Enrique García-«El Romanticismo-Becquer»

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«Después surge el problema del Tiempo en la teoría del conocimiento... Plantearse la pregun ta de qué significa el Tiempo para el Ser está, así, en el centro de la Metafísica... ¿Es el Ser primero, o el Universo en su esencia profunda, temporal o supratemporal? ¿Y cómo se relaciona lo Eterno con lo Temporal? Toda Metafísica tiene que ver, de una u otra manera, con el problema del Tiempo» VOLKELT, Phänomenologie und Metaphysik der Zeit

I Introducción:

a Romanticismo:


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Se ha discutido mucho si romanticismo es un término que designa solamente una cierta época de la vida y de la cultura occidentales, o bien si puede ser considerado como expresión de una constante histórica. Los historiadores se inclinan a la primera concepción; algunos filósofos de la historia y de la cultura, a la segunda. Según esta última, el romanticismo ha estado presente en varias épocas y constituye una de las dimensiones del alma fáustica (insatisfecha)

y

dionisíaca

oposición

al

alma

apolínea

desarrollada).

Así,

en

la

(desvalida)

en

(potentemente cultura

griega

predominaría la constante clásica y en la germánica,

la

romántica.

En

numerosas

ocasiones las concepciones anteriores llegan a fundirse. Los historiadores no prescinden de ciertos rasgos generales, los filósofos de la cultura y de la historia inducen la mayoría de tales rasgos del


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romanticismo en tanto que designación de un cierto período de la historia de Occidente. El movimiento de ideas, de sentimientos, de creencias y de productos culturales que se extendió entre 1800 y 1859 por países europeos, especialmente por Alemania, por Inglaterra, por Italia y por España, y que en América fue precedido por concepciones muy variadas del siglo XVIII, es el Romanticismo. Algunos rasgos generales de tal movimiento pueden ser usados en la doctrina de las constantes históricas. En la mayor parte de los casos tales rasgos son tendencias más bien que conceptos fijos o exclusivos. El pensamiento romántico es el rechazo de la noción de medida y la acentuación

de lo

inconmensurable y a veces de lo infinito (contrariamente al movimiento barroco, no es ordenado y limitado, sino exaltado). Con ello se une la aspiración a la identificación de contrarios y a la fusión de todos los aspectos de la realidad


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y

de

la

cultura

omnicomprensivo.

en De

un este

principio modo,

afirmarse la igualdad de la filosofía

único

llega a con la

ciencia, la religión y el arte. Hay también, un desvío manifiesto por el modo de conocer, o cuando menos por el predominio del modo de conocer, propio de las ciencias naturales cuando éstas adoptan el método mecánico-matemático, y una preferencia indudable por la concepción de las ciencias del espíritu o por la concepción de la Naturaleza de acuerdo con tales ciencias. Así, lo mecánico es sustituido por lo orgánico, lo atomizado y parcial por lo estructural y total, el análisis por la síntesis. No es sorprendente que a tenor de ello surja un interés

decidido por la historia y en

particular por ciertos períodos históricos que, como la Edad Media (395-1492), se les aparecían a los románticos como semejantes al propio. Predomina en tal interés la acentuación por lo velado, por lo misterioso, por lo sugestivo y, en


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general, por el “fondo” contra la “superficie”. Pero se abre paso cada vez más la orientación hacia lo dinámico contra lo estático. Esta última orientación puede dar lugar a dos actitudes: o a la tradicionalista, opuesta al espíritu de la Ilustración específicas

y amiga de las manifestaciones de

cada

comunidad,

o

a

la

progresista, que adopta ciertos postulados de la Ilustración, pero los transforma insuflándoles el patetismo y la carga emocional de que éstos carecían a los ojos de los románticos. Es fácil descubrir en ambas direcciones el elemento de lo religioso, si bien en un caso se trata de la religión tradicional y en el otro de la “religión del futuro”. En

lo

que se

romanticismo

refiere al método, el

sostiene

con

frecuencia

el

primado de la intuición y del sentimiento frente a la razón y al análisis; lo irracional le atrae indudablemente imprevisible

