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Tantos años callando, para no nombrar…
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¿El lenguaje es un sistema arbitrario?, ¿… y el habla?, ¿No hay una relación entre palabra y cosa? Hermógenes lo dijo frente a Cratilo, Foucault, Borges. ¿Y Lacan, que puso el habla como un sentido de indigencia, Y «¿entonces la quejumbrosa se recostó en el diván?» ¿Dicen que la diversidad lingüística es infinita, y que su cambio permanente también? ¿Los lenguajes «nacen» y «mueren», también? ¿Y el habla? Siendo así, tan cargada de preguntas, la representación que ejercería el habla, ¿es «confusa?, y las realidades sensibles conectadas con él, ¿también? Entender consiste en el ejercicio de una libre interpretación sin justeza. Sea cerrado, o abierto, con «ese» lenguaje tenemos que comunicarnos, y también incomunicarnos, con monólogos, con soliloquios, o con diálogos. ¿Y el habla? No es curioso que creamos, mejor dicho que necesitemos creer, para que la brecha entre «las palabras y las cosas» ni nos incomunique lo bastante. Tal vez, los primates inferiores, no entran en caos así nomás, sino como una opción sin el necesario conato que empuja para que «todo lo que es quiera seguir siendo»m ya con un «lenguaje ostensible» que no los impida. Tal vez podamos decir que «¿el lenguaje es una maldición benéfica", o si no, que «el lenguaje es una bendición maléfica?» Todo esto ¿sirve para tomar algunas recaudos escépticis, y además universales? Sería paradójico que las palabras impidan la posibilidad de «no-ser» ni de nosotros ni de las cosas. Enrique García
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«8» § - PREVIA ESTAMPA, INICIAL
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«9» El mundo es un notable filosofema [1] A veces se presenta como una «perla mutante del razonamiento», como si fuera un gran argumento que pivotea alrededor del lenguaje. Como si fuera una expresión lingüística: A veces con una sola palabra. El mundo, entonces, deviene lingüístico. Si practicaramos un ligero repaso de las contribuciones que sellaron la evolución de la metafísica, lo encontraremos a Kant (1724-1804) inaugurando la segunda época de la evolución metafísica de Occidente, imprimiéndole un giro copernicano [2 ] a la filosofía con la filosofía crítica trascendental centrada en la noción de cosa.
La «Idea» lo engendró a Platón (427-347 a.C.), y éste engendró al «mundo»; con Aristóteles (367-347 a.C.) hizo lo propio la «realidad», con Kant fue lo «trascendental»; con Hegel (1770-1831) la «dialéctica»; con Marx (1818-1833) el «materialismo», y con Nietzsche (1844-190 la «existencia» El «mundo» es lingüístico. Para Saussure (1857-1913) el mundo es un lingüístico producido. Para Chomsky (1928) el mundo es un lingüístico procesado. El mundo es ontológico, pero de una ontología formal. El mundo es del lenguaje, y el lenguaje es del mundo. El hombre es del lenguaje, «y» el lenguaje es del hombre. Pero, ¿cómo es que surgió el lenguaje?, ¿cómo el habla?, y ¿qué vinculación tienen significante y significado?, ¿y qué lengua y habla? En este sentido resuena un gran interrogante: ¿el hombre es propiedad del lenguaje «o» acaso, el lenguaje es propiedad del hombre? Quizás el mundo físico no sea otra cosa que un espejismo, una visión sombría de la cual se tiene información incierta. Tal vez el mundo sea una única cosa que realmente existe como idea o como forma inmutable, como una réplica repetida de objetos distorsionados y cambiantes de una esencia permanente inalterable. ¿Significa esto que la variación y el cambio es una mera ilusión diferente, y que la realidad verdadera consiste en una especie fija que permanece como una forma llamada «esencia» [3], que sí es la única forma que existe, y que accedemos a él y a su manifestación con sólo lenguaje y habla? Negar la existencia del espíritu metafísico fue la gran contribución de los llamados 1 Generalmente significa el discurso filosófico. En la lógica de aristotélica es el «razonamiento demostrativo» Fuera de esa lógica, filosofema es el concepto o lugar común filosófico. En este segundo sentido es utilizado por el Estagirita, y por la tradición posterior. 2 Así como Kant atribuye la determinación espacio-temporal-categorial de los objetos empíricos a las disposiciones propias del sujeto del conocimiento, Copérnico sostuvo que el movimiento manifiesto de los astros no era sino una consecuencia y un reflejo del movimiento efectivo (aunque inconsciente) del observador. (Cf. Torretti, Roberto; Manuel Kant, Editorial Charcas, Buenos Aires, Argentina, 1980, p. 296 nota. Véase también Kant, Immanuel; Crítica de la razón pura (traducción al español de Pedro Ribas), Ediciones Alfaguara S. A., Barcelona, España, 1995, pp. 19 y 20 (B XVI). 3 Esencia es lo que permanece en el cambio.
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«10» «materialistas de la sospecha», comprometiendo la cosmovisión de Marx, de Freud (1856-1939), y de Nietzsche. Pero, negar la existencia inmanente de un solo hombre mismo, del su yo consciente, de su consciencia, o de su trascendencia, constituye un intento novísimo que se emprendió a partir del lenguaje con términos diferentes, pero análogos, tanto para Saussure, como para Wittgenstein (1889-1951); para Chomsky como para Levi-Strauss (1908-2009); para Lacan (1901-1981), como Foucault (19261984) también. El lenguaje es idea, y el habla es realidad, pero ni el lenguaje ni el habla son en absoluto inocentes.
§ LA INOCENCIA DE LA LENGUA Y EL HABLA El mal uso del lenguaje impone develar la inocencia del habla. A propósito, el decir que me representa, es el mismo decir que me oculta. No hay ninguna, posibilidad, de conocer sin lenguaje, y no hay ninguna, imposibilidad de desconocer con él. Si bien se puede hablar de una identidad entre una cosa que no es lenguaje y otra que es lenguaje que no es cosa, el lenguaje funciona como un sucedáneo de otra cosa. Por eso la uso, para tratar de escrutar el mundo individual y también el mundo universal y, aunque resulte impreciso contar con una idea exactamente replicada de la cosa que no es lenguaje, es solamente a través de él que podemos establecer grandes lineamientos del mundo que «ve» el que piensa o el que habla, si es que lo acompaño con otras «visiones» igualmente conducentes. Por cierto, «mí» lenguaje, es, una significación que sigue el curso del dinamismo ontológico y sus abstracciones e imaginaciones y las codifica. Por eso, el lenguaje es variado, diferenciado, ilimitado, infinito, y creciente. No solamente representa a la cosa que no es lenguaje, sino que revela, y a veces oculta, la historia del posibilismo del hombre, del mundo, de la cultura, y de tantos, aspectos, que se muestran o se esconden detrás de unas letras sintácticamente ordenadas detrás de significados polisémicos, o detrás de una pragmática que acompaña el pensamiento en el silencio, la materialidad fónica de la pronunciación, la nominalidad de la escritura, la teología, la antropología, y la cronología correspondiente, para citar solamente algunos aspectos que hay que descubrir, que hay que deconstruir, y que hay que reconstruir para poder entender, para poder interpretar, para poder suponer, para poder describir, para poder proyectar, para poder conocer, o para poder imaginar un estado de cosas individual o universal. Tal vez, el lenguaje, sea el primero, el mayor, y el mejor de los recursos formales para conocer y desconocer. En El idioma analítico de John Wilkins, Borges (1899-1986) «me» hace notar que
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«11» acaso lo más lúcido que se haya escrito, sobre el lenguaje, sea la palabra de Chesterton en el sentido de que el hombre sabe que alberga en el alma unos tintes muy desconcertantes, unos tintes muy innumerables y muy anónimos. Más aun, es el alma del hombre el que alberga mucho más que meros tintes que muestran los colores de una selva otoñal. Sin embargo, pese a ello, el hombre cree que esos tintes, en todas sus variantes, y en todas sus combinaciones, se pueden representar con precisión, mediante un mecanismo tan arbitrario de gruñidos que perfilan «el habla» El hombre cree que es desde el interior de sí, desde donde, realmente salen esos ruidos que significan todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo. Pero, como está ahí, casi a la mano, y es tan frecuente, el lenguaje conserva su aparente inocencia, al poder, y al mismo tiempo no poder, reflejar su verdadera potencia, su verdadero aura revelador, o su insuperable capacidad para calibrar exactamente al individuo y al universo en términos lingüísticos y filológicos.
§ LINGÜÍSTICA Y FILOLOGÍA «Fue Aureliano quien concibió la fórmula que había de defenderlos durante varios meses de las evasiones de la memoria. La descubrió por casualidad. Insomne experto, por haber sido uno de los primeros, había aprendido a la perfección el arte de la platería. Un día estaba buscando el pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales, y no recordó su nombre. Su padre se lo dijo: “tas”. Aureliano escribió el nombre en un papel que pegó con goma en la base del yunquecito: tas. Así estuvo seguro de no olvidarlo en el futuro. No se le ocurrió que fuera aquella primera manifestación del olvido, porque el objeto tenía un nombre difícil de recordar. Pero pocos días después descubrió que tenía dificultades para recordar casi todas las cosas del laboratorio. Entonces las marcó con el nombre respectivo de modo que le bastaba con leer la inscripción para identificarlas. Cuando su padre le comunicó su alarma por haber olvidado hasta los hechos más impresionantes de su niñez, Aureliano le explicó su método, y José Arcadio Buendía lo puso en práctica en toda la casa y más tarde lo impuso a todo el pueblo. Con un hisopo entintado marcó cada cosa con su nombre: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola. Fue al corral y marcó los animales y las plantas: vaca, chivo, puerco, gallina, yuca, malanga, guineo. Poco a poco, estudiando las infinitas posibilidades del olvido, se dio cuenta de que podía llegar un día en que se reconocieran las cosas por sus inscripciones, pero no se recordara su utilidad. Entonces fue más explícito. El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestos a luchar contra el olvido: Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche. Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita»
En Cien años de soledad, García Márquez (1927-2014) nos comunica que Aureliano, y también su padre, José Arcadio Buendía, conoce la precariedad del lenguaje, su insuficiencia, su arbitrariedad, su discrecionalidad. El hecho que refiere sucede en Macondo, una comunidad donde el insomne ha hecho despuntar la enfermedad, del olvido. Durante el siglo, XVII, las enfermedades fueron concebidas como culpa, como retribución,
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«12» de castigo, y su gravedad, como contrapartida del montante, de la transgresión perpetrada. Así sucede, en Macondo. El hecho suscita, inquietud y misterio, pero a la vez «me» invita a reflexionar sobre el lenguaje como objeto de estudio. En realidad, García Márquez, igual que muchos otros, ha discurrido sobre la inmotivación del signo lingüístico, sobre la relación justa que lo sostiene, sobre el vínculo que conecta el nombre con las cosas, nombradas. Este es el tema, el problema, y el filosofema lingüístico.
§ LA ARBITRARIEDAD, DEL SIGNO LINGÜÍSTICO
En
el Cratilo [ 4 ], Platón va a poner en cuestión la justeza de los nombres. Los
problemas estarán allí claramente planteados, pero un poco oscuramente resueltos. Sócrates (470-399 a.C.) defenderá la tesis de Cratilo sin anular la de Hermógenes [5] Sócrates [6] llega a proponer la misma tesis de Hermógenes. Pareciera que algunos autores han enfocado equivocadamente la cuestión de la arbitrariedad del signo lingüístico, desde que únicamente lo han hecho como un asunto propio del dominio filosófico, como una cuestión del dominio lógico, o como lo propio del dominio literario. Los estudiosos han seguido el orden cronológico de exposición, y han soslayado el criterio psicológico, el criterio estadístico y el criterio lingüístico. Por ende, habría que sopesar las diversas aserciones, ordenar las preguntas, analizar las respuestas, estudiar críticamente las tesis, confrontar las aceptaciones y las objeciones, y, sobre todo, medir la fuerza argumentativa en uno y otro sentido, porque no siempre el camino de la exposición cronológica es el más indicado. «Mi análisis -dice Manuel Sánchez Márquez- ha procurado sopesar tesis y argumentos, objeciones y respuestas, poniendo en cada lado las posturas, los puntos de acuerdo, las contradicciones, los asentimientos... y al final sumando razones, hipótesis, objeciones y resultados» Todos los críticos lingüísticos podrían leer el diálogo sopesando explicaciones y objeciones, haciendo un balance numérico y jerárquico de los argumentos en un sentido y en otro, saliéndose del riguroso orden expositivo temporal, es decir que podrían apelar al moderno método que propone la epistemología metódica del Agrapha dogmata [7] El diálogo que Platón ha titulado «Cratilo» comienza enfrentando a Hermógenes y
4 Cratilo es un diálogo de Platón, escrito hacia el año 360 a.C. 5 Hermógenes fue un filósofo griego del siglo V a.C. Discípulo de Sócrates. Se dice que pudo haber sido maestro de Platón. 6 Sócrates fue un filósofo clásico griego. Maestro de Platón y dialoguista en sus célebres Diálogos. Es considerado uno de los más grandes pensadores del Pensamiento Universal. 7 Método de las doctrinas no escritas.
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«13» Cratilo [8] Hermógenes afirma que los nombres no cuadran a las cosas sino por acuerdo y convención. Cratilo objeta ese argumento. Acude a Sócrates por el carácter irónico de su interlocutor, Hermógenes. Sócrates lo insta para que se involucre en este asunto, para nada fácil, en el que también él manifiesta que sabe poco e ignora de qué lado estará la verdad. Ambos se entretienen largamente analizando una multitud de ejemplos, argumentando, una y otra vez, si cuadran o no cuadran los nombres de ellos mismos. La segunda parte del diálogo tiene por interlocutores a Cratilo y a Sócrates. El discípulo va aceptando todo lo que ha expuesto su maestro, sobre todo acerca de las interpretaciones de las innumerables etimologías griegas. Sócrates va instando a Cratilo. Cratilo va contradiciéndose propiciatoriamente sobre los nombres que no se corresponden tan naturalmente. El maestro pregunta ¿a quién dar la razón?, y por eso insta reiteradamente en el para entonces confundido Cratilo, para que retome y dé razones acerca de la naturaleza que media entre las palabras y las cosas. El diálogo con Hermógenes fue mucho más intenso que el diálogo con Cratilo: 45 números contra 12. A simple vista parecería que con Hermógenes, Sócrates tiene más objeciones que con Cratilo, con quien comparte la tesis. Sin embargo no es tan así decidir, puesto que 35 de los 45 números con Hermógenes se dedican al entretenimiento etimológico y 10 al diálogo focal que versa más sobre explicaciones socráticas que sobre objeciones. Los 12 números con Cratilo son de una totalidad doctrinal de tono bastante accidentado. Casi la totalidad trata de las objeciones a Cratilo. Todo este diálogo es un claro ejemplo de lo que significa aplicar el método mayéutico socrático [9] Dialécticamente hablando, Sócrates no puede estar totalmente de acuerdo con ninguno de los dos, ni con Cratilo, ni con Hermógenes, por eso los interpela con suficiente calma, con insistencia permanente para que se corrijan a sí mismos una y otra vez, para que justifiquen sus asertos y para que, en definitiva, cada quien acepte algo del argumento de su interlocutor a la luz de una y otra tesis argumental. En la primera tesis, Hermógenes sostiene que los nombres no son otra cosa que acuerdo y convención, pues la naturaleza no le asigna ningún nombre a ninguna cosa, sino que esto ocurre según el uso y la costumbre de los hablantes: el nombre es un instrumento, los nombres sirven para instruirnos, para distinguir la realidad, para enseñan los significados de los nombres de los que nos valemos. Usar el nombre es diferente que nombrar. Pero, ¿Qué significa nombrar? 8 Cratilo es el interlocutor de Hermógenes en el Diálogo homónimo de Platón. 9 En la filosofía socrática, la Mayéutica es un diálogo metódico, hoy diríamos epistemológico, por el que el interlocutor interpelado descubre las verdades por sí mismo.
