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Las cooperativas y la economía social: Actores esenciales para el equilibrio económico por Joseph Stiglitz
Las cooperativas y la economía social: Actores esenciales para el equilibrio económico Joseph Stiglitz, 26 de abril de 2018
Stiglitz inicia su conferencia situando a Costa Rica como un territorio en donde se visualizan grandes oportunidades para Costa Rica, como ocurre en todos los periodos de transición de un gobierno a otro, pero añadió que a esto se agrega que este es también un momento de cambios estructurales importantes en muchos países. El mundo ha pasado de una economía basada en la agricultura y en la producción manufacturera a una economía de la innovación basada en los servicios, como ha ocurrido, por ejemplo, con el sector del turismo en Costa Rica. Evidentemente, estos cambios dramáticos han tenido consecuencias profundas en la propia economía, así como en la política y en la sociedad en general, lo que, según Stiglitz, nos convoca a reflexionar sobre qué es una “buena economía” y qué es una “una buena sociedad”. Mencionó que hace unos años atrás, en su libro “Mis-measuring our lives”, ya había advertido que el PIB no es un indicador fiable del progreso económico y social, porque no incorpora muchas de las cosas que realmente nos importan. Al respecto recordó que, hace un tiempo, Robert Kennedy había dicho que “el PIB lo mide todo, excepto lo que es verdaderamente valioso”. Es un indicador que no considera las relaciones humanas, la cohesión social, la salud, ni ninguna otra variable relacionada con el bienestar y, por ese motivo, los modelos económicos que solo se enfocan en el crecimiento del PIB nunca van a garantizar el bienestar. Destacó la importancia de que Costa Rica se haya sumado al pequeño grupo de países que impulsó la llamada Alianza para el Bienestar, que no persigue cualquier tipo de crecimiento económico sino aquel que asegure una maximización del bienestar para todos y con un modelo sostenible desde el punto de vista económico, político, social y ambiental.
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Subrayó que ésto es especialmente importante debido a los cambios que se están produciendo en los últimos años a nivel mundial, como el crecimiento del autoritarismo y del proto-fascismo, con personas como el presidente Trump que se han propuesto dividir a las sociedades por dentro y, al mismo tiempo, separarnos del resto de las sociedades, construyendo muros en lugar de puentes. Opinó que esta es una pelea global, porque Trump está del mismo lado
que Putin en Rusia, Erdogan en Turquía y otras figuras autoritarias que quieren socavar la democracia, entre otros valores por los que hemos peleado durante tanto tiempo. En este contexto es extraordinariamente importante que existan lugares que puedan demostrar que hay una manera alternativa de hacer las cosas.
Costa Rica ya lo demostró en 1948 con la abolición del ejército. No se necesita un ejército para tener paz, sostuvo, y agregó que lo que gasta Estados Unidos en armamento es lo mismo que gasta todo el resto del mundo, lo que sin embargo no le ha garantizado salir victorioso cuando se ha involucrado en algunos conflictos armados en pequeños países. La principal consecuencia de gastar tanto dinero en el ejército es que a los ciudadanos estadounidenses no les va demasiado bien, aseguró. Insistió, además acerca de la importancia de que Costa Rica siga por el mismo camino por el que ha venido transitando (crear una sociedad en la que existan la justicia social y económica, y que garantice la sostenibilidad ambiental) porque, aunque se trate de un país pequeño, el mensaje de que existe un modo alternativo de hacer las cosas tiene una importancia fundamental para el resto del mundo.
Stiglitz estructuró su conferencia en 3 partes. En la primera se refirió a lo que estaba funcionando mal, especialmente en los Estados Unidos a quienes muchos ven como un modelo futuro, más que nada para mostrar por qué no lo era y por qué era necesario buscar otros modelos a seguir. Luego reflexionó sobre las razones por las que ha ocurrido esto, es decir sobre cuáles fueron las ideas que llevaron a los resultados desastrosos que hoy se observan, tanto en Estados Unidos como en muchos otros países que siguieron su ejemplo. Finalmente se refirió al papel que juega la economía social y el movimiento cooperativo en la creación de una economía del siglo XXI que sea compatible con la igualdad y la justicia social.
Sostuvo que la economía de mercado convencional no ha tenido un desempeño satisfactorio, al menos para la gran mayoría de las personas. La desigualdad crece, las condiciones económicas de cada individuo ha disminuido y con ello, se percibe mayor lentitud en el desarrollo económico de los países, hay una gran inestabilidad, la que se puso especialmente de manifiesto durante la crisis de 2008, cuyas consecuencias más pesadas recayeron sobre los trabajadores comunes, dado que los banqueros salieron enormemente beneficiados y nadie tuvo que rendir cuentas respecto a las razones por las que se había desencadenado esa crisis. Por otro lado, los beneficios del escaso crecimiento que sí se produjo, también terminaron yendo casi en su totalidad hacia los sectores más privilegiados.