más

más

que

que

lo

lo

racional,

lo

previsible,

lo


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multiforme, que se sigue manteniendo en el seno de todo principio omnicomprensivo, más que lo uniforme, lo trágico más que lo cómico, inclusive la ironía es una ironía trágica, lo oculto más que lo presente, lo implícito más que lo explícito, lo sublime más que lo bello, lo aristocrático y lo popular más que lo burgués, el espíritu colectivo más que el individual, lo anónimo o lo genial más que lo nombrable, lo interno más que lo externo y lo dramático más que lo apacible. Se trataba de tendencias, no de atracciones. Esto quiere decir que la obra romántica excluye algunos de los elementos enumerados y que, de otro modo, el romanticismo carece, según los autores, las generaciones y los países, de caracteres propios irreductibles a esquemas demasiado generales.

b Bécquer desde el texto:


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Adentrarse en las particularidades del pensamiento romántico de Gustavo Adolfo Bécquer «1836-1870», exige examinar su texto. En la Introducción a su obra “Rimas y Leyendas” (Cía. Editora Espasa Calpe Argentina S.A. Buenos Aires. 1964. Vigésimotercera edición, pág. 9) se manifiesta así: “Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados

y

desnudos,

duermen

los

extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo. Fecunda, como el lecho del amor de la miseria, y parecida a esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin número a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma.


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Y aquí dentro, desnudos y deformes, revueltos

y

barajados

en

indescriptible

confusión, los siento a veces agitarse y vivir con una vida oscura y extraña, semejante a la de esas miríadas

de

gérmenes

que

hierven

y

se

estremecen en una eterna incubación dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse, al beso del sol, en flores y frutos. Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un sueño de medianoche, que a la mañana no puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se subleva en ellos el instinto de la vida, y agitándose en formidable aunque silencioso tumulto, buscan en tropel por dónde salir a la luz, de entre las tinieblas en que viven. Pero ¡ay, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra, y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos! Mudos, sombríos e


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impotentes, después de la inútil lucha vuelven a caer en su antiguo marasmo. ¡Tal caen inertes en los surcos de las sendas, si cesa el viento, las hojas amarillas que levantó el remolino? Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginación explican algunas de mis fiebres; ellas son la causa, desconocida para la ciencia, de mis exaltaciones y mis abatimientos. Y así, aunque mal, vengo viviendo hasta aquí paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa tempestad de mi cabeza. Así vengo viviendo; pero todas las cosas tienen un término, y a éstas hay que ponerles punto. El insomnio y la fantasía siguen y siguen procreando

en

monstruoso

maridaje.

¡Sus

creaciones, apretadas ya como las raquíticas plantas de un vivero, pugnan por dilatar su fantástica existencia, disputándose los átomos de la memoria como el escaso jugo de una tierra estéril! Necesario es abrir paso a las aguas


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profundas que acabarán por romper el dique, diariamente aumentadas, por un manantial vivo. ¡Andad, pues! Andad y vivid con la única vida que puedo daros. Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables; os vestirá, aunque sea de harapos., lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez. Yo quisiera forjar para cada uno de vosotros una maravillosa estofa tejida con frases exquisitas, en la que os pudierais envolver con orgullo, como en un manto de púrpura. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de contener, como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume. Más es imposible. No obstante, necesito descansar; necesito del mismo modo que se sangra, el cuerpo por cuyas henchidas venas se precipita la sangre con pletórico

empuje,

desahogar

el

cerebro,

insuficiente a contener tantos absurdos. Quedad, pues, consignados aquí como la estela nebulosa que señala el paso de un


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desconocido cometa, como los átomos dispersos de un mundo en embrión que avienta por el aire la muerte antes que su creador haya podido pronunciar el fiat lux que separa la claridad de las sombras. No quiero que en mis noches sin sueño, volváis a pasar por delante de mis ojos en extravagante procesión pidiéndome, con gestos y contorsiones, que os saque a la vida de la realidad, del limbo en que vivía, semejantes a fantasmas sin consistencia. No quiero que al romperse esta arpa, vieja y cascada ya, se pierdan, a la vez que el instrumento, las ignoradas notas que contenía. Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo, una vez vacío, apartar los ojos de este otro mundo que llevo dentro de la cabeza. El sentido común, que es la barrera de los sueños, comienza a flaquear, y las gentes de diversos campos se mezclan y confunden. Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuáles me han sucedido.


