Revista Tropo a la Uña 24 nueva época

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Eros y distopía en medio de la pandemia

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Distribución gratuita

Remembranza de Carlos Torres (1949-2020) • Entrevista con Lía Villava • La erótica en tiempos de Covid 19 • El confinamiento y la relación de pareja • El “mundo feliz” que nos dejó ciegos • Poemas de Sara Hernández Romero • Richard Georges, poesía contra el desastre • Cuatro distopías sobre la democracia en EU • La magia de la fotografía

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Revista del Centro de Creatividad Literaria

Año 5 (segunda época) julio de 2020




S u m a r i o

Revista del Centro de Creatividad Literaria, A. C.

ENTREVISTA

Director

5 Carlos Torres (1949-2020) Para cumplir con un destino Agustín Labrada

Miguel Ángel Meza Consejo directivo José Luis Gaytán Saules (Director)

24 Lía Villava: Yip o´tan El tejido del corazón Lizbeth Peña

Marcos Constandse Madrazo (Fundador) Carlos Constandse Madrazo (Fundador) Consejo editorial Javier España

Norma Quintana

José Díaz Cervera

Lourdes Cabrera

Wildernain Villegas Carrillo

Martín Ramos

Carlos Torres

Lorena Careaga

Marién Espinosa

Agustín Labrada

Antonio Leal

David Anuar

Elvira Aguilar Angulo

Ramón Suárez Caamal

Rodolfo Novelo

Jorge Cortés Ancona

DEVEZENCUENTO 14 El arcón Héctor Infante 16 La invitación Sergio Orduña

Diseño

TRASLUZ

Mauricio Cejín

12 Sara Hernández Romero Tres poemas

Consejo artístico Gena Bezanilla Angélica Mercado

22 Richard George Dos poemas

Norma Ordieres Jesús Montalvo

LATINTATENTA

Corresponsal en Playa del Carmen Ana María Moreno Pérez

19 Richard George, una poesía contra el desastre David Anuar

Corresponsal en Felipe Carrillo Puerto Ángel Sulub Corresponsal en Yucatán Svetlana Larrocha Administración Servicios Corporativos de Cancún, S. C.

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TROPO a la uña es una publicación trimestral del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Oficinas: Av. Contoy 48, SM 17, Esq. Av. Nichupté, Cancún, Quintana Roo. Teléfonos: 01 (998) 887 4374 y 01 (998) 887 4364. No se responde por originales no solicitados. Las opiniones contenidas en los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en TROPO a la uña, siempre que se citen la fuente y el autor. Certificado de licitud y contenido: en trámite. Número de Reserva al título en Derechos de Autor: 04-2000-032217031500-102.

Visítenos en nuestra página web: www.tropoalauna.org

Consulte la revista digital en: issuu.com/centrodecreatividadliteraria

Envío de colaboraciones: miguelmeza57@hotmail.com

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28 La erótica en tiempos de la Covid-19 Vanesa González-Rizzo K.

48 Antologia personal, de Miguel Ángel Meza José Antonio Íñiguez

31 El confinamiento y la relación de pareja Arazú Cortés

50 Sobre los huesos de los muertos, de Olga Tokarczuc Nidia Marín

34 El “mundo feliz” que nos dejó ciegos Macarena Huicochea

52 Casas vacías, de Brenda Navarro Mariel Turrent

37 Partículas en el aire (una distopía) Miguel Ignacio Miranda

TERTULIAS 54 Urgente, un programa de conciliación nacional Marcos Constandse

39 Cuatro distopías sobre la democracia en EU Miguel Pickering 44 Válgame la redundancia: ¿puede tener algún valor la redundancia? Héctor Hernández

P A P I R O S 10 Canción para la luz de tus ojos de Carlos Torres Miguel Ángel Meza 47 Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez Habib Sánchez

P U N T O S

Angélica Mercado La nueva vida (junio, 2020) Modelos: Mariel y Gael

57 Fue un amor a primera vista Norma Ordieres 58 La magia de la fotografía Angélica Mercado

PORTAFOLIO 62 Hernández Binz Alejandra Mendoza

A r t-T R O P O - d o 64 Carlos Varela

D E

D I S T R I B U C I Ó N

CANCÚN: LIBRERÍAS: Porrúa • Dante • Iztaccíhuatl

HOSPITALES, CLÍNICAS, NOTARÍAS Y COMERCIOS:

Needful Things • Colibrí • Utopía City

Galenia • Hospiten • Notaría 6 • Notaría 2 • Estética

CENTROS CULTURALES: Casa de la Cultura • Instituto de

Yareri • C. Dental Evolución OTROS: Talleres y salas de

Cultura y Artes • Café Divertimento • Teatro Xbalanqué • La

lectura, ferias de libros, cruzadas poeticas y encuentros de

Pitahaya • El Pabilo • Centro de Creatividad Fotográfica •

escritores y medios de difusión

Talulah • Galería de Plaza Caracol • Biblioteca Barocio

PLAYA DEL CARMEN: Café Andrade • Jardín El Edén

RESTAURANTES: Pasteletería • 100% Natural • Tapioka Café

Le Lotus Rouge Galería Escamilla • Galería de Arte 5ta. Avenida

Bisquets Obregón • La Casa de los Abuelos • Marakamé •

Biblioteca Jaime Torres Bodet

Mangiare

COZUMEL: Magenta Centro • Cultural • Restaurante del Museo

UNIVERSIDADES: U. del Caribe • La Salle • U. del Sur •

de la Isla * El Coffee Cozumel.

Anáhuac • UNID • Universidad de Quintana Roo (Chetumal y

CARRILLO PUERTO:

campus Cancún).

Naj • Casa de la Cultura de FCP • Centro Cultural La Casa de

EMPRESAS Y ORGANISMOS: Grupo Xcaret • CCE •

los sueños • Tierra Café

Delphinus • AMMJE • Ayuntamiento

MÉRIDA: Centros culturales, librerías y cafeterías

Museo Maya Santa Cruz Xbáalam


Carlos Torres Fotografía: Agustín Labrada.

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(1949-2020)


Para cumplir con un destino Por Agustín Labrada Pionero del periodismo cultural en Quintana Roo y ensayista notable por su incasable curiosidad intelectual, Carlos Torres —fallecido en junio pasado— incursionó también en la ficción y en la poesía. Los dos textos que publicamos a continuación recuerdan estas facetas. El primero es la entrevista de Agustín Labrada, dada a conocer en 2004 en esta revista a propósito del libro de relatos Los arrebatados cuentos mutuos (1999), y el segundo es el prólogo de Miguel Ángel Meza al poemario de amor Canción para la luz de tus ojos publicado en 1998. Sirva esto como un pequeño homenaje a un escritor que también era un lector voraz. Muestra de ello es su libro Siete voces, donde exploró con placer y acuciosidad a algunos de sus autores modélicos.

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ucho tiempo después de haberse establecido en Cancún, Carlos Torres comenzó a escribir estos relatos con los que explora en sus recuerdos juveniles y, como se hallan dibujados en primera persona, alcanzan así un abierto énfasis testimonial, desde una prosa adjetivada, lúdica y solemne, en armonía con el mundo circundante. Los arrebatados cuentos mutuos tiene una ubicación topológica sureña, exceptuando una historia cuyo set es la Ciudad de México, aunque su eje dramático versa sobre un hombre del sur: el escritor yucateco Juan García Ponce, y una temática —pese a las anécdotas de aparente sencillez— universal: amor, amistad, nostalgia... Es característico en tales narraciones el empleo de párrafos muy extensos, casi en la línea estructural carpenteriana, pero sin el barroquismo lingüístico frecuente en el autor de Viaje a la semilla. Torres ofrece —con un lenguaje

culto y a la vez poco rebuscado— una parcela literaria regida por la claridad y la expresión sincera. Son el puerto de Veracruz y, en menor grado, Cancún, San Andrés Tuxtla y Xalapa —vistos desde la perspectiva cancunense— los escenarios donde el autor sitúa sus páginas —que contienen escenas de la cotidianidad entretejidas con reflexiones y sentimientos perdurables— donde se festeja la maravillosa experiencia de vivir. —¿Por qué calificas a tus cuentos de arrebatados y mutuos? —Se trata de un juego de palabras quizá demasiado simple. Como es usual, utilicé el nombre de uno de los cuentos de ese libro, de manera que parecería que todos los relatos de ese volumen pretendieran ser arrebatados y mutuos. Por supuesto, tal es mi pretensión, pero la realidad y el deseo raramente coinciden. Por otra parte, el nombre de ese cuento alude a la noción de quitar o apoderarse de algo, en vez de la acepción mística o religiosa de arrebatado, en cuanto transporte espiritual, aunque por supuesto trato de aprovechar esta anfibología para suscitar el inte-

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e n t r e v i s t a rés apriorístico del lector, detalle que conlleva el peligro de causar decepción, porque el lector espera un tema y se le ofrece otro. Sin embargo, precisamente como lector yo he experimentado dos casos notables de este tipo de decepción, con la circunstancia de que el resultado real fue más satisfactorio que lo esperado. Ello fue con Elogio de la locura, de Erasmo de Rotterdam, que en realidad es un elogio de la cordura; y con La rebelión de las masas. En este segundo ensayo, de Ortega y Gasset, esperaba yo una reivindicación del pueblo, y me encontré con todo lo contrario, pero sin ser una obra retrógrada, sino más bien vanguardista, a pesar de que la propuesta de Gasset es de tipo aristocrático. Y en cuanto a “mutuos”, en ese cuento que da título al libro se aclara que se trata de una relación muy bonita, de carácter ético e intelectual, entre una madre y su pequeño hijo; pero también ahí hay una pretensión autoral que subyace en todo escritor: que su obra pase a ser propiedad cordial del lector. Es obvio que este juego de palabras corresponde a los deseos más íntimos del autor y que la realidad no se detiene a considerar estos deseos más bien pueriles, pero de todos modos así fue como surgió el título de ese libro de cuentos. No obstante, veo con terror que se cumple en esta respuesta la advertencia de una amiga: “No aclares, porque oscureces.” —En las historias contenidas en tu libro, se funden fábula y reflexión, como hace Milan Kundera en sus novelas-ensayos. ¿Qué objetivos estéticos propones con esa fusión genérica? —Más que perseguir algún objetivo estético, creo que esa fusión responde a la época actual, en la que confluyen ambos géneros: el ensayo y la narrativa. De hecho, el Quijote ya presenta esta característica, si se toman en cuenta los diálogos entre Sancho Panza y El Caballero de la Triste Figura, y sobre todo en la famosa escena de la biblioteca de Alonso Quijano o Quezada, que es ante todo un tratado de crítica literaria. Sin embargo, el modelo más cercano para mí en este sentido es Borges, que en cuentos célebres como “Pierre Menard, autor del Quijote”; “El acercamiento a Almotásin”; “Examen de la obra de Herbert Quain”; entre otros, relata vida y obra de escritores imaginarios. A su vez, Borges tiene ensayos que parecen cuentos como “La muralla y los libros” y “El sueño de Coleridge”, para citar sólo dos, en los que la imaginación predomina sobre su célebre y estricta erudición. Tal es el modelo, tan ambicioso que parece o resulta ridículo tratar de imitarlo, pero que ha ejercido una admiración inextinguible en mí. —Hay en tu libro un festejo constante de la existencia humana y sus tribulaciones. Sin embargo, en tu escritura periodística has desacralizado la realidad y a muchos de sus personajes desde ópticas profesionales, éticas y políticas. ¿Por qué se manifiesta ese contraste de miradas cuando ambos discursos son manejados por un mismo autor?

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—En la escritura periodística he cometido muchos errores, entre ellos los que más me duelen es haber sido en ocasiones demasiado duro con algunos personajes del arte y la cultura. Esta clase de periodismo no aporta nada al lector y sí puede dañar a esos personajes. Es muy fácil para el periodista cultural abanderar causas supuestamente justas y rasgarse las vestiduras por los presuntos errores ajenos; y, al contrario, lo más difícil para el periodista cultural es participar profundamente del evento o persona que da cuerpo a su nota, desde el conocimiento amplio del tema específico hasta la vivencia cordial del acto o persona que reportea, pero éste es el único camino para de verdad influir positivamente en la opinión pública, proporcionándole a ésta mayores elementos de juicio estético, una perspectiva más amplia de los fenómenos artísticos y culturales que acontecen en su entorno. Así como el tipo de letra que suele utilizarse en el periodismo escrito es aquel que no distrae la vista del lector, un tipo neutro, casi transparente, asimismo el periodista debe tratar de pasar inadvertido; debe difuminar su presencia hasta el grado de que lo que realmente resalte sean los temas o las circunstancias que retransmite a la sociedad. Pero estas premisas quedan totalmente anuladas cuando se escribe el artículo de opinión, en el que predomina el punto de vista estrictamente personal. El asunto es complejo, pero de cualquier modo creo que es oportuno mencionar que en ambos géneros, el periodístico y el literario, el escritor está asumiendo riesgos considerables, y uno de ellos radica en el hecho de que está exhibiendo sus limitaciones y sus capacidades ante un público, el de los lectores, que sabe descifrar el mensaje oculto de todo texto, tanto el mensaje entrelineado como el código secreto de la personalidad del escritor, que se integra al texto, a pesar de que el autor haya querido ocultarse. Este detalle tiene una fórmula precisa: cuando equis habla de zeta, es más lo que dice de equis que de zeta. ¿En qué circunstancias —culturales, vitales y sicológicas— escribiste cada uno de los relatos? —Culturalmente, la circunstancia era propicia, ya que como editor de la sección de cultura de un diario quintanarroense tenía yo espacio para publicar esos cuentos. Quiero decir que seguí una línea más de suplemento o revista que de sección, porque vitalmente esos relatos habían llegado justo a su momento de ser escritos; o sea que los temas fueron apareciendo por sí solos, espontáneamente, lo cual me pareció por supuesto maravilloso, ya que urdir historias, inventar personajes, situaciones y ambientes no es precisamente un don personal. En el aspecto sicológico, es preciso puntualizar que la circunstancia de estar viviendo uno de esos dos o tres grandes amores que en la vida de toda persona se presentan, me impulsó a incursionar en un género, el cuento, que con-


e n t r e v i s t a sidero muy difícil, por cuanto requiere de economía de lenguaje, de amenidad, de estructura sagaz, de palabras precisas, para presentar un resultado decoroso. No sé si tal fue el caso, pero sí sé que en esos momentos tenía yo la seguridad de estar escribiendo por necesidad interior, para proyectarme ante los ojos de mi amada como un ente creativo y no sólo un trasegador de palabras ajenas, como ocurre en la mayoría de los géneros periodísticos. —¿El ejercicio periodístico se ha mezclado, está presente en tu obra? —Está presente como tema de algunos de mis relatos, sobre todo a partir del pasaje del Ulises, de Joyce, que trata de Stephen Dedalus en la redacción de un diario. Está presente también en el estilo, en el propósito de ser claro, en la destreza que adquieres practicando el periodismo. También es digno de señalarse el contacto virtual con el lector que el periodismo enseña a buscar. Siempre tienes en mente al famoso lector promedio, al que no debes defraudar con digresiones o datos superfluos. El periodismo es una buena escuela para el narrador; no es la única, por supuesto, pero es una de las mejores. —Técnicamente, ¿cómo concibes tus narraciones? —Yo soy un romántico irremediable. Creo, entre otras muchas deidades, en la inspiración. De modo que el caso fue que tuve una época de fuerte inspiración, motivada por los factores señalados, pero que de todos modos me sigue pareciendo mágica. Así que no concibo técnicamente mis narraciones. Sin embargo, tengo escrito otro volumen de cuentos, sin título aún, que fueron redactados en circunstancias de obligación autoimpuesta, como un ejercicio de narrador que extrae de la nada —porque estaba yo justamente en una situación de alejamiento absoluto del mundo inmediato— personajes y anécdotas para crear una ficción literaria. Ahí sí apliqué las vagas nociones técnicas que recuerdo como necesarias del cuento, pero en este momento no puedo decir si avancé en relación con Los arrebatados cuentos mutuos. En todo caso, no me importa si avancé o no, sino que me parece más importante haber aplicado el axioma de que la inspiración no existe, sino que lo esencial es la disciplina, pero, aun así, sigo siendo un romántico irredento y sigo esperando el momento prodigioso cuando, como dice el poeta tabasqueño, la inspiración “ocurre, cae sencillamente, como la edad, el fruto o la catástrofe”. —¿Te sientes un escritor solitario o miembro de una familia literaria identificable por su estilo, su lenguaje, su visión del Universo y la humanidad? —Me siento un escritor solitario. No quisiera ser identificado por ningún estilo ni lenguaje ni una visión comunitaria del Universo y la humanidad, pero esto es imposible, al menos en mi caso. Para lograr este soberbio propósito tendría yo que ser absolutamente original y ol-

vidarme de la tradición. Me conformo con seguir siendo solitario, en cuanto me aburren las pláticas literarias. Por otra parte, y siguiendo algunas tendencias de la filosofía oriental, me parece más adecuado a mi carácter dejarme llevar por el instante, que puede ser un momento cotidiano o la presencia de alguno de los grandes autores de la literatura universal. Así, lo que se pierde de vista (las coordenadas culturales) se gana en intensidad. Me parece más interesante esta actitud ante el mundo que la de sujetarse a patrones culturales. —Al autodefinirte como escritor romántico, ¿no entras en la corriente estética del romanticismo o en sus siguientes subsecuelas posrománticas, lo cual conduce también a una definición que te encasilla? —Claro que sí. En realidad, me afilio a la pregunta retórica de Rubén Darío: “¿Quién que Es no es romántico?”, pero se recordará que esto lo dijo un modernista, alguien alejado de la vieja disputa entre clásico y romántico. Como ves, acudo a grandes maestros para justificar mis pretensiones, y esto es un acto de soberbia, una temeridad que me

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e n t r e v i s t a deposita en la absoluta fragilidad, pues los grandes maestros no son responsables de sus discípulos ñoños. Sin embargo, esta definición que me encasilla, la de romántico, no me molesta, quizá de la misma manera en que una camisa de fuerza podría resultar cómoda para un sicópata. En este caso, me gusta esta clasificación, me siento cómodo con ella. No sé en realidad si corresponde a la realidad, pero al identificarme con esta definición la hago mía, me apropio de ella como los que escriben su propio epitafio. —¿Hasta qué linde la prosa de Charles Bukowski entra como influencia soterrada en la narrativa de Carlos Torres? Hasta el límite de mis propias capacidades literarias y de mi tal vez inexistente prurito de originalidad. Lo cierto es que en algún relato de Los arrebatados cuentos mutuos esta presencia es total, desde el mismo título (“Bukowski en los muelles de Veracruz”). He oído a escritores notables decir que prefieren a Henry Miller sobre Bukowski. Miller fue el maestro indiscutible de Bukowski, al grado de que en muchos de los relatos de éste aparece Miller como protagonista, con el nombre de Henry Chinaski, este apellido tomado de la afición de Miller por lo chino y del propio apellido de Bukowski, pero la verdad es que Miller me aburre cuando se deja llevar frecuentemente por su obsesión antigringa. Precisamente por su mayor vulgaridad, por su aparente descuido, por su gusto por situaciones escabrosas, me gusta más Bukowski. Me parece más genuino que Miller. Sin embargo, me parece que ya entré de lleno en el pecado de discriminar. En resumidas cuentas, Bukowski es una influencia que trato de sortear, precisamente porque es muy fuerte. —¿La profusión de adjetivos en tus textos responde a la propuesta garciamarqueana de mantener en equilibrio la cadencia narrativa, como si respirasen los párrafos en un solo ritmo? —Efectivamente, tal es el objetivo: buscar una prosa con cadencia. Lo que no sé es si ello se logra con los adjetivos. Se ha satanizado a los adjetivos, porque en un tiempo se abusó de ellos. Se ha llegado a decir, con justeza que, si el adjetivo no vivifica una frase, la mata. Creo en ello, pero también creo que un escritor es un cúmulo de obsesiones de toda clase, y una de ellas es su obsesión respecto del adjetivo: tanto si lo usa como si deja de usarlo. Lo más cómodo es acudir al justo medio aristotélico, pero ello no invalida que algunos autores busquen el exceso y otros la abstinencia y que, de cualquier modo, lleguen a obtener resultados satisfactorios. No sé de qué depende esto último, el buen éxito, pero sin duda que para ello se conjugan muchos más elementos que el uso, abuso u omisión de los adjetivos. En mi caso, no puedo decir si logré sortear el hechizo de los adjetivos, pero eso no me preocupa. Lo que realmente me preocupa es que en mi otro libro de cuentos, que como te digo fueron escritos por una especie de obligación personal, el lenguaje es más sobrio. Yo no quisiera, en narrativa, tener un lenguaje sobrio. Mi natu-

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raleza se inclina más por lo apoteósico, por la exuberancia, por el neobarroquismo de un Fernando del Paso, por ejemplo. Quisiera, en verdad, escribir por lo menos un cuento en el que predominasen los adjetivos, algo así como un motín de adjetivos, pero un escritor a quien siempre cito, Juan García Ponce, ya hizo este experimento, juntando triadas de adjetivos. En su caso, el resultado es satisfactorio, sobre todo porque se adivina en él una rebeldía, una contravención al estigma de los adjetivos. Por su parte, Rómulo Gallegos, en La trepadora, pone en boca de la protagonista ese otro error de la adjetivación: poner una serie de adjetivos sinónimos como falsa ostentación de riqueza verbal, y Gallegos justifica este vicio de esa protagonista en lo que es una defensa de la riqueza del trópico y del carácter expansivo de sus habitantes. En fin, el tema, como ves, me apasiona, de manera que para darle fin quiero reiterar mi completa, absoluta y demencial afición por los adjetivos calificativos, aunque ello me descalifique como escritor. —¿Al mismo tiempo que enalteces áreas creativas y sentimentales del hombre desmitificas valores anacrónicos que perduran, como incómodas redes, en la convivencia social? —Como dice el poeta, yo no lo sé de cierto, pero lo supongo. En el momento actual, tengo muchas dudas sobre lo que es antiguo y moderno, sobre lo que es obsoleto y lo que es funcional. Cuando trato de despejar estas dudas leyendo un buen libro de historia, o alguno de los muchos ensayos sociológicos, antropológicos, de sicoanálisis, me desespero porque entonces me doy cuenta de que para estar completamente seguro de un solo tema, o si se quiere de una parte mínima de un tema dado, tendría yo que abocarme a la lectura sistemática y exhaustiva de una cantidad enorme de libros, por no hablar de películas, documentales, viajes, archivos... De modo que me resigno, trato de percibir la realidad desde una perspectiva meramente estética, o si se prefiere mística, porque el sueño de la razón me produce vértigo. Aun así, debo confesar que cuando leo un tratado erudito y profundo de alguno de los temas de siempre, aplico el mismo método de percepción de la realidad: trato de disfrutar la ostentación erudita, el dato poco conocido, el modo en que el autor lo desarrolla, antes que adscribirme a alguna corriente de pensamiento o inscribirme en alguna de las grandes escuelas filosóficas. Esto implica una absoluta falta de responsabilidad histórica, un desasimiento del espíritu académico, pero por el momento me parece una actitud necesaria para conservar un mínimo de equilibrio emocional, el necesario para poder apreciar el contenido estético de la realidad y disfrutar un libro sin que busque en él la revelación del absoluto, sino sólo un diálogo súbito con las mejores mentes. —¿Los segmentos confesionales y autobiográficos que se entretejen en tus textos literarios, además de su valor testimonial artístico, cumplen una función catártica?


