GIANOTTI, FRANCISCO

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s el año del centenario de la declaración de la Independencia por el Congreso de Tu-

Vibra de entusiasmo patriótico el pueblo argentino cuando conmemora las fechas gloriosas de la gran epopeya Americana . En sus venas corre sangre de héroes recientes, de intrépidos guerreros inmortalizados en los campos sin límites de la Banda Oriental, Alto Perú, Chile y Colombia. El sentimiento puro de la gratitud nacional se personifica en San Martín, Be!grano y Alvear, las tres figuras argentinas culminantes en la cruzada libertadora: la concepción de los planes decisivos, el genio de la organización y la disciplina son las características del primero; Belgrano es la esencia del patriotismo y las virtudes cívicas y Alvear encarna el ímpetu y la arrroganeia de la raza. Pero hay una pléyade de guerreros ilustres, de infatigables y valerosos paladines, que secundan la magna obra de aquellos vencedores en Tucumán y Salta, Chacabuco y Maipo, Montevideo e Ituzaingo. Ahí están: Las Heras, que salvó al ejército patriota en la noche triste de Cancha Rayada j Soler decidiendo con un flunqueo vigoroso la suerte de las armas en las cuestas de Chacahuco ; de la Quintana, con su acción ineontrarrcstablo en el último tercio de la batalla de Maipo; La Madrid, "que se había batido en cien combates"; Necachea, - el Murar argentino - con sus "catorce cicatrices de Jllnín"; Brandzen, cl héroe inmortal de Ituzaingo ; Ola vnrr'ía, el ginete legendario de las cargas infernales; Lavallc, aquel león que había que tenerlo enjaulado para soltarlo en el momento preciso de la batalla; Dorrego, caballcro de la ironía en la calma de los cuarteles ~ impávidr, combatiente en los más terribles entreveros, y por último (imposible nombrar a todos), Güemes, el ídolo de los gauchos del N~te quien en la quebrada de Humahuacn anonada a lo;;jafes del mejor ejército realista ba-


por las aberturas que caen a la senda por donde pasa el enemigo". Pasemos ahora, para refrescar los recuerdos históricos de los visitantes, a decir algo muy sintético, muy preciso, sobre las batallas de Tucumán y Salta, motivos que han inspirado al pintor de los panoramas con cuya exhibición pretendemos sinceramente tributar un homenaje digno de la grandiosa efeméride que festeja el pueblo argentino.

jado del Alto Perú, hostilizándolos sin tregua, de día y de noche, hasta enloquecer los "con las sorpresas de sus emboscadas y los audaces ataques de sus ginetes temerarios, surgiendo de improviso de los montes salvajes y los ásperos senderos de los campos salteños. "La campaña defensiva de Giiemes - ha dicho Don Vicente Fidel Lopez - es un modelo en su género como plan estratégico y como ejecución consumada .... Forma el cuadro más vivo" y mas romanesco que sea posible encontrar en los hechos sangrientos que las masas humanas hayan" sostenido alguna vez, las unas' contra las otras, cualquiera que sea el país donde se tomen ejemplos. y de tan ilustre historiador reproducimos, también, una silueta del héroe genuinamente criollo y una impresión del campo de sus hazañas :

LAS BATALLAS

DE TUCUJV\AN y SALTA

!I fallo pronunciado por la Historia que las WW!:l!::aIiI._r.t.I batallas de Tucumán y Salta caracterizan una época culminante de la epopeya revolucionaria.

"Hasta por su figura parecía Güemes, haber nacido para el papel que debía desempeñar en la guerra de nuestra Independencia. Diestrísimo ginete, si es que hubo alguno que le igualara fué en aquella provincia famosa por ellos. Todo contribuía a realzar en su persona el tipo perfecto de un hombre ágil, tan flexible COlUO liviano para volar en alas del brioso potro, como un pájaro, por entre las sinuosidades del enmarañado bosque y de la áspera montaña. "Difícil es que nadie, sin haberlo visto, se haga cargo de lo que son los bosques de Salta y de Jujuy; de lo que son sus serranías. No es solo el árbol espinusu y gurabatado, apiñudísimo en un desórden salvaje y sombrío, el que ocupa ppr leguas de leguas el terreno, levantándose en el llano y en la sierra a treinta metrus de altura; sino la robusta maleza "'f¡uecrece, que se prende por los troncos hasta las copas ligándolo todo con sus múltiples agarradera. en una extensión sin términos. Allí la vaquía es instinto, vistazo rápido como el relámpago, para dar a carrera tendida en la entrada y en la salida del laberinto, sin quedar trenzado entre las lianas o cla vado en las formidables espinas que como punta de puñales rozan al ginete que cruza, que escapa o que ataca

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Son el punto de arranque de una faz más favorable del movimiento emancipador.


