IMPÚDICA (4) FUTURO

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FUTU ROS

Número cuatro 2019 $3 El Salvador


Editora invitada: Amparo Marroquín Equipo editorial: Susana Reyes, coordinación editorial María Luz Nóchez Cristina Algarra Eduardo R. Salgado Colaboran en este número: Irene Noemy Díaz González Sandra Gutiérrez Poizat Gabriel Labrador Armando Arita Programa Soy Autor (Contextos) Cristian Villalta Dalia Chévez Jaime David Ayala Hugo G. Sánchez Carlos Martínez Red Mundial de Madres de Migrantes Desaparecidos Cuadernillo: Antonio Romero Piezas: Mauricio Esquivel, Carmen Elena Trigueros, Dalia Chévez, Orlando Villatoro, Luis Cornejo, Walter Iraheta, Muriel Hasbún, Óscar Moisés Díaz, Patricio Majano, Lucy Tomasino, Beatriz Cortez Diseño: Jimena Pons Ganddini Workaholic People José Luis Sanz Director de El Faro Eloísa Vaello Marco Directora del Centro Cultural de España en El Salvador

ISSN: 2617-5622

El Salvador, octubre de 2018 Teléfono: (503) 2233.7300

Reservados todos los derechos de conformidad con la ley. No se permite la reproducción total o parcial de este impreso, ni su traducción, incorporación de un sistema informático, transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, grabación y otros métodos, sin permiso previo y escrito de los titulares de copyright.


P.34

AFRODISÍACO Cristian Villalta

P.06

CUATRO PROFECÍAS PARA UN FUTURO (IN)CIERTO Amparo Marroquín

P.10

LA INTEGRACIÓN CENTROAMERICANA, UNA HERRAMIENTA DE DESARROLLO INCOMPRENDIDA

P.36

POR UN FUTURO DEL ARTE Dalia Chévez

P.38

EL CAMINO HACIA UN RETIRO PRÓSPERO Jaime David Ayala

Irene Noemí Díaz González

P.14

SOÑAR EL RÍO ACELHUATE. CUIDAR EL ESPÍRITU DEL AGUA Sandra Gutiérrez Poizat

P.18

EL DÍA QUE NUNCA LLEGA EN EL ESPINO Gabriel Labrador

P.22

NO VINO MI AMIGO

P.42

EL SALVADOR, DONDE LA VIOLENCIA ATRAVIESA EL FUTURO (o de cómo nos debemos un porvenir a prueba de balas) Hugo G. Sánchez

P.48

RANCHERAS EN LA CARAVANA MIGRANTE Carlos Martínez

Armando Arita

P.28

FUTUROS POSIBLES

P.30

AHORA SÉ QUE SOY FUERTE Programa Soy Autor

P.32

CONTEXTOS

P.52

MANIFIESTO DE LA CUMBRE MUNDIAL DE MADRES DE MIGRANTES DESAPARECIDOS

P.58

¿CÓMO TE GUSTARÍA EL FUTURO DE EL SALVADOR?


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Cuatro revistas, cuatro números de una revista Impúdica, cuatro miradas a un todo. A la realidad que habitamos. Miradas a la memoria, a los géneros y al territorio. Y miradas, para cerrar o para abrir del todo este abanico de miradas, al futuro, o los futuros. Estos cuatro volúmenes impúdicos han sido un sueño compartido entre El Faro y el Centro Cultural de España, un antojo de compartir en papel, en la experiencia física del aroma, el color y la textura, reflexiones sobre temas clave para explorar y entender nuestro país, nuestra cultura, nuestros universos. De celebrar el tiempo, nuestros 20 años, con reflexiones que provienen de ámbitos de trabajo distantes y perfiles académicos, sociopolíticos, activistas, culturales o periodísticos dispares. De celebrar reuniendo diferencias. Todos los colaboradores han hecho sus aportes desinteresadamente, por las ganas comunes de que exista esta revista. Cuatro ediciones de calidad, con buen papel y diseño audaz; cuatro lecturas para disfrutar, reflexionar y seguir soñando. Creemos que su trabajo y el nuestro han valido la pena. Cerramos el experimento contentos, con la satisfacción de haber hecho un aporte y la sonrisa de haber cometido una travesura. Y pensando ya, y decidan ustedes si tomarlo como una promesa, en la posibilidad de acometer una nueva. Eso nos pide el futuro, tal vez. Pensarlo y hacerlo. Jugar a mejorarlo. La lectura en el sofá, en una ventana, en la cama, en una escapada, de estas páginas impúdicas, indóciles, puede que sea solo un bálsamo, pero quién sabe si sea parte de un revulsivo. El futuro es sombrío, cómo negarlo rodeados de falta de oportunidades, del regreso de extremismos vacíos y al mismo tiempo de la multiplicación de burbujas, cercadas por fronteras invisibles o descaradamente visibles. Mundos que transitan paralelos, casi tocándose, pero con apenas conexiones reales. Mundos de casas con jardín protegidas por alambres y seguridad armada. Mundos que personas de otros mundos mantienen limpias y seguras. Mundos de verdades absolutas y sordas. Mundos reales silenciados. Mundos libres. Mundos sin cuenta bancaria ni protección frente a la ley que impera en el barrio. Mundos en los que sí se sienten los 7, 10, 12 asesinatos diarios. Mundos que ponen los muertos. Mundos con desiguales futuros. Y con grietas por las que se redibuja el destino. Grietas por las que se deslizan la luz y las ideas. Sin esperanza no hay futuros posibles. En todos los mundos hay quienes caminan sin rendirse, quienes se levantan y buscan lugar y forma de construir su hogar. Un espacio donde sentirnos seguros, razonable —o desaforadamente— felices, cómodos o placenteramente inquietos, sin fronteras infranqueables ni identidades inventadas. Un espacio donde vivir, no solo sobrevivir. En todos los mundos hay quienes sueñan y se esfuerzan por deconstruir ¿o destruir? sistemas que perpetúan la desigualdad y la injusticia, personas indóciles y valientes que se atreven a pensar que hay salidas, senderos, a defender otros modos de ser, otros modelos de convivencia. En todos los mundos hay quien reinventa y construye otro futuro posible. Sobre el futuro reflexiona este cuarto y último número de Impúdica. Contiene futuros amenazantes, enraizados en miedo y rabia, y otros soñados con esperanza. Como dice Hugo G. Sánchez, «el futuro, como idea de un momento mejor al que acontece, debería ser distinto y hasta opuesto entre generaciones. Pero en un país como El Salvador es, para abuelos y jóvenes, sólo un eco que recuerda al dolor, el gatillo de la melancolía, un vacío, o un impulso para intentar huir». Y sin negarlo vemos esperanza. «Somos las madres del mundo y sus aliados fuertes e imparables. Hemos reemplazado nuestras lágrimas por la movilización y la esperanza hasta encontrar a nuestras hijas e hijos», dicen las madres de migrantes desaparecidos en el manifiesto de su última cumbre mundial: «Nuestra lucha está sustentada por el amor inquebrantable, que intenta crear otro mundo en el cual se comparte con cariño, sembrando vida en lugar de muerte». Hagamos futuro imaginándolo. En este diálogo de miradas caben la energía nihilista del No Future de Sex Pistols y la propuesta casi evangelizadora de Noam Chomsky: «El optimismo es una estrategia para crear un futuro mejor. A menos que creas que el futuro puede ser mejor, es poco probable que asumas la responsabilidad de construirlo».

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A mp aro Mar ro quĂ­n . Profes o ra del Depa r t a m e n to de Co municaciĂł n y C u l t u ra de la U CA E l S alva d or.

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No se nos ha dado la esperanza si no es por los desesperanzados Wa lter Benj a m i n. D os en sa yos sobre G oeth e

En algún momento de la vida fui una joven de la posguerra de un pequeño país. Fue un tiempo donde había que inventarlo todo de nuevo. Habíamos aprendido a sobrellevar la guerra, a sortear las balas y los toques de queda, habíamos callado mucho. Nadie nos había dicho cómo sería vivir la paz, esa que habíamos soñado en medio de los desvelos. Llegó la paz. Era una hoja en blanco. En algún momento de ese año de un tiempo inaugurado me aprendí de memoria los versos de un uruguayo que andaba de moda: «Lento, pero viene/ el futuro se acerca/ despacio, pero viene / sin hacer mucho ruido/ cuidando sobre todo/ los sueños prohibidos/ los recuerdos yacentes/ y los recién nacidos…»1. Era 1992 y el mundo, occidental y conocido celebraba los 500 años de la llegada de Colón a las Américas; mientras, varios movimientos empezaban a juntar sus voces para situar cómo narraban y leían ese acontecimiento las etnias indígenas. Para ese momento, AT&T presentaba un novedoso invento que posibilitaba hacer videollamadas, Yugoslavia dejaba de existir y se convertía en Bosnia y Herzegovina, para iniciar luego uno de las guerras más cruentas que nos hermanaría las memorias, Selena Gómez era una recién nacida, el escritor Salman Rushdie era amenazado por el Estado Islámico, mientras en casa esperábamos el correo que nos traía de vuelta a los ausentes (el correo era físico, tangible, un sobre lleno de hojas, fotos en papel, recortes de periódicos y hasta flores secas). Veinticinco años después no escribo cartas, las videollamadas son un hecho cotidiano, hemos inventado nuevas guerras, amenazado a muchas más personas y olvidado buena parte de ese pasado que nos ha construido. Veinticinco años después el pequeño país continúa una prolongada posguerra y hay más muertos y desaparecidos que los que hubo durante el conflicto. Veinticinco años después este país sigue migrando, pero ya no a cuentagotas, de forma silenciosa, saliendo de madrugada para tomar el tren luego de atravesar a pie la arrocera. Ahora migra de frente, son 5,000 una mañana cualquiera en la frontera de Tijuana.

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Ma r i o Be n e d et t i , Le nto pero vi ene.

Hay cosas que no pudimos imaginar. Como que migraríamos así, que serían ríos de gente atravesando el río. Como que la tecnología se volvería muchos de nuestros universos, casi más necesaria que respirar. Que la política se haría por Whatsapp y redes. Y que en cambio habría cosas que no cambiarían, este país, veinticinco años más tarde, seguiría siendo tumba, cementerio gigante, que este país iba a seguir doliendo tanto. Tantísimo. Nuestro futuro está anclado en el pasado. Este día, a esta hora escribimos el futuro. Este día, a esta hora, decidimos si vamos a salvar un río, o dejaremos que se seque. Si este país cuidará de sus ancianos, tendrá hospitales, arrullará sus hijos, si dejará de doler. Si vamos a multiplicar el grito de las madres de los desaparecidos de entonces y los de ahora, los que se perdieron en los cerros, o los que se perdieron hace tres noches cuando llegaron unos encapuchados… Esta revista ha sido soñada en el pasado para pensar el futuro. Y hay muchos posibles futuros, hay futuros esperanzados y utópicos, habitados de sueños posibles, de sonrisas, de reencuentros, pero también hay futuros fríos, desoladores, distópicos. El sueño de unos puede ser la pesadilla de otros. El sueño de los centroamericanos, hoy, es la pesadilla de Donald Trump, mañana. ¿Qué futuro imaginamos? Los diccionarios no terminan de estar de acuerdo de dónde viene la palabra profecía. Dicen que puede venir del griego que quiere decir aparición. El pensador alemán Walter Benjamin, siempre a medio camino entre el materialismo histórico y el misticismo, prefería usar una imagen aún más contundente, hablaba de constelación. Decía que así como se nos presentan las estrellas en el cielo, en aparente caos y de pronto, en un instante, hacemos sentido y encontramos la figura de una constelación, de un animal, de un sueño, de la misma manera el pasado podía juntarse con el presente y construir una imagen. Una imagen capaz de alumbrarnos en un instante de peligro. La profecía, entonces, puede ser el instante de una constelación que aparece de forma intuitiva, sin mucho razonamiento, cuando nos permitimos escuchar la historia en clave de futuro. Me atrevo a enunciar cuatro profecías, cuatro constelaciones, con la esperanza que los lectores sabrán afinar la mirada para encontrar nuevas formas.