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Carlos Torres: el lector como carácter y destino

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iguel Ángel Meza. Cultivador de un estilo ensa-

yístico que podríamos llamar digresivo, Carlos Torres se distinguía fundamentalmente como un escritor que gustaba de abandonarse al pensamiento asociativo, al flujo nervioso de ideas según las motivara el tema o el asunto de su interés. Su bagaje cultural vasto y su creencia en la inspiración (como fuente primaria de la creatividad) solían encaminarlo por múltiples saberes, autores y anécdotas que brotaban imparables de su mente y que lo alejaban muchas veces del curso original de pensamiento, pero que dejaban en el ánimo lector amenidad, inquietud, anhelos por seguir una conversación. Su resistencia a las formas varias de la disciplina, al menos de las estrictas para producir una obra más consistente que requiriera método, proyecto, orden, le impidieron tal vez darnos más ensayos de largo aliento, como aquel de 1978 (Muerte sin fin y Circuncisión del sueño: Correspondencias diametrales), que obtuvo el primer lugar en un concurso internacional de ensayo literario convocado por la Universidad Veracruzana. O aquellos que reunió en Nueve voces (2008), donde rindió homenaje a los autores emblemáticos que significaron para él un faro ético, estético y estilístico: Borges, Thomas Mann, Herman Hesse, García Ponce, entre otros.

—Necesariamente sí, pero de cualquier modo es irrelevante el elemento autobiográfico en un relato, porque para que éste tenga calidad intervienen otros factores. Tanto es así que, ante esta pregunta, me he puesto a ver los contenidos autobiográficos de mis cuentos y advierto que éstos parecen a veces ficciones, y éstas, a su vez, parecen reales en algunos momentos. Lo autobiográfico responde a una incapacidad personal para urdir ficciones, pero muchas de las ficciones son también, como algunos sueños, deseos no cumplidos. Así que insisto en la irrelevancia de los elementos autobiográficos en un relato. Si están bien manejados, ayudan a la eficacia de la narración; si no es así, sólo abonan la crítica tangencial, por ejemplo, el análisis sicológico del autor. —¿Escribes cada texto de un solo impulso o de modo fragmentario? —Generalmente, los escribo de un solo impulso y uno que otro, por su extensión, he tenido que hacerlos en dos sesiones cuando mucho. Casi nunca los depuro, precisamente porque mi delirio romántico me dicta que fueron

Lo que nos dio en cambio en su último libro, La siega (2018), fue un destilado selecto y sustancioso de sus afanes y gustos lectores a lo largo de 30 años de vida en Quintana Roo. La siega —compilado de ensayos y artículos de periodismo cultural— no solo muestra al amante incondicional de la literatura que fue Carlos Torres. Refleja sin pudor un retrato de sí mismo. No solo es una biografía intelectual, sino también una gozosa literatura ensayística del yo. Porque, cuando habla de literatura, Torres habla de sí mismo. Su pasión lectora anula las distancias y da vida a la literatura. O a la inversa, porque Torres practicaba una especie de misticismo literario. En un artículo publicado en 1999 (TROPO, número 4), afirma: “ceo que la literatura es un ser con vida propia que, semejante o idéntico al Espíritu, incide en la materia que somos los humanos para poder observarse a sí mismo”. La literatura nos usa, dice, “se sirve de nuestra fe, de nuestras neuronas, de nuestra inteligencia, solo para manifestarse.” Y no sólo eso: lo hace también “para enriquecer nuestro propio ser, no en el mezquino de saber más, sino en el vital aspecto de dibujar un mapa preciso, fulgurantemente, conmovedoramente, de nuestro devenir”. Eso es lo que se aprecia en sus ensayos: vasos comunicantes que trazaron el perfil de un carácter y documentaron sin duda un destino. Tropo

escritos bajo un momento de inspiración, pero si tengo la suerte de que me hagan alguna observación para corregir algún detalle, lo corrijo. —Algunas de tus historias poseen un largo aliento que las aproxima a la novela. ¿Has pensado retomar el germen de alguna y desarrollarla novelísticamente? —No, definitivamente no. Esa clase de operaciones sólo las pueden hacer los escritores profesionales, los que asumen la escritura con absoluta responsabilidad, pero como la vida me ha enseñado que no debe decir uno “de esa agua no beberé”, es posible que algún día retome alguno de esos relatos para darle formato novelístico. Ahora, esta posibilidad no sólo no me atrae, sino que me causa aversión. Creo que ello se debe a que tengo una novela en borrador y en todo caso me interesaría más pulirla que emprender otra. Los proyectos no me gustan, justamente porque me quitan la tranquilidad y la alegría, factores que en mi caso me parecen indispensables para escribir. —¿Para qué escribe Carlos Torres? —Para cumplir con un destino. Tropo

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C a r l o s

Eros o el misticismo neoplatónico

T o r r e s

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Por Miguel Ángel Meza

L

a pureza de sentimiento es la cualidad más destacable en el canto al amor. Todo artificio —si no la realza— puede estorbar el flujo de la emoción y falsear sin duda su belleza. Se trata de capturar con verbo descarnado —sin decorados sentimentales, con autenticidad— un sentimiento que en sí mismo ya es encarnación de lo poético. Aun cuando el estilo sea barroco o minimalista, discursivo o conceptual, el poeta debe procurar transmitir de la manera más limpia posible, es decir, con plasticidad poética, las intuiciones sensibles que surgen cuando dos amantes se miran y transforman el mundo (diría Paz en célebre poema). Cantar al amor es la prueba de fuego de todo poeta. Operación secreta de la energía del cosmos, forma proteica que el Espíritu asume en su incesante manifestación visible, o puente de luz que anula la distancia insalvable entre los seres, lo cierto es que el amor —como fuerza transformadora del Ser—, tiene el rostro de la sorpresa y del misterio. En la nostalgia y en las ausencias, en la fulminante presencia de una pasión arrebatadora, o en la suave convivencia de las ternuras cotidianas, el amor procura siempre a los seres el milagro nutricio que impulsa a seguir viviendo. Es pues, el pan de Dios. Alimentado por la potencia de este sentimiento, seducido por el embeleso de sus notas arcaicas y misteriosas, por la esencial música que lo penetra, Carlos Torres ha conseguido reunir en Canción para la luz de tus ojos, veinte poemas de amor, todos ellos tocados, precisamente, por la luz de la plasticidad poética y la pureza de sentimiento. Despojado de falsos pudores, con la emoción des-

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nuda más intensa, Torres participa al lector, con sencillez lírica, con emotiva honestidad, con actitud gozosa y febril reverencia, su más íntima experiencia del amor y su peculiar manera de celebrarlo. Porque para Torres al amor hay que celebrarlo. Ahora es cuando invoco la sabiduría de Oriente y asumo la fórmula helénica “Trágico es igual que alegre”. Porque el diapasón de mi alma está sintonizado en Si y respondió automáticamente a la clave de tu salterio que me enseñó la música del mar, la melodía policroma de la tarde, la armonía de tus rasgos, la matemática de tus actos. Así que dije Sí, primero en un tono menor y luego, en un crescendo ineluctable, con alarido de recién nacido. (De “Sonata”) Aun en las distancias y en las ausencias, aun en las sombras que lo empañan, al amor —parece decirnos el poeta—, hay que agradecerle el prodigio de su manifestación, un prodigio que nos otorga el Ser y nos rescata de la nada: Ya no soy el que solía ser: nadie. (De “Bolero del budista mexicano”)


l a t i n t a t e n t a

(…) llegaste a despertarme pusiste en esa nada que era mi barca y mi atalaya ese otro ser que ahora en todo sorbo encuentra tus labios y en cada acorde escucha tu risa (De “Aparición”) Fiel a una forma discursiva y oracional —que desarrolla una anécdota en pocas pero claras imágenes conceptuales, con decidido apoyo coloquial—, Torres nos habla en un tono suave y cadencioso. Es el tono de la confesión y la intimidad. Por eso lo sentimos tan cercano. Su momento es el del silencio crepuscular para el diálogo entre corazones. Y el punto de vista lírico que asume va del Yo del poeta al Tú de la amada, en un vaivén de mismidad a otredad que busca la fusión, acaso imposible. Torres muestra el universo misterioso de un amor que asoma su rostro en los mínimos detalles en que se materializa en la amada: un gesto, una sonrisa o el temblor del cabello; el vuelo del vestido, un roce o una palabra. Para Torres, el amor anula el tiempo y el espacio, y transforma la materia. Y en este sentido su concepción se acerca por momentos al misticismo platónico, sobre todo cuando la ausencia del amante impide la concreción de los encuentros. Pero ¿qué amante no conoce la religiosidad del amor, entendido éste como comunión de almas que, luego del ardoroso tuteo de las pieles, trasciende la materia? Por los atisbos de filosofía idealista (Platón mediante), por la reverencia que traslucen los versos y por su cercanía a una poesía casi mística, es posible aventurar la idea de que, para Torres, la mujer amada —como portadora de la Idea del amor— es la fundadora del ser del amante, en tanto éste se conceptualiza en principio como no-ser y sólo ilusión hasta que conoce la Verdad del Amor. (…) La paz ya no es la luz de mis días. Ahora tú me desdoblas en el que era y lo que no puedo ser: tú y tus pensamientos, tus deseos y tú, los objetos que amas,

canciones que encienden tu corazón. Yo apenas soy ya un anhelo desbordado que lame tu sombra y cae fulminado frente a la luz de tus ojos. (De “Alas y humus”) Conocía de Carlos Torres varios poemas sueltos. Admiré en ellos su capacidad para transmitir poesía casi sin el apoyo formal del lenguaje metafórico. Ahora, con la ventaja que da la lectura de un poemario articulado, puedo constatar mi inicial apreciación y ahondar mi visión. Con una poesía orientada a la reflexión de tono neoclásico, su recurso más afortunado es, pues, la etérea emotividad que consigue con las íntimas cadencias de la confesión y la resolución de una historia íntima. Una intimidad contada —repito— en largas imágenes conceptuales que discurren desdoblándose a manera de parábolas, aunque aquí la enseñanza no es moral sino emotivamente existencial y profundamente religiosa. Aclaro de nuevo. Religiosa, sí, pero en su sentido lato de re-ligar por instantes lo dividido, de milagrosa comunión de seres inexorablemente condenados a sufrir en este mundo la angustia de una separatidad esencial.(…) Pues más allá de la esperanza de volver a verte, sé para siempre que aquellos momentos en que leí en tus ojos el amor son suficientes para otorgarle a un ser la certidumbre absoluta de que por sólo un parpadeo de unos ojos que aman es digna y venturosa la aventura de vivir. Carlos Torres —también periodista cultural— es, asimismo, un ensayista apasionado, un ensayista que, a veces, cuando esta pasión se despoja de las sombras ideológicas y el tono sentencioso, alcanza alturas notables porque su discurso está sustentado en referencias culturales muy amplias. Ahora, con Canción para la luz de tus ojos, su primer poemario, Carlos se revela como un poeta sensible y maduro, que seguramente dará más obras luminosas como ésta. Tropo

Con ajustes (sobre todo por el agregado de argumentos de ejemplo), se publica aquí el texto que apareció como prólogo al libro Canción para la luz de tus ojos (Presagios, 1998,1999). El cambio más notable es el del título. Con en el que adoptamos ahora, pensamos que se transmite mejor la idea central del escrito. 1

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t r e s

p o e m a s

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S a r a He r n ánd ez R omer o

Octubre Los árboles sueltan sus hojas como culebras mudan de piel y la noche rocía su perfume opiáceo. Los grillos son violines de hierba húmeda Mi alcoba una pecera para luciérnagas extraviadas. Afuera la ciudad palpita en lo oscuro fluoresciendo.

Ritual para ahuyentar el ocio sentarse desnuda en medio de un cuarto con las cortinas corridas y el aire frío entrando por la ventana: observar algo que no sea la vida consumirse -una vela, por ejemplo-

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t r a z l u z

Tengo un día para deshabitar esta casa, deslavar con la yema de mis dedos el tapiz de las paredes, para quitar los focos y remover los vidrios de las ventanas hacerme unas alas con restos de mudanza seré una aeronauta recién nacida esta casa una crisálida seca Sara Hernández Romero (1999, Toluca, Estado de México). Radica en Cancún desde el 2009, estudió el bachillerato en el Centro de Educación Artística Ermilo Abreu Gómez y formó parte de los cursos del Centro de Experimentación Literaria en el 2019. Ha publicado en espacios como Tierra Adentro, Poscultura, Bistró y Lustra. Actualmente estudia la Licenciatura en Comunicación en la Universidad Anáhuac Cancún.

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El arcón Por Héctor Infante

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l joven está sentado en su cubículo. En una oficina gris, de un empleo gris. Tiene el traje café arrugado de mucho uso y poca tintorería, su corbata no está bien anudada y la camisa blanca, si se mira con buena luz, se ve más bien amarilla. En el escritorio, el monitor de la computadora solo deja espacio para una desordenada colección de papeles, plumas, lápices, clips y otras menudencias de oficina. Con la cara entre las manos, su mirada está fija en la pantalla pero tiene la mente en blanco. De pronto salta y casi se cae de la silla al escuchar su nombre en el pasillo. El mensajero de DHL se asoma por encima de la mampara divisoria y le pregunta si él es Juan Ortiz. El joven responde que sí y el mensajero le entrega una caja grande pidiéndole que firme de recibido. Cuando se queda solo, revisa intrigado el dato del remitente, un nombre extranjero que no entiende. Abre la caja y extrae un hermoso arcón de bronce. Es muy ligero y está completamente labrado con motivos barrocos. En la tapa se ven varias figuras humanas como en una procesión, rodeadas de motivos florales. En los costados, hay más figuras similares en diversas posturas, con algún instrumento musical. Los mismos motivos florales las envuelven como en un aro que termina rematado en relojes de arena. Juan lo observa maravillado, tiene un broche con una cerradura que parece muy antigua. Sin contener su curiosidad regresa al empaque y rebusca entre el unicel hasta que encuentra un sobre. Dentro hay una llave larga de fierro fundido. Abre el arcón. Ahora se encuentra parado en la sala de un pequeño departamento. Todo súbito, no tiene tiempo

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de pensar. Frente a él, hay un sillón desvencijado, un viejo televisor en el suelo, y una mesita de centro que no tiene una pata y se sostiene sobre dos ladrillos. A su lado hay una barra con dos sillas de plástico separando la cocina: un pequeño lavabo lleno de trastes sucios, un refrigerador y un horno de microondas. En ese momento se abre la puerta principal y aparece una mujer. Lleva en las manos un paquete envuelto en papel periódico que coloca sobre la barra. Luego se sienta en el sillón, donde deja su bolso y con un suspiro se quita los tacones. El traje sastre, cortado para una figura más esbelta, parece estar a punto de reventar, claramente lleva con ella algún tiempo. Su pelo pintado de rubio muy deslavado tiene un peinado sometido a fuertes vientos. El rostro demacrado y los ojos denotan un inmenso cansancio. Sin prestar la más mínima atención al hombre parado junto a ella, se levanta con pesadez del sillón y se dirige a la mesa. Toma el envoltorio y lo deshace. Juan, que no entiende nada, queda como fulminado cuando ve que en el envoltorio hay un arcón exactamente igual al que él mismo acaba de abrir en su oficina. La mujer rubia lo sostiene frente a sus ojos examinándolo minuciosamente. Con su dedo repasa las diminutas figurillas con sus instrumentos musicales. Un intento de sonrisa, que por falta de práctica no acaba de cuajar, cruza fugazmente su boca. Cuando vuelve a poner el arcón en la mesa, Juan se da cuenta de que la llave ya está puesta en el cerrojo. La mujer le da vuelta y lo abre. Ahora Juan y la rubia están en una habitación. Las paredes desnudas de color azul y el techo, están llenos de hoyos que dejan ver el material de construcción original. Un hombre está parado de espaldas a ellos dejando sobre una mesa al lado de la puerta, un fajo de billetes de peque-


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ña denominación. Sale de la habitación y da un portazo. En el baño, que no tiene puerta ni cortina, hay una mujer semidesnuda. Parece un globo desinflado. Es extremadamente delgada, su piel se escurre por todo su cuerpo en pliegues. No se alcanza a distinguir dónde terminan las tetas y empieza el abdomen. Lleva una peluca pelirroja, tiene una nariz recta muy grande y los ojos hundidos. Desde el espejo roto que cuelga de la pared, la observa la imagen de la desolación. Sale del baño y toma el fajo de billetes, luego abre el arcón que está al lado para ponerlos dentro. Juan y las dos mujeres contemplan una escena dantesca. Fragmentos de vidrio, ceniza de cigarro, vómito y orines, mezclados con diversas variedades de bebidas alcohólicas, forman la cama donde reposan algunos cuerpos. Aquí y allá se ven manchas de sangre. Hay mesas y sillas metálicas volcadas en todas direcciones. Al fondo del lugar hay un ataúd. Juan no distingue el cuerpo que hay dentro. Sus ojos están fijos en un hombre que, bamboleándose, camina hacia la mesa al lado del féretro donde hay algunas velas prendidas y un ramo de flores blancas. La lluvia azota las láminas del techo y las goteras enmarcan el transitar zigzagueante del hombre como en cámara lenta. Juan está a punto de salir corriendo a detenerlo, cuando la mano temblorosa del borracho se posa sobre la tapa de un arcón de bronce con decorado barroco. Su intención se congela cuando ve que el hombre empieza a levantar la tapa. Lo invade el más puro terror y grita con todas sus fuerzas. O al menos eso cree que hace, en un nivel inconsciente, por el dolor en su garganta. Ha perdido todo control de sí mismo y en su estado de pánico la cabeza le da vuelas y en el mundo cae la más espesa penumbra.

Es de noche y no se ve casi nada. En un callejón, con un intenso olor a basura y otras pestilencias, se distingue un bulto recargado en la pared. Es un viejo de pelo ralo, canoso y mugriento, está sentado mirando fijamente algo que tiene entre las piernas. De su espalda encorvada, cuelga la cabeza que se balancea de lado a lado como negando. Sus manos deformes por la artritis sostienen la tapa de un arcón donde se pueden ver varias figuras humanas como en procesión. Está abierto. El viejo levanta la cabeza, como para comprobar que está solo, y mira a su alrededor con ojos vidriosos. Luego, regresa a sus asuntos y vuelve a negar con la cabeza, mientras una tímida risita va subiendo de tono. Después de unos minutos, ríe a carcajadas entrecortadas que pronto se vuelven una tos seca, mientras sigue con los ojos clavados en el arcón abierto. En su interior, puede ver claramente a un joven, con un traje café, arrugado, de mucho uso y poca tintorería, su corbata no está bien anudada y la camisa blanca no conserva ningún rastro de pulcritud. Tiene frente a sí un arcón abierto donde está observando a una mujer rubia con el tinte deslavado, que acaba de abrir la tapa de su arcón, para ver dentro a una prostituta en el cuarto de un hotel de paredes azules… un grito agudo sale del arcón y el viejo vuelve reír histéricamente. Tropo

Héctor Infante (México, DF, 1969). Administrador. Radica en Cancún desde 1997. Hizo vida literaria en la CDMX y convivió con algunos intelectuales muy inmersos en el medio, incluso con poetas como Neeli Cherkovski (el reconocido biógrafo de Bukowski). Es miembro fundador del taller de creatividad de Malix Editores.

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La invitación Por Sergio Orduña

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a invitación al club privado me llegó el miércoles de la semana pasada cuando salía del súper. Estoy seguro de que era miércoles pues al día siguiente era jueves, y los jueves mi mujer tiene reunión en casa con sus amigas. Siempre me ha intrigado saber en qué consisten esas reuniones. En alguna ocasión se lo pregunté y me respondió: “Son cosas de mujeres que no te incumben. Yo no te ando preguntando qué haces tú con tus amigotes”. Y pues es verdad, ella nunca me interroga… Basta que yo le diga exactamente con quiénes voy a salir, le pase sus teléfonos, le comparta mi ubicación tiempo real, y me deja ir sin problema. Decía que fui al súper el miércoles. Como recordarán era quincena y eso estaba hirviendo de gente. Generalmente evito ir en quincena porque no me divierte hacer filas, pero esa vez no tuve opción pues en la mañana mi mujer me había avisado que nos quedamos sin café para el día siguiente, y todos sabemos que Dios creó las mañanas solo para que El Hombre tome café. Me propuse salir rápido del súper. Esquivando gente llegué al pasillo 7. Ahí me encontré con una señora estacionada con todo y carrito obstruyendo el exhibidor de los cafés. Hablaba por teléfono mientras examinaba un paquete justamente de la marca que yo quería llevar. Sentí el impulso de tomarlo de sus manos y creo que lo habrá presentido, pues con desconfianza me miró de reojo y girando un poco sobre sí misma lo alejó de mi alcance. Finalmente se retiró y ni siquiera llevó el café. Tomé un paquete y sin dilación me dirigí a las cajas cortando camino por el

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área de damas. Ahí me topé de frente con una mamá del colegio de mis hijos quien con ambas manos extendía un sostén sobre su blusa... Como midiéndoselo. Sin soltarlo tomó otro y me preguntó: “¿Cuál me queda mejor?” Los estuvo alternando hasta que le respondí: “Definitivamente el morado de encaje”. Ella sonrió complacida y creo que me iba a decir algo más, pero me apresuré a despedirme y seguí mi camino. Llegué a las cajas rápidas y un señor de la tercera edad me condujo hasta la caja 7, donde se encontraba la misma señora del pasillo del café, descargando su abarrotado carrito. Yo pensé, esto es un abuso pues claramente dice el letrero: “cajas rápidas máximo 7 artículos”. Después de un rato que sentí interminable terminó su proceso de pago, que incluyó recarga de tiempo aire, pago del recibo de luz, y dos rascahueles que la imprudente cajera le ofreció. Yo pagué mi café, rechacé los rascahueles y todavía me tocó esperar que terminaran de cargar su carrito. Temí que mi destino sería pasar el resto de mi vida detrás de esa señora. Lentamente avanzábamos entre tanta gente buscando la salida, cuando la señora por poco choca su carrito con el de un señor que salía de otra caja con visible prisa. En la maniobra para eludirlo, a la señora se le cayó algo de su bolso. No se dio cuenta y siguió avanzando. Con dificultad me agaché, lo recogí del suelo y al levantarme la señora ya se había adelantado. Traté de alcanzarla, pero la perdí de vista cuando atravesó las filas de las personas que van a retirar su nómina de los cajeros automáticos. Yo batallé para cruzar esas filas pues un señor creyó que me quería colar y muy disgustado me mandó a la cola. Cuando al fin atravesé, la señora ya había desaparecido en la multitud.


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Edward Hooper. Ventanas de noche, 1928.

