un determinado objeto permite saAsfacer una necesidad, en toda la historia humana encontramos valores de uso a lo largo y ancho del mundo. En cuanto a su dimensión genérica, entonces, el valor de uso no es propio de esta forma de producción. Marx descarta al valor de uso como lo específico de la mercancía y conAnúa describiendo las determinaciones de la mercancía que se aparece a primera vista. Encuentra otra cualidad apariencial: la mercancía es potencialmente cambiable. La posibilidad de las mercancías de intercambiarse en determinadas proporciones será su valor de cambio (Smith, 1776; Ricardo, 1817; Marx, 1867). Pero, ¿qué es el valor de cambio? Los autores arriba mencionados nos dirán que a primera vista se trata de una relación cuanAtaAva, proporciones en las cuales una mercancía se cambia por otra en el mercado. Dicha relación cuanAtaAva pareciera ser casual, circunstancial, con lo que el valor de cambio parecería ser relaAvo. A parAr de aquí Marx enAende que las observaciones sensibles sobre la mercancía se han agotado en lo que parecería ser una contradicción en sus propios términos. El valor de cambio que aparecía como propio (inmanente) de cada mercancía, pareciera ser algo arbitrario, que cambia según Aempo y lugar y que está no en la mercancía sino en la relación entre dos mercancías. Hasta ahora no hemos respondido a la pregunta acerca de qué es el valor de cambio. Más aún, ¿por qué las mercancías se cambian en determinadas proporciones según Aempo y lugar? Si lo hacen, dirá Marx (1867), es porque el valor de cambio es la forma de expresar algo común a las mercancías, que las iguala en dichas proporciones en el cambio. ¿Qué es aquello que se manAene inalterado? ¿Cuál es el contenido de esas expresiones disAntas que iguala a las diversas mercancías? Este algo común, prosigue el autor retomando el linaje clásico, no podrá ser jamás el valor de uso puesto que, de ser así, todas las cosas úAles serían cambiables, hecho que claramente no se observa ni a lo largo de la historia ni en esta sociedad -sin ir más lejos no hay nada más úAl que el oxígeno y sin embargo no lo cambiamos en el mercado. A su vez, Marx (1867) notará que se intercambian mercancías que saAsfacen necesidades diametralmente opues-


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tas, con cualidades disAntas y que sería un contrasenAdo absoluto cambiar valores de uso iguales. Por lo tanto, la igualdad entre las mercancías no se debe a sus propiedades naturales (*sicas, químicas, etc.). 2.2. El valor. Entonces, ¿qué es aquello que todas las mercancías, y sólo las mercancías, Aenen en común? Es menester acceder a dicha cualidad por la vía analíAca, para lo cual debe dejarse de lado por completo el valor de uso, en tanto nos remite al mundo sensible. Habiéndose desprendido del valor de uso, Marx (1867) señala que sólo es posible encontrar una cualidad común a todas las mercancías: el ser producto del trabajo humano. Esto no es una novedad, ya Smith (1776) y Ricardo (1817) habían desarrollado su explicación acerca de la mercancía a parAr de esta afirmación. Así arriba al trabajo como la condición que iguala a todas las mercancías. Lo que es más, será necesario que el valor se fije como una sustancia que Aene la propiedad de hacer que las mercancías representen los Aempos promediales de trabajo genérico, como una sustancia capaz de igualar a las mercancías en determinadas proporciones Pero, ¿por qué el trabajo es lo que hay de igual en las mercancías y no otra cosa? Marx dice que la relación de intercambio entre mercancías Aene que basarse en la igualación de las canAdades de trabajo de estas. Aunque meta*sico, este es el paso mediante el cual aparece en la obra de Marx el proceso de transformación técnico-material. Así, resignifica la ley general de equilibrio del mercado, porque introduce que las mercancías no caen al mercado como maná del cielo (en referencia a la conocida frase de PaAnkin), sino que son producto del trabajo humano. Para Marx (1867) el trabajo que Aenen en común las mercancías no es el trabajo humano parAcular o úAl (al cual llama trabajo concreto), el cual es diferente para cada

valor de uso disAnto (no es igual el trabajo del médico que el del banquero, etc.). Por el contrario, aquello que Aenen en común es ser producto del trabajo humano en términos genéricos, lo que llama trabajo abstracto. Este úlAmo para el autor sí es común a toda mercancía, es aquello que llama coágulo de trabajo humano indisAnto, desgaste de energía. Pero resulta que ambas facetas son consAtuAvas de todo trabajo, es decir, que en todo trabajo concreto al mismo Aempo se está realizando un gasto de energía indiferenciado. Y entonces, si entendemos como valor la capacidad de representar en el producto del trabajo la canAdad de horas de trabajo indisAnto necesarias para su reproducción, vemos que en toda sociedad importaron, bajo determinadas circunstancias, los Aempos de trabajo y que, por consiguiente, el valor no es propio únicamente del capitalismo. ¿Dé qué manera es que Marx avanza frente a este problema? Reconoce que en toda sociedad el hombre trabajó. Entonces, el valor en sus propios términos no sería propio del capitalismo, ni por ende de la mercancía2. Sin embargo, ello no invalida que las mercancías se cambian como representantes de trabajo humano indisAnto, ni que valen por ser, justamente, producto de trabajos reproducibles. Entonces, nuestro análisis aún está incompleto y es necesario dar una mayor precisión acerca de las determinaciones mercanAles del valor para poder desarrollar internamente cómo actúa el valor en esta sociedad. Marx dirá que, evidentemente, para que dos mercancías se cambien es imprescindible que sean valores de uso diferentes. Para ello serán necesarios trabajos concretos disAntos, los cuales producirán mercancías disAntas para terceros. Surge que la división social del trabajo es una condición necesaria para que existan mercancías, aunque esta relación no sea recíproca. Es decir, la división social del trabajo no requiere la existencia de mercancías. De-


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37 La vigencia del marxismo. Discusiones en torno a la... bemos proseguir nuestro análisis hasta encontrar aquella condición necesaria y suficiente para la existencia generalizada de mercancías. Para ello, apunta el autor, se debe prestar especial atención a cómo se producen mercancías. Es allí donde se explicita una diferencia fundamental con las sociedades anteriores. La condición que Marx (1867) encuentra puede resumirse de la siguiente manera: las mercancías son producidas por trabajos realizados de forma independiente y privada. Es independiente en tanto no hay una relación directa entre el productor y el consumidor; se diferencia así del siervo o el esclavo que producen para su propio consumo y para el consumo de su señor o amo, respecAvamente. Y es privada en oposición, por ejemplo, a una tribu en la cual el producto de cada trabajo concreto es de todos sus integrantes, es decir, es trabajo colecAvo. En una comunidad primiAva, los cazadores saben cuánto cazar de acuerdo a las necesidades de la comunidad. La caza es directamente social, no hace falta que esa producción se convalide como parte de la reproducción social. No sucede lo mismo en el capitalismo. Hay una escisión entre el momento de transformación técnico material y la relación social general, el mercado. Es posible decir, a parAr de aquí, que las mercancías son producto del trabajo humano abstracto que se realiza de forma privada e independiente. Cabe aclarar que al interior de una fábrica no se intercambian productos en tanto mercancías, la producción está sujeta a un plan y llamamos al proceso de división de las tareas en su interior división técnica del trabajo. Y, a diferencia de esta úlAma que dijimos que está someAda a un plan, la división del trabajo social capitalista es anárquica. Ningún productor le dice a otro cuánto ni cómo producir. No hay relaciones de dependencia que obliguen a uno/s a producir bajo las condiciones impuestas por otro/s. Justamente, el problema a resolver por la Economía PolíAca es cómo se reproduce una sociedad no planificada. Esta forma parAcular de llevar adelante el proceso de transformación técnico-material sólo se observa –de forma extendida- en la sociedad capitalista, fundamentalmente, cuando predomina el capital no diferenciado. De esto úlAmo Marx (1867) deduce que dos mercancías que en determinadas proporciones encierren la misma canAdad de trabajo humano abstracto, realizado de manera privada, autónoma e independiente, representarán el mismo valor. 2.3. La forma del valor (mercan3l) La separación entre el momento de transformación técnico material y el momento social de la producción

exige que esa escisión sea zanjada para completar el proceso de reproducción social. Esta necesidad se plasma en la misma mercancía, que en tanto producto del trabajo individual deberá pasar a formar parte del trabajo social para realizarse como tal. Para hacerlo la mercancía no puede uAlizar su propio cuerpo, necesita expresar cuánto vale en su relación con otra mercancía. Es aquí el punto donde se vuelve al valor de cambio, pero no como una mera relación fortuita del mercado sino como la forma mercanAl del valor, forma necesaria de expresar el trabajo privado como parte del trabajo de la sociedad y para consumar la relación social general que hermana a los homo-mercators. Para ello Marx (1867) parte de la relación más simple entre dos mercancías en la cual sosAene que una expresa su valor en la otra. Nos dice que una mercancía expresa su valor en el valor de uso de la otra, que ocupará el lugar de equivalente. Marx (1867) llama a esta expresión de valor forma simple o fortuita del valor y enAende que aquella permite expresar el valor que representa la mercancía que ocupa el lugar de forma relaAva. Marx nos adverArá que en la forma simple del valor está contenido todo el secreto de su gran descubrimiento. ¿Qué quiere decir con esto? Cuando 20 varas de lienzo se igualan a 1 levita, cada mercancía va a estar ocupando en esta relación un papel disAnto. Para Marx la relación de valor ahora encuentra su expresión de valor. La mercancía que se ofrece, la forma relaAva, expresa su valor en el cuerpo de otra, la equivalente, que desempeña un papel pasivo. Cada mercancía juega un papel disAnto: la relaAva al ofrecerse señala a la otra mercancía, que en ese momento se vuelve directamente cambiable. La señalada pierde su carácter de mercancía, dado por el hecho de ser sólo potencialmente cambiable. La mercancía equivalencial es directamente cambiable por la mercancía que ocupa el lugar de forma relaAva porque fue señalada por ella como expresión de su valor (mercanAl). En la forma equivalencial, dice entonces Marx (1867), el trabajo privado (el que produjo la mercancía equivalencial) se evidencia como su anBtesis: trabajo directamente social. En este caso, el de la forma simple, la mercancía equivalencial no es directamente cambiable por cualquier otra mercancía, sino sólo por aquella que fortuitamente la señaló como tal. Sin embargo, sólo resta extender este análisis, tal como lo hace luego Marx (1867), a la forma general del valor donde todas las mercancías señalan a una sola, la misma para todas ellas, como su equivalente convirAendo a esta úlAma en equivalente general. Sólo resta, dice el autor, observar qué mercancía conquistó históricamente este papel. Esa mercancía (el


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oro en aquel entonces) será la mercancía dineraria, única mercancía que es directamente cambiable por todas las demás. La ficción de la sociedad civil se derrumba en este desdoblamiento, el desdoblamiento de la mercancía en mercancía común y mercancía dineraria. ¿Por qué? El gran acierto de Marx en este punto es su estrategia exposiAva. Para explicar el origen del dinero hace abstracción de él y ve que nace de la naturaleza misma de la mercancía, dadas las caracterísAcas de ésta. Costará comprender el impacto que esto Aene sobre el pensamiento económico tradicional porque Marx es el único autor para quien el dinero nace de las entrañas de la propia mercancía. Para Smith, por ejemplo, el dinero es un invento casual, un arbitrio técnico que facilita las transacciones porque al mediarse el intercambio de mercancías con dinero se puede fragmentar las operaciones en canAdades, espacio y Aempo. El gran acierto exposiAvo de Marx aludido aquí arriba es que el autor empieza por la forma más simple de dinero, en la cual la mercancía que desempeña el lugar de forma equivalencial no es dinero, sino una mercancía cualquiera. Cada mercancía, cualquiera, cuando se anuncia como tal en el mercado produce el desdoblamiento que genera el dinero. Y esto es así porque la única forma en que un objeto puede devenir mercancía, revesArse de la forma de mercancía potencial o virtual, es convirAendo a otra mercancía en su equivalente. Esa otra mercancía, la equivalencial, sufre una transformación radical en esa

* Lo que hoy )ene plena vigencia es el proyecto polí)co de Marx: el proyecto de una estrategia revolucionaria organizada y construida a par)r del socialismo cien*fico, es decir de la incesante producción conceptual, de producir lo que en CAUCE llamamos conocimiento crí)co.

operación. Pasa a ser lo contrario de una mercancía porque su cambiabilidad pasa a ser incondicional. Su cambiabilidad sólo depende de la voluntad de su dueño y no de un tercero. En su valor de uso se expresa el valor mercanAl de todas las demás mercancías; y como equivalente general se vuelve absoluta y directamente cambiable. Es así como la relación mercanAl, que se postulaba como una relación entre iguales, carente de un poder asimétrico, se muestra como lo opuesto a una relación igualitaria. Es una relación donde una de las partes Aene un poder unilateral porque basta sólo su voluntad para cerrar o no la transacción. Dentro de esta relación, tan simple de dos mercancías singulares, nace el poder pues el dueño de la mercancía equivalencial Aene el poder de cerrar o no la transacción. El dinero es la anAmercancía. Cuando el equivalente circunstancial se convierte en equivalente común a todas las mercancías, y este en dinero, la anAmercancía se alza por sobre el mundo de las mercancías comunes negando su naturaleza mercanAl. La diferenciación de la mercancía es la génesis del poder allí donde se suponía estaba totalmente ausente, impoluto de relaciones de poder. Es el germen del poder que va a negar así la dicotomía entre sociedad civil y sociedad políAca: desaparecen la sociedad civil y el Estado, y el verdadero poder se va a instalar en las entrañas mismas de la relación de capital. Este descubrimiento rompe con la noción de que, al interior de la sociedad civil, las premisas que rigen el comportamiento y relación entre los seres humanos son la libertad, la igualdad, el respecto a los derechos de propiedad. Es Arar por la borda la idea de que al interior de la sociedad civil Aenen plena vigencia las premisas de la Revolución Francesa. Y esa es la potencia de la forma del valor. Su potencia está ahí, en romper con la idea de que el intercambio mercanAl es un intercambio entre propietarios libres e iguales, que se enfrentan como viéndose al espejo, como reflejándose uno en el otro. Es dar cuenta de que quien Aene la mercancía dineraria, la anAmercancía, Aene trabajo directamente social, directamente cambiable y, entonces, que Aene el poder en su bolsillo. Quien Aene la mercancía común se está entregando al poseedor de la mercancía dineraria, está siendo dominado por quien puede ejercer poder sobre él. Un poder que, sin embargo, es e*mero, evanescente. Dura el instante en el cual se realiza ese salto mortal. Luego, el poder queda del otro lado, en manos de quien recién carecía de poder. Este es sólo el surgimiento de la relación de poder como relación social general en el capitalismo. 3. Hacia una actualización de la teoría que eche luz a