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«14» Nombrar no es cosa fácil. Usar los nombres tratando de aplicarlos en el sentido que les dio el primero, el «bautizador», ¿no comporta acuerdo y convención? Los hombres de la antigüedad fueron los primeros que establecieron los nombres. Les añadieron o les quitaron algunas letras para lograr patrones eufónicos, es decir para que sonaran bien a los oídos del que escucha. En teoría, cualquier nombre podría atribuírsele a cualquier cosa. Pretender el «quid», el objeto de los nombres primitivos, es algo un poco atrevido y hasta risible. Al empezar el diálogo con Cratilo, Sócrates le dice que no puede garantizar todo lo sostenido hasta esa instancia, dado que sólo se había llegado a un punto de vista subjetivo, como si fuera un entretenimiento, como una gimnasia verbal, como una esgrima con Hermógenes y, es en sentido, que a Sócrates le resulta necesario volver a someter la cuestión a un nuevo examen. ¿Cómo se sabe que tal nombre significa lo que significa? Cratilo lo cree por el uso. ¿Y uso y convención, no son lo misma cosa?, como sostiene Sócrates. Pero Sócrates, objeta. Pretende confundir a Hermógenes. Como ejemplo, propone llamar «caballo» al ser humano. Así como se sabe por la lógica proposicional, un discurso molecular será verdadero si todas las partes atómicas también lo son, y será falso el todo molecular cuando las partes atómicas también lo sean. ¿Aparece, aquí, la sombra de un sofisma, un algo escaso, de poco peso? Sócrates reclama hablar con propiedad ya que el acto de nombrar debe ser, por ser parte del habla, apropiado también: es preciso nombrar según la manera que tienen las cosas de ser nombradas naturalmente. ¿Habrá gato encerrado? ¡En nada! Aquí Sócrates se opone a Hermógenes si no fuera por el uso del término «naturalmente» Está diciendo poco menos que a las cosas hay que llamarlas simplemente por sus nombres, esto es por los nombres en los que todos convencionalmente pensamos, en los que estamos de acuerdo, y no por los nombres puestos a su gusto por capricho personal. Pero, esto es evidente porque de lo contrario caeríamos en la creación de un «lenguaje privado», uno para cada quien, y en contra las reglas del juego de lenguajes El «bautizador» legisla, da los nombres a las cosas naturalmente, apropiadamente, por la esencia de las cosas, pues ¿no podría hacerlo de otra manera?, que es la cuestión a demostrar. Hermógenes asiente. Aquí se confunden varias cosas. En primer lugar, la denominación primera y las subsiguientes de después, a menos que Sócrates jugare siempre como mayúsculo «Legislador», en cuyo caso, habría lugar para una mayúscula «Inteligencia» inventora de los nombres. Esto implica que el acto de nombrar no se desprende del contexto mismo de la construcción lingüística. Legislador puede ser un carpintero, un constructor dirigido por un dialéctico. Hermógenes afirma que Cratilo parecería tener razón cuando afirmara que los nombres corresponden naturalmente con las cosas. Hermógenes está dispuesto a
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«15» aceptarlo, en tanto y en cuanto se le demostrara en qué consiste la «justeza natural del nombre» Es entonces cuando Sócrates escapa con cierta picardía: «ha poco dije que yo no sabía nada», aunque «de todas formas parece que el nombre posee una cierta justeza natural y como tú no lo sabes tampoco, debemos buscar ayuda en los sabios, sobre todo en tu hermano Calías» Hermógenes no quiere apelar a su hermano, pero cita a Homero (Ca. S. VIII a.C.) que distingue entre las denominaciones de los dioses y las de los hombres. Cuando se inicia el diálogo con Cratilo, Sócrates había sugerido que «lo dicho consistió en afirmar que la justeza estriba en explicar qué es la cosa». Pero, nos preguntamos, si esto ¿será suficiente? En la segunda tesis, Hermógenes comienza su argumento estableciendo que Cratilo ha sostenido que la denominación justa existe naturalmente. También Sócrates asegura que Cratilo defiende que los nombres corresponden naturalmente a las cosas. Sócrates no formula un juicio apodíctico, porque los juicios apodícticos, como que dos por dos es igual a cuatro encierran una verdad evidentemente concluyente y no dejan espacio para la duda ni lugar para la discusión. Por eso es que afirma que al nombre le es inherente una cierta justeza. En este sentido, Sócrates entiende que «para la demostración tendríamos que apelar a hombres más sabios que nosotros» No debemos olvidar que hay otra tesis a favor de Cratilo. Una tesis que es un tanto pueril. Parece haber justeza, pero hay grados en ello, ya que los dioses son más sensatos que los hombres, y éstos más sensatos que las mujeres. Es sorprendente esta confesión de Sócrates que luego encara una larga disquisición etimológica. Se le escapa este juicio «¿No parece que los nombres, lejos de ser establecidos al azar, poseen cierta justeza»? En varios pasajes del diálogo, se dice que los nombres se manejan para la enseñanza y todos, en cuanto tales, están establecidos justamente. Aquí ya no se trata de debatir si los nombres corresponden a las cosas, sino de indagar si ellos corresponden a lo significado, es decir al concepto de la cosa, ya que se mantiene la tesis de los pensadores de la Escuela de Elea, de Parménides (Ca. S. V a.C.) y Zenón (495-425 a.C.), paradigmáticamente racionalista. Es así, puesto que es imposible «hablar falso» y por tanto, «si es imposible ‘hablar falso’, al decir lo que se dice, ¿cómo no decir lo que es?» Sin embargo ¿hablar falso, no es precisamente no decir lo que es? Sócrates plantea objeción, como no queriendo entender a Cratilo cuando expresa que si Cratilo se llamara Hermógenes, ello no consistiría sino en producir meros ruidos, y de ninguna manera implicaría nombrar. A esta altura de la controversia irrumpe una pregunta crucial: «¿no admitirías que el nombre es una cosa y otra aquello a que pertenece el nombre?» «¡Sí!», contesta Cratilo. Y prosigue Sócrates: «¿y admites a la vez que el nombre es una imitación de la cosa?» «¡Por supuesto!», dice Cratilo. El nombre no es sino una imagen del objeto y
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«16» no una representación de todos los caracteres del objeto representado, aunque claro está que ningún rasgo concuerda el objeto. Sócrates admite la imitación del objeto por medio del nombre, pero siempre y cuando haya elementos, en la cosa, que ofrezcan pautas para sostener la imitación. Sócrates quiere inducir a Cratilo. Cratilo debe reconocer que hay nombres inexactos, pero se niega. Dice que sólo en la pintura se pueden dar atribuciones inexactas y que en los nombres tan solo hay exactitudes necesarias por doquier. Esto quiere decir que la «exactitud necesaria» implica una relación necesaria entre «significante» y «significado» entre «imagen acústica» e «imagen mental» Ahora bien, «¿los nombres pueden atribuirse a cosas diferentes?», «¿hay nombres bien puestos y otros mal?» Cratilo acepta estos asertos a regañadientes. «O buscas otra definición de justeza del nombre o no asegures que en el nombre la representación del objeto es por medio de sílabas y letras, pues si sostienes ambas cosas a la vez, no puedes estar de acuerdo contigo mismo», le dice Sócrates a Cratilo. Le plantea que la alternativa de que los nombres primitivos hayan sido establecidos por conexión o para llamar a «lo grande, pequeño» y viceversa (¿aquí hay ironía socrática?) La disyuntiva es innegable: «o prefieres que los nombres sean convencionales, o es justo llamar a ‘lo grande, pequeño’» En la primera parte se había hablado del acto de «bautizar» a las cosas, en la segunda se trata de establecer si es factible llamarlas con otros nombres distintos de cómo fueron bautizados. Las dos partes no parecen oponerse. La pregunta se parece a un sofisma [10] Cratilo, deslumbrado por la imposibilidad de contradecir lo segundo, deduce que lo primero es imposible, entonces cree haber refutado la primera de las partes. Cratilo había aceptado de entrada todas las explicaciones etimológicas de Sócrates, muchas de las cuales se basaban exclusivamente en, por lo menos, el cambio de alguna letra. Ahora se contradice puesto que le dice a su maestro que si se hace adición, supresión o cambio de alguna letra ese nombre ya no es el mismo nombre. En esta instancia Sócrates se desanima, pero reacciona manifestando que pensando así no se piensa bien: «¿cómo, con la pronunciación actual, es claro ‘lo duro’?,[…] ¡tú no sabes de lo que hablo!» - «¿Lo sé por el uso!», replica Cratilo. Sócrates había dejado sentado que no importaba que lo que se expresara fuera por medio de tales o cuales sílabas. «Lo sé por el uso»... con lo que termina asentando justamente lo contrario de lo que había planteado. Sócrates, dice: - «Pero ¿uso no es igual que convención?» ¿El nombre corresponde, entonces, necesariamente al concepto o imagen mental?. «Y al decir -dice Sócrates- «’uso’ ¿no quieres decir que yo, cuando articulo 10 Un sofisma es un argumento que devino falaz.
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«17» esa palabra, tengo en mi espíritu la misma noción que tienes tú en el tuyo?» «Entonces, consecuentemente, al articularla yo, ¿no evocas en ti una representación de la mía?» Por tanto «la justeza del nombre llega a ser en tí convención?» Cratilo queda perplejo; «y puesto que estamos de acuerdo, pues tomo tu silencio por aceptación [...] será necesario afirmar que la convención y el uso contribuyen a la representación de lo que tenemos en el espíritu al hablar […] Quien conozca los nombres conocerá también las cosas». ¿Cómo lo hizo el primero?» Según Sócrates «el primero que estableció los nombres se rigió por la idea que se hizo de ella. Pero, los nombres como las cosas, ¿no están en constante movimiento? […] A él le parece que el legislador las bautizó en reposo más ¿no hemos dicho que es por medio de los nombres que conocemos las cosas? ¿Pues cómo pudo establecerlas el primero si aún no tenían nombre [sofisma de nuevo]?» Cratilo, muy serio, acepta la muy seria objeción y no cree superarla si es que no admite «un poder por encima del hombre» Sócrates lo lía aún más: «¿no está eso en contradicción con lo sostenido antes? […] «tendremos que apelar a las cosas mismas sin ayuda de los nombres. Contentémonos con ponernos de acuerdo en que no es preciso partir de los nombres, sino de las cosas, aunque éstas, si se hallan siempre sujetas a movimiento, como afirma Heráclito [11], entonces no podemos conocer lo que subsiste en movimiento. Pero ¿será verdad? En fin, que se impone no cerrar la investigación, sino proseguirla, [cosa que aconseja a Cratilo que aún es joven] […] Bueno, basta de discutir, sigue por tu cuenta, pues en último término habría que discutir sobre las cosas mismas, si es que decimos que las palabras corresponden a ellas» Al titular «Cratilo» a su Diálogo, Platón parece haber querido sentar la tesis del mismo Cratilo: «¿La lengua es obra humana o tiene un valor intrínseco?» La tesis de Cratilo acerca de la naturaleza del lenguaje, pareciera no tener asidero. En el Protágoras [12] Justo ataca su doctrina y a la de Heráclito (540-480 a.C.), inclinándose por la de Parménides (515 a.C.-S. V a.C.) que sostiene que el universo es uno, continuo, infinito y eterno. Cratilo, entonces, aparece heracliteano, y Hermógenes aparece parmenideano. En este sentido, el título de «Cratilo» puede resultar un tanto irónico, pues. En el Protágoras, el discípulo Pródico sustenta la justeza de los nombres igual que Cratilo. Sócrates lo ridiculiza un tanto. Sócrates admitiría la doctrina de Anaxágoras (510429 a.C.) acerca de la presencia «Inteligencia Ordenadora» de las cosas: la verosimilitud. Sólo los nombres al ser sustitutos de la experiencia, al ser «categorizaciones» de los
11 «Nadie se baña dos veces en el mismoróp» 12 Diálogo de juventud de Platón donde interviene señaladamente su maestro, Sócrates.
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«18» objetos, son los únicos que nos permiten calar en la esencia de las cosas, buscar sus causas, distinguir las unas de las otras. Finalmente, y a modo de resumen, diremos que Cratilo aboga por la denominación natural, con justicia, debidamente. Hermógenes aboga por los nombres que cuadran con las cosas por acuerdo y convención, uso y costumbre. Sócrates, a veces, acuerda con Cratilo y a veces acuerda con Hermógenes. Para con Hermógenes no todo es convencional y arbitrario. Para con Cratilo no todo es natural. Hay eufonías y onomatopeyas, mímesis y representación, y también hay nombres bien establecidos. Para con Cratilo formula dos razones: «1» las palabras sirven para discernir la esencia, pero necesitamos conocer las cosas antes. A las cosas las conocemos distorsionadas, defectuosamente, porque se están en continua transformación, nada en ellas es, todo en ellas deviene, y el conocimiento de ellas es relativo. Distinto es el nombre y la cosa nombrada. «2» el lenguaje es, por su misma naturaleza, defectuoso porque es imitación y no plena adecuación, pues de serlo sería la cosa misma. Se imita la esencia del objeto, es decir las letras, que varían de palabra a palabra y de lengua a lengua para un mismo concepto. Destinado al uso está sujeto a movimiento y variación. Por, ultimo, y a modo de síntesis diremos que: «1» se había planteada la arbitrariedad del signo lingüístico. «2» en los nombres derivados se da el «principio de motivación» «3» en los nombres onomatopéyicos hay ciertas relaciones aparentes, cuasi correspondientes, con las cosas. «4» una vez establecido el nombre, es menester tener que utilizarlo en el sentido del «bautizador», ya que existe una relación necesaria entre el nombre y el concepto, lo que le da a la comunidad la seguridad de la vigencia de un mismo código de habla que se comparte y, en el que la relación significante-significado es aproximativamente constante, con lo cual se asegurará la permanencia comunicativa y el cambio lingüístico a la vez.
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§ PRIMERA ESTAMPA «EL ORIGEN DEL LENGUAJE»
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«20» En el principio, casi todas las teorías desarrolladas abordaban el nacimiento del lenguaje como una causalidad fundada en numerosas y variadas cosmovisiones, biológicas, antropológicas, filosóficas, y teológicas. Algunas consideraciones respondieron a principios propios de la época generalmente sustentados por nuevas teorías concebidas a partir de la aceptación de paradigmas y cosmovisiones en auge que daban cuenta de la búsqueda de respuestas a interrogantes que podrían despejar incógnitas acerca de si el lenguaje nace con el ser humano, o es este el que lo construye; o bien si el lenguaje apareció como una connaturalidad del ser humano; o, contrariamente, el lenguaje devino cultural, y entonces es fruto de un juego combinatorio de multiplicidades causantes.
§ ESTAMPA DEL LENGUAJE INNATO
Se según esta «estampa», el lenguaje habría surgido naturalmente del hombre como tal, como una función connatural, es decir con él y por él, o sea como condición de posibilidad probablemente evolutiva y necesidad espontánea e innata: el lenguaje nace con el hombre. Según esta hipótesis, la facultad de hablar resultaría paralela a la facultad de recordar, esto es, de memorizar sin haberla heredado de ningún otro ser humano sino de la naturaleza biológica misma. En este sentido, el hombre habría comenzado enseguida a hablar como quería Lucrecio [13] cuando expresó «at varios linguae sonitus natura subegit mittere» Esto significa tanto como aceptar como cierta la circularidad de lo que se pretende demostrar. Sin embargo: ¿de dónde viene, pues la diversidad de lengua? Hablar significa relacionar las palabras con el pensamiento, no obstante, el hombre habría puesto de inmediato en correlato ambos aspectos sin ayuda de nadie y espontáneamente.
§ ESTAMPA DEL LENGUAJE COMO UN CALCO
Con sonidos de su voz, el hombre habría imitado los ruidos de la naturaleza. Todo lenguaje supone una convención, un acuerdo, pues toda palabra es, al fin y al cabo, un signo. No obstante faltaría explicar por qué la ilación que establece un vínculo entre sonidos e ideas, requiere una sagacidad refinada, puesto que sería preciso, además, correlacionar los sonidos entre sí para lograr hasta conseguir un sistema lingüístico que vino a darle pase Estructuralismo. Algunos antropólogos han pretendido establecer correlaciones simbólicas entre el valor impresivo de una producción sonora y su sentido. Se trataba de la denominada «ding-dong theory» y, a veces, esos mismos antropólogos recurrieron a 13 Cfr. De rerum natura.
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«21» examinar las emisiones sonoras surgidas del esfuerzo muscular codificadas bajo el nombre de «he-ho theory» Por otra parte, todo lenguaje onomatopéyico requiere siempre una interpretación humana y por tanto subjetiva. He ahí la causalidad de la expresión divergente de un ruido de la naturaleza en diversas lenguas: «quiquiriquí» para la lengua española, y «cocoricó» para la lengua francesa. Más que definir a la lengua como un calco, como una mímesis de la realidad, debemos concebir esta tesis como una idea que nos proporciona un objeto de análisis de la realidad.
§ ESTAMPA DEL LENGUAJE ANALÓGICO
El
lenguaje comportaría una analogía de sí mismo. El hombre, emite sonidos
inarticulados, es decir que «vocifera» profiriendo gritos «insignificantes» que pronuncia espontáneamente y están conectados con sus propias emociones. Así, de este modo, habría inventado otro sonido para expresar los fenómenos del pensamiento, algo así como un lenguaje superpuesto, algo así como un lenguaje intérprete, propio del dominio de la «modernidad digital» Así lo pensó Epicuro de Samos (341-270 a.C.). Lucrecio (94-56 a.C.) añadió el carácter utilitario del lenguaje cuando pronunció: «et utilis expressit nomina rerum» en De reum natura. Sin embargo, pareciera que no hubiese lenguaje sin intención significante para expresar alguna idea, algún concepto, por medio de signos, es decir, usando palabras.
§ ESTAMPA DEL LENGUAJE COMO INSTITUCIÓN HUMANA
Casi
todos los lingüistas modernos opinan que el lenguaje puede considerarse
científicamente, como una institución humana que surge como todas las instituciones, de la vida en sociedad, tanto de forma fortuita e incausada como de un modo para nada accidental. Esta tesis social se explica por la tendencia al acercamiento entre seres que conviven comunitariamente, por la necesidad de simpatizar, de trabajar juntos, de comprenderse mutuamente. A pesar de todo, esto poco aporta y nada prueba, pues el lenguaje tanto vale para las danzas de las abejas, como para el frotamiento de las antenas de las hormigas y para otras tantas manifestaciones que, evidentemente, no constituyen lenguaje alguno. Bertil Malmberg (1889-1958) [14], que consideró un lugar común a la afirmación de que el lenguaje es el invento humano más importante, opina que lenguaje y humanidad constituyen desarrollos paralelos y que resulta estéril discutir la primacía de 14 Cfr. La lengua y el hombre: introducción a los problemas generales de la lingüística.
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«22» uno sobre el otro desarrollo, aunque como «inventio», o sea como descubrimiento o «institución», tuvo que suceder un momento precursor de la posesión o del desarrollo y su secuela: la «elocutio» como forma. Ahora bien, si concebimos al hombre como un «animal parlante», iríamos en contra de la definición que argumenta acerca de un estadio precursor a la posesión de lenguaje.
§ ESTAMPA PALEONTOLÓGICA DEL LENGUAJE
El
antropólogo Leroi-Gourhan (1911-1986), ha criticado severamente a las tesis
formuladas con anterioridad, las que según él aparecen como tautologías siempre «verificadas» que nada explican, puesto que si concebimos que todo animal que habla es hombre y que todo hombre es un animal que habla, nada se explica. Nuestro antropólogo admite que se dan casos de definición zoológica y también casos de raigambre antropológica, es decir, casos informados por un carácter no biológico externo. Casi todas las tesis de este rubro son coincidentes en el sentido de que hombre y lenguaje aparecen simultáneamente. Hoy, que la ciencia biológica devino como una explicación evolucionista, se proponen tesis racionalistas en términos cuasi «darwinistas» Apoyándose en bases reales, como por ejemplo los hallazgos fósiles, los biólogos arriban a sugestivas conclusiones románticas y pueriles que reflejan «imaginerías lejanamente reales» Leroi-Gourhan propone apoyarse en hallazgos fósiles, precisamente por ser él paleontólogo, etnólogo, y prehistoriador de nota, que llegó, incluso, a datar el origen del lenguaje basado en pruebas indirectas como el examen de la estructura del cerebro y las relaciones entre utillaje técnico y lenguaje. En este sentido deja constancia de que el Austrolántropo-Zijántropo [15] se remontaría a la aparición del hombre hacia fines del terciario [16], hace aproximadamente un millón de años, cuando por entonces se verifica la presencia de un cerebro con características topográficas significativamente distintas a las de los simios superiores y, justamente situadas en el área misma donde se hoy se localiza el centro nervioso del lenguaje. Edward Sapir (1884-1939) opina que el lenguaje es anterior aún a las manifestaciones más rudimentarias de la cultura material denotadas por el fuego, la talla de piedras, y las pinturas rupestres, las que resultaban imposibles sin la posesión del lenguaje. Por otro lado,
15 Para la Paleontología, el Australopitécido es un fósil descubierto en el barranco de Olduvai, al norte de Tanzania, en 1959. La datación permite suponer que vivió hace aproximadamente 1.750.000 años. 16 El terciario significa aquello que correspondiente a la tercera edad. Es el período que comienza hace 65 millones de años, cuando los dinosaurios se extinguieron, y finaliza hace un 1,7millones de años.
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«23» Leroi-Gourhan constata que las áreas cerebrales donde radica la motricidad tecnológica y las del lenguaje son interdependientes. Las incisiones y figuras en cuevas, que serían las primeras pruebas arqueológicas, están más cerca de la escritura que de la obra de arte, estando, pues, el arte figurativo, ligado directamente al lenguaje, apareciendo la escritura, en el musteriense [17], hace unos cincuenta mil años. Esta sería una interpretación seria que no aclara demasiado. Faltaría determinar cómo fue que un cerebro sin esa extensión característica en el simio, muta hacia otro cerebro dotado de esa facultad humana. Otro tanto, que poco aporta, surge de la comparación con los estudios de las lesiones del cerebro en relación con la incapacidad de hablar conocida como «afasia» Algunos especialistas suponen una evolución gradual desde el gruñido animal hasta el lenguaje humano. Hay quien intentó demostrar que hubo un lenguaje primitivo de gritos instintivos, al que se lo ha llamado «neoglótico», que fue siguiendo los pasos de las grandes etapas de la prehistoria, y que luego fue gradualmente perfeccionándose, habilitando después una etapa «paleoglótica» y otra «neoglótica» Pero todo esto cayó por su propio peso. Decir que primero existen los sonidos que van agrupándose en sílabas, en palabras y en frases, no se corresponde con la verdad empírica, pues resultaría problemático aplicar el mismo método con el lenguaje. Bien sabemos que los sonidos no se estructuran en el habla de esa manera, y que sonidos, palabras y frases no expresan nada por sí mismos, sino que reciben su significado partiendo del todo en el que están encuadrados. Giambattista Vico (1668-1744) habla de una «lengua muda» que se desarrolla gestualmente primero, hasta dar en las voces de una lengua después. Karl Vossler (18721949) reconoce que en todo esto hay algo de utilidad y de verdad, pues con ello se descubre la fantasía como principio anímico vital del lenguaje. Deberíamos incursionar en lo que es la vida de las lenguas y lo que se entiende por perfección de ellas, pero centrándonos en este tema desde un punto de vista exclusivamente lógico, aun aceptando la evolución del lenguaje partiendo de gritos instintivos al igual que los animales, En este sentido nos preguntamos ¿por qué en esos animales la evolución no los ha llevado a perfeccionar también sus gritos? Todos sabemos que en esto ni siquiera han evolucionado algo, ya que a título de ejemplo: un caballo relincha exactamente igual que cuando relinchaba miles de años antes; un mono gruñe de la misma manera, y una abeja zumba y danza del mismo modo. Las especies animales de nuestro entorno tampoco se diferencian tanto de sus
17 Se aplica a la cultura que se desarrolló durante el paleolítico medio, caracterizada por la talla mediante percusión entre piedras.
