Revista Literaria Navegantes Indómitos by Casa de Cultura Las Estancias

Navegantes indómitos Revista literaria Octubre de 2020 N.° 1 Comité editorial Jheny Fernanda Duque Duque Yurany Duque Duque Diagramación e ilustraciones Leonardo Andrés Campo Menco leonardocampo12@gmail.com - instagram.com/leonardo.campom ©de los textos e ilustraciones: cada escritor y artista es propietario intelectual de su obra y, claramente, dueño de sus derechos de autor. ©Navegantes indomitos, por la presente edición Medellín, Antioquia, Colombia

Índice Manifiesto Navegantes indómitos...............................................................................................5 Pensé ¡Una gran despedida, un volver a empezar! Ingris Gaibao...............................................................................................................8 Más que sociedad, diversidad humana Un acompañante natural aborrecido por la humanidad Kimberly Góez.........................................................................................................17 El placer como consigna feminista Corro. Camino. Me siento. Prohibido Jheny Duque.............................................................................................................25

Magnum opus

Roja Jeferson Herrera.......................................................................................................37 El infortunio de un joven poeta Conversando con mi patria Enfrentamiento Miguel Ángel Montoya............................................................................................43 Subconsiente El cristal Cindy Arias...............................................................................................................52 Llamado a mi Crónica de muerte Liced Castrillón........................................................................................................61 Desnudez Felicidad efímera Andrés Vélez..............................................................................................................68 Cuatro y veinte Menos mal que ayer fue el Bogotazo, sino, ya habríamos tenido un tiroteo Juan Gómez...............................................................................................................74 Quiero Kerapuma Domicó...................................................................................................81 ¿Pronto vendrá papá? Comerciantes del conocimiento Daniel Holguín.........................................................................................................84

Manifiesto Navegantes indómitos La sociedad actualmente vive en un escenario apocalíptico. Lo que parecía imposible empieza a gestarse. En medio de una innegable precariedad, la humanidad demostró la fuerza de las acciones colectivas y comunitarias. Meditar, sembrar y sembrarse… acciones que empezaron a ser el día a día. También el dejar de creer, sacar los instintos primarios y vivir la incertidumbre de cada instante fecundo de la vida. A pesar de todas estas situaciones, muchas personas, en diferentes lugares de Medellín, siguieron creyendo en la lectura y la escritura como medios expresivos. Un día cualquiera, una pequeña chispa empezó a encenderse en el corazón de alguien, ese alguien entonces empezó a juntar a otras llamas que ardían sin cesar en sus pequeños espacios. Juntas y juntos, luego de mucho pensarlo, decidieron nombrarse «navegantes indómitos». En conjunto fueron descubriendo su alma en cada línea y las expresiones trazadas e impregnadas en las memorias como fragmentos de vida que no se borran ni con el paso del tiempo. Fue por ello que, a pesar de lo diverso de sus acciones y sentires, coincidieron en expresar lo vivido e inspirar a jóvenes para amar el lenguaje, la literatura y las acciones en red. Navegantes indómitos se gesta con el deseo de representar la crítica y la acción mediante la escritura, la conceptualización del dolor, la pasión, la rabia y la esperanza que a nosotros, como seres humanos y jóvenes diversos, nos han

censurado y deslegitimado en algunas ocasiones porque no cumplen las expectativas de una sociedad colombiana sumida en prejuicios y dogmas. En primera persona nos empoderamos del espacio, proponemos la libertad y autonomía que nos impulsan a cuestionarnos siempre, reconociéndonos como seres históricos y honrando la rebeldía de Gonzalo Arango, la realidad histórica de María Teresa Uribe y el realismo mágico de García Márquez. Navegantes indómitos es un colectivo literario juvenil que se reconoce en el otro y la otra y se suma a las demás llamas nacientes y crecientes de la Medellín intransigente, disruptiva, creadora. Sabemos además que hay una y un navegante en cada ser, reposando, esperando el momento para alzar su voz y gritarle al mundo ¡aquí estoy! Navegar consiste en embarcarse en el agua, palpar el aire intangible en medio de historias que proporcionan cierta seguridad, euforia y bonanza. Navegar es arriesgarse, equivocarse, estar en desacuerdo, escribir con el odio que solo proporciona el profundo amor. La diversidad que decidimos mantener, une la energía y el entendimiento para tratar de comprendernos. La inspiración es un contagio que nos une. No estar conformes es nuestra marca personal. Revolucionamos la forma de pensar y nos reinventamos al tiempo que nos corregimos entre nosotros, nos decimos la opinión en la pantalla (debido a la nueva normalidad de la pandemia) aun cuando esta sea muy directa, y es así como vamos fusionando nuestras ideas para sorprender, experimentar cada línea en la piel y descubrir el valor de la otra y el otro en cada encuentro y

propuesta. Una tarea ardua, pues afrontar nuestros deseos con los demás no es nada simple; el miedo ha sido parte de la aventura y arriesgarnos a aprender requiere de estar cara a cara con los demonios y ángeles que llevamos dentro, porque no sirve escribir simplemente por inactividad. Nuestras armas: un lápiz y un papel, además de los deseos implacables de generar preguntas y revolcar la normalidad. Somos divertidos, creativos, soñadores y rebeldes. ¡Somos navegantes indómitos!

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Pensé Ingris Gaibao

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Ingris Gaibao. Psicóloga especialista en Neuropsicopedagogía Infantil, oriunda del municipio de Nechí Antioquia, amante de la lectura y la escritura. Le gusta pertenecer a grupos en los que puede desarrollar su labor social y profesional, aprovechando sus pasiones e intereses.

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Pensé que era el momento, el lugar ideal y ¿saben qué? Pensé en todos: en los detalles, en la adversidad, en nuestras lágrimas. ¿Recuerdas cuánto nos hemos caído? ¿cuán inundados hemos estado? Pensé en todo lo que hemos despedido, en lo que nos hemos equivocado... Pensé, además, en lo felices que hemos sido; en nuestra verraquera, en el sol que nos levanta todos los días,

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en ese horizonte inimaginable, en nuestras riquezas y en nuestros ríos. Nuestros, sí, desde que tenemos memoria... Pensé que podíamos volver a nacer, porque estamos hechos de hierro, nos ha tocado levantarnos desde abajo, recoger lo que se llevó el río. Pensé en las cenizas, en el despertar, en que no importa cuánto nos tome, no importa la necedad, pensé en que así, humildes, a veces solemos ser tercos. Pensé en la pesca, en nuestro comercio, en nuestras cosechas. Pensé en los pequeños y me vi en ellos, en sus ojos, en sus pies descalzos. Pensé en el ruido, en cuánto hemos llorado. Pensé en el miedo, en el silencio, en el bullicio, en las fiestas del 20 de enero. He pensado tanto...

