IMPÚDICA (5) LIBERTAD

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LI BE R TAD

Número cinco 2020 $5 El Salvado r


Editor invitado: Rossemberg Rivas Equipo editorial Susana Reyes, coordinación editorial María Luz Nóchez Cristina Algarra Colaboran en este número: Rossemberg Rivas Aleida Marroquín Parducci Magaly Lemus Luciana Fortis Leonardo Nin Marisa Martínez Paola Miranda David Escobar Galindo Erik Flakoll Alegría Tatiana Alemán Alejandro Salamanca Horacio Castellanos Moya Roberto Salomón Gabriela Novoa Nelson Rauda Kimberly Paola M. María Isabel Rodríguez Claribel Alegría María Luz Nóchez Ilustraciones: Miguel Brieva Gabriela Novoa Fotografía: Mario Benedetti (para Ochocientas palabras contra mis padres) Diseño: Jimena Pons Ganddini Workaholic People José Luis Sanz Director de El Faro Eloísa Vaello Marco Directora del Centro Cultural de España en El Salvador

ISSN: 2617-5622 San Salvador, junio de 2020 Teléfono: (503) 2233.7300

Reservados todos los derechos de conformidad con la ley. No se permite la reproducción total o parcial de este impreso, ni su traducción, incorporación de un sistema informático, transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, grabación y otros métodos, sin permiso previo y escrito de los titulares de copyright.


CONTENIDO 08

Libretud

Rossemberg Rivas

CABEZA 14

Vos no elegís la lluvia

Aleida Marroquín Parducci

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Tres ecos sobre el albedrío Magaly Lemus Luciana Fortis Leonardo Lin

CUELLO 24

Una muerte que me sacó del anonimato Marisa Martínez

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Escuela El Zonte Paola Miranda

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Lo más importante en la vida es ... David Escobar Galindo

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RODILLAS

Erik Flakoll Alegría

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Ochocientas palabras contra mis padres

CORAZÓN 44

Es la Gran Calabaza, Charlie Brown Nelson Rauda

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Extraño…

Cinco centímetros

Kimberly Paola M.

46

TOBILLO 72

Tatiana Alemán

La inesperada fortuna del inadaptado

“No me gustaría llamarme Libertad”

Alejandro Salamanca

María Isabel Rodríguez

OMBLIGO

78

52

La ilusión de la libertad

Horacio Castellanos Moya

56

Huellas

Roberto Salomón

PUBIS 60

La imagen del deseo sexual femenino Gabriela Novoa

Amor sin fin

Claribel Alegría

80

El último mensaje de Helia Masferrer María Luz Nóchez

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Impúdica decide qué hacer con su cuenta de facebook


¿SOMOS? Una revista se sueña con tiempo, se hila por meses hasta que todo encaja y se vuelve completo e imparable. Y ha querido el calendario que no hubiera forma de evitar la ironía: iniciamos esta segunda temporada de Impúdica en pleno confinamiento, en un país encerrado entre sus paredes, entre el miedo al contagio y, en muchos casos, al castigo policial, con un número dedicado a la libertad. También es tal vez una suerte. Si la covid-19 marca estos días todo el devenir y ocupa casi todo el pensar, lanzar este número 5 funciona como una respuesta y un desafío. Obligados todos a estar separados, distantes, viene a la cabeza aquella frase manida de Sartre: «Mi libertad termina donde empieza la de los demás». Nos confinamos para defender lo común, tal vez sin saberlo ejercemos la responsabilidad del cuidado de todos, de proteger de la enfermedad a los más vulnerables. Pero debemos hacerlo carcomidos por la certeza de que no basta, de que nos falta un mejor sistema de salud público para salvar más vidas, de que hay quienes no pueden estos días cruzar fronteras para volver a sus casas, de que se está cerrando cada día más el espacio necesario para que la respuesta a la pandemia —y el futuro que vendrá después— se construya tomando en cuenta la voz de todos. Cada cuarentena es distinta, como cada temor, cada hambre, cada muerte, cada injusticia es distinta. Ojalá estas semanas, estos meses difíciles, no caigan en saco roto. Ojalá nos ayuden a valorar lo importante, lo esencial: la palabra, el contacto, al otro, el trabajo del otro. El trabajo de quienes con salarios precarios han hecho que el mundo no se pare. Médicos y sanitarios, trabajadores del campo, agentes de seguridad, transportistas, empleados de los servicios alimenticios, limpiadores y cuidadoras. Y ojalá nos ayuden a recordar, cuando pase la cuarentena, en qué queremos invertir como sociedad y la importancia vital de la sanidad y la educación, bienes comunes que garantizan la igualdad y seguridad mínimas. La libertad básica. Que las banderas blancas en las calles y caminos nos recuerden que una sociedad basada en la desigualdad no es libre, y no tiene vencedores ni tiene futuro.

Nuestro trabajo es mantener viva esa anormalidad: que no veamos normal la desigualdad en la que basamos nuestra vida, el consumo global o la gestión de fronteras que nos hace privilegiados. M ar in a G arcés

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Cuando la revista Impúdica nació para celebrar los 20 años del Centro Cultural de España y de El Faro se imaginó finita, con una vida de cuatro números. Pero a finales de 2019, tras un parón necesario para pensar y hacer balance, decidimos seguir con el proyecto, que se ha ido consolidando como una revista necesaria y diferente en el panorama cultural salvadoreño. Hubo unanimidad en que el primer número de la segunda temporada debía estar dedicado a la libertad. En un sinuoso viaje a San Miguel, durante muchas horas de carretera, parte del equipo editorial le fue poniendo como en un juego banda sonora: Para la libertad, de Serrat, que canta el poema de Miguel Hernández; Libre, de Nino Bravo; La libertad, de Vicentico; Un velero llamado Libertad, de José Luis Perales; Libertad sin ira, de Jarcha, legendario grupo de la transición democrática española; o Justicia, tierra y libertad, de los incombustibles Maná. Ya en esta corta selección de canciones, algunas de ellas himno de varias generaciones, aparecen dos ideas de libertad. La política, vinculada a la libertad de pensamiento, de expresión, a la libertad como eje de construcción de una sociedad y un Estado democráticos; y la libertad individual, como materia prima de la construcción de uno mismo, como el derecho —y el reto— de ser quien somos, de decidir quién queremos ser. Pensamos en un primer momento en hacer que este número girara en torno a la primera acepción, con el tradicional contraste entre los estados anglosajones, donde en teoría la libertad individual es el concepto rector y motor principal de todo bien colectivo; y el principio de Estado del bienestar, más ligado a la Europa continental, en el que la seguridad y la igualdad se anteponen en la construcción del Estado. «Estamos constantemente presionados por dos valores opuestos y necesarios: libertad y seguridad», decía el filósofo Zygmunt Bauman, en un artículo de la periodista Lola Galán en un artículo titulado Tiempos de liquidación, publicado en el lejano 2014. «La seguridad sin libertad nos convierte en esclavos, y si tienes libertad sin seguridad te conviertes en una especie de plancton, flotando por ahí, no un ser humano. Los dos extremos son insoportables, hay que combinarlos». Eterno debate, especialmente pertinente en la situación de pandemia y acuciante en El Salvador. Pero nuestras conversaciones derivaron muy pronto hacia la importancia de que por estas páginas campeara la búsqueda que nos hace ser o sentirnos libres de pies a cabeza, en lo íntimo y en nuestra proyección exterior.

Estamos constantemente presionados por dos valores opuestos y necesarios: libertad y seguridad Z y g m u n t B au ma n

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Nuestro editor invitado, Rossemberg Rivas, tiene buena culpa de ese giro que fue también, en cierto modo, una liberación. Como reflexiona en su texto de introducción: «Nunca seremos una creación PURA. La gran condición de la libertad, ese regalo natural intrínseco de la energía creadora, es definida por la procreación, impuesta por quienes nos engendran, y nuestra única oportunidad de redimir la libertad transgredida por las circunstancias que rodearon nuestro nacimiento será la acción decidida de ser libres». La libertad individual está condicionada desde el nacimiento y mucho más atada al entorno sociopolítico de lo que desearíamos y a menudo nos atrevemos a aceptar: ser o no ser madre debería ser una decisión personal, sentirse o no hombre o mujer, elegir a quién amar, cómo vivirse, cómo morir, debería ser decisión personal y libre. Al mismo tiempo, todos nos construimos a nosotros mismos en los límites que nos dan nuestras posibilidades, nuestros condicionantes, nuestra visión de lo conveniente o lo correcto, las barreras de lo admisible, nuestra noción de lo posible. Arrastramos mochilas y contextos, y márgenes, no siempre iguales, no siempre igual de fáciles, no siempre igual de seguros. Y en ellos, sobre ellos, contra ellos, nos construimos como personas, ganando o perdiendo paso a paso, decisión tras decisión, nuestra libertad, nuestro yo. A estos tiempos de crisis, de miedo, respondemos con una defensa de la utopía. Encerrados, llamamos a la libertad. Asustados por la posibilidad de un control y una vigilancia orwellianas, hablamos de solidaridad desde la soledad.. De un mundo en el que la libertad de uno no se alimente de la vulnerabilidad de otro. ¿Éramos más libres antes? ¿Antes de este siglo o antes de esta epidemia? ¿Seremos más libres después de esta crisis? ¿Queremos serlo? ¿Qué hace posible tu libertad? ¿A qué precio la quieres mantener o estarías dispuesto a venderla? Te invitamos a leer con calma, a degustar sin prisas este nuevo número de Impúdica. Es un retorno, y una vuelta a seguir preguntándonos, conociéndonos, provocándonos y reflexionándonos a partir de textos con diferentes miradas, desde distintos somos.

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La oportunidad de cambiarlo todo para que nada siga igual, Borja Monreal Gainza, El País, 16 abril 2020.


Ilustraciones de Miguel Brieva

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(LIBRE ACTITUD)


¡Es el DIABLO, que no entendés! Mutis

En el universo, si observamos el impulso que provoca la maravillosa creación del todo, comprenderemos que la vida es dirigida por una energía inimaginable… ¡Todo se suscita!, desde lo espectral de las densidades que dan vida a agentes microscópicos sensibles, proveyendo de materia a criaturas en lo biológico, hasta la lectura de la fe del cristianismo, donde Dios hizo del polvo al hombre a su imagen y semejanza. Se suma a estas concepciones el poder de la energía cósmica en cadenas, que anhelan la reencarnación en la doctrina oriental, y, por qué no, hasta la idea de «¡es el diablo!», como alguien se refiriera a mí alguna vez por ser una personificación no convencional entre los seres habituales. Esto por mencionar algunos aspectos de lo infinito que es el mundo de posibilidades que motivan la vida, por hoy, dentro de la comprensión humana; energías que sin excepción tienen el milagroso privilegio de estar provistas de la chispa de ser libres, adquiriendo su presencia con un móvil de partículas, de carne o de ideas. Hasta lo que ahora entiendo, los seres humanos heredamos un CUERPO, este nos permite sentir, percibir y movernos. Sin él, la propuesta de tomar forma, domesticarnos y expresarnos; desde el primer hombre impulsivo hasta el actual que ama ser parte de la algarabía, no pudiera tener presencia física. Es una fórmula desde la concepción, que es vital dentro de la sociedad para poseer un espacio activo; con él asumimos determinantes etapas de vivencias, como la felicidad y el sufrimiento, la salud y la enfermedad, la juventud y la vejez, la vida y la muerte, sin excepción, que nos ayudan a distinguir LA DICHA de la DESVENTURA. Entonces sin lugar a dudas la finalidad de esa chispa llamada libertad es la DICHA DE SER, desde una condición biológica o intelectual. A pesar de que existen diferentes ideales de libertad, desde la de nacer hasta la libertad de morir, en medio de estos definitivos márgenes del existir hay incontables formas de ser libre. En una primera etapa el ser humano ES como lo definieron, aquí se toman en cuenta las herencias arrastradas: de quiénes nacimos, dónde nacimos, cómo nacimos (hasta aquí las circunstancias son fortuitas); pero cómo estos NOS criaron, cómo NOS instruyeron, cómo NOS inspiraron son circunstancias impuestas por la cadena de antiguas tradiciones que nuestros ancestros definieron y que, hoy en día, con esa herencia, también las nuevas generaciones deciden «provocar» el nacimiento de nuevos NOSOTROS, con las mismas imposiciones correctas o incorrectas para formar a individuos que también anhelarán esa preciada dicha. Desde aquí el abecedario de errores y aciertos es infinito y puede elevar o truncar al SER en sus siguientes etapas individuales ante la convivencia con el mundo. Toda la misión ahora dependerá de cómo Él ó ELLA SE desea, SE sueña y SE defina, por sí mismo.

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Ante esto —nunca seremos una creación PURA— la gran condición de la libertad, ese regalo natural intrínseco de la energía creadora, es definida por la procreación, impuesta por quienes NOS engendran, y NUESTRA única oportunidad de redimir la libertad transgredida por las circunstancias que rodearon NUESTRO nacimiento será con la acción decidida de SER LIBRE. Nacemos con este cuerpo, que aunque obligue a definir las acciones de un género en el que la sociedad ha impuesto su actuar, éste silueta al ser que hace y nos hace bien, porque nacemos sin expectativas pero construímos la felicidad, nacemos condicionados, pero también debemos construir la libertad que necesitamos. TODO SE CONSTRUYE. En mi vida, la saludable y conveniente forma de libertad que he construido para mí ayudó a escoger el perfil con el que presento mi yo; he definido un lenguaje modelado desde mis intereses; estudié la atrevida ropa que uso para retar la vulnerabilidad de los más débiles; adopté el juego andrógino para demostrar que todos somos uno, y sigo construyendo todo pedagógicamente calculado para SER Y HACER el amor con la humanidad, sin vulgarizar mi personalidad en una limitada etiqueta social, porque aunque todos se imaginen de mí lo más obvio por mi apariencia, solo los o las que han estado en mi cama saben lo que me gusta, imperando lo sublime con BONDAD Y BELLEZA. Por toda esta verdad, la convencional sociedad ha tratado de tasajear mi forma de vivir —sin lograrlo—. Por ejemplo, desde un ingenuo taller de mecánica, cuando a mi paso advierten mi presencia, los empleados exclaman vociferando con un glotis afeminado: «Douglas, te buscan...». O cuando las desubicadas novias de mis amigos, en toda etapa de mi vida, han deseado romper con nuestra amistad por entenderla como una «relación sospechosa», algunas de ellas lo han logrado con mis amigos más débiles, hasta llegar a exonerar mi nombre de sus tarjetas de boda. O cuando mis desagradecidos familiares de crianza advierten ácidamente de una negativa influencia por la cercanía que puedo tener con mis sobrinos, ¡hipócrita actitud de familiares! y son los mismos a los que mi madre les pagó su educación. Me pasa también en mi trabajo, cuando en una etapa de negociación de costos, para la realización de un proyecto a petición de un cliente, deciden con alevosía convocar a veinte directivos, todos hombres, para amedrentar la fortaleza de mis garantías, queriendo tambalear mi profesionalismo, intimidando mi postura con situaciones poco éticas, hasta intrigar con morbo preguntas como «¿Qué pasaría con el dinero de mi anticipo, si una vez concretado el negocio, usted muriera antes del evento?». Créanme que inmediatamente después de situaciones así, puse en alerta a mi abogado. En las relaciones interpersonales, vivo recibiendo descaradas propuestas de los apasionados que me cortejan, interesados en mí con discreción para mantenerme oculto en la esquina más oscura de sus vidas, para no hacerse cargo de sus deseos inconfesables... Esas cosas las esperas de un extraño; pero he experimentado hasta el colmo que una «amorosa tía» ponga en tela de juicio la cercana relación con mis primos, insinuando «amoríos apasionados» para destruir nuestra empatía familiar, logrando instigar con exclamaciones: «¿No les da vergüenza andar al lado de él?». Fuera de todos estos, los que me conocen, aman y respetan con libertad son semidioses en mi halagadora vida. Pero cada vez compruebo que el privilegio de haber escogido SER LIBRE le causa daño a aquellos envidiosos, aprisionados por sus egoístas verdades y frustrados de no ser quienes soñaron, cuando sin duda alguna el sentimiento de ser libre es el resultado de vivir estadios de GRATITUD. Con tu gratitud te redimes con el mundo y te brinda una experiencia de liviandad que te hace volar, a diferencia de alguien cuyo cuerpo, aunque corra, se traslada con la mente llena de cárceles que lo aprisionarán sea cual sea su destino. En eso ya no hay carne y huesos, sino el concepto de burlarse de sí mismo en la búsqueda de ser la mejor versión de ti, comulgar contigo y estar