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La profecía del país dado vuelta: puede ser un día cualquiera. El país sigue vaciándose y poco a poco se queda sin gente. Solo quedan los menos, los que ya no pueden salir, los que ya no se mueven. Como ha sucedido en otros espacios, en otros tiempos, con otras naciones, el país se vacía de gente. Ya no hay violencia, ni risas, ni sueños. Todos migraron. El país queda al revés. Todo el país está fuera. Nuestro país es el mundo, alcanzamos la tierra prometida.

La profecía del país desierto: por fin lo consiguieron. La pesadilla es sueño para otros. Llegaron las mineras, se vendió toda el agua. Por fin hay trabajo para todos. Dinero. Progreso. Calles de cemento. (Hace un año conocí San Basilio de Palenque. Un pueblo colombiano que se negó a que el gobierno asfaltara sus calles. Haría más calor, dijeron, y los niños no podrían jugar en las calles por los carros corriendo). El país decidió lo contrario. Hay calles y mejoras, ampliaciones, adelantos. Hay mucho más calor, no hay vientos de octubre en octubre, ni frescura en diciembre, ni lluvias en abril. Tampoco hay niños que jueguen en las calles.

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La profecía de país cementerio: Hace ya algunas décadas uno de los jefes de la policía fue cuestionado por los periodistas. ¿No era necesario que se hiciera algo contra las pandillas? El señor agente ilustró su análisis: «si siguen matándose entre ellos con la misma proporción con que lo hacen ahora, en pocos años más estarán exterminados». Y prosiguió con su lógica, todo es cuestión de esperar. Quién sabe, si ese sueño se cumple este país será un hermoso cementerio llenito de silencio y flores silvestres. Quizá se vuelva un monumento para la humanidad, un lugar de memoria de lo que no debió ser.

La profecía del país de roza y quema: Esta es mi profecía, la que cuido de noche. Tomo prestada la imagen que nos ha enseñado la sabiduría ancestral que viene de la tierra. Primero se quema y entonces la tierra renace. Fértil, nueva, verdecida. Llegará pronto un día en que este país será (todavía más) ceniza y renacerá. Crecerán nuevos árboles. Llegará un día en que recordaremos las muertes que vamos cargando y en su nombre recuperaremos la dignidad. Y diremos basta. Y sacaremos lo mejor de nuestra historia: la risa, el baile, la vida comunitaria que tanto bien hace, los sueños que soñamos. Seremos más brillantes, más fuertes, más jóvenes, más sabios. Y nuevos profetas harán poesía. Y seremos todos juntos. Memoriosos, habitados.

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Irene No emy Dí a z Go nz á lez . Ac a dém i c a del I I E SFO RD 1 1 In sti t u to Especi al i za d o d e Ed u ca ci ón Superi or para l a Forma ci ón D i pl omá ti ca d el Mi ni steri o d e Rel a ci ones Exteri ores d e El Salv a d or.

El proceso de integración centroamericana se constituye en un ideal bajo aquella concepción romántica de la construcción de la gran patria centroamericana heredada desde el momento de la independencia de la corona española, pero en los actuales tiempos, la integración centroamericana y de manera específica su traducción institucional en el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) se constituye en una herramienta de desarrollo efectiva y eficaz, que ha sido capaz de generar grandes beneficios a la población centroamericana, pero que constantemente se ve enfrentada a un oleaje (más o menos intenso según la coyuntura) de demandas y, en algunos casos condenas, derivadas, en muchos casos, de la incomprensión de su funcionamiento y, en otros, desconocimiento.

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En este breve espacio se compartirán algunos que acompañan al SICA, buscando generar más preguntas que lleven a una reflexión consciente del funcionamiento actual de esta herramienta. Partamos desde el principio, el SICA es una institucionalidad nacida a principios de los años 90, heredera de su antecedente inmediato la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA) de los años 60 y de los procesos de pacificación conocidos como Esquipulas I y II, como tal, acogió a varias instancias nacidas de estos procesos. El SICA se enfrentó con el reto de convertir a Centroamérica en una región de paz, libertad, democracia y desarrollo (objetivos del SICA, establecidos en el Protocolo de Tegucigalpa) en un contexto con la mayoría de Estados miembros viviendo una época posconflicto armado y otros aún en guerra, bajo un cambio de paradigma del modelo de desarrollo, pasando de un modelo altamente economicista a otro más integral y diversificado (que incorpora la parte social, cultural, ambiental, política, de seguridad pública, entre otras), entre otras particularidades.

Luego de más de 20 años de funcionamiento, el SICA ha pasado por diferentes propuestas de reforma. Desde 1997 se planteaban las propuestas a su estructura funcional, hecho que si bien es importante, no ha impedido la generación de beneficios puntuales a la región; por ejemplo, se ha generado una serie de instrumentos asociados a la integración económica y comercial, la implementación de la negociación conjunta de medicamentos, la formulación y aplicación de diferentes políticas regionales tales como la Política Regional de Equidad e Igualdad de Género, la Política Integral de Prevención de Riesgos, los reglamento asociados a la veda de pesca de especies en el mar Caribe, entre otras; que se han traducido en beneficios tangibles para la población centroamericana, pero muy poco o casi nada se habla de estos fuera del nivel regional. Entonces, si se han generado beneficios tangibles ¿por qué se sigue teniendo una referencia poco positiva del SICA? Particularmente, el SICA, al ser un proceso de integración, puede generar en la población la expectativa de que en algún momento llegará a ser como la Unión Europea, el modelo por excelencia de los procesos de integración. Pero de manera objetiva y clara, los Estados que conforman el SICA han manifestado (a nivel instrumental-operativo) que el proceso de integración requerido para la

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región no responde a ese fin, lo anterior, se ve evidenciado, en la delegación de competencias y en el alcance de la acción de los órganos e instituciones. Lo anterior, no es bueno ni malo, si no real, por lo tanto, al SICA siempre se le mide con una vara no adecuada. Por otro lado, bajo la idea de la gran patria centroamericana, se ha perdido del radar un hecho fundamental, es que el SICA no ha sido creado para llegar a conformarse en un Estado federal (la figura más evidente de ese ideal), por lo tanto, como todo proceso de integración, este no se comportará como Estado, no puede, bajo ninguna circunstancia, sustituir la obligación de uno de sus Estados miembros, sencillamente porque no ha sido dotada de las competencias para eso. Los procesos de integración interactúan bajo la teoría de gobernanza multinivel, en la que se distinguen por lo menos tres niveles claros de intervención, el regional, el nacional y el local, a veces más, la acción de una política de integración se ejecutará en el nivel nacional y local a través del Estado, nunca sustituyéndolo, y eso funciona así porque los Estados miembros no le han atribuido la competencia para realizarlo.

El SICA como herramienta de desarrollo responde, entonces, al modelo de desarrollo de la región, la pregunta acá es ¿cuál es el modelo de desarrollo de la región? Y acompañando a esta pregunta se puede hacer un ejercicio para intentar dilucidar qué quieren y esperan los Estados que lo conforman. Con lo anterior, se resolvería el hecho de identificar las prioridades de la acción regional en cada uno de los sectores que interviene. La afirmación anterior no es un aporte nuevo, muchos menos de propia autoría, es simplemente cómo funciona la herramienta, y la evidencia de lo anterior la constituyen todos aquellas políticas, mecanismos y acciones en general que han generado beneficios tangibles a la población de la región. Más que una serie de justificaciones sobre el SICA, este escrito busca generar un interés en conocer cómo funciona en primer lugar para saber cómo potenciar sus beneficios y por otro lado para saber qué esperar y que no, principalmente a nivel discursivo y mediático en la que constantemente aparecen declaraciones usualmente sobre «la poca efectividad» de la herramienta, sin tener conocimiento claro si esta fue diseñada para funcionar de tal o cual forma. La necesidad de seguir conociendo y aprendiendo sobre nuestro proceso de integración y sobre el SICA es evidente, el reto está en maximizar los beneficios del uso de una herramienta de desarrollo hasta la fecha, incomprendida.

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S andra G ut i é r rez Poi za t . Académica, ex p e r t a e n p l a n i f i c a c i ón ter r ito r ial y e n m e d i o a m b i e n te

SOÑAR EL RÍO ACELHUATE

Parece obvio cuidar el agua, y sin embargo no es aún parte esencial de nuestras prácticas cotidianas. Cuidar el agua pasa por agradecer a esas milagrosas moléculas que forman el 70 % de nuestro cuerpo por sostenernos en vida. Cuidar el agua pasa por agradecer haber nacido en una de las regiones con mayor precipitación pluvial anual en el mundo. En El Salvador recibimos anualmente un promedio de 1,785 mm (MARN, 2017), en México caen 758 mm, en Libia solo 56mm (Banco Mundial, 2017). Cada día casi dos millones de personas viviendo en el Área Metropolitana de San Salvador (AMSS), contaminamos el río Acelhuate y sus afluentes: 68 % son descargas domiciliares, 32 % industriales, sin contar las toneladas de basura y ripio que depositamos en su cauce. Todos contribuimos. En el año 2013 un pequeño grupo de quince estudiantes y una profesora en un curso de Diseño Urbano en el Departamento de Organización del Espacio, de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), decidieron proponer un sueño: rehabilitar el río Acelhuate. El sueño se comenzó a materializar con una visita al río, a su salida del AMSS, entre Apopa y Nejapa. Descubrimos un río sucio y a la vez hermoso; un río olvidado en medio de una ciudad también olvidada; un río aún con vida, un río aún dándonos vida.

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Luego de visitarlo y comenzar a comprender las múltiples y complejas variables que debíamos tomar en cuenta para seguir adelante con nuestro trabajo, una pregunta regresaba insistentemente a nuestra cabeza: ¿es que nadie pensó antes en rehabilitar el río? En realidad sí. En 1981, el Land Resources Development Center (Gran Bretaña), publicó una investigación para el Ministerio de Agricultura y Ganadería, titulada A management plan for the Acelhuate river catchment, El Salvador: soil conservation, river stabilisation and water pollution control ¡Desde hace 37 años el río debía ser descontaminado, sus riveras estabilizadas y el suelo que lo nutre conservado! La siguiente pregunta era obvia: ¿cómo estaría ahora nuestro hermoso Acelhuate si hubiésemos actuado entonces con determinación? Decidimos que no queríamos que la historia se repitiese y que en el futuro no tuviésemos que volver a hacernos estas preguntas. Decidimos actuar, cautelosamente pero con resolución, un paso a la vez. Decidimos que aunque nos tildaran de «locos» y «soñadores», cada día intentaríamos convencer al menos a una persona más de unirse a nuestra locura, a nuestro sueño. Al sueño que otros ya tuvieron antes que nosotros y que, por diversas causas, aún no había podido ser realizado.

