Revista Tropo a la Uña 22

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Revista del Centro de Creatividad Literaria

Distribución gratuita

Año 5 (segunda época) enero de 2020

Transpsicoanálisis, otra escucha, otra clínica • Carlos Hurtado Caravantes, atisbo gráfico a los rarámuri • Poemas de Joan Margarit, premio Cervantes La educación femenina en Yucatán en el siglo XIX • Jocker, entre la locura y la crítica social • Los niños perdidos de Valeria Luiselli • Pueblos indígenas y globalización • Peter Handke, premio Nobel 2019 (una reseña)

Miguel Léon-Portilla (1926-2019) w

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S u m a r i o

Revista del Centro de Creatividad Literaria, A. C.

Latintatenta

Director Miguel Ángel Meza Consejo directivo José Luis Gaytán Saules (Director) Marcos Constandse Madrazo (Fundador) Carlos Constandse Madrazo (Fundador)

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Pueblos indígenas

y globalización

Miguel León-Portilla

16 Emily Dickinson: esa

Consejo editorial Javier España

Norma Quintana

José Díaz Cervera

Lourdes Cabrera

Wildernain Villegas Carrillo

Martín Ramos

Carlos Torres

Lorena Careaga

Marién Espinosa

Agustín Labrada

Antonio Leal

David Anuar

Elvira Aguilar Angulo

Ramón Suárez Caamal

Rodolfo Novelo

Jorge Cortés Ancona

tierna sonora oscuridad

David Anuar

18 Reseña de La mujer zurda, de

Diseño

Peter Handke, premio Nobel 2019

Miguel Ángel Meza

24 La educación femenina

Mauricio Cejín Consejo artístico Gena Bezanilla

en Yucatán en el siglo XIX

Piedad Peniche Rivero

Angélica Mercado

29 Transpsicoanálisis,

Norma Ordieres Jesús Montalvo

otra escucha, otra clínica

Ana María Moreno Pérez

Vanesa González-Rizzo Krasniansky

Corresponsal en Felipe Carrillo Puerto

34 ¿Cuánto vale un amigo?

Corresponsal en Playa del Carmen

Ángel Sulub

Héctor Hernández

Corresponsal en Yucatán Svetlana Larrocha Administración Servicios Corporativos de Cancún, S. C.

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TROPO a la uña es una publicación trimestral del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Oficinas: Av. Contoy 48, SM 17, Esq. Av. Nichupté, Cancún, Quintana Roo. Teléfonos: 01 (998) 887 4374 y 01 (998) 887 4364. No se responde por originales no solicitados. Las opiniones contenidas en los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en TROPO a la uña, siempre que se citen la fuente y el autor. Certificado de licitud y contenido: en trámite. Número de Reserva al título en Derechos de Autor: 04-2000-032217031500-102.

Visítenos en nuestra página web: www.tropoalauna.org

Consulte la revista digital en: issuu.com/centrodecreatividadliteraria

Envío de colaboraciones: miguelmeza57@hotmail.com

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Trasluz

47 La historia detrás de Xcaret, de Miguel Quintana Pali.

12 Poemas de Joan Margarit, Premio Cervantes 2019

Tertulias 48 La energía sexual y el impulso creativo Arazú Cortés

Devezencuento 20 El fin de todos los mundos Marién Espinosa Garay

Entrevista 37 La bruja habla de mi dualidad, de mi lado femenino: Alan Ojeda Fernanda Montiel

Papiros

54 Medios de… ¿comunicación? Macarena Huicochea 57 Queríamos cambio, ¿o no? Marcos Constandse

40 Los niños perdidos, de Valeria Luiselli Mariel Turrent

58 El arte vivo de la luz y la sombra Angélica Mercado

43 El vendedor de silencio, de Enrique Serna Miguel Ignacio Miranda

Portafolio 62 Carlos Hurtado Caravantes

44 Anónimos sexuales: en La sonrisa vertical Svetlana Larrocha

P U N T O S

52 Jocker, entre la locura y la crítica social Svetlana Larrocha

Daniela Palacios Sin título. 2016 Óleo sobre lienzo 60 x 80 (Fragmento)

Art-TROPO-do 64 Carlos Varela

D E

D I S T R I B U C I Ó N

CANCÚN: LIBRERÍAS: Porrúa • Dante • Iztaccíhuatl

HOSPITALES, CLÍNICAS, NOTARÍAS Y COMERCIOS: Galenia

Needful Things • Colibrí • Utopía City

Hospiten • Notaría 6 • Notaría 2 • Estética Yareri • C. Dental Evolución

CENTROS CULTURALES : Casa de la Cultura • Instituto de Cultura y

OTROS: Talleres y salas de lectura, ferias de libros, cruzadas poeticas y

Artes • Café Divertimento • Teatro Xbalanqué • La Pitahaya • El Pa-

encuentros de escritores y medios de difusión

bilo • Centro de Creatividad Fotográfica • Talulah • Galería de Plaza

PLAYA DEL CARMEN: Café Andrade • Jardín El Edén

Caracol • Biblioteca Barocio

Le Lotus Rouge Galería Escamilla • Galería de Arte 5ta. Avenida

RESTAURANTES: Pasteletería • 100% Natural • Tapioka Café

Biblioteca Jaime Torres Bodet

Bisquets Obregón • La Casa de los Abuelos • Marakamé • Mangiare

COZUMEL: Magenta Centro • Cultural • Restaurante del Museo de

UNIVERSIDADES: U. del Caribe • La Salle • U. del Sur • Anáhuac

la Isla * El Coffee Cozumel.

UNID • Universidad de Quintana Roo (Chetumal y campus Cancún).

CARRILLO PUERTO: Museo Maya Santa Cruz Xbáalam Naj • Casa de

EMPRESAS Y ORGANISMOS: Grupo Xcaret • CCE • Delphinus

la Cultura de FCP • Centro Cultural La Casa de los sueños • Tierra Café

AMMJE • Ayuntamiento

MÉRIDA: Centros culturales, librerías y cafeterías


Miguel Leรณn-Portilla (1926-2019)

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Pueblos indígenas y globalización Por Miguel León-Portilla A un año de la conmemoración del Quinto Centenario de la Conquista de México, y aplacado el debate generado por la polémica petición de disculpa a España por parte del actual gobierno de nuestro país, resulta pertinente regresar a la mesura intelectual y a la contextualización histórica del problema indígena. Conveniente entonces será releer la conferencia magistral que Miguel León-Portilla ofreció en el “Encuentro Continental de Escritores en Lenguas Indígenas” celebrado en Quintana Roo en el año 2000. Recuperamos para nuestros lectores ese valioso texto del historiador recientemente fallecido, el más prestigiado investigador de nuestras culturas indígenas y uno de nuestros últimos sabios.

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frece la historia múltiples testimonios de procesos que, al menos en determinados aspectos, se muestran como de alcances globalizadores. Decir globalizadores significa que en la intención de quienes han impulsado tales procesos, se busca homogeneizar, hasta donde es posible, comportamientos o creencias, instituciones que pueden ser políticas, sociales, económicas, religiosas y también de otros géneros y, aun a veces, la suma de todo esto. Ejemplo de un proceso de alcances globalizadores fue el que trajo consigo la expansión del Imperio Romano. Por obra de tal proceso, se impuso la lengua latina y se implantaron en muchos lugares de Europa las instituciones romanas. Otro proceso, también globalizante, lo desató el cristianismo. Postuló que fuera de tal religión no había salvación. El que el cristianismo se autonombrara “reli-

gión católica”, es decir, universal, confirma su intención de abarcar a todos los seres humanos. Tal interés explica que los cristianos se hayan preocupado por hacer conversos, enviando misioneros a los cuatro rumbos del mundo. Parecidos afanes en busca de una universal aceptación de determinadas creencias, no han sido exclusivos del cristianismo. Los seguidores de Mahoma han querido también convertir al mayor número posible de gentes a la fe del Islam. En tiempos modernos se han desarrollado otros varios y muy intensos procesos globalizantes. Uno ha sido el de quienes, persuadidos de la que han tenido como verdad científica, la concepción materialista de la historia, han luchado por difundir e implantar en todas partes el marxismo. Tienen ellos por verdad que el socialismo traerá la justicia y la felicidad para todos los hombres en la tierra. La lista de los procesos globalizadores puede sin duda alargarse. Bastará con mencionar que en la actualidad, por intereses sobre todo económicos, se introducen por

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l a t i n t a t e n t a todas partes nuevas tecnologías que de continuo están renovando. A esto se suman formas de pensar y de actuar que han sido descritas como neoliberalismo, dirigidas a suprimir cualquier barrera que detenga o impida el libre tránsito de capitales y de cualquier producto, estableciendo sistemas de libre comercio que pretenden universalizarse. La globalización se traduce en este caso en un proceso al parecer irrefrenable de mundialización de la economía, impulsado por grandes empresas transnacionales y por estados hegemónicos. Paralelamente con esto y muchas veces en estrecha relación con ello, la globalización conlleva fuerzas homogeneizantes que afectan la forma de concebir el mundo, creencias, sistemas políticos, sociales y económicos, instituciones, valores éticos, costumbres, modas y otros muchos aspectos de la realidad cultural. En tiempos antiguos los sistemas de globalización se generaron casi siempre como consecuencia de variadas formas de conquistas. Sobresalen las conquistas armadas, seguidas de implantación de diversos sistemas de colonización. Acompañantes de dichos procesos fueron las llamadas conquistas espirituales, realizadas por miembros de las religiones de los países colonizadores, empeñados en convertir a otros a sus creencias y prácticas. En la actualidad son cada vez más frecuentes las que se describen como “conquistas de mercados” que tienen como objetivo convencer a todos los posibles consumidores de la excelencia de determinados productos que se les presentan como indispensables. Los modernos medios de comunicación a escala mundial —la radio, la prensa, la televisión y, más recientemente, el Internet— propician la penetración de imágenes relacionadas con cuanto así se ofrece. Los promotores de estos procesos globalizantes afectan de hecho el ser cultural no sólo de individuos sino de pueblos y países enteros. Los así afectados corren el peligro de dejar de ser lo que eran, bien sea por cambiar sus creencias y visión del mundo, sus formas de vida, o quedando subordinados a otras entidades sociales, económicas y aun políticas. En otras palabras, quienes se ven afectados por esos procesos de globalización corren el peligro de quedar subsumidos, no siendo ya ellos los que construyen y reconstruyen sus identidades, sino otros los que pretenden forjarlas a imagen y semejanza de sí mismos.

Globalizaciones positivas y negativas ¿Significa todo esto que la globalización, que hoy se nos presenta como una realidad insoslayable, es necesariamente negativa? La respuesta es que tal aseveración es falsa. Daré algunos ejemplos de las que llamaré formas de globaliza-

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ción positiva. Entre ellas sobresalen las que han llevado a universalizar y hacer que casi todos en el mundo acepten determinados conceptos, doctrinas y principios. Un caso lo tenemos en la declaración y reconocimiento universales de los derechos humanos. El enunciado de ellos se formuló inicialmente por la Revolución Francesa y en forma completa por la Organización de las Naciones Unidas en 1948. Esta declaración universal condenó y desvaneció para siempre concepciones como la de la esclavitud, el racismo y cualquier forma de discriminación. Otro caso de globalización positiva de un principio fundamental, con más años de antigüedad, es el que dejó asentado que la fuente de toda autoridad emana del pueblo y no de un supuesto derecho divino en virtud del cual se decía que gobernaban los reyes. Tales globalizaciones o universalizaciones de principios son desde luego positivas. Y también lo son, aunque con eventuales riesgos, las que han llevado a la difusión de muchos descubrimientos científicos y técnicos. Entre otros están, por ejemplo, la electricidad, el motor de combustión interna, la radio, la telefonía, el correo electrónico, así como una gran variedad de medios de transporte como el ferrocarril, los automóviles y los aviones. Todo esto ha sido aceptado universalmente y ha cambiado la faz del mundo y la existencia de quienes en él vivimos. Resulta así que —como el colesterol de alta y de baja densidad que se encuentra en la sangre— la globalización también puede ser favorable y dañina. Ya he aducido ejemplos de procesos indudablemente negativos y de otros positivos. Ahora bien, entre los procesos globalizadores que pueden considerarse más riesgosos sobresalen los que, de una u otra forma, tienden a arrasar las diferencias culturales de pueblos y aun de naciones enteras. El fenómeno en realidad no es nuevo. Pueden recordarse casos que se han dado en varios países europeos y que han tenido como postulado, implícito o explícito, la idea de que el Estado y nación son equivalentes. En otras palabras, partiendo de un centralismo cultural y político, se ha buscado en esos países unificar, homogeneizando a todos los pueblos que integran al país. Ello puede ocurrir, por ejemplo, cuando existen en él grupos o pueblos de lengua, religión diferente, o por constituir étnicamente lo que se ha llamado “naciones” con usos, costumbres y conciencia histórica distintos. Los casos específicos abundan. El imperio germánico trató de imponer una sola lengua a numerosos pueblos eslavos, a los húngaros y a otros. Igualmente intentó que se sometieran a instituciones políticas, sociales y económicas impuestas por dicho estado. Otro tanto puede decirse de casos como los de Francia, España y Rusia. Allí hubo en diversos tiempos, verdaderas persecuciones por motivos de carácter religioso o lingüístico. La unidad en dichas materias se consideró esencial para la integración del Estado. Así, en España, se persiguió a los


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(Ante)… los tres siglos de dominación española dirigidos a asimilar a los pueblos indígenas a la cultura europeo-cristiana, …éstos lograron una especie de síntesis que (…) les permitió conservar elementos claves de su milenaria visión del mundo y de determinadas creencias. Y preservar, en muchos casos, las estructuras básicas de sus altepetl o pueblos, sus lenguas, usos y costumbres, parte de sus antiguos territorios y una autonomía reconocida en diversos grados por el régimen español. judíos, a los musulmanes y luego a los protestantes. Además se postergó y aun prohibió el empleo del catalán, el vascuence y el gallego. En Francia ocurrió algo parecido con los protestantes y con los hablantes del bretón, el vascuence y otras lenguas vernáculas. Rusia, en un afán paneslávico, primero con los zares y después con los comunistas, también buscó la homogeneización lingüística, y de formas de organización social, política y económica, imponiendo primero la religión cristiano-ortodoxa y después el marxismo.

El caso de los indígenas del nuevo mundo Consumada la conquista o invasión de las varias regiones de América, sus distintas poblaciones nativas se vieron sometidas a procesos no solo de explotación por parte de sus nuevos señores sino también a imposición dirigida a cambiar sus formas de vida. La corona española y la iglesia católica aunaron esfuerzos para hacer de los indígenas súbditos obedientes y útiles al rey, y a la vez cristianos fieles y observantes de todos los mandamientos de la ley de Dios. Tales propósitos desencadenaron procesos globalizadores que buscaron la asimilación de los amerindios, suprimiendo a la vez sus antiguas creencias y prácticas religiosas, consideradas como idolátricas e inspiradas por el demonio.

Dicha asimilación implicó además someter a los indígenas al régimen jurídico español, adaptado muchas veces a las circunstancias prevalentes en la tierra conquistada y para beneficio de la Corona como de muchos de los descendientes de los conquistadores, de los oficiales reales y de los cada vez más numerosos colonos llegados de España. En contraparte, desde un principio los reyes católicos, Fernando e Isabel, y luego el emperador Carlos y su hijo Felipe, se preocuparon seriamente por la que consideraban era un doble obligación suya. Comprendía ésta, por una parte, contribuir a la conversión al cristianismo de los indígenas y, por la otra, velar porque se los tratara como súbditos suyos con justicia y aún con mayor benignidad dada su condición de vencidos e indefensos. A ellos se debieron las primeras “leyes de Indias” expedidas para la protección de los indígenas. Varios eclesiásticos, sobre todo misioneros, miembros de las órdenes franciscana y dominica, pusieron también sus ojos en esto. Entre ellos hubo algunos que denunciaron, una y otra vez, incluso con gran vehemencia, los atropellos de que era víctimas los nativos. Sobresalieron el dominico fray Antón de Montesinos, el primero en levantar la voz en la isla Española para condenar las acciones de los encomenderos y demandar justicia. Más tarde en México y en España misma fray Bartolomé de las Casas, como ningún otro dejó oír su clamor en contra de los agravios, despojos y crímenes que se seguían cometiendo. Tanto él como fray Antón llegaron a presentarse ante el Emperador para manifestarle directamente lo que estaba ocurriendo en Santo Domingo, en la Nueva España y en general en las llamadas Indias. Otros defensores de los indios mexicanos merecen ser también mencionados. Ellos son los franciscanos Pedro de Gante, Toribio de Benavente Motolinía, Gerónimo de Mendieta y Bernardino de Sahagún. En el Perú sobresalió el dominico fray Domingo de Santo Tomás, que se preocupó además por preparar la primera gramática de la lengua quechua. Hubo incluso sacerdotes y obispos pertenecientes al clero secular que obraron de igual forma, como en el caso de don Vasco de Quiroga, el famoso “Tata Vasco”, que se esforzó por hacer realidad entre los tarascos de Michoacán la utopía concebida por Tomás Moro. ¿Significa todo ello que el régimen colonial, o como se decía, de gobierno de los súbditos indígenas americanos, logró que fueran respetados los derechos de éstos, incluyendo los tocantes a la preservación de sus diferencias culturales? Cualquier respuesta que pueda darse a esta pregunta necesariamente debe matizarse con cuidado. Tan falso sería sostener que la preocupación de los soberanos, las leyes que emitieron y las denuncias y acciones de los frailes fueron letra muerta, como atribuirles haber logrado cuanto en la realidad buscaban.

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l a t i n t a t e n t a La reacción de los indígenas Importa considerar aquí otro elemento muchas veces no tomado en cuenta. Me refiero a la actitud de los indígenas mismos. Atenderé en especial a los que vivían en varios lugares de México. No se mantuvieron ellos pasivos, como con frecuencia se ha pensado. Numerosos documentos conservados en varios archivos —el General de la Nación en México, el de Indias, en Sevilla y otras ciudades y pueblos de la que se llamó la Nueva España— dan testimonio de lo que entonces ocurría. Existen miles de textos escritos por indígenas en la que era lingua franca en México, el náhuatl. Hay cartas dirigidas a autoridades locales, corregidores, miembros de la Audiencia, el Virrey, los obispos y el soberano mismo. Allí denuncian los agravios de que eran víctimas, ellos y sus comunidades, demandan justicia, piden restitución de tierras, solicitan la preservación de su antiguo régimen de gobierno, lo que llamaríamos su autonomía. Desde luego que no todos esos escritos fueron respondidos favorablemente, aunque consta que en la mayoría de los casos llegaron a sus destinatarios y fueron considerados por ellos. Asimismo, consta que no pocos indígenas llegaron a conocer bastante bien las disposiciones jurídicas que tenían que ver con su propia situación y aprendieron a litigar y a triunfar en sus conflictos y juicios. Esto permitió que, en no pocos casos, determinados pueblos indígenas mantuvieran, entre otras cosas, las siguientes realidades de enorme importancia para ellos: al menos parte de sus territorios ancestrales; sus antiguas estructuras socio-políticas de los que llamaban altepetl, “pueblo” o nación, con connotaciones étnicas propias; sus lenguas, usos y costumbres y también, en ocasiones, moderación en las tasaciones de los tributos y servicios que debían proporcionar, bien será a la Corona o incluso a quienes, como los encomenderos, ejercían autoridad sobre ellos. Hubo, sin embargo, un punto en que no existió tolerancia y menos aún condescendencia. Este fue el de su antigua religión y todo cuanto pareciera relacionado con ella como, por ejemplo, sus escuelas comunales de origen prehispánico. En esta materia, la Corona y la Iglesia fueron siempre inflexibles. A lo sumo hubo algunos frailes franciscanos que se hicieron de la vista gorda ante ciertas antiguas prácticas que se reactualizaban en diversas fiestas al modo indígena. Las persecuciones acérrimas en contra de las llamadas idolatrías, de las que existen muchos testimonios procedentes sobre todo de México y el Perú, muestran la dureza con que en esto se procedió. Para la Corona y la Iglesia no había más alternativa que la conversión de todos los indios al cristianismo o el castigo con penas muy severas a los que se negaban a aceptarlo y, con mayor fuerza, a los relapsos, considerados como apóstatas.

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(En el México independiente) muchas personas de la clase dominante llegaron a la conclusión de que había que suprimir para siempre la distinción entre indios y no indios. (Lo que dio) lugar al incremento de los mestizos y también al de los indios desarraigados. Quedaron excluidos de sus antiguas comunidades y rechazados muchas veces como inferiores por aquellos mismos que habían puesto en marcha el proceso de globalización dirigido a su asimilación.

Indudablemente que las persecuciones de la idolatría afectaron muy hondo el ser cultural de los pueblos indígenas. Quedaron estos como descabezados, desaparecidos sus antiguos guías espirituales y vulnerada gravemente su arraigada visión del mundo. En tales condiciones, los pueblos indígenas se debatieron a lo largo de tres siglos de dominación española. Esta puso en marcha procesos globalizadores dirigidos a asimilar a los indígenas a la cultura europeo-cristiana. Los factores que he enumerado —preocupación de los monarcas por salvaguardar la justicia, la intervención de algunos frailes y la defensa que de sí mismos hicieron los pueblos indígenas—, frenaron en muchos aspectos la fuerza de esos procesos globalizadores. En lo tocante a la conversión al cristianismo, la resistencia fue mucho más difícil. Sin embargo, como lo reconocieron y declararon varios eclesiásticos españoles, los indígenas lograron una especie de síntesis que algunos consideran fue un sincretismo, que les permitió conservar elementos claves de su milenaria visión del mundo y de determinadas creencias. Por otra parte, como ya vimos, su resistencia les permitió preservar, en muchos casos, las estructuras básicas de sus altepetl o pueblos, sus lenguas, usos y costumbres, parte de sus antiguos territorios y una autonomía reconocida en diversos grados por el régimen español.


l a t i n t a t e n t a Nuevas formas de globalización en el país independiente Podría suponerse tal vez que, al alcanzar México y los otros países su independencia respecto de España, la situación de sus pueblos indígenas iba a cambiar favorablemente. En realidad sucedió lo contrario. En México y en el resto de los países del continente los nuevos gobiernos y muchas personas de la clase dominante llegaron a la conclusión de que había que suprimir para siempre la distinción entre indios y no indios. Todos deberían considerarse como iguales, sometidos a las mismas leyes y en posesión de una misma cultura y una misma lengua. En el caso de México así se declaró en la primera Constitución republicana en 1824. La nueva realidad jurídica trajo consigo en la práctica el desamparo y marginación de los pueblos indígenas. Antes, en la época colonial, se había procedido en función de las leyes que reconocían la personalidad jurídica de las repúblicas de Indios, poseedores de territorios ancestrales, usos y costumbres propios, con sus lenguas y formas autonómicas de gobierno. El arrinconamiento de los pueblos indígenas se agravó con las Leyes de Reforma y con la nueva Constitución de la República en 1857. En su artículo 27 se suprimió por completo la propiedad comunal. Concebido originalmente ese artículo para privar a la Iglesia y de modo más específico a las distintas corporaciones religiosas del considerable poder económico que tenían, afectó también a los pueblos y comunidades indígenas. Si desde 1824 los pueblos indígenas habían desaparecido como tales bajo la idea de una nueva pretendida homologación, es decir de una globalización, en 1857 se dio otro paso sumamente adverso para ellos. Se pensó que, suprimiendo la propiedad comunal, considerada como una de las causas del atraso de los indios, se logaría su globalización en el contexto del proyecto nacional concebido para México. Este debía ser un país de cultura europea en el que las antiguas etnias debían quedar asimiladas. Puede decirse que con ello se reafirmaron el régimen de las haciendas, el latifundismo y el comienzo de un rampante capitalismo liberal. Irónico es en este contexto que en el fallido imperio de Maximiliano se abriera un resquicio legal a los pueblos indígenas. En efecto, Maximiliano expidió el 26 de junio de 1866 y luego el 16 de septiembre del mismo año dos decretos “sobre terrenos de comunidad y de repartimiento” y “acerca del fundo legal de los pueblos indígenas”. En uno y otro estableció procedimientos para que los pueblos indígenas recuperaran las tierras de que se habían visto privados. Digno de mención es que ambos decretos se publicaron en español y en náhuatl. La plena restauración de la República invalidó, como es obvio, dichos decretos. El despojo y la marginación total de las comunidades indígenas perduraron hasta los años de la Revolución Mexicana.

