Periódico bimestral independiente Rosario - San Lorenzo
Año 2 - Nº7 Julio/Agosto 2010
$5,00
El amor del censor -y el amor al censorAlberto Ascolani Página 1
Nosotros los de la segunda mitad del siglo XX Malgorzata Hillar Página 2
Editorial y staff Página 3
Seattle no es sólo una ciudad Página 4
Grandes y pequeños acontecimientos Página 4
Victoria habla... ¿inglés? Fernanda Felice Página 5
En espiral
Ma. Rosa Colautti Página 6
La diferencia entre el cielo y la tierra Alejandra Gayol Página 6
Lo colectivo en acción Editorial Último Recurso Página 7
Una conciencia sensible Carlos Solero Página 7
Afasia, la atroz y feroz enemiga de la palabra
El amor del censor -y el amor al censor-
por Alberto Ascolani
H
ace ya algunos años se publicó un libro de Pierre Legendre, El amor del censor, que pasó bastante desapercibido y en la actualidad ya no se consigue. continúa en pág. 2 >
Fernanda Felice Página 8
Del biopoder a la biopolítica 2ª parte Maurizzio Lazzarato Página 8
La sala de espera... espera encuentros Fernanda Felice Página 10
La escritura y la furia A. A. Página 11
Deseo de la furia A. A. Página 11
Estigma
A. A. Página 12
Freud
Andrés Sanchez Página 14
Cuando no se juega Ana Sagües Página 15
La historia de la mirada Subcomandante Marcos Página 16
Año 2 - Nº 7 Julio/Agosto 2010
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< viene de pág. 1
Dado que es un tema universal en el doble sentido de su sostenimiento y de su promoción por los sectores del poder social a través de los tiempos y por otro lado de su presencia en todos los niveles de la vida en la actualidad. Tal vez como epígrafe podría haber puesto aquella expresión preocupada de Benedicto de Espinoza, más conocido por la traducción holandizada de su apellido portugués, como Baruch Spinoza cuando decía algo así: ¿Por qué será que los hombres luchan por su esclavitud como si lo hicieran por su libertad? Hay excepciones por supuesto, y hay otras que lo parecen y no lo son tanto. A este respecto me remito al artículo sobre los investimientos libidinales de deseo y de interés publicado en número anterior de este periódico. ¿Por qué será que los hombres luchan por su esclavitud como si lo hicieran por su libertad?
En esto es necesario discriminar ideas y sentimientos que pueden decirse como liberación, sean políticos o religiosos, pero que en la trama de las instituciones que los tramitan, afirman esta idea del amor al y del censor que quiero esbozar. Decimos censor para referirnos a quienes detentan cargos de poder cuyos objetivos pueden no ser lo de la censura pero que ésta queda implicada en todo lo que prohiben sus ideas, sus leyes, sus reglamentaciones y sus acciones directas porque el ejercicio del poder sobre otros lleva a censuras comenzando por la primera y principal cuando el poder piensa, dice y hace y en esos actos censura de hecho la posibilidad del ejercicio de la libertad de pensar, decir y hacer de quienes se subordinan a él. Pero, ¿por qué podría decirse como “amor del censor”? La mayoría de las veces es porque el que detenta el poder supuestamente funda lo que hace en el amor a su pueblo, a su gente. Y el amor de la gente a su censor podría explicarse parcialmente por la creencia en ese amor expresado por el otro, pero también por comodidad y la seguridad que otorga el alienar los propios derechos en ese otro. En ambos casos, las explicaciones que puedan darse en el plano del discurso social explícito, encubre la producción de significaciones sociales imaginarias que la sociedad necesita producir. Esos procesos se encuentran presentes en todas las sociedades, pasadas y presentes. En todos los casos, una primera cuestión es la manera en que esos conglomerados imaginan el origen y el sostenimiento de los mismos. Lo que se ha necesitado es negar que la sociedad no tenga un origen, un principio, que no viene de una nada sin fondo, creando siempre lo que se ha dado en llamar la “causa heterónoma”, o sea aquello que causa, hace surgir a lo real a partir de un acto creacional y lo sostiene. Esas significaciones imaginarias se extienden a la creación de lugares “bisagras” entre esa causa externa, llámesela Dios o de otra manera y las sociedades. Siempre se supone que el acto creacional deviene de un sentimiento de amor. La causa crea y sostiene al mundo por amor. De ahí se transfiere ese
ambiguo sentir de que el que detenta el poder nos ama. Pero el problema es que quienes acceden al poder en cualquier instancia social son sujetos sometidos a todos los cruces y determinaciones sociales dominadas por máquinas sociales y técnicas, que los llevan al deseo del poder por el poder mismo. Desde estas perspectivas se fueron construyendo los sistemas de poder político, desde los más verticalistas absolutos, pasando por sistemas mixtos y llegando a los sistemas democráticos. Pero aún en éstos, siguen permaneciendo figuras que sitúan a individuos en lugares intangibles en los que su necesidad de control de los afectos de la gente se hace necesario. El problema es que el poder político no puede concebirse sin el poder económico y que la concentración del poder en un lado se corresponde con la concentración en el otro. Por lo tanto el efecto es que unos pocos están de ese lado y la mayoría de la gente queda en el otro, del lado del no poder y del no tener lo suficiente para vivir dignamente. Esta situación origina tensiones que deben ser equilibradas por mecanismos que deriven el deseo de la gente de vivir mejor, con alegría, creando figuras discursivas que promuevan el valor del sufrimiento, de soportar carencias, de sentir culpa si se siente resentimiento o tristeza. Soportar en este mundo para ser premiado en el otro. Miles de años en que los valores sociales como éstos, que son mentirosos respecto de la vida social, no han impedido pequeños corrimientos en casos, mayores en otros, que muestran que la vida desea vivir, producir, crear con la alegría del hacer libre y del goce del hacer de los cuerpos. Es por ello que la alegría en el vivir, en el encuentro de los cuerpos, en el trabajo, en la música, en el baile, en el humor y sobre todo en la risa, siempre ha sido sospechada por los poderes políticos. Tomémoslos sobre todo en la unión entre poder político-religioso-económico. (...) porque el que detenta el poder supuestamente funda lo que hace en el amor a su pueblo, a su gente Caso paradigmático es el de la Iglesia Católica, cuyos teólogos se pasaron siglos discutiendo si Cristo habría reído o no. Todo ello por la tendencia y la necesidad de quienes detentan lugares de poder en la iglesia y en otras instancias, de sospechar de la risa como algo que puede llegar a ser demoníaco. Y bien entonces, sería bueno que dejáramos de creer en ese supuesto amor del censor, falso de toda falsedad, y comencemos a creer en el amor entre nosotros, entre los que somos iguales aunque diferentes. Creer más en que la alegría cura y genera potencia. Porque de eso se trata que la enorme potencia que se halla a la base de todo vida, se exprese en función de la vida y no de la muerte. Contraparte del proyecto de muerte implicado en este sistema en el cual el axioma que lo funda es dinero y la ganancia. Y tratándose de esto, no hay amor, ni solidaridad, ni cuidado por lo otros, ni humor, ni alegría. Y no nos engañemos, debemos saber que todos los días y que cada día nos presenta la opción por uno u otro de estos proyectos.
Nosotros los de la segunda mitad por Malgorzata Hillar (trad. Bárbara Gill)
N
osotros los de la segunda mitad del siglo XX que rompemos los átomos que conquistamos la luna nos avergonzamos de los gestos delicados de las miradas tiernas de las sonrisas cálidas Cuando sufrimos fruncimos desdeñosamente los labios Cuando llega el amor displicentemente nos encogemos de hombros Fuertes cínicos con los ojos irónicamente entrecerrados Sólo a altas horas de la noche junto a las ventanas herméticamente cerradas nos mordemos las manos morimos de amor
Año 2 - Nº 7 Julio/Agosto 2010
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Editorial Una editorial es una invitación a presentar la publicación, la línea que sigue desde su acción editorial. Pero siendo Micropolíticas una publicación particular también es particular su línea de acción editorial, un sommelier diría algo de su sabor, o de su olor, o de su color, pero Micropolíticas no es un vino y se niega a ser un líquido homogéneo. Somos una publicación de más de un año y más que línea podríamos decir que somos una deriva editorial, decimos/digo deriva en el sentido en que se encuentra más generalmente este término en esta publicación. Algo así como la deriva que nos permite navegar transformando nuestra navegación a partir de lo que el mar, la tripulación y el clima nos proponen (fácilmente podríamos intercambiar navegar por hacer, navegación por acción o accionar y mar/tripulación/clima por contexto). Esta deriva es la que permite que quien escriba estas líneas lo haga desde un nosotros que en el pasado no la hubiera incluido y en el presente se hace indeterminable en el límite de ese nosotros. Se deriva empleado, luchadora, escritor, trabajadora autogestionada, fotógrafo, ilustradora, psicólogo, diseñadora, editor. Y entonces se empieza a escribir de una forma particular para pretender decir más de lo que se dice, para que se lea con más atención, para decir más de lo que se sabe incluso, para que otra lea más de lo que está escrito y proponga su lectura para un próximo trabajo, para una próxima lucha, texto, imagen, etcétera. Es como si estas derivas nos llevaran a algunas orillas, y desde esas orillas encontramos algunas cosas que no queremos perder de nuestro rumbo. Que hasta ahora nos guían más allá de las derivas. La democracia como valor utópico casi, libertad, igualdad y fraternidad, comunidad. Se ha cumplido sólo un año de esta publicación, ya se ha cumplido más de un año del golpe de estado en Honduras. Aquí siguen desaparecidos Julio López y Luciano Arruga, en Bariloche han matado ya a tres chicos, se propone como voz y mando de los argentinos el asesino de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, también se propone a la terna el que hizo arreglos (en sentido físico y económico) para que se inunde una parte de Santa Fe capital y mueran una parte de los más pobres, el mismo que mandó a matar a fines del 2001. El bicentenario y su conmemoración inauguran una nueva forma de vivir la historia, hacerla actual y poder interpretar nuestro pasado para cambiar nuestro fu-
turo. Estamos en una línea que subraya nuestra historia, el bicentenario es un punto importante en esta actualización de la historia. En Córdoba se inician los juicios a Videla y Menéndez por el fusilamiento de 31 presos políticos, inventando sus intentos de fuga. Hace menos de un año fue asesinado el cacique diaguita Javier Chocobar. Es un riesgo nutrir las necrológicas, nos desanima, no nos ayuda a cambiar la realidad. No hay que olvidar, pero precisamos reinterpretar la historia. Es por esto que se vuelve tan significativo el bicentenario, el mundial, las elecciones, la agenda que van marcando los medios y los movimientos. Mientras se televisa el mundial se intenta establecer un acuerdo entre gobiernos europeos y sudamericanos. Un acuerdo más que nada comercial. Es un momento interesante, cae la Unión Europea ante sus mismas propuestas de políticas económicas, continúa en pie Sudamérica, que parece haber superado el neoliberalismo que vivimos como una imposición externa (aunque socios y empleados locales no le faltaron). La Unión Europea parecía ser el modelo a seguir para lograr una integración, imaginando un MerCoSur ampliado, una Latinoamérica unida. Sería interesante invitar desde las federaciones de las que formamos parte (Argentina, Brasil, México, Venezuela y Colombia) a formar juntos una Confederación de naciones, con límites más suaves entre cada una de estas. Hay pruebas históricas de que si algo nos ha impedido formar esa gran confederación sudamericana han sido los grandes poderes económicos. Pruebas que datan de 1811 y se extienden hasta nuestros días. Hay que tomar en cuenta el ejemplo, en el caso europeo se unieron los poderes económicos, en el caso latinoamericano debemos militar una unión de los pueblos, de las organizaciones, de los movimientos sociales.