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agradecido por ello. Solo quien puede burlarse de sí mismo es libre, solo quien adora cada parte de su cuerpo es liberador, solo quien ha aprendido a restaurarse es libertador...Tu cuerpo habla, con su forma y sus movimientos… Bien distingues cuánto alguien se place porque complace. Hasta hoy es lo que yo he aprendido con la maravillosa gratitud. ERES SIN ATADURAS… Bailas a lo ancho de la existencia sin endeudar tu ser con nadie, solo con tu apariencia, tus reflexiones y decisiones que te permiten ser quien necesites ser. La gratitud está liberada de esos fatigantes deseos de ser el mejor profesional para obtener el éxito o del indecoroso afán de la virilidad como ego para preñar a diestra y siniestra y postergar tu apellido, pero sin alma. SIMPLEMENTE ERES... La gratitud está exonerada del orgullo de la acumulación de bienes materiales como frívolos estatus diferenciadores de satisfacción y del placer fugaz de la erudición como disfraz a la insolencia. NATURALMENTE ERES… La gratitud está alejada del alucinógeno de la holgazanería que disfraza tu frustración en conformidad y en sometimiento a cualquier emoción que afecte tus pensamientos, turbando la transferencia de tu sentir. PLÁCIDAMENTE ERES... La gratitud ignora la crítica en sus diferentes formas, la patriarcal y la hedonista, con saña de envidia propiciada por la ignorancia o por el resentimiento de alguien atormentado que, como moda actual, logra poseer una afilada espada mediática como arma de agitador, hasta llegar a lo que hoy conocemos como crimen digital, provocando la deshumanización de las comunicaciones, ya que Internet no tiene padres, ni maestros, no hay reglas, no hay nadie quien te diga qué es bueno y qué es malo. Y de estos hay muchos que apestan a desconexión de la realidad, a pesar de que las redes mediáticas no funcionan sin conexión. SABIAMENTE ERES... AMOR. En mis años junto a este mi cuerpo prestado, he acumulado varias versiones de mí, muchas posibilidades, con la misión de ser y hacer feliz, ¡NO TENGO MIEDO! Por eso en las siguientes páginas se devela un cuerpo que sabe que la libertad es la condición para la acción de ser libre. ¡Uy, el diablo! Rossemberg Rivas Artista y diseñador Editor invitado

Cesá de definirte: concedete todas las posibilidades de ser, cambiá de caminos cuantas veces te sea necesario A lejan dro Jo doro w s ky

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¿NACER O TENER HIJOS? 12


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Aleida Marroquín Parducci

Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto Julio Cor tázar, Rayuela

…así, progenitor es el que hace avanzar el movimiento generativo de la especie, engendrando hijos h ttp ://etimo lo g ias .dech ile.n et/ ? pro gen itor

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Tal como señalaba sir William Osler, uno de los progenitores de la medicina moderna, medicina es ciencia y arte: «la ciencia de la incertidumbre y el arte de la probabilidad». Me formé como ginecóloga reconociendo la incertidumbre en el ejercicio clínico —entre la ciencia y el arte—, mientras escuchaba sobre protocolos de atención en los que se requería y era lo normal que fuera la pareja de una mujer —y no la propia paciente— quien debía autorizar si se le podía realizar una esterilización quirúrgica o no. Un enfoque paternalista, proteccionista. Como cuando era bien visto ocultarle el diagnóstico a una paciente a quien se le había realizado una biopsia de un ovario, por presentar anormalidades reproductivas: si el resultado de la biopsia era que había tejido testicular y no tejido ovárico (un síndrome de insensibilidad a los andrógenos, conocido también como feminización testicular), se consideraba que lo «mejor» para esta persona era ignorar su propia condición. Siempre ha habido personas que ejercen este arte desde una perspectiva diferente. Recuerdo cómo se iluminó el rostro de una paciente que presentaba dificultad para tener relaciones cuando el infertólogo que estaba a cargo de su caso, tras escuchar en detalle su relación, le dijo que la forma en que su pareja la abordaba no era la idónea, «no era ella la del problema». La mujer salió del consultorio radiante y renacida, liberada. Hace un par de años, tuve el privilegio de conocer a una persona que presentaba diez años de sangrados uterinos casi continuos, los cuales le impedían

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cualquier gestación y deterioraban enormemente su calidad de vida. Un día, cayó desmayada a la mitad de una capacitación que estaba impartiendo en el interior del país y despertó esposada a la cama del hospital porque presumieron —dado el desmayo y la hemorragia— que estaba embarazada y había intentado interrumpir el embarazo, aun cuando por su condición médica jamás iba a poder embarazarse. Ella esperaba tener acceso a una histerectomía (extirpación quirúrgica del útero) pero le negaban el acceso —le explicaban— porque no era progenitora, no había tenido hijos. La paradoja más grande es que ella sí es madre y cría junto con su esposo los cinco hijos biológicos de él. Finalmente, logró tener acceso a la cirugía. Caso contrario, otra persona, que forma parte del personal de salud, procuraba una cirugía que únicamente removiera fibromas y lograr su tan anhelado embarazo. Sin embargo, lo que obtuvo fue una histerectomía total, sin opción. Mucho de lo que recibimos, en atención en salud, es similar a una receta de cocina —ciencia y arte—; así como son diferentes los tamales en México y en Ecuador, así son las diferentes formas de abordar un caso clínico. Además, toda terapéutica pasa por el filtro cultural del proveedor de servicios de salud. Históricamente, se han ligado situaciones adversas en la salud, especialmente en el área de salud reproductiva, con la culpa y el pecado. Aún hoy, maternidad y paternidad no dependen, con mucho, de nuestras decisiones personales.


Aleida Marroquín Parducci

Sí, hay personas que cuentan con los recursos educativos, técnicos y económicos para tener acceso a información y opciones para elegir convertirse en progenitores o elegir no hacerlo y lograrlo. Pero no es la situación de la mayoría. Viviendo en sociedades tan profundamente violentas, es duro reconocer que convertirse en madre o padre no es más que la expresión de dicha violencia, especialmente en medio de una epidemia de embarazos en adolescentes y niñas, que va de la mano con suicidios en este grupo. Hay muchas barreras, no solo económicas, también en el acceso a la educación. Muchas veces, es impactante que convertirnos en progenitores sea algo que todavía no está en nuestras manos decidir. Tenemos un gran camino por construir. En una sociedad estructurada de manera tal que ni podemos elegir quién será nuestro tratante, urge abrir protocolos médicos, ejercer la ciencia y abrirnos al arte. Reconocer que ejercer la medicina es de seres humanos, que es al paciente a quien corresponde tomar sus propias decisiones, aunque no las compartamos, y retomar un rol de acompañamiento, asesoría informativa y respeto hacia los derechos humanos más fundamentales. La crianza va mucho más allá de un embarazo o un parto, hay figuras vitales que ejercen los roles de maternidad y paternidad, que no tienen nada que ver con úteros o genes compartidos, y que debemos reconocer, honrar.

de crianza compartida, respetuosa, relajada. Como ginecóloga estaba feliz de vivir la experiencia de embarazo y parto, con la misma pasión e irreverencia con la que se observaba a sí mismo nuestro neurólogo, Oliver Sacks. Luego, cuando nació el bebé pasé varias semanas de insomnio pensando ¿y ahora qué? Afortunadamente el camino se ha ido construyendo por sí mismo. Lo más paradójico es que la maternidad me ha descomplicado la vida: simplemente analizo si las decisiones son lo mejor para el bebé; si es así, las tomo y si no, pues no. Aprendiendo de otros progenitores, de sangre y de corazón, de su sabiduría y de que cada bebé es diferente, cada experiencia de crianza es diferente, trabajo más activamente por una sociedad inclusiva, en toda la extensión de la palabra. La invitación es a caminar hacia la consolidación de estructuras sociales, económicas y culturales que posibiliten la libertad de elegir ser progenitores o no serlo, tal como señala Carole S. Vance: «No basta con alejar a las mujeres del peligro y la opresión, es necesario moverse hacia algo, hacia el placer, la acción, la autodefinición».

Como persona, he tenido el privilegio de elegir vivir la experiencia de maternidad, desde la sorpresa de lo no planeado y justamente dentro de un contexto

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TRES

SOBRE EL ALBEDRÍO

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ACTRIZ

Siempre me iba de escondidas a bailes y discotecas en ese tiempo [de la guerra civil]. Fue ahí donde conocí a César. Él bailaba en un grupo de coreografía y me gustó mucho su manera de ser. Él me comenzaba a decir palabras bonitas al oído. Creo que eso me atrajo. Él era muy romántico. […] Yo mentía a mis padres para poder verlo a escondidas a él. Ya luego, una noche mentí y les dije que me iba a hacer una tarea donde mis amigas y no fue así. Me fui a encontrar con César y fue en esa escapada donde decidí tener relaciones sexuales. […] Ya luego, en esas escapadas ¡PUM! salí embarazada. Nooooo, dije. Él mismo me llevó a la clínica a hacerme la prueba de embarazo. Salió positivo. Ya en ese momento todo se me vino abajo. El padre de mi hijo lo primero que me dijo fue «eso no es mío». Yo me eché a llorar. […] el nacimiento de mi hijo fue complicado. Nació prematuro, bajo de peso y amarillo. A mí me practicaron cesárea. Yo no quería eso, pero fue la primera opción. Me recuerdo que gritaban: «¡Niño sufrido!» y me llevaron a cirugía. Luego mi hijo estuvo ingresado un mes en maternidad. Ya cuando me lo entregaron no estaba preparada para ser madre, pues yo no quería serlo, pero en ese momento yo no tenía nada de conocimiento de mis derechos o estaba informada de mi sexualidad. Se me pasó por la mente abortar, pero no conocía muy a profundidad el tema. Yo no quería a mi hijo. Me había estancado todo, pero cuando yo lo tenía en mis brazos, verlo tan indefenso, lo tuve que amar.[…]

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DJ Y PRODUCTORA DE EVENTOS

Tengo más de 15 años diciendo que NO quiero tener hijos. Si ni familia, ni exparejas, ni amigos, ni viajes me han convencido de lo contrario, se imaginan la molestia al llevar el tema de la esterilización a oídos de médicos que creen saber más de tus planes y metas que vos. No digo que sea imposible llevar el balance madre + trabajo en cualquier industria (hay gente que en mi industria son excelentes padres y madres), lo que digo es que YO no quiero ese balance. No me imagino tener que cuidar a un recién nacido-puberto-ochoañero o quinceañero después de largas semanas de reuniones, preproducción o días de evento y/o montaje. No querer ser madre no me hace menos mujer, ni menos capaz, ni incompleta. Solo me hace ser YO.

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ESCRITOR

El duelo y la empatía fueron los dos elementos indispensables para el desarrollo creativo-espiritual de nuestra especie. La ausencia nos enseñó a la fuerza el elemento tiempo-espacio-presencia. Esto nos obligó a asignarle deidad al concepto de vida. El aborto (incluso de niños antes de desarrollar conciencia, no diferente a cualquier otro animalito) y la eutanasia (inclusive de seres incapaces de reconocernos) no son practicados debido a la dependencia religioso-evolutivo-cultural de ese proceso. En teoría no hay diferencia entre el aborto y matar un pollo o una vaca. La diferencia es el elemento de empatía sociocultural hacia uno o el otro.

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LIBERTADES ARRASTRADAS 22


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Marisa Martínez

UNA

Hace 39 años, el 24 de marzo de 1980, para ser exactos, mi vida tomó un rumbo inesperado. Había sido asesinado monseñor Romero. En mis anotaciones sobre sucesos del país en esos años escribí:

Lunes 24 marzo, 6.20 p.m., asesinan a monseñor Romero mientras celebraba misa en la capilla del hospital Divina Providencia, solo dispararon un balazo desde la puerta de entrada. Hemos perdido a una de las personas más valiosas de El Salvador, a un líder del pueblo. Este horrible y doloroso hecho no es más que una provocación a las organizaciones populares para que lancen al pueblo a una prematura insurrección.

Mis apellidos d´Aubuisson Arrieta, los mismos del mayor Roberto d´Aubuisson, señalado como coautor del magnicidio, me sacaron del anonimato. Pero mi intención en esta columna no es hablar de lo que siempre, sin variar, me han preguntado algunos medios de comunicación sobre mi relación de hermana: cómo fue nuestra infancia, sobre mi postura frente a la acusación, si tenía encuentros con él, por qué no milito en el partido que fundó, cómo es mi relación con la familia. En esa dirección apuntan las preguntas y no siempre se publican mis respuestas con fidelidad.

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QU E M E SAC Ó DE L ANON I MAT O En este espacio me sugieren algo distinto de lo ya dicho en entrevistas, compartir cómo viví aquellos años de terror y espanto, a qué me dedicaba, qué influencias me marcaron, a qué me dedico. Algo así como quién soy y de dónde vengo. Confieso que no estoy del todo convencida de hacerlo, por lo irrelevante de usar este espacio para hablar de mí; sin embargo, aquí estoy tratando de cumplir con lo solicitado a pesar de mis limitaciones en esto de escribir y con la ayuda de mis apuntes de aquellos años que he sacado del cajón de los recuerdos. En esos años de terror, en 1973, me incorporé a una institución fundada por un jesuita, que venía desde hacía cinco años trabajando con programas de producción de vivienda para los destechados y promoción humana en barriadas marginadas y abandonadas a su suerte. Antes, en 1969, me marché a Guatemala a un pueblo en las alturas de Quetzaltenango, donde permanecí todo el año como «maestra» de segundo grado de la escuela indigenista de La Asunción. Al finalizar ese año, ingresé a la Congregación, donde por cuatro años me dieron la oportunidad de conocer la visión y misión fundante de La Asunción, participar de la vida religiosa en comunidad, estudiar teología, participación en espacios de análisis socio-político-religioso con intérpretes de documentos del Vaticano II, de Medellín y académicos de las ciencias sociales. Años que me develaron realidades que marcaron mi vida y me colocaron en el mundo de los pobres, o como decía Edín, mi esposo, jugar en el equipo y la cancha de los pobres. Y así fue que a partir de 1973, después de cinco años en Guatemala, me inicié en el trabajo de promoción social.