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«24» congéneres de otras latitudes En la recensión de la obra de von Frisch, el biólo y genetista J.B.S Haldane (1892-1964), formula la sugestiva hipótesis del rito como etapa intermedia entre comunicación animal y lenguaje humano. De todas formas se levantan muchas opiniones adversas a esta tesis que mucho no explica puesto que incluso en ella no queda claramente expuesto, siquiera con algún grado de exactitud, la data y el modo de la aparición del hombre en la tierra. Entre las varias voces de numerosos científicos de nota que se expidieron sobre este asunto, George Trager (1906-192) afirma que la discusión en términos evolucionistas, de los posibles modos en que el lenguaje surgió, constituye un asunto inútil y sin relevancia. Algunos lingüistas famosos, como Révész (1896-1970) y Tovar (1911-1985), aseguran que el problema aparece insoluble para el lingüista, y por eso relegan el asunto al dominio del psicólogo y al orden del sociólogo, el primero, y al dominio del psicólogo y al orden del filósofo, el segundo. Snell (1896-1986) afirma que es evidente que la cuestión puede tratarse en términos puramente históricos, puesto que la expresión «hablar primitivo» no es unívoca, ya que toda vez que hoy también existen los «lenguajes primitivos» Finalmente diremos con Whorf (1897-1941) que, como el lenguaje arraíga en un misterioso poder del espíritu, la perspectiva lingüística integra el ámbito de algo que excede el campo de la ciencia. De ahí que, en 1866, los fundadores de la Sociedad de Lingüística de París, prohibieran, estatutariamente, toda comunicación referida al origen del lenguaje.
§ TEORÍA ESTADIAL DEL LENGUAJE
Esta teoría fue propuesta por Nicolai Marr (1864-1934), quien procede, al revés del comparatismo, según la doctrina monogenética de las lenguas, basado en la teoría de Leibniz (1646-1716) y de Alfredo Trombetti (1866-1929). De tal suerte, propuso la teoría «jefética» del origen del lenguaje. Al principio habría habido cuatro vocablos totemizados por «sal», «ver», «yon», y «ras», los que gracias a las variantes de los distintos tratamientos de las consonantes iniciales, por ejemplo «sal», «zal», «tsal», «gal», y «dal», y a las correspondientes combinaciones, habrían devenido en las lenguas actuales. Esta evolución no es del tipo externo sino causada por las mezclas de razas, pues cada una de esas cuatro palabras básicas eran exclusividad de una raza y representaban su totem, es decir su distintivo, su símbolo, su nombre, su sello. Poco a poco fueron combinándose las razas y, con ellas, los cuatro elementos. Para el ya mencionado Marr, los caracteres lingüísticos correspondientes a una clase social muestran un parentesco tipológico muy
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«25» grande con los de las más o menos parecidas clases sociales de otra región. Es decir que a cada tipo de sociedad le correspondería un tipo singular de estructura lingüística. Marr considera a la lengua como una actividad de «superestructura» que puede modificarse bruscamente con los cambios que introduce la «infraestructura» económica. De ahí la noción referida a los «saltos revolucionarios» y las correspondientes a los «estadios lingüísticos» y a los «estados sociales» Por esta razón, su teoría ha sido denominada de la «estadialidad». Tal concepción fue, en su momento, condenada no sólo científica, sino hasta políticamente, por el propio José Stalin (1878-1953), en el Pravda de Moscú.
§ TEORÍA LEXICOESTADÍSTICA DEL LENGUAJE
Según esta teoría, enunciada en 1952 por Morris Swadesch (1909-1967), el léxico de una lengua se renueva con el tiempo de manera más o menos constante cada ochocientos años. En ese lapso la lengua perdería el 20 % de su acervo. En su estudio, Swadesch toma en cuenta unas doscientas nociones básicas que considera universales, y en ellas busca sus expresiones en las lenguas principales, confrontando sus estados antiguos y modernos, de donde deduce un porcentaje de retención milenaria, conforme el promedio citado. De ser así, estas revelaciones servirían para datar la separación de dos lenguas emparentadas, pero sin historia, o sea que esas lenguas resultarían aptas para descubrir la antigüedad de alguna de ellas basándose en el parentesco de sus raíces. De todas formas, esta teoría tendría un alcance harto limitado, pues no permitiría remontarse en el tiempo más allá de unos pocos milenios, además de que no tiene en cuenta otros incrementos paralelos debidos a otras causas, muchas de las cuales frenan, más que favorecen, el desequilibrio, y la desintegración. Ello sin entrar a considerar las falencias internas del propio método delineado.
§ TEORÍA COMPARATIVA DEL LENGUAJE
Los lingüistas comparatistas han propuesto, con su método histórico comparativo, la reconstrucción de la lengua indoeuropea [18], que mentaron como «lengua madre» o «Ursprache» Franz Bopp ()1791-1867 creía que las raíces monosilábicas indoeuropeas, si
18 La lengua indoeuropea es conocida como la familia de lenguas con mayor cantidad de hablantes en todo el planeta Tierra. Está conformada por la mayoría de idiomas hablados en Europa y en parte de Asia meridional. Comprende alrededor del 45% de la población mundial, lo que equivale a unos tres mil doscientos millones de personas y con más de ciento lenguajes distintos.
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«26» no eran las originarias de todas las lenguas, se hallaban muy próximas y consistían en sonidos puros, significativos por sí mismos. Schlegel (1772-1829) consideró cada raíz como una suerte de germen vivo. Schleicher (1821-1867) fue quien llevó la reconstrucción hasta las últimas consecuencias y románticamente pretendió poder dar un texto completamente hablado en indoeuropeo común. Esta tesis de que hubo unas «protolenguas», aunque ha sido criticada por muchos de sus colegas, sigue concitando cierta adhesión entre los mismos, en el ayer con Whitney (1827-1867), hoy con Tovar, y nunca con Vittore Pisani (1899-1990), quien considera que tales lenguas primitivas, nunca han existido.
§ TESIS TEOLÓGICA DEL LENGUAJE
Muchos pueblos consideran al lenguaje como un «don de la divinidad» Los egipcios se lo atribuyeron al dios Thot; los acadios a Oés y los hindúes a Indra Según la ciencia no es posible deducir, sobre seguro, cuál ha sido el origen del habla del hombre, por eso es menester que «busquemos un rayo de luz en la fuente de la revelación» Según el relato del Génesis Dios modeló de tierra al hombre, le infundió un hálito de vida y así convirtió al hombre en un ser animado, y por lo tanto en un ser pensante y parlante. De inmediato Dios se comunica con él, ordenándole alimentarse de todos los árboles, excepto del árbol de la ciencia. El hombre, según ese relato, antes de recibir compañera de parte del mismo Creador, le da nombre a todos los seres vivos que había puesto a su servicio, pues quiso el mismo Dios que él hombre tuviera a su cargo esa tarea. Tal descripción en nada contradice la interpretación cosmogónica evolucionista, en cuanto toca a la materia y a su cuerpo, pero -por ejemplo- la Escritura y el Magisterio de la Iglesia Católica Apostólica Romana, son bien claros en lo que respecta a la intervención divina en la infusión del alma. Según la misma fuente, Dios utiliza su palabra y le infunde al hombre la misma, para que le impusiera nombre a las cosas, para poder expresar el gozo experimentado ante la presencia de la mujer, y para honrar la comunicación con ella, con Dios y con la Serpiente. Según el mismo Libro Sagrado esa unidad de lengua se mantuvo hasta el instante de la Torre de Babel [19] cuando el mismo Dios provocó en los hombres la multiplicidad confusa de 19 En aquel tiempo se hablaba un lenguaje único. Un biznieto de Noé, llamado «Nemrod», quiso mantener juntos a sus gobernarlos. A tal efecto hizo que construyeran una ciudad con una gran torre en ella. A no le agradó el proyecto de edificación porque, según La palabra, la gente debía habitar por doquier, en toda la Tierra. Pero los gobernados de Nemrod insistieron en construir la ciudad y una torre tan alta cuya parte más alta llegara a los cielos. Buscaron honor para sí, no para Dios. Por eso Dios hizo que la gente dejara de hacer la torre. Hizo que de repente las personas hablaran diferentes lenguas. Ya no se entendieron unos y los otros. Por eso su ciudad llegó a llamarse «Babel», o «Babilonia», que quiere decir »Confusión»
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«27» lenguas para que abandonaran tal idea. A propósito, en el Museo Británico se halla una inscripción de Borsippa [20] que significa «torre de lenguas» y en la que Nabucodonosor (604-562 a.C.) afirma que emprendió la reconstrucción de aquella que fue abandonada luego de largos años, después de haberse prefigurado el desorden en la expresión del pensamiento de los constructores de la torre. En ese aspecto en Pentecostés [21], los apóstoles reciben la infusión del Espíritu Santo , con cuya intercesión comienzan a hablar una sola y única lengua, pues cada oyente escucha el mensaje en la suya propia lengua. Desde el momento de la oración, o del surgimiento del hombre como tal, para los sostenedores del evolucionismo, este nuevo ser, para serlo, necesitó ser un «ser pensante» y no «hablar», a pesar de que sabemos que no es posible el uno sin el otro exclusivamente. Si recibimos el intelecto, que es lo que nos distinguiría de las bestias, recibimos la capacidad de hablar en concurso con el pensamiento. Con el primero categorizamos la realidad física o espiritual en los moldes del segundo, es decir en las palabras. El uno se realiza en el segundo, y por el segundo se descubre al primero. Lógicamente que las lenguas son instituciones porque en ellas atesoramos la cultura, pero cada vez que el hombre se perfecciona, el habla se engrosa y se aclara y la lengua se hace cada vez más amplia, más sistemática, más adecuada a la expresión. En este respecto, una lengua comportaría un sistema de signos, pero sistema de pocos significantes para pocos significados, creciente siempre a medida que la sociedad necesite decir más o que la sutileza de la inteligencia requiera nuevos símbolos para expresar su realidad objetiva e interna.
La gente comenzó a abandonar Babel, en busca de alguna otra parte de la Tierra dinde poder convivir compartiendo un mismo lenguaje. 20 Borsippa fue una importante ciudad de la antigua Mesopotamia, en Iraq. Se levantó en las orillas de un lago a unos dieciocho kilómetros al suroeste de Babilonia, en la ribera oriental del Éufrates. Su denominación actual es Birs Nimrud. Fue la ciudad del dios de la sabiduría de la mitología babilonia. 21 Festividad religiosa que se celebra 50 días después de Pascua, en la que los judíos celebran que Dios entregara la Ley en el Monte Sinaí.
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§ SEGUNDA ESTAMPA «LA LINGÜÍSTICA PROPIAMENTE DICHA»
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«29» Se
trata de una ciencia moderna, si nos atenemos al estado actual de su
evolución. Sus origen se remonta hasta el siglo XIX, y su máximo esplendorr se verifica hacia el siglo XX. El origen de la Lingüística lo podemos situar remontándonos muy atrás en el tiempo. El hombre siempre fue acosado por la curiosidad y por la preocupación del lenguaje y sus conexidades. Los primeros estudios la sitúan en la India, con gramáticos como Panini, que comenzó a estudiar textos sagrados que concebía perfectos. El Sánscrito, por caso, es la lengua sagrada de los religiosos de la India conocidos como «brahamanes», y de los libros escritos por ellos. En Grecia, Platón, padre de los académicos y maestro de Aristóteles (384-322), y prestador de la palabra de Sócrates, entrevió como Aristóteles la importancia del lenguaje como vocación para sus estudios y reflexiones. Platón, que plasmaba sus escrituras bajo la denominación de «Diálogos», escribió Critón, que constituye un tratado referido al signo lingüístico; escribió Cratilo, cuyo texto aborda la arbitrariedad del signo lingüístico; y escribió Protágoras, de carácter análogo. El hombre habla lenguas diversas, distintas, diferenciadas, porque irrumpió en la espacialidad geográfica diacrónicamente a través del tiempo. Frente a esta realidad se vio necesitado de información y de comunicación, para lo cual creó y modificó códigos distintos y se valió de registros particulares y singulares. Los procesos de migración humana dieron paso al intercambio lingüístico. La historia registra que tal vez una infinidad de lenguas procedan del Indoeuropeo o Indogermánico, es decir el Ursprache o lengua madre, aunque este hecho no se halla debidamente probado. «Indoeuropeo» se dice de todas aquellas diversas lenguas habladas actualmente en Europa y en una parte de otros continentes que, según los lingüistas, tienen un origen común. Se lo dice de esta lengua originaria y de los pueblos que la hablaron. El Cratilo, o de la arbitrariedad del signo lingüístico, es un buen ensayo del profesor Manuel Sánchez Márquez, que a su tiempo examinamos a los efectos de esta obra. Según nuestro autor, los romanos, de la Edad Media [22], introdujeron
la
22 Se dice que el medievo discurre entre el año 476, fecha en la que se produce la caída del Imperio Romano de Occidente, y el año 1453, fecha en la que se produce la caída de Constantinopla, o, alternativamente, el año 1492, fecha en la que se produce el Descubrimiento de América.
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«30» Gramática, cuyo exponente más relevante fue Port Royal [23] En el Renacimiento [24], la Europa de los siglos XV y XVI renace y retorna a los valores de la antigüedad. Por entonces se edita la primera Gramática de la lengua castellana de Elio Antonio de Nebrija (1441-1522) que ve la luz a instancias de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel. La conquista española, en nuestro medio, implicó el enriquecimiento cultural de la misma España. Es un lugar común referirse al año 1492 como una importante marca histórico-cultural. En ese año, o en sus proximidades, se registra la expulsión de los moros. Estado e Iglesia mantenían por entonces un vínculo estratégico de estrecha unión contra los moros, considerados infieles, y en contra de los preceptos de la reforma. Sin embargo, gran parte del ideario cultural español promovió el trasvasamiento cultural morisco. No podía ser de otro modo, toda vez que los moros convivieron con el español durante nada menos que 800 años. Este acervo se tradujo en la introducción de numerosos vocablos como «aljibe» donde el prefijo «al» opera como el artículo «el» Diremos que la Lingüística [25] surge en el siglo XIX, cuando tanto se habla de lingüística como de «filología» La Filología [26] es la disciplina que estudia los textos escritos y, en ellos, la estructura y la evolución de una lengua y su desarrollo histórico y literario, así como la cultura del pueblo que los han producido. Por su lado, la Lingüística es la ciencia que se refiere al lenguaje humano y las lenguas en general, incluyendo también a los textos orales. Se puede colegir que la Lingüística, es una
23 Gramática es la parte de la Lingüística que estudia el conjunto de normas y principios que rige una lengua. Gramática proviene del latín grammatĭca, y este a su vez del griego γραμματική (grammatiqué), que deriva de γράμμα (grámma), que significa «letra», es decir «escrito» 24 Movimiento cultural que influyó en el occidente europeo entre los siglos XV y XVI, 25 «Lingüística» se denomina a la disciplina que se dedica al estudio del lenguaje. La palabra, como tal, proviene del francés linguistique, y este a su vez de linguiste, que significa ‘lingüista’. La lingüística tiene como objetivo el estudio, la descripción y la explicación de la lengua entendida como un sistema de signos autónomo. Como tal, es una ciencia que bien puede estudiar el lenguaje en un sentido general, enfocado en su naturaleza y en las pautas que lo rigen, o bien de manera particular, orientado al estudio de lenguas específicas. Asimismo, la lingüística aborda aspectos asociados a la evolución de la lengua y su estructura interna, entre otras cosas. La lingüística también estudia la lengua a distintos niveles: el fonético-fonológico, el morfológico, el sintáctico, el léxico y el semántico. 26 La Filología es la ciencia que estudia los textos escritos y, dentro de ellos, la estructura y la evolución de una lengua y su desarrollo histórico y literario, así como la literatura y la cultura del pueblo o grupo de pueblos que los han producido.
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«31» rama, un subcampo desprendido de la disciplina madre que estudia los aspectos vinculados con el lenguaje, en tanto que la Filología estudia las acepciones de una lengua vigente o muerta con un alcance crítico de obras literarias antiguas y la edición filológica de ellas. William Labov (1927-) ha sabido expresar que la Lingüística «es la ciencia de las lenguas y del lenguaje» Estudiando a este lenguaje no sólo en un nivel abstracto, sino como un medio de comunicación usado por una determinada comunidad lingüística, Labov aporta una definición bastante completa. Por otra parte, la Lingüística es una disciplina moderna, reciente, que no ha recogido aún sus mejores frutos. Digamos de paso que, en el respecto de los lingüistas, se reconoce el valioso aporte de importantes filólogos como Ramón Menéndez Pidal (1869-1968 ), filólogo eminente que, en su afinidad con el «Cantar del Mio Cid» se le reconoce su innegable pericia lingüística. Consideremos que un lingüista como Menéndez Pidal es, ante todo, un erudito, un culto que se consagra a la disciplina, a quienes la profesan, y también a los expertos del habla de la lengua. Los aportes propios del expertise lingüístico ha permitido distinguir dos posiciones, dos posturas, dos lineamientos, dos ejes, lingüísticos característicos: «1» La Hard Lingüístic adquiere carácter de ciencia. Algunos la piensan como una ciencia cuyo objeto de estudio debe enfocar únicamente aquellos aspectos del lenguaje que permiten una abstracción total, en tanto que formalizables. Esta informada por la computación, la estadística y la sistematización. Se trata de una ciencia dura que afirma que no existe, para ella, objeto y que el lenguaje no puede ser objeto de ninguna ciencia, pues hay que dividirlo en varios subaspectos, y sólo el computacional puede ser formalizado. Tal lingüística estaría del lado de las ciencias exactas y computacionales. «2» La Soft Lingüistic constituye una disciplina que permite ser estudiada además, desde lo cultural, desde lo humano, desde lo funcional cultural, como entidad comunicacional. Se trata de una ciencia blanda que concibe que el objeto de la lingüística existe y es el lenguaje, las lenguas, hallándose cerca de las ciencias humanísticas y culturales. Permite el tratamiento por metodologías no necesariamente exactas. Cuando Labov dice que «la Lingüística comprende disciplinas auxiliares», está señalando: «1» que la Gramática es una descripción pormenorizada de los fenómenos de una lengua en particular «2» que la descriptiva constituye la descripción de los fenómenos que componen la
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«32» lengua en sí. «3» que la psicolingüística, estudia la relación entre la lengua y la psicología individual del hablante, es decir de las condiciones psicológicas que influyen en el habla. «4» que la neurolingüística, apela al estudio de la relación entre la biología, la anatomía individual del hablante en el marco de su estado neurológico, es decir de las condiciones orgánico-neurológicas que influyen en el habla. «5» que la sociolingüística, analiza la vinculación entre la lengua y el hecho social. «6» que la semiótica, es el estudio de la lengua como un signo, entendiéndola como tal, básicamente en su función comunicativa. «7» que la gramática histórica o diacrónica, estudia la evolución de la lengua a través del tiempo, es decir la descripción de los elementos gramaticales. «8» que la dialectología, comporta una lingüística geográfica o geolingüística que se encarga de analizar las variantes de una misma lengua y sus vinculaciones espaciales, es decir no solamente los dialectos, sino también el argot, y todas las manifestaciones en torno a patrones de edad o condición. Así, en Italia, rige una lengua oficial y artificial, de donde el piamontés dista del precepto normolingüístico establecido. En España surge en La Rioja y luego se disemina por toda la península ibérica. El Euskera es una lengua preexistente. Ello explica, pero no justifica, la confrontación beligerante del separatismo que sostiene el pueblo vasco. Si se concibe a la lengua como motivo de unión y fuente de identidad: «1» que la tipología lingüística, procura clasificaciones valederas de las distintas lenguas habladas en el mundo, basadas en las similitudes y diferencias de las lenguas en sí, es decir como una taxonomía comparada. Algunas lenguas cuentan con una riqueza expresiva notable. En nuestro caso, el Español, contiene vocablos como «ser», diferenciado de «estar». «Ser» constituye una cuestión de esencia, en tanto que «estar» expresa una emergencia, una eventualidad circunstancial, accidental y contingente. «2» que la prehistoria lingüística, plantea que la prehistoria ofreció tres posibilidades. Hay un punto que los lingüistas piensan y plantean. Está insoluto pero representa un intringulis interesante desde la Lingüística. No tiene solución al día de hoy. Es interesante, sin embargo. En los manuales de historia lingüística subyace un interrogante: ¿Cómo es que surgió el habla? Veamos: «1» según la Paradoja Circular de Von Humboldt (1845-1862), el hombre, todavía no hombre, al adquirir el habla devino hombre «2» el hombre ha sido no hablante y, al desarrollar el área cerebral [ 27 ] 27 Carl Wernicke describió el área del cerebro donde asienta la comprensión del lenguaje. El área de Wernicke, junto al área de Broca, es la responsable del procesamiento de los sonidos del lenguaje. Entre las funciones cognitivas que fueron relacionadas con el área de Wernicke, encontramos el procesamiento semántico de la información lingüística, tanto en formato auditivo como escrito, el reconocimiento del lenguaje, y su interpretación. La sofisticación del lenguaje, que implica el manejo de vocabulario específico y abstracto de estructuras sintácticas difíciles y complejas pragmáticas, está probablemente ligada a la maduración de las conexiones de las áreas del lenguaje con otras regiones de los hemisferios cerebrales.
