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Sociedades desiguales: La situación económica y geopolítica mundial por Joseph Stiglitz
Sociedades desiguales: La situación económica y geopolítica mundial Cumbre Internacional de las Cooperativas - Ciudad de Quebec, octubre de 2016
La visita de Joseph Stiglitz a Costa Rica no fue la primera oportunidad en la que el laureado economista estadounidense estuvo en contacto directo con el movimiento cooperativo. En octubre de 2016 fue uno de los conferencistas magistrales de la Cumbre Internacional de Cooperativas realizada en la ciudad de Quebec, Canadá. En esa oportunidad presentó su visión sobre los principales desafíos que hoy enfrenta la economía mundial -en particular el de la desigualdad- y sobre los modelos alternativos a los que deberíamos acudir para asegurar un futuro de bienestar para todos, en medio de un escenario al que caracterizó de “tan interesante como inquietante”.
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Stiglitz comenzó su conferencia refiriéndose a una realidad incontrastable: en la mayoría de los países se está registrando un crecimiento de la desigualdad. Se preguntó, entonces, sobre cuál es la razón que está detrás de ese crecimiento. ¿Es solo el resultado de las “fuerzas de la naturaleza”, es decir de las leyes básicas de la economía, o es una consecuencia de las “leyes del hombre”, o sea de lo que nosotros mismos estamos haciendo? ¿Es un efecto secundario, inevitable y desagradable, de las reglas básicas de funcionamiento de los mercados? ¿O es, en realidad, una consecuencia de la forma en que hemos estructurado esos mercados, modificando sus reglas de juego (en algunos casos hasta llegar a debilitar a nuestra economía de mercado) y de la forma en que hemos estructurado el fenómeno de la globalización, es decir del modo en que gestionamos la evolución de la situación geopolítica? ¿Se debe a que no hemos hecho lo suficiente para contrarrestar esas “fuerzas de la naturaleza”? ¿Se debe a que, en lugar de intentar hacerles frente, terminamos reforzando los efectos naturales de las leyes de la economía? ¿Se debe a la forma en que han estado actuando los líderes mundiales, muchas veces en contra de los intereses de los ciudadanos comunes de todo el mundo?
Stiglitz aclaró que la tesis central de su presentación se centraría en lo que, en su opinión, eran cuatro aspectos relevantes a tener en cuenta al intentar responder a esas interrogantes. En primer lugar, que el crecimiento de la desigualdad en todo el mundo se debe, en gran medida, a las “leyes del hombre”. Segundo, que este aumento es uno de los resultados de cómo hemos estructurado la economía de mercado, en particular durante el último tercio de siglo. Tercero, que la desigualdad ha sido una elección de nuestras democracias y de nuestros sistemas políticos, eso sin dejar de considerar que, a menudo, esos sistemas han manifestado cierto “déficit democrático”. Finalmente, que el modo en que elegimos hacer las cosas, tuvo otras consecuencias, además del aumento de la desigualdad: un menor crecimiento de las economías, una mayor inestabilidad y un peor desempeño económico general, lo que también condujo a un deterioro ambiental considerable.
La desigualdad: el mayor reto de la actualidad
Explicó que lo que ha estado ocurriendo en los últimos tiempos en todo el mundo para incrementar los niveles de desigualdad puede resumirse brevemente en 3 fenómenos muy simples. Por un lado, los ricos son cada vez más ricos, y los más ricos entre los ricos, todavía más. En el otro extremo, los pobres son cada vez más pobres y más numerosos. Finalmente, los sectores medios están despareciendo y sus ingresos están estancados o disminuyendo, por lo que la brecha entre sus ingresos y los de los sectores más ricos también está aumentando. Señaló que Estados Unidos es el peor ejemplo de estos tres fenómenos, aunque los demás países que decidieron seguir el mismo modelo económico están obteniendo los mismos resultados. Esta realidad queda claramente ilustrada en los gráficos 1 y 2.
Gráfico 1: Ingreso medio del 1% superior vs el 90% inferior
Dólares USA redes de 2014
Ingreso medio del 1% superior (incluyendo ganancias de capital) Ingreso medio del 90% inferior (incluyendo ganancias de capital)
Gráfico 2: Participación en el ingreso del 1% más rico
Porcentaje
Estados Unidos Reino Unido Canadá Australia
Fuente: The World Wealth and Income Database (últimos datos disponibles en: http://www.wid.world).