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Pensé en nuestras peleas banales, en esas figuras que nos representan, en Álvaro, en Orlando, en Silvia, en Frank, en Jairo, en tantos... Pensé en nuestros ancestros, en las montañas, en nuestra fauna, en el oro, en nuestro patrimonio, en nuestros símbolos patrios, en nuestro himno, en nuestras carencias, en lo que nos caracteriza. Pensé en toda nuestra historia, en los nombres que hemos tenido, en lo que significa nuestra identidad. En ese oro natural, en nuestra zona bermejal, en nuestros fundadores. En el lápiz y el lienzo que llenamos, en la creatividad, en la imaginación. Pensé en nuestra inteligencia, en nuestras creencias, en la iglesia,

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R e v i s t a l i t e r a r i a . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . N AV E G A N T E S i n d ó m i t o s

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en las teresitas, en la canoa, en el trasmallo. Pensé en el arroz, en los juegos de calle, en cuanto hemos cambiado, en lo que nos hemos transformado, en nuestra resiliencia... Y lo mejor de pensarlo, es saber que mi Nechí está lleno de todo eso. Está lleno de momentos buenos, de aquellos dolorosos y de aquellos que nos enorgullecen. Y merecemos ser mejores, merecemos ser una voz, un sólo andar, pensar y sentir. Eso pensé.

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¡Una gran despedida, un volver a empezar! Ingris Gaibao Dedicado a dos personas grandiosas en mi vida: Alex y Katia

A veces suele pasar, suele ocurrir, a veces simplemente tienes que decir, tienes que expresar desde lo más profundo de tu ser esa nostalgia, esa alegría, esa angustia, esa ansiedad, por un hecho que no quieres imaginar. Pero debes recordar, debes entender que llegó el momento,

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ese momento de remembrar no sólo el hecho, sino la persona , el aprendizaje perdurable en el tiempo, en la memoria, en la sinfonía de la vida. A veces suele pasar, suele ocurrir, a veces simplemente tienes que decir que como ayer, como hoy, como mañana, debes despedir, debes reconocer, debes agradecer, no sólo el hecho, sino a las personas, esas personas que lograron que tu vida, que tu mente, que tu ser se transformaran, se deleitaran, se imaginaran, se pensaran de forma distinta, de forma increíble. A veces suele pasar, suele ocurrir,

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a veces simplemente tienes que decir: ¡Gracias por existir! ¡Gracias por existir!

Mi nombre es Kimberly Xiomara Góez Sauceda. Soy estudiante de Ingeniería Ambiental de la Universidad Colegio Mayor de Antioquia, amante de los ecosistemas y apasionada por el voluntariado social y ambiental. Disfruto de diversas danzas y soy consumidora de conocimiento. La frase con la que vibro es: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota de agua en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota” Madre Teresa de Calcuta.

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Un acompañante natural aborrecido por la humanidad Kimberly Góez

Esos anhelos de hiperproductividad, tratando de retribuir el tiempo en el que me movilizaba, fueron aplacados por aquel episodio de ansiedad a las 5 de la mañana. Unas semanas después de iniciada la cuarentena, esa presión en el pecho, esa misma que no me permitía levantarme de la cama, abrió mi mente y me sumergió en un estado de reflexión. El anhelo de llevar un estilo de vida saludable se queda en un fracaso anunciado, en promesas sin cumplir. El molesto ruido en la televisión sobre esa noticia incansable, aquella sobre el coronavirus, perturba mi estado apacible. Al menos tomé una decisión sensata, la de estar confinada, aunque a muchos no les guste llamarlo así. Estando en este estado me siento en un intercambio con aquellos animales

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silvestres traficados, secuestrados de su ecosistema, porque mi casa era mi hogar, pero solo a la hora de dormir; vivía en otros lugares: la universidad, el cerro tutelar, las callejeadas por mi ciudad y estaba bien así, eso me mantenía viva. Ahora solo me conformo con estentóreos llamados que le gritan a mi impasibilidad. Todos están interesados en el estrepitoso acompañante. Muchos sienten recelo hacia los dirigentes de esas potencias que desamparan a un país que los necesita. Quedamos embriagados pobres y ricos por aquel aparecido que se refugia en nuestros hogares, en nuestro cuerpo. Continúo llevando mi vida de manera habitual, tratando de asumir una cotidianidad, supliendo mis necesidades básicas, frenando los placeres de una sociedad que en la calle me tienta a caer por el abismo. En cierta medida me siento protegida por las cuatro paredes de esta morada que me cubre. Observo mi tez pálida, aunque no es motivo de asombro, son obvias las razones que producen aquella blancura. Pasé por unas improvisadas vacaciones que, pareciendo eternas, ahora llegaron a su fin. Cuánto quisiera tener control, tranquilidad, no sólo en el alma, sino también en aquellos sentimientos nacidos de esta situación. Sería fascinante poder suprimir mis emociones... Bipolar me suelen decir, loca es otro apelativo, porque me la paso en una montaña rusa llena de altibajos, de fugaces instantes colmados de preguntas que pueden parecer ambiguas e incluso torpes en mi discurso; yo no veo estos como aspectos negativos, en cierta medida me gustan, le

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he sacado provecho a este encierro, así es como mis ideas y cuestionamientos han florecido. El camino incesante de mi ciclo terrenal está en una etapa de choque con su hábitat corporal. Llena de discordancias está la sociedad. Repleto está el mundo de seres con anhelos de más, aunque hay una tierra que detiene su andar a causa de un pasajero que solo pretende importunar. ¿Cuándo será que logramos mantener nuestra conciencia en armonía con nuestro accionar? Quizás ni la visita, ahora convertida en inquilino, despierte del letargo a esta especie humana que sufre de ausencia de organización y que padece de aturdimiento mental.

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se perdía en el anhelo incesante de crear algo, de engendrar a alguien… El propósito de la vida está en procrear a otros a tu costa.

Más que diversidad humana

sociedad,

Kimberly Góez

«Es la sociedad la culpable», dicen. Cuando el ser humano dejó de ser un nómada, cuando empezó a establecerse, se formaron comunidades y sociedades. El hombre, en busca de una identidad, de un sentido para su vida, dejó de lado la filosofía, para así dar paso a los sentimientos, algunos de ellos ocultos en un mismo ser, mientras otros eran secretos de dos o tres. La religión se convirtió en el gran paradigma y cuestionamiento de muchos, aun cuando se presentó como un limitante en el desarrollo y descubrimiento del ser y llevó al individuo a convertirse en una máquina reproductiva, sin permiso al disfrute del cuerpo, su gran templo, sin consentimiento para aventurarse en él y los placeres que a sí mismo puede provocar o que en compañía llega a ocasionar. El material humano cuya identidad

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Cada persona perteneciente a este sistema impuesto, necesita una identidad. Su físico causa percepciones: su vestimenta, su actuar, su hablar, una lista de características por cumplir. Ahora me pregunto: entre todas estas imposiciones, ¿hay algún intermedio o ninguno? Hay quienes no ven la necesidad de encajar, no es algo vital. Estos que no pueden o no encajan en ningún tipo de esquema me hacen cuestionar aquella necesidad humana de educar, de imponer patrones de conducta, vestuario y hasta pensamiento. Aquí no hay pedagogía, hay instrucción desmesurada. ¿Acaso alguien se pregunta cuántas formas hay de existir y permanecer en el mundo?