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Me crié en una familia sin padre, con 2 hermanos y una hermana. Sin padre digo, porque falleció cuando yo tenía cinco años. Mi madre, con mucho coraje, asumió su doble responsabilidad de proveedora y conductora de ese hogar. Ella, de una familia de abolengo tecleña, que no de estatus económico alto, de pensamiento conservador, muy anuente a las dictaduras militares de la época, (1932–1979) o solo acostumbrada a ellas. Aterrada, eso sí, por los brotes de comunismo que intuía en el país, nos hablaba de los comunistas como seres pavorosos y de relatos de muerte. Tanto así que yo rezaba cada día para que no se me fuera a «aparecer» un comunista, a quienes me imaginaba de color rojo todo su cuerpo, algo así como pintan en pasquines a los marcianos. A partir de mis 9 años, en tercer grado de primaria, dispuso matricularme como interna en un colegio de la capital, La Asunción, (sí, vivir en el colegio la semana, muchos colegios católicos ofrecían ese servicio) para no tener que hacer esa «viajadera» de Santa Tecla a San Salvador ida y vuelta cada día. Y tenía razón, se le complicaba con su horario de trabajo. Y aquello que podría haber sido traumático para una niña, resultó ser una experiencia súper positiva en mi vida. Éramos unas 80 chicas entre 8 y 17 años, con horarios de vida bien definidos; el colegio, o más bien, las canchas, a partir de las 4:30 que se marchaban las externas, eran nuestras. Y yo me hice aficionada al deporte: basquet, beisbol, «quemado o matazón». En las noches de lluvia, los juegos de mesa: damas chinas, damas, monopolio, lotería, ping pong, que los disfrutaba mucho. Me marcaron esos años. Al finalizar el colegio, llegó la pregunta obligada de mi mamá: ¿Y ahora qué quieres estudiar? Maestra de escuela, dije. Uyyy, ¡la que se armó! Hubo reunión de tíos Arrieta, abogados ellos, en apoyo a mi madre para hacerme desistir y yo empecinada. Pues no, y se acabó la discusión. ¿Otra alternativa? Enfermería, dije yo. Y ahí terminó mi oportunidad de expresar mis opciones. Y no se habló más. A estudiar en una academia de secretariado comercial dirigida por un francés, como corresponde a chicas de cierto nivel social, a trabajar en un despacho jurídico un tiempo, casarse, tener hijitos, dedicarse al hogar y por ahí se debe dirigir la vida. Durante dos años (1966 y 67) estudié métodos de archivo, redacción de notas comerciales, mecanografía, ortografía, taquigrafía, modales. Al menos soy rápida en la computadora y no cometo muchas faltas de ortografía. 1968 fue un año de experimentar en una empresa privada mi primer trabajo y enfrentarme a situaciones a las que no nos preparaban: lidiar con clientes odiosos, irrespetuosos y más de algunos acosadores. Y lo dejé, no era lo mío. Un año bastó para definirme y abrirme camino. Y siempre, la Asunción marcando mi vida. Me marché en enero del 69 a Cabricán, a ese pueblito indígena de Quetzaltenango, he ingresé al programa ofrecido por las hermanas a las jóvenes que deseaban donar un año de servicio voluntario. Fue un año feliz, una comunidad de tres chicas exalumnas de la Asunción de Nicaragua y una compañera salvadoreña, apoyando la labor de cuatro religiosas en ese pueblito perdido, sin energía eléctrica, sin carretera asfaltada, entre montañas, a 10/12 grados Celsius. Era una

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Marisa Martínez

escuela para la niñez indígena rechazada en la escuela pública. Ahí solo «ladinos» aceptaban, a pesar de que el 90 % de la población era indígena. Alfabetización de adultos, clínica, visita a los cantones todos los sábados, comprobando estado de los enfermos, promoviendo la alfabetización, etc. Un año de muchos aprendizajes, un año que lo recuerdo feliz, rodeada de gente maravillosa. Terminado ese año, como ya dije antes, me incorporé a la congregación hasta 1973, cinco años que me marcaron profundamente. En mis apuntes que acabo de desempolvar leo que escribí: Al volver de Guatemala, después de cinco años de haber desconectado con mi familia, con la realidad de la vida diaria y sintiéndome un poco desubicada, entré a trabajar a Fundasal, con muchos deseos de aportar algo en beneficio de las familias marginadas a quienes se promueven desde la plataforma institucional. Por cierto, ahí conocí a Edín, mi esposo, el padre de mis tres hijos, con quien me casé en 1977 y compartí mi vida por 40 años. Por esos años, en el país se vivía un clima de terror. En mis anotaciones escribí en junio de 1978: La situación política del país es casi insoportable, la política del general Romero es represiva. En su primer año en el poder, se han realizado masacres de campesinos (Aguilares–Perulapán) y de obreros. Ha decretado una ley que justifica la represión, esta prohíbe todo tipo de organización popular, huelgas obreras, incluso reivindicativas y suprime la libertad de expresión. La Iglesia, encabezada por monseñor Romero, que asumió la dirección de la arquidiócesis en febrero del 77, denuncia las injusticias con valentía a través de sus propios medios de comunicación. La Iglesia dijo, el 22 de mayo de 1977: «Condena el sistema liberal capitalista que, aunque confiesa a Dios, sin embargo en la práctica, lo niega poniendo su fe en el lucro como meta esencial del progreso humano, asume al hombre como puro instrumento para acrecentar las riquezas, dejándolo en la pobreza y fomentando de este modo las diferencias de clases en la sociedad; pisotea los derechos humanos, la dignidad y hasta la vida misma para conservar el poder político, social y económico. ¿Por qué ataca a la Iglesia el poder político? Porque la Iglesia no puede compaginar con una idolatría del dinero, con una idolatría del Estado». Para ese mayo del 77 ya habían sido asesinados dos sacerdotes. Tiempos difíciles. Yo tenía a mi cargo el acompañamiento a tres comunidades para fortalecer la organización comunitaria y los comités de jóvenes por medio

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Marisa Martínez

de espacios de formación y análisis de realidades. Estaban ubicadas en Ciudad Delgado, San Salvador y Santa Tecla. Había que sortear retenes militares para movilizarse, tomar precauciones para realizar reuniones en barrios populares. Y volviendo a mis apuntes, en febrero 14 de 1979, se lee: En el país la cosa sigue mal. En enero asesinaron al cuarto sacerdote salvadoreño: Octavio Ortiz, un muchacho joven de 32 años y, bueno, en noviembre al tercero: Neto Barrera. El gobierno del general Romero la ha emprendido contra la Iglesia, en concreto contra el sector más consciente y comprometido con el pueblo oprimido. Las expulsiones de sacerdotes extranjeros han continuado. Las organizaciones populares están tomando fuerza, se hacen sentir con sus acciones a nivel nacional. En una cita más del baúl de los recuerdos de junio 1 de 1979 se lee: A solo unos días del gran acontecimiento, daré a luz a nuestro primer hijo. Estamos en estado de sitio, decretado hasta el 25 de junio. (Mi hijo nacerá en un país bajo estado de sitio.) Lo decretaron después del asesinato del ministro de Educación por las Fuerzas Populares de Liberación. Los días que precedieron fueron de dolor y muerte: masacre de una manifestación pacífica del Bloque Popular, pidiendo libertad de cuatro de sus dirigentes capturados el 8 mayo. El saldo: 22 muertos. A partir de ese día se toman catedral y el 10 mayo salen al cementerio con 19 de los 22 muertos y acompañados de una multitud que ocupaba unas 10 cuadras coreando consignas. Esos meses, hasta finalizar el año con un golpe de Estado militar, fueron cruentos. Los tiempos de terror se agudizaron con el golpe de estado del 15 de octubre de 1979. En mis anotaciones escribí: Golpe de estado militar. El general Romero abandonó el país tranquilamente. Fue un golpe incruento. La junta militar golpista está formada por 2 coroneles desconocidos, un Gutiérrez y un Majano nombrados por la juventud militar y por la sociedad civil, Román Mayorga, rector de la UCA, y Guillermo Manuel Ungo, líder del Movimiento Nacional Revolucionario, han prometido disolver ORDEN (Organización Democrática Nacionalista) paramilitares, dar amnistía general, reforma agraria. Este experimento duró solo 3 meses. Se desbarató la Junta al renunciar los civiles, personas honestas y de buenas intenciones, que no aceptaron ser manipulados por los altos mandos militares. Y comparto lo que escribí a mi hijo, extensiva la dedicatoria a los otros 2 que vinieron después: (y perdón por el lenguaje no inclusivo, es que entonces no era tema de discusión.)

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Mañana, hijo, cuando tú seas grande, esta tu patria será un lugar agradable para vivir; Los hombres seremos amigos, compañeros, hermanos. Mañana no habrá en esta tu patria explotados y explotadores, no habrán hombres desempleados, mal pagados, muertos de hambre, ya no verás más los malolientes y amotinados tugurios de las ciudades. Mañana hijo, verás cómo el campesino de nuestra patria goza y disfruta lo que su trabajo produce. Ya no existirán latifundios y latifundistas, el campo dará sus frutos para que nos sustentemos con ellos los hijos de esta tierra. Aquí ya no se oirá hablar más de adultos analfabetos, ignorantes, sin escuela. Todos serán personas útiles y necesarias a la patria. Todos aportarán sus conocimientos e ideas para mejorar la sociedad. Los niños tendrán alimentos, escuela, atención en salud, todos tendremos vivienda, trabajo, cultura. No habrá lágrimas en el hogar proletario. No serán apagadas con fusiles las ideas. Mañana podrás caminar por las calles de tu patria sin miedo ni temor a ser asaltado, perseguido, investigado, a que tu casa sea cateada. Ya no oirás hablar de masacre callejeras, de acciones represivas contra los trabajadores, de injustos apresamientos. En fin, hijo, ¡tú sabrás lo que es vivir en libertad! Podrás ser hombre libre, podrás desarrollarte en un clima de amistad y colaboración, serás dueño, tú y tu generación, de tu destino. Si acaso mañana esto no fuera así, entonces, hijo, lo único que te queda, lo único que puedes hacer para que tu existencia tenga sentido y haya valido la pena darte vida, es luchar sin tregua y con afán por conseguir esa patria merecida, y esto, ¡aunque te cueste la vida! En 1988 fundé los Centros Infantiles de Desarrollo (CINDE) para hijos menores de 6 años de mujeres vendedoras informales, convertidos luego en Asociación CINDE para el Desarrollo Infantil y Promoción Humana, sigo enriqueciéndome con la fuerza, sabiduría, coraje, de estas luchadoras por la vida.

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Paola Miranda

LA ESCUELA

DE EL ZONTE

Estudié en una escuela privada en San Salvador. Eso, en sí mismo, significa ya un nivel de privilegio. Era una escuela bilingüe, lo cual agregaba también otro nivel de privilegio. Sin embargo, era educación tradicional. Recuerdo que a los seis años empecé a morderme las uñas; recuerdo que empezaba a leer y escribir bajo las instrucciones de la profesora de lengua, una señora mayor y muy severa. Recuerdo que un compañerito de la clase vomitó en varias ocasiones al solo verla entrar al aula. Ahora pienso que quizá mi compañero tenía otros problemas en la casa. Pero en fin, ¿quién no tenía otros problemas en esos tiempos? Eran años difíciles para todos en el país, crecimos en medio de una guerra civil.

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Cuando ingresé a la universidad, habían pasado seis años de la firma de los Acuerdos de Paz, y vi una realidad muy diferente. Esta nueva realidad de mi país, que yo recién descubría, no la vi nunca antes relacionada con lo que aprendí en bachillerato. El colegio nos había mantenido en su propio mundito, pero felizmente, la burbuja se reventó en los años que estudié la carrera de Comunicación y Periodismo. Fue en esos mismos años donde también conocí otro tipo de amor: el teatro. Empecé entonces mi profesión de actriz de teatro, y he caminado tanto en el camino de las tablas que desde finales de los 90 hasta hoy, formó parte de la compañía Teatro del Azoro. La playa El Zonte fue siempre un refugio familiar. Mi abuelo compró una casa a lado del río en los años 50. Visitamos ese refugio casi todos los domingos desde que estaba muy pequeña. Crecí jugando en esa playa y ese río con los niños locales: ahí conocí a mi pareja, fue uno de los primeros surfistas extranjeros en llegar a la zona. Nos enamoramos y una cosa llevó a la otra: nos casamos y nos mudamos a Estados Unidos, donde tuvimos a nuestras dos hermosas hijas. Tras unos años de vivir en Estados Unidos, decidimos regresar a El Salvador en 2010 y mudarnos a El Zonte definitivamente. De Estados Unidos me traje varios aprendizajes y experiencias: el valor de la comunidad, el haber podido dar a luz a mis hijas en casa con una partera legal, el tener la oportunidad de darle mi apellido, como apellido principal a una de mis hijas, y el descubrir que la educación en casa era legal y cada vez más valorada, incluso en universidades de prestigio. Cuando nuestras hijas llegaron a la edad de escolaridad, la presión de familiares y amigos crecía en torno a qué haríamos por la educación de nuestras hijas. No existía en El Zonte, ni en sus alrededores, nada remotamente parecido al privilegio (aunque tradicional) de una escuela privada bilingüe. Había que ir a San Salvador. Yo no tenía una respuesta ante esta preocupación constante alrededor de la educación de las niñas, pero sabía que no quería manejar más de 2 horas diarias por una educación tradicional en la cual ya no creía. Yo empecé a enseñarles a leer en español y Mike, en inglés. Fue una batalla. Mi hija, ahora lo sé, estaba muy pequeña para aprender a escribir y leer. Pero así fuimos investigando sobre nuevas educaciones y cómo aprende el cerebro y para qué nos sirve todo lo que se enseña por 12 años, desde kinder a bachillerato. Lo que teníamos claro era que queríamos que se criaran en un ambiente junto a la naturaleza, convivir con las familias locales y darles herramientas de vida. Un estilo de vida hippie, se puede decir, andar libres y descalzas, comer la fruta de los árboles, ir a la playa en la tarde y a la noche leerles cuentos. Mi madre, la Cata, es una mujer muy sabia y oportuna. Casualmente llegó a ella el link del documental La educación prohibida y nos lo recomendó para darnos luces. Después de verlo, mi pareja y yo tuvimos la certeza y la convicción irrevocables de que le enseñaríamos a nuestras hijas de una manera diferente. Nuestros miedos se transformaron en coraje y ese coraje alcanzó para decidir también que, ya que lo hacíamos por nuestras hijas, lo haríamos para la comunidad, no importando ni la nacionalidad, ni el nivel económico. En el 2013 fundamos El Zonte Arts and Learning Inc., una asociación sin fines de lucro que busca desarrollar proyectos de educación y arte en El Zonte y sus alrededores. La Escuela Libre El Zonte fue nuestro primer proyecto: educación para nuestras hijas, incluyendo a la comunidad y a otras familias extranjeras.