Agregó que otro aspecto que revela claramente el agravamiento de la desigualdad es el aumento en la remuneración de los CEOs (directores ejecutivos) de las grandes corporaciones. A mediados de la década de 1960 la relación entre la remuneración de un CEO y la de un trabajador promedio en los Estados Unidos era de 20 a 1, pero en la actualidad es de más de 300 a 1. Advirtió que esta realidad, además de ser una expresión elocuente del crecimiento de la desigualdad, tiene otras consecuencias negativas: por ejemplo, si los CEOs se apropian de una parte creciente de los ingresos, cada vez habrá menos recursos para reinvertir en las empresas.
Destacó que, luego de la gran crisis financiera de 2008, la mayor parte de los banqueros se retiraron con grandes bonificaciones, aun cuando habían sido los principales responsables de llevar a sus empresas, y al conjunto de la economía mundial, al borde de la ruina. Según Stiglitz, esto demuestra la falsedad de la hipótesis “tradicional” que afirma que, en una economía de mercado, las remuneraciones se basan en las contribuciones sociales (teoría de la “productividad marginal”), una idea que en el pasado se ha presentado, junto a la denominada “teoría del derrame”, como una explicación de por qué existe la desigualdad y por qué, incluso, se la llega a considerar como beneficiosa para la economía en su conjunto. La otra cara de la desigualdad puede verse al analizar la situación de los sectores medios y de los más pobres. En las últimas décadas, los ingresos de la enorme mayoría de la población de los Estados Unidos se han estancado o decrecieron. De acuerdo con los datos de la Oficina del Censo de los Estados Unidos, el ingreso medio de los hogares del país creció lentamente
hasta 1998, año en el que alcanzó los 58.301 dólares, pero luego de esa fecha comenzó una tendencia decreciente, siendo en 2015 de 56.516 dólares (gráfico 3). En ese mismo año, el ingreso medio de un trabajador masculino a tiempo completo a valores constantes estaba en el mismo nivel que hace cuatro décadas y media (gráfico 4).
Gráfico 3: Ingreso medio de los hogares de Estados Unidos (en dólares USA constantes de 2015)
1998: 2015:
Fuente: Oficina del Censo de los Estados Unidos Nota: Los datos consideran el cambio metodológico de 2011
Gráfico 4: Ingreso medio del trabajador masculino a tiempo completo (en dólares USA constantes de 2015)
Fuente: Oficina del Censo de los Estados Unidos Nota: Los datos consideran el cambio metodológico de 2011
La situación de los sectores más pobres es todavía peor. En el gráfico 5 se analiza la evolución del salario mínimo en los Estados Unidos desde 1938 hasta la actualidad que, luego de muchos años de crecimiento, muestra una tendencia decreciente desde mediados de la década de 1960.
Gráfico 5: El salario mínimo en los Estados Unidos, 1938-2016 (en dólares USA constantes de 2016)
Nota: La información sobre Costa Rica es preliminar y corresponde a 2015. La información sobre los otros países se refiere a 2012 y 2013. Fuente: Base de datos de distribución de los ingresos de la OCDE (http://oe.ce/idd) Datos sobre Brasil de la Base de Datos LIS (www.listdatacenter.ord)
Para dar un ejemplo más elocuente de los niveles que ha alcanzado la desigualdad en términos de distribución de la riqueza, comentó que el 1% superior es más rico que el 99% con menos ingresos, y que solo 62 personas tienen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población de todo el país. Más aún, la familia Walton -heredera del imperio WalMart- y los 2 hermanos Koch -dueños de un conglomerado de empresas industriales, comerciales y financieras-, es decir 2 familias, tienen un patrimonio neto total de 230.000 millones de dólares, que es el mismo que poseen los 150 millones de estadounidenses más pobres, es decir de un 44% de la población del país.
