88 T ensayos huertos narrativos CĂŠsar CortĂŠs Vega Mario Panyagua Pedro Hesiquio
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ensayos huertos narrativos CĂŠsar CortĂŠs Vega Mario Panyagua Pedro Hesiquio
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Ensayos Huertos Narrativos Primera Edición: noviembre de 2019 © Mario Panyagua por el texto “Visiones del mundo futuro / presente distópico” © César Cortés Vega, por el texto “El lenguaje de las plantas, la literatura y la muerte” © Pedro Hesiquio por el texto “Ideas sobre los Huertos Narrativos”
ensayos huertos narrativos
Este material se realiza en colaboración con el programa social “Colectivos Culturales Comunitarios Ciudad de México 2019” Este programa es de carácter público, no es patrocinado ni promovido por partido político alguno y sus recursos provienen de los impuestos que pagan todos los contribuyentes. Está prohibido el uso de este programa con fines políticos, electorales, de lucro y otros distintos a los establecidos. Quien haga uso indebido de los recursos de este programa en el Distrito Federal, será sancionado de acuerdo con la ley aplicable y ante la autoridad competente. Impreso y hecho en México. 4
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El lenguaje de las plantas, la literatura y la muerte César Cortés Vega Preámbulo sobre los Huertos Narrativos La política es también discurso encaminado a hacerle creer a quien escucha, a quien lee, que en efecto eso que se cuenta o describe en realidad sucede o ha sucedido. Es decir: la política está hecha en buena medida de ficciones complejas que pretenden pasar por verdades. La verdad es, pues, política, así como la ficción no podría abastecer nuestro vacío si no estuviera tejida con los hilos de una exultante realidad. Y un libro es eso también: un artefacto político organizado para su ejercicio, desde la fabricación de una visión, o un conjunto de ellas. ¿Qué pensamos nosotros, los creadores de los Huertos Narrativos, sobre el proyecto? Eso en este breve libro no se dice. Se dice, en todo caso, la emoción o la frustración, la creación de un contexto muy modesto, fuertemente mediado y desmedido respecto a las condiciones burocráticas internas y externas, que son parte de un presente que le da cabida a tales amasijos. A lo que -quizá de manera pomposa-, denominamos “Incubadora Digital de Huertos Narrativos”, en realidad es y ha sido una serie de experiencias de diversa índole que nos han hecho entablar diálogos comunes y contradictorios. Y es, en buena medida, una simulación que ha pretendido empujar una realidad imaginaria que, si ha valido la pena, es en la medida de su dispendio y reestructuración frente a dificultades 6
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organizativas. Y digo esto para ejercer una honestidad que, sin embargo, sigue siendo celebratoria: el ensayo se ejerce desde la posibilidad del error, y así las alternativas de su disfrute aparecen a pesar de todo. Porque si sus principios han sido ingenuos, eso importa menos que un gasto operado en el presente. Mejor que la productividad cuantificable, un gesto poético significativo que documente las infinitas posibilidades en las que el error puede manifestarse. Por ello, más allá de si los objetivos iniciales de este proyecto llevado a cabo en el 2019 se cumplieron o no —en el intento de vincular el trabajo de los llamados huertos caseros, con la labor literaria—, la experiencia ha permitido un intercambio colectivo diverso y bien intencionado que ha derivado en discusiones, muchas de ellas infructuosas, y otras, por lo mismo, fructíferas. Porque quizá no se necesitan tanto las certezas absolutas, ni una malicia lo suficientemente ordenada mediante la cual se planifique y se construyan objetivos alcanzables, sino un impulso primigenio que permita que la aparición de sucesos imprevistos arroje nuevas lecturas, otras formas de mirar lo realizado. Debo agregar que, de manera personal, me cuesta trabajo observar comunidad donde se pregona plañideramente. Cuando Georges Bataille sostiene que es el miedo a la muerte lo que hace que cualquier intento de comunidad decaiga, se opone justamente a la construcción de una identidad que, temiendo el fin de la vida, individualice a los seres sociales y los convierta en unidades diferenciadas. Para él, si la comunidad es posible, ésta ocurre en la asunción de la muerte como conducto para la fusión con un otro que ya no será 8
ajeno, sino complemento para la indistinción. De este modo, por ejemplo, el concepto de ciudadanía excluye también la posibilidad comunitaria. Bataille lo tiene claro: cuando el Estado pretende homogeneizar lo común, lo diluye hasta la desaparición, ordenando y racionando la productividad frente al peligro de la escasez. Y ese es un principio básico del capitalismo: una acumulación jerarquizada que pospone el uso del tiempo y su derroche. Por el contrario, en lo heterogéneo ocurre el dispendio de una abundancia que no concluye, pues es dechado de subjetividad inagotable, en tanto siempre generará nuevas relaciones insospechadas. Acaso en los sucesivos ensayos y errores que se presentan necesariamente en una experiencia proyectiva, aquello que más puede ser significativo, es justamente lo que carece de una delimitación significante. Lo que no sirve de nada, pues. Una intuición en desarrollo que crece hacia un sacrificio no expiatorio. Para aquello un buen ejemplo se encuentra en el desarrollo exponencial y exuberante del reino vegetal: conjunto vivo más allá de creencias estandarizadas, que perciben y pueden desarrollarse de manera grupal sin un control racional. Así pues, los siguientes apartados muestran el desarrollo de una idea que en el proyecto pude hacer crecer y sobrevivir, independiente de cualquier obstáculo técnico: lenguaje vegetal-literatura-muerte/supervivencia. Lenguaje de las plantas Lo vi en alguno de aquellos documentales transmitidos por televisión, que interrumpían intermitentemen9
te mi infancia con asuntos de rigor soporífero. Aquellos discursos en off, que se presentaban como algo a lo cual le debías una atención muy especial, mientras te convencían de que un pájaro limpiando excrementos de su plumaje (con sonidos del amanecer en el fondo), o cosa parecida, superaba la importancia de cualquier otro tema. Yo no hacía caso la mayoría de veces, porque ya era un adicto más a las caricaturas violentas. Sobre todo a las que incluyeran en su elenco a personajes antropomorfos: cabezas de tiburón con cuerpos anfibios y alas, o gigantas imposibles con implementos electrónicos incrustados en la carne, o peces abisales con tres clarividentes ojos, o… etc—. Luego, además, aquellas filmaciones informativas tenían una o dos décadas de lejanía respecto a aquel presente mío, en el que la modernidad comenzaba a dejar de ser un mero presentimiento para llenarse de satélites y naves intergalácticas realizadas en algún estudio californiano, con la probable intención de hacernos creer que la conquista del espacio era ya cosa cercana. Por el contrario de toda aquella propaganda lunar, documentales de ese tipo estaban realizados en una tonalidad más bien opaca, a veces mal decodificados por los televisores de un color finisecular, y narrados por unas voces plúmbeas, de tono ahuecado y amenazante. Por ello, me sorprende que aún recuerde que fue en uno de esos programas que lo vi, e imaginé que era posible: en un cuarto —decían— se podía asesinar experimentalmente a un grupo de camarones, mientras en otro registrar a la vez, mediante electrodos, las reacciones de plantas de las que se podía aducir que ‘sentían’ la masacre. Unas agujas entintadas graficaban, como en el caso de los electrocadiogramas o los medidores de los sismos, la tur10
bación vibratoria en el preciso momento del suceso. Y yo, que podría haber arrojado al abismo del olvido aquella información sobre una sensibilidad inadvertida, lo recuerdo ahora al hablar de literatura. Más allá de que aquello germinara en una fantasía infantil extremista, cuya voluntad podía ser demasiado generosa con un documental quizá patrocinado por alguna secta de motivaciones extraterrestres, una potencia de duda legítima permaneció conmigo. Aún ahora, pienso en la manera en la que sería posible que organismos a los cuales no les atribuimos capacidad para comunicar sensaciones, puedan en efecto ‘advertir’ algo, y la forma en la que entonces podrían incluso haberse desarrollado nuestros propios sentidos para hacernos afirmar que un suceso, en efecto, acontece debido a que lo hemos ‘percibido’. ¿Percibido gracias a qué? Si respecto a nosotros los humanos no hay certezas absolutas, a pesar de que nos hemos estudiado en exceso ¿qué hay respecto de aquellos impulsos inadvertidos en cierto tipo de organismos, ya no digamos animales, sino vegetales? ¿Qué de dicha sensibilidad, de la cual no tenemos demasiados conceptos desarrollados? Y es que muy probablemente a partir de ello, estaríamos a la vez hablando del tema nada desdeñable de una percepción capaz de crear sistemas de lenguaje no-humano, si a la vez nos referimos al desarrollo de secuencias lógicas y reproducibles que elaboran las condiciones para modificar contextos específicos para sobrevivir. Si bien las plantas no poseen un sistema nervioso que pueda explicar tales reacciones, de cualquier modo se sabe que son capaces de una percepción reactiva 11
a estímulos determinados. El llamado tropismo —que curiosamente comparte raíz etimológica con la figura retórica tropo, cuyo origen en griego es τροπή, tropḗ = giro/vuelta/fuga/punto de retorno, y en latín trópos = dirección— es un fenómeno biológico que indica ciertas reacciones de organismos como las plantas, que responden a estímulos medioambientales. De cualquier modo, en aquel documental de mi infancia, las reacciones estaban independizadas de aquello que las provocaban, lo cual no me parece descartable en términos ideales, pues es evidente que no todo sentido implica un contacto directo con aquello que percibe. La vista, sin ir más lejos, capta condiciones de la materia según un órgano sofisticado que se ha adaptado para, luego de que la información ha sido incorporada, categorizar el espacio. Científicos como Richard Karban1, por ejemplo, se han basado en estudios realizados desde 1983 que fueron aplicados a sauces, álamos y arces azucareros, que sugirieron que muchas especies vegetales son capaces de transmitir información a otras plantas, mediante la generación de sustancias químicas que permiten la resistencia a la depredación. Lo anterior implica, necesariamente, la transmisión y recepción de cierto tipo de mensajes. De hecho en los años setenta, hubo un debate intenso que resultó en el descrédito de tales estudios. Sin embargo, de manera más bien subrepticia, muchos investigadores continuaron realizando pruebas de laboratorio, lo cual hizo posible que sus resultados ganaran de nuevo peso, para alentar investigaciones subsecuentes. De este modo se logró 1 How Plants Secretly Talk to Each Other. McGowan, Ken. Sección Science, 12-20-2013. En https://www.quantamagazine.org/the-secret-languageof-plants-20131216/ Última visualización: 2-10-2019 12
determinar, por ejemplo, que en el momento en el que los insectos mastican las hojas, las plantas liberan compuestos orgánicos volátiles en el aire que sirven como protectores: una suerte de armas químicas defensivas. Lo que Karban ha retomado para realizar sus propias experimentos sobre el lenguaje de las plantas. Trabajando en el norte de la Sierra Nevada de California, el investigador ha desarrollado avances estadísticos con la llamada Artemisia tridentata, una especie de árbol pequeño que pertenece a la familia Asteraceae. Karban ha replicado en ellos experimentaciones previas realizadas por Ted Farmer, quien trabajó en el laboratorio de la Universidad Estatal de Washington junto al especialista en hormonas vegetales Clarence Ryan. Ambos concentraron sus observaciones en la planta artemisa local, que produce grandes cantidades de metil jasmonato: un químico orgánico presente en el aire que resultó ser liberado por las plantas con los mismos efectos defensivos. Si dicha señalización es de naturaleza generalizada —dijeron— podría tener un profundo significado ecológico. Karban repitió entonces el experimento de Farmer directamente en la naturaleza, en un medio no controlado en laboratorio, cortando plantas de tabaco silvestre como si se tratara de las heridas causadas por los dientes de los insectos, para provocar que éstas produjeran sustancias químicas en el aire. El resultado estaba anunciado: estas plantas sufrieron menos daños provocados por los insectos en las hojas, que otras. Además de las reflexiones acerca de lo que esto pudiera representar para los conflictos vinculados a los herbicidas y los problemas de la salud derivados de ello, así como las políticas producidas por tales con13
frontaciones, el tema va mucho más allá si se asume desde nuestra relación con lo que denominamos ‘la naturaleza’.