El gráfico 1, expresa con mayor claridad las ideas anteriores, comparó la evolución en los ingresos medios del 1% de los estadounidenses con ingresos más elevados, con los del 90% con ingresos más bajos, entre los años 1973 y 2015 (gráfico 1). Ironizó respecto a que debía recurrirse a una visión casi microscópica para notar el pequeñísimo aumento en el caso del 90% inferior.
Gráfico 1: el 90% inferior ha visto un pequeño aumento en sus ingresos durante el último tercio del siglo
Ingreso medio
Euros constantes PPA 2015
1% Superior 90% Inferior
Fuentes: World Wealth and Income Data Base
Stiglitz indicó también que esto ha ocurrido en el último tercio de siglo pero que no siempre ha sido así. De hecho, tradicionalmente los economistas pensaban que en las etapas más tempranas del desarrollo de un país, a los ricos y a los que aprovecharan mejor las ventajas de la modernización, les iba a ir mejor que a los demás (como ha pasado, por ejemplo, en China) pero que luego se reduciría esa desigualdad, lo que se conoce como la “Ley de Kuznets” formulada por Simón Kuznets, que incluso obtuvo un Premio Nobel por su trabajo en 1971. Sin embargo, advirtió que la teoría de Kuznets fue desarrollada con base en la información estadística de las décadas de 1950 y 1960 en las que, efectivamente, se estaba registrando una caída del ingreso del 1% superior en los Estados Unidos (ver gráfica 2). Lo que Kuznets no pudo anticipar, según Stiglitz, es lo que ocurrió luego, alrededor de 1980, cuando Reagan asumió la presidencia de Estados Unidos y Thatcher se convirtió en la Primera Ministra del Reino Unido, lo que llevó a un cambio muy importante en la filosofía económica global que, entre otras cosas, condujo a un enorme incremento de la participación en los ingresos de ese 1% superior.
Gráfico 2: Participación en el ingreso del 1% superior en los Estados Unidos en el periodo 1913-2015
Porcentaje del total (%)
Fuentes: World Wealth and Income Data Base
El gráfico 3 permite ver que este patrón se repite de manera muy similar en muchos otros países, aunque la evolución en el incremento de la desigualdad no es exactamente la misma que la que se observa en el caso de Estados Unidos, lo que se nota claramente en el caso de Francia, pero también en el de China, Rusia o el Reino Unido. Subrayó que todos estos son países avanzados que han estado expuestos exactamente a los mismos cambios introducidos por la tecnología y la globalización, no obstante, lo cual el impacto que esas transformaciones produjo en cada uno de ellos fue diferente.
Gráfico 3: Participación en la riqueza mundial del 1% superior, 1913-2015
Participación en la riqueza personal (1%)
China
Francia Rusia
R. Unido
EEUU
Fuente: Wid.world (2017). Para consultar las series de datos y lasnotas ver wir2018.wid.world En 2015, el 1% superior tenía una participación del 43% en Rusia, mientras que en 1995 era de 22%
Stiglitz aseguró que esto es así porque estos países han aplicado políticas diferentes. En algunos países se permitió que los sectores más ricos se quedaran con una mayor parte de las riquezas, mientras que en otros no fue tan así. Destacó que aquellos países que permitieron que el 1% superior se llevara la mayor parte del pastel no crecieron más rápidamente que los demás: terminaron sacrificando tanto la cohesión social como el crecimiento. El gráfico 4 muestra la realidad de algunos otros países y se concentra en las últimas 4 décadas, lo que permite apreciar, todavía mejor, que la desigualdad ha crecido mucho más en los Estados Unidos que en el resto de los países analizados.
Gráfico 4: Proporción de ingresos obtenidos por el 1% superior, 1975-2015
Fuentes: World Wealth and Income Database
Gráfico tomado del US Economic Report of the President, Enero 2017.
Recalcó que, incluso dentro de 1% superior existe desigualdad, lo que ejemplificó con un nuevo gráfico que compara la evolución del periodo comprendido entre 1978 y el 2015 de: la remuneración de los CEOs (directores ejecutivos) de las principales corporaciones, los salarios del 0,1% de la población con mayores remuneraciones y el índice Standard & Poor’s 500.
Gráfico 5: Desigualdad incluso en el 0,1% superior
El ingreso de los CEOs en ese periodo creció a tasas mucho más elevadas que las experimentadas por las remuneraciones a los profesionales y que la propia Bolsa de Valores. Stiglitz comentó que en los Estados Unidos se liberó una verdadera batalla solo para conseguir que esta información se hiciera pública y que hubo que recurrir a una norma legal que obligara a las empresas a informar cuanto ingreso económico ganaban los CEOs, respecto del resto de sus trabajadores. Acotó que en otros países avanzados, los CEOs también ganan mucho más que el resto pero no a los mismos niveles que en Estados Unidos. En algunos países de Europa pueden ganar entre 30 y 50 veces más que un trabajador promedio y en Japón esa relación es de 10 a 1, mientras que en los Estados Unidos es de más de 300 a 1. Sin embargo, las empresas son igualmente eficientes en todos estos países; estas diferencias se justifican solo por lo que establecen algunas normas sociales y los marcos jurídicos de cada país.