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Paola Miranda

Al principio no fue fácil, iniciamos clases en un edificio abandonado y no teníamos una estructura sólida de enseñanza. Incluir a los niños de la comunidad era más complicado de lo que imaginamos por un detalle muy simple: nuestra educación era bilingüe y era casi imposible nivelar esto, aunque los niños tuvieran la misma edad. Hubo padres que incluso sacaron a sus hijos porque a los seis años aún no habían aprendido a leer, y la tradición dicta que, a esa edad, la capacidad de descifrar mentalmente vocales y consonantes y traducirlas en sonidos de palabras es el principal indicador de logro y de éxito del tradicional sistema educativo. Y nosotros creemos en lo importante que es respetar que cada individuo aprenda a su propio ritmo y tiempo, creemos en lo importante de identificar las fortalezas de cada uno, sus diferentes inteligencias y potenciarlas. Además de no homogeneizar el aprendizaje y no enseñar a todos a leer al mismo tiempo, no estamos legalizados por el Ministerio de Educación. Este factor redujo nuestro potencial de incidir más en la comunidad. Había que cambiar entonces nuestra estrategia y así, de prueba y error, surgieron otras ideas, como trabajar directamente con las escuelas públicas e impartir clases de inglés en nuestra escuela para los niños locales. Ahora tenemos un equipo consolidado: somos tres madres de familia las que planeamos, coordinamos y diseñamos el año escolar y el engranaje de cómo funcionamos como escuela. Utilizamos libros de texto y currículos como guía. Nuestra enseñanza es integral y diseñamos y planificamos con el objetivo de que las materias se relacionan y complementan entre sí. Así como en la vida: todo está relacionado. A través de un tema específico en una materia específica, se diseña que Geografía, Historia, Arte, Ciencias o Estudios Sociales apoyen la investigación de ese tema y todo se encadene. ¿Por qué aprendemos esto? ¿Para qué necesitan saber esto otro? ¿De qué les sirve? ¿Para qué tipo de futuro los preparamos? Son preguntas que siempre definen nuestro currículo. Más que matemáticas, es la lógica y el pensamiento crítico lo que nos interesa transmitir. Más que el arte, que es bueno por sí solo, es lograr que interioricen que el arte fomenta la creatividad para resolver y buscar diferentes soluciones a los problemas no sólo de las materias, de la vida. Más que enseñar puramente Estudios Sociales, es conocer sobre nuestra comunidad, la realidad en la vivimos y cómo mejorarla para todos y todas. A nuestra escuela, los niñas y niños llegan sin uniforme, con la ropa cómoda que ellos prefieran y reciben las clases descalzos. Muchas veces tenemos hasta a sus mascotas esperando afuera del edificio y a la hora del recreo y otras actividades, son siempre bienvenidos a corretear y jugar con nosotros. Hacemos juntos la limpieza y ordenamos todos los días. También todos los días, a primera hora, antes de cualquier otra cosa, hacemos un círculo para chequear cómo hemos llegado, incluido cómo llegamos emocionalmente. Estamos convencidos de que la educación emocional, el aprender a cocinar, el arte, la música y el deporte son igual de importantes que la matemáticas, el lenguaje o inglés. En nuestra vida diaria como adultos necesitamos hacer una operación matemática 4 o 5 veces a la semana, pero alimentarnos bien necesitamos hacerlo tres veces al día. En nuestra escuela no tenemos exámenes, pero sí diversos mecanismos que nos permiten garantizar y tener la certeza de que los niños aprenden y mejoran no en comparación con el otro sino con ellos mismos. Hace una semana, un pa-

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dre de familia me escribió desde Bélgica, su hijo estudió con nosotros desde nuestros inicios, pero por su familia consideró necesario que entrara al sistema educativo de Bélgica y cursara el sexto grado. —Paola —me dijo—, Diego se graduó de sexto grado con un promedio de 80%. 9 en Inglés, 7 en Francés, 8.5 en Matemáticas, 7.5 en Ciencias y 8 en Historia y Geografía. Este resultado es un poco de ustedes también. Gracias. Es bueno saber que podemos seguir adelante. Pero todo esto es posible también gracias al voluntariado. Los voluntarios de nuestra escuela no siempre son maestros de profesión pero se vuelven guías. Nos han visitado de varias partes del mundo: Canadá, Inglaterra, Hungría, Argentina, Suiza, Finlandia entre otros. Ellos traen su profesión, sus aficiones o talentos y teniendo en cuenta esto, diseñamos las clases y materias. Nuestra asociación EZAL crece a pasos pequeños pero seguros. Cada año celebramos el Festival Arte y Cultura El Zonte, en el cual hemos presentado ya tres obras de teatro y hemos logrado reunir a más de 500 estudiantes de los diferentes centros educativos de toda Chiltiupán. Se han impartido talleres de yoga y meditación y una clase de inglés durante todo el año en el Centro Educativo El Coco. Hemos ofrecido además talleres de danza, empoderamiento de la mujer, arte y reciclaje. Creemos en la solidez de nuestra comunidad y creemos en el poder del arte y la educación como herramientas genuinas de transformación social. Muchas veces los padres de familia, que somos los que diseñamos y damos las clases en la escuela, nos hubiera gustado haber estado en una escuela así. Sin duda les hemos impuesto una educación, un modelo que no aún no sabemos qué resultados tendrá o si les va a servir en su futuro.

El no tener opciones educativas nos dio oportunidad de inventar un sistema educativo afín a nuestros hijos y las necesidades del entorno.

La escuela libre del modelo tradicional, sin zapatos, sin uniformes, sin jerarquías o resultados estandarizados. 33


La propia experiencia al respecto es la mejor credencial que puede tener cada uno de nosotros para ir forjando identidad propia. Y el testimonio individualizado da fe de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. 34


David Escobar Galindo Publicado en La Prensa Grรกfica el 16 de junio de 2018

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Por la misma configuración de nuestro ser interior, los seres humanos estamos llamados a ejercer la conducción de nuestra propia vida, independientemente de las situaciones externas que haya que afrontar al respecto. Se piensa con reiterada frecuencia que las condiciones materiales son las que deciden cuál será el curso existencial de cada quien; y aunque es evidente que dichas condiciones tienen una gravitación muy relevante en lo que puedan ser los destinos personales, son en verdad los motores de la voluntad los que rigen el destino personal y su marcha correspondiente. Y así estamos viendo constantemente cómo les va a los que se acomodan a sus limitaciones y cómo les va a los que luchan por superarlas. En estos tiempos en que la cultura del emprendimiento se ha vuelto expresión viva del avance personal y social por todas partes, se muestra a diario el poder de la iniciativa personalizada, en un mundo que es una mezcla cada vez más expansiva de cierres y de aperturas de todo tipo. Y para ser emprendedor hay que partir siempre del propio impulso de serlo, lo cual constituye una de las más claras expresiones de la libertad con nombre y apellido. Eso es lo que hay que promover y estimular por todos los medios posibles: que los individuos activen su creatividad en la forma que a cada quien le resulte más natural. A partir de esa experiencia individual pueden irse desplegando todas las otras formas de libertad que la sociedad necesita para su desarrollo. La propia experiencia al respecto es la mejor credencial que puede tener cada uno de nosotros para ir forjando identidad propia. Y el testimonio individualizado da fe de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. En mi caso personal, el haber estado, desde la primera infancia, en un ambiente familiar que apenas se daba cuenta de que yo existía me libró de cualquier riesgo de sobreprotección; y eso me hizo crecer por mis propios medios anímicos. Es cierto que la sensación que eso produce en aquellas etapas iniciales de la vida es de escalofríos existenciales que no se sabe cómo sobrellevar, pero al mismo tiempo tal situación familiar y personal constituye un estímulo temprano para por ir avanzando hacia el comportamiento autorresponsable. Y lo mejor que le puede pasar a cualquiera es entrenarse lo más pronto posible en las contin-

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David Escobar Galindo

gencias y en los beneficios de la libertad. El ejercicio de la libertad no solo es fenómeno individual sino a la vez desempeño colectivo. Y es que ambos planos —el de las personas y el de las colectividades, abarcando desde luego los entes nacionales— van siempre íntimamente conectados. Así vemos cómo cuando la libertad se hace valer en una sociedad determinada, los miembros de la misma están más habilitados para ejercerla en sus respectivas áreas personalizadas. Aquí entra en juego otro factor que es francamente vital dentro de todo este panorama: el de las experiencias compartidas. Al respecto, hay que reconocer que el ejercicio de la libertad se va convirtiendo progresivamente en un juego de imágenes, como si se tratara de un infinito salón de espejos. Porque la libertad bien vivida y bien compartida es la mejor forma de convivencia. En lo que a la dimensión política se refiere, el escenario más propicio para que la libertad prospere y se desarrolle es la democracia, porque en ella lo humano integrado y diferenciado puede llegar a manifestarse en forma plena y constante. Al ser así, se comprende bien que dicho régimen de vida vaya ganando presencia y protagonismo dentro del desenvolvimiento histórico de la humanidad, y más en estos tiempos en que la comunicación expansiva nos permite vernos sin límites desde todos los ángulos imaginables. En nuestro ambiente, la libertad siempre ha tenido que enfrentar múltiples obstáculos en la ruta hacia su plena realización; y esa limitación estructural ha sido la causa de muchas de las distorsiones políticas, sociales y económicas a las que los salvadoreños nos hemos visto expuestos en el curso del tiempo. Hoy, al amparo de la democratización que se va desenvolviendo en el ambiente, podemos ver cómo la libertad va siguiendo esa ruta, con dinamismos cada vez más identificables. Esto hay que preservarlo y salvaguardarlo por todos los medios que la misma democracia habilita. El régimen de libertades se constituye así en el núcleo de un El Salvador que ya no está librado a su suerte, aunque haya aún tanta reparación por hacer. Por todo lo anterior podemos afirmar que la libertad se halla más viva que nunca entre nosotros, y este es el mejor aporte que puede recibir la evolución nacional.

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Erik Flakoll AlegrĂ­a

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En el diario Barricada de Nicaragua, del que yo era editor, había un viejo periodista de colmillo amarillo y buena pluma que siempre llegaba tarde y cansado a las reuniones de pauta. En vez de disculparse, preguntaba: «¿Cuantas palabras y contra quién?». Hoy me toca a mí hacer una semblanza de mis padres en ochocientas palabras. Mis padres eran escritores, trotamundos, idealistas y siempre estuvieron muy enamorados. Mi padre, Bud Flakoll, estadounidense, periodista, y escritor, era un hombre guapo, inteligente y reservado. También era intransigente y ético. Mi madre, Claribel Alegría Vides, era bella, curiosa, tenaz, mágica y hecha de muchas facetas, como bien se nota en sus poemas. Bastaría una anécdota para describir a mi padre. Siendo diplomático en Argentina, de vez en cuando había que dar una fiesta en casa por aquello de las relaciones públicas. Tanto mi padre como mi madre aborrecían esos eventos de manteles largos y me acuerdo de una vez, ya sentados en la mesa, justo antes de servir la langosta, uno de los comensales tomó el cuenco con agua y limón que era para lavarse los dedos, y se lo bebió. Empezaron a haber risitas entre los invitados y mi padre tomó su cuenco y se lo bebió también. Así era él. Todos los días mis padres tenían su «martini hour», que era sagrado. A eso de las seis de la tarde, se sentaban los dos en la sala con un traguito y era un momento de comunión entre ellos. A los niños nos tocaba desaparecer y entretenernos hasta la hora de cenar. Ese «martini hour» fue uno de los ritos que hizo que ese matrimonio funcionara tan bien y que fueran tan unidos. Hablaban de sus cosas íntimas, discutían sus proyectos, se peleaban por política o por lo que estaban escribiendo y en ese momento, juntos, eran mucho más que dos, como diría Mario Benedetti. Otro acierto genial de mi padre fue hacerle ver a mi madre que a los hijos se les adora y que hay que hacer lo mejor posible por ellos, pero que la pareja es lo primero, porque los hijos crecen y luego se van, pero la pareja queda. Esas dos cosas, el «martini hour» y que la pareja es lo primordial, son axiomas fundamentales para mí. Ese rito lo mantuvieron toda la vida y con el tiempo, incluso cuando ya todos los hijos habíamos abandonado el nido, a las seis de la tarde se sentaban en el patio de su casa en Managua a tomar un ron y recibir a los amigos. Y qué gente más interesante la que pasaba por allí.

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Mi madre, según Julio Cortázar, el la «jefa de las piantadas». Las piantadas son personas muy idas, que están como ausentes, poseen un mundo interior enorme y con frecuencia se pierden en su imaginación, a veces para nunca volver. Las tres piantadas eran Aurora Bernárdez —la mujer de Cortázar—, Chichita Calvino, la mujer de Italo, y Claribel. Los despistes de mi madre, o las claribeladas, como las llamaba Eduardo Galeano, eran legendarias. Una vez en Chile, estaba caminando por la calle con Tito Monterroso y en la acera de enfrente vio un rótulo que decía «Pasaje a Marsella». Cruzó la calle y se asomó a la taquilla. —¿Cuánto cuesta el pasaje a Marsella? —Cinco pesos —le respondió el hombre. —¿Ida y vuelta? —preguntó mi madre asombrada. —Oiga, señora, que es una película —espetó el hombre.

Mi madre siempre me decía que yo podía hacer lo que quisiera pero que lo importante en la vida era hacer como decía Joseph Campbell: «Follow your bliss». Sigue tu estrella, o persigue tu felicidad, o algo así. Y ella lo hizo y lo logró. Pero nunca me dijo lo difícil que era. Las lecciones de vida que me dio mi padre fueron diferentes.

Erik Flakoll Alegría

Tito estaba en la entrada del cine hecho un cuatro de tanta risa.

Un sábado, estando en Palma de Mallorca, en vez de volver del internado a mi casa, me fui de farra con mis amigos del colegio y perdí el bus. A eso de las nueve de esa noche fría y cerrada de invierno, sin luna, empecé a hacer autostop para llegar a Deià, el pueblo donde vivíamos que quedaba a treinta kilómetros. Una pareja muy simpática me dio un aventón hasta Valldemosa, que sólo queda a diez kilómetros de Deià. Llovía y hacía frío. Entré al único bar abierto para llamar a casa y pedirle a mi padre que viniera a buscarme. —No —me dijo tajante—. Si tienes edad suficiente para quedarte bebiendo con tus amigos, también la tienes para regresar solo a tu casa. Y acuérdate, puedes hacer lo que quieras… siempre y cuando puedas. Esas fueron grandes lecciones de libertad para mí.