ISSN 1852-5881 micropoliticas@gmail.com micropoliticas-rosario.blogspot.com Río de Janeiro 1240 / Rosario - Sta. Fe. C.P: 2000 Te: (0341) 438-1008/155-849977
Dirección y Coordinación Periodística Alberto Ascolani Beatriz Piedrabuena Ana Sagües Laura Bazzana Alejandra Lilles Cecilia Ducca Diego Roth
Colaboración en este número Malgorzata Hillar Fernanda Felice María Rosa Colautti Alejandra Gayol Editorial Último Recurso Carlos Solero Mauricio Lazzarato Andrés Sanchez
Imágenes y Diseño Ducrot, comunicación como la gente comunicacionducrot.com.ar
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Seattle no es Grandes y pequeños sólo una ciudad acontecimientos
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n el mes del medio ambiente y del suelo y su preservación, queremos compartir desde la Asamblea, las palabras del jefe Suquamish, una de las 42 tribus ligadas entre si y ocupantes de la zona de la ex-Columbia británica y canadiense. Obligado con su pueblo a ocupar una reservación, determinada por los vencedores de entonces. Su nombre era Noah Seattle, murió en 1866 a los 68 años de edad. La ciudad estadounidense de Seattle lleva su nombre, como homenaje a este defensor de la vida y la naturaleza. "El agua brillante de los ríos y arroyos no es solo agua, sino la sangre de nuestros antepasados... los ríos son nuestros hermanos, aplacan nuestra sed... apreciamos el aire, porque todos, la bestia, el hombre, el árbol, compartimos el mismo aliento... enseñen a sus hijos lo que le hemos enseñado a nuestros hijos, que la tierra es nuestra madre... todas las cosas en la tierra están ligadas, como la sangre que unifica una familia... lo que le pase a la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra... el hombre no tejió la trama de su vida, es apenas una hebra de ella, todo lo que le haga al tejido se lo hará a sí mismo... ¿Dónde está la espesa arboleda? Desapareció… ¿Dónde esta el águila? Desapareció. Es el final de la vida y el comienzo del sobrevivir. El hombre no es el dueño de la tierra, es sólo el hijo de ella"
M
ayo y Junio han estado signados por acontecimientos de distinta índole que concitaron la atención, sea por su propio peso o por el manejo que se ha hecho de los mensajes públicos. Uno ha sido el de los festejos del Bicentenario respecto del cual tomamos, en la editorial anterior, lo que significaba como logro colectivo en vías de los valores de la independencia y de la libertad y también las materias pendientes mirando al futuro. Tal vez la elaboración de ese acontecimiento ahora incluye el impacto y la sorpresa que causó el despliegue los grupos y organizaciones que participaron con diversas formas estéticas, algunas de ella sobrecogedoras y sobre todo la enorme cantidad de asistentes entusiastas y alegres. Sólo el tiempo irá dando indicios del despliegue de ese acontecimiento y su presencia en la subjetividad de la gente. En estos días, el mundial de fútbol, ocupa un porcentaje enorme de espacio en los medios y un tiempo que no es desdeñable, de la gente que se halla pendiente de los resultados que se van dando. Lo cierto es que más allá del efecto que produzca a posteriori, este es un tiempo de suspensión de otras cuestiones importantes como el proceso político, como si todo quedara para después del mundial. Es que el fútbol como las telenovelas pueden originar espacios neutros que mantienen a los usuarios pegados a los mismos, sea con las orejas pegadas a la radio o los ojos clavados en el televisor. Procesos que producen una especie de escisión entre el sujeto y la problemática económico-política, aunque en este evento actual, la presencia de una abuela de Plaza de Mayo, reconectó algo de su sentido con el de las rei-
vindicaciones de mucha gente. Pero estos acontecimientos macro pueden aportar algo de alegría y de intensidad al proceso del vivir de todos nosotros, pero creemos que el clima social se construye con muchos otros acontecimientos que se dan en el devenir de multitud de acciones micro. Esas que nos tocan todos los días en nuestras relaciones afectivas, en sucesos familiares, en un logro en el movimiento en el que participamos o en nuestros cambios en el trabajo. Son cosas difíciles de pensar, pero digamos que habría que estar atentos al devenir de estos climas, que serán efecto de los grandes como de los pequeños acontecimientos y que a su vez serán efectores de otros que se sucederán en el futuro. Sólo el tiempo irá dando indicios del despliegue de ese acontecimiento y su presencia en la subjetividad de la gente Si en esos climas sociales llegara a predominar la participación donde estén presentes el humor y la alegría, seguramente se potenciarán las energías que puedan ponerse en avanzar en acciones que sigan mejorando las condiciones existenciales de la gente. Y tal vez también podrán contribuir a frenar a las fuerzas de los poderes entramados en lo económico-político, cuyo dominio sobre la gente se basa en la producción de tristeza y temor.
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Victoria habla... ¿inglés? por Fernanda Felice
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ictoria es una niña que tiene algunas dificultades para expresarse como muchos esperan. Su ingreso al mundo simbólico de las palabras no ha sido tarea sencilla, sin embargo, ella supo arreglárselas muy bien y lograr adentrarse en él. Pese a sus avances, muchas personas adultas siguen dudando de sus capacidades, parece que los logros obtenidos hasta ahora no son motivo suficiente de confianza, y situar a sus potencialidades por sobre sus dificultades no parece ser una apuesta muy tentadora. Sin embargo, Victoria cuenta con la dicha de tener cerca otras personas que desde siempre han confiado en ella. Sus compañeros siempre supieron de todo lo que era y es capaz, la han alentado en la maravillosa aventura de crecer haciéndole de sostén y soporte a cada paso. Siempre pudieron comunicarse con ella, mucho antes que otros supieran que Victoria podía hablar; siempre le comprendieron pese a que otros pensaban que hablaba en otro idioma. Pero parece que algo de cierto hay en esta última hipótesis… Así fue que un día, su gran amiga Lucía le contó a su mamá acerca de su admiración hacia Victoria y de los deseos de hablar como ella. Su madre, sorprendida ante semejante declaración, se dispuso a escucharla. Lucía le contó que le encantaba como Vicky hablaba y que deseaba algún día poder hablar tan bien como ella lo hacía. Su mamá seguía con la misma cara de sorprendida que al inicio de la conversación, pero prefirió seguir escuchándola para entender a qué se refería exactamente, sabiendo que Victoria tiene dificultades en la expresión de su lenguaje. Y así fue que Lucía le explicó que quería hablar inglés tan bien como su amiga lo hacía. Victoria cuenta con la dicha de tener cerca otras personas que desde siempre han confiado en ella Acto seguido, su madre se río con la ternura que despierta una niña que es capaz de ver en su compañera grandes habilidades que otros adultos ni siquiera pueden advertir. De alguna manera, esta pequeña pudo descubrir que Victoria, a veces, pareciera que hablase otra lengua; pero no cualquier lengua, sino una que es valiosa y que ella quisiera hablar también para poder comprenderla mejor. Qué interesante resulta esta interpretación que
Lucía realiza respecto de la manera de expresarse de Victoria, en tanto no supone que ella “habla mal” sino que, en algunas oportunidades, es ella misma quien no puede entenderle; pero no por ello, menosprecia su modo de hablar. Por el contrario, anhela poder comunicarse mejor; por lo cual, desearía hablar su mismo “idioma” para que los intercambios sean más efectivos. A diferencia de lo que muchos creen, Lucía valida la forma en la que Victoria se expresa, considerando que quizás sea “otra lengua” que ella desconoce pero que existe y que es plausible de ser aprendida. Como siempre, el deseo de comunicarse, el respeto por las diferencias y el amor pueden convertirse en un antídoto capaz de curar o aliviar cualquier problema o dolor. Así Lucía ha demostrado que para hacer lazo con otro, basta con desearlo e intentarlo; que para entender un discurso que puede sonar diferente, alcanza con estar atenta y disponible; que cuando no logramos comprender lo que alguien intenta decirnos, no siempre se debe a que esa persona no se expresa “correctamente” sino a nuestras propias dificultades para poder entender las “diferencias”; que podemos hablar “códigos distintos” pero que la verdadera comunicación trasciende cualquier lengua posible; que el afecto que siente por su amiga jamás podría impedir vincularse con ella; que sus palabras pueden sonar extrañas y no respetar demasiado las normas previstas
por la Real Academia Española pero que, sin embargo, poco cuenta si uno desea genuinamente comunicarse con alguien. El deseo de comunicarse, el respeto por las diferencias y el amor pueden convertirse en un antídoto capaz de curar o aliviar cualquier problema o dolor Así, esta niña que no sabe siquiera una pizca de Lingüística, es capaz de advertir que el lenguaje como sistema de comunicación universal y natural de todo ser humano, afortunadamente, también desconoce algunas sutiles reglas y diferencias. El lenguaje que nos atraviesa y nos constituye como sujetos entiende más de vínculos y lazos, que de normativas estructurales y funcionales que suponen los modos correctos de hablar, decir o expresar. De lo contrario, el encuentro entre Victoria y Lucía hubiese sido apenas una ficción y las diferencias entre sus decires hubiera condicionado la oportunidad de sentirse afectadas por lo que cada una de ellas tenía para decirle a la otra. Por fortuna, Vicky pudo animarse a hablarle y por suerte, Lucía pudo atreverse a escucharla. Ojalá que los adultos también sean capaces de correrse de esos supuestos lugares de saber para atender respetuosamente el decir de una niña que tiene mucho por decir a su manera.