Respecto de lo que ocurre entre los sectores medios y más pobres, mencionó que existe mucha evidencia empírica que demuestra la falsedad de la pretendida “teoría del derrame” que sostiene que, si le damos lo suficiente a los más ricos, finalmente el resto de la sociedad se va a terminar beneficiando. Lo ejemplificó con un gráfico que muestra que los ingresos medios de los trabajadores a tiempo completo (que, según Stiglitz son los más afortunados, porque en Estados Unidos son muchos los que solo trabajan una parte de las horas que estarían dispuestos a hacerlo) hoy están al mismo nivel que hace 42 años atrás (gráfico 6).
Gráfico 6: Ingreso medio de un trabajador masculino a tiempo completo en los Estados Unidos (en dólares constantes de 2016)
Nota: los datos están ajustados para contemplar el cambio metodológico de 2013. Fuente: Oficina de Censos de los Estados Unidos.
Stiglitz expresó que, aunque durante mucho tiempo se pensó que en Estados Unidos cada generación viviría mejor que la anterior, hace mucho que eso dejó de ser cierto, lo que está detrás de la disconformidad que hoy demuestran grandes sectores de la población del país. Comparando una vez más con la situación en otros países, indicó que en ese mismo largo periodo en que el salario de los estadounidenses ha permanecido estancado, en China creció 20 o 30 veces y que, en ese mismo lapso, 700 millones de chinos salieron de la pobreza, mientras que en Estados Unidos la cantidad de pobres aumentó.
Mencionó también que es interesante observar que, en este mismo periodo, lo que se ha observado en muchos países de América Latina es un descenso en la desigualdad, lo que ha sucedido porque muchos líderes políticos se dieron cuenta de que mantener esos niveles de desigualdad no era políticamente sostenible. Citó el caso de Brasil donde en un periodo de 20 años se trabajó muy intensamente para mejorar la educación, el acceso a los alimentos y a los servicios de salud, lo que redujo drásticamente las estadísticas en materia de desigualdad. Esta es una nueva demostración de que lo que más influye en la disminución de las brechas entre los diferentes estratos sociales son las políticas, indicó.
Con un nuevo gráfico, Stiglitz ilustró la evolución de la desigualdad en un conjunto de países seleccionados del continente americano, a través de la comparación del valor del Índice de Gini para los años 1985 y 2015 (gráfico 7). Nuevamente, el gráfico muestra que en los países más avanzados, como Estados Unidos y Canadá, la desigualdad se incrementó, mientras que en el resto de los países analizados se redujo, en algunos de ellos de manera muy significativa. Se refirió especialmente al caso de Costa Rica en el que el aumento observable en el coeficiente de Gini sugeriría que se habría producido un importante incremento de la desigualdad. Señaló que esto debe ser relativizado porque este indicador solo se basa en los ingresos y no considera otros aspectos como los servicios públicos dirigidos a incrementar el bienestar de la población en su conjunto, un terreno en el que Costa Rica es especialmente fuerte.
Gráfico 7: Índice de Gini (estimaciones del Banco Mundial)
Costa Rica Guatemala
Honduras
Nicaragua Panamá El Salvador
2015 o último año disponible México Brasil Chile Argentina
1985 o año más cercano disponible Estados Unidos Canadá
Stiglitz analizó luego la evolución del ingreso a nivel mundial entre 1980 y 2016, mediante un gráfico que toma como universo el conjunto de la población mundial, como si no existieran fronteras entre los países (gráfico 7). Explicó que en el eje horizontal se divide a la población mundial en cien grupos de igual tamaño en cantidad de población (percentiles), los que se ordenan de manera ascendente de izquierda a derecha, según el nivel de ingresos de cada grupo. El grupo del 1% superior se divide a su vez en otros 10 y el más alto de estos se divide nuevamente en 10 grupos más, todos con igual cantidad de población. El eje vertical muestra
el crecimiento del ingreso total entre 1980 y 2016 para una persona promedio de cada uno de los grupos. El gráfico evidencia que hay dos grupos a los que les ha ido bastante bien. En primer lugar, el grupo al que le ha ido mejor y que ha tenido el mayor aumento de ingresos, es el del 1% superior. Stiglitz advirtió que para tener una idea real de lo que esto indica en términos de desigualdad es necesario considerar que el gráfico se refiere a porcentajes de crecimiento del ingreso y que no es lo mismo un aumento de, por ejemplo, un 1% para quien gana 200 dólares (que serían 2 dólares) que para quien gana 1.000 millones de dólares (que serían 10 millones). El otro grupo al que le ha ido bien es la clase media de muchos países emergentes, especialmente las de China, India e incluso la de algunos países de África. Pero hay dos grupos a los que les ha ido muy mal. En primer lugar, los sectores de ingresos más bajos de muchos países emergentes, en particular los que cuentan con economías esencialmente agrícolas, cuya pobreza se ha incrementado notablemente como consecuencia de las políticas proteccionistas y los subsidios de Estados Unidos y la Unión Europea. En segundo lugar, las clases medias de Estados Unidos y de los países de Europa Occidental, cuyos ingresos se han estancado. Según Stiglitz, al ver estas cifras es fácil explicarse por qué algunos candidatos como Trump o Le Pen han obtenido tantos votos en las elecciones de sus países.