Fotografía: Nayeli Aparicio Chávez.

Innegablemente, la disolución de no pocas repúblicas de indios, antiguos altepetl, condujo a la asimilación de sus miembros en el conjunto de la sociedad nacional, dando lugar al incremento de los mestizos y también al de los indios desarraigados. Quedaron ellos excluidos de sus antiguas comunidades y rechazados muchas veces como inferiores por aquellos mismos que habían puesto en marcha el proceso de globalización dirigido a su asimilación.

Los pueblos indígenas y la Revolución Mexicana Formularé una pregunta: ¿qué lugar se concedió en el ideario de la Revolución a los pueblos originarios? Siendo cierto que en ella participaron grandes contingentes de indios de varias regiones del país, sería falso afirmar que hayan desempeñado éstos un papel importante como caudillos en la lucha armada o como promotores de un nuevo proyecto de nación, concebida como pluriétnica o plurilingüística. Solo puede decirse que Emiliano Zapata y la lucha encabezada por él mantuvieron un ideario de reivindicaciones agrarias en favor de los grandes conglomerados campesinos que desde luego incluían a los pueblos indígenas. La influencia de los zapatistas en el constituyente en que se discutió y redactó la nueva Carta Magna expedida

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l a t i n t a t e n t a en 1917, abrió un resquicio legal en favor de los indígenas. En el inciso 7° del nuevo artículo 27, sin emplear la palabra indígena o indio sino la más bien vaga de tribus, se legisló no precisamente en relación con los antiguos territorios de los pueblos indígenas sino acerca de la restitución y capacidad de disfrutar comunalmente de las tierras que antes les pertenecían. La Revolución Mexicana, además de propiciar la restitución de tierra a los pueblos originarios, trajo también consigo un movimiento de exaltación de lo indígena. Pero éste se dirigió más a revaluar el legado prehispánico que a atender a los requerimientos de la realidad contemporánea. Lo indígena estuvo presente en el muralismo mexicano, en creaciones musicales, en novelas y en otras formas de producción de contenido histórico y artístico. También comenzaron a realizarse importantes exploraciones arqueológicas y a abrirse museos para exhibir los principales hallazgos. En lo que se conoció como indigenismo de inspiración antropológica, sobresalieron dos corrientes que, con matices, han tenido larga vigencia. Una partió de la consideración de que los indígenas continuaban viviendo en situaciones precarias precisamente porque sus formas de cultura eran anacrónicas y no les permitían acceder a la modernidad que buscaba el país. Era necesario emprender acciones dirigidas a borrar la condición de los indios, identificada con la ausencia de desarrollo cultural y marginación. La clave se hallaba en asimilarlos o incorporarlos a la cultura de la gran mayoría de los mexicanos. La otra corriente partió del reconocimiento de que México está constituido por un conjunto de pueblos con lenguas y culturas diferentes. Manuel Gamio fue quien principalmente dio impulso a esta corriente. Para Gamio había en el ser de México dos realidades que debía reconocerse y aceptarse como no excluyentes entre sí. Una era el hecho de que, a través de un continuado proceso de mestización sobre todo cultural, se había ido forjando el país. La otra realidad era que, no obstante esta mestización cultural que en diversos grados y formas había afectado incluso a los pueblos indígenas, perduraban éstos con sus grandes diferencias, confiriendo al país el carácter pluricultural y multilingüístico. Concibió Gamio un proyecto de investigación con un enfoque integral. Como lo manifestó en La población del Valle de Teotihuacán (1922), su propósito fue conocer la diversidad cultural prevalente en México en varias regiones que podían tenerse como representativas de ello. A esto debía seguir la acción del Estado, dirigida a propiciar el desarrollo de los pueblos indígenas respetando sus diferencias culturales, formas de gobierno y lengua.

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La situación actual Nunca como en los últimos años se han dejado de sentir en el mundo fuerzas que parecen incontenibles y que tienden a difundir e imponer de forma global, valores, costumbres, sistemas económicos, formas de comunicación, tecnologías y concepciones del mundo en las que se privilegia la capacidad de enriquecimiento, el consumismo y el disfrute desmedido de cuanto da placer. De incontables maneras, como en un incesante bombardeo, las fuerzas que llevan a englobar este proceso a individuos, grupos sociales, pueblos, estados y naciones enteras, se presenta como algo que parece imposible frenar. El proceso o procesos de globalización, hay que repetirlo, son puestos en marcha por los países o el país más poderoso de la Tierra, en el que las corporaciones transnacionales tienen su sede principal y disponen de medios de comunicación masiva a escala mundial. No solo los países menos desarrollados o más débiles en el contexto mundial son los que se ven afectados. Incluso las naciones europeas están hoy influidas por la escala de valores, sistemas económicos, técnicas, costumbres, modas, hábitos consumistas y otras muchas cosas que se generan en los Estados Unidos, país al cual el presidente Bill Clinton ha calificado como el único imprescindible en el mundo. Ahora bien, si esto ocurre con naciones enteras, ¿qué podría decirse de los pueblos indígenas marginados por tanto tiempo y, a todas luces, débiles y desposeídos? Esta misma pregunta vale no solo para los pueblos indígenas de México y del continente americano, sino para otros muchos de Asia, África y Oceanía. ¿Es su destino verse englobados por los procesos que he tratado de describir? Ahora bien, en contraposición con lo que pueden traer consigo las fuerzas incontenibles de globalización, está el hecho de que no en pocos lugares de la Tierra los pueblos indígenas se muestran decididos a preservar sus identidades. Luchan ellos porque se reconozcan jurídicamente su autonomía, sus territorios, su cultura, el ejercicio de su propio derecho y la vigencia y cultivo de sus lenguas. Buscan, en suma, hacerse presentes y actuantes, con sus identidades, en la vida de sus correspondientes países. Esto, que puede sonar paradójico como contrapunto en un mundo globalizante, es realidad que aflora vigorosa. En el caso de México, desde varios años antes de que se hicieran oír las demandas de que han sido voceros quienes encabezan el movimiento zapatista que surgió en Chiapas el 1° de enero de 1994, había habido ya reuniones y aun congresos de pueblos indígenas. En ellos libremente se discutió la problemática por cuya solución se manifiestan dispuestos a luchar. Recordaré la celebración en Pátzcuaro, en 1975, del Primer Congreso Nacional de Indígenas al que concurrieron representantes de más de setenta grupos.


l a t i n t a t e n t a

Fotografía: Carlos Hurtado Caravantes.

Lugar especial ocupó allí la demanda de autonomía y lo relativo a la propiedad comunal de la tierra, sin que dejara de mencionarse el derecho que debe amparar a sus territorios ancestrales. Quienes expusieron esto, insistieron en la necesidad de ser reconocidos como pueblos, tal como se ha enunciado en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo. Frente a los procesos globalizantes, que aparecen como dirigidos a homogeneizar lo más significativo de la cultura de los distintos pueblos y naciones —diríamos que a “clonar” a los habitantes del planeta— a imagen y semejanza del poderoso, se yerguen los pueblos indígenas. Son ellos verdadero baluarte que ha resistido a través de siglos los intentos de ser conquistado, y absorbido por otros. Hoy, al erguirse, levantan su voz y demandan autonomía. Consideremos lo que ello significa. En el caso de los pueblos indígenas de México, incluyendo a los que se han rebelado en el estado de Chiapas, está claro que no pretenden forma alguna de separatismo sino que se reconocen plenamente como integrantes del Estado mexicano. Lo que buscan es la recuperación y reconocimiento, en el ámbito jurídico, de su personalidad como pueblos de culturas y lenguas diferentes y con los derechos y atributos que de ello se siguen, imprescindibles e irrenunciables. Así, al de-

mandar ellos su autonomía, en modo alguno plantean una cuestión de soberanía. Esta última, como lo señala el Diccionario de la Academia, es “Autoridad suprema del poder público”, y en su acepción de “nacional: la que reside en el pueblo y se ejerce por medio de sus órganos constitucionales representativos”. En cambio, autonomía, según el mismo Diccionario, es “Potestad de la que, dentro del Estado, pueden gozar municipios, provincias, regiones u otras entidades de él —como universidades o los pueblo indígenas, añadiré— para regir intereses particulares de su vida interior, mediante normas y órganos de gobierno propios”. Reconociendo la presencia de los pueblos indígenas como entidades autónomas de derecho público, el sur del país se enriquecerá. Esos pueblos se fortalecerán a sí mismos y con sus lenguas mantendrán abiertas otras tantas ventanas para asomarse con atisbos propios a las realidades humanas, naturales y divinas. Los pueblos indígenas demandan asimismo que el lugar donde viven —su territorio— se reconozca como región autónoma, y que tengan representantes para ser oídos; que puedan también disponer de recursos propios y se les den créditos para su desarrollo sustentable, y puedan educar a sus hijos según lo quieran, con su lengua y de acuerdo a su cultura. Tropo

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P r e m i o

Cervantes 2019

Joan Margarit, el poeta a la intemperie, el premio de la reconciliación Poeta de verdades sencillas y hondas, de explícitas referencias a los grandes temas del ser humano y su condición desvalida —la ternura, la tristeza, la soledad, el amor—, el nuevo Premio Cervantes ha sorprendido a todos. Más allá del acto simbólico que representa la entrega —el de premiar a un escritor bilingüe que escribe en catalán y en español—, con lo que se pretendería ofrecer la imagen de una España armoniosa y plurinacional que busca la reconciliación, lo cierto es que este galardón adviene como un reconocimiento a la poesía modesta y previsible, a la poesía de palabras muy antiguas cargadas de emoción (sin ser sentimentales). Es la poesía pausada que se lee a la luz de las velas, sin grandes vuelos metafísicos, sin retórica alucinante, sin crisis existenciales desoladas. Es, como dice el poeta arquitecto, la poesía del consuelo. Nada más. Pero también: nada menos. (MAM)

No tires las cartas de amor Ellas no te abandonarán. El tiempo pasará, se borrará el deseo –esta flecha de sombra— y los sensuales rostros, bellos e inteligentes, se ocultarán en ti, al fondo de un espejo. Caerán los años. Te cansarán los libros. Descenderás aún más e, incluso, perderás la poesía. El ruido de ciudad en los cristales acabará por ser tu única música, y las cartas de amor que habrás guardado serán tu última literatura. De Aguafuertes (Renacimiento, 1998)

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Cervantes 2019

El buscador de orquídeas No había en casa libros adecuados para el desasosiego adolescente. Los de urbanismo eran aburridos y Cataluña, pueblo desdichado me parecía un título muy triste. Cogí el Mein Kampf, un breve libro negro que tomé por profundo. Así empecé por el lugar más sucio de la literatura. Las palabras de Hitler, tan vulgares, eran un pozo negro. No lo he olvidado, pese a que no lo recuerdo. Me di de bruces con la realidad. Fue allí donde empezó la poesía, difícil y sin falsas esperanzas. He hecho siempre como el jabalí, que busca y, delicado, escoge y come el bulbo -conocido como el orquis– de la orquídea. De Casa de misericordia (Visor, 2007)

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Cervantes 2019

Autorretrato con mar Aquel niño callado. Juega solo. Permanece detrás de estos ojos de viejo, resiste la embestida brutal del mediodía oyendo los confusos versículos del mar y el grito de los cuerpos desnudos y oxidados al entrar en las aguas transparentes y frías de la playa de piedras. Avergonzado, corre de un escondite a otro de los cuentos. Duerme dentro de mí, desvalida criatura: duerme dentro de mí, una noche de reyes, donde en silencio vuelan las escobas y los lobos dejaron sus huellas en la nieve. Afuera brilla un cielo lleno de albaricoques, y el mar azul oscuro de ciruelas se deshace en los negros cuchillos de las rocas. El verano de alcohol frío en los ojos me hace sentir mi vida como la pulpa oscura y dorada de un fruto que se pudre alrededor del hueso del recuerdo. Dentro de mí ocúltate, desvalida criatura. Dentro de mí protégete de la cruel claridad. Recita la leyenda que habla del niño gris y de la miserable bicicleta montada por el triste ciclista del suburbio. Te busca y está cerca. Pedalea hacia aquí. (De Cálculo de estructuras, 2005)

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Cervantes 2019

Nuestro tiempo Cuando nos dimos cuenta, ya estaba en las ventanas, como para quedarse. Pero ahora nada nos ilumina sino esa vaga niebla. A veces, una luz desgarradora. El nuestro fue otro tiempo mucho más inocente: Todavía en las obras celebrábamos cuando, sin accidentes, la estructura llegaba a lo más alto y se cubrían aguas. Vivíamos en calles a las que les sentaba bien un nombre como el de las Camelias. Entre las azoteas, cada noche se encendían las luces del ático de nuestra juventud. Entre las voces suaves y lejanas, alguna vez, se oye un grito de pánico. Pero una herida es también un lugar donde vivir. De Un asombroso invierno (Visor, 2017)

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Emily Dickinson esa tierna sonora oscuridad Por David Anuar

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unca me había sentido especialmente atraído por la Dickinson; nunca, en realidad, la había leído a ella, sino a esos, los otros, sus intermediarios, prestalenguas que, lejos de aproximarla a mis ojos, la apartaban una y otra vez a una región cada vez más inhóspita, insípida, y en última instancia, intransitable. Comencé a leer las traducciones del colombiano José Manuel Arango1; el prólogo y la vida de Emily me cautivaron, pero intuía que algo marchaba mal en los versos. Me di a la tarea de buscar la obra completa de Dickinson en inglés, compilada por Thomas H. Johnson2, y fui comparando las traducciones poema por poema. ¡Qué injusticia!, pensé entonces, cuánta riqueza desaparecía de la estructura sonora al pasar de una lengua a otra: se deshacían en el mar silábico

del español las rimas de los versos pares tan características en los poemas de Dickinson —que a mí me recordaban tanto la melodía del romance español—; o esas estrofas de monorrimos misteriosos y de atmósfera enigmática del poema 89 que, por su sonido, me hacían pensar en las mudanzas de los zéjel de la tradición mozárabe y que vale la pena citar competo junto a la poco afortunada traducción de Arango:

Some things that fly there be Birds - Hours - the Bumblebee Of these no Elegy.

Hay cosas que vuelan: los pájaros, las horas, los abejorros. No quiero para ellas elegía.

Some things that stay there be Grief - Hills - Eternity Nor this behooveth me.

Algunas cosas permanecen: la pena, las colinas, la eternidad. Tampoco éstas me tocan.

There are that resting, rise. Can I expound the skies? How still the Riddle lies!v

Las hay que –yéndose– se quedan. ¿Puedo decir el cielo? ¡Qué callado se halla el acertijo! (Arango, p. 21).

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Daguerrotipo de Emily Dickinson con 16 años, tomada en el seminario de Mount Holyoke entre 1846 y 1847 (Archives and Special Collections de Amherst College).

Emily Dickinson, En mi flor me he escondido, traducción de José Manuel Arango. Medellín: Integraf Editores, 1994. Emily Dickinson, The complete poems of Emily Dickinson, edición de Thomas H. Johnson. Boston/Toronto: Little Brown and Company, 1960.

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l a t i n t a t e n t a Siendo justos, y dejando aparte mis remembranzas de lectura, me parece que la poesía de Emily se enraíza sobre todo en la tradición de himnos y cánticos de la liturgia calvinista. Sin embargo, como ya decía, todo ese universo de entrañables resonancias se esfuma en las traducciones. Pero no sólo eso, también, las más de las veces, las anáforas, las aliteraciones y esa extraña sintaxis del hipérbaton que Emily sabía explotar con pericia para multiplicar los sentidos del verso, enrarecer la lectura y enlazar significados a través del encadenamiento de rimas. Por ejemplo, una amiga poeta —Andrea González Aguilar— ha interpretado en el sonido reiterado de bee-be y demás rimas, una identificación entre la idea metafísica del ser y la abeja. Desencantado, pues, de la traducción que tenía entre manos, busqué otra que a la larga me pareció mejor y, sobre todo, con la comodidad de estar editada en espejo. Así fue como leí una selección de poemas titulada

¿Quién mora en estas oscuridades?, con una traducción de mejor talante realizada por otro colombiano, Hernán Vargascarreño.3 En la poesía de Emily hay una tierna oscuridad que transita desde sus poemas iniciales de corte campirano y casero, pasando por algunos cuantos marítimos, y otros de una sutil ironía hacia la religión, cuyo tono se vuelve cada vez más oscuro y desgarrador. El clímax de la poesía de la Dickinson, pienso, se encuentra en el poema 640, de esa serie que la crítica ha llamado “Los poemas del calvario”. Este conjunto fue escrito en 1862 a raíz del traslado del reverendo Charles Wadsworth, uno de los grandes y malogrados amores de Emily, quizás el mayor. El poema 642 me parece peculiar por su extensión —los textos de Dickinson suelen ser muy breves— y también por transgredir las creencias religiosas en el más allá paradisiaco y subordinarlas al objeto de su amor:

Nor could I rise –with You– Because Your Face Would put out Jesus’– That New Grace […] Because you saturated sight and I had no more eyes for sordid excellence as Paradise.

Contigo, ni podría ascender, porque tu expresión borraría del rostro de Jesús esa nueva bendición. […] porque saturaste mi visión, y no tuve más ojos que para ver la sórdida divinidad del paraíso. (Vargascarreño, p. 59).

Por último, quisiera señalar un poema cuya factura me parece, aun en su brevedad, una joya poética de la autora. Me refiero al poema 209:

With thee, in the Desert With thee in the thirst With thee in the Tamarind Wood Leopards breathes – at last!

Contigo, en el desierto. Contigo, en la sed. Contigo en el bosque de tamarindos. ¡Por fin respira el leopardo! (Vargascarreño, p. 23).

Por un lado, a nivel temático, hay un trasfondo social que Emily vio y vivió de primera mano: el fenómeno de los misioneros protestantes. Esto queda patente en los ambientes aludidos en los versos: el desierto y los bosques de tamarindos. Por el otro, la hechura retórica se funda en una serie de tres anáforas que se engarza con una progresión que culmina en una punche line

donde se desahoga todo el deseo y la tensión sensual acumulada. En síntesis, el poema 209 me parece de una belleza y sutileza que, además, ejemplifica la calidad y la necesidad de revisitar, de preferencia en su idioma original, una de las obras poéticas más interesantes del siglo XIX, la de la norteamericana Emily Elizabeth Dickinson. Tropo

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Emily Dickinson, ¿Quién mora en estas oscuridades?, traducción de Hernán Vargascarreño. Medellín: Exilio-Mesosauro, 2007.

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Para desmitificar el drama de la separación Por Miguel Ángel Meza Al margen del ruido mediático provocado por la entrega del Premio Nobel 2019 a Peter Handke —a quien se le reprochó su postura proserbia durante la guerra de los Balcanes—, surge la necesidad de conocer la real valía literaria de uno de los escritores austriacos fundamentales, clásico de la narrativa de finales del siglo XX. Serán las nuevas generaciones quienes, desde una óptica desideologizada, justiprecien los valores artísticos de una obra original, arriesgada, extraña, marcada por el experimentalismo formal, la crítica a las coacciones del discurso que impiden al individuo mirarse a sí mismo, y la sutil ironía a las deformaciones del lenguaje que enrarecen una auténtica comunicación. La siguiente reseña intenta un acercamiento de esa naturaleza.

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uando una mujer se deja llevar por una fantasía, el mundo cambia. Cuando descubre, de pronto, que lo posible puede convertirse en lo probable, el drama empieza. Lo que antes existía sólo en su imaginación, como una extravagancia, se ubica, súbitamente, en el plano de lo real, de lo cotidiano, de lo necesario. Esta mujer primero imagina, por ejemplo, que su esposo la abandona, en una aceptación consciente de un inconsciente deseo. Luego, más pronto de lo que pensaba, se da cuenta de que es ella quien ha decidido que así debe ser.

