3 minute read
AFECTA
from Intersecciones Vol. 2 Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempo
by CCESV
A LA VIDA CULTURAL?
A pesar de las circunstancias y entornos para las personas, la vida cultural sigue siendo una serie de espacios para la expresividad y la satisfacción de las necesidades culturales. Lo hemos observado en diferentes momentos históricos y situaciones personales especiales. Durante esta pandemia nos hemos visto obligados a incrementar nuestra vida cultural privada o doméstica, alterando nuestras cotidianidades y cambiando las prácticas culturales para adaptarse al nuevo contexto.
Advertisement
Podemos extraer algunas deducciones, en primer lugar, el papel que ha adquirido internet y la provisión de contenidos culturales digitales que han entrado en nuestros hogares en diferentes formas iniciando una nueva tendencia a tener en cuenta. En segundo lugar, estas manifestaciones privadas en la vida cultural han encontrado sus propios límites emergiendo la necesidad (o el anhelo) de expresiones compartidas desde balcones, terrazas, bloques, etc. orientadas hacia el espacio público buscando el otro. Revelando que los humanos para satisfacer sus necesidades culturales exhortan a la colectividad para participar y compartir la vida cultural. Las manifestaciones a favor de la apertura de los equipamientos culturales y la rápida reacción de sus gestores han presentado una voluntad inequívoca que lo digital no va a sustituir lo colectivo, la presencialidad y la expresión en directo, aumentando el deseo a las actividades culturales en nuestras comunidades.
Finalmente, hemos de destacar la irrupción de una nueva brecha cultural a las tradicionales de acceso a la cultura con la importancia del acceso a internet y la conectividad para sectores de población, barrios y territorios. Unida a los factores habituales de disposición de equipamiento cultural en los hogares con las características de la vivienda, etc. Un conjunto de elementos que se unen a la necesaria reflexión sobre la incidencia de estos factores en la pobreza cultural en el ejercicio de los derechos culturales.
La Crisis En El Sector Cultural El Sistema Cultural
Lo que conocemos como sector cultural está viviendo una gran crisis por la caída de la demanda y la dificultad de mantener una oferta de acuerdo con los escenarios tradicionales. La estructura socioeconómica de la producción, los bienes y servicios culturales se hunden en esta crisis y manifiesta su fragilidad. La precarización de los empleos culturales y de la actividad artística y creativa ha evidenciado los problemas orgánicos de un sector que aporta casi el 4 % del PIB en España, pero que mantiene funcionamientos internos muy débiles y poco adaptados al cambio y a la innovación.
Las nuevas experiencias de virtualidad aún no generan el flujo económico para el mantenimiento del sector cultural que requerirá adaptación e integración apresurada. Solo algunos ámbitos subsisten y reclaman ayudas a los gobiernos y atisban un cambio importante a corto plazo. El sector cultural evidencia muchas de sus contradicciones que desde hace años se podían prever, le falta adecuación a la nueva realidad, principalmente por la atomización de sus subsectores que son incapaces de presentarse como un bloque y cada uno plantea sus reivindicaciones sin atenerse al conjunto. La capacidad de adaptación a la nueva situación ha sido evidente con los cambios en las formas y con la oferta de una imagen de que la cultura es segura o la rapidez para plantear nuevos formatos en los servicios culturales como el streaming o las ofertas digitales en línea. El valioso aporte del sector cultural al desarrollo se está destruyendo sin perspectiva de recuperación a corto plazo.
Esta crisis ha evidenciado que muchos problemas no pueden abordarse solamente desde una perspectiva local-nacional ni desde una lectura departamental o disciplinar. Nos encontramos en un contexto donde la respuesta a ciertas necesidades o problemas requiere lecturas amplias dentro de la complejidad y la interdependencia.
Por esta razón es que se presenta como ineludible transitar hacia una concepción sistémica (o ecosistémica) de la cultura en nuestras sociedades, diferenciar la vida cultural de las ciudadanías y el sector cultural como realidad socioeconómica. Entendiendo como sistema cultural un gran número de componentes o elementos que se relacionan permanentemente entre sí de forma dinámica en constante interdependencia. Algunos de estos componentes (o ámbitos) son conocidos o tradicionales de los modelos clásicos de entender la cultura en la sociedad actual (artes, patrimonio, música, teatro, lectura pública, etc.).
A estos se le han de adicionar otros que, a lectura de la visión sistémica, inciden, condicionan e interactúan en un sistema cultural: la comunicación, la movilidad, el hábitat y urbanismo, la seguridad, el acceso a conexión, el clima, la educación, el medioambiente y la salud, entre otros. Las interacciones y dependencias son cada vez más evidentes y solo encuentran eficacia en la complementariedad y en la generación de sinergias hacia la sostenibilidad.
Entender la cultura como sistema predispone salir de las definiciones teóricas o disciplinares para realizar una lectura más real de la situación en nuestros contextos sociales. Aceptando que lo que denominamos cultura no es un departamento más o menos definido en la institucionalidad cultural de todo tipo, sino un conjunto de intervenciones, relaciones e interdependencias entre diferentes elementos. Para satisfacer las necesidades culturales de las personas, grupos o comunidades se requiere de un amplio abanico de posibilidades en un marco de libertad cultural, lo cual implica que cada persona define sus necesidades culturales individualmente o a veces colectivamente.