A partir de la división del trabajo propia de la sociedad capitalista, profundizada por el dominio estable de la burguesía, y en nuestro país por el disciplinamiento sufrido desde la última dictadura, desde chicos se nos presenta como natural un orden jerárquico de las relaciones sociales, donde unos piensan y otros hacen, unos deciden y otros ejecutan, unos “hacen política” y otros son espectadores, unos “saben” y otros no. Esta naturalización hace posible la reproducción de las relaciones basadas en la apropiación del producto social (la riqueza, el conocimiento, la legitimidad política) por unos pocos.
Qué es
la democratización
Desde El Viejo Topo CAUCE, creemos que problematizar esta dimensión constitutiva de la dominación nos posibilita alcanzar mejores condiciones para construir otras relaciones sociales, no jerárquicas y, establecer las bases sobre las que podremos configurar un poder alternativo al dominante, capaz de derribarlo.
"…aquí está una de las tareas de la juventud: empujar, dirigir con el ejemplo la producción del hombre de mañana. Y en esta producción, en esta dirección, está comprendida la producción de si mismos…"
para
Ernesto Che Guevara
Consultas, dudas, críticas y muchos etcéteras viejotopo@nodo50.org
Documento para la discusión - Febrero 2011
Introducción Desde El Viejo Topo CAUCE elaboramos este documento con el objetivo de abrir un debate sincero con distintas agrupaciones políticas de nuestra Facultad y compañeros no agrupados, que manifiestan interés en el problema de la democratización. Mucho se ha hablado sobre democratización y mucho se la ha agitado como consigna para la resolución de distintos conflictos. Como consigna, podemos decir que la levantamos la mayoría de las agrupaciones universitarias. No obstante, sabemos que existen distintas consideraciones acerca de lo que la democratización significa. ¿Qué queremos democratizar? ¿Para qué democratizar la Universidad? ¿De qué forma lo hacemos? Son todos interrogantes que no abundan como parte de un debate colectivo en nuestra Facultad. Nuestra apuesta es entonces abrir este debate y esperamos que este documento sea un paso inicial en ese objetivo.
¿Qué queremos democratizar y para qué? Desde nuestro punto de vista consideramos a la Universidad como una institución de clase. Como una institución orientada a la reproducción de los intereses de la clase dominante. Para esta finalidad, la Universidad adopta la función de producir conocimiento que reproduce y legitima el orden social. A su vez, opera calificando a la fuerza de trabajo, para responder a las necesidades del mercado. No obstante esto, en la Universidad se dan disputas de clases, que adoptan la forma de disputas por la orientación del conocimiento que en ella se produce. Por esto, es posible abrir brechas en esta institución, cuestionando las formas y el contenido del conocimiento, y problematizando el rol de los profesionales que en ella se forman. La apertura de estas brechas se torna cada vez más factible, a partir de los cambios operados en las últimas décadas en la Universidad. En primer lugar se da un cambio en la composición social de los estudiantes universitarios. La Universidad ya no se limita a contener a los hijos de la burguesía y de la clase media acomodada, sino que empiezan a acceder a ella los jóvenes de la pequeño burguesía empobrecida (en vías de proletarización) y de la clase obrera. De esta forma, se modifica también el carácter de la institución, que deja de ser un ámbito de exclusivo dominio de la burguesía y de preparación de sus propios cuadros. Esta pasa a caracterizarse cada vez más por ser un ámbito de calificación de la fuerza de trabajo. El carácter de formación de fuerza de trabajo que crecientemente adopta la Universidad (en oposición a la formación de cuadros de la burguesía que predominaba
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cabo esa formación. V. Opino por esas y otras razones, pues, que el mayor peso relativo del voto docente debe ser asumido intransferiblemente por los profesores. Los estudiantes y graduados poseen también obligaciones y derechos no menos indelegables, así como una amplia libertad de expresión dentro de la Universidad. Pero su responsabilidad es mucho menor -y ello me parece del todo justo- en lo relativo a aquello que se espera públicamente de la Universidad. VI. Creo asimismo que acordar al voto de los estudiantes un peso relativo mayor que el de los docentes no sería otorgarles a éstos un derecho, sino hacer abdicar a los profesores de una de sus principales responsabilidades. Recientemente, he señalado que me siento identificado con los estudiantes que hoy escogen estudiar ciencias sociales: en una sociedad egoísta y competitiva como tiende a serlo cada vez más la sociedad actual, ellos han preferido optar por dichas ciencias sin pensar en la salida laboral o el prestigio individual, sino por sus anhelos de justicia e igualdad para todos. Piensan con razón que el estudio de las ciencias sociales puede darles instrumentos para conocer mejor esa sociedad cuyas lacras les parecen inadmisibles. No se trata aquí en modo alguno de alentar una separación entre profesores y estudiantes. Nada sería más catastrófico para la Facultad y para quienes somos sus miembros que tal separación. VII. Pero esa identificación con los justos ideales de la mayoría de los estudiantes no es razón válida para abandonar las posiciones que se sustenta. Menos aún lo son ciertas prácticas de minorías escraches, amenazas, insultos, invasión de cursos- para que se adopten tales o cuales medidas, acudiendo a la presión y no al convencimiento, al miedo y no a la argumentación. VIII. Finalmente, vale la pena señalar que el mayor peso relativo del voto de los profesores no existe en virtud de lo que aquellos son, por razones de cuna (aristócratas o nobles), ni tampoco por lo que poseen (dinero, propiedades), sino en virtud de lo que han adquirido con su esfuerzo, su trabajo y a veces también su coraje cívico. No es además una facultad vitalicia y aplicable a toda decisión (ver la antes mencionada composición de las Juntas de Carrera) y está en buena medida compensada por el voto numéricamente menor pero gravitante de graduados y alumnos. IX. Considero por último que el hecho de que las posiciones que critico se hagan públicas y se presenten como mociones en vísperas del proceso de elección del Director y en momentos en que la Junta de la Carrera, a la cual corresponde estatutariamente proceder a elegir el nuevo Director, ya está en condiciones de entrar en funcionamiento, no favorece el diálogo y la discusión, hace obstáculo a la adopción de posiciones elaboradas y maduras y promueve, no un debate productivo, sino un enfrentamiento inútil y desgastante.