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Luego de cinco años trabajando en este proyecto estamos conscientes de que aún hace falta mucho, pero nos alegra lo que hemos logrado a la fecha. Hemos trabajado en el aula: investigando, proponiendo ideas basadas en nuestras investigaciones, integrando cada vez a más saberes y especialidades; hemos divulgado: a través de exhibiciones, charlas, participación en congresos, publicaciones; hemos trabajado de la mano con la universidad: apoyando la firma del Convenio UCA-MARN por la Recuperación de Ríos Urbanos, participando activamente en la iniciativa de «Campus Verde» de la UCA; hemos colaborado con otros especialistas: en campañas de comunicación de cultura de agua, en proyectos de caracterización de agua para identificar el tipo de contaminantes que tienen nuestros ríos, en iniciativas de reuso de plásticos; hemos incidido en las políticas públicas: impulsando el Proyecto de Recuperación del Río Acelhuate en conjunto con el MARN y otras instituciones públicas, privadas y organismos internacionales. Pero necesitamos hacer aún más. En los próximos dos años proyectamos realizar al menos un proyecto piloto en un río o quebrada del AMSS, en procesos que involucren a otros actores más allá de la academia (como hemos hecho hasta ahora), pero enfocándonos en el trabajo de la mano con actores locales. En un plazo de 5 años deseamos que los proyectos piloto y los equipos de actores locales se hayan multiplicado y sirvan de modelos para rehabilitar ríos en las principales ciudades de El Salvador. En 10 años deberíamos haber reducido el 80 % de la carga contaminante en el río Acelhuate, e iniciado procesos en al menos cinco de los ríos más contaminados de El Salvador. Sigue siendo un sueño, sí; pero si ya hemos logrado tanto en los últimos cinco años, ¿por qué no habríamos de seguir trabajando por que estos sueños se cumplan? Ahora necesitamos que nuestro sueño sea también el suyo, el de su familia, el de sus vecinos. Necesitamos que se involucren, que se pregunten ¿qué puedo hacer yo/nosotros? ¿conozco el río o quebrada que pasa cerca de mi/nuestra casa? ¿está limpio? ¿cuáles son los problemas que identifico en su cauce? ¿qué puedo/podemos hacer? Para quienes comienzan les sugerimos buscar información en: - MARN: http://www.marn.gob.sv/ - Río Urbano (Costa Rica): https://www.facebook.com/RioUrbanoCR - Cleaning the rivers of the world: https://cleaningtheriversof theworld.org/

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Im á g enes el abo ra d o s por Santi a go Re nd eros / DOE_UC A , 2 016

Soñemos juntos y trabajemos cada día por un El Salvador con agua abundante, limpia y para todos los que habitamos este territorio (humanos, plantas, animales); por un El Salvador biodiverso, regenerado, con ecosistemas sanos y en armonía con nuestros territorios construidos; con un El Salvador que comprende que es parte de un corredor biológico centroamericano único, dónde se alberga el 8 % de la biodiversidad del planeta; un El Salvador en armonía, en verdadera paz… cuidando con ternura el espíritu del agua, de la tierra, del aire, del fuego.

Este artículo está dedicado a la esencia de Arthur, quien ES agua…

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G a b r iel L abrado r. Peri o dist a

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Estábamos en un restorán de Ciudad Merliot, la noche estaba tierna, y Nelson Recinos, uno de los cientos de habitantes del caserío El Espino, en la finca del mismo nombre, en Antiguo Cuscatlán, me explicaba la maraña de corrupción que a él y a otras decenas de familias les había truncado ese sueño de tener una casa propia en el terreno donde muchos habían nacido y crecido. Corrían los días finales de 2011 y Nelson, con lágrimas en los ojos, me pedía que le creyera. «Ese terreno es todo lo que tengo que heredar a mi hija, y estoy peleando y no voy a dejar de pelear», me dijo aquella noche. Para ese entonces, las familias del caserío llevaban ya 16 años exigiendo el cumplimiento de las promesas de sucesivos gobiernos, y la llegada del FMLN al poder les llenaba de cierta esperanza. Nelson, un excombatiente, también tenía esperanza… pero el futuro le falló. Pasaron dos gobiernos del FMLN y Nelson tuvo que seguir luchando contra un sistema cebado contra las familias que nunca recibieron un trato digno por parte del Estado. Siete años después de aquella cena, Nelson sigue luchando. Es como si el tiempo no hubiera transcurrido. Como si el futuro promisorio nunca los alcanzó.

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Aproximadamente 70 familias siguen esperando que el Estado les cumpla lo prometido: una vivienda digna. Desde 1995, la promesa sufrió transformaciones, deformaciones, cambios… pero lo inmóvil ha sido el incumplimiento —y el descaro— estatal. El 25 de noviembre de 2012, por ejemplo, el presidente Mauricio Funes inauguró el bulevar Monseñor Romero, una polémica carretera que terminó costando 100 millones de dólares más de lo proyectado y que tardó en construirse cinco años y medio más de lo previsto. Funes tenía motivos para celebrar, sobre todo porque con la inauguración de la vía estaba distanciándose de la corrupción en los tiempos de Arena, cuyo último gobierno nunca logró terminar aquella obra. Pero en el instante en que Funes cortó el listón, estaba posando junto a empresarios, funcionarios y exfuncionarios que también habían sido protagonistas de toda aquella corrupción que indirectamente había propiciado que a aquellas familias nunca se les cumpliera el proyecto habitacional prometido por el gobierno de Armando Calderón Sol, en 1995. Todas las irregularidades provocaron, en mayo de 2018, un desalojo forzado de todas esas familias a las que el Estado nunca les garantizó un techo digno para vivir. Por más de 20 años, el futuro mejor, para las personas del caserío, estuvo garantizado por un papel de cuatro páginas, con firmas y sellos en el que el Estado había dibujado un proyecto habitacional. Pero durante 23 años, el Estado y su poder negaron el acuerdo hasta convertirlo en letra muerta. Desde el desalojo, en mayo de 2018, las familias están viviendo a la intemperie, en un campamento que poco a poco se ha ido convirtiendo en un asentamiento, en un arriate al lado de donde vivían. El viernes 30 de noviembre de 2018, el segundo gobierno del FMLN anunció que el consejo de ministros suscribió, por fin, un acuerdo de transferencia de tierras para que las familias que ahora acampan en el arriate pasen a ocupar un terreno del Ministerio de Hacienda en esa misma localidad. El acuerdo ya pasó por la Asamblea Legislativa donde obtuvo mayoría, pero la burocracia ha sido lenta y las familias del Espino siguen a la espera. Ese «futuro mejor» sigue pareciendo inalcanzable.

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Una de las causas ha sido la corrupción, sobre todo, la del gobierno de Antonio Saca, entre 2004 y 2009. Pero fue en la administración de Mauricio Funes, entre 2009 y 2014, cuando las familias de El Espino recibieron las bofetadas más grandes y dolorosas. En la transición entre Saca y Funes, en mayo de 2009, el Estado traicionó a la comunidad con un pacto propio de tiempos feudales. Para terminar la carretera —ahora bulevar Monseñor Romero— el Gobierno tuvo que negociar con los herederos de la antigua familia propietaria de la finca El Espino, los Dueñas, grandes terratenientes descendientes del cafetalero que gobernó el país en diversos períodos entre 1851 y 1871. El 20 de mayo de 2009, el Gobierno intercambió el terreno donde vivían las familias de El Espino por uno propiedad de los Dueñas. Así, el Estado tuvo paso libre para construir su carretera y los hermanos Roberto Miguel y Miguel Arturo Dueñas, que pasaron buena parte de su infancia jugueteando en aquella finca propiedad de su familia, recuperaron un lote con alto valor simbólico: el casco de la finca. Las familias de la comunidad, tal cual esclavos en la era feudal, cambiaron de dueño y, de la noche a mañana, debían obediencia a un nuevo «señor». Los Dueñas no tardaron en demandar a la familias por usurpación. En julio de 2012, cuando faltaban cuatro meses de la inauguración del bulevar, los Dueñas presentaron la demanda. La cuarta generación de la familia —también propietaria de los lujosos complejos como el centro comercial La Gran Vía, y las residenciales Portal del Casco y Puerta de Gran Canaria— quería echar a andar, cuanto antes, sus millonarios planes urbanísticos. En 2015, siguieron insistiendo. Recurrieron a un proceso legal mediante una ley creada recientemente para resolver conflictos de tierra. Un dato de contexto: la familia Dueñas y sus empresas han sido grandes donantes de la política salvadoreña. Entre 2006 y 2017, donaron 1.5 millones de dólares a partidos de derecha. Uno de los herederos de la familia, Alejandro Dueñas, quien hasta mediados de enero era uno de los máximos asesores de uno de los candidatos presidenciales, Carlos Calleja. Nadie a estas alturas debería dudar del descaro que tuvo el Estado al ignorar su responsabilidad durante 23 años, pues nunca dio a las familias de El Espino su «tierra prometida», unos lotes colindantes a Jardines del Volcán y Jardines de La Sabana, dos colonias clasemedieras en Ciudad Merliot. Ninguno de los cinco gobiernos (tres de Arena y dos del FMLN) entregaron a cada familia el lote de 10 por 10 metros del que hablaba el convenio de 1995. Tampoco entregaron los servicios básicos, la clínica de salud comunitaria, ni la escuela.

desligarse de cualquier compromiso, porque recibió de la junta directiva de la Cooperativa de Trabajadores de la Finca El Espino un finiquito, según el cual se comprometía a hacer lo que el Estado nunca hizo, cumplir el acuerdo de 1995. Pero las condiciones que impuso la cooperativa eran una burla: cada familia podía recibir 8,000 dólares o bien trasladarse a un lote dentro de un área protegida, donde era prohibido construir. La mayoría de las familias rechazó ese plan. Lo dicho, hubo corrupción. Por un lado, el Estado tenía un brazo que empujaba a la comunidad a olvidarse del proyecto habitacional y, por otro lado, había otro brazo que nunca castigó todas irregularidades. La Fiscalía fue débil para seguir las pistas de corrupción en la construcción del bulevar y tampoco investigó por qué la cooperativa (surgida en 1980 con la expropiación 1,150 manzanas de tierra de los Dueñas, ordenada por la Reforma Agraria) nunca cumplió con su parte del trato para cumplir con el convenio y darle techo a la comunidad, tal como acordó con el gobierno de Saca. Las familias de El Espino no se quedaron de brazos cruzados. En 2006, el hartazgo fue tal que varias familias de la cooperativa se desligaron y formaron una asociación comunal para pelear por el proyecto habitacional. Lentamente, ellos habían visto cómo, entre 2002 y 2010, a través de mecanismos oscuros, la cooperativa había jugado con sus terrenos, y los lotes destinados para el proyecto habitacional habían pasado a manos de urbanizadores y constructoras mediante amaños. El Estado nunca indagó por qué la cooperativa traicionó a su misma gente. El Órgano Judicial también fue cómplice para boicotear el futuro a las familias.Hubo magistrados que sirvieron de prestanombres para la venta irregular de tierras de la cooperativa, entre ellas, esos terrenos donde el Estado debía construir viviendas. Para el Estado salvadoreño, el concepto de futuro parece un horizonte donde importa más la construcción de centros comerciales y residenciales de lujo que un techo digno para medio centenar de las familias que siguen esperando que aquella promesa de 1995 se cumpla.