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39 La vigencia del marxismo. Discusiones en torno a la... la consigna sobre la vigencia del marxismo. Hasta aquí llega la teoría del valor en la obra de Marx (1867). El lector más avezado habrá notado que quedan muchas preguntas en el Antero, problemas no resueltos que son hoy, en nuestro contexto, ineludibles. El ejercicio de estas páginas, sin embargo, no pretendió resolver aquellos problemas sino poner de manifiesto la necesidad de retomar a los grandes autores justamente en sus grandes fracasos. Es allí donde encontramos la necesidad de acAvar nuestra mente, agudizar nuestros senAdos y avanzar a paso firme en la producción del concepto. El problema más grande del desarrollo arriba señalado brota a parAr de reconocer que hemos afirmado la vigencia de la ley del valor (las mercancías se cambian tendencialmente en sus valores), pero no hemos podido explicar cómo es que esta ley opera en un sociedad como la actual, donde los productores no conocen el valor de ninguna mercancía. Este problema, que es planteado originalmente por Smith pero que arrastran también Ricardo y Marx, es central para completar la teoría del valor de cara a su actualización en el contexto actual, donde los capitales no son un grupo homogéneo, indisAnguibles unos de otros, como lo eran en el contexto de aquellos autores. A todas luces, reconocemos que Apple y la PyMe de reparación de PC de la esquina de casa no pueden considerarse capitales homogéneos. Esta es otra de las pistas que nos brinda nuestra experiencia prácAca, la cual pone de relieve la necesidad de actualizar la teoría heredada. Actualización que no implica Arar por la borda la historia del concepto, sino que nos exige reconocer que aquel no es absoluto ni eterno, sino contextual. Y si decimos que es necesario actualizar la teoría del valor de Marx, entonces, ¿en qué medida reconocemos la vigencia del marxismo? Lo que hoy 3ene plena vigencia es el proyecto polí3co de Marx: el proyecto de una estrategia revolucionaria organizada y construida a par3r del socialismo cien4fico, es decir de la incesante producción conceptual, de producir lo que en CAUCE (corriente de la cual es parte el BASE) llamamos conocimiento crí3co. Es el proyecto que proclaman Marx y Engels en el Manifiesto Comunista y que empieza a concretar Marx cuado escribe “El Capital”. Pero su riqueza estriba en ser un proyecto vivo, que no se completa ni agota en esa obra. Ella es sólo el puntapié inicial. Los cambios en el capitalismo nos exigen retomar los problemas no resueltos por Marx. Problemas que la doctrina marxista del siglo XX se encargó de arrumbar y olvidar, mientras construían una religión del marxismo. Mientras, olvidaban la importancia del desarrollo permanente de los conceptos que internamente vamos transformando. A la par, los

arranques en falso al socialismo, cimentados sobre una lectura doctrinaria de la obra de Marx, creyeron que sólo bastaba que la clase obrera ocupe el Palacio de Invierno en Rusia para superar las relaciones capitalistas de producción. Es así como el siglo XX es un siglo de doble fracaso para los marxistas revolucionarios. La teoría marxista se degrada a doctrina, a dogma. Y, de la mano de aquello, asisAmos a los arranques en falso al socialismo que, montados ciegamente sobre aquel dogma, acarrean mochilas de plomo para las espaldas de los revolucionarios: ¡el Stalinismo! Tan fascista como el Nazismo, se ubica en las anBpodas de nuestros objeAvos socialistas. Este estado de situación nos obliga a redoblar la apuesta por retomar la vigencia del marxismo. Implica hoy poder dar cuenta de las claves de aquel doble fracaso, exArparle a la doctrina marxista su componente teórico y explicar por qué la URSS y las demás experiencias mal llamadas socialismo existente están en la vereda de enfrente. Y, sobre todo, retomar el proyecto políAco de Marx de elaborar una estrategia cienBfica para el socialismo, de construir desde hoy las insAtuciones que nos permitan aplastar al capitalismo. Se trata destruir a este sistema una vez construidas las insAtuciones capaces no sólo de derribarlo sino, principalmente, de reemplazarlo e impedir su regreso. Y, al mismo Aempo, de impedir el surgimiento de cualquier forma social que se sustente sobre la explotación del ser humano por el propio ser humano, que admita la pobreza, que no garanAce el pleno desarrollo de las capacidades humanas. Y, en ese camino, reconocemos a la obra de Marx no como un texto sagrado, sino como una herencia viva, una incitación al trabajo del concepto, a la producción de una teoría económica actualizada que dé cuenta de las transformaciones ocurridas sobre el capitalismo y que ella misma sea una respuesta a la pregunta que todo revolucionario lleva sobre sus hombros: ¿Qué hacer? Notas (1) Existe una tercera alternaAva, que por cuesAones de espacio no desarrollaremos aquí y que sólo nombraremos: el pagar a los trabajadores sistemáAcamente por debajo del valor mercanAl de su fuerza de trabajo. Así la mercancía puede venderse a un menor precio sin que eso afecte la tasa de ganancia del capitalista. Cualquier similitud con China o el Sudeste AsiáAco no es pura coincidencia. (2) Cabe mencionar que aunque hayan exisAdo intercambios mercanAles aislados en intersAcios de otras épocas históricas, recién en el capitalismo la mercancía se exAende, alcanza extensión mundial y se realiza como relación social general.


La actualidad del marxismo Debates en torno a la Teoría del Valor

La cuesAón del monopolio en la economía críAca

Federico H. Bekerman CONICET-UBA y UNQ.

El monopolio en los planes de estudio La cuesAón de la competencia, el monopolio, y sus efectos en la sociedad, se encuentra en las discusiones públicas a diario. A su vez, los planteos en estos debates se basan, en mayor o menor grado, en determinados fundamentos teóricos. En su proceso de formación, los economistas se enfrentan a dichos fundamentos como un subtema dentro de la teoría microeconómica. Pero eso no es todo, la cuesAón Aene la suficiente importancia (o complejidad) como para desgajarse posteriormente, junto con algún otro subtema, en la denominada teoría de la Organización Industrial o Economía Industrial. Más allá de la génesis histórica de esta subdivisión, (1) cabe resaltar que, modelizaciones y algo de matemáAcas mediante, la teoría del monopolio sale de la microeconomía casi con los mismos resultados con los que la esperan de brazos abiertos la intuición inmediata y el senAdo común: el monopolio implica un precio superior al de competencia, una canAdad ofrecida menor, y una apropiación de riqueza por parte del monopolista a expensas de sus demandantes/consumidores. Luego, la denominada Teoría de la Organización Industrial, reintroduce ciertas complejidades y maAces tratando de “dotar de mayor realismo” (2) y relevancia empírica a aquellos modelos abstractos de equilibrio parcial de la micro (profundizando, por ejemplo, la incorporación de las economías de escala). Generalizando un poco, los planteos heterodoxos en Organización Industrial van desde la introducción de factores insAtucionales y políAco-culturales en el análisis concreto de los casos, pasando por la críAca más o menos explícita a los supuestos involucrados en los modelos de la micro, y hasta pueden llegar a incorporar en el extremo (izquierdo), a


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41 La cuestión del monopolio en la economía crítica las relaciones entre el poder económico y el poder políAco (imperialismo, fracciones de clases, bloques sociales, alianzas de clases, etc.). Todo lo antedicho no es más que un fugaz y simplificado panorama del tratamiento del monopolio en la ‘teoría convencional’ que, como se dijo, también incluye varios desarrollos heterodoxos. A conAnuación se intenta cruzar el cerco del mainstream y enfocar la mirada hacia un debate suscitado al interior de la corriente marxista sobre el problema del monopolio. Como se intentará mostrar más abajo, el cerco opera en uno sólo de los senAdos del tránsito, ya que una de las dos posturas del debate ha sostenido la necesidad de retomar los modelos neoclásicos y de sus conAnuadores teóricos de la competencia imperfecta y/o monopolísAca.

El debate y los ‘contendientes’ La aparición de El Capital Monopolista de Paul Baran y Paul Sweezy, en el año 1962, consolidó el surgimiento de una línea teórica al interior del pensamiento marxista que puso en tela de juicio algunos de los resultados más importantes de los desarrollos del propio Marx. Sin embargo, más allá de su validez como primera exposición acabada de la nueva verAente, el análisis de Baran y Sweezy (en adelante ByS) reconoce antecedentes, más o menos explícitos, en obras de referentes clásicos del marxismo, como Hilferding (1910) y Lenin (1916). Según esta corriente teórica, desde las úlAmas décadas del siglo diecinueve se empezaría a consolidar una nueva fase del desarrollo capitalista a nivel mundial que transformaría de raíz la estructura y dinámica del sistema. Se trataría, en definiAva, de la irrupción de un ‘capitalismo monopolista’, en oposición a un supuesto ‘capitalismo compeAAvo’, sobre el que habría teorizado Marx. De este modo, las explicaciones previas sobre los precios, la ganancia, el valor y la plusvalía, deberían ser reformuladas radicalmente, para hacerlas coherentes con la nueva etapa. Como respuesta a la importante difusión de esta línea de invesAgación (no sólo dentro del marxismo sino, y fundamentalmente, hacia el amplio y vago conjunto de corrientes críAcas o heterodoxas), surgió otro grupo de pensadores que, retomando y en muchas ocasiones reinterpretando los planteos de Marx, intentó demostrar la validez de los resultados alcanzados en “El Capital”. Este grupo heterogéneo de autores, posteriormente aunados bajo el mote de “fundamentalistas” (3), planteó desde diversos ángulos la necesidad de seguir parAendo de las tesis de Marx sobre la plusvalía y la tendencia a la igualación de las tasas de ganancia en el capitalismo mo-

derno y, por lo tanto, desarrollaron sus análisis en el marco de la plena vigencia de las leyes marxianas de la acumulación. En este senAdo, su principal punto de acuerdo puede sinteAzarse en la convicción de que el salto dado en la concentración y centralización del capital a lo largo del siglo XX es expresión de la profundización de la competencia. (4) Los debates entre uno y otro ‘bando’, tuvieron como escenario las principales revistas de economía heterodoxa y críAca de Europa y Estados Unidos. Entre quienes desarrollaron invesAgaciones afines a las tesis de ByS, se destacan los trabajos de H. J. Sherman (1968), H. Braverman (1975), K. Cowling y R. Sugden (1987), P. Sweezy y H. Magdoff (1992). Mientras que entre los críAcos ‘fundamentalistas’ más leídos, se encuentran J. Cli-on (1977), W. Semmler (1982), R. Bryan (1985), A. DuC (1987), G. Dumenil y D. Levy (1987), A. Shaikh (1990) y D. Guerrero (2005), entre otros. Obviamente, este debate es sólo una parte del abordaje críAco de la problemáAca relaAva al monopolio. ExisAeron numerosos desarrollos de importantes referentes del marxismo que no han parAcipado del debate, aunque sus planteos guardan estrecha relación con alguna de las posturas en discusión (por ejemplo, E. Mandel, M. AglieCa, o M. Dobb, entre otros) (5). Esto también incluye líneas de invesAgación en nuestro país (E. Basualdo, O. Braun. R. Astarita, por sólo citar algunos) (6), que abrevan más o menos directamente de alguna de las posiciones que a conAnuación se exponen muy resumidamente.

Principales tesis del enfoque de Baran y Sweezy Como ya se adelantó, los propios Baran y Sweezy presentan su trabajo del siguiente modo: “ninguno de sus conAnuadores [de Lenin, FB], intentó explorar las consecuencias del predominio del monopo-

* modelizaciones y algo de matemá)cas mediante, la teoría del monopolio sale de la microeconomía casi con los mismos resultados con los que la esperan de brazos abiertos la intuición inmediata y el sen)do común


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42 La cuestión del monopolio en la economía crítica lio en los principios del funcionamiento y en las ‘leyes de movimiento’ de la subyacente economía capitalista. Ahí, El Capital de Marx conAnúa su reinado supremo (…). Creemos que ha llegado el momento de remediar esta situación y de hacerlo de una manera explícita y verdaderamente radical” (P. Baran y P. Sweezy 1986: 910). El sujeto fundamental de la nueva fase capitalista sería la ‘corporación gigante’, y según los autores: “Cuando decimos que las corporaciones gigantes son arBfices de precios, queremos decir que ellas pueden y eligen los precios que han de cobrar por sus productos. (…) ¿Qué es lo que determina cuáles precios se cobrarán dentro de esta escala? La respuesta más simple es la que da la teoría tradicional del monopolio. (…) Y esto significa que la teoría general de precios adecuada a una economía dominada por tales empresas es la tradicional teoría monopolista de los precios de la economía clásica y neoclásica. Lo que los economistas han tratado hasta ahora como un caso especial resulta ser, bajo las condiciones del capitalismo monopolista, el caso general.” (ByS, 1962, p. 52). Según ByS, se trata de revisar la relación entre “el predominio del monopolio” entendido como “corporaciones gigantes (…) arBfices de precios” que actúan de acuerdo a la ‘’tradicional teoría monopolista de los precios”, por un lado, y los “principios del funcionamiento” y las “leyes de movimiento” de la economía capitalista. Lo que, páginas más adelante, denominan “reintegración de las teorías micro y macro” “Hay amplia literatura, teórica y empírica, sobre precios de mercancías individuales o de productos de industrias en parAcular, pero muy poco sobre el funcionamiento y consecuencias de un sistema de precios de monopolio […]. Todo este trabajo, sin embargo, permaneció en el nivel de la microeconomía y ha tenido muy poca influencia en los análisis del funcionamiento del sistema en su conjunto” (ByS, ib idem, pp. 48-9) En lo inmediato, las tesis de ByS apuntarían a: i) retomar el tratamiento de la teoría neoclásica y/o kaleckiana respecto del problema de las formas de mercado; ii) destacar la fuerte indeterminación teórica de los precios en el capitalismo monopolista; y iii) reintroducir la presencia de elementos ‘extraeconómicos’ en su dinámica profunda de funcionamiento, sobre todo la políAca de alianzas entre corporaciones para evitar las guerras de precios. Por úlAmo, el enfoque desarrollado por Baran y Sweezy abrió líneas de invesAgación muy difundidas en el pensamiento económico ‘heterodoxo’ hasta nuestros


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43 La cuestión del monopolio en la economía crítica días en todo el mundo. Estas van, por ejemplo, desde el análisis del excedente económico, su crecimiento y composición, hasta el seguimiento de las estrategias de las corporaciones y sus fracciones diferenciadas en pos de la captación de cuasi-rentas.