Así llegué a casa con el café, con el paquete extraviado, y con cierto remordimiento por no haber podido devolverlo. El paquete resultó ser un sobre muy elegante color vino, sellado al frente con un monograma oriental. Lo revisé buscando algún dato del remitente o el destinatario. Nada. Toda la tarde estuve dudando si abrir el sobre. Eventualmente me decidí, pensando que tal vez dentro aparecerían los datos de la señora y entonces podría devolvérselo. Con cuidado rompí el sello del sobre y en su interior encontré una hoja del mismo papel elegante, del mismo color vino, con el mismo monograma oriental impreso en la parte superior. El texto aparecía en tres idiomas: español, inglés, y otro que después deduje sería coreano. Leí en español: “La presente es una invitación exclusiva para asistir a la cena de gala y evento especial, a celebrarse como cada jueves a las 8 P.M., en nuestro restorán de cocina coreana México Lindo. Les recordamos que por razones de seguridad queda prohibido tomar fotografías o video durante el evento principal. Agradecemos su comprensión”. El nombre del restorán me sonaba conocido y entonces recordé que se encuentra en una plaza comercial ubicada cerca del edificio donde vivo, cruzando la avenida. Tampoco dentro del sobre encontré los datos del destinatario. Tras comprobar que no podría localizar a la señora, consideré que sería una pena desperdiciar la invitación, que además me acomodaba perfecto por ser el jueves que mi mujer tiene reunión con sus amigas, donde no soy bienvenido. Estaba decidido. El jueves me presenté puntual a las 8 P.M. en el “México Lindo”. Una señorita muy amable me recibió: “¿Mesa

para uno?”. Le mostré la invitación y alarmada me pidió que la guardara. “Usted viene al evento especial, sígame por favor”. Salimos del restorán y me guio por un pasillo seguido de escaleras que nos llevaron a una terraza privada muy amplia. Ahí me dejó con otra señorita, y esta segunda señorita me condujo a una mesa elegantemente vestida, donde ya se ubicaban otros comensales. Me dijo como en secreto: “En seguida viene su mesero. Bienvenido”. Quise conversar con mis compañeros de mesa: “Buenas noches”, saludé. Al unísono voltearon todos a verme sorprendidos, como si los hubiera insultado. Noté que eran orientales. Iba a decir “sorry” para ver si entendían inglés, pero de inmediato me lo impidieron, todos llevándose el dedo índice a la boca en señal de silencio. En voz baja intercambiaron algunas palabras en su idioma y en seguida una mujer se dirigió a mí y muy quedito me preguntó: —¿Primera vez que usted venir? —Asentí —¡Oh, show muy bueno! —aseguró entusiasmada. —¡Show muy bueno! —susurraron todos. —No permitido hablar. —me dijo la mujer ya muy seria, y se volteó. Recorrí con la vista la terraza. Calculé al menos otras 12 o 15 mesas, principalmente de extranjeros, orientadas todas hacia lo que parecía ser el escenario, oculto detrás de una gran cortina negra. La noche era fresca y agradable. La cena transcurrió en perfecto silencio. Ni los meseros hablaban, y todos parecían saber lo que tenían que hacer. A mí no me gusta el sushi, pero me lo comí para no causar problemas. También extrañé el postre que nunca llegó.

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Terminó la cena y siempre en silencio los meseros limpiaron las mesas para en seguida regresar cargando sendas bandejas plateadas. A mí me hizo ilusión que fuera el postre, pero en su lugar a cada uno nos colocaron en frente una charolita muy mona con unos binoculares negros. Entendí que el evento especial... “El show”, estaba por comenzar. Lo que sucedió en seguida todavía lo estoy tratando de entender. Se los cuento tal como lo recuerdo: La cortina negra se corrió y detrás apareció un gran panel también negro con una perforación al centro de forma rectangular, que enmarcaba lo que a simple vista parecía una sección de un edificio al fondo. A continuación, vi que todos tomaron sus binoculares y los dirigieron hacia la abertura en el panel. Se apagaron las luces. Luego de un momento de confusión tomé mis binoculares e imité a los demás. Tras enfocar las lentes pude ver la forma de un balcón perfectamente delimitado por el recorte del rectángulo en el panel. Ensayé todos los dispositivos de los binoculares y descubrí el “zoom”. Al aumentarlo aparecieron más detalles. Atrás del balcón se apreciaba el interior de un apartamento con varias gentes deambulando. No se entendía bien lo que hacían. Al parecer acarreaban cosas hacia la terraza... Como preparando ese espacio. Seguí explorando el interior y me llamó la atención un cuadro idéntico al que el año pasado me regaló mi amigo el artista León Alva. Eso me dio mucho sentimiento pues León me aseguró que era una obra original y única. Contrariado giré los binoculares para dejar de ver el cuadro. Fue entonces cuando la vi. Primero pensé que era un efecto del enfoque al girar tan bruscamente. Regresé muy

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despacio y ahí estaba ella... ¡Sin lugar a duda era mi mujer! Reduje un poco el “zoom” y pude verla de cuerpo completo, radiante en ese vestido verde que tanto me gusta. Como un autómata seguí recorriendo y reconociendo el apartamento... ¡Mi apartamento! Espantado solté los binoculares sobre la mesa. Temblando me levanté y grité: “¡Esto es inadmisible!”. Un señor corpulento se me acercó amenazante: —¡Silencio, señor!, ¿qué le sucede? —¡Esto es inadmisible! —repetí. —¿No funcionan sus binoculares? —¡Funcionan perfectamente! —Entonces, guarde silencio y tome asiento. —¡Pero esto es inadmisible! —¿Usted se quiere retirar? Un par de meseros se habían acercado y varias personas me miraban molestas desde sus mesas reprobando la interrupción. —¿Usted quiere que lo ayudemos a retirarse? —ofreció el señor corpulento. Por respuesta me senté. Las personas de las otras mesas regresaron a sus binoculares y yo me quedé aturdido en mi asiento, vigilado muy de cerca. Poco a poco me fui calmando. Como de naturaleza soy optimista, mientras retomaba los binoculares pensé: “Cuando menos podré saber al fin qué hace mi mujer en sus reuniones de los jueves con sus amigas”. Tropo Sergio Orduña Chapoy (Torreón, Coahuila, 1968). De profesión arquitecto. Reside en Cancún desde el año 2000. En 2019 se incorporó al Taller de Escritura Creativa de Malix Editores.


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G eor ges

Una poesía contra el desastre Por David Anuar

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I. Paisajes caribeños ecientemente, Richard Georges fue galardonado por su libro Epiphaneia (Out-Spoken Press, 2019) con el Premio Bocas OCM de Literatura Caribeña 2020, auspiciado desde hace una década por la corporación One Caribbean Media Limited, en el marco del Festival de Literatura Bocas celebrado en Puerto España, Trinidad y Tobago. Este premio es, probablemente, el más prestigioso del Caribe anglófono; tan sólo cabe señalar que en su primera edición en 2011 fue entregado nada más y nada menos que a Derek Walcott (Premio Nobel, 1992) por su libro White Egrets (Farrar, Straus and Giroux, 2010) / Garcetas blancas (Bartleby, 2010). Georges es un joven escritor caribeño nacido en Trinidad y Tobago que actualmente reside en las Islas Vírgenes Británicas. Además de Epiphaneia, es autor de los libros de poemas Make Us All Islands / Haz de todos nosotros islas (Shearsman Books, 2017) y Giant / Gigante (Platypus Press, 2018). En su obra publicada hasta ahora, es posible ver un arco en el que su poesía se vuelve cada vez más íntima y cotidiana. En Make Us All Islands, Georges explora una poética en torno a la historia caribeña y esa dolorosa herida de la experiencia colonial y la esclavitud. En general, este poemario tiende a cantar el pasado y el mundo exterior sin implicarse del todo. En cierta forma, el poeta actúa aquí como portavoz y testigo de la vida de los otros. Su segundo libro, Giant, se enfoca en los mitos, los ancestros y los paisajes caribeños que el autor retrata en postales llenas de imágenes, texturas y olores familiares para cada uno de nosotros, habitantes de

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la Península de Yucatán, como en el poema “Mangroves / Sea Cow’s Bay” o “The Heron / Pockwood Pond”. Cabe añadir que en este libro la historia se vuelve memoria, parte intrínseca y subjetiva del presente de la voz lírica. Epiphaneia, su tercer y más reciente libro, es una apuesta por un tono íntimo en torno al hogar, la identidad y, sobre todo, la experiencia de los huracanes. Es aquí donde este poeta caribeño se vuelve sorprendente y conmovedor, gracias a su capacidad de ver más allá del lugar común en torno al desastre, me refiero a tratamientos desde la ironía, el coraje o la narración de los daños. En cambio, Richard Georges logra encontrar la belleza, la nostalgia y maneras de ver las tormentas tropicales no como fenómenos catastróficos sino como parte cotidiana de nuestra existencia caribeña. A pesar de lo diferentes que pueden ser los libros de este autor, hay en ellos una voz reconocible y un estilo propio. A nivel formal destaco el uso de las couplets o lo que nosotros llamaríamos en buen castellano, pareados, es decir, estrofas de dos versos con o sin rimas que Georges tiende a rematar con un único verso, como se puede apreciar en los dos poemas traducidos en este número. En cuanto a las emociones, la ternura, la nostalgia y el amor por el terruño aparecen una y otra vez en sus poemas, como se observa en “Demasiado lleno de vermut y humo de cigarro…”. A nivel temático, la idea de origen recorre de forma subterránea toda su obra, ya sea abordada desde la familia y los ancestros, la historia o el mito. Finalmente, hay una voluntad en cada uno de sus libros por visibilizar el lugar desde el que se enuncia, y con ello me refiero a dejar patente la cultura y la geografía caribeña, ya sea aludiendo a las divinidades afrocaribeñas (Eshu), y los seres fantásticos de la región como los Douens y los Jumbies (una suerte de duendes o aluxes); a experiencias caribeñas compartidas como la migración y, sobre todo, los huracanes, en esa suerte de comunidad de naciones que el poeta Lasana M. Sekou llama storm-strong nations (naciones fuertes o resilientes contra las tormentas) en su libro Hurricane Protocol / Protocolo Huracán (2019); o nombrando lugares específicos como Huntum’s Ghut, correspondiente al quinto distrito electoral de Road Town, capital Tórtola, la mayor de las Islas Vírgenes Británicas.

II. 115 huracanes Hay otros motivos detrás de estas traducciones. En 2012, mientras terminaba mi tesis de licenciatura sobre Jaime Sabines, una querida tía enfermó de cáncer y yo fui su cuidador durante su tratamiento oncológico en la

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ciudad de Mérida. En esos meses, tuve un bloqueo escritural a tal grado que me fue imposible acabar mi tesis (de la que sólo me hacían falta algunas cuantas cuartillas) y, mucho menos, escribir literatura. Por alguna razón que ahora desconozco, tenía conmigo un volumen de poesía ghanesa, Messages Poems from Ghana (1971), que se volvió mi libro de cabecera. En algún punto, comencé a traducir los versos en medio del calor estival y la angustia.Para mi sorpresa, encontré mucho de consuelo en esa tarea casi artesanal, desconocida hasta entonces para mí, de transportar palabras de un idioma a otro. Con los años, he venido a entender que aquella labor de puente entre las lenguas, me ayudó a sobrellevar esa dolorosa crisis. Hoy, en medio de la pandemia causada por la Covid-19, y confinado desde hace más de 70 días en un minúsculo estudio en el centro de la Ciudad de México, zona declarada de alto contagio, ha vuelto a mí aquella terapéutica afición por traducir que, estoy seguro, mucho ha contribuido a que no pierda la serenidad y la cordura. Genuinamente, espero que estas traducciones de la poesía de Richard Georges


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puedan tener en ti, lector, el mismo efecto de consuelo que han tenido en mí. Esta es mi pobre e insuficiente manera de decir, estoy con ustedes, mi dulce tierra natal. Sin duda, Cancún y Quintana Roo atraviesan la peor crisis económica y humana de su historia. Los números son desoladores. Al momento de escribir esto (30 de mayo), se registran 352 fallecimientos por coronavirus en el Estado, 43 veces más el número de decesos que dejó el huracán Wilma (2005, 8 muertos) y 13 veces más que el de Gilberto (1988, 26 muertos). En lo económico, la Secretaría de Turismo de Quintana Roo calcula pérdidas por más de 1,000 millones de dólares; mientras que la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo (Concanaco Servytur), estima una pérdida nacional de 26, 000 millones de dólares en lo que va de la contingencia sanitaria, de los cuales, al menos 30% debe corresponder a Quintana Roo (anualmente el Estado aporta al país alrededor de 1/3 del ingreso total por concepto de turismo), es decir, unos 7, 800 millones de dólares en pérdidas. En contraste, Wilma generó pérdidas estimadas en 68 mi-

llones de dólares, mientras que Gilberto, por 89 millones de dólares. En suma, la actual pandemia por coronavirus equivale a 43 veces la letalidad de Wilma y 115 veces su impacto económico. La Covid-19 es el peor desastre natural en la historia del Estado: es como si un huracán impactara nuestras costas cada 3 días por un año entero. Si comparo la actual pandemia con los huracanes es simplemente para dimensionar la magnitud de la crisis: nunca hemos vivido algo así y toda nuestra experiencia adquirida como estado y población contra los desastres parece ser tímida contra esta invisible y descomunal tormenta. Como escritor siempre me he sentido un poco inútil e inerme contra la desgracia. Recurrentemente, pienso: ¿qué puedo hacer yo en comparación con un médico, una enfermera o un soldado? No tengo sino mis palabras y mis recuerdos, uno de ellos particularmente significativo en el momento que actualmente atravesamos: “aquí seguimos aferrados a Cancún”, esas fueron las palabras que un día escuché a una amiga de mi mamá decirle en medio de un supermercado. Quizás el significado ha cambiado a lo largo de los años. Al inicio, esta frase hacía referencia a las carencias estructurales y de servicios básicos que significaba vivir en los 70´s en un paraíso en medio de la nada tropical; en los 80´s, los desastres naturales, particularmente a los huracanes como Gilberto; más recientemente la violencia y el crimen organizado y, a partir de 2009, las pandemias (H1N1 y Covid-19). Hoy, más que nunca, debemos volver una realidad ese verso del himno del estado que corea “la tenacidad como virtud / eso es Quintana Roo”; esa frase que un día, hace muchos años, escuché en medio de un supermercado; esa histórica terquedad que caracteriza a los habitantes del estado, que alguna vez fue conocido como la Siberia mexicana; aferrarnos, digo, a esa imagen que describe el poema “Naturaleza muerta de una ruina”, ser como esa modesta casa en Huntum’s Ghut después del paso de un huracán, sin techo y destripada, luciendo orgullosos nuestra “única puerta todavía colgante, / acogedora. Desafiante, no se la llevó el viento.” Tropo David Anuar (Cancún, Q. Roo, 1989). Licenciado en Literatura Latinoamericana (UADY, 2013) y maestro en Historia (CIESAS, 2018). Becario del PECDA (2012, 2015) y de la Fundación para las Letras Mexicanas (2018-2020). Ha traducido poemas del escritor ghanés Joe de Graft, del caribeño Lasana M. Sekou, así como la Canción de amor de J. Alfred Prufrock de T.S. Eliot. Editor de la antología Contramarea. Breve antología de poesía joven de Quintana Roo (Plataforma Colectiva, 2017), y de la obra completa de Adriana Cupul Itzá, Y mi cuerpo no ha muerto (IMCAS, 2019).

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R i c h a rd Geor ges (Traducción de David Anuar)

Demasiado lleno de Vermut y humo de cigarro cuando me vaya quiero una alfombra de maculí el aroma del rocío fresco y la nostalgia de la lluvia azotando sobre el puerto y más allá sobre las montañas como paredes grises, mis hijas riéndose como ahora estoy demasiado lleno para ser recordado así, adiós viene en lenguajes que no puedo recordar, ya no entiendo cuántas maneras diferentes hay para decir cosecha, para sentir la dureza de la semilla en tu lengua, cuando la magia de la fruta ha desaparecido con la carne de la guaya, cómo puedes escupir en la tierra y cosechar algo hermoso. Sé que pronto me iré, entonces dejemos que haya lugar para los bebedores de café (borra mojada como tierra). Cuando me vaya no le digan a nadie que me he ido.

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L i t e r a t u r a

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Premio Bocas OCM

Naturaleza muerta de una ruina a David Knight Jr. Hay una casa modesta en Huntum’s Ghut, verde, blanca, de dos pisos y sin techo, sus angostas persianas se han ido, una apertura donde el patio estaba, y sólo queda puro aire donde trofeos, libros y fotografías de los niños deberían de estar. Sin embargo, en medio de la ciudad deshecha hay esperanza como retoños verdes que se abren camino a través del escombro y el lodo. Y ahora los pájaros están cantando y giran como papalotes, el sol todavía una estrella, y nosotros todavía estamos aquí: piedras rodeadas de azul. Mi amigo dice buenasnoches, las colinas están oscuras y tranquilas, campos alineados de árboles desnudos como cerillos. Pero esta casa magra, sin techo y destripada, luce su única puerta todavía colgante, acogedora. Desafiante, no se la llevó el viento. NOTA: ambos poemas pertenecen al libro Epiphaneia (Out-Spoken Press, 2019).

Richard Georges (Puerto España, Trinidad y Tobago, 1982), es escritor de ensayos, narrativa y tres libros de poesía: Epiphaneia (Out-Spoken Press, 2019), Gigante (Platypus Press, 2018) y Haz de todos nosotros islas (Shearsman Books, 2017). Su trabajo ha sido publicado en Prelude, Smartish Pace, The Poetry Review, WILDNESS, Wasafiri, The White Review entre otras publicaciones. Además de escribir, es editor y fundador de la revista Moko, así como becario del Instituto Stellenbosch de Estudios Avanzados. Trabaja en educación superior y vive en las Islas Vírgenes Británicas.

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Lía Villava

Yip o'tan: el tejido del corazón Por Lizbeth Peña Técnica en Ciencias de la Comunicación y en Urgencias Médicas, diplomada en tanatología, primer lugar en un concurso de cuento de Día de Muertos (Casa de Cultura de Cancún, 2000) y mención honorífica en el concurso Como el mar que regresa (2004), Lía Villava Alberú compartió en medio de esta contingencia La bordadora de sueños, su más reciente libro donde ha logrado transmitir —desde el dolor, la poesía y la esperanza— sus vivencias en comunidades de Chiapas, vivencias llenas de aprendizajes e historias. Y para transitar por ellas a través de este libro, Lía recomienda en la siguiente entrevista comenzar el viaje “con el corazón abierto y los pies descalzos”.

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orque recuerda diferentes géneros literarios, uno tendería a considerar que La bordadora de sueños experimenta de manera justificable un formato que comparte lazos entre la novela, el relato, la crónica y destellos de una prosa poética muy íntima, muy emotiva. Es en este último sentido que la escritora Sandra Lorenzano señala: "Lía escribe poesía en forma de relatos, historias construidas desde el dolor". A la manera de una breve novela fragmentada compuesta por 71 textos cortos que, a la vez, son independientes, el lector va acompañando así el desarrollo de dos personajes femeninos: la protagonista Itzel y la narradora, cada una con su propia personalidad, cada una con su propia vida interior, que encuentran puentes subterráneos de entendimiento. Cuando nos acerca a la visión de Itzel, conocemos retratos de comunidades indígenas, crónicas de viajes y relatos de prosa poética de este universo; y cuando adoptamos el punto de vista de la mujer de ciudad, vemos textos reflexivos donde la voz narrativa explora su pasado, sus emociones y nostalgias. Publicada en 2016 a través de la editorial Página 6, La bordadora de sueños se ha presentado en espacios como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Y en abril de este año, cuando la editorial propuso convertir esta publicación en digital, la autora decidió ofrecer el libro de manera gratuita una temporada, a fin de poner en manos de sus posibles consumidores este hecho cultural —la lectura— como acompañamiento en esta época complicada. Y el resultado no pudo ser más agradecible. Entre los comentarios de quienes han conocido la obra en esta contingencia provocada por la pandemia del coronavirus, se repite uno que habla de la sensación de paz que dejan los relatos, que, por cierto, pueden leerse ahora desde varias plataformas: Google Books, Amazon, librería El Sótano y Kobo. Lía ha participado en varios talleres de escritura en México y España: con Alicia Ferreira (Surgir, de 1998 a 2015), con Ricardo Yáñez, Julio Hubard, José María Zonta, Gloria Fernández y Jesús Urceloy; actualmente, en un taller de Tokonoma en Cancún, donde la autora reside desde 1986. Sus textos se encuentran en varias revistas y antologías. Y otros se publicarán “cuando los tenga bien hechos”, dice Villava, que sigue escribiendo relatos, además de una novela, “género que admiro, pero que es totalmente nuevo para mí” y que intenta escribir con las bases que recibió en la escuela Fuentetaja, de Madrid, el verano pasado.

Un viaje con el corazón y los pies descalzos Al referirse a su personaje y a su universo, la narradora revela: “En Chilón la conocen como la intérprete de los sueños”. Itzel tiene “una hermosa camisa bordada y un enredo azul con cintas de colores”. Tal como su protagonista, Lía Villava recomienda comenzar este viaje con el corazón y los pies descalzos: “No lleva zapatos, sus pies trabajados rozan la tierra y las estrellas”. Es un camino que puede llegar a ser desgarrador, pero también lleno de esperanza. Itzel se nos presenta y nos deja, como a la narradora, una promesa: “Si te llego a soñar, bordaré tu vida, para que aclares el cargo que tendrás que desempeñar”. También nos invita a reconocernos, a escuchar nuestras emociones. Así le pasó a Lía: «En tseltal, te saludan porque de verdad les interesa:

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«En tsetzal, te saludan porque de verdad les interesa: “¿Cómo amaneció tu corazón?”. Y sus respuestas son variadas, no es solo un “bien” o “mal”. Ahora debo ser honesta conmigo: ¿Mi corazón está dentro o fuera de casa? ¿Cómo está realmente? Para compartirlo con mi hermano, mi hermana».

“¿Cómo amaneció tu corazón?”. Y sus respuestas son variadas, no es solo un “bien” o “mal”. Ahora debo ser honesta conmigo: ¿Mi corazón está dentro o fuera de casa? ¿Cómo está realmente? Para compartirlo con mi hermano, mi hermana». —En el libro Voces de agua (2002), aparecen nueve relatos tuyos, donde ya vemos personajes femeninos que reflexionan sobre sus condiciones de vida, a partir del cuerpo, el viaje y las costumbres. ¿Cómo surgió ese libro? —Éramos cuatro alumnas del taller de Alicia Ferreira. Y fuimos motivadas por Alberto Ruy Sánchez, quien leyó nuestros textos durante una visita que hizo a la Casa de Cultura de Cancún. No solo nos animó a publicarlos, sino que además escribió el prólogo y nos acompañó en las presentaciones en Cancún, en Casa Lamm de la Ciudad de México y en la FIL de Guadalajara (2003). El libro surgió con el apoyo de Fundación Oasis, Universidad del Caribe y Universidad de Guadalajara. —Cuentos tuyos aparecen en Fachadas (2005) y Antología de Escritoras de Quintana Roo (2014), en revistas como Luvina y La Pluma del Ganso; tus poemas, en el libro Poesías de la Pluma (2012). ¿Cómo han sido para ti esas experiencias de publicación colectiva? —Participé en La Pluma del Ganso e hicimos varias lecturas, una en la Casa de la Cultura en Tuxta Gutiérrez (Chiapas), otras en la Ciudad de México. Es muy interesante compartir los textos en vivo con otros autores, conocerlos en persona y crear redes. De las coautoras del libro Voces de Agua, Olinka Ávila ha seguido escribiendo. Haberlo hecho en grupo, nos dio el valor y la complicidad para disfrutar todo el proceso, desde la selección hasta las presentaciones. —¿Cómo fue la evolución de La bordadora de sueños? ¿Que abarcó el antes y después de la publicación? ¿Cómo fueron los acercamientos, el interés de documentar, la escritura misma de esos textos? —Tenía una visión muy limitada. Por eso, los cambios fueron definitivos al visitar las comunidades de Chiapas y al escuchar a su gente. Quedé cautivada con sus historias. La intención fue plasmar sus voces, sus costumbres y lo que iba descubriendo a mi paso; transcribir lo que veía, escuchaba y sentía. Con pocas herramientas literarias, sin embargo, me arriesgué a publicar por la necesidad de compartir la experiencia.