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Sobre la elección del Director de la Carrera de Sociología
Por Emilio De Ipola
Ante las propuestas e iniciativas de un sector de la comunidad académica de la Carrera de Sociología, propuestas e iniciativas cuyo objetivo es modificar de inmediato la reglamentación vigente para la elección del Director de la Carrera, deseo manifestar lo siguiente: I. Considero que existen razones de principio, muchas veces discutidas -y también perfectiblesque justifican el modo de elección en vigor y, en particular, hacen inconveniente una elección directa basada en la regla una persona = un voto, procedimiento que otorgaría al voto estudiantil -ya expresado en la elección de una Junta por lo demás tripartita y paritaria- un peso desproporcionado y en términos numéricos decisorio en la elección del Director. La propuesta de elección directa equivale a reducir a un claustro único los tres actualmente existentes (docentes, graduados y estudiantes) en lo que hace a decisiones de extrema importancia para la Facultad. Se podría contraargumentar con razón que los claustros no son abolidos por esa medida y conservan cada uno importantes funciones. Pero el cambio que se propone impromptu modifica cuantitativa y cualitativamente los mecanismos de toma de decisiones en términos que considero inadecuados, por las razones que expongo más abajo y que hacen a la naturaleza y las funciones que son inherentes en mi opinión a la Universidad como institución. II. En efecto ¿qué es la institución universitaria? ¿Cuál su especificidad y sus objetivos? ¿Qué resultados se esperan de ella? ¿Qué valores o ideales le dan sentido y en qué consiste ese sentido? III. A estas preguntas responderé en primera instancia en términos concisos que luego desarrollaré más detenidamente. Diré que el contrato pedagógico que otorga sentido a la Universidad como institución pública se basa entre otras cosas en el supuesto básico de que los profesores tienen algo que transmitir a los alumnos. Y no se trata a todas luces de una relación simétrica. Se trata de una responsabilidad que corresponde de derecho a los profesores. Ellos pueden recibir en respuesta las voces de los estudiantes, y deben escucharlas, pero la responsabilidad de principio en esa transmisión pertenece a los profesores. IV. Creo asimismo que la Universidad tiene, en virtud de las obligaciones que le son propias y del pacto fundador que le da sentido, una notoria peculiaridad que justifica que el voto sea en ella diferenciado en su peso según los distintos claustros. Esa peculiaridad, que torna legítimo otorgar un peso relativo mayor al voto de los docentes que al de los graduados y los estudiantes en sus decisiones (aunque, justamente, las Juntas de Carrera escapan a esa regla) obedece al hecho también notorio de que los docentes tienen la obligación de contribuir prioritariamente a otorgar una formación académica lo más sólida posible a los alumnos (obligación que se traduce en la necesidad de decidir cuestiones tales como el diseño académico de facultades y carreras, la elaboración de los currícula y de los programas, la selección de la bibliografía, el dictado de las clases, la permanente actualización de sus conocimientos, la evaluación del desempeño de los alumnos, etc.). Se trata de una tarea inherente a los profesores, que no a nadie, tarea en la que los estudiantes participan, pero de cuya realización son responsables ante todo los docentes. Para ello, los profesores son designados (salvo demasiadas excepciones) por concursos en los que deben hacer valer para llevar adecuadamente a
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en un pasado no muy lejano) nos pone en el dilema de bregar por una calificación crítica de los profesionales o aceptar un tipo de calificación acríticamente adaptada a las necesidades del sistema, como propone e intenta imponer los sectores dominantes de la Universidad (y del Estado). Para poder problematizar este tipo de formación necesitamos saber donde se origina y como se reproduce. Sabemos que un modo de producción determinado (en este caso de la fuerza de trabajo) se expresa a través de determinadas relaciones sociales de producción. Son las relaciones entre docentes y estudiantes las que expresan la producción actual de la fuerza de trabajo técnico/científica. Pero estas relaciones no existieron desde siempre, sino que se originaron con la expropiación de los productores (de conocimiento) de sus medios de producción; de forma que unos quedan con el monopolio del saber legítimo y otros como meros receptores del mismo. Sin embargo, la expropiación que da origen a las relaciones de producción del conocimiento no se acaba ahí (en el origen), sino que se repite de forma continua en la reproducción de las relaciones sociales. Esta expropiación se realiza valiéndose del consenso de los sujetos o del ejercicio de la violencia. El consenso en la reproducción de las relaciones se torna posible en base a la deshistorización de las mismas. Los sujetos sociales dominados otorgan consenso a las relaciones de dominación porque no las reconocen como tales (olvidan su turbio origen) y porque las naturalizan (“las cosas fueron siempre así”). Ahora bien, cuando no hay consenso, los sectores dominantes se valen de la violencia para la reproducción de las relaciones sociales. Esta se da de forma más explícita cuando, por ejemplo, eligen a las autoridades universitarias a espaldas de la mayoría de la comunidad académica, con las puertas cerradas y la ayuda de la represión policial. Pero también existen formas más sutiles de violencia cuando se obstaculiza la carrera académica de un docente por el hecho de no responder a los parámetros ideológicos hegemónicos, o cuando se censura la opinión de un estudiante en el curso por contradecir la orientación ideológica de la cátedra (para esto muchos docentes se valen de la autoridad “natural” que da estar al frente del curso, como del carácter disciplinador que tienen las calificaciones). De esta forma, el tipo de educación que se produce en la Universidad (orientado a la reproducción de relaciones de dominación) se sustenta en relaciones de dominación. Relaciones jerárquicas donde unos transmiten el conocimiento y otros lo reciben. Aclaramos que estas jerarquías no se reducen a la relación docente-estudiante (se dan también al interior del claustro docente y entre los propios estudiantes), no obstante encuentran en la división en claustros su principal forma de expresión. Estarían los profesores que saben y los “a-lumnos” (sin luz) que aprenden. El proceso educativo se asemeja así a una operación bancaria, donde uno deposita el conocimiento y el otro se
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limita a recibirlo. Lo asimétrico de esta relación impide un pensar colectivo para todos los sujetos involucrados en la Universidad. Es esta relación asimétrica la que determina la producción de conocimiento en las aulas y especialmente a sus productores, impidiéndoles asimilar su carácter de tales. Pero también la lógica bancaria de la educación, con su división de saberes, conlleva una división de funciones, asumidas por los distintos claustros. Esta es una división entre “los que saben” y deciden, “los que no” y acatan. De esta forma, el poder de decisión queda “legítimamente” concentrado en un grupo de profesores concursados, que deciden por la mayoría de la comunidad académica, acerca del contenido y la forma de nuestra formación.1 Ahora bien, estas asimetrías de saberes no se circunscriben al ámbito académico, sino que se expresan también en el marco del propio movimiento estudiantil, al consagrar la división entre dirigentes y dirigidos. Esta es la separación entre los portadores de conciencia (en este caso “las conducciones”) que la trasmiten a los supuestamente desposeídos de la misma (“las bases” o la mayoría del estudiantado). Nosotros descreemos de la concepción que dicta que unos saben y pueden decidir, y otros no. Como dice Paulo Freire, todos sabemos algo y todos ignoramos algo. Es así que la producción de conocimiento es impensable de forma meramente individual. Por más que pretendan individualizarla y fragmentarla siempre subsistirá una dimensión colectiva en la producción de conocimiento, y nuestra apuesta es a acrecentarla. En la medida en que la producción actual de conocimiento requiere de las formas políticas antes 1 El voto en la estructura de co gobierno universitario se encuentra diferenciado según grado de calificación. A los profesores concursados (porción minoritaria de la Universidad) se les reconoce como si fueran la mitad. La mayoría de los docentes no son reconocidos como tales, sino bajo el rotulo de graduados (poniéndolos en condiciones de igualdad con aquellos que ya no tienen vinculación con la Universidad) y se los reconoce como si fueran un cuarto. Por último, a los estudiantes (la mayoría de la Universidad) se les asigna otro cuarto.
