SPQ #13

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Sociolog@s para que? es una publicación de El Viejo Topo CAUCE de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. El objetivo de la revista es generar un espacio tanto para la reflexión teórica como para la reflexión sobre la práctica a partir de promover la produccion de conocimiento critico. Por ello el contenido de los artículos no refleja necesariamente la opinión de la Agrupación. Para comunicarte con nosotras y nosotros, para críticas, sugerencias o mandarnos una propuesta de publicación, podés hacerlo vía correo electrónico a: viejotopo@nodo50.org o en nuestras mesas en cada sub-sede de la Facultad.

l a i r o Edit Mientras avanza el otoño del 2013, El Viejo Topo -CAUCE- tiene el agrado de sacar a las aulas y a las calles (por qué no) un nuevo número de la revista SPQ? (Sociólogxs para qué?) -ni más ni menos que la número 13. Creemos que volver a producir colectivamente una nueva revista es sumar un leño más al fuego, continuar el camino lento y minucioso de excavar las galerías subterráneas de la vieja sociedad. Otra vez aquí, buscamos arrojar preguntas, generar incomodidad allí en donde manda el conformismo de lo dado y reinan los discursos apologistas del posibilismo. Nos es en vano que volvamos a aquella pregunta inicial: alguna vez te preguntaste sociologxs para qué? Nosotrxs respondemos: para aportar desde nuestra especificidad como futuros profesionales a la conformación de una fuerza social transformadora. Porque somos lo que hacemos para cambiar lo que somos, vemos como primordial empezar por casa, empezar a mirarnos y cuestionarnos a nosotrxs mismxs, comenzar por desmenuzar aquello que nos determina como futurxs cientistas sociales. Y es por ello que nuestra crítica debe ser radical; y como decía un tal Karl Marx, ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre (y la mujer), es el hombre (y la mujer) mismx.

Retomamos aquella pregunta porque partimos de la idea de que no somos sujetos neutrales en esta sociedad, y que el ámbito de la ciencia y la cultura son terrenos donde se expresan también distintos proyectos sociales. Entendemos a la universidad como un territorio de disputa por la orientación de la producción de conocimiento, como una trinchera más en la lucha y la organización de la clase trabajadora. Creemos que el conocimiento hegemónico que se produce en la Universidad está al servicio de la acumulación de capital, que se nos impone bajo una lógica individualista, fragmentada, privatista, conocimiento que tiende a enmascarar las relaciones sociales de todo tipo de opresión. En el sendero de carcomer y agrietar las infamias de este sistema, desde El Viejo Topo -CAUCE- alzamos nuestra voz para contrarrestar la influencia de la ideología -y de la ciencia- dominante. Somos conscientes de que no podemos construir una Universidad de tipo socialista en una sociedad capitalista, pero entendemos que hay momentos en que se pueden abrir brechas que

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Sociólogos Para Qué? | El Viejo Topo | Otoño 2013


Editorial

amplían el marco de lo posible; brechas donde dar la disputa por ir prefigurando instancias de producción y reflexión de conocimiento crítico, en conjunto con organizaciones sociales de lxs trabajadores, aportando soluciones concretas a problemas concretos, luchando por la democratización y socialización de saberes y experiencias de lxs de abajo. Nuestro quehacer se enmarca entonces en la búsqueda de conocer para la acción y en la acción; en romper el esquema cientificista del laboratorio académico (tan distante, tan escéptico, tan indiferente, y sin embargo tan funcional al reino de lo dado) y pasar a la acción, comprometiéndonos con la lucha cotidiana por construir una sociedad sin explotadxs ni explotadorxs. Hur-

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gar la historia oculta, aportar herramientas para desentrañar las formas concretas que adquiere la acumulación de capital en Argentina, el papel del Estado en la reproducción de las relaciones sociales, las estrategias de control social y disciplinamiento sobre las clases subalternas. Esta insolente revista es un incidente más contra el status quo académico, contra las palabras y las vicisitudes que embellecen la miseria omnipresente en la superficie de las cosas. No tenemos intenciones de ilustrar ni adoctrinar a algunx. Eh aquí un insurgente y alegre grito contra la rutina erudita, contra el letargo y la resignación que adormece los debates sobre nuestra formación y el proceso de aprendizaje. En esta tierra que es una herida, lanzamos otra brasa subvertida para que crezca el fogón, mientras seguimos acumulando fuerzas para transformar la carrera y la universidad, y convertirla en una usina de pensamiento rebelde y activo, vinculada a las luchas por la supresión de todo aquello que nos humilla, nos explota, nos aliena, nos distancia, nos mutila. Convencidxs que no hay tarea más creativa que la destrucción de lo caduco, seguiremos avanzando de modo paciente, abriendo boquetes de luz subterránea, socavando los cimientos de esta sociedad absurda.

¡Adelante, con todas las fuerzas de la historia!

Mayo


o s s o r G ón b a h c n U a l r o p o olvidad gía o l o i c o s Silvio Frondizi

(1907-1974)

Por Leandro Rodríguez (El Viejo Topo CAUCE)

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n esta sección nos proponemos poner de relieve el legado de aquellos autores que concibieron su reflexión intelectual, no como una mera preocupación “teórica”, sino como un momento de su acción política. No es casualidad que muchos de los pensadores que aportaron a contribuir a un desarrollo científico y transformador sean sistemáticamente olvidados por la currícula de la carrera de sociología. A veces, en el mejor de los casos, tan sólo los estudiamos en alguna clase perdida entre una abrumadora cantidad de autores, sin poder darnos el tiempo de pensar en qué contexto se construyó su aporte y ni qué práctica política se desprendió de su teoría. En este número de SPQ? decidimos detenernos en Silvio Frondizi, Fundador de Praxis y Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR-Praxis), relacionado con la Revolución Cubana y el PRT argentino. Fue abogado y también escribió numerosos ensayos sociológicos sobre nuestro país

Un marxismo humanista enraizado en la realidad argentina

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Si es posible hablar de una nueva izquierda en argentina, sin duda Silvio Frondizi sería uno de sus fundadores. Por supuesto lo nuevo no es sinónimo automático de “bueno” o de mejor que lo anterior de por sí. ¿Quién fue Silvio Frondizi y qué aportes rescatamos de él? Una vida dinámica, dialéctica, contradictoria, vivaz Podemos reconocer en la trayectoria de Silvio –siguiendo la descripción que de él hace Tarcus- tres grandes momentos: Una primera, la del “liberal consciente de la crisis del liberalismo” (-nacido en 1907 en una familia liberal progresista- llegaría hasta 1945), una segunda, la del “marxista crítico” que postula la revolución socialista y la construcción del sujeto revolucionario entre 1945 y 1960 y, por último, aquella signada por “la soledad del marxista francotirador” (término que discutiremos más adelante), centrado en la actividad docente y la defensa de presos políticos y gremiales, que abarcaría desde 1961 hasta su asesinato en 1974. El período de mayor fuerza creadora fue el segundo (aunque de todas maneras indisolublemente ligado a los otros dos). Frondizi Sociólogos Para Qué? | El Viejo Topo | Otoño 2013


Un Chabón Groso Olvidado por la Sociología: Silvio Frondizi

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fue –entre muchas otras cosas- el fundador del grupo Praxis, grupo que puede considerarse a su vez como fundacional de la nueva izquierda en argentina. A fines de los años ’40 una serie de factores señalaban una clausura de la perspectiva revolucionaria para la izquierda partidaria tradicional en el país. La coexistencia pacífica entre el llamado capitalismo occidental y el “socialismo real” o capitalismo de estado estalinista, hacían visibles a las masas dos caminos que no eran socialistas y que impedían de alguna manera tomar al marxismo en un sentido crítico-revolucionario. En este marco se dio una pérdida de la perspectiva socialista construida democráticamente por los propios trabajadores, por un lado con el PC y eL PS abandonando el socialismo a secas y, por otro, con el trotskismo por su concepción dogmática y sectaria que ponía las fórmulas manejadas por el partido por encima de la subjetividad real de la clase. Esto sumado a los “errores” en la caracterización del capitalismo en ese período y también en la caracterización del peronismo, lo cual llevó a aquellas fuerzas a una separación hostil –en el caso del PC y el PS- respecto a los trabajadores peronistas . El grupo Praxis se distinguió de la izquierda tradicional en todos esos factores, aunque sólo estaba en condiciones de hacerlo en el plano teórico. En primer lugar el grupo Praxis construyó e impulsó una visión antidogmática. Frondizi fue criticando su propia visión liberal del mundo y forjando un marxismo humanista y abierto, a diferencia de quienes adoptaban un marxismo envasado y cerrado con el sello del PC . Se apoyó para ello en una actitud rebelde ante las injusticias y la falta de libertad, así como en la reflexión sobre experiencias y lecturas también rebeldes, como el luxemburguismo, Lukacs, Korsch, Lefebvre, Goldmann, Gramsci, Fromm y muchos otros. Esto hizo que tempranamente ubicara la alienación como problema central a superar por medio de experiencias democráticas de masas. En segundo lugar, ante la salida de la segunda guerra mundial, previó una integración mundial capitalista bajo hegemonía yanqui, con plena vigencia de la ley del valor, es decir internacionalización de las fuerzas productivas con permanentes innovaciones tecnológicas motorizadas por inversiones de las transnacionales, bajo la protección de los EEUU. Todo esto se contraponía a una visión monopólica del capitalismo, como se interpretaba del “Im-

perialismo…” de Lenin. En tercer lugar, caracterizaba al peronismo como “la tentativa más importante y la única de realización de la revolución democrático-burguesa en la Argentina, cuyo fracaso se debe a la incapacidad de la burguesía nacional para cumplir con dicha tarea. A través de su desarrollo, el peronismo ha llegado a representar a la burguesía argentina en general. Dicha representación ha sido directa, pero ejercida a través de una acción burocrática que lo independizó parcial y momentáneamente de dicha burguesía (...) Esto nos ha evitado caer en los dos tipos de errores cometidos respecto al peronismo: la idealización de sus posibilidades progresistas, magnificando sus conquistas y disimulando sus fracasos, y, por el otro lado, la crítica negativa v reaccionaria de la "oposición democrática", que tachó al peronismo de fascismo” (de su artículo “El Peronismo”). ¿Qué factores hicieron posible a Praxis y a Silvio Frondizi realizar estos –y otros- aportes? Silvio Frondizi nació en la provincia de Corrientes, hijo de inmigrante italiano, maestro mayor de obras contratista en obras de puentes y rutas. En una familia liberal y progresista, de catorce hermanos, los tres últimos fueron intelectuales comprometidos con su tiempo: Silvio, Arturo (el presidente desarrollista) y Risieri (considerado el mejor rector en la historia de la UBA). Criados en el litoral, estos tres hicieron la secundaria en el –en ese entonces- prestigioso Colegio Nacional Mariano Moreno de Buenos Aires. Vivieron entonces la crisis de los sectores medios radicales que se enfrentaron sin armas de ningún tipo a la crisis del modelo agro exportador. Silvio completará la carrera de Derecho en la UBA y el profesorado de Historia, ganando un concurso para dar cátedra en la Universidad de Tucumán. En esa década del 30, la UNT era floreciente en ricos y avanzados debates, como el caso del historicismo y del humanismo, de la mano de la presencia de intelectuales perseguidos en la vieja Europa, como el caso de Rodolfo Mondolfo. En el medio, el golpe nacionalista del ’43 intervenía la UNT con un rector fascista y Silvio renunciaría a su cargo de profesor exclusivo en protesta, mudándose nuevamente a Buenos Aires y dando clases sólo en un instituto público no estatal fundado por grandes personalidades


de la cultura porteña como Alejandro Korn y Aníbal Ponce, con un órgano de publicaciones dirigido por Principales libros y folletos de Silvio Frondizi (ninguno se Arturo, el hermano de Sillee en nuestra carrera): vio. En este marco el pasaje teórico al marxismo es El Estado Moderno. Ensayo de crítica constructiva. Losada no sólo teórico, sino tam1945 bién práctico. A partir de La realidad argentina. Ed Praxis 1956 (está en la biblio de FSoc) sus clases en aquel instiLa revolución cubana. Su significación histórica. Ed Ciencias tuto, Silvio y su ayudante políticas. Montevideo 1960 marcos Kaplan irán suArgentina. La autodeterminación de su pueblo. Ciencias polítimando estudiantes a un cas 1973 grupo teórico y político que La integración mundial, última etapa del capitalismo. ADI 1947 La crisis de la democracia. Praxis 1953 se llamará primero ADI Interpretación materialista dialéctica de nuestra época. Libera(Acción Democrática Indeción 1960 pendiente) y finalmente Bases y punto de partida para una solución popular. Ciencias Praxis. políticas 1961 (está en la biblio de FSoc) En general –aunque no Manifiesto de la reconstrucción nacional. Sin sello editor 1964 todos- quienes se fueron sumando a Praxis compartían esas características – llamemosintelectuales. El factor Si bien las previsiones de Silvio sobre el desantidogmático y la honestidad de búsqueda suenvolvimiento del capitalismo mundial y naciomados al hecho de contar con una sólida y amnal se van confirmando una a una, la tendencia plia formación intelectual permitió la formación a una creciente ligazón de capas medias a la del grupo Praxis como grupo de “intelectuales clase obrera, hacia la formación de una fuerza orgánicos sin partido” (y sin sindicato ni ningún social revolucionaria, no podrá ser asumida comovimiento social en general). lectivamente desde Praxis. El período que va del ‘55 al ‘59 conmoverá proEn el contexto de la agudización de la lucha de fundamente a la sociedad en general, presenclases de 1959, se ilegalizaba tanto a las orgatando la posibilidad de encarnación de las nizaciones sindicales como a las políticas y ideas de Praxis en las masas populares y allí entre ellas, el presidente Arturo Frondizi ilegala vivificación, puesta a prueba y enriquecilizó incluso a la organización dirigida por su hermiento de esa teoría. mano Silvio, el MIR-P. En este año Silvio viaja La formación de Praxis se entendía como un a Cuba e influye en la radicalización del Che, momento necesario para que la revolución el cual toma con fuerza los principales postulalleve efectivamente a un socialismo de la mano dos de Praxis, pero no concreta una organizade los propios trabajadores. Así lo señala Silvio ción común. Luego viaja a Europa, donde en 1959: “Creemos que en Latinoamérica conoce y se entusiasma con la experiencia auestán dadas las condiciones para una revolutogestiva yugoslava. Pero tampoco aquí estación socialista, pero nos faltan todavía algunas blecerá lazos orgánicos. condiciones subjetivas. Claro está que el anáAl volver al país se encuentra con los integranlisis de esta situación significa resolver el grave tes del MIR-P decididos a dar el paso de la forproblema —tal vez el más grave que enfrenta mación de cuadros a la construcción partidaria. la revolución socialista en el mundo— sobre las Silvio comparte esta necesidad pero duda. No relaciones entre masa, partido y dirección. El quiere repetir las experiencias de organizacioM. I. R. (Praxis) ha enfrentado y buscado solunes burocráticas que van perdiendo su esencia cionar estos problemas, mediante la formación liberadora al reproducir a su interior la división de cuadros medios obreros, manuales e intedel trabajo manual-intelectual sin construir una lectuales, que puedan llegar a ser grandes conmilitancia integral. No coincide por otra parte en ductores sociales.. lanzarse a la lucha armada ni en un pase sostenido a la clandestinidad. Un paso atrás inesperado En un momento de rupturas por doquier y rápi-

Frondizi Rescantando a Silvio del olvido académico

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Un Chabón Groso Olvidado por la Sociología: Silvio Frondizi

das decisiones, Silvio duda y finalmente propone promover un movimiento popular revolucionario para lo cual había que “traducir” los clásicos del marxismo a la cultura y tradición popular, de modo de generar un movimiento integral desde abajo que vaya elaborando una nueva concepción práctica del mundo, vía conquista de experiencias democráticas de masas desde los municipios hacia órganos superiores del estado y en menor medida desde los lugares de trabajo. En “Bases y punto de partida para una solución popular” propone este “Tercer Movimiento Histórico”, apuntando a la autodeterminación popular con esta especie de comunalismo integral. Pero el MIR-P había sido “descuidado”, al punto de que esta propuesta será poco discutida y la mayoría de los militantes seguirá distintos rumbos, generándose así una diáspora de la antigua Praxis. Lurgo, la nueva izquierda argentina florecerá en los ’60, en parte por la semilla plantada por el MIR-P y reforzada por otros agrupamientos de visión global como el de Pasado y Presente cordobés y el MLN en Buenos Aires. Pero con la casi disolución del MIR-P la nueva izquierda se dispersará en fragmentos pequeños y con contornos algo difusos. ¿Un francotirador marxista?

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Algunos le asignan ese concepto en general, si bien otros como Tarcus lo restringen a su último período (después del ’61 o el ’64). Como ya vimos, no es un título que le calce bien. A los 60 años tuvo de alguna manera que “volver a empezar” o más bien tuvo que “mantenerse en la senda”. Y lo logró arraigando posiciones en varios territorios. En un caso en la academia, por medio de su trabajo (cabe destacar aquí que entre otras cátedras, dio clases de Introducción a la ciencia política y Sociología política en nuestra carrera de Sociología). En otro caso, ligado a la izquierda revolucionaria en general y al PRT en particular: dirigiendo el quincenario Nuevo Hombre, expresión de la izquierda revolucionaria en un sentido amplio durante la primera mitad de los ’70; siendo parte de la dirección del FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo) que fue el principal frente integrador de las fuerzas revolucionarias de nuestro país en aquellos años; y como abogado fue uno de los principales defensores de presos políticos y gremiales de esa época. Finalmente, también se mostró siempre dispuesto a recibir en su oficina y en su casa a todos los militantes locales y de otros países que le pedían reunirse y debatir con él. Silvio ha sido llamado “pensador trágico”. Pero hay que decir que lo trágico es entendido de diferentes

maneras. Sin duda Silvio vio “venir la muerte” y eligió enfrentarla y no irse del país. ¿Por qué, si de todos modos él no estaba en condiciones de corregir el rumbo que había tomado la lucha de clases? En todo caso, objetivamente, lo trágico no es necesariamente aceptar el ser aniquilado. La tragedia como momento temporal –y pasajero- de la acción transformadora. Silvio Frondizi tal que despertó la denominada “simpatía trágica”, la simpatía como legitimidad ética del sufriente, la simpatía con su potencia. De tal forma su asesinato -la negación hacia élno destruyó su práctica, su “esencia”. Siguiendo a Marx en la 6° tesis sobre Feuerbach: “la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo, es, en su realidad, el conjunto de sus relaciones sociales”. Tal vez… y decimos tal vez porque al momento de recordar a alguien y ponerlo en nuestra historia, estamos a su vez haciendo historia, tanto como quienes olvidan. Y esto en una dinámica permanente, que renueva esa historia cada vez que la repasa. Como decía Walter Benjamin: “articular históricamente el pasado significa adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro (…) sólo tiene derecho a encender en el pasado la chispa de la esperanza aquel historiador traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha dejado de vencer.”