Hasta la hora de la gloriosa acción de Tucumán. la posibilidad de oponer una resistencia seria y eficaz al aguerrido ejército enviado por el Virrey Abarcal del Perú, amargaba los días de la Patria. El gobierno de 1812 era débil y eran muy sombrías las perspectivas de la guerra. El ejército de Belgrano en operaciones en el norte permanecía constantemente a la defensiva y era tenázmen te perseguido; pero después de la gloriosa jornada del 24 de Septiembre se trocaron los papeles y, aun cuando luego hubo alternativas desfavorables para las armas revolucionarias, desde aquel día la confianza en el triunfo final se mantuvo firme en los corazones argentinos. Variado ha sido el juicio emitido acerca de la acción de 'I'ucunián en que los excesivamente técnicos han creído ver más que nada la ubra del azar; pero siempre ha estado unánime la opinión de los escritores en establecer que esa batalla fué una de ll!s más gloriosas y de las más argentinas de cuantas acciones de guerra se libraron en lus días iniciales de la nacionalidad. Y debe apuntarse, como complemento adecuado para la mejor exactitud del juicio, que fué en esa acción en la que por primera vez colaboró el elemento popular, improvisado soldado al impulso de sus nobles sentimientos. Tal decimos por que los 4UU paisanos que, armados a su manera, se plegaron al ejércitu de Belgrano y cuncurrieron con él a la batalla de 'I'ucuinán, constituyeron el primer tributo expontúneo que el gaucho del Norte - que habría luego de inmortaIizurse al impulso de Giicmes -- aportó a la obra de la emancipación. Con certera pluma/ alguien ha pintado ia primera arremetida de ese grupo de gauchos que el día de la batalla se lanzó sobre las fuerzas enemigas eomo una ola que rematara sus crestas en cuchillus .... Mitre dice que avanzaron a carrera tendida, ciegos de coraje y que ese Iué el bautismo de gloria que recibió el sano paisanaje de la campaña.

ESTA ES LA ÚNICA MANERA

DE DESCRIBIR

LOS CIGARRILLOS

CENTENARIO REFORMADOS TIENEN PROPIO,

UN

CACHET

Y APELAN

IRRESISTIBLEMENTE A TODOS LOS FUMADORES QUE SABEN DISTINCUIR

Por natural consecuencia en el Sil ceso histórico, la baialla de Salta resultó el complemento de la de 'l'ucumáu, y si de ésta ha podido decirse lo que hemos apuntado, aquella ha sido juzgada siempre como una acción en la

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de

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que la habilidad del jefe supremo tomó por la mano :\ la victoria y la hizo suya inconfundiblemente. Pero entremos un poco al detalle para hacer resaltar Clan sus características las acciones militares a que nos. estamos refiriendo.

RNTEOJOS ó LENTES LOS ANTECEDENTES

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DE TUCUJV\AN

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a hemos dicho que el ejército que comandaba Belgrano se hallaba condenado, exclusivamente, a defenderse y debemos apuntar ahora las causas a que ello obedecía. Documentos que se han dado a luz recientemente, y en especial el "Libro copiador del ejército del Perú" que ha sido publicado por el Museo Mitre en el tomo IV del "Archivo de Belgrano", han puesto en evidencia que el vencedor de Tucumán tuvo que afrontar la solución de muy graves problemas para colocar a sus tropas - que eran muy inferiores en número a las de los realistas - en condiciones medianamente militares. Casi todo faltaba, y hasta era difícil lograr la provisión de eaballadas adecuadas a la empresa que se tenía en preparaeión. Acerca de los fusiles, que manos puco expertas, según una expresión de Belgrano, fabricaban en Tucumán, hay noticias de que" reventaban a los pocos disparos' '. El vestuario, también, no andaba abundante, al punto de que el general en jefe se quejaba en Junio de 1812 de no contar ni con los ponchos necesarios para dar conveniente abrigo a la tropa. El cuadro, como se vé, era poco halagüeño. Pero luego el Barón Holmberg, según Bclgrano dice en uno de sus partes al gubicrno, con sus luces' y conocimientos puso al ojército en admirable situación. El fabricó cañones y fusiles, fundió metrallas y colaboró CODo Belgrano en la organización y dotación de \'hrios cuerpos de ejército. Fl1~