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Anexo A continuación transcribimos dos de las posiciones que consideramos más representativas, acerca del debate instalado en la Carrera de Sociología, en torno al proceso de democratización de 2002. Esto es, la posición de Marín y De Ipola. No adjuntamos las declaraciones de respuesta de SPQ?-El Viejo Topo por el hecho de considerar que los argumentos principales en torno a la cuestión ya fueron esbozados a lo largo del documento, y no queremos pecar de reiterativos. De todas formas consideramos que las declaraciones de estas dos destacadas figuras de nuestra facultad, resultan hoy vigentes para ilustrar las distintas concepciones que pueden existir acerca de la naturaleza de la institución universitaria y sobre lo que esta tendría que ser.
Opinión Por Juan Carlos Marín Quiero que ustedes sepan cuál es mi acuerdo con lo que me han informado es la opinión de las mayorías de las agrupaciones estudiantiles con relación a la elección de Director de la Carrera de Sociología. Primero: Comparto que para determinar quién y desde qué orientación programática, previamente explicitada, dirija la política cultural de la Carrera de Sociología, sea el resultado de una elección directa. Dominada por la relación de: una persona de la comunidad universitaria = un voto. Segundo: Considero central lograr crear las formas institucionales adecuadas que permitan revocar los mandatos de las autoridades ante el incumplimiento de la palabra empeñada en su compromiso programático. Estimo que ustedes están creando condiciones análogas a las que en 1918 fueron generando los estudiantes universitarios y que les llevó a decir: "nosotros somos la Universidad". Lo afirmaron como expresión de inteligibilidad y legitimidad del sujeto promotor y hacedor de una nueva concepción de legalidad para el orden universitario. Lo afirmaron en confrontación a los que se negaban a comprender que la defensa sorda y ciega de lo preexistente profundizaba aún más una crisis que ellos realizaban... En esa oportunidad, los estudiantes demostraron con sus convicciones y sus luchas, que su afirmación era cierta. Les deseo la misma claridad y determinación. Por último, considero que ustedes no nos quitan un derecho. Al buscar igualarnos nos están creando condiciones que nos humanizan con mayor profundidad y fortaleza. Un abrazo, Juan Carlos Marín Abril 2002.
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Si no pueden construirse las condiciones de existencia que tienden a la disolución de los claustros, resultan progresivas distintas formas de moderación de la importancia de la división claustral, y de la capacidad de decisión del pequeño núcleo de profesores titulares concursados. Puede pensarse una combinación de elección directa de las autoridades bajo el criterio de una persona = un voto, con el funcionamiento de órganos de representación claustral. Esta posibilidad tiene una serie de variantes. En todas ellas es necesario un cambio fundamental: reunir a todos los docentes e investigadores en un claustro único (superando el desgarramiento de los mismos en un claustro de profesores concursados y un claustro de profesores no concursados, que otorga a los primeros el control político de la institución, a pesar de constituir una ínfima minoría). Podría haber mayoría estudiantil o paridad entre ambos claustros. Un elemento importante de discusión es la participación de los trabajadores no-docentes en los órganos de representación claustral (si se trata de pensar una nueva institucionalidad, es necesario problematizar la división del trabajo que se da al interior de la institución, entre “los que producen conocimiento” y los que se “limitan a administrar”. Tenemos que pensar en el derecho a decidir sobre la organización y el contenido de la Universidad, por parte de aquellos que garantizan diariamente su funcionamiento). Otro problema no menor es el de la situación de los llamados “graduados puros”, es decir quienes no dan clases en la Universidad. Una posibilidad sería la eliminación del claustro de graduados, al tener todos los docentes una representación única. Una posibilidad de mínima es reconocer como “graduados”, con representación propia a los investigadores y a los estudiantes de postgrado (maestrías, doctorados). Entendemos las diferentes combinaciones posibles como avances respecto de la actual “democracia universitaria”.
Porque la democratización de nuestra Universidad no es sólo una tarea necesaria, sino también posible, Adelante, ¡Con todas las fuerzas de la historia!
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dichas para realizarse, nosotros sostenemos que para emprender una producción de conocimiento crítico y transformador es necesario democratizar la forma en que el conocimiento se produce, y con ello la forma en que se organiza políticamente la Universidad. Para que la Universidad se convierta en una usina de producción de conocimiento crítico, deben ser recuperadas las condiciones de producción del conocimiento por parte de sus productores. Esto implica la necesidad de desterrar de raíz las jerarquías de saber y de poder en el ordenamiento claustral. Implica construir nuevas relaciones de poder-saber. Pero si nos proponemos abordar una democratización en términos integrales, debemos impugnar esta asimetría de poderes y saberes en todos los planos de la vida universitaria. Por esto, es necesario también desterrar las formas de opresión que se dan en el seno del propio movimiento estudiantil. Solo así va a ser posible la construcción de un movimiento estudiantil crítico y participe del proceso de producción de conocimiento. De esta forma llegamos al ¿para qué? de la democratización de la Universidad. La democratización así entendida es un medio para lograr un involucramiento de los distintos sujetos de la comunidad académica, en las cuestiones que hacen a la naturaleza de la institución. Esto es, principalmente, la construcción de nuevas relaciones de producción de conocimiento, de nuevas relaciones de poder, contrarias al poder dominante, y que tengan por objetivo destituirlo. Ahora bien, las relaciones de poder al interior de la Universidad no están aisladas del resto de la sociedad. Estas relaciones se enmarcan en procesos sociales que exceden el ámbito universitario, y la democratización no puede pensarse escindida de los mismos. De hecho, podemos decir que en la última década asistimos a transformaciones significativas en las relaciones de poder al interior de la Universidad, que estuvieron atravesadas por procesos sociales más amplios. Transformaciones que por momentos llegaron a convertirse en impugnaciones a la institucionalidad vigente. Sin llegar a esto, otras veces se lograron conquistar experiencias de construcción de poder estudiantil, consolidando trincheras en la defensa de nuestros propios intereses. Es cierto que la tendencia general es a la adaptación de la producción de conocimiento a las necesidades del capital. Esto se ve en la creciente ligazón de la producción de conocimiento al aparato productivo del país, así como en las intenciones que encierra la nueva Ley de Educación Superior.2 Pero también es cierto que las experiencias disruptivas de las que hablamos 2 En este sentido los avances del capital se expresan y son sostenidos en el engarce entre los sectores dominantes dentro de la UBA con fracciones del capital y la dirección política del Estado (más allá de las contradicciones interburguesas y entre modelos de país).