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CINCO CENTÍMETROS

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Tatiana Alemán

Yo no sabía qué era la libertad; de eso me di cuenta hasta el martes 10 de enero de 2017. Cuando pienso en la condición de caminar por las calles de San Salvador y respi­rar el aire contaminado de la ciudad, la imagen que se viene a mi mente es un joven atado a una pesa. Ese chico es mi hermano. Su detención marcó mi vida y trastocó la concepción de qué es ser libre. Antes de este evento traumático, amanecer en una cama medio hundida, besar a mi pareja, ir a trabajar y de vez en cuando jugar fútbol, configuraban mi concepto de libertad, sin mencionar el sistema político económico que hace más apasionantes las conversaciones en Facebook. No basta con amanecer y tragar la primera bocanada de aire del día, tampoco creo que se trata de imaginar una paloma volando, pues más adelante, en donde la vista ya no tiene alcance, probablemente reciba una descarga eléctrica por un cable deteriorado. Tras los sucesos del 10 de enero de 2017, la movilidad, el acceso a espacios de educación y entretenimiento, un trabajo de ocho horas no dimensionan la libertad de considerarse sujeta o sujeto de derechos humanos. Al entenderme como titular de garantías fundamentales, de derechos, a fuerza de golpe, de ver a mi hermano atado a una pesa, en un espacio de cinco centímetros apestosos a mierda y orina, y contra la opinión pública, la libertad, el derecho a esta condición de plenitud existencial, es el motor de mi actual proyecto de vida. Aún me resulta intimidante hablar de detenciones ilegales o sistema penitenciario frente a una o tres personas, porque esta práctica sistematizada de privación de libertad, de tortura, parece extraña, casi un tabú en el imaginario colectivo contaminado por conceptos dislocados de crimen y castigo. La descripción de un fantasma que hace el cineasta mexicano, Guillermo del Toro, en su película El espinazo del diablo, quizás, es lo más cercano a esta realidad: «¿Qué es un fantasma? Un evento terrible condenado a repetirse una y otra vez, un instante de dolor, quizá algo muerto que parece por momentos vivo aún, un sentimiento suspendido en el tiempo, como una fotografía borrosa, como un insecto atrapado en ámbar». Así que me niego, sí, me niego a la condena de ser parte de una sucesión de instantes dolorosos, y elijo dejar el prestigio de una carrera profesional bien desarrollada por una vinculación directa y honesta con quienes visten de blanco, a quienes les cortan el pelo estilo militar y a quienes el Estado y la población salvadoreña les niega el derecho constitucional de rehabilitarse. Por si no se ha entendido, elijo a los y las privadas de libertad y sus familias. No es mi intención, en este texto, hablar de otras formas de resolución de conflictos en lugar del castigo medieval que representa la prisión. Es mi objetivo afirmar que la privación de la movilidad solo es el primer paso para un ciclo de violaciones al derecho a la libertad de ser, de elegir y construirse libre de parámetros sociales infectados por la moralina más dañina de nuestros tiempos. Definitivamente hay que ser valientes para tomar semejante decisión. Pero la valentía no es mi caso, sino el impulso de ser, la implosión de la idea de un cambio radical y colectivo. La libertad de pelear por la libertad en cinco centímetros de margen para moverse.

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Alejandro Salamanca

LA INESPERADA FORTUNA DEL INADAPTADO A todos los pericos de la Fafi

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I. Deberíamos ser más suspicaces cada vez que se nos habla de libertad. Consideremos las imágenes usuales con las que nos representamos la libertad. Pocas son más comunes que la del vuelo de las aves. Una pareja de pericos chocoyos, por ejemplo, que ha vivido la mayor parte de su vida confinada a su jaula. Son rebeldes, no se dejan cortar las alas, por lo que sacarlos de la jaula en son de paz es imposible. Un buen día (o un mal día), sin que nos demos cuenta, la parejita verde toma ventaja de nuestra distracción mientras limpiamos su jaula. Dejamos la puerta abierta y ellos, por fin, escapan. Son libres ahora. ¿Cómo podríamos dudarlo? La altura de su vuelo y la distancia irremontable que ahora los separa de nosotros lo corroboran. El vacío que domina la jaula solo es superado por el vacío que su partida nos dejó para siempre en el pecho. Esta representación me gusta, aunque sea un poco triste, porque está más allá de las diferencias ideológicas que nos impiden estar de acuerdo con todo el mundo cuando hablamos de libertad. Y sin embargo, esta evocación no ha aclarado en nada el concepto libertad. Lo dijimos al principio: el lector debió ser más suspicaz. La imagen de la pareja que abandona su jaula no responde a la pregunta: ¿qué significa vivir en libertad? En realidad, elegí un ejemplo de liberación. Algo muy cercano, algo implicado pero no precisamente idéntico, a la vida en libertad. Es sencillo oponerse a la jaula. Vale decir, es instintivo reconocerla como un obstáculo para mi libertad. Los problemas empiezan una vez que nos hemos liberado. El perico, así como cualquier animal que ha dejado atrás el cautiverio, se dona a sus instintos. El ser humano, en cambio, perdió ese privilegio hace mucho. En la sociedad humana, lo más usual es que quien se dona a sus instintos se convierte en fuente de caos para sí mismo y para quienes le rodean. Es más, nosotros experimentamos el retorno a los ciclos animales como una intromisión en nuestra vida auténticamente humana: el hambre es molesta, el sueño es un tirano celoso que no tolera que le demos atención a nada más hasta que nos sometamos a él, por no hablar del serio problema que sigue planteando a las sociedades del mundo nuestro deseo sexual. Así que no, es imposible imitar la simpleza con la que los pericos regresan a la vida natural al salir de la jaula. Todo está muy bien con la liberación, ¡no a las jaulas! Pero en lo que concierne a la libertad, lo único seguro es que no es evidente que sea una solución para la vida; todo lo contrario, de hecho, nos deja en las manos un grave problema.

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Alejandro Salamanca

II. Es muy raro que una persona de 17 años conozca su propia naturaleza. En primer lugar porque la adolescencia es una etapa de transición. Vamos de la infancia a la adultez con velocidad vertiginosa. Un día nos gusta esto y al siguiente lo odiamos y es lo peor del mundo. Y en segundo lugar, quizá más importante, el adolescente no se conoce a sí mismo porque no es muy amigo del autoconocimiento. Al menos ese fue mi caso cuando tuve 17 años y había que elegir qué carrera estudiar en la universidad. Así que no es nada menos que un milagro, en retrospectiva, haber tomado la elección correcta. Decidí estudiar filosofía. Lo sé. Primero: ¿qué diablos es filosofía? Segundo: ¿quién decide estudiar eso? A mis 17 años, yo tampoco lo sabía. En la escuela nunca recibí clases de filosofía. Escogí esa carrera porque me pareció que tenía el pensum menos aburrido y el más diverso de todos. En este sentido preciso diré que tomé la decisión de dedicarme a la filosofía con amplia libertad. Fui libre porque negué los incentivos que la sociedad y el sentido común (y mis padres) me señalaron para estudiar una carrera más «lógica» (redituable). No me considero libre por el contenido de mi elección. Soy libre porque me negué a asumir al mundo como causa de mi elección. Muchos científicos cognitivos y varios filósofos parecen satisfechos por deshacerse de la ilusión humana de la libertad. Según sus propuestas, el comportamiento sin causas es imposible y, por lo tanto, nunca fuimos realmente libres, solo creíamos serlo. Yo sostengo que hay un malentendido conceptual en ese planteamiento. No vive en libertad quien actúa libre de causas. Un acto libre es aquel en el que descarrilamos la cadena causal que nos precede («lo que han hecho de nosotros») y la lanzamos en una dirección nueva cuya causa somos nosotros. Ser libre es poder convertirse en causa del sentido de tu vida. Mi vida y mi camino en la filosofía apenas empiezan. Lo poco que llevo recorrido me sirve para saber que hay una doble necesidad espiritual en los individuos humanos. Necesitamos una mezcla peculiar de fascinación por lo extraordinario y lo riesgoso y, por otro lado, necesitamos el confort y la estabilidad de lo familiar. Necesitamos un hogar en medio del inhóspito mundo, pero no podemos dejar que el hogar se vuelva una jaula. La libertad es ese momento negativo, de descarrilamiento. Como tal, representa solo una pieza en todo este complicado juego de la vida. ¿Hemos resuelto el significado de vivir en libertad? No, el problema persiste. Haber estudiado filosofía me enseñó a convivir en paz con esa incertidumbre.

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III. Una vez la pareja de pericos abandona su jaula y nuestra vida, comienza para nosotros la zozobra. «¿Qué será de ellos ahora? Es cierto, ahora son libres, pero… ¿Y si no encuentran qué comer? Además, se los podría comer un gato demasiado entusiasta. ¿Y si la pareja se separa? ¡Cada uno por su lado morirá de soledad!» Es difícil saber qué tan buena será nuestra pareja viviendo en libertad. Es difícil saber si vivirá. El ser humano no es muy bueno siendo un animal. Nacemos prematuramente, nuestra enorme cabeza es tan pesada que tardamos años en lograr el balance necesario para caminar. Además, insistimos en caminar en dos patas solamente y con la espalda erguida. Muchos milenios atrás, las especies que acompañaron a nuestros antepasados en la sabana africana debieron haber visto nuestra posición bípeda con perplejidad y un poco de miedo. Como algo gracioso. O siniestro. Lo que ahora llamamos «libertad» en su condición inicial fue indistinguible de la mayor inadaptación al reino animal. No inventamos órganos nuevos para diferenciarnos: descarriamos la anatomía común que compartimos con los animales, le dimos un uso «antinatural». Con la inesperada fortuna de obtener la maravilla de la voz humana, por ejemplo. Después, cuando las cosas y nosotros comenzamos a salirnos de control, inventamos el habla y luego el lenguaje. Por lo tanto, el momento de liberación sería una restauración de nuestra condición original como inadaptados. En mi elección de estudiar filosofía veo una repetición de la inesperada fortuna de ser un inadaptado. Sería imposible para mí recomendar a los demás que imitaran mi gesto. Por definición no hay recetas para ser libre. Lo que sí quiero decir es que ser un inadaptado a las expectativas sociales, ser incapaz de encajar en las maneras usuales de definir el sentido de nuestra propia vida… es, me parece, lo más humano que existe. Es nuestra precaria condición humana recordándonos: «hey, eres libre». Ahora bien, ser un inadaptado por excelencia le pone la vida cuesta arriba a los humanos. Volver nuestra inadecuación la causa de sentido en nuestra vida se convierte en una lucha. Es el otro lado de la libertad: vivir en libertad es vivir siendo fiel con el gesto de inadaptación que nos liberó. Es difícil saber qué tan bien viviré en libertad. Es difícil saber si viviré.

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EXTRA-INTRO TU VERSIÓN 50


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Horacio Castellanos Moya

(apuntes)

SOBRE LA IDENTIDAD O LA PERTENENCIA: NO SOY ÁRBOL NI PLANTA; ME DIERON MENTE, PIERNAS Y UN PLANETA.

SIEMPRE SERÁS USADO POR ALGUIEN QUE TIENE MÁS PODER QUE TÚ. SE SERVIRÁ DE TI PARA SATISFACER SU VANIDAD O SU AMBICIÓN,

DE FORMA SEMEJANTE A COMO TÚ BUSCAS TU

PROPIA SATISFACCIÓN. BARROTES: UN HOMBRE QUE TIENE CONCIENCIA DE SUS GESTOS HEREDADOS, GENÉTICOS; UN HOMBRE QUE ESTÁ ATENTO A ESOS GESTOS Y NO REACCIONA, NI LOS EVITA, NI LOS REPRIME, SINO QUE LOS SIENTE AJENOS, QUE NO LE PERTENECEN.

UN HOMBRE DESQUICIADO. 52

NO SON LO QUE LA GENTE ESPERA DE TI, SINO LO QUE TÚ IMAGINAS QUE LA GENTE ESPERA DE TI.


EL PROBLEMA DE ASUMIR UNA MORAL, CUALQUIERA QUE ESTA SEA, DE CREÉRTELA, ES QUE CONSUMIRÁS BUENA PARTE DE TU TIEMPO TRATANDO DE JUSTIFICAR LO QUE ANTES TE PARECÍA NATURAL. ESTE PLEITO INTERNO TE CONDUCIRÁ A LA PARÁLISIS, AUN A LA ENFERMEDAD. YA NADA SERÁ NATURAL. TU CONCIENCIA SE CONVERTIRÁ EN UNA ESPECIE DE CURA PREFECTO, CON EL CEÑO FRUNCIDO DESAPROBANDO TUS ACTOS. UN ESCRITOR QUE SE TIENDE TRAMPAS, QUE LUEGO NO LOGRAR SALIR DE ELLAS Y EMPEÑA SUS ENERGÍAS EN FANTASEAR CÓMO SERÍA VIVIR FUERA DE ESAS TRAMPAS.

EL QUE HACE LAS COSAS NO ES QUIEN DEBERÍA HACERLAS. ES UN IMPOSTOR. TE TIENE ENGAÑADO. TE HACE CREER QUE LAS HACE PORQUE TÚ LO ORDENAS, CUANDO EN VERDAD TÚ SOLO SIGUES SUS ÓRDENES.

ACEPTAR LA REPETICIÓN

ES MUESTRA DE SENSATEZ;

CUALQUIER REBELDÍA ES

INÚTIL CONTRA ESTA LEY DE

LA VIDA.

UN HOMBRE QUE SE PERSIGUE A SÍ MISMO, QUE SE ACORRALA, QUE NO SE DEJA RUTA DE ESCAPE.

CAMINAR EN EL BORDE DEL ABISMO SIN NINGÚN SENTIDO DE AVENTURA NI OSADÍA, SINO POR LA SOLA ESTUPIDEZ DE NO HABER ENCONTRADO OTRO CAMINO.

LUEGO DE CUATRO MESES DESCUBRES A PLENITUD LA CELADA EN QUE HAS CAÍDO. CONTEMPLAS LA BLANCURA QUE CUBRE EL CÉSPED, LA LUZ INVERNAL Y A UNO QUE OTRO VIANDANTE. TENDRÁS QUE ASUMIR LA TRAMPA, CONVERTIRLA EN TU HOGAR, RECONOCER TU CONDICIÓN DE ANIMALITO, DE ESPECIE CURIOSA PERO INOFENSIVA. 53


Horacio Castellanos Moya

Mangoré, el magistral guitarrista y compositor paraguayo, murió de un ataque al corazón en San Salvador el 7 de agosto de 1944, exactamente tres meses después del derrocamiento del general Maximiliano Hernández Martínez, quien había sido su protector desde 1939, cuando el guitarrista había aceptado la invitación del dictador de trasladarse a vivir a El Salvador. Mangoré tenía entonces 54 años y, en su ruta nómada, había vivido en varios sitios, incluida la Ciudad de México. ¿Qué lo llevó a aceptar la oferta de Martínez? Se dice que ya había sufrido un síncope en México, por lo que su muerte fue producto de una larga enfermedad. Sin embargo, uno puede preguntarse hasta dónde la caída del dictador afectó al guitarrista, quien de pronto se quedó sin mecenas que lo protegiera. ¿Hubo represalias por su amistad con Martínez? Es difícil de saber, pero el hecho es que hasta los golpistas estaban relacionados con Martínez y no había motivo para encarnizarse con un famoso guitarrista paraguayo. ¿O perdió su puesto en la escuela de música con la caída del dictador? Si hubiese sido así, habría una novela en potencia en esos últimos tres meses de vida de Mangoré: la tragedia de un artista viejo y enfermo que, de pronto, se desmorona ante la nueva andanada que le inflige la vida. La otra pregunta es por qué Mangoré no se quedó en México, una ciudad que supuestamente habría ofrecido muchas más posibilidades a un compositor de su envergadura. ¿Simpatizaba Mangoré con las ideas filo-fascistas del general Martínez o con su afición a la teosofía, o con ambas? ¿O es que en México no le dejaron otra salida que largarse?

LAS GANAS DE DESNUDARSE Y DE QUE TODOS APLAUDAN

A NUESTRA DESNUDEZ. ES LA MARCA DE LA ÉPOCA.

¿PARA QUÉ NECESITA LA TIERRA

A LA LUNA? ¿PODRÍA DESHACERSE DE ELLA? ¿PARA QUÉ? 54


SOLO SU ABSOLUTO DESAMPARO EN EL COSMOS EXPLICA QUE EL HOMBRE SE ADHIERA CON TAL FANATISMO A LAS CAUSAS DE SU TIEMPO.