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En La mujer zurda —la novela que Peter Handke escribió en 1974, y que anticipa un dilema al cual se enfrentan con mayor intensidad y frecuencia las mujeres hoy en día—, el personaje central, una mujer moderna de una moderna urbe, resuelve su conflicto de una manera simple y contundente: a la primera oportunidad se lo comunica a su cónyuge —quien en el azoro, escandalizado y lejos de intentar comprenderla, hace de este hecho un melodrama. La mujer zurda ha empezado, de esta manera, desde la veta inexplotada de su propia soledad, el camino hacia sí misma. No en el espejo exterior que representa el otro, sino en su propio reflejo interior intentará encontrar la solución a la problemática que le plantea su esencial incompletud existencial. Instalada, así, de


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Nobel 2019 golpe, en el centro de una más auténtica vida, ha iniciado el recorrido hacia su identidad en el vehículo de la reflexión sobre sí misma. Ha quedado atrás el mundo cómodo en que vivía. Todo lo que realiza ahora adquiere otro sentido. Es como si entrara en una dimensión nueva, más plena, si bien no exenta de angustia. Asumir intempestivamente otro papel no es, por supuesto, nada simple, aunque haya sido largamente deseado. Es aún más difícil si se está acostumbrado a regodearse en el mullido modo de vida burguesa. Por muy tediosa e insatisfactoria que haya sido la rutina de la vida burguesa. Ella comprende que el mundo que se había fabricado hasta entonces era, en realidad, un mundo prefabricado. Un mundo en cuya construcción ella no había tenido nada que ver: una relación aparentemente segura, una chata vida en los alrededores de una gran ciudad, en suma, una porción de actos en apariencia determinados por ella misma, pero en realidad sólo actuados desde el fondo estático de su falso apego. Si la más ordinaria de las vidas está infinitamente por delante de la aprehensión intelectual que cualquiera de nosotros hacemos de ella, La mujer zurda, de Peter Handke, es un intento por presentar la percepción desnuda de esa cotidianidad a través de una poética de lo elemental que muestre —literalmente— la vida simple de una mujer como cualquier otra. En efecto, Handke procura rodear la más intrascendente de las vidas con una red de lenguaje impersonal que la haga transparente. Por ello, sólo se limita a transcribir aquello que está entre lo subjetivo —nuestras percepciones— y lo objetivo —las construcciones teóricas y los conceptos que inmediatamente se vuelcan sobre la percepción naciente. William Faulkner afirmó que el estilo que un escritor elige para determinada obra constituye toda una forma de vida. Para Handke, el género literario que se escoge en determinado momento para expresar cúmulos de ideas y sensaciones es, ante todo, una posición en la vida, una posición ante la vida. Hanke utiliza sus conocimientos cinematográficos para narrar su novela sin intervenir con comentarios, alusiones o descripciones que desvíen la atención del lector o lo traicionen. Por medio de imágenes simples vamos penetrando en el mundo cotidiano de la mujer de su novela. Este mundo está descrito puntualmente (justo como lo haría el ojo de una cámara). Nos muestra todo lo que tiene de angustia y soledad —de alguna forma la angustia y soledad del escritor— “merced a una forma literaria que toque el nervio interior desde el exterior, sin verse arrastrado por el vértigo”.

Ella (Handke elude nombrar a sus personajes: ella, él, el hijo, son modos de aludir a la impersonalidad del mundo actual), ella, la mujer zurda, se ha dado cuenta, en determinado momento de su existencia, de que pese a estar junto a otros seres, las posibilidades de una verdadera comunicación son mínimas. Es así, porque esta comunicación se ha convertido en una parodia de diálogo, en un simulacro de contacto que conduce al alejamiento paulatino de los interlocutores. En su soledad, parece decir el autor, cada uno debe inventar su propio lenguaje: un sistema de signos nuevos que abra las puertas a la expresión de percepciones inusitadas, subjetivamente verdaderas. La mujer zurda, así, se dedica a mirarse vivir, sin recurrir a la explicación reductora de la teoría sistemática, sino buscándose a través de la propia percepción de su existencia, por muy trivial que ésta sea en apariencia. Se trata de aferrarse a lo elemental. Se trata de reaccionar ante nuestras ideas y sensaciones con la misma intensidad con que la naturaleza se muestra cada día: nueva (igual y distinta a un mismo tiempo). En este sentido, La mujer zurda es una poética de lo elemental. Es, también, un aprendizaje. El aprender a quedarse solo, el aprender a separarse sin detestarse, el aprender la reconciliación en la ruptura y vivir así sin dramatizar cada vez que ello suceda. El hombre no soporta la ausencia de ella y el hecho de la ruptura lo llena de inseguridad. En un mundo en donde la seguridad aumenta en la medida en que el artificio de las urbes civilizadas es cada vez mayor, cualquier desequilibrio interior adquiere las proporciones de un caos. La mujer zurda es, en esencia, una desmitificación de la desgracia de la separación. La idea del aprendizaje viene nuevamente a explicar lo que para Handke significa la relación con los otros. Aprender a vivir en una gran ciudad es aprender a vivir solos y, al mismo tiempo, a soportar la relación con los otros. Significa aprender a equilibrar la falta de gusto por vivir con los otros con el sinsentido de la vida solitaria. Cuando, al final de la novela, la mujer queda sola después de una espontánea reunión en la que convive con los demás, esa soledad adquiere rasgos de dignidad: “No te has traicionado. ¡Ya nadie te va a humillar!”. Ha sabido combatir el seductor llamado del gregarismo pueril. Con el odio frío y limpio de su mirada, en un inexorable camino hacia el ser, ha recomenzado el repliegue sobre sí misma. Hundirse en el abismo de sí mismo es elevarse en conocimiento. Elevarse y distanciarse de los demás es unirse a los otros por un camino distinto: por el camino propio de la adultez. Cuando la mujer zurda lo consiga, dejará de ser solamente ella. Entonces conoceremos por fin su verdadero nombre: el de un individuo libre, en íntima indisolubilidad consigo mismo. Tropo

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El fin de todos los mundos Por Marién Espinosa Garay Ende. (Meisterin_der_Schule_von_Távara)

Con el trasfondo histórico de una época milenarista y el auge del arte de la miniatura en textos religiosos, arte que combinaba el virtuosismo de la ilustración y la exposición de temas sacros y apocalípticos, Marién Espinosa ha construido un relato sutil pleno de sugerencias. Al tiempo que rescata el espíritu de aquel periodo convulso y de cambios, el relato admite una lectura moderna al recrear una figura femenina entre real y ficticia, visionaria “de los anticristos de todos los mundos que comienzan y terminan en cada giro de los tiempos”.

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uando comenzaba cada año nos preguntábamos si aquél traería, agazapado entre sus días y sin aviso previo, el Fin del Mundo. ¿No hacían así todos los habitantes de este siglo, y habrán de hacerlo también las centurias futuras? En aquellos tiempos temíamos haber hecho las cuentas equivocadas desde el nacimiento de Nuestro Señor El Cristo, por lo que el año mil pudiera aparecer antes o después de nuestros cómputos,

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anticipando o dilatando el Apocalipsis. Y así ocurrió. Almanzor saqueó la ciudad sagrada de Santiago poco ha, breves años antes del Milenio. Desde que fui nacida nunca pensé que vería la cara del Anticristo pregonado por el Libro de la Revelación. Y hoy, temblando de espanto, lo miré una vez más, mientras el infiel saludaba a los muslimes que lo aclamaban, como una alucinación en su caballo lorigado, al frente de sus mesnadas victoriosas. A través de la celosía de piedra, miré cómo los esclavizados pobladores de la otrora hermosa Santiago de Compostela cruzaban los portones de Madinat Al-Zahira,


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Emetrius. (Meister_der_Schule_von_Távara)

remolcando —con cuerdas hincadas en sus cuerpos maltrechos— las campanas de la Iglesia del Apóstol. Así lo hicieron días y noches, desde Galicia hasta Córdoba, bajo los látigos de árabes y bereberes, dejando en los caminos, en recodos y pantanos, la triste ofrenda de incontables cuerpos inertes. Entendí entonces que se abrían las compuertas del tiempo y que se alteraban todos los calendarios. Y es que los cristianos cautivos no podíamos creer que aquellas campanas, antes tan orgullosas en sus altas torres, ahora tañían lamentos, arrastradas en el fango. Habían recorrido a viceversa el Camino de los peregrinos. A su paso caían de rodillas los vencidos que miraban el cortejo, alternando con los latines de los rezos, brutales imprecaciones en los romances nuevos, el batiburrillo de Castilla, la revoltura del gallego y portugués, las lenguas mezcladas de astures y leoneses, hasta maldiciones visigodas. Recordé que pocos años antes yo misma transité ese camino, pero lo hice como todas las cristianas prisioneras de las huestes de Al-Mansur, de hombre en hombre, como pasto de la soldadesca, hasta encallar —sintiendo mis huesos como un naufragio que ha solventado borrascas sobre un mar de carnes pestilentes— en los harenes de Córdoba, como esclava al servicio de las favoritas del hachib.

Dicen que los ejércitos sarracenos no dejaron piedra sobre piedra en la devastada ciudad, y que Al-Mansur sólo se detuvo antes de profanar las reliquias del Santo. Un monje anciano, con los cabellos iluminados en un incendio blanco, custodiaba la tumba del apóstol Santiago, y pronosticó al sacrílego una pronta y dolorosa muerte. Contra todo lo que pudiera esperarse, esto asustó al feroz Al-Dajjal. La rapiña había comenzado pocos años antes en los monasterios de Zamora, León, Astorga, Burgos. Después del saqueo, y en mi forzada condición de criada, me nombraron Maryam, aunque mi nombre cristiano era María, cuando era novicia en el cenobio de San Salvador de Tábara, que fue arrasado e incendiado hasta sus cimientos por el mismo Almanzor. En estos días aciagos, a veces lloro en silencio mientras realizo los deberes que las favoritas me exigen en las cámaras de los harenes. Poco ha descubrieron mi calidad de miniaturista y ahora, en vez de iluminar pergaminos con las imágenes alucinadas de la Revelación, decoro sus cuerpos con dibujos de animales fantásticos y flores inauditas, mientras mis lágrimas diluyen los trazos de henna en sus pieles, blancas unas, negras otras, bronceadas las más.

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Porque en tiempos más felices fui aprendiz de Soror Ende. Aunque en el monasterio las religiosas vivíamos separadas de los monjes, el extraordinario talento de esta mujer en la ilustración de figuras —que cobraban vida sobre los pergaminos— movía la voluntad de abades y abadesas, por lo que a manera de excepción, ella tenía acceso al scriptorium donde los amanuenses se afanaban en la escritura y decoración del libro que todo cenobio debía tener en su biblioteca: El Beato de Liébana, con sus comentarios al Apocalipsis y las escenas terribles del Fin del Mundo. Pero para abreviar sus visitas a los talleres masculinos y evitar una pecaminosa familiaridad entre varones y hembras, se proveyó acondicionar un pequeño scriptorium en la celda de Soror Ende, además de una novicia que la abasteciera de los instrumentos necesarios para su labor. Entre más de cien candidatas, me eligió a mí, una vez que quedara sorprendida al ver los dibujos de ángeles, vírgenes y santos que esbocé en las paredes de mi propia celda, para mis ejercicios de piedad, usando solamente algunos carboncillos que robé de la cocina. Los escribanos enviaban desde sus talleres los folios de pergamino —alisados, adobados, cortados y trazados los textos en hermosa caligrafía visigótica— hasta los aposentos de la pintrix et Dei aiutrix, como firmara alguna vez el colofón de un maravilloso códice. Allí ella ilustraba los pasajes del Juicio Final con imágenes que no me abandonaban ni en las horas del sueño. Yo debía preparar las tintas, pinceles, raspadores, navajas, morteros, además de organizar los folios para su costura y encuadernación. Hasta que no pude resistir la tentación de alguna malignidad que abusó de mis debilidades y, en una ausencia de la monja, tracé mis propias pesadillas sobre los pergaminos. Ella trabajaba a la par del gran ilustrador Emeterio, discípulo del legendario archipictor Magius. Emeterio y Ende, auxiliados por el copista Senior, continuaron los libros que su maestro dejara a medias, arrebatado por la

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muerte. Entonces, como apremiados por presagios de cataclismos próximos, elaboraban nuevos folios a ritmos afiebrados, con premuras que no abandonaron por días y noches, dobladas las espaldas sobre las vitelas, ateridos los dedos en los cálamos, cegados los ojos en el parpadeo de las lámparas. Trazaban figuras angelicales y demoníacas como si presintieran con antelación la próxima llegada de La Bestia, encarnada en aquel matador de pueblos que redujera nuestro monasterio a cenizas. Así vi aparecer en los folios miniados las cabalgatas de los Cuatro Jinetes, las libaciones de la Gran Prostituta, las plagas de escorpiones acosando a los malditos, dragones de siete cabezas flamígeras, el Diablo al fin encadenado en los infiernos y, como una promesa aún no cumplida, la Santa Ciudad de Dios. Contagiada de los delirios ajenos, yo también mantenía el cuerpo atenazado de temblores y el alma suspendida en la aproximación de los cataclismos del Milenio. Y dejándome llevar por mis apremios, una noche dibujé enloquecida —en los espacios que los calígrafos habían dejado reservados a las imágenes— las quimeras que se me desbordaban del cerebro trastornado de presagios al corazón abatido de anticipaciones, y en aquella única noche, manché decenas de pergaminos con centenares de dibujos alucinados. Al percatarse del desatino la madrugada siguiente, Soror Ende guardó una extraña calma, mientras observaba cada una de mis aberraciones. ¿Qué es esto?, señaló un impresionante artilugio de pez metálico, pero con enormes alas extendidas, volando atronador sobre las curvaturas del cielo. No lo sé, respondí avergonzada, con los cabellos revueltos y los vestidos ajados, soñé con grandes aves voladoras, habitadas con guerreros en sus vientres, que lanzaban cápsulas de fuego sobre ciudades enteras, sembrando la muerte. El ruido era mayor que los gritos de todas las fieras juntas, ¿Y esto?, señaló una ventana de luces que exhibía imágenes impensables, parejas


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¿Cuántos más arrasadores de ciudades, pisoteadores de reliquias sagradas, verdugos de pueblos enteros habrán de transitar sobre los confines de los años futuros? ¿Cuántas extrañezas, calamidades, horrores, y quizá también maravillas, habrán de ver los que aún no nacen y todavía reposan en el inmenso seno de Dios? cometiendo todos los pecados posibles, cánticos estúpidos, rostros convulsos y perversiones sin sentido, Tampoco lo sé, son pantallas de luces coloridas que exhiben escenas iluminadas, vivas y cambiantes… Al contrario de lo que yo esperaba, ella parecía aliviada. No terminará el mundo al filo del Primer Milenio, como todos tememos. Dios habrá de concedernos mil años más —sentenció suspirando, como si se le desataran los nudos apretados en las entrañas—. Tú lo has visto: nos será otorgado un Segundo Milenio, quizá un Tercero… —entonces los ojos se le enturbiaron de lágrimas--, pero serán aún más funestos que el Primero… Encerrada en una celda de castigo, comiendo apenas migas de pan reseco, con una navaja hube de raspar de los pergaminos una a una las elucubraciones de aquella noche de clarividencia. El enojo del Abad y todos los amanuenses, iluminadores, copistas, traductores, encuadernadores, fue inédito. Nunca una novicia había sido capaz de desatino semejante, y los varones volvieron a cuestionarse si era sensato permitir a las mujeres tocar sus preciados folios, ya que según los sabios antiguos, las hembras no poseemos los órganos pensantes que caracterizan al hombre. Ahora en este nuevo encierro, como criada de las favoritas, medito en aquellas imágenes que dibujaban Ende y Emeterio en las páginas del Beato de Liébana, antes de la atroz aparición de este primer Anticristo. Pero me pregunto, si Dios tuviera piedad de sus criaturas y extendiera el plazo de su cólera un Segundo Milenio, o más tiempo aún… ¿cuántos Anticristos más han de venir a hollar los caminos del mundo antes de la Parusía, del Juicio Final, de la visión de la Santa Ciudad que descenderá del cielo, dispuesta y ataviada como una esposa? Ahora no quiero dormir nunca, jamás soñar otra vez con alucinaciones anticipatorias. ¿Cuántos más arrasadores de ciudades, pisoteadores de reliquias sagradas, verdugos de pueblos enteros habrán de transitar sobre los confines de los

años futuros? ¿Cuántas extrañezas, calamidades, horrores, y quizá también maravillas, habrán de ver los que aún no nacen y todavía reposan en el inmenso seno de Dios? Golpeo mi cabeza contra las paredes cada noche, para ahuyentar el sueño, y dibujo ahora y siempre, con pinceles y pasta de henna, solamente florituras intrincadas y mariposas volátiles sobre los cuerpos de las favoritas, para así jamás cometer el pecado de anticipar los anticristos de todos los mundos que comienzan y terminan en cada giro de los tiempos, en cada una de las hojas miniadas de los santos pergaminos. Tropo Marién Espinosa Garay (Monterrey, NL, 1953). Maestra en estudios humanísticos y Licenciada en Ciencias Humanas. Primer Lugar Premio FIMPES 2012 a la Innovación Educativa y Segundo Lugar Premio FIMPES 1996. 1er. Lugar concurso de cuento "Como el mar que Regresa”, 2000, Casa de la Cultura, Cancún. Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1990. Docente universitaria. Artista plástica, pintora y escultora. Correo: marien46@hotmail.com

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La educación femenina en Yucatán en el siglo XIX: hacia la construcción del sujeto-mujer Por Piedad Peniche Rivero Rita Cetina Gutiérrez.

Autora de un importante libro que documenta la historia de los orígenes del feminismo mexicano —Rita Cetina Gutiérrez, La Siempreviva y el Instituto Literario de Niñas: Una cuna del feminismo mexicano 1846-1908 (INHERM, 2015)—, la arqueóloga, historiadora e investigadora yucateca Piedad Peniche Rivero publicará en breve “Siemprevivas”. Ochenta años de feminismo en Yucatán, un libro que amplía y retoma este tema que sin duda la apasiona. Publicamos en estas páginas un adelanto de esa obra.

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n Yucatán, como en España, Francia y toda América Latina, donde ha predominado la influencia de la iglesia católica, el discurso de la modernidad introdujo el derecho a la educación femenina con prácticas normativas mediatizadas por las virtudes de la femineidad y el maternalismo; como por ejemplo, los cursos prescritos oficialmente sólo para niñas. Más aún, las construcciones binarias de la Ilustración, del pensamiento moderno (razón/naturaleza masculina; pasión/naturaleza femenina),

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representando la supuesta inferioridad de las mujeres, justificaron la falta de igualdad del sujeto universal abstracto. En la práctica, esas construcciones configuraron un orden social basado en la diferencia sexual, llamado en la teoría feminista doctrina de las “esferas”: una, que representa el mundo femenino, ligado al hogar y la familia, frente a otra que representa el espacio masculino, público y político. En la misma línea, se conformó el discurso de “la mujer ilustrada” que identificó a las maestras como madres virtuosas y agentes de feminización, quienes transmitían los deberes domésticos a sus estudiantes, enseñán-


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dolas a ser competentes pero también discretas y comedidas. Y, con frecuencia, esas maestras no eran madres ni respondían al ideal materno-burgués porque habían encontrado en el magisterio un espacio de libertad para desarrollarse como escritoras e intelectuales, lo que les permitía transgredir el discurso de la domesticidad y forjar un nuevo modelo de mujer apolítica. Fue justamente el caso de las primeras maestras del Estado de Yucatán, las también poetas y editoras, Rita Cetina Gutiérrez, Gertrudis Tenorio Zavala y Cristina Farfán, mujeres de familias liberales, educadas de forma privada, quienes se hicieron cargo de su talento y nunca se casaron, exceptuando a Cristina. Ellas cambiaron el discurso tradicional de la sociedad yucateca, católica y conservadora, por el discurso de “la mujer ilustrada”, el que prolongaron y desafiaron simultáneamente. En efecto, en 1870, en Mérida —la capital del Estado, donde aún no existía educación femenina formal y las mujeres que trabajaban fuera del hogar eran consideradas sospechosas de deshonestidad—, las tres amigas constituyeron una sociedad cultural que incursionó en el campo editorial rabiosamente masculino, publicando La Siempreviva, la primera revista escrita exclusivamente por mujeres en México, hoy considerada cuna del feminismo mexicano por su énfasis en la educación. Al año siguiente, con el mismo nombre, fundaron una escuela de primeras letras, laica y juarista, para niñas pobres, y una academia de arte para señoritas.1

Predecesoras del discurso feminista Rita Cetina nació en Mérida el 22 de mayo de 1846. Sus padres fueron don Pedro Cetina y doña Jacoba Gutiérrez. Estudió en pequeñas escuelas particulares donde se distinguió por su inteligencia, pues aprendió a leer sorprendentemente rápido. Pero la superioridad de su instrucción la debió a su protector, Domingo Laureano Paz, quien la educó de forma privada con el apoyo de su biblioteca. Más tarde, un profesor cubano, Félix Ramos Duarte, le enseñó asignaturas de educación superior que, en 1877, le valieron el título de profesora de enseñanza primaria y superior mediante examen ante el Consejo de Instrucción del Estado. En 1877, el gobierno del Estado nombró a Rita Cetina directora de la primera escuela primaria y normal femenina, el Instituto Literario de Niñas (hoy Escuela Normal Superior Rodolfo Menéndez de la Peña), donde educó a las primeras generaciones de maestras de Yucatán. Entre otras cátedras, Rita impartió toda su vida retórica, el arte de escribir y de hablar con elegancia y persuasión. No fue del agrado del 1 2

Revista La Siempreviva No. 1

clerical gobernador Gral. Francisco Cantón, como tampoco la cátedra de biología, impartida por la maestra Luz Campos, considerada demasiado atrevida para el bagaje de las futuras profesoras. Su gobierno (1898-1902) las prohibió intermitentemente en medio de las protestas de la Directora. Pero su rotundo éxito quedó de manifiesto en los espléndidos diálogos de sus alumnas participantes en el Primer Congreso Feminista de Yucatán, en 1916.2 Rita Cetina dirigió el Instituto durante 18 años divididos en dos períodos, 1877-1878 y 1886-1902, y entre cada uno de ellos, reabría su escuela particular “La Siempreviva”, de modo que fue docente un total de 24 años. Murió en Mérida, el 11 de octubre de 1908. Gertrudis Tenorio Zavala nació en Mérida, el 16 de noviembre de 1843. Sus padres fueron don Prudencio Tenorio y Cárdenas y doña Manuela de Zavala Correa, hija de Lorenzo de Zavala y Sáenz, hijo a su vez del reconocido político

Ver Piedad Peniche Rivero: Rita Cetina, La siempreviva y el Instituto Literario de Niñas:una cuna del feminismo mexicano, 1846-1908. México, INHERM, 2015. Primer Congreso Feminista de Yucatán. Imprenta revolucionaria, Mérida, 1916.

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e historiador Lorenzo de Zavala. Es de suponer que Tulita, como le decían sus amigos y familiares, tuvo una esmerada educación privada. Obtuvo el título de maestra en julio de 1888 y ejerció como tal en el Instituto Literario de Niñas del Estado, de donde se retiró porque el gobierno no pagaba los sueldos de las docentes, según publicó Laureana Wright, editora de la revista Violetas de Anáhuac, en 1888. Tulita se dedicó preferentemente a escribir y, como sus compañeras fundadoras, publicó sus poemas en las revistas literarias locales y nacionales más importantes de la época, como El Renacimiento de Ignacio Manuel Altamirano. Es considerada como la poeta más refinada de nuestras tres Siemprevivas. Murió en Mérida, en 1926. De Cristina Farfán, la tercera fundadora, sólo sabemos que nació en Mérida, el 24 de julio de 1846 y que colaboró en la revista La Siempreviva durante los dos años que fue publicada y en la primera época de la Escuela. En 1877, tras su matrimonio con el también escritor José García Montero, se trasladó a Villahermosa, Tabasco, donde murió prematuramente el 22 de agosto de 1880. En Mérida, enseñó dibujo en las escuelas “La Siempreviva” y “La Encarnación”; y en Tabasco, fundó el “Colegio del Porvenir” y el periódico “El Recreo del Hogar”, en 1871.