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23 Muchos aplauden la diversidad, pero miran feo al ver a dos hombres abrazarse; ¿por qué no genera agitación el hecho de ver a dos mujeres abrazarse? Cuando las almas se abrazan más allá de los cuerpos: eso es lo real, lo trascendental. ¿Desde cuándo se pidió la opinión de alguien para enamorarse? Quien ama sin condición, no mira con los ojos a quien besa, sino con el corazón, porque se trata de un amor al ser humano, no a su sexo.

Todo esto me hace pensar que, más que un encierro debido a la pandemia, el nuestro es un encarcelamiento mental. Hemos perdido la creatividad, la capacidad de tomar decisiones de manera consciente. Se ha determinado lo que es el bien y el mal, todo tiene un antónimo, tiene que ser así para nosotros: frío o caliente, arriba o abajo, sí o no, normal o diferente. Tal vez por eso no hay un gozo pleno para aquel que vive en los linderos de la norma.

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La apariencia a algunos les dice mucho, a otros les es superfluo Algunos se pasan la vida entera pensando en ello, porque es lo que les ha vendido la televisión, la publicidad en internet, lo que se repite en cada poste encontrado en las calles, en los medios de desinformación…

Estoy segura de que hay muchos temores, pero el más grande es permitirse tener un sexo libre en una sociedad enferma, con involución de pensamiento. No se trata de ser abiertos, sino críticos, y de entender la libertad y la diversidad como una forma más en la que el ser humano florece.

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Mi nombre es Jheny Duque, pero me encanta que me digan Sol. Soy estudiante de Licenciatura en Filosofía de la Universidad de Antioquia y amante de la educación popular y crítica. Me encanta escuchar música y re-conocer escenarios y sentimientos. La frase con la que vibro es: «¿Quién dijo que todo está perdido? yo vengo a ofrecer mi corazón» —Fito Páez. Me pueden encontrar en instagram como sol.aeternam.

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Corro. Camino. Me siento. Jheny Duque

Tu tradición me predestinó desde siempre a la rebeldía. La demencia de tu producción me arrojó en los hornos de la pasión creadora y la contemplación (…) Mi alma ama la pobreza, la aridez y las piedras (Arango, 2016)

Frías mis manos, distraído el mar de opciones interiores, dispongo un viejo lápiz y un raído papel para tomar pequeñas anotaciones matinales. Pienso, mientras siento, en lo lleno que se pone el tranvía a las 6:55 a.m. Almas desvencijadas se alternan para incomodar mi ya irregular mañana, atestada de olores repugnantes y ruidos alternados entre lo inusual y desesperante. A mi lado una pequeña niña, descuidada de aspecto, «hija de aquel obrero», pienso, en el mismo instante en el

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que él le dice unas palabras frías, pero fatigosamente melosas. En sus cuerpos, sucios harapos. Suspiro. Después de un pequeño instante detenido en sus dos siluetas y mis cavilaciones sobre las mismas, prosigo a marcar con el lápiz la hoja vacía. E s c r i b o . . . b o r r o . . . ESCR. . . Empiezo a creer que es ya imposible, algo en mi alma me inhabilita para vomitar lo que fuera que ese día se me fuese a ocurrir. Pienso en… Pienso. Todos aquí dentro, en esta esfera asfixiante, obedecemos órdenes; aceptamos, subyugados, comer en silencio; vamos hacia un rumbo fijo y, distraídos de la vida, embriagamos los sueños que por orden de nadie quedan descontinuados para esta época. Un ruido frío y seco interrumpe mis pensamientos a medio entrar. «Siguiente parada: su destino, seguramente.» Con una potencia casi sobrenatural, salgo corriendo de aquel tranvía y un sentimiento de rabia, miedo y dolor se apodera de mí. Todo cuanto intento observar se torna oscuro, inescrutable. No se me antoja el cigarrillo que nunca consumo. No se me antoja la bebida que detesto. Camino, casi dando zancadas y siento un remolino de sensaciones. Aturdimiento mental. El humo de las fábricas, antes de llegar a mi destino, ciegan mi comúnmente turbia mirada. Sin embargo, llego, casi en una alucinación ebria de mi cuerpo exhausto por la vida misma. Tarde dos minutos. No demoran los descargos, me preparo.

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No termino de llegar y respirar el contaminado aire y el restringido deseo de pensar, para hilar el monto de sensaciones que venía acumulando en el día, cuando una voz seca y altiva, me llama a su oficina. —Seré breve: su productividad se ha reducido notablemente. —Ha de ser que ando distraída— acoto como contra el viento. —Cada vez es usted más irreverente… No estará pensando unirse a la Asamblea General de Trabajadores o, lo que sería peor, hacer su propio sindicato. Debería considerar que esta es una de las mejores empresas para laborar y se le da lo mejor a quien da lo mejor de sí; es nuestro lema. Sonrío. —Se equivoca—, digo. De ser así, ya lo hubiese hecho. Y aún con todo ello, no faltara quién besara su sucia bota y el precepto que usted defiende, sin pedir yo explicación alguna. —No comprendo. —Ahora es usted quien no comprende. —Así es. —Está bien, yo también seré breve: con todo el capital humano que usted maneja, de sobra tiene para que ellos armaran contra usted la segunda revolución francesa, pero mire, los tiene a todos ellos pasivos y gentiles ante monstruosa frialdad. —Es usted… —Me voy—, interrumpe. —Paso dentro de ocho días por los centavos que usted tirará sobre mis pies, eso si corro con suerte—.