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uno de los elementos eficaces y útiles en aquellas precarias circunstancias. y ya tenemos al ejército en la víspera de la gloriosa acción de Tueumán. Pasemos revista a su efectivo. Son 1800 hombres con cuatro bocas de fuego. La caballería revela guapeza hasta en la apostura con que monta. Forma parte de ella, la originaria de TUCll· mán, una caballería. armada casi exclusivamente con cuchillos enastados en palos, a los que complementan las dagas colosales que asoman su punta bajo el cinturón de cuero apenas adobado. Se suman también al armamento tOS temibles lazos y las boleadoras como abandonadas al desgaire sobre el anca de los redomones, que piafan de contínuo. La caballería va vestida a su manera típica: Abunda el poncho de color, largo y grueso y el guardamonte desorejado por el uso. La nota del conjunto es polícromu, Corre el rojo en la filigrana decorativa del abrigo indígena, sobre el que al par serpentea el granate color sangre de toro, el azul de los mares tropicales, el verde oscuro de la hiedra trepadora y el terrozo que copia la fisonomía de las sierras: y por sobre esa suma multicolor vetes en pintas el cobre de la tez de tanto bravo. La infantería eriza la perspectiva con una ondulación de bayonetas, legítimas y reales algunas, reemplazadas otra! por cuchillos largos y filosos. j Y qué jefes capitanean a las tropas! La breve artillería está al mando de Holmberg, al que sirve de ayudante Don José María Paz; la caballería recibe órdenes de Juan Ramón Bal caree y de José Bernaldes y en la infantería figuran Carlos Forest, Ignacio Warncs y José Superi. La reserva cw mandada por el comandante Don Manuel Dorrego. Relatemos ahora el encuentro.

LA BATALLA

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ué fué lo que cambió la faz de los suceso. y resolvió a Belgrano a tomar la ofensiva, después de haberse mantenido en la actitud contraria durante tanto tiempo' En su parte de la batalla, Belgrano lo dice claramente: todos los individuos de su ejército estaban decididos a

morir o vencer y era necesario hacer un esfuerzo supremo. El sabía que el gobierno DO era partidario de que se empeñase un encuentro, en esa hora, pero ante el avance del enemigo que lentamente marchaba sobre Tucumán, y en vista del lógico clamor de los habitantes de las regiones, resolvió presentar combate, eligiendo el eampo en que se debía dar. y el campo en cuestión fué uno de los arrabales d. Tucumún : el conocido por de las Carreras. El terreno era muy favorable para el despliegue d. la caballería en la que se tenía bastante fe. Campo abierto