Gráfico 8: Crecimiento del ingreso mundial por percentiles
Mencionó que la desigualdad en materia de riqueza y salud es todavía mayor que en los ingresos, al punto que en un país como Estados Unidos, que tiene los mejores hospitales y la mayor inversión en investigación, la esperanza de vida al nacer está cayendo.
Gráfico 9: Mortalidad por drogas, alcohol y suicidio en hombres y mujeres de entre 50 y 54 años de edad
Stiglitz manifestó que la reducción en la esperanza de vida en los Estados Unidos se debe, fundamentalmente, a un incremento significativo en la cantidad de muertes de personas de mediana edad, especialmente entre los blancos no hispanos que cuentan con edades entre 50 y 54 años. Una de las razones más importantes para explicar este hecho es el incremento dramático en la cantidad de muertes por suicidio o causadas por el consumo abusivo de drogas y alcohol, a las que se ha denominado como “muertes por desesperación”. Se trata de personas que llevan medio siglo sin esperanzas y sin expectativas respecto a una sociedad que no ha hecho nada ni por ellos ni por sus hijos. El resultado de todo esto es la línea roja que muestra el gráfico 8, que resulta más impactante cuando se observa que los países europeos van exactamente en la dirección contraria y que otros países avanzados, como Australia, también muestran un incremento en este tipo de muertes, pero con una magnitud muy inferior respecto
a la observable entre los estadounidenses. Stiglitz recalcó que esto es una nueva demostración de que lo que realmente importa para una sociedad no es solo su PIB sino, fundamentalmente, lo que esa sociedad hace, hacia dónde se dirige y a qué apuesta.
Opinó que, probablemente, una de las expresiones más injustas de la desigualdad es la que se expresa en términos de oportunidades, y argumentó que, en el caso de Estados Unidos, alcanza tal magnitud que hoy permite afirmar que la idea del llamado “sueño americano” se ha transformado solo en un mito. Señaló que la concreción de los proyectos de vida de un joven estadounidense promedio, tiene un grado de dependencia del ingreso y de la educación de sus padres mucho mayor que en cualquier otro país avanzado. El gráfico 10 presenta la situación de un grupo de estos países en términos de desigualdad de ingresos (eje vertical) y de movilidad de ingresos como una medida de la existencia de oportunidades de progreso social intergeneracional (eje horizontal).
Gráfico 10: Desigualdad y movilidad de ingresos
Desigualdad de ingresos (US)
Fuente: Janet Gornick; OECD 2008. Growing Unequal: Income Distribution and Powerty in OECD Countries. Paris, OECD.
Una vez más, el país con peor desempeño es Estados Unidos, acompañado en este caso por el Reino Unido e Italia, donde incide especialmente la situación del sur del país. Estados Unidos es el país que tiene mayor desigualdad de ingresos y uno de los que ofrece menos oportunidades de progreso intergeneracional. Para Stiglitz este hecho es una demostración clara de un concepto que considera especialmente importante: que los países tienen opciones. No hay ninguna fuerza natural que lleve a tener uno u otro resultado en materia de desigualdad, lo que queda claro cuando se observa en la misma gráfica el desempeño de los países escandinavos que, en el mismo mundo y con las mismas presiones del entorno, han logrado alcanzar niveles mucho más altos de igualdad, tanto en los ingresos como en las oportunidades de progreso social para los más jóvenes. La gráfica parece sugerir que existe una correlación directa entre estas dos dimensiones de la desigualdad.
Stiglitz sostiene que su interpretación sobre lo que está ocurriendo es muy sencilla: el trabajo está siendo “engañado”. Mientras la productividad sigue creciendo, el aumento en las remuneraciones no alcanza la misma. Es decir, que el problema no es que la productividad se haya estancado, sino quien se está quedando con los beneficios que genera ese aumento en la productividad.
Esto queda claramente evidenciado por el gráfico 10 que analiza la evolución de la productividad y la remuneración de un trabajador promedio de los Estados Unidos, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el momento actual. Se observa que la productividad ha estado creciendo en todo ese periodo a una tasa relativamente estable y que en los primeros años analizados en el gráfico, la remuneración crecía casi al mismo ritmo, como resultado de una especie de contrato social que permitía que los trabajadores participaran en la distribución de los beneficios adicionales producidos por el incremento de la productividad.
Sin embargo, a fines de la década de 1970 algo cambió: la productividad siguió creciendo, pero las remuneraciones de los trabajadores se estancaron, lo que indica claramente que alguien más se estaba quedando con esos beneficios adicionales.