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Silencio. Como liberada por mis sentidos, agarré mi bulto de libertad y corrí hacia no sé donde. Sentí miradas y gritos de admiración, pensé y corroboré lo que tanto tiempo había escrito como un hombre sin nombre y por fin pude definirlo. Todos aquellos que con tierna admiración o extrañeza vieron mi cometido, no sobrepasan los linderos de la libertad. Solo se quedaron allí, propósitos muertos. Pienso que así corre su vida: inacción, muerte del espíritu, sobre-existir. De otra manera no se abalanzarían con odio entre fantasías sobre su patrón, mientras obedecen y desahogan luego su rabia en el licor y en la Asamblea General de Trabajadores (lo que habían definido como el próximo progreso y triunfo del proletariado). Lastimosamente, esta fue deformada, desintegrada, ahogada en la ignorancia. Embestida por una extraña melancolía que supone el después de un tedioso dejamiento de la rutina, casi deseo por inercia llevar mi cansado cuerpo al mar y tirarlo con las mismísimas piedras. Abandonarlo todo, para que sea tragado por las silenciosas olas. Pienso, de nuevo, en los obreros que me vieron abandonar aquel recinto. Tengo en mi mochila papeles que nunca leí sobre sus ideales muertos. Rompo en llantos sobre la fría noche: Pasado el atardecer, el anochecer y la vida errante. Pasados los años, los días y los patíbulos mortíferos. Pasado el misticismo, la esperanza y el amor en la época del miedo y la indiferencia. Solo me queda por proponer un presagio sobre la vida:

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El ser humano tiene salvación, aunque no lo crea. Solo se podrá redimir ante la historia, cuando se autoproclame en libertad creadora y conciencia crítica personal. «Yo hago porque yo pienso, yo hago porque yo sé.» Solo si es así, entonces que ardan la ciudad, el cielo y cada alma de cada proletario, si es necesario, Solo si es así, que erijan banderas, luchen y griten que han conquistado, ¡que por fin han conquistado! La tierra que siempre prometieron liberar. ¡Que la historia nos redima y la vida nos perdone, por amarla por encima de la muerte!

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y el encuentro necesario con lo divino. Se lee y se explora: El placer como consigna feminista.

El placer como consigna feminista Jheny Duque

Abundantes rĂos corren, cantan, aplauden, florecen en la inmensidad del cielo, representan la llama, el sosiego, el silencio, la vida. Se emancipan de tortuosas caricias, exigen la presencia debida, la honrosa sensaciĂłn divina, del cuerpo dichoso y palpitante. Se riegan en millones de seres, reclamando el gozo atrasado y fingido, en la diversidad de sexos y vidas, encontrando su cauce divino. Por la consigna del placer, del movimiento, del rĂo, por el derecho nacer, a fluir y sentirse viva, por la desnudez primaria

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Prohibido Jheny Duque

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Prohibido . . . Se lee en aquel jardín envuelto de flores marchitas dispuestas al olvido. Brinda leves brisas de verde en un trágico paisaje sonrojado, expropiado y empapado de gris. Sin pedir permiso Se emancipa, se incomoda, se pervierte de colores, se sacia de amistades y

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Al Gris Incoloro Se Resiste. Se resiste aquel trágico paisaje y resiste quien entra sin permiso, delimitando el todo como premisa máxima. Y busca en aquel jardín el significado de prohibido. Se topa con el aire que le envuelve los huesos y solo eso quiere buscar Con soberana, necesaria, absoluta alegría se hace dos y tres con aquel paisaje mal pintado, mal delimitado, mal llamado. . . . Prohibido Una dicha profunda e inefable cubre su rostro perdido en los años; pero la noche, La noche incierta y tenebrosa, la noche invisible y desgraciada, llegó. Llegó la noche y secuestró el paisaje, las llamas envolvieron todo cuanto pudieron a su paso, los colores se mostraban de nuevo invisibles. Un silencio reinó. Casi. . . .

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Como de costumbre, siguió reinando, avalado en un cartel más grande y vasto: «Propiedad privada, no pase». Sin embargo, ante el silencio, ante la muerte, ante las llamas, Volvieron a emanciparse pequeños frutos, pequeños colores, más discretos, pero más robustos, Ante la cruel, silenciosa y despiadada noche ávida de terror y orden. Mi nombre es Jeferson Andrés Herrera Sepúlveda, mi seudónimo es Segismundo Jahs o simplemente Jahs. Tengo 21 años, soy estudiante de derecho de la UdeA. Me apasiona la literatura, estoy los inicios de mi formación como escritor de cuento y poesía. Lo que más me gusta hacer es compartir con la gente y espero que las letras sean un gran motivo para hacer amistades y tejer lazos fraternos. Una frase que me define (me la dijo mi padre) es: «si vas a hacer algo, hazlo bien, si no, mejor no hagas nada».

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repensado. Y ahora sí, después de crearla a ella, pudo descansar y simplemente admirar.

Magnum opus Jeferson Herrera

En el principio Dios creó el cielo y la tierra, después le dio brillo a la galaxia con las estrellas y los astros. A la tierra le puso el pincel, los paisajes no se hicieron solos. Regó vida, creó al sinzonte y al colibrí. La ballena azul comandó el mar, el pez payaso lo alegró. Luego, habiendo terminado esto, vino su obra maestra: el hombre, dibujado con detallada fuerza y calidad en el trazo. No bastándole con todas esas cualidades, le otorgó el poder del raciocinio. Su mejor obra, sin duda alguna; pero, como Dios es insaciable, al ver todo lo bueno, siguió trabajando. Seguía sintiendo el vacío, algo le faltaba a su magnificente creación: juntó las perlas del mar, la cabellera del corcel, el toque felino del león, la gracia del flamenco, un par de senos inigualables, razón, suspicacia y sensibilidad. El señor repensó y perfeccionó lo

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Roja Jeferson Herrera

Ve, tanto la forma como la sustancia vienen del corazón y vos sos la razón. Me dueles, interna, desangro eterno te fuiste etérea yo aun sufriendo. Letras calientes como esas noches. Sonrisa fría como tu abandono. Te alejas de mi

como hilos de sangre ácida, impalpable inclemente, arrogante.

Mi nombre es Miguel Ángel Montoya Angée, nací en Medellín Antioquia, soy hijo de Maria Victoria Montoya Angée, egresado de la institución educativa Nuevo Cervantes Conocer y actualmente estudiante de Derecho de la Corporación Universitaria Americana; considero que me destaco por ser carismático, tener atracción por la literatura, las artes escénicas y la música.

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poeta

El infortunio de un joven Miguel Ángel Montoya

El infortunio de un joven poeta El día cae doblegado ante la fuerza impelente y devoradora de la noche y, de la misma manera, mengua su fuero interno y lo consume el miedo, ese miedo que solo aparece cuando su pensamiento se convierte en una máquina del tiempo que lo transporta al pasado. Aquel joven poeta piensa que no existe persona a la que le deba más de lo que se debe a sí mismo, pues ¡se ha permitido la autocompasión! Una noche se dedicó a contemplar a su musa la luna, cuya belleza no se veía opacada ni por aquellas nubes borrascosas que anunciaban de manera subrepticia, la tormenta que se avecinaba. Entre sus delirios a causa del insomnio, mientras miraba

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la luna, se preguntaba: ¿qué pasa con las personas tristes que divagan en este mundo y no saben que están muertas?, ¿cómo despertarlos de su letargo?, ¿cómo hacerlo cuando también yo tengo muerta el alma? Él estaba convencido de que muertos también son aquellos pobres exánimes a quien la experiencia y la poca ventura les han robado el espíritu. A pesar de que una y otra vez las mismas preguntas rondaban su cabeza, no lograba encontrar respuesta, lo cual le hizo sentirse frustrado, enojado e inútil, llevándolo al punto de perder el control sobre sus emociones y hacerlo llorar como un chiquillo. Deseando que alguien le diera respuesta a las preguntas que lo agobiaban, miró fijamente a la luna y le suplicó que lo ayudara, pero esta no respondió. El joven poeta, sin pensarlo más, se entregó a esta con todos sus sentimientos, le proclamó cada uno de sus pensamientos… ni siquiera pudo omitir lo que se encontraba en aquel lugar de su mente en donde rara vez socavaba. La luna, al presenciar el infortunio del joven poeta, no pudo evitar sentirse nostálgica, porque sabía que el ciclo de vida de aquel desgraciado estaba llegando a su fin.