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Eso me hizo sentir más confianza en comunicar todas las voces que necesitaban salir. A la distancia, podría corregir algunos textos, extender otros, pero decido dejarlos tal cual. Personalmente, me falta mucho por aprender. Pero no me arrepiento de nada. Este libro abrió mi corazón y el de más personas, esa fue la finalidad. —Además de las personas que fueron tus intérpretes, tuviste “llaves maestras” que te permitieron entrar realmente a las comunidades. ¿Cómo fue el intercambio que tuviste a raíz de la guía del antropólogo, lingüista y sacerdote jesuita Eugenio Maurer? —Al tener invitaciones por varios lados para ir a Chiapas, sentí que algo me estaba diciendo “tienes que ir”. Una de estas, fue de mi gran amigo Eugenio Maurer: fui de su mano. Así pude acercarme al sentido de comunidad que ellos tienen, que es muy diferente al mío, cómo es que van construyendo este tejido social, donde todos son parte de algo y donde te conectas con otros, de una manera muy honesta, que yo no conocía. Eugenio me preguntaba “¿qué costumbre quieres saber?”. Me daba lecturas y me decía: “estudia”, “no lo estás entendiendo”, “ahora ve y entrevista a esta persona y pregunta esto”. Les preguntaba para saber si mi interpretación era la correcta. De regreso, lo discutía de nuevo con él. —Tu otra guía e invitación llegó desde tu compañero de Cruz Roja, Inti Contreras. Comentabas que, estando de guardia en un evento del Fondo Monetario Internacional (FMI), trabajando como paramédicos, él empezó a contarte sobre las comunidades de Chiapas. —Pensé que el realismo mágico existía, porque ellos lo practicaban. Había leído mucho, pero no era igual. La primera visita fue muy impresionante, porque yo era la extranjera. Me sentaba en las bancas de la iglesia o del pueblo. La gente se acercaba, las niñas, sobre todo, me miraban y se reían. Como a los tres días, me tocaban el pelo, como bicho raro. Luego, me tocaban el brazo y se morían de la risa. Ya después hasta me invitaban a bailar las señoras mayores, en sus costumbres dentro de la iglesia. Cuando les comenté: “escribo y quiero contar sus historias”, aceptaron. Algunas personas no me dejaban tomarles fotografías, para no robarles su alma, pero otras decían que sí, con mucho gusto. Me fueron acercando poco a poco y, al final, ya me sentía parte. Fui bordando


e n t r e v i s t a de varias historias, a veces con intérpretes, a veces hablaban muy bien español, en diferentes lugares. Me invitaron también a una comunidad zapatista, donde uno de ellos me dijo: “solo porque te miro y miro tus ojos y veo que hay verdad, te puedo decir lo que quieres”. Descubrí que existen otras formas de manejarse en la vida. —Uno de tus cuentos que más conmueve es “La mordida”, por lo que ocurrió en Acteal en 1997 y, especialmente, por la cuestión del perdón. —Con la red de apoyo que me fue acompañando, las historias me eligieron. Personas que vivieron o sobrevivieron ciertas situaciones. “La mordida” la hice en Acteal, habían pasado como cuatro años de la matanza. Hay una vibra muy especial ahí, ves hasta las huellas de las balas, con una escultura impresionante (la “Columna de la infamia”, del escultor danés Jens Galschiot). La manera en la que perciben la vida, su resiliencia... Yo no podía creerlo. “En una noche perdiste a tu familia entera, ¿y los perdonaron?”. Empecé a ver que, en realidad, ellas habían perdonado. Fue la lección más grande que recibí, me di cuenta de que eso era realmente lo importante. Me han invitado a las ceremonias conmovedoras que realizan cada año, he ido a varias y sigo pensando que estas comunidades me han enseñado más que cualquier escuela. Una compañera y un compañero de Cruz Roja, que son pareja, fueron de los primeros que llegaron después de lo ocurrido en Acteal. No habían vuelto a hablar de lo que vivieron; fue hasta catártico cuando me contaron. Luego, en las noches, debía reacomodar en mí todas estas emociones, toda esa energía por asimilar, porque tenía la grabación, pero no era lo mismo que la vivencia. Hacerme a un lado, tratar de ser fiel a lo que me decían. Pensando: “si yo fuera Itzel…”. —Tu obra también puede instaurarse en la tradición que recopila saberes, costumbres y tradiciones de las comunidades, donde resalta el lenguaje sencillo y a la vez poético. Por la estética formal de tus textos, a Miguel Ángel Meza le recordaron el tono, el tempo y el lenguaje de autores como Ermilo Abreu Gómez en Canek y Jorge Cocom Pech en Secretos del abuelo. ¿Qué obras te ayudaron en tu escritura? —Uno de mis libros favoritos es El callado dolor de los tzotziles, de Ramón Rubín, creo que fue una gran influencia para intentar hacer algo que transmitiera su cosmovisión. Entre mis autores están Rosario Castellanos, Eduardo Galeano, muchos y muchas más. —En dos relatos de La bordadora de sueños, conocemos el ritual Yip o'tan (engrandecer el corazón)... —Es una celebración donde, una vez reconocida la pena que embarga al hermano o hermana, cada persona se acerca y, con mucho respeto y cuidado, impone sus manos sobre el compañero o compañera y le va diciendo al

Columna de la infamia, del escultor danés Jens Galschiot

oído palabras muy sentidas. La catarsis es inmediata. Todos necesitamos de los demás para armonizar nuestros corazones. Si a las personas que queremos les decimos frases amorosas, les estaremos engrandeciendo el corazón. —Trabajas como enlace de artesanas y artesanos para vender sus productos... —Mi acercamiento fue por el amor al trabajo artesanal de México. Hace más de treinta años, tuve una tienda de arte popular en Acapulco y me relacionaba con los y las artesanas. Tengo contactos valiosísimos. Después, en 2014, también empecé a trabajar con la Cooperativa. Es un grupo de ocho mujeres que están aquí en Quintana Roo, en Los Juárez, al lado de Leona Vicario. Fabrican productos de higiene para los hoteles. La base es miel de Melipona, una abeja de la región que ellas cuidan y conservan con la tradición ancestral de los mayas. En mi vida, hay una Itzel que me acompaña y es muchas mujeres a la vez. Tropo Nota: Agradezco a mis alumnas del taller de Cráter. Esta entrevista fue posible por ellas. Gracias por su apoyo, especialmente, a Estefanía Alvarado, Rocío Escorcia y Raúl Balbuena.

Lizbeth Peña (1987). Becaria en el Festival de Literatura Interfaz-ISSSTE (2014) y en el Festival Internacional de Escritores y Literatura en San Miguel de Allende (2019). Diplomada en enseñanza en escritura creativa. Dirige Tokonoma, coordina La Tlacuila y fundó Brujas Literarias. Recientemente, fue seleccionada para tomar un diplomado de creación literaria (INBAL), cursos sobre literatura escrita por mujeres (UNAM) y un taller de minificción y prosa poética con Sylvia Zéleny.ww

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en la pandemia

Fotografía: Norma Ordieres.

La erótica en tiempos de COVID 19 Por Vanesa González-Rizzo Krasniansky No es difícil hablar de los afectos. En el confinamiento, los afectos están constantemente a flor de piel. Las emociones se muestran como avalanchas que no cesan de rodar. Dependerá del día y la circunstancia específica para sentir mucho miedo, fragilidad, incluso euforia. Pero la tristeza es una de las emociones más nombradas en la época de la pandemia.

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“Me desnudo mostrando el Gran Miedo de no llegar a la toma de la libertad.” Kyra Galván

odemos ser personas solas en un mundo hiperconectado, podemos querer conectarnos, digitalizarnos en un mundo que nos deja profundamente solas, porque ya lo estábamos. La “sana distancia” ha podido evidenciar la “enferma distancia” que hemos mantenido en esto que llamamos normalidad. Es la enferma distancia que sienten las y los niños y jóvenes indígenas para tomar una clase sin contar con computadoras, la que siente la señora que todos los días viaja en metro para lograr llevar algo de comer a su familia, la que sufre la mujer al estar encerrada con su agresor en una cuarentena, la mujer a la que le salen mal las cuentas, porque de cuarenta no tiene nada. Es la enferma distancia que cada día hemos establecido con quienes viven en la calle, quienes no gozan del privilegio del espacio seguro. La desigualdad y marginación de las y los de siempre que muestran que esta pandemia, como la vida anterior a ella, no es democrática ni nos impacta a todas y todos por igual. Pero parece que la enferma distancia ya no nos incomoda, pues tal vez hemos aceitado muy bien ese mecanismo que nos permite negar lo que vemos y sabemos que se vive. Los cuerpos y las pieles también han sido pensados y sentidos en tiempos del coronavirus. Hay personas que tuvieron la fortuna de aislarse con sus parejas. Para otras, ese fue justo su calvario. Pero ¿cómo será el encuentro con otro cuerpo para alguien que la ha pasado solo, cómo volveremos a encontrarnos? Parece que la pandemia nos lleva a nuevos desafíos, tocarnos piel a piel, sin metáforas y con los poros sintiendo el cuerpo ajeno es algo que hoy se teme. Muchas personas que están solas se preguntan cómo lograrán tener pareja, cómo encontrarse para el placer. En este mundo en el que la vida sexual ha cambiado muy rápidamente a partir del uso de anticonceptivos, los encuentros carnales no implicaban la reproducción ni largas relaciones. La posibilidad que socialmente hemos brindado al repensar las eróticas, hacen que deseo, amor y goce se resignifiquen actualmente. Hay diversas plataformas digitales que favorecen los encuentros con otros cuerpos para sentir placer sexual y las fantasías pueden dejar de serlo con mayor apertura. No es difícil encontrar parejas swingers, fiestas con orgías, deseos peculiares satisfechos a latigazos… Pero en la realidad de ahora un fantasma nos recorre: esa mano, ese cuerpo, esos fluidos

pueden tener coronavirus y no hay condón que pueda salvarnos. Las superficies de nuestros cuerpos son los huéspedes perfectos para el placer y la muerte. Se agolpan los temores, se ensayan látex, se proponen baños muy jabonosos antes de tocarse, encuentros con tapabocas, nada que salpique. ¿Y el tacto? Ese sentido tan propio, ese que nos toca al tocar, ¿se transformará? Ya Bataille nos decía que el erotismo es considerado una experiencia vinculada a la vida, no como objeto de una ciencia, sino como objeto de la pasión o, más profundamente, como objeto de la contemplación poética.1 Desde ahora las narrativas que se nos imponen nos hacen cambiar de posiciones. El “distanciamiento social” y la “sana distancia” junto con el “lávate las manos” y “quédate en casa” tienen un impacto en los cuerpos. Nuestro lenguaje ha cambiado y el encuentro con otras personas también. Al tener la mitad del rostro tapado, buscamos reconocernos desde otros lugares. Los ojos no alcanzan, los cuerpos se miran distinto, no se tocan, hay distancia. Crear un nuevo vínculo íntimo resulta difícil, pues implica un riesgo. Incluso uno que tan solo invite a tocarse por la superficie y termine en esa “muerte chiquita” que nos llena de vida. La fragilidad de los cuerpos en estos tiempos tiene nuevas dimensiones. Aparentemente sabemos mucho sobre el virus, pero nos damos cuenta que siempre tiene novedades. El coronavirus actúa de manera poco clara en cada ser. Nuestra vulnerabilidad dependerá de condiciones previas de salud, pero también hemos sabido de casos letales a pesar de la supuesta sanidad. Lo que nos queda claro es que nadie es inmune y que la fragilidad no sólo se expresa en el cuerpo físico, pues nuestras emociones han sido tomadas. Aunque no vivamos con el virus, estamos siempre con él. Es el miedo el que quizá nos coloca en un lugar de mayor fragilidad y también es quizá el sentimiento que nos acompaña a todas y a todos, a cada quién de manera específica y por circunstancias propias: miedo a enfermarse, miedo a morir, miedo a no tener trabajo, miedo al que se tiene en frente. También es el miedo el que históricamente se convoca desde el poder. Ya el célebre Foucault nos advirtió cómo el miedo está presente en diversos acontecimientos históricos. María Inés García Canal, quien hizo un recorrido por el miedo en la reflexión del autor, señala: “El miedo forma parte del orden imaginario que acompaña a los sujetos y a la sociedad, que marca, señala y prefigura su hacer y pensar; actúa como conciencia práctica 2 y se expresa, más que en palabras, en gestos: de separación, de exclusión, de aniquilamiento; provoca y produce mecanismos de control y de defensa; apela al resguardo de los cuerpos, a la neutralización de las amenazas.” 3

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¿Cuál será la neutralización de las amenazas que pueda tranquilizar el miedo al encuentro cuerpo a cuerpo? ¿Existirá alguna? Hay riesgos, siempre los hay y en estos momentos sólo quienes asuman ciertos riesgos podrán tocarse. La revuelta implicará girar, dar vuelta a algo que se ha instalado no sólo en el Imaginario, también en el Real de nuestras vidas. El control que el miedo instala nos paraliza, nos confina y socava sentires vitales en el ser humano. Habremos de encontrar una manera para liberarnos y poder vivir, para encontrarnos en la intimidad con otras personas. Quizá el amar en tiempos de coronavirus y las eróticas que de él devienen lleven a grupos a generar resistencias específicas. Quizá quien se permita un encuentro con otro cuerpo esté en un acto de resistencia contra ese fantasma miedoso que nos acecha. Es posible que nos encontremos con que el acto revolucionario sea el acto sexual, en el que se gesta una batalla con los miedos íntimos además de con los virus. ¿Se realizarán tocamientos masivos? O, al contrario, ¿lo radical devendrá en un acto de profunda soledad? ¿No tocarse y no ser tocado hasta la extinción?

Muy probablemente no podremos tocarnos en otros niveles y las periferias, junto con sus habitantes, permanecerán en la distancia. Hay virus que nos corroen de tal manera que ni nos animamos a cuestionar nuestra participación como agentes patógenos. Las preguntas sobre lo que devendrá en las eróticas se acumulan. ¿Estaremos en el inicio de una nueva forma de gozar? ¿Habrá nuevos códigos en los encuentros desnudos? ¿El arte de amar se transformará? A lo que no podremos renunciar es a tocarnos, aunque se nos vaya la vida en eso. Tropo

Vanesa González-Rizzo Krasniansky. Psicoanalista con experiencia clínica en el tratamiento de bebés, niños, adolescentes y adultos. Fundadora en 2005 del Espacio de Desarrollo Infantil e Intervención Temprana (EDIIT) en la Ciudad de México. Miembro de la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo y la Psicosis Infantil (AMERPI), integrante de la Asociación Mundial para la Observación de Lactantes. Ha sido docente en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, la Universidad La Salle Cancún, y la Universidad Marista de Mérida, entre otras instituciones. vanegori@gmail.com

Bataille, Georges. El erotismo, México, Ed. Tusquets, [1957] 2005. La conciencia práctica de la locura, en el siglo XVIII, es la productora del gesto de separación del loco y se impone como una realidad concreta, como una elección inevitable; guarda la certidumbre que la locura debe reducirse al silencio por ser una amenaza al orden; por tanto, funciona como los ritos inmemoriales de una conjuración. Heredera, a su vez, de los grandes horrores y miedos ancestrales, “esta forma de conciencia es, al mismo tiempo, la más y la menos histórica; se da a cada instante como reacción inmediata de defensa, pero esta defensa no hace más que reactivar las viejas obsesiones del horror” […] “Retoma […] los viejos ritos mudos que purifican y vigorizan las conciencias oscuras de la comunidad; envuelve con ellas toda una historia que no se nombra [..]”. Historia de la locura en la época clásica, t. I, F.C.E., México 1976, pp. 260-261. (Nota en la cita). 3 García Canal, María Inés, EXITBOOK Revista Semestral de Libros de Arte y Cultura Visual, Nº 13, 2010. “Miedo, Realidad y Ficción”, editado por Olivares y Asoc. S. L., Madrid, España. 1

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Ilustración: Laura Wächter. Tomado de wikiblues.

Eros y la relación de pareja en el confinamiento Por Arazú Cortés

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l hombre es un animal de conquista, ¿quién quiere conquistar lo ya conquistado?”. Así pone en cuestionamiento Esther Perel la necesidad del ser humano de apostar por la seguridad cuando se está en una relación de pareja, una seguridad que a la larga mata la pasión y con ello desaparece el Eros. En su libro Inteligencia erótica, la autora nos invita a pensar en formas de introducir riesgo en la seguridad, misterio en lo familiar e innovación en lo duradero. El desafío de las parejas modernas, según esta psicoterapeuta especialista en terapias familiares y de pareja, radica en conciliar la necesidad de lo seguro y predecible con el deseo de buscar lo excitante, misterioso y sorprendente. Así, es importante asumirnos como animales con instintos —y uno de ellos es el sexual— y con la naturaleza de

conquistadores y conquistados como ley de sobrevivencia. El instinto no se puede romantizar y tampoco encerrar y controlar. Es parte fundamental para mantener el fuego de la creatividad, abundancia, sobrevivencia y pertenencia a la tribu. El Eros se alimenta de lo novedoso, de la adrenalina que produce el proceso de conquista. Por supuesto, amor y erotismo no es lo mismo. El amor busca cercanía, pero el deseo necesita distancia. Decirle a alguien “te conozco como la palma de mi mano” envuelve una gran utopía e inicia el camino del hartazgo y el aburrimiento en la relación. Si se conoce a alguien así —“como la palma de mi mano”—, ya no hay nada más que descubrir y conquistar, aunque la presunción de tal certeza nos haga sentir mucha seguridad. El hombre ha confundido el amor con la pérdida de la individualidad y ha creado generalmente relaciones codependientes. El espacio físico ayuda a delimitar el espacio individual. Y cuando vivimos juntos generalmente acabamos por olvidar el derecho a ser seres independientes y libres,

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como si con el compromiso estuviera implícita la pérdida de la libertad. Vivir en una celda —aunque sea de oro— al principio puede experimentarse como un nido muy deseado que nos hace sentir seguros. Pero más tarde nos producirá ahogo, ganas de huir y anhelo de encontrar la manera de escapar, de recuperar la privacidad, de vivir nuevas sensaciones, historias que abran puertas y ventanas. Y es que el deseo se resiste al encierro, a la posesión; el compromiso no puede ni debe absorber la libertad. El erotismo despierta, regresa con la adrenalina que genera esa posibilidad. La pasión está en el acto de hacerlo y ya no más en la relación. Más bien, la relación planteada desde ese territorio ayuda a generar el Eros, la conquista de la libertad en la acción misma de salir. Porque el erotismo implica un riesgo. Es curioso que mientras más intimidad hay, menos sexo se tiene. La relación íntima se va tornando en amistad, con mucha cercanía. Se ha convertido en amor pero el fuego comienza a desaparecer. Creemos que la pareja es la responsable de esa falta de excitación, o se la atribuimos quizá al rol de padres o al trabajo o al dinero. No vemos que elegimos la comodidad y la seguridad versus el riesgo que toma el explorador, el que conquista, el que rompe patrones y abandona creencias, atraviesa moralismos y prueba nuevas formas y visiones jamás imaginadas. Cuando ya no hay energía para la conquista ni para tomar riesgos en el ámbito de pareja, estoy dejando morir el Eros en mí. Estoy renunciando a romper mi “ilusión por la seguridad”. Estoy estancando la energía, la estoy matando. Es cuando comienzo a proyectar la poca atracción, la falta de motivación, el aburrimiento y la muerte de la pasión en el otro, a quien culpo, juzgo, comparo y rechazo por lo que no hace por y para mí. Asimismo, salir a conquistar continuamente nuevos paisajes —lo que para algunos es un territorio seguro— también mata la energía. Porque esa manera frenética de picar de flor en flor es la forma de evitar exponer el corazón. Viene de la creencia de ser lastimado si se conserva una sola relación, en la que se puede ser abandonado ya sea por no sentirse suficiente, o por creer no merecer. O

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en la que se teme ser traicionado. Esta persona nunca se va a sentir plena: temerá el terror a tocar el vacío que deja quien se va, o a padecer el dolor de la ausencia cuando el ser amado parte. Aquí lo que se muestra es avaricia de compartirse y miedo a perderse. Proust dice que “el verdadero viaje del descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en ver la vida con nuevos ojos.” Entonces, el riesgo para este grupo de personas sería poder ver la vida con otros ojos, elegir formas desconocidas o impensables y comprometerse, sostenerse y generar la incertidumbre de la conquista de una manera diferente a la acostumbrada. Ahora, en tiempos de la pandemia, muchas parejas que han tenido que vivir juntas, han sufrido grandes heridas y han abierto cicatrices que duelen profundamente. Porque suelen confundir el amor y la intimidad con fusión, con pérdida de individualidad. ¡Dejó de existir el tú y el yo y se volvió sólo un nosotros! Comienza entonces la sensación de pérdida de uno mismo, el derecho a proteger las fronteras, la privacidad. Y eso despierta enojo, frustración e impotencia. La necesidad de vivir en comunidad no debe satisfacerse al precio de perdernos por estar en compañía. ¡Amar no es borrar fronteras y ser un nosotros! Es siempre ser individuos que eligen acompañar y dejarse acompañar, compartirse pero no fundirse. En el confinamiento no hay espacios físicos ni fronteras que delimiten el territorio personal, no hay un respeto a la individualidad, a la privacidad. Aquí, parecería que solo hay dos territorios unidos sin puentes que marquen las fronteras. Pero mantener los puentes en función, ayuda a recordar que, al cruzarlos, estamos entrando o saliendo de propiedad privada. Esto nos permite cruzarlos con


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permiso y respeto. Y en ese cruce, ocurren los riesgos, la incertidumbre y, por ende, la posibilidad de conquista. En ese espacio desconocido ocurre un sinfín de posibilidades. El precio implica tomar riesgos. Solo así Eros estará despierto y la pasión encendida: hay mucho que conquistar, muchos rincones que explorar, el juego lo mantiene a uno en la vida, la relación se mantiene fresca, novedosa y con muchas experiencias para sorprender a ambos. Entonces me hago responsable de cuidar y mantener la vida en mi territorio para poder habitarme y dejarme visitar, para poder ofrecer un bello lugar cuando deje entrar al otro y así llevarle flores de mi propio huerto cuando me invite a visitarlo. Lo importante es cultivar la intimidad respetando la privacidad. La clave es alternar la unidad y la individualidad. Se ha olvidado que la sexualidad es el fuego, la hoguera que mantiene encendida la llama y el calor de mi tierra. Es responsabilidad de uno mismo mantenerlo encendido, no del otro. Yo soy la única persona responsable de mantenerlo con piedras calientes, poniendo leños recolectados de experiencias personales y soplar con el movimiento de la vida, aprovechando los vientos y también respirando la calma antes del siguiente instante. Permítete la exploración y la conquista de tu cuerpo a través de las sensaciones, conviértete en un explorador de cada rincón, confía en la corriente eléctrica que genera el toque de tus manos en tu piel. Si me conquisto, si me reconozco, si confío y me suelto al flujo de la energía, entonces podré invitar al otro a explorar juntos esta parcela donde se ha sembrado la pasión. Muchas parejas separadas por la pandemia han podido mantener la individualidad. El espacio físico distante les ha ayudado a recordar que cada uno ocupa su pro-

pio territorio, y muchas de ellas se han dejado tomar por el fuego que se mantiene encendido debido a la incertidumbre que genera la distancia. El Eros se ha mantenido despierto y han experimentado la posibilidad de la conexión cibernética a todos los niveles. Otras parejas, sin embargo, no se permitieron vivir el erotismo que la distancia genera, y han terminado. Se han dejado porque no alcanzó la energía del corazón para mantener encendida la relación. Otras más vivieron el anhelo del reencuentro como el combustible del Eros y han logrado mantenerse como compañeros de aventura y han sobrevivido a la separación por tiempo largo. La energía del corazón es pasiva, es suave, íntima, y necesita el fuego de la pasión para mantenerse latiendo fuerte. El fuego es el instinto animal, es el arraigo, es la hoguera que genera la creatividad, la abundancia y la pertenencia. En ese sentido, la práctica sexual a través de la cibernética es una herramienta maravillosa. Es atreverse a jugar y en el juego hay libertad y espontaneidad. Permite que cada uno pueda hacerse cargo de explorarse, de conquistar su territorio y llevarse al orgasmo, acompañándose y manteniendo encendido el fuego que alimenta la pasión. El erotismo del sexo cibernético hace que las parejas se mantengan conectadas, deseando y anhelando el encuentro. La distancia apoya la individualidad y la responsabilidad de autoexplorarse y conquistarse. Vivir juntos en pareja es un regalo y el mayor reto, pero necesita de una conquista día a día de uno mismo, de ser valiente y no dejarse vencer por los patrones, creencias, comodidad y miedos. Vivir en pareja compartiendo el mismo ámbito o vivir separados en diferentes espacios son decisiones personales y una no es mejor que la otra. Ambas son muy válidas. Lo importante es que la relación de pareja tenga una buena y larga vida. Libertad y compromiso: ¡esa es la fórmula! Tropo

Arazú Cortés Padilla. Psicoterapeuta corporal Core Energetics

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Parque Cancún El Parque Cancún, es una idea altruista de un grupo de inversionistas de iniciativa privada, que formaron junto con autoridades federales (SEMARNAT, CONANP, SECTUR y FONATUR), estatales (SEDETUR) y municipales, un fideicomiso para realizar un parque gratuito para la comunidad de Cancún, para el estado de Quintana Roo y para visitantes de México y el mundo.