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En espiral
La diferencia entre el cielo y la tierra
por María Rosa Colautti
por Alejandra Gayol
Y
o quiero ser, comer, llorar, ir y venir en espiral. No tengo claro en qué consiste amar, temer, partir de esta manera
ensortijada. No me detengo a pensar si el espiral de mis desvelos fúgase del centro o va a para a él. Si acaso me preguntan por el material del mismo, tampoco sé decirles mucho. Al fin y al cabo ¿qué lo convierte en tal? ¿la suma de unos ciertos ingredientes o los sensuales bucles por donde resbala el deseo? Yo sólo sé el concepto, pero las aplicaciones que éste pueda tener, además de correr a los mosquitos o impedir que las mujeres se embaracen, no conozco otras. Y, por más vehemencia que ponga en el asunto, no me es dado comprender en su totalidad, la imagen de un transcurrir en espiral. Entonces, para calmar mis ansias, lo más certero es ponerme frente a un ejemplar de carne y hueso, perdón, de piretro; ir de afuera hacia adentro y de adentro hacia afuera, con movimientos de ojos como de cabeza y porqué no, de cuerpo entero. Voy de lo profano al esplendor de un comprimido dios, y del alma me lanzo al universo. Recorro el hechizo de sus caminos persuasivos, ya centrípeta o centrífugamente. Me pregunto si es el punto quien genera las curvas o son éstas quienes generan el punto. Quizá sea ésta una cuestión dialéctica y ambos se generen entre sí en amoroso ir y venir. No me detengo a pensar si el espiral de mis desvelos fúgase del centro o va para él Un espiral es una línea, mas por suerte no es recta. Parece un círculo, pero a diferencia de los círculos de verdad, éste está gloriosamente abierto, lo cual implica la dicha de poder entrar y salir de él como Pancho por su casa. La mirada y la vida van en una u otra dirección, según soplen los vientos y las configuraciones planetarias del alma. ¿Cómo será desandar rectas y figuras cerradas para montarse al espiral? ¿Quién puede responderme? Reír, besar, en espiral, también dormir y desamar, ha de ser más divertido y relajado y muy distinto a la forma en que hacemos lo que hacemos.
“
La diferencia entre el cielo y la tierra es infinita, pero la distancia es mínima”, dice John Berger. Es tan fugaz como un par de ojos que asoman bajo la colcha y sorprenden con un “¿Dale que éramos astronautas?”. Y es en ese mágico segundo en que el niño se vuelve ingrávido, la cama es una nave y la lámpara se apaga para ceder ante la oscuridad del universo infinito. ¿Dale que éramos...? y la escena te remite al juego más ingenuo y despreocupado, invita a jugar en serio, con la frescura de tirarse al piso panza abajo mientras uno mismo es la canica con la emoción contenida hasta gritar “¡hoyo!”. Si el juego es tan antiguo como el mundo, quizá sea porque a través suyo podemos recrear nuestra propia esencia, sin la carcasa que tanto molesta, ni la hoja de parra que esconde. Sería fantástico poder recuperar ese recreo con rostros que miran más allá y convierten un trapo en una bandera de barco pirata. El niño no juega a jugar, lo hace, es su modo de vida, de relación, apropiación. Se encuentra con el otro, con el mundo de los objetos, los aprehende y aprende. ¿Pero qué pasa cuando saltamos las fronteras de la niñez? En la actualidad, se ha vuelto a valorar el juego entre adultos y hay ámbitos que ofrecen tal posibilidad: Las corporaciones multinacionales te llevan a resorts donde podés jugar a ser jefe en un divertido
roll playing con tus compañeros, o participar en distintas disciplinas deportivas y recreativas para tratar de ganar una copa con el logo de la compañía que te seguirá sacando jugo mientras tengas. En algunas escuelas te ofrecen jugar carreras de embolsados bajo el rayo del sol de noviembre o morder una manzana que cuelga de un hilo con las manos atadas, y después, hasta el año siguiente recuperan el delantal blanco y el gesto mustio. ¡Es que esos no son juegos, son actividades lúdicas prolijamente planificadas! La espontaneidad es lo que da brillo. La de la hora de la siesta, la vereda o el arenero. Valorar ese juego entre grandes como un acto de creación, producción, comenzaría a correr el velo y el adulto que lo hace ya no sería un inmaduro, un loco desubicado. Quizá podría verse como ese creativo que le da una vuelta de tuerca más a la vida. Que se divierte y no se resigna a la rutina, al sistema que lo descarta. La pareja que reedita la historia compartida, la mujer que cocina con sobras del día anterior. Las escondidas historias de amor, el amigo que te salva cuando te hicieron la popa hielo y quedaste congelado de miedo. Verte como ladrón o lamentarte de ser tan policía. En definitiva, dibujar una rayuela donde la distancia entre el cielo y la tierra dependa de las ganas de saltar, caerse, improvisar, matarse de la risa y en la que buscar el tejo signifique tocar el cielo con las manos.
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Lo colectivo en acción por Editorial Último Recurso
E
ste libro es el fruto del trabajo colectivo de quienes somos parte de la Editorial Último Recurso. Nace con el propósito de reconstruir la lucha de los trabajadores del Lavadero Virasoro1 como aprendizaje, socializarla y multiplicarla en otras experiencias y procesos de organización. “Lo colectivo en acción” es para nosotros y nosotras un medio para acercarles una experiencia de organización que ha transitado la indignación, la rebeldía, la alegría, el amor, la dignidad, la solidaridad y la política sin partidos. Este libro es un intento de festejar los encuentros colectivos y rebeldes. Nuestro primer acercamiento a la experiencia había sido allá por el 2007 cuando todavía los trabajadores de la Comisión Interna estaban en la carpa de protesta en la puerta de la empresa. Algunos compañeros de la Editorial tenían una participación más activa en las guardias, en la carpa, y en las actividades que iban surgiendo, y empezaron a establecer una especie de nexo entre el conflicto y la Editorial. Sentíamos constantemente que la experiencia nos interpelaba, nos empujaba al debate y la reflexión, y de esa manera nos fuimos involucrando junto a otras organizaciones en la difusión del conflicto y en la recaudación de dinero para el fondo de huelga. En un contexto político y económico totalmente azaroso, los trabajadores en huelga combinaban estrategias de lucha totalmente novedosas, no justamente por ser nuevas, sino, por cómo las fueron aplicando en la coyuntura. Junto al desafío de reconstruir esta experiencia nos motorizaba un interrogante: ¿qué elementos construyeron los trabajadores para colectivizar una lucha que el poder -patronal, estatal y sindical- quiso quebrar en tantas oportunidades? Cuando enfrentamos la tarea de reconstruir esta lucha, nos movilizaba como primera instancia la sensación de crear un medio por el cual se pueda trascender el pantallazo periodístico, el toque mediático que reduce la noticia a un flash televisivo. En este sentido, el libro no implica inmovilizar la historia, ni convertirla en letra muerta; justamente nuestra intención es recuperar por este medio la transferencia de experiencias; recuperar la voz de la historia no hegemónica. Y es a partir de las voces de los protagonistas que esta historia esta contada. La intención de este libro es recuperar el proceso de organización de los trabajadores del L.V., que sorprendentemente antecede al 2007, y nos llevó a pensar el ingreso de cada compañero a la empresa. Junto a esto destacamos la centralidad del trabajo en la vida personal y social de los hombres y mujeres en general y de los trabajadores del L.V. en particular. A lo largo del escrito destacamos los relatos de los protagonistas siendo las entrevistas realizadas junto a las notas informativas de distintos medios de comunicación alternativos nuestras principales fuentes de investigación. El libro pasea por la recuperación de las trayectorias laborales de los entrevistados, la experiencia colectiva de organización, haciendo una breve pero profunda contextualización de la trama nacional y
local que los atravesaba constantemente. Dividimos el escrito en tres partes: La primera, llamada “Los protagonistas y su contexto”, nos acerca a las trayectorias laborales de los entrevistados, inmersos en un mercado laboral que poco habla de los derechos laborales y sindicales que otrora supo tener el movimiento obrero. Intentamos además, poder poner en escena no sólo a los trabajadores sino también a la empresa, su dueño y las condiciones laborales con la que se encontraban cuando ingresaban a trabajar. “Creando conciencia” intenta ponernos a tono sobre las primeras relaciones entre los trabajadores y cómo desde abajo inician el camino de la desnaturalización de la explotación para comenzar a conocer la organización sindical. Así, “Crece desde el pie” nos relata la trayectoria colectiva durante el año 2006, las conflictivas y críticas relaciones con el Estado, la patronal y los sindicatos. Pasamos a la tercera parte, “Solidaridad en lucha”, para inmiscuirnos en las luchas locales que se daban paralelamente a la del L.V. en el año 2007. Nos detenemos en los seis meses de carpa que sostuvieron los trabajadores en la puerta de la empresa, las relaciones forjadas, los elementos subjetivos y materiales que fueron construyendo en este tiempo de lucha y resistencia, como así también, lo que implicó la visualización del conflicto. Al final de esta parte nos acercamos al relato y análisis del cierre del conflicto. Finalmente pasamos a “Punto y seguido” en donde contamos la experiencia de cooperativa autogestiva “Unión” que llevan adelante los compañeros desde el año 2009. Los y las invitamos a recorrer estas páginas. Podes encontrar nuestros libros en todas las librerías de la ciudad, en nuestros puestos ambulantes o bien comunicándote a: editorialultimorecurso@yahoo.com.ar 1
En adelante L. V.
Una conciencia sensible por Carlos A. Solero
E
ntre los poetas españoles de la llamada generación del 27, tan pródiga en talentos, brilla con sigularidad y luz propia Federico García Lorca. Nacido el 5 de junio de 1898 en la Villa de Asquerosa, conocida como Valderrubios, cercana Fuentevaqueros en la Provincia de Granada, y fusilado por los falangistas alzados contra la II República el 19 de agosto de 1936. Su condición de librepensador siempre solidario con los oprimidos de todas las latitudes, es quizás la impronta tallada en todo su hacer. En efecto, los esbirros de la reacción militareclesial nunca le perdonaron que en sus versos y obras de teatro, en sus conferencias y en todas las ocasiones manifestara su rechazo a las injusticias sociales de toda índole. Personalidad multifacética, espíritu creador expresado en dibujos, canciones, composiciones musicales, y sobre todo en piezas escénicas como Yerma (que indaga el drama de la mujer estéril), La zapatera prodigiosa, Bodas de sangre, La casa de Bernarda Alba (verdadero alegato contra el autoritarismo y la hipocresía de los terratenientes). García Lorca encarna el talante a la vez universal y particular de la cultura andaluza, paradoja que se resuelve al revelar en la poesía las alegrías y tristezas de las mujeres y hombres del pueblo con la profundidad y la firmeza de una conciencia sensible. En sus versos aparecen, con potencia y sin igual belleza, metáforas como aquella del Romance de la pena negra en el que dice: “las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora cuando por el monte oscuro baja Soledad Montoya”, o Antoñito el Camborio que “tres golpes de sangre tuvo y se murió de perfil”. Este Federico García Lorca, a quien no pudieron acallar sus verdugos porque pervive en sus obras, visitó Nueva York. Dejó plasmadas en sus poemas, sus impresiones, sus ideas de rechazo a la sociedad mercantil que todo lo tritura, como cuando escribió: “Los maestros enseñan a los niños/una luz maravillosa que viene del monte; pero lo que llega es una reunión de cloacas/donde gritan las oscuras ninfas del cólera. Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas; pero debajo de las estatuas no hay amor, no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo. /El amor está en las carnes desagarradas por la sed, en la choza diminuta que lucha con la inundación; el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre, en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas y el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas”… “Porque queremos el pan nuestro de cada día, flor de aliso y perenne ternura desgranada, porque queremos que se cumpla la voluntad de la tierra que da sus frutos para todos.”