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Mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales. Mi memoria clasifica, revueltos, nombres y fechas de mujeres y días que han muerto o han pasado, con los días y mujeres que no han existido sino en mi mente. Preciso es acabar arrojándolos de la cabeza de una vez para siempre. Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche de la muerte, sin que vengáis a ser mi pesadilla maldiciéndome por haberos condenado a la nada antes de haber nacido. Id, pues, al mundo a cuyo contacto fuisteis engendrados, y quedad en él como el eco que encontraron en un alma que pasó por la tierra sus alegrías y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas. Tal vez muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran viaje. De una hora a otra puede desligarse el espíritu de la materia para remontarse a regiones más puras. No quiero, cuando esto suceda, llevar conmigo, como el abigarrado equipaje de un saltimbanqui, el


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tesoro de oropeles y guiñapos que ha ido acumulando la fantasía en los desvanes del cerebro. Junio de 1868.”

II. Aplicación:

a Análisis general:

» En el 2do. verso: “Guardaba mi dolor”, priman razones de métrica silábica que exigen la exclusión del término “yo”. » En el 3er. verso: “Le quería probar que hay algo eterno“, el término “algo” implica, refiere, menta semánticamente el dolor. » En el 5to. verso: “Más hoy llamo en vano, y oigo al Tiempo”, con la expresión “hoy” se evoca la fluencia del presente desde el pasado.


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“Tiempo”

refiere

infinitud,

mejor

dicho

Infinitud. » En el 8vo. verso: “No podrás ni aun sufrir”, se intensifica, se agrava el sentido pretendido; casi se torna inefable (por la imposibilidad

de

concebir

la

nada,

la

inexistencia absoluta). El mensaje constituye, además, una proyección psicológica.

b Análisis especial (el cuestionario):

» 1: La temática de la Rima LXIV enfoca la muerte, la Muerte; lo vacuo, lo Vacío, la nada, la Nada en sentido lato y la finitud, la Finitud en sentido estricto. » 2. La Rima LXIV integra dos emisores: uno el autor (Gustavo Adolfo Bécquer); el otro, el Tiempo, vivificado, personificado por el autor. » 3. El receptor indirecto, secreto, “en las sombras” es el “barro miserable” (cf. el 7mo.


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verso). Se trata de un receptor inerte, implicado con lo teológico y personificado por el autor e interpretado como la muerte a la que presagia su Muerte, como el destino al que anuncia su Destino, como la nada que caerá la Nada, como el fin último, como el Fin; en síntesis como la supremacía del Tiempo, que no es otro que el mismo autor, sobre el tiempo. El receptor auténtico, genuino es el lector... además del mismo autor, cuya conciencia conoce, en un cuasi-soliloquio, cual es el sentimiento que lo abruma. » 4. Lo ideológico está presente en el 1er. verso: “Como guardaba el avaro su tesoro” // “Guardaba mi dolor”, que contiene la idea del dolor secreto, inconfesado; una idea compatible con el ideario del Romanticismo: La creación espiritual desde la historicidad. En el mismo sentido operan los versos 3ro. Y 4to.: “Le quería probar que hay algo eterno. // A la que eterno me juró su amor.” Aquí la idea de base ronda la


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creencia de que la eternidad, como concepto, tiene su génesis en la infinitud... que la gesta, define y determina. En el caso del 7mo. y del 8vo. verso, el autor retoma el concepto de lo eterno. Anatematiza del siguiente modo: “Ah, barro miserable, eternamente // No podrás ni aún sufrir”, como si el Tiempo, a la postre el autor intervertido, fuese el supremo “vengador”, porque es hado, es destino en contraposición con la finitud de la temporalidad existencial. El Tiempo es inexorable, es infinito (cuantificable o inconmensurable

mente

considerado)

y

constituye una idea siempre presente en la filosofía y en la literatura romántica. »

5.