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arque público con acceso gratuito, está concebido, para ir desarrollando espacios de esparcimiento, culturales, deportivos y de descanso en general, pensando en familias, grupos y personas. En este parque, aparte de las áreas de vialidad

y servicios, se han realizado dos áreas que estarán abiertas al público desde su inauguración. I.- Un área de recreación y descanso que con-

siste de un auditorio abierto, palapas para descanso y almuerzo, juegos infantiles, baños, jardines y acceso al jardín vivero de la ciudad de Cancún. II.- Dos jardines culturales, con palapa y jardín de acceso. 1.- El jardín de la evolución:

234 hectáreas, 15% áreas recreativas, 85% zonas de conservación y reforestación.

El jardín consta de 15 paneles que narran la evolución del universo y la humanidad, desde su inicio con el big bang hasta nuestros días. 2.- El jardín de la meditación: Este jardín consta de la representación de 6 de las religiones más conocidas en el mundo y un recuadro central, que resume una enseñanza que conllevan todas las religiones. Estos jardines, se complementan con un mapamundi hecho en

El primer tiradero de basura convirtiéndose en un hermoso parque público. ¨De pasivo ambiental a activo social¨.

mármol recortado, una manifestación simplificada del sistema solar y áreas de esparcimiento y meditación. El objetivo de estos jardines, es el motivar el desarrollo de la consciencia, de cómo el ser humano aparece en el mundo, en qué momento y cómo evolucionó en él y el hecho de que sin importar a qué religión pertenecemos, el objetivo de permanecer en este mundo, se centra en ser solidarios unos con otros, pues todos estamos confinados en el mismo espacio llamado tierra y con él hemos de permanecer unidos e integrados, si queremos pertenecer a una raza humana superior en el sentido de valores y compartir los beneficios que la misma nos brinda. Comprender nuestro pasado, nuestro origen, nuestra evolución y la razón de nuestras aparentes diferencias, nos permitirá aceptar al otro como a nosotros mismos, comprender que este mundo cambiante y que se fundamenta en un intercambio energético permanente, que segundo a segundo, día con día, año con año y siglo con siglo, cambia, se modifica y evoluciona, como lo hacemos los seres humanos, y la necesidad que tenemos de estar unidos para irnos adaptando y evolucionando con todo el universo que nos rodea, compartiendo sus beneficios y sus riesgos, productos de un cambio permanente, es la única forma de sobrevivir como espacio, en este universo cambiante, el cual, día a día, nos revela más y más la inmensidad de secretos que posee y que estamos en los albores de poder conocerlos mejor. Ing. Marcos Constandse Madrazo.



BLVD. LUIS D. COLOSIO

DISTRIBUIDOR VIAL

ACCESO NORTE

AV. TULUM

AV. BONAMPAK

MIRADOR CÓSMICO ÁREA DE ALIMENTOS Y BEBIDAS UNIDADES DE MANEJO AMBIENTAL FLORA Y FAUNA

MUSEO BIODIVERSIDAD ACCESO SUR SKATEPARK

CANCHAS

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CICLOVÍA Y ANDADOR

FORO ABIERTO

JARDINES EVOLUCIÓN Y MEDITACIÓN

OFICINAS REGIONALES SEMARNAT-CONANP-PROFEPA JARDINES RECREATIVOS - EDUCATIVOS

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DEPORTIVAS

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CICLOVÍA Y ANDADOR

GIMNASIO AL AIRE LIBRE

SENDERO ELEVADO DIRECCIÓN MALECÓN

ACCESO ANDADOR Y CICLOVÍA MIRADOR HUMEDALES


eros y distopia en la pandemia

El “mundo feliz” que nos dejó ciegos Por Macarena Huicochea

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uchas películas de ficción nos hacían pensar en la lejana posibilidad de un colapso mundial. Un colapso ante el cual todos los referentes se derrumbarían, poniendo en riesgo a la sociedad y el orden establecido. Y la literatura también nos había develado el apocalíptico día en que nuestro mundo (aparentemente estable) nos mostraría el rostro oculto, monstruoso y absurdo de lo que se enmascara tras los escenarios de la civilización. La imaginación de escritores cómo Aldoux Huxley, Ray Bradbury o José Saramago (por citar sólo algunos) quizá no parezca tan fantástica o ficticia ahora al confrontarla con la devastación social e ideológica que ha desenmascarado la pandemia: “—Sólo de un Epsilon puede esperarse que haga sacrificios Epsilon, por la sencilla razón de que para él no son sacrificios; se hallan en la línea de menor resistencia. Su condicionamiento ha tendido unos rieles por los cuales debe correr. No puede evitarlo; está condenado a ello de antemano. Aún después de su decantación permanece dentro de un frasco: un frasco invisible, de fijaciones infantiles y embrionarias. Claro que todos nosotros — prosiguió el Interventor, meditabundo— vivimos en el interior de un frasco”. (De Un mundo feliz).

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“Tranquilidad, Montag. Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado, o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralos de datos no combustibles, lánzales encima tantos «hechos» que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un mural de televisión y volver a armarlo luego, y, en la actualidad, la mayoría de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trata de medir, calibrar y sopesar el Universo, que no puede ser medido ni sopesado sin que un hombre se sienta bestial y solitario”. (De Fahrenheit 451). “Los ciegos avanzaron como arcángeles envueltos en su propio resplandor, se lanzaron contra el obstáculo con los hierros en alto, como habían sido instruidos, pero las camas no se movieron, cierto es que las fuerzas de estos fuertes apenas superarían las de los débiles que venían detrás, que apenas podían ya con las lanzas, como alguien que llevó una cruz a cuestas y ahora tiene que esperar que lo suban a ella. El silencio había acabado, gritaban los de fuera, comenzaron los de dentro a gritar,


eros y distopia en la pandemia

probablemente nadie hasta hoy habrá notado qué terribles son los gritos de los ciegos, parece que están gritando sin saber por qué, queremos decirles que se callen y acabamos gritando nosotros también, sólo nos falta ser ciegos, pero ya llegará”. (De Ensayo sobre la ceguera). Estos fragmentos muestran que el arte siempre nos obliga a enfrentar nuestra sombra y a descubrir tarde o temprano el aterrador reflejo de nuestro verdadero rostro, que es tan difícil de aceptar y reconocer ante el espejo de la realidad que hemos construido y que, de tan distorsionado, nos parece irreconocible. En medio de una pandemia —en la que muchos considerarán banales los esfuerzos del arte y la cultura—, el rompimiento de los espejismos políticos y económicos (y su apariencia de control y estabilidad) nos quita los disfraces, dejándonos desnudos ante la inmensa vulnerabilidad de nuestra existencia. La historia de nuestra especie es una narrativa de desamparo y vulnerabilidad que, por siglos, nos ha hecho sentir expulsados y desconectados de la naturaleza, de la divinidad e, incluso, de nuestra propia especie y de nosotros mismos. Tal vez por ello hemos tratado de encontrar en la tecnología y en el poder económico un sucedáneo a la libertad verdadera, con lo cual pretendemos compensar nuestra incertidumbre ante el mundo y la vida. Pero ahora, condenados por nuestros propios miedos a una prisión voluntaria, descubrimos “las otras cárceles” en las que estábamos presos y no nos habíamos dado cuenta, hasta que el confinamiento nos puso frente al sinsentido de nuestras prisas, de la falta de contacto con quienes nos rodean, del profundo desconocimiento de nosotros mismos y de las múltiples mentiras políticas y económicas que nos hacían dar por hecho la “seguridad social”, la dependencia a un empleo “seguro” y, sobre todo, casi nos habían convencido de nuestra “superioridad” y “control” sobre la naturaleza. “Rey de la creación”, “Homo Sapiens”, “imagen y semejanza de la divinidad” son algunos de los nombres que nos hemos dado, creando imperios, ejércitos e ideologías que, al paso del tiempo, terminan ocultas bajo toneladas de materia orgánica, insectos, hierbas y animales que se multiplican, encima de lo que alguna vez fueron majestuosas construcciones y que hoy son solamente ruinas de una historia cientos de veces repetida. En los albores del siglo XXI, una pandemia viene a despertar nuestros miedos ancestrales a la muerte y a criaturas “invisibles” que acechan por todos lados, transformando muchos de nuestros sueños en pesadillas que nos

llevan a descubrir que nuestras certezas eran producto de una mirada superficial y sesgada, que ahora nos tiene al borde de un precipicio: el de la permanencia de nuestra civilización y nuestra especie. Este abismo ya había sido anunciado por artistas y pensadores que advertían del riesgo de estar construyendo una historia de terror colectiva… sin darnos cuenta. Y entonces, la ciencia ficción se transforma en la ficción de la ciencia, que nos habla de virus creados en laboratorios para ser usados como armas biológicas; de laboratorios que se pelean por obtener las patentes de una medicina que salvará a quienes puedan pagarla. Y nos dejan completamente vulnerables, expuestos y atemorizados ante un enemigo que ostenta una corona y reina por encima de los gobiernos del mundo. Medios de comunicación, gobiernos, instituciones e intereses corporativos de las farmacéuticas (e incluso “ocultos planes de un nuevo orden mundial”) lanzan versiones contradictorias respecto al origen o posible cura de una enfermedad sobre la que realmente poco se sabe con certeza. Sin embargo, el mundo y las bolsas de valores especulan con el miedo, mientras la incertidumbre nos mantiene presos en nuestros propios hogares; y la única certeza que poseemos es la de que somos incapaces de comprender lo que realmente sucede y, menos aún, lo que pasará después. Y no resulta extraño que busquemos un enemigo, un culpable, un sentido o una explicación que nos permita evadir tanto desconcierto, en un afán por liberarnos de la sensación de fragilidad y sin sentido de todo esto. Pero, sin duda alguna, el rostro del ser humano en la cumbre de la evolución se quiebra ante el espejo, y el discurso desgastado acerca de nuestros logros queda vacío y ya no nos refleja, pues se ha convertido en una cuenca hacia la oscuridad que nos habita. De pronto, nos descubrimos como el hámster que corre dentro de su rueda sin llegar hacia ningún lado. Y el confinamiento nos enfrenta a una pareja y una familia desconocidas; a un nosotros mismos que tiene que afrontar la impotencia y la falta de control sobre el mundo que antes parecía estable y predecible. El trabajo, el consumismo, las diversiones y otros tantos soma1 —a todo lo que solíamos llamar “vida normal”— desaparecen de pronto ante el poder de algo microscópico llamado coronavirus que es capaz de esclavizar a nuestras células y enfermarnos… un minúsculo e insignificante paquete de ADN que derrumbó la economía mundial y todo lo que considerábamos los cimientos de nuestra vida normal, poniendo a temblar el poder de los sistemas financieros, las instituciones, libertades, derechos y hasta el futuro de la especie.

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eros y distopia en la pandemia

(...) tal vez tendremos que aprender que la vida es un estado de permanente contingencia que nos obliga a cambiar constantemente, a adaptarnos y evolucionar, superando patrones de vida y mentales que responden a verdades a medias y realidades artificiales...

Tal vez sea tiempo de asumir (con valentía) ese Mundo feliz que nos refleja en la obra de Huxley; de mirarnos en el Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, y de reconocer el peligro en el que se encuentra nuestro destino cuando el mundo se deja en manos de “bomberos” de las ciencias que prefieren hacer “que arda” el conocimiento antes de que ilumine las mentes y miradas de la gente, como en Fahrenheit 451, de Bradbury. Sin duda nos está tocando vivir tiempos difíciles, que ponen en evidencia la necesidad de aceptar y trabajar en nuestras fragilidades, de reconocer que somos más vulnerables y dependientes de lo que nos gustaría aceptar, y de que no es verdad que tenemos todas las respuestas, o de que las que existen (y creíamos absolutas) han dejado de funcionar, y que ahora tendremos que hacernos nuevas preguntas; aceptar soluciones disruptivas que nos obligaran a salir de nuestra zona de confort. La realidad nos exige reconstruirnos. Atrevernos a ver el mundo, la vida y a nosotros mismos con una mirada diferente, dispuesta a ampliar sus horizontes y a aceptar la posibilidad de fallar muchas veces, antes que volver a engañarnos con la absurda idea de que la vida se quedará quieta en la jaula que le impongamos, aplaudiéndonos por nuestros logros y dejándonos creer que la hemos dominado por completo. En una nota de la BBC titulada Cómo los virus nos han ayudado a convertirnos en lo que somos hoy, se informa de un estudio de la Universidad de Stanford, California, que revela la extensión del impacto de los virus sobre la evolución de los humanos y otros mamíferos. “Cuando ocurre una pandemia o una epidemia en algún momento de la evolución —se lee en la nota—, la población que es atacada por el virus se adapta o se extingue. Eso lo sabíamos pero lo que realmente nos sorprendió es la fuerza y claridad del patrón que encontramos", explicó el director del estudio, David Enard, de la Universidad de Stanford. "Esta es la primera vez que se demuestra que los virus han tenido un impacto tan fuerte en la adaptación".

“Uno de los datos más sorprendentes, según los investigadores, es que 30% de todas las adaptaciones proteínicas sucedidas desde que los humanos se separaron de los chimpancés han sido impulsadas por virus”. Así es que tal vez tendremos que aprender que la vida es un estado de permanente contingencia que nos obliga a cambiar constantemente, a adaptarnos y evolucionar, superando patrones de vida y mentales que responden a verdades a medias y realidades artificiales que habrá que deconstruir para que sean más eficaces. Porque, a “ciencia cierta”, tal vez no nos vendría mal entender que los virus han estado ahí antes que nosotros y seguirán en el mundo cuando nos hayamos extinguido; que juegan un papel importante en la evolución y que nada resulta tan absurdo como pretender que el mundo y la vida sean como queremos porque, tal vez, seamos nosotros los que tengamos que empezar a aceptar que realmente formamos parte de algo más grande que una persona, una familia, un país. Y que mientras no entendamos cómo funciona la vida y la naturaleza que la sostiene, seguiremos perdidos, expulsados, prisioneros y ciegos, creando falsos mundos felices y sin entender jamás que podríamos estar “incendiando” nuestro destino. T ropo

Macarena Huicochea. Estudió Letras, Psicología y Ciencias humanas. Autora de Blasfematorio (Colección Becarios del Centro Toluqueño de Escritores) y La Caricia de la Esfinge (Biblioteca del Bicentenario del Instituto Mexiquense de Cultura). Umbrales (Consejo Editorial del Estado de México) reúne sus dos libros anteriores y algunos cuentos publicados en revistas e incluso inéditos. En el IMC se desempeñó como Coordinadora de Difusión Cultural, jefe del Departamento Editorial, y subdirectora de la revista Castálida. Fundadora y directora de Casas de Cultura en el Estado de México. Se ha desempeñado como guionista, conductora y productora de programas de radio y televisión.

En Un mundo feliz, de Aldous Huxley, se describe el soma como una droga que permite evadir la realidad y no cuestionar nada mientras el gobierno se encarga de repartir la sustancia a los ciudadanos, a fin de controlar las emociones “incomodas” y poder mantenerlos controlados y contentos para no poner en peligro la estabilidad de ese mundo feliz: “medio gramo para una jornada de asueto, un gramo para fin de semana, dos gramos para viaje al bello Oriente, tres para una oscura eternidad en la Luna (…) La droga se encuentra en cualquier producto: helados de soma, agua con soma, solución de cafeína (café) con soma(… ) Vacaciones de soma para mejorar el ánimo… 1

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eros y distopia en la pandemia

Partículas en el aire (una distopía) Por Miguel Ignacio Miranda

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l virus pasó de ser COVID diecinueve a veinte, luego a veintiuno y así sucesivamente hasta llegar a mutaciones infinitas de siglas y números que cambiaban de manera mecánica, según el año y cantidad de muertos. Su nombre dejó de ser importante cuando el mundo comprendió que era imborrable y que, por su culpa, había cambiado la historia de todo. La población que sobrevivió a la primera oleada se acostumbró a no salir de sus casas, a sobrellevar la muerte y a vivir en la vorágine de una pandemia eterna. El mundo cambió tanto en tan poco tiempo que los gobiernos se derrumbaron, el petróleo dejó de ser importante y el dinero nunca más se vio en metálico: solo quedó el recuerdo nostálgico de los billetes y la calderilla, puesto que la transacción fue completamente virtual; las criptomonedas dejaron de ser crípticas y la negociación del trueque primario y cibernético se hizo de curso legal. Los autos se convirtieron en cacharros donde las señoras sembraban tiestos llenos de flores y en los veranos subían las fotos a internet en concursos internacionales. Los drones y otros artilugios voladores llevaban los insumos a las casas e impresoras de tercera dimensión evolucionaron a su cuarta y quinta generación, propiciando que el ama de casa produjera su

propia batidora para panqués y luego de un tiempo, cuando la emoción del pastelillo horneado desaparecía, la podía reutilizar como tortilladora automática. La muerte se convirtió en un inconveniente natural. Se suspendieron los sepelios y desaparecieron las agencias funerarias, los ataúdes fueron proscritos y la industria tanatológica viró al empacado del muerto en petate: cuando un ciudadano fallecía, se contrataba diversa índole de servicios que iban desde petates naturales, hechos a mano y carísimos, hasta patrones generados en la propia impresora tresdé del usuario. Posteriormente, el cuerpo era recogido por un dron-crematorio que esparcía las cenizas en algún repositorio destinado para tal efecto, el cual era decidido por los dolientes que lo designaban según su presupuesto (los había tradicionales y básicos). Repositorios a las afueras de las ciudades donde las cenizas comunitarias se convertían en composta mejorada como alimento para la industria ganadera que aún quedaba, o repositorios suntuosos y elegantes, donde los restos del difunto eran transportados por un fantástico dron blanco, con forma de ángel ecléctico y esparcidos en una parcela marina donde crecían langostinos de colores fulminantes. Toda la ceremonia era grabada y entregada a los parientes del difunto, junto con la liturgia de la religión de su preferencia.

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eros y distopia en la pandemia

El Vaticano tuvo que cerrar cuando el último papa murió de soledad en la Basílica de San Pedro y los cardenales sucesorios del siguiente cónclave no pudieron llegar por falta de aviones. La iglesia se redujo a una oficina a las afueras de Roma, que repartía estampitas a los solicitantes en su sitio web. El resto de las religiones se dividieron a los fieles según el impacto de sus arengas y a la conectividad de sus usuarios. La comida y los insumos fueron gran problema en un principio. Pero con la población diezmada los años siguientes, no se requirieron tantos esfuerzos: la sociedad civil cultivaba hortalizas en sus patios y azoteas y complementaba su alimentación con píldoras proteicas. Se hizo famosa la gastronomía capsularia, que podía incluir delicias locales como cápsulas de tortilla de maíz cacahuazintle o pay esponjoso de langosta del Golfo. Al estar la población confinada, el aire cambió y los pastos crecieron tanto, que parecía que una alfombra verde cubría el mundo. Los animales pastoreaban las ciudades y veían a los humanos como en un zoológico a través de los cristales de sus casas. Ya casi no había niños, las familias iban muriendo por sus miembros más viejos y los hijos, que generalmente se quedaban en casa, haciendo trabajos legitimados por universidades que proveían títulos a distancia, se hacían viejos frente a sus monitores, viendo

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antiguas películas de amor donde las parejas se besaban e intercambiaban fluidos corporales, inodoros, insípidos e inimaginables. La generación COVID, como se le llamó a la primera, se relacionaba a través de la computadora o el device de su elección, y según la cantidad de criptomonedas invertidas, podía hacer uso de dispositivos de diferentes sensibilidades; existían desde los más básicos, que eran gratuitos con chat de voz e imagen, hasta los premium, que permitían sensaciones de cuarta dimensión y orgasmos garantizados. Las parejas o tríos, resultantes de esos escarceos cibernéticos de última generación, y con el suficiente poder adquisitivo, podían dividir sus óvulos y su semen y quedarse con el producto de su amor en partes iguales y con génesis dividida. Los dispositivos encapsulaban los fluidos resultantes de las relaciones y los productos —niño, niña o niñe— eran entregados después de nueve meses a cada uno de los interesados en su domicilio. La vida entonces fluyó, pendiente de la corriente eléctrica, la energía renovable y las partículas en el aire. Las caricias, los besos y los abrazos, simplemente fueron cosas del pasado. Tropo Miguel Ignacio Miranda (Cd. de México, 1966) Diseñador gráfico, comunicólogo, publicista, editor, escritor. Profesor en la Universidad Anáhuac. Reseñista habitual de Tropo a la uña. Miembro fundador de Malix Editores. Correo electrónico: miguel@malixeditores.com


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Harry Sinclair Lewis, Philip K. Dick, Norman Mailer y Toni Morrison.