Gráfico 11: Estados Unidos: desconexión entre la productividad y la remuneración de un trabajador promedio, 1948-2015
En opinión de Stiglitz, esto ya es suficientemente malo y preocupante, pero hay un elemento que empeora aún más las cosas: la crisis moral que ha acompañado a esta desigualdad en la distribución de los beneficios, lo que ha llevado a una generalización de la explotación, la discriminación y otras prácticas éticamente cuestionables. Este tipo de conductas han sido especialmente evidentes en el caso del sector financiero -con sus préstamos leoninos, las prácticas abusivas con las tarjetas de crédito, la manipulación del mercado y los escándalos como el de las cuentas falsas de Wells Fargo-, pero no son un patrimonio exclusivo de la banca, sino que se han extendido a casi todo el sector privado, como lo demuestra el caso de la industria automotriz y el escándalo generado por la falsificación de la información sobre emisiones de bióxido de carbono de empresas como Volkswagen.
Advirtió que esta crisis moral es el resultado de uno de los aspectos que más le interesaba destacar en su conferencia: que la economía y el entorno en que se desenvuelven las personas terminan cambiando su esencia y su comportamiento. Un estudiante, por ejemplo, que al graduarse ingresa a
trabajar en el sector financiero es, en apariencia, igual a cualquier otro estudiante, pero existen varios estudios internacionales sumamente interesantes que permiten afirmar que el entorno los termina cambiando como personas. Esos estudios demuestran que, por ejemplo, si se le hacen algunas preguntas a un banquero al salir de la iglesia, por ejemplo, es probable que no mienta demasiado, pero si se le recuerda a qué se dedica, cuál es la esencia de su negocio (la maximización del lucro, como único objetivo) y se le hacen las mismas preguntas, comienza a mentir, sistemáticamente. Si alguien se mueve en un ambiente en el que todos mienten, también termina mintiendo, lo que demuestra que el entorno social afecta lo que somos. Stiglitz señaló que este tema es particularmente importante porque la influencia del ambiente no tiene que ser siempre negativa. Existen otro tipo de organizaciones, como las cooperativas, que transmiten valores totalmente diferentes que se relacionan directamente con la búsqueda del bienestar para todos.
Stiglitz se preguntó, entonces, ¿Por qué ha ocurrido todo esto? ¿Qué fue lo que salió mal? Por un lado, indicó un problema básico relacionado con los sistemas de gobernanza durante todo ese periodo de deterioro: quienes tomaron las decisiones no fueron los mismos que sufrieron las consecuencias de esas decisiones, a lo que se agrega que no existe un buen sistema de retroalimentación que permita identificar claramente todos los impactos ocasionados por esas decisiones y hacer correcciones oportunas cuando se producen errores. En ese momento se argumentó que había que esperar a que se produjeran los beneficios de la denominada “teoría del derrame” que terminaría generando bienestar para todos, pero nunca se hizo un esfuerzo por verificar si esa mejora se estaba produciendo o no. Lo que ocurrió en realidad es que los intereses de quienes tomaron las decisiones, tampoco eran los mismos que los de quienes sufrieron sus consecuencias y, naturalmente, las elites que tomaron las decisiones lo hicieron atendiendo a las consecuencias que estas tendrían sobre sus propios intereses, ignorando los impactos sobre grandes regiones del país que ya estaban atravesando un periodo de dificultades que terminaron agravándose. En opinión de Stiglitz, también influyeron algunos aspectos ideológicos. Por un lado, existía una confianza casi ciega en el sistema y en la idea de que el mercado se iba a encargar de todo. Esa creencia era tan fuerte que llevó a que no se prestara demasiada atención a cómo funcionaba el sistema en la realidad. Como consecuencia de la Guerra Fría el fundamentalismo de mercado se exacerbó aún más, más que nada por una interpretación equivocada sobre las causas que estuvieron detrás del colapso de la Unión Soviética. Se sostuvo que esta caída era una reafirmación de las virtudes del modelo capitalista de mercado cuando, en realidad, solo se trataba del fracaso esperable de un sistema económico y social, corrupto y mal diseñado.
Los cambios en los Estados Unidos durante la llamada “era Reagan” empeoraron aún más las circunstancias. Las ideas de Milton Friedman -apóstol del mercado libre y principal representante de la denominada escuela de Chicago- tuvieron un gran predicamento en todo el mundo. Sin embargo, según Stiglitz, esas ideas no tenían un sustento científico ni se basaban en ninguna teoría económica, por lo que terminaron deformando el modelo económico estadounidense de la segunda mitad del siglo XX. Por ejemplo, Friedman afirmaba que había que poner el énfasis en la maximización del valor de las acciones de las empresas. Esto produjo un alejamiento todavía mayor entre los que tomaban las decisiones y los afectados por ellas y, en la práctica, condujo a una priorización de la maximización de los beneficios a corto plazo, en detrimento de las inversiones a largo plazo, como las necesarias para generar empleo, mejorar la productividad o apoyar el crecimiento de las empresas. A esto se sumó la falta de visión del sector público, que estuvo enfocado exclusivamente en las obligaciones del gobierno (sus pasivos) y no en la generación de recursos (sus activos). Las consecuencias de la aplicación de este modelo cortoplacista fueron desastrosas: la desaceleración del crecimiento, una distribución aún más desigual, el deterioro en la situación de los trabajadores y el crecimiento de la inseguridad en el trabajo, entre otras. Estos impactos también se replicaron en muchos otros países en los que el modelo económico estadounidense incidió fuertemente. Esencialmente, Reagan sostenía que la rebaja de los impuestos a los más ricos y la eliminación de regulaciones liberarían a la economía e incentivarían a los agentes económicos a producir más, lo que llevaría a una aceleración del crecimiento que terminaría beneficiando a todos. Pero nada de esto sucedió: por el contrario, el crecimiento se volvió lento, aumentó la desigualdad y solo mejoró la situación de los más ricos.