Principales crí3cas de los ‘fundamentalistas’ En apretada síntesis, puede afirmarse que el eje vertebrador de las críAcas de este grupo, y su principal punto de acuerdo, consiste en la idea de que el salto dado en la concentración y centralización del capital a lo largo del siglo XX, lejos de haber implicado una supresión o limitación de la competencia, implicó un redoblamiento de la rivalidad empresaria a nivel planetario, con ‘armas’ compeAAvas de un alcance y poder nunca antes visto. (7) Una de las vías más frecuentes para la argumentación y apoyo de aquella tesis organizadora ha sido la que apunta al carácter estáAco o de corto plazo del enfoque bajo críAca, en contraposición con la mirada necesariamente dinámica y de largo plazo que requiere el análisis de la competencia como un proceso y no como un estado. (8) Esta vía de objeciones estuvo enmarcada en numerosos trabajos empíricos, con el objeAvo de poner de manifiesto que, más allá de las formas coyunturales que pudo tomar el proceso de competencia, éste siguió siempre dando cuerpo a las tendencias generales de la acumulación y a las leyes de movimiento interno desarrolladas por Marx, en parAcular en lo que hace al proceso de formación de una tasa general de ganancia. (9) Otra argumentación no menos frecuente consisAó en el ejercicio contrario, criAcando el planteo de ByS y sus seguidores, no tanto porque no se diera en la prácAca, sino porque si efecAvamente así fuera, entonces habría que reconocer la indeterminación teórica de los precios y/o la claudicación ante los desarrollos más superficiales de la economía neoclásica, en parAcular de la denominada “teoría de la organización industrial” o, en la tautología kaleckiana del grado de monopolio. (10) Esta indeterminación daría lugar, tal cual se lo recriminan los ‘fundamentalistas’, al subjeAvismo y/o conspiraAvismo propios del enfoque de ByS, dada la preeminencia que le

otorgan, en el análisis de la acumulación de capital, a las voluntades inmediatas de los capitalistas individuales (o de los cuerpos colecAvos de gesAón de las corporaciones). (11) Si bien esta ulAma objeción no parece implicar un argumento teórico en sí mismo, nos da la pauta de cómo los ‘fundamentalistas’ conciben su propia tarea. Esto es, como quienes se plantean la búsqueda de las leyes profundas que determinan los valores, los precios, la plusvalía y la ganancia en el conjunto del sistema.

Una relectura crí3ca del debate La relectura propuesta parte de intentar analizar al debate en su unidad, y por cuesAones de extensión, sólo cabe aquí puntualizar sintéAcamente algunas de las consideraciones que han venido encaminando nuestra invesAgación. Fruto de la observación inmediata, el capitalismo monopolista consisAría en la transformación de capitales ‘tomadores’ de precios a capitales ‘arBfices’ de los mismos. Sin embargo, ésta modificación no puede nunca explicar la diferencia entre la existencia o no de las leyes generales de la acumulación, pues la propia forma precio es en sí misma el modo histórico concreto de organización del trabajo social cuando éste se realiza privadamente.(12) Por eso, señalamos que no se trata de derivar la existencia de una ley del valor a través del movimiento de los precios en el mercado, sino a la inversa, invesAgar los complejos y novedosos modos de realizarse la unidad de la producción y el consumo social en el capitalismo. El desarrollo histórico concreto de la acumulación de capital, y las formas novedosas con que éste toma cuerpo en la circulación han sido el trasfondo que moAvó la reacción teórica de ByS y sus seguidores. Sin embargo, es posible señalar que sus desarrollos se deAenen unilateralmente en el análisis de esas formas inmediatas, es decir, como si se determinaran por sí mismas. De este

“Todos ignoramos algo, todos sabemos algo, por eso siempre aprendemos” Paulo Freire

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44 La cuestión del monopolio en la economía crítica modo, las leyes generales del sistema, se conciben en todo momento como el mero resultado del movimiento autónomo de las formas de mercado que surgen de la interacción entre los capitales individuales, explicada a su vez por la conciencia y voluntad inmediata de los capitalistas individuales. Como se expuso más arriba, no en vano conciben la unidad del sistema como la relación entre lo micro y lo macro. Por el otro lado, es posible pensar que las críAcas ‘’fundamentalistas’ presentan, en general, la unilateralización opuesta y a la vez simétrica. Esto es, el contenido en juego, las leyes del sistema, se imponen sin mediación alguna, por encima de lo que ocurre en la circulación, tomándola a ésta tal como se la sirven en su inmediatez ByS. Entre los principales mecanismos uAlizados para abstraer al contenido de su forma se encuentra la lábil separación entre el corto y largo plazo, o la observación dinámica versus el enfoque estáAco, así como también la asunción de un nivel de autonomía relaAva de la circulación frente a la producción: “De ahí que la autonomía relaAva de la esfera de la circulación se exprese necesariamente como la autonomía relaAva de las magnitudes de precio en relación con las magnitudes de valor. El concepto de autonomía relaAva de la circulación con respecto a la producción (…)”. (Shaikh 1990, p. 116). En síntesis, para los críAcos del capital monopolista, las leyes de la acumulación determinan las formas de mercado, mientras que para ByS es al revés, sin embargo, en ambos planteos, los polos de la relación se vinculan exteriormente entre sí. A tal punto es así que ambos ‘bandos’, para hacer consistente su enfoque, se abocan a encontrar empíricamente procesos compeAAvos (fundamentalmente en lo que hace a la igualación de las tasas de ganancia). (13) Por su misma forma, de la invesAgación empírica sólo puede surgir que o se desarrolló la dinámica compeAAva o la dinámica oligopólica. Sin negar la proliferación de valiosísimos estudios concretos, las correlaciones empíricas como elemento de validación de teorías sólo confirma la exterioridad de las hipótesis respecto de la necesidad real en juego.(14) Desde estos enfoques la posibilidad real de que el proceso de formación de una tasa general de ganancia requiera tomar cuerpo en la presencia de capitales y/o ramas que en forma permanente obtengan tasas de ganancia superiores parece algo inconcebible, al igual que la necesidad propia de la acumulación de capital, relación indirecta, de realizarse en formas directas de dominación de unos capitales por otros.(15) El verdadero problema cienBfico, a nuestro criterio,


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45 La cuestión del monopolio en la economía crítica no es qué sucede cuando hay competencia entre los capitales de una rama, sino cuando efecAvamente no la hay. Nos interesa indagar bajo qué nuevas formas parAculares se desarrolla la unidad general de la acumulación en las situaciones en que la competencia inmediata entre capitales queda efecAvamente superada de manera sostenida en el Aempo. Se trata de explicar, entonces, a las disAntas formas de mercado por las diferencias en las capacidades de valorización y no a la inversa. Estos interrogantes abrieron líneas de invesAgación que intentan explicar la diferenciación de las tasas de ganancia de los capitales individuales, y su manifestación en estructuras de mercado no compeAAvas, no como contra tendencias momentáneas debidas a la autonomía relaAva de la circulación, sino como expresión novedosa y específica de la plena unidad de la acumulación de capital hoy, y por lo tanto, como el desarrollo de sus ‘leyes básicas’ de funcionamiento. (16) Notas (1) Un posible recorrido para profundizar el estudio de esta cuesAón en la ‘’teoría convencional’ es el siguiente: A. Marshall (1948, Libro V, caps. 8-14 y Libro VI, cap. 8), P. Sraffa (1926), J. Robinson (1933), E. H. Chamberlin (1933), M. Kalecki (1954), J. Steindl (1952), J. Bain (1958),…su ruta. (2) Ver M. Possas (1985) (3) J. KornblihC (2008, cap. 1), D. Guerrero (1997, cap. VI). (4) A. Shaikh, A. (1990, cap. 2). (5) D. Guerrero (1997, pp. 109-140). (6) J. KornblihC (2008, Cap. 2). (7) A. Shaikh (1990, pp. 105-107) y D. Guerrero (2005, cap. V), entre otros. (8) A. Shaikh (1990, pp. 105), entre otros. (9) W. Semmler (1982) y J. Cli-on (1977). (10) R. Astarita (2004, p. 192) (11) A. Shaikh (1990), pp. 108-110. (12) K. Marx (1867), J. B. Iñigo Carrera (2004). (13) Ver, Semmler, W. (1982), Sherman, H. (1983), entre otros. (14) L. L. Denari (1991). (15) Ver J. B. Iñigo Carrera, J. B. (2004, Cap. 5), P. Levin (1997) (16) Estas líneas de invesAgación pueden encontrarse en los desarrollos de J. B. Iñigo Carrera (2004), P. Levin (1997), G. Starosta (2007) y F. Bekerman (2011).

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La actualidad del marxismo Debates en torno a la Teoría del Valor

El proceso de organización de la experiencia como un problema económico

Santiago Salinas

Estudiante avanzado de la Licenciatura en Economía de la FCE-UBA y becario del Centro de Estudios de Población, Empleo y Desarrollo (CEPED). E-mail: santisalin@gmail.com.

En el presente trabajo nos proponemos estudiar el proyecto filosófico de La Ilustración, abordándolo a partir de la Ciencia Económica. De esta manera, pretendemos discutir la relevancia del proceso de organización de la experiencia para esta ciencia, a la vez que aspiramos a comprender la necesidad de recuperar y realizar el proyecto heredado.

El proceso de conocimiento y… ¿la Ciencia Económica? El punto de parAda –casi que cabría decir- por excelencia a través del cual todo estudiante de la carrera de Licenciatura en Economía inicia sus pasos por el CBC pareciera ser la siguiente pregunta: ¿cuál es el objeto de la Economía? Ya sea enunciado bajo esta forma exacta o en alguna de sus variantes similares, este suele ser el tema que ocupa los primeros momentos de la cursada. A conAnuación, suelen desfilar una serie de respuestas concluyentes y precisas que persiguen un único fin: definir, acotar, recortar y establecer más allá de toda duda – y, desde ya, sin ningún margen para el error- cuál es el campo de estudio que nos compete y al que habremos de dedicarle tanto esta como las siguientes 32 materias (1). Ahora bien, por más que lo dicho hasta aquí suele consAtuir un debate considerable en sí mismo, no es la intención de las siguientes líneas el polemizar en el desarrollo de dichas respuestas, contraponiendo la clásica definición de manual que versa de “recursos escasos y necesidades de índole infinita” con otras posibles aproximaciones, para finalmente asentar una posición (2). En su lugar demos un paso atrás e intentemos leer entre líneas, puesto que, aunque pueda haber llegado a pasar desapercibido, en realidad ya hemos tomado posición sobre un debate que excede por lejos al anterior, al menos en términos del Aempo que lleva exisAendo y las múlAples propuestas que han emergido para su resolución. Pues al preguntarnos por el objeto de la Ciencia Económica, en los términos y la forma en que lo hicimos al comienzo, implícitamente la hemos ubicado –y, por extensión, también nos hemos ubicamos a nosotros mismos- dentro de un esquema muy parAcular: ¿Qué somos nosotros? Sujetos que intentamos conocer. ¿Conocer


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47 El proceso de organización de la experiencia como... qué? Nuestro objeto de estudio. Inmediatamente, esta forma de enunciar el problema implica que dicho objeto se nos presente como algo diferente de nosotros, que existe por sí mismo –es decir, con independencia de que nos preguntemos por él o no- y que se nos aparezca enfrentado. Y esto sólo por mencionar algunas de las múlAples implicancias asociadas a aquello. Pero, un momento. Y, entonces, ¿de dónde proviene esta forma de aproximarnos a la Ciencia Económica que, dicho sea de paso, pareciera estar presente en la totalidad de los campos del conocimiento? Pues refiere a una problemáAca esencial, que automáAcamente se despliega en muchas otras: ¿Qué es conocer? ¿Cómo conocemos?... ¿Es posible conocer algo? ¿Cómo podemos hacer para evitar caer en errores al conocer? ¿Cómo podemos estar seguros de que lo que conocemos es verdad?... ¿Qué es la verdad? Ahora bien, puede que no sea nuestra intención desmerecer la importancia del problema anterior, pero frente a esto casi inmediatamente surge una pregunta en parAcular: ¿es esto realmente algo de lo que los economistas deban hacerse cargo? O más claramente: ¿qué Aene que ver esto con la Ciencia Económica? ¿Qué podemos aportar nosotros a la comprensión de este problema en tanto (futuros) economistas? Para poder respondernos estas preguntas habremos de incursionar esquemáAcamente en aquello que comúnmente se conoce como historia de la filoso*a, pero no para hacer un recorrido unidireccional por ella sino que habremos de volver hacia atrás sobre nuestros pasos siempre que el análisis lo requiera. Anunciada, entonces, nuestra estrategia, emprenderemos la búsqueda de los vínculos necesarios que nos permitan comprender si nos encontramos verdaderamente frente a una problemáAca económica, o si acaso hemos desviado el camino de lo que realmente debiera ocuparnos.

Atreverse a conocer La necesidad de intentar “explicar la realidad” ha sido una de las exigencias que han acompañado a la especie humana desde sus orígenes. Todo lo que pudiera llegar a ser percibido por los senAdos –en otras palabras, todo lo que pudiera ser experimentado- era someAdo a esta tarea de intelección y ordenamiento. Nos topamos aquí con el proceso general de organización de la experiencia, el cual se lleva adelante históricamente bajo disAntas configuraciones. A pesar de la amplia variedad de respuestas que se han dado frente a los disAntos interrogantes que han ido apareciendo, podríamos decir que todas ellas Aenen algo en común: de un lado, pareciera

ser que no podemos resignarnos a dar una respuesta incompleta. Si hay “algo” que explicar debemos hacerlo en su totalidad, no podemos dar una respuesta limitada a sólo una de sus partes y olvidarnos del resto. Asimismo, tampoco podemos admiAr que una parte de la explicación sea abiertamente contradictoria con otra sin caer en un contrasenAdo. Es por ello que, en ese senAdo, valiéndonos de los desarrollos propuestos por Erwin Schrödinger (2005) podríamos resumir lo anterior diciendo que todo proceso de organización de la experiencia se funda en un conocimiento que debe cumplir, a la vez, con la doble condición de ser coherente y totalmente inclusivo. Ahora bien, no siempre se ha intentado cumplir con aquella doble pretensión de la misma manera. Para el caso que hará las veces de punto de parAda de nuestro recorrido histórico, comenzaremos por el debate que ponía en tela de juicio la capacidad misma del hombre de conocer y explicar el mundo por completo en sus pro-

* todo proceso de organización de la experiencia se funda en un conocimiento que debe cumplir, a la vez, con la doble condición de ser coherente y totalmente inclusivo.

pios términos. Esto es, intentando desligarse de la necesidad de invocar enAdades externas a las explicaciones terrenales. Nos referimos, sin más, al quiebre que intentó llevar a cabo, comenzando en el siglo XVII, el movimiento conocido como La Ilustración. ¿De qué se trataba? Pues, esencialmente, de una ruptura de raíz con respecto al proceso parAcular de organización de la experiencia predominante durante el Medioevo, la Teología. SintéAcamente, el eje conflicAvo es el siguiente: de un lado nos encontramos con que el pensamiento teológico, si bien admite que el individuo es capaz de conocer y explicar la realidad, circunscribe esta capacidad a sólo una porción de la experiencia. ¿Qué significa esto? Pues, que a pesar de que es facAble hallar explicaciones más o menos mediatas para los fenómenos, las causas úlAmas de todos ellos son inaccesibles a los hombres. En todo caso, se trata de sólo una causa úlAma: Dios o bien la voluntad divina. En consecuencia, si nos atenemos a la