y apenas ondulado pOI; lomas pequeñas, a las puertas nus: mas de la ciudad que había de senil' de refugio en caso de un contraste. Lo había elegido personalmente el jefe patriota y parecía ofrecer seguridades de éxito. y llegamos al momento del encuentro. Es la madruzada del 24 de Septiembre de 1812. El enemigo va en m~rcha hacia el campo de las Carreras a donde lo esperaba Belgrano. El ejército patriota ha colocado su infantería en columnas. cuyos claros están cubiertos por las cuatro piezas de artillería que se hallan a las órdenes de Holmberg. La caballería, en dos divisiones, desplegada en batalla ocupa los flancos. En el momento oportuno, Belgrano ordena a la infantería, colocada en línea de masa y apoyada por la caballería, que avance hacia el centro, rápidamente mientras las cua tro piezas de artillería obran contra el enemigo. El ataque toma de sorpresa a los realistas, los cuales apenas pueden montar dos cañones de los varios que traen a su retaguardia. Fué tan eficaz y tan certero el fuego de nuestras piezas que varias líneas de infunter ia realista quedaron barridas en pocos minutos. Pero el resto, valientemente y con la rodilla en tierra, abrió un fuego infernal sobre nuestras tropas que avanz.ibnn. Y luego corrió al encuentro a la bayoneta, Belgruno, entonces, ordenó a una de las divisiones de caballería - la de la derecha que comandaba Balcarcc que cargara sobre los realistas, sin contestar a su fuego. La orden fué hábilmente ejecutada. La caballería, que era la tu, cumu nu cuya pintura liemos hecho líneas atrás, cargó con fiereza inuuditu, Y cargó gritnndo homenajes a la patria y sembrando el espanto entre los enemigos. Fué como unu embestida. Los gauchos, de golpe, eicgunicute, como arrastrados por una l'uerza que los cmpujuha hacia el infinito, rompieron la línea enemiga, y a cu rrcra tendida, snlvnjcmente, recorrieron todo el campo 'lile dominaba el adversario sembrando el terror y la muerte. Los realistas no pudieron resistir a este empuje formidable y tuvieron que ceder. Si bien es cierto que en el ala izquierda se había logrado envolver a la caballería que por ese lado los atacó, el opurtuno esfuerzo de 10'5

gauchos salvó la acción, coronando de gloria las armas de la, patria. La línea enemiga fué rota en tres puntos y aniquilada bárbaramente en el centro, y contaron a su hora los que asistieron a esta acción, que precisamente en el momento en que la caballería gauclia cargó con sus lanzas en alto, una enorme manga de langosta invadió el campo de batalla, sumándose como elemento de confusión al formidable encuentro. Fué tal el entrevero que hubo, como apuntan algunos historiadores, que él produjo un completo desconcierto en el alto comando patriota, hasta el punto de que éste no se dió cuenta de que hahía triunfado sino mucho rato después de estar resuelta la situación. Y cuando se cous: tató el triunfo, una parte de la vanguardia del ejército fué mandada al interior de la ciudad a anuneiarlo, llegando en momentos en que la procesión de Nuestra Señora de las Mercedes, cuya fiesta se celebraba ese día recorría las calles principales. La vanguardia se plegó a la procesión y ésta siguió basta el campo de batalla ensangrentado y humeant.e todavía. Así fué recibida por Belgrano, quién arrodillándose entonces frente a la imágen de la Vírgen, depositó en sus manos el bastón de general en jefe con que había asistido a la gloriosa ,jornada. y desde ese día, está vinculada a las glorias militares argentinas el nombre de la Virgen de las Mercedes, a quien se ha dado el título de Gencrala de los ejércitos de la patria.

ANTECEDENTES

DE LA BATALLA DE SALTA

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triunfo de Tueumán, como naturalmente tenía que ocurrir, al cambiar la faz de la guerra en el Norte, invirtió los papeles de ambos combatientes, Y desde la hora del campo de las Ca: rreras, el ejército patriota fué quien tuvo en jaque .\1

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realista que comandaba Tristán. Este retrocedió y se concentró en Salta y hasta allí marchó Belgrano en su busea, después de preparar sus tropas, durante los meses de Octubre de 1812 a Enero de 1813. Todo el que conozca al detalle la obra realizada por Belgrnno y su ejército en este período de tiempo, preparatorio de la batalla de Salta, y que sepa juzgar la certera acometida que por parte de los vencedores de Tucumán recibieron los realistas en su último baluarte de Salta, tiene, necesariamente, que aceptar lo que hz, proclamado Mitre : En la acción complementaria de la viotoria del Campo de las Carreras, Belgrano reveló extraordinarias condiciones de mando y su triunfo de Salta se debió a una hábil maniobra militar.