Para Stiglitz, el problema con este tipo de modelos es que se basan en una concepción estrecha de las personas, del mercado, de las relaciones interpersonales y del bienestar. Parten de la premisa de que las personas son esencialmente egoístas y que su naturaleza no se ve afectada por el contexto social en que se desenvuelven. Consideran al mercado como un fin en sí mismo y sostienen que, si se evita la intervención de los gobiernos, los mercados tendrán un funcionamiento perfecto y producirán más bienes, proponiendo una noción exclusivamente materialista del bienestar.
Señaló que todas estas premisas fueron después cuestionadas, luego de la constatación empírica de que a todas las economías que se basaron en ellas les terminó yendo muy mal. Este resultado tiene varias explicaciones aportadas por la teoría económica. Por un lado, existen limitaciones inherentes a los mercados (los monopolios, la contaminación, la explotación, las
ineficiencias, las inestabilidades) que afectan su funcionamiento. Por otro lado, las personas son mucho más que simples máquinas de consumir, se interesan por su trabajo, por sus relaciones interpersonales, por su incidencia en las decisiones que afectan sus vidas, por la inseguridad. Además, la economía sí influye sobre ellas y el modelo basado en la economía de mercado hizo que las personas se transformaran en más egoístas, menos cooperativas y más materialistas. Finalmente, la utilización de indicadores como el PIB no es suficiente para medir todo lo que en verdad nos importa, porque no consideran el bienestar.
Stiglitz comentó que, en el pasado, se pensaba que, si queríamos construir una sociedad más equitativa, debíamos olvidarnos de lograr un crecimiento económico significativo, porque estos eran objetivos excluyentes. Esa visión ya se ha abandonado. Hoy sabemos que las sociedades más equitativas crecen más rápidamente, en particular si medimos el crecimiento de la manera correcta, es decir en términos de bienestar, pero, incluso sin considerar este aspecto, existe una correlación positiva entre igualdad y desempeño económico. Aclaró que, cuando escribió su libro “El precio de la desigualdad”, lo que quiso fue llamar la atención sobre el alto precio que la sociedad estadounidense estaba pagando por esa desigualdad y advertir que, si no se hacía algo al respecto, no solo habría consecuencias económicas sino también políticas. Comentó que, desafortunadamente, todas sus predicciones se habían cumplido y que, incluso, lo que ocurrió en la práctica fue peor que lo que él había pronosticado, pero que lo más grave es que todavía pueden empeorar aún más. Recordó que, en el momento de realizar esas predicciones, estaba bastante solo, pero que su teoría se ha convertido en una idea generalizada, hasta el punto que el propio FMI sostiene en la actualidad que, si los países quieren obtener un crecimiento sostenido y rápido, deben promover la igualdad. Por eso, cuando buscamos alternativas que tenemos que pensar en opciones que sean inclusivas por naturaleza y que garanticen una mejor participación en la toma de decisiones, algo que es importante para el bienestar de la mayoría de las personas.
Según Stiglitz, estas alternativas existen e incluyen a la economía social, un sector en el que las cooperativas juegan un rol preponderante. Este tipo de organizaciones ponen primero a las personas, buscando su bienestar en el sentido amplio y no solo el bienestar material, y reconocen que lo que somos (nuestras preferencias, creencias y actitudes hacia los demás) cambia con el entorno social, político, cultural, ambiental y económico en el que nos desenvolvemos. La propiedad y la participación en la toma de decisiones pueden motivar e incentivar la innovación y cambiar la "identidad“, de modo que los intereses de las personas y de las empresas estén más alineados, alineando también los comportamientos, lo que reduce el peso de los problemas que
se presentan en un escenario de intereses desalineados (lo que se suele llamar "problemas de agencia"). Incluso en los Estados Unidos, “la más capitalista de las sociedades capitalistas”, existe una gran variedad de modelos organizacionales. Algunas de las organizaciones más exitosas son entidades sin fines de lucro, algunas son instituciones en las que los trabajadores tienen una participación relevante en la gobernanza, y algunas son cooperativas.