LAS ATADURAS: ELLAS SON LA RAZÓN DE LA

VIDA, DE LO QUE TE QUEJAS, LAS QUE TE PERMITEN

CRECER O HUNDIRTE. NI SIQUIERA PUEDES IMAGINARTE LIBRE DE ELLAS. ¿SUCUMBIRÍAS?

ENTENDER LA CONCIENCIA COMO EL ASOMBRO QUE SE PRODUCE AL ALUMBRAR ZONAS OSCURAS Y DESCONOCIDAS DE UNO MISMO, Y NO COMO EL REMORDIMIENTO POR LO

QUE SE DESCUBRE EN ESAS ZONAS OSCURAS. ELLOS LO SABEN TODO DE TI; TÚ NO SABES NADA DE ELLOS, APARTE DE QUE SE DEDICAN A SABERLO

TODO DE TI.

LA VIDA ES

SUMISIÓN. TU

ITINERARIO: CAMBIAR DE

PATRONAZGO.

NO PIENSES EN ELLO

O TERMINARÁS

EN LA CONMISERACIÓN. SIEMPRE HABRÁ ALGUIEN

ARRIBA DE TI CONTROLÁNDOTE.

(Del libro Envejece un perro tras los cristales/Cuadernos Tokio seguido de Cuaderno de Iowa, Literatura Random House, Barcelona, 2019)

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Se dice a menudo que cuando nacemos somos un papel en blanco en el que la vida escribirá nuestras andanzas y hazañas y en el que se inscribirá nuestro demasiado corto pasaje privilegiado por la Tierra. Bonita noción, pero completamente equivocada. Otros ya tienen planes de vida trazados para nosotros —si no desde muchos antes— por lo menos durante la gestación. Nuestros genitores esperan que cumplamos sus expectativas; en raros casos, esa expectativa es que tengamos entera libertad. Libertad, libertad, libertad...Y… ¿Si libertad significara salir del camino que otros nos han trazado? ¿Si libertad consistiera en forjar un camino propio, precisamente allí donde no existe? ¿Si libertad fuera aventurarse a territorio desconocido, sin saber qué peligro acecha? Libertad es imaginarse un futuro distinto y construirlo. El poeta español, Antonio Machado, lo dice de la mejor manera posible:

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Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Creo que la educación experiencial es la mejor forma en la que podemos aprender. Pero, ¿aprender es libertad? Solamente si lo que aprendemos sale de un deseo interior, no de expectativas de otros. Al nacer, mi vida estaba trazada. Varón, nací para tomar las riendas de los negocios que mi padre —en su propia verdadera libertad— imaginó crear. Desgraciadamente para él, mi rebeldía comenzó muy temprano. No sé en qué momento de mi infancia, ni cómo ocurrió,comencé a imaginarme evolucionando en el mundo de las artes y no en el de los negocios. ¿Qué hada se habrá inclinado sobre mi cuna y me habrá dejado esa noción embriagante? No lo sabré nunca.


Roberto Salomón

La alegría del descubrimiento del camino fue de la mano con la frustración de saber desde un comienzo que jamás podría caber en el molde señalado. La vida nos da señales y hay que saber reconocerlas. Hadas y magos cruzan nuestro camino y si no sabemos reconocerlos como tales, no podremos aprovechar la enseñanza y las oportunidades que están dispuestos a brindarnos. Tuve mucha suerte en poder reconocer a las hadas y los magos que cruzaron mi camino. Fueron instrumentales en cambiar mi rumbo, en alejarme de precipicios, en enseñarme a escuchar y a confiar. A menudo, aunque en el momento no me daba cuenta, significó asociarme con personas que me mostraron que el único trabajo válido es el de largo aliento. A veces, en un afán de llegar rápidamente a la alfombra roja del reconocimiento, corremos el peligro de

asociarnos con aquellos que no son más que llamarada de tusa. Algo en nuestro interior nos dice que hay un camino que debemos seguir y esa fuerza que nos acompaña es la que hará que seamos dichosos o miserables. Y no tiene que ver con política o con ideología. Tiene que ver con la revolución dentro de nosotros mismos, con aceptar lo que somos y tenemos que cambiar, y construir nuestro camino a partir de allí. Porque la revolución comienza en casa. Libertad es un estado de ánimo al que se accede en un estado de placidez, de energía renovada y renovable, de objetivos alcanzados y por alcanzar, de satisfacción por el camino recorrido y de excitación por el que queda por recorrer.

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EL PLACER 58


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Squirt

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Gabriela Novoa

UNA ALTERNATIVA DEL PLACER COMO ACCIONAR POLÍTICO Y LA IMAGEN EN MOVIMIENTO COMO GESTO DE SUBVERSIÓN FRENTE AL DESEO SEXUAL FEMENINO.

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Juicy, de la serie «Paper planes»

Acá la belleza brilla tanto, que quema La belleza es una urgencia en sitios como este, lo bello como experiencia liberadora y de complacencia desinteresada, como sentimiento que evoca ternura y sensibiliza, lo bello como acción provocativa que genera otras alternativas de ser y habitar en el mundo, fuera de las preestablecidas, lo bello como imagen utópica de pertenencia hacia nuestros cuerpos, altamente vulnerados, censurados y violentados sobre todo por la mirada patriarcal. Lo que sucede en países sumamente violentos es que la belleza se distorsiona por la necesidad de poseerla a toda costa, como toda posesión más que surge desde la carencia, lo que se transforma en obsesión, y por eso mismo, violenta, por la costumbre. Suele pasar que en países represivos la representación del deseo sexual femenino se convierte directamente en imagen en reposo, evidenciando así quién tiene el poder, no solo dentro de la imagen, sino fuera. La mayoría de sus representaciones son imágenes nostálgicas, que no son más que la represión de la experiencia estética individual, alterada para ser aceptada por unos ojos acostumbrados a la revictimización, a la sumisión y al dolor; pero sobre todo a la violencia, por lo que una imagen de deseo

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contrahegemónico suele ser una imagen incómoda, rechazada y, por lo tanto, subversiva. Lo que convierte una imagen de placer en una imagen violenta es que esta se convierte en espejo, tanto como para quien la observa como para quien es observado, desestabilizándolos, provocando cierto temor al verse ambos expuestos, vulnerados, siendo esta acción pasiva de contemplación, el punto de partida para la violencia, por la imposibilidad de reaccionar frente a la incomodidad de algo que no se puede racionalizar con tanta facilidad, como el deseo. Todo pensamiento individual sobre el deseo es distorsionado por el peso del pensamiento hegemónico, por el sentimiento de culpa, por la doble moral, pero, sobre todo, por el desconocimiento que es muy similar al miedo. Esa misma imagen en resistencia del placer contrahegemónico genera tensión, sobre todo cuando esta no es creada para el consumo heteropatriarcal, tal como lo ha sido históricamente. Más bien esta se convierte en una imagen incómoda, sobre todo cuando sirve de vehículo para el cuestionamiento, la denuncia o simplemente como un acto de justicia


Gabriela Novoa

hereditaria sobre el placer sexual femenino tan desigual, lleno de mitos e incoherencias. Dichas imágenes, al insistir en perdurar, se transforman en imágenes incómodas no solo para quien las observa sino para quien las genera, cuestionando la construcción cultural del deseo sumamente instaurado tanto en la mente como en el cuerpo de quien las crea, de quien las consume y de quienes están siendo representadas, ya que culturalmente la imagen del deseo viene construida desde la publicidad, Hollywood, la moda, el porno, etc. por lo que construir la imagen del deseo desde la libertad y lejos de condicionantes estereotipados, binarios, monogámicos y románticos se convierte en un ejercicio de constante deconstrucción hacia el consumo de la imagen erótica. Históricamente el deseo sexual femenino ha sido planteado desde la pasividad, como una imagen en reposo, nula de individualidad y libertad, carente de iniciativa y deseo, siempre a la espera de un otro que llegue a salvarle, creándose la idea de que no puede existir deseo erótico sin un otro que se sienta orgulloso de poseerla, que exalte su belleza y que la convierta en objeto, en el premio por el que malos pelean contra buenos, como una mercancía, carente de voz, nula de individualidad, básicamente en una imagen maldita que difícilmente puede escaparse de los condicionantes de contextos basados desde la desigualdad, pero sobre todo desde el desconocimiento, que es otra forma de represión y violencia hacia el cuerpo deseante. La imagen del deseo femenino no solo inquieta sino que aterra, la imposibilidad de obtenerla a toda costa como a un objeto más que desilusión provoca asco por el placer interesado de obtener siempre algo a cambio. Tal como el placer y el deseo surgen históricamente de relaciones de poder, así sucede con la imagen del placer femenino y su «falsa libertad»; bien sabemos que se habla de sexo en todos lados, en la música, la televisión, el cine, hasta en los productos de consumo diario existe una mujer semidesnuda promocionando llantas, por ejemplo. Sin embargo comer un plátano en plena plaza Bolívar puede convertirse en un acto suicida, así mismo cuando una mujer habla de sexualidad directamente es catalogada como promiscua y puta, sobre todo si esta no es amable y accesible con los chicos que le apodan de «ligera», porque el placer hacia las mujeres siempre debe

estar directamente relacionado al de los hombres; por ejemplo, el orgasmo femenino no es más que la representación «del hombre que sabe hacer disfrutar a una mujer», de que es bueno en la cama, y que más que un acto generoso e igualitario del vínculo sexo afectivo, es la validación de ellos como buenos amantes, siendo este como muchos otros casos resultado del cuerpo de la mujer visto como objeto-validación de estatus socioeconómico, pero sobretodo de pertenencia y dominación. Esto mismo sucede cuando dicha imagen es proyectada en papel, lienzo o concreto, sobre todo si estas surgen desde planteamientos patriarcales, para constatar que quienes tienen la acción y la mirada son ellos, mientras quienes deben de esperar a ser escogidas y vistas son ellas. Convertir estas imágenes en imágenes en movimiento es darles voz, sacarlas de su propio cuerpo, como gesto de liberación por tantos años de opresión y silencio. Siendo la imagen en movimiento no solo un gesto subversivo, sino un gesto en resistencia sobre el placer sexual femenino, liberar la imagen del deseo desde una mirada patriarcal es convertirla en propia, quitándole toda pasividad y sumisión, dándole movimiento, pero a su vez se convierte en la necesidad de inquietar con la quietud, anhelar su accionar para devolverle su fuerza. Una imagen en movimiento no es más que esculpir en el tiempo una alternativa posible sobre el placer, que libera al cuerpo de su cosificación para convertirlo en acción, convertirla en una imagen autónoma, en un espejo, que más bien es reclamo, de que los cuerpos de las mujeres dejen de ser propiedad del estado, la familia, pero sobre todo que dejen de ser la imagen más recurrente del capitalismo, para que cada una de las imágenes del deseo y el placer femenino sean solo y exclusivamente para sí mismas.

Bibliografia: - Mulvey, L. (1988). Placer visual y cine narrativo. Valencia: Episteme. - Coral Herrera Gómez.(2013, 30 de mayo), La construcción socio cultural del deseo y del erotismo. [Video] https://youtu. be/gZvf9pzY-j8 - Bachelard, G. (1997) La poética de la ensoñación. (2da. reimp.). Fondo de Cultura Económica. México. - Zizek, S. (1999) El acoso de las fantasías. Siglo XXI Editores. Mexico.

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EL MOMENTO DE SER HUMILDE 64


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BA Z A , CH

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Nelson Rauda

A veces mantener una fe cristiana en mi círculo posmoderno, progre y urbano puede sentirse tan ridículo como esa creencia del pequeño Linus en la caricatura de Schulz. Linus acampa en una plantación de calabazas cada Halloween a la espera de que se presente una gran calabaza, que le regala juguetes a los niños con fe, se presente. Mientras tanto, sus escépticos amigos lo miran y se ríen de él. No lo digo para que me compadezcan. Disfruto, como cualquiera, una buena broma sobre los evangélicos. Hasta tengo una imitación de un predicador con voz carrasposa que hace a mis amigos carcajear. Vivir en un país con derecho constitucional de libertad de culto y libertad real de ejercerla es un punto de partida notable. Pero a veces se vuelve una opción solitaria. Es raro explicar por qué nunca he ido a la marcha del orgullo LGBT o decir qué haría si tuviera que decidir sobre un aborto. Y eso solo por nombrar los lugares comunes más controversiales. Las enseñanzas de Jesús te permean todo el pensamiento. Si solo se quedan con esa idea, creerían que en mi iglesia, en mi círculo de creyentes, encajo a la perfección. Y no. Es raro decirle a mis amigas cristianas que, aunque no apoyo el aborto libre, tampoco creo que la legislación debería basarse en mi creencia y que a los cristianos nos hace falta empatía con las niñas y adolescentes. O explicar que, aunque la Biblia instruye a los cristianos orar por Israel, eso no nos hace a todos sionistas y seguidores de Netanyahu. Tampoco satanizo beber cerveza. Me gusta el nuevo disco de Hillsong, la gran sensación del pop cristiano, pero la mayor parte del tiempo escucho Pink Floyd o Los Beatles. Y a Bad Bunny también. Durante un tiempo luché contra esas dos vertientes. Me sentí demasiado conservador fuera de la iglesia. Recuerdo una vez que traté de convencer a mis compañeros de redacción de que explorar la infidelidad matrimonial de un funcionario era válido para describirlo. Fracasé y en el proceso confronté mis propias ideas de moralidad. También me sentí demasiado progresista dentro de la iglesia. Una vez ayudé a organizar un concierto de música electrónica en un campamento de jóvenes, o dije que no estaba de acuerdo con que la Biblia se leyera en las escuelas públicas. Ahora me río, pero tenía una posición de liderazgo y, les digo, algunos padres de familia no estaban felices conmigo.