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implican un cuestionamiento creciente a la tendencia de adaptación de la Universidad a las necesidades del capital. Nuestro desafío es romper el aislamiento y la parcialidad de las distintas luchas por la democratización de la Universidad, para convertirlas en la referencia de un proyecto de universidad contrahegemonico.
Sobre cómo la democratización va abriéndose camino… En la última década, la idea de democratización fue tomando cuerpo en la Facultad de Ciencias Sociales. Distintas experiencias abonaron a este proceso de materialización. Un avance significativo en este sentido fue la paulatina recuperación de nuestro Centro de estudiantes (que hasta el 2000 se encontraba en manos de Franja Morada). Otros avances importantes se dieron con la impugnación del régimen de gobierno universitario, suscitada a partir del proceso de democratización del 2002 en la carrera de Sociología, así como a partir de la campaña por la democratización de la UBA del 2006 (generada en torno a la oposición a Alterini). La recuperación del Centro de estudiantes para el conjunto del movimiento estudiantil, (como un Centro de organización y de lucha), se hizo en oposición al modelo de Centro de servicios bajo la conducción morada. Este fue un proceso de avances paulatinos, alcanzados a través de diversas luchas y al que aportaron distintas conducciones. La lucha por el edificio único fue el elemento aglutinador del movimiento estudiantil que trabajó para la democratización de nuestra herramienta gremial. A diferencia de otras reivindicaciones en las que no había mayor acuerdo, la lucha por el edificio único siempre unificó a un arco que va desde Sur, El Mate, El Andamio, etc., hasta la denominada izquierda trotskista. La recuperación del Centro, entendida como un proceso, podemos decir que comienza con la reorganización del movimiento estudiantil durante las luchas de los 90´. Hagamos un poco de historia. En 1992 (contra la Ley Federal de Educación) y1995 (contra la Ley de Educación Superior) se organizan asambleas y cuerpos de delegados masivos, sumado a una toma de Facultad también masiva. Este período esta marcado por una unidad de acción que incluye hasta la Franja Morada. Esta unidad se rompe con el desenlace de la lucha contra la LES y el intento de adaptación de la UBA a esta ley (alentado tanto por la Franja como por el Rectorado). En 1996 se da un nuevo frente de lucha que va desde el Frente Unidad (Frepaso y Mate) hasta la izquierda (la comisión directiva era el espacio en que se discutían las iniciativas en común). La lucha sigue siendo contra la adaptación a la LES, se da junto a la participación asamblearia en los paros de la MTA-CTA, e incluso con los apagones de la Alianza contra el menemismo.3
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Entendemos que estas comisiones pueden pensar la forma de generar espacios asamblearios resolutivos, que mandaten y que revoquen a los encargados de gestionar nuestras carreras y nuestra Facultad. Estos encargados (Decanos, Directores, Consejeros de cada instancia) podrían ser, en un futuro, designados en una elección directa con un solo padrón conformado por el conjunto de los miembros de la Facultad. Es decir, por docentes, no docentes y estudiantes sin distinción de claustros, bajo el criterio de una persona = un voto. La organización interclaustros implica un grado de involucramiento de todos los que conformamos la comunidad académica, en el conjunto de las cuestiones que hacen a la producción y reproducción del conocimiento. Sin dudas, esto requiere de un gran compromiso y politización de todos los miembros de la Facultad, así como condiciones de fuerza políticas distintas de las actuales.
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En el 1997 el Frepaso se une a la Franja, en el marco de la conformación de la Alianza (UCR y Frepaso). En este año, el frente de lucha contra la LES se da desde el Mate hasta la izquierda. Sin embargo, las asambleas de ese proceso se ven como un mero momento de disputa entre posiciones ya cerradas, entre fuerzas diversas que intervenían con posiciones contrarias, sin debate previo entre sí. El año1999 representa el período más prolongado de autoorganización. En mayo se toma la Facultad por diez días contra un ajuste de Menem a la Universidad. Ante este escenario, la única respuesta de la Franja, es sacar declaraciones contra el ajuste, desalentando cualquier forma de democracia directa que no pudiera controlar. En consecuencia, en la Asamblea del Centro, se vota por aplastante mayoría la moción de “destituir el Centro”, para pasar a funcionar como Asamblea Permanente. Esto significa una ruptura definitiva con la Alianza. La Asamblea Permanente es erigida en el acto y empieza a funcionar como un auténtico Centro, con una Comisión de Organización Abierta que seguía y materializaba (junto a otras comisiones de trabajo) los mandatos de la Asamblea. Esta Asamblea continuará hasta septiembre de ese año, cuando la Franja llama a elecciones, abortando el proceso de autoorganización (aprovechando el desgaste que venía atravesando el mismo por las divisiones existentes al interior del bloque opositor a la Franja). A octubre del 99 se llega así con el movimiento estudiantil dividido. La Franja y la gestión de la Facultad (Alianza) intentan controlar las elecciones de Centro pegando las boletas a las de cogobierno. En este marco, (a 5 días de la elección presidencial que ganaría De La Rúa con casi el 50 % de los votos) se realiza una asamblea que vota mayoritariamente incautar las urnas (luego “quema de urnas”). En esta asamblea El Mate propuso juntar firmas para que las elecciones de Centro se hagan en forma independiente, mientras el Movimiento 14 de Mayo (M-14, donde estaba El Viejo Topo) propuso organizar un proceso estatuyente que deviniera en un estatuto del Centro y no organizar –ni reconocer- elecciones del Centro sino bajo ese nuevo estatuto. Finalmente la resolución intermedia de la incautación de las urnas se realiza (impulsada por el PO) y a partir de allí se da una reacción de la centroizquierda que termina con el triunfo concluyente de la Alianza (bajo elecciones, eso sí, separadas de las de cogobierno). El año 2000 va a estar caracterizado por el declive de la Alianza a nivel nacional. Esto repercute significativamente en nuestra Facultad, facilitando que a fines de ese año se imponga contundentemente el Movimiento por la Refundación de Sociales (MRS). 4 Sus consignas centrales son las de “Refundación del Centro” y erigir un “Nuevo 3 Este año el Frente Unidad había prometido un nuevo estatuto para el Centro, que no se lleva adelante debido a los desacuerdos en torno a la importancia que le da cada fuerza a los espacios de democracia directa. 4 Compuesto por El Andamio, El Mate, Venceremos (hoy Movimiento Sur), MST, La Cooke y la CEPA.