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«33» correspondiente, se convirtió en una «animal parlante» «3» el hombre ha poseído el habla, en potencia, y a lo largo del tiempo actuó esa potencia. Existe una diferencia sustancial entre el lenguaje animal y el lenguaje humano. Al primero lo estudia la Zoosemiótica y al segundo la Lingüística. En este último respecto, y a propósito de especialidades lingüísticas del habla, digamos que en la actualidad del siglo XXI, el argot que escuchamos, en los jóvenes especialmente, constituye una de las variedades dialectales de la misma lengua y que, en la intención subyacente, se advierte un idiolecto, es decir un decir del orden de lo propio [28] en tanto que, en la comunicación, la tesis paleontológico-neoglótica sostiene que el acto de hablar es un arte más que una comunicación.
§ CARACTERÍSTICAS DEL LENGUAJE HUMANO
La prevaricación [29], que deviene en retroalimentación como característica del lenguaje, supone: «1» aquello que sucede cuando el emisor deviene receptor y, «2» aquello que constituye el carácter vocal auditivo del lenguaje: «a» la recodificación, que es una característica del lenguaje humano que permite la asimilación de otros códigos, por ejemplo el de la danza de las abejas, el del sistema Braille, el del código Morse, el de los mensajes del semáforo, o el de los sistemas de comunicación vial. Sin embargo existen serias dudas acerca de manifestaciones artísticas, como la música, que no constituirían un lenguaje porque perfilan una representación más que un medio de comunicación. «b» el inventario discreto del lenguaje humano, que permite que el hombre cuente con una ilimitada cantidad de elementos mediante los cuales el hablante considera apropiado vincularse. «c» la semanticidad de cada elemento, que contiene un significado característico. «d» la transmisión del lenguaje humano, que es de orden cultural y que se desarrolla en la convivencia social en sociedad. Entre los animales, el lenguaje es una cuestión genético-instintiva, en tanto que entre los humanos es una construcción cultural. «e» el lenguaje humano, que asume un carácter creativo a la vez que productivo, es una característica ausente en la escala animal. «f» el lenguaje humano es el único sistema-medio que permite volverse sobre sí mismo, es decir contiene una forma de explicarse a sí mismo, al margen de su dimensión estructural y de su naturaleza funcional. 28 Una suerte de lenguaje hermético, construido para que no se lo entienda con facilidad, con transparencia comprensible. Implica una necesidad de pertenencia, seguridad, y pertinencia individual, que proviene del griego «Idio = yo» y «lecto = habla» 29 Mentir, hablar por hablar.
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«34» La comunicación constituyen una corriente de estudio lingüístico cuyo objeto apunta a la comunicación humana y lingüística. Actualmente conocida como «Teoría de la comunicación», mantiene un estrecho vínculo con la disciplina lingüística como la Etnografía del Habla, la Pragmática, la Sociolingüística y la Kinética. Su origen es pues la Teoría de la información de 1949, cuando Claude Shannon (1916-2001), ingeniero de la Alexander Bell Co., la desarrolló aplicando el Algebra de Boole, para estudiar la posibilidad de disminución de los costos empresariales. Como se sabe, la lengua es un poderoso medio para el desarrollo de la comunicación de alto impacto en la dimensión social. Shannon describió el modelo de comunicación telefónica, que establece un emisor, un receptor, un canal, ruidos, y otras cuestiones inherente. Es decir que estableció un modelo de información conocido como «El modelo de Shannon» modelo que, posteriormente, fuera llamado «Modelo de comunicación», precursor de los que sobrevinieron después: el de Roman Jakobson (1896-1982), el de Ammer (1911-1970) y Kainz (1897-1977), el de Catherine Kerbrat Orecchioni (1943), el de Karl Bühler (1879-1963), el de Wittgenstein (1889-1951)) Las funciones lingüísticas constituyen una derivación del modelo de comunicación de Roman Jakobson basado en el modelo de Shannon. Jakobson estableció seis elementos primordiales que -según sostiene- se encuentran presentes en la comunicación humana. Conforme cuál de ellos prevalece en el habla, se determina una función particular del lenguaje. Román Jakobson fue un notable lingüista del Círculo de Praga, que pertenece a la Escuela Funcionalista. Se ha dedicado al estudio funcionalista del lenguaje y, en su quehacer, definió seis funciones propias de la comunicación humana. Difundió estos dos conceptos importantes: «1» nunca en un texto hay una sola función lingüística, siempre hay más de una. Siendo así: «2» una jerarquía de funciones lingüísticas, implica una jerarquía predominante sobre otra jerarquía predominada. Los registros lingüísticos del alumno son distintos de los de los libros. Con la clasificación de Jakobson coexisten otras formulaciones como la Ammer y Kainz: «1» hay funciones primordiales o primarias. «2» hay funciones secundarias. Según el trabajo de Jakobson, las funciones de la oralidad pueden organizarse en dos aspectos que colaboran entre sí, ya que ninguno de los dos aspectos ignora al otro y, en muchos casos, ambos se superponen y colaboran recíprocamente
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«35» «1» el aspecto psicolingüístico [30] del comportamiento individual basado en la comprensión-adquisición, «2» el aspecto sociolingüístico de la conducta lingüística en el seno social.
§ LA FUNCIÓN LINGÜÍSTICA DE JAKOBSON
Con Jakobson tenemos seis funciones en un modelo característico, a saber: «1» Una función referencial que es típica de los textos científicos. Constituye el referente, o cosa de la comunicación, que es común en el habla cotidiana, es decir un sociolecto –lo cultural o coloquial- con típica ausencia de marcas, es decir con ausencia de marcas gramaticales, reglas, categorías y estructuras de la Gramática. Las marcas gramaticales, en sus respectivos niveles de estructura gramatical, encierran la opción de aplicar reglas, de formular cambios de categoría y de transformar ciertas estructuras. Evoca el estilo del hablante, o sea su diafasia. «2» Una función fática o de contacto que asegura el circuito de la comunicación, o sea que afianza la continuidad. Carece de significado, no tiene carga semántica. La emite el hablante sin preocuparse por la semántica correspondiente. Es un disparador, por ejemplo, cuando se expresa «¿… qué tal, cómo anda?», que es una fórmula que no espera respuesta alguna. «3» Una función conativa o apelativa, que el receptor como «pivote», busca influir en 30 La Psicolingüística es una rama de la psicología y de la lingüística, interesada en cómo la especie humana adquiere el lenguaje y los mecanismos cognitivos que intervienen en el procesamiento de la información lingüística. Además analiza cualquier proceso que vinculado con la comunicación humana mediante el lenguaje humano. Estudia los factores psicológico-neurológicos que capacitan para la adquisición del deterioro del mismo uso, comprensión, producción del lenguaje y sus funciones cognitivas. Nace en la Universidad de Comell de Nueva York, hacia principios sw 1950, durante un Seminario que reunió a lingüistas y psicólogos interesados en los procesos cognitivos relacionados con el conocimiento de la lengua.
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«36» él, generar respuesta, o generar actitudes. Es específica de la publicidad. «4» Una función metalingüística exclusiva, privativa, donde el código se vuelve sobre el código mismo e interviene preponderantemente. «5» Una función poética donde el emisor comunica emociones. El mensaje es el elemento principal. «6» Una función emotiva o expresiva donde interesa la expresión de una emoción y el emisor es el «pivote» en el sentido de quién lo dice, sin considerar lo que dice.
§ LA FUNCION LINGÜÍSTICA DE KARL BÜLHER
La
teoría de Karl Bühler contempla tres elementos que juegan dentro del proceso de la comunicación: «1» Hablante. «2» Oyente. «3» Asunto o cosa mentada. Estos tres elementos forman un modelo tripolar de comunicación lingüística a tres grandes funciones del lenguaje: una expresiva, otra apelativa, y una última representativa. De esta manera las funciones propias del lenguaje se manifiestan en todo acto de comunicación predominando una sobre otra de acuerdo al elemento dominante sea éste el hablante, el oyente o el asunto. Si la comunicación está en relación directa con el mundo emocional del hablante estamos en presencia de la función expresiva del lenguaje la que permite expresar sentimientos y emociones íntimas. Si la comunicación esta actuando sobre la persona del oyente influyendo en su comportamiento lingüístico o no lingüístico estamos frente a la función apelativa del lenguaje. Por último, si la comunicación trata de la conceptualización de la experiencia del hablante estamos frente a la función representativa del lenguaje ya que lo importante aquí es la transmisión de conceptos del hablante al oyente.
Las tres primeras categorías están casi siempre presentes.
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«37» § LA FUNCIÓN LINGÜÍSTICA DE KERBRAT ORECCHIONI
Analista del discurso, materia en la que hace hincapié, Catherine Kerbrat Orecchioni, formula un modelo distinto con unas competencias que examinaremos a continuación de la gráfica de la estructura sistémica del caso:
Las competencias que ha sugerido nuestra autora pueden ser enumeradas de la siguiente manera: «1» una competencia lingüística según la cual la comunicación se logra si el emisor y el receptor comparten el mismo código, si ambos tienen un conocimiento de la lengua que les permite producir su discurso y decodificarlo de acuerdo a su comprensión como, por ejemplo, los diferentes códigos para comunicarse, aunque la lengua sea española, que manejan mexicanos y argentinos. «2» una competencia paralingüística según la cual los códigos inciden en el sentido de un mensaje. Lo paralingüístico está relacionado con lo gestual, la postura, la mirada, el tono de la voz, y todo lo que acompaña al discurso oral. En cuanto a las modificaciones de la voz, podemos destacar el timbre, la entonación, el ritmo, el énfasis puesto en algunas palabras. La risa, el llanto, los suspiros, la tos o el carraspeo, contribuyen a la significación; son indicadores de una actitud del hablante. Un suspiro, por ejemplo, puede expresar un estado de ansiedad, de angustia, de fastidio o de aburrimiento. Los silencios en una conversación pueden transmitir duda, desconfianza, y enojo. Además de elementos paralingüísticos, existen elementos extralingüísticos que se caracterizan porque pueden utilizarse en forma independiente del lenguaje como, por ejemplo, los gestos que utilizamos para afirmar o negar con la cabeza. Si estamos en presencia de un texto escrito, lo paralingüístico serán los signos de exclamación e interrogación, los puntos suspensivos, las comillas y la tipografía. «3» una competencia kinésica que estudia los movimientos, las posturas, las expresiones faciales y los gestos que tienen valor comunicativo. Los movimientos de las manos indican el estado físico o anímico del interlocutor. Aplaudir, despedirse y saludar son actos comunicativos autónomos. «4» una competencia proxémica que se interesa por los aspectos vinculados con el contacto físico o la distancia que guardan los interlocutores en diferentes situaciones comunicativas. Está regulada por normas y cada cultura tiene sus propias normas.
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«38» «5» una competencia ideológica que constituye el conjunto de valores que los hablantes atribuyen a las personas, ideas, hechos u objetos. Esta competencia no sólo se refiere a los valores propios, sino también a la capacidad de comprender los valores ajenos. Ej. las tribus urbanas, las comunidades indígenas. «6» una competencia cultural que comprende los conocimientos que las personas tienen sobre el mundo, sea por estudio o experiencias, lo cual incide en la manera de interpretar y producir mensajes, como por ejemplo, el científico no comparte la misma competencia cultural con un pintor o un músico, tampoco con una persona sin instrucción. «7» una competencia de determinaciones psicológicas cuyo estado anímico, emocional y afectivo de las personas pueden modificar el sentido de lo que dicen o de lo que entiendan. La salud mental influye en el modo de producir e interpretar mensajes. «8» una competencia de restricciones del universo del discurso: Son convenciones que adoptamos socialmente y que indican qué tipo de discurso es correcto en cada situación. Aquí se considera la relación social entre los interlocutores, uno puede tener mayor jerarquía que el otro (docente-alumno), pueden ser amigos, familiares o desconocidos, lo que implica mayor o menor grado de formalidad en el mensaje y la situación específica en que se produce el intercambio:
§ LA FUNCIÓN LINGÜÍSTICA DE WITTGENSTEIN
Toda ciencia es una formalidad. Toda ciencia es una metafísica de la formalidad. Las palabras no son una materialidad. Las palabras de la formalidad no son las cosas de la materialidad. La Metafísica de la formalidad es la representación de las cosas de la materialidad, y a veces es una absoluta eidética de la formalidad sin representatividad de la materialidad. Don Quijote, Medusa, Dios, Martín Fierro o Gregorio Samsa, «par example», son metafísicas de la formalidad privadas de la posibilidad de representar, de <volver a presentar> cosas de la materialidad. La Matemática, por ejemplo, tiene la imposibilidad de representar las cosas de la materialidad. Se presenta sin representar, se presenta sin representar las cosas de la materialidad. Si así no fuese, no habría cambios de paradigmas científicos, ni habría geometría, ni aritmética, ni lingüística y, además, no habría ciencia alguna y,en rigor, no hay <ciencia matemática exacta> con ceros e infinitos, con nadas y todos, como
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«39» tampoco hay, y no puede haber, una <cuántica exacta> sin esas magnitudes supuestas. Toda Scientia es falsable, y falible. <Ciencia Exacta> es una expresión marketinera. Kuhn, lo ha expresado con una soberbia inexactitud, y Wittgenstein nos avisó que no había esencias de la materialidad, sino palabras de la formalidad. Solo palabras. Palabras que devienen de ideas. Palabras que a veces representan lo irrepresentable, lo que no puede representarse. Las ideas representan hasta lo indecible: ¿el noúmeno o la nada, dónde están materializados?, ¿quién vio un triángulo fuera de una figura de la formalidad? Solo se produce conocimiento de la formalidad, no cosa no fugitiva de la materialidad. Incluso, salvo para la metafísica declamativa de la sociología metafísica de Marx, donde la idea de la formalidad es el factor indispensable que condicionaría la existencia de la materialidad, las cosas de la materialidad se producen con el conocimiento de la formalidad, con la «conscientia», es decir con el conjunto de ideas de la formalidad que no constituyen ideología también de la formalidad. La ideología de la formalidad no es lo mismo que la idea de la formalidad, la ideología de la formalidad es el saber de las ideas de la formalidad que representan las cosas de la materialidad. La cáscara de las ideas de la formalidad que representan las cosas de la materialidad. Es más, hay más ideas de la formalidad que cosas de la materialidad. El ser de la materialidad no excede al pensar de la formalidad, y sin embargo las ideas de la formalidad son cosas específicas no cósicas de la misma formalidad encascaradas en ideologías de la formalidad que son cosas genéricas no cósicas de la misma formalidad. Nada escapa de concebirse con algún grado de absoluta o relativa metafísica de la formalidad. La nada misma es el vértice y el vórtice metafísico de la formalidad. ¿No será que los temas de la filosofía, y ante todo los temas de la metafísica –el fundamento de los entes, Dios, el mundo, y el alma, están más allá del conocimiento humano? En el campo de las ciencias, en cambio, parece que las cosas se presentan de manera muy diferente. En la ciencia hay respuestas seguras y aceptadas, y, en principio, hay respuesta para toda pregunta que se haga, porque se sabe bien qué es aquello por lo que se pregunta. Entonces, en resumen, ¿no sería conveniente abandonar la filosofía y limitarse al saber que proporcionan las ciencias? Hay filósofos que piensan que la empresa de la filosofía y sobre todo la de la metafísica, es una empresa inútil, y que es preciso dejarla definitivamente de lado para consagrar el esfuerzo del entendimiento humano a las ciencias, que son las únicas capaces de proporcionar un saber efectivamente válido.