Cuatro distopías sobre la democracia en EU Por Miguel Pickering

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maginemos un mundo donde la política está determinada por las empresas comerciales y la vida pública se encuentra dominada por corporaciones privadas, donde las ventas no tienen límites legales o éticos y se le rinde culto a la publicidad como si de una nueva religión se tratara. Un mundo que, por encima de los gobiernos, se encuentra dividido en unidades comerciales para hacer más eficiente el despojo, con una so-

ciedad polarizada sin el más mínimo matiz que disimule las profundas diferencias entre la miseria y la riqueza. Los lujos se han democratizado y resultan más fáciles de adquirir que los artículos de primera necesidad, hay una oferta ilimitada de fantásticos dispositivos tecnológicos pero escasea la energía. Las golosinas, bebidas edulcoradas y alimentos procesados suministran las proteínas, vitaminas y minerales en la dieta diaria. La estética de este mundo parte de una geometría simplista donde el diseño,

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l a t i n t a t e n t a las artes e inclusive el ocio encuentran un solo plano de expresión, el lucro. El poder absoluto se concentra en un puñado de privilegiados, mientras que el resto de la humanidad trabaja y consume desenfrenadamente para mantener en marcha este sistema social que no admite conciliación, pero que ante el agotamiento de los recursos naturales y la atroz contaminación requiere de nuevos espacios físicos para seguir expandiéndose. ¿Cómo resolver estos problemas, qué tal un proyecto para ir a conquistar otro planeta? En medio del desconcierto global que vivimos hoy en día no resulta difícil imaginar una realidad así, lo que sí resulta asombrosa es la capacidad predictiva que tuvieron Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth allá por los años 50’s cuando publicaron Mercaderes del espacio (The Space Merchants, su título original en inglés), novela de ciencia ficción que basa su argumento en la distopía antes descrita. El protagonista de esta obra es Mitchell Courtenay, un alto ejecutivo de la firma “Fowler Schocken Asociados” a quien le encomiendan realizar una campaña para promocionar la colonización del planeta Venus, pero que en el transcurso del proyecto tiene que salir de su círculo de bienestar y padecer en carne propia lo que padece el resto del mundo, quedando inmerso en un torbellino degradante que lo sumerge en la precaria realidad y al confrontarla termina abrazando la causa de los consistas, los disidentes del sistema. Aquella mañana, mientras me vestía, repasé mentalmente la larga serie de estadísticas, omisiones y exageraciones que los miembros del directorio esperaban descubrir en mi informe. Mi departamento —Producción— había sido ferozmente atacado por una plaga de renuncias y enfermedades, y ya se sabe que sin gente no es posible hacer el trabajo. Pero la mesa directiva no me iba a aceptar esta excusa. Mercaderes del espacio de Frederik Pohl y Cyril M. Kornbluth, 1953 La ficción aporta visión de futuro y pensar en lo peor suele anticipar los pronósticos, así que aprovechando el contexto de los Mercaderes del espacio que propicia un ambiente un tanto agitador, adentrémonos en un análisis que puede servir para vislumbrar algunas inquietudes sobre la democracia y las elecciones presidenciales que habrán de celebrarse el próximo noviembre en los Estados Unidos. Sabemos que la Unión Americana se constituye como una república federal con un régimen presidencialista como forma de gobierno. Sabemos también que en la última década su hegemonía imperialista se ha visto menguada por el antagonismo comercial de China y por la beligerancia de los demás países contrarios a su unila-

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teralismo. Lo que no deja de preocuparnos es la enorme incertidumbre que provoca constatar lo rápido que puede degradarse la vida política, social y económica de nuestro vecino del norte, ¿cómo es que llegaron a esto? La propia literatura estadounidense puede brindarnos algunas referencias para entender mejor la situación. Vayamos de la mano de Harry Sinclair Lewis, primer estadounidense que ganó el Premio Nobel en el ámbito de las letras, quien en su novela Eso no puede pasar aquí (It Can´t Happen Here) nos presenta a un personaje que comparte muchas características con el actual energúmeno que ocupa la Casa Blanca. Tal vez preocupado porque su obra fuera rebasada por la realidad, Lewis recurre a la sátira política para plantear una ucronía donde Franklin Delano Roosevelt es derrotado en las elecciones presidenciales por un candidato ajeno a las estructuras partidistas, un tipo vulgar, grosero y sin preparación pero con habilidades oratorias para tocar las fibras nacionalistas de la base pobre en las zonas rurales de aquel país, que adecúa su discurso al gusto de cada audiencia, posicionando sus ideas retrógradas en el electorado con la afirmación reiterada de que América debe ser para los americanos, fomentando una lucha contra el desempleo basada en la expulsión de los migrantes, prometiendo entregar un abultado cheque a cada ciudadano si lo eligen presidente. La novela comienza a tejerse a través de la mirada de Doremus Jessup, editor del periódico “Daily Informer”, quien registra cómo en la época posterior a la gran rece-


l a t i n t a t e n t a “¡Tonterías!, ¡tonterías!" resopló Tasbrough. "¡Eso no podría suceder aquí en Estados Unidos, posiblemente no! Somos un país de hombres libres”. Eso no puede pasar aquí, de Harry Sinclair Lewis, 1935

sión de 1929 el senador Berzelius “Buzz” Windrip va adquiriendo relevancia en la política con un discurso nacionalista y alusivo a los autoritarismos que están en auge en la Europa de aquellos años, particularmente en Alemania e Italia donde habrán de surgir Hitler y Mussolini. Al final, este candidato va posicionándose ante las liviandades de los votantes, logrando conquistar el máximo escaño del país más poderoso del mundo debido a que una y otra vez quienes pudieron detenerlo desdeñaron su relevancia argumentando que en EU jamás triunfaría el fascismo, ya que "eso no puede pasar aquí". Desde que se publicó esta novela han transcurrido más de 80 años y en estos momentos críticos que se viven allende la frontera muchas personas se lamentan y advierten “eso ya pasó aquí”, constatando el despotismo con que les gobiernan actualmente. Quizás la única diferencia con Donald Trump es que Buzz Windrip gana las elecciones a través del partido demócrata y no con los republicanos. En general, con escandalosas excepciones, la democracia le ha dado al trabajador ordinario más dignidad que nunca. Aunque ahora eso pudiera estar bajo la amenaza de Windrip, de todos los Windrips. ¡Todo bien! Tal vez tendremos que luchar todos contra la dictadura paterna con un pequeño patricidio: luchar contra las ametralladoras con ametralladoras. Espera hasta que Buzz se haga cargo de nosotros. ¡Una verdadera dictadura fascista!

Otra versión algo distinta sobre la toma del poder por el fascismo en los EU la ofrece Philip K. Dick en su novela El hombre en el castillo (The Man in the High Castle). Este relato ucrónico también involucra a Franklin D. Roosevelt quien no pierde la elección presidencial en esta ocasión, pero resulta asesinado y su país se hunde en las profundidades de la gran recesión económica. Así transcurren en el ostracismo los estadounidenses hasta que la Segunda Guerra Mundial los sorprende por dos flancos: la costa este es ocupada por tropas del Tercer Reich y la costa del Pacífico es tomada por el Imperio del Sol Naciente. Los ganadores del Eje se dividen el botín, estableciendo los nazis su comando en Nueva York, mientras que California es gobernada por los nipones. Pronto, entre los dos bloques comienzan las diferencias, Alemania se perfila como potencia militar gracias a su superioridad tecnológica cuando Hitler queda incapacitado por la sífilis, lo sustituye el canciller del partido Martin Bormann, mientras tanto el Gran Imperio del Japón continúa su expansión conquistando Asia y Sudamérica. A las dos potencias las separa una zona que guarda cierta autonomía en los estados de las Montañas Rocosas. Desde allí, un renombrado escritor, Hawthorne Abendsen, publica un libro que termina proscrito cuyo título es La langosta se ha posado (The Grasshopper Lies Heavy). Un detalle singular es que dicho libro resulta una ucronía dentro de la ucronía, pues describe un mundo alternativo donde supuestamente Winston Churchill gana la guerra y consolida al Imperio Británico como potencia mundial. En medio de este complejo escenario el canciller alemán Bormann enferma y muere, lo que desata una feroz competencia por la sucesión en el poder de Alemania donde compiten destacados jerarcas como Joseph Goebbels y Reinhard Heydrich, que fueron respectivamente el principal propagandista nazi y el autor intelectual del Holocausto, entre tanto se urde un complot para atacar por sorpresa a Japón lo que puede arrastrar al mundo hacia una hecatombe nuclear. ¿Será posible que en las próximas elecciones de noviembre pueda darse alguno de estos escenarios: una profundización de la crisis económica, magnicidio o muerte natural, abandono del cargo por enfermedad venérea, tensiones con el alto mando militar? ¿Realmente qué tan lejos están los EU de terminar involucrados en un conflicto nuclear? —El pronóstico del hombre del ministerio es sombrío. Opina que la mayoría de los jerarcas nazis se niegan a enfrentar la crisis económica. De este modo se acre-

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l a t i n t a t e n t a cienta la tendencia a aventuras azarosas, cada vez de mayor riesgo, menos seguras. El ciclo comienza con un entusiasmo maníaco, luego sigue el miedo, las soluciones políticas desesperadas. Bueno, todo esto parecería favorecer a los candidatos más irresponsables y más implacables. El señor Tagomi asintió inclinando la cabeza. —Podemos presumir por lo tanto que el elegido estará entre los peores y no entre los mejores. Los derrotados en esta lucha serán los elementos sobrios y responsables. El hombre en el castillo, de Phillip K. Dick, 1962 La literatura por sí misma no ha impedido el arribo del fascismo, pero documenta el pesimismo cuando éste llega al poder. Imaginar que la historia pudiera ser otra puede ayudarnos a identificar las causas que originan los errores colectivos que terminan por afectar a la sociedad en su conjunto. Esto es relevante ya que en la víspera de una segunda oportunidad para modificar el curso de los acontecimientos se encuentra ahora mismo el pueblo estadounidense, o más bien su sistema de Colegios Electorales que conforman la estructura procesal para simular un punto medio entre el voto popular ciudadano y la votación en el Congreso de la Unión, donde no necesariamente gana quien obtiene más votos, por lo no es de extrañar que sean otros actores más poderosos y menos visibles los que inclinen la balanza al momento de elegir al próximo presidente y vicepresidente de los Estados Unidos. Para asomarnos a estos entresijos, la crónica puntual que registra los sucesos puede ser insuficiente; se requiere además de una proyección literaria que excave en los pensamientos y motivaciones de quienes protagonizan la historia para comprender a cabalidad la abrumadora realidad. Por eso, para comprender mejor las jornadas convulsas que se viven actualmente en los Estados Unidos conviene revisar la obra de Norman K. Mailer, un escritor y periodista que logró compaginar sus reportajes con su ingenio narrativo en Los ejércitos de la noche (The Armies of the Night), obra con la cual ganó tanto el prestigioso Premio Pulitzer de periodismo como el Premio Nacional del Libro de los Estados Unidos. La narrativa de Mailer en esta obra es tan vívida que logra transmitir la intensidad de los eventos que relata, tal vez porque el propio autor se presenta a sí mismo, en un ejercicio literario poco común, como el personaje central que atestigua y protagoniza la historia, lo cual aporta cierto carisma sin llegar a ser arrogante, dándole más autenticidad a la ficción que complementa la crónica de los hechos. La experiencia del reportero destaca en

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la minuciosa descripción de los personajes, su juventud, sus gustos, experiencias y las razones de su indignación. La habilidad del escritor profundiza a la vez dentro de las maquinaciones del poder y en las causas del descontento social. El punto culminante del libro ocurre en octubre de 1967 cuando una marcha de manifestantes que protestan por la guerra de Vietnam se enfrenta a una aglomeración de policías militares en las afueras del Pentágono, chocando así las versiones antagónicas de aquel país en pleno corazón de Washington. Tomando en cuenta que hoy están muchas ciudades de los EU en un virtual toque de queda, destaca la vigencia de esta obra y la capacidad diagnóstica del autor para reflejar nítidamente las imágenes de una nación que se encuentra dividida desde sus orígenes y que permanece escindida hasta nuestros días por las clases sociales y el color de la piel. El libro termina cuando Mailer, el autor/protagonista, concluye describiendo a su patria como una belleza atormentada por los conflictos entre un sector de la población blanca, rural, empobrecida y profundamente resentida con otro sector de la población de extracción urbana, inmigrante y afroamericana, que se asume progresista. De esta nación preñada de contradicciones ¿dónde podrá nacer alguna esperanza, en las protestas callejeras o dentro del encierro blindado en un búnker de la Casa Blanca? Pensar en esa nación que expresa nuestra voluntad. Ella es América, alguna vez una belleza de magnificencia incomparable, ahora una belleza con piel leprosa. Está cargada de hijos —nadie sabe si legítimos— y languidece en un calabozo cuyas paredes nunca se ven. Ahora comienzan las primeras contracciones de su temible trabajo de parto —que seguirá: no existe un médico que diga la hora. Solo se sabe que un falso trabajo de parto no es probable, no, ella probablemente dará a luz, ¿y a qué?— ¿al totalitarismo más temible que el mundo nunca haya conocido?, ¿o puede ella, pobre gigante, encantadora niña atormentada, parir una criatura de un nuevo mundo valiente y tierno, ingenioso y salvaje? Los ejércitos de la noche, de Norman K. Mailer, 1968 En la fuga hacia delante no siempre encuentra una salida la nación abanderada por las barras y las estrellas. Por el contrario, el país que más invasiones militares ha realizado en la historia mundial suele alternar la guerra para atajar sus problemas internos y viceversa, cayendo recurrentemente en un círculo vicioso que continúa hasta la fecha. El equilibrio del sistema político estadounidense es el bipartidismo que permite a esta violenta ruleta seguir rodando en alternancia para que todo siga igual en la continuidad del establishment. Thomas Nast, cari-


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caturista de la revista “Harper´s Weekly”, delineó en 1874 la esencia del partido republicano dibujándolo como un elefante por su pesada torpeza, mientras que al partido demócrata lo dibujó como un asno por su empecinada terquedad. Actualmente, pareciera que en la Casa Blanca reside un animal híbrido cruza de jumento y mastodonte, con el agravante de que las elecciones pudieran servir para provocar una estampida a juzgar por la obstinación con la que ambos partidos se empeñan en destrozar toda posibilidad de diálogo político. ¿Qué opciones les quedan a los estadounidenses para cambiar este sistema que no cumple con los más mínimos estándares democráticos? La respuesta podría ser el retorno a las raíces de sus muy diversas fuentes étnicas, sociales, históricas y culturales. Para lo cual resulta pertinente citar a Toni Morrison, una autora afroamericana con una trayectoria muy amplia cuyo talento le hizo merecer el Premio Pulitzer y el Premio Nobel de Literatura. Escribió novelas, obras infantiles, teatro e inclusive ópera, siempre abordando la negritud y destacando la perspectiva de las mujeres negras, manteniendo además un firme compromiso con las causas sociales a favor de los derechos civiles y en contra de la discriminación. Su novela La canción de Salomón (Song of Solomon) retrata la vida en los barrios negros de Michigan, guardando una intensa relación con los campos de Alabama, en donde se cuenta la historia familiar de un patriarca que ha intentado borrar sus orígenes buscando integrarse a la sociedad blanca para hacer prosperar su negocio, pero sobre todo ahonda en la búsqueda que emprende su hijo, el personaje principal, quien desanda los pasos del padre para ir tras las raíces de su raza en compañía de otros jóvenes negros quienes combaten, con las armas si es preciso, al supremacismo blanco. La

obra oscila entre la cruel realidad y el bálsamo del mito, aborda las tensiones sociales y los problemas raciales, el alcoholismo, el hastío, la violencia, el odio, la política, pero también la amistad. Es una novela magistralmente escrita y profunda en sus reflexiones, que deja advertir la evolución del personaje desde su ingenuidad inicial, acompañándolo durante un viaje que le hará madurar y cambiará su nombre, hasta verlo llegar a descubrir los misterios del mundo resolviendo las incógnitas de su pasado. ¿Esta trayectoria podría interpretarse alegóricamente como el desenlace deseado para los dramáticos acontecimientos que se viven actualmente en los Estados Unidos? —¿Sí? Escúchame, Lechero. Si Kennedy hubiera vivido en Mississippi y se hubiera encontrado un día aburrido y borracho sentado junto a una estufa de leña, habría participado en un linchamiento sólo por matar el tiempo. Bajo esas condiciones, su auténtica naturaleza habría salido al descubierto. Pero yo sé muy bien que ni yo ni ningún negro lincharían jamás a nadie sin motivo, por borracho o aburrido que estuviera. Nunca. En ningún país del mundo, en ningún momento de la historia, ha habido un solo negro que se haya levantado para matar a un blanco porque sí. Pero los blancos sí pueden hacerlo. Y no lo hacen siquiera por dinero, que es por lo que suelen hacer la mayoría de las cosas. Lo hacen por divertirse. Es una aberración… La canción de Salomón, de Toni Morrison, 1977 Miguel Pickering (México D. F., 1974). Biólogo y magíster en Desarrollo Rural. Radica en Cozumel desde 2017. Técnico recolector de pesquisas, extensionista de anécdotas y silvicultor de historias.

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Válgame la redundancia... ¿Puede la redundancia tener algún valor? Por Héctor Hernández

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Cómo iba yo a saber que el B-1 era un aeroplano. Pensé que eran vitaminas para las tropas. Ronald Reagan

uchos anuncios y expresiones comunes utilizadas en la vida ordinaria suelen ser repetitivas. Por ejemplo, se ven anuncios como “Librería de libros”, “Panadería de pan”, “Acceso de entrada”, y se oyen expresiones como “tuvo una hemorragia de sangre”, “subió arriba”, o “ven aquí”. Hay personas a las que estas expresiones le s provocan risa, pero hay otras que se molestan al oír o leer frases que incluyen términos innecesarios (pleonasmos). En algunos casos, esta molestia parece estar justificada. Sin duda, muchas expresiones redundantes pueden constituir un desperdicio de tiempo y esfuerzo o incluso dinero. Es fácil darse cuenta de esto en el caso de las grandes letras con luces que suele haber en ciertos lugares turísticos estratégicos en donde la gente se toma fotografías para presumir que estuvieron allí. Cada letra tiene un costo considerable en algunos anuncios y hay una diferencia en términos de inversión entre un letrero que diga “Entrada” y otro que diga “Acceso de entrada”. Sin embargo, existe un desperdicio mucho mayor, pero menos perceptible. Piensen en lo que se malgasta a nivel mundial cada día en la escritura de millones de correos, mensajes de twitter, de fax, anuncios publicitarios, oficios, solicitudes, etc. que incluyen diversas palabras o

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letras que son innecesarias para el propósito de comunicar la información deseada. Otra vez, como a cada letra se le invierte tiempo, material y dinero, el resultado final es una enorme pérdida de recursos. Así que no debe extrañarnos que muchos académicos hagan enérgicas recomendaciones o incluso amonestaciones a quienes incurren en el uso innecesario de las palabras. Pero ¿puede haber algún valor en la redundancia lingüística? Normalmente, usamos los términos “necesario” o “innecesario” de forma relativa a un objetivo. Es decir, cuando decimos que algo es necesario, lo es para algo específico, no es que lo sea para todo. Por ejemplo, la credencial de elector comúnmente es necesaria para votar, pero no para comer, jugar o salir de vacaciones. Así que un mismo objeto puede ser necesario e innecesario al mismo tiempo, dependiendo del objetivo y con frecuencia del contexto. El Diccionario de la Real Academia Española, cuando define pleonasmo, presenta dos acepciones: 1. Empleo en la oración de uno o más vocablos innecesarios para que tenga sentido completo, pero con los cuales se añade expresividad a lo dicho, como en: en fuga irrevocable huye la hora. 2. Demasía o redundancia viciosa de palabras. Observamos que hay un sentido negativo del término que sugiere un tipo de uso excesivo o defectuoso de una expresión. Pero también existe un sentido no censurable, en el que se incluyen palabras innecesarias para el objetivo de que la oración “tenga sentido completo”, pero que son útiles para añadir expresividad a lo dicho. Algunas palabras pueden ser innecesarias para que se entienda el contenido de la oración, pero necesarias, o al


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menos útiles, para el objetivo de dar énfasis. Por ejemplo, si usted va manejando y en un semáforo alguien se acerca con la intención de lavar su parabrisas y usted no lleva dinero o por alguna otra razón no desea que lo limpie en ese momento, ¿bastará con decir solo “no”? En numerosas ocasiones he podido observar que dicen: “¡No, no, no, no, no...!” (por lo menos cuatro “no”) y acompañan su expresión con movimientos repetidos de una o las dos manos o al menos del dedo índice para reforzar su negativa. En este caso claramente se necesita el énfasis (y aun así algunos limpiaparabrisas no les hacen caso) y para lograrlo suele ser necesaria la repetición de la palabra “no”. Otro ejemplo es cuando una dama no tiene el más mínimo interés en cierto individuo como novio, pero esa persona le insiste. ¿Es suficiente con un sencillo “no” para comunicar que no tiene posibilidad? La experiencia muestra que no, muchas veces se utilizan expresiones mucho más fuertes, pero redundantes como “No es no”, “¡No, no y no!”, “No, nunca”, “Nunca jamás”, o incluso algo más agresivo como “nunca, ni aunque fueras el último hombre sobre el planeta”, etc. Hay varios otros casos en la vida cotidiana en donde se requiere hacer énfasis en la negativa para afrontar la insistencia. Woody Allen dijo: “En la vida hay peores cosas que la muerte. ¿Has pasado una tarde con un vendedor de seguros?” Con estos ejemplos debería quedar claro que el énfasis en muchos casos también es una necesidad y para satisfacerla se requiere valerse de alguna expresión redundante. Otro aspecto digno de atención es que el contexto puede revelar que una expresión que parece redundante no lo es. A continuación se presentan algunos ejemplos que típicamente se han considerado redundantes, pero no necesariamente lo son: Par de gemelos. Aunque son casos muy raros, existen los gemelos trillizos y cuatrillizos. Conclusiones finales. Existen conclusiones preliminares, provisionales e intermedias. Testigo presencial. Hay testigos que declaran sobre hechos de los que se enteraron por un tercero. En algunos países se conocen como testigos no presenciales.

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Alguien puede tener lágrimas en la mejilla o bajando por un costado de la nariz, llegando a la barbilla o en un pañuelo. Contribución voluntaria. Existen contribuciones no voluntarias como los impuestos (precisamente una imposición es opuesta a lo voluntario). Obvio sí. Hay preguntas donde la respuesta obvia es no. Por ejemplo, ¿serías tan amable de regalarme todo tu sueldo de este año? Aunque la respuesta es obvia, no es sí.