El futuro siempre les falló. El Gobierno de Calderón Sol ideó el convenio en 1995, pero nunca lo ejecutó y justo antes de que finalizara el quinquenio (el 21 de junio del 99) lo que hicieron fue oficializar el papel para heredarlo a la siguiente administración. La presidencia Flores, de 1999 a 2004, ignoró por completo el tema, y la administración Saca, además de aquella permuta feudal de tierras, logró

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En el 2012 me enlisté como voluntario de Fundación la Niñez Primero en el proyecto Ludoteca NAVES Hospitalaria Gloria de Kriete, que tiene su sede en el Hospital Nacional de Niños Benjamín Bloom. Mi voluntariado me llevó a aplicar a una pasantía. Luego, meses más tarde, la pasantía se convirtió en una plaza, dentro del proyecto, como psicólogo ludotecario. Cada vez que alguien llega de visita siempre les digo: «Cuando uno ve el Hospital Bloom por fuera, sabe que es un hospital de niños, pero no es consciente de la realidad que adentro se vive, hasta que pone un pie ahí». Para niños y niñas la vivencia de estar hospitalizado puede suponer una experiencia muy negativa y de momentos difíciles o, dependiendo del apoyo, podría volverse una experiencia de aprendizaje, positiva y menos aversiva. A través de la terapia lúdica, La Ludoteca busca mejorar el estado de ánimo de los pacientes y proveerles de alivio emocional durante su estancia en el hospital. La idea de poder cambiar la vida de quienes están dentro del hospital, en este caso, niños y niñas, me generaba mucha motivación; sin embargo, lo que no sabía es que mi vida era la que iba a cambiar por completo, y no sólo como profesional, sino también como ser humano. Cada día en nuestras visitas a las especialidades del hospital encontramos caritas nuevas, pero también otras conocidas. Niños y niñas con deseos de jugar y divertirse, pero también niños con dolor o malestar producto de su enfermedad, sin embargo, siempre nos esperan para poder recibir nuestra atención y apoyo. Entre risas, canciones, juegos y colores los niños y niñas van experimentando un mundo diferente dentro del hospital, un mundo diseñado a la altura de sus sueños, a la altura de sus ojos, un mundo que es para ellos y donde tienen el control y la capacidad de poder decidir qué hacer, qué jugar y sobre todo con quién hacerlo. Esto es importante ya que quien acompaña tiene la tarea no solo de jugar con el niño o niña, sino también de mejorarle su estado de ánimo. Era un día como cualquier otro de terapia. Llevaba días conociendo a este pequeño niño y jugando con él. Él estaba en el hospital y, al igual que muchos niños y niñas, necesitaba recuperar su salud. El día que Harold dijo «No vino mi amigo» y acto seguido se durmió de tristeza, yo

no pude llegar a dar el servicio en el piso cuatro, que es medicina interna, por atender un mandado. Al regresar, mis compañeras me contaron lo que había ocurrido. Dejé de hacer lo que estaba haciendo para ir a verlo, quería devolverle la alegría de ver a alguien que lo hacía sentir alegre y acompañado en sus días dentro del hospital. Pero cuando llegué, él seguía durmiendo. Las mamás que estaban ahí me contaron nuevamente lo ocurrido, diciendo que «de la tristeza» se quedó dormido. No podía, ni debía despertarlo, porque al soñar uno siente que la tristeza se va. No sabía qué hacer. Minutos después pedí un bolígrafo y un pedacito de papel, le dejé una nota y me regresé a la oficina. Había encontrado la forma de quedarme, aún cuando me iba. Cuando Harold despertó se encontró con mis palabras; dicen que sonrió, que se sintió feliz. Dicen que cuando una enfermera se acercaba le pedía por favor leerle aquel pedacito de papel con un par de letras. Lo vi el siguiente día y jugamos, y así los días que siguieron a ese día. Me alegré cuando le dieron el alta, me alegré de verlo después ya recuperado y él se alegró y se llevó mi notita. Como Harold, muchos niños esperan a diario nuestra llegada a cada especialidad, esperan con ansias el momento de volver a ser niños. Jugar es devolverles esa capacidad de ser niños, jugar les hace sentirse seguros y acompañados en esos momentos difíciles que deben atravesar. Cuando un niño o niña recupera su salud le hemos enseñado que existen momentos difíciles que con la ayuda oportuna se pueden superar, le hemos enseñado a confiar en sí mismos, a expresar sus emociones, le hemos enseñado que llorar está bien y que las personas valientes también lloran, porque hasta llorar requiere de mucho valor. Ayudar a un niño que está hospitalizado no es nada complicado y no significa que uno deba dejar de ser adulto o dejar de pensar como uno; sino más bien que uno debe reajustar su mundo, haciéndolo un poco más a la medida del de un niño. Aprendes a utilizar a tu niño interior para poder conectar con este niño o niña que está frente a ti y que posiblemente tiene los mismos miedos que tú, pero que también le alegran las mismas cosas que a ti. Es hacerle comprender que en este viaje no está solo.

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m o c p A


Nos han enseñado cómo dar la bienvenida a un niño o niña a este mundo, nos preparamos con regalos, fiestas y celebraciones, hacemos visitas a los padres, les llenamos de cariño a cada momento. Sin embargo, nadie nos ha preparado para la partida de un niño o niña. Han olvidado decirnos qué debemos hacer, cómo debemos apoyar a los que están atravesando la muerte de un niño o niña en su familia, y nuestra visión cultural de la muerte, impregnada de miedo y desesperanza, nos aleja y nos impide apoyar de la mejor manera. He acompañado a muchos niños y niñas en su proceso de morir y también he acompañado a muchos padres durante la transición de salud de sus hijos. Mientras me encontraba con un adolescente cercano a morir, me admiraba su capacidad de mantenerse calmado. En una de nuestras conversaciones me decía que tenía miedo de que sus papás, después de que él no estuviera, «ya no quieran vivir más». Era claro que él comprendía lo que iba a venir, pero también que estaba seguro de que él después de esto iba a estar bien. En aquel momento su preocupación, a pesar de su condición, se centraba en sus padres y en la forma en la que ellos iban a afrontar este momento y cómo estarían emocionalmente después de su partida.

Con los días me di cuenta de que él había logrado hablar con sus padres y expresarles lo que sentía y a la vez decirles qué debían de hacer cuando no estuviera él. Y aunque quizá sea un poco disonante comprender esta situación, es importante que exista esa sensación de absoluta confianza, que nos aproxima muchísimo, más aún en los momentos difíciles. Él falleció días después, acompañado de sus padres. Ellos, obviamente, experimentaron dolor y tristeza, pero tenían algo que les ayudaba a ayudarse ahora que él había partido, contaban con ese deseo de su hijo, que les había permitido prepararse, así como lo hicieron cuando iba a nacer. Saber lo que su pequeño esperaba que hicieran por ellos mismos fue una brújula que conducía a la calma, a la paz, a la certeza de saber que el sufrimiento de su hijo había terminado. Siempre he creído que cualquier persona se queda en los momentos felices, y es por eso que prefiero estar en los difíciles, porque eso hace la diferencia. Quizá muchos después de leer estas palabras pensarán que es un trabajo difícil, triste y doloroso. Pero realmente es un trabajo que implica todo lo contrario: mucho amor, empatía y confianza y que, sin duda alguna, es el mejor trabajo del mundo.

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Ser joven en El Salvador no es una tarea fácil. Sobre todo, si has nacido en una zona marginal. Se calcula que en el país hay alrededor de 60 mil pandilleros. Muchos, la gran mayoría, se metieron en la pandilla cuando eran solo unos niños, otros siendo adolescentes. Son jóvenes, que por diversos motivos, encontraron dentro de la pandilla una familia, un lugar en el que ser parte de un grupo y un respeto dentro de la sociedad. Pocos pensaban entonces en el futuro. En ocasiones, no tuvieron elección. Era eso o la muerte, era eso o la cárcel. Hay quienes ante este contexto, están optando por la huida. Migrar.

Pero, ¿qué sucede con quienes ya están dentro? ¿Cuál es el futuro de alguien que está en la pandilla? ¿Y para la sociedad? La obra El Fenómeno de la compañía Teatro del Azoro y los escritos de los participantes del programa de la Fundación Contextos «Soy Autor» nos muestra diferentes finales y perspectivas. ¿Es posible empezar una nueva vida?

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D. C a ste l l a n os . Pa r ti c i p a n te del Pro gra m a Soy Au to r de Co ntextos

Me llamo D.A. Mi familia es de apellido Castellanos. Le regalo al mundo mi libro en el cual hablo de mi vida. A veces los jóvenes pensamos que la vida es fácil. Yo descubrí que no hay que cometer errores, porque los errores te pueden llevar a vivir entre cuatro paredes. Me da miedo perder a mi familia, que a mi mujer e hijo les pase algo malo. Crecí en una colonia llena de problemas y entre una familia muy hermosa como un jardín lleno de rosas.

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Una noche estaba sentado en una silla observando el cielo, sólo se escuchaba el sonido de los perros que ladraban muy fuerte. Yo presentía que algo podría pasarme, sentía como una especie de sentimiento de culpabilidad. Luego escuché tres golpes en la puerta principal. Rápidamente salí para mi cuarto a esconderme. ¡Sabía que me metería en problemas! —Sal a la sala, no tengas miedo—dijo mi padre. Era la policía que iba a revisar la casa porque sospechaba de mí. Salí a donde recibimos las visitas, cuando la policía me observó. Rápidamente me apuntaron con su arma y con un grito me dijeron —¡Al suelo! —Y me pusieron unas esposas heladas bien apretadas. Cuando estaba en la bartolina observé que ya no había marcha atrás, porque ya no iba a estar con mi familia. También imaginé que ya no volvería a ver el sol, porque la vida tras unas rejas es dura. A veces la temperatura de las celdas estaba demasiada alta. Y en algunas ocasiones el custodio de las celdas se le olvidaba entrarme la comida. Días después me llevaron al juzgado para hacerme la primera audiencia. Me dijeron que iría interno al centro de inserción durantes seis meses. La primera vez que ingresé al sector, pasé un tormento. Fue una de las experiencias más traumáticas en mi vida; sentí como si un terremoto pasara sobre mí, como si un huracán me arrasara a lo más profundo de la superficie. Era como si quisiera explotar del enojo que llevaba dentro. Fue como una película de terror, ya que sentía que los minutos no pasaban. Meses después me llegaron a recoger al centro de inserción con carta de libertad. En ese momento, ¡me sentí alegre! como si

fuera un león que acababan de liberar porque se había llegado el día más esperado. Reunirme otra vez con mi familia. Los días que estuve en la casa disfruté a mi familia al máximo. Yo ayudé a mi familia en lo que pude, como ordenar las camas, lavar los platos. Un día con mi familia, mientras disfrutábamos una película de comedia, se acercó un mensajero a la casa y tocó el timbre. Mi padre aún riéndose de las bromas de la película, caminó hacia la puerta, recibió y abrió una carta que era del juzgado. Al leerla, su rostro cambió de un instante a otro y con tono melancólico dijo: —Hijo, aquí dice que debes presentarte al juzgado mañana. Al presentarme al juzgado unos policías caminaron hacia mí. Amarrándome las manos, me esposaron de nuevo. Al sentir las esposas, sentí un escalofrío como si me hubiese dado un baño de agua fría. Se me hacía muy curioso ser esposado, porque ya no debía nada a la justicia. Probé la libertad y me trajeron de nuevo a este lugar de encierro. Ya pasó un año desde aquel día que regresé, desde que volvieron a cortar mis alas. Pasarán 9 años más para que pueda volver a casa, mirar la tele con mi papá, dormir con mi esposa y ver caminar a mi hijo. Cada día me hago la misma pregunta: «¿Qué están haciendo ahorita?» Me gusta pensar que me extrañan. Es por ellos que quiero ver la vida diferente. Me sumerjo en los mares de letras que los libros me comparten, me involucro en lo que puedo, voy a la escuela, edifico mi vida en la iglesia, aprendo de mis amigos. Sueño con el día en que pueda ser libre otra vez, quiero demostrarle a mi hijo que soy un buen hombre, con un trabajo honesto, capaz de vivir por él. Siempre mirando hacia delante.