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«40» Son los filósofos positivistas, los empiristas actuales que tienen como característica común su interés por el tema del lenguaje, impulsando la filosofía del lenguaje bajo el método del análisis del lenguaje como única función esencial de la filosofía a través del «1» enfoque del empirismo lógico; y del «2» enfoque de la filosofía propiamente analítica, o lingüística. El empirismo lógico, nace en 1921 con la aparición del Tractatus logicophilosophicus de Ludwig Wittgenstein (1889-1951). Tres años después, con Schlick nace el Círculo de Viena que constituye el empirismo lógico o positivismo lógico que puede caracterizarse por: «1» analizar el lenguaje postergando el lenguaje corriente u ordinario en beneficio de los lenguajes artificiales (los de la ciencias formalizadas como la matemática, la lógica matemática frente al español, el francés o el alemán), de modo de reemplazar las formulaciones del lenguaje ordinario, lleno de equívocos, por un lenguaje artificial exacto; «2» conceder importancia a la lógica matemática. Se trata no ya de un examen psicológico del lenguaje, como el de Hume, sino de un examen lógico que usa la lógica matemática; «3» se rechaza la metafísica decididamente, de ahí que se lo denomine «positivista». En consecuencia, por lo visto, la filosofía no puede decir nada acerca de la realidad, porque esa tarea sólo compete a las ciencias: la tarea de la metafísica no puede consistir en otra cosa que en el análisis del lenguaje, principalmente del lenguaje científico. Pero, como las ciencias, salvo la matemática y la lógica, se refieren a la experiencia, el único conocimiento legítimo es el empírico. De ahí «empirista»; y «4» los filósofos de este Círculo sostienen la teoría de la verificación como sentido de las proposiciones o palabras. La filosofía analítica está representada por George Moore (1873-1958), por Wittgenstein (el de las Investigaciones filosóficas), y por John Wisdom (194-1993) que: «1» no dan excesiva importancia a los lenguajes formalizados porque la simplificación que conllevan elimina gran parte de la riqueza y pluralidad de matices propios del lenguaje ordinario; «2» sus análisis se dirigen al lenguaje ordinario, del cual se valen, aunque tratando de insuflarle mayor precisión; (3) si bien básicamente empiristas, terminan por reconocer la posibilidad de la metafísica; y (4) les interesa, principalmente, no el problema de la verificación, sino la noción de «uso» de una palabra o una sentencia. Sobreviene el «giro lingüístico» El lenguaje puede definirse como un sistema de signos, es decir de todo aquello que representa o está en lugar de algo, subrogándolo. El signo siempre se refiere a otra cosa, a lo que el signo significa, el objeto al que se refiere. Los signos pueden ser
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«41» naturales, si la referencia a los objetos no fue establecida por el hombre (el humo respecto del fuego, por ejemplo), o bien artificiales, creados por el hombre (la flecha que indica la dirección del tránsito). El lenguaje tal vez más importante es el que está constituido por palabras. En el signo, la semiótica o ciencia general de los signos, diferencia tres dimensiones o aspectos: «1» una sintaxis, constituida por el estudio de los signos que mantienen relaciones con otros signos; «2») una semántica, constituida por el estudio de los signos que mantienen relaciones con los objetos; y «3» una pragmática, constituida por signos que mantienen relaciones con los sujetos que los emplean. La sintaxis se ocupa del estudio de las relaciones de los signos entre sí, la semántica estudia la relación de los signos con los objetos a que se refieren (por ejemplo, a lo que se dedica la teoría empirista de la verificación), y la pragmática se ocupa de las relaciones entre los signos y quienes los emplean (por ejemplo para determinar sus usos). El lenguaje tiene varias funciones fundamentales: «1» informativa. «2» expresiva. «3» imperativa. «4» ceremonial. «5» uso mágico de atribuir poder sobrenatural a las palabras. La verdad de las proposiciones atómicas no puede determinarse por medios lógicos, sino que sólo puede resolverse mediante la observación empírica (por ejemplo: «Juan es un campesino» Así, las proposiciones atómicas que enuncian algo acerca de hechos, acerca de la realidad, se denominan proposiciones protocolares (por las actas donde se registran, que constituyen un inventario de la realidad) Un enunciado protocolar contiene: «1» coordenadas temporales y espaciales; «2» circunstancias; «3» descripción del fenómeno; y «4» nombre del observador. Según el principio de verificabilidad, las proposiciones sólo tienen sentido si son verificables. Dice Alfred Ayer (1910-1989) que una proposición es verificable cuando esa proposición puede ser comprobada mediante los sentidos por un observador u otro, es decir cuando consiste en saber cómo verificar una proposición, y en decir que tiene sentido fáctico y es verdadera, aunque no todo lo que tiene sentido es digno de
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«42» ser verdadero. Sentido, entonces, consiste en conocer la manera de verificación. En tanto que el empirismo clásico de Hume (1711-1776) había sostenido que de las afirmaciones de la metafísica no puede determinarse ni su verdad ni su falsedad, porque sobrepasan los límites de la experiencia, los empiristas lógicos van más lejos, pues sostienen que no son propiamente ni verdaderas ni falsas, sino carentes de sentido. Al respecto dice Carnap (1891-1970) que son pseudoproposiciones: «1» las que contienen palabras carentes de sentido, y «2» las que, si bien constan de palabras con sentido, el enlace luce de manera contraria a las exigencias de la sintaxis lógica. Así, un ejemplo de «1» sería «X es el principio del ser», lo que indica que X es un pseudoconcepto o palabra hueca. Un ejemplo de «2» sería «la nada es más originaria que la negación»; siendo que «nada» funcionaría aquí como un sustantivo y no como un adverbio de negación. Para los empiristas, casi todos los problemas de la filosofía son falsos problemas, pseudoproblemas porque ignoramos la estructura lógica de nuestro lenguaje. Según los empiristas, sólo las ciencias pueden hablar de la realidad, y la filosofía no es ya teoría, sino más bien una praxis, una actividad, un método, el método de análisis lógico del lenguaje, una actividad aclaratoria. Infringimos la sintaxis lógica de nuestro lenguaje. Una proposición es verificable en sentido fuerte, si su verdad puede ser establecida en la experiencia fuera de toda duda. Lo es en sentido débil, cuando puede determinarse con un cierto grado de probabilidad. También es muy discutible la idea, primariamente instrumentalista, que se hacen los empiristas lógicos del lenguaje, porque piensan, aunque más no sea tácitamente, que hay, de un lado, un mundo de cosas ya constituidas e independientes del hombre, por el otro los hombres, y en tercer lugar el conocimiento como relación entre ambos órdenes; y que luego el hombre, de manera convencional, establece el lenguaje, que no resulta ser entonces nada más que un puente con ayuda del cual los hombres se comunican entre sí. Este planteo es metafísico. La cuestión estriba en saber si el lenguaje es un instrumento que el hombre hace, o sí, más bien, el hombre es algo «hecho» por el lenguaje. Los empiristas creen que hay una íntima vinculación ente la filosofía y el lenguaje, donde seguramente descuella Wittgenstein. El empirismo es ya de por sí una toma de posición metafísica, porque la metafísica no es una «teoría», ni tampoco es una «praxis», sino el acontecimiento esencial totalizador y universal en
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«43» la existencia humana sin el cual no hay hombre, ni, por tanto, conocimiento alguno ni acceso a las cosas. La existencia no es nada obvio de por sí, como creyó Hume, sino una construcción. Algo que ya no es empírico, pues supone factores que no son empíricos. De esto se ocuparía Kant (1724-1804) Es bastante usual catalogarlo a Wittgenstein como miembro del Círculo de Viena; pero, en verdad, a pesar de la influencia que ejerció sobre ese grupo, y de su estrecho contacto con los miembros de dicha escuela, no es posible considerarlo como empirista lógico. Más bien cabe ver en él a un «racionalista», puesto que su proceder, lejos de apoyarse en la experiencia, es rigurosamente apriorístico, especialmente en el Tractatus. En filosofía, es tradicional hablar del «primer» Wittgenstein, el del Tractatus lógico-philosophicus de 1921, y del «segundo» Wittgenstein, el de las Investigaciones filosóficas de 1953. Dice Carpio [31] que el Tractatus es una obra que está «escrita en un estilo oracular y dogmático, elíptico, lapidario y críptico» y que contiene siete tesis numeradas con números seguidos de un punto y un nuevo dígito, o varios que, a modo de decimales, quieren señalar la importancia de cada subtema. Aborda la lógica matemática, el puro cálculo o computación, pero no la lógica como pensar reflexivo, según aparece en Hegel (1770-1831) El Tractatus parte de una serie de afirmaciones a modo de «staccatos» [32] en las que se ha querido ver una metafísica que muestra cuan dogmático y factualista puede aparecer Wittgenstein para la crítica. Veamos algunos p+arrafos característicos: «1.» «el mundo es todo lo que es del caso» «1.1.» «el mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas» «1.1.1.» «el mundo está determinado por los hechos, y porque ello son todos los hechos. «1.1.2.» pues la totalidad de los hechos determina qué es del caso, y también qué no es del caso. «1.2.» los «hechos» de los cuales el mundo se compone o en los que se divide, están constituidos por los «hechos atómicos», los hechos más simples de todos, independientes de otros hechos, indescomponibles en otros hechos e irreductibles a 31 Principios de filosofía. 32 Despegado, destacado. En música es un signo de articulación que indica que la nota se acorta respecto de su valor original y va separada de la nota que viene a continuación por un silencio.
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«44» otros hechos. «2.01.» simplemente constituyen «sólo un enlace de objetos», cosas o entidades. O sea que la atomicidad de los hechos no impide que esos hechos vengan a ser complejos, a no ser independientes, a no ser indescomponibles ni reductibles, en tanto que compuestos de objetos. El interés de Wittgenstein está dirigido al tema del lenguaje y a su relación con la realidad. En el Tractatus le preocupa un lenguaje ideal perfecto que cree entrever en la lógica matemática y que se contrapone con el lenguaje corriente pleno de ambigüedades. Veamos los párrafos correspondientes a esta observación precedente: «5.5563.» su propósito es mostrar la esencia, el «esqueleto lógico» del lenguaje común, aunque esté en perfecto orden lógico; y «4.002.» «el lenguaje disfraza el pensamiento». «2.141.» Las proposiciones mismas son hechos, consisten en su relación con la realidad y sólo tienen sentido en su relación con ella, con el mundo, con los hechos atómicos. «4.2.» El sentido de las proposiciones es su coincidencia y no-coincidencia con las posibilidades de la existencia y no-existencia de los hechos atómicos. «4.05.» La verdad (y, respectivamente, la falsedad) se dará merced a la comparación de la proposición con la realidad. «4.21.» Las proposiciones más simples, las proposiciones elementales, son las que afirman la existencia de un hecho atómico. «4.22.» No consisten más que en nombres: «es una conexión, un encadenamiento de nombres». «4.421.» que se encuentran «en conexión inmediata», es decir, sin que encierren constantes lógicas. La condición de posibilidad de la verdad estriba en la teoría pictórica o figurativa, en la que la proposición funciona como un cuadro o pintura (Bild) de la realidad «4.06.» sólo de este modo la proposición puede ser verdadera o falsa: en cuanto es un cuadro, una figura de la realidad. «4.0002.» y «4.011.» el lenguaje se disfraza. «2.1511.» el cuadro se extiende hacia la realidad, y así se enlaza con ella. Tiene sentido pictográfico y constituye una especie de mapa de la realidad. «2.18.» para poder «representar» algo, el cuadro ha de tener algo en común con lo representado. «2.161.» la forma lógica. «5.6.» resulta pues que el lenguaje es el gran espejo en el cual se refleja la realidad, y que «los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo».« 5.63.» por lo tanto, «yo soy mi mundo (el microcosmos)». 4.221. «es obvio que en el análisis de las proposiciones [complejas] debemos llegar a proposiciones elementales, que constan de nombres en inmediato enlace (teoría de las funciones de verdad, es decir de las posibles combinaciones de las proposiciones según conectivas)». Es obvio que las proposiciones elementales (y por ende las complejas también) sólo tendrán sentido (serán significativas) gracias a su relación con el mundo, las proposiciones que se refieren a los hechos, es decir las de la ciencia natural, donde queda confinada la verdad. Así: «4.11.» la integridad de las proposiciones verdaderas es la ciencia natural íntegra
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«45» Si los hechos son independientes, no hay en el mundo necesidad, sino contingencia. «6.3.» fuera de la lógica todo es accidental. No hay leyes que gobiernen los hechos. Por ejemplo: «6.36311.» que el Sol saldrá mañana, es una hipótesis que no sabemos si saldrá. «6.371.» la entera concepción moderna del mundo tiene por base la ilusión según la cual las llamadas leyes naturales serían explicaciones de los fenómenos naturales. 6.372. Así, la gente queda junto a las leyes naturales como junto a algo intangible, tal como los antiguos quedaban junto a Dios y al destino. En Lógica, mostrar no es decir: «6.37.» hay necesidad, y está en la Lógica y sólo en la Lógica. No hay una necesidad, según la cual algo debiera ocurrir porque otro algo ha ocurrido. Sólo hay necesidad lógica. «6.13.» sin embargo, es menester no engañarse. «La lógica no es una doctrina, sino una imagen especular del mundo, su reflejo» Para Wittgenstein las proposiciones de la lógica no son proposiciones atómicas ni moleculares, no se refieren a hechos, y por tanto carecen de sentido, son inverificables en el terreno de los hechos. No son sino reglas sintácticas, reglas relativas al manejo de los signos. Como no son «cuadros» de la realidad, no dicen nada, son solamente tautologías. «6.124.» No hacen más que describir «el armazón del mundo, o más bien lo presentan», lo «reflejan» en el lenguaje: «No ‘tratan’ de nada. Suponen que los nombres tienen significación y que las proposiciones elementales tienen sentido. Y este es su enlace con el mundo. Es claro que deben indicar algo sobre el mundo: que ciertos enlaces de símbolos ‘son tautologías’» «6.1262.» la prueba en la Lógica es sólo un medio auxiliar mecánico para el más fácil reconocimiento de la tautología donde esta es complicada. Las proposiciones de la lógica no dicen nada; sólo «dice», habla, la ciencia natural. Las proposiciones de la lógica son proposiciones sin sentido porque son meras tautologías. «4.4611.» pero que sean sin sentido no quiere decir que comporten insensatez, pues no implican ninguna violación de las reglas de la sintaxis lógica. Según Wittgenstein se debe distinguir entre «mostrar» y «decir» Tan sólo la ciencia «dice», habla, teoriza sobre los hechos, en tanto que, la lógica «muestra» las normas lógicas de las tautologías, y sus proposiciones son sólo «intentos de decir lo que se muestra por medio de tautologías» «4.121.» la proposición no puede exponer la forma lógica, que sólo se refleja en ella. Lo que se refleja en el lenguaje, él no lo puede exponer. Lo que se expresa en el lenguaje nosotros no podemos expresarlo mediante él. La proposición muestra la forma lógica de la realidad. La muestra. «4.1212.» lo que puede mostrarse no puede ser dicho. Lo muestra, precisamente, porque no puede decirlo. Wittgenstein, sin embargo, nos dice muchas cosas acerca de la cuales nada se puede decir. Hay que suponer el conocimiento de las reglas de uso (del idioma español, por ejemplo), y si se las conoce, si se conoce el empleo de las expresiones entrecomilladas de dos proposiciones precedentes, por ejemplo, también se conocería
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«46» la «tercera proposición que resulta de las otras dos», pero no se dará información alguna aunque se lo pretenda: en el lenguaje no puede exponerse la forma lógica, que se expresa en tablas de verdad, sino sólo reflejarla (por ejemplo «ahora llueve o no llueve», que es una tautología y nada informa sobre la realidad). «4.12.» para que el lenguaje, o la lógica, pudiera «decir» de sí, sería preciso «salirse» «fuera» de la lógica y colocarse en un punto de vista extralógico, ilógico, lo cual es absurdo. «Para poder expresar la forma lógica debiéramos poder ponernos con la proposición fuera de la lógica, es decir fuera del mundo» Con la matemática ocurre algo semejante a lo que ocurre con la lógica. «6.2.» en cuanto proposiciones»
tautología,
las
proposiciones
matemáticas
son
«seudo
Con la filosofía ocurre algo peor: sus proposiciones son insensateces, pues ni se refieren a hechos, ni son puramente «formales» como las de la lógica o la matemática: «4.003.» no podemos, por tanto, en absoluto, contestar cuestiones de esta especie, sino sólo contestar su insensatez. Y ello porque los filósofos no comprenden la lógica de nuestro lenguaje, por desconocimiento de la lógica (por ejemplo «[el señor] Verde es verde» o la palabra «ser» que se emplea como cópula o enlace, tanto como signo de igualdad cuanto como expresión de existencia). Por lo tanto, para evitar errores, la filosofía tiene que emplear un lenguaje simbólico que no emplee el mismo signo para diferentes símbolos, y tampoco emplee varios signos para un mismo símbolo, es decir, un lenguaje simbólico que obedezca a la gramática lógica, a la sintaxis lógica. En definitiva: «4.» «toda la filosofía es [tan sólo] crítica del lenguaje» La filosofía no es una teoría, sino una actividad que consiste en clarificar lógicamente los pensamientos, en lograr que los pensamientos o proposiciones, que, de otro modo, serían turbios, opacos, y confusos, se vuelvan «claros y rigurosamente delimitados» «6.54.» se debe tirar la escalera luego de haber subido por ella. Se deben superar estas dificultades; entonces se verá el mundo correctamente. Por todo esto: «7.» «de lo que no se puede hablar, sobre ello debe guardarse silencio». Dice Wittgenstein que «la verdad de los pensamientos aquí comunicados es intangible y definitiva», pero, ¿qué vendrá a decir en Investigaciones filosóficas? Las Investigaciones filosóficas comportan una serie de observaciones más conexas que las del Tractatus. Allí, Wittgenstein sostiene una concepción muy diferente del lenguaje. Reconoce que la cuestión capital del lenguaje no es la función informativa, no es constituir una «figura» de la realidad, sino saber cuál es el uso que, en cada caso, tiene la palabra o la frase en el lenguaje. Entre ambas obras de
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«47» Wittgenstein, el Tractatus y las Investigaciones filosóficas, hay cierta continuidad, ya que Wittgenstein sigue viendo en la filosofía «una actividad más bien que una teoría, la actividad de esclarecer las proposiciones y precavernos de ser arrastrados por el falso camino [por el camino de la metafísica] debido a las apariencias engañadoras del lenguaje corriente» Así como en el Tractatus analizaba el lenguaje para descubrir su oculta estructura, ahora, en Investigaciones filosóficas, trata de mostrar dos cosas: «1» que la actividad analítica se aplica a los «juegos del lenguaje», y «2» que los términos o signos que el metafísico emplea no tienen lugar en dicho juego. Wittgenstein compara los diferentes lenguajes con el modo en que jugamos un juego. El error de base de las teorías corrientes ha consistido en la creencia de que el lenguaje tendría una «esencia» que habría que poner de manifiesto. Pero, en lugar de esa oculta esencia, sólo debemos prestar atención al lenguaje, y observar cómo funciona, pues el significado de una palabra lo da su uso en el lenguaje. En lugar de la cuestión por la «esencia» o «esqueleto lógico», ahora se impone la pregunta por el uso. Así planteada la cuestión, no hay «un lenguaje» (según había planteado en el Tractatus, sino que lo que hay en verdad son lenguajes, o formas de vida. Y tal multiplicidad no es nada fijo, ni dado de una buena vez. Mientras unos lenguajes surgen, otros envejecen y se olvidan. Los diferentes lenguajes «juegan» como quien juega un juego, por ejemplo, el juego de ajedrez. De tal suerte, ¿qué es verdaderamente una palabra? Una palabra, ¿es análoga a una pieza de ajedrez?, ¿es lo que dicta la regla del juego? En efecto, «juego del lenguaje» intenta subrayar la circunstancia de que el hablar constituye una actividad que forma parte de la vida. Wittgenstein insiste en que no hay una «esencia juego», como algo en común en lo que participan los diversos juegos y con cuya ayuda los podamos «definir», sino que entre los diversos y variadísimos «juegos» sólo puede discernirse cierta similitud o «familiaridad» Vemos una complicada red de similitudes que se superponen, imbrican, y entrecruzan. Parecidos en lo grande y en lo pequeño. Por tanto, según Wittgenstein no hay una esencia «juego», sino tan sólo «similitudes», «familiaridades», «parentescos» o «parecidos de familia» (facciones, color de ojos, andar, y temperamento) Los «juegos» constituyen una familia. Algo similar ocurre con los «juegos del lenguaje» que sirven como objetos de comparación que deben arrojar luz
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«48» sobre las condiciones de nuestro lenguaje por vía de semejanza y desemejanza. En el lenguaje, la función de los signos resulta del contexto en el que aparecen, el cual permite determinar el sentido de los mismos. Ello quiere decir que el sentido resulta ser una función del uso dentro del lenguaje corriente. «Comprender una proposición significa comprender un lenguaje. Comprender un lenguaje significa dominar una técnica» Pues bien, el error de la metafísica ha consistido en llevar una expresión «fuera» de los límites del juego del lenguaje donde tiene su origen y lugar legítimos, en no respetar el uso que el lenguaje cotidiano le otorga. Preguntar por la fecha, es decir por el tiempo en que ocurrió tal o cual suceso, o preguntar qué hora es, son preguntas con sentido porque todos entendemos a qué nos referimos. Pero preguntar qué es el tiempo, así, en forma general, es crearse una perplejidad, es caer en un falso camino en el que no hay salida. La pregunta sale de los límites del juego, sale fuera del lenguaje. Así, el alfil, en ajedrez, sólo puede «moverse» en diagonal, porque esa es la regla de juego. El filósofo se causa «chichones» por no manejar correctamente el lenguaje, por infringir las reglas de su juego «La filosofía es una lucha contra el embrujamiento de nuestro entendimiento por medio de nuestro lenguaje» En rigor, los problemas filosóficos no se resuelven, se «disuelven» Wittgenstein niega que en filosofía pueda haber un sólo método: «nNo hay un único método en filosofía, pero por cierto hay métodos, en cierto modo diferentes terapias», de manera que «el filósofo trata una pregunta como [si fuera] una enfermedad» Ejercita una técnica terapéutica: indica que el lenguaje es un conjunto de reglas de juego, no para inquirir qué es el lenguaje, como si hubiese una esencia oculta que se busca sacar a la luz, sino tan sólo para mostrar en cada caso cuál es la función correcta de la palabra dentro del lenguaje corriente, así como tampoco hay un «rey» en sí o una «torre» en sí, sino sólo los usos o movimientos posibles de esas piezas «dentro» del juego de ajedrez. Por ello: «cuando los filósofos emplean una palabra –‘saber’, ‘ser’, ‘objeto’, ‘yo’- y tratan de captar la esencia de la cosa, siempre deben preguntarse: ¿se usa esta palabra del mismo modo que en el lenguaje en el que tiene su hogar natal?» Nosotros reconducimos las palabras desde su empleo metafísico nuevamente a su empleo cotidiano. Una de las causas principales de las enfermedades filosóficas radica en la ingesta de una dieta monótona, radica en nutrir al pensamiento con un sólo tipo de ejemplos. Un tipo de terapia contra esto consiste en desvanecer la ilusión de que los lenguajes
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«49» ideales proveerán una estructura más clara del uso corriente, pues sólo se trata de lenguajes ficticios que no pueden reemplazar el lenguaje corriente, sino, cuanto más, iluminar el uso que efectivamente este tiene. Dice Wittgenstein que el objeto de su filosofía es «mostrar a la mosca la salida de la botella cazamoscas», desembarazarlo al filósofo de las preocupaciones filosóficas, y dejarlo, frente al puro hecho del lenguaje, sin más, tal como se da inmediatamente. «La filosofía no puede en modo alguno interferir con el uso efectivo del lenguaje; puede a la postre solamente describirlo. Pero no puede tampoco fundamentarlo. Deja todo como está». «Nuestra equivocación consiste en definitiva en no respetar el hecho del lenguaje, en no atenernos a su juego» No es difícil colegir que Wittgenstein avisa, como avisan todos los signos cuando se saben «leer». Lo que Wittgenstein está poniendo en cuestión, es precisamente la validez de la metafísica, y más aun, está cuestionando el valor de la filosofía misma: «La filosofía expone [y describe] y no explica [ni fundamenta] ni deduce nada. Puesto que todo yace abiertamente, no hay nada que explicar. Pues lo que acaso está oculto, no nos interesa» «Toda explicación tiene que desaparecer y sólo la descripción ha de ocupar su lugar», porque «en filosofía no se sacan conclusiones» «Los resultados de la filosofía consisten en el descubrimiento de alguna que otra simple insensatez» «¿De dónde saca nuestro examen su importancia puesto que sólo parece destruir todo lo interesante, es decir, todo lo importante [que preexistía ?]» No hay tal importancia, puesto que son tan sólo castillos en el aire los que destruimos, y dejamos libre la base del lenguaje sobre la que se asientan. Los problemas en efecto parecen resolverse, pero sólo porque se ha eliminado la filosofía misma, que es lo que Wittgenstein pareciera pretender. Con lo cual Wittgenstein no hace más que reiterar aquello del Tractatus: haber alcanzado la verdad «intangible y definitiva. A propósito de la epistemología y de los criterios de demarcación entre ciencia y no ciencia, Wittgenstein escribe que se dice que la epistemología comporta el conocimiento aplicado a la ciencia. Pero, ¿qué es lo que distingue ciencia de lo que no lo es? Podríamos decir que lo que la distingue es un criterio de demarcación. Sin embargo, antes de avanzar en el desarrollo del tema, esbozaremos las corrientes fundamentales al respecto: «1» el positivismo lógico o empirismo lógico del Círculo de Viena, de Carnap (1891-1921), de Ayer (1910-1989), de Schlick (1882-1936), de
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«50» Reichembach (1891-1953), de Einstein (1879-1955), de Wittgenstein, de Gödel (19061978), de Russell (1872-1970), de Frege (1848-1925), y de Withead (1861-1947); «2» el falsacionismo de Popper (1902-1994); y «3» la teoría de los paradigmas de Kuhn (1922-1996) Acerca del positivismo lógico conviene que previamente conozcamos qué aspectos encierra la locución «giro lingüístico» En el siglo XX, la filosofía había tomado como objeto de reflexión al «lenguaje» Comenzó a reflexionar sobre el lenguaje, una disciplina cuyo exponente tal vez más renombrado, haya sido, entre otros, Ludwig Wittgenstein. Sin embargo, el tema y el problema del lenguaje no se inicia, precisamente, con Wittgenstein. En efecto, Cratilo y Hermógenes, quien aboga por la convencionalidad del signo, en el Cratilo de Platón (427-347 a.C.), dialogan acerca de la arbitrariedad del signo lingüístico. Al respecto, Aristóteles (384-322 a.C.) mantiene una posición convencionalista. Las palabras del lenguaje hablado, que hacen referencia a los conceptos del alma, que son afecciones del alma, son convenciones. ¿Podemos afirmar sin riesgo que, entre el concepto y la cosa, hay una relación natural? Esa es la cuestión. Para Hume (1711-1776), habría que establecer la impresión de la que deriva un término, a la hora de declarar la legalidad de una idea. Esta idea según la cual las palabras nombran objetos o refieren hechos, plantea problemas en el uso del lenguaje ordinario, en el lenguaje común. Cuando decimos que «el círculo cuadrado no existe», por ejemplo, estamos presentando un predicado «P» enlazado a un sujeto «S», cuya estructura lógica es válida y comporta un argumento también válido formalmente. Pero podríamos decir que dicho enunciado es un enunciado verdadero que carece de significado, más precisamente de sentido, porque no tiene significado, porque no significa objetivamente en la realidad, toda vez que la posibilidad del objeto «círculo cuadrado» es nula en ese terreno, y no en el de la ontología formal. Bertrand Russell (1872-1970), encuentra una solución a esta aparente paradoja. La estructura gramatical, en este caso, no coincide con la estructura lógica. Una mala estructura gramatical nos puede inducir a error. Desde la lógica habría que reformular esa proposición diciendo que «no hay ni siquiera una sola entidad que simultáneamente sea circular y cuadrada», lo que formalizado podría expresarse de la siguiente manera: ¬Ex (Rx ^ Cx), es decir que «el redondo cuadrado no existe» Se trata de un mal uso del lenguaje. Es justamente en esto en lo que ha reparado y hecho hincapié el positivismo, el empirismo lógico del siglo XX.