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doble condición de Schrödinger, vemos que no sería posible elaborar explicaciones racionales que sean totalmente inclusivas. Así, se ve reducida la capacidad de acción de la razón en el proceso de organización de la experiencia, y pareciera ineludiblemente necesario apelar a la fe para explicar la realidad en su conjunto. El pensamiento ilustrado, por el contrario, vendría a ubicarse del otro lado en esta discusión. Pues él mismo habría de colocar la facultad de conocer irrestrictamente en manos del hombre, promeAendo con ello explicaciones que se fundaran por completo sólo en la razón. Visto de otra manera, se propone completar en las explicaciones los reductos que previamente habían sido ocupados por dioses y divinidades. De ahí que, quizás, la síntesis más acotada que condensa todo aquello que venía representado en el pensamiento ilustrado fuese la frase acuñada por uno de sus principales exponentes, Immanuel Kant: “Sapere aude” - «atrévete a saber» (3). Sin embargo, por más que el desa*o que asumía ya era de por sí considerable, la Ilustración consAtuía sólo una parte de una transformación aún mayor que se estaba sucediendo en prácAcamente la totalidad de las esferas sociales: nos referimos a la revolución burguesa. Pues las pretensiones de esta úlAma excedían el embate a la Teología. Este consAtuía sólo uno de los frentes en su avanzada contra la Sociedad Medieval toda. Y no es casualidad que esta úlAma se encontrara amenazada a tal punto, se trataban en verdad de Aempos sumamente conflicAvos. En el seno de la propia Sociedad Medieval se estaban levantando serias dudas acerca de su capacidad misma de garanAzar su reproducción, al menos en los términos bajo los cuales venía haciéndolo hasta entonces. Y esto consAtuía un cuesAonamiento que se extendía hasta abarcar la totalidad de las caracterísAcas que hacían a la forma en que se organizaba la vida en aquella época. La urgencia planteada por tal situación suponía un terreno férAl para la emergencia de la necesidad de un cambio drásAco, necesidad que habría de cobrar forma en el proyecto revolucionario de la burguesía. Así, las relaciones de dominación directas entre los individuos, que hasta entonces habían sido el fundamento rector bajo el cual se organizaba la vida en sus disAntas dimensiones, se encontraban amenazadas por los ideales de libertad, igualdad y fraternidad. La Sociedad Medieval agotada se enfrentaba a su transformación a manos de una burguesía joven y pujante, que ambicionaba esencialmente parAcionar aquella en tres: la Sociedad Civil (el terreno de la libertad e igualdad absolutas de las relaciones contractuales celebradas en el mercado), la Sociedad

PolíAca (el úlAmo resabio de las relaciones de poder entre los individuos, expulsadas del seno de la Sociedad Civil) y la Sociedad CienBfica (el imperio de la razón) (4). A conAnuación, la revolución burguesa ubicaría la totalidad de sus acciones a fin de concretar la Sociedad CienBfica en el marco del proyecto de la Filoso*a, tarea cuya realización caería en manos del movimiento de la Ilustración. Ahora bien, ¿cómo habría este úlAmo de cumplir con la promesa de la Filoso*a? Su estandarte de batalla sería la Meta*sica, la nueva forma de organización de la experiencia llamada a reemplazar a la Teología. ParAendo del “pienso, luego existo” de Descartes, pasando por la Monadología de Leibniz o la ÉAca de Spinoza desfila un arsenal de sistemas meta*sicos cuya pretensión residía en poner a prueba la capacidad de la razón de albergar la realidad toda y poder explicarla. Dentro de esta diversidad, sin embargo, se traslucen determinados elementos comunes que nos permiten disAnguir las parAcularidades del pensamiento meta*sico. El mismo se fundaba en la premisa según la cual el conjunto de la realidad y los fenómenos que la componen se ajustan indefecAblemente a principios ciertos y determinables, que hacen las veces de causas úlAmas a las que la razón puede y debe acceder. Considerando estos como punto de parAda, es decir, tomando cada principio en tanto “ente supremo, certeza fundamental, máxima, intuible”(5) se construye una cadena de razonamiento que enlaza el(los) principio(s) fundamental(es) con otros principios sucesivamente, mediante una relación de causalidad hasta alcanzar una estructura sistémica y auto-contenida. Esta úlAma consAtuye, asimismo, ni más ni menos que la radiogra*a del universo todo, cuyo comportamiento se vuelve, así, perfectamente cognoscible y predecible. Finalmente, no debemos pasar por alto una concepción importante: nos hallamos en el imperio de la razón. En él, la verdad acerca del objeto que se intenta conocer no se encuentra en éste úlAmo, sino que la misma es develada por el sujeto mediante el ejercicio de la razón. En consecuencia, la experiencia (6) queda relegada a un lugar secundario. El imperio en jaque: el embate escép3co A pesar de la pretendida fortaleza lograda en las estructuras meta*sicas de los principales exponentes de la Ilustración, la capacidad de la razón de poder explicar la realidad se vería amenazada ante la avanzada de una corriente de pensamiento consAtuida a la par de aquellos sistemas, el empirismo (7). Encontramos en la obra de David Hume, fundamen-


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49 El proceso de organización de la experiencia como... talmente en su “Ensayo sobre el entendimiento humano”, la enunciación más clara de esta críAca. ¿En qué consiste la misma? Hume comienza por realizar un análisis diferenciando la totalidad de las percepciones de la mente en dos clases: impresiones e ideas. Las primeras se corresponden con las huellas que imprime directamente la experiencia sensible en la mente de los individuos, mientras que las segundas consAtuyen meras evocaciones de las anteriores, recuerdos de las impresiones. Si bien ambas pudieran referirse a una misma cuesAón quedan níAdamente disAnguidas según su nivel de vivacidad, atributo que, lógicamente, se manifiesta más fuertemente en las impresiones que en las ideas. Estos componentes del pensamiento están más ínAmamente ligados de lo que parece a primera vista, pues el análisis detenido arroja que cualquier producto del pensamiento no procede más que de la mezcla, reorganización u asociación de los materiales provistos por la experiencia. En otras palabras nada hay en el intelecto que no haya estado antes en los senAdos (8). Mediante estas consideraciones, Hume es capaz de hacer frente al planteo racionalista, puesto que de lo anterior se desprendería que si una idea no puede reducirse a la impresión de la cual se deriva, carece de significado. Tengamos presente que el racionalismo, que esgrimía como su principal arma a la razón, se fundaba precisamente en la prescindencia de la experiencia al momento de conocer los principios elementales o las leyes úlAmas. ¿Qué implica esto? Pues que dichas leyes o principios que consAtuían la base de cualquiera de los sistemas antes mencionados involucraban meramente ideas que podían enunciarse, mencionarse, pero no se podrían conocer ni extraer nada de ellas, por no poder ser reducidas a la experiencia. A pesar de esto, su críAca no se detendría allí y Hume daría un paso aún más significaAvo al invesAgar el principio de conexión u asociación de las ideas. Según este autor existen dos Apos de relaciones a considerar (juicios): aquellas que se suceden entre las ideas y las que se dan entre los hechos. Los juicios de las ideas son aquellos que son intuiAva y demostraAvamente ciertos. En otras palabras, no hace falta remiArnos a la experiencia para discurrir acerca de su veracidad pues son ellos mismos inmediatamente verdaderos (9). Mientras tanto, los juicios correspondientes con los hechos están conformados por las relaciones entre las ideas sobre las que no se puede discurrir acerca de su veracidad con prescindencia de la experiencia (10). Nada podemos decir de ellos de antemano, como sí lo hacíamos en el caso de las relaciones entre ideas. Pero, entonces, ¿cómo es que se vincu-


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lan los enunciados acerca de los hechos y cómo es que se forman enunciados verdaderos? Los enunciados de los hechos se fundan en la relación causa-efecto. ¿Cómo funciona esta? Asociamos una idea con la causa, otra con el efecto, y luego las vinculamos. Sin embargo, esto no es posible a priori, sino sólo a parAr de haber tenido una experiencia sobre dicha relación en reiteradas ocasiones. Ahora bien, hasta aquí somos sólo nosotros quienes le atribuimos a cada hecho su rol. ¿Acaso existe algo así como una conexión necesaria entre los hechos? Ciertamente no, pues la idea de poder o conexión necesaria no se puede derivar de ninguna impresión, en tanto la misma no parAcipa de la experiencia. Pero, entonces, ¿de dónde proviene la relación causal? Hume establecería que la misma se funda en un principio de la naturaleza humana, la costumbre, que consAtuye

* Kant proclama que el conocimiento ya no debería regirse por el objeto, sino que, por el contrario, el objeto debiera regirse por el conocimiento.

una predisposición natural del entendimiento a poner en relación unos hechos con otros, y hallar en ello una causalidad ante sucesiones repeAdas. Ese hábito es tan fuerte que hace parecer al entendimiento humano que se halla frente a una impresión, conduciendo a la suposición de que los hechos en cuesAón se encuentran necesariamente conectados (11). ¿Por qué es relevante esto? Pues, como mencionábamos antes, el racionalismo operaba deduciendo a parAr de principios úlAmos la totalidad de las partes que conformaban los disAntos sistemas, mediante un encadenamiento fundado en la relación de causa y efecto. Pero la misma era considerada como un producto de la razón, lo cual le permiBa al racionalismo prescindir de la experiencia. Sin embargo, Hume pone en evidencia que, si bien aquella relación forma parte del entendimiento, no proviene de otro lugar más que de la costumbre, no la razón. Y por más poderosa que esta pudiera llegar a ser y asemejarse por ello a una impresión, en úlAma instancia, no lo es. Con lo cual éste es el límite que marca

todo lo que podemos decir acerca de las relaciones entre los hechos de la experiencia. No podemos ir más allá de esta explicación ya que la misma supera las capacidades del entendimiento (si es que hubiera de haber algo más allá de la experiencia, siquiera). En consecuencia, las causas úlAmas, los principios fundamentales, consAtuyen disquisiciones que no pueden conducirnos a ninguna parte y debemos renunciar a ellos. En otras palabras, el entendimiento humano debe remiArse únicamente a abordar las relaciones entre hechos o entre ideas, pero a sabiendas de que una porción de las explicaciones que involucran a las primeras quedará por fuera de nuestra competencia. ¿Qué significa esto? Pues deja a la Meta*sica incapaz de dar cuenta de las explicaciones mismas, con lo cual ella en sí misma no puede formar parte del entendimiento humano. Esta forma de organización de la experiencia no puede dar cuenta de semejante proceso. Como consecuencia de todo lo anterior, nos vemos obligados a reconocer que si nos atenemos al desarrollo de la Meta*sica en sus propios términos debemos o bien abrazar el escepAcismo o bien abrigar una verdad limitada, reconociendo los límites de la razón, renunciando a la posibilidad de lograr una organización completa de nuestra experiencia. Dicho de otra manera, debemos abrazar un escepAcismo culposo.

El giro copernicano de Kant Hacia fines del siglo XVIII, la Meta*sica consAtuía un edificio que parecía sólidamente construido. Pero David Hume le asesta un golpe mortal sobre su base, el concepto de causa, donde reposaba la totalidad de la estructura. Sin embargo, aún había quienes no estaban dispuestos a abandonar el proyecto de fundar una nueva forma de organización de la experiencia, intentando conducir así a la Meta*sica a su realización, superando el embate escépAco. Sólo que, casi inadverAdamente, la concreción de ese objeAvo habría de sentar las bases para el trastrocamiento por completo de los términos en que toda la discusión venía desarrollándose hasta el momento. Aquel escenario de apremio, de necesidad de dar una respuesta rápida que sacara a la Meta*sica de su letargo es la herencia con la que se encuentra Immanuel Kant al momento de iniciar su obra. Su intención es clara: es menester encontrar las bases firmes que permitan el despliegue de la Meta*sica en toda su potencialidad (12)(13). Pero antes de arrojarse a esta tarea da un paso previo que habría de marcar un punto de inflexión respecto de todo lo anterior. Y es que Kant, frente a la anteposición que ubica en una relación polar al


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51 El proceso de organización de la experiencia como... dogmaAsmo y al escepAcismo, que enfrenta al imperio de la razón con la verdad de los hechos, encuentra en ellos un elemento común que le permiArá sinteAzarlos y superarlos juntos. En sus términos, los filósofos bien podrían intentar construir intrincados sistemas a priori para luego probar cómo es que estos se ajustan a la realidad poniendo sus leyes rectoras de manifiesto, o bien limitar sus desarrollos a los conocimientos que pudieran obtener del mundo exterior mediante la experiencia sensible, en busca de regularidades que arrojen verdades probables. Sin embargo, independientemente del camino elegido ambos enfoque están parAendo de una premisa comparAda: la existencia de la realidad, del “mundo exterior”, del objeto en tanto tal, con prescindencia del sujeto que lo intenta conocer. Ya sea que la verdad úlAma se encuentre del lado de la razón o de los hechos, cualquiera de estas aproximaciones considera necesariamente que el uno posee una existencia propia separada del otro. Frente a esta situación, Kant proclama que el conocimiento ya no debería regirse por el objeto, sino que, por el contrario, el objeto debiera regirse por el conocimiento (14). La cuesAón da, así, un giro de 180 grados, resultado de un cambio de abordaje sólo semejable al giro en su aproximación realizado por Copérnico al proponer que debería ser el espectador -y no las estrellas- el que se moviera con respecto a las otras. En estos términos, ya no deberíamos preguntarnos “¿cómo puedo saber si mis ideas se corresponden con la forma en que el mundo realmente es?” sino antes bien “¿cómo debe ser el mundo de forma tal que lo pueda conocer?”(15) La consecuencia más inmediata de la transformación anterior –aunque no por ello, ni por lejos, la menos importante- se sucede en torno a la resignificación del objeto, pues este no sólo deja de ser tenido como una enAdad con una existencia independiente del sujeto sino que, por el contrario, se convierte en un producto de aquel. Asimismo, esto conduce a un anAcipo en el cambio de concepción acerca de la experiencia, que hasta el momento veíamos reducida por completo a la experiencia individual (16), agotándose o bien en su momento cognosciAvo (si damos preponderancia a la razón) o sensible (si ponemos el acento en los hechos). Primeramente, nótese que aquí no se niegan dichos momentos –de la misma manera que Kant no negaba la disputa dogmaAsmo-escepAcismosino que son incluidos pero superados. La propia experiencia deja de ser algo que se invoca para organizar la realidad una vez que esta ya está consAtuida y pasa a ser ella misma resultado de un proceso de producción. En él, sin embargo, no nos topamos con individuos aislados que se entregan ellos mismos en soledad a aquel proceso,

sino que, muy por el contrario, ni siquiera podríamos concebir un escenario así, pues al momento de organizar su experiencia cada uno ya cuenta con un bagaje heredado bajo la figura de un acervo cultural que moldea sus primeras preguntas y, por tanto, sus primeras respuestas. Nos encontramos, así, frente al anAcipo de una nueva forma de organizar la experiencia, a la vez que frente al proceso de elaboración de la experiencia social como tal, el concepto en tanto efecto y acción de concebir, cuesAón que antes –como bien señalábamos- quedaba vedada.(17)