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Conversando con mi patria Miguel Ángel Montoya

En uno de esos sueños en los que suelo recorrer el mundo, me encontré con una pequeña que llevaba puesto un traje típico de mi tierra. Lucía alegre y bailaba mientras cantaba música folclórica, pero cuando notó mi presencia, dejó de bailar, se acercó para entregarme una ocarina con forma de cocodrilo, y me dijo: —te he estado esperando, hijo mío. Sonreí y, después de darle las gracias por aquel regalo, le pregunté: «¿cómo te llamas, pequeña?» Ella respondió algo molesta: —tendrás que recordarlo. ¡sabes que no debes olvidar nunca cuáles son tus orígenes! Esas palabras me desconcertaron, pero no dudé ni un se-

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gundo en decirle que no existía posibilidad de que olvidara mis raíces. Ella me miró a los ojos y soltó una carcajada mientras daba palmadas en mi espalda. —Sí que eres divertido, hijo mío. Veo que no has olvidado de dónde eres, aún así, no recuerdas mi nombre—, dijo. En ese momento comencé a comprender lo que decía la pequeña y, para confirmar que ella era quien yo creía, le pedí el favor de que se describiera. Ella asintió con la cabeza. —pero debes prometerme que vas a cantar y bailar conmigo la canción que escuchaste hace un rato—, dijo. Acepté su petición, mientras ella con el afán y la energía propia de un niño comenzó a parafrasear estas palabras: «Soy el pergamino en el que se ha escrito con tinta y sangre la historia de mi pueblo. Cuando se habla de diversidad cultural, mi nombre es el que se menciona. Las personas a las que doy cobijo siempre hablan de mi sublime riqueza natural. Soy la patria de Gabriel García Márquez, de William Ospina Buitrago, Jorge Ricardo Isaacs Ferrer y de Totó la Momposina. Soy aquel lugar en donde el imaginario colectivo legitima la figura criminal, causando que nuestro referente más cercano sea un desaparecido jefe de la mafia. Soy quien aborrece las diásporas de su gente por culpa de los conflictos armados. Soy la inmarcesible tierra de aquellos que no temen a los escollos que se presentan en el camino.» ¿Has recordado mi nombre? —preguntó la niña— Ya no albergo en mí duda alguna: ¡tu nombre es Colombia!

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Enfrentamiento Miguel Ángel Montoya

Hoy tenemos un encuentro con la realidad a la que somos indiferentes diariamente, hoy debemos preguntarnos: ¿por qué cuando pasamos por el lado de una persona que está comiendo lo que otro echó a la basura, seguimos de largo, sin siquiera inmutarnos? ¿O, si miramos, por qué no hacemos nada para mejorar esa situación? Sé que ustedes, al igual que yo, han presenciado cómo en la calle se golpea entre varias personas al que roba a otro, pero también han presenciado cómo nos convertimos en sumisos cuando, a través de la política, somos explotados, reducidos a simples esclavos con salarios bajos.Cómo la indiferencia nos pica cuando vemos noticias de líderes que buscan un cambio, asesinados, cómo se apoya al narcotráfico, cómo los servicios de salud son privilegio y no derecho;

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pero no hacemos nada.Este es un comportamiento simple de entender, pues es más fácil atacar al débil, que levantarse contra el tirano. Y esta es la sociedad del facilismo. Piensen en lo fácil que se nos hace juzgar, ignorar, violar, robar, ser violentos, matar, mentir;ero piensen también en lo difícil que se nos hace escuchar, comprender, ceder, dejar el interés. ser más humanos y luchar por un cambio. Este es un país sin memoria al que poco le importan todas aquellas guerras civiles que abogaron por un cambio, todos aquellos muertos que propugnaron un día por la paz. Algunos han luchado y dejado para la posteridad un legado, han acariciado las mentes sensibles con sus ideas, generando revoluciones, creando expectativas de un cambio. ¿Saben cuánto tiempo nos tomó crear leyes para proteger los derechos humanos? ¡Miles de años¡ Ahora parece que estas leyes se esfumaron, y con ellas, surge el interrogante: ¿será que el término “humanidad” es por excelencia el que nos define? Si así fuera, tendríamos que preguntarnos entonces: ¿por qué somos tan indiferentes frente al sufrimiento del otro? Son preguntas que debemos hacernos antes de proclamarnos humanos. Así pues, los exhorto a soñar que este mundo lleno de mentiras, hipocresía y muertos en vida en el que vivimos puede mejorar. Para alimentar este pensamiento, les recuerdo aquella frase de René Pérez Joglar:

Soy lo que me enseñó mi padre, el que no quiere a su patria, no quiere a su madre. Soy América Latina, un pueblo sin piernas, pero que camina.

Somos América Latina, el pueblo al que le cortan las

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piernas y camina hacia sus sueños con el corazón, con los ojos, con las manos y con el alma. Somos ese pueblo que aún sangrando, sigue en pie, porque creemos en una patria justa, en el amor al prójimo. Somos esperanza, somos resiliencia.

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Subconsiente Cindy Arias

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Mi nombre es Cindy Vanessa Arias Osorio, tengo 18 años y estudio licenciatura en filosofía en la Universidad de Antioquia. Soy una persona demasiado sensible, analítica y sincera. Me gusta proyectarme, me apasiona el arte de una manera exagerada, pues para mi es la máxima expresión del hombre y reflejo del verdadero yo en conexión con el universo. Me gusta leer y aprender, pienso que el mundo se cambia con conocimiento, nobleza y empatía por el otro.

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Siento cómo tus palabras retumban en mi cabeza, a martillazos se abren paso e intentan alterar la poca tranquilidad que me queda. Intentan insertarse en mi subconsciente, tienes veneno en la punta de tu lengua. Mis ojos leen tus labios —odio, rencor, miedo; en síntesis: culpa— tú profieres palabras que yo no logro entender, no porque sean ininteligibles, sino porque son inverosímiles. Mi cuerpo se traslada hacia otra dimensión, deja de sentir; la realidad ya no es más que un concepto. —¿Acaso quieres torturarme?— le pregunto a mi inconsciente, sin entender muy bien a quién le hablo. Te veo a ti, enfrente mío, llorando, pero ya no sé quién llora: tú, yo o nosotros. Mi frustración se diluye en gotas gruesas que caen al suelo, se escapa con cada suspiro.