El sentido de ‘naturaleza’, según Ferrater Mora,3 aparece más claramente esbozado desde Aristóteles, que propuso distintas definiciones para ella:
Asociado a la voz latina natural, y completado por el sufijo -eza para precisar un vínculo con el origen, el término es complejo y está repleto de interpretaciones. Una de ellas, mencionada en distintos textos, es la vinculada a la voz nasci, que se traduce como nacer. Corominas, en su famoso diccionario etimológico,2 complementa una interesante relación de natura con las partes sexuales, debido a que en nacer está implicado el salir del vientre materno, y por añadidura el origen y nacimiento de las cosas.
[…] Se llama naturaleza, en un sentido, la generación de las cosas que crecen; por ejemplo, si uno pronunciara la u alargándola; en otro sentido, aquello primero e inmanente a partir de lo cual crece lo que crece. Además, aquello de donde procede en cada uno de los entes naturales el primer movimiento, que reside en ellos en cuanto tales. Y se dice que crecen cuantas cosas tienen aumento a través de otro por contacto y unión natural, o por adherencia, como los embriones. Pero la unión natural se diferencia del contacto, pues en éste no es necesario que haya ninguna otra cosa además del contacto, mientras que en las cosas que están unidas naturalmente hay en ambas algo idénticamente uno, que hace que, en vez de tocarse, estén unidas naturalmente y sean una sola cosa en cuanto a la continuidad y la cantidad, pero no en cuanto a la cualidad. Y se llama también naturaleza el elemento primero, informe e inmutable desde su propia potencia, del cual es o se hace alguno de los entes naturales; por ejemplo, se dice que el bronce es la naturaleza de una estatua y de los utensilios de bronce, y la madera, de los de madera. Y lo mismo en las demás cosas. Pues de estos elementos es cada cosa, conservándose la materia primera; de este modo, en efecto, dicen que son también naturaleza los elementos de los entes naturales,
2 Corominas, Joan (2008). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. 4ª edición. Madrid: Editorial Gredos. Volumen IV: Me-re. 1997 (1ª ed., 7ª imp.)
3 Ferrater Mora, José. Diccionario de Filosofía, tomo II. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1965.
Naturaleza ‘Naturaleza’ es un concepto sobreexplotado que suele relucir en la voluntad de dominio de los humanos sobre unas formas que se imaginan ajenas y maleables. Y entonces, por las mismas razones, soterrado en las turbias ideas de los entusiastas políticos ambientales de turno. ¡Naturaleza! —repiten, como sí por el mero hecho de nombrarla, estuvieran ya ‘salvándola’, ya ‘reivindicándola’, ya disculpándose por la falta de atención de todo predecesor incómodo, o de alguna burocracia en funciones incapaz de hacerse de la voluntad necesaria para reorganizar los sistemas sociales que afectan los ecosistemas, gracias a algo que muy bien podría llamarse eco-oportunismo, redituable desde lo monetario a lo discursivo.
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mencionando unos el Fuego, otros la Tierra, otros el Aire, otros el Agua, otros alguna otra cosa semejante; unos, algunas de estas cosas, y otros, todas éstas. Y, todavía, en otro sentido, se llama naturaleza la substancia de los entes naturales.4
Se trata entonces del principio de ser, del movimiento, de un elemento componente del cual están conformados todos los cuerpos, etc. Para Aristóteles la naturaleza es, pues, la esencia de los seres que poseen en sí mismos y en cuanto tales el principio de su movimiento. Así, lo que existe por naturaleza se contrapone a lo que existe por otras causas. Es decir, al artificio, al hacer —ficio— arte —arti—. Tal idea implicaría entonces una originalidad antecedente que tiene un orden que prevalece más allá de la volición humana. Y es aquella voluntad, desde la cual se pretende nombrar, la que parecería ser ya un artificio. Sin embargo, Aristóteles sostiene que la naturaleza ha dado el lenguaje a los humanos, y que se trata, justamente, de un bien natural. En contraposición a esta idea, y como bien lo apunta Althusser5, Hobbes sostiene que el lenguaje es el arquetipo de todos los artificios. La arbitrariedad del signo, que formulara los preceptos que fundamentan las ideas de Saussure6, es en realidad una 4 Aristóteles. Metafísica. Edición Electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS. Traducción de Valentín García Yebra. En: https://www.philosophia.cl/biblioteca/aristoteles/metafisica.pdf. Última visualización: 13/10/19 5 Althusser, Louis. Política e historia: De Maquiavelo a Marx. Katz editores. Madrid, 2007. 6 En Escritos sobre lingüística general [Saussure, Ferdinand de. Gedisa editorial. Barcelona, 2002.] Saussure hace referencia al signo lingüístico como un concepto y una imagen acústica, y no como una cosa o un mero nombre. Por ello sostiene que el signo es arbitrario debido a que esto no 16
noción elaborada por Hobbes, quien sostiene que entre la naturaleza no hay vinculación ninguna entre significado y significante. Es decir, entre la palabra y la cosa designada. Además, Hobbes argumenta que el lenguaje se emplea para generar marcas en las cosas, que implican una repetición que conduce a no perder el objeto, desde la constancia de su nombramiento, y con lo cual también se abandona la inmediatez, para poder reconocer un mismo objeto en la memoria. De este modo, y a la par, también es posible proyectar un futuro organizado en función a los objetos marcados en el presente. Si bien tales ideas prefiguran, de algún modo, los fines utilitarios del lenguaje, y en última instancia su objeto político, quizá habrá que precisar si no es posible establecer estas operaciones en otro tipo de lenguajes no humanos, en los cuales se encuentre una vinculación más clara con las imperativos de su origen. Por ejemplo, respecto al lenguaje de las especies vegetales, hay constataciones actuales que establecerían condiciones distintas. La profesora de Ecología Forestal Suzanne Simard de la Universidad de Columbia Británica, ha realizado investigaciones que demuestran la existencia de redes de raíces y hongos, que movilizan los nutrientes entre árboles de distintas especies, a la manera de un administrador orgánico que indistintamente realiza operaciones de equilibración entre ellas. David George Haskell,7 por su parte, ha trabajado en un espacio controlado en un bosposee un vínculo con la realidad. El significante (imagen acústica) y el significado (representación mental) son complementarios y aparecen ligados inseparablemente. Sin embargo, la traducción fónica de un concepto que implica el significante, y su significado, que es la relación de esto con la idea mental, es lo que compone al signo. 7 Sola, Miguel. El biólogo que asegura que los árboles hablan un idio17
que de Sewanee, Tennessee. Profesor de Biología y Estudios Ambientales, en su segundo libro 'Las canciones de los árboles’8, plantea que los árboles establecen comunicación con las redes biológicas a su derredor, empleando olores, señales o vibraciones. Se trata, según Haskell, de una intrincada red neuronal similar a las de los seres humanos, en la que existe ‘cooperación’ de muchos tipos.
diante sus sonidos. Por ejemplo, en la selva amazónica del Ecuador, habla del ceibo gigante, y de cómo el pueblo huaorani le reconoce como árbol de la vida, refiriéndose a él como un ente con recuerdos, conciencia del presente y proyecciones futuras.
