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El movimiento cooperativo en Costa Rica y el progreso social
El movimiento cooperativo en Costa Rica y el progreso social Roberto Artavia
Por los seis años que se ha medido el Índice de Progreso Social a nivel global, Costa Rica se ha caracterizado por ser la nación emergente clasificada más alto, por ser una de las tres economías más eficientes en convertir el crecimiento económico en progreso social y por haber instrumentado su política social a través del tiempo de manera tal que además de propiciar el bienestar colectivo de su sociedad lo ha hecho de manera sostenible.
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Costa Rica en muchos sentidos es una nación que se adelantó a su tiempo en materia social desplegando garantías sociales –entiéndase seguridad social, salud pública, pensiones, y derechos laborales– relativamente temprano en su historia y con instituciones y leyes que las sustentan desde entonces –la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), el régimen de Invalidez Vejez y Muerte (IVM), y el Código de Trabajo– en la década de los años 40 del siglo XX. También fue el primer país en el mundo en abolir sus fuerzas armadas; uno de los primeros en el hemisferio en separar los tres poderes del Estado –esto desde el Siglo XIX– y en tiempos más recientes fue el primer país de la región en contar con un programa de alcance ministerial de ayuda social –el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS)–, complementado por un amplio presupuesto especializado, llamado Fondo de Desarrollo Social y Asignaciones Familiares (FODESAF) –; con un Ministerio de Cultura y Juventud, un Ministerio de Ciencia y Tecnología, con un Ministerio de Recursos Naturales y Energía y con un Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos que vino a complementar el ya existente Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU). Y hay mucho más. Costa Rica realmente ha institucionalizado su política social y la ha convertido en un pilar de la democracia y equidad que han caracterizado el desarrollo del país desde su independencia.
En el campo del desarrollo rural, uno de los principales instrumentos para fortalecer y sostener una política social activa e innovadora fue el Movimiento Cooperativo de Costa Rica, fundado a mediados de la riquísima década de los años 40 del Siglo XX y que ha permitido que esta política, instituciones e innovaciones en el campo social se desplieguen con igual eficacia en muchas comunidades rurales de nuestro país. Desde la fundación de las primeras cooperativas hasta su versión actual, más moderna y en muchos casos urbanas por ser cooperativas de salud, vivienda, consuno, etc.
¿Cómo hace el movimiento cooperativo para estimular el progreso social?
La respuesta es múltiple, pero en general las cooperativas son precisamente organizaciones productivas de vocación social. Su organización colectiva y cooperativa hacen que la transferencia de tecnologías, de nuevos sistemas productivos y la operación con economías de escala y de enfoque para pequeños productores sean posibles y, de la misma manera, las plataformas que crean se prestan para que los servicios, programas y políticas sociales del Estado sean desplegadas con igual y aun mayor eficiencia que en las áreas urbanas más tradicionales. Además de esto, su desarrollo profesional y su poder de convocatoria y negociación les permite negociar con los gobiernos locales y nacional la implementación de programas y políticas para sus comunidades, al mismo tiempo que con sus excedentes operativos invierten en temas de progreso social en sus respectivos pueblos, aumentando así el volumen, contenido y calidad de las inversiones y programas sociales en las comunidades cooperativas.
Es por esto que no debe sorprender que en la evaluación hecha por INCAE Business School y el Social Progress Imperative se ha comprobado que las comunidades cooperativas tienen mayor nivel de progreso social que comunidades similares en escala, ubicación y sistemas de producción, pero no organizadas en cooperativas. Igualmente, dentro de la comunidades cooperativas, los miembros de estas tienen mayor o igual nivel de progreso social que aquellos ciudadanos no afiliados a cooperativas, mostrando que el cooperativismo ha sido un importante motor del progreso en una nación de alto progreso social en general.
En estos tiempos modernos, es claro que las cooperativas de mayor progreso social, –particularmente las de regiones rurales productoras de café, caña de azúcar, vegetales, palma aceitera y otras similares– han sido instrumentales en crear cadenas de valor más robustas, mayores encadenamientos con sus comunidades, mayor valor agregado a sus producción, y mayor bienestar colectivo y progreso social en sus comunidades, demostrando que las cooperativas con parte integral de la institucionalización de la política social activa que ha llevado a Costa Rica a una posición global de liderazgo en este campo. Solo nos queda esperar que la lección haya sido adecuadamente documentada, aprendida y difundida para que las nuevas generaciones de costarricenses –y de ciudadanos de todas las nacionalidades– tengan la oportunidad de organizarse en esta forma para llevar productividad, sostenibilidad y progreso social a sus comunidades.
Hoy que el país se muestra al límite de su modelo de desarrollo y con creciente desigualdad, parece conveniente revitalizar el movimiento cooperativo y organizar a muchos y diversos grupos sociales de la sociedad para que utilizando esta forma de organización se logre levantar una vez más el país a la vanguardia del progreso social en el mundo y en cada una de sus comunidades.