Notas El caso del trotskismo es, por cierto, más discutible que los casos del PC y del PS. Una crítica extensa y documentada puede verse en “Crítica al programa de transición” y en “Métodos de discusión en ámbitos de izquierda”, ambos de Rolando Astarita. Silvio define en 1959 su marxismo “según su carácter abierto, humanista, utopista, autogestionario, libertario”. Promoviendo formas de democracia directa en los que se veían como órganos naturales de poder popular en un nivel molecular (sociedades de fomento, vecinales, etc.). “A través de organizaciones populares de este tipo y ampliando la esfera de su acción, es que podremos hallar el mecanismo que permita al pueblo organizarse, luchar y dirigir.”


y a r o d a j a b a r T e s a Cl

e d n ó i c Producimiento Conoc Hernán Moreno (estudiante avanzado de Sociología)

Facundo Lastra (economista y estudiante de Sociología -El Viejo Topo)

Apuntes para el estudio de la transformación del proceso productivo. En esta nota nos proponemos abrir algunas líneas de reflexión acerca del rol que tiene la clase trabajadora en la producción de conocimiento, bajo la forma capitalista de organizar la sociedad. Este tema es de largo alcance en varias producciones de los “clásicos” de la sociología, pero también tiene mucha relevancia actualmente. En primer lugar, explicaremos brevemente qué rol tienen los “intelectuales” en la obra de Max Weber, un autor ampliamente trabajado en las aulas de la carrera de Sociología y que sin duda nos moldea en la forma de vernos a nosotros mismos, como futuros profesionales de la ciencia social. Luego, le opondremos a esta visión, la explicación de Marx, retomando su libro “El Capital” y sus capítulos “Cooperación”, “Manufactura” y “Gran Industria”. En esos textos, Marx despliega un proceso de conocimiento dialéctico sobre las transformaciones del proceso de trabajo, que se sucedieron desde la aparición del capitalismo. Por último, debatiremos sobre la necesidad de hacer un uso crítico de la obra de este autor, para enfrentarnos por nosotros mismos a las necesidades del capital, necesidades por las que se transforma la producción de conocimiento en la actualidad.


Clase Trabajadora y Producción de Conocimiento

Los intelectuales según Weber

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Nos parece interesante introducir los supuestos epistemológicos que rodean la obra de Max Weber acerca de la realidad, ciencia, sujeto y objeto de conocimiento, porque de allí surge la forma en que este autor plantea el rol de los científicos e intelectuales en la sociedad. Con una visión de la realidad por fuera del sujeto investigador, Weber asume que ésta se presenta caóticamente y opaca. El “observador” se para por fuera de ella para ordenarla, darle sentido, recortarla como objeto de estudio. De esta manera, el científico actúa sobre la realidad social con toda su carga valorativa y social, y hacer visible esta posición es el punto de partida de la tarea intelectual. Además, al analizar la composición de las clases y las situaciones de clase en “Economía y Sociedad”, Weber describe a la “intelligentsia” dentro de las clases medias y como clases sociales en sí. En su obra, hay una división entre clases trabajadoras o proletarias y las clases medias y los intelectuales, que se ubican por fuera de la clase obrera. Por otra parte, es constante su recordatorio acerca del carácter objetivo que pretende de la ciencia, despojada de valoraciones personales, pero por otra parte sitúa a “su” ciencia social como claramente burguesa. Socialmente, los intelectuales en Weber portan un prestigio que los posiciona en situaciones de clase privilegiadas, pero su labor en la sociedad nunca debe ser ordenar cómo actuar desde su posición de privilegio, sino proporcionar los medios adecuados (o racionales) para lograr determinados fines. Así pretende que el intelectual no diga qué hacer, sino cómo hacerlo. En “El político y el científico”

profundiza esta separación entre ciencia y política, como dos esferas que no deben intersectarse, inclusive dentro del ámbito de las aulas universitarias.

Problematizando el rol del intelectual, a partir de un uso crítico de la obra de Marx ¿Pero como podemos relacionar la propuesta de Max Weber con la situación de la vida Universitaria tiene en la actualidad? ¿Cómo pensarnos a nosotrxs, como cientistas sociales por fuera de la clase trabajadora, si, como regla general, vendemos nuestra fuerza de trabajo a cambio de un salario (ya sea durante o luego de cursar la carrera)? Retomando el debate sobre el carácter de clase del estudiantado publicado en el anterior número de Sociólog@s Para Qué?, podemos decir que: “Cuando se quiere analizar la formación del universitario, lo primero que debe tenerse en cuenta es que esta formación es el proceso de producción de una fuerza de trabajo portadora de determinados atributos. Con esto ya se pone en evidencia que el estudiante es un miembro de la clase obrera, y no simplemente a futuro, sino en su actualidad. Estudiar implica un gasto de fuerza de trabajo, pero uno que no tiene por objeto inmediato la producción de valores de uso para otros, sino la producción de la propia fuerza de trabajo del individuo. En consecuencia, sus determinaciones caen dentro del terreno del consumo individual en que el obrero se produce y reproduce a sí mismo.” (Juan Iñigo Carrera, 2012, SPQ?) Siguiendo el planteo que Marx realizó en El Capital, durante el período de la “gran industria”, lo característico son las modificaciones que se llevan a cabo en el medio de trabajo, es decir en el surgimiento de la maquinaria. Si bien Marx no especifica un período claramente determinado en su texto, las referencias históricas que utiliza son las de mediados del siglo XIX, tiempo en el que escribía su obra. Es decir, que cuando escribe este capítulo, Marx se está enfrentando a las modificaciones del proceso de trabajo, que


se transformaban conforme a las necesidades del capital de su propia época. La revolución técnica que significó la constitución de la gran industria llevó a que la misma base técnica de la que surgió, es decir la manufactura, se vea revolucionada por completo. El proceso de trabajo perdió su componente subjetivo, en tanto que la combinación de obreros parciales fue reemplazada por la organización basada en el estudio científico del proceso productivo. “La gran industria – dice Marx – posee un organismo de producción totalmente objetivo al cual el obrero encuentra como condición de producción material, preexistente a él y acabado” (p. 470). En cuanto a la modificación en las características del obrero, hasta la manufactura, observábamos cómo el artesano individual iba perdiendo capacidades productivas en la tarea parcial que realizaba. Pero, igualmente, seguía siendo él quien manipulaba y transformaba, con su mano o mediante una herramienta, el objeto de trabajo. Con la institución de la gran industria, el obrero sólo realiza ciertos movimientos necesarios para que la máquina funcione, ya sea trasladando la materia prima dentro de la fábrica o manipulando determinadas partes de la máquina como si fuera una herramienta. Es decir que el trabajador actúa como un apéndice de la máquina y se determina, a partir de ella, los atributos que son necesarios para que éste forme parte del proceso de producción. Hay otro efecto que nos interesa especialmente para esta nota: el surgimiento del análisis científico del proceso de producción dentro de la clase trabajadora. La necesidad de tener un conocimiento objetivo de este proceso da lugar, en el capitalismo que analiza Marx, al “obrero científicamente educado”, que está a cargo del control de la maquinaria y la innovación. Esta es, según el autor, una “división del trabajo puramente tecnológica” y tiene como consecuencia la instauración de un nuevo tipo de personal empleado, que según Marx era “numéricamente carente de importancia”. Hasta el período de producción manufacturera, la forma que tomaba la producción de plusvalía relativa era la degradación de las capacidades productivas del trabajador. Pero en la actualidad sería necio pensar que la producción de conocimiento científico no es llevada a cabo por la clase trabajadora. Igualmente, es común encontrar en la actualidad autores que sostengan que el capitalismo tiende unilateralmente a propagar

una degradación homogénea de los atributos productivos de la clase obrera en su conjunto. A continuación, debatiremos sobre este supuesto.

Diferenciación de la clase obrera como 11 necesidad de la producción de conocimiento científico. Que el conocimiento científico surga necesarimente de la subjetividad de la clase obrera es algo que sólo se desarrolla en la Gran Industria. Lo más potente para estudiar este proceso es alejarnos de la mirada dogmática que utiliza la teoría de Marx de una forma positivista y que sólo intenta “contrastar” cómo se verifica la supuesta permanente degradación de la clase obrera en un contexto de “descomposición social” o “crisis crónica” del capitalismo. Una perspectiva que se proponga realizar un conocimiento dialéctico, enfrentándose por uno mismo a las necesidades del capitalismo en la actualidad, puede permitirnos ubicar transformaciones distintas a la degradación de la clase obrera, en el marco de las necesidades productivas del capital. Así es posible observar que la clase trabajadora siguió, como regla general, tres cursos divergentes: un sector se consolidó como mano de obra sobrante para el capital, otro sector continuó con Sociólogos Para Qué? | El Viejo Topo | Otoño 2013


la degradación de sus capacidades productivas y, por último, un fragmento de la clase trabajadora expandió su subjetividad productiva como necesidad de su relación social enajenada en el capital. Es interesante, en esta misma perspectiva, poder pensar que: “En tiempos de Marx, el desarrollo de la conciencia científica como atributo inherente de manera exclusiva a la subjetividad obrera apenas comenzaba a desarrollarse. Por eso no había modo de enfrentarse a las determinaciones concretas de su sujeto. Hoy, dar cuenta del desarrollo de este sujeto, es clave para cualquier programa revolucionario” (Juan Iñigo Carrera, 2008: p.20) Un uso crítico de El Capital, nos lleva a entender que Marx realizó un valioso aporte al estudio de los procesos de trabajo; pero esto no impide que encontremos nuevas formas concretas que no estaban presentes a mediados del siglo XIX, de las cuales se necesita dar cuenta desde el marxismo. Por lo pronto, una acción política que intente constituir una organización unitaria entre los diversos sectores que el capital nos fragmenta, es necesaria para la constitución

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de una fuerza social revolucionaria. Para empezar por casa, en la Universidad debemos dejar de concebirnos como un “ente” aparte de la clase trabajadora, sino como un sector de ella que tiene mucho que aportar en el cambio social.



r a h c u c s E a a v e i d a N Ya a r e m e R tu

Sección de Poesías

¿ Q u é le s q u e d a p o r lo s jó ve n e s e n e s t e p r o b a r a p a c ie n c ia y a s c o ? m u n d o d e por Mario Benede tti ¿sól o grafi tti? ¿roc k? ¿esc eptic ismo ? tamb ién les qued a no deci r amé n no deja r que les mate n el amo r recu pera r el habl a y la utop ía ser jóve nes sin prisa y con mem oria situa rse en una histo ria que es la suya no conv ertirs e en viejo s prem aturo s ¿qué les qued a por prob ar a los jóve nes en este mun do de rutin a y ruina ? ¿coc aína ? ¿cer veza ? ¿bar ras bravas? les qued a resp irar / abrir los ojos desc ubrir las raíce s del horro r inve ntar paz así sea a ponc hazo s ente nder se con la natu ralez a y con la lluvia y los relám pago s y con el sent imie nto y con la mue rte esa loca de atar y desa tar ¿qué les qued a por prob ar a los jóve nes en este mun do de cons umo y hum o? ¿vér tigo? ¿asa ltos? ¿dis cote cas? tamb ién les qued a discu tir con dios tanto si exist e com o si no exist e tend er man os que ayud an / abrir puer tas entre el cora zón prop io y el ajen o / sobr e todo les qued a hace r futur o a pesa r de los ruine s de pasa do y los sabi os gran ujas del pres ente .

Instrucciones para cambiar el mundo Subcomandante Marcos

PínI. Con strú yase un cielo más bien cónc avo. s y stre terre res colo , tese de verd e o de café herm osos . Salp íque se de nube s a disc reció n. occi Cue lgue con cuid ado una luna llena en el hori den te, diga mos a tres cuar tas sobr e inici e, nte orie zont e resp ectiv o. Sob re y ante lent ame nte, el asce nso de un sol brill hábl eles pode roso . Reú na hom bres y muje res, a anda r án ezar emp ellos desp acio y con cariñ o, Des mar. el r por sí solo s. Con temp le con amo cans e el sépt imo día. II. Reú na los silen cios nece sario s. y noch e. Con Fórj elos con sol y mar y lluvi a y polv o emo s. Elija un paci enci a vaya afila ndo uno de sus extr el ama nece r y, con traje mar rón y un pañu elo rojo . Esp ere ad. ciud la lluvi a por irse, mar che a la gran , atro pellá ndos e Al verlo , los tiran os huir án ater roriz ados la luch a apen as se unos a otro s. Pero … ¡no se dete nga! … inici a


n a g a p e t o ¿Cuánt ? a r e d n a b a l por izar por Carlos Solari

Somos el miedo de los gobiernos que mienten en nombre de la verdad. El miedo del poder militar, económico y jurídico que impide la comunicación humana de pueblo a pueblo. Somos el miedo de la soberanía de los piratas del mundo que mutilan el estado de ánimo e impiden la emociones reveladoras. Somos el miedo del poder de los déspotas que reside en mecanismos impersonales. El miedo de las estructuras burocráticas que desalientan las conductas exploratorias. El miedo de las grandes fortunas que se robaron de los derechos naturales. El miedo de los centros de poder que amenazan con la destrucción total . El de esos varones sensatos y "prácticos" que desean dejar su huella en la historia y creen solamente en lo que pueden forzar y controlar. Somos el miedo de quienes nos adiestran a ser corteses cuando alguna institución nos pisotea. El miedo de quienes temen a los cambios pues su status depende de la rutina y del tiempo de otras personas. El miedo de las tecnologías caprichosas que nos obligan a valorarlas adoptando siempre sus supuestos básicos. Somos el viejísimo miedo agazapado en todos los rincones del Imperio y estamos encantados ¡encantados!

Julio Cortázar “Tala Llévese estos ojos, piedritas de colores, esta nariz de tótem, estos labios que saben todas la tablas de multiplicar y las poesías más selectas. Le doy la cara entera, con la len gua y el pelo, me quito las uñas y dientes y le completo el peso. No sirve esa manera de sentir. Qué ojo s ni qué dedos. Ni esa comida recale ntada, la memoria, ni la atención, com o una cotorrita perniciosa. Tome las inducciones y las perchas donde cue lgan las palabras lavadas y planchadas. Arree con la casa, fue ra de todo, déjeme como un hueco, o una estaca. Tal vez entonces, cua ndo no me valga la generosidad de Dio s, eso boy scout, y esté igual que la alfombra que ha aguantado su lenta lluvia de zapatos ochenta años y es urdimbre no más, claro esqueleto donde se borraron los ricos pavorre ales de plata, puede ser que sin vos diga tu nombre cierto puede ocurrir que alcance sin manos tu cintura.”

Bansky

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r lt u a e c i ou s F e s d o o r t D el ras el

y o H r a l s a i n c o Pe S l o r t n o C

Tras

Introducción

por Matías Gonzáles

(estudiante de Sociología -El Viejo Topo) Los clásicos se hicieron estas preguntas y daban diferentes respuestas; toda teoría social que reflexionó seriamente sobre las relaciones sociales se ha enfrentado a estos cuestionamientos. Desde El Viejo Topo –CAUCE- queremos levantar del tapete algunos debates que rondan usos y lecturas de un tal Foucault. A ningún/a amigo/a del método foucaultiano debe sorprender que existan dos o varios Foucault. Su particular análisis rompe la clásica unidad de obra y autor: evitar clasificar, ponerle un mote o un solo nombre a toda una trayectoria e incluso a un libro. En sintonía con la gran magnitud de sus producciones, también le han llovido una enorme cantidad de críticas de todos los colores, lugares y tamaños. Desde nuestro lugar creemos que es importante tomar las riendas de estos interrogantes y poder avanzar en críticas constructivas y posiciones propias para una ciencia social transformadora. Con nuestras humildes lecturas y análisis no pretendemos agotar la inmensa producción teórica de este personaje, sino tener herramientas que nos ayuden a complejizar las concepciones marxistas clásicas sobre el poder y el Estado; la especificidad de ciertas relaciones de opresión que complementan la opresión pri-


migenia en el capitalismo (la relación capital-trabajo); nuevos elementos para pensar la construcción de un poder propio en nuestras organizaciones desde abajo; y los alcances y limitaciones en la construcciones de institucionalidades de los/las trabajadores/as que no lleven a nuevas formas de opresión. Encerrados en un laberinto social ¿Cómo piensa el poder Foucault? Cuando Foucault incursiona en sus investigaciones entiende que hay ciertas formas de concebir el poder que no dan cuenta de una forma acabada de lo que es y produce realmente. Descubre que estas visiones instauradas a partir de la Edad Media y continuadas como justificación del poder en la conformación de los Estados modernos hacen referencia a una concepción negativa del poder: “[…] la noción de represión es totalmente inadecuada para dar cuenta de lo que hay justamente productivo en el poder. Cuando se definen los efectos de poder por la represión se da una concepción puramente jurídica del poder; se identifica el poder a una ley que dice no” (1). Para Foucault no sólo el poder actúa mediante un carácter restrictivo de determinadas formas de ser, actuar o de pensar, sino que el poder es lo que las constituye históricamente: “produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos; es preciso considerarlo como una red productiva que atraviesa todo el cuerpo social”(2) . Esta concepción positiva del poder viene a romper con la tradición jurídica donde acento está puesto en sus efectos represivos. De esta manera lo que define una relación de poder es que opera sobre el campo de posibilidad en que se inscribe el comportamiento de los sujetos actuantes, sobre sus acciones virtuales o actuales. El

La dominación se organiza en una estrategia coherente y unitaria donde los distintos procedimientos dispersos y locales de poder son reajustados y reforzados por estrategias globales. planteo desplaza del centro de la atención de la opresión por medio de la violencia material o física y la acción de las grandes instituciones sociales, que no son más que cristalizaciones de relaciones de dominación. Donde hay que desentrañar la lógica del poder es en cómo se inscribe en la subjetividad, estableciendo marcos de posibilidades de acción, moldeando los deseos individuales y colectivos. Las consecuencias teórico-políticas de comprenderlo como una red de relaciones que atraviesan todo el cuerpo social y a los sujetos permite pensar al poder no como algo externo encarnado en relaciones asimétricas que tenemos que combatir; sino como parte integrante de distintas relaciones complejas de poder que se articulan y producen saberes, prácticas, discursos que hacen a nuestra propia constitución como sujetos. Esta visión está discutiendo con las concepciones vulgarizadas del marxismo sobre el carácter del “aparato del estado” y la toma del poder por parte de la clase obrera (contemporáneamente al autor expresado en parte por el Partido Comunista francés y los “maos”, como les llama Foucault). Más específicamente a la luz de la experiencia soviética y el stalinismo, va a ser una problemática que va a estar presente en sus trabajos: “La pretensión de Foucault pasa por no obnubilarse frente a las grandes formaciones de poder sino

en rastrear los micropoderes concretos que le sirven de soporte material, los verdaderos puntos de actividad, los lugares y las formas en las que se ejerce la dominación. Si el poder es una red de relaciones; su subversión requiere la formación de nuevas relaciones. Por lo tanto, la sola toma del poder por la clase obrera o la atribución de nuevas funciones a las formas existentes del poder dejan intactas estas formas. […] una teoría que dirige su atención exclusivamente al carácter de la clase que ejerce el poder como su instrumento y de este modo subestima las formas por medio de las cuales esa clase ejerce su domino” (3). No hay que negar que varios autores marxistas y el mismo Marx, han teorizado sobre el carácter del Estado y su posterior destrucción tras la toma del poder por la clase obrera, asumiendo que las mismas estructuras y relaciones sociales tienen que ser reemplazadas por otras nuevas. La posibilidad de transformar esas relaciones está en la potencialidad de un sujeto colectivo capaz de articular distintos niveles de organización y luchas específicas en cada territorio; con un horizonte estratégico que no diluya la necesidad de la toma del poder por la clase oprimida, pero saber que ello no representa la solución definitiva. “Al decir que