Sin embargo, aclaró que la desigualdad no solo se expresa en términos de riqueza o ingresos, sino que es una realidad que se manifiesta en muchas otras dimensiones. En primer lugar, se expresa en los indicadores sobre los niveles de salud y de acceso a los servicios médicos de la población. Esto se agudiza particularmente en aquellos países que no cuentan con servicios públicos de salud adecuados, pero también se manifiesta en países como Estados Unidos que,
según un conocido estudio llevado adelante por Case y Deaton, en el año 2015, ha venido experimentando un aumento en los últimos años en las tasas de mortalidad entre la población blanca de mediana edad, lo que ha llevado a una reducción de la esperanza de vida al nacer. Según Stiglitz, esta reducción de la esperanza de vida es el resultado de la combinación de algunas de las denominadas “enfermedades sociales”, como el alcoholismo, el suicidio y las drogas, y es una señal clara de que la “teoría económica del derrame” no está funcionando. Stiglitz mencionó luego otras dimensiones en las que se manifiesta la desigualdad en los Estados Unidos, como en la capacidad de los sectores más pobres de hacer oír su voz (por ejemplo, frente a los intentos de privación o recorte de sus derechos civiles) y en el acceso a la justicia, lo que se expresa en encarcelamientos y desalojos masivos.
Sin embargo, en opinión de Stiglitz, el aspecto más injusto de la desigualdad es el relacionado con las oportunidades. Afirmó que Estados Unidos está entre los países con menos oportunidades, lo que contradice la creencia generalizada que lo caracteriza como el país de las oportunidades (el mito del denominado “sueño americano”). En los Estados Unidos la concreción de los proyectos de vida de un joven promedio depende mucho más de los ingresos y de la educación de sus padres que en cualquier otro país avanzado. Para Stiglitz esto no puede llamar la atención de nadie, porque está demostrado que existe una correlación directa entre la desigualdad en los ingresos y la desigualdad de oportunidades, un patrón que se repite en muchos otros países avanzados. Otro ejemplo de la desigualdad de oportunidades en los Estados Unidos es el sector social del que provienen los estudiantes que llegan a las mejores universidades del país. Menos de un 10% de ellos proviene de la mitad de la población con menores ingresos, mientras que prácticamente 3 de cada 4 provienen de la cuarta parte de la población con mayores ingresos. Esto no podría ocurrir en un país que realmente ofreciera igualdad de oportunidades a sus habitantes, afirmó.
Aclaró que, más allá de las referencias a la situación en su país, la desigualdad es un problema a nivel mundial. En los últimos 30 años los niveles de desigualdad se han incrementado en prácticamente todos los países avanzados, aunque este crecimiento no ha sido uniforme, dado que en algunos de esos países se ha incrementado mucho más pronunciadamente que en otros. Al respecto, señaló que es interesante constatar que esas diferencias entre países no podrían explicarse por las “leyes de la economía” que, por definición, actúan del mismo modo en todas las economías de mercado. La explicación hay que buscarla, entonces, en otro lado. A nivel mundial, yendo más allá de las economías más desarrolladas, las tendencias son
también diversas, pero se trata de un tema preocupante para todos los países porque es una realidad que, en mayor o menor medida, está manifestándose en prácticamente todo el mundo. Como excepción a esa tendencia generalizada, existen algunos pocos países, especialmente en América Latina, que en los últimos años han implementado políticas que les han permitido ser capaces de reducir los niveles de desigualdad.
Para ilustrar la situación de la desigualdad a nivel mundial y justificar el malestar general que han ocasionado los resultados de la globalización, Stiglitz se apoyó en un gráfico elaborado por el economista serbio Branko Milanovic1, quien se ha especializado en los temas de desigualdad, pobreza y desarrollo (gráfico 6).