Otro de los investigadores que ha identificado ciertos patrones lingüísticos de diferente índole, como los sonidos emitidos por árboles, es Peter Wohlleben. Por ejemplo, las diferencias entre los sonidos del viento penetrando a través de ellos, sus hojas y sus ramas. Dependiendo de cada forma, de cada tipo de hoja, de cada estructura y tipo de madera, se pueden determinar ‘mensajes’ que cada especie emplea para emitir ‘información’ que es ‘interpretada’ por las demás especies. Sin embargo, esto no puede concebirse del todo, si se imaginan individualidades comunicándose con otras individualidades, sino que por el contrario, todo esto puede comprenderse mejor si se hace alusión a una red global que se autoadministra y regula. Aquello a lo que nosotros llamamos ‘comunicación’, en realidad es parte de un proceso orgánico integral, equilibrado en función a necesidades comunes. En el libro 'La vida secreta de los árboles’9, Wohlleben define en cada capítulo el tipo de ‘historias’ que cada árbol ‘cuenta’ me-
La idea de lo ‘natural’ ha sido tópico de la literatura, si nos atenemos a una relación de poder que aísla a quien describe, de lo descrito. Pero esto depende, por supuesto, de una definición escencialista, que ha surgido de las vísceras de aquello que seguimos imaginando aislado de nuestra propia volición. De ello hay contraposiciones, o evoluciones que corresponden a etapas históricas. Poca relación existe, por ejemplo, entre la idea que el clasicismo tenía de la naturaleza, ordenada y racionalizada, con la del romanticismo donde resulta ser indomable e imponente frente a las limitaciones de lo humano. Pensemos también en el locus amoenus: un tópico característico de la literatura latina, que implica un espacio idílico en el que se puede encontrar seguridad y tranquilidad. La relación intuitiva con un espacio abierto y sosegado, propicio para el encuentro amoroso o para el desarrollo del placer, es probablemente una rememoración de las economías primitivas en las que las funciones sociales no estaban del todo delimitadas. Una suerte de paraíso en la tierra, que llora secretamente la pérdida, mientras la evoca literariamente. El Decamerón de Boccaccio, por ejemplo, idealiza el lugar desde donde nace la narración como un jardín inigualable. Aparece también en muchas obras shakeperianas, como espacio más allá de los límites de la ciudad, y en el que aquello normado por las regias
ma que podemos aprender. https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-11-08/biologo-arboles-hablan-idioma-aprender_1473468/ 08/11/2017 Última visualización: 12/10/2019. 8 Haskell, David George. Las canciones de los árboles. Un viaje por las conexiones de la naturaleza. Turner. Madrid, 2014. 9 Wohlleben, Peter. La vida secreta de los árboles. Ediciones Obelisco. Barcelona, 2016. 18
La literatura y la muerte
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costumbres, puede tener libre expresión en lo periférico y excéntrico. Así como estas, hay un sinfín de referencias que, ya sea por similitud o por contraste, idealizan, a la vez que fetichizan, lo ’natural’ como un más allá que delimita las fronteras entre lo permitido y lo no permitido. Sin embargo, independientemente de la evocación del paraíso perdido que tiene evidentes orígenes cristianos, todo canto o rezo primitivo posee orígenes en la tierra y en sus ciclos. Es, pues, integración instintiva con aquello de lo que, de algún modo, forma parte. Una derivación en desarrollo de un centro original que distribuye energía de distintos tipos y hacia varios lugares. Y aquello es, por supuesto, también vida, y es ahí donde las fronteras se vuelven cada vez más difusas. Pensémoslo desde Heidegger,10 para quien el concepto de ser-en-el-mundo arroja una unidad integral en la estructura del ser (ontolología) del mundo/naturaleza. Por ello, los entes son una manera de ser en ese mundo. Es decir, un ‘ser-en’ solo en términos del ‘mundo’. Una relación, pues, de dos entes. ‘Habitar en’, implicaría, justamente, tal vinculación, que si bien puede explicarse desde lo binario, no concluye únicamente en aquello, sino que solo puede ser real si se constata en múltiples relaciones de relaciones, que completan estructuras complejas. Y pienso que, en esa medida, la diferencia entre lo ‘natural’ y lo ‘artificial’ mencionada en el principio, es en buena medida de número y acumulación, lo cual está determinada por la capacidad que se tiene para observar la construcción de su comportamiento: si es posible hacer un recuento simple, o complejo de aquello 10 Heidegger, Martin. El ser y el tiempo, trad. de José Gaos. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2009 20
que habita-en-el-mundo. Porque, ¿pueden estar los procesos humanos desvinculados de una necesidad ‘natural’? ¿No son, pues, los procesos aparentemente artificiales, fenómenos complejos que mezclan unas formas con otras para vincular etapas, para administrarlas? Si bien uno de esos procesos es la fabricación de ideas que le otorgan valor a la administración de las energías —operativas de manera material o inmaterial—, toda administración discursiva también sería parte de una necesidad encaminada hacia la reequilibración de tales desarrollos. Reconozco que aunque el símil sea aún arriesgado, pienso en la literatura como una manera de administrar una memoria hecha de impulsos, y sus sucesivas subjetividades. Una construcción para la predicción y la mutación de la realidad. Y a pesar de que esto pueda parecer una mera metáfora, imaginemos que la cultura en realidad es una sucesión de sueños operativos, que modulan un organismo múltiple, hecho de acontecimientos que permiten a las sociedades organizarse al producir formas complejas. Si bien esta visión corre el peligro de objetualizar los procesos para una producción en términos de intercambio y mercado, tal limitación no puede contener el desarrollo de operaciones extraliterarias que suceden cuando, por ejemplo, un pueblo determinado emplea tales mitologías para nombrarse y subsistir mediante la fabricación de ficciones/ realidades de muy variada especie. Pero no solo me refiero a la difusión, en determinados grupos humanos, de una cosmogonía en la que se describen de manera específica las vinculaciones con las posibilidades muy amplias de lo ‘natural’, sino a toda producción cultural que disponga de concepciones que estabilizan o desestabilizan los procesos, según la perspectiva ideológi21
ca desde la que se les juzgue. Es decir, de todo aquello que ha sido nombrado para reequilibrar la gestión de la vida, a partir de una idea de sí misma, y de la ‘naturaleza’, incluyendo el discurso que construye un imaginario de entidades tutelares para comunicarse, de algún modo, y así elaborar procesos de equilibración de la realidad. Así, hablar del Quijote, o del Ulises de Joyce, implicaría algo similar, en tanto se trata de un procesamiento de relaciones de energía condicionada y regulada según el orden de un discurso que reproduce ciertas nociones de verdad o ficción, desde las cuales se hace uso de un poder específico de interpretación. Justo en el libro ‘El orden del discurso’11, Foucault habla de algo similar, que me parece del todo relevante para tratar el tema ya no solo de lo ‘natural’, sino de la idea de ‘literatura’. Una de las nociones que caracteriza a las sociedades reguladas por instituciones en nuestra época es la voluntad de verdad, que está relacionada con la voluntad de saber. Si renunciamos al objetivismo que es característico de las interpretaciones autoritarias, es imposible no reconocer que esta administración del conocimiento tenga intenciones clasificatorias vinculadas al poder. Y esto implica un sistema de exclusión de carácter histórico, modificable e institucionalmente coactivo. Dichas coacciones son, en estos términos amplios y especulativos desde los que asumo estar hablando, ‘naturales’ en tanto surgen de una necesidad que depende de una clasificación. Dependen no de un proceso específico y unilateral de un organismo individualizado de los otros, sino de ajustes constantes
de un universo intrincado y complejo que no puede interpretarse de manera unidireccional. Desde el término más lato de ‘ideología’, se trata de un conjunto normativo de métodos y reglas para interpretar la realidad. Pero no el único. Si bien argumentar desde la mera dialéctica estos procesos es difícil, porque los mecanismos ‘naturales’ son extremadamente más complejos, el principio podría ser valedero si aquello se atiene a una conversación multifactorial. Pensemos, por ejemplo, en una aliteración vinculada con los procesos y los cambios que suceden a las metamorfósis. Toda figura retórica tiene un origen relacionado a la transformación de las formas. La lucha de todo ser narrado, así, implica de nuevo un conflicto que, en términos de acomodo histórico y emocional, debe enfrentarse —en contra o a favor— a fenómenos originales, frente a los cuales debe hacer interpretaciones; las pasiones no serían otra cosa que aquellas fuerzas de un mundo ‘natural’ no controlado, para lo cual aquello funciona. La literatura lleva, de este modo, al extremo esta compleja red de relaciones, elaborando posibilidades respecto a un futuro incierto. Se trata de señales que advierten, colocando sutiles alternativas para la percepción en el entorno de futuros posibles y presentes amenazados, los espacios delimitados y las fronteras que la política del lenguaje impone. Es, pues, una forma en la que se pone en juego una comunicación compleja para presentir la muerte. Y así asumirla, o acaso aplazarla.