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Centro”. ¿Qué cambia con esta nueva conducción? En principio cabe señalar la importancia política de haber destituido a la Franja de la conducción del CECSo. Esto a pesar de que algunas de sus viejas prácticas de apropiación del Centro siguieron existiendo. En principio, la nueva conducción deja de llamar a comisiones directivas y a asambleas, para convocar a plenarios del MRS/Nuevo Centro, con lo cual se restringen las instancias de participación estudiantil. Sin embargo, en el 2001 y 2002 se darán importantes luchas (primero contra el ajuste de la Alianza, luego en el 2002 por la democratización/elección directa en Sociología y al final de año por el edificio único) que darán pie a importantes asambleas. Lamentablemente, volverá a darse en ellas la situación de confusión entre la presidencia y las asambleas del Centro (como durante todos los 90´). Esto no debe hacer que perdamos de vista que la conducción del Centro pasa a estar en contra de la gestión de la facultad (Alianza), que venía persiguiendo al movimiento estudiantil (con matones propios) y trataba de implementar reformas neoliberales. Y al mismo tiempo las fuerzas del MRS irán volviendo a participar de las asambleas, dando un cierto reconocimiento a ellas. Bajo la toma del Rectorado, ya sí empezarán a dar un apoyo financiero a las mismas. En lo que respecta a la organización de los espacios de Gestión del Centro, una iniciativa polémica del MRS es el pasar del equipo completamente rentado de apuntes a una suerte de concesión del espacio. Esta concesión es hecha a una cooperativa de militantes cercanos a El Mate, mientras que los trabajadores de ese espacio eran elegidos en entrevista personal por el MRS, en teoría según necesidad socioeconómica. En las elecciones de Centro de 2003 (que no se habían hecho el año anterior por la Toma) el MRS va a sufrir un retroceso, que tiene que ver, no tanto con los limites propios de esta conducción, sino con un retroceso del conjunto del movimiento organizado, a partir de la situación de aislamiento en que quedó la toma del Rectorado. En Mayo del 2003 gana La Vertiente, en una campaña con afiches de Carrió (ese mes fueron las elecciones presidenciales). Esta conducción dura solo 5 meses, en los cuales no pueden sacarle la concesión a la cooperativa cercana de El Mate, pero si hacen un “presupuesto participativo” con el excedente de apuntes. Esta iniciativa consistió en una presentación abierta de proyectos y hacer una votación en urna para ver a cuales se les daría el dinero. El conteo se hizo sin fiscalización y se le dio el dinero a militantes y cercanos a La Vertiente, con lo cual ese dinero (65.000 pesos a valor de ese año) terminó desapareciendo (por ejemplo diez computadoras que acabaron en casas de militantes y amigos de La Vertiente). Este periodo de gestión de La Vertiente, va preparando el terreno para una verdadera medición de fuerzas, entre el MRS y un nuevo bloque nacido al calor de la lucha por el edificio y la democratización en Sociología: Oktubre. Esta medición de fuerzas va a dar como ganador al frente Oktubre, en las elec-
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del régimen cuasi medieval que rige actualmente en la Universidad. Lo que exigimos entonces, es el derecho a la igualdad política. Habiendo conquistado la igualdad política podremos emprender un profundo debate sobre como gobernar nuestra Universidad y sobre el rol que esta asume en esta sociedad. Pero tampoco se trata de abrir el debate por gusto, sino que nuestra apuesta es que el mismo siente las bases de una institución realmente autogobernada, que se proponga la producción de conocimiento en beneficio de las mayorías populares, transformando el rol de la Universidad en esta sociedad. Alguien podrá objetarnos que en el capitalismo este tipo de Universidad no es posible. Sin embargo nosotros podemos pensarla y empezar a realizarla en simultaneo a que nos propongamos una transformación social general. El desafío no es la Elección Directa de las autoridades per se. Sino generar las condiciones de conciencia, conocimiento y democracia para entrar de una vez por todas y de lleno al debate sobre qué Universidad queremos. Como decía Deodoro Roca, el desafío es dejar de ser cómplices de un régimen que nunca elegimos ni creamos. No queremos limitarnos a reformar este régimen, a embellecerlo, queremos crear uno nuevo. Para empezar a caminar en este sentido hacen falta pasos… los venimos dando y los seguiremos dando. Sabemos que para cambiar las cosas de raíz necesitamos de la fuerza de muchos, por esto apostamos a que el problema de la democratización se retome como un eje de debate colectivo. Como dijimos más arriba, el movimiento no empieza desde cero y el debate tampoco. Por eso es que aportamos estas reflexiones para el debate y lo finalizamos con los siguientes ejes ordenadores:
10 Lo que hace avanzar a la Universidad en su proceso de transformación, es el debate político académico. El mismo es anulado por el sistema de claustros, en tanto tiende a ordenar las posiciones por interés sectorial y no por concepción política.