Año 2 - Nº 7 Julio/Agosto 2010
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Afasia, la atroz y feroz enemiga de las palabras
Del biopoder a la biopolítica 2ª parte por Maurizio Lazzarato
por Fernanda Felice
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icen que una imagen puede decir mucho más que mil palabras. Sin embargo, cuando alguien pierde esa capacidad de poder hallar la palabra justa, aquella que es oportuna para aquello que se quiere expresar, las cosas se vuelven un poco más complicadas y esta conocida expresión no resulta tan clara. Hace unos días, mi padre tuvo un accidente de tránsito por el cual perdió, en parte, esa maravillosa virtud que el lenguaje nos regala: comunicarnos, entendernos, expresarnos. Es en ese fragmento episódico, donde la gente comienza a tomar conciencia de la trascendencia que la palabra cobra en nuestras vidas. Yo lo sabía desde antes, porque soy fonoaudióloga y diariamente trabajo con niños y niñas que tienen obturado el despliegue de su lenguaje. De todos modos, se vuelve un tanto más dilématico ese saber cuando esa dificultad se le presenta a un ser querido. Ante tales circunstancias, las personas empiezan a cuestionarse respecto del cerebro, la mente, la cabeza o esa loca maquinaria que pareciera traer a la boca de ese ser humano los más extraños decires. Todos comienzan a conjeturar acerca del poder del cerebro, olvidando que el gobierno antes lo tenía la palabra y ahora lo había tomado el caos interno de “la afasia”. Quizás nunca antes hayan oído hablar de ella, “la afasia”, pero es la protagonista de esta historia y de otras tantas. Ella es algo así como la criminal que sabe matar o, al menos lastimar, al lenguaje y hacer con él apenas un código casi indescifrable. Es la déspota que sabe tomar el gobierno de algunas mentes y desordenarlas lo suficiente, como para no recordar bien muchos acontecimientos, olvidar las palabras que nombran los objetos y personas que queremos evocar, que borra la delgada línea que separa un
sentido de otro que se le parece bastante pero que, sin embargo, no es lo que queremos significar. Es la mala de la película en la que la propia vida de ese sujeto se convierte, película que necesita que otros le cuenten para empezar a entretejer las distintas escenas y secuencias que le den sentido al film de sus propias costumbres cotidianas, un tanto olvidadas. Es la malvada ladrona de la coherencia, esa que da sustancia a aquello que intentamos explicar a los demás; es despiadada pero sutil, lo suficiente como para que algunos la confundan con la locura. Es la que sabe corromper las leyes naturales del lenguaje, ese que nos estructura, constituye y atraviesa como seres humanos. Es la que impone la anarquía del caos interno, y así la palabra es derrocada a través de ese golpe al estado de una mente que sin ella, poco puede saber, decir, mostrar, contar o comprender. Es en ese fragmento episódico, donde la gente comienza a tomar conciencia de la trascendencia que la palabra cobra en nuestras vidas Es la afasia la que se llevó unas cuantas palabras que mi padre quería decir, la que se robó algunos de sus recuerdos, la que le quitó el sentido a algunos de sus decires, la que lo dejó con cara de desconcierto ante los dichos de otros, la que lo dejó perplejo ante esa extraña dificultad al intentar expresar lo que pensaba, necesitaba o deseaba. Sin embargo, el lenguaje nos pertenece de semejante manera que él siempre intenta volver al poder, al gobierno de las palabras por sobre el caos. Sólo se necesita de tiempo y de ayuda “especializada” para que esas redes semánticas, un tanto dislocadas, vuelvan a reconectarse y hallar así el sentido de la propia vida. Pero ¿saben qué? muchos no lo saben, ni los médicos, ni los enfermeros, ni los demás mortales que no tendrían porqué saberlo. Y es un enorme riesgo para quien la padece porque corre con la “fortuna” de ser etiquetado de amnésico, demente, loco o, por el contrario, su sufrimiento puede ser minimizado como un simple efecto de un golpe que pronto desaparecerá. Como verán, los costos son disímiles en la medida en que, sus síntomas pueden engrandecerse o volverse más pequeños pero en ningún caso, ser medidos con precisión y exactitud. Así que, esa persona que sufre el deterioro o la pérdida de su lenguaje, vuelve a quedar en poder del caos. En este último caso, del caos externo, ese que los que debieran saber y desconocen logran imponer a la perfección. Por lo cual, los efectos son doblemente negativos: sentirse “perdido” a causa de la afasia, en la absoluta inermidad de la ausencia de las propias palabras, pero además sentirse desprotegido, ante la falta de otras palabras que lo sepan nombrar e intentar “curar”…
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Es sólo en los años ochenta, tras un largo rodeo por la ética, que Foucault regresará al concepto de "poder". En sus últimas entrevistas Foucault se dirige a sí mismo una crítica, ya que considera "que al igual que muchos otros, no ha sido muy claro y no ha utilizado las palabras correctas para hablar del poder". Él ve retrospectivamente su trabajo como un análisis y una historia de diferentes modos de subjetivación del ser humano en la cultura occidental, más bien que como análisis de las transformaciones del poder. "No es entonces el poder, sino el sujeto, lo que constituye el tema general de mis búsquedas"1. El análisis de los dispositivos del poder debe así partir sin ninguna ambigüedad, no de la dinámica de la institución, aunque sea biopolítica, sino de la dinámica de las fuerzas y de la "libertad" de los sujetos, puesto que si se parte de las instituciones para plantear la cuestión del poder, se desembocará, inevitablemente, en una teoría del "sujeto de derecho." En esta última y definitiva teoría del poder, Foucault distingue tres conceptos diferentes que son normalmente confundidos en una única categoría: las relaciones estratégicas, las técnicas de gobierno y los estados de dominación. En primer lugar precisa que es necesario hablar de las relaciones de poder antes que del poder, pues el acento debe ser puesto en la misma relación y no sobre sus términos, siendo estos últimos los resultados, y no los presupuestos. La caracterización de las relaciones estratégicas en tanto que juegos de poder "infinitesimales, móviles, reversibles, inestables" se obtiene ya en los años setenta. La novedad que Foucault introduce en esta época, y que estaba ya contenida en el concepto nietzscheano de "fuerzas", de donde Foucault toma su concepción de "relaciones estratégicas", es la modalidad por la que el poder se ejerce en el interior de una relación amorosa, de la relación profesor-alumno, marido-mujer, de los hijos a los padres, etc. Esta modalidad es definida como "acción sobre una acción" y se despliega por la voluntad de "conducir los comportamientos de los otros." (...) es necesario hablar de las relaciones de poder antes que del poder, pues el acento debe ser puesto en la misma relación y no sobre sus términos (...) "Creo que es necesario distinguir entre relaciones de poder como juegos estratégicos entre libertades (que hacen que unos traten de determinar la conducta de los otros, a lo que responden procurando no dejar determinar su conducta, o tratando,como respuesta, de determinar la de los otros) y los estados de dominación, que son eso que de ordinario se llama el poder”2. El poder es de este modo definido como la ca-
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pleno sentido. La acción ética es así concentrada sobre el vínculo entre relaciones estratégicas y tecnológicas de gobierno, y tiene dos finalidades mayores: 1) permitir las relaciones estratégicas con el minimun posible de dominación6, al darse reglas de derecho, técnicas de gestión de las relaciones con los otros y también de las relaciones consigo. 2) aumentar la libertad, la movilidad y la reversibilidad de los juegos de poder, pues son ellas las condiciones de la resistencia y de la creación. 6.
pacidad de estructurar el campo de acción del otro, de intervenir en el dominio de sus acciones posibles. Esta nueva concepción del poder muestra aquello que estaba implícito en el modelo de la batalla y la guerra, pero que aún no hallaba una expresión coherente, a saber: que hay que presuponer, para pensar el ejercicio del poder, que las fuerzas implicadas en la relación son virtualmente "libres". El poder es un modo de acción sobre "sujetos activos", sobre "sujetos libres, en tanto que libres". “Relaciones estratégicas”, es la modalidad por la que el poder se ejerce en el interior de una relación (...) se despliega por la voluntad de conducir los comportamientos de los otros "Una relación de poder, por el contrario, se articula sobre dos elementos que le son indispensables para ser precisamente una relación de poder: que "el otro" (aquél sobre el que se ejerce la relación) sea reconocido y mantenido hasta el final como sujeto de acción; y que se abre, ante la relación de poder, todo un campo de respuestas, reacciones, efectos, invenciones posibles”3. En este marco, que los sujetos sean libres significa que ellos "tienen siempre la posibilidad de cambiar la situación, que esta posibilidad existe siempre". Esta modalidad del ejercicio del poder permite a Foucault responder a las críticas que desde el comienzo de sus trabajos sobre el poder le eran dirigidas:
"Yo no he querido decir que estamos siempre atrapados, sino al contrario, que somos siempre libres. Finalmente, que hay siempre la posibilidad de transformar las cosas”4. Los "estados de dominación", por el contrario, son caracterizados por el hecho de que la relación estratégica se ha establecido en las instituciones y que la movilidad, la reversibilidad y la inestabilidad de la "acción sobre otra acción" son limitadas. Las relaciones asimétricas que toda relación social contiene son cristalizadas y pierden la libertad, la "fluidez" y la "reversibilidad" de las relaciones estratégicas. Entre las relaciones estratégicas y los estados de dominación Foucault coloca las "tecnologías gubernamentales", es decir, la unión de las prácticas por las cuales se puede "constituir, definir, organizar, instrumentalizar las estrategias que los individuos, en su libertad, pueden tener los unos en relación con los otros"5. Para Foucault, las tecnologías gubernamentales juegan un papel central en las relaciones de poder, porque es a través de ellas que los juegos estratégicos pueden estar cerrados o abiertos; es por su ejercicio que se cristalizan y se fijan en relaciones asimétricas institucionalizadas (estados de dominación) o en relaciones fluidas y reversibles, abiertas a la creación de las subjetivaciones que escapan al poder biopolítico. En la frontera entre "relaciones estratégicas" y "estados de dominación", sobre el terreno de las "técnicas de gobierno", la lucha ético-política adquiere
La relación entre resistencia y creación es el último límite que el pensamiento de Foucault había pretendido franquear. Es en el interior de las relaciones estratégicas y de la voluntad de los sujetos virtualmente libres de "dirigir la conducta de los otros", donde se pueden encontrar las fuerzas que resisten y que crean. Lo que resiste al poder, a la fijación de las relaciones estratégicas en relaciones de dominación, a la reducción de los espacios de libertad en el deseo de dirigir las conductas de los otros, hay que buscarlo en el interior de esta dinámica estratégica. Es en este sentido que la vida y lo viviente deviene así la "materia ética" que resiste y crea a la vez nuevas formas de vida. En una entrevista de 1984, un año antes de su muerte, se le plantea una cuestión acerca de la definición de la relación entre resistencia y creación: "-Es sólo en términos de negación que hemos conceptualizado la resistencia. No obstante, tal y como usted la comprende, la resistencia no es únicamente una negación: es proceso de creación. Crear y recrear, transformar la situación, participar activamente en el proceso, eso es resistir. -Sí, es así como yo definiría las cosas. Decir no, constituye la forma mínima de resistencia. Pero naturalmente, en ciertos momentos, es muy importante. Hay que decir no y hacer de ese no una forma de resistencia decisiva...7"
Crear y recrear, transformar la situación, participar activamente en el proceso, eso es resistir Y en la misma entrevista, destinada a la revista Body Politic, Foucault afirma que las minorías (homosexuales) en las que la relación entre resistencia y creación es una cuestión de supervivencia política, no deben sólo defenderse y resistir, "sino crear nuevas formas de vida, crear una cultura. Nosotros debemos también afirmarnos y afirmarnos no sólo en tanto que continúa en pág. 10 >
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identidad, sino en tanto que fuerza creadora"8. Las relaciones consigo, las relaciones que debemos mantener con nosotros mismos, por las cuales Foucault había llegado a esta nueva definición del poder, no son relaciones de identidad, "deben ser más bien relaciones de diferenciación, de creación, de innovación"9.
