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Prácticas prehispánicas de la diversidad sexual
Por Roxana Guadalupe Espinoza Yañez
Licenciada en Arte y Patrimonio Cultural, con 18 años compartiendo la cosmovisión e interpretación de la danza mexica. Ha realizado investigaciones sobre la semiótica de los calpullis del movimiento de la mexicanidad y conchera.
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¿Te has preguntado por qué en la historia prehispánica pocas veces se nos muestran otras perspectivas de la diversidad sexual y por qué hasta la fecha sigue siendo un tema tabú? Si bien existe una amplia investigación de las prácticas prehispánicas de la diversidad sexual, sobre las formas sociales que, de acuerdo a estas culturas, se asociaban con una concepción del cosmos, buena parte del conocimiento que tenemos de estas prácticas se recuperan de las crónicas coloniales de misioneros y frailes, así como vestigios de figurillas de barro y códices que nos aproximan a su interpretación. Quizá porque la información recuperada de estas fuentes es atravesada por la subjetividad colonial que da cuenta de ellas, es que encontramos distintas interpretaciones sobre la conceptualización de la homosexualidad en estas culturas. Cabría hacer una distinción entre la introducción de la homofobia a través de los procesos de conquista y colonización de los territorios mesoamericanos frente a los sistemas sociales que reconocen o prohíben dichas prácticas anteriores al proceso de conquista. Según algunas crónicas coloniales, la cultura mexica tenía marcadas prohibiciones a las prácticas homosexuales o de lesbianismos porque supuestamente se pensaba que rompía con el ciclo natural del cosmos que regulaba la vida social; otro factor es que era una cultura de milicia relacionada a la energía masculina. En contraste, la prohibición colonial, desde una mirada occidental que respondía a una concepción binaria de la sexualidad, tildaba las prácticas homosexuales como “inmorales” por alejarse del orden divino concebido en la doctrina cristiana. Incluso el término utilizado para señalar dichas prácticas como la “sodomía” hablan sobre el sistema conceptual que operaba para categorizar otras preferencias sexuales. Bartolomé de Las Casas da cuenta en sus crónicas: que quienes tomaban el hábito de la mujer, eran ahorcados o quemados (1967; En Szasz y Lerner, 1998, p.89). Claramente esta práctica de prohibición responde más a los procesos de conquista, lo que deja ver que es necesario contextualizar la información de las crónicas para diferenciar los procesos, del juicio moral de quien elaboró estos relatos. Sahagún comenta en sus crónicas lo siguiente: “Se hace pasar por mujer. Merece ser quemado, merece ser abrazado, merece ser puesto en el fuego. Arde, es puesto en el fuego. Habla como mujer, se hace pasar por mujer.” (1988, p. 600). En este sentido se observaba la presencia de esta práctica que diversifica la conceptualización de la sexualidad desde una mayor diversidad, aunque el testimonio es transmitido desde una óptica cristiana que condena estas prácticas tal como lo hicieron con las mujeres curanderas de esa época. Torquemada comentó que entre los tlaxcaltecas se realizaba una fiesta donde participaban los hombres “afeminados” con prendas de mujeres, en esta fiesta también participaban las mujeres, por lo que se puede decir que en tal cultura no eran menospreciados, así mismo menciona que “hacían trabajos que realizaban las mujeres, también se pintaban la cara como lo hacían las mujeres”. (1975, En Szasz y Lerner, 1998, p.90). Asimismo, el mascar tzictli (chicle), era sinónimo de seducción, esto regularmente solo lo hacían las mujeres, pero si un hombre lo hacía a otro, simbólicamente le coqueteaba de acuerdo a las crónicas de Sahagún. En contraste, ciertas civilizaciones como la maya, la huasteca, las culturas del norte de América y lo que ahora se identifica como parte de Centroamérica, a partir de algunos vestigios arqueológicos podemos encontrar un cierto reconocimiento a estas prácticas en el marco de sus sociedades. La forma de representar la homosexualidad variaba según las culturas. Bartolomé de Las Casas menciona que, en algunos pueblos mayas de Guatemala, los hijos eran mandados a dormir a los “templos” para que “fuesen instruidos en la religión” y practicaba el “grave pecado de la sodomía” (1967; Ibid, p. 80). En este sentido se da cuenta de la presencia de prácticas homosexuales en estos recintos ya que “sodomía” era la palabra que utilizaban para referirse a estas prácticas. Queda reflexionar que, dentro de la cosmovisión mexica, las deidades como Ometecuhtli y Omecíhuatl -deidades centrales- se puede cuestionar si realmente
existía una dualidad de hombre-mujer ya que, si bien es traducido así, el nombre Ometecuhtli se puede traducir a “dos señor” y Omecíhuatl “dos mujer” es decir hay 4 entidades donde se expresan los dos polos de la dualidad ya que si fuera el nombre de un sólo género, tendría que decir Cetecutli y Cecihuatl. Por lo que se puede indicar que las deidades eran concebidas más allá de un sistema binario, es decir incluía la acepción hombre-hombre y mujer-mujer. Este aspecto implica diferenciar las prácticas de prohibición de acuerdo a una concepción sexo-genérica distinta a la forma occidental.
Referencias: Sahagún, B. 1988. Historia general de las cosas de Nueva España, Josefina Garcia Quintana, J. y López Austin, A. (eds.), México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/ Alianza Editorial Mexicana. Szasz I. y Lerner S. 1998. Sexualidad en México, algunas aproximaciones desde la perspectiva de las ciencias sociales. México: El Colegio de México.