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«Me gustaría ver que algún día este pequeño libro se expandiera por todo el mundo» Mi no mbre es J. C .

«Me gustaría volver a ver la hacienda de mis abuelos en donde crecí» Mi no mbre es C. B .

«Me gustaría ver las aves que vuelan sobre el mar» Me llamo K . A .

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«Me gustaría escuchar las historias de los jóvenes que encontraron ayuda en mi historia» Me lla m o L . E .

«Me da miedo irme y no regresar» Mi no m bre es H. M.

«Me gustaría ver un buen futuro para la juventud» Mi no m bre es C . G.

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Cri st ian Villalt a.

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Texto e scr ito pa ra la obra de teatro El fe nรณmeno. Un a produ cci รณn de Teatro del Azoro.

Peri o di st a


Sinceramente, soy feyo. Pero, humildemente, este feyo ha salido invencible de la cárcel. Hecho verga, no. Hecho una verga. O como decía el Discreto, que Dios en gloria lo tenga, «con los huevos rebalsando». Comienza a vestirse En el barrio conocí a un chingo de gente, a demasiada gente. Ponele coco, si cada dos semanas conocí a un nuevo Blackie, al Chori de Plaza Mundo, después al Chori de Lourdes, al Chori de Apopa... y así, montón de majes con la misma taca. Pero el Discreto, sólo aquel man.

que para conseguir esa mierdita de votos, sólo tengo que olvidar lo que he aprendido. Que decirle otro nombre a las cosas, que taca es alias, que jaina es señora, que los homitos son niños y que la renta es el iva. Y disfrazarme de civil. Ya ha terminado de vestirse. «Hommies, les prometo que podremos correr el programa tranquilos en cada clica, porque la ranfla está alivianada para siempre». (Disiente, insatisfecho). «No, ni a verga, por sincero me la voy a comer». (Pausa, se concentra).

El Discreto tenía treinta y dos centímetros de verga. Loco, eso es más largo que el cañón de una Magnum.. Y lo más cabrón es que la paloma no se le paraba. Nunca. Por eso le decían el Discreto.

«Hommies, bueno, mara, les ofrezco que si se quedan tranquilos en el barrio, nuay nada con la jura» (Otra vez disiente). No, nel, no es así la jugada. Necesito que los civiles me den unos votos. (Pausa, se concentra).

Hubo un tiempo que coincidimos en máxima seguridad. En máxima, hasta el diablo la culerea. Por eso es que yo creí que el Discreto ya estaba loco una vez que me dijo que lo único que le pararía la paloma sería ser del gobierno.

«Gentes de los barrios (voz más grave) y del barrio: les ofrezco tranquilidad en sus colonias, y para eso, contamos con la colaboración de la Policía. Aunque si alguno de ustedes anda de soplón» (hace señal de asesinato con el pulgar de la mano derecha y una mueca). (Disiente otra vez).

—Yo no te entiendo —le dije— porque aunque, a huevo, cuando uno es presidente se coge a la que quiere, a vos de todos modos no se te para. —No, maje —me decía—. Lo que me para el miembro es la idea de que nadie te pueda tocar. O sea, te hueviás el dinero sin amenazar a nadie, tenés renteado a todo el puto país y los pendejos todavía te dan las gracias. Eso es cogérselos a todos. Loco el Discreto. Pero no era pendejo. Porque aunque el homie nunca mandó ni en la clica en la que creció, ni en la puta celda ni en el fucking patio adonde la verga no le servía ni como llavero de los huevos, se imaginó de algún modo esa sensación... la sensación del poder, papá. Ese feeling de soy intocable, de me resbalan el cielo, el infierno, el purgatorio y todas las putas partes de la casa de Dios y del Demonio. Ese feeling de lo mío es el mundo, hoy. La impunidad te para la verga. ¡A huevo!. Y aquí estoy, a tiro de meterla doblada. Dicen que con unos 20,000 votos entro por San Salvador. Y

No, man, es imposible. Aquí el rollo es ser popular, o sea, ser víctima pues. Y ni modo, el barrio entenderá. Algunos tendrán que comérsela. (Voz impostada nuevamente): «Señores del Ejecutivo, sobre los pandilleros, no se preocupen, mano dura, corazón frío y el gatillo fácil. Tiren primero, pregunten después, que es lo que nos está pidiendo nuestro pueblo». Tenía razón el Discreto. Él cachó, mucho mucho antes que yo, que los perros como yo no queremos sexo, ni sangre, ni impunidad, ni dinero, ni terror, ni sumisión, ni mentira, ni violencia, ni admiración, ni joderte por joder, ni que los ricos nos la mamen, ni que los pobres nos la mamen, ni que ustedes, putos mirones, nos la mamen. No, maje, queremos todo eso al mismo tiempo, y de una. Ya. Uno para uno, y todos a la mierda.

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Da li a ChĂŠvez . A rti st a y do cente

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Me pidieron que «explorara el futuro del arte» desde los «ojos de una salvadoreña (...) que quiere vivir del arte en su país». Se me proponía una mirada y un deseo. Sentí la obligación de aclarar(me): fui artista, pero no viví de serlo. Intentaré explorar el futuro del arte desde lo que me siento hoy: una tallerista que aprende e intenta enseñar desde espacios alternativos que se crean por necesidad y se mantienen por voluntad.

Desde que comencé en el medio artístico aposté por hacer junto a otros, porque cuando los intereses y las necesidades se comparten, puede activarse el modo de «rebusca». Quienes han trabajado en procesos colectivos pueden dar parte de los roces y desequilibrios, pero aun con todos los cagadales de insatisfacciones que se gestan en la práctica de lo colectivo, sigo pensando que es necesario jalar juntos. Y aquí, es importante señalar que «colectivo» no apunta a una obligación de estar unidos, menos el forzar por estar de acuerdo. En lo colectivo se ejercita la voluntad de estar y tratar con el otro, las diferencias no deben condenarse, la voluntad en acción debe permitir que se reconozca y se negocie lo diferente. Actuar desde lo colectivo es un movimiento de emergencia cuando se parte de reconocer una situación desfavorable compartida y se propone trabajar por una meta que la confronte, teniendo siempre en cuenta que son colectivo para extender los esfuerzos y los beneficios. Identificar una situación rejodida: ser artista/actor cultural en El Salvador. Y no, esto no va por el camino de victimizarnos, ni de practicar la «lastimería», porque emputa que nos vean como necesitados, como pacientes del Estado o del sector privado… No es negativo buscar o recibir apoyos, porque gran parte de poder hacer pasa por poder gestionar. Pero mendigar, someterse a condiciones injustas y sacar milagros dejando el pellejo para que brillen el Estado y las instituciones, eso sí es condenable. Para que las relaciones se enmarquen en el profesionalismo (apuntando a la dignidad del que trabaja) debemos comenzar a reconocernos y proyectarnos de una manera diferente, es una labor que no podemos hacer separados, juntos debemos esforzarnos por crear un imaginario público favorecedor para nuestras profesiones. Que se nos siga viendo como

los precarios, los desubicados, los informales ¡hace tanto daño! Que aparezcamos públicamente como los que entretienen o los que hacen cosas bonitas en el apartado de lo social-fancy ¡nos queda tan corto! Que nos conformemos, solo desnuda nuestra pobreza... Como artistas/actores culturales debemos exigirnos más para comenzar a ejercitar el valor de la palabra, nos falta perfilarnos como un sector que tiene algo que decir. Reconozco que existen muchos artistas/actores culturales con posicionamientos críticos que son muy pertinentes, y admiro ese empeño por estar a la altura de los tiempos. Demuestra amor al oficio. Debemos seguir generando proyectos independientes que ensayen otras narrativas del arte, el artista y la cultura. Tanto hacer en la emergencia ya debería haber legado maneras de resolver y de proyectar, me refiero a conocimientos procedimentales que deberíamos compartir para formarnos. En el medio artístico se cuidan con celo los recursos. La escasez lleva a que se tomen posiciones poco favorables para el desarrollo. Pero, si actuando celosamente somos testigos de que la situación no mejora ¿por qué no apostar a generar redes alternativas de contribución que sirvan para compartir contenidos y experiencias? En el medio hemos desestimado lo vinculatorio de la experiencia, más allá de fantasear con los títulos rimbombantes de «maestro» o «artista» es urgente que creemos puentes generacionales… ¡Es tan inoperante tener egos tan inflados en un país como el nuestro! Asumamos que el futuro del arte depende en gran medida de nosotros, de quienes trabajamos por la cultura y el arte. Ensayemos trabajar juntos, desilusionémonos y volvámonos a ilusionar, porque tragarnos el mito del genio apático poco suma en la región.