La sala de espera... espera “encuentros” por Fernanda Felice
Nosotros debemos también afirmarnos y afirmarnos no sólo en tanto que identidad, sino en tanto que fuerza creadora Y es sobre la cima de la relación entre resistencia y creación que hay que prolongar el trabajo de Foucault. El itinerario de Foucault permite pensar el vuelco del biopoder en una biopolítica, el "arte de gobernar" en producción y gobierno de nuevas formas de vida. Es proseguir el movimiento del pensamiento foucaultiano establecer una distinción conceptual y política entre biopoder y biopolítica. 1 Michel Foucault, Deux essais sur le sujet et le pouvoir, p. 298. 2 Michel Foucault, Dits et Écrits, IV, p. 729. 3 Michel Foucault, Deux essais sur le sujet et le pouvoir, p. 313. La relación entre amo y esclavo es una relación de poder, cuando la huida es una posibilidad de acción para este último; de otro modo se trata de un simple ejercicio de la fuerza física. 4 Michel Foucault, Dits et Écrits, p.740. 5 Michel Foucault, Dits et Écrits, p. 728. 6 Siempre en la última parte de su vida Foucault se plantea el problema de cómo volver simétricas las relaciones estratégicas. Esta temática es sólo esbozada a través del tema de la "amistad." Gabriel Tarde, un autor del que he confrontado, en otro lugar, su pensamiento con el de Foucault, expresa la necesidad, partiendo de las mismas "relaciones estratégicas" foucaultianas, de fundar su dinámica no sólo sobre la asimetría, sino también sobre la simpatía. "Más estrecha aún y más alejada de la verdad es la definición ensayada recientemente por un sociólogo distinguido, quien da como prioridad característica a los actos sociales el ser impuesto desde afuera como obligación. Eso es no reconocer como relaciones sociales más que las relaciones entre amo y sujeto, entre profesor y alumno, entre padres e hijos, sin tener ninguna consideración a las libres relaciones de los iguales entre ellos. Y es cerrar los ojos no ver que, en los mismos colegios, la educación que los niños se dan libremente imitándose entre ellos, respirando, por así decir, sus ejemplos, o incluso los de los profesores, que interiorizan, tiene más importancia que la que reciben o sufren por fuerza." Gabriel Tarde, La logique Sociale, Institut Synthélabo, Paris,1999, p. 62. 7 Michel Foucault, Dits et Écrits, IV, p. 741. 8 Michel Foucault, Dits et Écrits, p. 736. 9 Michel Foucault, Dits et Écrits, p. 739.
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eguramente todos/as hemos pasado alguna vez por una sala de espera, y sin dudas, no es el lugar preferido de muchos/as de nosotros/as. Esperar unos minutos o unas horas a que un médico o terapeuta nos atienda no resulta ser el plan más interesante. Sin embargo, puede haber algunas excepciones; y ese rato de espera puede resultar lo suficientemente placentero como para que la espera termine pareciendo breve. Cada miércoles, hay un grupo de niños/as que, les aseguro, sabe disfrutar ese momento de espera a su turno. Llegar a la clínica, elegir una silla donde sentarse y esperar parece ser muy atractivo. Y esto no se debe solamente a sus ganas de ingresar al consultorio, ese espacio pensado para compartir juegos, charlas y nuevos aprendizajes con otro/a que también los/as espera; sino porque además antes de entrar y luego de salir de cada sesión fonoaudiológica, hay alguien con quien encontrarse. Así, Lucía espera su turno mirando incesantemente las escaleras porque sabe que desde allí descenderá Lara, quien la precede en la lista de turnos del día. Lara siempre actúa con una cierta indiferencia ante el saludo y abrazo apretado que Lucía se prosigue a darle. Antes de partir, esa breve ficción creada por Lara se convierte en un beso y abrazo cálido que anuncia la despedida y que alienta un nuevo encuentro el siguiente miércoles. Lucía, feliz de haber cruzado algunas palabras con su amiga, ingresa al consultorio con muchas ganas de “trabajar”. Luego de esos 45 minutos de juegos, letras, dibujos y cuentos, Lucía sabe que al bajar las escaleras, habrá alguien que la espera y alguien a quien ella también espera ver a través de los barrotes de la baranda. Allí está Maite, más pequeña y tímida, pero que esboza una sonrisa de alegría al verla. Algo similar sucede cuando Paula se asoma del consultorio lindante, para fisgonear un poco; no porque sea curiosa simplemente, sino porque ella sabe que a las seis menos cuarto llega Marcos. Si no lo encuen-
tra en el consultorio, mira hacia abajo por las escaleras que le permiten entrever su rostro un poco dormido después de un rato de siesta. Marcos mira hacia arriba y sabe lo que le espera, una bonita niña que lo llama y le tiende su mano, invitándolo a compartir con ella aunque más no sea unos minutos de charla y juegos. Debieran ver ustedes las caritas de decepción al saber que uno/a de ellos/as no ha venido, decepción que se convierte en curiosidad y preocupación por el temor de que algo malo les haya sucedido. Así surgen hipótesis de diversas enfermedades posibles: dolores de panza, mocos en la nariz y otros tantos problemas que pudieran haberle impedido venir. Lo bueno es saber que, pese a esa ausencia, el próximo miércoles podrán volverse a encontrar, seguros de que la espera no es eterna; y que si acaso lo fuera valdría la pena con tal de hallar allí alguien con quien compartirla… Todos estos/as niños/as vienen a este espacio terapéutico porque tienen dificultades en su lenguaje, vienen aquí para poder comunicarse mejor, para poder decir nuevos sonidos, nuevas palabras y animarse a enlazarlas en alguna que otra frase. Muchos/as creerían que han progresado gracias al profesional que los/as atiende, a sus conocimientos y herramientas terapéuticas; sin embargo, eso sólo constituye un pequeño fragmento de esta historia. Encontrarse con pares con los cuales compartir un par de minutos de charla, de besos, de abrazos y afecto puede resultar también absolutamente terapéutico. El amor nos afecta a grandes y a chicos de la mejor manera, de esa manera que sabe convertirse en encuentros placenteros. Esta sala de espera oficia de marco que invita al diálogo, y como bien sabemos, un diálogo puede ser construido con palabras, con silencios, con gestos, con miradas, con distancias, con besos, con abrazos, con caricias. Aquí cada quien ofrece lo que tiene y quien opera como interlocutor sabe validarlo y darle a cambio algo de lo propio, incluso aquello con lo que ese otro/a no cuenta todavía. Así, los/as más “habladores” ponen palabras a los silencios de los/as que aún no pueden hablar tanto; mientras que los/as más “callados” ponen miradas y gestos de afecto que saben decir mucho más que lo que un par de vocablos podrían expresar. Yo, que tengo el gusto de recibirlos/as cada miércoles, tengo la dicha de ver sus rostros iluminados por esos encuentros. Los/as miro y escucho con soberbia atención, dispuesta a aprender de ellos/as algo nuevo cada día. Intento aprender que los espacios formales y acotados en tiempo y forma no son los únicos sitios posibles para construir un vínculo terapéutico, intento aprender que los nombres que la ciencia podría ponerle a cada uno/a de estos pequeños no les interesan ni les impiden comunicarse, intento aprender que el deseo de hacer lazo con otros/as trasciende a cualquier obstáculo presente, intento aprender y seguir aprendiendo, así como ellos/as se han dispuesto a hacerlo desde que han tenido la fortuna de “encontrarse”.
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La escritura y la furia
Deseo de la furia por A. A.
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iré el cielo y sentí que podría desatarse la furia. Sentí que esa palabra se quedó ahí, insistiendo, presio-
nando. Pensé, furia... de vivir, de pensar. Estaba ahí, todavía detenido. Descanso insuficiente, calor, dolores. Pensé que solo podría salir si me dejaba llevar por la furia, conmigo mismo, con los otros, con las cosas por hacer. Sentimiento vago, sin precisiones. Entonces brotó de adentro ese golpe en el plexo, ese vacío que cala el estómago hacia una profundidad que está en el cuerpo pero que llega más allá de él. Y deseé escribir sobre eso. Escribir con furia, aunque sin negar el miedo que eso mismo me traía. Luego...escribir. Quedó esa idea, ese afecto, esa necesidad. Algo me dijo que era lo que más me importaba. Escribir había sido una conquista tras otra. Conquista, avance, lucha sin cuartel por ocupar esa ciudadela tan escarpada, tan difícil. Pensaba que en otros eso se veía como un fluir natural, suave, cuando para mí representaba una dura pelea. Con mis ideas, con mis afectos, con mi mano derecha, nunca vencedora final de aquella zurdería reprimida, que me tensa y me produce dolor. Era la lucha entre vivir otras experiencias o poder apartarme y vivir esta otra, ya desde aquellos años de estudiante, entre el placer de jugar al fútbol y el trabajo de leer y escribir interminables apuntes. Pero también lucha entre el placer de devenir invisible en presencia de los otros, de no ser visto, de pasar desapercibido en medio del movimiento de la gente y el ser visible en la escritura. Visible, poner el cuerpo, cuerpo otro, en la escritura, otro que dice, da, se pierde en los vericuetos, en los caminos insondables de las hojas que transitan y son de otros. Escritos dados a leer, imágenes dadas a ver, fugas, estallidos, misterios de destinos incognoscibles de esas hojas. Furia de nuevo, por no escribir con la cabeza desprendida, sino sintiendo la enorme y poderosa acumulación de energía en el estómago, en el corazón, en las tripas, en la emoción que a veces apreta la garganta, que no da lugar a las palabras, que explota en algunas lágrimas. Escribir no tenía, no tiene que ver con la paz del alma, con la placidez, con la relajación. Es lucha e intensidad furiosa aunque no es la batalla del soldado cegado por el odio, dando mandobles a diestra y siniestra. Es la lucha del guerrero que piensa. A veces
es necesario el pensamiento más desarrollado para inventar estrategias, para aprender y ejercer la disciplina de unir mente y cuerpo en la acción. Tensarse, aguzar los sentidos para anticipar los movimientos del enemigo, percibir en esa mínima fracción de tiempo anterior, cual va a ser su próximo golpe. Esos enemigos, como decía aquel viejo y sabio hechicero, están dentro de uno mismo, el miedo, la claridad, el poder, la vejez. El miedo es para enfrentarlo, no se lo puede perder, no se puede huir de él. Enfrentarlo, atravesarlo una y otra vez. La claridad narcisista, el todo puesto en la pobre y virtual imagen propia en el lago. Claridad que puede ser empañada por un mosquito que caiga en el agua. El poder, su deseo, que obnubila todo pensamiento profundo, propio, todo camino a la libertad. El poder, su deseo, que ata, encadena y vacía porque cuanto más poder se alcanza, más vacío de ser propio uno queda. La vejez, posición que no tiene que ver con los años transcurridos, sino con el aflojamiento, la detención, el descanso, que son las antesalas de la muerte. Engañosa, porque uno cree vivir cuando está muriendo. Lo otro es vivir esta batalla como si fuera la última. Uno puede disponerse a eso y prepararse viviendo. Entonces la hoja caerá en el momento justo y esa energía estallará en infinitas fugas para alimentar otras vidas.