La revolución inconclusa y la pista de la Economía Polí3ca Es necesario clarificar algunas cuesAones adicionales respecto de la propuesta de giro copernicano anunciada por Kant. En primer lugar, es cierto que el autor en cuesAón afirmaba que su objeAvo explícito era el lograr sentar las bases firmes que dieran lugar al despliegue de la Meta*sica. Esto conduciría, finalmente, a realizar la promesa de la Filoso*a proyectada por la Ilustración, ingresando como la nueva forma de organización de la


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experiencia que susAtuyera a la Teología. Sin embargo, el escenario subverAdo que describíamos anteriormente nos exige reformular todo lo dicho hasta aquí. Pues al señalarnos que deberíamos considerar que el objeto se rigiera por el conocimiento y no al revés, Kant nos está poniendo en evidencia la propia debilidad de la Meta*sica. El problema no se encuentra en que la verdad, en úlAma instancia, se halle del lado del objeto o del sujeto, sino en la presuposición misma de la existencia de una verdad úlAma. Para el empirismo esta se hallaba en los hechos, mientras que para el racionalismo en los principios úlAmos. ¿Es acaso tan disAnto esto del escenario

* el postulado de la existencia de verdades úl)mas es el pilar fundamental de la Meta sica; tanto las doctrinas teológicas medievales así como el Racionalismo o el Empirismo del movimiento ilustrado no son más que dis)ntas presentaciones de aquella.

propuesto por la Teología? En estos términos, la diferencia esencial radica únicamente en que para toda la tradición de la Edad Media con la cual se quería romper, la verdad se hallaba envesAda en representaciones antropomórficas (léase, dioses y divinidades), mientras que los sistemas de la Ilustración prescindían de ellas. En su lugar, disAntas “fuerzas”, “sustancias” y demás enAdades abstractas venían a susAtuirlas. Aún así, el esquema es el mismo: el postulado de la existencia de verdades úlAmas es el pilar fundamental de la Meta*sica; tanto las doctrinas teológicas medievales así como el Racionalismo o el Empirismo del movimiento ilustrado no son más que disAntas presentaciones de aquella. ¿Qué significa esto? La revolución burguesa había promeAdo la Filoso*a, había promeAdo colocar la facultad de conocer irrestrictamente en manos del hombre. Pero, al ubicar la verdad úlAma por fuera de su propio al-

cance, sólo consiguió dar origen a doctrinas que consAtuyen versiones sin representaciones antropomórficas de la Meta*sica. De esta forma, bien podríamos reinterpretar la obra de Kant. No se trataba de un intento por rescatar a la Meta*sica y colocarla en un terreno seguro sino, por el contrario, de una tentaAva por conducirla hacia su expresión más clara y su realización, anAcipando su incipiente derrumbe. Sólo así podría allanarse el camino de la verdadera Filoso*a. Aún así, lo cierto es que la revolución que hubiera tenido que dar origen a la Sociedad CienBfica quedó inconclusa, permaneciendo sólo los indicios caracterísAcos que debieran ser partes consAtuAvas de una nueva forma de organización de la experiencia. Posteriormente, idenAficamos dos intentos que pretendieron retomar esta herencia y, finalmente, conducir el giro copernicano a su realización. Nos referimos a los proyectos de Georg Hegel y Karl Marx. Lamentablemente, el análisis en esta clave del primero de estos intentos quedará por fuera del presente trabajo, por lo que sólo habremos de referirnos al segundo. El propio Marx dirigió su obra como una críAca hacia los desarrollos de Hegel y al estado general en que se hallaba la –nosotros diríamos ahora- “filoso*a” alemana de su época. Sin embargo, él creía haber dado con un camino cuyo recorrido promeBa liberar a esta úlAma del atolladero en que se había meAdo, a la vez que le brindaría el fundamento cienBfico para una estrategia socialista: esta pista era la pista de la Economía PolíAca o bien, para decirlo en sus términos, su críAca de ella.(18) Pero, ¿cómo es que nos topamos con un punto de conexión (19) entre la una y la otra, entre la críAca de la Economía PolíAca y la tradición de la “filoso*a” alemana? “La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de individuos humanos vivientes. El primer estado de hecho comprobable es, por tanto, la organización corpórea de estos individuos y, como consecuencia de ello, su comportamiento hacia el resto de la naturaleza. […] Podemos disAnguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a parAr del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se haya condicionado por su organización corporal. Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material. EL modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe conside-


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53 El proceso de organización de la experiencia como... rarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia *sica de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la acAvidad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción.”(20) ¿Qué quiere decir esto? Pues parAmos del hecho de que la necesidad de garanAzar su propia reproducción, su preservación biológica -lisa y llanamente su propia existencia- es un problema que acompaña inescindiblemente la condición humana desde su origen y a lo largo de los disAntos momentos históricos (algo que, hasta aquí, bien podríamos decir que comparte con el resto de los organismos vivos). Para ello, el hombre como especie necesita hacerse de energía para su metabolismo, la cual habrá de obtener interactuando con el medio, en un proceso que se halla mediado por el trabajo, en el senAdo de gasto de energía con arreglo a una técnica parAcular, es decir, gasto de energía llevado a cabo de una determinada manera. Sin embargo, no podemos circunscribir esta acAvidad a su dimensión estrictamente material (en un senAdo *sico) pues estaríamos diciendo que sólo con lo que se come y viste definimos la vida, ¿y qué hay de lo que se enAenda por la vida en sí misma, o de lo que se enAenda por todo y cualquier cosa? ¿Acaso la elaboración de la experiencia, el trabajo inverAdo en conocer y dar forma al mundo –y producir ese mundo en el mismo movimiento- no forman parte también del arsenal de trabajo que la sociedad en su conjunto emplea para (re)producirse? Encontramos un sinnúmero de ejemplos de esto a lo largo de la historia. Sin ir más lejos, ¿cuántas han sido las veces que hemos cambiado nuestra representación del mundo, y con ella al mundo mismo? La Tierra ha dejado de ser plana para ser –prácAcamenteredonda, ha estado en el centro del universo y lo ha abandonado, ha estado quieta y ha pasado a estar –doblemente- en movimiento. Aún más, en rigor, todos ellos ni siquiera se tratan de ejemplos. Pues son ante todo productos… productos de nuestra representación del mundo, de cómo nos representamos la realidad (¡nuestra realidad!), del proceso por el cual organizamos nuestra experiencia de la mejor forma posible. Se trata, por ello mismo, de un proceso que llevamos adelante, a nivel general, constantemente. Así, el proceso de conocimiento, el proceso de organización de nuestra experiencia se vuelve ante todo un

proceso producAvo, el cual supone -al igual que todos los demás- la puesta de trabajo en movimiento para la obtención de un producto. Encontramos la síntesis de ello en el concepto, en tanto acción y el efecto de concebir, entendiendo que ambas partes consAtuAvas son inescindibles. Decimos, entonces, que el concepto no consAtuye sólo el resultado sino que abarca la totalidad de las etapas que le dan origen. Pero, por ello mismo, el concepto sólo es en tanto se encuentra en movimiento pues él mismo es movimiento, proceso y desarrollo. ¿Qué implica esto? Nada más y nada menos que un punto de inflexión clave en el carácter mismo de la verdad. La Meta*sica, en tanto forma de organización de la experiencia, sólo podía concebir una verdad estáAca y absoluta, cierta para todo momento e inmutable desde y para siempre. Si de repente alguna explicación era puesta en evidencia como falsa esto sólo podía deberse a algún Apo de error que por algún moAvo había pasado desapercibido anteriormente. Pero era susAtuida lo antes posible por una nueva verdad absoluta. En cambio, el concepto echa por la borda este esquema, pues lo que pone de manifiesto es que la verdad es un producto, resultado del proceso de organización de la experiencia situado históricamente. Por esto mismo ella adopta un carácter contextual; ya carece de senAdo discurrir acerca de la veracidad de algo si antes no lo situamos –y, por ende, si no nos situamos nosotros mismos- históricamente. La verdad es el resultado de la experiencia organizada de la forma más potente posible en cierto lugar y momento. No es necesario más que anAcipar hasta aquí las drásAcas consecuencias de este descubrimiento. Sin embargo, retornemos ahora a nuestro punto de parAda original, a la luz del recorrido que hemos hecho. Bien podríamos reformularlo de la siguiente manera: ¿cuál es el punto de contacto que vincula a la Filoso*a con la Ciencia Económica? Si bien una primera mirada podría habernos hecho pasarlo por alto, creemos ya haberlo puesto de manifiesto aquí. Pues entendiendo por Ciencia Económica aquella que Aene por objeto estudiar la forma en que se las arregla una sociedad para garanAzar su propia producción (y la Economía PolíAca como aquella que coloca este estudio en el marco de las relaciones específicamente capitalistas), viene de suyo que esto abarca el análisis del trabajo inverAdo para tal fin, es decir, del trabajo empleado para garanAzar esa producción. Ahora bien, la Filoso*a en tanto anAcipo de una nueva forma de organización de la experiencia consAtuye, en los términos referidos anteriormente, un gasto de energía producAvo. En otras palabras, entendemos que no podría lograrse un conocimiento totalmente coherente e inclu-


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sivo del objeto de la Economía PolíAca sin ella. A pesar de esto, en la exégesis de las doctrinas económicas nos topamos con que todas ellas reducen el trabajo que forma parte de su objeto a aquel que ocupa una dimensión estrictamente reproducAva, es decir, sólo al trabajo suscepAble de ser repeAdo y, por extensión, sólo a sus productos que pueden ser mulAplicados idénAcamente. Esto se contrapone con el concepto en tanto el mismo consAtuye el proceso y producto de un trabajo creaAvo o poiéAco, es decir, no reproducible. Diríamos, por ello, que hemos encontrado el nexo que vincula la Filoso*a con la Ciencia Económica… pero sólo a medias. ConsAtuye, por tanto, nuestra tarea el retomar la teoría heredada hasta aquí para conducirla a una nueva configuración que nos permita dar cuenta verdaderamente

* el proceso de organización de nuestra experiencia se vuelve ante todo un proceso produc)vo, el cual supone -al igual que todos los demás- la puesta de trabajo en movimiento para la obtención de un producto.

de lo que comprendemos debería ser el objeto de la Economía PolíAca. Sin embargo, aún reconociendo el desa*o frente al cual esta tarea nos ubica, no podemos pasar por alto una cuesAón importante: al igual que en los Aempos del movimiento de La Ilustración, el abordaje del proyecto de la Filoso*a sólo cobra verdadera relevancia como parte de un proyecto mucho mayor. Pues no debemos olvidar que el problema con el que se topa originalmente la burguesía al formularlo no fue sólo la falta de armonía en lo que respecto a la forma en que una sociedad organiza su experiencia, sino antes bien un escenario en que se pone cuesAón la capacidad misma de una sociedad para garanAzar su propia (re)producción en todas sus dimensiones (cosa que, a parAr del desarrollo anterior, entendemos que incluye pero supera el problema de la Filoso*a).

Este es, pues, el lugar de los problemas filosóficos. Estos contribuyen a la solución del problema primordial, pero no parAmos de una falta de armonía en ellos sino en un nivel mucho mayor. Así, no es casualidad que en los Aempos que corren emerja nuevamente este proyecto como una tarea relevante. Pues pareciera ser que una vez más comienzan a despertarse dudas acerca de nuestra capacidad como sociedad de garanAzar nuestro proceso de vida en la forma en que lo venimos haciendo hasta, ahora bajo las relaciones capitalistas de producción, presinAéndose el advenimiento de una posible catástrofe si fallamos en dar respuesta a ello. La propuesta de giro copernicano anunciada por Kant en su época acabó por ser sólo un destello de algo por completo nuevo, pero que acabó por perderse, comparAendo así la misma suerte que aquellos ideales de libertad, igualdad y fraternidad que consAtuían los pilares de un mundo nuevo, idea que sólo sobrevivió como promesa irrealizada hasta nuestros días. Completar finalmente el proyecto de la Filoso*a sólo tendrá senAdo, por tanto, si nos hacemos del propio espíritu de aquellos Aempos, de cambio y transformación, de revolución, para conducir finalmente a la humanidad toda hacia aquel ideal tantas veces aludido de progreso universal. Notas (1) ¿Acaso resulta extraña esta tarea? Pues en principio no –al menos, intuiAvamente-, puesto que del amplio campo que consAtuye la totalidad del conocimiento es evidentemente necesario determinar qué cuesAones habrán de abordarse y cuáles no. Resultaría imposible poder ocuparnos de todo, y circunscribirnos a una serie de problemas determinados dejando otros afuera pareciera ser la única forma de poder realmente profundizar en el conocimiento de ciertos aspectos, aún a conciencia de saber que los mismos son sólo una parte de la totalidad existente. (2) Esto, desde ya, no debe interpretarse como si se presupusiera que todas las respuestas son igualmente válidas y que sólo es cuesAón de elegir aquella que resulte más de nuestro agrado. Sin embargo, adentrarnos aún más en este camino de momento implicaría alejarnos de nuestro objeAvo. (3) Kant, I. (1784), ¿Qué es la Ilustración? Pag 1. (4) Desde ya, esta consAtuye una representación esquemáAca de las ambiciones de la burguesía revolucionaria. Con esto queremos no queremos decir que nos encontremos con las mismas enunciadas en estos términos, en dicha época. Aún así, nos resulta úAl figurarlas de esta manera en nuestro ejercicio de reconstrucción de la historia de la filoso*a, sin por ello considerar que estemos tergiversándolas. (5) Cassirer, E. (1950), Filoso*a de la ilustración. Pag. 21. (6) Nos referimos, por supuesto, al momento sensible de la experiencia, a todo aquello que resulta aprehensible por medio de los senAdos. En rigor, se tratan de las percepciones. Este punto