Te vuelvo a repetir. Es correcta en casos donde hay más de una repetición como: “Quédate en casa. Repito: quédate en casa. Te vuelvo a repetir: Quédate en casa”. (López Gatell)

Lo escribí de mi puño y letra. Actualmente es común escribir en computadora, notebook o tablet y también es posible dictarlo a otra persona.

Con lágrimas en los ojos. Aunque las lágrimas salen de los ojos, no tienen por qué permanecer ahí.

Persona humana. Además de que existe la persona jurídica o moral, que no es un humano, sino una

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empresa, institución o sociedad, algunos filósofos como Peter Singer y muchos seguidores consideran personas no humanas a ciertos animales como el delfín, el simio, el elefante, etc. con el afán de defender sus derechos. Por otra parte, el término “humano” se usa también con el sentido de comprensivo, sensible al dolor ajeno. Así que decir que “Laura es una persona muy humana”, no es redundante, significa que es muy comprensiva. Volar por los aires. Parece que la definición de volar del diccionario ya se quedó corta. El aire es una mezcla de gases que rodea al planeta tierra, pero existen los vuelos espaciales. De hecho las naves Voyager 1 y 2 están haciendo ya vuelos interestelares. Además la expresión no equivale solo a volar, se suele usar para indicar una elevación producida por un evento violento o abrupto. Por ejemplo, “el auto chocó con un árbol y el chofer salió volando por los aires”. Si solo se dice “voló”, no se comunica que fue expulsado de forma impetuosa o repentina. Así que no se puede reducir esa expresión sin cambiar su significado. Otro punto importante es reconocer que el rasgo de ser redundante es gradual. La expresión “Ven aquí” es menos redundante que “Ven aquí al lugar en donde estoy”, la cual es menos redundante que “Ven aquí al lugar en donde yo estoy justo ahora”, la cual a su vez es menos redundante que “Ven tú aquí al lugar en donde yo estoy justo ahora en estos momentos”. Si queremos siempre aplicar el principio de economía lingüística (el máximo de información con el mínimo de elementos) toda expresión redundante resultará inapropiada sin importar su grado. Pero en la vida cotidiana hay muchas situaciones que nos exigen enfatizar o acentuar los aspectos más relevantes del mensaje que deseamos que queden claros con algún grado de redundancia. Por ejemplo, cuando damos a alguien una cuenta bancaria por teléfono, es común repetir literalmente los números para asegurarnos de que no exista un error. También cuando damos instrucciones que son muy importantes de seguir al pie de la letra es común la repetición o la redundancia de la comunicación a fin de que no se pierdan ciertos detalles esenciales. Todos reconocemos que esta redundancia es útil, ya que reduce el riesgo de error u omisión de información. Las consecuencias de hacer un depósito bancario en una cuenta equivocada, o de acudir a una cita en otro horario o lugar por haber omitido o malentendido el mensaje, o comprar un producto distinto al solicitado, son unos cuantos casos re-

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Pirámide de números primos redundantes.

lativamente comunes que ilustran la importancia que puede tener la redundancia para evitar gastar mucho más recursos en reparar el error que los invertidos en repetir información en el momento oportuno. En la informática o las telecomunicaciones es frecuente mejorar la seguridad, la tolerancia a fallos o la velocidad mediante sistemas redundantes que mantienen funcionando un sistema aunque un elemento falle. Los aviones suelen llevar al menos dos motores, varias fuentes de alimentación de combustible, varios generadores eléctricos, etc. por si alguno falla. Algo similar parece suceder en nuestro cuerpo, por ejemplo, tenemos dos riñones aunque podríamos vivir solo con uno. Esta redundancia es valiosa para preservar cierta función o para que llegue cierta señal al cerebro en diversos casos de enfermedades o accidentes. Algo similar puede suceder con ciertas expresiones redundantes cuando se entrecorta una llamada telefónica, al dar instrucciones, presentar avisos urgentes, notificar algo, hacer una invitación, hacer una cita, etc. Algunos solemos ser muy enfáticos (y redundantes) al presentar cierta información, dar una conferencia o simplemente al dejar una tarea en clase para evitar confusión o dudas. Por ejemplo: “Este trabajo solo se admitirá antes del lunes 25 de mayo y únicamente en equipos de tres”. Y no falta alguien: “¿Se puede entregar el lunes 25?”, “¿Puede ser en equipo de 4?”¿Lo puedo hacer yo solo?” Así que parece que, en ciertos contextos comunes de la vida cotidiana, existe (y se requiere) el valor enfático, más expresivo, de al menos un grado moderado de redundancia para evitar gastar más recursos después por un error y aun así no siempre garantizamos evitar la pérdida de información o la confusión. T ropo

Héctor Hernández (México, D. F.). Licenciado en Actuaría y Matemáticas, doctor en Filosofía de la Ciencia y doctor en Educación. Maestro en filosofía del lenguaje y de la mente. h2o_mat@hotmail.com


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Hallazgos después del incendio Por Habib Sánchez Las cosas que perdimos en el fuego Mariana Enríquez Anagrama, 2016 208 pp.

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sta colección de cuentos bien podría ser una invitación a la obra de Mariana Enríquez, una de las voces femeninas que está revolucionando la literatura latinoamericana, junto con otras mujeres como su paisana Samanta Schweblin o la nuestra, Fernanda Melchor. Las doce historias que componen la obra rayan entre la cotidianidad y lo sobrenatural. Sus protagonistas, en su mayoría mujeres, parecen haber sobrevivido al máximo huracán de su vida, sólo para aventurarse a una nueva tempestad. No sorprende que sus voces narrativas sean frías y sus respuestas groseras, y lleguen a ser consideradas libres de empatía. Y, sin embargo, sólo es una fachada, porque el sufrimiento se encuentra ahí, en su interior, incubando, como una pequeña llama a la espera de reventar. No sé si el incendio ya pasó o va a pasar. (“Tela de araña”).

Un gran acierto en la narrativa de la autora son sus escenarios. Hostiles y grises, sus rincones oscuros son perfectos para anidar a monstruos de la vigilia o la realidad. Páramos desolados que nosotros reconoceremos porque, quizás, más de una vez en nuestra vida hemos pasado por uno igual. El trasfondo de los cuentos muestra un terror tan crudo como verosímil, asesinatos rituales, desapariciones y violaciones en tiempos de dictaduras, feminicidios, con una resolución inquietante en el relato homónimo del libro. Aquí, la cortina de lo fantástico cubre horrores aún peores y tangibles, que se han adueñado no solo de la identidad argentina, sino también de la mundial. Si esto no fuera suficiente, tenemos los desgarros y mordidas de lo sobrenatural para inquietar a sus protagonistas, y a nosotros, con un ritmo desesperante que llega a atravesar las páginas. Quiso correr pero, como en las pesadillas, le pesaban las piernas, el cuerpo se negaba a darse vuelta, algo la sostenía clavada en la puerta de la habitación. Pero no soñaba. En los sueños no se siente dolor. (“El patio del vecino”). Los cuentos tienen un efecto en conjunto, por los rasgos que comparten. Imágenes que se quedarán con nosotros, como la creatura de “El patio del vecino”. Apariciones o desapariciones, como en “La casa de Adela”, un relato sobre la visita a una casa abandonada que detonará la

ruina para un par de hermanos. Situaciones trepidantes como en “Bajo el agua negra”, donde una investigación policial lleva al descubrimiento de un culto en un barrio marginado y, algo todavía peor, que ha crecido por culpa de la indiferencia social. Distintos hilos van tirando de los relatos y los contraponen: la imagen de los niños sometidos a la corrupción, las diferentes caras del prisma femenino, la soledad de los hogares y, por último, una relación velada con el fuego. Un elemento, a veces desapercibido, oculto en cigarrillos o visiones. Otras veces, como un vestido en llamas o una hoguera, que ilumina la catástrofe. Pero su presencia más dañina se encuentra en los protagonistas, esa llama incógnita, que espera para arrasarlo todo, incluso a su portadores. Tropo Habib Sánchez. (Mérida, Yucatán. 1993). Ha tomado distintos talleres, incluyendo el de Creación literaria y Laboratorio de poesía del CCL. Participó en la coordinación del Festival de Cultura del Caribe 2017, zona norte. Becado del Festival Interfaz-ISSSTE, 2017. Librero de Gandhi Cancún.

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La poética del habitante Por José Antonio Íñiguez

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Antología personal Miguel Ángel Meza Gaceta del Pensamiento Cuaderno 43 2020

la poesía escrita en Cancún le hacía falta la consolidación de una obra como la de Miguel Ángel Meza para fortalecerse de verdad. En sus primeros dos libros —Destellos de mareas y El rostro que habitamos— había mostrado ya con madurez la poética del habitante que se atrevía —como si esto fuera una insolencia ante la banalidad de esta urbe— a escribir una poesía sorprendentemente sólida para su contexto territorial…, pero, a decir verdad, hacía falta ese golpe de timón que necesitan algunas trayectorias literarias enraizadas en una ciudad y en un Estado como en el que vivimos: la consistencia. Con la reciente obtención del Premio Internacional de Poesía Caribe-Isla Mujeres y la reciente publicación de este compendio, Miguel Ángel Meza entrega, por fin, lo que hasta hace poco parecía que se fraguaba a temperatura media: su visualización de nueva cuenta en el panorama literario regional y la publicación de un nuevo volumen de poemas que, al mismo tiempo, sirviera ya sea para revisitar o para divulgar —ahora sí profusamente— su labor poética de más de tres décadas. Con una muestra concisa, Antología personal es, a la par que un epítome de lo más representativo en la obra de Meza, un fresco exacto de una presencia literaria que ha brillado por sí misma en la breve historia literaria can-

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cunense y, por otro lado, la constancia de quien, desde la poesía, ha retratado puntualmente —como Carlos Hurtado lo hizo en la novela con su Cancún todo incluido— el sentir del ser habitante en una ciudad tan prefabricada, sui géneris y relativamente reciente como ésta. Basta hacer una entusiasta revisión a las decenas de libros, antologías y revistas publicadas en el ámbito local para comprobar esto último. Y basta hacer también una breve pesquisa —a fuerza de querer sobredimensionar retóricamente los poemas de muchos (entre ellos los de Alicia Ferreira, la que es, innegablemente, la otra poeta cancunense con una trayectoria respetable)— para confirmar 1) que el auge de publicaciones de poesía se ha consolidado en la vida cultural local y 2) que salvo algunas ejemplos recientes (Memoria de Gabuch, de David Anuar; Quiltro lux, de Aldo Revfaulknest), hay muy pocos ejemplos de poemarios de buena factura, y ni qué decir de la escasez de poetas que, ya no preocupados tanto por la hechura de sus versos, muestren el paisaje urbano de Cancún, ya sea de forma directa (como objeto poético) o como contexto espacial, sin caer en retoricismos o en atmósferas verbales más propias de la introspección que del mundo concreto. El caso de Miguel Ángel, en cambio, es de esas pocas excepciones. Migrante como la mayoría de escritores que, como él, se enraizaron en la ciudad a finales de los ochentas, Meza


p a p i r o s ha forjado desde su bajo perfil una poesía que, a manera que se va construyendo a sí misma, deja a la intemperie una obra cada vez más nítida, comprometida con su entorno inmediato y uniforme. En los 25 poemas que conforman Antología personal puede notarse, sin duda, esta construcción y sus múltiples procesos. No hay en este volumen los restos de una edificación a medio hacer. Hay, por el contrario, una escritura que, al reunir aquí sus trazos más ilustrativos, expone ya (como lo hace cualquiera en algún momento) sus mejores hallazgos —sus imágenes poéticas afortunadas (“salen a flote en mis ojos aquellas naves / hundidas en el último naufragio”)—, sus yerros innegables —sus ocasionales engolosinamientos con la retórica cuando el poema le exige más sencillez expresiva que elaboraciones metafóricas—, sus oscilaciones entre el tono conversacional y el lirismo a lo Ars Gratia Artis, así como sus fobias y preferencias estilísticas. Hay, por otra parte, los temas que han marcado siempre la brújula de su obra poética: el erotismo, la experiencia amorosa, la incertidumbre por el devenir y las aflicciones existenciales; muy presentes sobre todo en versos de su primer libro: ¿Tendré alma suficiente para vivir en esa liza de quimeras y demonios? ¿Liberaré al minotauro que me habita y cruzaré indemne el laberinto de los años? La noche ha dejado de cortejarme. Otros abismos han abierto sus lisonjas. Pero también, y en mayor medida, la experiencia en la ciudad (su leitmotiv central); ya sea ésta abordada unas veces como nostalgia por una urbe que ha sido cambiada forzosamente por otra, como sucede en poemas como “Herrumbres”: No regresaré más —dije— y la urbe antigua crujió en el cofre de mis huesos como un bergantín partido a la mitad. No habrá retorno —insistí— y la urbe de mis pesadillas se hundió en lo más hondo de mi pecho gota de herrumbre. Otras tantas, como metáfora de una indagación introspectiva o como la interiorización del espacio urbano:

Algo ha cambiado la decoración algo hay distinto en el paisaje algo se quebró en el alma: el florero está vacío el cielo, el rostro, están vacíos. Ese árbol es un esqueleto abandonado en medio de mi cuerpo. O bien, en algunas otras, como un territorio en donde una voz cuenta siempre ensoñaciones amatorias de aliento mitológico (“Historia de Hyma”, quizá su texto más emblemático, es un ejemplo de ello) o testimonia con intenciones fundacionales la dinámica de un Cancún profundamente erotizado y bullicioso, como el que deja latir Meza en este fragmento de “Diez trazos para otra máscara”: […] Bulle la gente en la piel ciudadana como hormigas de urgentes y ciegos designios. Salimos: el cielo nos acompaña volcando sobre la mirada su océano de nubes. Ahí se queda todo el día con la marea de su belleza coagulada, con sus afeites para otra seducción, mientras tú te sumerges en otro mar: en olas laborales y pragmáticas, en espuma de oficina acondicionada por el deber, o en molicie de tiendas enjoyadas por fulgores que hacen salivar tus bolsillos. Hay un aire festivo y falaz en todo esto. Atmósfera liviana que excita con su promesa de domingo sin fin. […] Un Cancún, hay que decirlo con todas sus letras, nunca antes poetizado con ese rigor y ahínco literarios, y que encuentra aquí tal vez los primeros intentos por conformar desde la poesía su propio idiolecto y un inspirado mural sociológico.

II La publicación de este compendio pareciera acaecer, por lo dicho arriba, en un momento más que propicio y, por lo demás, simbólico. Trasunto de una urbe que apenas ha cumplido 50 años de existencia, Antología personal es, antes que nada, una muestra necesaria, la revisitación de una poética en pleno uso de sus dominios. Tropo José Antonio Íñiguez (Cancún, 1991). Ha publicado en revistas como Tropo a la uña, Rio Grande Review, Puf, Bistró y El humo. Es autor de Nueva tierra (Ediciones O, 2018) y Radiografía border (Mantra ediciones, 2020). Mención honorífica del XIX Premio Peninsular de Poesía José Díaz Bolio (2019), por No paraíso. Fue becario del PECDA (2018) en el área de poesía. Ha sido incluido en antologías como Parkour Pop.ético (2017) y Contramarea: breve antología de poesía joven de Quintana Roo (2018). Es coeditor de Cracken Fanzine.

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Desolación e individualismo Por Nidia Marín

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Sobre los huesos de los muertos Olga Tokarczuk Ed. Oceano 2015 304 pp.

obre los huesos de los muertos, publicada originalmente en 2009, es una fuerte carta de presentación de la escritora polaca Olga Tokarczuk, la ganadora del Premio Nobel de 2108. Al describir una serie de asesinatos que se cometen en un poblado tranquilo y sin mucha novedad en Polonia, la obra —más cerca de la novela negra que del género policiaco— muestra que lo más importante aquí no es develar al asesino sino exhibir las circunstancias perversas de una sociedad, y sugerir paulatinamente que estos hechos son sólo el pretexto para sumergir al lector en algo mucho más profundo

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y trascendental, ante lo cual los habitantes de la comunidad no quieren tomar cartas en el asunto. No es gratuito que las personas que fueron asesinadas compartan ciertas características, siendo la caza una de las principales. Personas que “representan los órdenes heteropatriarcales, es decir, el presidente, el sacerdote, el terrateniente y el lugareño solitario y rudo”, como lo menciona Claudia Posada en su ensayo en Más Cultura. Narrada por Janina Duszejko, una mujer solitaria, de edad avanzada, quien solía trabajar como ingeniera de caminos y maestra, la novela admite una lectura ágil debido al manejo de un lenguaje muy cotidiano con un tono muy íntimo y, a la vez, irónico. Esta característica logra colocarnos en el punto de vista del personaje, acorta las distancias y permite entender su pensamiento al involucrarnos en sus sentimientos y emociones. Dicho recurso se refuerza cuando describe escenas cotidianas que forman parte de nuestra vida diaria; por ejemplo, al mencio-

nar que picotea el cereal mientras trabaja o bien narra su largo trayecto para dar una clase de inglés a los niños de la escuela, o cuando visita la tienda principal del pueblo. Janina tiene mucho de su autora, la polaca Olga Tokarczuk (1962), psicóloga y seguidora de Carl Jung, que trabajó en un hospital psiquiátrico hasta que pudo dedicarle mayor tiempo a la escritura. En su obra —que abarca una veintena de libros entre poesía, cuento, ensayo, crónica de viajes y novela (tres traducidas al español)—, combina la crítica social y diversas formas del activismo que defiende: como ecologista, feminista, vegetariana e integrante del partido político The Greens. De la misma forma, Janina cuestiona el statu quo: la violencia hacia la flora y fauna por parte de la humanidad, los roles asignados a las mujeres y los juicios que hacemos siempre de los demás. De hecho, ella es víctima de esos juicios: la catalogan como una mujer loca, cuya única preocupación es el bienestar y la supervivencia de los animales, que según


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ella se encuentran al servicio de la humanidad, algo incomprensible e insignificante para la policía. Fiel admiradora de William Blake, constantemente devela verdades existenciales que trata de explicar con saberes mágicos y misteriosos o pseudocientíficos, como la astrología, que estudia todas las tardes en la cocina, ese lugar tan femenino y seguro para ella, su "pequeño centro del universo lleno de trastos". Ahí, es frecuente observar que, a lo largo de la trama, Janina busca la fecha de nacimiento de quienes la rodean, aunque para ella lo ideal sería conocer la hora de nacimiento. Hasta desearía tener un canal sobre los planetas y las estrellas, al que llamaría «TV influencia del cosmos». Es realmente increíble que hasta ya conoce la fecha de su muerte y, gracias a ello, se siente liberada, porque tendrá una idea de la manera y de los elementos que protagonizarán su deceso. Estamos ante un personaje femenino fuerte, único y empático con el mundo animal y vegetal, cuyo cuerpo padece esa violencia. En un mo-

mento dado, le pide al dermatólogo que le recete algo que la ayude para “no sentir nada, no preocuparme y dormir”. Una mujer que “de un tiempo a la fecha no podía detener las lágrimas”, ya que sus ojos son testigos de la perversidad de algunos de los miembros de su comunidad quienes constantemente lastiman tanto a humanos como a animales y vegetación en su andar. En su amor férreo por la protección a la naturaleza, Duszejko piensa que las miles de muertes de animales, ocurridas todos los días de manera legal e ilegal, son como campos de concentración: como si estos “aún existieran y la gente los viera como algo normal”. Por ello, no duda en afirmar: "Las sierras también deberían ser dadas con permisos especiales, igual que las armas, porque atentan contra el mundo vegetal". Y por eso, la crítica ha calificado esta novela como anticatólica, antipolaca, izquierdista y ecoterrorista. A quienes leemos esta obra nos queda la confrontación con nosotros mismos. Nos encamina a nuestro

propio análisis existencial, en el que nos obliga a recapitular sobre el papel que tenemos con cada uno de los elementos que conforman el universo. Nos queda la invitación a que no olvidemos que somos una parte minúscula e insignificante de un todo. Si tan sólo recordáramos que en cada uno de nosotros se mantiene “la memoria de los inicios de la vida, de la catástrofe cósmica que dio principio al mundo”, nuestro actuar tal vez sería diferente.Tropo

Nidia Marín Cruz (Ciudad de México, 1982). Cursó la licenciatura en lengua y literatura inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras (UNAM), para posteriormente especializarse en la enseñanza del inglés como segunda lengua. Ha trabajado como profesora y para la editorial Santillana, dentro del área de tutoría virtual como herramienta para la actualización docente. Actualmente, labora dentro del departamento de Recursos Humanos. Es integrante del club de lectura Brujas Literarias. Radica en Puerto Morelos, Quintana Roo.

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Mujeres deshabitadas Por Mariel Turrent Persisto como una mujer a punto de suceder pero que no sucede. Brenda Navarro

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Casas vacías Brenda Navarro Sexto Piso, 2018 97 páginas

asas vacías llegó a mí a través de México Lector, un club nacional de libro que aún no cumple dos años de existencia, pero cuenta ya con 8500 lectores en más de 10 ciudades del país. Roberto Quiroz lo organiza en Cancún y me invitó hace unos meses. Si no fuera por él, yo no hubiera leído Casas vacías. La razón es que el tema me mortifica, me atormenta y solo acompañada he podido sobrellevarlo. En 2013, cuando el sexenio dejaba atrás la guerra contra el narcotráfico y una sociedad víctima de la violencia llena de dolor, Brenda Navarro

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empezó a escribir Casas Vacías. En un principio, se conseguía en forma electrónica y gratuita en Kaja Negra —web de periodismo e independencia editorial—, pues más que venderlo, a la autora —preocupada por la defensa de los derechos humanos— le preocupaba que se leyera. Causó tal fenómeno entre los lectores que de boca a boca llegó a ser recomendado por El País, en España, y eso le trajo como consecuencia un agente y una editorial: Sexto Piso. A pesar de que Brenda Navarro no pensó al escribirlo en hablar de la maternidad, este es un tema ineludible en su novela y nos hace pensar en la importancia de esta figura como eje central de la vida: su ausencia nos deja devastados. Sin embargo, el tema principal es la ausencia del amor y la ausencia física: “El que desaparece se lleva algo de ti que no vuelve”. Aunque el libro está lleno de dolor, maltrato y frustración, todo gira en torno a la maternidad: “Me interesaba plasmar la repercusión de la crisis en los hogares y en su vida diaria. Inventar una historia sobre lo que viven las mujeres mexicanas en un mundo

profundamente machista”, dice la autora. Y es que Navarro toca temas incómodos de la maternidad, temas que normalmente se ocultan. La autora asegura que hay muchas formas de afrontar la maternidad: “Cuando ya ves de frente al hijo te das cuenta de que empiezas a borrarte y ya la vida no se trata de ti, sino de otro ser humano que tienes enfrente y tal vez no es lo que pensabas”. Con una estructura simétrica donde se ve claramente el oficio, la influencia del cine y el suspense, la autora narra su novela a dos voces homodiegéticas —es decir que se caracterizan por el uso de la primera persona— que son parte importante de la historia y están dentro del relato. Estas dos voces narran de forma muy efectiva desde un tiempo remoto al que ya no se puede acceder: una es la voz de la madre que pierde un hijo, y la otra, la voz de la mujer que quiere ser madre. Cada una enfrenta su propio drama, y con sus monólogos nos van arrastrando como un huracán que gira entre la alucinación y la lucidez, pero ineludiblemente arrasa.