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no existe una sociedad sin relaciones de poder, no se afirma que las relaciones establecidas sean necesarias. Al revés, el análisis, la elaboración, el cuestionamiento de las relaciones de poder y el «agonismo» entre las relaciones de poder y la intransitividad de la libertad es una tarea política permanente, inherente a toda existencia social.”(4)

La lucha contra el poder “Si se lucha contra el poder, entonces todos aquellos sobre los que se ejerce el poder como abuso, todos aquellos que lo reconocen como intolerable, pueden comprometerse en la lucha allí donde se encuentran y a partir de su actividad (o pasividad) propia. Comprometiéndose en esta lucha que es la suya, de la que conocen perfectamente

el blanco y de la que pueden determinar el método, entran en el proceso revolucionario. Como aliados ciertamente del proletariado ya que, si el poder se ejerce tal como se ejerce, es ciertamente para mantener la explotación capitalista. Sirven realmente la causa de la revolución proletaria luchando precisamente allí donde la opresión se ejerce sobre ellos. (…) Y estos movimientos están unidos al movimiento revolucionario del proletariado mismo en la medida en que él ha de combatir todos los controles e imposiciones que reproducen en todas partes el mismo poder. (...) Lo que produce la generalidad de la lucha, es el sistema mismo de poder, todas las formas de ejercicio y de aplicación del poder”(5). Entendemos que un análisis de las relaciones de poder por más rico, complejo e inteligente que pueda ser no está completo si no se pone en consideración la potencialidad para la transformación de las condiciones de existencia. Las tareas que debe darse el sujeto revolucionario actualmente parecen hacer agua en Foucault a la hora de pensar alguna variante de mediación política entre todas las formas de resistencia locales que se dan en contra del poder disciplinario. La posibilidad de establecer una relación entre las formas generales de dominación capitalista y los micropoderes particulares que se ejercen, y que puedan desprenderse de ello elementos prácticos de articulación y solidaridad de las luchas, de organización de una fuerza social transformadora queda un tanto relegado en sus reflexiones. Más bien, suele aducir que cualquier mediación política para la totalización de las luchas, cualquier institu-

cionalización de ciertas formas de poder, traería consigo la reproducción de una nueva forma dominación. Quedamos así encerrados en una visión espontaneísta de la acción política: las masas oprimidas en sus resistencias locales contra el poder tendrían la capacidad de erradicarlo en pos de la emancipación social plena; lo que generaría la unidad de todas esas resistencias sería el mismo poder global. “Este espontaneísmo objetivista tiene una historia en la filosofía política y el marxismo y puede remitir a dos fuentes diferentes: o bien se considera que una fuente externa a la acción política de los hombres (como las anónimas fuerzas productivas) “hacen todo el trabajo” o se postula metafísicamente cierta armonía preestablecida, cierta bondad originaria inhibida del sujeto social, de modo que solo hace falta despojarse de las instituciones que, roussoneanamente, estropean la bondad, el “comunismo” natural de las masas.” (6). Sin embargo, Foucault también esboza otras herramientas para comprender la historia que podemos retomar. Dijimos que las relaciones de poder son coextensivas al cuerpo social y tienen un carácter multiforme. No hay que comprender estas afirmaciones en términos de un esquema de relaciones “anárquico”, desorganizado: el entrecruzamiento de las relaciones de poder esboza formas generales de dominación. La dominación se organiza en una estrategia coherente y unitaria donde los distintos procedimientos dispersos y locales de poder son reajustados y reforzados por estrategias globales. En este sentido, las relaciones de poder pueden ser utilizadas en estrategias. De ahí que Foucault ve necesario analizar los hechos históricos en términos de genealogías, de relaciones de fuerza, desarrollos estratégicos, de tácticas. “La historicidad que nos arrastra y nos determina es belicosa […] La historia no tiene “sentido”, lo que no


quiere decir que sea absurda e incoherente. Al contrario es inteligible y debe poder ser analizada hasta su más mínimo detalle: pero a partir de la inteligibilidad de las luchas, de las estrategias y de las tácticas” (7). Siguiendo el argumento, las resistencias para no quedar subsumidas y aisladas localmente deben estar encuadradas en un marco estratégico que comprenda la lógica general de la dominación capitalista, jugando un papel fundamental a la hora de combatir contra los distintos mecanismos de opresión en los que el poder se ejerce de manera específica ¿Y el saber académico qué? ¿Qué universidad para qué sociedad? En un recordado duelo televisivo con Chomsky, un Foucault enérgico afirma que tenemos la costumbre de considerar que el poder se encuentra en manos del gobierno y que se ejerce a través de un cierto número de instituciones (la Administración, la Policía, el Ejército), que transmiten órdenes y velan porque se apliquen y castiguen a los que desobedecen. “Pero creo que el poder se ejerce además, también, a través de un cierto número de instituciones que parecen no tener nada en común con el poder político, que parecen independientes, pero no lo son. Sabemos que la Universidad, y generalmente el sistema escolar -que aparentemente, tiene como único fin difundir el conocimiento- está pensado para mantener en el poder a una cierta clase social y negar los instrumentos de poder a otra clase social”. El saber académico de la manera que está configurado, expresa relaciones de poder en las cuales se dan formas diferenciales de acceso a los saberes. “En realidad, funciona según un juego de represión-exclusión: exclusión de aquellos que no tienen derecho a saber, o que

no tienen derecho a un determinado tipo de saber; imposición de un cierto filtro de saber que se oculta bajo el aspecto desinteresado, universal, objetivo del conocimiento”(8). Un ejemplo que grafica esta situación desde un ángulo similar, es el que pone Foucault sobre el saber obrero: “Hay por una parte todo un saber técnico de los obreros que ha sido objeto de una incesante extracción, traslación, transformación por parte de los patrones y por parte de los que constituyen los “cuadros técnicos” del sistema industrial: con la división del trabajo […] se constituye todo un mecanismo de apropiación del saber, que oculta, confisca y descalifica el saber obrero” Aunque el saber académico se nos presenta como una producción propia de la Universidad o de las instituciones científicas está en íntima relación a cómo se configuran los saberes en la sociedad y estructurado por la división social del trabajo. A pesar que la Universidad se auto-instituye como el ámbito de producción del conocimiento “verdadero”, “científico”, “objetivo”; oculta relaciones de poder donde hay saberes que son expropiados y otros descalificados en pos de la construcción del conocimiento científico, que se establece como el único saber “valido”. Saber que como mencionamos anteriormente, tiene el objetivo de perpetuar la dominación de clase, como instrumento ideológico del modo de producción capitalista. Existe todo un cúmulo de saberes populares arraigados en el la clase trabajadora, así como saberesprácticas que producimos los oprimidos producto de la acumulación de experiencia histórica, en la lucha de clases, que son separados o excluidos del saber académico. Lo rescatable de este planteo es que se está poniendo al saber académico y a la ciencia misma, no como ámbitos donde circula el conocimiento objetivo y válido sobre la realidad, sino que pode-

mos pasar a pensarlos como productores de verdad en instituciones sociales. Esto implica que la lucha por la verdad es una lucha ideológica, es un terreno más de disputa donde lxs que abocamos nuestros esfuerzos a la transformación social tenemos que dar una batalla, que no se termina ahí, sino que tiene que formar parte de una estrategia para la transformación de la sociedad toda. Siguiendo la línea del planteo, nuestro accionar tiene que estar dirigido a una problematización constante de las condiciones en que nos formamos y producimos conocimiento, así como al contenido del mismo producto de relaciones de poder históricamente determinadas. Foucault le da un rol muy importante a la crítica: no la crítica por la crítica misma, sino como una actitud práctica frente al conocimiento: “hay que concebirla como una actitud, un ethos, una vida filosófica en la que la crítica de lo que somos es a la vez análisis histórico de los límites que nos son impuestos y prueba de su posible transgresión”(9). En palabras de Foucault, la crítica será el arte de la inservidumbre voluntaria, de la indocilidad reflexiva.

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Notas 1)“Verdad y poder” en Michel Foucault. Microfísica del poder. Ediciones de La Piqueta, 3ra edición, España, 1992 2)Idem 3)Martín Mosquera, militante de CAUCECOB La Brecha, “Los usos de Foucault” en 400 Golpes Revista de filosofía, Buenos Aires, Abril 2012 4) Foucault, Michel, “El sujeto y el poder”, en Revista mexicana de sociología, Vol. 50, nro. 3, Julio – Septiembre de 1988, p. 17. 5) “Los intelectuales y el poder” en Michel Foucault. Microfísica del poder. Ediciones de La Piqueta, 3ra edición, España, 1992 (el texto resaltado no corresponde al original, es un agregado nuestro) 6) Mosquera op. cit. 7) “Verdad y poder” en Michel Foucault. Microfísica del poder. Ediciones de La Piqueta, 3ra edición, España, 1992 8) Idem

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l e d o t n e i m a n li El discip , o d a iz r a c e r p o j traba presión la re entre la asistencia y

por Jorgelina Matusevicius

(Trabajadora Social. Comisiónde docentes e investigadores de CAUCE. Militante de AGD-UBA)

E

l presente artículo intenta dar cuenta de las transformaciones en los mecanismos de control social y disciplinamiento en el marco de los cambios producidos en el mundo del trabajo. Según analizaremos las estrategias de contención de la conflictividad social combinan distintos mecanismos, en apariencia, diferentes y dirigidos a distintos sectores de la población, pero definitivamente parte de un mismo proyecto de clase. Nuestro país ha sufrido una de las peores crisis hacia fines de la década del 90 y principios de 2000. El saldo de la crisis para los trabajadores fue la reducción del salario real a niveles nunca antes vistos. La desocupación llegó a rondar el 20 %. Con el correr de los años, se vivió una recuperación del empleo que encierra una particularidad y es esta la que entendemos representa la necesidad de desarrollar nuevos mecanismos de control. Según un análisis del EDI, “Durante la última década ha sido significativa la consolidación de la fractura del mercado laboral iniciada en los ’90, no sólo entre los trabajadores formales e informales, sino también al interior de la estructura formal. Siendo que la precarización se extiende por el conjunto. Mientras que el 20% de los trabajadores mejor remunerados del sector privado capta el 52% de la masa salarial, el 20% ubicado en la base percibe el 5,2% de ese total . (… ) Así el modelo ha consolidado la categoría del “trabajador pobre” (que no cubre la canasta familiar), frente a la figura del “desocupado pobre” que prevalecía en la crisis del 2001.” En estos últimos años se han visto múltiples expresiones de lucha de este sujeto colectivo que no logra, a través de su salario, reproducir sus condiciones de vida. La lucha por vivienda que expresó su pico con el conflicto del Parque Indoamericano, la resistencia a los desalojos en la Ciudad de Buenos Aires, la lucha de los terciarizados del ferrocarril en donde fuera asesinado Mariano Ferreira, la protesta de los trabajadores autogestionados y cooperativistas contra la baja de los subsidios del Programa de Trabajo Autogestionado (PTA) son sólo algunos ejemplos en los que este sujeto se manifiesta en su capacidad de acción colectiva. Algunos de estos conflictos son ilustrativos en cuanto a la combinación de estrategias represivas y asistenciales por parte del Estado. El aspecto represivo deja al descubierto que la clase dominante garantiza su dominación no sólo mediante el consenso y la hegemonía


sino a través de la coerción, dado que la lucha de clases se expresa en confrontaciones múltiples y uno de sus momentos supone la consolidación de un aparato militar. Es por eso que nos interesa pensar la criminalización de la protesta social como un mecanismo que el Estado adopta en complementariedad con otros destinados al disciplinamiento de la clase trabajadora. Para eso debemos pensar qué particularidades históricas presenta la acumulación de capital en nuestro país, que requiere el reforzamiento de determinadas estrategias represivas (viejas conocidas) en un doble sentido de criminalización de la protesta (represión selectiva) y de criminalización de la pobreza (represión preventiva) . A su vez, ambas se combinan y complementan con políticas asistenciales dirigidas también a buscar una aceptación de condiciones desfavorables de reproducción para la clase trabajadora. No es nuevo que el sistema capitalista, funciona a costa de dejar en la pobreza y al límite de la posibilidad de subsistencia a vastos sectores de la población.

Para garantizar la acumulación de capital es indispensable la existencia de una masa de la población que se erija como excedentaria en relación a las necesidades del capital. Ya Marx describía esto: “La acumulación capitalista produce de manera constante, antes bien, y precisamente en proporción a su energía y a su volumen, una población obrera relativamente excedentaria, esto es, excesiva para las necesidades medias de valorización del capital y por tanto superflua” Este sector de la clase cumple un papel fundamental como ejército industrial de reserva. Para avanzar mediante ciclos de expansión y recesión, el capitalismo debe contar con una reserva de trabajadores. La excesiva oferta de trabajo, cuando hay muchos trabajadores que buscan empleo, hace que aquellos que están asalariados tiendan a aceptar peores condiciones de trabajo, bajos salarios, etc. El miedo a perder el trabajo, a ser reemplazado fácilmente por otro trabajador opera como un eficaz control de la protesta obrera y una parte central del disciplinamiento de la clase. Pero para que esto funcione es necesario que en los momentos de recesión estos trabajadores desocupados no se deterioren al punto de que no puedan ser considerados una competencia para los ocupados. Esto quiere

decir que no se deterioren sus atributos productivos, que conserven cierta capacitación, disciplina del trabajo, salud. Pero, por otro lado, históricamente existe una parte de la población que se verifica como superpoblación obrera consolidada que por distintos motivos no logra vender su fuerza de trabajo pero tampoco funciona como ejército industrial de reserva Nos referimos a aquellos sectores que, dada su larga trayectoria en su situación de no venta de fuerza de trabajo, no cuentan con los atributos productivos que se requieren en el mercado de trabajo. Esta parte de la población viene creciendo en forma acelerada por las modificaciones en el mundo del trabajo y en tanto no puede vender su fuerza de trabajo, se constituye en sobrante para las necesidades del capital, esto significa verse privado para producir la propia vida. Mientras que para algunos trabajadores desocupados el Estado destina algunos recursos para conservarlo (en tanto cumplen la función de presionar los salarios a la baja), a esta parte de la población se la viene condenando a una muerte acelerada. Las múltiples formas en las que esto se manifiesta merecerían un estudio riguroso, pero podemos mencionar algunos indicadores. Se conoce que miles de jóvenes son muertos año a año a manos de la represión policial, en comisarías, cárceles e institutos de menores. Como veíamos anteriormente, esta represión preventiva opera con selectiva de clase y está dirigida a jóvenes pobres. También podríamos considerar como parte del aniquilamiento a la llamada violencia horizontal en villas asentamientos y barrios pobres, para el caso de Buenos Aires una sobremortalidad masculina en la franja de 15 a 30 años, que solo se explica por la cantidad de muertes violentas (las llamadas en la codificación causas externas) . Podríamos agregar a esto otras formas del aniquilamiento que no pasa por la des-

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aparición física sino por el deterioro subjetivo (institutos psiquiátricos, jóvenes deteriorados por el consumo de sustancias altamente destructivas como la pasta base, etc.) Este lento y silencioso aniquilamiento combina la cara más represiva del Estado, a partir de la adopción de “novedosas” estrategias, que han llevado a algunos autores a hablar de un nuevo tipo de Estado penal (aumento de las penas, más policía, ejército de ocupación) , con políticas asistenciales signadas por la focalización, la burocratización, la ausencia de una perspectiva de derechos y, alternativamente la ausencia literal de respuestas (adicciones, violencia horizontal, emergencia habitacional) En relación al aspecto represivo se reconocen distintas corrientes que intentan “teorizar” y brindar legitimidad a estas propuestas. Se trata de los discursos de la Tolerancia Cero, la ventana rota, la limpieza de clase. América Latina adopta desde fines de los 90 en adelante las ideas de más Estado Policial y Penal. Si en los 70 se hacen fuertes las ideas de menos Estado de la mano de los Chicago Boys – Friedman hoy de la mano de los New York Boys y el Manhattan Institute se hacen fuertes las principales usinas de pensamiento de la penalidad capitalista en su fase neoliberal. Los barrios pobres son el blanco principal del accionar de las fuerzas del orden. Allí las fuerzas de seguridad se comportan como un verdadero ejército de ocupación. Si tenemos en cuenta que no se persigue a los que cometen fraude comercial, corrupción, empresas que destruyen el medio ambiente, más que de tolerancia cero deberíamos hablar de una intolerancia selectiva: como guerra selectiva sin cuartel contra los pobres “sobrantes” para las necesidades