Gráfico 6: Crecimiento del ingreso por percentil, 1988-2008
Cambio en el Ingreso PPA (en porcentaje
Perceptil de distribución del ingreso mundial
Fuente: Branko Milanovic, http://glineq.blogspot.com/2015/02/trends-in-global-income-inequality-and.html
En el eje horizontal, el gráfico muestra los percentiles de la distribución del ingreso mundial, desde los más pobres, a la izquierda, hasta los más ricos, a la derecha. En el eje vertical se muestra el aumento real de los ingresos en el periodo de 20 años comprendido entre 1988 y 2008. Los ingresos de los muy ricos (aquellos representados en el extremo derecho de la gráfica) han aumentado a tasas enormemente elevadas, especialmente los que están cerca del percentil 100. Los ingresos de la clase media de algunos de los países en desarrollo de Asia, especialmente China, también se han incrementado a tasas muy altas (representados en la
porción central izquierda de la gráfica). Sin embargo, los ingresos de la población muy pobre (en el extremo izquierdo de la gráfica) no han tenido el mismo ritmo de crecimiento, mientras que los de las clases medias de los países más avanzados (ubicados alrededor del percentil 80) se han estancado completamente.
La nueva visión sobre la desigualdad
Stiglitz destacó que la realidad descripta en la primera parte de su conferencia, y el contraste marcado entre lo que pregonaron muchos teóricos y lo que ocurrió en la realidad, llevaron a que se produjeran cambios muy importantes en la interpretación del problema de la desigualdad. El primer gran cambio fue la demostración manifiesta de la falsedad de la llamada “teoría del derrame”, que afirma que si los ricos se enriquecen aún más y si utilizan su “talento” y sus recursos para generar crecimiento y empleo, al final todo el mundo saldría beneficiado. En segundo lugar, las grandes diferencias entre los países más avanzados en relación a su situación en el tema de la desigualdad y en el de la generación de oportunidades, demostró que lo realmente determinante son las políticas que se llevan adelante y no la acción de ciertas fuerzas o leyes económicas pretendidamente inexorables y de vigencia universal. Tercero, se evidenció que a las economías con menores niveles de desigualdad, especialmente en materia de oportunidades, les va mucho mejor que a las demás, lo que se explica, a su vez, por un conjunto de razones: por ejemplo, porque la falta de oportunidades lleva que se terminen perdiendo los recursos más valiosos y porque la pérdida de confianza es un elemento que termina condicionando significativamente el funcionamiento adecuado de cualquier economía. Sobre este último punto, subrayó que, en los últimos años, la relación entre el nivel de desigualdad y el desempeño de las economías se ha convertido en la visión dominante, siendo sostenida incluso por algunos organismos multilaterales que antes se caracterizaron por sus propuestas neoliberales a ultranza, y la incluyen entre sus recomendaciones a los países sobre políticas económicas.
Argumentó que, para intentar una explicación sobre los motivos que han llevado a este cambio de visión, debemos plantearnos una interrogante clave: ¿La mal llamada “era dorada del capitalismo” (el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial) fue una consecuencia de la cohesión social provocada por la propia guerra, que luego dio paso al retorno de la economía al “estado natural del capitalismo”? ¿O el aumento de la desigualdad a partir de la década de
1980 es, en realidad, una consecuencia directa del cambio en las políticas que hemos estado implementando? Para responder a esta cuestión, afirmó que, desde hace alrededor de un tercio de siglo, comenzó un periodo de “reescritura de las reglas” que se basó en el supuesto fundamental de que una reducción de los impuestos sumado a una mayor desregulación, terminaría produciendo un mayor crecimiento económico y una mejora en la situación de todos. En la realidad, solo los más ricos mejoraron y los ingresos del resto de la población se estancaron, mientras que el desempeño del conjunto de la economía empeoró. Según Stiglitz, esto fue lo que llevó a que las necesidades básicas típicas de los sectores de la denominada clase media (contar con un seguro de retiro, dar educación formal a los hijos, ser propietario de una vivienda) hoy se encuentren cada vez más lejos del alcance de una enorme mayoría de la población mundial.
Agregó que la financiarización8 de la economía contribuyó considerablemente a la desigualdad, tanto de manera directa como indirecta, así como a la desaceleración del crecimiento en todo el mundo. Para Stiglitz, el sector financiero ha sido un protagonista central de los errores de nuestra economía y, además de contribuir al aumento de la desigualdad, ha sido la principal fuente de inestabilidad económica y uno de los principales causantes del mal comportamiento de la economía en las últimas décadas.