Aclaró que el sector más exitoso de los Estados Unidos -el de las instituciones de educación superior-, está dominado por dos tipos de universidades: las estatales y las que están establecidas como organizaciones sin fines de lucro. En el otro extremo, las instituciones educativas con fines de lucro (entre las que mencionó a la Universidad Trump como el peor ejemplo) solo se han destacado por enseñar a explotar a otros, por fomentar el egoísmo, por prometer fórmulas para hacerse más rico rápidamente a costa de los demás y, sobre todo, por usar su incidencia política para evitar ser reguladas.
Agregó que, históricamente, las empresas más exitosas de los Estados Unidos han contado con alguna forma de participación en la propiedad por parte de sus trabajadores, lo que ejemplificó con el caso de Sears Roebuck, la más conocida y una de las más antiguas cadenas de tiendas minoristas a nivel nacional. Mencionó que en las empresas actualmente más dinámicas (las de Silicon Valley) es habitual que se ofrezca a los trabajadores una participación en la propiedad de la empresa, ya sea como parte de la retribución por su trabajo o incluso en al momento de reclutarlos. Señaló, además, que las nuevas tecnologías de información y comunicación han permitido el surgimiento de novedosas formas de organización y de cooperación, en donde también se incluyen conceptos como el de “collective commons” (bienes colectivos) o el de “open source” (código abierto) que surgieron a partir de proyectos tecnológicos, como Wikipedia y Mozilla, pero que hoy se han extendido mucho más allá de este sector. Sobre este tema destacó la importancia que pueden tener, y que de hecho ya está teniendo en algunos países, la existencia de estímulos legislativos y de marcos jurídicos apropiados para promover este tipo de iniciativas, en donde también se contemplan nuevas formas de propiedad intelectual como parte de las alternativas a las patentes tradicionales.
Stiglitz señaló que las cooperativas han sido especialmente exitosas en ciertos sectores y regiones de los Estados Unidos. Mencionó algunos ejemplos basados en su experiencia personal, como el de las cooperativas de vivienda (él vive en una de ellas) a las que definió como un modelo muy exitoso porque permite que quienes las habitan manejen sus problemas de forma colectiva y el de las empresas
editoriales cooperativas (como la que publica sus libros) que no tienen los mismos problemas que enfrentan las editoriales con fines de lucro que han bajado la calidad de sus publicaciones y tienen muchas dificultades para publicar contenidos serios e interesantes. Pero también mencionó el caso de las cooperativas de ahorro y crédito, sobre las que afirmó que no han mostrado el mal comportamiento frecuente en las empresas lucrativas del sector financiero, y el de las cooperativas agrícolas como Lando-Lakes, el mayor productor nacional de mantequilla. Opinó que uno de los aspectos destacables del modelo cooperativo es que puede enfocarse en diferentes áreas de interés común, como la comercialización, el asesoramiento técnico, el crédito o la investigación. Al respecto se refirió a una experiencia que conoció recientemente en la región de la Toscana en Italia, donde hay muchas pequeñas tiendas que funcionan como unidades económicas independientes, cada una con su propietario, pero que se han unido para conformar cooperativas dedicadas a la investigación y a la exportación, dado que cada una de ellas es demasiado pequeña como para contar con su propia infraestructura en estas áreas.
Señaló que algunos de los temas que hoy están en el centro del debate político en los Estados Unidos tienen que ver con estas formas alternativas de empresa. Existe una preocupación por la falta de visión de las empresas tradicionales y porque el modelo de propiedad por parte de accionistas con participaciones a corto plazo lleva a que éstos tengan un interés escaso por la solidez financiera de las empresas a largo plazo. Este tipo de visión cortoplacista conduce a que se evalúen como positivos algunos proyectos o negocios que parecen elevar el valor de la empresa en lo inmediato, pero al costo de comprometer seriamente su futuro a largo plazo, por ejemplo, a través de un endeudamiento excesivo. Esto ha llevado a que se valore mucho más la importancia de darle voz a quienes están interesados en el desempeño a largo plazo de las empresas, como sus trabajadores, los accionistas a largo plazo (por ejemplo, los poseedores de las denominadas “loyalty shares” o “acciones de lealtad”) y la comunidad en la que la cooperativa desarrolla su actividad.
Destacó la importancia de que las cooperativas constituyan un movimiento a nivel mundial y con un desempeño significativo a nivel empresarial, lo que ejemplificó con el hecho de que las 300 mayores empresas cooperativas del mundo han alcanzado un volumen de negocios agregado que en 2017 superó los 2 billones de dólares. Mencionó que las cooperativas tienen un papel destacado en sectores como los seguros; la agricultura y la industria alimenticia; el comercio mayorista y minorista; y en la banca, pero que también se destacan (en ocasiones mucho más allá de lo que lo indican sus cifras de ventas), por ejemplo, en la salud, donde mencionó el ejemplo de Kaiser Permanente, un defensor fundamental de la buena salud en un país con un sistema sanitario disfuncional como Estados Unidos. Finalmente, destacó que,
a menudo, desempeñan un papel importante en sectores de la economía en los que el sector privado no ha podido o no ha querido ingresar, como es el caso de las cooperativas eléctricas rurales y las cooperativas de crédito rurales.