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de valorización del capital. El ejemplo más claro en este sentido es la instrumentación del Plan de Seguridad “Cinturón Sur” a mediados del 2011 que genera un despliegue de fuerzas de seguridad sobre los barrios pobres de la Ciudad de Buenos Aires. Según CORREPI “La militarización de los barrios no es un invento propio. Es un modelo imitado de Brasil y Colombia, donde la policí¬a tomó el lugar de los narcotraficantes locales a los que antes les hací¬an la logí¬stica. Lo que sí¬ es nuevo, es el dato significativo del grado de vigilancia a la que está sometida la sociedad porteña: en la ciudad de Buenos Aires, hay más policí¬as que en Nueva York y en Londres. A partir de febrero seremos vigilados por 18.000 verdugos. La mayor parte de estos verdugos están destinados a los barrios más pobres: Barracas, Lugano, Soldati, Pompeya, La Boca y Parque Patricios. Con los nuevos anuncios, se sumará Retiro. Es claro que estas medidas apuntan a la vigilancia de los trabajadores, de los pobres, para que no se organicen, para que vean saturada sus calles de policí¬a. Con el tema instalado de la inseguridad, la clase dominante se asegura de tener a la clase media de su lado y a la clase trabajadora vigilada y amedrentada. Los “cursos de derechos humanos” y los “planes de seguridad ciudadana” que llaman al vecino a “involucrarse en la construcción de la seguridad”, no son más que la legitimación de esta militarización de la sociedad.” Este Plan se suma a la estrategia del gobierno porteño de generación de la policía metropolitana con sus ya cuestionados métodos y la criminalización de trapitos y cuidacoches. Desde ópticas políticas distintas y con justificaciones y discursos diferenciados la resultante para los habitantes de los barrios pobres es un control

policial de su vida cotidiana. La contracara de estos mecanismos son las nuevas formas que adoptan las políticas asistenciales que históricamente han sido mecanismos para gestionar la reserva de fuerza de trabajo, contribuyendo a su disciplinamiento. Ahora bien, si observamos los cambios operados en el mercado de trabajo, si reconocemos que desde los 70 a esta parte ha crecido significativamente la parte de la clase que no logra reproducir sus condiciones de vida ¿Qué cambios se han planteado en el plano de las políticas asistenciales? Lawrence Mead, politólogo neoconservador de la Universidad de Nueva York sostiene que el Estado providencia norteamericano de los 70 / 80 no logró reabsorber la pobreza, no porque sus programas de ayuda fueran demasiado generosas, sino porque eran “permisivos” y no imponían ninguna obligación estricta de comportamiento a sus beneficiarios. Plantea que el problema de la desocupación obedece más a cuestiones morales y de comportamiento individual que a cuestiones sociales o económicas. Conclusión: el Estado no tiene que hacer más atractivo el comportamiento deseado (por ejemplo subir el salario o mejorar la cobertura social) sino castigar a quien no lo adopta. Dice Mead “necesitamos saber cómo y por qué los pobres son meritorios o no, y qué tipo de presiones pueden influir sobre su comportamiento.” Cuando observamos algunos programas que se implementan en nuestro país dirigidos a población “vulnerable” podremos observar la incorporación de los planteos de Mead. Muchos de estos programas imponen contraprestaciones u obligaciones a los beneficiarios,


quienes deben someterse a una cantidad de prácticas institucionales de disciplinamiento (en este caso del control social más “blando”) . Desde los organismos internacionales se estimula la adopción de los Programas de Transferencia Condicionados (PTC) que impliquen una obligación para aquellos que requieran el beneficio. Según la página del Banco Interamericano de Desarrollo: “Esta generación de programas --hoy referentes a nivel internacional y en constante evoluciónproporciona recursos monetarios supeditados al aumento de la escolaridad y el uso de servicios preventivos de salud y nutrición entre los pobres y las personas que viven en extrema pobreza. Estas iniciativas, apoyadas en muchos países por el Banco Interamericano de Desarrollo, permiten la acumulación de capital humano al mejorar el rendimiento escolar y la salud y en consecuencia un mayor rendimiento y productividad en el mercado laboral. “La promoción de un crecimiento inclusivo requiere esfuerzos en dos direcciones: mejorar la capacidad productiva de los pobres y promover su acceso a los mercados con mayores oportunidades de empleo y de generación de riqueza”, afirmó Manuel Rapoport, gerente de operaciones del BID para el Cono Sur, en la apertura del encuentro. “Dado que el trabajo es el principal factor productivo de los pobres, un elemento crítico en la lucha contra la pobreza y la desigualdad es el fortalecimiento de las inversiones en capital humano desde la temprana infancia”, sostuvo. En nuestro país son reconocidos como PTC el plan Asignación Universal por Hijo, El Programa Ciudadanía Porteña, El Plan Jefes y Jefas de Hogar y El Plan Familias por la Inclusión Social (este último financiado por el BID). Estos Programas conllevan en un

nivel más cotidiano el sometimiento de las familias a práctide disciplinamiento cas institucional y una suerte de responsabilización por su situación de pobreza. Lo que se encuentra por detrás del discurso inclusivo es la mentirosa igualdad de oportunidades que daría el acceso universal a la educación y a la salud. Esto esconde la verdadera cara de la desigualdad en el acceso al mundo del trabajo para los trabajadores pobres. Más educación no redundará en mejores niveles de empleo para esta parte de la población, sino en la calificación mayor de una fuerza de trabajo de reserva dispuesta a obtener un trabajo que no logre cubrir sus necesidades de reproducción. La política asistencial, de esta manera repone la fragmentación del mercado laboral signado por la precarización. Asimismo la política asistencial será utilizada también como herramienta disciplinadora de la conflictividad social. La misma, al constituir un complemento indispensable del salario, será usada como variable de condicionamiento ante los “comportamientos desviados”. Un ejemplo claro de ello constituyó la amenaza de quitar los planes asistenciales a todos aquellos que hubieran estado en intentos de toma de tierras en los sucesos del Parque Indoamericano en diciembre del 2010. Las organizaciones de los trabajadores son las que se levantan contra las múltiples formas de disciplinamiento. Son quienes debelan el aniquilamiento, quienes enfrentan esta condena a la pauperización y quienes ante la pérdida de

conquistas laborales se organizan día a día en sus espacios de trabajo. Los trabajadores ocupados que recuperan sindicatos para la lucha, los movimientos de trabajadores desocupados, las organizaciones del movimiento estudiantil, los vecinos que enfrentan la destrucción del medioambiente. A ellos se dirige en forma selectiva la represión directa en movilizaciones, las tareas de inteligencia, la promoción de causas judiciales sobre militantes y el encarcelamiento. Desde la universidad debemos contribuir a dicha confrontación, construyendo un conocimiento que nos permita desentrañar estos mecanismos, un conocimiento que no quede en lo académico (como mero saber enciclopédico) sino un conocimiento vivo, comprometido que se constituya en praxis transformadora, que se forje al calor de esta lucha por una sociedad sin explotadores ni explotados.

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Entrevista a

Susana Murillo

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usana Murillo es investigadora y docente de la UBA, perseverante en el estudio de las relaciones entre poder, saber, cuestión social, gubernamentabilidad y construcción de subjetividades. En la carrera de Sociología es profesora de una teoría sociológica sobre Foucault y un seminario de investigación sobre liberalismo y neoliberalismo. Reflexionamos juntxs sobre la obra foucaultiana y sus aportes al pensamiento crítico, a repensar la acción política a partir del análisis de las relaciones de poder, sobre los mecanismos de construcción de la subjetividad y el control de los cuerpos de la fuerza de trabajo y los rasgos distintivos de la construcción de las sociedades de seguridad e inseguridad en nuestra sociedad .

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¿Qué aspectos de la coacción y control de los cuerpos y construcción de la subjetividad complejiza la obra de Foucault sobre el disciplinamiento de la fuerza de trabajo (FT)? Foucault plantea que en primer lugar la burguesía se dio un cuerpo a sí misma y después se ocupó de darle un cuerpo a la FT. Los cuerpos son construidos a partir de ciertas prácticas rutinarias, hábitos, deseos, ideales, aptitudes que se constituyen como rituales de la vida cotidiana–evocando aquí a Althusser-, que van a conformar el cuerpo de la FT, construida en la fábrica o en la oficina, pero también en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Yo tomaría cuatro dimensiones, aunque se podrían tomar más. En primer lugar, me interesa recuperar la importancia que Foucault le da a los espacios para la construcción de los cuerpos, básicamente de la FT. Se trata, ante todo del diseño

urbano, proceso que desde una perspectiva productiva del poder es una condición de posibilidad para la constitución de ciertos hábitos, a través de la ubicación y características de barrios obreros, hospitales, escuelas,calles y plazas al mismo tiempo, que, en una dimensión coactiva del poder permitió la coerción de la fuerza de trabajo –en situaciones de rebeldía- a través del trazado de diagonales, por ejemplo, lo cual facilita un más sencillo desplazamiento de fuerzas del orden. La cuestión del diseño urbano tiene dos aspectos: por un lado alude a la construcción de los espacios públicos y por otro a la del espacio doméstico de los trabajadores. El liberalismo, en Argentina, pensó al espacio público, tal como leerse en el Censo de la Ciudad de Buenos Aires de 1887, como un lugar donde los desiguales puedan mirarse y sentirse como iguales. Por el contrario, en el neoliberalismo, el espacio urbano se está recon-

figurando. Es falso afirmar que el actual ejecutivo no hace nada; sino que activamente está construyendo una ciudad empresa, de la cual paulatinamente están siendo expulsados los pobres y pasará algo similar con las clases medias a través del aumento de los impuestos y otras técnicas. Esto se complementa con el diseño del espacio íntimo, que es interesante pensarlo en el diseño de la casa obrera (donde surgen a través de diferenciación de los espacios, la configuración de conductas ligadas al lugar esperable para el varón, la mujer, el niño, la niña) en el siglo XIX y XX. El lugar de la casa es fundamental para la construcción de la familia y la moral, que se forma en una cantidad de rituales y prácticas de la vida cotidiana. El diseño de estos espacios diversos -que se complementan- va a hacer que se constituyan paulatinamente ciertas prácticas, que operan a la manera de rituales que van a constituir las aspiraciones o ideales, -“ideología” diría Althuser- en base a las cuales la FT va a concebir como natural, a menudo, su ubicación en las jerarquías sociales, la subordinación a un capataz o a un jefe; los espacios, en su organización, construyen obediencia, construyen jerarquías. El segundo elemento que incor-


pora Foucault es la variable tiempo, sus textos nos permiten pensar cómo el tiempo se va reconstruyendo a partir de la emergencia del capitalismo y cómo la temporalidad va cambiando según los distintos momentos y según los diversos sectores sociales. La temporalidad en el mundo neoliberal es una temporalidad frágil, efímera, ligada al instante y a la inmediatez; en cambio en el liberalismo la temporalidad está ligada a una vida entendida como carrera que atraviesa etapas y esas etapas venían pautadas, en buena medida, por un cuidadoso diseño de los espacios. Esa construcción del tiempo se da a partir del cómo los cuerpos y fundamentalmente los cuerpos de la FT deben ajustarse a los espacios. El ajustarse al espacio y los tiempos del lugar trabajo va construyendo la temporalidad del trabajador; pero no solamente esto, sino también cómo ajustar al cuerpo al espacio de la casa que también constituye el tiempo del trabajador: el tiempo del ocio, el tiempo libre, también está pautado por cómo está internalizado el espacio de la casa y el espacio del ocio en los lugares públicos. También es fundamental en la construcción del tiempo en la FT el proyecto de una vivienda. La construcción de una vivienda supone una proyección en el tiempo, esfuerzo, ahorro, ajustar las propias aspiraciones a aquello que está establecido. Otro elemento fundamental en la construcción de la temporalidad del trabajador ha sido y es la introducción de la tecnología en la vida cotidiana. Por un lado, obliga al endeudamiento, no sólo para construir la vivienda, sino para adquirir objetos de la vida cotidiana sin los cuales no es reconocido como sujeto por el otro (hoy un joven que no

porta un celular prácticamente no es reconocido como tal). Este proceso constituye una temporalidad endeudada, en la que la subjetividad de hombres y mujeres queda prisionera de por vida. Esto es una problemática actual a nivel mundial, parte de la crisis internacional, ya que el trabajador está endeudado de por vida. Además la introducción de la técnica en la vida cotidiana va a modificar las relaciones humanas de vida íntima, entre compañeros, las relaciones laborales; por ende la FT modifica la manera de relacionarse entre sí. Fundamentalmente, la introducción de la tecnología en las grandes empresas modificó radicalmente a partir de la década del ´70 la configuración de la FT a nivel mundial. El efecto que produce es la desaparición de la FT semi y altamente calificada como FT mayoritaria. Las nuevas tecnologías que aparecen en la década del ´70 van a requerir de una FT poco calificada ligada a los servicios y de una minoría de trabajadores simbólicos que sí tienen que estar calificados. Pero además, requieren una constante reconfiguración o reaprendizaje (todo lo que aprendés ahora tenés que volverlo a aprender constantemente) de esa FT, con lo que se reconstruye la temporalidad como una temporalidad instantánea, efímera. Eso es lo que instala la revolución tecnológica de la década de los ´70 en adelante: la flexibilidad de productos lleva a la flexibilidad de procesos y, en relación con ello, los sujetos tienen que reciclarse constantemente. La situación se agrava pues la nuevas tecnologías facilitaron y facilitan la precarización de la FT y la pérdida de millo-

nes de puestos de trabajo proceso que ya no disciplina a la FT, simplemente la expulsa o genera el constante riesgo de ser expulsado, fenómeno que lleva a complejas consecuencias a nivel subjetivo y poblacional. Un tercer elemento muy importante que aparece en Foucault y da elementos para pensar en la constitución de la FT, y que está gado a los anteriores, es la problemática de la salud. En el arte liberal de gobierno, la estructuración del dispositivo sanitario está directamente ligado al corazón del Estado (esto se ve claramente en nuestro país); entre nosotros la planificación de todos los aspectos de la vida humana, los que tienen que ver con el trabajo, la vida en el hogar, el ocio, la educación, así como la circulación, por ejemplo la entrada y salida de mercancías y personas por caminos, mares y ríos, fue diseñado desde el Departamento Nacional de Higiene y desde él, se configuraron las técnicas de formación de una “raza argentina”, así

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como las figuras que podían implicar la alteración del orden. El Departamento Nacional de Higiene, en la configuración del Estado Nación constituyó -bajo el lema de la salud física y moral, individual y social- entre otros: el control de la delincuencia, el de las contravenciones, la policía industrial, la policía del trabajo, la policía de las aguas, la currícula escolar. Lo que permite comprender la articulación espacio/temporal es la tercera variable que es la salud. La salud, a través del cuidado de los cuerpos, opera en lo subjetivo sobre la población conformando ciertos ideales que se encarnan en el cuidado de los cuerpos. En este sentido, el cuidado de la salud ha atravesado todos los aspectos de la vida de los trabajadores, desde la escuela, hasta el ocio, pasando por el lugar de trabajo; de ese modo configura los aspectos afectivos, cognitivos y morales de la subjetividad en relación a lo colectivo. En el arte liberal del

erpo se u c l e d o d a id u En torno deálncpaulatinamente una constituiralores centrados en lan serie de veterna juventud, que e ficción de ralismo están muy liga l el neolibe ado del sí, al egoísmo, a . dos al cuidsmo y a la competencia individuali gobierno esto está ligado a una idea muy típica que viene del higienismo: la salud es física y moral, individual y social. Un aporte sugerente de Foucault ha consistido en rescatar el concepto de que en el liberalismo la salud es ante todo salud social (esto lo podemos ejemplificar en lo que fueron las epidemias, entre otras la de fiebre amarilla, en la Buenos Aires de fines de siglo XIX). Este vínculo muy fuerte entre dispositivo médico y Estado, se va a modificar con el advenimiento del arte neoliberal de gobierno. El 11 de septiembre de 1973 –con el golpe de Estado contra el pueblo chileno- es la fecha emblemática en la cual el neoliberalismo entra en Nuestra América, porque a partir de ahí se van a implementar los planes de la Escuela de Chicago y desde ahí se van a expandir a toda América, donde la cuestión de la salud va a ocupar un lugar muy importante. En torno del cuidado del cuerpo se constituirán paulatinamente una serie de valores centrados en la ficción de eterna juventud, que en el neoliberalismo están muy ligados al cuidado del sí, al

egoísmo, al individualismo y a la competencia. La construcción de estos valores tiene un primer momento emblemático cuando Milton Friedman visita Chile en 1975 bajo una consigna -que viene de la psicología- según la cual someter a los sujetos a un estado tremendamente violento, de shock, de tensión, de horror, genera una sensación tal de desamparo que hace que acepten nuevas ideas y valores de modo acrítico. Y eso fue lo que pasó en Chile, donde se implementaron velozmente una cantidad de medidas neoliberales como por ejemplo la desaparición de la educación pública. En segundo lugar, para mostrar la importancia que cobra la salud en la articulación del espacio/tiempo en la construcción de la fuerza de trabajo, es mirar actualmente los planes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y pensar que quién dirige actualmente el Banco Mundial es un médico. La OMS traza planes de salud a nivel mundial que -según lo informa el reporte de 2008- tienen que posibilitar la gobernanza mundial. Un tercer ejemplo son los manuales clasificatorios de desórdenes psíquicos que organiza la Asociación de Psiquiatría Americana (APA), que se implementan en diversos países del mundo en ámbitos públicos y privados. El año que viene saldrá la quinta


edición del manual (DSM por sus siglas en inglés) que se aplica en escuelas, manicomios, hospitales, compañías de seguros, cárceles, selección de recursos humanos; es decir, en todos los ámbitos por donde transita la FT. El DSM V tiende a patologizar todas las conductas de los humanos: desde el duelo (cuando dura más de 15 días), pasando por la timidez (que la califica como una forma de autismo, considerado como un modo de la psicosis), hasta la infancia y la adolescencia – con lo que el DSM V denomina “conductas desafiantes”, cuando en realidad la rebeldía sobre todo en el adolescente, así como el duelo ante la muerte son parte de la condición humana. Se patologiza y luego se medicaliza y se farmacologiza. Esto no sólo es preocupante por la estrecha unión entre organismos de salud y empresas farmacológicas, sino fundamentalmente porque se instala una especie de policía universal del psiquismo humano y en especial de la FT. Un ejemplo de ello es la implementación en algunos países (como Uruguay y EEUU), donde es obligatorio que los niños de sectores pobres caracterizados por tener déficits atencional sean medicados. Por último, en la construcción de la FT se desprende de la obra de Foucault una cuarta variable que es la importancia que tiene la seguridad y la construcción de la seguridad o la construcción de la inseguridad, como una forma de romper lazos sociales y aislar a los sujetos y de vencer resistencias. En los últimos años se incrementó notoriamente el presupuesto y el personal de la policía federal, metropolitana, bonaerense, de la gendarmería, pre-

fectura y seguridad aeropuertuaria. Las políticas de criminalización de la protesta se hicieron más visibles con la sanción de la ley Antiterrorista, el proyecto X, la militarización de barrios populares. ¿Qué herramientas conceptuales podemos recuperar para problematizar este aumento del aparato represivo? Yo creo que hay que recuperar algunos aportes que hace Foucault –pero que es necesario ampliarlos y problematizarlsrespecto de las características del neoliberalismo, que me parece que hay que pensarlo a nivel global. El proyecto neoliberal es un proyecto de gobernanza global; el núcleo está centrado en producir un cambio civilizatorio, un cambio de valores, dónde lo central es el mercado, la competencia, el individualismo y donde prima la idea de que a nivel global la pobreza y la desigualdad no sólo son necesarias sino inevitables porque son un incentivo a la competencia. En este contexto, las políticas neoliberales a nivel global están generando una serie de situaciones tremendamente complejas (en Grecia hoy las cámaras infrarrojas se utilizan para detectar cuándo vienen inmigrantes ilegales para atraparlos, expulsarlos o colocarlos en campos de concentración). Esto tiene que ver con la problemática de la seguridad que Foucault trabaja y es una constante en toda la historia del capitalismo, que va tomando características diversas. En el neoliberalismo la problemática de la seguridad a nivel global, es un elemento fundamental de gobierno de las poblaciones y de los sujetos colectivos e individuales. Por un lado, se da la construcción de una especie de policía

imperial que puede intervenir en cualquier lugar, ligada a la idea de la desaparición de la soberanía los Estados Nación. ¿Qué quiere decir esto? Que en la medida en la que se va eliminando la soberanía de los Estado Nación, puede por ejemplo intervenir una fuerza mundial como la ONU o una alianza como la de EEUU e Inglaterra en Irak; no en nombre de potencias enemigas que se enfrentan en una guerra (con lo cual habría derechos humanos que respetar), sino como verdaderas excursiones en el nombre de la “paz mundial”. Pero hay otro aspecto de la seguridad que no tiene que ver sólo con estas excursiones violentas, sino con la construcción constante en la sociedad de la sensación de la inseguridad. Creo que vivimos a nivel global en lo que se podría denominar la “sociedad de la inseguridad”. Más allá de que existan inseguridades reales (como las del sujeto endeudado), hay una construcción constante de sensaciones de inseguridad que tienen mucho que ver con lo imaginario y que hace que las poblaciones salgan a demandar seguridad, no se trata sólo de la clase media, sino también de los sectores populares, que en parte sí padecen la inseguridad: en las villas y asentamientos los narcos efectivamente actúan y matan a los pibes. En la década del 90´ arribó a Buenos Aires el grupo Bratton-Giuliani que maneja el Instituto de Manhattan, que es uno de los grupos más grandes de seguridad internacional, para transformar a Buenos Aires en la vidriera de la inseguridad a nivel de América Latina para vender justamente empresas de seguridad y además, políticamente -