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55 El proceso de organización de la experiencia como... se clarificará, igualmente, en el desarrollo ulterior. (7) Si bien el empirismo consAtuye a su vez parte consAtuAva del movimiento ilustrado, se diferencia ampliamente de los sistemas descriptos anteriormente, y de hecho supone una críAca totalmente opuesta a ellos. En ese senAdo, podríamos renombrar a estos úlAmos como racionalistas (desde ya, por la preponderancia que dan a la razón), en oposición a los empiristas, que habrían de poner el acento en los hechos, la experiencia sensible. Otra categorización análoga es aquella propuesta por Kant, que diferencia entre dogmaAsmo y escepAcismo. Se comprende, asimismo, que llevar adelante esta diferenciación es algo que sólo cobra senAdo para el presente trabajo en este momento del desarrollo. (8) “En pocas palabras: todos los componentes del pensamiento derivan de nuestra percepción externa o interna, y la mezcla y conformación de tales elementos pertenece sólo al dominio de nuestra mente y nuestra voluntad. O, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas, o más desvaídas percepciones, son copias de nuestras más vívidas impresiones o más intensas percepciones.” Hume, D. (2010) [1748], Ensayo sobre el entendimiento humano. Pag. 27. (9) Por ejemplo, cualquier enunciado de la MatemáAca cae dentro de este grupo: 3 más 3 es 6 sin que tenga dos grupos de tres manzanas para constatarlo en la realidad, o bien el Teorema de Pitágoras es cierto aun si los triángulos sólo exisAeran en tanto formas ideales. (10) Por ejemplo, puedo enunciar analíAcamente que si suelto algo en el aire que sea menos ligero que éste, habrá de caer al suelo. O bien, que si hay un objeto en reposo y nada que lo perturbe, éste nunca se moverá. Pero, en úlAma instancia, debo emplear la experiencia sensible para constatar estas afirmaciones. (11) Podríamos, por ejemplo, senArnos completamente seguros de que son un conjunto determinado y preciso de condiciones atmosféricas las que ocasionan la lluvia… y creer que la experiencia nos da el visto bueno de esta suposición. De la misma manera, hace cientos de años exisBa un grado de certeza similar acerca de que la danza era la causa de la lluvia… y la experiencia parecía confirmarlo igualmente. (12) Kant, I (1912) [1739], Prolegómenos a toda meta*sica del porvenir que haya de presentarse como ciencia. Pag. 2. (13) Kant, I. (2009) [1781 - 1787], CríAca de la razón pura. Pag. 76. (14) “Hasta ahora se ha supuesto que todo nuestro conocimiento debía regirse por los objetos; pero todos los intentos de establecer, mediante conceptos, algo a priori sobre ellos, con lo que ensancharía nuestro conocimiento, quedaban anulados por esta suposición. Ensáyese, por eso, una vez, si acaso no avanzamos mejor, en los asuntos de la meta*sica, si suponemos que los objetos deben regirse por nuestro conocimiento; lo que ya concuerda mejor con la buscada posibilidad de un conocimiento de ellos a priori que haya de establecer algo acerca de los objetos, antes que ellos nos sean dados.” Kant, I. (2009) [1781 - 1787], CríAca de la razón pura. Pag. 21. (15) “Other philosophers had asked, “How can I know that my

ideas correspond to the way the world really is?” Kant now asks, “What must the world be like in order for me to know it?” The change seems, at first glance, a mere sleight of hand, but as we pursue Kant’s answer, we see that it truly is a revoluAon of “Copernican” proporAons. He says, we should no longer ask whether we can know what the world is like; we should now ask what the world must be like as we know it.” Solomon, R. (1983), In the spirit of Hegel. A study of Hegel´s Phenomenology of Spirit. Pag. 75 (16) Como si la experiencia de cada individuo no estuviera mediada por la sociedad, la historia, su contexto (todas cosas, desde ya, ínAmamente vinculadas entre sí). (17) En contraposición a este punto, la Meta*sica resultaba ser, desde un primer momento, el prejuicio de pensar que el objeto no se encontraba consAtuido por su concepto. Antes de ello, o bien se alcanzaba una verdad inmutable o se caía en el escepAcismo en tanto no-verdad, ambas proposiciones que atentaban contra el desarrollo conceptual, pues la sola idea de la verdad úlAma niega la condición de esta como producto del proceso de elaboración de la experiencia. (18) Marx denominaba Economía PolíAca burguesa a la mayor parte de los desarrollos en este campo hasta entonces, comprendiendo fundamentalmente las obras de Adam Smith, David Ricardo, William PeCy y Jean BapAste Say, entre otros. (19) Desde ya no es nuestra intención argüir que, eventualmente, de comprobarlo, éste se trate del único punto de conexión entre la una y la otra, sino que, por el contrario, sería facAble encontrar otros más (20) Marx, K., Engels, F. (2010) [1846], La ideología alemana. Pag. 19 y 20. El subrayado y las negritas son propios. Bibliogra!a Cassirer, E. (1950), Filoso*a de la ilustración, Fondo de Cultura Económica, México. Hume, D. (2010) [1748], Ensayo sobre el entendimiento humano, Editorial Losada, Buenos Aires. Kant, I. (1784), ¿Qué es la Ilustración?, en Filoso*a de la Historia, Ediciones Nova, Buenos Aires. Kant, I. (1912) [1739], Prolegómenos a toda meta*sica del porvenir que haya de presentarse como ciencia, Editorial Daniel Jorro, Madrid. Kant, I. (2009) [1787], CríAca de la razón pura, Editorial Colihue, Buenos Aires. Leibniz, G. (1981) [1715], Monadología, Pentalfa Ediciones, Oviedo. Levín, P. (2010), Esquema de la ciencia económica. En Revista de Economía PolíAca de Buenos Aires: Año 4, Vols. 7 y 8. Buenos Aires. Marx, K., Engels, F. (1974) [1846], La ideología alemana, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo. Schrödinger, E. (2005) [1944], ¿Qué es la vida?, Salamanca. Solomon, R. (1983), In the spirit of Hegel. A study of Hegel´s Phenomenology of Spirit, Oxford University Press. Spinoza, B. (2012) [1677], ÉAca demostrada según el orden geométrico, Ediciones Agebe, Buenos Aires.


La actualidad del marxismo Debates en torno a la Teoría del Valor

Marx y su ¿vigencia?

Ezequiel Monteforte

Becario de investigación PROPAI del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (CEPED) – FCE – UBA. ezequielmonteforte@gmail.com

En el presente trabajo nos proponemos estudiar el proyecto filosófico de La Ilustración, abordándolo a partir de la Ciencia Económica. De esta manera, pretendemos discutir la relevancia del proceso de organización de la experiencia para esta ciencia, a la vez que aspiramos a comprender la necesidad de recuperar y realizar el proyecto heredado.

En la actualidad, y desde hace un Aempo, nos encontramos con un resurgir del interés sobre los desarrollos de Karl Marx, parAcularmente los llevados adelante en El Capital. Con esto, se nos abre la pregunta: ¿Por qué toma preponderancia otra vez estos desarrollos, cuál es su causa, su necesidad? Desde hace ya varios años el modo de producción actual transita la vía de una crisis de sobreproducción (1), la cual, es el proceso “natural” de corrección de este modo de producción, al estar desacopladas las necesidades de consumo y producción social. En este senAdo, la producción avanza sin límite aparente por la necesidad inherente del capital de valorizarse. Y el consumo se acota a la demanda social solvente, funcionando como un riñón de la producción. Por ende, cuando la producción material a nivel mundial supera las necesidades de consumo social, se ingresa en la etapa de sobreproducción, donde al mejor esAlo de “la selección natural” el capital se deshace de los capitales que ponen en marcha las menores producAvidades del trabajo, o sea los capitales con menor potencia de valorización, dejando paso a la concentración y centralización de los capitales como forma misma de la necesidad de desarrollar el avance de las fuerzas producAvas de la sociedad(2).


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57 Marx y su ¿vigencia? El avance del modo de producción capitalista trae aparejado, como se concluye en el tomo I de El Capital, la creación de una masa de población obrera sobrante. La cual, a esta altura del desarrollo del modo de producción, en disAntas regiones del mundo, ya se consolida en su condición de sobrante estancada. Además, la población obrera en general, o sea la que no se determina como sobrante para las necesidades del capital, también se ve afectada por el desarrollo de la crisis de sobreproducción. Como es el caso de Estados Unidos, por ejemplo. Todos estos procesos, parAculares del modo de producción capitalista, por su manera autónoma de regularse, ponen en superficie la contradicción de las atrocidades que el hombre se impone en el mismo desarrollo de su ser genérico humano, el hacer del medio su medio. El primero que pudo poner de relieve de manera sistemáAca estas contradicciones del modo de producción capitalista es Karl Marx. Sin embargo, es di*cil avanzar sobre lo que verdaderamente hizo que Marx tenga “vigencia” -a casi ciento cincuenta años después de su obra cumbre- ya que preguntarnos sobre ella nos pone delante de una explicación necesariamente temporal, ante una explicación con una forma parAcular, con la forma de una “teoría cienBfica”. Pero, ¿por qué la explicación tendría que ser temporal?, ¿acaso, no podemos conocer objeAvamente las relaciones que nos rigen como seres humanos, sin tener que estar modificando constantemente los desarrollos que tratan de explicar la realidad? Para enfrentar tales preguntas trabajaremos aquí lo que consideramos central de la obra de Marx: el desarrollo de una “herramienta”, de carácter revolucionario, que nos permite mover el foco y dejar de preguntarnos si algo está vigente, dejar de entender e interpretar la realidad, para tener la posibilidad de reproducirla, o sea, de generar una copia exacta de lo que somos, por qué somos y cómo accionamos como seres humanos, por medio de la única y más formidable herramienta de la que dispone el ser humano, el pensamiento. Esto, nunca antes mejor planteado en la famosa frase de este autor: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos al mundo; de lo que se trata es de transformarlo.”(3) En ésta simple frase nos enfrentamos con lo que está en juego en nuestro qué hacer de cada día, ya que no es justamente interpretar al mundo como una acción abstracta, como si nos pudiéramos dedicar a conocer como acción en sí; sino que de lo que se trata es del conocimiento como organización de nuestra acción, como momento necesario de la transformación del “mundo”, por

medio de nuestra acción. Por eso, el conocimiento entendido así deja de ser una acAvidad inocua o abstractamente voluntaria del hombre, sino que es la organización de nuestra acción, es el conocer la potencialidad del medio con respecto a la potencialidad de nuestra propia acción, es conocer por qué hacemos lo que hacemos; es conocer lo que somos como sujetos sociales, como seres humanos. Sin embargo, como veremos, la cuesAón aquí no pasa por detenernos en esta cuesAón “acAva” del conocer, sino que se centra en la forma específica en la que se desarrolla dicho conocimiento actualmente. El problema pasa por fundamentar la acción en una forma par-

* lo que permite que Marx siga “vigente” y que pueda avanzar como nadie en “explicar el funcionamiento” del modo de producción actual, es que Marx no hizo una teoría (...) sino que, a nuestro entender, se encargó de dar el puntapié inicial para desarrollar la crí)ca a la forma de conocimiento cien*fico mediante las teorías cien*ficas

Acular de conocimiento, el accionar en base a interpretar. Como marcábamos, lo que permite que Marx siga “vigente” y que pueda avanzar como nadie en “explicar el funcionamiento” del modo de producción actual, es que Marx no hizo una teoría, no desarrolló conceptos ligados lógicamente para contrastarlos con la realidad, por ejemplo. Sino que, a nuestro entender, se encargó de dar el puntapié inicial para desarrollar la críAca a la forma de conocimiento cienBfico mediante las teorías cienBficas. La cual se centra en el método que propone desde los Grundrisse, “la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento”(4). Esto, no es reconocido por el “marxismo” en general.


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58 Marx y su ¿vigencia?

Como ya veremos, las formas de enfrentarse a los desarrollos de Marx pecan por realizarse bajo la forma genérica de cómo nos enfrentamos a la realidad actualmente: como algo ajeno, extraño a nosotros, como puras existencias que no encierran más que su inmediatez, como formas que no expresan un contenido. Por esto, así como lo concreto, la realidad, nuestro medio, es diseccionado en partes para su análisis sin prestar atención a su necesidad interna, inherente a su contenido en definiAva, los desarrollos de Marx también son fragmentados y diseccionados a gusto de cada “marxista”. Estas ideas subjeAvas, por ende este idealismo, que se sirven del recorte de los desarrollos de Marx, hace que por cada marxista exista un marxismo disAnto, y eso justamente es lo que se propone derribar el autor. Por eso, entende-

* el estar enfrentándonos a cualquier desarrollo o proceso de conocimiento como una teoría implica que ese conocimiento se concibe, desde su origen, como una interpretación de la realidad

mos, la afamada frase de Marx, “Lo único que sé es que no soy marxista”(5).

El conocimiento y la forma de conocer como relación social. En esta sección, dada la forma misma de nuestro proceso de conocimiento, el cual toma la forma de un proceso de reconocimiento de lo desarrollado por disAntos autores, debemos marcar que lo expuesto a conAnuación se porta en los desarrollo originales de Marx, como en los avances, respecto a las determinaciones del método cienBfico como forma de la relación social, de Juan Iñigo Carrera. Entendemos que en este úlAmo autor se encuentra la sistemaAzación y el avance definiAvo que nos pone delante de las determinaciones generales tanto de la necesidad del método cienBfico actual, como del desarrollo acabado del método de reproducción dialecAco (6). Hoy en día, cualquier desarrollo acerca del avance en

el conocimiento de cualquier Apo de proceso o fenómeno, se nos presenta como una Teoría; siendo esto algo natural para nosotros. Sin embargo, el estar enfrentándonos a cualquier desarrollo o proceso de conocimiento como una teoría implica que ese conocimiento se concibe, desde su origen, como una interpretación de la realidad, como algo exterior, ajeno, que vaya a saber uno porque nos disponemos a conocer. El conocimiento así entendido esta abstraído de su necesidad; o acaso alguna vez nos preguntamos ¿por qué conocer? Esta simple pregunta vale tanto para lo más sencillo como lo más complejo, por qué conocer alguna forma de división del Aempo, como por ejemplo en horas, minutos y segundos, o por qué conocer cómo se rige la sociedad actual. Esto, a su vez, nos lleva a la pregunta de carácter general de por qué el hombre conoce y qué es conocer. Entendemos que éstas preguntas, que en general se presentan como regidas por la voluntad de cada individuo sin más explicación, encierran el por qué pensar en Teorías deja de tener potencia actualmente como herramienta de conocimiento. Para empezar, conocer no es solo una acAvidad del hombre, sino que es la forma de existencia de la vida (7). Cualquier sujeto vivo, por más simple que sea, gasta una porción de su cuerpo para apropiarse del medio que lo reproduce, del medio de vida. De manera general, ese gasto de energía para apropiarse del medio trae aparejado, de manera directa, la reproducción de su cuerpo, transformándose así en un proceso de metabolismo (8). Los animales dependen de que este medio de vida sea inmediatamente asequible a ellos, por esto, la forma de ampliar su capacidad de apropiarse del medio es la mutación del propio cuerpo, acrecentando sus posibilidades de reproducción respecto del medio. Este proceso, aunque constante e inherente a la vida se nos presenta en superficie ante cambios críAcos en el medio, con la apariencia de que la necesidad de reproducción de la vida se le impone al sujeto vivo por tener que adaptarse al medio y no como un proceso conAnuo (9). Portando la razón del mismo en una necesidad exterior, en una “selección natural”, y no en el proceso que se esconde detrás de esta abstracción (10). Este proceso descripto hasta aquí encierra el proceso que lleva adelante cualquier sujeto vivo, tanto un ser humano como cualquier organismo viviente, diferenciándose, analíAcamente, en dos momentos; el conocer la potencialidad que Aene la acción del sujeto con respecto de la potencialidad del medio, y luego, si es que el medio es propicio para saAsfacer la necesidad de reproducción que despliega la acción de conocer, se avanza en la apro-