11 Foucault, Michel. El orden del discurso. Tusquets editores. Buenos Aires, 2005. 22
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Ideas sobre los Huertos Narrativos Pedro Hesiquio*
01 Hace unos días se presentó el proyecto Huertos Narrativos en la Feria del Libro del Zócalo. Ahí se me hizo evidente una pequeña parte de los plurales y tal vez incompatibles afanes del universo de relatos que estos abordan y confrontan, y es algo que considero refleja el mismo matiz de nuestra época, las insalvables contradicciones, lo inabordable de la tarea qué, como cualquier otra que juega con el sueño y la acción, confronta y promueve deseo y posibilidades de realización mientras se escribe. Así, pensando en lo que es necesario decir sobre ellos, digo hoy: * Nota del autor: No sé cómo le pase a otro, a mí, un texto que me ocupa debo escribirlo al menos tres veces y en distintos desdoblamientos, no por gusto. Así ahora, este pequeño ensayo, es a la vez una serie de argumentos, intenciones y búsquedas, se abre frente a mí en sus estadios, miradas, posibilidades. Llámele como quiera, amable lector, pero ahí está, la confluencia de las voces, de las intenciones y argumentos que en mí vienen, y yo no puedo sino tratar de dejarlo, mientras me sucede. Un texto, en días como hoy, lo veo como una suma de fantasmas y deseos, una conferencia. Yo, el sujeto que escribe, si atiendo el sentido, escucho, y veo lo que por dentro se levanta, las inquietudes, la diversidad de experiencias, y de ellas, las formas en que se revela lo verbal, donde yo ni siquiera soy voz estable ¿Qué sería darme nombre en este mundo, siendo testigo de lo que soy en el tiempo y en el deseo? Así que no me queda más que humildemente dar cuenta de mi hacer verbalidad desde la imposibilidad de darlo por hecho, si crítico observo a la vez que escribo. Ahora, teniendo un tema en los huertos, tengo las derivas, las posibilidades abiertas, estás que conviven en la experiencia: Desde la ficción que los imagina y critica, como también desde la real siembra que son, sus procesos, y su ser colectivo. Partiendo de la dificultad propia del lenguaje que constantemente se rehace como argumento dialógico plural, el asunto que voy planteando sobre la imposibilidad, considero es propio también a la naturaleza de los huertos desde lo que he experimentado, pues mucho aparece en la diversidad que de ellos brota, convive, pervive, se transloca; estos huertos de los que hablo, nacen en tiempos de colapso y saltos cuánticos, su propia forma los obliga a ser así, múltiples, caóticos, poderosos, sólidos y volátiles a la vez, futuros. / 22 de noviembre del año 2019. 24
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Estos son nuestros huertos abiertos el año 2019 de esta era, en este lugar del planeta tierra que es la Ciudad de México, y no son uno, sino la serie de afanes, búsquedas y encuentros, y ahora son apenas una voz de voces. Una voz que se sabe habitada, habla ahora, zozobrante cuenta de un acontecer. Los huertos son un afán colectivo, y si colectivo son, no hay una sola mirada que los englobe, en todo caso, sólo la intención de arranque. Partiendo de ahí, lo interesante, y que para mí se ha vuelto elemental, es su ser activo, su ejercicio vivo que los vuelve casi inabordables, pero sumamente interesante en el riesgo que conllevan. Yo trato solamente dar cuenta de algunos de sus bordes, de lo que con ellos se abre. Su riesgo es el propio del acontecer y lo que en ello va como y frente al deseo vivo. Por eso digo, para poder comenzar: Estoy estudiando algunas posibilidades de siembra de futuro con la intención de re-construir nuevas y milenarias formas de vida y su escritura desde el quehacer de los huertos. Y ¿qué son los huertos? ¿Qué soñaron ser que hace hoy posible hablar de ellos? ¿Qué de ellos vale en su cuestionar futuro? Sí, ¿qué son en el afán de acciones colectivas, en la red que han experimentan con la intención de continuarse, reabierta en el tiempo, hacia la posibilidad de la construcción de sus múltiples universos? 26
Ahora, sólo estoy viendo una mínima parte de ellos desde la puerta de mi pequeño balcón, mientras crecen. Me pregunto si únicamente he llegado hasta aquí para ser testigo de su entreabierto afán, o si mi vena me permitirá en el tiempo aventurar un tanto más allá y verlos futuros, en otros niveles y desdoblamientos de lo colectivo y las posibilidades de lo vivo. Mi primer problema pues, es poder dar una mínima definición de los huertos, de su intención, pero sobre todo de su práctica, y para hacerlo se me ocurre quitar de enfrente el nombre, que aglutina demasiado, así que más bien propongo ver la miríada de intenciones que toca este juego. Son los Huertos narrativos sólo un apelativo de algo que sobrepasa los nombres. Los huertos son un sobrenombre al deseo de muchos, a su trabajo. Esto, que por un momento conformamos una colectividad amplia y abierta, que casualmente y con intención ha logrado converger y construir algo temporal, claro, pero real en las marcas- evidencias, y de ellas, desde donde vale primero hablar, es la del hacer real y pequeño de la siembra de hortalizas que ha sucedido y continúa, simplemente. Ese material consuelo que estos dedos tienen por haber tocado la tierra cada día, la siembra mínima, la siembra de lo pequeño, y sus consecuentes y escuetos frutos, hortalizas, rábanos y tomates, espinacas y berros, ejotes, jícamas y chiles, que se comparten en un entorno urbano. He sido testigo de prodigios mínimos pero increíbles, he podido despertar cada día y ver los avances; ahora 27
mismo lo hago, en el balcón observo los microviveros de este mes de octubre que han de alimentar en unas semanas otros pocos huertos urbanos de pequeña escala, en Portales, en Tlalpan, en Cuauhtémoc o en nuevos espacios que ya nos buscan en el deseo de sembrar y ensoñar autogestión alimentaria y permacultura. Pero claro, para poder seguir este ensayar, se debe dimensionar también en su hacer simbólico, que es a la vez un experimentar muy real, pero microscópico, vamos hablando de ello.
del que escribe, que sabe que nunca nada puede decir de ella. Así que he estado aquí, durante unas cuantas semanas con los ojos entornados, buscando escribir, pero también en el gozo de la sonrisa franca que tiene quien siente una vena invisible en la mano que pareciera decir: “Adelante, es también hoy tuya la savia, pues con Ventura y por momentos has acompañado al Misterio, has pagado el mínimo tributo, y has recibido los pequeños frutos.
No voy a argumentar sino con los hechos y sobre todo con los hechos mínimos que son los que tenemos, los cotidianos, los que nos tienen donde estamos en el práctico sembrar. Dejo para otros las disquisiciones profundas. Lo mío, hoy, es diminuto. Agradezco al proceso de este año la bondad del hacer, la determinación que junto con la mejor compañía de colectivos y amigos pudimos experimentar, y eso, no tengo forma en vida de terminar de agradecer, la infinita bondad de lo conectado que fue compartida y que estoy obligado a mostrar, propagar y arriesgar, cuya prueba y forma misma es la vida, vida de plantas, vida de humanos. Entre ellos, debo agradecer la bondad del Colectivo Poesía de la Transición por haberme incluido como parte de su equipo, y por el hecho de haber desarrollado de manera colaborativa este proyecto, así como las aportaciones de otros colectivos como Kanan Pal, Huertequio, Corazón de Venado, Matlachihua, Por un mundo sin contaminación, Laboratorio de los huertos, y mucha gente muy querida y solidaria.
Aquí están: Cinco ejotes, dos cebollas y un manojo de acelgas.
¿Pero cómo acercarse a un atisbo de palabra que contenga vida, que la nombre sin perderlo todo? Es el debate 28
Sea así.
Adelante muchacho, escribe, y no pierdas tan pronto la seña. Y claro, que si así hablo, que si así miro, que si así disparo. Entonces ya este desdoblar, el de este día, enfila la cuenca que se ha de abrir. Aquí se abre pues, y pertenece a las plantas, las plantas, sus saberes, y los afanes que distintas personas pusieron en ellas. Debo decir que todo huerto real hoy sé que es un nodo, una red, un universo desdoblado, un entorno milenario, con muchos sistemas en él guardados, por eso, un huerto no cabe en palabra, y yo apenas algo he compartido de sus secretos. Soy testigo de la microvida, pero además de eso, pude comprobar la conexión directa de estos con la de vida de la tierra y las plantas 29
que amablemente conmigo crecieron en mi balcón. Aprendí-reaprendí pequeños y vitales secretos de siembra urbana, como el que: Toda el agua que bebemos en la ciudad está terriblemente clorada, y no vale mucho a la hora del riego, sobre todo en los brotes. Así, me alegra, como me alegra siempre la escritura en su viva aventura, hablar de lo que experimento, de lo que malentiendo-bienentiendo, y comparto. 02 Hablaré ahora sobre algo que me importa preguntar en el hacer de estos huertos ¿Existe la posibilidad de construir comunidades del deseo o es esto imposible? Es una pregunta que he encontrado al ensayar los huertos narrativos, con lo que todo esto implica, particularmente al acotar la pregunta durante el tiempo en que los huertos ficticios y reales se han construido y reinventado en mi experiencia durante este 2019. Sobre todo, en el hacer experimental de estas posibles comunidades que ante el futuro se preguntan y actúan desde un pensar y hacer siembra, una siembra múltiple y naturalmente compleja de deseos y acciones, de búsquedas y cuestionamientos, de realizaciones con múltiples y variadas vertientes, algunas de ellas incompatibles, otras maravillosamente fuertes y vivas. Así que los huertos, relacionados al deseo, pienso se deben entender plurales en sentido y en su forma de interpretarse, pues son huertos vivos, y son huertos imaginarios, y son huertos narrativos desarrolladores de historias posibles de comunidades inexistentes, ficticios, pero reales al buscarse y suceder como algo posible, 30
como acto o como intención... y son también múltiples, y diferentes niveles de desdoblamientos conllevan.1 Por eso creo que hablar de los huertos es, para empezar con brío, al menos hablar del deseo, y de la forma en que la vida se devela en el hacer de un huerto real que busca acercarse a las prácticas de la permacultura, sí, permacultura, claro, también, ¿y qué es esto que digo? Es lo que encontré elemental al incitar y compartir el deseo del hacer de los huertos en colectividades - efímeras unas y más sólidas otras- de amigos y nuevos conocidos que durante este año del 2019 he frecuentado. Por ahora valga decirlo así, el hacer de un huerto que busca acercarse a la permacultura -para poder arrancar- debe intentar comprender el proceso ecosistémico en que se desenvuelve. Claro, esto tendría que explicarlo desde la biología y también seguir la sabiduría ancestral de quienes entienden que todo tiene una conexión profunda por dentro, y que no hay en la vida forma aislada, o al menos, que no busca sino acompañarse de otros que al vital afán se abandonan, para alimentarse, o para compartir, o para defenderse, o para convivir con ellos: Insectos, plantas, aves y sobre todo, porque en el fondo son quienes originan la vida, los microsistemas de biota. 1 Siendo el desdoblamiento uno de los juegos que he seguido en la experiencia de la escritura durante años, te invito, oh lector, a acercarse a este entender del desdoblar por diversas vías, sea desde la visión del desdoblamiento en el rito y en el mito mesoamericano que estudia López-Austin, o sea en el desdoblamiento que el escritor genera al contar historias polifónicas al experimentar la voz de los narradores que se obligan a hablar de la pluralidad de los mundo, y sus posibles construcciones, como es mi caso y refiero en otros escritos. 31