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que es lo que más interesante pensar- para construir la sensación de inseguridad. Este proceso rompe lazos sociales, porque el sujeto que se siente inseguro en primer lugar se aísla porque está aterrrorizado, se ensimisma y en segundo lugar comienza a aceptar cualquier mensaje que le prometa la ficcional idea de que la seguridad le será restaurada (esto se ve perfectamente en el caso Blumberg). Complementariamente proyecta o deposita las causas del terror en ciertas figuras con lo cual constituye un Otro que debe ser atacado, penalizado e incuso matado. ¿Cómo se explica la paradoja de que las poblaciones vayan a reclamar a la policía que presuntamente es corrupta que las defienda? ¿Cómo se explica la paradoja de que haya manifestaciones que se dicen a sí mismas “apolíticas” en las que se les pide a los políticos mayor seguridad? Hay una compleja relación a través de la cual se instala a nivel global la inseguridad en las poblaciones para que estas demanden seguridad que termina -entre muchos efectos- en la criminalización de la pobreza y en la instalación de campos de concentración. El significante “inseguridad” es en realidad un significante flotante, en el cual la población proyecta una cantidad de inseguridades que tienen que ver con los procesos objetivos y subjetivos generados en el neoliberalismo. En una sociedad centrada en el individualismo y en la competencia, los lazos laborales, afectivos, amistosos, barriales se fragilizan. Ello genera una profunda inseguridad antropológica que se proyecta en la palabra “inseguridad”, la cual inviste imaginariamente a la figura

del pobre, y en especial al joven varón pobre. De este modo se constituye esta demanda que es un ida y vuelta que involucra a las empresas, a la llamada “sociedad civil” y al estado. ¿Es posible pensar desde la óptica foucaultiana las posibilidades de resistencia y transformación social y el vínculo entre las relaciones de poder, la explotación capitalista y el Estado? Creo que se puede pensar la transformación social en la medida en que el objeto de estudio de Foucault estuvo centrado en las relaciones de poder; y las relaciones de poder se desarrollan en ámbitos diversos, donde además esas relaciones están atravesadas por resistencias. Ahora bien, el problema es que Foucault no estudió las resistencias. Su objeto de estudio es cómo se ejerce el poder, el cómo del poder. En todo caso, el elemento que brinda, la potencialidad que tiene, es que aquellos que quieran resistir, que quieran organizarse y luchar deben primero conocer cómo actúa el poder o los diversos poderes. Pero también lo que despliega Foucault no es una teoría del poder, sino una analítica del poder que es algo bien distinto. Una teoría del poder significaría dar leyes generales o universales de cómo funciona el poder, y esto es justamente lo que Foucault no quiere hacer; pues sería políticamente un error dado que no implicaría tomar en cuenta la historia efectiva. En todo caso, sí hay una potencialidad en Foucault: se trata de pensar cómo apela al estudio de la historia efectiva, y cómo en la historia efectiva, los sujetos

sometidos se han ido conformando. Pero creo que el análisis de las resistencias y transformaciones sociales hay que desplegarlo en la historia efectiva de las luchas de los trabajadores a lo largo de los siglos. ¿Cómo se explicaría desde Foucault el surgimiento de una acción política crítica desde un sujeto? ¿Qué potencialidades y qué limitaciones tiene su pensamiento para pensar la creación de espacios de auto(organización) de la clase subalterna en el camino de la construcción de poder popular? Foucault planteó en alguna ocasión que sus trabajos eran una caja de herramientas para ser utilizadas en las luchas. Y en este punto sirve para ver cómo se configura el poder en distintos lugares y en cada espacio concreto. Las resistencias son siempre locales, elaborar una teoría a nivel general o universal es algo que Foucault se negó siempre, con lo cual yo coincido porque esto sería algo así como constituirse en la vanguardia esclarecida del proletariado que intenta dar una teoría de cómo se debe organizar y la historia nunca funcionó así en mi opinión. Me parece que en todo caso, la potencialidad está en que los trabajos de Foucault permiten ampliar, resignificar, dar herramientas para pensar desde los lugares donde se entablan las luchas, mirando la historia efectiva de las luchas. En todo caso eso que se llama “revolución” es una codificación estratégica que se hace luego de muchas resistencias.


” a s a c a lt a “ a ¿Y por est ? s o m a d n a cómo ad id rs e iv n U la n e l ia c el control so

por Julián Wolpowicz

(estudiante de Sociología -El Viejo Topo)

N

os proponemos cuestionar y desnaturalizar las relaciones de saberpoder hegemónicas en el interior de nuestra “alta casa” de estudios. Creemos que esta humilde iniciativa puede servir como un puntapié para repensar conjuntamente cómo las técnicas de disciplinamiento nos atraviesan, muchas veces a través de pequeñas cosas que nos pasan desapercibidas, en la Universidad produciendo determinadas aptitudes y formas de saber, legitimando prácticas institucionales jerárquicas, moldeándonos como sujetxs dóciles. Buscamos ir cuestionando estas prácticas, con el desafío y el ejercicio constante de dar respuestas colectivas a problemas colectivos. Aula y disposición de los cuerpos La distribución de los cuerpos en el aula nos dice bastante sobre cómo se expresan las relaciones de saber-poder en la Universidad. Lxs estudiantes separados en sus bancos individuales anotamos en nuestros cuadernos, mientras el/la docente detrás de su escritorio y con la pizarra como aliada “nos enseña o explica” tal o cual problema o autor/a. Cada tanto esboza una mirada espía, circula la lista de asistencia y nos dictamina “¿Quién leyó para la clase de hoy?” Las relaciones de saber-poder se explicitan. El/la docente es quién detenta el conocimiento y lo transfiere y deposita en nuestras cabecillas inertes. Los mecanismos disciplinares trazan con sutileza el sendero de la suavidad-producción-provecho. Nuestros cuerpos están subsumidos en esta lógica productora de sujetxs pasivxs, inhibidxs: no discutas, no interpeles a quien tiene el saber, escuchá al docente para aprobar las materias. Está en nosotrxs romper la inercia que nos impone la institución. Está en nosotrxs la búsqueda por re-apropiarnos del aula como lugar de debate y discusión, de crítica práctica, de participación, de disputa por construir un conocimiento critico, de cuestionamiento cotidiano a la sociología legitimadora del sistema.

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Ahora bien: ¿Cómo se construye ese nosotros distinto y a esos sujetos activos? ¿Acaso es un mero acto de voluntad individual esta transformación? La respuesta es compleja, pero entendemos que puede venir por el lado de la organización con otrxs, de comenzar a vivenciar y experimentar otras prácticas, otros dispositivos alternativos y otras distribuciones de los cuerpos que tengan la posibilidad de generar otras disposiciones en nosotros, disposiciones a participar, a intervenir en nuestra realidad y en sus determinaciones.

A transpirar la casaca… es tiempo de examen.

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Largas y, a veces, solitarias horas dedicamos de nuestro tiempo a estudiar para el día del examen. En caso de ser “escrito”, nos sentamos, transpiramos un poco, producimos, pensamos, escupimos definiciones que memorizamos cual manual de metodólogx. Un número no tan mágico distribuye a largo de una escala nuestro desempeño, nos clasifica y jerarquiza a lxs estudiantes entre sí, al tanto que también desca-

lifica, invalida, desprestigia. Después a esperar, a que nuestrx docente nos sentencie con la anhelada promoción o al temido descenso. Si corremos la no tan buena suerte de irnos a final puede ocurrir que el/la titular de cátedra tenga pretensiones de sentirse poderosx y hacernos pasar un mal trago, querer pasearnos por todo el programa de la materia, o simplemente ignorarnos mientras desarrollamos nuestras ideas. Pero… ¿por qué es que el examen tiene que ser una situación estresante, angustiante, transitada con sufrimiento? Creemos que la forma predominante que se presenta la producción de conocimiento al interior de la Universidad responde a una lógica de producción individual, fragmentada, especializada y jerarquizada. Por más que nuestrxs compañerxs se sienten al lado nuestro, nunca sabemos qué ideas desarrollan; la relación de mi parcial con el de un/a compañerx siempre es de competitividad. Nos parece necesario replantearnos estas las formas de evaluación. Entendemos que el examen como instancia de producción de conocimiento no es malo de por sí; sino que, si es abordado de manera colectiva, puede ser un momento interesante de elaboración, de discusión con nuestrxs compañerxs, de síntesis de horas de estudio.

Carrerismo y paperismo ¿Cuáles son los

mecanismos bajo los cuales se busca domesticar, docilizar y hacer inofensivo el conocimiento producido en la universidad? Aquellxs que pretenden iniciarse en esta tarea en algún momento se enfrentarán a la “carrera académica”, que implica someterse muchas veces a las lógicas de poder en la universidad. Se estimula una competencia feroz entre investigadorxs, se privilegia la producción individual por sobre la cooperativa y colectiva. La lógica productivista e individualista que rige la posibilidad de seguir avanzando en la carrera de investigadorx, implica estar más pendiente de publicar algo (“cualquier cosa” si es necesario) que de tomarse el tiempo y darle el tiempo necesario a para la indagación. La ciencia social es una usina clave para la reproducción de la ideología dominante de este sistema perverso e injusto, naturalizador de relaciones de explotación y opresión. Está en nuestro caminar el reto cotidiano de pensar nuevas formas de producir conocimiento crítico, colectivamente con organizaciones de lxs trabajadores, prefigurando nuevas relaciones sociales hoy para la transformación de la sociedad.

¿Género oprimido entre los muros académicos? Nos es una novedad que estamos subsumidos en una sociedad patriarcal, dónde la voz del hombre tiene más eco que la de la mujer. La violencia machista se manifiesta en el trabajo, en la casa, en el barrio, en los medios de comunicación, en la escuela. ¿Será la universidad la institución provilegiada que esté por


fuera de estas relaciones de poder patriarcales? Nosotrxs creemos que no. Si vemos la composición de lxs titulares de cátedra de sociología vemos que en una inmensa mayoría lxs que están detrás del escritorio son varones. En las materias troncales de introducción a la sociología, economía, teoría social, historia, filosofía es exclusivo el predominio varonil; un espacio más intermedio podría ser el terreno pantanoso de las metodologías; en tanto que las titulares mujeres suelen encontrarse relegadas a materias como psicología social, problemáticas de identidad/subjetividad/género. Además, en nuestra cotidianidad reproducimos casi sin darnos cuentas toda una serie de actitudes patriarcales, heterohegemónicas (la palabra de un varón tiene más receptividad que la de una compañera en un curso, así como algunxs profesores prefieren evaluar a mujeres que a hombres).

Yendo del consejo directivo al departamento de alumnxs

facultad; en tanto que los despachos burocráticos esconden el lugar de quiénes toman las decisiones. En el departamento de alumnxs, mientras hacemos largas filas por un comprobante de alumnx regular, vemos una ventanilla que dice “títulos”. Acá alguien se nos acerca y nos dice “me contó un pajarito que a la hora de recibirnos la academia nos abre dos puertas a la hora de jurar por el título: tenemos que optar por la patria o por los santos evangelios”. Medio desorientadxs no entendemos si volvimos a la edad media, se viene la patria socialista o dios es argentino y tiene una sucursal en la facultad de sociales.

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Caminando por la populosa escalera de mt, nos adentramos en un pasillo largo donde se ocultan los despachos de la administración de nuestra alta casa de estudios. Deambulamos entonces de la sala de profesores a tesorería pasando por el consejo directivo y la dirección de la carrera de sociología, retomamos nuestro sendero y llegamos al departamento de alumnxs. Pero… ¿Qué esconde esta nominación? Entendemos que la existencia de este departamento de alumnxs viene a consagrar el lugar pasivx de lxs estudiantes. Paradójicamente somos nosotrxs lxs sujetxs que llenamos de vida las aulas, pasillos y espacios de la Sociólogos Para Qué? | El Viejo Topo | Otoño 2013


Documentos para una

a d r e i u q z I a v Nu e

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n el presente número de la revista inauguramos esta nueva sección con la intención de aportar desde esta humilde herramienta teórica, al rearme de argumentos y bases sólidas, que den consistencia a los nuevos proyectos revolucionarios de la incipiente nueva izquierda argentina. Sabemos que la última gran derrota que sufrió el bloque subalterno con la dictadura del ´76, no sólo implicó el retroceso político de la clase; sino que esta embestida del capital se expresó también en la derrota militar, cultural y teórica del proyecto transformador. Durante muchos años las tareas de acumulación de fuerzas para un nuevo ciclo de luchas, que devinieron en las jornadas del 2001-2002, se centraron en cuestiones de militancia de índole social. El despertar político de nuevas franjas de la sociedad, la aparición en una escala aun embrionaria pero acechante de agrupamientos políticos de base, impone la tarea de jerarquizar el debate estratégico, ante la reaparición del problema del poder, sus formas de plasmarse y los canales de organización del mismo. Una nueva izquierda se ha ido gestando en los últimos años, con la ausencia de una tradición política que la cobije, y el interrumpido proceso que supuso la dictadura, nos distanció del acervo teórico-político que había caracterizado a los grupos más emblemáticos de aquel período. Aspiramos a colaborar en esta ardua tarea, recuperando la capacidad explicativa de la teoría social crítica, enfrentándola a los desafíos del presente. Para ello, traemos para la reflexión de nuestros tiempos, textos y documentos políticos que intentaron dar cuenta del sendero revolucionario en otros tiempos. Muchas experiencias y organizaciones aguardan ser redescubiertas por las nuevas generaciones militantes. La historia de luchas de nuestros pueblos son muy ricas como para permitirnos la soberbia de la innovación rutinaria y caprichosa, ignorante de los aportes del pasado. El presente solo es mejor en tanto superación de ese pasado. Y para ello, hay que comenzar la indagación crítica y desprejuiciada.


¿Por qué Pasado y Presente? n este número de Sociólogxs para que? donde inauguramos esta nueva sección de "Documentos os para una Nueva Izquierda", querem s desempolvar una de las experiencia más ricas en cuanto a elaboración teórica, ya sea por su originalidad como por su rigurosidad. Presentamos aquí un dote, cumento del grupo Pasado y Presen e que tuvo su desarrollo en Córdoba entr irala década del 60 y 70. De clara insp se ción gramsciana, Pasado y Presente sus propuso ser, en palabras de uno de ón referentes, José M. Aricó, "la expresi rede un centro de elaboración cultural ra lativamente autónomo de la estructu verpartidaria (el PC) y un punto de con gencia de los intelectuales comunistas s con aquellos que provenían de otro Su sectores de la izquierda argentina". de intención, mediante la publicación an cuadernos de debate (donde aparecí lisis desde ensayos políticos, hasta aná de otras obras, así como la traducción de autores desconocidos en el país) era de recuperar la capacidad hegemónica la teoría marxista, en abierta demarca leni ción con el llamado "marxismoy nismo" en tanto patrimonio teórico

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la político fundante de una cultura de ntó inte da transformación. Esta búsque esquivar los atajos del doctrinarismo para los comprometerse de lleno en repensar radi ial soc caminos de la transformación ocán los cal. En proceso de ruptura con del nes pre-establecidos por la autoridad que del PC, partido al que pertenecían (el su fueron expulsados tras la aparición de a nto imie primer ejemplar), dieron nac álem emb una de las experiencias mas ina. ticas de la nueva izquierda argent que aun s, Con preocupaciones similare deque os atravesados por otros context ias prop s emo terminan nuestros días, hac prisu en la siguiente frase que aparece inamera editorial: “La autonomía y la orig resa exp se o lidad absoluta del marxism der también en su capacidad de compren s otra en ond las exigencias a las que resp que abro es concepciones del mundo. No prenes icio lándose en la defensa de pos la constituidas como se avanza en de o iend part búsqueda de la verdad, sino nes criterio dialéctico de que las posicio scon as mer adversarias, cuando no son an form , idad trucciones, derivan de la real as parte de ella y deben ser reconsiderad ”. por una teoría que las totalice

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Cuadernos Pasado y Presente | abril/junio 1973

La “larga marcha” al socialismo en Argentina Si la revolución socialista no se presenta hoy como la afirmación de una realidad nueva gestada en el interior de la vieja sociedad, si únicamente es concebible como un proceso de revolucionarización permanente de un universo productivo en definitiva ambiguo y contradictorio, la formación de un bloque de poder alternativo presupone la elaboración de un proyecto consciente, de una alternativa programática fundada en la transformación global del sistema y en la construcción, como proceso gradual pero de iniciación inmediata a la ruptura revolucionaria, de un nuevo orden social comunista. Dicha

alternativa, que parte de una crítica radical y concreta de todas las manifestaciones de la actual sociedad burguesa dependiente, de su modo de producir, de consumir, de pensar, de vivir, debe estar presente en la lucha de las masas antes de la ruptura revolucionaria para que esta sea posible. Porque si es verdad que la revolución no es un resultado ineluctable y que en las condiciones del capitalismo moderno dejaron de tener validez las estrategias tradicionales de la izquierda que superponían la estrategia de poder de una vanguardia jacobina a la rebelión espontánea y elemental de las masas, no es concebible la formación de un movimiento de masas que cuestione al sistema en cada sector, sin un proyecto general alternativo que de sentido a las luchas Sociólogos Para Qué? | El Viejo Topo | Otoño 2013