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Tratar de equilibrar estas dos posiciones me ha ayudado a descubrir mi propia fe, que no es la que te enseñan tus padres o mentores, ni a la que te llevan los domingos. Me refiero a cuestionar si de verdad me creía todo eso. Si tengo un pastor que reemplaza mi conciencia moral, decía Immanuel Kant, no tengo que esforzarme. Es más cómodo que te digan qué hacer y en qué creer. Pero cuando me apropio de esas ideas, cuando pienso por mí mismo, entonces ya soy mayor de edad. Así explicaba Kant la Ilustración. Tener una fe propia me llevó a pensar críticamente sobre mi religión. Eso implicó hacerme preguntas sobre Dios y sobre mi práctica. Mi trabajo como periodista me ha enseñado que los únicos que temen las preguntas y a quienes las hacen son los que ocultan algo. Salomón escribió todo un libro en la Biblia sobre sus dudas. Grandes pensadores cristianos han cuestionado a su Dios: Santo Tomás, Soren Kierkegaard, Martin Luther King, Rachel Held Evans. ¿Qué clase de Dios sería si no pudiera con las preguntas de un bicho de Santa Tecla? Dudar es parte de ese proceso de armarse una praxis religiosa. No me refiero a una religión a la medida, lo que probablemente sería más fácil. Hablo de una infraestructura mental que te permita entender y progresar con tu fe. Aceptar que es posible pertenecer a una iglesia sin necesariamente estar de acuerdo con todo lo que ahí dicen. Y el hecho de que esas diferencias no te excluyen. Un cristiano puede dudar y estar en desacuerdo con las mayorías. Usar el razonamiento para hacer preguntas. Frustrarse por no encontrar respuestas. Llegar a conclusiones que te pongan en desacuerdo con el establishment. Todo eso te puede llevar a ejercer una fe sincera. La idea pastoral de ser una oveja no implica hacerse la lobotomía. Con un poco de sentido común, eso tampoco debería aislarte. Siempre digo que hay tantas denominaciones e iglesias cristianas porque, desde Lutero, todos los evangélicos creemos que tenemos la razón. De igual forma, puedo convivir con mis amigos no creyentes sin estar de acuerdo o creer que todos los aspectos de su forma de vivir son correctos. Tampoco tengo por qué juzgarlos o estarlos evangelizando. «Más Cristo para mí», bromea el comediante Stephen Colbert sobre su indisposición de hacer proselitismo a su fe. Tengo suficientes problemas con tratar de ser consecuente con mis creencias. Quizá ese es el mejor evangelismo que puedo hacer. ¿Cómo sostengo mi fe en el ambiente en que vivo? Mi superhéroe favorito se los puede explicar mejor. En el universo de DC Comics, Dick Grayson empieza siendo Robin y hasta se convierte en Batman, pero no se encuentra. Después de un largo proceso como ambos personajes, se da cuenta de que no es ninguno de los dos. Entonces, encuentra su propio camino: Nightwing. No he cambiado lo que creo. Tampoco me siento conforme con mi propia manera de vivir esas creencias (a nosotros nos enseñan a nunca estar satisfechos). Aspiro a no mimetizarme tanto en mi ambiente como para que se me olvide quién soy. En ese vaivén, duermo tranquilo. Ya no sufro tanto. Al final se trata de buscar un equilibrio. Para algunos eso se traduce en hacer yoga. También hay gente que se toma los horóscopos muy en serio y otros para quienes hay pocas cosas más sagradas que una enseñanza de Neil Degrasse Tyson. Yo leo la Biblia y escucho el Dark Side of The Moon. Puedo reírme cuando veo alguna parodia de mi religión, porque no me importa tanto que mis creencias sean aprobadas por los demás. Estoy feliz en mi campo, con mi frazada y la fe en que algún día, entre las nubes, la Gran Calabaza se asomará.

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Kimberly es el seudĂłnimo de una joven privada de libertad a quien le pedimos que nos contara quĂŠ significaba para ella esta palabra. A continuaciĂłn, compartimos el manuscrito que nos hizo llegar con sus reflexiones.

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Kimberly Paola M.

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SER DIVINO 70


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María Isabel Rodríguez es considerada por muchos patrimonio nacional. A sus 97 años, ostenta una de las carreras científicas más prolíficas en El Salvador, aunque uno de los atributos más destacable por muchos sea su longevidad convertida en memes. Ella, tan segura de sí misma desde siempre, se lo toma con humor y hasta los colecciona. De eso va esta entrevista, de la persona detrás de la eminencia. De esas pequeñas cosas y vivencias que han marcado su vida fuera de la academia. Es una más, tan mortal como el resto de nosotros; con la excepción de tener un cuarto tapizado con 14 doctorados honoris causa. 72


por Rossemberg Rivas y María Luz Nóchez

Su nombre completo María Isabel Rodríguez, porque soy hija de madre soltera, no tengo el apellido de mi padre, pero me da mucho gusto tener a mi madre. Rodríguez viuda, me casé un poco tarde en la vida, mi matrimonio duró unos cinco años, mi esposo estaba un poquito mayor que yo y él falleció cuando teníamos cinco años fuera del país. Mi esposo es apellido Sutter. Así que soy María Isabel Rodríguez viuda de Sutter, mi nombre completo. Pero mi nombre de batalla es María Isabel Rodríguez. ¿Cuál es su signo zodiacal? Pues yo digo que nunca lo escogí, por aquello de que nací en noviembre. El 5 de noviembre. Soy Escorpión. ¿Cómo se llamaba su abuelita preferida? Yo no conocí a ninguna de mis abuelitas, pero se llamaba Narcisa la que conozco, porque una sola abuelita tengo, porque la del padre, me han contado las historias, pero nunca los conocí. ¿Cree que El Salvador tuvo que llamarse El Salvador? Fíjese que es una pregunta que de mi parte no tiene respuesta, porque no la he pensado. Pero, pensándolo bien, todavía no creo que ha cumplido con lo que significa el nombre.

¿Cuál es la primera palabra que dice inmediatamente al levantarse? ¿No importa que sea una mala palabra? Ja, ja, ja, ja. Es difícil. Ja, ja, ja, ja. Soy un poco malcriada. Es una mala expresión. Es que no quiero que la conozcan, mejor la omitimos. ¿Su década preferida en El Salvador? Quizás he tenido varias décadas preferidas, pero la más importante es quizá la década de los 60. Es la de mis mayores realizaciones, a pesar de que he tenido mayores avances en otras décadas. Creo que marcó un poco mi vida. ¿Qué prefiere, café o leche? Yo antes tomaba café solo. Tuve que tomar leche por problemas digestivos, pero llegó un momento que ni eso pude tomar y tuve que dejar el café. Ha sido una gran falta la que me ha hecho porque yo creo que el café incluso inspira. Entonces, lo tuve que sustituir por té, que a mí me gustaría tomar, pero a mí no me dan... ¿Alguna vez alguien le puso un sobrenombre? Uy, sí. Montones. Si alguna cosa en la vida no me ha hecho mella, no me ha hecho daño, me divierte... A mí me enseñan todos los días memes porque todavía se

acuerdan de mí y me hacen todas las cosas habidas y por haber... sobre todo por la edad. Acabo de cumplir los 97 años, y a lo mejor es un abuso, le estoy quitando años a otros, pero los estoy gozando. Resulta que esos han sido motivos para que me manden a la amistad y hasta noviazgos con Cristóbal Colón. Ja, ja, ja. A mí me divierte. ¿Usted le puso un sobrenombre a alguien alguna vez? No. ¿Ha ganado más o ha invertido más en El Salvador? He ganado más. No de El Salvador, sino del mundo. Yo creo que el mundo me ha dado más de lo que yo esperaba. Cuando se habla de ganar, la gente piensa en el dinero, en el negocio, en el éxito prácticamente económico. Yo pienso en función de qué llamo yo éxito, en función de lo que he hecho, en función de [que e] l conocimiento que he obtenido y he transmitido a los demás ha servido de algo, en función de qué desarrollos científicos he tenido que al menos han producido un impacto importante en las corrientes de pensamiento de las áreas en las que yo he trabajado: en el campo de la salud, de la educación, de las relaciones internacionales, el campo del conocimiento del mundo. Esas cosas se han traducido en satisfacciones para mí.

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¿Su héroe de película o caricatura preferido? Debo de confesarle mi involución, en el sentido que yo era muy amante del cine, muy amante de la música popular, la gocé mucho. Sin embargo, poco a poco, me fui envolviendo, y es una vergüenza decirlo, que el tiempo que yo le dedicaba al teatro, al cine, me lo fue robando, y me fui envolviendo, dedicándole tiempo a todo lo que yo consideraba que había que trabajar, que exige la lectura de lo que está haciendo la gente, la comunicación con la gente en el mundo con la que estoy trabajando, y para mantener también una producción adecuada al campo en el que estoy trabajando. De lo contrario, uno se estanca, se oxida en ese campo y me fui exigiendo más. Gozo esas cosas, pero no le puedo decir si prefiero en este momento a fulano. Poco a poco a lo mejor dirían «se va volviendo inculta», pero es que la cultura va por otro lado. ¿Cuál es su mejor ángulo fotográfico? Es tan difícil encontrar el mejor ángulo... Yo creo que el frente, donde la gente me conoce mejor de cómo me río, mis angustias las reflejo mucho en el rostro. ¿Prefiere los vestidos cortos o largos? Siempre preferí un tamaño me-

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diano y ahorita la vida me cambió totalmente los gustos. Yo he sido muy coqueta, y entonces me ha gustado mucho la ropa a determinado nivel, pero de repente tuve problemas por sinvergüenza, por andar con esos grandes tacones. Mi primera etapa como científica fue en el laboratorio. Entonces, pasaba todo el día en el laboratorio con unos tacones de punta. A mí me gustaban mucho y quitarme los tacones era quitarme la elegancia. Pero eso significó deformaciones en los dedos del pie y llegó un momento en el que tuve que bajar el tacón y empezar a ponerme esas planchas que tiene que ponerse uno para andar cómodo. Ahora he buscado ya de vieja la comodidad a la elegancia. Ya eso lo enterré. ¿Las carteras las prefiere pequeñas o grandes? Medianas. ¿Su compositor de música académica favorito? Beethoven ¿Puede cantarme un fragmento de su bolero preferido? No. No lo divierto con eso. Ja, ja, ja. ¿Cuál es la canción que recurrentemente usted tararea? Esa todo el mundo la conoce y por suerte me la colocan. Un día fui a La Pampa y como todo

mundo sabe cuál es la canción: Gracias a la vida. Y tanto es que el primer libro, el autobiográfico, así le había puesto. ¿Prefiere bailar en pareja? Me gustaba, pero esa ya es otra etapa de la historia. Me gustaba mucho. Era bailarina. ¿Usted se enamoró? Sí. ¿Hay paz en El Salvador? No creo. ¿Le gustaron los colores neón? Me han gustado los colores en ciertos momentos, los colores fuertes. Soy muy amante del rojo. Pero también colores pastel los uso y siento que me van bien. Sí, me atrajeron. ¿Bailó música disco? No. Dígame el nombre de un santo que venga a su mente en este momento. Jesucristo es un hombre que yo he admirado mucho, le respeto muchos sus principios. Dígame el nombre de un político que se le venga al instante. Fidel Castro. ¿Su sangre es roja o sumamente roja? Bastante roja.


por Rossemberg Rivas y María Luz Nóchez

¿En qué lugar de la Universidad Nacional usted se sentía más cómoda? Difícil la pregunta, porque yo viví sobre todo la Facultad de Medicina, que para mí fue el centro de mi atención. Pero también estuve en otros lados, pero no me sentía con la libertad como en el laboratorio. Al principio de mi carrera como funcionaria, siendo decana de la facultad, creamos un espacio que lastimosamente fue destruido por las intervenciones militares y demás, que es la biblioteca de la Facultad de Medicina y que fue un espacio extraordinario. ¿Su libro preferido? Ese sí que es difícil. Tiene cola. Ja, ja, ja. Me encuentra en un momento de enredo. Estoy con tanto libro a la mano, gozándolos todos... Viera qué difícil es pensar en uno. El profesor Saúl Flores le regaló un libro donde estaba la biografía de Marie Curie, es un libro que ella aprecia mucho. Porque el profesor se lo regaló con una cita que la motivó a ella mucho. «La mujer alcanza en la vida todo por lo que lucha de veras», una frase de don Saúl Flores que a mí me orientó mucho en la vida. Para mi el Instituto Nacional de aquella época era una institución realmente de alto nivel, orientadora, a pesar de que coincidía con un régimen militar durísimo, durísimo. Fue

motivo de crisis en mi casa que yo haya decidido, contra la voluntad de todos, meterme al instituto nacional, pero no se debe de olvidar. ¿Prefiere sopa de frijoles nuevos o sopa de gallina? Hmm... sopa de frijoles.

tidiarme. Ja, ja, ja. Entonces yo me indignaba mucho y era poco para ponerme mal. A ese grado llegué de identificación con el nombre, que yo estaba acostumbrada. Pero después en la vida me ha gustado mi nombre. Ahora que me digan solo Isabel no me gusta.

Si se le hubiera permitido llamarse diferente, ¿cuál sería su nombre? Nunca lo he pensado; fue muy conflictivo el cuento de María. La segunda de las hermanas de mi mamá se llamaba Isabel. Yo me sentía Isabel y me identificaba con mi tía, a la que le decía mamá. Toda la primaria me llamaron Isabel Rodríguez, me había acostumbrado al sonido, a que yo me llamaba Isabel y era el nombre de mi mamá segunda. Cuando en el instituto me inscribieron por la partida de nacimiento, empezaron a ponerme María Isabel y yo les decía “no me llamo María Isabel, me llamo Isabel”. Y ahora me gusta, porque me parece que María Isabel es un nombre mucho más sonoro que Isabel a secas. Pero en el nstituto los compañeros se dieron cuenta de que yo casi lloraba y empezaron a fastidiarme. Me recuerdo de uno que tocaba guitarra y era artista, y lo quería mucho, pero le dejé de tener estimación porque empezaba suavecito a llamarme: «Maríaaaa Isabeeeel» para fas-

¿Usted soñó con el país actual? Siempre he soñado con un país mejor. Claro que hemos ganado bastante. Los jóvenes de ahora no se imaginan todo lo que se ha ganado, porque hay mucho por hacer. En aquel tiempo, el hecho de que se hiciera una intervención en la Universidad de El Salvador era doloroso. No digo que aceptable, pero se consideraba parte del proceso. Ahora no concebiríamos una intervención militar en la Universidad. Jamás. Hay cosas que sí han cambiado, pero que no se sienten, no se notan. No hemos hecho conciencia, no se le ha hecho sentir al individuo que no podíamos decir muchas cosas, que había que limitarse. La libertad sí se ha obtenido. Hay muchas cosas que no. Cuando se vinieron los Acuerdos de Paz, yo no estaba aquí, estuve 21 años fuera, pero todos pensábamos que íbamos a encontrar el mundo nuevo, que todo iba a ser maravilloso. Paz, tranquilidad, libertad, prosperidad, todas esas cosas eran parte de nuestros sueños de todos los que estábamos

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por Rossemberg Rivas y María Luz Nóchez

fuera, que también trabajábamos en las comisiones de apoyo a El Salvador. No me imaginé que tanta lucha por llegar a los Acuerdos de Paz iba a terminar con un fraccionamiento tan grande del país y en el crecimiento de un grupo (las pandillas) de esos alcances. Seguimos aspirando por un mundo mejor, pero no hemos encontrado la solución. La fórmula no está dada. Ya sabiendo la importancia de sus tobillos, dígale una palabra. Los respeto, los estimo y los cuido. Porque pienso que aseguran mucho de lo que usted nos ha dicho. ¿El viaje de sus sueños? Tuve dos lugares en donde yo hubiese querido estar, en la época de la Unión Soviética, hubiera querido estar en China. También varían los lugares un poco dependiendo de lo que uno está haciendo, del lugar en el que está metido. Hubo un momento en que tuve mucho interés de conocer Vietnam y ese proceso extraordinario que ellos tuvieron, me hubiera gustado conocer esa transformación que hubo. Pero he estado limitada a veces por mis responsabilidades de trabajo o cualquier otra circunstancia que ha habido. Tengo la sensación de que fui muy ambiciosa, en el sentido que yo he querido trabajar para el mundo. Hay muchos países, incluso países pequeños, que me hubiera gustado estar en ellos. Es otra de las cosas que no se definen cuando le preguntan a uno qué ha hecho. Creo que hemos hecho esfuerzos por la salud en favor de la humanidad, no solo del país en donde uno vive. Si usted se llamara Libertad,