Stiglitz se refirió a que cada vez son más los estadounidenses que están comenzando a percibir que hay algo que está mal en el modelo económico que ha predominado en los últimos años y una expresión de esta realidad es que, en la actualidad, la mayoría de los estadounidenses apoyan la idea de que los trabajadores tengan un mayor peso en la dirección de las empresas, una opinión que, en cierta medida, se ha extendido más allá de la identificación ideológica de las personas. Así, esta idea es apoyada por el 71 % de los demócratas (10% se opone), el 75% de los que tienen inclinación demócrata (9% se opone), el 37% de los que se definen como independientes (14% se opone), el 43% de los que tienen inclinación republicana (31% se opone), y el 35% de los republicanos (39% se opone).
Resaltó que el fenómeno de la expansión de la economía social se ha venido extendiendo por todo el mundo, alcanzando niveles muy importantes en algunos países. Se refirió a su experiencia en Corea, a partir de una visita reciente, donde asumió un nuevo gobierno que promueve un modelo de desarrollo basado en el fortalecimiento de la clase media y se otorga un sitial muy destacado a las empresas de la economía social. En particular en la capital, Seúl, la cantidad de empresas de la economía social se cuadruplicó entre 2011 y 2016, como resultado de un apoyo decidido por parte del alcalde de la ciudad, y hoy dan empleo a casi 18.000 personas, cuentan con altas tasas de supervivencia y ofrecen mejores condiciones de trabajo que el resto de las empresas. Por su parte, el gobierno nacional estableció algunas políticas de estímulo a las empresas de la economía social, por ejemplo, a través de un acceso privilegiado a los contratos y licitaciones públicas, la promoción de la cooperación entre las empresas del sector, el cultivo del talento y el apoyo a proyectos de expansión de estos emprendimientos.
Todo lo mencionado anteriormente, sumado al fracaso de la economía de mercado tradicional, ha llevado a que cada vez más académicos de todo el mundo se aboquen a estudiar el desempeño económico de las cooperativas. Puesto que estas investigaciones abarcan una amplia gama de sectores que operan en diferentes circunstancias y en una diversidad de países, no puede sorprender que los resultados también sean variables. Entre las conclusiones más importantes de estos estudios, Stiglitz mencionó las siguientes: hay evidencias que demuestran que el bienestar (en el sentido integral del concepto) de quienes participan en las
cooperativas es mayor que el del resto de las personas, lo que además termina extendiéndose a las comunidades en las que viven los cooperativistas, como resultado de que son más sensibles que otros modelos empresariales a sus impactos sobre las comunidades en las que desarrollan su actividad. Tienen una visión menos cortoplacista, mayor productividad, mayores niveles de igualdad en los ingresos (lo que se denomina como “compresión salarial”) y un mejor desempeño a lo largo de todo el ciclo empresarial, lo que se hizo especialmente evidente durante la crisis de 2008 en la que les fue mucho mejor que a otros modelos de empresa, no porque recurrieran a los despidos masivos como lo hicieron otras empresas, sino porque establecieron alianzas para resistir mejor las consecuencias de la recesión.
En relación con los retos que enfrentan las cooperativas para su desarrollo, Stiglitz se refirió en primer lugar a la necesidad de adaptarse al cambio, especialmente en momentos en los que se requiere modificar la estructura de la fuerza de trabajo en todas las empresas. En segundo lugar mencionó los problemas relacionados con el crecimiento, muy especialmente a la forma de incorporar nuevos trabajadores que, en el caso de las cooperativas, plantea la disyuntiva entre sumar nuevos asociados (sobre los que existe la duda de si se identificarán tanto con la empresa como los anteriores) o contratar trabajadores adicionales como empleados no asociados. A partir de su conocimiento de la experiencia de Mondragón en España, sugirió que hay una tercera alternativa para resolver este problema: ayudar a crear nuevas cooperativas que se encarguen de una parte del negocio de la anterior.
Para concluir, Stiglitz aseguró que las cooperativas, dentro de la economía social, representan una alternativa viable al modelo fallido de economías fuertemente capitalistas como la de los Estados Unidos. Dijo que son muchos los cambios que hay que implementar en su país pero que, en su opinión, la promoción de las cooperativas es una parte importante de lo que debería hacerse. Las cooperativas requieren de estímulos para convertirse en un segmento aún más importante de un ecosistema empresarial sostenible: en particular, marcos jurídicos apropiados y programas de apoyo, especialmente para las cooperativas nuevas y en expansión. Opinó que es muy probable que las cooperativas generen importantes efectos indirectos que representen beneficios para el conjunto de la sociedad y sostuvo además que lo sustancial del mensaje que aportan las cooperativas, es que éste sea escuchado por todos: poner primero a las personas, otorgarle importancia a la representación y la participación, y buscar un mayor bienestar compartido y sostenible. Si aspiramos a tener una economía y una sociedad más equilibradas, debemos considerar a las cooperativas y a la economía social como actores esenciales, concluyó Stiglitz.