Vida, dentro de las vidas, microorganismos, todos relacionados entre sí, esos, los que alimentan la vida por dentro -como bien puede constatarse al estudiar lo que sucede entre las raíces de las plantas y rizobacterias y hongos que las propagan-. Así que sin querer impresionar y más bien envuelto en el proceso de siembra que se ha desatado y bien compartido, las menciono para asentar por un momento desde donde poder hacer sentido al ensayar este “pensar/hacer de los huertos”. Por lo que, tratando de mostrar simple el asunto, hablo de la forma de la vida de las plantas, que no es sino la de las interdependencias y comunicaciones, relacionada a la nodalidad, el rizoma, el ser arbóreo conectado a otros organismos, y por lo tanto, hablo de la complejidad de la vida, sus relaciones invisibles, sus formas múltiples de ser que sobrepasan la posibilidad de entender una célula por sus componentes químicos, aunque definirlos ayude a entender, pues no es la vida un compuesto separado sino la mezcla, y la interrelación de lo diverso adyuvante, mucho de ello, ininteligible, e inexplicable. Pero, hablando de lo interrelacionado, un asunto, que al trabajar los talleres se hizo nodal en los objetivos del hacer de los huertos, fue el conectar con personas de la ciudad que tienen poco o nulo contacto con la siembra y el cuidado de sus alimentos, para compartir la experiencia que implica entender que una planta no puede entenderse fuera de su microsistema, sea una maceta o un bosque - que visto en lo macro y lo micro por momentos pueden verse iguales o al menos isotópicamente-. De esta forma, aportar al comprender que no hay planta sin la vida que la provee, y que ella misma es - como 32
nuestro alimento-, el entorno y el fin mismo, el ir y venir de lo pequeño a lo enorme; fue y es, un afán central del compartir de estos huertos. Siguiendo el argumento, no queda sino descubrir cuan profunda verdad de Perogrullo es que no hay existencia aislada sino siempre múltiple. Tan simple suena, que lo increíble es comprobarlo, y justo esa premisa se convirtió en la invitación constante de los talleres y laboratorio, lo primero a hacer evidente desde el laboratorio, del que ya hablare más adelante: No hay planta sana si no hay suelo sano y pleno de vida. No es que tenga el saber claro de los elementos que componen la vida, hablo como escritor que gusta de la siembra, hablo pues de este atisbo comprobado una y otra vez en las experiencias de pequeños huertos desarrollados a diferente escala, en distintos entornos, con distintas colectividades, con resultados satisfactorios de arranque de biota y con subsecuentes plantas florecientes. Y bueno, siendo así por ahora el ensayo y la forma de lo interconectado, tal vez puedo avanzar unos minutos más antes de caer en solipsista grito mudo de quien se arriesga a hablar sobre lo vivo. Y lo vivo de lo que hablo, está ensayando ahora alrededor de la posibilidad de la existencia de las comunidades del deseo, su posibilidad-noposibilidad nata. Este es mi juego, el que he compartido en niveles y formas prácticas, con mis compañeros, unos a veces presentes desde la literatura, muchos otros en el germinar y 33
crecer de plantas y su entorno, otros tantos en las experiencias de prácticas colectivas autogestivas. Y con todos: La inquietud del futuro, un futuro que en riesgo se asume por los tiempos que nos tocaron; sí, pero en el fondo, por su ser incierto, que es la condición de la vida dos grados fuera de su entorno. Pero trataré de seguir en el ensayar una comunidad del deseo, posible, no sin antes marcar la línea que ya se abre, y golpea, imposible (disculpe lector tan humana irracionalidad): ((Son imposibles las comunidades del deseo, como son reales, pues el deseo las mueve. Somos lo que se da y se pierde y, también somos lo que logra mantenerse algunas generaciones. Hasta que se pierde.)) Pero, tratando de aclarar la intención que presentan los huertos y el deseo desde donde los pude observar: El afán fue simple: Hacer en la práctica de los huertos una intención compartida con otras. Un querer sembrar/compartir el aprendizaje, buscar las posibilidades de una siembra viva que experimenta y revive al suceder. Quedarán los testimonios en textos, fotografías, dibujos y grabaciones, fuimos varios con diverso juego los que compartimos; con cada uno fue distinta la experiencia, pero a todas percibo conectadas por dentro. Es esto de lo que doy cuenta ahora y es algo que nuestra plataforma de narrativas digitales creo buscaremos mostrar desde Poesía de la Transición como experiencia y testimonio. Lector, este escrito nos cuesta, porque el mismo ensueño del proyecto era casi imposible y sucedió, y sigue vivo y sigue siendo imposible, estos huertos son a la vez para unos 34
una cosa, para otros algo muy distinto, subjetividades, sus posibilidades en el deseo, y las formas nudas de la experiencia compartida. Eso, que queriendo acotarse, cuando el momento llega del contar, o más bien, del querer contar, se engola, en cada uno a su manera, desde su decir-hacer. Y es que, es la misma riqueza del juego su imposible, sí, y por eso no puede detenerse, por eso la continuidad se juega sola, en la siembra. Tal vez sólo nombrar algunos ejemplos sirvan para ver variantes de lo relativo y abierto del ensueño del huerto y su contar, ese imposible que se cuenta y se conecta. Por ejemplo; acompañantes pasajeros que sólo llegaron un día a los distintos huertos y que vieron elementos dispersos como una sesión de lombricomposta con una básica explicación de como cuidarlo; otros, los pequeños, haciendo los juegos e investigaciones de niños, descubriendo aventuras del contar o aprendiendo a diferenciar hortalizas; otros, vecinos cuestionados sobre el futuro de su barrio, pensando juntos las posibilidades ante un futuro caótico que promete la Ciudad de México; otros, escritores, disparando la memoria como posibilidad futura en la construcción del recuerdo. Así, puedo seguir los juegos y los niveles y no agoto la siembra: Como pasó con los exploradores de los cerros y sus bendiciones de semilla por ancestros guardianes; o los buscadores de la comunicación profunda de las plantas en sus vibraciones medibles en radiestesia; también, sumado a lo anterior, los trabajos en entornos mediáticos y el posible entorno digital que el proyecto de narrativas transmediales aventura. 35
Y ahí, en cada uno, la mirada distópica junto a la posibilidad de la utopía; allá la autogestión alimentaria y la lucha organizativa contra el capitalismo tardío; los anhelos, las frustraciones, los miedos y el dolor del autoengaño que nos provee la esperanza; también, el aparato del estado queriendo apropiarse de los afanes colectivos de organización comunitaria, desgastando intenciones con casi imposibles formatos de reporte y control. Ahí, la luna llena de octubre, hermafroditas lombrices copulando y sus huevecillos, aquesa Feria del libro y el encuentro con gente que se hace preguntas cercanas al futuro y la siembra; pero también la posibilidad de una extinción masiva de especies; a la par, el silencio obtuso en el que todos nos sumergimos al cuestionar nuestro futuro cuando dimensionamos la suma de factores que por un lado lo disparan y por otro, posiblemente, lo vuelven entrópico. Y aquí estamos, tocados por el sol, bañados por el agua. Los huertos, los deseos, lo imposible, las plantas, las palabras, los relatos, como palabra viva. 03 No te empeñes en comprender la vida / y, así, será una fiesta para ti. / Acepta los días / como el niño recibe del viento / pétalos de flores, cuando va de camino. A él no se le ocurriría / recoger y amasar toda esa lluvia. / Suavemente los aparta de sus cabellos / en donde, 36
quizás, quedaron apresados / y, con sus años mozos, / tiende las manos hacia otras flores. R.M. Rilke
Ahora, importa hablar de algo que nace de los huertos, que es parte fundamental de lo que hacemos y descubrimos unos, por lo que trataré de hacer evidente en el ensayar una delicada y casi invisible red colectiva que hemos tejido para sostener la verdadera siembra que los huertos logran y hacen evidente en los talleres y en las presentaciones ¿A qué me refiero? Bueno, todo esto sucedió por la propia necesidad del proceso organizacional, ante los deseos sumados y al encontrarnos con particulares problemas para hacer crecer semillas y plantas. ¿Y porqué es importante hablar de esto? Porque sirve para darle continuidad a lo que contiene y proyecta el pensar los huertos, desde la literatura, pero también desde la experiencia del cuestionarse en un ambiente solidario y creativo que se conecta en el pensar/ haciendo/ de la real siembra, el cual es hoy, por su compromiso, el sano tejido interno y casi secreto que alimenta los huertos, lo que pasa del otro lado, lo invisible y que casi sólo aquí queda registrado. Los huertos, que no únicamente son los talleres que hemos dado, sino eso de los cual los talleres son la superficie de procesos que se viven detrás, a niveles de profundidad mucho más ricos ¿Pero, cómo es esto? Aquí aventuro una respuesta: La materialidad de las plantas y su presencia en las fotografías de los huertos nos muestran algo que se ve, 37
como lo que en las redes sociales se muestra y parece ser, eso, talleres, por ejemplo, talleres para niños que juegan y se encuentran en un parque un sábado cada quince días con plantas. Está bien, eso parecen, como parece la planta ser lo que está en la cosecha. Tú ves una planta en la maceta, pero no ves algo más, no ves tanto más que es a través de la misma, lo que está debajo, los imposibles amigos reunidos en ella, lo que revelan, lo que traen consigo, la increíble microfauna ahí contenida y bien cuidada, que, conectada toda, establece relaciones en diversas dimensiones y niveles de realidad, así, como suena, desde la biología -como ya lo he mencionado-, pero también necesariamente en el complejo social, como es, vida misma de los organismos colectivos, y ella, es la que aprendemos a replicar y a vivir en contextos, sin separarla de los entornos.
sentan la existencia de ese rábano (en color rojizo, con sabor amargo y rico en yodo, como si eso sirviera para describirlo, ya que, ni el contenido de yodo ni su sabor, lo define consistentemente, en todo caso, lo limitan, si la intención es querer hablar de la vida).
Pero, debo regresar un poco para hacer esto evidenciable, comprensible, mínimamente razonable, este ser de biota social.
En que durante los últimos cincuenta años la gran mayoría de los nacidos urbanos, en la cotidianidad separamos, y separando asumimos, comprendimos, determinamos el ser del hombre y su imagen como un ente independiente frente a la naturaleza, y la vida... Vaya a usted a saber qué y cómo llegamos a eso, alguien más y no ahora ha de bregar con la brumosa discusión de lo natural y artificial que no me es hoy de lo más relevante.