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Las paredes de mis pensamientos se tarjan, se descomponen en pequeñas partículas para posteriormente derrumbarse encima de mis ojos. Caen por los lagrimales, ¡caen! Yo caigo y el vacío que siente mi cuerpo se profundiza, pero mi mente se mantiene en pie, aunque tambaleante. Sueño con tocar tu corazón, sentir cómo palpita; pero se me hace imposible imaginarlo impasible, ahora solo lo veo impenetrable, furioso. Pierdes la cordura y yo contigo; gritas, con tus palabras destruyes todo a tu paso, incluyendo mi corazón. Me hundo en el vacío, en el dolor. Temo, temo por mi y por lo que tú puedes llegar a causar en mi mente. Ahora me agita aquella idea de pensar qué haré cuando sobrepases los límites de mi conciencia, cuando te insertes tan adentro, que ya no sea capaz de distinguir entre lo que es real y lo que es mero producto de esta obsesión absurda. Ahora mi mente está extraviada en el limbo de mi inconsciencia. Los recuerdos me envuelven como una bruma, indefinibles ellos, circunspecta yo, pero vívida, o al menos viva, insondable. ¿Qué soy? Le pregunto a la figura en el espejo cuyo reflejo no logro reconocer. Esa figura me hace sentir tranquila. La felicidad ahora es una metáfora inalcanzable para mi.

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El cristal Cindy Arias

«Todo va bien. Mereces ser feliz. Estás deambulando por el camino correcto. Cada vez estás más cerca de aquella meta que te mantiene firme en un mundo compuesto de gritos silenciados. Entonces, ¿qué es lo que te detiene?¿qué es aquello que te aflige cada mañana al abrir los ojos?¿cómo es que no eres feliz, aun siendo consciente de tu existencia? ¿de qué se compone y por qué te atrapa ese dolor inmenso que se parece a la soledad, a aquellas punzadas que tu mente no logra callar? Tu actitud alegre, vivaz y fuerte es un sueño, un reflejo de lo que deseas, una lucha constante por mejorar. Seré pesimista: estás fingiendo ser alguien que no eres. Te engañas creyendo que tu esfuerzo es tu realidad» En cuanto terminó de escribir, una lágrima casi invisible rozó su mejilla. Imperceptible a su tacto, se escapó y rodó hacia su cuello,

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aquel que albergaba tanto dolor en forma de mujer muda, mujer con miedo de desnudarse, ser juzgada y lastimada. Caminó hacia el baño, se dio una ducha de agua fría, intentando apaciguar los susurros en su cabeza (como si eso fuera posible). Gota a gota su piel se iba desgarrando, sus poros empezaron a abrirse y a almacenar aquel hilo que se convirtió en un estanque donde se mezclaron el agua y las lágrimas, donde se perdió la tristeza en la inmensidad de aquel mar. ¿Qué es el alma? Se preguntaba y no obtenía una respuesta clara. Para ella el alma no era simplemente una cuestión metafísica, era algo tangible, algo que se le escapaba de las manos en forma de pequeños pedazos y mientras más lejos estaban de sí, más cerca sentía la muerte. Más cerca de ser un ente, una simple presencia y no mente, esencia, marca y huella que se difumina en el fango, con la lluvia. Vio su reflejo en el agua y se sintió fuera de sí. Sus ojos no la veían a ella, ese no era su cuerpo, era algo que trascendía lo humano y no podía ser explicado en ningún lenguaje o lengua. Sintió cómo descubría lo más arcano de la existencia, de su existencia; la sensación de que una esencia recorría todo su cuerpo y se extendía más allá, hacia la realidad, de manera imperceptible. Por fin se descubrió en su forma más pura, por fin pudo entender quién era y para qué estaba en esta esfera astral. Todo parecía tan claro, pero del mismo modo confuso. Las imágenes pasaban como flashes en su cabeza y empezó a formar una película a base de pensamientos. Fotogramas que se reproducían en su mente sin parar y sin poder retroceder. «Es el poder

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de la mente y tu capacidad de conectar tus sentidos con tu fuerza interior, lo que te hacen trasladar la energía hacia tu cuerpo para poder comunicarte con aquel que se encuentra en otra dimensión astral. Aquella experiencia que vives en este momento no tiene tiempo ni edad, no es gozo ni pena. Ahora eres conciencia, no solo cuerpo. Bienvenida», escuchó ella mientras percibía todo aquello a su alrededor. Su guía había hablado. Después de divagar entre sus pensamientos unos cuantos minutos, que parecieron horas, se percató de que lo que sentía era real. Así pues, comenzó a explorar todo a su alrededor. Un camino lejano a su vista, iluminado por un haz de luces de todos los colores, una aurora boreal que le incendiaba la mirada y con sus rayos traspasaba sus ojos, su cerebro y de allí se extendía hacia todo su cuerpo. Ya no era carne, era luz que inundaba todos los rincones de las habitaciones, de las suyas propias, las de su interior. Aquella luz se trasparentaba por su piel, que era lo único realmente humano que le quedaba. A eso se aferró hasta que, finalmente y poco a poco, fue sintiéndose cómoda en aquel estado de intensidad. Tan apacible era su estado, que nunca imaginó que fuera cierto eso que le decía aquella voz interior que a ratos ignoraba: «donde hay luz, también hay oscuridad. Para no engañarte, debes confiar en tu intuición». Cynthia ignoraba aquella intuición, y fue a causa de ello que no se percató de que, detrás de aquel momento de iluminación, venía otra luz, una que cegaba, que hacía perder el juicio. Lo apolíneo y lo dionisiaco librando una batalla en su cabeza. La victo-

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ria sería compensada con su propia voluntad. Llantos, gritos, el crujir de dientes de aquellas almas que, aferradas al infierno no lograban escapar de tan absurdo castigo, uno que solo estaba en sus mentes. Es así como descubre Cynthia que los cuerpos no son más que la cárcel del espíritu, cortinas de humo que esconden el alma que puede ser libre en cuanto tenga convicción individual. Su espíritu casi inquebrantable llegó al clímax de su paciencia y se desplomó, cayó en picada sobre su cuerpo e inmediatamente ella sintió esto que llaman soledad, muerte, ausencia, catástrofe, odio, rencor y sobretodo temor, temor a no poder volver a estar tranquila nunca más. Su cuerpo no aguantó más el peso de sus pensamientos y también cayó al suelo. La sensación de ahogo te despierta de aquel sueño profundo en el que te sumergiste quién sabe cuánto tiempo atrás. Tu cuerpo te pide aire, pero no puedes responder a sus necesidades. El temor está atrapado en tus pulmones y bloquea tu garganta; quieres gritar, pero no puedes, los gritos de aquellas voces en tu interior son mucho más fuertes que los que intentas dar y no logras articular palabra. Tus ojos empiezan a derretirse con aquella luz que se torna de blanquecina a oscura, oscura como todos tus miedos y secretos, como aquella flor que creció entre la gravilla y fue aplastada por un descuidado y posteriormente se convirtió en maleza. Cizaña, eso eres ahora, aquella hierba mala que nunca muere o que parece muerta en vida. ¡Ya basta! La orden surte efecto y todas las voces se disipan, se esconden en un rincón. Siendo cizaña por fin logras