La

palabra

claves

es

“eterno/eternamente”, no sólo porque el autor la menciona en tres ocasiones, sino porque lo hace desde una dimensión cualitativa, en el 3ro, en el 4to, y en el 7mo. verso: “.... algo eterno”, “A la que eterno me juró su amor”, “.... barro miserable, eternamente”. Bajo la semanticidad


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de la palabra clave, elogia y, alternativamente apostrofa, anatematiza: “Le quería probar que hay algo eterno // A la que eterno me juró su amor” “¡Ah, barro miserable, eternamente // No podrás ni aún sufrir!” También aquí aparece la tipicidad del Romanticismo. » 6. La eternidad ha sido concebida como unidad infinito mensurable. Pero hay quienes han

creído

entelequia,

ver

una

porque

la

imposibilidad, enfocan

desde

una la

imposibilidad de medirla, porque trasciende al Tiempo, en tanto que unidad de confluencia dinámica de pasado, presente y futuro, de la que resulta un infinito inconmensurable. Se trata de un concepto difícil de asir, que puede entenderse oponiéndole el concepto de perpetuidad, que proporciona una idea intuitiva de lo eterno: “un algo que lo es para siempre” es perpetuidad y “un algo que siempre siempre” es eternidad.

lo es siempre para


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Es un concepto valioso porque establece una contrapartida,

un

eclecticismo

entre

lo

extremadamente racional y lo exageradamente emocional o, si se quiere, entre la insatisfacción de lo fáustico, la indefensión de lo dionisíaco y lo potente desarrollado de lo apolíneo, operando como regulador del equilibrio vital y de la proyección biológica, psicológica y espiritual del ser... más allá de lo poético. »

7.

La

del

autor,

que

es

erótica,

constructora, poética y de crecimiento, donde nada es eterno. La del Tiempo, es tanática, deletérea, invectiva y decadente, donde todo es infinito. » 8. La competencia ideológica del autor se apoya en la eternidad infinita que proyecta en la imagen del Tiempo, que aparece personificado. En cuanto a la competencia cultural, el autor conoce los extremos de la eternidad como perpetuidad y de la finitud como límite que rige el principio vital universal. Es por ello que se


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apoya en la eternidad inconmensurable del Tiempo y en el poderío de su infinitud, propia de la imaginación metafísica, para intervertir la finitud y la perpetuidad ineluctable del Tiempo, propia del mundo sensible. Así procede para cumplir su pretensión: comunicarse a sí mismo, al tiempo y al lector la esencia de su mensaje. » 9. Hay restricciones al universo del discurso, en general y en particular. En general por la arbitrariedad del signo, o por la discrecionalidad en el uso del mismo, bien propio del lenguaje figurado, al que apelan la poética y los poetas, a la sazón transgresores contragramática del lenguaje en las proyecciones lingüísticas, filológicas, sintácticas, semánticas, semióticas y métricas de la versificación. En particular, la ausencia de cercanía con el ser amado, hace que el autor recurra, especialmente, a expedientes, a entidades, a construcciones figuradas, inertes, vivificadas o personificadas:


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“avaro tesoro”; “hay algo eterno”; “oigo al Tiempo”; “barro miserable”, etc. » 10. El modelo de producción está caracterizado por: » 10.a. Autor que conoce el dolor. » 10.b. Autor que conoce lo eterno. » 10.c. Autor que niega la finitud. » 10.d. Autor que convoca al Tiempo. »

10.e.

Autor

que

personifica,

y

se

personifica, en el Tiempo. » 10.f. Tiempo, en tanto que autor, que anatematiza a la finitud. » 10.g. Tiempo que proclama su sentencia. » 10.h. Autor que se proclama eterno e infinito, mediando el Tiempo.

» Desarrollo del modelo de recepción:


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» a. Interpreto el dolor del autor como duelo. » b. Comprendo el alcance de lo eterno. » c. Percibo la negación de la finitud, pero no la comparto. » d. Conozco por qué el autor convoca al Tiempo. » e. Asimilo, identifico, autor con Tiempo. » f. Comprendo, y no justifico, que el autor anatematice la finitud. » g. No justifico que el autor se proclame eterno... infinito. » h. Concibo al Tiempo como supremo infinito. » i. Asumo la precariedad existencial.

® Enrique García

y la finitud


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