El discurso de la domesticidad en el campo literario En los tiempos de Rita y compañeras, en Yucatán se pensaba que las mujeres que vivían la vida de la mente —“marisabidillas”, como se les llamaba entonces—, agraviaban a la sociedad. En general, se consideraba que las mujeres que cultivaban cualquier arte, oficio, quienes tenían que ganarse la vida fuera del hogar, estaban a un paso de la vida corrupta. Las literatas y poetas, diría José Esquivel Pren, violaban las leyes sociales —el espacio doméstico y la familia patriarcal— un punto menos que las actrices, quienes representaban el colmo de la impudicia. Fue así que, según el mismo autor, para disculparse por “el agravio”, se escondían bajo el velo de un seudónimo y/o escribiendo poesía religiosa. “Esto imponía a nuestras poetisas […] refrenar todos sus impulsos espontáneos, refrenar su inspiración natural y violentar los vuelos de su imaginación […] Escribían con la mente puesta en la sociedad que iba a leerlas […] De aquí que todo saliera menos una obra de arte.”3 Esquivel Pren ilustró su tesis con el trabajo de Gertrudis, argumentando que, una vez que su poesía religiosa obtenía aceptación, se tranquilizaba, arrojaba el antifaz, y pronto aparecía otro poema suyo en la revista literaria en 3 4 5

turno. Aquí, sólo comentaremos que la poesía de Gertrudis ha sido comparada con la de Sor Juana. Pero al menos ese autor reconoció en la poeta un “primer mérito”: su valentía para afrontar el prejuicio social. Es verdad que Rita y compañeras escribieron poesía religiosa: era la costumbre. También es cierto que las principales autoras recurrieron al uso de seudónimos: Rita era “Cristabela” y “L***”; Gertrudis, “Hortensia”, y Carmen Rivas de Solís era “Clara”. Pero, como se ha sugerido, los seudónimos no solo eran antifaces para ocultarse sino también para autoafirmarse y afirmar a las jóvenes principiantes. Igualmente, en las páginas de La Siempreviva las amigas acostumbraban publicar versos que se dedicaban recíprocamente, como los de Rita a Gertrudis: Cien veces he escuchado enternecida de tus cantos la dulce melodía y al eco de tu voz pura y sentida se ha enternecido siempre el alma mía. Y, de Gertrudis a Rita: Tú que cantas más dulce que las aves, tierna poetisa de la patria mía, más que el suspiro de las auras suaves es el acento que tu voz me envía.

Hacia el sujeto-mujer Hay evidencia para decir que los prejuicios contra La Siempreviva, revista modesta de sólo cuatro páginas impresas a dos columnas, eran contra la educación femenina específicamente, pues no se ignoraba que constituiría el primer paso hacia el sufragio y la ciudadanía, como lo fue. En efecto, en 1870, Rita escribió al gobernador refiriéndose a los “obstáculos” al proyecto de su revista sembrados por aquellos que trataron de detenerlo con “gruesos muros de falsedad y calumnia”, que no identificó. En nota aparte, Gertrudis también se refirió a “obstáculos” en el camino de la Sociedad, y sin develarlos externó que la Sociedad “La Siempreviva” no ha desmayado ni un solo instante en el proyecto de hacer extensiva […] la educación de la mujer”.4 La “Gacetilla” del periódico oficial La Razón del Pueblo también aludió al tema de la educación femenina cuando se refirió a Rita y Gertrudis “luchando con añejas preocupaciones, despreciando las censuras de los necios y de los malintencionados y hasta los tiros de la envidia y la pedantería de algunos que se titulan progresistas, se dedican con afán a formar el corazón y los sentimientos de la juventud naciente de su sexo”.5

José Esquivel Pren, “Historia crítica de la literatura en Yucatán”, en Enciclopedia Yucatanense, 1946, pp. 406-407. La Siempreviva, núm. 24, 1871. La Razón del Pueblo, Mérida, 6 de junio de 1877.

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Casa de la familia de Rita Cetina y sede de La Siempreviva.

Empero, el discurso de la mujer ilustrada en La Siempreviva es maternalista, conforme a los cánones. Sin embargo, significa a la sociedad, a la patria, a la raza misma; un maternalismo social que también ha sido llamado “maternidad republicana”. Por ejemplo, Rita escribió que “…para que una mujer sea buena madre es necesario que sea una mujer ilustrada….Una mujer sin instrucción de ninguna clase …nunca podrá dirigir bien a sus hijos….. [E] dúquesela con esmerado empeño, hágase… obligatoria la instrucción de la mujer, y la raza humana no tardará mucho en llegar a su verdadero perfeccionamiento”.6 Por su parte, Cristina escribió “…la niña que hoy aprende, más tarde será la madre de familia que en medio de la tranquilidad del hogar doméstico, instruirá a sus hijos, los educará, y les hará comprender sus deberes para con Dios, para con la sociedad en general, y para con los hombres, enseñándoles el camino de la virtud y haciendo de este modo la felicidad de nuestra patria.”7 Más con un bagaje cultural que incluía cristianismo, feminismo norteamericano, espiritismo y masonería, La Siempreviva disimuladamente desafiaba a la mujer ilustrada con el discurso de la mujer como sujeto económico, agente de cambio social. 6 7 8

Agencia y experiencia Para conocer la “agencia” de Rita Cetina y compañeras, como llama Joan Scott al poder de acción de las mujeres para construir un nuevo discurso, tenemos ciertos textos de La Siempreviva donde, sin inmiscuirse en la vida política, se aprovecha el modelo educativo de la Ilustración para llamar a la conciencia feminista colectiva de sus lectoras de la clase media, a la igualdad de los sexos y a la formación de la mujer como sujeto económico. Así, en “La emancipación de la mujer”, donde tras previa, gentil genuflexión al patriarcado, Rita escribió: “Dotada por la Providencia de facultades intelectuales como el hombre, quisiéramos verla colocada al nivel de éste, dividiendo con él... ¿Por qué entonces, si Dios dio a entrambos una alma y una inteligencia enteramente iguales, ha de coartarse a la mujer la libertad de pensar, discernir y deliberar como el hombre? ¿Por qué tenerla sumida en la ignorancia y emplearla solamente en el trabajo material? [...] Queremos, pues, que la mujer se ilustre para que abarcando su inteligencia todos los conocimientos del hombre, pueda indagar y descubrir como él, los secretos arcanos de la naturaleza.8

La Siempreviva, “La mujer”, núm. 11, octubre, 1870. La Siempreviva, núm. 27, 1871. La Siempreviva, “La emancipación de la mujer”, núm. 2, 1870.

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La agencia de Rita y compañeras para construir con su experiencia el discurso de la mujer como sujeto económico, se muestra en textos que se refieren a la “mano protectora del siglo XIX” que levanta a las mujeres y las conduce al “templo de la ciencia”, a “la ciencia hermosa”, como habría sido el caso de las primeras telegrafistas rusas y a las jóvenes doctoras que ejercían la medicina en los Estados Unidos, donde “una de ellas en Nueva York, tiene una clientela que le produce anualmente más de diez y seis mil pesos fuertes”. Aquí, Rita Cetina se pregunta: “¿y por qué nosotras, queridas hermanas, a ejemplo de las demás naciones no hemos de consagrarnos al estudio asiduamente para alcanzar algún día lo que ellas han tenido ya la gloria de alcanzar?”9 Su agencia se presenta también en los pequeños anuncios en las páginas de la revista que informan acerca de oficios y las profesiones, citando, por ejemplo, el trabajo de dos meridanas dedicadas a la joyería y la platería diciendo de una, que “su arte era capaz de rivalizar con el de los mejores artistas del país" y de la otra, que era “notabilidad en su oficio”.10 Era cuestión de tiempo para que en el marco de la Revolución Mexicana, las alumnas de Rita Cetina, Elvia Carrillo Puerto, Rosa Torre González, Raquel Dzib Cicero, entre otras, retaran a La Siempreviva con el discurso de la mujer como sujeto político, “la mujer moderna”, llegando a cuestionar incluso la política sexual que regía los cuerpos.

El cierre de La Siempreviva En marzo de 1872, la falta de apoyo del gobierno yucateco, representado por las prensas y el papel para la publicación de La Siempreviva (así como la ausencia de un movimiento feminista que pudiese procurárselos), forzaron el cierre de la revista, pues definitivamente no podía mantenerse sin dicho respaldo. La escuela, por su parte, siguió funcionando con éxito. En efecto, la fecha del cierre de la revista coincide casi exactamente con el fin de la administración del progresista gobernador Manuel Cirerol y Canto, terminada abruptamente a causa del golpe militar del sedicioso —y previamente mencionado— Gral. Cantón. Los gobernadores interinos enviados por el gobierno federal para sofocar la insurrección no simpatizaron con la publicación de La Siempreviva, que desapareció tras la emisión de 43 números entre 1870-1872. 9

Mujeres en manifestación obrera.

No así las ideas de las feministas prematuras que le dieron vida pues en 1919, Elvia Carrillo Puerto fundó la liga feminista cuyo nombre, “Rita Cetina Gutiérrez”, rindió homenaje a la maestra. Con alumnas de ésta y el respaldo del gobernador Felipe Carrillo Puerto, ese colectivo comenzó el duro proceso de formación de la mujer como sujeto político en Yucatán, que incluye la obtención de facto del derecho al sufragio. De hecho, tras triunfar en las elecciones de 1922 y 1923, cuatro yucatecas lograron cargos de elección popular, un tema que tiene su propia historia. Tropo

Piedad Peniche Rivero (Mérida). Licenciada en arqueología por la Universidad Autónoma de Yucatán, maestra y doctora en antropología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Paris, Francia. Fue investigadora Fulbright en 1989, jefa de campo del Proyecto Cobá del Centro Regional del Instituto Nacional de Antropología e Historia, del Centro de Investigación Científica de Yucatán y la Facultad de Geografía de la Universidad de Syracuse, Nueva York. Entre 1991 y 2013 fungió como directora del Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY). En 2009 fue invitada como profesora de la Chaire des Amériques de la Universidad de Rennes. Es también autora de La historia secreta de la hacienda henequenera. Deudas, migración y resistencia maya 1879-1915 (Instituto de Cultura de Yucatán-Archivo General de la Nación 2010), Elvia Carrillo Puerto, su vida, sus tiempos y sus relaciones peligrosas con los caudillos de la Revolución Mexicana, Legajos 9, publicado en Boletín del Archivo General de la Nación (2009), Sacerdotes y comerciantes. El poder de mayas e itzáes en Yucatán, siglos VIII-XVI, (FCE, 1991,1993). ppenicher@gmail.com

La Siempreviva, “La mujer en el siglo actual”, núm. 7, 1870. La Siempreviva “Andrea Rosel”, núm. 3, 1870; La Siempreviva, “Rafaela Domínguez”, núm. 17, 1871.

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Obra de Priscila Pimentel

Transpsicoanálisis, otra escucha, otra clínica Por Vanesa González-Rizzo Krasniansky No estamos en la teoría ni en la práctica. No nos busquen en el objeto ni en el sujeto. No somos hombres ni mujeres. Lucía Ehrlich

En el marco de las XXIV Jornadas sobre “Parentalidad y estructuras familiares en la clínica psicoanalítica actual, 2o ciclo enfocado al grupo LGBTTTI+” —evento organizado por la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo y la Psicosis Infantil (AMERPI) y celebrado el 25 de octubre en la Ciudad de México—, nuestra colaboradora Vanesa González-Rizzo Krasniansky presentó la ponencia “Trans psicoanálisis. El movimiento de la escucha”. El texto que se publica a continuación es un fragmento de ese trabajo, editado por la autora para esta publicación.

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C

uerpos desobedientes, cuerpas que escapan de la biología y se suman a un nuevo lugar, cuerpos fisurados, cuerpos que ejercen sexualidades disidentes, cuerpos marginados por ser otros, por excluirse del deber. Cuerpxs múltiples, cuerpos en resistencia. Así los cuerpos trans y también los de las mujeres trans. Cuerpos que se imponen a pesar de la mirada de rechazo, que no desaparecen a pesar de los crímenes de odio. Cuerpos llenos de riqueza, de celebración a cada paso. Son cuerpos, cuerpas que se encuentran, se viven y así nos acompañan. ¿Qué nos dicen? En cada cuerpo hay historias, hay un devenir, un estar que no implica quedarse allí, un estar no estático. El psicoanálisis constantemente vive desafíos. Uno que le ha costado mucho trabajo es el de escuchar a la disidencia, pensar desde lugares no binarios, dar espacio a eso que se nombra diferente, se asume otre y hace estallar los géneros. Cuando hace más de veinte años se comenzaba a discutir en el mundo psi (es decir el mundo psicológico, psiquiátrico, psicoanalítico)1 la posibilidad del matrimonio entre personas del mismo sexo, o la adopción para parejas del mismo sexo, al psicoanálisis le costaba trabajo dar una opinión, y si la daba, ella estaba cargada de los preceptos morales de quien la emitía, más que de un trabajo reflexivo de quienes hacían el comentario. Era claro que el psicoanálisis realizado por quienes estaban sumergidos en los mecanismos descritos por Foucault sobre la “función psi”, que buscaba con prácticas específicas (junto a la psiquiatría, la psicología y la medicina) ser normalizador social, perdía la crítica y se encaminaba a desarrollar un pensamiento para sujetar los cuerpos con los que trabajaba. Un psicoanálisis al servicio del poder heteronormado, con la fantasía de verdades absolutas e inamovibles en materia sexual tenía (y tiene) serios problemas; entre otros, le cuesta acompañar la vida de las personas en la subjetividad del momento en el que suceden ciertos fenómenos sociales y culturales. Lo mismo le pasó por esas épocas a lo que se decía sobre personas transexuales. Tener enfrente lo desconocido,

buscar nombrar lo que provocaba dudas, interrogaba a los cuerpos e incitaba a problematizar lo que hasta el momento se había pensado y dicho, tenía un camino difícil de librar y, quizá por ello, se recurría a intentar una enunciación que no lograba escapar del “sistema disciplinario” (nuevamente Foucault)2. Todo el discurso estaba repleto de influencias médicas y, en definitiva, de palabras que encasillaban y patologizaban a las personas trans. Se intentaban hacer diferencias entre personas transexuales y personas transgéneros, a las primeras se les ubicaba entre quienes se operaban el cuerpo y hormonizaban su ser, y las segundas eran las que sentían que pertenecían a otro género y lo asumían sin operarse. Había disforias, problemas de identidad, hasta psicosis. Todo ello dicho desde este sitio poderoso que pretende tener la verdad. Quizá parte de la problemática para hablar de estos temas se deba a que habrán de referirse al sexo y a la sexualidad humana, que como ha sido analizada por Foucault, entre otros autores, tiene varias vertientes que escandalizan y, a la vez, se ha gestado un sistema específico de control a través de intentos de regulación atravesados por políticas específicas, todas ellas dentro de nociones socioculturales propias de cada momento histórico y cada lugar en las que se desarrollan. En este sentido vale traer las palabras de Gayle Rubin que son precisas al describir el lugar hegemónico frente al de marginación en el tema: “Las sociedades occidentales modernas evalúan los actos sexuales según un sistema jerárquico de valor sexual. En la cima de la pirámide erótica están solamente los heterosexuales reproductores casados. Justo debajo están los heterosexuales monógamos no casados y agrupados en parejas, seguidos de la mayor parte de los demás heterosexuales. El sexo solitario flota ambiguamente. El poderoso estigma que pesaba sobre la masturbación en el siglo XIX aún permanece en formas modificadas más débiles, tales como la idea de que la masturbación es una especie de sustituto inferior de los encuentros en pareja. Las parejas estables de lesbianas y gays están en el borde de la respetabilidad, pero los homosexuales y lesbianas promiscuos revolotean

1 Quizá más que nombrarlo “mundo psi” se puede hacer referencia a la “función psi” descrita por Foucault en la que plantea una crítica al “hacer funcionar a la realidad como poder, es decir, como imposición de la realidad del psiquiatra, psicólogo, psicoanalista, etc. al delirio o a las alucinaciones del paciente”. En Groisman, Daniel. Foucault y el psicoanálisis: una genealogía de la "función psi" Revista Perspectivas metodológicas. Vol. 1, No.12 (2012) p. 76 en: http:// revistas.unla.edu.ar/epistemologia/article/view/451 consultado 11 agosto 2018. 2 Para ahondar en estas ideas, véase: García Canal, María Inés. Del cuerpo utópico al sujeto ético. Revista Tramas No. 45 ed. UAM Xochimilco, México 2016 pp.47-70

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Las esculturas que adornan la entrada del Hostel and Beach Club Agua y Fuego, fueron realizadas por el pintor y escultor Alejo Jacobo (Q.E.P.D), profesor emérito de la escuela IRBAC (Instituto Regional de Bellas Artes de Cuernavaca), y llevadas a cabo y fundidas en bronce en el taller de arte Constandse-Jacobo en Huitzilac Morelos, forman parte de los cuatro elementos, fuego, agua, viento y tierra en la antigua tradición maya de la naturaleza. El Hostel and Beach Club Agua y Fuego tiene los siguientes objetivos: SU MISIÓN: “Ser únicos en turismo económico y sustentable” SU VISIÓN: A través de las mejores instalaciones y servicios de la Hostelería, lograr cumplir con su misión. Creemos que la recreación turística económica, no tiene por qué considerarse barata, al cliente lo que tratamos de darle, es el mejor “costo beneficio” por su dinero y que obtenga con altos estándares de calidad, la mejor retribución posible en bienestar y servicios. El Hostel Agua y Fuego y su Beach Club, estarán en paralelo con sus objetivos de recreación sustentable y ecológica, en sus tours, servicios e instalaciones, brindándoles lo mejor posible a sus clientes y visitantes. Nuestro lema será: AGUA DE DIA Y FUEGO DE NOCHE.

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“Un estigma extremo y punitivo mantiene en bajo status a algunas conductas sexuales y, de hecho, constituye una sanción contra quienes las practican. Las raíces de la fuerza de este estigma se encuentran en las tradiciones religiosas occidentales, pero la mayor parte de su contenido contemporáneo es resultado del oprobio médico y psiquiátrico”3.

Daniela Vega, actriz chilena (1989), primera mujer transgénero en interpretar a una mujer transgénero. Una mujer fantástica (2017) ganó el premio Òscar a la mejor película de habla no inglesa.

justo por encima de los grupos situados en el fondo mismo de la pirámide. Las castas sexuales más despreciadas incluyen normalmente a los transexuales, travestís, fetichistas, sadomasoquistas, trabajadores del sexo, tales como los prostitutos, las prostitutas y quienes trabajan como modelos en la pornografía y la más baja de todas, aquellos cuyo erotismo transgrede las fronteras generacionales. “Los individuos cuya conducta figura en lo alto de esta jerarquía se ven recompensados con el reconocimiento de salud mental, respetabilidad, legalidad, movilidad física y social, apoyo institucional y beneficios materiales. A medida que descendemos en la escala de conductas sexuales, los individuos que las practican se ven sujetos a la presunción de enfermedad mental, a la ausencia de respetabilidad, criminalidad, restricciones a su movilidad física y social, pérdida del apoyo institucional y sanciones económicas.

La descripción es clara. Algunos grupos y prácticas sexuales resultan fácilmente llevados a las fronteras, excluidos de la “grandeza” de la “normalidad”. El poder se hará cargo de irles arrinconando. Ello no sólo sucede con prácticas sexuales sino con características específicas que conforman identidades que de alguna manera cuestionan al status quo. Si bien este trabajo no se centrará en el sexo, ni en las prácticas sexuales, los entrecruzamientos y lo difícil que resulta deshilvanar cada una de las relaciones que ello tiene en la vida y el lugar en el que se van colocando los sujetos atravesados por este fino tejido de redes imaginarias y simbólicas, hace que nombrarlo y cuestionarlo resulte una obligación. Parece evidente que trabajamos con personas marginales, con herejes del mundo moderno, con esas otras de quienes poco sabe la sociedad y mucho dice sobre ellas, ellos, elles. —Yo no soy mujer, soy un hombre con tetas.4 Cómo recibimos esto desde una escucha psicoanalítica, cómo lo procesamos si no es lo que vemos, cuán listas y listos para no enjuiciar aunque sea sutilmente al ver frente a nosotras a una mujer, muy bien arreglada, guapa y que con todo el estilo luego de esa frase nos dice: —Y me puedo hablar tanto en masculino como en femenino y no me causa ningún conflicto esto. Más adelante comenta: —Después, obviamente mis papás veían que el niño pues se veía muy fino, delicado; ¿cómo le llaman?, muy jotita: era un niño muy torcida. Y obviamente protegido por mis hermanas, mis hermanos porque pues no…, me sentí… me veían vulnerable; pero al mismo tiempo en ese momento mi padre lo que hizo fue, no censurarme, no

3 Rubin, Gayle “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad”. Vance, Carole S. (Comp.) Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina. Revolución, Madrid, 1989. pp. 113-190. 4 Los testimonios que aquí se presenten son parte de entrevistas que realicé a mujeres trans para mi tesis doctoral en Teoría crítica y psicoanálisis. Las citas elegidas para este trabajo son de “La De Piza”, a quien le agradezco mucho la posibilidad que me brindó al conversar.

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prohibirme, sino hacerme fuerte, o sea, me hizo como un caballero como una princesa. —¿Un caballero como una princesa? —Porque soy muy educado para tratar a una mujer, te puedo abrir la puerta, te cedo el lugar, todas esas cosas; pero al mismo tiempo así me gusta que me traten. —Ahhh. —Esa soy: una princesa caballero. No quiero contarles la historia de “La De Piza”; tampoco en este momento hacer un análisis del discurso desde la perspectiva psicoanalítica. Quiero resaltar la belleza del fluir, que va y viene de un género a otro sin ningún problema e incluso sin reparar en ello. Durante todas las entrevistas hay una fluidez de género en el habla que acerca su decir a una enunciación poética, incluso a un decir inconsciente en donde, como sabemos, coexisten los contrarios. De pronto irrumpen ideas que ponen en entredicho categorías que las feministas desde hace mucho tiempo venimos trabajando, pero que al psicoanálisis le ha costado esfuerzos incorporar. Muy pocas escuelas psicoanalíticas lo han hecho y quienes se han permitido el pensamiento crítico al interior de su corpus teórico, no tienen más de treinta años en ello. Me refiero a los lesbian and gay studies incorporados al trabajo de la ecole lacanienne de psychanalyse. Entre varios recorridos de Jaques Lacan al hablar de los cuerpos, quiero detenerme en una idea. Lacan nos dice que podemos llamar “nuestro” al cuerpo gracias al lenguaje. Hacerlo nuestro es un obsequio del lenguaje, nos recuerda Colette Soler en su texto El cuerpo en la enseñanza de Jaques Lacan5. También nos lleva a las entrevistas que Lacan sostuvo en Radiofonía,6 en las que habla del “cuerpo simbólico, cuerpo incorporal —precisa— que incorporándose les da cuerpo… el primer cuerpo hace al segundo al incorporársele. Dicho en otras palabras, ese cuerpo al que llaman el suyo es un obsequio del lenguaje. Esta tesis de Lacan, después de todo, no es más que un caso particular de una tesis mucho más general que postula que solamente hay hechos si son dichos; el cuerpo, si es Uno, el nuestro, es porque nosotros lo decidimos, porque le atribuimos una singularidad.”7

Indio warao transgénero con falda y pelo largo, en las orillas del Orinoco en Venezuela.