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En segundo lugar sacamos como conclusión que, la base para que germine la democratización de las formas de gobierno universitarias es la construcción de un movimiento estudiantil masivo, organizado de forma democrática y acompañado de una organización democrática del resto de los claustros. Por todo esto, consideramos que la perspectiva de cambio radical consiste en la democratización integral de la Universidad. Consideramos esta democratización como un trastrocamiento a la raíz misma de la institución, que cuestione las jerarquías instituidas. Este cuestionamiento lo emprendemos en los espacios propios del movimiento, en los espacios institucionales de la Universidad y especialmente en nuestro ámbito de producción inmediato: las aulas. Se trata entonces de democratizar la participación de los estudiantes en la toma de decisiones, en simultáneo con las formas de representación del co-gobierno. Pero también se trata de democratizar el acceso a la educación (gratuidad, becas, subsidios) y las relaciones de poder bajo las cuales producimos conocimiento (pedagogía). Consideramos entonces que, a diferencia del énfasis en el método de elección de las autoridades que se puso en la campaña del 2006, la democratización no se reduce a esto. Creemos necesario seguir levantando las banderas del claustro único docente, del voz y voto para los no docentes y del incremento de la representación estudiantil. Pero no nos conformamos con esto, porque implica democratizar el gobierno de los claustros y nosotros nos oponemos a la división en claustros, que consagra las jerarquías de saberes y poderes.9 Por esto apostamos a que la elección de nuestras autoridades se pueda regir por un criterio de igualdad política, que no es ni más ni menos que el que rige en el resto de la sociedad. Esto es, la elección bajo el criterio de una persona igual un voto. Sin embargo, tampoco nos conformamos con esto. Nuestro proyecto de transformación no se reduce a esto, sino que la elección directa es apenas un puntapié para abrir un debate democrático, entre estudiantes, docentes y graduados, acerca de los distintos programas políticos que hay en la Universidad. Este debate debe anteceder a la elección de las autoridades, pero sólo puede hacerse abierto y democrático en la medida en que incluya al conjunto de los que somos partícipes de la Universidad, sin diferenciación de claustros. 10 La elección igualitaria interclaustros es la forma de comenzar a democratizar el debate y extenderlo a sectores de la comunidad académica ausentes del mismo: los estudiantes y la mayoría de los graduados. Esta elección es el comienzo de la abolición 9 Como nos enseñaron los estudiantes del ´18, nos toca ahora a nosotros cuestionar los regímenes de cogobierno como medio para cuestionar los mecanismos de toma de decisiones en la Universidad de conjunto, y así impulsar un movimiento que la transforme integralmente, sin limitarse a democratizar la representación.
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ciones de Centro de fines del 2003. La bisagra que lleva al traspaso de la conducción del MRS a Oktubre tiene que ver fundamentalmente con las posiciones asumidas durante el proceso de democratización de Sociología y la toma del Rectorado. Durante el 2002 esos dos hechos encontraron a ambos espacios con posiciones diferentes.5 Los resultados electorales de ese año evidencian, al menos en parte, una mayor simpatía por parte del estudiantado hacia las posiciones asumidas por las fuerzas de Oktubre. En este marco, la gestión de Oktubre recupera el impulso de dichos procesos para convocar a asambleas masivas y organizar distintas comisiones de trabajo. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo para que se evidencien importantes límites en la capacidad de abrir el Centro de Estudiantes a la participación del conjunto del movimiento. En la práctica es un Centro que toma definiciones claramente de izquierda, pero en el cual la participación se reduce cada vez más a las fuerzas de Oktubre e independientes cercanos. Este es un centro formalmente abierto, pero con serías limitaciones a la hora de interpelar y organizar a compañeros que no partan de las mismas definiciones que la “conducción”. Estas definiciones suponían un claro contenido clasista y anticapitalista, opuesto por cierto a la gestión de la Facultad y al gobierno kirchnerista. El problema residía en que esto era concebido como un piso con el cual, virtualmente, debía acordar el estudiante para sumarse a cualquier espacio. Un avance considerable en materia de Gestión es que los trabajadores del CECSo serán elegidos en sorteo público. En tanto el excedente será puesto a disposición de lo que se resolviera en asambleas, en general para la lucha obrera y estudiantil. Sin embargo, prima una lógica de reparto entre fuerzas de los espacios de Gestión. Apuntes pasa a ser dirigido mayormente por dos fuerzas, el PO en Ramos y el MST (luego IS) en MT. En estos años El Viejo Topo promueve sin éxito una comisión estatuyente y una comisión revisora de cuentas, ante lo gris o sospechosas que eran las 5 En el 2003, cuando la gestión Schuster interviene Sociología, el MRS abandona las asambleas.
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cuentas de los espacios de Gestión. Luego de seis años logra abrirse un bar cultural estudiantil, con una comisión abierta que al poco tiempo también pierde su carácter plural y participativo. Durante estos años varias fuerzas van rompiendo con Oktubre (MST, Praxis, El Viejo Topo, el MAS) reforzando la identificación del centro con unas pocas fuerzas (PO, PTS, IS, 29 de Mayo). Hasta que se llega a un estado de situación en el cual el centro bajo la gestión Oktubre no puede mostrar conquistas del movimiento estudiantil, ni espacios participativos de creación cultural y académica. Finalmente, en la toma del 2008, Oktubre como conducción se ve desbordaba por el movimiento estudiantil, no pudiendo encausarlo ni contenerlo. De las elecciones del CECSo de ese año, sale triunfante El Tren (La Mella, Prisma y La Mala Educación). Este frente logra capitalizar las corrientes de opinión que se desarrollaron en el marco del proceso de lucha. Canaliza también las formas organizativas creadas por una nueva camada de activistas, e impulsa la incorporación de las mismas como parte orgánica del Centro. Al mismo tiempo, se desarrollan formas novedosas de interpelación y contención de la participación estudiantil, y de las diversas tendencias políticas. La nueva etapa, signada por la conducción de El Tren, va a estar caracterizada por el funcionamiento regular de los espacios de base (las comisiones, las asambleas) en torno a una lucha cada vez más masiva por la consecución del Edificio Único. Lo más característico de esta etapa es que existe una maduración del movimiento estudiantil, que empieza a romper con la igualación entre el Centro de estudiantes y las conducciones de turno, para empezar a entender al Centro como la herramienta gremial de todos los estudiantes organizados. 6 Entendemos que este es un salto cualitativo importante, en tanto apropiación de nuestra herramienta gremial por los estudiantes. Este mayor involucramiento de los estudiantes en la vida del Centro, es una incipiente forma de romper con la dinámica dirigentes-dirigidos. En lo que respecta a la Gestión de espacios del Centro, reconocemos como un avance que empiece a hacerse de forma centralizada; y ya no como un reparto o loteo de los espacios entre las distintas fuerzas de la conducción. Esto es una forma de reconocer el carácter político de la organización de estos espacios y echar mano a una planificación de los mismos, que esté sujeta a una orientación política discutida de forma democrática, y no discrecional. En los primeros meses de la Conducción de El Tren, se puso de manifiesto un conflicto por las condiciones laborales de los trabajadores del Centro. A pesar de las diferencias de opinión existentes (aclaramos que a nuestro entender el reclamo era legítimo), las tensiones acarreadas en este conflicto pudieron distenderse gracias a un 6 Algo novedoso es que la mayoría de los estudiantes “no agrupados” participan en las asambleas del CECSo identificándose como estudiantes del Centro o de comisiones del centro, y ya no como “estudiantes independientes”.