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Ja i m e Davi d Aya la . Eco no m i st a

Ernesto Saldaña pasaba de los 30 años cuando lo conocí en 1993. Él es uno de los miles de salvadoreños que deberá seguir trabajando para vivir dignamente después de pensionarse. Para esa fecha, él ya había soportado incontables horas de sol y trabajo en el campo, cargando con la ilusión frustrada de no haber podido dedicarse a la que pensaba era su vocación: la administración de empresas. Sus condiciones socioeconómicas hicieron de la universidad privada algo impensable y la ocupación del campus de la universidad estatal durante la guerra convirtió en imposible la opción pública. En ese mismo año conocí a Dalila Menéndez y a su segundo bebé. Ella ha trabajado como secretaria por ya casi 20 años. Junto a él nacieron alrededor de 120,000 niñas y niños durante el primer año de la posguerra. Esta cantidad de nacimientos abonó a que existiesen cerca de 11 niños por cada salvadoreño en edad de retiro en ese año, un número bajo si se compara con los más de 18 niños por salvadoreño en edad de retiro en 19711. Pero es también una cifra extremadamente alta si se compara con la cifra actual: 4.3 niños por adulto mayor2. Para 2050, habrá 1.5 niñas y niños por cada salvadoreño en edad de retiro3. Muchas cosas cambiaron durante los años pero una pareció inmutable para Ernesto y Dalila a través del tiempo: a pesar de todo siempre hubo trabajo —un oficio mal pagado, un negocio por emprender o una nueva línea de productos cosméticos que vender con visitas de casa en casa—, incluso aquel que garantizara varias horas de trabajo y solamente el salario mínimo. Durante más de dos décadas han regresado a sus hogares agotados, de mal humor o estresados. Con el tiempo se aprende que estas situaciones no resultan sorprendentes en El Salvador. Ya lo dijo una vez el expresidente Arturo Molina en su discurso de toma de posesión en 1972: «Tenemos que enfrentarnos a la terrible paradoja de que falta el trabajo para uno de los pueblos más trabajadores del mundo»4. Por más de un siglo se ha reforzado y normalizado el estereotipo del ciudadano salvadoreño como una persona que, sin importar las circunstancias de adversidad, sale siempre a trabajar. Los contrastes de la glorificación de este mito no son mínimos. El 65.8 % de hogares salvadoreños registra situación de subempleo e inestabilidad en el trabajo y en 69 de cada 100 se registra al menos una persona sin acceso a seguridad social5. En El Salvador, quienes logran obtener un empleo con un salario decente y protección social son una escasa minoría que logra superar el bachillerato. Est i ma ci ó n p ro p i a a pa r tir de in for ma ción de l I V Ce n so de Poblaci ón 197 1. Di sponi ble en http: //w w w.di g estyc .g ob.sv/i ndex.php/ tema s/d e s/p o b l a ci o n -y-e st a distica s-de mogra fica s/ce n so- de-poblaci on-y-v i v i enda/poblaci on-censos. htm l 2 Est i m a ci ó n p ro p i a a pa r tir de in for ma ción de l VI Ce n so de Poblaci ón y V de Vi v i enda 2007. Di sponi ble en http: //w w w.di g estyc . g o b. sv/i n d ex. p h p/te ma s/de s/pobla cion -y-e st a distica s-de m og rafi cas/censo-de-poblaci on-y-v i v i enda/poblaci on-censos. htm l 3 Dire cci ó n G e n e ra l d e Est a dística s y Ce n sos ( 2 014 ) . El Salv a d or: Esti ma ci ones y Proyecci ones d e Pobl a ci ón Na ci onal 2 0 0 5-2 0 50 . Disp o n i b l e e n h t t p : //w w w.dige styc .gob. sv/in dex . ph p/n ovedades/av i sos/5 40 -el-salvador-esti m aci ones-y-proyecci ones-de-poblac io n . h t m l 4 P N U D E l S a l va d o r (20 0 8) Info rm e d e D esarroll o Hu m ano 2 0 07-2 0 0 8 , pág . 7. Di sponi ble en http: //w w w.sv.undp.org /content /dam / el_sa l va d o r/d o cs/v i h -sida /I D H% 2 0 ES% 2 0 2 0 0 8% 2 0 % 2 0 El%20em pleo%20en%20uno%20de%20los%20pueblos%20m %C3%A 1s%20 t ra b a j a d o re s % 2 0 d e l %2 0 mu n do. pdf 5 Dire cci ó n G e n e ra l d e Est a dística s y Ce n sos ( 2 018) . Encu esta d e Hogares d e Propósi tos Múl ti pl es 2 017 . Di sponi ble en http: // w w w.d i g e st yc .g o b. sv/in dex . ph p/te ma s/de s/e h pm/pu blicaci ones-ehpm . htm l?download= 652%3A publi caci on-ehpm -2017 1

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En 1998 el país realizó uno de los más grandes cambios al sistema de pensiones: la creación del Sistema de Ahorro para Pensiones (SAP), que sustituyó al Sistema Público de Pensiones (SPP). Este último era administrado por el Instituto Nacional de Pensiones de los Empleados Públicos (INPEP) y el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), y operaba bajo un sistema de reparto; es decir que los aportes de los trabajadores de un año dado servían para financiar las pensiones de los ciudadanos jubilados en ese momento. Dada la insostenibilidad de este mecanismo, el nuevo sistema priorizó el ahorro individual que cada trabajador generaba durante su vida laboral y, con la rentabilidad que se lograra alcanzar, se financiarían las pensiones durante la etapa de vejez. La transición entre ambos sistemas generó una deuda asumida por parte del Estado hacia los cotizantes del SPP, que no sólo es vigente, sino que durará por décadas6. Posterior a la reforma, el Estado salvadoreño se vio acorralado por los compromisos financieros del SPP. En 2006, creó el Fondo de Obligaciones Provisionales (FOP), que se alimenta a través de la venta de Certificados de Inversión Previsional (CIP), que las administradoras de fondos de pensiones están obligadas a comprar con hasta el 45 % de ahorros de los trabajadores7. En 1993, la cobertura del sistema de pensiones se estimaba en 22.6 % de la población económicamente activa (PEA). En 2013, esa misma medición reveló que la misma cifra ascendía a 24.5 % de la PEA8. Durante años, diversas administraciones gubernamentales han prometido aumentar la rentabilidad y los beneficios a partir de estas reformas. Once años más tarde de aquella reforma, en 2017, la Asamblea Legislativa de El Salvador aprobó una nueva reforma al sistema de pensiones. Esta modificación incrementó la tasa de cotización que patrono y empleador debían pagar (del 13 % al 15 % en total) y creó la Cuenta de Garantía Solidaria (CGS), que servirá para asegurar el pago de pensiones estables y vitalicias. Actualmente, la pensión mínima que recibe un ciudadano salvadoreño es de $207.80.

Se r pa s, Lu z ( 2 014 ) . Si stem a d e pen si ones salv a d oreño: d i a gnósti co y opci ones d e sol u ci ó n a su s dil em a s . Fusades. Di sponi ble en http: //fusades.org / a rea s-de -inve stiga cion /siste ma -de-pensi ones-salvadore%C3%B1o-di ag n%C 3% B3 stico-y-opcion e s-de -solu ci%C3%B3n-sus 7 In icia lme n te, la s AF P e st a ba n obli g adas a uti li z ar el 25% de los ahorros, pero tra s u n a refor ma e n 2 012 e ste lím i te subi ó a 45%. 8 Argu et a , N. ; Bola ñ os C á mba ra , F.; y Ri vera, M . (2015 ). Una nu ev a mi ra d a a l o s d esafí o s d e cober t u ra d el Si ste ma d e Pe n si ones en El Salv a d or: l a d en si d a d indivi d u al d e cot iza ci o nes . Fundaung o. Di sponi ble en http: //w w w. fu n dau n go.org. sv/produ cts/u n a -nueva-m i rada-a-los-desafi os-de-cobertura -de l-siste ma -de -pe n sion e s-e n -el-salvador-la-densi dad-i ndi v i dual-de-las-cotiza cion e sca te gor ia -pe n sion e s/94 6

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El cálculo para Ernesto y Dalila está claro, recibirán la pensión mínima en un par de años. Ya mayores, se enfocarán en mantener un nivel de vida digno y atender las aflicciones que plantee el futuro. El destino, dice Ernesto, pudo haber sido diferente si hubiera estudiado Administración de Empresas, si la guerra no le hubiera golpeado, si no se hubiera endeudado… Estos ejemplos de vida no son exclusivos ni tampoco los peores. Actualmente, el 33.3 % de hogares salvadoreños son pobres multidimensionales, es decir que carecen no solo de un ingreso suficiente para subsistir, sino que también enfrentan severas restricciones para convivir en forma pacífica, trabajar con dignidad y recibir servicios básicos de salud y educación. Solamente 6 de cada 100 de salvadoreños asisten a un centro de educación superior formal. En el futuro, esta minoría podrá acceder a un ingreso mensual promedio de poco más de $600. Cualquier persona que viva sobre esta línea puede considerarse privilegiada9. Las primeras etapas de la vejez salvadoreña están marcadas por un estilo de vida poco saludable. De cada 100 salvadoreños mayores de 60 años 66 poseen prevalencia de hipertensión arterial, el 35 % padece una enfermedad renal crónica10, mientras que el 14 % muere por enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes o respiratorias crónicas antes de haber cumplido los 70 años11. Únicamente 24 de cada 100 salvadoreños adultos tienen acceso a un seguro médico privado o público, y solamente el 23 % de personas contribuye al sistema de pensiones. Esta situación brinda claridad sobre la fragilidad de nuestro sistema de protección social12. Las trayectorias de vida son altamente relevantes para comprender la eficacia de los sistemas de pensiones. Durante los primeros 3 años de vida, el cerebro humano se desarrolla a un ritmo que no volverá a experimentar en la vida adulta. Justo después de nacer, el cerebro crece a una tasa de 1 % por día y desacelera con el tiempo. A los 5 años de vida, el cerebro alcanza el 90 % de su tamaño adulto y ha desarrollado la mayoría de las conexiones neuronales que sustentan las capacidades lingüísticas, emocionales, motrices y sociales13. Una buena política de pensiones comienza con el cuidado de los bebés14. El empleo es importante, pero si este continúa siendo un fin —en lugar de un medio— para alcanzar la prosperidad, cualquier modificación al sistema de pensiones continuará garantizando únicamente arreglos financieros. La transformación efectiva de los trayectos de vida requiere de intervenciones que garanticen un punto de partido equitativo y oportunidades para alcanzar el desarrollo y la felicidad. Invertir en los inicios de la vida es la mejor manera de asegurar las condiciones para un retiro próspero. Y para esto es necesario aprovechar los momentos de desarrollo más rentables en nuestro ciclo de vida, priorizar la implementación de una política social proactiva —en lugar de una paliativa— y comprender que un mejor El Salvador es posible si apostamos por la más grande fuente de riqueza de este país: su gente.