La financiarización condujo al cortoplacismo, al empujar a las empresas a enfocarse en su rentabilidad a corto plazo, en detrimento del crecimiento a largo plazo y de los beneficios para el conjunto de la sociedad. Asimismo, llevó a una inestabilidad económica y financiera que ralentizó el crecimiento lo que tuvo importantes consecuencias negativas que, mayoritariamente, recayeron sobre los hombros de los ciudadanos comunes. Esto provocó una especie de espiral descendente porque el incremento de la desigualdad produjo mayor inestabilidad y un desempeño económico aún peor, lo que redujo aún más el crecimiento y agravó la desigualdad. La expansión de la desigualdad desde el terreno económico al político condujo a nuevas “reglas de juego”, aún peores que los anteriores, lo que terminó favoreciendo al 1% más rico y perjudicando al resto.
8En términos sencillos, se denomina como financiarización a la importancia creciente del sector financiero dentro del conjunto de la economía, lo que lleva a que sectores como el productivo y el industrial, las familias y hasta los gobiernos terminen sometiéndose a la lógica propia del sector financiero.
Como ejemplo emblemático de la aplicación de políticas inadecuadas, Stiglitz mencionó el manejo inadecuado de la globalización. En su opinión, la idea de la globalización no es mala en sí misma, sino que lo desacertado es la forma en la que la gestionamos. En teoría, se suponía que debía producir una mejora del crecimiento del que todos se beneficiarían y la integración llevaría a una aceleración del crecimiento y a una mayor estabilidad pero, evidentemente, nada de eso ocurrió. Desde su punto de vista, esto fue así porque la agenda de implementación de la globalización se basó en intereses corporativos y en cuestiones ideológicas. Recordó que la teoría económica predijo varias de las consecuencias negativas que podrían esperarse de un proceso de globalización inadecuadamente manejado: un empeoramiento de la distribución de los ingresos, una mayor inestabilidad, una desaceleración del crecimiento e incluso una mayor concentración económica y una menor competencia. Para Stiglitz todos estos pronósticos se han confirmado porque, al implementar la globalización en la práctica, la teoría neoliberal se basó en un modelo limitado y poco realista de la economía de mercado.
Sostuvo que el aumento de la desigualdad ha tenido consecuencias políticas y económicas graves. En primer lugar, hoy son muchos los ciudadanos que sienten que el sistema (el denominado “establishment”) o les mintió, o fue absolutamente incompetente para manejar la situación. Por otro lado, sienten, con razón, que el sistema económico está siendo manipulado porque, por ejemplo, durante la crisis financiera de 2008, fueron testigos de cómo se salvó a los banqueros y no al resto. Todo esto ha llevado a que en muchas partes del mundo hoy reinen la desconfianza y la sospecha sobre los gobiernos y sobre la ecuanimidad de nuestros sistemas políticos y económicos. No obstante, en opinión de Stiglitz, las consecuencias éticas y sociales son aún peores. La predominancia de un enfoque basado exclusivamente en las ganancias y en los incentivos financieros ha cambiado la esencia de lo que somos, como personas y como sociedades. Hoy, las preferencias y las creencias de las personas se definen básicamente en función de sus propios intereses, lo que ha transformado a nuestras sociedades en cada vez más egoístas. Por otro lado, se han extendido las prácticas éticamente cuestionables, de las que son ejemplos emblemáticos el comportamiento de los banqueros durante la última crisis financiera mundial y la falsificación de la información sobre emisiones de carbono por parte de algunas de las principales empresas de la industria automotriz.
Existen alternativas
Stiglitz sostuvo que la mejor comprensión del problema de la desigualdad y de la relación entre su aumento y el fracaso de modelos que, hasta hace muy poco, eran dominantes y aparentemente incuestionables, conduce naturalmente a la búsqueda de alternativas que, en su opinión, sí existen. Hay formas alternativas de organizar nuestra economía y nuestra sociedad; innovaciones institucionales que sirven mejor a cada uno de los ciudadanos comunes y que también conducen a una aceleración del crecimiento en general, las que se fundamentan en buena medida en el aumento de la confianza y en la lealtad, dos factores que ha quedado demostrado que influyen decisivamente en el desempeño económico.