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Los Portezuelos era, entonces, la única entrada conocida para llegar hasta Salta, y los realistas, que recién se enteraron de que Belgrano andaba en su busca cuando su. avanzadas fueron batidas por los patriotas el día 14 de Febrero en Cobos, precipitadamente se fueron sobre ese punto, en el que se atrincheraron en forma que, colocada la artillería en una altura, el avance del adversario se hacía imposible pues la metralla, fatalmente lo barría todo. Pero. como se 'Verá, el plan realista fraeasó. Belgrano había sido enterado por el capitán Don José Apolinario

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EN MARCHA

rasladémonos en espíritu a aquella tarde del 13 de Febrero de 18n en que desde lae orillas del Río Pasaje, después de haber jurado respeto a la Asamblea y a los colores nacionales que creara Belgrano, el ejército emprendió la marcha resueltamente hacia Salta. Sobre caminos fangosos. dificultados por toda clase de asperezas naturales. podríase decir que voló aquella tropa que era ya vctcruna. Y si le seg-uimos a través del relato que de esa marcha nos han hecho los testigos presenciales, llegaremos con ella a la Punta del Ojo de Agua, donde el camino se bifurca y admiraremos la maniobra que allí concibe Bolgrano, al ordenar el avance de la vanguardia en dirección a los Portozuclos situado al este de Salta, mientras él sigue con el grueso de 811 ejército hacia las Lagunillas, donde acampa. Y hacemos resaltar lo admirable de la maniobra. por que ella fUI! tal en realidad.

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Saravia. de que los Portezuelos no eran el único paso para llegar a Salta, como se creía, pues los naturales de la región conocían otro que se hallaba en la quebrada de las Chachapoyas. y hacia ella se dirigió Belgrano, con tanta habilidad que su movimiento no fué advertido por el enemigo, pues todo el ejército se movió, en la tarde del 18 de Febrero, bajo una lluvia torrencial que extendía algo así como una cortina de espeso tul sobre toda la amplia perspectiva. Dícese que cuando 'I'ristán fué informado de que PoI ejército de Belgrano se hallaba precisamente a retaguar-


No falte de visitar el renombrado dia de donde se le esperaba y que estaba acampado en la hacienda de Castañares, a una legua de Salta, se negó a creerlo y declaró que eso no era posible, pues solamente siendo pájaros podían las tropas haber llegado a donde se decía, sin pasar por el lugar de Portezuelos. Pero lo cierto era que Belgrano estaba allí, el 19 de Febrero de 1813. La maniobra había sido realizada con tanta habilida-l, que no solo se sorprendía al enemigo por un lado que no se lo esperaba y basta donde era difícil hacer llegar todas las piezas de artillería que tenía preparadas en Portezuelos, sino que hasta se le cortaba por completo, la retirada hacia Jujuy. En realidad, las fuerzas de Tristán estaban acorraladas.

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Detengámonos un momento a pasear la vista por el campo en que van a inmortalizarse nuestras tropas. Nos hallamos frente a Salta a la cual estamos contemplando a la distancia. Una cadena de cerros circunda el panorama. Hay uno que sobrosale entre todos. Cubierto de una vegetación de trópico, parece un promontorio de oscuras esmeraldas. Es el cerro de San Bernardo. Está hacia el oriento de la ciudad "pcndant" admirable con la montaiia de San Lorenzo que, por occidente parece velar a la ciudad de Salta. Entre ambos hay como un encaje hidrográfico de arroyos y de ríos. Al pie mismo del San Bernardo corre el Tngnrete de! 'I'ineo, un arroyuclo culcbriador, que hace eintura a la ciudad y la planicie de Cnstañarcs está también ahí, exhubcrn nte de vegetación y defendida por las dos promincncins de San Lorenzo y San, Bernardo. Los ejércitos están a la vista. de Belgrano en la planicie y el de 'I'ristán al pie del San Bernardo. Es el