Documentos para una nueva izquierda: Pasado y Presente

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parciales y que eluda el peligro de la corporativización. Y aunque la elaboración de dicha alternativa plantea un conjunto de problemas teóricos de difícil resolución es a las masas a quien corresponde en primer lugar resolverlas. Son ellas las que deben crear en el seno mismo de la sociedad capitalista un movimiento anticapitalista y unitario que agreda al sistema a nivel de sus estructuras sociales: la fábrica, la escuela, el barrio, la ciudad, las profesiones, etcétera. Solo la participación plena de las masas, adoptada como método permanente del movimiento, puede permitir resolver el problema de la organización política y la elaboración de una estrategia capaz de determinar una crisis general del sistema y de dar a ésta una resolución positiva. Las luchas obreras y populares ocurridas en nuestro país fundamentalmente a partir de 1969 en adelante demuestran que la participación de las masas es la característica distintiva de la actual coyuntura, que los verdaderos protagonistas del proceso revolucionario han comenzado a sacudirse las ataduras con que el sistema impidió su expresión autónoma. Una nueva oposición social surge desde la fábrica, donde los obreros luchan contra la explotación y pugnan por reconstruir sus organizaciones de clase enfrentando a los burócratas, los patrones y el Estado; desde la escuela, en lucha en contra de una institución “separada” de la sociedad que apunta a garantizar la reproducción de los roles sociales de la burguesía y la aceptación de la división capitalista del trabajo; desde los barrios y ciudades, contra un sistema cada vez más irracional de resolución de los problemas de la vivienda, del transporte y otros servicios, de la contaminación, etc.; desde las regiones marginalizadas y empobrecidas por la expansión del capital monopolista; desde todos aquellos lugares y sectores donde nuevas contradicciones acumulan tensiones y puntos de fracturas. Esta nueva oposición social fija su impronta a la crisis argentina, que ya no es tanto el producto de los viejos problemas heredados del “atraso” como la expresión de las tensiones creadas en la sociedad por un único mecanismo capitalista de desarrollo bajo dirección monopólica. Más que un estado pasajero de protesta económica –factible de ser absorbido con relativa facilidad por las clases dominantes-, el impulso de base que surge de las entrañas de la vida productiva y social revela a nuestro entender un elevado potencial de rechazo político de los desequilibrios. El crecimiento de la conciencia combativa de las masas no tiene un mero carácter económico-profesional, ni la exigencia de direcciones sindicales no “buro-

cráticas” expresa únicamente el deseo de los trabajadores de perfeccionar los mecanismos de delegación del poder. Lo que está subyacente en las luchas contra la burocracia sindical, los desequilibrios, el autoritarismo patronal y del Estado, la opresión económica, política y social de las masas populares, es una nueva voluntad política, una nueva conciencia de rechazo de la realidad presente que reclama una reestructuración total de la sociedad argentina. Es este nivel alcanzado por la lucha de clases el que permite explicarnos algunos rasgos distintivos de las luchas sociales de los últimos años, que han sorprendido al observador superficial por la aparente desproporción entre las reivindicaciones declaradas y los instrumentos de lucha empleados. En un período de crisis profunda de los instrumentos de mediación y de representación es natural, sin embargo que aparezca bajo la forma de explosiones populares o de huelgas “salvajes” un descontento y una protesta mucho más generalizada que no logra concretarse a nivel colectivo en propuestas políticas adecuadas. Pero la extrema “contagiosidad” de tales movimientos, especialmente en zonas donde las contradicciones del capitalismo dependiente amenazan retrotraer la situ8ación a etapas anteriores, demuestra que lo que se está abriendo paso en la coyuntura actual es un rechazo de masas que cuestiona al propio sistema. En la Argentina de 1973 la destrucción del capitalismo ha dejado de ser el sueño de unos pocos para convertirse en una necesidad económica, social y política del presente. Solo una sociedad de nuevo tipo, socialista, podría estar en condiciones de recomponer, unificar y dar plena satisfacción a los requerimientos de conjunto de las fuerzas sociales liberadas por la crisis del sistema. Y no es casual que la maduración del rechazo popular a las contradicciones del capitalismo dependiente se haya expresado en el triunfo masivo en las elecciones del 12 de marzo del peronismo y de su propuesta de una sociedad socialista nacional. (El término nacional es lo suficientemente confuso como para que se


amparen en él todas las expresiones internas les para la instauración de un poder revoluciodel peronismo desde la extrema derecha a la nario socialista. No bastan en este sentido las extrema izquierda). invocaciones acerca de la “toma del poder”. Hoy sabemos que el poder no se “toma” sino a través Sin embargo, nos equivocaríamos si dejándode un prolongado período histórico, de una nos llevar por un optimismo injustificado con“larga marcha”, porque no constituye una instifundiéramos las consecuencias objetivas en lo tución corpórea y singular de la que basta aposocial y en lo político de las luchas obreras y derarse para modificar el rumbo de las cosas. El populares, con una consciente voluntad política poder capitalista constituye un sistema de relaantagonista al sistema. Es cierto que los comciones que es preciso subvertir en sus raíces portamientos de las masas populares no copara que una nueva sociedad se abra paso. En rresponden a determinadas decisiones y planes de las clases dominantes, pero no podemos deducir de esta “no disponibilidad” de no se “toma” las masas la existencia en la Hoy sabemos que el poder ga do período lon clase obrera de una consciente sino a través de un pro a”, porque rch ma voluntad política hacia la realihistórico, de una “larga rpórea y co ón uci zación de objetivos de revoluno constituye una instit oderarse para ap ción socialista. Para que la “no singular de la que basta disponibilidad” pueda convermodificar el rumbo de las cosas. tirse en “antagonismo político” es preciso que exista una fuerza política (no importa la forma que adquiera su estrucsociedades complejas como la nuestra la revotura organizativa) capaz de unificar todos los lución socialista no puede ser un hecho súbito, componentes de las luchas sociales en una essino un extenso y complicado proceso histórico trategia común y capaz, por lo tanto, de definir que hunde sus raíces en las contradicciones obclaramente un programa de alternativa sociajetivas del sistema, pero que se despliega como lista. Y es precisamente la existencia de esa un cuestionamiento del conjunto de sus institufuerza la que prueba que la situación política ciones. está colocada en el terreno del antagonismo y de que la no disponibilidad de las masas no Se trata de crear una relación entre las luchas podrá estar sujeta a las reacciones del propio reivindicativas y las perspectivas políticas que sistema. posibilite en todos los niveles de construcción de un bloque de fuerzas revolucionarias, inspirado De ahí que podamos sostener que aún cuando en un programa anticapitalista y de construcción desde el 11 de marzo se ha modificado profunde una verdadera sociedad sin clases. Plantedamente la relación de fuerzas políticas y soarse desde el presente de la lucha anticapitalista ciales, en un país maduro objetivamente para objetivos “comunistas” significa reconocer como el socialismo como es la argentina, no están ideas directrices del programa revolucionario la presentes todavía las condiciones instrumentalucha contra la división capitalista del trabajo, por la igualdad económica y social de los hombres y por la gestión colectiva de la sociedad, superando a la democracia burguesa en cuanto forma mistificadora de la real naturaleza de clase de la sociedad capitalista. Las condiciones para que esta perspectiva comunista se traduzca en objetivos de luchas concretas surgen de las propias acciones obreras y populares, de algunos de sus objetivos y formas de lucha que iluminan las contradicciones de la hipótesis reformista y concurren a la formación de una alternativa revolucionaria. La homogeneización de aquellos elementos de las plataformas reivindicativas que crean las condiciones para una

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unificación a nivel social del movimiento anticapitalista es una tarea ardua, pero al mismo tiempo posible. No puede garantizarla una consigna política general, ya que esta exige como condición previa para tener capacidad movilizadora, cierto desarrollo del movimiento de masas, que es precisamente lo que falta y se quiere lograr. Unificar los movimientos de luchas aparentemente tan diversos como los del campo y de la ciudad, de los ocupados y de los desocupados, de los obreros y de los estudiantes, de las villas miserias y de los intelectuales, no puede significar entonces convertirlos en simples correas de transmisión de objetivos políticos no suficientemente comprendido por las masas y elaborados por un “Estado Mayor de la revolución”. Este es el error fundamental de las corriente extremistas que creen factible unificar la multiplicidad de acciones reivindicativas únicamente en el momento en que se tornan explosivas adosándoles la consigna, abstractamente política de la toma del poder. En nuestra opinión, unificar el movimiento significa elaborar objetivos de lucha de masa que sean visualizables como comunes por los distintos componentes sociales y que para ser conquistados requieran de una ruptura del equilibrio político, y que, al mismo tiempo, tengan un valor prefigurador tal como para expresar acabadamente el potencial revolucionario de ese movimiento. Sin embargo, en las luchas sociales desarrolladas en el interior del sistema capitalista están siempre presentes dos lógicas opuestas, una homogénea y otra antagónica al propio sistema. Del mundo concreto de las condiciones sociales específicas de los obreros, de los estudiantes, de los intelectuales, de la presión de las necesidades de las masas, nacen impulsos que cuestionan al sistema, pero aparecen también las respuestas con las que el sistema intenta “corporativizarlos” o sea encerrarlos en su campo específico, impidiendo que se socialicen. Politizar la lucha económica y socializar la lucha política de las masas es la única respuesta válida que puede ofrecer una estrategia revolucionaria a los peligros corporativos que acechan las luchas sociales. Porque es ilusorio pretender conservar la unidad de los trabajadores, por ejemplo adhiriéndose a las reivindicaciones específicas de cada grupo, aceptando de hecho una tendencia a la fragmentación corporativa que es connatural al sistema. Y lo mismo ocurre con los demás sectores sociales. Para “politizar” las luchas obreras no basta adosarles una sobrecarga cuantitativa sobre los objetivos sindicales, ni superponer a la lucha reivindicativa una propaganda política revolucionaria. Es preciso elaborar y experimentar plataformas reivindicativas y formas de organización y de lucha que intrínsecamente tiendan a construir la uni-

dad de la clase, un sistema de alianzas, nuevas instituciones político-sindicales en la fábrica, y por lo tanto, estructuren un movimiento político de masas. El surgimiento en los puntos nodales del poder económico, real, en la organización de la producción y del trabajo, de un poder que cuestione en forma permanente el mecanismo sobre el que se asienta la explotación de los trabajadores, resultará ser así la expresión más acabada del grado de autonomía conquistada por la clase obrera. Una autonomía que rechaza el confinamiento corporativo en el ghetho de la fábrica y que parte de la lucha por el control social del proceso productivo para cuestionar la estructura social del proceso productivo para cuestionar la estructura social en su conjunto. La aparición de un poder obrero en la fábrica (ambiguo, transitorio, pero esencialmente autónomo) estará indicando que en la sociedad se opera un proceso de desplazamiento de las luchas del plano económico-reivindicativo al de la superestructura política y que en la práctica de la lucha de masas se delimita el terreno concreto para la unificación de estas masas en un movimiento verdaderamente anticapitalista. El punto de partida de una acción que tenga por objeto la conquista de la plena autonomía política de la clase obrera debe por ello ser situada en la fábrica. a) porque en las condiciones actuales de la Argentina es ahí donde se están acumulando los elementos fundamentales de fricción con las estructuras institucionales del poder; b) porque sólo en la fábrica el obrero mantiene su unidad de clase y su fisonomía en cuanto portador de valores que reclaman una organización radicalmente distinta del trabajo, de la educación, de la vida cotidiana, de la dirección de la sociedad. Excluido del campo de las relaciones de trabajo, el obrero no es sino un “consumidor” más, expoliado por la voracidad de un sistema cruel e implacable; c) porque, en consecuencia, partir de la fábrica para llegar a la sociedad es el único camino que permite elaborar un discurso efectivamente socialista, y no una mera ideología justificadora de una nueva opresión social. “Partir de la fábrica” para elaborar una estrategia socialista tiene para nosotros el valor de una forma paradigmática. A través de esta expresión sintetizadora se intenta fundar la necesidad de un desplazamiento radical de lo que hasta ahora ha sido la problemática clásica de la izquierda reformista o revolucionaria. Un desplaza-


miento no tanto de objeto sino de método. Es preciso pensar desde el interior de la propia clase, desde los núcleos de la vida productiva y asociativa del país las experiencias de lucha, las instituciones y organizaciones políticas y sociales de la clase. Porque si la clase obrera es una realidad autónoma que crece y se realiza en las relaciones de producción no se puede pretender definirla desde una filosofía de la historia de las organizaciones que pretendieron dirigirla. La vinculación entre estructura de clase, relación de producción y propuesta organizativa, que constituye el canon de interpretación del materialismo histórico, resulta de ese modo sustituida por una visión puramente intelectualista que funda la alternativa revolucionaria en término de “valores”. A partir de esa visión la clase obrera será revolucionaria o reformista, habrá que abandonarla a su expresión espontánea o activarla desde el exterior con una vanguardia iluminada, pero en ambos casos es un mismo método idealista el utilizado. El problema de cómo hacer para que fuera la propia clase obrera la que instalara en el centro de su conciencia la preocupación por la conquista del poder en la fábrica y en la sociedad, quedó relegado en la tradición de un movimiento obrero mundial cada vez más obsesionado por la construcción de organizaciones “perfectas” y supuestamente a salvo de las ambivalencias propias de las fuerzas que se baten en la sociedad capitalista. Sin embargo, es en el interior de la fábrica donde el mecanismo de valorización del trabajo reproduce a la vez la relación de explotación y los condicionamientos ideológicos con que se intenta someter a los trabajadores al autoritarismo y al despotismo patronal. Lo que explica porqué el rechazo del mecanismo capitalista de valorización comporta objetivamente el rechazo de los velos ideológicos con que se recubre. Cuando los obreros dejan de considerar como dadas las relaciones de trabajo existentes en la fábrica y cuestionan los salarios y las calificaciones, los horarios y los ritmos, aún sin ser demasiado conscientes de eso están cuestionando un uso capitalista de las máquinas, una concepción de la técnica y de la ciencia, un modelo de estructura productiva que la burguesía se empeña en presentar como “racional”. La tarea fundamental de la acción obrera revolucionaria en el interior de las empresas es volver consciente este cuestionamiento latente, articulando una política reivindicativa y de poder vinculada al tema de fondo de la “condición obrera” que impulse a los trabajadores a liberarse de su subordinación al plan del capital y a la afirmación de un poder au-

tónomo. Independientemente de la forma institucional que adopte, este poder permanecerá ambiguo mientras subsista el poder capitalista, pero será no obstante un factor decisivo para la maduración de una conciencia revolucionaria de los trabajadores. La idea de autonomía de la acción obrera implica, por lo tanto, la necesidad de basar las luchas reivindicativas en la realidad concreta de la relación de trabajo, exaltando su potencial político, para plantearse la exigencia del control social sobre el proceso productivo y la creación de un poder –sindical, político y de gestión- capaz de cuestionar el poder capitalista en la fábrica y en la sociedad. Con estas consideraciones no se quiere afirmar el carácter explosivo o revolucionario de las luchas de fábrica, para descalificar de algún modo el valor disruptivo de las luchas sociales en general. Tomando a la “fábrica” como ejemplo de acción autónoma de clase, queremos enfatizar que la lucha dentro de lo específico contra el modo capitalista de plantear los problemas de la ciencia, de la salud, o de la instrucción, contra el modo capitalista de producir y de distribuir los bienes y servicios, en síntesis, contra el rol asignado a los hombres en la fábrica, en la escuela, o en las distintas instituciones del sistema, adquiere en la actualidad un nuevo valor: 1°) porque crea en los grupos sociales un proceso de politización intensa; 2°) porque al chocar con la contradicción fundamental del trabajo alienado despierta en las masas un conjunto de necesidades sólo factibles de ser satisfechas en una nueva sociedad; 3°) porque estimula la búsqueda de instrumentos de contrapoderes sociales, produciendo de este modo una activación de masa, una voluntad y una difundida capacidad de autogestión, que son las condiciones insustituibles para la constitución de un movimiento político de masas. Un movimiento articulado de este modo, o sea a través de una soldadura a nivel social del conjunto de tendencias implícitamente convergentes que rechazan la lógica del capitalismo, representaría una fuerza irreductible al poder integrador del sistema. Sería un eje a través del cual podría vertebrarse un nuevo bloque histórico revolucionario, capaz de sostener un programa de transformación de la sociedad y de convertirse en el núcleo de un antagonismo efectivo contra el sistema capitalista. Una estrategia reformista, en

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cambio, que superponga un discurso políticoideológico a un movimiento de lucha que en sus contenidos permanezca en el interior del sistema, gradualista y reivindicativo, será siempre incapaz de determinar una crisis general y más aún de ofrecer a la crisis una salida positiva. La experiencia de las luchas ocurridas en los últimos años en la Argentina condena al reformismo y a su probada incapacidad de alimentar cualquier movimiento de masa en torno a plataformas de lucha convincentes y movilizadoras. Concibiendo a las luchas sociales como movimientos de opinión orientados a presionar sobre las fuerzas políticas y las instituciones representativas del sistema, el reformismo lleva al movimiento a la impotencia. Porque lo que resulta de su política es un movimiento demasiado genérico y desarticulado como para permitir la participación de las masas, o demasiado instrumentalizado por los objetivos políticos de partido como para crear momentos verdaderamente unitarios. Para superar estas deficiencias el movimiento debe necesariamente escapar del andarivel reformista, pero sólo puede hacerlo si logra darse objetivos de poder y una estructura democrática de base que lo lleven a cuestionar permanentemente al sistema. Resulta imposible, no obstante, pensar en la unificación política del conjunto de movimientos que nacen de la lógica concreta de una condición social dada sin la existencia de una estructura organizada del movimiento, capaz de elaborar plataformas, de coordinar iniciativas, de dirigir en todos los niveles las conquistas obtenidas, de vincular la lucha de los distintos sectores cada vez que la situación lo exija. El movimiento no puede quedar en un nivel amorfo, porque en ese caso no estaría en condiciones de resistir una fase de repliegue ni de soportar las tensiones que crean en su interior el enfrentamiento de las vanguardias. El espontaneísmo, que en su comienzo desempeño una función positiva en la medida en que estimuló las experiencias de cuestionamiento del sistema y de gestión democrática de las luchas, se convierte ahora en el mayor de los obstáculos para su desarrollo; es el caldo de cultivo en el que prosperan las distintas vanguardias, que pugnan en el interior del movimiento por quien logra más adhesiones y militantes. La necesidad de una organización se vuelve imprescindible para que el movimiento crezca y no se disgregue. Pero esta organización no puede ser ni la del sindicato ni la del partido. El sindicato se mueve institucionalmente dentro de un horizonte contractual que lo obliga a respetar ciertas compa-

tibilidades. Colocar la lucha de masas en el interior de la fábrica bajo la dirección sindical exclusivamente significa debilitar la tendencia a la politización y a la generalización de la lucha obrera. Mejor dicho, la lucha se transfiere del campo contractual al político sólo al precio de abandonar el terreno decisivo de la batalla, la estructura productiva, para concentrarse en las reivindicaciones generales del obrero como “consumidor”. Por otra parte, fuera de la fábrica el sindicato tiene una estructura burocrática semejante a la de los partidos y se presenta ante las masas como una representación delegada, ausente de su control y privada de instrumentos de movilización. En cuanto al rol de los partidos, tampoco ellos pueden sustituir la necesidad organizativa del movimiento de masa. Un partido implica siempre una determinada visión del mundo, una estrategia definida. Si asumiera la gestión de las luchas sociales de masa acabaría por comprometer su unidad, el carácter específico de un movimiento que deriva de una situación social particular, y que debe ser controlado por las propias masas. Las luchas de fábrica y las luchas sociales, sin embargo necesitan de un interlocutor político, porque sin la presencia en su interior de una teoría general de la sociedad, y de organizaciones políticas que la expresen, no podrían estas luchas configurar un movimiento en el que prevalezca la componente revolucionaria por sobre la componente corporativa, y en el que dicha componente revolucionaria se convierta en un discurso crítico y positivo y en un proyecto consciente de alternativa a la sociedad burguesa. El partido, o en las condiciones presentes de la Argentina, las vanguardias en general, son esenciales para las luchas dentro y fuera de la fábrica para combatir su momento corporativo, estimular su


desarrollo político, la toma de conciencia de los nexos generales y también para esbozar su desembocadura política a niveles más generales. Pero sólo pueden realizar esta labor orientadora desde el interior de un movimiento de masa que debe ser esencialmente autónomo, unitario y organizado. Aparece como necesaria a la propia lucha de masas una estructuración autónoma del movimiento que lo exprese y que le dé una base organizativa estable. Y esta estructuración no puede ser otra que la red de comités y de consejos (o sea, de organismos reivindicativos y políticos a la vez) que en cuanto órganos de democracia directa puedan ser controlados por las masas y expresen al conjunto de los sectores en lucha. Es evidente que un movimiento de este tipo no puede crecer como un sistema de contrapoderes, que paulatinamente se fuera apoderando de un espacio social hasta un momento dado en que un cambio en la dirección política del Estado sancionara una “revolución” ya realizada en los hechos. El esbozo de un poder antagónico que avance en dirección opuesta a la del sistema está destinado inevitablemente a producir una crisis política y social mucho antes que una alternativa haya madurado plenamente, puesto que no es posible una coexistencia entre la producción dirigida por estructuras capitalistas y el consumo dirigido según criterios socialistas. Y esta es la razón

de porqué el movimiento de masa tiene siempre un carácter cíclico, en cuanto realiza conquistas que si no encuentran luego una forma de generalización son reabsorbidas por el sistema. No se puede, por lo tanto, renunciar al carácter de salto cualitativo o “violento” del momento revolucionario, ni a la necesidad de una organización política de vanguardia, cuya estrategia, cuyas formas organizativas, cuyos objetivos inmediatos sean tales como para asumir los contenidos y las nuevas exigencias de la lucha a nivel de base y de masa. Pero lo que hay que tener en claro es que esta crisis revolucionaria no puede determinarse si en el propio seno de la sociedad capitalista no crece un contrapoder de masa, un cuestionamiento concreto y permanente de los distintos aspectos de la estructura social, que den lugar a nuevas tensiones, que definan propuestas alternativas, que formen nuevas capacidades de dirección, que produzcan un nuevo nivel de conciencia y de organización.