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Así fue que participamos de las distintas medidas de lucha, que enfrentamos las maniobras antidemocráticas del co-gobierno de la UBA, que resistimos la represión policial gracias a la que fueron electas las nuevas autoridades. El régimen logro recomponerse, pero no sin pagar un alto costo de descreimiento por parte de un sector importante la comunidad académica. De otra parte, a pesar de la pobreza de nuestra intervención como movimiento, pensamos que el debate sobre la necesidad que reformar el antidemocrático gobierno universitario se puso sobre el tapete, en alguna medida. Entendemos que para retomar las banderas de la democratización en el amplio sentido de la palabra, el movimiento estudiantil tiene que proponerse debatir y aprender de estas experiencias; para sacar sus propias conclusiones, retomar los aciertos y no repetir los mismos errores.
Profundicemos la democratización Desde El Viejo Topo/CAUCE hablamos de profundizar la democratización porque pensamos que no partimos de cero. Como movimiento estudiantil de Sociales tenemos conquistas ganadas y una experiencia acumulada. Como conquistas podemos mencionar el haber recuperado nuestro Centro de estudiantes, el haber conseguido elegir a nuestras autoridades aunque sea de forma indirecta y el haber puesto de relieve el carácter antidemocrático de la Universidad a partir de distintitos procesos de lucha. Como aprendizaje nos quedan algunas conclusiones. En primer lugar, la certeza de que la democratización de nuestra herramienta gremial parte del progresivo achicamiento de la brecha que separa a los dirigentes de los dirigidos. Para que el movimiento se apropie del CECSo como algo propio, este tiene que dejar de ser dirigido por los militantes “que saben”, los que “tienen la posta”, para empezar a ser la expresión organizativa de un movimiento estudiantil autoorganizado. Entendemos la “recuperación del Centro” como un proceso de apropiación y construcción del mismo por parte de los propios estudiantes. Este proceso involucra la propia subjetividad de los estudiantes, que se transforma en simultáneo con la transformación de su herramienta gremial. En consecuencia, la “recuperación” no se restringe a un cambio de “la presidencia del CECSo”, sino que implica una transformación en las formas de organización y el contenido de la acción del propio movimiento estudiantil. Por esto consideramos mezquinas las invocaciones a “recuperar el Centro” (como base de campañas electorales), que reducen el problema a quien está en “la presidencia”. Así como consideramos incorrecto pensar “la recuperación” como algo dado, acabado, y dormirse en los laureles de “la recuperación”, cuando este es un proceso abierto, por el cual el movimiento debe seguir trabajando.
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De esta forma, la mayoría de las agrupaciones estudiantiles que participaron de este conflicto limitaban la discusión sobre la democratización a mecanismos electorales o cambios de forma en la representación claustral, sin cuestionar las relaciones en las que se asienta la estructura de poder en la Universidad. El carácter defensivo de la campaña y la limitación del debate a las formas de representación se sumaron a la ausencia de espacios de discusión abiertos, en las distintas facultades de la UBA, que permitieran masificar el conflicto. Estos factores se conjugaron poniéndole un techo al conflicto. Ni siquiera las “limitadas” posiciones de reformas en la representación claustral podían conquistarse, en la medida en que los sectores en lucha se aislaban cada vez más del resto del estudiantado. Al no generar instancias de base en cada facultad, las decisiones terminaban siendo tomadas en instancias cerradas (conducción de la FUBA) y así la legitimidad del movimiento languidecía. En líneas generales podemos afirmar que el resultado negativo de este conflicto estaba determinado de antemano por el hecho de no haber constituido trincheras de discusión democrática en las distintas facultades. Haber pretendido dar “un salto” hacia la democratización de la UBA, sin haber intentado instalar siquiera la democratización en las facultades, fue entonces la condena de este proceso. Sin embargo, a pesar de que el movimiento estudiantil y sus conducciones no estuvieran a la altura de las circunstancias, lo indignante de la situación ameritaba que nos diéramos algún tipo de intervención. 8 A diferencia de la campaña por la democratización de 2006 en la UBA, las experiencias antes dichas implicaron debates más profundos sobre las relaciones sociales existentes en la Universidad, al tiempo que se caracterizaron por una permanente organización de base. La experiencia de Historia (UBA) tuvo características similares a las de Sociología (UBA). Comenzó con la acefalia de la Carrera, al no poder elegirse director. En el marco de un fuerte debate, la polémica se centró en la siguiente alternativa: o elegir director en Asamblea o mantener la acefalia para incentivar el estado deliberativo en los cursos, respecto de qué Carrera se quería. Se impuso esta última posición y el debate se extendió por un año. Producto de una reacción de la derecha (que incluyo patotas para romper asambleas) se logro volver al estado anterior de elección de las autoridades, pudiendo conquistar apenas pequeñas reformas curriculares (como la apertura de cátedras paralelas). El caso se Comahue se caracterizo por un mayor nivel de masividad. El movimiento empieza a organizarse masivamente en el 2004, a partir del rechazo a la acreditación de las Carreras por la Coneau. Habiendo frenado las acreditaciones, al año siguiente la organización se traslada a una participación en los concursos docentes y a un cuestionamiento de las formas de elección de los directores, decanos y el Rector. Ese año se logro eliminar el ingreso restricto a la Escuela de Medicina (única carrera en Comahue que tenía examen de ingreso eliminatorio). El movimiento se unificó en el 2006, como movimiento por la democratización de la Universidad. Las facultades estuvieron tomadas durante tres meses, durante los cuales se logro la elaboración colectiva de una propuesta de democratización. Lograron impedir que se eligieran representantes durante todo ese año (mediante una intervención de la Justicia, que declaro nula la elección de las autoridades, por realzarse fuera del ámbito de la Universidad, de manera totalmente apócrifa). A pesar de la amplitud del movimiento de base y de la capacidad de lograr importantes conquistas, este terminó siendo aislado y finalmente derrotado. Este resultado de debió, en gran parte, a la falta de acompañamiento de otras Universidades del país (la FUBA y la FULP boicotearon el debate sobre la lucha de Comahue, en los congresos de ese año).