Esta idea que nos recuerda Soler sobre los “hechos de dicho” es un hallazgo crucial, pues nos permite desencializar, desontologizar y desbiologizar a cuerpxs (lo digo así por la fuerza política que cobra, incluso podría decir cuerpas). Este hecho de dicho tiene que ver con la perspectiva trans, ya que en la medida en la que se produzcan otros discursos tendremos otros hechos, otros cuerpos. Hacer un cuerpo. ¿Será eso posible? ¿O acaso no es lo que todas y todos hemos atravesado? ¿Por qué es tan difícil escuchar otras maneras de hacer cuerpos? Hay otro dicho, otra forma de sostenerse, una que rompe esquemas, e incluso cuestiona los parámetros de patología y normalidad tan enraizados a nuestro quehacer. Como dice Butler al titular uno de sus libros, hay cuerpos que importan, que al materializarse, darles palabra, importan; y otros son abyectos. En el encuentro con la escucha trans, con la vivencia trans pareciera que algo rebasa, que levantar el velo no es posible o requiere de un proceso que se ha venido gestando pero que necesita mucha mayor participación del mundo psi, mucho más trabajo personal. Quizá nos convenga ir

Soler, Colette El cuerpo en la enseñanza de Jaques Lacan tomado de internet https://agapepsicoanalitico.files.wordpress.com/2013/07/colettesoler-elcuerpoenlaensenanzadejacqueslacan.pdf 20 julio 2019 p.2 6 Ver Radiofonías en https://static1.squarespace.com/static/58d6b5ff86e6c087a92f8f89/t/590d392a1e5b6c8e16e05794/1494038829469/Lacan%2C+Jacques+-+Psicoanalisis%2C+Radiofonia+%26+Television.pdf consulta realizada el 11 de septiembre del 2019 pp.10-12 7 Soler, Colette El cuerpo en la enseñanza de Jaques Lacan tomado de internet https://agapepsicoanalitico.files.wordpress.com/2013/07/colettesoler-elcuerpoenlaensenanzadejacqueslacan.pdf 20 julio 2019 p.3\ 5

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Lorenza Böttner. Artista plástico transgénero sin brazos.

gestando un trans psicoanálisis, un movimiento en nuestra escucha que nos sacuda, al incorporar cruces con teorías feministas, decoloniales, no cisheteronormadas y fundamentalmente queers que nos ayuden a gestar un entre, que es el sitio de diferencia donde se divide la uniformidad, pero donde a la vez hay posibilidad de gestar encuentros mutuos para poder existir como diferenciados .8 Trabajemos porque un nuevo espacio de encuentro con las otredades sea posibles para transformar nuestra clínica, nuestras teorías. Continuemos con la crítica y la propuesta de Jean Allouch. En su texto Despatologizaciones: homosexualidad, transexualidad… ¿otra más?,9 nos habla de las dificultades que ha tenido el psicoanálisis para repensar su clínica, para soltar las amarras y cuestionarse en torno a su quehacer en el consultorio. En él realiza una férrea crítica al lugar en el que se colocan las y los analistas y sus dificultades para incorporar en la práctica lo diverso: “Concluyo proponiéndoles la siguiente conjetura: es por no haber acogido lo diverso que hemos estado marcados por el hierro al rojo vivo, de la vergüenza. En esto es ejemplar el caso de la homosexualidad. Sin embargo, más allá de esto, ¿no será conveniente interrogar, a partir de la lección recibida, el ejercicio mismo del psicoanálisis?”

Parece que sí, a las personas dedicadas al psicoanálisis nos corresponde realizar una profunda reflexión sobre el lugar en el que nos colocamos al trabajar y desde dónde se escucha, se mira, se piensa al sujeto que acude a pedir ayuda. Indiscutiblemente hablar desde lo diverso es abrir caminos, es enfrentarse a prejuicios, educación, nosografía, cultura, es quizá volver a pensar en las palabras de Wilfred Bion que invitaba al psicoanalista a entrar en el consultorio “sin memoria y sin deseo” y todas las implicaciones que ello conlleva. Habría que ubicarlas tanto en su (im)posibilidad como en su necesidad. Tropo

Vanesa González-Rizzo Krasniansky. Psicoanalista con experiencia clínica en el tratamiento de bebés, niños, adolescentes y adultos. Fundadora en 2005 del Espacio de Desarrollo Infantil e Intervención Temprana (EDIIT) en la Ciudad de México. Miembro de la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo y la Psicosis Infantil (AMERPI), integrante de la Asociación Mundial para la Observación de Lactantes. Ha sido docente en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, la Universidad La Salle Cancún, y la Universidad Marista de Mérida, entre otras instituciones. vanegori@gmail.com

Comenta Judith Butler en Cuerpos que importan que Bridget Mac Donald al analizar a Irigaray rescata la idea de entre trabajada. Ver Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Paidós, Buenos Aires, 2002 p.67. 9 Allouch, Jean, presenta este trabajo el domingo 23 de septiembre de 2012, durante el tercer congreso del Espacio Analítico, en la mesa redonda llamada Clínica de la modernidad. Traducción: Martín Pérez C. y María Victoria Puerta. 8

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¿Cuánto vale un amigo? Por Héctor Hernández

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«Un verdadero amigo es aquel que llega cuando todos se han ido». Albert Camus

n octubre de 2012 apareció una noticia en el periódico La Información acerca de un anciano al que encontraron muerto en su cama y que llevaba al menos 15 años en ese estado. Nadie se había dado cuenta porque no tenía parientes ni relaciones sociales, y solo por casualidad, buscando solucionar una filtración de agua, se percataron del cadáver de ese hombre. Lamentablemente, hoy hay muchos casos similares en los que alguien deja de existir y nadie lo advierte, sino mucho después debido al poco contacto social que la persona tenía con sus parientes o conocidos. Con buena razón, se ha dicho que la epidemia del siglo XXI es la soledad. ¿Cuánto vale un amigo? Se dice que el filósofo griego Demócrito asignaba tanto valor a la amistad que afirmó: “no vale la pena vivir la vida si no se tiene un buen amigo.” De manera similar, Epicuro dice que “de todos los medios de los que se arma la sabiduría para alcanzar la dicha en la vida, el más importante con mucho es el tesoro de la amistad” (Sentencias o máximas 27 y 28). De hecho, llega a afirmar que comer “sin un amigo es vivir la vida del león o del lobo” (epist.19.10). De hecho, en un acto de compartir la comida es donde surge la palabra ‘compañero’. El término compañero etimológicamente procede del latín ‘cumpanis’ (cum: con

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Obra de Diego Schâfer. Amistad, 2012.

panis: pan), cuya traducción literal es ‘con pan’. Así que el significado de compañero es ‘los que comparten el pan’ o ‘comer de un mismo pan’. No hay acuerdo sobre el momento histórico preciso en el que pudo originarse, pero hay quien lo sitúa en la llamada Última Cena en la que Jesucristo compartió el pan con sus compañeros de mesa (los doce Apóstoles) en el primer siglo de nuestra era. La costumbre en la época era que los comensales partían un pan y metían el pedazo partido en el mismo recipiente de comida e incluso era común que el huésped lo llevara a la boca del invitado, una práctica que hoy no sería bienvenida por muchos de nuestros convidados. Pero se suele distinguir a un compañero de un amigo. Un compañero es solo alguien con quien compartes alguna actividad o interés, y con quien puedes convivir temporalmente debido a las circunstancias que los unen. La amistad exige una relación más cercana, de mayor confianza, lealtad, reciprocidad, que requiere la disposición de ayuda cuando hay problemas y tiempo voluntario en actividades no obligadas por el trabajo, la escuela, o la actividad de interés común. (A pesar de que Ambrose Bierce define Espalda como: Parte del cuerpo de un amigo que uno tiene el privilegio de contemplar en la adversidad.) Sin embargo, no todos aprecian el valor de la amistad o los amigos de una forma tan alta. El filósofo Arthur


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Para tener amigos hay que ser amigo, buscar calidad en vez de cantidad, ser agradecido y no exigir demasiado de los demás. Para la mayoría de la gente es cierto lo que dijo Aristóteles en Ética a Nicómaco: la amistad "es lo más necesario para la vida; sin amigos nadie desearía vivir, aunque poseyera todos los demás bienes".

Schopenhauer tenía poco contacto con los demás al grado que su madre expresó su preocupación diciendo: “No es bueno estar dos meses en la habitación sin ver a nadie, hijo mío. Eso me desconsuela. El ser humano no puede ni debe aislarse de esa manera.” No obstante, Schopenhauer, que veía la situación desde un ángulo más pesimista, se pasaba mucho tiempo durmiendo debido a la siguiente razón: “Si la vida y la existencia fueran estados de felicidad, todos se sumergirían a regañadientes en el estado inconsciente del sueño y saldrían a flote de buen grado. Mas sucede justo lo contrario, pues todo mundo se va de buena gana a dormir y se levanta de mala gana.” El propio Schopenhauer explica su falta de amistades en su libro El mundo como voluntad y representación diciendo: “No hay que extrañarse si los genios son casi siempre insociables y a veces repulsivos. […] Los grandes espíritus prefieren su monólogo a los diálogos que oyen; si alguna vez desciende a una conversación, pronto volverá al monólogo por la vaciedad que encuentra en sus interlocutores.” Independientemente de la opinión de Schopenhauer, en un estudio realizado por los psicólogos Norman Li y Satoshi Kanazawa, publicado en 2016 en una revista británica de psicología, se concluye que los más inteligentes sí parecen tener menos amigos, pero debido a que consideran que muchos de los eventos socializadores son distracciones de proyectos interesantes que pueden

brindarles mayor satisfacción a largo plazo. Es razonable pensar que si tienen pocos amigos, pueden convivir mejor con sus amistades. Entre menos amigos más se les puede compartir y viceversa. Si esas amistades genuinas se encuentran en la familia cercana qué mejor, pero no siempre es así. Como dijo Woody Allen: “Lo quiero como a un hermano. Como Caín quería a Abel.” Arthur Schopenhauer dijo: “El hombre ha inventado la vida de sociedad porque le es más fácil soportar a los demás que soportarse a sí mismo.” Tal vez el estado ideal de todo ser humano es el que describe Séneca: alguien que llega a ser su propio amigo nunca estará solo. (epist. 6.7). “El sabio se basta a sí mismo, no porque desee estar sin un amigo, sino porque puede estarlo.” (epist. 9.5). Sin embargo, a medida que nos debilitamos por la vejez o una enfermedad nos damos cuenta de que en la mayoría de los casos no va a ser posible bastarnos por nosotros mismos. Por lo común necesitaremos ayuda en la compra o preparación de alimentos, realizar ciertos trámites, consultas con el médico, atender la limpieza o mantenimiento del hogar, superar un duelo o pérdida, etc. Incluso en caso de que no se requiera ayuda, psicológicamente, saber que otros pueden ayudarnos nos da tranquilidad. Pero ese beneficio se obtiene si estamos en disposición también de ayudar a otros. Para tener amigos hay que ser amigo, buscar calidad en vez de cantidad,

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importuna, no tengo más que recurrir a los libros; me desvían fácilmente en su dirección y me la arrebatan. Y, además, no se rebelan por ver que no los busco sino a falta de los demás bienes, más reales, vivos y naturales. Me reciben siempre con el mismo semblante.

Obra de Maribel Piñero Seco.

ser agradecido y no exigir demasiado de los demás. Para la mayoría de la gente es cierto lo que dijo Aristóteles en Ética a Nicómaco: la amistad "es lo más necesario para la vida; sin amigos nadie desearía vivir, aunque poseyera todos los demás bienes". Y hay numerosos estudios que indican los graves daños que puede provocar la soledad. Por ejemplo, se ha concluido que la soledad hace que disminuya la actividad de las células de defensa del organismo contra las infecciones provocadas por virus, dado que todo el esfuerzo del sistema inmune se concentra en luchar contra las bacterias responsables de las infecciones. La soledad no es estar solo, sino sentirse solo sin importar cuántos hay alrededor. Hay un tipo de compañía al que no se suele dar la importancia que tiene. El filósofo Michel de Montaigne comenta en sus ensayos que tres tipos de relaciones ocuparon la mayor parte de su vida: las mujeres bellas y honestas, las amistades raras y exquisitas y los libros. Montaigne sostiene que de las tres, la lectura de los libros es la mejor: Esta acompaña a toda mi vida y me asiste por todas partes. Me consuela en la vejez y en la soledad. Me descarga del peso de una molesta ociosidad; y me libra, a cualquier hora, de las compañías que me fastidian. Sofoca las punzadas del dolor, cuando no es del todo extremo y dominante. Para distraerme de una imaginación

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La compañía de los libros es una de las mejores que podemos disfrutar, nos permite conocer lugares y personas de todo el mundo y de diversas épocas sin salir de nuestra casa. Su compañía no requiere de planes especiales ni ceremonias previas ni siquiera una forma específica de vestir, nos da material para pensar y nos permite con paciencia el tiempo que queramos para regresar a leer donde nos quedamos. Un libro sin duda es uno de los mejores amigos que podemos tener, el cual a cambio de algo de tiempo, te ofrece muchos tesoros, antes ocultos, y valiosas fuentes de disfrute y reflexión. Te puede acompañar en un inesperado viaje al fondo del océano o del átomo, o a los confines del universo, incluso a otros universos u otros tipos de vida, así como en un recorrido minucioso por una escena romántica o histórica desde una posición privilegiada que puede alentar tu imaginación y despertar emociones profundas. En resumen, cada quien otorga cierto valor a sus relaciones de amistad, puede ser que a algunas más que a otras, según el grado de cercanía. Como dijo el poeta español Adolfo Bécquer: “La soledad es muy hermosa... cuando se tiene junto a alguien a quien decírselo.” No deberíamos depender ni de las amistades ni del aislamiento para estar bien. Si nos llevamos bien con nosotros mismos y disfrutamos de nuestra propia compañía, no habrá ningún problema en estar algunos periodos solos, pero tampoco tendremos dificultad al disfrutar de la compañía de otros si nos llevamos bien con ellos y estamos dispuestos a dar y recibir, a compartir lo bueno y mostrar empatía y reciprocidad. Francis Bacon dijo: “Sin la amistad, el mundo es un desierto”. Pero aún con amistades, sin la compañía estética y terapéutica de la buena lectura, la mente podría solo ver un pálido desierto ante el más denso y atrayente poblado de generosas fuentes de sabiduría y deleite. Tropo Héctor Hernández (México, D. F.). Licenciado en Actuaría y Matemáticas, doctor en Filosofía de la Ciencia y doctor en Educación. Actualmente es profesor del departamento de Desarrollo Humano en la Universidad del Caribe. hhernandez@ucaribe.edu.mx


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Alan Ojeda

La bruja habla de mi dualidad, de mi lado femenino Por Fernanda Montiel

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uando uno lee La caída de las brujas (Ed. Textofilia, Colección Lumía, 2019) de Alan Ojeda (1979), da inicio a una profunda reflexión sobre la historia de la humanidad en un punto sensible de la imaginería histórica: la bruja desde sus ángulos más horrorosos hasta sus posibles momentos de iluminación y fantástico colorido, y con todas aquellas características que han sido motivo de leyendas, mitos y verdades, entre la ficción y el testimonio. En este breve ensayo antropológico, Alan Ojeda — estudioso del tarot, y de la herbolaria (en Tepoztlán), e

impulsor de la medicina ancestral mexicana y el conocimiento de las tradiciones chamánicas— nos presenta un compendio histórico de los personajes brujeriles más representativos y sus orígenes, desde las cuevas en el Paleolítico Superior hasta nuestros días. Este libro hace un veloz recorrido desde la hechicería más primitiva hasta la magia del Neolítico y su presencia en las grandes civilizaciones —Mesopotamia, Egipto, Creta, Grecia—. Aquí están Isis, Osiris, Hécate y Circe; la Era del Oráculo, Delfos, Apolo, la Santa Inquisición, el caldero y la hoguera (cuando la bruja fue exterminada); pero también su herencia en América, sin faltar María Sabina (Huatla de Jiménez, Oaxaca), una mujer de poder e influencia en el cha-

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manismo mexicano, guía ceremonial, guardiana del fuego sagrado y conocedora de la medicina tradicional zapoteca y mazateca, cuya sabiduría sigue reconocida desde su ausencia. “El arquetipo típico de la bruja proviene de Medea, ya que comparte la condición de mujer autónoma, solitaria e inusual. Su figura sería fuente de inspiración para autores de la talla de Eurípides y Séneca” (p. 21). A partir de ahí el investigador trata de entender el tejido de señalamientos y juicios en torno de este sujeto que puede cambiar el estado físico y sicológico de las personas a través de prácticas existentes desde la formación de la humanidad misma, como por ejemplo, la preparación de sanadores brebajes. Mediante una documentación que llevó al autor al conocimiento de los principales nombres que dan sostén a la historia de las brujas, Ojeda testimonia los mitos, la imaginería ritual, lo ceremonial, y el exterminio de estos personajes que inquietan debido a sus conocimientos profundos de medicina, anatomía, botánica, alquimia y por la transformación de la energía en procesos y estados de conciencia avanzada. Con un lenguaje directo, una visión objetiva y cierto rigor metodológico que apela a la realidad histórica, el escritor indaga en espacios espeluznantes donde muestra la fantasía pura, las historias plenas de horror sin miedo, las acciones de terror casi intrínsecas a la humanidad. Y en este retrato, la bruja típica también representa una especie de espejo de nosotros mismos que nos lleva a preguntar ¿quién es más brujo: el que practica hechizos o el que incinera vivo a ese practicante?

De Transilvania a Playa del Carmen “Hice un viaje a Transilvania movido por este personaje y por el encuentro con los lobos de ese lugar —revela el también publicista y especialista en comunicación y estrategias digitales que radica en Playa del Carmen—. Fui a buscarlos, y encontré a una persona en Zărnești (un pueblo de Rumania), quien me dijo: mi esposa puede ayudarlo. Así, fui a la casa de una mujer sabia, quien sin saber de mí, me comentó asuntos de mi pasado y de mi presente, y afirmó: vas a escribir un libro sobre esta experiencia y

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tienes que regresar aquí. Por ello empecé a indagar, muy curioso, en estos personajes”. Desde Transilvania, Alan registra, documenta y nos lleva de la mano por una investigación cuyo resultado es la redacción de este estudio. Formado en una familia de lectores, con diferentes influencias literarias —desde Herman Hesse (leído por él a los once años) a Levi–Strauss, entre otros, pasando por José Vasconcelos y La raza cósmica (uno de sus libros favoritos)—, el autor recuerda con emoción la Biblioteca del Terror, una colección de 180 libros que vendían en los puestos de periódicos de la ciudad de México, que aún conserva desde hace más de 30 años, así como la curiosidad y cierta atracción por las historias de los monstruos, los hombres lobo, el Gólem, Drácula, Frankenstein, las momias, los fantasmas. Pero sobre todo, la luna, hacia la cual confiesa una incontenible atracción. “La bruja habla de mi dualidad, de mi lado femenino como persona; en algunos rituales


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"...nunca quise retratar a la bruja como ese ser malo que hace pacto con el diablo (...); a fin de cuentas, no es esa bruja satánica la que se conoce hoy en día sino la que habla de la dualidad, de la luz y la oscuridad, y de cómo lidiar con ese lado. Me gusta la celebración de la muerte”. chamánicos en los que he participado, en mi ensueño aparece un lobo siempre, y en algunas ceremonias lo veo. Una vez, en un ritual, un marakame wirrarika (sacerdote o chamal huichol) me dijo: a ti se te apareció el lobo, porque tú le aúllas a la luna, le aúllas a la mujer. Entonces, me inspira la bruja y no los brujos, lo cual tiene que ver con una conexión de mi dualidad y de mi conexión con las plantas. El brujo como personaje siempre me maravilló desde pequeño. Mi padrino era un brujo y siempre he creído, también, en el esoterismo y la clarividencia. El lobo es mi animal de poder”. La bruja es “un ser de muchas caras, con connotaciones oscuras; pero yo nunca quise retratar a la bruja como ese ser malo que hace pacto con el diablo, aunque esa parte es inherente a esos personajes; a fin de cuentas, no es esa bruja satánica la que se conoce hoy en día (que no siempre fue mala) sino de la que habla de la dualidad, de la luz y la oscuridad, y de cómo lidiar con ese lado. Me gusta la celebración de la muerte”. Aún estudiante y bajo la tutoría de Manuel Pereira, Ojeda encontró un camino para editar este libro en formato impreso, como una resistencia ante la cultura visual cuya influencia es totalizadora: “un libro es atemporal, no caduca, es diferente de la música o de otras manifestaciones artísticas; yo crecí entre libros”. Además, La caída de las brujas “es como una misión encargada por mi padrino desde el más allá, canalizada a través de esta mujer en Transilvania, pues en ese momento ella interpretó el mensaje de él para decirme que debía hacerlo. Este ensayo es parte de esta misión. Ella fue la que me dijo: tienes que venir cuando lo termines, tienes que regresar porque vamos a volver a contactar de nuevo con tu padrino para cerrar un ciclo. Ella habló como médium y me dijo todo; fue muy fuerte.” “No creo en las coincidencias —asegura—. Si yo toqué su puerta, ha sido por algo, y regresaré el próximo año a Transilvania con este ensayo, a un pequeño pueblo llamado Zărnești, bajo Los Cárpatos, como a seis horas de Bucarest. Es un viaje increíble en tren desde la capital a la falda de la montaña, donde durante la segunda guerra mundial se fabricaban armas. El sitio tiene una energía especial, es rico en historia y sus pobladores siguen fieles a sus creencias pasadas. Re-

cuerdo que cuando llegué había un cortejo fúnebre. El padre bendecía cada crucero de calles. En la zona hay pueblos con muchas cruces, que avientan a lagunas y ríos para limpiar a los malos espíritus. Cuando fui, había sido eliminado el comunismo y los jóvenes querían salir del país y los adultos querían al comunismo; mientras tanto seguían conservando sus tradiciones, sus creencias. Fue como viajar al pasado, como otro tiempo, una nostalgia rara, energéticamente es fuerte el lugar”. La bruja en Occidente es un icono definido, pero en nuestro país, Alan Ojeda reconoce un concepto muy distinto: la chamana, la curandera, la sanadora, la partera, la sobadora. “Quizá —comenta—, el punto donde confluyen las brujas de Europa con las de América es con la Santa Inquisición, es el único cruce. Cuando fueron juzgadas las mujeres de conocimiento, también aparecen figuras como El Nahual y estas prácticas de metamorfosis y transformaciones. Yo iba mucho al El Chico, en Pachuca, donde nos contaban historias de mujeres que se transformaban en animales, guajolotes que en la noche se paraban en las copas de los árboles y se robaban a los niños, y hay personas que aseguran tener la capacidad de convertirse en animales”. ¿Y el miedo? “No tengo miedo a lo desconocido, es más curiosidad que miedo. No le tengo miedo a la bruja ni a lo desconocido, es curiosidad de conocer más, por ejemplo, sobre plantas, de herbolaria. Nunca he pensado en el miedo si veo un lobo. Solo quiero descubrir, y esa curiosidad me mueve a seguir investigando y seguir aprendiendo. Todos vamos a morir: hay que fluir”. Tropo

Fernanda Montiel. Periodista y coreógrafa, temascalera tradicional, promotora cultural. Preserva y difunde tradiciones ancestrales. De linaje indígena, comparte enseñanzas de sus abuelos mesoamericanos. Cuenta con publicaciones en diferentes periódicos y revistas, es creadora de metodologías de auto conocimiento y auto sanación. Dirige su propia empresa: Grupo Temascalli. Radica en Playa del Carmen.