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tener autoridad sobre aquellos pensamientos hospedados en tu lado más oscuro, sobre aquellas voces que te atormentan constantemente. Si no puedes con el enemigo, únete. Hiciste una tregua con tus demonios y fue así como te dejaron en paz. ¿Qué es la soledad? Te preguntas mientras caminas hacia el vacío. Soledad es aquel momento de plenitud en el que te enteras de que no eres solo cuerpo, cuando eres consciente de que, a pesar de tener el agua al cuello con una piedra atada a tu tobillo, tocas el fondo de aquel mar que te sumerge y por fin puedes alzar la vista y te das cuenta de puedes deshacerte de la piedra que te hunde. Así es como todos salen del agujero hacia el que los hala la tristeza. Pero tú no, no no vas vivir lo mínimo para llenarte con lo máximo. No quieres hacerlo, en el fondo sabes que necesitas aquellas voces, aquella presencia en tu mente para poder mantener algo que se asemeje a la cordura.

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Soy Liced Castrillón, una empedernida por la cocina y la poesía, una chica extrovertida, amorosa y con grandes expectativas de aprendizaje continuo. Me gusta viajar y conocer distintas culturas. Me encanta estar con mis amigos y soy muy buena en los videojuegos.

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imperceptible, entre tus venas. Cuando la madrugada trae toda su alegría, su energía renovadora, pero luego la roca de la tarde te aplasta la cabeza, ¿qué haces?

Llamado a mi Liced Castrillón

¿Qué haces cuando ya nada te toca, cuando ya nada te alcanza? ¿Acaso sólo dejas de sentir? Qué haces cuando el estrépito de la rutina se siente como gritos ahogados en tu pecho. ¿Qué se supone que debes hacer cuando la risa no te llena y el recuerdo del ayer te acecha? Cuando la sangre pasa sutil,

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Qué haces Cuando sabes que el amanecer, traerá vida bajo su brazo, obligándote, como todos los días, a experimentar un interés poco genuino que desemboca en azorada rutina. ¿Acaso se puede dejar de sentir? ¿Acaso me he perdido y la vida es solo una cosa irracional, insensata? Aún no sé la respuesta y quizás no la sepa nunca La banalidad se ha apoderado tan fielmente de mi día a día, que pierdo, poco a poco, el interés por todo.

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Crónica de muerte Liced Castrillón

¡Me duele! Me duele todo, Me duele lo que conozco y hasta lo que no sabía que existía, Me duele la cabeza de tanto pensar en... ¿qué? En ti. Me duelen los ojos, pero me renuevan las lágrimas, estas alivianan mi carga y me hacen resplandecer. Me duelen los labios de tanto esperar… ¿qué? un futuro contigo,

tal y como lo prometiste ¿ahora? solo subsisto. Me duele la voz que tantas veces gritó tu nombre en silencio. A gritos mudos te llamé cuando te necesité, cuando por ti clamé. Susurré, canté y lloré y tú nunca respondiste yo nunca más hablé. Me duele el corazón malgasté mi fuerza en ti. Todas las veces que aquí dentro y con la sangre te sentí. Fue un sacrificio en vano, Mi cuerpo dejó de fluir aquí me dejaste, desahuciada, agonizante y de nuevo sin ti.

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Me duelen aquellas manos con las que toqué tu corazón y luego tu puerta porque no te quería perder. Con estas manos soporté el peso de tu estadía en mi corazón, en mi vida hasta que un día… simplemente te solté. Me duelen estas piernas

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con las que te esperé una, dos y tres largas noches hasta que me cansé. Los días se hicieron eternos, y yo mi paciencia agoté. Extenuada, derrotada, una noche por fin me senté.

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Desnudez Andrés Vélez

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Mi nombre es Juan Andrés Vélez Castañeda, pero me gusta que me digan Andrés. Actualmente no estudio, pero dentro de mis planes está estudiar comunicación social. Me encanta escribir, leer e investigar sobre cosas y situaciones desconocidas. Me gusta mucho escuchar rap y sentir que

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Entre tantas discrepancias que alimentan mi soledad, me quiero volver loco y un nuevo trago de mi botella tomar, para así envenenar recuerdos que muchas veces me ponen mal. Amé con vehemencia. Me entregué con fiereza, sin mirar atrás; entretanto, a la herida en mi corazón una nueva espina le intentaron clavar. Quiero recorrer las calles, sentarme y pensar en mis desaires. Quizás haya algo de felicidad en este viaje, aunque yo solo quiera destruirme, sin pensar en qué situaciones me base. Lloro, lloro para liberar mi alma; pero los recuerdos siguen clavándose como una daga. Quiero acabar mi botella sentado en la madrugada, pensando que esta vida es una

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contradicciĂłn insana, porque hoy te puedes estar ahogando en tristezas y maĂąana puedes ser un desierto en calma.

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Felicidad efímera Andrés Vélez

Y tú te vas insertando como una daga, en mi mente mientras poquito a poco me destruyes, me perviertes. Eres placer caótico de mi pasado y mi presente aquella cárcel vivaz que destruye el subconsciente. Solo quiero escapar de esta mentira enorme en la que me encerraste misterioso, reticente. Ahora que te marchaste me repito y te lo digo

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ya no me haces falta ya no te quiero conmigo. Ahora sigo mi camino busco la felicidad oculta con aquellos, mis amigos que vuelven y se juntan con aquel que perdió el norte y que ahora lucha por ser de nuevo el de antes ese que ama y escucha. Ahora que vuelvo a ser yo y encontré mi camino puedo recuperar mis sueños y cambiar mi destino. Ahora que tengo el amor de mis padres, mis amigos siento que vuelvo a vivir aún si no estás conmigo.