Hay, en la biología hace más de cien años, gracias a Pasteur y tantos más, la plena conciencia de la existencia del microbiota, de redes de vida que se tejen debajo de lo que vemos, y de las cuales apenas tenemos una idea, por ejemplo, la que vive en universos muy relacionados a nuestra existencia en nuestros alimentos vegetales, esa que provee a nuestras hortalizas, verduras, legumbres y demás. Pero esta acelga, ese rábano, que a la mirada empobrecida de quien no sabe ni de biomasa, ni de secretas invisibles redes que alimentan la vida, a ese le parece por sí mismo un fruto independiente, cuando es el resultado de una red de interacciones de vida que por un momento pre38
A lo que me refiero o quiero abordar, tiene que ver con la red de vida que está detrás como sostén de eso que por un momento ingieres, pasa por tu tracto, nutre y luego reintegras al entorno de la biomasa, de la que en realidad nunca salió (o nunca debería), aunque tú te veas en tu casa comiendo del envase de plástico la hortaliza... O al menos así fue por miles de millones de años, en la relación entre seres vivos, y sus infinitas cadenas conectadas... Hasta ahora.
Sino más bien, quiero evidenciar primero la red de la que antes hablaba, para poder seguir hablando del entorno biotasocial. Éste, donde no hay separación entre lo uno y lo otro. Y claro, a estas alturas nos hemos perdido -en apariencia- de un centro -aunque nunca lo hubo-, pero dejaré 39
la ilusión del discurso como hilo que guía y da sentido a nuestra campechana forma de hacer mundo hoy día.
parten, en lo que se comparten, lo que se desata y es, por sí mismo y en este momento, también, literatura.
Así, regreso a lo que creo sucede en la siembra que el huerto urbano abre, con estos pequeños afanes de unos que juntan viejos bidones para convertirlos en maceteros, reúnen semilla, tierra y aseguran agua y sol a un entorno de vida; el cual, además, poco a poco crece en verdor, y es, simplemente la continuación de ancestrales modos de vida, este modo humano agricultor que hoy en nuestra incomprensibilidad llamamos:
Pero, por ahora lo que trato de verbalizar es la parte de la red que en nuestra acción se ha construido libremente acompañando los huertos.
Huerto urbano de pequeña escala. Y su red de redes, la compleja, la muchas veces abierta, la tantas veces posible, la que se ha desdoblado como forma amplia de entender y como una realización práctica. Ésta es, la red de redes de la vida que unos huertos intuyen y revelan en la acción, en la que -y aquí viene lo interesante- de pronto unos se dan cuenta y se conectan sencillos con actos directos, fuera de tanto juego retórico, pues simplemente ejecutan acciones que realizan narrativas colectivas en la configuración directa del actuar, y esto, sucede a niveles inimaginables para quien no los experimentan, y es parte nodal de otra dimensión del juego del huerto. En esta red, así como en las toda red microbiológica, todo esa relacionado, lo macros con los mínimos, los complejos con los pluricelulares, los más organizados con los menos, todo eso que busca explicar el biólogo, sí, y lo es también en el hacer de estos huertos humanos, lo que producen alrededor de la vida, lo que com40
A esta la veo como un espacio mínimo de exploración colectiva al que han acudido artistas, activistas, soñadores, germinadores, gente, nomás. Los llamo por ahora, germinadores, a estos, los que acompañan el proceso y quiero hacer evidentes, artistas, músicos, activistas, sembradores, biólogos, sanadores, performanceros, fotógrafos y escritores, todos con real interés en ayudar y dar al menos parte de su tiempo en la búsqueda y el imaginar común del huerto que procura el bien de la planta con acciones determinadas en un rico proceso social reflexivo. Así sucede esta parte del proceso que ha ayudado a lanzar al frente y a darle coherencia interna a los huertos en lo que superficialmente proyectan. Para mostrar más de eso que importa, debo mostrar un cuestionar formulado en el grupo y que organiza el centro de nuestro actuar colectivo para poder configurarnos como laboratorio: ¿Qué? ¿Cómo podemos? ¿Cómo puedo ayudar a la vida de las plantas en este tiempo de riesgos? Esta sencilla y difícil pregunta, que sirve como punto de encuentro y relaciona a los diversos, es el punto de arranque y alrededor de donde puedo jugar por ahora este ensayar. 41
Fuimos pues varios, los que nos reunimos alrededor de ella, algunos, como Daniel Lara Ballesteros, que trajo desde su estudio del sonido, las vibraciones y gente valiosa, como Patricio Coronado con quien esta pregunta tomo fuerza interior profunda y vital, pues la mera pregunta aplicada a acciones concretas resultó en la posibilidad de conectar y seguir lo importante que mueve en sus múltiples niveles, y no puedo dejar de mencionar entre ellos, a otro gran laboratorista que ha generado un importantes aportes en todos los niveles de nuestros huertos, Ciblu Niblu, sanador y uno de los fundadores más activos del Huertequio, junto con Uriel-Jaguar. Mas, continuando el desbroce del asunto del cómo ayudar la vida de las plantas en la siembra, el cuestionarnos y buscar respuestas, resultó en el diseñar el entorno posible para mantener pequeños huertos urbanos ¿Porqué? Porque en los experimentos y cuestionamientos dados en ese espacio de la constancia, se dieron los procesos de germinación que dan vida las pequeñas plantaciones que hoy apoyamos en distintos puntos de la ciudad. Ahí, en lo que hoy llamo el “Laboratorio de los huertos” reaprendimos a comprender mejor el arranque de la vida, la germinación, así se hizo nuestro lugar para tratar de permanecer a futuro, huerteando. Momento elemental fue el descubrir, en la práctica y en la observación compartida, la comunicación que la planta tiene con su entorno, como lo fue el ir descubriendo los microorganismos y sus conexiones, muchas que aún desconocemos pero que al menos nos puso en la puerta de relaciones invisibles que determinan la vida de la planta, y esto, al menos a mí me hizo entender 42
cabalmente lo que en los talleres hoy se promueve: Que una planta no es por sí misma, ni separada, sino que una planta sana, refiere y representa directamente a un entorno vivo, lleno de microrrelaciones bien adaptadas que la sostienen y proveen. Todo esto, tampoco pudo afianzarse en la forma de los huertos si no es gracias a un gran promotor de la vida de las plantas, Tlaolli Argüello, quien compartió, al invitarme a observar el entorno acuático de una lombriz en el microscopio, algo crucial en mi experiencia de los procesos de nuestra biota. Pues humildemente observé, con ojos siempre incrédulos, lo que aquí platico, la conexión interior entre muy diversas especies de microrganismos, los más chicos y los más grandes, todos contenidos en el agua en que mojamos una lombriz de compostero, donde ellos, que solo observé en su propia superficie, cumplen cada a uno diversas funciones, se alimentan unos a otros y crean el ambiente posible para la vida de una planta, al dar el equilibrio necesario para que, determinada espinaca, pueda crecer y así formar parte de la siguiente cadena alimenticia que la convierte en el alimento de un humanete, el cual, hoy, regularmente ignora lo mucho que recibe y comparte, pero que, paradójicamente, muy alto se considera en la conciencia de sí mismo, y al mismo tiempo genera una nula empatía con aquello que lo compone y realmente le hace vivir. Regresando a la red debajo, puedo decir que en nuestro hacer de la siembra pequeña tenemos un laboratorio, construido con constancia, lo alimentamos al reunirnos frente a determinadas y específicas tareas como: Saber por qué florea pero no saca fruto un toma43
te, preguntarnos cómo representar la vida en palabras o cómo dialogar con ella en la experimentación artística, más otras tareas relacionadas a la experiencia de lo invisible, la vida de las plantas, y la tierra. De este laboratorio colectivo han salido pues los germinados que luego donamos en los huertos o casas que los reciben, y ha resultado, por ejemplo, en Tlalpan, donde la siembra de plántulas hizo del huerto del parque Busto de Juárez algo real y evidente entre los vecinos del barrio, quienes durante los talleres acudieron a compartir saberes sobre las posibilidades de la siembra sin agroquímicos y sin intenciones de explotación capitalista, y qué, en el dialogar comenzaron a compenetrarse en la creación de espacios de siembra con permacultura que proponen la autogestión alimentaria; pero esa, la historia de los juegos políticos de la autogestión y la acción permacultora, son por ahora otra parte del relato que tal vez más adelante se cuente; pues espero, a través de distintos abordajes que la plataforma digital ha de construir, se pueda ir hablando de las derivas que por ahí se han abierto. Ahora que los huertos están activos, el juego de muchos obliga continuar viviendo e ir más allá de lo que han hecho hasta hoy, no por nada más sino por las conexiones realizadas desde el deseo, lo cual se comprueba en los afanes que se han disparado y logrado conectar como tareas de nuevas colectividades: Con niños que cerca de Portales quieren seguir sembrando y se proponen ser ellos los nuevos talleristas, o en pequeños huertos caseros que necesitan apoyo colectivo para seguir vivos; así como en el huerto 44
del parque de Busto de Juárez, donde los vecinos se ven continuando su huerto; lo cual también es posible ver en la experimentación colectiva con escritores y artistas que a través de los procesos de los huertos se sienten cuestionados respecto a los asuntos de la vida y los riesgos en que esta se encuentra ante una posible crisis ambiental global. De esta forma es que hoy veo se esbozan algunas de las posibilidades de las comunidades del deseo, en la real posibilidad de existir a través de una red comunitaria de deseos de futuro, no en el entorno que los grandes relatos del poder y del estado les narran, sino en los construidos desde un querer acercarse a la tierra, a lo vivo, y que, por lo tanto, poco a poco intenta alejarse del consumo voraz y de la explotación -tanto del humano como de la tierra-, poco a poco, no porqué se sepa si lo vaya lograr, sino por querer ir entendiendo la posibilidad abierta, con trabajo, en la intención que el deseo y su hacer provee. Llamar a todo esto utopía me parece demasiado, son solo intenciones puestas en práctica para formar posibilidades de futuro asumiendo el riesgo del acontecer, y justo lo importante es el riesgo que aceptan y juegan al plantear y enfrentar el problema con acciones colectivas que buscan organizarse atendiendo estas intenciones marcadas en la siembra. La apuesta es alta el riesgo es mucho, pues quienes seriamente todo esto analizan, ven la disparidad de fuerzas, lo lejano de los objetivos, lo contradictorio de la misma idea si estamos partiendo desde el interior mismo del sistema del capital y sus urbes: Donde casi todos tenemos hoy que trabajar por un salario, comprar ali45
mentos, consumir celulares obsoletos, pagar, endeudar, y casi debemos aceptar que los métodos actuales de explotación de la tierra determinan gran parte de nuestro modo de vida. Claro, el panorama es desalentador, imposible, por decirlo de alguna forma, por eso tal vez no se trata sino de asumir al narrar que la ficción es la forma de la historia, y que por lo tanto en una de esas se organiza otra historia posible. Por supuesto que el fracaso es inminente, nunca la vida debe verse distinta, y por lo mismo, nunca aceptar sino eso, que la muerte es segura y que ante el riesgo más vale lanzarse a crecer como semilla, si una posibilidad, por más ínfima que sea, se tiene de sobrevivir a heladas, sequias y depredaciones.