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! ! ! n ó j a c l e d Sacalo arciales p s o m a resent p e t e d ión don c c e iología s c a o s L e d antes i d u t s e de

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En la Universidad, el procedimiento habitual para “constatar” el conocimiento adquirido por lxs estudiantes es mediante los exámenes. Momentos en los que la autoridad (el/la docente) del templo (del conocimiento, el aula) prueba cuanto han estudiado lxs “alumnos”, cuanto conocimiento han logrado incorporar en el angosto pasillo que lleva al titulo, el reconocimiento oficial de la institución. Pero con la pretensión de desnaturalizar la rutina universitaria, poniendo en cuestión los cimientos ideológicos sobre los que se asienta, lxs compañerxs de El Viejo Topo-CAUCE creemos que las cosas pueden ser muy distintas a como están actualmente. Que el sentido de los parciales, su significación para lxs propios estudiantes, puede cambiar. Partimos de considerar, como nos alertaba P. Freire, que “todos ignoramos algo, todos sabemos algo, por eso siempre aprendemos”. Así, partiendo de esta premisa y fomentando paralelamente la producción colectiva de conocimiento, creemos que esos parciales que a lo largo de la carrera se nos van presentando como obstáculos a superar, pueden reinterpretarse en clave de disputa. En una disputa contra la concepción iluminista en la Academia en torno a la producción de conocimiento. Queremos difundir las voces que no suelen ser escuchadas en la facultad, que resultan invisibles, a veces, hasta a nosotrxs mismxs. Como nos preguntábamos en el Nº 5 de esta revista: “Alguna vez nos pusimos a calcular las horas y pilas que hay puestas en trabajos domiciliarios, trabajos prácticos grupales o individuales, o simplemente en algo que quisimos escribir para no dejar que los pensamientos se estanquen en nuestras cabezas? Creemos que lxs estudiantes podemos promover una mirada critica de la realidad, y animarnos a descubrir en nuestras propias elaboraciones capacidades, reflexiones, interpretaciones, que abonen a combatir la idea sostenida por la Universidad sobre lxs alumnos (sujetos sin luz, sin conocimiento) y su supuesta capacidad relativa para producir conocimiento. Aquí, un intento de empezar a conocer para transformar, pero desde las producciones de los estudiantes, desde la oscuridad de la ignorancia según la academia.

“Estado, Poder y Socialismo” de Nicos Poulantzas

por Lisandro Silva Mariños (El Viejo Topo)

reseña crítica presentada a la materia Sociología Política Presentación del autor. Nacido en Grecia en 1936, Nicos Poulantzas comenzó sus estudios a los 17 años cursando Derecho en su ciudad natal, Atenas. Graduado en 1957 empezó a involucrarse tímidamente con grupos de tendencia marxista-socialista, como lo fue la Alianza Democrática Griega (organización amplia y legal del proscrito Partido Comunista). Nicos abandona las intenciones de ejercer su profesión como abogado y se marcha a París en 1960 para incorporarse a La Sorbona, donde será profesor de Sociología Política, Derecho y Filosofía hasta su muerte en 1979. Francia abre un nuevo campo de acción para Poulantzas. Allí comienza a tejer nuevas relaciones que lo nutren académicamente y sobre todo políticamente. Conoce a Sartre, Beauvoir, lee a Gramsci, y se relaciona íntimamente con Louis Althusser. En 1968, luego de una ruptura interna en el comunismo griego tras las discusiones por el golpe de los coroneles de 1967, Poulantzas adhiere al Partido Comunista Griego del Interior -escindido del PCG pro-


soviético-, que años más tarde se incluiría en la corriente eurocomunista. El bagaje teórico aprendido en la academia Francesca, sumado a sus lecturas sobre el marxismo británico (Tom Nair y Perry Anderson) es la brújula que orienta sus discusiones y estudios sobre el Estado capitalista ya como totalidad abarcadora. Con esta brújula y el Estado como nudo central de discusión, Puolantzas nos lega sus mejores trabajos: En 1968 pública Poder político y clases sociales que sentara las bases del debate debate “instrumentalismo versus estructuralismo” junto a Miliband. En 1970 otorgando contribuciones marxistas al análisis del fascismo, edita Fascismo y dictadura, y en 1974 aparece Las clases sociales en el capitalismo de hoy. Dos años después, en 1976 publica La crisis de las dictaduras (trabajando especialmente con Franco en España, Salazar en Portugal y Papadopoulos en Grecia). En 1978 sale su último trabajo en vida titulado Estado, Poder y Socialismo. Póstumo solo se ha encontrado El Estado en discusión (1981). Quienes acompañaron a Poulantzas hasta sus últimos días, expresan que un marco donde la izquierda francesa se debilitaba poco a poco, ascendían las políticas neoliberales y el marxismo se opacaba afectaron tanto en lo personal como en la carrera intelectual de Nicos. Estos habrían sido los motivos del suicidio del mismo el 3 de octubre de 1979, cuando se lazo al vacío desde un edificio del barrio Parisiense. Otros sospechan que Nicos fue víctima de la Operación Gladio, una red clandestina secreta anticomunista que operó en Italia durante la Guerra Fría, vinculada a la OTAN y a cuya financiación contribuyó la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense. Resumen temático global. El trabajo de Nicos Poulantzas “Estado, poder y socialismo” (EPS) podemos entenderlo como una discusión constante con las corrientes más simplistas del marxismo en relación a los tres conceptos que portan el titulo de su trabajo. Este debate recorre las cuatro partes del libro y una propuesta final de socialismo democrático. Poulantzas se enfrente a la concepción instrumentalista que reduce el aparato del Estado al poder del Estado, donde todo Estado no sería más que una dictadura de clase. A su vez busca desmarcarse de una concepción economicista formalista que considera la economía como compuesta de elementos invariantes a través de

los diversos modos de producción, de naturaleza y esencia cuasi aristotélico, autorreproducible y autorregulada por una especie de combinación interna. Esta concepción oculta el papel de las luchas alojadas en el corazón mismo de las relaciones de producción y explotación. (1979; 9) Según Poulantzas esta concepción apareja dos interpretaciones erróneas: entender al Estado como reflejo de lo económico o entender al conjunto social como autónomo por esencia. En definitiva, las dos concepciones ven la relación estado-economía como exteriores. A esta dicotomía el autor responde que es el modo de producción- unidad de conjunto de determinaciones económicas, políticas e ideológicas- quien delimita los campos y asigna las fronteras, donde el lugar del Estado respecto a la economía no es siempre más que la modalidad de una presencia constitutiva del Estado en el seno mismo de las relaciones de producción y de su reproducción. Aunque no exista una teoría general del Estado, o una sobre la transición de un Estado a otro, según Poulatzas “hay siempre una distancia estructural entre la teoría y la práctica,-entre la teoría y la realidad” (idem: 21). Para el autor la teoría del estado capitalista no puede estar separada de la historia de su constitución y de su reproducción, relacionándola con la con la historia de las luchas políticas bajo el capitalismo. Con ánimos de provocación el autor nos plantea la siguiente pregunta ¿El Estado= represión +ideología? Con tinte Althuseriano entiende que la ideología no es un mero sistema de ideas o de representaciones, también implica un conjunto de prácticas materiales y que la ideología dominante se encarna en los aparatos del estado. La ideología no es neutra, es ideología de clase. En relación al Estado y las clases dominantes, Poulantzas vuelve a desmarcarse de la visión instrumentalista, y por ende dogmatica-estaliniana, que entiende que en el Estado se ejerce el poder de una clase sin tensiones internas. Para el autor, las contradicciones de clase se dan también al interior del Estado. Si bien el Estado representa y organiza la clase o las cla-

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Sacalo del Cajón! : Estado,, Poder y Socialismo de Nicos Poutlantzas

ses dominantes, representa las facciones de la clase burguesa, es la unidad política de la clase dominante, y puede cumplir este papel porque posee una autonomía relativa respecto de las fracciones e intereses. Tiene una separación relativa con las relaciones de producción a la especificidad de las clases y las luchas de clases bajo el capitalismo. Vale aclarar que aun así, entendiéndose no como un bloque monolítico sino un campo estratégico, consigue asegurar el funcionamiento de la sociedad capitalista y por lo tanto beneficia a la clase capitalista. Con respecto al poder, el autor lo define aplicándolo a las clases sociales, la capacidad de una o varias clases para realizar sus intereses específicos. El poder referido a las clases sociales es un concepto que designas el campo de su lucha, el de las relaciones de fuerzas y de las relaciones de una clase con la otra.(idem: 177). Es aquí que existe una relación. Empapado de una concepción Foucaultiana, Poulantzas entiende que al ser una relación, no es una cosa que se puede “tomar”, cuantificar y dividir. Si bien el autor retomar al poder como relación, crítica la concepción Foucaultiana de micropoder, con innumerables microsituaciones de poder. Para Poulantzas, todo poder existe únicamente materializado en aparatos.

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Sobre el tercer concepto que engloba el titulo de la obra, Poulantzas tiene una propuesta que se posiciona en el debate de la época. Él apuesta a un Socialismo Democrático para abordar el problema estratégico de la transición al socialismo. La alternativa se presenta frente al siguiente dilema: “o bien mantener en condiciones el Estado existente, atenerse exclusivamente a la democracia representativa en la que se hacen modificaciones secundarias, lo que lleva al estatismo socialdemócrata y al llamado parlamentarismo liberal, o bien atenerse exclusivamente a la democracia directa de base, o movimiento autogestionario, lo que conduce ineludiblemente, en un plazo más o menos largo, a un despotismo estatista o a una dictadura de los expertos” (idem: 313) Discutiendo directamente con la concepción de “doble poder” desarrollada por Lenin en la estrategia rusa del ´17, el autor expresa que las masas no apuntan a crear doble poder, sino que se apunta a las contradicciones internas al interior del Estado. No se puede “tomar” el poder y cambiarlo por otro, por ello se debe realizar una lucha de masas tal que modifique la relación de fuerzas internas en los aparatos del Estado, que son según el autor, el campo estratégico de las luchas políticas. Vale aclarar que este también se distancia de una estrategia meramente reformista-electoralista reconociendo un punto de inflexión, cuando la correlación de fuerzas es favorable a las masas. En síntesis su estrategia para el socialismo democrático es articular la transformación del Estado y la democracia representativa con el despliegue de la democracia directa de base y el movimiento autogestionario. Examen crítico. A la hora de hacer un examen crítico de la obra Estado, Poder y Socialismo, he decidido abocarme a discutir con el problema estratégico hacia un socialismo democrático, donde a mi parecer se hace una apropiación parcial de Lenin, y aunque coincido en algunas instancias con el autor, creo que es incompleta la estrategia, por algunas cuestiones que mencionare mas tarde. Si bien el autor reconoce que Lenin fue quien por primera vez tenía en sus manos el desafío de la transición al socialismo y la destrucción del Estado, y a su vez reconoce esquematizar la transición en donde se remplaza un poder por el otro, creo que se llega a subestimar la concepción de doble poder, partido revolucionario y toma del poder. El autor afirma que “la concepción del Partido en ¿Qué hacer?, la de la teoría aportada desde el exterior a la clase obrera por los revolucionario profesionales, etc., desempeñan un papel


importante en lo que ocurrió después” (idem: 310) Debemos reconocer que esta frase es poco feliz, pero puede darnos a entender un Lenin como un militante intelectual es un sentido iluminista y no de un militante obrero. Sin poner en duda el principio de que la emancipación de los trabajadores será obra de la clase obrera misma, Lenin ubica la necesidad del partido en el modo concreto en que la clase obrera adquiere conciencia. En una situación de reproducción normal del sistema capitalista, las ideas de la clase dominante son las que predominan en el conjunto de la sociedad y no sólo – ni principalmente- porque los dueños de los medios de producción impongan su ideología por distintos medios, sino porque el propio funcionamiento del capitalismo crea y recrea esa conciencia. Vale aclarar que Lenin reconoce distintos niveles de conciencia entre los trabajadores y esta diferenciación real de la clase obrera es la que justifica la necesidad de la organización separada de militantes revolucionarios. Esta definición a favor de un partido de cuadros no significa abogar por la constitución de una secta, ni menospreciar el trabajo de masas, ni apostar a un nucleamiento de intelectuales que “vaya al pueblo”. El trabajo de masas es fundamental no sólo para evitar los microclimas sectarios sino para contribuir a desarrollar la organización y la conciencia entre nuestros compañeros de clase. Hablar de cuadros no es referirse a intelectuales sino a trabajadores consientes. Es necesario recordar la insistencia de Lenin en el carácter estratégico de la integración de obreros al partido y el modo en que esto se vio en la propia experiencia de los bolcheviques. Si en el primer (seudo) congreso de 1898 de la PSDR hubo 8 personas, en 1917 el partido bolchevique tenía cerca de 80.000 militantes y tres meses más tarde, en el sexto congreso los delegados representaron a 167.000 adherentes. Con esto queremos enfatizar que la concepción leninista (y la nuestra) de partido de cuadros no supone en absoluto la aspiración de mantenerse como pequeño grupo. Con respecto al concepto de doble poder, creo que Poulantzas lo desestima frente a la disputa en la interna estatal, es decir, modificar la relación de fuerzas interna en los aparatos del estado. Aquí encuentro dos problemas. Primero no se reconoce en el doble poder (su forma concreta en asambleas, cooperativas, comisiones internas, consejos) su potencialidad prefigurativa. Es allí donde se están forjando las nuevas relaciones que en el capitalismo reinan. Ernesto Guevara decía “En nuestro país, el error del mecanicismo realista no se ha dado, pero sí otro signo de contrario. Y ha sido por no comprender la necesidad de la creación del hombre nuevo, que no sea el que represente las ideas del siglo

XIX, pero tampoco las de nuestro siglo decadente y morboso. El hombre del siglo XXI es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada.”(2007: 169). Este hombre nuevo solo es posible en estos espacios de autogobierno, donde se prefigura la sociedad de mañana. El otro problema que veo es por un lado que el autor no menciona concretamente que es “modificar la relación de fuerzas interna en los aparatos del estado” y menos aun cuales son las limitaciones que se encuentran y las “soluciones” a esas limitaciones. Por último, creo que la estrategia del autor, es decir la trasformación del Estado y el despliegue de la democracia directa de base enmarcada en una perspectiva global de extinción del Estado, carece de un concepto polémico pero real llamado violencia. Vale aclarar que reconoce que la vía democrática al socialismo no será ciertamente un simple paso pacífico. El problema es que Poulantzas relaciona directamente al doble poder con el “vanguardismo” o lo que a Guevara se lo acusaba de “foquismo”. Lenin era claro en esto: “Nosotros no somos blanquistas, no somos partidarios de la toma del poder por una minoría.” (1950: 30). Ningún partido puede “crear” de la nada una situación revolucionaria pero sí puede -y debe- ante una situación así no encontrarse por detrás de los acontecimientos. Al lanzarse a la acción las masas alumbrarán medios de lucha e instancias de organización nuevos y generarán saltos cuantitativos y cualitativos en los hombres y mujeres dispuestos a organizarse políticamente. Sabiendo que la actividad de las masas puede superar rápidamente cualquier tipo de pronóstico, sabiendo que el desarrollo entre la disposición al enfrentamiento y la conciencia de clase tiende a ser desigual y que la historia muestra cómo el heroísmo y la entrega de cientos y miles de combatientes no resulto acabar con la dominación de clase, sabiendo esto es que la tarea del partido o “vanguardia” es no solamente acompañar sino señalar en el fragor de los acontecimientos qué errores hay que evitar, qué alternativas hay que tomar, profundizando siempre la conciencia de extremo que surge espontáneamente entre las masas en lucha y promoviendo que la combatividad en los enfrentamientos sea llevada a todos los planos. La conciencia de clase juega en estas situaciones un papel estratégico, definitorio, para evitar que la burguesía, experta en el ejercicio del poder, recomponga a través de la coerción y el consenso su hegemonía. La extinción del estado, dice Lenin recuperando a Engels, será posible luego de un período de transición que se inicia con una revolución violenta. Es durante esa transición que el proletariado ha de convertirse en clase dominante, lo que no significa que deba simplemente ocupar el aparato estatal heredado de la burguesía y redi-

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Sacalo del Cajón! : Estado,, Poder y Socialismo de Nicos Poutlantzas

reccionarlo en sus fines. Aquí, hay una relación entre la meta de la emancipación humana de la explotación y la opresión y las tareas de la etapa de transición. No es por mero paso del tiempo que el estado se extinguirá, sino que ya desde el inicio la toma del poder va de la mano de la destrucción del estado de la burguesía. Puede que estas conclusiones o críticas al autor corran el riesgo de adoptar un postura leninista un tanto acrítica que no reconoce la identificación del centralismo democrático con una tendencia ineludible al stalinismo, es decir que el leninismo necesariamente deriva en stalinismo. Como buenos marxista es necesario hacernos cargo críticamente del stalinismo, esto no significa reivindicarlo o hacer bandera de él. Solo significa reconocer que no nació de un repollo y que seguramente con Lenin en vida esta tendencia existió. Si a un cristiano le exigimos hacerse cargo de la inquisición, ¿por qué un marxista no se haría cargo del stalinismo? Es tarea de todo revolucionario criticar el pasado, para no errar en el futuro Evaluación o conclusiones.