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Removal Por Mariel Turrent

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Los niños perdidos Valeria Luiselli Sexto piso 2016 112p.

emoval es un término que en español significa: separación, extracción, supresión, eliminación, extirpación. Y es el término que se utiliza, hoy en día, para referirse a las deportaciones de inmigrantes “ilegales” o “aliens”. Palabras usadas a la ligera y sin responsabilidad, que se transforman en algo tóxico, venenoso. Los niños perdidos de Valeria Luiselli llegó a mis manos como propuesta para realizar esta reseña. De no haber sido así, jamás habría elegido este libro, pues no sé lidiar con el magno problema que trata —la migración infantil, algo que tengo muy cerca y que prefiero asumir de manera distante—. ¿Qué hacer con tantos niños vulnerables y vulnerados que cruzan la frontera día con día en busca de una mejor realidad? ¿Qué puedo hacer yo, desde mi trinchera, para ayudarlos? Esa es mi eterna pregunta ante estas tragedias. Como no encuentro una respuesta, como no veo la solución, prefiero no saber más: elijo que no disturben mi sueño, que no me lleven al insomnio, a la angustia al pensarlos trepados en La Bestia. Prefiero imaginar que no existe

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esa criatura que va sola, a bordo de una camioneta atiborrada de desconocidos, reservando en cada respiro el escaso oxígeno que la mantiene viva; ese niño aterrado, sediento en pleno desierto, aguantando el último suspiro y deseando que la migra lo encuentre aún con vida —aunque eso implique el inicio de cientos de abusos y agresiones. No quiero enterarme de esa adolescente virgen a quien su abuela prepara con anticonceptivos, a sabiendas de que, el mínimo precio que pagará por llegar al otro lado, será el de ser violada. Por eso jamás hubiera elegido este libro. Y a pesar de todo, y del prejuicio con el que empecé a leer a Luiselli, desde la primera frase quedé cautivada. “¿Por qué viniste a los Estados Unidos?” El ensayo inicia con esa pregunta, la primera de cuarenta que tiene el cuestionario de admisión para los niños indocumentados que cruzan la frontera solos. La autora debe traducir este cuestionario a los niños y obtener de sus bocas partidas y chimuelas el material que necesita para redactar una respuesta que conlleve a un proceso migratorio favorable. Pero los niños no saben eso, no saben qué deben decir y qué no. Son desconfiados, tienen el miedo soterrado y la humillación a flor de piel. El reto es convertir sus “historias rotas, revueltas, llenas de interferencia y tartamudeos”, en términos legales claros y coherentes que les permitan quedarse en Estados Unidos. Solemos pensar que todo el que emigra a Estados Unidos lo hace buscando el sueño americano, y hasta

nos cuestionamos cómo los padres dejan ir a los niños solos. Los niños viajan solos porque en su mayoría no cuentan con padres presentes y “buscan despertar de la pesadilla en la que nacieron”; cualquier destino les parece mejor que su realidad: las gangs, el crimen organizado y el narcotráfico que los persigue en sus países. Luiselli nos va adentrando en el entorno y las historias migratorias de estos menores, mientras ella y su familia van por carretera de Manhattan hasta Cochise, en el sureste de Arizona, muy cerca de la frontera entre México y Estados Unidos. A lo largo de este recorrido, en el que pretenden conocer el país del que están próximos a convertirse en ciudadanos, ella compara el proceso migratorio de estos niños con el suyo propio: “El cuestionario de la Green Card tiene la inocencia de lo retro, la obsolescencia de ideologías pasadas, y recuerda la calidad granulosa que tenían las películas sobre la Guerra Fría que veíamos en formato beta. El cuestionario de admisión para los niños indocumentados, en cambio, es frío y pragmático.


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Está escrito como en alta resolución y es imposible leerlo sin sentir la creciente certidumbre de que el mundo se ha vuelto un lugar mucho más jodido.” “Straight to Hell”, de The Clash, es el leitmotiv de su viaje, y de este viaje narrativo en el que la acompañamos y nos platica desde la calma que le produce el saber que va por el camino correcto. Narrado en primera persona, este ensayo nos lleva no solo a través de la odisea de los niños migrantes de una manera inteligente y ligera —en cuanto a su forma de narrar—, sino del mismo proceso que vive la autora, sus cuestionamientos, sus preocupaciones, la angustia y las dificultades que tuvo durante los tres años que vivió con su familia en Nueva York como indocumentada. “…chillan las ruedas metálicas y constantes de La Bestia —como si en su ascenso al norte mallugaran racimos de pesadillas—.” Con un lenguaje metafórico escalofriante, Luiselli nos llena de imágenes para internarnos en el mundo que rodea a los indocumentados, pero al explicar los trámites de rutina, las po-

líticas migratorias, las leyes, es sumamente clara y su construcción es sencilla. Así el lector fluye en este pequeño libro que transita de manera veloz, pero intensa, llevándonos a conocer el ICE —mejor conocido como la hielera—, The Door, la Border Patrol, a los civiles “dueños de ranchos privados que salen literalmente a cazar indocumentados”, y todo lo que van viviendo los niños ilegales en su proceso para convertirse en ciudadanos americanos. La autora no pretende utilizar estas historias para provocar escándalos, su estilo dista mucho de ser sensacionalista. Por el contrario, es un análisis que instruye y permea en los lectores, haciendo que el sentido llegue a las profundidades de la razón y no se quede en el alboroto del sentimiento, sino que lo penetre, lo abarque y lo trascienda. Sin estigmatizar, sin dramatizar, con una sutileza narrativa que va soltando leves dosis de datos que nos hacen entender la magnitud del problema y sus dimensiones sin violentarnos. Valeria Luiselli nació en México, y a los dos años, siendo su padre un diplomático mexicano, abandonó su país

natal para ir a Corea del Sur, India y Sudáfrica donde conoció a Nelson Mandela, quien influyó en ella y en sus ideas. Su familia siempre estuvo activamente involucrada en la política. Además, es la heredera del temple de mujeres activistas —su abuela se dedicó a ayudar a las comunidades indígenas mexicanas y su madre se mudó a Chiapas por unos años para unirse a los zapatistas—, por lo que a los diecinueve años decidió regresar a México para estudiar la licenciatura en Filosofía en la UNAM. Fue en ese tiempo que empezó a escribir, pero confiesa que nunca tuvo el apoyo de sus coterráneos. “El ecosistema literario en México sigue estando dominado por un montón de viejitos y chavorucos que piensan que cada que se muere un tótem llega otro totemsito a ocupar un lugar. Y por supuesto, nunca hay lugar para una totemsita”. En 2008 se traslada a la ciudad de Nueva York para estudiar un doctorado en literatura comparada en la Universidad de Columbia. Luiselli lamenta la discriminación que aún existe en nuestro país frente a las mujeres en el

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ámbito de las letras, y que haya tenido que emigrar para ser tomada en cuenta. Fuera de México, ha encontrado más oportunidades. Actualmente, es profesora en Hofstra University, da talleres y conferencias en Estados Unidos, México y otros países además de colaborar en diferentes medios, entre ellos una columna semanal en el diario El País, en España, donde aborda temas migratorios y de los movimientos sociales que se han generado desde que el presidente estadounidense, Donald Trump, tomó la presidencia. Ha publicado los ensayos Papeles Falsos y dos novelas: Los ingrávidos, Sexto Piso, 2011 (que trata de una mujer y Gilberto Owen, que están desapareciendo y comparten nostálgicamente su pasado en Nueva York), ganadora del Los Ángeles Book Prize para primera ficción, y por la cual fue elegida por la National Book Foundation como una de los cinco mejores escritores de ficción menores de 35 años; y La historia de mis dientes, Sexto Piso, 2013 (escrita por encargo de la Fundación Jumex, que narra la historia del vigilante de la fábrica de jugos que para arreglarse los dientes decide incursionar en el mundo de las subastas de arte) incluida

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por The New York Times entre los 100 mejores libros de 2015, y finalista del prestigioso National Book Critics Circle (solo dos autores de ficción con obras originalmente en otro idioma han sido nominados en el pasado: Roberto Bolaño y W. G. Sebald). A pesar de la gran aceptación que ha tenido su obra en Estados Unidos, le llama la atención que la mayoría de las respuestas que recibe vienen de México y a veces de Argentina. “Lo único bueno de dedicarse a escribir es la libertad absoluta de pensar, de inventar, de vivir muchas vidas cada que te sientas frente a un manuscrito”, dice Valeria. Los niños perdidos fue traducida al inglés bajo el título de “Tell me How it Ends An Essay in Forty Questions” y ha recibido varios premios y nominaciones, entre ellos: Los Angeles Times Book y American Book Award. Y a pesar de ser el testimonio de una realidad desesperanzadora, el ensayo me parece hermoso. Y cuando digo hermoso, no lo uso como lugar común sino en toda la extensión de la palabra: no solo por su forma, sino porque en el fondo quiere darnos la esperanza de que el mundo no está tan jodido como

aparenta, que, dentro de todo, cuando los humanos entienden el problema, pueden sentir empatía y unirse para ayudar y hacer un cambio. De hecho, Valeria es fundadora, junto con sus alumnos, de la Teenage Immigrant Integration Association, donde apoyan a los niños y adolescentes inmigrantes para su integración a Estados Unidos. Este libro también es la respuesta a mi pregunta de qué hacer desde nuestra trinchera: quien lo lea encontrará en él la evidencia de que la educación y la información pueden hacer una diferencia. Es también un llamado a la concientización, una pequeña obra maestra que deja en sus lectores un gran impacto. Tropo

Mariel Turrent Eggleton (México, D. F., 1967). Ha publicado los libros “Desde adentro” (aforismos) y “Cajón de muertes y amores” (cuentos), y “La jornada del viento” y “Desnudeces de agua” (poemas). Obtuvo el primer lugar en el segundo Concurso de Cuento Juan Domingo Argüelles (1999). Es autora de la novela Hasta el último vuelo (Malix editores, 2018). Correo-e marielturrent@gmail.com


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El villano y su reino Por Miguel Ignacio Miranda El vendedor de silencio Enrique Serna Alfaguara 2019 488 p.

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a historia que cuenta Enrique Serna (Ciudad de México, 1959) es la de un villano increíble, que fue borracho, misógino, déspota y maestro de la extorsión. Y por surrealista que parezca, hasta tiene una calle con su nombre en la alcaldía Álvaro Obregón en la Ciudad de México. El personaje es Carlos Denegri, el periodista más influyente de México entre 1940 y 1970. Considerado por Julio Scherer como “el mejor y más vil de los reporteros”, trabajó en el periódico Excélsior y fue el creador de la columna política. Denegri estaba del lado del gobernante en turno, y la presidencia le pagaba una iguala mensual para cubrir sus favores y buenas palabras en la prensa, costumbre que al parecer no ha desaparecido en nuestro país a pesar de sus “transformaciones” y a la que comúnmente se le llama “chayote”. Carlos Denegri se volvió un acaudalado periodista para los años sesenta; en su oficina de Paseo de la Reforma tenía un fichero donde guardaba tres clases de tarjetas: una de los políticos de los que hablaba siempre, otra de aquellos a los que nunca se refería, y una más de los ocasionales. Cambiaba las tarjetas según el pago

que soltaba cada personaje: su negocio principal era vender su silencio. Considerado el mejor periodista de México en esos años, bebedor incontenible, mujeriego falaz, Denegri encarna una leyenda negra en el periodismo mexicano, y justo en este punto emerge Enrique Serna, el escritor, para contar la historia novelada de un personaje prácticamente olvidado, pero que, a través de la maestría de su pluma, renace en El vendedor de silencio como un recordatorio del pasado que no ha terminado de redimirse. Serna divide la novela en tres partes, donde cuenta en retornos al pasado en primera persona la vida y los escándalos del periodista. Todo comienza con el asedio del reportero, ya entrado en años, a quien sería su última víctima, un ama de casa divorciada y con dos hijos que vive cerca de su oficina. El lector se irá encontrando con la biografía amenamente contada por Serna de este cínico personaje que encarna al corrupto por antonomasia, al gandalla con charola, al prepotente que en estos tiempos podría aparecer en redes sociales y al cual llamaríamos “Lord”… algo. Con la maestría que la experiencia y el tiempo le han dado, el autor de El miedo a los animales (1995), Fruta verde (2006) y La doble vida de Jesús (2014), entre otras novelas, cuentos y ensayos, va imbuyendo al lector de El vendedor de silencio en el México de ayer: la delincuencia superorganizada de Maximino Ávila Camacho, el PRI de Miguel Alemán, López Mateos, Díaz Ordaz y Luis Echeverría; los periodistas Julio Scherer, Carlos Septién García y Jacobo Zabludovski; el mun-

dillo cultural de esos años: Salvador Novo, María Félix, Conchita Cintrón, además de lugares emblemáticos de la ciudad como la Zona Rosa y Paseo de la Reforma y los restaurantes de aquellos años como el Mauna Loa, el Prendes o el San Ángel Inn, conformando una narración circular, que va del pasado al presente, de la anécdota picaresca a la fechoría, del machismo más estridente al chantaje con guante blanco, y que mantendrá al lector azorado por tanta maldad, pero muy entretenido. Con la reconstrucción hemerográfica de esta vida, Serna se consagra como un gran relator y uno de los escritores contemporáneos que deben leerse para entender un poco más de este país y su gente tan compleja, tan machista, tan borracha y tan divertida, sumida en la tragedia perenne. Tropo Miguel Ignacio Miranda (Cd. de México, 1966) Diseñador gráfico, comunicólogo, publicista, editor, escritor. Profesor en la Universidad Anáhuac. Reseñista habitual de Tropo a la uña. Miembro fundador de Malix Editores. Correo electrónico: miguel@malixeditores.com

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Anónimos sexuales: memorias y confesiones (parte I) Por Svetlana Larrocha

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principios de los años 70 del siglo pasado, el cineasta español Luis García Berlanga comenzó un proyecto literario con la editora hispano-brasileña Beatriz De Moura, cuyo resultado vio la luz en 1977, ya que la censura y la fascistización de Franco acabó en realidad hasta la muerte de éste, en 1975. El proyecto: La sonrisa vertical, una colección de libros cuyo tema era el erotismo. El título alude al término usado en el siglo XVIII por los franceses para referirse al sexo de la mujer. En la tesis de doctorado de Estrella Díaz Fernández, La colección la sonrisa vertical y la representación literaria de las minorías sexuales (Universidad de Lleida, 2017), se explica que Berlanga y De Moura tenían en mente la publicación y difusión de la alta literatura erótica europea que nunca antes había sido traducida al español. Los primeros títulos que se publicaron salieron de la biblioteca del mismo García Berlanga, lector profundo

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de George Bataille, así como de diarios y memorias de la época victoriana. La sonrisa vertical inició con el libro La insólita y gloriosa hazaña del Cipote de Archidona (de Camilo José Cela), la historia de una masturbación dentro de una sala de cine con una eyaculación tan grande que manchó la ropa del espectador que estaba enfrente. Entre los títulos posteriores se puede mencionar: Historia del ojo (de Georges Bataille), Venus en India (de Charles Devereaux), Memorias de una cantante alemana (de Wilhelmine Schroeder-Devrient), La Venus de las pieles (de Leopold von Sacher-Masoch, Marqués de Sade) Historia de O (Pauline Réage, seudónimo de la escritora francesa Dominique Aury), El coño de Irene (de Albert de Routisie) y Las tres hijas de su madre (Pierre Louys). Hasta octubre de 2008, la colección estaba formada por más de 130 obras de autores de todo el mundo, donde también se publicaron las obras ganadoras del Premio La sonrisa vertical, convocado y publicado por Tusquets Editores de 1979 a 2004, año en que la editorial decidió suspender el galardón aduciendo

la calidad insuficiente de las obras presentadas. Una lástima. Especial mención merecen varios títulos que tienen en común ser “anónimos”, de algunos de los cuales investigadores y estudiosos de la literatura erótico/pornográfica han podido “descubrir”, quizá “adivinar”, a los autores, o al menos aproximarse a ellos. Incluso, de algunas obras, los


p a p i r o s marco la situación de los negros del sur norteamericano, de la esclavitud y de la Guerra de Secesión. Escrita en primera persona, Dolly sufre de flagelación por parte de unos negreros, para luego ser secuestrada y violada por un rico terrateniente. La primera edición de esta obra fue publicada por editorial Edasa, en 1975. El prólogo de Paul J. Gillette hace hincapié en que el libro fue escrito para la doble moral de los lectores victorianos, que podía burlarse de quienes no fueran británicos. Aunque está escrita originalmente en inglés, la mayoría de los estudiosos no duda en atribuir las Memorias… a Georges Joseph Grassal, escritor francés cuyo seudónimo, entre otros, es “Huges Rebell”. Luego de estudiar en el colegio de los jesuitas de Jersey, Grassal se dedicó a escribir tanto en francés como en inglés. En el prefacio a la edición de La sonrisa…, Alexis Lykiard nos da las razones por las que apuesta por Grassal como autor de este clásico erótico de la spanking literature, además de que como novela histórica, tiene la calidad y la autenticidad para encontrarse en la reconocida colección de Berlanga.

Confesión sexual de un anónimo ruso

mismos escritores han revelado su autoría. En esta primera parte, vamos a tratar cuatro de estos anónimos.

Memorias de Dolly Morton En la mitad del siglo XIX, una huérfana de Filadelfia vive toda clase de experiencias sexuales, teniendo como

En la autobiografía de Vladimir Nabokov, Habla, memoria, el autor escribe: “Nuestra inocencia me parece ahora ya casi monstruosa a la luz de las distintas confesiones que provienen del mismo periodo que cita Havelock Ellis, en el que niños de todos los sexos imaginables se entregan a todos los pecados greco-romanos, desde los centros industriales anglosajones hasta Ucrania”. El médico y sexólogo inglés fue quien difundió esta obra, escrita en francés en 1912. Gracias a ello sabemos hoy que su autor, anónimo, procedía de Ucrania. El protagonista de Confesión sexual de un anónimo ruso, “nacido hacia 1870,

de buena familia, instruido y capaz”, describe a la Rusia de principios del siglo XX, donde abundaban con completa libertad las costumbres sexuales, a diferencia del resto de Europa. Esta obra quizá fuera el origen de Lolita. Dice Nabokov: “Las aventuras amorosas del ruso me entusiasmaron. Son maravillosamente divertidas. Siendo adolescente debió de tener la suerte extraordinaria de encontrarse con niñas de reacciones excepcionalmente rápidas y generosas”. “Me dijo que las niñas tenían una abertura y no un 'tubo' entre las piernas. Yo puse cara de no creerla, entonces ella me invitó a entrar en la casa (donde no había nadie) para enseñarme cómo estaban hechas las niñas. Entramos en una habitación, ella se tumbó atravesada sobre la cama, y, levantando sus faldas, me mostró lo que yo ardía en deseo de ver. La visión de la hendidura abierta y escarlata entre el suave color sonrosado de los muslos rechonchos, en lugar de repugnarme, como en la ocasión de la aventura con Zoé, me sumió en el arrobamiento, sin sugerirme, sin embargo, el deseo del coito.”

Señorita tacones altos En esta historia que se imprimió de manera privada en 1931 en París —de autor aún desconocido— se cuenta la historia de un joven hermafrodita de dieciocho años, de una familia inglesa aristócrata. El narrador, Dennis Evelyn Beryl, cuenta cómo se convirtió en Denise, la “señorita tacones altos”. Helen, su hermanastra, quien conoce sus fantasías y deseos, arregla que Dennis sea enviado a un colegio de jovencitas durante dos años, donde es transformado en una hermosa joven. Al regresar con su familia, Dennis es vestido (a) con sedas, joyas y zapatillas. Miss Priscilla, la vieja ama de llaves, inicia a nuestro personaje en los placeres del látigo y las varillas de abedul, sometiéndose totalmente a los caprichos

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de Helen y sus amigas. Así, Dennis descubre que siendo mujer, la vida es más placentera, y entrega su nombre, su fortuna y su vida a Helen, quien, como prueba final de su sumisión, le obliga a escribir estas memorias. Aun cuando los temas de la transexualidad y el fetichismos para algunos resulten escabrosos, los hechos son narrados con delicadeza, y aquí reside el valor literario de este anónimo.