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«51» Ludwig Wittgenstein fue discípulo de Bertrand Russell. Había nacido hacia 1889 en Viena, que por entonces era considerada la capital cultural del mundo occidental, donde también nacieron Freud (1856-1939), Hitler (1889-1945) y el periodista y polemista Karl Kraus (1874-1936) En ciudad y momento histórico tan singular nació Wittgenstein. Janik (1941-) y Toulmin (1922-2009) sostienen que el Imperio Austrohúngaro de los Habsburgos concentraba grandes culturas en tensión y efervescencia. Había, allí, industrialización y, al mismo tiempo, movimiento obrero. Había, allí, disociación entre lo que aparecía y lo que era. Cafés. Valses vieneses. Sin embargo, el esplendor ocultaba toda la miseria, toda la represión, y todo el conflicto existente. No sería precisamente Freud quien iría a desenmascarar la hipocresía reinante. No sería él quien se habría de dedicar a desentrañar la lógica del lenguaje. ¿Cuál es, entonces, la filiación de estas ideas? ¿De dónde provienen? ¿de Russell, tal vez? En principio, digamos que la procedencia parece ser de cuño inglés. Otra interpretación sostiene que Wittgenstein sorprende con esta temática desde Viena. Wittgenstein sería: «1» un lógico; y «2» un preocupado por la ética, según Janik y Toulmin. El Tractatus es ética más mística, sobre las páginas finales. La Primera Guerra Mundial significaba la ruptura de la continuidad en el desarrollo de todas las ramas de la ciencia y el arte. Los valses eran sensuales, es decir glamorosos, porque la educación represiva del momento lo imponía. El sexo estaba desligado y la prostitución podía palparse. Entretanto, tres hermanos de Wittgenstein se habían eliminado. Como hemos informado con anterioridad, el Tractatus, consta de siete tesis. La teoría pictórica del lenguaje. Para Wittgenstein el lenguaje pinta hechos, tiene una similitud estructural con los hechos. Es isomórfico. El mundo es lo que es del caso, dirá en la primera tesis. El mundo es un conjunto de hechos, de relaciones entre objetos, cosas, y entidades. El lenguaje figura, pinta, encuadra hechos... los mapea. Hay una similitud lógica entre hechos y lenguaje, que es la forma lógica. Los enunciados complejos, pueden ser descompuestos en enunciados simples. Si, llegado a ese punto, se comprobase que hay correspondencia con los hechos , con la realidad, con el mundo, es decir que hay verificación, se puede afirmar la verdad de la proposición sub examen. El lenguaje no puede referir, decir, hablar, teorizar sobre la realidad porque esto forzaría su función propia. Solo puede mostrar. Lo que se puede mostrar, se puede mostrar, precisamente porque no puede ser dicho, hablado,
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«52» teorizado. Decir, hablar, dice, habla, teoriza la ciencia, el lenguaje solamente muestra. Muestra, pero no teoriza sobre la forma lógica. Deja de tener sentido, significado, no puede verificarse. Por consiguiente, toda la filosofía tradicional carece de sentido. No se puede comprobar que la filosofía tenga problemas propios. Sus problemas son pseudoproblemas, puesto que sólo es una actividad de establecimiento del lenguaje de la ciencia. El ámbito donde los positivistas lógicos, también conocidos como empiristas lógicos del siglo XX, desplegó su actividad dentro de una corriente fundada por Schlick, fue el Círculo de Viena. Nuestro lenguaje no está preparado para tratar el problema de Dios: mejor es callarse, entonces, puesto que algunas proposiciones no son pasibles de verificación. Sin embargo, el desarrollo de Wittgenstein tampoco será categórico, como queda constancia en la sentencia que sugiere: «úselo como una escalera que luego abandonará» El positivismo va a proponer el criterio verificacionista del significado, pero no como criterio de demarcación científica. Va más allá, se dirige hacia la significatividad, es decir a lo que es significativo y a lo que es no-significativo, a lo que tiene sentido, y a lo que carece de él, a lo que se pude decir, hablar, y a lo que no se puede decir, hablar, y es menester callar. Enunciados analíticos son aquellos cuya verdad se determina por deducción, por su sola estructura lógica. Se trata de enunciados tautológicos. Las ciencias formales hacen uso de esta clase de enunciados. En cambio, los enunciados sintéticos son aquellos cuya verdad no se puede determinar lógicamente puesto que son contingentes. Determinar su verdad exige verificarlos en la experiencia empírica. Las ciencias fácticas suelen apelar a esta clase de enunciados protocolares que describen un hecho. En ausencia de enunciados sintéticos se carecería de sentido, de significado verificado empíricamente. Los positivistas lógicos del Círculo de Viena, tomaron en cuenta la impresión de Hume con la que se legitiman las ideas, además de los conceptos de Russell y de Frege. En un mal uso del lenguaje, los enunciados son seudoenunciados. No se tienen problemas, sino pseudoproblemas, ni proposiciones, sino seudoproposiciones. El verificacionismo es un criterio indicativo de significatividad, y no de cientificidad.
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§ TERCERA ESTAMPA «HISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA»
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«54» La Lingüística es una ciencia cuyo origen se remonta hasta el nacimiento de la cultura misma, y sus manifestaciones, diversas y variadas, han consistido en el estudio delas versiones que ella recorrió a lo largo del tiempo. La Lingüística ha pasado por muchos, y a veces, controvertidos paradigmas que ha sostenido la comunidad que la sostuvo en el seno las distintas escuelas inherentes:
§ LA ESCUELA COMPARATISTA
El positivismo fue una corriente de pensamiento sociológico cuyo desarrollo tuvo lugar alrededor del siglo XIX, gracias a las contribuciones del materialismo empirista de Augusto Comte (1798-1857) y de Heriberto Spencer (1820- 1903) Se caracterizó por el auge sociológico, por la adhesión al evolucionismo darwinista de biológico, por los aportes del antiinatismo filosófico, y por el comparatismo epistemológico. Fue Bopp (1791-1867), quien siguiendo esos principios, escribió Sistema de conjugación de la lengua sánscrita, comparada con la lengua latina, con la lengua griega, con la lengua persa, y con la lengua germánica. La Escuela comparatista alemana nace, en la segunda mitad del siglo XIX, en el marco del mencionado positivismo comparatista, y como respuesta al estructuralismo sistémico.
Se caracteriza por la ausencia de
reflexiones sobre la lengua como sistema, cuyos exponentes habían abrazado la descripción y la gramática.
El comparatismo aplica el método histórico comparativo a través de la historia evolutiva de la lengua. Así, por ejemplo, mostró cómo fue que el término «dominus» se transformó primero en «dominio» y, más tarde, en «dueño», de lo que derivó la codificación de una ley o principio fonético para el acervo de la ciencia lingüística. La Escuela comparatista contribuyó establecer innumerables leyes fonéticas validadas en la aplicación de un obstinado rigor metódico que marcó el análisis de la evolución de las lenguas. Así fue como abordó el estudio ley por ley, con el objeto de explicar la modificación fonética de las palabras.
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«55» Sin embargo, los comparatistas cayeron en el error de confrontar palabras d e origen griego con palabras de origen latino que procedieron de diverso cuño espacial y temporal. Esto los llevó a codificar leyes erróneas, generalmente concebidas como parte de un destino teleológico-lingüístico encaminado a la conquista de la unidad primigenia del lenguaje expresado como la inexplicable voluntad de encontrar la lengua madre de todas las lenguas mediante de codificación, de regresión, de intrapolación, y de asociación reconstructiva del parentesco y la familia de palaras que conducía hacia el Indoeuropeo. Así pensaron comparatistas como Schleicher (18211868), quien, entusiasmado por éxito aparentemente logrado, creyó poder escribir una fábula en Indoeuropeo. No hay muchas evidencias de la existencia del Indoeuropeo, pero la investigación quedó justificada, no sólo por el intento, sino porque han quedado formuladas las primeras leyes fonéticas de las que se tenga registro. El estudio de la declinación y de la muerte de las lenguas, fue uno de los objetos focales de los comparatistas. En este sentido, vale la pena manifestar que la crítica histórica recayó sobre la posible existencia de una única lengua originariamente unificada. Fuera de esta postura, positiva y romántica, los comparatistas se manejaron con el «corpus», es decir, con la materialidad lingüística del Griego, del Latín y de otras lenguas análogas. A título general, finalmente diremos que, como en toda cosa se manifiesta un legado, no puede negarse que el método comparatista legó una buena gramática y una mala lingüística. En particular, a medida que iban descubriendo el Indoeuropeo, los comparatistas iban advirtiendo que se enfrentaban a una dificultad mayúscula consistente en tener que explicar la traza evolutiva después de aquella «lengua única»: la declinación y la muerte de las lenguas es un movimiento, de ruptura o de continuidad, que desemboca en un producto, de declinación o muerte:
§ LA ESCUELA NEOGRAMÁTICA
Ha quedado establecido que la Escuela comparatista sobrevino en la segunda mitad del siglo XIX. Más tarde, sus integrantes sufrieron «el mal del desgajamiento»:
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«56» algunos de sus miembros se rebelaron contra sus antiguos maestros también comparatistas. Discutieron, objetaron, y refutaron: nacen los «neogramáticos»:
que
originariamente
compartían
el
ideario
comparatista.
Ideológicamente
positivistas, estudiaron la evolución de las lenguas con dos innovaciones: «1» la Gramática como ser explicativo, para conocer los orígenes y alcances de los fenómenos gramaticales. Para ello redujo sus estudios a la novación idiomáticocomparatista que está presente en el lapso temporal corto: del Latín al Castellano, por ejemplo. «2» la Gramática como ser descriptivo, para alcanzar el conocimiento de la causal evolutiva. Los neogramáticos fueron quienes establecieron las leyes fonéticas, para ellos ciegas, mecánicas, e inexorables, sin excepción: Así, «cum me» se codificó luego como «cumme», más tarde como «cumme cum», posteriormente como «cummecum», y finalmente como «conmigo», novando así una enunciación fonética de carácter experimental. Este no parece ser el caso de la «episteme» inherente al método en el caso del contraejemplo implicado en la palabra «ovícula», que significa ««oveja» En síntesis: «1» como fruto de un arduo trabajo, los neogramáticos fueron buenos explicitando leyes fonéticas que explicaran las evoluciones de las lenguas. «2» como fruto de su enfoque, la crítica neogramática conllevó un aspecto mecanicista dentro de un contexto materialista concreto, a pesar de que la lengua condensa aspectos espirituales, que se confunden con gravitantes sociológicas, con vectores culturales, con dimensiones psicológicas, con derivaciones fisiológicas, y hasta con formas metafísicas actuantes.
§ LA ESCUELA DEL IDEALISMO LINGÜÍSTICO
La lengua es una expresión del espíritu humano. La lengua es un vehículo de integración del hombre en la cultura. La lengua se desarrolla en escuelas. La escuela deviene Escuela cuando se sostiene un concepto, cuando se contiene una idea, cuando se sospecha una noción, o cuando se cultiva una ideología. La Escuela del idealismo lingüístico es una tendencia estético-estilística que goza de la participación de algunos conspicuos cultores, en sentido estético-estilístico idealista, como Benedetto Croce
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«57» (1866-1952) o como Karl Vossler (1872-1949) que fueran dos los máximos exponentes del movimiento escolástico denominado «Escuela del idealismo lingüístico» Sus seguidores no eran gramáticos sino filósofos, y representaron una corriente estética a partir del siglo XIX: La estilística evoca la forma particular que adopta y caracteriza a un escritor. Hasta entonces se consideraba relevante el mensaje, la intención, lo que el escritor se proponía decir. El estilo, lo «florido», si se quiere, aparecía como una cuestión lingüística secundaria. Para el nombrado Vossler, se trataba de una tendencia cuyo objeto de estudio partía de las marcas, del uso individual idioléctico que cada uno hace de la lengua como sistema, como lo culto, con la finalidad de examinar el rasgo particular que cada parlante imprime a la lengua según sus particularidades, según su estilo idioléctico, como diafasia. Karl Vossler acuñó el término «éccart», entendiéndolo como un «desvío», cual si fuera una «fuga» de la lingüística que se encamino hacia lenguas desconocidas. Este movimiento explica el afán de trascendencia que desnuda las distintas humanidades y que se encuentran en la palabra. Los cultores del idealismo lingüístico pertenecen a distintas épocas y se compadecen con distintos lugares. Se los conoció como aquellos que formularon una crítica literaria, entendida como sentencia, juicio, consideración, e interpretación literaria. En síntesis, estos hombres habían establecido un desvío y un nuevo sentido crítico de la ciencia como conocimiento de la lengua.
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§ CUARTA ESTAMPA «ESTRUCTURALISMO Y LENGUA COMO SISTEMA»
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«59» Ferdinand de Saussure (1857-1913) fue un notable filólogo suizo. Hacia fines del siglo XIX se establecían estas pautas de trabajo focal:
La tesis consistía en asumir que es la desinencia la que identifica al sistema. Discípulo de los neogramáticos, Saussure irrumpe con su idea Ferdinand de Saussure. Su primera obra es de corte neogramática. La llamó Memoria sobre el sistema primitivo de las vocales del Indoeuropeo. Originariamente positivista, comparatista desgajado de los neogramáticos en los primeros tiempos de 1900, precisamente en el verano de 910, se encarga de dictar unos cursos de Lingüística en la Universidad de Ginebra. Dictó tres cursos. Sus alumnos, que habían tomado apuntes para su estudio, los ordenaron con el fin de publicarlos como Curso de Lingüística General. Después de la muerte se Saussure, uno de sus discípulos encontró y editó los manuscritos con los que probablemente Saussure preparaba sus clases. Se supone que la versión editada no resultó todo lo fidedigna que correspondía, pero se entiende que se publicó en la seguridad de que no iba a erigirse en una obra destinada a pasar inadvertida. Saussure planteó una lingüística diferente porque se sintió insatisfecho por los magros aportes proporcionados por la lingüística precedente. Definió a la lingüística como como método. Sentía su obra, en la que estaba empeñado, era de imposible desarrollo y materia de un solo hombre. Procuró encontrar un vínculo entre lingüística y semiótica. Dio nacimiento a disciplinas más modernas. La Lingüística era ya parte de un cambio de época. Se expandió, ganó adeptos y terrenos. Pasó a considerárselo como a un semidios que gozaba del reconocimiento de sus colegas. Propuso, entre otras cosas, que la lengua es inmanencia y sistema. Estudios posteriores vinieron a demostrar que la obra de Saussure no era un dechado de originalidad. La originalidad no era su fuerte, su mérito en sí. El tiempo se ha encargado de reservarle su justo lugar: el que merecía. Su mérito consistió en haber
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«60» sido quien sintetizó el pensamiento de lingüistas, sociólogos, filósofos, y psicólogos. Haber aplicado su idea al estudio lingüístico y haberlo sistematizado en pos de un «corpus», es decir em pos de la materialidad de los elementos, el orden, la jerarquía, y la relación interna entre signos, fue la mayor contribución que un originariamente positivista pudiera realizar. Entre otros aspectos destacables, este maestro de los opuestos complementarios que son las dicotomías, apuntó a concebir a la Lingüística como un producto de la externalidad humana.