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Cuatro y veinte Juan Gómez

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Mi nombre es Juan Gómez y soy estudiante de Derecho de la Universidad de Antioquia. Me gusta disfrutar del aire libre, estar con mis amigos y escribir

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Pronto el tiempo dejará de tener sentido, no porque el Señor nos conceda ese milagro tras ver la tierra sumida en un eterno domingo, sino porque el resto de los días fueron olvidados en medio de la locura. Pero no siempre fue así. Hubo, y de eso doy fe, días que podían llamarse como tal, que se distinguían los unos de los otros, unos eran verdes como la cannabis sativa, otros eran azules como el humo que liberan los cigarrillos tras una calada, algunos eran amarillos como papas a la francesa con queso derretido en Ayacucho a la una de la madrugada, otros eran rojos como labios ardientes ansiosos por besar, o los mismos labios sangrantes cansados de esos mismos besos. Allí había días. Un martes podía ser negro y un viernes rosado, un miércoles café, o un sábado dorado. Hoy, todos

los días, son grises engranajes de una máquina que trabaja a toda potencia, que arroja al final de su línea de producción comas y puntos, números y letras empaquetados y embalados para su distribución a lo largo y ancho de este globo asfixiante con forma de estadísticas, gráficas, noticias, decretos, leyes y galimatías. Negro y Blanco son los únicos días que ahora existen y como suma de estos, ahora todos los días son Gris. En efecto, como les decía en un principio, pronto el tiempo dejará de tener sentido, y no es que antes lo tuviera, pues, como diría San Agustín: «El tiempo si nadie me lo pregunta lo sé, pero cuando alguien me lo pregunta no lo sé». Así que no lo sé, pero ahora no lo sé ni cuando me preguntan por él ni cuando no. Tres de la tarde o tres de la mañana, si no veo el reloj no siento diferencia, e incluso cuando lo veo lo pongo en tela de duda. Me digo a mi mismo, tras ver la hora en el celular:

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Hasta Dios en sus designios ha dejado el tiempo olvidado, prometía el retorno de su hijo adorado, en principio era un milenio lo pactado, luego fue dupla el efecto sagrado, ahora es el tercero y veinte años han pasado, del veinte de abril del año del doble dos con un cero al lado, son las cuatro de la madrugada, quién lo habría adivinado, si parecían las diez de la noche cuando recién había carburado.

Hoy es un día Blanco, en definitiva, pues al menos la pipa carbura y libera el dulce aroma de la flor inmolada por la flama, primero como un hilillo que sube desde las cenizas y luego, tras un instante, espíritus completos de humo

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volando por la pieza; danzan en el aire, brillan, escriben mensajes indescifrables y desaparecen. Si tuviera tiempo escribiría un tratado sobre el análisis y la interpretación del humo y sus formas como revelación de la psique de aquel que fuma. Pero, les reitero una vez más, el tiempo dejará de tener sentido, y no podría yo gastar las pocas horas de tiempo con sentido que aún tengo en consentir mi ego atemporal. Cuando hube pronunciado de forma mental esa palabra —E-GO-A-TEM-PO-RAL— y la última sílaba retumbó en la sinapsis, esta apareció como un destello en el humo primero, luego tomó forma en el aire, nutriéndose de las letras que salían de mis libros como cadenas con eslabones de Times New Roman 12. Tenía la forma de un leviatán de verbos, no era un ser, o si lo era, no debería serlo. No era, pues era el no ser. Pensé por un instante que era un delirio o una alucinación, de cuando en vez la psique se pierde, de vez en cuando las caladas me pueden. Pero ni lo uno ni lo otro, la presencia sin presencia vibró en el aire y sonó una voz entre mística, seductora y espectral. Mi primer pensamiento ante tal visión fue, sin lugar a dudas, ¡Magno plón!

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Menos mal que ayer fue el Bogotazo, sino, ya habríamos tenido un tiroteo Juan Gómez

Entre las llamas veo cómo danzas, en un altar flamígero e ígneo. A ti las brasas no te dañan, eres flama, a mí no me queman, son ensueños de Morfeo. Entre las llamas, con reflejos de fuego me dicen tus ojos ilusorios lo que en los materiales no veo. Que tú me quieres prender como chispa, devorar como fiera y temblar como trueno, o eso creo. Te me escapas como Ariadna, pero dejas Hilo y el camino de rechazo que con él marcas incrementa mi deseo. Soy Teseo, querida, he ceñido la espada y templado la lira; tengo claro que mientras más cruenta la batalla, más glorioso es el trofeo.

Bien lo ha dicho Lorca, antes de la tormenta está la calma y luego el grito: —¡Venga Jaleo, Jaleo!— Aunque solo dispara letras, suena la ametralladora y tú te vas de paseo… —¡Venga Jaleo, Jaleo!— Suena la ametralladora y tú te vas paseo…

Mi nombre es Kerapuma Domicó bailarín, pero me gusta que me digan Kera. Soy estudiante de gestión comunitaria, me gusta escuchar música y mi género favorito es el pop, aunque también me gusta un poco el rock.

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Quiero Kerapuma Domicó

Quiero que mi vientre se sumerja frío en tu entrepierna diáfana y agitada, que mi mirada se quede clavada, taciturna, en tu cerebro, que mi deseo inunde hasta el rincón más profundo de tu cuerpo. Quiero que mis pensamientos invadan todo en ti, todo tú. Anhelo que el reloj se detenga para poder permanecer más tiempo recostada en tu regazo, sintiendo tu cuerpo pegado al mío, cuestionando el frío de la madrugada. Quiero socavar en tu lado más tierno y sentir que eres mío, que tu amor me llena. Que sea el amor el que rete a las leyes del espacio-tiempo, porque una eternidad es lo que quiero contigo.

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¿Pronto vendrá papá? Daniel Holguín

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Mi nombre es Daniel Holguín, soy un gamer apasionado por la escritura. Además de escribir, me gusta dinamizar espacios, alzar mi voz sobre lo que considero injusto y crear colectivamente

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Le pregunta aquel niño preocupado a su madre. Ella no sabe qué responder a la pobre criatura que no para de escuchar disparos y sirenas por doquier. Sin más remedio que sentarse a esperar, le mira a los ojos y, fingiendo seguridad, miente con el sí entre los labios. La espera acaba y, tras un par de horas de zozobra, por fin la puerta espanta al miedo con un fuerte golpe. El niño sale apresurado, con gran euforia, solo para encontrarse con aquel héroe beodo, poseído por la ira. Sirenas a lo lejos y gritos que machacan sus oídos. Su madre, tirada en el suelo, empapada en sangre. Sirenas a lo lejos. Cardenales, gritos, y desesperanza aquí en casa.

Nos convertimos en una sociedad que negocia con el conocimiento, que reeduca mercaderes para intentar sobrevivir a una crisis de sublevación. Pero no todo está perdido, el cambio está precisamente en no dejar morir la rebeldía, la rabia digna.

Comerciantes conocimiento

del

Daniel Holguín

Nuestro sistema educativo actual está estructurado para anular la creatividad y la libertad de pensamiento. Nuestro anhelo de conocimiento se ve opacado por aquel ABCD… que se impone en las escuelas. Uno, dos, tres, cuatro; el conducto regular para poder obtener un título y convertirse en una persona funcional. ¿Somos autómatas o cuestionadores del conocimiento? El adoctrinamiento nos incita a convertirnos en seguidores de inclinaciones mercantiles y suprime todas aquellas capacidades de raciocinio que un pensador posee. Somos esponjas absorbiendo todo lo que nos ofrece una tendencia educativa enfocada en crear seres productivos, material humano para la construcción de un futuro mejor y más digno.

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