La novela de la lujuria Charlie entró al mundo de la sexualidad a los 14 años con una mujer casada recientemente, huésped durante la luna de miel y amiga de su madre. Poco tiempo después practicó con su institutriz y siguió con sus vírgenes hermanas. Luego, una nueva institutriz, y, naturalmente, otra oportunidad de ampliar sus conocimientos. Hasta ahora no se sabe si ésta es la autobiografía verdadera de alguien que consiguió mantener hasta nuestros días su anonimato o si es resultado de la imaginación de algún escritor o algún personaje conocido en la Inglaterra de la segunda mitad del siglo XIX. Es bien sabido que durante la época victoriana, la rigidez moral y la prohibición eran las bases de las reglas sociales. Publicada por entregas, en La novela de la lujuria (1863-1866), el personaje, Charli Roberts, conoce la flagelación, el voyeurismo, el incesto, la pederastia, las orgías, introduciéndose en los rincones más oscuros de la lubricidad. “Éramos tres: Mary, Eliza y yo. Yo iba a cumplir quince años, Mary era aproximadamente un año menor, y Eliza tenía doce años y medio. Mamá nos trataba a los tres como a niños, ciega al hecho de que yo había dejado de ser el de antes. Lo cierto es que, pese a no ser alto para mi edad y a no tener un aspecto precisamente viril, mis deseos empezaban por entonces a despuntar, y el aspecto de mi sexo, ya de por sí bastante llamativo, aumenta-

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ba considerablemente de tamaño cada vez que se veía sometido al influjo de los encantos femeninos. Sin embargo, carecía de toda noción acerca de los usos de los distintos órganos sexuales. Mis hermanas y yo dormíamos en la misma habitación. Ellas juntas en una cama, yo solo en otra. En más de una ocasión, estando a solas, nos habíamos examinado las distintas configuraciones de nuestros sexos. Descubrimos así que tocándonos mutuamente obteníamos cierto placer; más tarde mi hermana mayor descubrió que cada vez que subía y bajaba mi cacharrito, como ella lo llamaba, entonces éste se erguía automáticamente y se ponía tan duro como un palo. Ella también experimentaba gozo cuando yo le acariciaba su rosada rajita, aunque bastaba que intentara introducirle un dedo para provocarle un dolor inmenso. Era tan poco lo que habíamos avanzado en tales attouchements, que aún no podíamos ni siquiera vislumbrar las posibilidades de ese

camino recién descubierto. A mí me habían comenzado a crecer unos rizos como de musgo en torno a la base de la polla; luego, y para nuestra sorpresa, en Mary se manifestó una tendencia similar. Mientras tanto, Eliza seguía siendo tan lampiña como la palma de una mano, pero ambas estaban magníficamente constituidas, con dos macizos y abultados montes de Venus. No teníamos ninguna malicia y estábamos acostumbrados a contemplar nuestros cuerpos desnudos sin el menor recelo; cuando jugábamos en el jardín y alguno quería aliviar su vejiga, los tres nos poníamos inmediatamente en cuclillas y entrecruzábamos aguas, compitiendo para ver quién orinaba más rápido. Aparte de estos síntomas de deseo en momentos de excitación, cuando estaba sosegado podía pasar perfectamente por un chico de diez u once años.” La novela de la lujuria se circunscribe exclusivamente a la actividad sexual de los personajes, quizá impelidos por la curiosidad y el deseo que conlleva la privación de los placeres carnales. Tropo

Svetlana Larrocha (Mérida, Yucatán). Periodista, escritora, editora y maestra de Taller Literario. Becaria de Jóvenes Creadores en la modalidad de Cuento FONCA / CONACULTA, 1998-1999). Premio de Cuento Erótico 1999 convocado por la evista Mensajero. Su obra se encuentra incluida en las antologías El vuelo de la rosa. Mujeres en la Poesía de Yucatán, Instituto de Cultura de Yucatán/Universidad Tecnológica Metropolitana, 2005; y Cuentos pequeños, grandes lectores (La minificción explicada a los niños), Instituto Mexiquense de Cultura, 2014; entre otras. Asimismo, fue subdirectora de la gaceta nacional de Arte y Cultura Columba, y directora de Redacción de la revista electrónica El navegante. Actualmente se desempeña como profesora de Español como Lengua Extranjera, y de Cultura Mexicana.


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La historia detrás de Xcaret Xueños Miguel Quintana Pali Conecta México 2019 231 p.

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econocido a nivel internacional como uno de los empresarios más exitosos de México, Miguel Quintana Pali (Boston, Massachusetts, 1946) ha decidido por fin contar su vida y, al hacerlo, parece revelarnos que su carrera no ha sido otra que un diseño visionario que se pensó desde un principio solo para culminar en la que ahora es su estampa, su sello, la huella personal con la que ha marcado de manera indeleble no solo la historia turística de Quintana Roo y, por supuesto, de nuestro país, sino la manera en que puede y debe conjugarse el éxito económico con la conciencia social y la responsabilidad empresarial. Pionero y referente del turismo sostenible, Quintana Pali resume en este volumen “casi cinco décadas de experiencia como emprendedor-empresario —primero como tendero, luego como parquero y, ahora, como

hotelero—” y comparte mediante una serie de aforismos, frases y consejos, y todos aquellos must que considera deberían tener en cuenta quienes deseen emprender un negocio con éxito y fortuna. Así, en el curso de su relato, la obra está salpicada de lecciones y recordatorios de lo que no debería hacerse en determinada situación (son los mustnot) —por ejemplo: “Hay que ser abierto y transparente, pero no sincericida”; o “Nunca le vendas a tu competencia si vas a permanecer en su mismo mercado”, etcétera—; de lo que debería hacerse (son los mustdo) —por ejemplo: “Un emprendedor tiene que escuchar a todo el mundo: a su conciencia y a la gente a su alrededor; pero, finalmente, uno es quien tiene que tomar la decisión”—; y de lo que se debería ser (los mustbe) —por ejemplo: “Ser copiado es signo de que vas por el camino correcto”, los mejores de los cuales son recogidos en las páginas finales en el que ha denominado su Decálogo. Con un lenguaje sencillo e incluso coloquial, el fundador y director general del Grupo Xcaret narra la historia de sus primeros negocios escolares y la invención de una lámpara de mesa que lo hizo dar el salto para emprender y fundar las Tiendas Pali. Cuenta además cómo convirtió

a Xcaret en una embajada de México que hoy recibe dos millones de visitantes al año y que ha dado pie a una frase que, entre veras y bromas, es ya legendario eslogan de la marca: “Cuando vayas a Xcaret no dejes de visitar Cancún”. Al hacer un recorrido por la historia del Grupo Xcaret, se cuenta con pasión cómo fueron “surgiendo las ideas de los parques y el proceso de creación de algunas de las atracciones más emblemáticas, los retos para presupuestar una forma de arquitectura que respetara la naturaleza, las diferencias entre los socios, la sostenibilidad total de la empresa, las estrategias de operación y marketing y la innovación tecnológica inhouse”. En fin, Xueños —además de ser una “mirada íntima al genio creativo de una de las mentes más divergentes y comprometidas con el desarrollo de México”— comparte también aquellas facetas que se han vuelto parte del ADN de la empresa y de sus colaboradores, es decir, las distintas acciones sociales que han beneficiado el entorno en que se mueve, y la filosofía basada en la felicidad hacia dentro y fuera de la organización. Tropo

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La energía sexual y el impulso creativo Por Arazú Cortés Con un estilo entusiasta y motivador, que apela en lo posible a la cercanía empática del lector (a), nuestra nueva colaboradora, Arazú Cortés, nos enfatiza en el siguiente texto la importancia de utilizar al máximo la fuerza de la energía sexual para liberar al individuo de las cadenas de prejuicios de la mente y potenciar así las inmensas posibilidades creativas del individuo y su conciencia.

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omenzar esta aventura de escribir sobre la energía sexual en relación con la energía creativa —y yo con el Eros ya presente—, me llena de entusiasmo. Intentaré contagiarte de él para que te animes a ser un lector activo en este viaje. Quiero invitarte a

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participar en el siguiente experimento que estoy segura te brindará una experiencia nueva y que puede ser entretenida.

De las limitaciones de la mente a la imaginación creativa Vamos a jugar con la mente. Como ella no puede distinguir lo que es real

de lo que no lo es, generalmente estamos reviviendo historias o imágenes del pasado, una y otra vez, en el presente, y la mente las vive como si estuvieran sucediendo ahora, esto para asegurarnos un futuro predecible que nos mantenga en nuestro espacio conocido, comprobando creencias, pensamientos e hipótesis viejas, para que podamos seguir siendo adictos al estrés que nos produce el miedo,


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la desconfianza, el creer que no somos suficientes, la certeza de que la vida es peligrosa y de que el hacer es lo que nos hace ser y nos da valía, aunque, para colmo, nunca es suficiente. Es triste, doloroso e impotente el futuro construido a partir de esos patrones del pasado. ¡Esa no es la realidad que merecemos! Vamos a jugar entonces con la mente; hagámosla vivir una historia entretenida y con posibilidades creativas hacia una aventura diferente. Intenta llevar tu atención a tu respiración y sólo quédate en ella, inhala, exhala y déjate estar. Tómate tu tiempo. Ahora observa dónde está ubicada tu energía creativa, esa que no viene de la cabeza, que no es una idea o un pensamiento; esa que viene de las entrañas, el impulso que nos trae a la vida y nos mantiene en ella. ¿En dónde sientes la pasión en tu cuerpo? Baja tu atención a la zona de la pelvis, respira desde ahí y date cuenta si te es fácil o no sentirla y sentirla

viva, respirando. Sólo date permiso de sentir, sin juicios, sin expectativas; sólo atrévete a sentir, sin más. Permíteme invitarte a cerrar los ojos. Vayamos a África e imagina que somos parte de una aldea escondida en la naturaleza, viviendo en casas de tierra y techos de paja, descalzos y sintiendo nuestros pies en contacto directo con el suelo. Llueve y huele a tierra mojada, y su color rojo se pone más intenso, el verde de los árboles es brillante. Estamos en un lugar donde por las noches el cielo es negro y las estrellas nos cubren, dándonos la sensación de que están al alcance de nuestras manos. Y permítete sentir que eres parte de ese lugar, que perteneces a esa tribu. Abre tus sentidos y escucha los grillos, el sonido de la naturaleza, el crujir de las ramas. Sólo ábrete a estar presente y escucha, siente, huele. Si sólo nos dejamos sentir y permitimos que nuestra mente crea que eso es real, ¿cuáles son las sensacio-

nes que percibes en ti? Tómate tu tiempo y sólo déjate estar, y cuando creas que es suficiente, regresa a ti, regresa al lugar donde comenzaste el viaje y sigue sintiendo tu respiración, escucha los sonidos de tu presente y poco a poco abre los ojos, busca papel y escríbelo o píntalo y crea tu propia historia a partir de tus sensaciones. Lo que te propongo es sólo un juego, una invitación a participar en esta aventura como cuando siendo niños nos atrevíamos a ser bomberos, astronautas, cazadores, maestras, médicos o tal vez escritores. Jugar a estar conectados con el instinto, a ser parte del reino animal.

Conectándose con la energía sexual En distintas tribus, cuando los hombres salían de cacería, todos se juntaban alrededor del fuego para cantar y danzar. El ritual duraba toda la noche, conectándose con la tierra, olvi-

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Fotografía: El Naranjo Estudio.

dándose de la mente analítica, de los pensamientos del pasado y del futuro. Sólo sentían el fuego, la tierra, la vibración de su voz y la fuerza de ellos y de su tribu. Se conectaban con sus instintos, con sus sentidos, con su poder, estando presentes en el aquí y en el ahora. Sólo así podían estar atentos a los sonidos de la naturaleza, ver las huellas, oler a su presa, cazarla y regresar a salvo. Danzaban y entraban en un estado de trance para callar la mente, para conectarse con el instinto básico de la sobrevivencia. El instinto animal empodera, los hace cazadores, les salva la vida y les ayuda a salvar a su especie. El instinto no vive en la cabeza, no es la intuición, no son las creencias, no viene del raciocinio. El instinto viene del cerebro reptiliano, el primer cerebro, el que los animales de sangre fría tienen y que desde su aparición conservan los mamíferos, el que no tiene que ver con los vínculos (ese es el segundo cerebro, el límbico) ni con la razón (el tercer cerebro, neocórtex); es el cerebro reptiliano que tienen todos los animales para sobrevivir, el que los mantiene con vida.

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Este impulso básico del que hablo, el más primitivo, el de la sobrevivencia, conecta con la tripa y los genitales. La energía sexual es entonces la energía más animal, más básica, y tiene que ver con la permanencia en la vida. La energía sexual está relacionada directamente con el instinto. Mientras más libre es la energía sexual, más fuerza y poderío tenemos para sobrevivir. Los animales tienen una sabiduría nata, que no cuestiona. Tienen una época de apareamiento, y ahí está su energía sexual; una época de cacería, y ahí está su impulso; una época de descanso, y ahí está su atención y, por consecuencia, su energía. Al usar su instinto, los animales no abusan, no violan, no tienen dolores de cabeza ni viven con estrés, ni reprimidos, ni furiosos, ni con sed de venganza; y mucho menos viven en libertad muertos de miedo. Entonces, me pregunto: ¿por qué el ser humano tiene tanto miedo a su instinto animal, a su libertad, a su sabiduría básica? Hemos creído que si nos dejamos llevar por el instinto nos volvemos salvajes, irreverentes, irresponsables e incapaces de vivir en sociedad. Yo lo cuestiono: ¿y no será que repri-

mirlo de ninguna manera hace que desaparezca, sino que más bien se distorsiona y se expresa de maneras arrebatadas, violentas, incoherentes, sin responsabilidad, con estrés y somatizaciones? Nos convertimos en animales de circo necesitando un domador, con tal de que nos cuiden, nos den un espacio, una pertenencia, nos alimenten y nos hagan sentir acompañados y protegidos pagando el precio de nuestra libertad. Cuando tratamos de domesticar este impulso, entonces atrapamos nuestra fuerza, nuestra conexión con la tierra, nuestro instinto para estar en la vida. Atrapamos la creatividad, la libertad, la abundancia. Nos llenamos de fantasías y prejuicios hacia la sexualidad y hacia las emociones que se alojan en las vísceras, las que son calientes, las que se alimentan del fuego, como la pasión que incluye el enojo. Las tratamos de domesticar con un miedo que enfría, con una tristeza que nos inunda y apaga el fuego, y nos convertimos en nuestro propio entrenador. Fuimos adiestrados en la infancia con los miedos y los juicios de nuestros ancestros, y en la edad adulta nos convertimos en nuestro propio


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verdugo con las creencias y voces internas del “deber ser”, el tener qué, o simplemente asumiendo que así nos tocó, reaccionando con patrones que se vuelven neuróticos, usando la inconsciencia para no hacernos responsables de nuestro destino. Nos robamos el poder, nos mantenemos tibios y a veces hasta fríos en la vida.

En busca del cuerpo total y el despertar de la consciencia Perdemos la oportunidad de conectarnos completos, no por partes, pues sin fuego el corazón vive asustado y trata de agarrarse de algo, generalmente del pensamiento o la fantasía; idealizamos, intelectualizamos, repetimos experiencias pasadas como posibilidades únicas y las traemos al presente como realidades actuales, o usamos como alternativa la espiritualidad, la pertenencia a una religión, las prácticas meditativas, rezos, rituales, lecturas del futuro, etc., o la sexualidad, creyendo que ser libres es copular cuando y como queramos, sin conexión, sin entrega y sin corazón ni responsabilidad, como si sólo fuéramos un armario con cajones y

sólo usáramos el cajón que abrimos. Es como si tuviéramos que elegir entre vivir con un cerebro o con dos, o sólo estar con uno y una parte de nosotros fuera del cuerpo para alcanzar la espiritualidad, pero no con los tres que nos llevan a la real conexión de la totalidad. Nos disociamos para controlar y controlamos por falta de aceptación, de confianza en los seres maravillosos que somos cuando nos asumimos completos, con nuestra luz y nuestra sombra, tomando responsabilidad y recuperando nuestro liderazgo; controlamos para evitar la entrega total a la vida, para evitar confiar en ella y en su flujo, que es sabio y fluye solo. No somos sólo corazón, mente o espíritu. Tenemos un cuerpo. Somos todo. Y si tenemos un cuerpo, si pertenecemos al género animal, somos también eso. Entonces, necesitamos recuperar ese potencial para ser seres completos, plenos, creativos, generosos, abundantes, compasivos, agradecidos y libres, conectados con la tierra, pertenecientes a ella de una manera coherente, responsable y consciente. Tomemos nuestro lugar en ella desde nuestra totalidad, usando la

simbología de la tierra como la madre, lo femenino; ahí es donde habita el fuego, la fuerza, el caldero, la matriz, la energía pesada que transforma e impulsa hacia arriba, siempre y cuando le permitamos que suba y conecte con el cielo, que representa el padre, lo masculino, lo sutil, la espiritualidad, pasando por el corazón y siguiendo su camino ascendente hasta la razón. Es entonces cuando sucede el milagro del despertar de la consciencia y la autorresponsabilidad, y entonces sí hay una conexión espiritual. Eso nos lleva a vivir plenos, con todo el potencial creativo que da la libertad del ser total, la belleza del absoluto. Por eso digo que la energía sexual es el fuego que alimenta el impulso creativo que se necesita para trasmutar y trascender, para crear y manifestarnos, el que genera abundancia y todas las cosas materiales porque es la frecuencia energética más densa, de onda larga y lenta, que hace que viaje a menor velocidad que la luz y se materialice. Tropo Arazú Cortés Padilla. Psicoterapeuta Corporal Core Energetics.

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Entre la locura y la crítica social Por Svetlana Larrocha

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n lugar donde reinan la violencia, el descontento social, el desempleo; donde abundan las carencias básicas (medicamentos, por ejemplo)… donde los gobernantes han prometido pero no cumplen. ¿Nos parece una situación conocida? Bueno, también es la realidad del más reciente filme de Todd Phillips, Jocker (2019), una historia que no tiene iteración con ningún cómic en ninguno de sus universos conocidos. De hecho, el valor artístico de Jocker es precisamente que el espectador no necesita tener conocimientos previos de las historietas. El Jocker, o Guasón, es un personaje creado por Jerry Robinson, Bill Finger y Bob Kane, que apareció por primera vez en 1940, en el cómic Batman No. 1, y se convirtió desde ese momento en némesis del hombre murciélago. El argumento del filme, estrenado el 31 de agosto de este año en la edición 76 del Festival de Cine de Venecia –donde obtuvo el León de Oro a la Mejor Película–, es el siguiente: en Gotham City, en 1981, Arthur Fleck es un hombre solitario

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y mediocre que aspira a ser reconocido como comediante. Vive con su madre, Penny, una mujer que ha llenado de abusos la vida de su hijo, en una casa de un barrio mísero, donde quizá lo único que le emociona es la presencia de su vecina Sophie. Enfermo mental, con una risa trastornada (debido a su epilepsia gelástica), le comenta a la trabajadora social a la que acude: “Todo lo que tengo son pensamientos negativos”. Víctima de la crueldad y el desprecio por parte de la gente, desde los yuppies de Wall Street hasta la mujer negra del transporte público –por sus compañeros de trabajo, incluso–, nunca sabremos qué divide realidad y fantasía, fantasía y realidad en la mente de Arthur, caldo de cultivo que desembocará en sus violentos actos. Hay mucha semejanza en la atmósfera del Jocker y la de Taxi Driver y El rey de la comedia (ambas de Martin Scorsese, 1976, 1983, respectivamente). De hecho, el director ítalo-estadounidense fue considerado antes de Phillips para ser parte del proyecto, a lo cual declinó –según dijo– por estar trabajando en The Irishman. Por eso, no es casualidad que Robert De Niro, el actor de ambos filmes, aparezca en el Jocker como presentador del pro-


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grama cómico en el que Arthur Fleck sueña con estar. Admirado por Todd Phillips, sin embargo, Martin Scorsese ha tenido fuertes comentarios acerca de las películas de superhéroes (especialmente del Universo Cinematográfico Marvel): “No las veo. Lo intenté. (…) Pero eso no es cine”, señaló el director de Los infiltrados (2006). Pero es innegable que Joaquin Phoenix es la columna vertebral de esta obra. Cuando en 2008 Heath Ledger encarnó al payaso (The Dark Night, de Christopher Nolan), los críticos afirmaron que su interpretación del personaje era la mejor hasta entonces y no podría ser superada por otro actor (no lo había podido hacer Jack Nicholson en 1989 en Batman, de Tim Burton). Sin embargo, el desempeño actoral de Phoenix supera innegablemente el trabajo de los otros actores. Sus muecas, la risa compulsiva, su esquelético cuerpo (tuvo que perder más de 20 kilos para esta interpretación), la manera en que nos muestra convincentemente su dolor y frustración, su impotencia, hacen que sea mencionado como candidato ganador en la categoría de Mejor Actor en la próxima entrega de los Oscar en 2020. Su actuación deslumbra, simplemente. Una de las críticas negativas a Jocker señala que se trata de una película que incita a la violencia, sugiriendo que los hechos presentados en la historia pueden ser emulados por espectadores sensibles. Esto no deja de ser un tanto risible, si tomamos en cuenta que la violencia en la nación vecina obedece a muchos otros factores. De hecho, la Asociación Nacional del Rifle (en inglés RNA), con sus cinco millones de socios, defiende el uso de armas para defensa personal y/o uso recreativo. El soundtrack del filme es excelente, aunque resulta controversial la escena en la que Arthur, ya convertido en el Jocker, baila en unas escaleras "Rock and Roll, Part 2", como se llama el tema, un éxito de los años 70 compuesto por Gary Glitter (junto con Mike Leander), un

rockero británico que cumple una condena de 16 años por abuso sexual de menores. En el epílogo vemos a Arthur en un manicomio (¿Arkham?), riendo. Su psiquiatra le pide que le cuente el chiste; él responde que no lo entendería. Luego aparece Arthur siendo perseguido por los guardias en los pasillos, dejando detrás de él un rastro de huellas ensangrentadas… Digan lo que digan, Todd Phillips, director de películas de comedia mediocres, logró crear una obra digna de estar entre los filmes sicológicos de todos los tiempos: en la oscura y miserable Gotham, donde los ricos llaman a los pobres “payasos”, donde a los ciudadanos no les queda más que la anarquía, el Jocker de Phillips no es un villano, no es un criminal. Quizá un antihéroe, pero ante todo un personaje digno de ser recordado en el Séptimo Arte. Tropo

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Medios de... ¿comunicación? Por Macarena Huicochea

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esulta sorprendente el nivel de desconexión que existe entre los medios de —supuesta— comunicación y la sociedad en general: las audiencias sólo significamos rating y, desafortunadamente, hay tan pocas opciones — y tan malas— , que la gente ve, escucha y lee “lo que hay”. Muy pocos son los espacios en los que se establece una comunicación real, y podrían contarse (con una mano) algunos que, por lo menos, intentan establecer un diálogo con sus seguidores y no sólo utilizarlos para justificar convenios en los que las audiencias somos vendidas al mejor postor, asegurando a los anunciantes (empresas, partidos políticos y gobiernos) que recibiremos “pasivamente” sus mensajes. He colaborado tanto en medios públicos como privados, y resulta aterrador descubrir la falta de respeto que se tiene por el público (tanto al elaborar programas, como al crear anuncios e “informar” a la gente). He sido testigo del menosprecio respecto a lo que quieren las audiencias y de la falta de profesionalismo y ética de muchas empresas y comunicadores que tienen el descaro de afirmar que son “la voz de la gente”, o que “responden” a su auditorio, espectador o lector. Desde hace años he podido comprobar (tanto a través de experiencias personales, como de las de mis colegas) la falta de interés de las empresas e instituciones por entregar productos de calidad y dignificar el trabajo de los comunicadores. Hoy en día, cualquiera puede hablar detrás de un micrófono, escribir en un periódico o convertirse en “líder de opinión”: sólo basta con lograr que aumenten

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Ilustración de Joey Klarenbeek creada para Positive Posters 2013 – ‘Passive’.

los seguidores (no importa si es a costa de mentiras, escándalos o de la nota roja y el morbo). Por otro lado, en muchos medios de comunicación se pretende que los que escriben, hacen locución o presentan proyectos para televisión o radio, lo hagan de manera gratuita o “comprando espacios”; o que, en el “mejor de los casos”, acepten un sueldo raquítico y no se metan en problemas cuestionando la validez de un producto o servicio… Y ya no hablemos de realizar un análisis o de profundizar respecto a problemas sociales, políticos o económicos que, la mayor parte de las veces, se evaden, se describen superficialmente o se descontextualizan al evitar hablar de los antecedentes, causas y consecuencias. He tenido la desgracia de ser testigo de comentarios hechos por funcionarios públicos o por gerentes de medios privados que consideran que a la “gente” sólo le interesa evadirse de su realidad y divertirse y que, además, están convencidos de que la población no es capaz de entender sobre asuntos públicos. También he sido “amenazada” con perder el empleo o con “atenerme a las consecuencias” si me atrevo a preguntar a un político o a un empresario algo fuera del guion pautado (y pagado) con antelación. El tratar de sobrevivir como medio independiente no es tarea fácil, ya que los patrocinadores exigen grandes audiencias y fomento del consumismo; así que estos medios terminan por desaparecer. Y aunque muchos de ellos logran buenos productos —gracias a la solidaridad y el esfuerzo de los colaboradores—, finalmente terminan por desistir o claudicar, y quienes los hacen posibles vuelven finalmente a los empleos de los que creyeron poder escapar.