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¿cuál sería su apellido? Libertad es una aspiración, pero no un nombre. No me gustaría llamarme Libertad. ¿Por qué decidió regresar a El Salvador? Cada cosa que hice, cada proyecto que estaba desarrollando, estaba pensando «si lo hiciéramos en El Salvador», «Si pudiéramos hacer esto en El Salvador...» Me mantuve muy cercana del proceso acá, nunca pensé que me iba a quedar fuera. ¿Qué es lo más difícil de ser mujer? Hay muchas cosas que le ocurren a las mujeres, pero que son parte de la sociedad entera, de hombre y mujer, que ya está sometido a la idea de que ciertos puestos son para hombres y que las mujeres no pueden con eso. Y no le dan acceso. A mí el decano de la facultad de Medicina me dijo cuando yo iba a entrar a la carrera: «¿Cómo se le ocurre entrar a estudiar Medicina? Esa no es carrera para mujeres, es para hombres». Y me empezó a hacer un listado de todas las posibilidades que yo tenía, empezando por casarme, tener hijos, cuidar al esposo... Todavía no se había graduado ninguna mujer cuando yo entré; había dos estudiantes, pero me dijo: «Hasta hoy no ha habido una sola mujer que se gradúe de médica en El Salvador. No pueden, las quebramos en el primer año. No pasan de Anatomía». Me lo dijo así, cínicamente. Con el lujo de la seguridad de que estaba en lo correcto y de que me iba a convencer. Después me enteré del estatus médico que tenía y no podía creer que dijo tanta imbecilidad. Ahora ya tarde, dentro de las muchas cosas que estoy trabajando, me puse a

buscar cuántas mujeres han sido rectoras en las diversas universidades en el mundo. Universidades desde las más altas hasta las más humildes, todas tienen el mismo criterio. Hay universidades, como Oxford, que tiene 800 años, por primera vez viene una mujer a ser rectora; Harvard igual. Y esta humilde universidad que se llama El Salvador, solo ha tenido una mujer. Esa mujer he sido yo. Pero no pudo entrar la segunda, habiendo ganado la votación. La gente dice que no hay mecanismos para evitar que una mujer sea rectora. Pero sí los hay: no están escritos, no se dice, pero las campañas son duras y las fuerzas que se mueven son terribles. Me acuerdo de que me aguanté todos los epítetos la primera vez que estuve en la candidatura. Y, claro, algunos de ellos eran correctos. Yo vine a ser rectora a los 70 años y la gente decía que estaba vieja. Y es cierto, estaba vieja. Ja, ja, ja. Otra cosa que me criticaban era que era foránea, porque estuve fuera y no admitían la experiencia que había adquirido, las relaciones que había mantenido; todo era negativo. Entonces, mi oponente más cercano decía que él podía presumir que nunca había salido de El Salvador. Y esa era una de sus cualidades. ¿Qué diría que ha sido lo mejor de sus 97 años? Todo ha sido importante en mi vida. Yo quiero mucho a El Salvador, pero mi vida internacional me dio mucho, me hizo crecer muchísimo. El conocimiento de lo que pasa en el mundo no puede ser ajeno a ninguna otra latitud. A medida que las dictaduras y los regímenes más absurdos que se organizan en los países crecen, los países se van


alejando, se van enconchando. Pierden esa gran oportunidad de conocer el mundo. ¿Hay algo que la vida le deba? Yo le debo al mundo y al país y a mí misma. Quisiera escribir todo

lo que me ha parecido buena en el mundo. Hay muchas cosas que hay que hacer. Y quizás la vida mía no ha sido tan ordenada para ir acumulando y escribiendo y guardando para los demás lo que quisiera que le llegara a la gente.

La endeudada soy yo. El mundo me ha dado oportunidades.

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Claribel Alegría

EL RETORNO

Moroso el aire que me envuelve abrasador el polvo la caminata es larga difícil mi tarea a menudo tropiezo y caigo me levanto vuelvo a caer no sé voy caminando a saltos reconozco el paisaje reconozco el abismo el mismo suelo del comienzo quemándome los pies sigo caminando en línea recta y aquí estoy en el mismo lugar donde empecé. Me arden los pies me arden diviso al tiempo con su antorcha él también me divisa alza su brazo y dice: ¿traes un meteorito

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en tu bolsillo? Tartamudeo tiemblo el desapego busco el desapego. Es difícil tu meta me mira con ternura hay que empezar por ti eres el obstáculo mayor despojarte de miedos y de dudas del absurdo deseo de siempre estar haciendo y de ese amor sin fin que tú no sueltas. La serpiente y mi sombra me esperaban querían arrullarme querían arroparme y a coro me cantan: «Doña Ana no está aquí estará en su vergel abriendo la rosa y cerrando el clavel».


Junio 6, 2015 Claribel AlegrĂ­a (1924-2017) Fragmento de: Amor sin fin (Ă?ndole Editores. San Salvador, 2017)

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María Luz Nóchez Publicado en Elfaro.net el 8 de diciembre de 2017

Antes de morir a través de un proceso de eutanasia, la hija del filósofo y escritor Alberto Masferrer se despidió de sus amistades por medio de un último mensaje. Helia fue clave para descubrir, por medio de la correspondencia entre sus padres, otro rostro del pensador: un hombre atormentado por amor y terriblemente decepcionado por cómo sus ideas políticas cayeron en saco roto.

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El 21 de noviembre 2017, cinco de las personas más cercanas a Helia recibieron un correo electrónico. El último. Así lo anunciaba el asunto: Last message. Las líneas que le siguieron no dejaban duda de ello.

«Familia y amigas, > Cuando lean esto, yo ya no estaré más. Estaré en Nirvana o en el Gran Vacío, o, es más, “en el inmenso espacio de la consciencia”, como Stéphane solía preguntarse. > ¿Cómo saberlo?»

Helia decidió morir a los 88 años, luego de que, tras la muerte de su esposo, André Jenard, su salud se deteriorara a paso acelerado: «Mi salud se está deteriorando rápidamente y mi vida es tan miserable, simple y sin sentido desde que André murió... […] Estos últimos casi cuatro meses han sido demasiado para mí». Tras 64 años de matrimonio, la vida sin su compañero se le hizo dura e insoportable. El 11 de noviembre, decidió someterse a una eutanasia. Diez días más tarde, el correo era más bien la formalidad de una muerte anunciada cumplida por su médico. «>Una cosa es segura: estaré más cerca de André de lo que estoy ahora. Siempre habíamos deseado morir juntos, pero no lo logramos. […] Estoy más que lista —y ansiosa— por irme que mientras más pronto, ¡mejor!» Estas fueron las palabras que escogió Helia Masferrer para despedirse. Helia nunca se presentó como Masferrer, de hecho era conocida como Dekonink (Jenard después de casarse) y sin embargo durante los últimos diez años de su vida estuvo muy consciente de quién fue su padre biológico, así nunca lo hubiera conocido. Su conexión con El Salvador, pese a sus padres, ambos salvadoreños, fue en realidad mínima. Vivió breves temporadas entre 1935-1936 y 1939-1943. Y, sin embargo, fue indispensable para comprender a

uno de los pensadores y escritores más sobresalientes del país; reveló a un Masferrer distinto. En 2004, decidió donar al Archivo General de la Nación (AGN) el legado de 250 cartas que dan fe de la relación y permiten un acercamiento a su biografía no oficial: un hombre atormentado por amor y terriblemente decepcionado por cómo sus ideas políticas cayeron en saco roto. Un Masferrer que en el otoño de su vida, cansado y muy enfermo, resuelve por concebir su propio dios: Helios. Helia es hija de Hortensia Madriz, la destinataria y fuente de inspiración de la serie epistolar que ahora resguarda el AGN. «Mi muchachita», como la llamaba cariñosamente Masferrer, pertenecía a las filas del statu quo conservador que el filósofo combatió desde su trinchera humanista. Sin embargo, confiaba ciegamente en su criterio y más que su musa la consideraba una discípula. «Necesito confiarte largamente mis proyectos antes de que tomen vuelo, para que tu prudencia y tu inspiración me guíen». La influencia de la musa fue tan fuerte que, en 1926, tres años antes del nacimiento de Helia, y de la publicación de Helios y La religión universal, Masferrer le anuncia a Hortensia que, después de buscar toda su vida a Dios, y al filo de la desesperanza, había sido ella quien encontró para él la paz y la luz. Fue Helia, pues, la encarnación de ese dios.

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María Luz Nóchez

La cartas entre Masferrer y la madre de Helia narran una relación epistolar de seis años. En sus momentos más dramáticos, Masferrer intentó renunciar al menos tres veces a Hortensia Madriz, atribulado porque ella no le correspondía las cartas o porque pasaban muchos días sin que llegara a verlo.

Sobre Masferrer, Helia se había enterado por su madre y por amigos de este que las visitaban en Bélgica. También lo conoció a partir de la lectura de algunos de sus libros, como Una vida en el cine, Las siete cuerdas de la lira. Ensayos y figuraciones. Pero a ella, mujer agnóstica y de izquierda, «le parecía un blandengue», recuerda Marta Casaús, la académica guatemalteca que en 2012 publicó El libro de la vida de Alberto Masferrer y otros escritos vitalistas, en un intento por reordenar sus pensamientos y reorganizar su obra. Fue en el proceso de su investigación que conoció a Helia y le contó sus planes. Después de un tiempo, Helia le confió que tenía en su poder una serie de cartas entre sus padres y que podía prestárselas en caso de que le resultaran útiles. En el ínterin, Casaús se encargó de darle más contexto sobre la obra de su padre, de convencerla, pues, de que no era el hombre de posturas débiles que ella se había construido. Una vez que tuvo acceso al epistolario, a la escritora guatemalteca se le reveló un nuevo rostro de Masferrer, que además se correspondía con su evolución literaria. Copió aquellas cartas que le parecieron más importantes y se las regresó a Helia. Le mostró sus hallazgos y la puso a leer algunas de estas. Pese a ser la heredera de la colección, nunca las había estudiado, ni por curiosidad. Esta actitud podría decirse predecible, tomando en cuenta que la relación con su madre nunca fue buena: vivió con ella solo aproximadamente diez años.

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En 2013, cuando se le pidió que explicara qué significaba para ella ser la hija de Masferrer y sobre la relación con su madre, Helia respondió: «A los 3 meses de edad, mi madre me mandó a vivir en casa de Valerie Decordes; de modo que ella y su mamá fueron para mí como madre y abuela. Valerie era la institutriz a cargo del jardín infantil en la escuela Decroly de Bruselas; los niñitos la llamaban “Poulou”. Cuando tenía 4 o 5 años, mi madre se casó con Marcel Dekoninck, ingeniero agrónomo graduado de la Escuela Superior de Agronomía, de Gembloux, Bélgica. Marcel me reconoció como suya, de modo que me llamo Elia Dekoninck (Helia no fue aceptado en la Maison Communale). Jenard es el apellido de mi marido. En 1935 fuimos Marcel, mi madre y yo a vivir a San Salvador y después de un año mi madre me mandó de regreso a Bruselas a vivir en casa de Poulou. En 1938, regresó mi madre a Bruselas con mi medio-hermanita Claire, que había nacido en San Salvador, y en 1939 nos fuimos las tres a San Salvador. En 1943 se separaron Marcel y mi madre, y fuimos mi madre, Claire y yo a vivir a los Estados Unidos. En 1947 regresé a Bruselas a casa de Poulou, donde viví hasta casarme con André Jenard en 1953». Con una lectura más profunda de la prolífica obra de su padre y su pensamiento, Helia leyó por fin las cartas y de considerar a Masferrer un «blandengue» pasó a sentir compasión por él: «poco a poco empezó a cambiar su percepción. Cuando lee las cartas se compadece de su padre y su madre le parece una


Alberto Masferrer, cerca de 1915. Las ideas de Masferrer, escritor, filósofo y político nacido en Alegría (Usulután) en 1868 y fallecido en San Jacinto (San Salvador) en 1932, siguen suscitando debates un siglo después. Destaca el impacto de su obra Minimun vital.

mujer frívola. No entendía cómo él se había enamorado de ella», explica Casaús. Dos años después de que a partir del análisis de la correspondencia íntima de Masferrer concluyéramos que filósofos también lloran, Helia se puso en contacto con el afán de publicar algunos de sus textos sobre lo que para ella significaba ser hija de Masferrer y de sus visitas a El Salvador: «Me parece claro que, sin tener su talento, heredé de mi padre el gusto de escribir, y lo hago desde que estoy jubilada. Mis escritos son recuerdos de vida, pero también de imaginación y sueños sobre lo vivido; de modo que puede decirse que son «trozos» de autobiografía», escribió en un correo. También se dedicó en sus últimos años a traducir algunos textos de su padre, con el afán de encontrar símiles para ella y para explicar a sus amigos quién era el personaje que introducía como su papá en sus escritos. «[...] Y, aunque esta traducción fue para mí a veces un trabajo difícil y me doy cuenta de que mi estilo es bastante cojo, mientras que el estilo de Masferrer es a la vez elegante, simple y ligero; lo hice con diversión porque encuentro estos recuerdos muy ilustrativos de lo que pudo haber sido una infancia en un pequeño pueblo de América Central a fines del siglo XIX. Y debo decir que no estoy lejos de haber vivido experiencias similares durante los años de la infancia que pasé en El Salvador de 1939 a 1943. También experimenté el río Lempa como una frontera más

allá de la cual era un mundo distante, desconocido y un tanto misterioso. Y, por supuesto, que comía más frutas mencionadas por Masferrer, excepto los mangos de nuestro jardín, que nunca maduraron ya que mi hermana Claire, mi primo Enrique y yo prácticamente vivía en el árboles (sic), cada uno suyos, fuera del horario escolar, y los mangos todavía verdes nos servían como proyectiles de un árbol a otro…», escribía, a modo de introducción, sobre Niñerías, el tomo número 5 de los Cuadernos Masferrerianos. La conexión con su padre, quizás, la mantuvo hasta sus últimos momentos, esos en los que decidió sobre su destino: cómo y cuándo morir. Una de las cartas enviadas por Masferrer a Hortensia, en 1927, podría ayudar a explicar el parangón: «Después de haber experimentado todo tipo de sufrimiento durante 3 años, para lograr llegar a ser libre, quiero convertirme en el dueño de mi destino y de mi propia vida, restablecer mi unidad interior y dar a los demás lo que finalmente conseguí pagando con mi sangre y mis lágrimas». Tal como Helia se describe en su mensaje de despedida, Masferrer también se describía desahuciado y derrotado por su estado de salud, antes de morir de un derrame cerebral el 4 de septiembre de 1932. 75 años más tarde, Helia también tomó el destino de su propia vida en sus manos y se despide de sus seres queridos y amigos cercanos por medio de un correo electrónico fechado el 11 de noviembre: diez líneas en las que mezcla español, inglés y francés.

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«> Familia y amigas, > When you’ll read this, I will be no more. Will I be in Nirvânâ or the Great Void, > or else “Dans les espaces immenses de la conscience” as Stéphane wondered ? > How to know ? > As Carmen Broz wrote to us: “ I’m curious to know but most of the time I think there is nothing there.” > One thing is certain: I’ll be closer to André than I am now. We had always hoped to die together but didn’t get it > My health is deteriorating rapidly; I and my life is so miserable, meaningless and tasteless since André died, that I am more than ready - and eager - to go; and the sooner the better! These almost four months have been much too many for me. > Love to you all, > Helia > > P.S. Written on November 11. Will be sent from my mail box by our physician after I’m gone».

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DECIDE QUÉ QUIERES QUE OCURRA CON TU CUENTA CUANDO FALLEZCAS



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