Mencionó, entonces, varios ejemplos de alternativas al modelo lucrativo basado exclusivamente en el interés propio. En primer lugar, recordó que las instituciones con mejor desempeño en los Estados Unidos son las universidades sin fines de lucro y señaló que lo que explica ese mejor desempeño es precisamente su carácter de organizaciones no lucrativas, porque las universidades que sí lo son se ubican entre las instituciones estadounidenses con un peor desempeño. En segundo lugar, mencionó a los programas de microcrédito basados en un modelo cooperativo, sin fines de lucro que ha conseguido sacar de la pobreza a decenas de millones de personas en Bangladesh. Una vez más, lo que hace diferente a estas instituciones es su modelo no lucrativo, porque otros programas de microcrédito muy similares que actúan sobre realidades también muy parecidas, pero aplicando un enfoque lucrativo, como los de India, terminaron reinventando la antigua figura del usurero y transformándose en el prestamista de alto riesgo por excelencia en muchas regiones del país. Finalmente, se refirió al hecho de que el reparto de los beneficios en las empresas se convirtió en un tema central en la campaña presidencial de 2016 en los Estados Unidos, como consecuencia de la abundante evidencia existente respecto a que las empresas que dan participación en los beneficios tienen un mejor rendimiento, en particular cuando se la dan a sus trabajadores y a lo largo de todo el ciclo del negocio.
Stiglitz subrayó que no debemos olvidar que las sociedades que hemos constituido son, naturalmente, generadoras de riesgos y que, muchas veces, las personas no son capaces de manejar adecuadamente esos riesgos por sí mismas. Por este motivo, es necesario que contemos con sistemas de distribución del riesgo y de protección social. Opinó que son todavía más necesarias las acciones colectivas que garanticen un nivel de vida adecuado para las clases medias y que los beneficios de nuestra economía alcancen a todos, por ejemplo, a través de
regulaciones que impidan los abusos y de un modelo de “estado emprendedor” que promueva la innovación. Sostuvo que son necesarias las políticas de competencia que la promuevan y la aseguren, y que no solo asuman que existe, como lo hacen las posturas neoliberales. Sin embargo, alegó que para aumentar la competencia no es suficiente con establecer normas anti-monopolio, sino que es necesario contar con alternativas públicas en temas como los seguros de retiro, la salud, los préstamos a estudiantes vinculados a los ingresos futuros y los créditos hipotecarios vinculados a los ingresos de quienes los toman.
Aseguró que existen alternativas totalmente diferentes al sistema actual, aun cuando los defensores del sistema afirmen que no es así e intenten sugerir que, a lo sumo, solo necesitamos realizar algunos pequeños ajustes al sistema actual. Señaló que los problemas son demasiado grandes y profundos como para pretender solucionarlos con algunos pocos parches a un sistema que ha demostrado su total incapacidad para asegurar el bienestar de todos.
Remarcó que algunas de estas alternativas han venido probando su validez durante décadas, y que entre ellas se encuentran las cooperativas. Comentó que, las cooperativas, al no priorizar la maximización del lucro con sus clientes (sus asociados), asumen el riesgo de competir en cierta desventaja, por lo que deben mantener su enfoque y sus principios, pero sin ignorar las leyes de la economía. En este sentido, opinó que es esencial contar con una buena regulación gubernamental que les permita competir en igualdad de condiciones en los diferentes sectores en los que desarrollan su actividad.
Mencionó que otro desafío para las cooperativas era el de estar representadas en ciertos foros internacionales relevantes, como el B20, del mismo modo que lo hacen las grandes corporaciones con la finalidad de incidir en las leyes y las regulaciones. Sostuvo que es importante que el movimiento cooperativo participe de estas instancias, también para que su presencia opere como un recordatorio para las grandes corporaciones sobre los peligros del egoísmo exacerbado y sobre que existen formas alternativas de organización que deberían analizarse y tomarse en cuenta, porque las opciones no se reducen a los gobiernos y el sector privado tradicional. En su opinión, tenemos que aprender de esas experiencias y, con base en ese aprendizaje, rediseñar nuestra economía y repensar la globalización. Concluyó asegurando que es posible construir un mundo en el que la economía funcione mejor para todos, simplemente basándose en la solidaridad y en la justicia social.