Dire cción G e n eral de Est adí sti cas y Censos (2018). E ncu esta d e Hogares d e Propósi tos Mú l t ipl es 2 017. Di sponi ble en http: //w w w.di g estyc .g ob.sv/i ndex.php/tem as/des/ehpm / pu blica cion e s-ehpm . htm l?download= 652%3A publi caci on-ehpm -2017 10 Min iste r io de Salud (2015 ). Encu esta Na ci onal d e Enfermed a d es C róni ca s No Tran sm i si bl es en l a Pobl a ci ón Ad ul ta d e El Salv a d or. Di sponi ble en https: //w w w.salud .g ob. sv/a rch ivos/comuni caci ones/archi vos_ comuni cados2017/pdf/present aci ones_ evento2 0 032 017/01-E NECA-ELS-2015 .pdf 11 Th e Wor ld Ba nk (2019). Worl d D ev el opme nt Ind i ca tors . Di sponi ble en https: //dat abank. wor ldba n k.org /dat a/source/world-developm ent-i ndi cators/prev i ew/on# selectedDi m ension _W D I _Ctr y 12 Dire cción G e neral de Est adí sti cas y Censos (2018). Encu esta d e Hogares d e Propó si to s Mú l t ipl es 2 017. Di sponi ble en http: //w w w.di g estyc .g ob.sv/i ndex.php/tem as/des/ e h pm/pu blica ci ones-ehpm . htm l?download= 652%3A publi caci on-ehpm -2017 13 Bra in Fa cts.org (2018). B rai n Fa ct s . A pri me r on the b rai n and ner v ou s syste m . Soci ety for Ne u roscie n ce. Di sponi ble en http: //w w w. brai nfacts.org /the-brai n-facts-book 14 Espin g-An de rs en, Göst a (s.f.). Una b u ena pol í ti ca d e pe n si ones comi e n za con l os b e bés. Dispon ible en http: //rev i st a.consum er.es/web/es/201006 01/entrev i st a/75 579.php 9

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Hu go G. Sรก nc hez . Peri o di st a y esc ri to r

(o de cรณmo nos

d

prueba a ir n e v r o p n u s ebemo

de balas)

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El futuro, como idea de un momento mejor al que acontece, debería ser distinto y hasta opuesto entre generaciones, pero en un país como El Salvador es, para abuelos y jóvenes, sólo un eco que recuerda al dolor, el gatillo de la melancolía, un vacío o es un impulso para intentar huir. 44


Un ejercicio de diálogo con miembros de dos generaciones, abuelos mayores de 80 años y jóvenes de 20 años de edad o menos, permite ver que la violencia, la lacra que lleva esta sociedad hasta el tuétano, también traspasa la concepción que tienen del futuro. A priori, el futuro huele más a memoria que a esperanza para los mayores y, con la sombra de la muerte aparentemente cada vez más cerca, lo ven como asunto de sus nietos. Para una abuela, que pasa los días y las noches en su casa empotrada entre las montañas del norte de Morazán, hablar sobre el futuro solo le trae a la memoria los rostros de sus hijos, los tres muertos por buscar un mejor porvenir. Los dos mayores son parte de los 75,000 muertos que dejó la guerra civil (1980-1992). Se sumaron para sobrevivir y tratar de alcanzar una utopía a las filas de la guerrilla y sus cuerpos quedaron insepultos en algún rincón del país. «Ellos estaban esperanzados y querían trabajar para que no tuviéramos que andar huyendo. Querían que regresáramos a la casa a cuidar los animales», recuerda la mujer de 84 años de edad, cuyo apellido también se lee en el monumento a las víctimas de la masacre de El Mozote (1981). Recuerda que en los años en que estuvo refugiada con su familia en Honduras el futuro sólo se trataba de volver, de habitar su tierra nuevamente, de ver a sus hijos hacer una vida sin la sombra del plomo estatal, pero la violencia de la guerra rompió ese futuro. El tercero lo alcanzó a medias, pero quiso darle algo mejor a su hijo. Cuenta la abuela que él se fue tras el «sueño americano», lo encontró, pero también le arrancó la vida. A mediados de 2018 falleció en un accidente de tránsito en Estados Unidos, mientras su heredero iba a su encuentro por los senderos de la migración irregular. «Uno se cansa de estar viendo para adelante, es mejor solo ver a los cipotes crecer y esperar el día que Dios lo mande a traer», añade la matriarca de una familia que, a imagen de tantas, no deja de ser herida por la violencia. Hace varios meses: un nieto —criado como hijo— dormido junto a su esposa y sus hijos, golpes en la puerta, varios sujetos, insultos, tiros, niños huérfanos. El futuro, al menos en esta estirpe, es el anhelo de sobrevivir. Para una chica de 20 años que vive en una comunidad en San Salvador en la que el Estado es una pandilla, el futuro es una incógnita, pero se impone el deseo de vivir en paz.

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«¿Cómo se come eso?», dice bromeando mientras pela un sonrisa de mazorca. Luego suelta que el futuro es estudiar una carrera universitaria, trabajar, aportar más dinero a su familia para terminar el mes sin apuros. Su ideal de porvenir es afianzar las cosas que el Estado le ha negado o el contexto socioeconómico le quieren arrebatar. Hace poco tiempo obtuvo con dificultad un trabajo con algunas prestaciones sociales, pero antes tuvo que abandonar sus estudios universitarios por falta de recursos. Su visión del futuro se vuelve más vital al hablar de su casa, de su hermana. Guarda la esperanza de que algún día el Estado recupere el control o que al menos los bichos dejen la zona. Ella pasa los días sorteando fronteras invisibles para llegar a su trabajo y luego volver a casa, también esquivando la violencia machista. Quisiera que su hermana menor, aún adolescente, no tenga que vivir con el temor acechando en cada esquina. Las cifras oficiales de violencia indican que el país cerrará 2018 con un índice de feminicidios superior al considerado como una epidemia, dado que hasta el 9 de diciembre la tasa de estos crímenes por cada 100,000 habitantes fue de 10.45. Por otra parte, al menos hasta septiembre pasado se registró una media de 4 niñas y adolescentes violadas sexualmente cada día. Para un quinceañero, también habitante de una zona dominada por las pandillas, el futuro no está ni es El Salvador, sino que lo ve en ser parte de la diáspora. «Lo que quiero es irme a Estados Unidos, donde mi tío», apunta, quizá sin valorar los riesgos de la migración irregular o dando más peso al argumento de que cualquier peligro allá es menor a las consecuencias de ser joven en El Salvador, uno de los países más violentos del mundo. Para un abuelo de 86 años, al que la privatización de las empresas estatales en la posguerra dejó sin empleo y que gastó buena parte de su juventud en un cuerpo de seguridad, el futuro solo es una pregunta que encierra conformidad e impotencia: ¿qué podemos hacer? Pero alguna luz vemos los salvadoreños en este oscuro mar de mierda* o algún fragmento del espíritu de Sísifo nos posee y nos hace creer que sí hay «héroes posibles», que merecemos un futuro a prueba de balas. La última encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop) da cuenta de que al cierre del 2018 el 44.1 % de los salvadoreños siente temor al pensar en el futuro, el 1.6 % «no sabe» y el 54.4 % tiene esperanza. La esperanza es quizá el único escudo que nos queda para proteger la idea de un futuro bueno, aunque todo apunte a que los horrores nos acompañarán por mucho tiempo más.

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*Roqu e Da lton, Tab e rna y otros l u gares .

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Ca rl os Mar t ínez . Peri o dist a

RANCHERAS EN LA

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CARAVANA MIGRANTE

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Alma Guillermoprieto —a mi entender la más alta y luminosa estrella en el universo del periodismo— volvió a El Salvador en 2011, después de 30 años de no haber puesto un pie en el país que la vio nacer como reportera.

En 1981, Alma vio con sus propios ojos el escenario que resumió todos los espantos de la guerra civil en mí país: la masacre en el caserío El Mozote, donde los cuerpos especiales del ejército lanzaron niños al aire y los atraparon luego con el filo de las bayonetas, o los hicieron explotar en masa, encerrándolos en una iglesia y arrojándoles granadas para ahorrarse el hastío de tener que matarlos uno a uno; donde separaron a las mujeres para violarlas y practicarles maldades abominables. Durante tres días con sus noches, los soldados mataron laboriosamente a mil campesinos indefensos, inventándose abyecciones sin límite. Alma vio, días después, el escenario sin aliento que quedó luego de la barbarie y se lo contó al mundo en las páginas del Washington Post. Y nada pasó. La máquina de matar no se detuvo, la guerra siguió su curso y la generación de mis padres se mató, se desapareció y se torturó con fruición durante una década más. Soy de alguna manera hijo de las escenas que aparecen en los relatos de Alma y, desde que se me fue dado el privilegio de llamarme periodista, me he dedicado a dar cuenta de las herencias más pertinaces que le quedaron a Centroamérica luego de aquella década en llamas: su pobreza endémica, su adicción a la violencia y su deseo enfermizo de llevar al poder a flautistas charlatanes que nos roban y nos reprimen. Recientemente he acompañado el éxodo masivo de centroamericanos durante poco más de un mes. Se llaman a sí mismos Caravana, y a mí me gusta el sentido de viajero antiguo que esa palabra entraña. Los he visto imparables, como el mar, arrasar el portón amarillo de la aduana guatemalteca. Los vi saltar desde un puente hacia un río poco profundo, para burlarse de la frontera mexicana. Los vi, hermosos, cantando en coro el himno del país que los expulsó, para darle ánimos a aquellos que no se atrevieron a saltar al río. Me preguntaron en Chiapas, apenas poniendo un pie en territorio mexicano, «cuántos días» faltaban para llegar a Estados Unidos. Sus pies desollados, sus bebés enfermos, el siniestro calor del sur y el desconocido frío del norte. Carreteras infinitas, el hambre perseverante, como un buitre. El deseo de comunicarse con los suyos, de sentirse en un allá cada día más nebuloso. Los diálogos íntimos, nocturnos, dibujando, borrando y dibujando de nuevo la imaginación de su futuro. Hay algo rotundo en el acto de comenzar a caminar, de poner un pie delante del otro, hasta salirse del país que lo vio nacer a uno. Hay una renuncia radical, una declaración incontrovertible. Y yo quisiera pensar que también —de una forma menos obvia, agazapada y tímida, en el fondo del espanto del que huyen— hay un acto de esperanza, y que es cuestión de estar atento para conseguir verlo. Pero no es tan fácil. Por ejemplo: a Mirna Contreras su madre la regaló cuando solo tenía dos meses de nacida. Era una boca más en medio de la pobreza absoluta. Así que se crió con una familia que la humilló y la atormentó durante toda su infancia y le enseñó a verse a sí misma como una basura solitaria. A sus 14 años la vendieron a una mujer, que a su vez la vendió a un hombre mayor. Durante 11 años fue esclava de este señor, que la usó sexualmente y la obligó a fabricar ladrillos de barro cada día. Mirna tuvo dos hijos, que a pesar de todo fueron para ella un bálsamo, unos recipientes en los que ensayar el verbo amar. Un día aquel hombre estuvo a punto de matarla a golpes y ella escapó con sus hijos, pero él le dio alcance y se los arrebató. Le advirtió que la mataría si volvía a verla. Ahora está en Tijuana, atrapada como los otros 8,000 que huyen de sus propios miedos. Cada noche a Mirna la visita la pesadilla de sus niños haciendo ladrillos de barro sin parar. Ernesto tenía dos hijas pequeñas y una en camino. Tenía también un problema con su jefe. Trabajaba en Guatemala para un agiotista: un tipo que le presta dinero a los miserables que no son sujeto de crédito bancario y les cobra un interés caníbal. Ernesto tenía que