Señaladas influencias muy claras en él, lo ayudaron a que se apartara de su positivismo primero. Adhiere entonces a una línea de pensamiento inmanentista. Esta idea lo llevó a considerar que el estudio de la lengua es una actividad que está en ella misma, que viene de sí misma, que se complica en ella misma y que se explica con ella misma. Para Saussure, la lengua, como sistema y estructura, puede estudiarse en sí misma, como una inmanecia, como un fluir de sus estructuras sistémicas y sus características y proyecciones, como una categoría independiente, como una entidad con un carácter propio como objeto de estudio, y como un acto que ningún otro lingüista había venido a abordar con anterioridad. Este, y otros ejes temáticos igualmente importantes, habían venido a impulsar un vertiginoso desarrollo lingüístico. Más tarde, Saussure adhiere a un pensamiento sistémico, el otro pilar, estructuralista, de las predicaciones de nuestro autor que había declarado la inmanencia lingüística. Asume así, de este modo, que la lengua es una entidad estructural, pero para el caso usa la palabra «sistéma» como una idea fuerza que promueve. En esencia, Saussure se estaba refiriendo a una estructura concebida como sistema de elementos solidarios, como un conjunto de elementos que actúan interdependiente, conjunta, y solidariamente, con una finalidad previamente determinada. Los elementos constitutivos se interrelacionan, se valoran y, esa valoración funcional de cada elemento, resulta del valor relacional del otro elemento. Se trata de un criterio que está presente en toda su obra e inaugura un abanico de toda
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«61» de aspectos que informan otras disciplinas. La historia de la lingüística no es tan lineal como se supone, sino que se abrió en varios sentidos para nutrir distintas escuelas y variados pensamientos, como, por ejemplo el de Levi-Strauss (1908-2009; el de Jacques Lacan (1901-1981), que entrevió al significante como una influencia «yoica»; el semiólogo Roland Barthes (1915-1980); y el postestructuralista Jacques Derrida (1930-2004), que concibió la «deconstrucción» Saussure influencias teóricas de Hegel (1770-1931), el filósofo alemán de la Fenomenología del espíritu de quien tomó el gusto por las dicotomías; del sociólogo alsaciano Emile Durkheim (1858-1917), que estableció la Sociología como disciplina; del lingüista francés Michel Breal (1932-1915); del sociólogo francés Augusto Comte, por el criterio de estática como opuesto al de dinámica; de Von Der Gabelentz (18401893), por los estudios dispersos posteriores sobre lingüística.; del psicólogo social estadounidense George Mead (1863-1931) y del francés De Tarde (1843-1904) por sus contribuciones a la idea de Psicología Social; del alemán Edmund Husserl (18591938), promotor de la lógica y de la fenomenología pura. La obra de nuestro lingüista se ha desarrollado a partir de ideas pares y opuestas llamadas «dicotomías»
§ DICOTOMÍA DE LA LENGUA Y EL HABLA
Saussure plantea la idea de definir como disciplina a la Lingüística. Esto lo lleva a formular el primer intento serio de definir la lengua. Plantea la vinculación que la disciplina tendría con la Semiótica que difiere de la Lingüística, que deriva de ella y a la inversa, como sostiene Barthes. La lengua consiste en un sistema de signos lingüísticos de origen mental, cuyo valor depende de la presencia simultánea de los valores de los demás signos. De lo dicho no se desprende que Saussure formulara una sola definición de lengua. Siguiendo las ideas de Durkheim, señala que la lengua es un hecho social concebido como suma de individualidades o colectivos. La lengua es una institución social, catalizadora de identidad, y factor de unión y cohesión, así como los griegos, no se identificaban como griegos, sino como helenos, en oposición a los bárbaros balbuceantes. La reclamación beligerante del separatismo vasco invita también a reflexionar seriamente sobre la lengua como punto de unión y factor de identidad, es
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«62» decir como Volkgheist [33]
Para Saussure la lengua es un fenómeno semiológico, necesario para la intercomunicación. La lengua introduce al hombre en la cultura, con lo que se está emparentando con el idealismo de Vossler o de Crocce. Según De Tarde, el precursor de la psicología social, la lengua es precisamente de carácter psíquico y está formada por un conjunto de hábitos lingüísticos que le permiten al hombre comprender y hacerse comprender. Este concepto se opone al concepto de habla. Habla es el acto individual y concreto de cada hablante, de cada individuo. La tradición más aceptada sostiene que el habla es el uso individual que cada persona hace de la lengua. El habla es de carácter psicofísico. Esta dicotomía de la lengua y el habla fue criticada por su falta de profundidad, porque es incompleta, porque falta algo así como una conexidad, un intermediario regulador, que Coseriu (1921-2002) propicia que «la norma lingüística» es un elemento intermedio de carácter mental que conecta la lengua con el habla y la regula. El sistema «in toto» está asegurado por la norma. Su estabilidad. Su homeóstasis, lo garantizan. Para Saussure la Lingüística estudia la lengua. Para los neogramáticos la Lingüística estudia el habla. Saussure define al signo lingüístico como dicotomías, es decir como una entidad de dos caras o elementos opuestos. Formula la definición del signo lingüístico al que concibe como una entidad exclusivamente psíquica y desvinculada del carácter gráfico-fónico: una unidad de representación mental, una Lengua sin Habla. Este concepto revolucionó el campo lingüístico de la época: la lengua es psíquica. Lengua y Pensamiento, entonces, pasan a ser una y la misma cosa.
§ DICOTOMÍA DEL SIGNIFICANTE Y EL SIGNIFICADO
Significado es el concepto mental que el hablante mantiene sobre una cosa: la 33 «Espíritu del Pueblo» Traducimos con esta expresión el término Volksgeist, tan usado por Hegel y por algunos de los llamados románticos alemanes. Podría asimismo verterse por «espíritu nacional», si no fuese por las connotaciones políticas posteriores que ha arrastrado el adjetivo «nacional»
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«63» imagen de orden mental. Significante es la cadena fónica que se corresponde con ese significado de orden acústico.
Este proceso implica una abstracción del hablante.
§ DICOTOMÍA DE LO ARBITRARIO Y LO NATURAL
Ahora bien, ¿Qué relación se establece entre el significado y el
significante? ¿Por
qué, por ejemplo, cuando se piensa en el Sol no se lo llama «Luna»? Este interrogante se despeja si comprendemos la arbitrariedad del signo lingüístico, o sea la relación entre significado y significante, que es arbitraria en el sentido de que es inmotivada, esto es, que el nombre cuadra con la cosa mediante acuerdo y convención, que la relación vincular no es natural, no es justa, no es adecuada, no es motivada, ni pertinente. No existen motivos para explicar por qué a determinado significado corresponde determinado significante. Saussure, al explicar el vínculo entre significado y significante, entrevió el noventa por ciento de la problemática de la Lingüística.
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La relación entre el significado y el significante es arbitraria, la del significado y la cosa es necesaria, según Coseriu. Saussure ha establecido la linealidad del signo lingüístico, esto es quiere decir que, para poder ponerlo en valor, el signo lingüístico requiere del carácter sucesivo del tiempo. De tal suerte el tiempo es el que permite la manifestación en forma lineal del signo del tiempo, así como una letra va después de otra, una palabra va luego de la otra, y un texto va seguido de otro. Al respecto de la mutabilidad o de la inmutabilidad: ¿a qué quiso referirse Saussure, cuando empleó el vocablo «leerlo»? Gödel (1906-1978), discípulo de Saussure, nunca compartió la idea del vínculo arbitrario del signo lingüístico, a pesar de que se trataba de poner en cuestión una tesis que por entonces había quedado confirmada en casi todos los escritos de Saussure, ya de manera inespecífica.
§ DICOTOMÍA DE LO DIACRٕÓNICO Y LO SINCRÓNICO
Esta dicotomía fue expresada en
términos de diacronía, es decir a través del
tiempo, y de sincronía, es decir con el tiempo, que constituye un par ordenado de opuestos complementarios. De acuerdo con esta idea, habría dos maneras de apreciar la lengua, sincrónica una, diacrónica la otra. Gráficamente, en un eje de coordenadas cartesiana ortogonales:
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En el eje «x» de las abcisas, se representan vigencias sucesivas del movimiento sincrónico continuo que varían con el tiempo como variables independientes que implican la dinámica de la lengua conforme un proceso entre momentos. En el eje «y» de las ordenadas, se representan permanencias posicionales del movimiento diacrónico discreto que varían en el tiempo como variables dependientes que implican la estática de la lengua conforme un producto de un momento. Así, como se expresa en otro lugar, el vocablo «dominus» por ejemplo, fue variando a través de los siglos diacrónicamente, esa variación estuvo dada en función de la variación sincrónica. Dicho de otro modo: la variable diacrónica «y» se «movió» en función de la variable sincrónica «x» o, lo que es lo mismo, el diacronismo cambia según el sincronismo, que la expresión «y» varía en función de «x», o que, la expresión discreta se modifica en consonancia con la expresión continua. La curva resultante mide la evolución que se da en el vocablo, conforme los registros observados de izquierda a derecha en «x», opera según los registros observados de abajo hacia arriba en «y», de tal suerte que la forma de la curva revela la confluencia puntual del par ordenado «x, y», y también asume la intensidad que se da en el cambio según el segmento que media entre dos confluencias («kinesis») Si bien Saussure concibe que la lengua, vista como objeto de estudio, ha de ser enfocada sincrónicamente, Coseriu cree que la lengua funciona sincrónicamente como vigencia, y se desarrolla diacrónicamente, como permanencia. En consecuencia, su objeto de estudio debe realizarse tanto sincrónica como diacrónicamente.
§ DICOTOMÍA DE LO SINTAGMÁTICO Y PARADIGMÁTICO
Entre
los estudios de Saussure se cuenta una dicotomía relevante, conocida
como asociaciones sintagmáticas, opuesta a las asociaciones paradigmáticas. Conforme a su criterio todos los signos lingüísticos establecen relaciones según una relación sincrónica-diacrónica, de lo cual deriva que su objeto de estudio merece un enfoque sincrónico-diacrónico. Los sintagmáticos sostienen que las palabras se asocian en un sintagma, es decir en una frase, en una asociación donde se registra una concordancia. Por ejemplo «la_casa_es_grande» Los paradigmáticos centran su enfoque en las relaciones que los signos lingüísticos entablan en el paradigma, es decir en el sistema o modelo, o sea en la lengua. Por ejemplo: «casa_casita_
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«66» hogar_seguridad» Saussure es el padre del estructuralismo lingüístico, a pesar de que nunca mentó el término «estructura» Se valió del vocablo «sistema» para construir su cuerpo de doctrina. El nombre de «sistema» aparece con Bertalanffy (1901-1972), primero en su Teoría del desarrollo biológico y, después en su Teoría General de los Sistemas. En síntesis, Saussure –como se dijo- ha tenido unos cuantos antecesores precursores. Se le reconoce el mérito de haber sintetizado las corrientes vigentes en su tiempo, y de haberlas aplicado sobre la lengua a través de «el sistema», «lo culto», «la episteme» o «el método científico», «una taxonomía», «un orden», «una ciencia con su ‘doxa’, «su experiencia» Se le reconoce, además, el mérito de haber indagado y planteado la existencia de una ciencia, aún sin habérselo propuesto como objetivo capitular. Con anterioridad no hubo disciplina Lingüística enfocada bajo el orden del método científico. De no haberlo conseguido él, pudo haberse prolongado la ausencia de la presencia de una Ciencia Lingüística, que bien pudo haberse eventualmente perfilado con algún otro lingüista o bien pudo haber permanecido ausente «pro tempore» Saussure es acreedor de un mérito superlativo porque dotó, a esa ciencia, de una clara visión estructuralista. A partir de él, y de su teoría, todas las escuelas se apoyarían en esas nuevas concepciones sistémico-estructuralistas.
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§ QUINTA ESTAMPA «CÍRCULO DE PRAGA Y FUNCIONALISMO»
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«68» Nos
situamos en un tiempo muy difícil: Trubetzkoy (1890-1938) estudia
lenguas caucásicas y paleo literarias, vale decir que estudia «lenguas muertas» La Revolución Bolchevique de 1917 lo sorprende a Trubetzkoy viviendo en la por entonces Unión Soviética. Esta circunstancia, y su carácter de príncipe ruso del régimen zarista, tuvo que sellar su exilio. Con alguna posibilidad de emigrar hacia la República Argentina, finalmente vivió y murió en la Alemania prenazista. Jakobson logra emigrar a Nueva York durante la segunda guerra mundial, donde se instala y funda el Círculo lingüístico, hasta que muere en su exilio definitivo en Boston. Karcevski (1884.1955) adquiere suma relevancia por haber sido alumno de Saussure y, por lo tanto, entra en conocimiento de los perfiles estructuralistas y sistémicos cuya trasposición concreta hacia Moscú.
Considerando el contexto de ese momento, de carácter netamente sociopolítico, en la Lingüística se reconocen dos momentos: «1» un momento de p reguerra, anterior a la segunda gran guerra durante el régimen comunista de Praga. «2» un momento de postguerra, posterior a la segunda gran guerra, durante el exilio hacia Estados Unidos. Durante el primer período, de preguerra, el Círculo de Praga adquiere un carácter inflexiblemente cerrado, pero durante el segundo período, de postguerra, se transforma en una escuela más abierta a los lineamientos funcionalistas y estructuralistas. El primer período está estrechamente vinculado con el formalismo soviético y ligado a la vanguardia del «futurismo» La Vanguardia integró aquella época del siglo XX que fue desde 1900 hasta aproximadamente 1930. Constituyó un movimiento reaccionario en el que descollaron Freud (1856-1939) y Einstein (18791953) y floreció la Belle Époque (1871-1914). Este movimiento se alzó contra lo
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«69» establecido en razón del conservadurismo. Durante su vigencia surgieron el «dadaísmo», el «ultraísmo», «el creacionismo», y el «futurismo italiano». En esa dirección se trabajaba hasta que Kavcevski introduce la idea del estructuralismo. La Lingüística se torna específica cuando procura hallar una definición, así que, cuando plantea su objeto dirigido al estudio de la lengua y del lenguaje, y cuando encuentra la materialidad, es decir el «corpus» del que se valió para establecer el uso cotidiano encarnado en la función lingüística. Mathesius (1882-1945) y Scalicka (1909-1991) fueron los primeros que se ocuparon por definir el concepto de función. De allí es donde se desprendió el nombre de «funcionalista» o «funcionalismo Lingüístico», cuyo significado viene a consistir en aquel lugar en el que ocurre una forma, como una función que hace al órgano, que es la misión que cumple todo signo lingüístico. Definirlo así, implica adherir al criterio estructuralista, ya que en todo sistema hay una interrelación que conduce a un objetivo, de la misma manera que la existencia de un sujeto sin una predicación resultaría impensable. Esta escuela es la que supo haber legado importantes estudios de fonología para la posteridad Lingüística, determinando, de este modo, el cese de una integración un tanto demorada. Como la lengua está formada por articulaciones consistentes en niveles de análisis, según esta escuela, primero se desprende la presencia de una primera articulación estaría dada por las palabras, y después se desprende una segunda articulación que estaría dada por unidades distintivas en las que pueden reconocerse enunciados y palabras como «fonemas» En este nivel de análisis es donde los funcionalistas han encontraron esas unidades de articulación fonemática que ejemplificamos a continuación:
«1ra. articulación»
/Nadie//se//baña//dos//veces//en//el//mismo//río/
«2da. articulación»
/N/a/d/i/e// se//b/a/ñ/a//d/o/s//v/e/c/e/s//e/n//el//m/i/s/m/o// río/
Esta escuela define al fonema. Lo concibe como dos articulaciones e intenta fijar definiciones al respecto. fonema «es la unidad mínima distintiva en la lengua» Hay, entonces, un criterio distintivo cuando hablamos de la lengua. Esta distinción indica si el elemento es lingüístico o no lo es. Este principio es orientativo hacia el concepto estructuralista, en el sentido de que las unidades, si son distintivas, forman un sistema, de lo contrario no lo hacen. Aplicando el criterio de oposición, esta escuela sostiene
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«70» que un elemento sea lingüísticamente pertinente si se opone a otro supone que es lingüístico en términos estructurales. En la cadena fónica, «macho», «a» es un elemento lingüístico porque se opone a la cadena fónica «u», es decir que se opone a «mucho» La cadena «mesa», por su parte, se reconoce por oposición a «besa». Tanto en castellano, como en griego, las vocales son cortas, y esto aplica a «símbolo» y «nariz», a «o-microm», con o pequeña o corta, y a «o-mega», con o-grande o larga. La consecuencia extraída radica en que, siendo las vocales cortas o largas, no se presenta oposición alguna y, por lo tanto, no resultan pertinentes o atinadas. En latín la cantidad de una vocal implica otra definición de fonema, la de Sapir (1884-1939) que reza que «el fonema no denota sino pura alteridad», es decir otra cosa, que solo denota pura alteridad por el principio de identidad. Según Amado Alonso (1896-1952) «el fonema es la unidad mínima de un sistema de correlaciones y oposiciones» Martinet (1908-1999), en cambio, lo define diciendo que «el fonema es lo que es, por oposición a otros» Modernamente, la fonología ha establecido que el fonema ya no constituye una unidad mínima, ya que se ha encontrado una unidad todavía menor, es decir un conjunto de rasgos fónicos mínimos cuya presencia en forma de haz, conformaría la unidad fonológica menor que prefigura al fonema. Así, a título de ejemplo, se ha podido establecer que con la pronunciación de la «t» se sonoriza un compuesto de ínfima amplitud y duración, a su vez, una consonante puede constituirse como:
La diferencia de los componentes nos resulta en un conjunto de rasgos fónicos, es decir que derivan en «d» o en «t» según el caso. Leonard Bloomfield (1887-1949) nos dice que «el fonema es la más pequeña unidad distintiva [y que ellos, los fonemas] no son sonidos sino conjuntos de rasgos fónicos que, cuando están agrupados, distinguen emisiones» Esta escuela habla de una oposición entre fonética y fonología:
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«71» la fonología es la ciencia disciplinaria que estudia a los sonidos del sistema, esto es lo que en Saussure se llamaría «lengua» , en tanto que la fonética lo hace sobre el habla, sobre los sonidos del habla, en definitiva. El habla, entonces, viene a constituirse en una función de la lengua o, como dice Coseriu, en la «normolingüística» que fija el deber ser que regula el pasaje de la lengua al habla, la interfase constituida por la sociedad:
Si la pronunciación resulta deficiente, es decir afectada de «alofonía», la norma será la que rechazará al vocablo por su desvío del estándar, de la característica, de la norma, por la pronunciación variante de un sonido, en suma:
El legado de esta escuela estriba en el impulso dado a la fonología y a la fonética.
§ ESCUELA CONDUCTISTA Y ANTIMENTALISTA
Leonard
Bloomfield fue el máximo exponente de esta escuela. Estudioso de
Harvard, se dedicó al examen de las lenguas. Se formó con los neogramáticos. Su fallecimiento se produjo allá por los años ’50. Fue sucesor intelectual de Sapir, en una de sus cátedras. Estudió la gramática de las lenguas indias. Escribió gramáticas que se usaron en períodos de guerra para ilustrar a los soldados en los teatros de guerra. Criterios materialistas y positivistas sustentaron los estudios de Bloomfield que, sin duda, tomó contacto con las teorías de Watson (1878-1958), el padre del conductismo
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«72» y, también con Wundt (1832-1920) Estructuralista como se asumió, aplicó el criterio conductista a las cuestiones lingüísticas. En su ideario no hay mente, y ello derivan de su filiación orgánicoanatómico-biologista, apoyada en las determinaciones de la corteza cerebral, el sistema nervioso central, y el Área de Broca y de Wernicke, como causantes del tartamudeo, la incorrección gramatical, la pérdida del habla, la lentificación, la aptitud gramatical y la ineptitud semántica, y la elocución errática trasladada al lenguaje. Desde esa perspectiva, el ser humano no posee mente, sino cerebro, la lengua resulta, entonces, una función cerebral pautada, mecánica como una reacción nerviosa como producto de estímulos electroquímicos del cerebro en la caja craneana. Aquí cuenta un estudio esquemático, rígido, insuficiente, cerrado y materialista. Esta es la razón que lo llegó a limitarlo como lingüista, pero debemos reconocerle sus aportes en los dominios del «corpus» gramático que rige la materialidad de la lengua como una concepción de la lengua en sí, totalmente desgajada de los aspectos sociales, psicológicos y espirituales que no se ocupa de la espiritualidad en el habla, ni abarca la génesis del habla. Esas postulaciones lo llevaron a tomar la lengua tal como es, y está en su momento, en su tiempo, puntual y empíricamente focalizada. Eugene Nida (19142011), Zellig Harris (1909-1992) y Kenneth Pike (1912-2000), fueron discípulos del Bloomfield que supo adherir al conductismo y no se caracterizó precisamente por el estudio ni por el análisis lingüístico profundo, sino motivado por una vocación que lo terminó erigiendo en un reconocido gramático. Nuestro autor nos ha legado conceptos e ideas gramaticales como los de los Constituyentes inmediatos fundados en los elementos que resultan de la primera partición de un texto: los primeros elementos que podría devolver un texto, son, por ejemplo, sujeto «S» y el predicado «P»:
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«73» La relación sintáctica es una relación de «necesariedad», de «inordinación» morfológica. En cambio, la relación lógica es una relación que Bloomfield ha distinguido como otro tipo de construcción básica, de las que las hay: «1» endocéntricas que las define como aquellas en las que el todo (la oración) vale funcionalmente lo mismo que su núcleo: «la casa es linda» Siendo «casa» el núcleo y «la casa es linda» la oración; el Núcleo vale funcionalmente como construcción nominal, como sujeto, como complemento directo, como complemento indirecto, como aposición, es decir núcleo y oración valen, funcionalmente, lo mismo. «2» exocéntricas que las define como aquellas en las que el todo, la oración, no vale funcionalmente lo mismo que su núcleo: «come carne». Siendo «come» el núcleo de un predicado y «come carne» oración; el núcleo no vale funcionalmente lo mismo que la oración, es decir núcleo y oración no valen, funcionalmente, lo mismo. Por ejemplo: «la casa, linda y bella», donde «casa», «linda» y «bella» son núcleos. Bloomfield nos ha venido hablando de la palabra, a la que ha llamado «morfema» para poder imaginar una forma mínima libre. Utilizó precisamente el concepto de «libre» y «no libre» como «forma ligada» La forma libre de los «Formativos» como, por ejemplo, el caso de la «s» del plural en «perro/perros» En este respecto, sin embargo, enfrentó un problema gramatical en el caso del vocablo «dársela», donde hay más de una forma libre posible: «se», y «la» no son libres, en tal caso. Definió los formativos de existencia libre como los diminutivos y los plurales. «Se la da», es una forma libre donde hay tres formas libres. El método de sustitución -dice-, sería entonces, una operación mental habitual que resulta aplicable al análisis sintáctico.