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Recientemente he formado parte de varios proyectos ciudadanos independientes que buscan difundir la cultura, el arte y el debate sobre temas sociales… y el desgaste e inversión de tiempo, dinero y esfuerzo que exigen casi siempre rebasa el entusiasmo y los sueños que llevaron a emprenderlos. Este texto no pretende convertirse en un “muro de las lamentaciones”, ni mucho menos, sino en una reflexión acerca del papel que jugamos todos los que consumimos los medios (llámense radio, televisión, plataformas digitales, periódicos o redes)… un papel cuyo poder y fuerza aún no reconocemos y que podría poner a temblar a los medios públicos y privados en el momento en que realmente dejáramos de elegirlos, comprarlos o seguirlos. El objetivo de esta reflexión es el de darnos cuenta de que somos nosotros los que alimentamos a esos ´monstruos´ en que se han convertido los medios, los cuales han asumido el control de nuestras vidas (porque nosotros se los hemos permitido) y pretenden decirnos qué pensar, cómo actuar, qué vestir, a quién seguir y en qué creer. Lo más preocupante es que cuando uno ve los efectos que tienen en la población esos “líderes de opinión”, “youtubers”, “instagramers” e“influencers”, o “los artistas” que escuchamos y vemos (por decisión de las televisoras y radios que comercializan sus discos, telenovelas y accesorios), cuesta trabajo defender a los consumidores que los siguen ciegamente y que consideran sus ocurrencias como verdades existenciales y ejemplos a seguir. No obstante las apariencias, el panorama no resulta tan desalentador, pues podemos encontrar escasos

–pero valiosos– proyectos de comunicación, que realmente están comprometidos con aportar contenidos de calidad a la comunidad. Uno de ellos es, a nivel nacional, el podcast CONVOY, de Olallo Rubio; otro, el siempre interesante y sustentado análisis (en facebook y youtube) de Alfredo Jalife Rahme; y, en su momento, el extraordinario trabajo de don José Gutiérrez Vivó, quien, con su noticiario Monitor, dio un ejemplo de calidad y profesionalismo en la comunicación que, a la fecha, nadie ha logrado superar. El caso de este último resulta emblemático pues, no obstante lo exitoso de su proyecto, los intereses políticos y económicos, así como los estrechos criterios de las empresas (más preocupadas por mantener los convenios, la lambisconería y el contubernio con las autoridades), lo obligaron a crear su propia empresa. Sin embargo, a pesar de su talento, calidad y experiencia, la falta de recursos impidió que el proyecto fuera sustentable, al grado de que, actualmente, Vivó radica en Estados Unidos y ha preferido guardar silencio. En el caso de los medios noticiosos, cada día es más notorio y cínico el llamado “chayote”, que consiste en pagar a un medio para que no “le pegue” al político que contrata sus servicios, y aquellos medios que no reciben “su moche” se convierten en detractores de quien no “compró” su “publicidad”. Así, podemos encontrar, por un lado, medios dedicados a vituperar a determinados políticos e instituciones (incluso sin sustento alguno), enmascarados de “defensores de la sociedad” y “denunciantes de la corrupción”; mientras que, por el otro, están los que defienden y alaban

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Lo más preocupante es que cuando uno ve los efectos que tienen en la población esos “líderes de opinión”, “youtubers”, “instagramers” e“influencers”, o “los artistas” que escuchamos y vemos (por decisión de las televisoras y radios que comercializan sus discos, telenovelas y accesorios), cuesta trabajo defender a los consumidores que los siguen ciegamente y que consideran sus ocurrencias como verdades existenciales y ejemplos a seguir.

a quienes “han comprado sus favores”, sin importar que tengan que engañar al lector, escucha o espectador. Los medios repiten (hasta el hartazgo) las mismas notas, día y noche, ante un público que parece hechizado por las imágenes y voces truculentas que siembran el miedo o el engaño a diestra y siniestra… y escuchamos a los dueños de las empresas decir con sarcasmo: las buenas noticias, la cultura, el arte y “esas cosas” no atraen a la gente, no “venden”. Es por ello que proyectos como Tropo a la uña, La Gaceta del pensamiento o Expresarte (que por desgracia desapareció recientemente) son una apuesta heroica, sostenida por sus directores, editores y colaboradores que, comúnmente, participan “por amor al arte”. Estoy consciente de que el tiempo de los mecenazgos pasó, y sé que Tropo es parte del Centro de Creatividad Literaria que sostiene Grupo Xcaret, pero considero, respetuosamente, que revistas como ésta (que implican un enorme esfuerzo colectivo) merecerían muchos más recursos, ya que han permitido visibilizar a Cancún y Quintana Roo como algo más que un destino de sol y playa, reflejando la riqueza cultural de nuestra comunidad, dando voz a las diversas manifestaciones del arte, y contribuyendo a la reflexión y el análisis sobre nuestra realidad. Tropo Macarena Huicochea. Estudió Letras, Psicología y Ciencias humanas. Autora de Blasfematorio (Colección Becarios del Centro Toluqueño de Escritores) y La Caricia de la Esfinge (Biblioteca del Bicentenario del Instituto Mexiquense de Cultura). Umbrales (Consejo Editorial del Estado de México) reúne sus dos libros anteriores y algunos cuentos publicados en revistas e incluso inéditos. En el IMC se desempeñó como Coordinadora de Difusión Cultural, jefe del Departamento Editorial, y subdirectora de la revista Castálida. Fundadora y directora de Casas de Cultura en el Estado de México. Se ha desempeñado como guionista, conductora y productora de programas de radio y televisión.

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Queríamos cambio ¿o no? Por Marcos Constandse

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n distintos momentos de la Modernidad, diversos pensadores habían advertido ya sobre los peligros de un cambio en la dirección política del mundo —específicamente en Occidente— hacia una tendencia fascista populista. Ya desde el siglo XVIII y XIX, J. W. Goethe, Alexis de Tocqueville y Nietzsche, y luego en el XX, Thomas Mann y Albert Camus, entre otros, habían venido observando signos que no presagiaban nada bueno para las democracias liberales, signos que de una u otra manera luego fueron dominando el pensamiento y la praxis política en el mundo occidental. Esta tendencia fascista populista tiene su origen en una idea fundamental acerca de la igualdad de todos los seres humanos. Ya sea igualdad de origen divino, ya sea de origen biológico evolutivo —que generaría contradicciones según las creencias religiosas o desde el pensamiento positivista—, lo cierto es que debajo de ella subyace un concepto más esencial: el de que todo ser humano por el hecho de serlo, tiene derecho a la alimentación y a la salud, al trabajo y a la recreación, a la seguridad de sí mismo y de su propio patrimonio (de una casa en donde él y su familia se protejan del medio ambiente). Así fue reconocido por las Naciones Unidas en 1948 cuando fueron declarados los Derechos Universales del Hombre. Sin embargo, esta noble idea, que en sus altos valores se remonta a la Grecia antigua, al Derecho romano, al Renacimiento, a la Ilustración y a la Revolución Francesa, fue deformándose de tal manera que en la praxis política, como experimento de igualdad social, derivó en sistemas totalitarios como el de la Rusia soviética, donde se creó una infraestructura básica que aparentaba un desarrollo

vertiginoso para todos, pero que fracasó de forma estrepitosa, creando además un partido dominante que prácticamente esclavizó a su sociedad y que terminó desmoronándose ante los asombrados ojos del mundo. Este experimento político, económico y social, que después se repite en varios países —Vietnam, Corea del Norte, Cuba y ahora Venezuela—, ha deformado la idea de igualdad y ha terminado por inhibir los factores de producción en toda la población al coartar el espíritu de iniciativa y creatividad del individuo y afectar seriamente la economía de los respectivos países, creando efectivamente una universalidad, pero en la pobreza, en la carestía, en la represión y en el abuso de poder de las clases dirigentes. En su vertiente más populista —más allá de la buena intención de repartir la riqueza de manera más equitativa—, ha producido una corriente de gobernantes demagogos que aprovechando la necesidad de la población prometen un reparto del bienestar en función de la voluntad y capacidad de quienes crean riqueza para cubrir las necesidades de los demás, lo que ha propiciado que la gente pierda la actitud de esfuerzo y sacrificio que el éxito requiere, y reclame su parte de bienestar en demérito de los que trabajan y luchan para hacer prosperar a la sociedad. En México, muchos analistas —alarmados por la aplicación de ciertas políticas sociales del actual gobierno— han querido equiparar nuestro cambio de régimen con el de los gobiernos populistas arriba mencionados, donde se despoja a los que poseen la riqueza para dársela al que no la tienen. Desde sus medios masivos de comunicación, estos analistas han sabido crear desconcierto y desfigurar los objetivos del actual gobierno y están logrando polarizar a la sociedad entre los que tienen y quieren defender lo suyo y quienes no lo tienen.

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…todo mundo quería un cambio. Sin embargo, cuando este se presenta, todo mundo se espanta, principalmente aquellos que gozaban de privilegios, y contratacan, principalmente los medios masivos de comunicación que ven ahora lesionados sus intereses… Quizá no han entendido que la cruzada de la presente administración es contra la corrupción, la malversación de fondos y el enriquecimiento de los políticos, una corrupción tan arraigada que llegó a identificarse cínicamente como parte de nuestros usos y costumbres. Ante esto, desde hacía muchos años la población entera hablaba de la urgente necesidad de un cambio de régimen, y de un castigo electoral a la perversión de los políticos y al abuso de los partidos dominantes (PRI, PAN, PRD), cuyos integrantes se habían dedicado sin ningún recato a saquear al país. Estos analistas no han comprendido que el Presidente se ha lanzado decididamente en contra de la corrupción, de la impunidad, del saqueo, del derroche del gobierno, y en contra de los miles de aviadores, vagos y sinvergüenzas que vivían alrededor de los puestos públicos y de las prebendas que los gobernantes en turno otorgaban, políticos que habían llegado al colmo de iniciar procesos de despojo en contra de la propia iniciativa privada y en contra de los propietarios de bienes y empresas con trucos y trampas legales avalados por funcionarios corruptos y vendidos. En efecto, todo mundo quería un cambio. Sin embargo, cuando este se presenta, todo mundo se espanta, principalmente aquellos que gozaban de privilegios, y contratacan, principalmente los medios masivos de comunicación que ven ahora lesionados sus intereses y los de muchos de los “formadores de opinión” que recibían hasta 30 millones de pesos anuales de beneficios. Todos ellos, sin distingos, se lanzan en contra del Presidente y erigen fantasmas populistas para confundir a la población. Lo cierto es que el Presidente ha garantizado una macroeconomía sana, un respeto irrestricto al presupuesto y ha enfrentado radicalmente la corrupción creando además una Guardia Nacional, en un primer intento formal de estructurar un frente común y unificado en contra del crimen organizado. Lo cierto es que ha iniciado la reestructuración del Poder Judicial, una instancia que se había impregnado de corrupción y nepotismo y que había implantado un estado donde prevalecía la impunidad de los delincuentes de cuello blanco, deformando los derechos de la ciudadanía. Deberíamos celebrar nuestro tránsito pacífico hacia este cambio de régimen. Veamos el ejemplo de Chile, donde se vive lo que puede pasar cuando el pueblo decide levantarse en actos de protesta. Chile es una contradicción viviente: siendo el país latinoamericano que más ha progresado en los últimos cuarenta años y que ha logrado un ingreso per cápita de veinte mil dólares anuales, se encuentra ahora in-

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cendiado por una inconformidad tal vez incomprensible si se piensa en su anterior bienestar y desarrollo. En México, en cambio, tenemos la oportunidad de transitar a un estado más justo, más noble, más equitativo, mediante un proceso de paz, creatividad y reformas. Este cambio va a depender de nosotros. Aprovechemos esta oportunidad y no la perdamos por egoísmos, mentiras y deformaciones. Mi propuesta es que juntos —gobierno, empresarios y ciudadanos todos— llevemos a cabo la transformación que tanto ha anhelado México y que el presidente Andrés Manuel López Obrador está proponiendo. Tropo Marcos Constandse. Empresario cancunense. Autor de los libros Yo soy nosotros. Una visión transpersonal del mundo (Diana, 2002) y Ecología y espiritualidad (Diana 2003). Su más reciente libro es Déjalo ser, una novela sobre la historia de Cancún. Correo-e: marcos@xcaret.com


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El arte vivo de la luz y la sombra Por Angélica Mercado

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“Señorita, perdóneme que un pelado, porque soy un pelado para usted, le recuerde que si somos diferentes no es ni por culpa mía ni por méritos de usted…”

Cómo iluminarías esta frase? ¿Qué composición la traduciría en relato visual? Éstas y otras preguntas se cuestionan, interpretan y resuelven los cinefotógrafos. Es común que el éxito de una película cinematográfica resida en el director o en los actores estelares. Sin embargo, uno de los papeles más importantes, y sensuales, en un filme es el de la cinefotografía. La tarea del cinefotógrafo es ardua: además de elegir la iluminación, la composición, la óptica, la paleta de colores, la continuidad de las escenas y la dirección de cámaras, es uno de los responsables de emular lo que se aspira en un guion. Mano a mano con el director, trabaja y aporta lo necesario para lograr el efecto deseado en el espectador. Cada escena en cine es un trabajo artesanal que integra conocimiento, sensibilidad, dominio de técnica, trabajo en equipo, audacia e innovación. La fotografía seduce, conserva la capacidad de traducir la realidad y el poder de comunicar cualquier idea en un lenguaje universal. Aunado a lo anterior, la cinefotografía tiene la cualidad de narrar discursos visuales en escenas memorables, muchas de las cuales se han convertido en hitos de la

María Félix en Enamorada de Emilio “El Indio” Fernández, 1946. Fotografía de Manuel Álvarez Bravo/Archivo Fundación Televisa.

cultura. Tal vez podemos olvidar sonidos, palabras e inclusive ideas; pero no imágenes o escenas, lo que hace de la cinefotografía un medio que conecta emociones de forma simultánea y a un nivel colectivo. En una era donde el valor y, por tanto, la interpretación de la palabra se desvanecen, la imagen representa un tipo de acceso a un espacio interior y a un tiempo distinto donde la transmisión de mensajes fluye. Una fotografía dirige nuestro entendimiento sobre cualquier historia, moldea nuestra percepción de tal forma que podemos aprender a través de una imagen lo que no leemos o vivimos; ese poder inherente a la imagen se dimensiona cuando proyectamos 24 fotografías consecutivas por segundo y se crea la magia del cine. La necesidad de contar historias con imágenes se ve reflejada en diversas manifestaciones gráficas y distintos contextos históricos, desde la Torre de Trajano, una columna de 38 metros de altura decorada con 155 bajorrelieves esculpidos en mármol que narran, de la base al ápice, la victoria de Trajano y sus soldados sobre los dacios; o el diorama animado de Napoleón, una caja que contiene todo el evento de la boda de Napoleón III, a través de una ventanilla de cristal; quien asoma la mirada, puede observar decenas de soldados, una calle arbolada, un arco del triunfo y, claro, a Napoleón con su esposa. En el diorama se juega con plegables de cartón y zonas translúcidas para representar una escena en perspectiva, creando el efecto de tridimensionalidad y un efecto real que conlleva a una narrativa visual. A mediados del siglo XIX, gracias al boom de los aparatos que buscaban capturar movimiento, se generaron

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invenciones como el zoótropo, una caja compuesta por un tambor circular con cortes que permitían ver dibujos dispuestos en tiras sobre el tambor, que al girar dan la ilusión de movimiento. El zoótropo se convirtió en un juguete muy popular y sirvió de principio para otras invenciones que buscaban contar historias a través de la sucesión de imágenes, como la linterna mágica, una caja metálica con un espejo cóncavo y un foco en su interior, cuyo haz de luz se proyecta sobre las imágenes pintadas en un cristal colocado entre dos lentes convergentes; su equivalente sería el proyector de diapositivas. Invenciones como éstas y el éxito del fotógrafo Muybridge con su serie “The horse in motion” —comisión de Stanford para demostrar que durante el galope de un caballo hay un momento en que las cuatro patas están en el aire—, suscitaron la creación del primer cinematógrafo. Una vez que el aparato animaba imágenes fotográficas, el operador ideal sería quien contara con conocimientos de fotografía, óptica e iluminación, y así, poco a poco, el oficio se reconoció en el set y empezó a lucir en las pantallas. La conocida instrucción “luces, cámara, acción” refleja la importancia de la cinefotografía. El cinefotógrafo es entonces quien dibuja con luz la mirada del cineasta y la traduce en emociones precisas, enriqueciendo el relato original; aunque su proceso creativo está subordinado a una idea preconcebida, otorga sentido a la obra gracias a su empatía con los personajes y con la historia misma. No reproduce ni manipula, crea a partir de un guion y una estrecha colaboración con los directores.

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Por otro lado, la fotografía también se trabaja en cine con fines publicitarios y de registro documental del rodaje. Este trabajo se conoce como Foto-fija o stills. Este tipo de fotografía se hace dentro del escenario de rodaje, regularmente es impresa en papel fotográfico e incluye poco diseño o contenido de texto. Usualmente servían para enviarse como paquete promocional a los publicistas para que fueran publicados en el periódico o en alguna revista, también se usaban como base para la creación del cartel. Los fotógrafos de imagen fija de cine contratados por las grandes productoras trabajaban también en estudio, y se caracterizaban por la alta calidad de su trabajo, además de la técnica; debían capturar en una sola imagen la esencia del personaje interpretado. Los retratos eran enviados a los medios de comunicación, o bien se imprimían cientos de copias para ser entregadas con la firma autógrafa entre sus fans. El stillman no necesariamente es el encargado de la dirección de fotografía, aunque en muchos casos se salta de un puesto al otro, como ocurrió con el cinefotógrafo más importante en la historia del cine mexicano: Gabriel Figueroa. La fuerza dramática y estética de las imágenes de Figueroa ha trascendido de tal forma, que ha influido en la manera como vemos México. El balance del claroscuro es su distintivo. Su formación como fotógrafo y su incursión en el retrato “a la Rembrandt” lo llevan al set, en un inicio como stillman, aunque como fotógrafo le fue inevitable empezar a involucrarse en la iluminación y el diseño visual de un filme. Después de


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Grabación de Cielito lindo, de Alex Phillips.

concluir una beca en Hollywood y de participar con su maestro Gregg Toland, director de fotografía del clásico Ciudadano Kane, regresa a México e inicia su viaje en diversos proyectos cinematográficos, a veces como iluminador, otras como stillman, o bien como operador de cámaras o director de fotografía. Su primera intervención como cinefotógrafo fue en 1936 en el filme Allá en el rancho grande de Fernando Fuentes, lo que le valió su primer premio en la Muestra Internacional de Cine de Venecia, el primer galardón de renombre para el cine mexicano. La fotografía en cine renuncia al control de la imagen estática y mantiene alguna otra clase de variación del control de una imagen en movimiento, por ejemplo, la continuidad de las imágenes, que se controla cuidando los ángulos de toma, los planos y “ejes” (término que se refiere a la dirección de entrada o salida en el encuadre y que de no ser controlado rompe la narrativa). Un eje puede ser dirigido con la mirada de un actor, con la dirección al caminar o con un paneo de cámara; los planos (tamaño aparente del sujeto u objeto dentro del cuadro —panorámico, close up, etc. —) y los ángulos de toma (posición de la cámara respecto al objeto o sujeto —picada, cenital, ojo de hormiga, etc.—) definen el significado de la imagen; por lo tanto, a cada situación le corresponde un ángulo y un plano específicos para comunicar un mensaje determinado, y las composiciones de Figueroa son de una estética peculiar. Otro punto a controlar y de suma importancia, es el cambio de iluminación de un paso a otro, sobre todo

La Perla, de Emilio “El Indio” Fernández, 1947. Cinefotografía de Gabriel Figueroa.

en situaciones de luz natural; en estos casos, habrá que atrapar la luz a su paso, y no hay mucho tiempo para eso. La luz es un elemento melodramático que a la par del sonido dirige la emoción del espectador y define el ambiente para cada escena. La influencia de la luz en el ánimo podría parecer un tema común infundado; sin embargo, habrá que retomar las bases de calidad y cantidad de luz para comprender su importancia en la fotografía; por ejemplo, la cantidad de luz puede generar sentimientos connotativos que definen la ligereza (mucha luz) o pesadez (penumbra). La calidad de la luz ambienta. Digamos que queremos expresar alegría: el color de la luz podría ser cálido, ya que el frío denota otras sensaciones, como frescura pero también tristeza. El conocimiento y dominio de la luz se refleja en la mirada de Figueroa, quien tradujo el color de México a un blanco y negro contrastante que retrataba el tiempo y el espacio, la belleza y la memoria, todo en perfecta sincronía. Su mancuerna con el director Emilio “El Indio” Fernández y con actores como Pedro Armendáriz, Dolores del Río y María Félix, es legendaria; su aportación al cine va más allá de los filmes. Su mirada nos brindó un pasaje al México eterno, aquel de claroscuros que pintan de añoranza rostros bellos en campos abiertos. La cinefotografía es un arte que pocas veces se reconoce. Queda abierta la invitación a observar más de cerca esta maravillosa expresión, que aun bajo la sombra, brilla. Tropo

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Carlos Hurtado Caravantes

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Carlos E. Hurtado Caravantes. Músico de vocación y jardinero por elección de contacto con las formas nacidas de la tierra (que además le provee de recursos), Carlos E. Hurtado Caravantes es un espíritu sensible y perceptivo de la poesía de la vida y la naturaleza. Muestra de ello es su fuerte conexión espiritual con el paisaje de la Sierra Madre Occidental —“la iglesia más alta y hermosa que he visto”, donde “en la noche las barrancas cantan (…) como el sonido de los capullos de mariposa—; y con el “honorable” pueblo rarámuri, cuyos “hijos saben brincar las piedras altas” y cuyas niñas "confían en sus pies y en las montañas”.

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ART TOPO




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