por A. A.1
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ritornello)
Decía Don Juan que para escribir se necesitan cantidades inusitadas de energía. Y decía Deleuze: Pensar, escribir. Sólo se escribe en el límite del propio saber, en ese límite extremo que separa nuestro saber de nuestra ignorancia, y que conduce de uno a otra. Colmar la ignorancia, es relegar la escritura para el mañana, o hacerla imposible. Cuando aquella vez, yo hablaba del escribir y la furia, sin saberlo, tal vez decía algo parecido. Escribir desde la furia, desde lo que surge con una potencia imparable desde el fondo oscuro, desde lo innumerable e incognoscible, desde lo que no podemos conocer y sin embargo nos empuja a la acción del pensar y del hacer. Sólo se escribe en el límite del propio saber, en ese límite extremo que separa nuestro saber de nuestra ignorancia, y que conduce de uno a otra Cuando lo hacemos las palabras fluyen y se van acomodando en el papel, desde la furia a la armonía, al dolor o a la alegría, a la intuición de lo hermoso, a la sensación de estar situado en una infinitesimal cresta de lo inconmensurable. Este tiempo ha sido el de la entrada al desierto, en ese instante en que ese mundo rico, poblado de innumerables criaturas invisibles, aparece a nuestros ojos como ese suelo en el que toda la soledad se hace presente, donde el movimiento de las arenas nos lleva de una a otra soledad. Ese entre, ha sido el tiempo del deseo del fuego en los plexos, de la tensión en los músculos, de la potencia del grito retenido en la garganta, la furia que hará salir a las criaturas, que creará oasis, que poblará de vida ese desierto. Y en algún momento comenzamos a verlos y a convivir con ellas, observamos los extraños y coloridos flujos de energía que se elevan y danzan, entramos en los oasis donde la vida late, en los cuerpos, en el mecerse de las hojas, en los rizos del agua que brota misteriosamente de ese suelo que aparecía árido e inerte. Lo sentimos ahí por doquier y sentimos cómo entran en nuestro cuerpo, criaturas, formas y energías. continúa en pág. 12 >
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A veces, esa potencia llega a nuestros músculos, a nuestros dedos y se dice en la escritura, aunque siempre pobremente, como un resto mínimo de esas escenas inmensamente ricas. Y aún para eso necesitamos de esa energía en cantidades inusitadas para nuestro palmo humano, saber de nuestra ignorancia de ese todo que retornará siempre, con nosotros o sin nosotros, siempre diferente, siempre más rico, siempre haciéndose y recreándose en cada retorno. A veces nos presta un poco de esa maravilla, de esa potencia que se hermana con lo que sentimos como furia que no acepta nada sino hacer, producir, crear. Luego, a veces, cuando nos reencontramos con eso escrito, lo reconocemos como propio y sin embargo se nos hace difícil conciliarlo con nuestro pensamiento, y sentimos como una realidad irrefutable ese compuesto que somos de saber, de ignorancia, de ese pensamiento y de esas percepciones hoy no recuperadas y hoy, por lo menos, presas del olvido. A veces nos presta un poco de esa maravilla, de esa potencia que se hermana con lo que sentimos como furia que no acepta nada sino hacer, producir, crear Realidad de una conciencia de que ese límite de nuestra ignorancia, en algún punto, fue un poco más allá y produjo eso que también somos, y sin embargo no sabemos cómo. Como decía también Don Juan, largo y arduo camino, si es que lo queremos recorrer, entre lo que somos como efecto de nuestro ser en la cultura y los toques, pases, pruebas y trampas del espíritu, esos pases que dicen del ser implacables sin ser fríos, pacientes pero activos, astutos sin ser cínicos, y simpáticos, dulces o sensibles sin ser débiles. Arduo camino, tal vez lejano, tal vez imposible para nosotros, ese camino del guerrero que quiere la soledad y la comunidad, que quiere la libertad. Sin embargo, están los encuentros y como decía también aquel viejo sabio, a veces un poema nos permite acecharnos, sacudirnos, cerrar el diálogo interno y hacer que el silencio cobre impulso. Arduo camino (...) del guerrero que quiere la soledad y la comunidad, que quiere la libertad Poema y silencio crean las condiciones para la sacudida. Y a veces podemos ser un poco poeta y aceptar el anhelo de ver el fondo oscuro, de ver el otro ser del desierto. Ser presas del anhelo y la belleza. Darlos a otros, para que puedan vivir ese impacto de la belleza, que es nada más ni nada menos que abrir los ojos y explorar a partir de ese paso, que nos adentra en el desierto, que nos adentra en lo inconmensurable, eso que somos y que es, a eso que no tiene palabras para decirse y sin embargo, en el momento en que escribimos, no podemos dejar de decir. 1
Casi invierno, bar, café, soledad, casi tocando la furia.
Estigma por A. A.
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n comentario de cine adobado con otros ingredientes.
Estigma, ese signo que surge en alguien como producto de la acción de oponentes capturado en una relación de violencia casi ilimitada. Relación maniquea que coloca el bien como supremo en un lado y el mal en otro. Tal vez una de sus facetas sea la eterna lucha entre Cristo y el Anticristo. Relación que ciertos discursos institucionales han mantenido en un plano, personalizado y simplificado hasta su aplanamiento que, como siempre, produce una alienación a figuras que se constituyen en mitos ficcionales. Y como tales, cierran y alienan a los sujetos. Estigma, en uno de sus sesgos, simboliza el mal que se le asigna a alguien: “Ha sido estigmatizado”, “carga con un estigma”, suele decirse. Por otro lado, en el discurso religioso y en el imaginario popular, aparece como una carga que porta alguien privilegiado, y cuyo referente central es la figura de Cristo. Por ello, desde los romanos era el escarnio y desde los cristianos el signo más preciado. San Francisco en tiempos antiguos, el Padre Pío, en tiempos próximos son figuras paradigmáticas. Fueron estigmatizados por ser los que aparecían encarnando o
aquellos en los que se encarna el espíritu sufriente y violentado de Cristo. En un caso como el de San Francisco esa “encarnación” fue tan potente que hasta los mismos clavos se hicieron carne. Estigma, en uno de sus sesgos, simboliza el mal que se le asigna a alguien Pero bien, ¿qué estoy pensando cuando escribo estas ideas? Pienso que la personalización a la que me he referido es discutible. Para entrar en esta reflexión recurro a una versión interesante (¿Puramente imaginaria?) que aparece en la película “Stigmata”, en la que algo de lo que pienso está claramente expresado. Un texto prohibido por la iglesia, estigmas que van apareciendo en una mujer y la intención de dignatarios de esa institución de ocultar todo, llegando incluso al propósito de cometer asesinato. Esa lucha, en el mito, aparece siempre como la lucha entre personas: Cristo-Anticristo. Forma encubridora. En la película, aparece una variante interesante, la encarnación del estigma en una persona por un lado. Pero éste no opera sólo desde su persona, sino que se trata de su transferencia desde otro u otros, de una posición que produce ese efecto. Esa posición es la de la
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resistencia al intento de represión de la verdad que era la posibilidad de que ese texto reprimido se tratara de palabras auténticas de Cristo y no de retransmisores o intérpretes posteriores. Si hay algo que ha encarnado, encarna o encarnará al Anticristo, seguramente se tratará de una estructura y no de una persona Por otro lado, la aparición de una estructura. Estructura institucional. Creo que esto nos acerca al fondo de la cuestión: si hay algo que ha encarnado, encarna o encarnará al Anticristo, seguramente se tratará de una estructura y no de una persona. Este mecanismo de personalización no escapa a una dinámica institucional común: los conflictos, cuando se personalizan, siempre son encubridores. Si bien estos nombres han capturado estas ideas de oposiciones absolutas, esto se encuentra en otros tramos como por ejemplo en el “666”, el número de la Bestia, donde se ha dado una inversión interesante en tanto éste remite a Salomón, pero esa “Bestia” no era esa persona, sino el poder despótico, injusto y esclavizador de su propio pueblo y de los pueblos sojuzgados. Recordemos que 666 era el equivalente al peso de ese personaje en el oro de los tributos que se le ofrecían anualmente. Por lo tanto esas figuras o la figuración del mal implican estrategias, actos colectivos o estructurales que significan las aberraciones institucionales en su acción alienante, degradante y violenta sobre las personas. Precisamente en “Stigmata”, uno de los aspectos más impactante, más sobrecogedores, es la inusitada violencia de las escenas en las que se van grabando los estigmas en el cuerpo del personaje. Quizás sea una sutil visión de los autores de esta problemática en tanto el poder despótico siempre es cruel y violento sobre las personas. Crueldad del acto de marcar al otro que se puede expresar en aquellas crucifixiones, miles, realizadas por los romanos y estas escenas de la película en el subterráneo y otros lugares de este mundo de máquinas mercadistas inhumanas. Los conflictos, cuando se personalizan, siempre son encubridores No sabemos si la referencia que aparece en la película es histórica u otro recurso imaginario. Allí aparece que en 1945 se descubrió un manuscrito en Nag Hamadi, que se describe como “Las máximas secreta de Jesús viviente”. Y que numerosos eruditos
sostienen que ese pergamino conocido como el Evangelio de Santo Tomás, es el registro más cercano que tenemos de las palabras del Jesús histórico. Y en fin, que el Vaticano se rehúsa a reconocer este Evangelio y lo ha descrito como herejía. En esencia esas palabras dicen que “el reino de Dios no está hecho de edificios ni maderas” y luego otro pensamiento: “corta un trozo de madera y estoy aquí, levanta una piedra y me encontrarás”. Y más adelante, en una escritura que reproduce el pergamino en una pared: “El reino de Dios está dentro de ti y a tu alrededor”. Sería lógico pensar que ese personaje misterioso, monje al cual se había asignado una tercera parte del manuscrito para su traducción, al saber de la posición de ocultación de la Iglesia, “carga” con él y recibe los estigmas. Pero, ¿por qué eso aparece también en una joven, liberal, atea, inculta e ignorante de los más elementales conocimientos sobre objetos y rituales religiosos? Seguramente no se trata simplemente de que su madre le enviara el Rosario de aquel monje. Aparecen por el contrario varias secuencias previas a cada estigma donde aparece el placer del cuerpo, el vientre en una posible concepción, pero lo que parece definir esta posición de la sujeto es la visión de un mujer, embozada, de rostro semejante al de una virgen que lloraba sangre y su angustia, deseo y accionar decidido para salvar al niño. En ese verdadero devenir como sujeto, los estigmas se producen según la acción de actores figurados de diferente forma. Si en un primer momento se produce cuando el goce del propio cuerpo y de la posible maternidad, en otro se produce cuando tira la cruz que lleva una monja como representante de la