Visiones del mundo futuro Presente distópico Mario Panyagua distopía: Del lat. mod. dystopia, y este del gr. δυσ- dys- 'dis-2' y utopia 'utopía'. 1. f. Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana. (RAE) distopía: Del Griego δυσ- (düs), prefijo de sentido negativo, y τόπος (tópos), lugar. 1. Anti-utopía. Mal lugar. Situación general en que todo es indeseable. (Diccionario María Moliner, edición 2016) dystopia: Noun. An imagined state or society in which there is great suffering or injustice, typically one that is totalitarian or post-apocalyptic. (Oxford dictionary)
— Amable lector: Aquí termina hoy este espacio de escritura que fue tan sólo un acercarse a las derivas que siguen quienes se hablan y ven en los huertos, esto que es, lo que se hace al acercarse a la vida de las plantas, esa, su manera en que hacen un entorno y buscan mantenerse en una capa de suelo vivo, eso, que si lo hacen bien, logran hacerlo por unos cuantos miles de años, en sus generaciones, hasta que desaparecen, como especie, y dan cuerpo a lo siguiente, su obra heredera y conectada a nueva vida, que, hasta donde hoy sabemos, solamente habita en el planeta tierra. Bienvenidos.
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Inventar lo que no existe Aristóteles fundamenta, en su celebre Ética nicomáquea o Ética para Nicómaco, que: el fin supremo del hombre es la felicidad. El ser humano desde antiguo ha perseguido dicho fin. Sin embargo, la experiencia le ha enseñado que el conocimiento suele ser (aunque liberador) doloroso, la verdad amarga y la vida fugaz, frágil y, por demás, difícil. Ante las dificultades para alcanzar un estado de paz y dicha duraderos, ha tenido que buscar dicho fin en las regiones etéreas de la fantasía y en los entresijos de su propia subjetividad. En el Renacimiento (ese remanso fértil en que el ser humano encontró solaz luego de haber atravesado – travesía de diez siglos– aquella ciénaga oscura, he47
dionda y espantosa de la Edad media), el filósofo londinense Thomas More (santo Tomás Moro) acuñó en 1516, para dar nombre a su ensayo y obra más celebre, el neologismo “utopía”, que Francisco de Quevedo traduciéndolo al castellano definió así: Utopía, voz griega, cuyo significado es no hay tal lugar. El término nace justo en esa época porque existía una especie de optimismo generado por los nuevos territorios descubiertos por los europeos. Sin embargo, las nuevas civilizaciones que encontraron fueron sometidas, su cultura diezmada y dichos territorios saqueados. Desde que comenzó el siglo XXI, el gobierno de Estados Unidos ha emprendido a través de la NASA y sus medios de comunicación una campaña que se basa en un optimismo utópico, pregonan la existencia de decenas de planetas (a años luz de distancia) que podrían ser colonizados cuando la Tierra ya no tenga recursos naturales con que generar y sostener la vida; es importante hacer mención de esto ya que Estados Unidos es el principal responsable de la devastación actual de nuestro mundo. En mayo de 2019, ante los alarmantes deshielos (a velocidad de vértigo) de los polos, Mike Pompeo, Secretario de Estado del país norteamericano, declaró en la cumbre bienal del Consejo Ártico que el deshielo significaba más que un desastre ecológico una nueva oportunidad para abrir nuevas rutas comerciales para barcos de carga. Lo que dicho comentario oculta es que ahora el Ártico se considera la gran última reserva mundial de hidrocarburos y que decenas de flotas (principalmente de Estados Unidos, Noruega y Groenlandia) ya han puesto manos a la obra por la conquista de los yacimientos de oro negro que hace una década resultaban inaccesibles debido al manto 48
continental de hielo. Hoy, Estados Unidos sigue negándose a aceptar las evidencias del cambio climático que amenaza la extinción de más de un millón de especies al corto plazo, sin contar las miles que se han extinguido en las últimas décadas, y ha invertido más en campañas de negación y contrainformación global que en revertir o tratar de frenar la alarmante situación. No es de extrañar que tres siglos y medio más tarde de que se acuñó la utopía, naciera la antítesis de dicho término: “distopía”. Poco importa si fue Jeremy Bentham o si John Stuart Mill fue el encargado de acuñarlo. Lo que en realidad importa es que fue concebida entre las postrimerías de la Revolución Industrial y los comienzos de la Primera Globalización. A través de los síntomas que mostró la humanidad para ajustarse a las vertiginosas transformaciones económicas y tecnológicas, y a las revoluciones sociales sufridas en los siglos XVIII, XIX y XX, pasando de sociedades agrícolas a urbes mecanizadas, es que empezaron a aflorar y multiplicarse las distopías. Hoy, siglo y medio más tarde de haber nacido el concepto, la distopía se manifiesta como un realidad. El paraíso perdido La introyección del paraíso en la psique humana ha sido una tarea llevada a cabo durante siglos por varias religiones; la imagen de ese lugar idílico donde no existe la maldad, el dolor ni la amargura, es una proyección del deseo, y a veces olvidamos que esta mítica región fue inventada para traer consuelo ante lo ineludible: el sufrimiento y la muerte. 49
La ley de los contrarios se hace presente (en forma de esperanza) cuando sufrimos, y se comienza a pensar: si existe amargura también existe dulzura, si hay llanto también hay risa... Sin embargo, parece que estamos instalados en la época de la desesperanza, sobre todo la población más joven, inclinada a pensar que todo irá tirando a peor, convencida de que no existe un sitio capaz de aportar dicha y tranquilidad, fiel embajadora de las malas nuevas, entregada a predicar que todo va a desaparecer y entonces a entregarse al gozo irrefrenable, disfrutar mientras se pueda y lo más que se pueda; la idea del fin parece algo que, como antes el paraíso, es algo que no se puede desarraigar de su creencias. Al parecer, los vuelos al jardín de las delicias se encuentran agotados, el Edén, el Aaru, los Campos Elíseos…, todos estos lugares fueron reemplazados por paraísos sociales (por no hablar de los fiscales). Muchos son los que han imaginado sociedades ideales: Platón, Francis Bacon, Gabriel Morelly, François Babeuf, Joseph Proudhon, Karl Marx, Edward Bellamy, entre otros; muchos han soñado, ante “el gran mal de la civilización”, regresar a un estado de “buen salvaje” (Rousseau), a “la candidez original” (Montaigne), a la Edad de Oro. Dice Harry Levin acerca de ésta: Si Hesíodo fue el primero en enunciar nuestro mito, si Arato lo proveyó de una protagonista femenina, Virgilio lo reorientó tanto geográfica como cronológicamente cuando lo aclimató en Italia. Fue, sin embargo, su contemporáneo más joven, Ovidio, quien lo cristalizó en un tópico, quien reorganizó sus elementos tradicionales en una pieza retórica mayor que sería imitada, plagiada, parafraseada, parodiada, reinterpretada, controvertida, 50
deformada y metamorfoseada de muchas maneras por los escritores.