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colocar el dinero de su jefe en las manos de necesitados y cobrarles el interés a diario. Un día prestó 8,000 quetzales—más de 1,000 dólares— a un cliente que desapareció sin dejar rastro, así que el jefe y sus matones lo obligaron a trabajar gratis para ellos, en un bucle sin fin, en el que la deuda jamás disminuía. Quedó en la quiebra más absoluta: aunque trabajaba a diario, su familia se moría de hambre y no hacía más que acumular deudas. Su jefe le advirtió que si se le ocurría irse del país, le “cobraría” a los suyos. Así que escapó con toda su familia. Cuando su hija menor abandonó Guatemala, apenas tenía 19 días de nacida. Los vi llegar a Tijuana a bordo de un furgón que transportaba ataúdes, con la única certeza de que para ellos su país se ha terminado. Un hombre, cuyo nombre no puedo escribir, tiene un pie retorcido y renqueó desde Santa Ana, El Salvador, hasta el norte de México. Es la única persona que he conocido con moretes en las palmas de las manos, a consecuencia de arrastrarse, apoyado en sus muletas durante kilómetros cruentos. Siendo un niño de 13 años tomó una decisión de la que no se puede escapar. De aquellos años conserva una enorme «M» tatuada en el brazo derecho y una «S» en el izquierdo. Intentó abandonar la Mara Salvatrucha y convertirse en nadie. Soñó con ser un carpintero y vivir sus días entre el olor de la madera. Pero la pandilla no sabe perdonar, y a donde iba lo perseguía su decisión adolescente. Así que disfrazado de multitud, se unió a la Caravana de desahuciados y fue a dar con sus muletas y su pie retorcido a la línea que divide a América Latina de Estados Unidos. Treinta años después de haberse llenado los ojos de aquella materia atroz, Alma Guillermoprieto volvió a El Salvador y comprobó que aquel país ya no estaba en guerra, o al menos no una guerra formal, y creyó ver en el aleteo de un grupo de estudiantes muy jóvenes, eso que yo busco acá: creyó ver la esperanza y dijo que se consoló pensando «que la vida es más fuerte que nuestra capacidad de matar». La Caravana ha quedado atrapada en un limbo en la ciudad fronteriza de Tijuana, México. Ante ella se yergue un muro de fría lata oxidada, y tras él un país que la desprecia. Mientras pasan los días, se forma un campo de refugiados donde las opciones para imaginarse el futuro son bienes escasos, como el agua, la comida y el abrigo. Sin embargo, aunque estos caminantes parezcan siempre arrastrados por fuerzas que los dejan atónitos e indefensos, aunque parezcan siempre estar entre paredes y espadas tremendas, también es cierto que el primer paso que los sacó de sus patrias —es ese motor terco, esa decisión salvaje, esa acción primitiva— está motivada por algo que les es profundamente suyo: la decisión mínima y total de seguir viviendo. De imaginarse un futuro en el que ellos estén. Y en medio de todo, cada tarde, Mirna, la hondureña, canta rancheras desde un parlante que es su única propiedad en el mundo. Durante unas horas es una celebridad, y recibe aplausos y se forman círculos a su alrededor que le piden alegría y le dan monedas para que no pare. Tal vez, creo, hay un atisbo de futuro en la acción de alegrar a otros, o en el mero hecho de permanecer vivos. Tal vez no, tal vez sólo es un espejismo y la realidad es sólo siniestra. Tal vez debo entrenar los ojos, como Alma Guillermoprieto, para convencerme de que la vida es más fuerte, más difícil de erradicar. O quizá sólo soy un periodista que no ha entendido todavía que a las cosas no hay que buscarles sentido, que a este oficio no tiene caso intentar encontrarle un efecto práctico, una consecuencia benévola. Que mi trabajo es ver y contar, sin esperar más. Pero a mí me gustaba regresar cada tarde al refugio y ver a Mirna cantar, a la espera de que algo pase volando, algo sutil, algo que le cambie el color a mi libreta gris.

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MA N I FI ESTO DE LA S MA DRE S A L MUN DO. Red Mu ndi a l de Ma dres de Mi gra ntes Desa pa rec i dos

La Cumbre Mundial de Madres de Migrantes Desaparecidos, conformada por madres y familiares de México, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras, España, Italia, Argelia, Túnez, Senegal, Marruecos, Mauritania, y Estados Unidos y sus aliados, nos levantamos unidas en una sola voz para manifestar nuestra solidaridad con las familias de migrantes, internos e internacionales, que se han desaparecidos en el camino. Además, nos solidarizamos con las familias de víctimas de desaparición forzada en todo este adolorido mundo, donde reinan la impunidad, la violencia y el racismo. Unificamos nuestro amor, dolor y lucha a todas las madres, familiares y aliados que buscan a sus seres queridos. Reivindicamos el papel indispensable de las madres —indígenas, campesinas, urbanas— en la búsqueda de sus hijos de la justicia.

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El proceso de desplazamiento forzado en todo el mundo ha obligado a las personas a dejar atrás su lugar de origen, su país y sus seres queridos. Migran para preservar su vida y la vida de sus familias de la violencia social generalizada; de las guerras y conflictos; de la pobreza generada por el extractivismo, los megaproyectos y el neoliberalismo que ha permeado todos los ámbitos de la vida; de la violencia estatal y los pactos de impunidad entre gobiernos y grupos delictivos; del cambio climático y la destrucción ambiental que arremeten contra las poblaciones. Demandamos un trato digno apegado a los instrumentos internacionales para las personas migrantes, solicitantes de asilo, refugiadas, y las personas que buscan a sus familiares desaparecidos. Hacemos un llamado en particular a cumplir con los compromisos internacionales de protección de los menores de edad, las mujeres, los indígenas y otras poblaciones en situación de vulnerabilidad, y trabajar en la prevención de los factores que ponen en riesgo el bienestar y la vida de estas poblaciones. En la práctica, los gobiernos no están cumpliendo con los instrumentos internacionales y los derechos humanos están siendo violados de manera sistemática al negar a las personas el derecho al libre tránsito, al negar medidas humanitarias a las personas migrantes y al no garantizar el derecho a la vida y responder con detenciones, deportaciones, amenazas, revictimización y más violencia. Ninguna persona es ilegal; ninguna persona es clandestinas. Son las políticas que nos criminalizan y violan el marco de derechos humanos consensuado a nivel internacional.

Nosotras, las madres del mundo: 54


* Demandamos que se cese la separación de familias ya que es una práctica inhumana y degradante. Esta separación de familias sucede en los centros de detención,y como resultado de la migración forzada y de las deportaciones. * Exigimos que los estados asuman su responsabilidad de respetar la ley y garantizar los derechos humanos. Nuestros territorios y nuestros mares se han convertido en grandes fosas. Nos oponemos a la normalización de esta violencia. * Exigimos que se garantice el libre tránsito a las personas migrantes, en condiciones de seguridad, y de las madres, de los familiares y de sus aliados que buscan a sus familiares desaparecidos por los territorios donde pudieran encontrarse. * Demandamos el derecho a la verdad y el esclarecimiento de hechos. 55


Tenemos la certeza de que estas demandas se sustentan en las obligaciones internacionales de los estados por ser signatarios de instrumentos internacionales que protegen a personas migrantes, desplazadas, refugiadas y asiladas. La lucha y la esperanza no se agotan. Nada puede parar a una madre que busca su hijo o su hija. Las madres derribarán todas las barreras y recorrerán todos los kilómetros necesarios hasta llegar a la verdad. Hacemos un llamado a la sociedad internacional para sensibilizarse con estas historias y esta causa. Exigimos la no repetición de estos hechos que tanto daño han causado. Ninguna familia debería conocer este dolor. Las acciones que tomemos ahora son la clave para prevenir más desapariciones. Migrar es un derecho. No migrar también lo es. Por tanto, responsabilizamos a los estados del mundo por el dolor que nos ha reunido en esta Cumbre, y reclamamos el derecho de todas y todos a una vida digna, en cualquier país en que se encuentre. Las caravanas de madres que buscan a sus hijas e hijos, no son solamente una respuesta ante la indisposición de los Estados de realizar esta búsqueda, sino que estas caravanas son en sí mismas formas de buscar personas y a la vez buscar y exigir la verdad y la justicia; de crear otros mundos posibles, contrarios a las geografías del terror. Somos las madres del mundo y sus aliados fuertes e imparables. Hemos reemplazado nuestras lágrimas por la movilización y la esperanza hasta encontrar a nuestras hijas e hijos. Nuestra lucha está sustentada por el amor inquebrantable, que intenta crear otro mundo en el cual se comparte con cariño, sembrando vida en lugar de muerte.

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Desde nuestro dolor y nuestro amor, les abrazamos fuertemente. ยกNinguna persona es clandestina! ยกPor el derecho a la verdad y a la Justicia!

Tomado de: https://movimientomigrantemesoamericano.org/2018/11/05/manifiesto-de-la-cumbre-mundial-de-madres-de-migrantes-desaparecidos/ Facebook: Movimiento Migrante Mesoamericano Twitter: @MMMesoamericano

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¿CÓMO TE GUSTARÌA EL FUTURO DE EL SALVADOR? ns

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Centroamérica unida

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LIMPIO, SEGURO, CON ABORTO LIBRE Y GRATUITO

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Con (más) pasión por el arte Estando yo aquí

Quillesquivell Estático

k a r l e e t a @Karleeta

Quiero tener fe y esperanza en que será un estado democrático, donde podamos desenvolvernos y potenciarnos, donde tengamos acceso al trabajo y la desinformación no reine como ahora. #revista #cultura #futuro #CCESV #impúdica #20añosCCESV

Edwin torres @edwtorres11

En respuesta a @CCESV @JOVEN360 y a 9 más Quiero pensar que El Salvador habrá más empleo y el Estado genere condiciones para el desarrollo humano en lo económico, social y político y que el sistema permita mejor seguridad y no se tenga miedo por la vida

Aguila68 @Aguila684 22 ene.

En respuesta a @CCESV @_ElFaro_ Igual o peor, no queremos cambiar.

pacifico @pacificoch

En respuesta a @CCESV @_ElFaro_ y a 9 más Será de prosperidad, fundamentado en la verdad y la justicia, donde cada salvadoreño tiene una vida digna.

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luisumaa Brillante

jenn_calderon9

Con más jóvenes artistas y muchos amantes de la poesía y el romanticismo |sería un sueño|

frebarrientos08

¡Como la portada del Atalaya! sin políticos corruptos, libre de homofobia, con

Diego Hernandez

Mejor. Con muchos jóvenes tratando de hacer un mejor papel en temas sociales, ecológicos, políticos, culturales, de género, etc.


¿CÓMO TE IMAGINAS EL FUTURO DE EL SALVADOR? @LadoB_hanukka5 A mi país lo imagino con tres campus nuevos de la Universidad Nacional iguales en sus dimensiones (una aca en S.S. y las otras 2 en el interior) para que nadie se quede sin cupo para educarse, equipadas como se debe y con los docentes correctos.

@JanetCienfuegos Mi sueño es ver una ciudadanía educada, que elija bien a los funcionarios que corresponde, para ir construyendo así un mejor país, uno que esté en manos de personas que quieran servir a la patria, no robársela.

@KennethRamirezV Lastimosamente, hemos sufrido un déficit en liderazgo que ha afectado cada sector de la economía hasta nuestra sociedad. Con una buena inversión en infraestructura, tecnología y capacitación en nuevas industrias podemos regresar a ser el Japón de Centroamérica.

alas: franciscoay de tres décadas n ra e nos esp s tribulacione

Carlos_gabriel: Separado, dividido...entre creencias obsoletas y fórmulas populares

f.h.rorschach: El Salvador será (y sin exagerar) un serio país

ción Carparhi: de corrup io p m li y Seguro

7: e lopezsara9 espierta qu gente no d la de o si n o e rt u b ie Inc lvará lo sa n ié u q es el pueblo este país

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