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mayor involucramiento de los trabajadores en la organización de los espacios de Gestión (aunque queda mucho por profundizar en este sentido). Ahora bien, a pesar de reconocer estos aspectos positivos también señalamos en reiteradas oportunidades los límites de la conducción del Tren y los aspectos que dejó pendientes. Muchas de las decisiones tomadas por esta conducción se hicieron de forma inconsulta (sin pasar por la Asamblea) y en sobradas ocasiones primaron actitudes autoreferenciales (arrogándose conquistas que eran propias del movimiento y no de la conducción). Por esto, para seguir profundizando la apropiación de nuestra herramienta gremial, pensamos que es necesario impulsar una democratización de la toma de decisiones. Esto es, democratizar las formas de organización de los espacios de gestión, las decisiones en torno al “que hacer” con el excedente, propiciar más espacios de auto organización estudiantil y comenzar la discusión para elaborar de manera colectiva un estatuto que regularice el funcionamiento del CECSo. Hasta acá, un poco de la historia de la recuperación de nuestro Centro. Pasamos ahora a ver cómo se desarrolla otro proceso, el de la democratización de los espacios de co-gobierno universitario. Aclaramos que la escisión entre uno y otro es meramente analítica, por el hecho de que ambos procesos son inescindibles. Ya en el 2005, hacíamos eje en la idea de “Democratizar el Centro para democratizar la Universidad” como forma de ligar el reclamo de democratización a las autoridades de la Universidad con la necesidad de que el punto de partida de esa democratización sea la propia acción de los estudiantes organizados en el CECSo. La experiencia de democratización de la Carrera de Sociología en el 2002, más que ninguna otra, es la que nos permitió obtener esta conclusión. Este es, sin dudas, el antecedente más importante en materia de democratización de nuestra Facultad, por el hecho de haber avanzado desde la autoorganización de los estudiantes a una experiencia de organización interclaustros que puso en cuestión la institucionalidad académica vigente. Este proceso se desencadenó luego de que los consejeros electos en 2002 (de El Mate, del PO y de El Viejo Topo) impulsaran la conformación de una Comisión Interclaustros de Sociología y decidieran no elegir un Director de Carrera en el espacio de la Junta. De esta forma, queda declarada acéfala la Carrera. Este espacio de participación abierta y horizontal organiza una serie de jornadas, llamadas sábados sociológicos, y llama finalmente a una Asamblea Interclaustros (momento en el cual se baja El Mate). En esa asamblea (de 400 miembros de la carrera) se organiza la elección por la cual estudiantes y docentes participaron en calidad de iguales de aquella decisión, por primera vez en la historia de nuestra Facultad. 1221 miembros de la Carrera eligen así a su Dirección; triunfando la lista Tesis XI, con Cristian “Chipi” Castillo (PTS) como director y Luisa Iñigo Carrera (El Viejo Topo) como Secretaria Académica.
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Este proceso no brota de manera espontánea, sino que es el resultado de muchos años de acumulación previa. La organización en comisiones de discusión de nuestros planes de estudio, los debates en los cursos, jornadas de debate con suspensión de clases, la disputa en las Juntas de Carrera por la incorporación y defensa de contenidos críticos, todos estos fueron antecedentes que nos dieron la suficiente confianza para impulsar en el 2002 la Comisión de Sociología antes dicha.7 A su vez esta lucha, logró ser viabilizada por contar con un amplio consenso de estudiantes docentes y graduados, al tiempo que fuera impulsada por la mayoría de las agrupaciones de izquierda de la Facultad. De esta forma, la democratización fue encarada en términos integrales. Al tiempo que era democratizada la organización estudiantil, en forma de una Comisión Interclaustros, esta última se contraponía al dominio de las camarillas profesorales, esbozando el autogobierno del conjunto de la comunidad académica. Lejos del recuerdo que puede quedar hoy sobre el proceso de democratización del 2002, como algo limitado a la elección directa del Director de la Carrera, en esa oportunidad la elección directa era concebida como un punto de partida para instalar un debate interclaustros que elaborara una alternativa al predominio de los profesores concursados. Si bien esta experiencia duró unos pocos meses, y culminó con la intervención 7 Este espacio colectivo de toma de decisiones condujo el proceso. Incluyendo la preparación de la Asamblea de agosto 2002 que termino mandatando a los consejeros de junta a conformar una codireccion en la carrera, como forma posible de “resolución institucional favorable del conflicto”. La codirección, conformada por un representante de la Asamblea y la Comisión Abierta Interclaustros de Sociología (Chipi) y otro representante de los consejeros de Junta (Forte), resulto de una suerte consenso entre dos fuerzas distintas, al no contar con la suficiente fuerza para imponer la dirección exclusiva del candidato electo por la elección directa (no ponderada). Luego de la intervención de la carrera por parte del Rectorado, se barre con la co-dirección quedando solo como concesión (¿y conquista?) el carácter directo ponderado de la elección de los directores de Carrera de la Facultad de Ciencias Sociales.
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de la carrera por parte del rectorado de la UBA, significó una conmoción de las relaciones sociales al interior de la Universidad, poniendo en cuestión la estructura política organizativa en la que se cimienta, generando debates entre los claustros, que prefiguran otro tipo de Universidad (ver las posiciones de este debate en el anexo). Esta impugnación al statu quo universitario fue posible gracias a la crisis de legitimidad de las instituciones desatada en el 2001 y su retroceso preanunciaba la normalización del país y el cierre de la crisis de legitimidad. Pero así como las clases dominantes lograron recomponer la institucionalidad del país, no pudieron hacerlo sin dejar brechas para la organización de nuevas camadas de trabajadores, desocupados, jóvenes y estudiantes. Si en aquel período era viable la impugnación del statu quo y de las instituciones con una escasa organización, hoy día habiendo acumulado experiencias de organización y de lucha, impugnaciones de este tipo adquieren mayor posibilidad de triunfo. Sabemos que las crisis como las de 2001 abren posibilidades de cambio. Pero lejos de pensar que haya que esperar una nueva crisis para problematizar las formas de organización políticas de nuestra Universidad, sostenemos que el hecho de no llegar preparados a ellas, habiendo debatido colectivamente una perspectiva de cambio, se convierte en un límite para la realización de una transformación radical. Este límite pudo evidenciarse con claridad en el boicot del 2006 a la elección del Rector de la UBA. En este contexto se realizó una campaña que intentó desnudar el carácter antidemocrático de la Universidad, a través del repudio a la figura de Alterini. Ahora bien, lejos de nutrirse de las enseñanzas de procesos previos, como los de la Carrera de Historia (UBA) en el 2005, la democratización de la Universidad de Comahue en el 2004 y la experiencia de Sociología descripta más arriba, su disparador fue más bien un cuestionamiento a los métodos de elección, pero sin enfocar en las relaciones sociales que conforman la Universidad. 8 Si bien la oposición a la candidatura de Alterini era legítima, por ser ni más ni menos que un alto funcionario de la última dictadura, esta no pudo traducirse en objetivos comunes que fueran más allá de impugnar la elección del Rector.
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