Cabe resaltar que las más importantes plumas de la Edad Moderna (era de expansión colonial y monárquica europea) reutilizarán el mito de la Edad Dorada, Cervantes lo pondrá en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, en boca del “caballero de la triste figura” frente a los cabreros, y Shakespeare en La tempestad, en boca de Gonzalo frente al rey de Nápoles; ambos lo utilizaron magistralmente para crear contraste entre la realidad humana y el ideal utópico. El mundo distópico
Todo lo que era sólido y estable es destruido; todo lo que era sagrado es profanado, y los hombres se ven forzados a considerar sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas con desilusión. Karl Marx
Las utopías siempre son construidas (contenidas) en islas o en ciudades amuralladas para que la amenaza exterior no pueda penetrar y afectar o infectar a la sociedad perfecta; la frontera se yergue para contener al mundo ideal y refrenar al mundo detestable y enfermizo; todo aquel que habita el lugar utópico (inexistente) está sometido por la frontera que no debe traspasarse, ya que si la transgrede arriesga a toda la sociedad que vive dentro de la esfera, siempre amenazada por al51
guien del exterior que la penetre, porque así la burbuja podría reventar. Es el miedo el que en realidad erige la utopía, y también su contraparte, la distopía; las obras de ficción han servido para vislumbrar desde lejos esas posibilidades de amenaza. H. P. Lovecraft señaló: La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido. Las antiguas filosofías de oriente hicieron hincapié en que el pasado es nostalgia y el futuro angustia, por eso debemos centrarnos en el hoy, sin embargo, nunca habíamos estado más lejos del aquí y el ahora. El ser humano siempre ha sentido miedo del futuro; por más que en la antigüedad se consultara el oráculo o se interrogara a las sibilas y por más que hoy se siga recurriendo a la charlatana astrología o se pregunte a cuanto vidente se nos cruce en el camino, la única respuesta verdadera es que el futuro nos está vedado; mas esto no quiere decir, ni puede evitar, que no podamos levantar sospechas a través de los acontecimientos actuales de lo que en un futuro nos espera. Anteriormente vimos que al igual que la utopías, las distopías también son hijas del temor, engendros de la incertidumbre; nada escapa al reino de las contradicciones, y (perdón por el pleonasmo) las segundas nacen de las paradojas y estropicios de las primeras; representan futuros espeluznantes, a veces post apocalípticos, sociedades indeseables, mundos atroces, totalitarios, dominados por la frivolidad, el consumismo y aparentes libertades que resultan lo contrario de lo que simbolizan. 52
Las narrativas distópicas han servido para, de forma perspicaz, burlar a la censura y así denunciar ciertos aspectos del hoy que ponen en riesgo el mañana, siempre con la advertencia de aquello que podría tornarse represivo, asfixiante o hasta terrorífico. Algunas nos han advertido sobre las consecuencias de la hipervigilancia, la amonestación, la reeducación, el castigo ejemplar y la manipulación mediática como manera de control de las masas; otras han hecho advertencia sobre la hiperindustrialización, el uso antiético de la tecnología, el consumismo desbocado, la devastación de la naturaleza, la virtualidad instaurada como realidad o el aislamiento disfrazado de individualismo; otras señalaron hacia dónde podrían encauzarse los sistemas ideológicos de gobierno, como las sociedades socialistas en pro de la demagogia y su tendencia a través de la manipulación política a devenir en régimen dictatorial, las plutocracias disfrazadas de democracias o las democracias liberales rozando la acracia y en vías del totalitarismo, y un largo etcétera. Las obras distópicas que hoy en día se conciben van más ligadas a mostrar el verdadero rostro del capitalismo esquizofrénico como un sistema de control de las masas basado en el oscurantismo tecnológico, la mediatización, la deshumanización sistemática y la desigualdad monetaria, todo esto en medio de catástrofes medioambientales surgidas por el cambio climático que arrojan a un mundo de sinsentido a seres confundidos, aislados, sedentarios, buscadores infatigables de estatus social rebasados por la ignorancia y la amoralidad, los cuales sobreviven en un mundo hiperglobalizado y represivo que es regido por corporaciones transnacionales de carácter capitalista. 53
Las que muchos consideran como obras protodistópicas son Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swif, donde el protagonista viaja a literales paraísos perdidos, la otra es Paris en el siglo XX, nacida de la pluma de Julio Verne, en la cual se presenta un mundo tecnologizado, industrializado y estatista, donde políticos, tecnócratas y banqueros han rebajado al humanismo y las bellas artes a un accesorio inútil y sin valor práctico, donde los creadores e intelectuales han sido transformados en burócratas al servicio del crecimiento económico y del poder en turno, ya que el saber estorba y la espiritualidad se considera un mito. La obra que se considera fundacional del género en cuanto a forma, fondo y contenido es Nosotros, de Evgueni Ivánovich Zamiátin, publicada en 1924 y ambientada en un futuro no fechado, que nos introduce a lo que parece una sociedad utópica pero conforme vamos avanzando en la lectura descubrimos los símbolos de la opresión causados por el totalitarismo del régimen en turno y con ello la privación de las libertades. Seguirá Un mundo feliz, de Aldous Huxley, publicada en 1932 y ambientada en el año 2049 que, con un mundo hipertecnologizado como escenario de fondo, toca temas como la clonación, el dogmatismo científico y el control emocional de los habitantes a través de la hipnopedia y las drogas (el “soma”). Algunas obras cinematográficas se han basado en este libro: Demolition man (1993), Gattaca (1997) y La isla (2005). Vendrá la novela 1984, escrita por George Orwell, publicada en 1949 y ambientada en 1984, la cual nos introduce en una sociedad donde la manipulación infor54
mativa, la hipervigilancia (que se hermana con parte de la obra filosófica de Michel Foucault), la represión social y la abolición del libre pensamiento son los elementos que conforman la obra; no deja de sorprender el paralelismo que se vive hoy (2019) con los vectores esbozados en la novela. La obra se ha adaptado para formato televisivo (1954) y en tres ocasiones ha sido llevada a la pantalla grande (1956, 1984 y 2012), también se ha trasladado al teatro, la radionovela y hasta a la ópera. Fahrenheit 451, escrita por Ray Bradbury, publicada en 1953 y ambientada en un futuro no fechado, nos lleva de la mano hacia un régimen empeñado en eliminar cualquier tipo de conocimiento y perseguir (para eliminar) a todo aquel que ose resguardarlo o, peor aún, concebirlo o, peor aún, transmitirlo. La quema de libros, la censura al pensamiento propio para dar paso a un estado de ignorancia perpetuo, el elogio a lo baladí, el cultivo de lo superficial y la supresión de las libertades de expresión son las líneas temáticas, fundamentales, de esta obra bradburyana. Se ha adaptado al teatro, a los videojuegos, a la radionovela y dos veces (1996 y 2018) a la pantalla grande. Soy leyenda fue escrita por Richard Matheson, publicada en 1954 y ambientada entre 1976 y 1979, nos introducirá al universo de un personaje que sobrevivió a una pandemia generada tras una guerra bacteriológica; un virus fue el causante de que los humanos se convirtieran en una especie de vampiros y que el sobreviviente comenzará a estudiar, para comprender, a este nuevo ser que predomina en el planeta; el giro que ofrece la novela es muy interesante ya que aquel 55
que teme a estos seres, que a su vez le temen a él, los compara a monstruos sólo para darse cuenta que el ser humano es el verdadero monstruo de la obra. Ha sido trasladada al cine en tres ocasiones (1964, 1971 y 2017) y también fue adaptada al comic. Make Room! Make Room!, escrita por Harry Harrison, publicada en 1966 y ambientada en la segunda década del siglo XXI, es una novela que explora los riesgos de la sobrepoblación exponencial y de la hambruna causada por el efecto invernadero que hizo se extinguieran los alimentos naturales. Fue adaptada a la pantalla grande (1973) bajo el nombre de Soylent Green, en español se le tituló Cuando el destino nos alcance. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, publicada en 1968 y ambientada en 1992 (las ediciones posteriores al 2000 manejan el 2021), nos introducirá en el universo de la colonización interestelar, la inteligencia artificial, la robótica y las consecuencias de la radioactividad en un mundo post-apocalíptico donde algunos androides orgánicos parecen tener más sentimientos de empatía y solidaridad que los mismos humanos. Fue llevada a la pantalla grande (1992) bajo el título de Blade Runner y también fue adaptada al comic. El cuento de la criada fue escrita por Margaret Atwood, publicada en 1985 y ambientada en un futuro no fechado; en esta obra las mujeres vuelven a estar sometidas y viven, en calidad de esclavas, bajo un régimen teocrático y patriarcal que fue llevado al poder amparado bajo el pretexto de la defensa contra 56
el terrorismo islámico, dicho régimen prohibirá la libertad de prensa y suprimirá los derechos fundamentales del género femenino y hasta sus libertades básicas de autonomía; en esta obra, Atwood señala los peligros del puritanismo y lo peligroso que puede resultar el mezclar la religión con la política. Fue llevada a la pantalla grande (1990) y se han hecho adaptaciones para radionovela, teatro y una serie televisiva. Muchas son las narrativas distópicas que se han escrito y adaptado al cine, como las ya antes mencionadas; un ejemplo contemporáneo es la trilogía de Los juegos del hambre, escrita por Suzanne Collins; otras distopías propias del séptimo arte son Mad Max y Matrix, por ejemplo; algunas más han nacido del comic y posteriormente se llevaron a la pantalla grande, como Akira y Evangelion; series televisivas también se han encargado de tratar este tipo de historias, como la actual Black Mirror o el clásico The Twilight Zone. Un nuevo virus ha invadido el planeta No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí. Netzahualcóyotl
Es el miedo el motor del hombre, y la curiosidad su fuente de vida. Hijos de nuestro tiempo, con las agencias noticiosas establecidas como narradores de la distopía actual, la norma que dicta y, parece, rige nuestra existencia, es un futuro adverso, desesperan57
zador, es hacia allá a donde señala nuestra brújula (con el norte perdido) del presente. Nuestro mayor temor es lo desconocido, quizá sea por eso que hoy, siendo participes y testigos de una pandemia que está aniquilando especies de flora y fauna diez mil veces más rápido que las otras cinco extinciones masivas que ha sufrido el planeta, hemos adoptado una actitud displicente ante los fehacientes hechos del deterioro ambiental de la Tierra y el deterioro ético del ser humano; no desconocemos los estragos que proceden de nuestra forma de vida actual, estancada en una idea de progreso y bienestar más parecida al slogan de una marca de autos o a un comercial de agua embotellada que a una realidad tangible. La extinción intensa y veloz que se desencadenó a partir de los años ochenta del siglo XX no tiene precedentes, ni siquiera en La Gran Mortandad del periodo Pérmico hace doscientos cincuenta y dos millones de años, cuando el noventa y siete por ciento de la vida en el planeta sucumbió, llevaba un ritmo tan acelerado. Este ritmo de devastación hace cada vez más imposible que los organismos vivos nos adaptemos a los cambios que se están generando en el planeta, nuestras probabilidades de salir airosos de este brete se muestran en el horizonte como casi imposibles, parece que hemos decidido morir ebrios de estupidez, refocilados en la ignorancia, en la negación.
a la sabiduría, este mundo con una desigualdad económica que puede compararse al de la sal y el azúcar, se muestra como algo inalcanzable para quien no tiene el recurso de comprarla, porque la felicidad hoy tiene forma de una casa, un catálogo de zapatos o una Coca-Cola. Las distopías hace ya varias décadas que dejaron de hablar del futuro para hacerlo del presente, señal inequívoca de que el futuro ya nos alcanzó. Un nuevo virus ha puesto en jaque al planeta, un virus llamado: ser humano, vector de aniquilación, organismo genéticamente codificado para suprimir la vida, incluyendo la de su propia especie. Si se nace es ley que se habrá de morir, es el pacto que todos firmamos con la vida al llegar al mundo; mas todo final contiene un nuevo comienzo, y todo nuevo comienzo es una probabilidad; no hay certeza pero si esperanza, no hay olvido pero sí una promesa. La vida es un movimiento incesante, siempre se ha sabido replantear en el planeta, y ésta puede prescindir de una especie como el ser humano para continuar su marcha así como ha prescindido de cientos de millones de otras especies que habitaron la Tierra en otras eras. ¿Sabrá el ser humano replantear su existencia para alargar su tránsito por el planeta?
El modelo capitalista continúa exhibiéndose como un beneficio práctico, vendiéndose como felicidad enlatada, pero la felicidad en este mundo que no premia el merito sino el descaro, que pone por encima la astucia 58
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Ă?ndice
El lenguaje de las plantas, la literatura y la muerte .......................................5 Ideas sobre los Huertos Narrativos ..................23 Visiones del mundo futuro Presente distĂłpico ...........................................45
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