Iglesia. Ahí es azotada quizás como efecto de ese poder que se resiste. En este caso es dado marcar que no importa saber de Dios (el personaje no conoce ni siquiera el significado del Rosario), ni creer, sino sentir el deseo y actuar para “salvar al niño” en esa identificación con el lugar de la madre. Hay una fuerza que desea el daño. Los estigmas aparecen entonces porque esos sujetos son afectados por sus visiones del mal y manifiestan esa batalla en sus cuerpos. En la película citada estas secuencias culminan en aquella donde el obispo manifiesta que sus pecados crucificaron a Cristo. Pero en su acción es la Iglesia la que lo vuelve a crucificar: anticristo. Él dice: “eres el verdadero enemigo de la Iglesia”, e intenta asesinarla diciendo: “no destruirás a mi Iglesia”. La última secuencia es interesante porque incluye algo de la dimensión del amor que ya se había esbozado en la escena siguiente a la de la escritura en la pared. Cuando el sacerdote-investigador la salva y se acerca, ella le dice. “Dios está dentro de ti y a tu alrededor”. Luego la levanta, la saca de la habitación mientras las llamas van desapareciendo, llega al jardín, se sienta y la sienta en su regazo. Ella le dice “Quédate conmigo” y lo besa. Una paloma se posa en su mano y la escena remeda la imagen de San Francisco con la paloma. Él la mira caminar por el jardín. Al final, llega a la Iglesia de las escenas iniciales, esa de incierta ubicación que los representantes oficiales de la Iglesia no encuentran y descubre el pergamino. continúa en pág. 14 >
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Quizás esto pueda pensarse como indicación de que sólo los que pasen por ese devenir de renunciar a las fuerzas reactivas, tanto externas como internas, y asumen en su corazón y en sus cuerpos el amor, pueden encontrar las palabras que dicen de la afirmación de la vida. Este texto comenzó a adquirir forma en el clima de los días anteriores y posteriores al 24 de marzo, llegando a su culminación (¿provisoria?) en el día de hoy, que recuerda otra acción mortífera de ciertos poderes sociales y el dolor por tanta muerte inocente. No sé si podré saber porque necesité trabajar estas ideas que comenzaron a angustiarme ya siendo muy chico y que nunca fueron desarrolladas debido a lo que podía significarse como verdadero delirio. Sin embargo, la vida, los acontecimientos vividos, el conocimiento de hechos de la historia, no hicieron más que reafirmarlas. Desde las guerras de la Iglesia contra los disidentes, con episodios de exterminio masivo, a la inquisición, al encubrimiento de las atrocidades de la conquista, a las alianzas con fascismos diversos hasta el silencio, el encubrimiento y aún la participación activa en el tiempo del gobierno militar, se suman a esa impresión. Un amigo, ex preso en los tiempos del Proceso me decía: “El capellán venía a vernos con la Biblia en la mano y una pistola 45 en la cintura”. “Una vez le pregunté si la usaría y me contestó que no la llevaba de adorno”. Quizás no sea tan delirante entonces pensar que el Anticristo no sea una persona (pasada, presente o futura), sino esas estructuras y máquinas trituradoras, signadas por un proyecto de muerte, que en distintos momentos del devenir del mundo, intentan destruir a aquellos que asumen en sí mismos el amor sin condicionamientos y lo constituyen en aquello que los hace vivir. En fin, quizás no valga la pena preocuparse tanto por cierto significado de estos planteos porque como decía Freud, y tantos otros en otros campos, aún los recuerdos más objetivos siempre conllevan algo de ficción y por otro lado aún los delirios más floridos siempre contienen algo de la verdad histórica.
Freud por Andrés Sanchez
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sí, de golpe, un día me di cuenta. Todos estaban de acuerdo. Ninguna de las personas que me rodeaban estaba al mar-
gen de esto. Eran los últimos días de diciembre, todos habían desaparecido, como sucede en cada año para esas fechas, todos los amigos y conocidos con los cuales se puede desinflamar el alma, mágicamente ya no estaban. Por esos días escuche el consejo por primera vez, al menos eso recuerdo. Mi trabajo me había prohibido dejar la ciudad, la Navidad había sido un trámite, el año nuevo se acercaba sigilosamente. El día de los inocentes me jugó una broma pesada, de esas que a primera instancia no se reconocen, que, en principio, parecen ser el regalo esperado, que, desde que se dejó de ser niño uno ansía: Ella me había llamado. La típica excusa, feliz Navidad, etc. La conversación derivó en un nuevo encuentro, hacía meses que mi resignación era carne, que ya no esperaba ese llamado. Quizás fue por eso que tanto impactó en mi tristeza de fin de año. Hicimos el amor luego de un breve brindis de palabras y vinos, dormimos más juntos que nunca, durmió ella, en realidad, yo me limité a mirarla, a preguntarme por qué el camino tiene que ser tan áspero para, igualmente, concluir en que estar juntos es la mejor solución a nuestro amor. La mañana de ese domingo me volvió a dejar perplejo, mis confesiones de soledad, de haber sufrido como nunca antes una ausencia, de haberla extrañado como un niño a su madre, habían calado hondo, muy hondo. Por la noche me
había abrazado, esa mañana ya no. Me preguntó, cuando yo pensaba que su llamado ya era un acto de fe, qué haríamos. Se preguntó que sentido había tenido todo, me dijo que esto era un error, que estar juntos era imposible, luego que yo había vomitado mis deseos, luego que mis ya moribundas ilusiones habían vuelto a palpitar. Dijo que me veía muy mal, muy deprimido y que era mucho para ella, mucho para mi, también. Y lo dijo. Aún sabiendo lo que yo pensaba de ellos, aun estando segura del daño que causaría al decir aquellas palabras. “Necesitás ir a un psicólogo”, eso dijo. Traté de explicarle, una vez más, que no, que no era eso lo que yo necesitaba, que lo único que me hacía falta era estar con ella, sentir que alguien podía confiar en mi. No un psicólogo, para qué, para depender después de ellos, para encontrarme un día hablando de mi analista, tal como lo hacían todos los que conocía, que no podían vivir sin pensar en lo que pensaría el encargado de su salud mental sobre esto o aquello, no, no era eso lo que me hacía falta, sino dejar de estar solo. Desapareció nuevamente, sus vacaciones la llevaron a su ciudad, y me dejó el consejo como regalo. El verano volvió a juntarnos a fines de febrero, luego de una tormenta veraniega de soledad, cómo no iba a preguntarme si acaso ella no tenía razón. Cómo no iba a dudar si mi postura seguía siendo correcta, y así se lo hice saber. Su rostro pareció iluminarse, al verla tan radiante la idea de ir a un psicólogo tomaba forma, tenía ahora más sentido. Pero a la vez yo me preguntaba si era correcto o no tomar esa decisión en
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función de los demás. No se suponía, acaso, que era una cuestión de mi salud, sólo de la mía. Estaba claro, no podía hacer feliz a los demás sin estar seguro de lo que hacía. Fui, entonces, dilatando mi decisión, replanteándome hasta qué punto yo quería hacerlo. Los días pasaban y la presión crecía, cada noche la pregunta se repetía: ¿sacaste turno? Hasta que mi felicidad y mi alegría de estar con ella resultó ser otra mentira. Yo “no estaba bien”, aunque me sentía más vivo que nunca, yo seguía “necesitando” un maldito psicólogo y volvió a desaparecer, como la noche más bella, se fue, dejándome la mañana triste y lluviosa como testigo de mi soledad. Mis amigos retornaban de sus vacaciones, uno a uno venían a verme. Misteriosamente todos parecían saber que mi verano no había sido el mejor, que los había necesitado, que mi angustia podía olerse desde el punto en que cada uno de ellos se encontraba. Uno a uno se fueron enterando del episodio del psicólogo y la fraternidad esperada nunca llegaba, todos ellos me aconsejaban pensar si no era realmente necesario pensar en ir a uno. Como una mujer que tiene un atraso, que ve niños y mujeres embarazadas por todas partes, así me encontraba yo, viendo carteles de ayuda psicológica por cada calle, cada hospital, cada rincón de la ciudad. Me seguían, no me dejaban descansar en paz, me soñaba en sesiones, los divanes de las vidrieras ya no me remitían al descanso, sino a la terapia. Mis hermanas me hablaban maravillas de sus análisis, conocidos que veía de vez en cuando me contaban como su mejor novedad haber empezado terapia, los programas de televisión más exitosos tenían referencias, directas o indirectas, a una sesión de psicoanálisis, pero mis amigos, sobre todo ellos, parecían inducirme firmemente a que me decidiera al fin, que no perdería nada con probar, que dónde encontraba yo el placer de negarme. Bueno, justamente allí. En sentir que todo era muy violento, en que terco, como soy, nunca me decidiría a hacer algo que en mis principios era negativo, máxime si yo en realidad no sentía en ello una solución. Para mí, mi depresión no era más que la de cualquiera que se sintiera solo. Sólo en el final de esa soledad encontraría una salida. El tiempo pareció darme la razón, la ya no tan reiterada presión me llevó a pensar seriamente en empezar una terapia, qué tenía de malo probar, si no me sentía a gusto dejaba y listo. Además podía estar equivocado, por qué no, tal vez un psicólogo me ayudaría a salir de mi estado de abandono. Y así fue como un día, sin decir nada a nadie, caminé hacia el centro más prestigioso de atención psicológica y entré, dispuesto a terminar con todo. La secretaria no estaba, el pasillo se veía desierto, nadie parecía estar allí. Me senté en una silla a esperar y fumé. Y fumé, y fumé. Nadie aparecía, los minutos transcurridos parecían querer hacerme dar cuenta que tenía que repensarlo, pero no me fui, aun cuando estaba a punto de hacerlo. Caminé en sentido contrario a la salida y me metí en el consultorio de una psicóloga que su nombre me resultaba familiar. Y allí los vi. No faltaba nadie, ni mis hermanas, ni mis amigos y por supuesto, también estaba ella. Se quedaron tan perplejos como yo, viéndome como se mira a un fantasma, un fantasma que se niega a ser parte de la locura.