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Estas dos voces provocan un sentimiento desesperanzador en el que el lector naufraga capítulo a capítulo; una indefinición deliberada donde la necesidad de saber se acrecienta a pesar de la certeza de que ya no hay nada que las salve. “Tal vez mañana seas capaz de levantarte del sillón. Pero el mañana siempre es otro día y yo, sin embargo, vivía perpetuamente el mismo, pues no hubo sillón del que tuviera que levantarme”. La primera voz nos dice que cuando la sociedad te empieza a ver como madre es para siempre. En el momento en el que eres madre ya no eres un individuo independiente sino entras en un estereotipo que no garantiza tu felicidad. La segunda voz refleja la oralidad de una mujer que todo el tiempo está acelerada y el lector debe tomar distancia para entender. Y es que la mente es así, salta de una cosa a la otra y luego regresa. A través de estas dos visiones, Brenda Navarro representa dos ideas opuestas, que forman parte de un trasfondo de dolor, maltrato y frustra-

ción. Ambos son personajes completos con sus virtudes y sus defectos, capaces de despertar empatía y a la vez desprecio. Su mundo es aquel en el que los hombres han marcado los estereotipos femeninos y en el cual la única mujer perfecta es la muerta. Una novela de historias brutales que Brenda Navarro elige pensando no solo como una especie de diálogo con las mujeres, sino como una obra que funcione también como una reflexión necesaria para los hombres. Casas vacías es la primera novela de la autora, una obra sin duda magistral, donde la literatura emerge de forma natural y con soltura para adentrarnos en un mundo sobrecogedor, que en pocas páginas plasma la ideología de una sociedad y los problemas en torno a la maternidad en un mundo gobernado por hombres. Una historia que incomoda y nos sacude porque es real. Una novela muy dura y desesperanzadora que yo no hubiera podido vivir en confinamiento y a solas. Por lo mismo, los invito a experimentar Casas Vacías en la lectura colaborativa.

Mariel Turrent Eggleton (México, D. F., 1967). Ha publicado los libros “Desde adentro” (aforismos) y “Cajón de muertes y amores” (cuentos), y “La jornada del viento” y “Desnudeces de agua” (poemas). Obtuvo el primer lugar en el segundo Concurso de Cuento Juan Domingo Argüelles (1999). Es autora de la novela Hasta el último vuelo (Malix editores, 2018). Correo-e marielturrent@gmail.com

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Urgente, un programa de conciliación nacional Por Marcos Constandse Al referirme a las posturas que deberán tomar los diversos actores sociales ante las decisiones de gobierno por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador, he planteado que solo hay dos opciones para el futuro de México: la primera, la de conciliación; y la segunda, la de conflicto, y llegué a la conclusión de que en la de conflicto, todos perderíamos, y que es fundamental elegir la segunda opción, la de conciliación, pues de lo contrario será imposible la viabilidad del país.

E El conflicto

l problema de conflicto es añejo debido a la posición antiempresarial del presidente y por su maltrato actual a la iniciativa privada, cuyos integrantes perciben día con día distintas agresiones por parte del ejecutivo. Esto ha sido considerado como un agravio y ha creado una reacción en el sector empresarial y una irritación en general que está polarizando a la sociedad. Esta división se manifiesta de la siguiente manera: por un lado, se encuentran los “apoyadores del presidente”, a los que el primer mandatario envía mensajes que simplifican la complejidad del entramado social: los buenos (ellos) y los malos (los empresarios), y sus calificaciones de “fifís” y “chairos”, o de conservadores y liberales, creando una especie de lucha de clases entre pobres y ricos que en México

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no había existido desde la Revolución. Y por otro, los empresarios, que juzgan las actividades del presidente como socializantes, dañinas para el libre comercio y atentatorias de las libertades que garantiza la democracia. Agudizar ese enfrentamiento es el verdadero peligro para México, y hace urgente encontrar el camino para conciliar las posturas antagónicas. Esta conciliación debe partir del reconocimiento de ambas partes de que es primordial respetar los principios de libertad, democracia, derecho a la propiedad y economía de libre comercio, así como el acatamiento irrestricto a la Constitución y a la división de poderes. Gran parte del origen de este conflicto tiene que ver sin duda con varios factores “de forma”, que provocan gran incertidumbre en la opinión pública. Una “forma” que en algunos casos es autoritaria o irracional y, en otros, tal vez justificada por el pasado inmediato. Por ejemplo, ante los datos


o p i n i ó n duros de las dependencias gubernamentales o extranjeras que no le gustan o no le convienen, el Presidente siempre argumenta tener “otros números”, “otros datos”, sin fundamentarlos nunca. Y ante la grave problemática que enfrenta el país, López Obrador culpa invariablemente al neoliberalismo, sin reconocer su propia incapacidad para resolver ciertos problemas económicos y enmendar errores. Por otra parte, en su lucha contra la corrupción, ha actuado a rajatabla. Se ha equivocado al eliminar organismos, quitar apoyos o cancelar programas sin antes analizar caso por caso, pues en muchos de ellos efectivamente había corrupción, lo cual debía investigarse y tratado de corregir, pero no cerrar o eliminar por completo. Es el caso de la eliminación del fideicomiso de Promoción Turística, y del uso del 3% de impuesto al turista que ahora aplicará a las obras del Tren Maya, dejando al país sin promoción. O el menosprecio a todas las entidades autónomas de la nación, como el INE, el INEGI, la CONSAR, etcétera, a las cuales tacha de corruptas e ineptas y vía presupuesto quiere desaparecer. Destaca la manera en que creó políticas para el Infonavit, a las cuales señaló como equivocadas e ineficientes debido a la corrupción de sus directores. Y, en consecuencia, eliminó el subsidio, con lo que marginó de tener casa a 90% de los pobres con menos de dos salarios mínimos. Y encima, calificó de rateros a los vivienderos (10%, lo eran, pero 90%, no), y decidió impulsar la autoconstrucción. Con esta decisión quedó demostrada una absoluta ignorancia de los procesos reales de vivienda popular, desde adquisición, urbanización de la tierra, hasta procesos condominales, imposibles de realizar por autoconstrucción. Otras medidas igualmente han generado profunda suspicacia: por ejemplo, su menosprecio hacia los otros poderes de la nación, tanto el Legislativo (al que utiliza como instrumento sin contrapesos para sus iniciativas), como el Judicial, que no logra corregir su corrupción e ineptitud, y que es la causa principal de la impunidad en México. O, finalmente, la contratación de médicos cubanos como “asesores” y médicos de campo, que ha sido visto como el primer paso socializante del país, como los que dieron Allende, Ortega, Chávez, Maduro y Evo Morales, y todos aquellos líderes de sistemas que socializaron y destruyeron la economía de sus países en Latinoamérica. México no necesita médicos socialistas, ni en la medicina ni en la política.

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pobres”. Un lema que tiene su aplicación en los siguientes programas: la pensión de mil 400 pesos mensuales a los mayores de 70 años de edad; la pensión que se otorga a los discapacitados, la pensión a los estudiantes de familias pobres (menos de 2 salarios mínimos); su plan de trabajo a los jóvenes desempleados, capacitándolos en las empresas en donde laboran, y su programa de sembrando vida. Ahora bien, si observamos el presupuesto de 2019 y 2020, el objetivo de repartir en esos programas 400 mil millones de pesos, se logró, por lo menos en el 2019, en gran parte por su plan de austeridad republicana, su lucha para detener la economía de la corrupción a gran escala, incluida la del huachicol. Pero si el presidente afirma que por encima de la ley nadie, ni nada, el primero en respetar ese dicho debería ser él. Algo que no se ha visto en casos como el bloqueo de las vías férreas por parte de la CNTE, o la cancelación de la cervecería de Mexicali (que contaba con todas sus licencias), o los cambios de reglas de juego en la CFE con los productores de energías limpias, o la aplicación indiscriminada de contratos sin licitación, incumpliendo con los reglamentos de ley. No se debe de predicar una posición y adoptar otra.

La conciliación Si la iniciativa privada desea establecer una comunicación efectiva con el gobierno, es fundamental que parta del respeto a los principales logros de López Obrador, que están dentro del espíritu de su lema principal: “primero los

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La iniciativa privada debe abstenerse totalmente de apoyar la idea de un golpe de Estado, anticonstitucional, en contra del presidente que fue electo, contra viento y marea, por una absoluta mayoría de los mexicanos. Y debe valorar en lo que merece tres pilares del gobierno de López Obrador: el respeto a las leyes que fundamentan el libre mercado y a la propiedad privada; el respeto a la macroeconomía (no incrementando la deuda pública), y el respeto a las libertades individuales, los derechos humanos y la libertad de expresión. Así, es fundamental que la iniciativa privada “se resigne” a la ejecución de las cuatro obras simbólicas de la llamada Cuarta Transformación y que con paciencia espere los resultados. Ojalá en este sexenio se concluyan esas obras (del aeropuerto de Santa Lucía, del Tren Maya, de la refinería de Dos Bocas en Tabasco y del Corredor Transístmico de Tehuantepec), aunque la verdad es que no se han realizado los estudios necesarios “reales” de factibilidad económica, ni de un lado ni del otro. La iniciativa privada debe abstenerse totalmente de apoyar la idea de un golpe de Estado, anticonstitucional, en contra del presidente que fue electo, contra viento y marea, por una absoluta mayoría de los mexicanos. Y debe valorar en lo que merece tres pilares del gobierno de López Obrador: el respeto a las leyes que fundamentan el libre mercado y a la propiedad privada; el respeto a la macroeconomía (no incrementando la deuda pública), y el respeto a las libertades individuales, los derechos humanos y la libertad de expresión. Y en lo que respecta a su propia actuación, los principios que la iniciativa privada debe privilegiar son los siguientes: olvidarse de la solicitud de exclusión de impuestos, o lo que es peor, perdones por impuestos no pagados; olvidarse del rescate de empresas con el dinero del pueblo (no más Fobraproas, ni rescates carreteros, ni excepción del IVA); y admitir que “el riesgo” del capital en las empresas, es la base de la justificación moral de las utilidades. Admitir los programas sociales de López Obrador, no implica solo apoyarlos, sino que le da el derecho de exigir que se supervisen sus aplicaciones y resultados. Y en la negociación, se debe comprometer a hacer y realizar un máximo de inversión, que permita la recuperación de la economía y el empleo, y que genere los impuestos necesarios para la viabilidad de esas inversiones en los programas sociales y en la infraestructura que el país necesita. Otras líneas de gobierno en las que la iniciativa privada debe adherirse, son la búsqueda de la autosuficiencia en la producción de alimentos y en la producción energé-

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tica. En este punto, debe defenderse la posición de participar en la producción de energías de todos tipos, bajo la tutela inteligente, no fanatizada, del gobierno mexicano, volviéndose el factor complementario del capital para infraestructura que requiere Pemex y la CFE. Y en materia de salud, es fundamental que se aplique una partida mínima de 10 mil millones de pesos mensuales para invertir en infraestructura y equipamiento hospitalario, y en lo que se considera que antes fue el seguro popular para mejorar ese servicio a la población en general.

Conclusión Erradicar por parte del gobierno las posturas fanáticas que satanizan a la iniciativa privada, y por parte de ésta, abandonar la excesiva suspicacia ante las “formas” del Ejecutivo, y la desconfianza ante ciertas políticas públicas del gobierno, permitirán retomar el camino de la conciliación y la concordia, un camino necesario para que en México reine la armonía y la paz en un régimen de libertades, libre comercio y justicia social. Todas las posturas aquí mencionadas son factibles. Pero lo más importante: son fundamentales. Deben establecerse a partir de la base de la confianza en la participación y en el señalamiento respetuoso ante cualquier cambio brusco e ilegal de los acuerdos gubernamentales. Porque si no se logran estos acuerdos, el futuro de México se ve funesto y de lo que estoy seguro es de que el lema de “primero los pobres” será cambiado por el de “todos seremos pobres”. Tropo Marcos Constandse. Empresario cancunense. Autor de los libros Yo soy nosotros. Una visión transpersonal del mundo (Diana, 2002) y Ecología y espiritualidad (Diana 2003). Su más reciente libro es Déjalo ser, una novela sobre la historia de Cancún. Correo-e: marcos@xcaret.com


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de la Fotografía

Fotografía: Norma Ordieres. Humanidad esclavizada.

Norma Ordieres:

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fue un amor a primera vista

ara mí, la fotografía es la forma más amorosa de conectar mi ojo con mi alma. La conocí hace cuarenta y cinco años y creo que fue amor a primera vista. Todavía recuerdo la emoción que sigue vigente cada vez que inicio un nuevo proyecto, con el anhelo de seguir descubriendo y enriqueciendo mis lenguajes visuales. Mi comunicación más profunda con ella no es para congelar instantes, ni para documentar hechos periodísticos o plasmar escenas romantizadas de atardeceres. Como dice Philippe Dubois, la foto no es sólo una imagen: es también, de entrada, un verdadero acto icónico, y en mi caso personal un ejercicio sanador.

Mi fotografía es el resultado de toda la experiencia visual, de vida, de libros leídos, de lugares visitados, de inquietudes escondidas, de necesidades personales, de personas conocidas, de ideas visuales plasmadas desde esos hilos ocultos, que solo indagando, investigando y excavando pueden zurcirse desde dentro y con puntada invisible. Cuando yo profundizo sobre algún tema y tomo valor y me atrevo a hurgar, la magia surge. La imagen acaba diciendo lo que ni yo imaginaba, sale sola, en un acto revelador que sucede con la herramienta mecánica de la cámara, pero surge desde el inconsciente donde se revela el lenguaje necesario para decir lo indagado, lo trabajado, lo descubierto. Para mí, es un acto totalmente amoroso. Tropo

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Fotografía

Fotografía: Flor Garduño, Agua, Oaxaca, 1983

La magia de la fotografía Por Angélica Mercado La fotografía es magia pura. Todo en ella es mágico: su proceso, el aparato que la produce, la técnica, el lenguaje, la filosofía. Cuando apareció la imagen de las cosas tal como es, con sus distancias, sus colores, sus sombras y sus movimientos, nuestra vida cambió. A 181 años de su aparición oficial, la fotografía sigue moldeando nuestra forma de ver el mundo y, por lo tanto, lo que pensamos sobre él. La fotografía influye porque impacta, sensibiliza porque expresa, documenta porque cuenta historias, trasciende porque es memoria tangible.

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día inter nacional de la fotografía

Primera fotografía de la tierra desde el espacio, realizada con una cámara desarrollada por Clyde Holliday en 1946.

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ablar sobre fotografía es hablar sobre química y tecnología, sobre historia, arte y cultura. La fotografía es básicamente una manera de fijar la imagen de la cámara, utilizando la acción que la luz ejerce sobre sustancias sensibles ante ella. Ciertas sales de plata, especialmente los haluros, quedan radicalmente alterados por su exposición a la luz, convirtiendo la plata metálica y pura, en plata oxidada, que, como no está pulida, es oscura, permitiéndonos visualizar una imagen. La fotografía es, mágicamente, un dibujo a luz. Gracias a ella, ver la vida y ver el mundo sin estar, se hizo realidad.

¿Imaginas tu vida sin ella? Tal vez no conocerías ciertas especies marinas o animales extintos, etnias lejanas o costumbres diferentes. Es probable que la imagen de algunos planetas siguiera en secreto, no podríamos admirar el curioso rostro de un insecto, cosas desconocidas, seres y lugares, todo gracias a la audacia de fotógrafos, su forma de mirar, y los avances tecnológicos de sofisticados lentes y cámaras. Sin la fotografía, posiblemente olvidarías a los tuyos. La fotografía retiene mágicamente la vida de los ausentes, el amor de los enamorados o la divinidad de la juventud; es como una prueba de presencia que ofrece una promesa de inmortalidad, asegurando nuestras conexiones con otros. Es por eso que casi todos coleccionamos fo-

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día inter nacional de la fotografía

Primera Guerra Mundial, trinchera alemana, Bélgica, ca. 1916, ADOC PHOTOS, Corbis vía Getty

tografías, atesoramos nuestra historia personal, las almacenamos para asegurar la permanencia de la memoria. El aspecto sentimental que provocan las fotografías en tanto recuerdo tangible es único y el valor como documento histórico es más valioso de lo que se cree. Una fotografía no se limita a lo fotografiado, es el medio per se y el material o procesos, lo que descifra misterios y contextualiza los datos. Toda imagen necesita un discurso alrededor para ser comprendida de forma integral, la información está contenida en todas sus partes, en su soporte, la técnica o proceso, el montaje, todo en ella significa y arroja información valiosa. La fotografía dimensiona, materializa y proyecta nuestro sentir. Nos ha cautivado porque nos atrae conocer cosas nuevas o ver las que ya conocemos de formas nuevas. Nos ha permitido conocer la tierra desde el espacio, modificando nuestra percepción de lo que es nuestra vida en él. Cuando el fotógrafo Nadar realizó la primera fotografía aérea desde un globo aerostático, conocimos otro mundo; un cambio en la forma de ver enriquece nuestro conocimiento, literalmente, nos abre los ojos.

Una nueva forma de ver Ahora, con la llegada de los drones, observamos con ojo de águila nuestra vida. Estos magníficos aparatos nos ofrecen la distancia suficiente para ver cómo es y lo que le hacemos a la Tierra, pero no tanta

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como para sentirnos separados, se percibe una sensación de asombro y potencial junto a una sensación de límites. Pero es la pura sensación: las posibilidades que plantea y ejerce la fotografía son ilimitadas. Los aparatos que la producen son innovados a una velocidad sin precedentes. En 2019, alrededor de 200 científicos lograron fotografiar a más de 50 años luz de distancia, gracias al proyecto Event Horizon Telescope, una red de observatorios que a nivel global, se conectaron para formar la primera imagen de un hoyo negro situado en el corazón de una gigantesca galaxia elíptica llamada Messier 87, una bestia que devora todo, ni siquiera la luz huye de las garras de este monstruo. Y ya lo podemos ver y estudiar, gracias a la fotografía. Sus aportaciones van más allá de lo histórico y lo científico. Su cualidad testimonial y artística ha diversificado tanto sus aplicaciones como sus usos. A través de la historia podemos apreciar el trabajo de fotógrafos que han experimentado y explorado nuevas formas de ver y de comunicar, desarrollando un lenguaje propio que todos debemos aprender a leer. La fotografía es una construcción cultural: su mensaje y su valor también dependen del ojo de su espectador. Para el artista, la imagen debe ser transformada en un nuevo suceso, uno muy personal, aunque después sea sometido a múltiples interpretaciones; el desafío es expresar un significado interno mediante una forma exterior. En una fotografía, la belleza parece debatirse entre la emoción y la razón, cuando en realidad se trata de ambas


día inter nacional de la fotografía

Fotografía: Oded Balilty, Israel 2007. Solo una mujer judía contra todo el ejército.

a la vez. Su inmediatez y poder de persuasión son cualidades que la han hecho imprescindible cuando se trata de generar cambios a partir de una situación que parece inevitable o irresoluble. Una sola fotografía se puede convertir en la imagen de todo un movimiento social o político. Tal es el caso del retrato del Che Guevara hecho por Alberto Korda, la imagen trascendió a símbolo, y ahora su significado es inalterable. Por otro lado, los avances tecnológicos de las cámaras compactas y novedosas ópticas, han propiciado la creación de un nuevo lenguaje que define la forma de narrar la vida a todo público, sin distinción de edad, condición social o nivel académico, y con una inmediatez que parece acelerar las conexiones entre nosotros. Desde el 19 de agosto de 1839 la fotografía ha sido un medio vital para la expresión y la comunicación. Y

a lo largo de su asombroso ascenso se ha luchado para comprenderla como un arte más que una técnica; si bien la tecnología afecta el trabajo del fotógrafo, es su forma particular de usarla lo que relata historias. ¡Gracias, fotografía, por tanta magia! Tropo

Angélica Mercado. Fotógrafa independiente desde 1992. Estudia y enseña fotografía. Experimenta y escribe en distintos medios lo que descubre sobre ella. “Soy topo de cuartoscuro”, se confiesa. Además de sus colaboraciones como reportera gráfica, también es directora de arte en producciones de moda y coordinadora de proyectos de cultura comunitaria. Fue responsable de la Fototeca del Archivo Histórico del Estado de Colima, gestora cultural y colaboradora en la Secretaría de Cultura de aquella entidad. Como teórica de esta disciplina, se ha especializado en la difusión cultural de la fotografía.

19 de agosto, Día Internacional de la Fotografía

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as aportaciones de la fotografía son innumerables, su estudio interminable y su trascendencia indiscutible. Desde 2007, como iniciativa del fotógrafo australiano Korske Ara, el 19 de agosto se celebra el Día Internacional de la Fotografía, su difusión e importancia fue en aumento, de forma que ahora se celebra en todo el mundo. Todos, de alguna manera u otra, tenemos mucho que agradecer a la fotografía. Celebremos reconociendo su valor, estudiando su lenguaje, reflexionando sobre su

importancia en la vida diaria; estoy segura de que la tarea de una educación visual apropiada a nuestra contemporaneidad es donde reside el consumo responsable de fotografías, a medida que se revaloren, habrá recursos para seguir creando trabajos que hacen historia. Si eres fotógrafo o apasionado de la fotografía puedes colaborar con esta celebración subiendo tus mejores fotos a las redes sociales etiquetándolas con los hashtags #worldphotoday o #DiaMundialDeLaFotografia.

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Hernández Binz

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er una fotografía es mirar un fragmento de vida. Revivir sentimientos y emociones, recuerdos, alegrías y tristezas. Es la oportunidad de volver a algún momento de nuestra humanidad, mostrándonos lo que algún día fuimos. Y eso le agradezco a la fotografía: el haberme encaminado a una vida en donde aprendo a detenerme y observar. Siento gratitud porque la fotografía me permite recuperar el momento, el espacio y las personas con las que me ha tocado compartir mi tiempo en este plano.

Gratitud por otorgarme la posibilidad de la búsqueda de una forma, un estilo y una autenticidad en mi manera de representar el mundo, reflejando mi personalidad y mi ser. Por darme el permiso a equivocarme y a aceptar los errores como aprendizajes. Por permitir reconocerme en cada fotografía y recordarme de dónde vengo y en dónde estoy parado. Gratitud por tener el privilegio de arrancar una reacción a un espectador, que no solo vea mi trabajo, sino que pueda identificarse en él. Y, finalmente, porque me ha aportado la dicha de ayudar a los demás, de sentirme conectado con los otros y de poder servirlos a través de la imagen. Tropo


p o r t a f o l i o

Alejandra Mendoza

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l lenguaje de la fotografía congela el tiempo, hace que se detenga por un instante y se le capture a través de la lente. Ya sea por la velocidad de obturación o el uso del flash, es posible congelar cualquier instante y conseguir fotografías que el ojo desnudo jamás sería capaz de ver. La fotografía permite conservar un momento intacto, permite que un recuerdo perdure tanto como lo permita el soporte que lo contiene. La lente y el fotógrafo se vuelven testigos de lo cruel que puede ser el tiempo y la fotografía se convierte en evidencia indiscutible de su paso. Ya lo ha dicho Susan Sontag: “Todas las fotografías atestiguan la despiadada disolución del tiempo.” Tropo

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