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TEJER LA ESPERANZA: EL FUTURO HACIA LO COMUNITARIO, LO PEQUEÑO, LO SOLITARIO40
from Intersecciones Vol. 2 Repensar desde El Salvador las relaciones entre cultura y desarrollo en tiempo
by CCESV
Marlen Argueta (El Salvador)
Gestora cultural
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Estamos en un momento histórico donde la pandemia por la COVID-19 ha vuelto evidente los problemas estructurales con los cuales cargan nuestros países en Latinoamérica, y ha puesto de manifiesto la fragilidad de la vida ante la desigualdad económica, política, social y cultural a nivel mundial.
Esta crisis sanitaria nos recuerda que algunas palabras existían antes de la pandemia, como racismo, pobreza, extractivismo, conservadurismo, crisis hídrica, machismo, colonialismo y un sinfín que podríamos agregar a una larga lista de conceptos, los cuales comparten la mercantilización de casi todas las cosas.
En medio de esta crisis mundial la cultura también se encuentra en emergencia. En muchos países ya se ha establecido el cierre de espacios, cines, parques, sitios arqueológicos, museos, cancelación de espectáculos, conciertos, despidos, recortes presupuestarios, ausencia de planes y de acciones certeras para el sector artístico y cultural.
Ante este panorama de crisis las preguntas se agudizan, se transforman, se dislocan y nos permite pensar que las respuestas de futuro están, posiblemente, muy cerca de las resistencias creativas: pensar el arte y la cultura como antídoto, como una vacuna ante el virus.
Pero, ¿qué supone confiar o pensar en el arte como una vacuna ante este virus que se ha vuelto letal?
Las respuestas pueden ser muchas. Actualmente, las redes sociales se han vuelto la plataforma donde muchos artistas y creadores han liberado de manera solidaria sus productos culturales, con el fin de aportar a la salud y al bienestar social.
Una propuesta de resistencia pero con mucha creatividad de este sector, a pesar de ser uno de los más golpeados a nivel mundial, recordemos que fueron los primeros en cerrar y seguramente serán los últimos en abrir nuevamente sus puertas al público.
Las manifestaciones de resistencias creativas expresadas por los artistas han permitido un revuelo asociativo, organizativo y reflexivo para la búsqueda de alternativas que protejan la fragilidad del arte y la cultura; nuevos paradigmas y propuestas que permiten avanzar de manera asociativa y solidaria hacia la financiación estructural para la cultura; desde lo colectivo y no desde lo individual: abandonando el yo para mí –yo para los míos– por un yo para nosotros, nosotros para nosotros
La pandemia también se ha convertido en excusa para las juntanzas de colaboración y co-creación entre colectivos de diferentes partes del mundo; una manera distinta del intercambio y de comunicación basados en la confianza y el cooperativismo y no en la industria y el mercantilismo.
Estos intercambios permiten (re)pensar las cercanías y las distancias que cobran otros sentidos en esta época de distanciamiento social, que en realidad es distanciamiento físico. Para el teatro, por ejemplo, se abren las puertas a un nuevo viaje de experimentación, donde la dimensión colectiva de su creación se ve directamente afectada, trastocada. Porque el teatro es más próximo a la pedagogía y no es masivo, es efímero, artesanal.
En la búsqueda de respuestas y resistencias ante la crisis, los trabajadores y hacedores de la cultura han logrado establecer caminos que nos acercan a una economía más justa y solidaria, juntando la fuerza del cooperativismo y la potencia de las organizaciones artísticas y culturales.
Una muestra de estas juntanzas es la Plataforma de arte y cultura en Colombia, donde ciento sesenta organizaciones culturales, aproximadamente, se reúnen en una cooperativa llamada Confiar, con el lema: “cooperativizar para un buen vivir”.
La cooperativa busca a través de la cooperación, la innovación y la creatividad respuestas para establecer una economía que sea atravesada por la dignidad, la inclusión y la justicia restaurativa para todos los colectivos que la conforman, la idea es crear una red sostenible que pueda tejer esperanza. 41
Otra iniciativa que nos permite visualizar esas propuestas de resistencias o procesos modélicos creativos es La Ortiga Colectiva, un proyecto cultural ubicado en una zona rural de
Cantabria, España. Como ellos mismos se autodefinen, responden a un proceso que teje culturas de lo común. En este tejer, la ecología, las artes, la alimentación, las letras se juntan en un espacio intergeneracional y feminista. Una comunidad que surge para repensar las maneras distintas de estar en el mundo, una red de personas que ponen la vida al centro de todas las cosas42.
En Centroamérica podemos seguir la pista al Tejido Mesoamericano de Culturas Vivas Comunitarias, un espacio que reúne el esfuerzo de ocho países (México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, Cuba y Puerto Rico) por mantener vivo el espíritu del encuentro y establecer intercambios que fortalezcan el trabajo de las redes comunitarias en tiempo de pandemia. Un espacio para hilar palabras de resistencia en comunidad.
Estos son solo algunos de los muchos ejemplos que dan muestra de cómo la cultura y el arte funcionan como antídoto y respuesta a la crisis social que genera la pandemia; pero no solo la generada por la COVID-19, sino las más de cientos de pandemias que padecen históricamente los pueblos latinoamericanos.
Pensar en el arte y la cultura como respuesta y antídoto también supone pensar en una salvación de manera integral. Dejar de ubicar a la cultura solamente entre los que hacen cultura y ubicarla también entre quienes piensan la economía, la seguridad, el medio ambiente, la salud y la educación de nuestros países.
Cuando se planifican acciones para la cultura se dialoga solo con los que se dedican a ello; pero es importante romper la verticalidad e involucrar a todos los sectores de la sociedad, para lograr respuestas integrales a problemas estructurales.
Es un buen momento para comprender que la cultura es parte fundamental del desarrollo humano, es un buen momento para pensar que, más que gestionar o transformar la cultura podemos “habitarla” para construir una visión integral que permita la sostenibilidad de la vida digna.