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59 Marx y su ¿vigencia? piación plena y concreta del medio. En el primer momento el sujeto organiza la acción que va a desplegar, se apropia virtualmente del medio, para pasar, en el segundo momento, a apropiarlo efecAvamente. Con esto el conocimiento es la forma concreta de desarrollarse el proceso de metabolismo de cualquier organismo viviente (11). Sin embargo, y al margen de las diferencias entre las formas especificas que toma el proceso de metabolismo de cada especie, no podemos dejar de enfrentarnos a que el ser humano necesariamente debe guardar alguna parAcularidad en base a su proceso de conocimiento, por ende en su proceso de metabolismo, dado el profundo nivel de apropiación del medio que ha logrado para sí, en relación con los demás sujetos vivos. Veremos cómo Marx se enfrenta tempranamente en sus desarrollos a este punto: “Podemos disAnguir al hombre de los animales por la conciencia, por la religión o por lo que se quiera. Pero el hombre mismo se diferencia de los animales a parAr del momento en que comienza a producir sus medios de vida, paso éste que se haya condicionado por su organización corporal.”(12) Esta parAcularidad, la producción, porta al hombre de la posibilidad de expandir su proceso de metabolismo más allá de los límites del reino animal en general. El ser humano Aene la capacidad de desdoblar su proceso de reproducción, ya que la acción que despliega genéricamente ya no es la reproducción directa de su cuerpo, sino que es la transformación del medio en un instrumento que indirectamente le servirá para reproducirse, por ende en un medio de producción de la vida. Su objeto inmediato ya no es su reproducción, sino más bien los medios de producción de esa reproducción. Ya no se hace de lo asequible del medio, y no necesita modificar su cuerpo para ampliar su capacidad de apropiación del mismo. Por esta razón, el hombre, es el único sujeto vivo que produce, y esta es la diferencia sustancial entre el hombre y el animal (13). Lo única posibilidad que Aene el hombre de desencadenar una acción que conoce su fin, la producción, la cual además es necesariamente voluntaria, es que la misma sea consciente. La conciencia no es el punto de parAda (14), sino que una vez descubierto lo que nos disAngue de los animales, no queda otra opción que enfrentarnos a que la cualidad que se está expresando allí, es la forma consciente de la acción humana (15). Con esto, la acción genéricamente humana, conoce su potencialidad, su necesidad, su fin; por ende la forma más acabada del hombre es el trabajo, el cual es, por con-


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60 Marx y su ¿vigencia?

dición de existencia, consciente y voluntario. Así, el mismo avance de las formas producAvas del trabajo del hombre es necesariamente el desarrollo de las formas de la conciencia y la voluntad. Producción y conciencia, son ya aquí una unidad (16). La producción, se objeAva a esta altura como un proceso histórico, como el primer hecho histórico (17), ya que el hombre parte siempre de las condiciones producAvas en las que avanzó la generación precedente, siendo así el único sujeto vivo que Aene historia; la historia de las formas de producción y del desarrollo de la conciencia y voluntad humana. Además, el hombre, por las mismas cualidades a la que nos enfrentamos, encuentra en la asociación con otros individuos de su mismo género la potencialidad más formidable en su proceso de producción. El avance en las formas producAvas del trabajo humano genera que el mismo se objeAve genéricamente

* la forma concreta en cómo nos enfrentamos a la realidad, por ende la idea de realidad misma, es una forma de expresión del modo de producción vigente.

como trabajo social, ya que la producción de valores de uso de los individuos se convierte en valores de uso para otros hombres, por ende el hombre es el único sujeto vivo que produce individuos de su mismo género, por medio de la producción de valores de uso para otros. Tanto el parAr de las condiciones históricas de producción como la forma colecAva que toma el proceso de trabajo humano nos enfrenta a que la forma que toma el proceso de reproducción de la vida humana es un proceso de metabolismo social (18). “Al producir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida material. El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia *sica de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la acAvidad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los

mismos. Tal y como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su producción.” (19) A parAr de aquí, y centrándonos en la úlAma frase de la anterior cita de La ideología alemana, nos enfrentamos a lo central, a nuestro entender, de los desarrollos de Marx. En palabras del autor: “También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La moral, la religión, la meta*sica y cualquier otra ideología, y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia sustanAvidad. No Aenen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia [resaltado propio]. Desde el primer punto de vista, se parte de la conciencia como del individuo viviente; desde el segundo punto de vista, que es el que corresponde a la vida real, se parte del mismo individuo real viviente y se considera la conciencia solamente como su conciencia.” (20) Así, como se expone en La ideología alemana, todas las formas propias que nos enfrentamos como subjeAvidad humana necesariamente están determinadas por la forma social de producción de la que somos fruto. Nuestras ideas, no son en abstracto ideas, sino que son formas mentales regidas por las condiciones materiales de vida en las que nos reproducimos. Estas formas mentales, expresión del proceso de producción vigente, son las que marcan nuestra subjeAvidad individual. Por esta razón, nuestra subjeAvidad no es más que la expresión de la necesidad del modo de producción del cual somos forma. Esta expresión necesaria de las condiciones materiales vigentes es lo que nos determina como sujetos sociales, objeAvándose en nuestro ser social. Avanzado ya en sus desarrollos Marx especifica lo antes expuesto: “El resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de des-


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61 Marx y su ¿vigencia? arrollo de sus fuerzas producAvas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y políAca y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social políAca y espiritual en general. No es la conciencia de los hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia [resaltado propio].” (21) Para no extendernos más en este tema, y al ya haber especificado la unidad entre nuestras ideas y la forma parAcular en la que producimos, lo que nos interesa destacar aquí, es que la forma concreta en cómo nos enfrentamos a la realidad, por ende la idea de realidad misma, es una forma de expresión del modo de producción vigente. Por ende, el enfrentarnos a la realidad como algo inaccesible, en la que no existen “verdades”, o que el conocimiento Aene fecha de caducidad de acuerdo a la vigencia de cualquier teoría actual, no es algo genéricamente humano, sino que es una relación social, un fruto de las condiciones producAvas del trabajo social. Que el conocimiento se estructure de esta manera en la actualidad no es algo menor; ya que, como vimos, el conocimiento es la forma genérica de la vida, por ende, qué y, más aún, cómo conoce el hombre es el hombre.

El conocimiento enajenado y el método de Marx. Ahora bien, la parAcularidad concreta de este modo de producción es que a diferencia de los anteriores (esclavismo, feudalismo, por ejemplo) la organización de la producción y el consumo social no se rigen en base a relaciones de dependencia personal. Nadie le dice, y menos le exige, qué, cuánto, cómo, ni dónde producir. Por ende, lo novedoso del modo de producción actual es su forma autónoma de organizar la producción y el consumo social. Esta organización descentralizada, se encarga de asignar la capacidad total del trabajo de la sociedad en su conjunto a los disAntos trabajos úAles que llevaran adelante los individuos; para realizar así su fin, llevar adelante el proceso de metabolismo social. Este modo de producción parAcular, como es de esperar, determina una forma parAcular de llevarse adelante el trabajo humano, por ende una forma parAcular de conciencia, la conciencia enajenada (22). Cada individuo se objeAva en esta sociedad como un ser libre de dependencia personal, con el control directo de su proceso de trabajo, pero sin ninguna posibilidad de controlar el carácter social de su trabajo concreto. En esta sociedad, los valores de uso toman una forma muy parAcular, se


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transforman en mercancías. En valores de uso cambiables por otros, de manera general, por ende, con un valor de cambio. Esta cambiabilidad de los valores de uso es impensado en cualquier modo de producción anterior, aunque algunas veces es di*cil de enfrentar; no hace falta explayarse mucho para saber que el esclavo no tenía ni la más mínima posibilidad de disponer de alguna mercancía para intercambiar para así poder comprar sus medios de vida; y en el feudalismo, la forma general del proceso, tampoco se centra en que los valores de uso tengan valor de cambio, o “precio”. Que la generalidad de los productos del trabajo se cambien, o que los valores de uso ahora tengan precio, es algo novedoso del modo de producción vigente, aunque se nos presente actualmente como algo extremadamente natural. Como decíamos, el productor de mercancías no Aene el control de si el valor de uso que produjo se reconocerá, en el mercado, como mercancía asignándole un precio, y menos saber a ciencia cierta cuál será este. Por esta

* el mismo avance de las formas produc)vas del trabajo del hombre es necesariamente el desarrollo de las formas de la conciencia y la voluntad. Producción y conciencia, son ya aquí una unidad .

razón, el productor de mercancías, a no ser que no le interese su reproducción, contrasenAdo parAendo de un sujeto viviente en sí, va a tener que atender a la necesidad social que se demande de su mercancía, tanto en calidad, como canAdad y precio. Entonces, por más que el productor no tenga ningún lazo de dependencia personal y nadie le diga qué hacer, va a tener que hacer lo que le diga la sociedad acerca de qué espera de su mercancía ya que si no, no tendrá la posibilidad de reproducirse, por ende de vivir. Este someAmiento de los individuos a las mercancías, siendo este su vínculo social (23), nos enfrenta a la mercancía misma como algo ajeno, como algo que nos domina pero que al mismo Aempo no nos objeAva, como si no fuera el fruto de nuestro trabajo, como si no fuese fruto de nuestra acAvidad vital, ya que no tenemos ningún control sobre la misma, sino todo lo con-

trario. Dado, que de la realización social de la mercancía depende la vida del individuo, a este no le queda más opción que perecer ante sus caprichos. El individuo ya no es más él, si no que él es la mercancía. Su acAvidad vital y genérica, su trabajo ya no es su trabajo, ya que eso es propiedad de la mercancía. Con todo esto, su conciencia como forma de ese trabajo desplegado, también ya no es de él, sino que la mercancía toma las riendas de la misma, al tomar las riendas de su trabajo. Por esta razón decimos que la forma de la conciencia en el modo de producción capitalista es la conciencia enajenada en la mercancía. Esto, sin contar, que la forma específica que toma la producción de mercancías es en base a capitales que compran fuerza de trabajo para valorizarse mediante la extracción de plusvalía. Por lo que el vendedor de la mercancía fuerza de trabajo ahora se enfrenta a que ni siquiera Aene la propiedad sobre ese trabajo que despliega para hacer la mercancía para el capitalista. Más aun, cada vez menos puede decidir cómo desplegar su proceso de trabajo, ya que el mismo proceso está organizado por el capitalista, y en este momento, cada vez más, directamente por la maquinaria, que dispone de los Aempos y las acciones que el trabajador debe hacer. Así las cosas, enfrentarnos al producto de nuestro trabajo como nuestra objeAvación se torna aún más di*cil, ya que además de estar regido por las necesidades de la sociedad, ni siquiera tenemos derechos de propiedad sobre él. Todo esto es un proceso que se da a espaldas de los productores, o sea que se da a nuestras espaldas (24). No llegamos al mundo sabiendo o enfrentándonos a estas determinaciones, no se nos pasan por la cabeza ni remotamente. Es di*cil negar nuestra libertad, ya que nadie nos dice qué o cuándo hacerlo. Pero, esa abstracta libertad a la que nos enfrentamos no es más que la libertad respecto a los lazos de dependencia personal que dejan paso a la dependencia de la mercancía. Así, la libertad es la forma concreta de la conciencia enajenada en la mercancía (25). Esta forma general de enfrentarnos a nuestro trabajo, a nuestra existencia misma, a lo que nos afirma como humanos, no hace más que oponer lo material, la existencia externa a nuestra organización corporal, nuestro propio objeto, como algo ajeno. Por esta razón, no es de extrañar que para nosotros la realidad se nos presente como ajena, como exterior, extraña a nosotros. Se nos presenta como una existencia tan externa e impropia que, de acuerdo a la corriente teórica que nos enfrentemos, la realidad hasta puede explicarse como un fruto mismo de nuestras ideas, que existe solo porque está


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63 Marx y su ¿vigencia? pensada; como si el pensamiento fuera un Dios que va dando vida a las cosas que piensa. Por más poéAco y agradable que se nos presente darle vida a nuestro medio con nuestra propia cabeza, no es más que una grosera abstracción, una idea que solo vive en nuestras ideas y no Aene otro medio en donde subsisAr. Esto, sin duda, determina la forma de conocer en el modo de producción actual. La forma de la conciencia no puede generar cualquier forma de conocimiento, sino que toma una forma parAcular y determinada, en relación con nuestra conciencia enajenada. El enfrentarnos sistemáAcamente a la realidad como un ajeno a conocer, inmutable e inaccesible, es propio del conocer en el capitalismo, es el espejo de la forma en que nos enfrentamos al fruto de nuestro trabajo, es la forma específica de enfrentarnos a nuestro medio como portadores de una conciencia enajenada en la mercancía. Así, el método del conocimiento cienBfico, y la forma de la ciencia en sí, que gira en torno a este método, no es una forma inmutable y natural, sino que también es una relación social determinada por el modo de producción vigente. Sin embargo, esta forma de conocimiento marca un gran avance cuanAtaAvo y cualitaAvo en el conocimiento humano. Por eso, a su vez, es una forma avanzada del conocer del hombre, en la producción misma de conocimiento objeAvo. Pero, tarde o temprano, al no poder avanzar en el conocimiento de su necesidad genérica ya que se extraña de sus propias creaciones, esta forma de conocer se topa con sus propios límites. Al no reconocerse en su naturaleza humana y, por ende, no avanzar en el conocimiento de por qué somos lo que somos, portando la causalidad siempre en la individualidad, o sea, en la voluntad consciente que porta cada sujeto, pierde la potencia de explicar la propia necesidad humana y sus determinaciones. Pierde la potencialidad de explicar los fenómenos que se ponen de relieves en los choques contradictorios de este sistema de producción. Por esto, retomando el punto de parAda, el método actual no puede dar sustento a las formas contradictorias en las que se mueve el modo de producción en la actualidad, por ejemplo produciendo población obrera sobrante desenfrenadamente. Así, entendemos, que la necesidad de desarmar el ovillo del método de conocimiento no surge de la necesidad de avanzar en el conocimiento en las formas concretas de la producción en sí (26), sino que surge en el ámbito en donde se dirime la organización del trabajo social, de la forma misma en que producimos. Esto, es en el ámbito de las relaciones políAcas. Y comprende, inherentemente, a la acción políAca de la clase obrera en la actualidad.