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Entiendo que la siguiente frase de Mabel Thwaites Rey “Poulantzas dedica el último capítulo de Estado, poder y socialismo a formular algunas propuestas teórico-políticas que pueden considerarse como su testamento y como el lúcido señalamiento de cuestiones que tendrían profunda actualidad 30 años después.” 261. Re-

sume como entiendo la obra de este autor. Si bien en los restantes cuatro capítulos, Poulantzas da una batalla contra el instrumentalismo y el estalinismo-dogmatismo ya que era la necesidad histórica de la época, y que entre muchos autores de la tradición marxista dieron la batalla (en mayor o menor medida). Podría afirmar que Nicos Poulantzas es el Frederich Engels del siglo XX. Allá por 1895, en un contexto donde el PSDA llegaba a los 1.800.000 votos, el autor alemán generó una ruptura al interior del marxismo, pero no con el marxismo. Afirmaba que el momento era avanzar por la vía del Estado con el arma del sufragio, hasta que rebalse el poder por los limites estatales. Ante esto, el alemán, elude la etiqueta reformista y sentencia que el derecho a la revolución, es el único derecho irrenunciable. Poulantzas a su manera vuelve a traer del debate y al igual que Engels, muere meses después de plantarlo. Los dos intentan escapar a la etiqueta reformista, pero solo es eso, una etiqueta, que el dogmatismo (y hasta el sectarismo) tanto le gusta utilizar. Este es el valor de Nicos Poulantzas, que si bien no coincido totalmente en el planteo sobre la estrategia del Socialismo Democrático, valoro la incitación a la incomodidad hacia tantos marxistas de manual, que hasta hoy se lamentan la falta de un testamento marxiano que indique la “toma, sustitución y construcción” de un estado socialista. A ellos, el llamado a la reflexión de José Carlos Mariategui: “la revolución no debe ser ni calco ni copia, sino creación heroica” Ficha bibliográfica. Poulantzas, N. Estado, poder y socialismo, Madrid, Siglo XXI. 1979. Thwaites Rey, M. Estado y Marxismo. Un siglo y medio de debates. Bs.As. Prometeo Libros. 2007 Guevara E. El socialismo y el hombre en Cuba. Bs.As. Colectivo Editorial Ultimo Recurso. 2007 Vladímir Ilich Uliánov, «Lenin». Acerca de la dualidad de poder. Bs.As. Obras Completas, Cartago. 1950, tomo XXIV.



Sacalo del Cajón! : Las corrientes materialistas y el fenómeno religioso

Las corrientes materialistas y el fenómeno religioso por Ernesto

Parcial para la materia Sociología de la Religión I, cátedra Rubén Dri

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La expresión según la cual la religión solo sería el opio del pueblo, es una frase que podría considerarse más moderada y menos parcial de lo que se cree. Aunque la misma exprese una posición crítica frente a la religión, existen diferentes análisis marxistas de la religión que hacen referencia al carácter dual de los fenómenos religiosos y en particular sobre el cristianismo Tomando como punto de partida el pensamiento de Marx y el análisis que realiza respecto de la religión, podemos notar que la crítica de la religión es anterior a la elaboración de su concepto de lucha de clases. Para el joven Marx, más cercano al pensamiento de los neohegelianos de izquierda, la religión es la enajenación de la esencia humana, el desgarramiento del hombre que se encuentra en las bases sociales mismas, en contraposición a la idea de la filosofía de la Ilustración que veía a la iglesia solamente como un cuerpo reaccionario y denunciaba a la religión simplemente como si fuera una conspiración del clero y nada más. En los textos del 44 y en particular en la introducción de la Contribución de la crítica de la filosofía del derecho de Hegel nos dice que la religión es el universo de la ilusión y de la irrealidad, el complemento imaginario del mundo real. Según Marx, la concepción idealista no toma en cuenta el mundo real social, sino, por el contrario, su expresión teórica; no el original sino una copia. Hasta aquí el análisis de la religión, era premarxista, no hacia referencia a las clases y aun era ahistórico. Es la crítica de la religión, la que nos conduce al mundo real, es decir, la que nos ubica en la sociedad y el análisis de la sociedad nos conduce a sus constituyentes reales. Por otra parte al ser un pensamiento dialéctico, captaba el carácter contradictorio del “desaliento” religioso: era tanto una legitimación de las condiciones existentes como una protesta en contra de ellas. Se puede decir que descubre el carácter dual del fenómeno religioso, considerándolo una expresión y una protesta contra el sufrimiento real. El estudio marxista de la religión, como una re-

"La inquietud religiosa es al mismo tiempo la expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es la queja de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas desalmado. Es el opio del pueblo." Karl Marx. (1844)

alidad social e histórica no la encontramos hasta que escribió junto a Engels La ideología alemana (1846). Aquí analiza la religión como una de las múltiples formas de ideología, como producción espiritual de un pueblo, de la producción de ideas, representaciones y conciencia, determinadas por la producción material y sus correspondientes relaciones sociales. Mas adelante, describe como en ciertas circunstancias históricas, la religión puede tener un papel decisivo en la vida de una sociedad. En los Grundrisse (1857), adelantándose a Weber, habla de que el culto al dinero tiene su ascetismo, abnegación y su sacrificio. En varios pasajes de El Capital (1867) hace referencia a la contribución que hizo el protestantismo a la primitiva acumulación de capital y describe al capitalismo como una "religión de la vida cotidiana". También utiliza para su crítica económica, la idea de idolatría para desarrollar su concepto de fetiche. Y muestra como, en la sociedad burguesa- al igual que en el mundo religioso, en donde los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia en relación unas con otras y en relación con los hombres-, las mercancías, arrastran resabios teológicos ya que también aparentan tener una voluntad independiente de sus productores. Por su parte Engels en su análisis Sobre la historia del cristianismo primitivo, mostró otro interés


por los fenómenos religiosos y su papel histórico. Su principal contribución al estudio marxista de las religiones es su análisis de la relación que tienen las representaciones religiosas con la lucha de clases. Alejándose de la polémica filosófica Materialismo vs. Idealismo, le interesaba entender y explicar las formas sociales e históricas concretas de la religión. Así el cristianismo aparece no ya como una esencia intemporal, como pensaba Feuerbach, sino también como un espacio simbólico, en donde se disputan fuerzas sociales antagónicas y también como un sistema cultural que fue sufriendo transformaciones a lo largo de los diferentes periodos históricos: primero fue la religión de los esclavos, luego la ideología estatal del Imperio Romano, luego se amoldó a la jerarquía feudal y finalmente se adaptó a la sociedad burguesa. A diferencia de los filósofos de la Ilustración, descubre que el clero no es un cuerpo social homogéneo, ya que en ciertas coyunturas históricas se dividió según su composición de clase: alto clero, cima feudal de la jerarquía y el bajo clero ideólogos de la reforma y del revolucionario movimiento campesino. Captó también al igual que el joven Marx, el carácter dual del fenómeno religioso, es decir, tanto su papel en la legitimación del orden establecido, como al mismo tiempo y según las circunstancias sociales, su función crítica, disidente e incluso revolucionaria. En este sentido, podemos decir que Engels reconoce que la lucha entre materialismo y religión no se corresponde necesariamente con la guerra entre revolución y contrarrevolución, sino que la relación seria en un sentido totalmente opuesto: religión revolucionaria contra materialismo absolutista. La mayoría de sus estudios concretos hacen referencia a las formas rebeldes de religión. Definió al cristianismo primitivo como la religión de los pobres, los desposeídos, los condenados, los perseguidos y los oprimidos. Los primeros cristianos venían de los sectores más bajos de la sociedad. Trazó un paralelo entre el cristianismo primitivo y el socialismo moderno: ninguno de los dos movimientos fueron creados

por grandes líderes o profetas, sino por movimientos de masas; ambos son movimientos de oprimidos, que sufrieron persecución; ambos predican la liberación inminente de la esclavitud y la miseria. La diferencia esencial entre ambos movimientos para Engels, es que los cristianos primitivos trasponían la liberación al más allá, en tanto el socialismo la ubica en este mundo. Aunque la mayoría de los estudios marxistas posteriores sobre la religión del siglo XX se limitan a continuar o a desarrollar las ideas de Marx y Engels se pueden rescatar distintos aportes para analizar la religión. La contradicción que existe entre las acciones del clero y las enseñanzas del cristianismo son materia de reflexión en el pensamiento de Rosa Luxemburgo, que propone rescatar la dimensión social de la tradición cristiana para el movimiento de los trabajadores y superar las ideas de ese momento sobre el cristianismo que tenían los marxistas del movimiento obrero, hostiles a la religión. En su ensayo El socialismo y las iglesias (1905) intenta dejar claro que la Iglesia Católica es la base del poder político e instrumento de la clase dominante y que ésta nada tiene que ver con el verdadero cristianismo. La religión cristiana nos dice, apareció en un momento en donde un puñado de ricos vivían a costa de una inmensa masa popular hundida en la pobreza. Así, en Roma se formo un enorme ejército de desposeídos carentes inclusive de la posibilidad de vender su fuerza de trabajo. La industria no podía absorber a esos proletarios provenientes del campo (privados de sus tierras y de pan) y se convirtieron en víctimas de la pobreza, en una gran masa popular y sin trabajo. De acuerdo a la situación material de los integrantes de esta clase, los primeros cristianos levantaron la consigna de la propiedad común: el comunismo; era una religión que defendía al pueblo y que predicaba la igualdad de todos los hombres. En sus orígenes era como una tabla de salvación, un consuelo, un estímulo y se convirtió, desde sus comienzos, en la religión de los esclavos en épocas de Imperio romano. Por otro lado, atacó tanto a la religión, como también las políticas reaccionarias de la iglesia, declarando que los socialistas modernos son más fieles a los principios originales del cristianismo que el clero conservador. Denuncia como el clero apoya a los ricos que explotan y oprimen a los pobres, no sirven a Dios sino a Mamón. Es el movimiento socialista, el que

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lleva a los pobres el evangelio de la fraternidad y la igualdad no falsificando como hace el clero las primeras enseñanzas del cristianismo. Analiza cómo se fueron modificando las relaciones entre la iglesia y el pueblo en el curso de los siglos, y cómo dentro del seno mismo de la iglesia se van formando dos sectores claramente contrapuestos. Por un lado, el clero superior que absorbía toda la riqueza y, por el otro, una masa de curas rurales con muy modestos ingresos. Por una parte, se puede notar como estos sectores sin privilegios son los que se alzarán contra el clero superior, y en 1789, durante la Gran Revolución, se unirán al pueblo para luchar contra el poder de la nobleza secular y eclesiástica. Y por otro como en épocas feudales la Iglesia era miembro de la clase dominante, la nobleza y defendía con pasión el poder de ésta contra la revolución. A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX los pueblos de Europa central liquidaron la servidumbre y los privilegios de la nobleza. En ese momento la Iglesia se volvió a aliar con las clases dominantes: la burguesía industrial y comercial. De esta manera la Iglesia se ha adaptado a los tiempos modernos, trasformándose de señor feudal en capitalista de la industria y el comercio. Por último podemos decir que también, al igual que Engels traza un paralelo entre la cristiandad primitiva y el socialismo moderno como movimientos de masas. Sin embargo, las reivindicaciones que levantan los socialdemócratas con el objetivo de convertir en propiedad común los instrumentos de trabajo, los medios de producción, para que la humanidad pueda vivir y trabajar

en armonía nada tienen que ver con la creencia de los cristianos de un paraíso celestial, situado en un mas allá, lejos de la miseria, la injusticia y la opresión. Estos creían poder remediar la pobreza del proletariado con las riquezas dispensadas por los poseedores. De esa manera el comunismo cristiano era incapaz de cambiar o mejorar la situación económica y no prosperó. Otros aportes que podemos incluir dentro de la corriente marxista son los de José Carlos Mariategui que tiene la particularidad de ser un pensamiento Latinoamericano. En su intento por adaptar el socialismo a la realidad latinoamericana llama la atención sobre la falta de un mito, de una fe, de una esperanza en la civilización burguesa. Para este autor el mito burgués ha perdido su contenido. Ni la Razón ni la Ciencia pueden ser un mito, ni pueden satisfacer toda la necesidad de infinito que hay en el hombre. Es por eso que nos dice que la crisis de la civilización burguesa se hizo evidente desde el momento que se dio cuenta de la carencia de un mito. Es necesario que el proletariado cree su propio mito, es el mito el que mueve al hombre en la historia. Sin un mito la existencia del hombre no tiene ningún sentido histórico. El hombre se resiste a seguir una verdad mientras no la cree absoluta y suprema, es necesario proponerle un mito, una fe, una acción. Encuentra un terreno común entre la mente religiosa y la revolucionaria, y rescata el carácter religioso, místico y metafísico del socialismo. Declara que la emoción del revolucionario es una emoción religiosa. El mito del proletariado es la revolución social. La fuerza de los revolucionarios no esta en su ciencia, esta en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual. Es la fuerza del Mito. Los mitos religiosos se han desplazado del cielo a la tierra. No son divinos, son humanos, son sociales. Gramsci por su parte, le da una particular atención a las cuestiones religiosas. No se detiene a analizar el cristianismo primitivo, sino el funcionamiento de la iglesia católica, el papel contemporáneo de la iglesia y el peso de la cultura religiosa entre las masas populares. Criticó las formas mas conservadoras de la religión, percibiendo la dimensión utópica de las ideas religiosas, describiendo a la religión como una de las utopías más gigantescas donde fermentan las ideas de igualdad, fraternidad y libertad entre los hombres. También insistió en las diferencias internas de la iglesia según las orientaciones ideológicas, donde cada religión se convierte en una multiplicidad de religiones diferentes y


a menudo contradictorias. Por último, Ernst Bloch fue otro autor marxista que modifico de alguna manera el marco teórico, sin abandonar la perspectiva marxista y revolucionaria. Al igual que Engels distinguió dos corrientes socialmente opuestas: las religiones teocráticas de las iglesias oficiales, el opio del pueblo, el aparato engañoso al servicio de los poderosos y por el otro, la religión subterránea, subversiva, no disfraz de los intereses de clases. El primero queda dentro de lo que denomino "la corriente fría del marxismo", análisis materialista de las ideologías, los ídolos y las idolatrías; el segundo como la "corriente cálida del marxismo" que rescata el excedente cultural utópico de la religión, su fuerza crítica y anticipatoria. Para este autor en sus formas de protesta y de rebelión la religión es una de las formas más significativas de la conciencia utópica, una de las expresiones más ricas del principio de esperanza. Reconoce así el carácter dual del fenómeno religioso, su aspecto opresivo y su potencial revolucionario.

vida, Columna, Barcelona. Löwy, Michael (1996): Guerra de Dioses: Religión y Política en América Latina, Siglo XXI, México. Luxemburgo, Rosa: El socialismo y las iglesias. Mariátegi, José Carlos: El hombre y el Mito. Marx, Karl: El Capital. Cáp.1 Punto 4: El carácter fetichista de la mercancía y su secreto

Bibliografía. Engels, Federico: Sobre la historia del cristianismo primitivo. Henry, Michel (1991): Fenomenología de la

¿Mente sana en Cuerpo sano? por Julián Wolpowicz

Consigna:

Parcial para Marx-Foucault: la construcción y el gobierno de la mercancía fuerza de trabajo Cátedra Pierbattistti

¿Cuáles son las principales características de la reproducción ampliada del capital y qué implicancias tiene para el conjunto de la fuerza de trabajo? En el régimen capitalista de producción el proceso de trabajo no es más que un medio para el proceso de valorización, al tanto que la reproducción simplemente es un medio para reproducir como capital. El divorcio inicial entre producto del trabajo y el trabajo mismo es el punto de partida del modo capitalista de producción. Este proceso, se recrea y repite constantemente, transformando cotidianamente la riqueza material en capital, en tanto que el obrero sale también diariamente como fuente personal de riqueza pero despojado de todos los elementos imprescindibles para realizar esa riqueza en su propio provecho. En este sentido el obrero produce todos los días la riqueza objetiva como capital (como una potencia extraña a él que la domina y explota), mientras el capitalista produce Sociólogos Para Qué? | El Viejo Topo | Otoño 2013


Sacalo del Cajón!! : Marx y Foucault

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permanentemente la fuerza de trabajo como fuente subjetiva de riqueza, separada de los medios de realización y materialización. Es decir que esta constante reproducción o eternización del obrero es condición intrínseca a la producción capitalista. Decimos entonces que la cosa se complejiza a medida que se van desarrollando diferentes mecanismos propios de la reproducción ampliada del capital. La reproducción en escala ampliada del capital reproduce el régimen del capital a una escala superior (al de la más chata reproducción simple) creando más capitalistas poderosos, por un lado, y más obreros asalariados, por el otro. La ampliación de la reproducción del capital lleva por un lado a un proceso de concentración (expansión de las relaciones sociales capitalistas), y por otro lado, a la centralización (por fusión o unificación de distintos capitales individuales). Cabe aclarar que no se trata solamente de una dilatación cuantitativa, sino que además, los obreros se ven obligados a someterse incesantemente al capital como medio de explotación: la acumulación del capital supone en este sentido un aumento del proletariado. Cuando Marx analiza la composición orgánica del capital ve una relación de mutua interdependencia entre el capital constante –medios de producción- y capital variable –fuerza viva de trabajo. La reversión constante de plusvalía a capital adopta la forma de un aumento del capital invertido en el proceso de producción, sobre la base de ampliar la escala de producción. Entonces, a medida que se desarrolla el régimen capitalista de producción, se sucede el incremento de la masa de medios de producción a comparación de la masa de fuerza de trabajo que la pone en movimiento; se desarrolla una permanente cambio cualitativo de su composición, aumentando incansablemente el capital constante a costa del variable. Lo enmarañado de todo este proceso es que además la población obrera crece más rápido que el del capital variable (de los medios de ocupación que éste suministra). Vemos que el crecimiento de la acumulación del capital produce una población obrera excesiva para las necesidades medias de explotación del capital, una población obrera remanente o sobrante. Esta población obrera sobrante constituye un ejército industrial de reserva, un contingente disponible para las necesidades del capital. No es una bendita casualidad que sigan en boga ciertos discursos en favor de la castración y de

la infertilidad de los sectores populares. La reproducción ampliada del capital asume consecuencias notorias sobre el conjunto de la fuerza de trabajo. Este es un proceso de características mundiales, pero que podemos verlo también en manifestaciones particulares. En los últimos años somos testigos de cómo fue cambiando la composición de la clase trabajadora: cada vez más la productividad del trabajo ya no tiene límites, ya no importa la fuerza física del obrero. La población obrera sobrante existe bajo diversas modalidades, se manifiesta generalmente con carácter agudo en períodos de crisis, o con carácter más crónico en épocas de negocios flojos, y que Marx clasifica en tres formas constantes: la flotante, la latente y la intermitente. cuerpos dóciles. La disciplina va a cumplir un rol muy importante en la acumulación del capital, ya que irá estableciendo un control minucioso de las operaciones del cuerpo que garantizan la sujeción constante, construyendo principios de inteligibilidad y organizando a los cuerpos y los comportamientos entre lo normal y lo patológico. El poder disciplinario irá construyendo un cierto tipo de cuerpo apto para el desarrollo de la gran industria, produciendo, seleccionando, reclutando cuerpos para su expoliación capitalista. Es interesante ver cómo Foucault problematiza cómo los aparatos disciplinarios trabajan el espacio a través de determinar lugares para cada cuerpo, donde habrá que cumplir ciertas funciones útiles, organizándose espacios seriales a partir de clasificaciones. Al tanto que el control de las actividades se complejiza al ver cómo hay un tiempo establecido para cada acto y se irán articulando determinadas articulaciones entre cuerpo, objeto y gesto. A través de estos dispositivos, se irán configurando distintas formas de comportamiento, de normalización y de clasificación de esos actos, al tanto que se complejizarán las formas permanentes de control y vigilancia al interior del proceso productivo y en los demás ámbitos de la reproducción social (escuela, hospitales, cárceles, ejército). A partir de este análisis podemos complejizar las aplicaciones del ejercicio del poder, viendo cómo constantemente produce y restringe la libertad, garantizando la eficacia y la economía a la hora de clasificar e intervenir en el comportamiento de los cuerpos.




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