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Cuando no se juega por Ana Sagües
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uciano tiene dos años recién cumplidos, sus ojos expresivos hablan lo que su lenguaje dice entreverado. Generalmente se muestra serio, frunciendo el entrecejo. También está atento a los movimientos de sus compañeros/as apenas unos meses más grandes que él. Todos/as se disponen a alguna actividad, algunos/as hacen dormir a muñecos bebés y nos obligan a los demás a hacer silencio para que los bebés no se despierten o no se asusten, otros hacen circular unos autos por circuitos inventados en divertidas carreras, otras encajan cilindros en vehículos de madera, algunos convierten ollas y tazas en un conjunto de tambores, otros apilan cubos preparando el regocijo de su caída. Luciano los observa vivazmente, se acerca y les saca ese objeto que entretiene en el momento de mayor entusiasmo de sus compañeros/as, merodea por cada sector con la misma intervención: así despista el auto violeta de Ema y se lo trae, quita el último tramo de la torre de Lucas y lo junta con ese auto, saca una taza devenida tambor de la orquesta de Nacho -lo hace llorar- y también la ubica entre los otros objetos, disputa el enorme tractor amarillo con Agustín que chilla ruidosamente. Luciano acumula en un canasto los objetos extraídos a sus compañeros/as, en un rincón casi como si representara la cueva de Alí Babá. Los damnificados protestan alborotadoramente pero retornan al juego cuando se les ofrece otro objeto que reemplace al anterior. Luciano deambula de grupo en grupo interrumpiendo la alegría de cada uno con su juego, se entremete con tanta seriedad y determinación, no juega a sacar o molestarlos, su intención es clara, saca y guarda para él. Me acerco y le digo que me parece que a él le gusta lo que el otro tiene pero que no está jugando. Me mira fijo, con profundidad. Descubro con tristeza que algunas subjetividades no están dispuestas a jugar aunque sólo tengan dos años, funcionan como grandes capitalistas, capturados por el poder, necesitando desbaratar la alegría de los otros. En la fabricación social de los sujetos, las insti-
tuciones, a través de la transmisión de las significaciones imaginarias sociales, asumen un papel fundamental; primero la familia y luego la escuela intervienen en la producción de la subjetividad. Ambas constituyen las instituciones emblemáticas a partir de las cuales el sujeto obtiene los valores instituidos, los mitos culturales, los mandatos religiosos y morales, en definitiva las significaciones que esa comunidad a la que pertenece reconoce como civilizadamente válidas. En el ejemplo de Luciano se hace visible la preponderancia de una dimensión del sistema social que intenta apropiarse y acumular aquello que en un momento ocupa felizmente a los otros. Vaya a saber las razones fuertes que condicionan el contexto particular de vida de este niño. A pesar de las mismas, creo que podemos acercarle otras propuestas, porque cuando no se juega la subjetividad se endurece, las relaciones se complican, los afectos se tiñen de tristeza y el sufrimiento comienza a instalarse en la cotidianeidad. En la fabricación social de los sujetos, las instituciones, a través de la transmisión de las significaciones imaginarias sociales, asumen un papel fundamental Jugar con esta niñez a entrar en otro régimen, en otro movimiento, es el desafío que los adultos podemos asumir cuestionándonos también sobre nuestra apertura al jugar, a desprendernos de regimenes competitivos y sentir más liviano los avatares de la vida. Esto lo pienso cuando veo a Luciano y a los demás niños/as disfrutar de la música, de los sonidos que se cuelan por la sala, de la aceptación a bailar con otros, a pintar juntos. Una línea hacia la creación se abre. Creo que jugando la subjetividad se expande y se multiplica, se metamorfosea, cambia y en ese movimiento se expresa un devenir subjetivo inacabado en el que el jugar da consistencia a los deseos, jugando se consigue una conciencia distinta de sí mismo. De ahí que a los adultos nos sería saludable, de vez en cuando, recordar aquella canción infantil y…abrir la puerta para salir a jugar.
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La historia de la mirada por el subcomandante Marcos a los maestros
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na lenta voluta de humo sale de la boca del Viejo Antonio que la mira y, con su mirada, le empieza a dar forma de signo y de palabra. Al humo y la mirada, siguen las palabras del Viejo Antonio... “Mirá Capitán, hubo un tiempo hace mucho tiempo, en que nadie miraba. No es que no tuvieran ojos los hombres y mujeres que se caminaban estas tierras. Tenían de por sí, pero no miraban. Los dioses más grandes, los que nacieron el mundo, los más primeros, de por sí habían nacido muchas cosas sin dejar clarito para qué o por qué o sea la razón, o el trabajo que cada cosa debía de hacer o de tratar de hacer. Porque de cada cosa tenía su por qué, pues sí, porque los dioses que nacieron el mundo, los más primeros, de por sí eran los más grandes y ellos sí se sabían bien para qué o por qué cada cosa, eran dioses, pues. Pero resulta que estos dioses no se preocupaban mucho de lo que hacían, todo lo hacían como fiesta, como juego, como baile. De por sí cuentan los más viejos de los viejos que, cuando los primeros dioses se reunían, seguro tenía que haber una marimba, porque seguro que al final de sus asambleas se venían la cantadera y la bailadera. Es más, dicen que si la marimba no estaba a la mano, pues nomás no había asamblea y ahí se estaban los dioses, rascándose la barriga, contando chistes y haciéndose travesuras. Bueno, el caso es que los dioses primeros, los más grandes, nacieron el mundo y no dejaron claro el para qué o el por qué de cada cosa. Y una de estas cosas eran los ojos. ¿Acaso habían dejado dicho los dioses que los ojos eran para mirar? No pues. Y entonces ahí se andaban los primeros hombres y mujeres que acá se caminaron, a los tumbos, dándose golpes y caídas, chocándose entre ellos y agarrando cosas que no querían y dejando de tomar cosas que sí querían. Así como de por sí hace mucha gente ahora, que toma lo que no quiere y le hace daño, y deja de agarrar lo que necesita y la hace mejor, que anda tropezándose y chocando unos con otros. O sea que los hombres y mujeres primeros sí tenían sus ojos, sí pues, pero no miraban. Y muchos y muy variados eran los tipos de ojos que tenían. Los había de todos los colores y de todos los tamaños, los había de diferentes formas. Había ojos redondos, rasgados, ovalados, chicos, grandes, medianos, negros, azules, amarillos, verdes, marrones, rojos y blancos. Sí, muchos ojos, dos en cada hombre y mujer primeros, pero nada que miraban. Y así se hubiera seguido todo hasta nuestros
días si no es porque una vez pasó algo. Resulta que estaban los dioses primeros, los que nacieron el mundo, los más grandes, haciendo una de su bailadera porque agosto era, pues mes de memoria y de mañana, cuando unos hombres y mujeres que no miraban se fueron a dar a donde estaban los dioses en su fiestadero y ahí nomás se chocaron con los dioses y unos fueron a dar contra la marimba y la tumbaron y entonces la fiesta se hizo puro borlote y se paró la música y se paró la cantadera y también la bailadera se detuvo y gran relajo se hizo y los dioses primeros de un lado a otro tratando de ver por qué se detuvo la fiesta y los hombres y mujeres que no miraban se seguían tropezando y chocando entre ellos y con los dioses. Y así se pasaron un buen rato, entre choques, caídas, mentadas y maldiciones. Ya por fin al rato como que se dieron cuenta los dioses más grandes que todo el desbarajuste se había hecho cuando llegaron esos hombres y mujeres. Entonces los juntaron y les hablaron y les preguntaron si acaso no miraban por dónde caminaban. Entonces los hombres y mujeres primeros no se miraron porque de por sí no miraban, pero preguntaron qué cosa es “mirar”. Y los dioses que nacieron el mundo se dieron cuenta de que no les habían dejado claro para qué servían los ojos, o sea cuál era su razón de ser, su por qué y su para qué de los ojos. Y ya les explicaron los dioses más grandes a los hombres y mujeres primeros qué cosa es mirar, y los enseñaron a mirar. Así aprendieron estos hombres y mujeres que se puede mirar al otro, saber que es y que está y que es otro y así no chocar con él, ni pegarlo, ni pasarle encima, ni tropezarlo. Supieron también que se puede mirar adentro del otro y ver lo que siente su corazón. Porque no siempre el corazón se habla con las palabras que nacen los labios. Muchas veces habla el corazón con la piel, con la mirada o con pasos se habla. También aprendieron a mirar quien mira mirándose, que son aquellos que se buscan a sí mismos en las miradas de otros. Y supieron mirar a los otros que los miran mirar. Y todas las miradas aprendieron los primeros hombres y mujeres. Y la más importante que aprendieron es la mirada que se mira a sí misma y se sabe y se conoce, la mirada que se mira a sí misma mirando y mirándose, que mira caminos y mira mañanas que
no se han nacido todavía, caminos aún por andarse y madrugadas por parirse. Y ya que aprendieron esto, los dioses que nacieron el mundo les encargaron a estos hombres y mujeres por todos lados, que habían llegado tropezando, chocando y cayendo con todo, la tarea de enseñarles a los demás hombres y mujeres cómo se miraba y para qué es el mirar. Y ahí aprendieron los diferentes mirar y mirarse. Y no todos aprendieron porque ya el mundo se había echado a andar y ya andaban los hombres y mujeres por todos lados, tropezando, cayéndose y chocando unos con otros. Pero unos y unas sí aprendieron y éstas y éstos que aprendieron a mirar son los llamados hombres y mujeres de maíz, los verdaderos”. Quedó en silencio el Viejo Antonio. Yo lo miré mirarme mirarlo y volteé la vista mirando cualquier rincón de esa madrugada. El Viejo Antonio miró que yo miraba y, sin decir ninguna palabra, agitó con su mano la encendida colilla de su cigarro de doblador. De pronto, convocada por el llamado de la luz en la mano del Viejo Antonio, una luciérnaga salió del rincón más oscuro de la noche y trazando breves serpentinas luminosas, se acercó hasta donde el Viejo Antonio y yo estábamos sentados. Tomó el Viejo Antonio la luciérnaga con sus dedos y, dándole un soplo, la despidió. Se fue la luciérnaga hablando su luz tartamuda. Un rato siguió la noche de abajo oscura. De pronto, cientos de luciérnagas empezaron su brilloso y desordenado baile y ahí, en la noche de abajo, había de pronto tantas estrellas como la que en la noche de arriba vestía el agosto de las montañas del Sureste Mexicano. “Para mirar, y para luchar, no basta saber a dónde dirigir miradas, paciencia y esfuerzos” –me dijo el Viejo Antonio ya incorporándose-. “Es necesario también empezar y llamar y encontrar a otras miradas que, a su tiempo, empezarán y llamarán y encontrarán a otras más. Así, mirando el mirar del otro, se nacen muchas miradas y mira el mundo que puede ser mejor y que hay lugar para las miradas todas y para quien, aunque otro y diferente, mira mirar y se mira a sí mismo caminando la historia que falta todavía”. Se fue el Viejo Antonio. Yo seguí sentado toda la madrugada y, cuando encendí de nuevo la pipa, mil luces abajo encendieron la mirada y hubo luz abajo, que es donde debe haber luz y múltiples miradas...