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amanecer del 20 de Febrero de 1813; un día lluvioso y gris. Belgrano ha pasado una noche horrible esgarrando sangre. Muchos temen que no podrá dirigir la batalla que es ya inminente; pero ante la sorpresa general de todos se le vé cruzar sereno a cahullo y dar la órden de avanzar. y por el plano inclinado de la planicie emprenden pujantemente la marcha las tropas de la patria. La infantería en cinco columnas paralelas, sostenida por ocho piezas de artillería que van a retaguardia, abre el avance mientras las dos alas de caballería prolongando la línea de combate, se extienden a ambos lados. El enemigo, en dos líneas, se situa al norte de un zanjón que corta la planicie de Castañares, hacia el ea: mino de J ujuy, Y se atrinchera rápidamente. El comanda_nte Don Manuel Dorrego, al frente de una de las columnas de infantería pronto se pone en contacto con el enemigo y la batalla comienza, encarnizadamente. El sol, entonces, corno deseoso de iluminar esa escena de gloria, aparece en el cielo. La neblina se esfuma y el azul sideral abre sus alas por sobre todo el vasto campo. Tal es la emoción que esto produce en las tropas, que hay quienes piensan que es la bandera que acaba de ser jurada en el Río Pasaje, la que se está desplegando sobre sus cabezas, en augurio de triunfo .... El encuentro fué sangriento desde el primer instante. La infantería se lanzó con furia al ataque y tan enceguecida avanzó, que a no haber acudido oportunamente en su apoyo el ala derecha de la caballería, hubiese sucumbido íntegramente. Tan recio fué el empuje que hasta los altos jefes se mezclaron valientemente a la tropa, C03tando ello al mayor general Díaz Vélez, una herida terrible que lo obligó a retirarse del combate. Cuando el entrevero era mús arduo, Belgrano mandó a la reserva que cargara sobre una columna enemiga, que, apoyada en el cerro de San Bernardo molestaba con fuegos diagonules, y galopando a todo lo largo de la línea fué personalmente a reemplazar a V élez en el comando de su ala derecha, Allí se encontró ton Dorrego a quien textun hnente ordenó: "Ayance usted y lleve por delante al enemigo' '.


Dorrego, no esperó a que le reiteraran la órden; y apoyado por la caballería y con la protección constante de los cañones, atropelló con ímpetu inaudito. El enemigo no pudo resistir al empuje y se replegó hacia la ciudad totalmente desorganizado. Y poco a poco, a medida que las alas y el centro de la línea patriota fué avanzando sobre el campo conquistado, el ejército de Tristán se fué deshaciendo hasta que. incapaz de resistir un ataque sumamente vigoroso que Belgrano ordenó llevar al centro, abandonó el combate, dejando en poder de los patriotas. una bandera, varias cajas de municiones y un tendal de muertos y heridos. Sin embargo, el enemgio resistió con bravura hasta el fin. Medio reorganizado en la falda del San Bernardo, trató de impedir el avance final del ejército de Belgrano, pero no pudo contrarestar su empuje, y después de un 'Vano fuego se rindió casi en masa. Las tropas patriotas marcharon entonces sobre la eiu dad, y aunque allí hubieron de tener un nuevo encuentro con las reservas realistas, nada pudo detener en la marcha al ejército vencedor que remató su obra, después de posesionarse de la ciudad haciendo tremolar un poncho con los colores nacionales en la torre del templo de la Merced. La batalla había durado tres horas. El ejército realista se rindió, capitulando la entrega eompleta de sus armas y pertrechos y el juramento de no volver a tomar las armas contra los pueblos libres de las Provincias Unidas.

EL H EROISMO

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DE LA RAZA

podemos terminar sin rendir un homenaje de justicia a la bravura con que las tropas realistas combatieron en Tucumán y Salta. La época del apasionamiento patriótico ha pasado, y hoy la historia - que es un juez imparcial y sereno de

108 hechos pone en evidencia que el ejército que combatió contra nuestras tropas en las luchas de la Independeneia, fué un ejército de valientes, que supo hacer honor a su bandera y a sus tradiciones gloriosas. La adversidad lo alcanzó y fué batido, pero aun en la derrota demostraron sus jefes excepcionales condiciones de valor y pericia militar. Es esto algo que debe dejarse establecido para que popularmente no se siga creyendo que el ejército peninsular que peleó contra nuestras tropas en Amé' rica. fué un ejército de hombres débiles e inexpertos. Es-


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pana ha dado siempre soldados aguerridos y bajo su pabellón han combatido en todas las horas de su historia, corazones fuertes y músculos bien forjados, Corresponde, pues a los descendientes de aquellos dignos adversarios, de una misma altiva y noble raza, cxclamar : j Honor y Salta!

a los vencidos

y a los vencedores

de Tucumán

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