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64 Marx y su ¿vigencia?

El avance de Marx, gira en torno al descubrimiento de las bases de estos desarrollos. Es el primero en correr el foco y plantear un método de conocimiento nuevo, que arrancando con estas determinaciones nos permite avanzar en las formas concretas que toma el modo de producción capitalista. Esta es la razón fundamental de por qué El Capital, como forma concreta del método cienBfico en cuesAón, explica y seguirá explicando el modo de producción capitalista; porque las formas generales de funcionamiento del mismo no cambian, ni cambiaran, hasta que de sus mismas bases brote la necesidad de su superación. Lo que Marx hace no es una teoría, sino más bien prende la llama de la hoguera en donde arderá el

* si la forma en que conoce el hombre es necesariamente cómo es el hombre, a lo que nos enfrentamos no es a un simple cambio en el método de conocer sino a un cambio radical en sus formas de conocer para producir, por ende en un cambio radical en la forma concreta de su metabolismo social. En un cambio del modo de producción vigente.

método cienBfico actual para avanzar en las determinaciones concretas y objeAvas que nos determinan como sujetos sociales, como seres humanos. “Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filoso*a alemana, que desciende del cielo sobre la Aerra, aquí se asciende de la Aerra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. […] Y este modo de

considerar las cosas no es algo incondicional. Parte de las condiciones reales y no las pierde de vista ni por un momento. Sus condiciones son los hombres, pero no vistos y plasmados a través de la fantasía, sino en su proceso de desarrollo real y empíricamente registrable, bajo la acción de determinadas condiciones. Tan pronto como se expone este proceso acAvo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empiristas, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como para los idealistas. Allí donde termina la especulación, en la vida real, comienza también la ciencia real y posiAva, la exposición de la acción prácAca, del proceso prácAco de desarrollo de los hombres. Terminan allí las frases sobre la conciencia y pasa a ocupar su siAo el saber real. La filoso*a independiente pierde, con la exposición de la realidad, el medio en que puede exisAr.”(27) Así las cosas, si la forma en que conoce el hombre es necesariamente cómo es el hombre, a lo que nos enfrentamos no es a un simple cambio en el método de conocer sino a un cambio radical en sus formas de conocer para producir, por ende en un cambio radical en la forma concreta de su metabolismo social. En un cambio del modo de producción vigente.

Entonces, ¿Economistas para qué? Como planteamos más arriba, la necesidad del desarrollo del método cienBfico no surge, a nuestro entender, del desarrollo del conocimiento en base a las formas concretas necesarias de la producción, o mejor dicho de la necesidad inmediata de la producción de plusvalía relaAva, con respecto a la necesidad del avance técnico constante. Esto es, no surge de la necesidad de avanzar en el conocimiento acerca del control de las fuerzas naturales encaminadas a la producción misma. La *sica, la química, la biología, por ejemplo, no se topan con esta necesidad. El devenir de esas ramas cienBficas se centra en la fragmentación creciente de la ciencia, especificándose en sub-ramas cada vez más parAculares, enfrentándose como necesidad la cuesAón de penetrar cada vez más en la materia en torno a lo cuanAtaAvo y no a lo cualitaAvo. Es inmanente al avance de la ciencia actual la medición cada vez más específica de las cosas que estudia, y cada vez menos su necesidad de existencia, su “causa”. Sin embargo, en el momento que nos topamos con la parte fragmentada de la ciencia que estudia la organización social de la producción misma, a las ciencias sociales en general, la cuesAón cambia radicalmente. Específicamente, como economistas o estudiantes de economía, nos preocupa, y estudiamos, el devenir de las


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65 Marx y su ¿vigencia? formas concretas de la relación social de la que somos forma, la moneda, el estado, la remuneración a los trabajadores, la pobreza, el movimiento de los capitales individuales, etc. Por esta razón, por desarrollar nuestro trabajo coAdiano enfrentados a las contradicciones del sistema de producción actual, entendemos que la necesidad de avanzar en las formas que toma el conocimiento cienBfico en el estudio de nuestras relaciones sociales de producción nos pone delante de la necesidad misma, regida por nuestro ser social, de avanzar en la organización de nuestra acción como sujetos que intervenimos directamente en el ámbito en que coAdianamente se pone en juego la organización del trabajo social. Esto, como decíamos, es el ámbito de las relaciones políAcas. Así las cosas, lo que hacemos todos los días avanzado en el conocimiento de las determinaciones del modo de producción capitalista no es más que organizar nuestra acción, determinándose, por el mismo ámbito en que la misma se desarrolla, como la organización de nuestra acción políAca. El enfrentarnos a las determinaciones del método cienBfico como forma mismas del modo de producción vigente, nos porta de la potencialidad de una acción políAca muy disAnta a no enfrentarlo. El enfrentarnos a una revolución en la forma de conocer como una revolución en el modo de producción vigente, necesariamente también nos porta de una potencialidad diferencial. Resta ver por qué está en nuestro ser social enfrentarnos a esta cuesAón, o sea, resta ver, la necesidad concreta de nuestra acción políAca. La única forma concreta de enfrentarse a la necesidad de nuestra acción políAca, es conocernos en nuestras determinaciones. A su vez, la única forma de conocer nuestras determinaciones es avanzar en el conocimiento de la relación social de la que somos forma, por ende, nos toca, de aquí en más, como forma misma de nuestra acción políAca, emprender el camino de enfrentarnos críAcamente a El Capital. Notas (1) Iñigo Carrera, Juan, El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, Imago Mundi, Buenos Aires, 2008. Capítulo 6. (2) Iñigo Carrera, Juan, La superproducción general en la acumulación actual y la cuesAón de la clase obrera como sujeto revolucionario”, Razón y Revolución, Nro. 15, 1er Semestre de 2006, pp. 193-208. (3) Marx, Karl, 11a tesis sobre Feuerbach (4) Marx, Karl, Elementos fundamentales para la críAca de la economía políAca. Borrador 1857-1858, Siglo XXI Editores, México, 2007, pp. 21. (5) Cita de Engels sobre dichos de Marx en una correspondencia

a Conrad Schmidt del 5 de Agosto de 1890. (6) Las determinaciones del método de reproducción dialécAco se desarrollan en Iñigo Carrera, Juan, ibíd., Capítulo 7. (7) Iñigo Carrera, Juan, ibíd., p. 238. (8) El proceso de vida, en general, necesariamente es un proceso de metabolismo dado que la asimilación del medio por el sujeto viviente da por resultado su propia vida, “más” sujeto. Lo opuesto ocurre en los cuerpos inertes o sin vida, ya que la asimilación del medio produce directamente su transformación en otro de caracterísAcas disAntas o directamente su descomposición. Engels, Federico, La subversión de la ciencia por el señor Eugenio Dühring (AnA-Duhring), Editorial Progreso, Moscú, 1878, p.50 (9) Iñigo Carrera, Juan, El feAchismo de la mercancía bajo su forma de <<teoría de la crisis del trabajo abstracto>>, III Coloquio internacional de teoría críAca, Buenos Aires, 2007, p. 1 (10) Aunque Marx reconocía un avance en la obra de Darwin, ya que “A pesar de todas las deficiencias, no solo se da aquí [en la obra de Darwin, El origen de las especies] por primera vez el golpe de gracia a la “teleología” en las ciencias naturales, sino que también se explica empíricamente su significado racional.”, se enfrento inmediatamente a la apariencia a la que se enfrentaba este autor. “…En cuanto a Darwin, al que he releído otra vez, me divierte cuando pretende aplicar igualmente a la flora y la fauna, la teoría de “Malthus”, como si la astucia del señor Malthus no residiera precisamente en el hecho de que no se aplica a las plantas y a los animales, sino a los hombres –con la progresión geométrica- en oposición a lo que sucede con las plantas y los animales. Es curioso ver como Darwin descubre en las besAas y en los vegetales su sociedad inglesa, con la división del trabajo, la concurrencia, la apertura de nuevos mercados, las “invenciones” y la "lucha por la vida” de Malthus. Es el bellum ómnium contra omnes [la guerra de todos contra todos] de Hobbes, y esto hace pensar en la Fenomenología de Hegel, en la que la sociedad burguesa figura bajo el nombre de “reino animal intelectual” mientras que en Darwin es el reino animal el que representa a la sociedad burguesa…” Karl Marx, Friedrich Engels. Cartas sobre las ciencias de la naturaleza y las matemáAcas, Editorial Angrama, España, 1975, pp. 23-24 (11) Iñigo Carrera, Juan, ibíd., pp. 238-239 (12) Marx, Karl, La ideología alemana, SanAago Rueda Editores. Buenos Aires, 2005, p.28 (13) Estos procesos fueron estudiados por Marx y Engels, en los Manuscritos Económicos-Filosóficos de 1844, La ideología alemana, DialécAca de la naturaleza, y el AnAduhring. (14) “El lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia prácAca, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto, comienza a exisAr también para mí mismo; y el lenguaje nace, como la conciencia, de la necesidad, de los apremios del intercambio con los demás hombres. [Glosa marginal de Marx en el manuscrito original: Los hombres Aenen historia porque se ven obligados a producir su vida y deben, además, producirla de un determinado modo: esta necesidad está impuesta por su organización *sica, y otro tanto ocurre con su conciencia]. Donde existe una relación, existe para mí,


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pues el animal no se "comporta" ante nada ni, en general, podemos decir que tenga "comportamiento" alguno. Para el animal, sus relaciones con otros no existen como tales relaciones. La conciencia, por tanto, es ya de antemano un producto social, y lo seguirá siendo mientras existan seres humanos.” Marx, Karl, ibíd., pp.31 (15) Existen corrientes teóricas que se deAenen en la apariencia que puede surgir a parAr de reconocer en disAntas especies animales el uso de “medios de producción” o “herramientas” para saAsfacer su reproducción. Tal es el caso de algunas especies de monos que uAlizan piedras para abrir nueces, o ramas de árboles para medir la profundidad de los ríos que pretenden cruzar; especies de delfines que uAlizan esponjas marinas para buscar alimento en el fondo arenoso de los océanos, o elefantes que mueven objetos para con su ayuda alcanzar alimentos en las ramas más altas de los arboles, por ejemplo. Estas corrientes teóricas al enfrentarse a la realidad como puras formas inocuas, como pura inmediatez, sin reconocer un contenido que se expresa en esa forma, lo único que pueden hacer para conocer es la comparación entre la existencia y repeAción de estas formas. Por ende, si existe una especie que uAliza una “herramienta” o “medio de producción”, necesariamente, por comparación, Aene que comparAr cualidad con el hombre. Con esto los monos, los delfines y los elefantes, “producirían” como nosotros; por ende tendrían sociedad, cultura y todas las formas concretas que brotan justamente de la genericidad humana. Serían seres que despliegan su acción consciente y voluntariamente. Así las cosas, cualquier especificidad humana queda echada por la borda, por ende, sin poder conocer qué nos determina como seres humanos, dejándonos, necesariamente, sin punto de parAda. Cabe aclarar que dejarnos sin punto de parAda no es más que dejarnos en manos de algunos de los dioses que surgen, justamente, para darle movimiento a nuestras formas sociales, Dios, Yahveh, etc., o la meta*sica. Obviamente, siendo corrientes teóricas cienBficas, las mismas optan por esta úlAma. Lo fundamental que se escapa como determinación aquí, es que lo cualitaAvo es un desarrollo de lo cuanAtaAvo. O sea, la producción, es el desarrollo de una canAdad ampliada de procesos indirectos, que dada su magnitud nos pone delante de la necesidad de que los mismos sean desplegados conscientemente, con conocimiento de la acción que se está desplegando. El núcleo de la cuesAón es la magnitud, o la canAdad de procesos anidados, relacionados, que nuestra especie puede desencadenar para producirse a sí misma. De esa magnitud de procesos, de esa suma cuanAtaAva, brota la cualidad parAcular necesaria en que se rigen, o sea, brota la necesidad de que los mismos sean desplegados conscientemente. Esto, solo lo podemos enfrentar dado que ya habíamos encontrado como determinación humana a la producción. O sea, no podemos arrancar por la conciencia para explicar la producción, si no que una vez que nos enfrentamos a la producción como forma específica del hombre, penetramos en ella en busca de sus determinaciones, enfrentándonos a la forma consciente de este despliegue. Con esto, porque un mono rompa una nuez con una piedra, no quiere decir

que el proceso que despliega sea idénAco al humano, en este caso por una cuesAón cuanAtaAva respecto de la canAdad de procesos que este sujeto puede desplegar. Este ejercicio, o esta refutación de la genericidad humana que pretenden imponer estas corrientes teóricas, no son más que el fruto de las naturalizaciones necesarias a las que los enfrenta el método de conocimiento actual. Por ende, es un fruto necesario de la conciencia enajenada que no se reconoce en su enajenación. (16) Iñigo Carrera, Juan. El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, op. cit., p.238 (17) “[…] la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para "hacer historia", en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, alojarse bajo un techo, vesArse y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la saAsfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico, una condición fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los hombres.” Marx, Karl, La ideología alemana, op. cit., p. 28 (18) Iñigo Carrera, Juan. El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, op. cit., p.238 (19) Marx, Karl, La ideología alemana, op. cit., pp. 28-29 (20) Marx, Karl, ibíd., p. 29 (21) Marx, Karl, Contribución a la críAca de la economía políAca, Editorial Progreso, Moscú, 1989, pp. 7-8 (22) Iñigo Carrera, Juan. El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, op. cit., pp. 10-12 (23) “Por eso, ante estos [los productores de mercancías], las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados aparecen como lo que son; es decir, como relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre cosas.” Marx, Karl, El Capital. CriAca de la Economía PolíAca, Fondo de Cultura Económica, México, Tomo I, p. 38 (24) Esto teniendo en cuenta que a lo sumo somos “productores” de la mercancía fuerza de trabajo, o sea, trabajadores asalariados en general. (25) Iñigo Carrera, Juan, ibíd., pp. 12 (26) Ya que, aunque el método de conocimiento actual no puede ni siquiera enfrentarse a las contradicciones en la forma en que se organiza el trabajo social, no Aene límites al momento de ampliar el proceso de acumulación de capital en base a la producción de plusvalía relaAva por medio del desarrollo técnico. Crudamente, hoy en día, Intel o Google no Aenen ningún problema con el método cienBfico, y sin embargo, las explicaciones que uAlizan el mismo método al momento de explicar la crisis actual, encuentran graves problemas, o a lo sumo explicaciones temporales, o portadas en las voluntades de los individuos: “La culpa de la crisis es de los banqueros que prestaron dinero a gente que no la podía devolver”, o “no, la culpa es de las calificadoras que no calificaron bien”, etc. (27) Marx, Karl, La ideología alemana, op. cit., pp. 26-27




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