Taxema y taxemas de orden, derivan, de algún modo, de las ideas precedentes de Bloomfield y sus seguidores: taxema es todo elemento que en una lengua sirve exclusivamente como elemento de relación. Según los niveles analizados se encuentran distintos tipos de taxemas: «1» las preposiciones y los adverbios de un orden gramatical, intervienen según un orden taxonómico como vinculaciones que, una vez derogados, pierden sentido sintagmático. Por ejemplo: «pienso, luego existo» «2» el orden de los elementos determina la función. Por ejemplo, en el idioma
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«74» castellano habría un solo taxema significado por un sujeto «S» y un predicado «P» que en la proposición que expresa que «el Filósofo, es Aristóteles» el orden se presenta como el elemento primordial, el sujeto «S» que los griegos de la antigüedad concibieron como «ousía», «esencia», y «substancia» Algunos críticos han señalado que, a pesar de ser generalmente aceptado que lo importante estriba en enseñar a pensar, Bloomfield no lo supo, aunque lo intuyó y lo insinuó. En otro orden de cosas, se le achaca que no fue un lingüista en sentido clásico, y que no aportó grandes progresos en ese terreno. En particular comete yerros incomprensibles cuando propone un mismo y único análisis sintáctico para aplicarlo a dos ejemplos disímiles. Es el caso de la proposición: « e l colegio fue abierto por un nuevo período» que, según dijo, estaba formando una estructura equivalente a «el colegii fue abierto por un nuevo portero» Este enfoque determinó una variante semántica presente entre «período» y «portero» Sin embargo, se le reconocieron importantes méritos gramaticales en cuanto apuntó a la semántica.
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§ SEXTA ESTAMPA «CHOMSKY Y LA ESCUELA GENERATIVA»
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«76» Dueño de una personalidad atrapante, Lingüista, Filósofo, Politólogo, Polímata en suma, Avram Noam Chomsky (1928-) vino para revolucionar la Lingüística. Se lo considera uno de las ocho luminarias intelectuales de todos los tiempos, y tercero después de Platón y de Freud. Vive aún y su anonimato obedece a las fuerzas desatadas en su contra para silenciar su voz siempre comprometida en contra del poder y sus reverberancias. Militante de la vida y amante de todo lo que es y existe, se erigió en un pensador y crítico acérrimo de la conducta totalitaria de los medios de comunicación masiva y de la acción gubernativa que denigra la esencia de todo lo humano. Discípulo de Harris, y por ende indirectamente de Bloomfield, estudió fonología con Jakobson. Nació el 7 de diciembre de 1928 y publicó Estructura sintáctica en 1957. La revolución que protagoniza Chomsky comporta una reacción contra el pensamiento cerrado y estructurado de Bloomfield. Chomsky revaloriza la semántica. Su línea de pensamiento es conocida como Gramática generatista o Gramática transformalista En una de sus obras sostiene que la lengua debe interpretarse como energía, es decir como actividad del hombre, como proceso y no como producto u obra, conceptos que Platón ya había establecido a través del significado de «enérgueia», «ergon» y «dynamis». Chomsky enfatiza intensamente la importancia de su visión de la lengua como proceso, como actividad, y no como producto. Los neogramáticos habían concebido, la lengua como producto. En función de estos antecedentes, Chomsky no descolló por ser un buen gramático, pues tampoco se lo propuso. La lengua es actividad, entonces es actividad lingüística y un lingüista no debería dejar de estudiar, de examinar la actividad lingüística. Sus tesis, se apoyan en sólidos pilares dirigidos a un objetivo que explica los procedimientos mentales y las reglas que explican la actividad lingüística del hombre, tratando de explicitar los pasos que generan el traslado de una idea a la utilización concreta de la lengua. De allí que uno de los hombres que recibe la escuela de Chomsky haya sido generativa Pero Chomsky fue mucho más allá del mero análisis somero y superficial de su idea. Desarrolló, explicitó estos pasos, indagó estas reglas, las examinó, las estudió, las clasificó taxonómicamente, las agrupó en categorías atendiendo al tipo de operación mental y las llamó «Reglas de transformación» Una idea que sostiene Chomsky es el innatismo de la lengua. Según conjetura Chomsky, el hombre posee la capacidad innata del lenguaje. El individuo, la persona, tiene impresa una serie de reglas gramaticales sintácticas, que conforman la capacidad lingüística. Esa capacidad es la misma para todos los seres humanos. Cuando el hablante crece se van completando, llenando de
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«77» contenido, pero estas reglas son universales. Después se verá a qué lenguas se aplican sus teorías. Digamos, además, tal como lo ha dicho el mismo Chomsky, para comprender mejor lo planteado por este eminente lingüista, que si viniera un marciano a la Tierra y escuchara hablar a un italiano, a un francés o a un croata, creería que lo que escucha es sólo el producto de una diferencia dialectal. Esto se explica por la escasa exposición que un hablante tiene frente al sistema y por la performance que alcanza aun con su escasez. Chomsky comparó las complejidades del funcionamiento de sistema con escasa o profusa exposición al medio. Lo innato es la modalidad, el modo que se manifiesta frente a nuevos sistemas. Por su calidad de discípulo de Harris, Chomsky conocía muy bien el sistema de la lengua y lo apreciaba mucho más complejo que algunos de sus colegas. Otra de las tesis que ha generado controversia, a través de la llamada Revolución Chomskyana, es la existencia de dos estructuras presentes en la lengua. «1» la estructura profunda, que consideró como la forma interior, o el contenido del lenguaje de origen puramente mental que siempre trasciende el contenido semántico, es decir el significado de una frase. Definió la estructura profunda como los estratos profundos del lenguaje, no observable directamente a los ojos del estudioso, algo así como lo significado. La estructura profunda responde a varias «capas» de estructura profunda, capas que estarías estratificadas en ideas, conceptos inobservables de orden semántico. «2» la estructura superficial está concebida por Chomsky como la forma exterior del lenguaje, algo así como la organización oracional de los contenidos, obviamente como un fenómeno físico sensible, y por lo tanto no mental. Por ejemplo, análogo a la expresión metafísica que sostiene que fue «la invisibilidad divina la que fundó el mundo visible» La estructura profunda de Chomsky se vislumbra, se interpreta, se organiza, se traduce, y permite, ella misma, que las estratificaciones de la estructura profundas se manifiesten de modo que se «hagan» observables. La estructura superficial es de índole sintáctico-sensible, y la estructura profunda invisible-metafísica. Veamos cómo, en casi todos los manuales, se presenta un mismo ejemplo referido al sentido del signo:
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«78» ¿Qué es la Lingüística, entonces? ¿Cómo opera el hablante? La lingüística es el estudio de los pasos, de las reglas partiendo de la estructura profunda, que va camino generativo de la estructura superficial, es decir de las transformaciones propiciatorias que regulan conceptos. De ahí el nombre de «Gramática transformalista» o «Gramática generativa» Chomsky estipuló los pasos, las reglas, las transformaciones y las expuso. Puntualizó la actividad del hablante. Sin embargo cayó en un interesante extremo: para poder describir lo que fue su modelo, Chomsky describió la lingüística desde la boca de un hablante nativo ideal. Finalmente, Chomsky llegó a la conclusión de que no era factible hallar hablantes ideales. Enunció, de todas maneras, las reglas que no están observadas en un hablante ideal, pues no existe posibilidad alguna de llevar adelante una comprobación empírica en tal sentido. El hablante ideal sería aquél que no estaría sujeto a presiones, sin angustias, un hablante sin ansiedades, sin influencia alguna, como si se tratara de un hablante aséptico, situado en una campana de laboratorio, tan preservado como una imposible entelequia. Pero, nos preguntamos ¿en qué consiste el «aspecto creador del lenguaje»? La lengua es también una actividad sistémica de signos que le permiten al hablante emitir y recibir una cantidad infinita de mensajes nunca antes construidos ni recibidos. El hablante asimila, a su capacidad de pensar, un conjunto coherente de reglas que le permiten construir y recibir, es decir decodificar, una infinita cantidad de mensajes. El lenguaje tiene un poder creador inusitado, porque maneja un número acotado de elementos y, con la aplicación de esas reglas, el hablante genera infinidad de posibilidades. Chomsky señala que estas características se manifiestan en el habla, no en la lengua, como acto individual. Esto cierra su idea del hablante ideal, nativo con naturalidad. Otra de las tesis que ha formula Chomsky, estriba en la competencia y la actuación. Por competencia entiende el conocimiento que todo hablante tiene de su lengua. En ella computa los elevados rasgos de intuición, vinculados con la herencia genética. Así, actuación es la puesta en práctica, la ejecución de la competencia. Pertenece al habla. Siempre es el reflejo directo de la competencia como condición «sine qua non» porque el condicionante del hablante ideal es más intenso. Chomsky no apuntó al «corpus» lingüístico de la materialidad, porque no le interesa. La clasificación de elementos y el concepto de lengua como sistema propuesto por Saussure, constituyó un aporte valioso, pero Chomsky redefinió la lengua como
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«79» proceso de reglas generativas, como un sistema de operaciones mentales generatrices. Sí se interesó por la actividad lingüística del hablante, y se ubicó entre los que observaron la lengua como «enérgueia» Podría establecerse una unidad de síntesis entre el pensamiento de Saussure y el ideario de Chomsky. Saussure deja su enfoque allí donde lo retoma Chomsky. Por decirlo así: Chomsky retoma sus investigaciones, allí donde los abandona Saussure.
Para Chomsky, Gramática es descripción pormenorizada de las reglas que explican los procesos mentales y que regulan el pasaje de la Estructura profunda a la Estructura superficial. Reglas transformativas, reglas generativas que regulan el pasaje de una estructura a la otra.
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§ SÉPTIMA ESTAMPA «HJEMSLEV Y LA ESCUELA DE COPENHAGUE»
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«81» La escuela lingüística que más ha incursionado en este dominio es la Escuela de Copenhague. Su figura central es el danés Louis Hjemslev (1899-1965), que con cuya «Glosemática» intenta construir un modelo lógico-lingüístico. Se trata aquí de separar al máximo el fonema del sonido, hasta el punto de construir un álgebra del lenguaje, que opera con entidades anónimas, es decir con entidades nominadas en forma arbitraria, sin designación natural. La reducción de la lengua a la lógica pura es aquí completa, y se asigna a la teoría lingüística la tarea de describir y predecir cualquier texto posible en cualquier lengua; incluso en lenguas que quizá nunca se hayan realizado, y algunas nunca se realizarán. El propio Jakobson, con todo su formalismo, no llegó jamás a ese límite de «Lingüística ficción», pero el ejemplo se cita aquí porque la Escuela de Copenhague ha sido importante para el estructuralismo y, como tal, sintomática de los extremos hasta lo que puede conducir. Para Hjemslev la lengua es más forma que esencia de la dicotomía esencia material forma intelectual y, es expresión y contenido de la dicotomía expresión contenido. Define a la lengua como un sistema de «glosemas» Toma las ideas de Saussure y de Chomsky; las amplía, al igual que a prácticamente sus teorías, inclusive significado y significante, estructura profunda y estructura superficial, y competencia y actuación. Las retoma, las reelabora y las redefine y reformula, siempre inclinándose hacia la idea de la lengua como actividad mental del hombre. Se trata de una elevación a la abstracción y, hasta cierto punto, resulta una teoría incomprensible. Está apoyada en la actividad mental, en un grado tan alto de abstracción, tan estéril, que no dejó herencia alguna.
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§ OCTAVA ESTAMPA «INTRODUCCIÓN A LA PSICOLINGÜÍSTICA»
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«83» Von
Humboldt (1769-1859) sigue el mismo esquema aristotélico que distingue
entre la «enérgueia», es decir la actividad y la energía implicada alrededor de la «ergon» como producto y obra; y alrededor de la «dynamis» como dinamismo, movimiento, y cambio. Esta disciplina se basa en el concepto de «enérgueia» Para Saussure la lengua es un conjunto de hábitos lingüísticos que le permiten a uno comprender y hacerse comprender. Bloomfield, en cambio, rechaza la existencia de conciencia y la introspección, ateniéndose a una psicología conductista, en el sentido de reacciones nerviosas que enfrenta estímulos. La Psicolingüística surge, como disciplina independiente, en el año 1953, en la Universidad de Indiana, por obra de Sebeock (1920-2001) y Osgood (1916-1991). Es una disciplina que estudia el proceso lingüístico, esto es, la clasificación de los procesos interesados en la emisión lingüística: la codificación y decodificación, distinguiendo así la producción de la recepción. Esta teoría: Requiere: «1. distinguir los elementos lingüísticos. «2. concatenar los mismos elementos. «3. operar alternativamente análisis y síntesis. Trata de: «1» procesos de codificación y decodificación. «2» adquisición y aprendizaje del lenguaje. «3» comunicación. «4» la relación habla-pensamiento. «5» la comprensión. «6» la pérdida del lenguaje (afasia). «7» la competencia. «8» génesis del lenguaje. «9» las actitudes de la propia lengua frente a las otras (psicolingüística social) La relación entre lenguaje y pensamiento ha sido, desde siempre, una preocupación lingüística capital. Se trata de una rama de la filosofía del lenguaje, del origen, de la relación entre lenguaje, pensamiento y personalidad, que no está presente ni sistemática ni permanentemente en el discurso de Saussure. Piaget (1896-1980) ha establecido cuatro estadios por los que entiende que el ser humano evoluciona, según la psicología del aprendizaje: «1» sensoriomotor, hasta los 18 meses. «2» preoperacional, hasta los 48 meses. «3» pensamiento concreto, entre los 6 y los diez años, «4» pensamiento abstracto, entre los diez y los catorce años.
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«84» El pensamiento antes del advenimiento de la lengua aparece como una masa amorfa donde el individuo no distingue. Un chiquillo, a los dos años, piensa de determinado modo, maneja incipientemente su lengua, y por ende su pensamiento. Su personalidad no está, ni siquiera, todavía estructurada. A medida que avanza la edad biológica, devienen formas de pensamiento concreto, que preceden al pensamiento abstracto: es la introspección, la reflexión y el razonamiento. Mucho se ha estudiado entre lengua y pensamiento. Entre los lingüistas no hay uniformidad en torno al pensar como menester previo del habla o, a la recíproca, si para poder pensar primero es menester hablar. En este respecto podríamos suponer que, tal vez pensamiento y habla hayan evolucionado simultáneamente. Esta conjetura se desarrolló casi de consuno e inseparablemente. Sin embargo, no es difícil de calcular la importancia que asumieron en el desarrollo lingüístico. La Psicología estudia la conducta y, la psicología cognitiva estudia la inteligencia, mejor dicho las inteligencias, y la Psicología evolutiva se ciñe a los estadios por los que transita el ser humano desde su «psiquismo» y su «maduración» Se supone que si un mejor manejo de la lengua implica un mejor dominio del pensamiento, en ese preciso momento fructifica mejor el acto de enseñanzaaprendizaje. Ese es el momento crucial de intensificación para conferir espesor estructural al pensamiento y a la personalidad. El estudio de las herramientas lingüísticas debería intensificarse en el período en que el que aprende desarrolla sus facultades mentales. Históricamente, en los pueblos civilizados, el estudio lingüístico se incrementa entre los 6 y los 12/13 años, y debería entenderse como un instrumento de maduración intelectual, y de ninguna manera se aconseja enseñar en sí mismo. El acto de estudiar, es decir el acto de enseñar y aprender, procede cuando sus principios recaen en otras áreas del conocimiento. Habría que disminuirlo, y en su caso acelerarlo de intensificación, según el caso y la etapa evolutiva psicológicamente cursada. Es decir que con la lengua se podría categorizar la realidad circundante, se podrían distinguir ideas y momentos por vía hermenéutica de la lengua. Categorizar la realidad implica establecer moldes, cortes, distinguir ideas, concebir estructuras. Una lengua mal manejada implica caer en un empobrecimiento elemental en el respecto de la causa y el efecto, y en el del medio y el fin, lo que sobreviene en un empobrecimiento del horizonte vital. Quien primero habló de categoría fue Aristóteles, precisamente en su tratado homónimo, en donde las expuso:
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«85» Una categoría es una forma de pensar algo, una manera de concebir una idea. A cada representación mental, es decir a cada contenido de consciencia del orden de la intuición, del orden del concepto, o del orden de la mera idea, le corresponderá una categoría lingüística previa codificada en términos de «imaginación» Las vinculaciones, es decir las relaciones, se establecen mediante conectores que son preposiciones o por una mera «melange promiscua» entre proposiciones con enlace o sin él:
§ LA VERSIÖN HEGELIANA DEL LENGUAJE
Hegel es triádico. Lo que Hegel (1770-1831) enseña es lo que se aprende en esa lógica considerada como dialéctica, en ese modo de reflexionar con el que la razón opera afirmando, negando, y negando la negación en una sucesión triádica infinita donde se verifica el principio de negación productivamente conservada, el de separación con conservación, y el de reconciliación. De tal suerte, la realidad, que es decir la historia, se comporta como una serie de relaciones de negaciones que figuran una espiral hacia la verdad. De alguna manera, y para entender mejor el concepto, uno, para saber quien es, para saber «quien soy», debe saber quien no es, debo saber «quien no soy». Así, en la filosofía de Hegel, se avanza hacia síntesis cada vez más abarcativas, hasta lograr la síntesis de las síntesis que comporta toda la realidad de naturaleza espiritual por cuanto comporta la expansión, la mudanza, y el intercambio del espíritu hacia la naturaleza. Así es como el entramado de figuraciones sucesivas se va automanifestando, pasando por tres momentos: «1» por la idea (momento en sí, puro pensamiento, plan, proyecto), cuando se constituye el plan de la creación antes de la creación; «2» por la naturaleza, la materia, lo contrapuesto a la idea (momento fuera de sí), cuando la idea
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«86» se aliena; y «3» por el retorno a la autoconsciencia a través de la historia de la humanidad, la humanización a través de la historia de la humanidad (el momento para sí), cuando el hombre reconcilia pensamiento con naturaleza. Entonces, la humanidad es un solo sujeto absoluto, total, que marca los distintos grados de consciencia mediante el progreso de la consciencia de sí individual y también total: progresa la consciencia. Es evidente que, en la medida en que el pensamiento no sea entendido como una de las facultades psíquicas del ser como sujeto humano, sino como la estructura esquemática ideal y por tanto no empírica, del universo, el pensamiento será realizado en el lenguaje, y no sólo en el lenguaje, que es allí donde hallará la manifestación de su externalidad. En lo tocante al proceso de autoconciencia que se realiza a través del pensamiento absoluto, que es como decir total, puesto en la figura del sujeto, es precisamente el lenguaje el que resulta en una forma privilegiada de manifestación externa donde dicho proceso comienza y acaba. Precisamente es también al lenguaje donde el pensamiento finalmente regresa, donde vuelve a sí mismo mediado por el lenguaje, tras recorrer el ciclo de las sucesivas alienaciones espiralizadas, reconciliándose de nuevo con el Pensamiento originario que poseyera antes de su alienación, antes de la formación de la naturaleza y de cualquier espíritu finito. Este movimiento «en-sí-para-otro-y-para-sí» existe también empíricamente, se presenta figurativamente, se presenta como una forma análoga a la del lector que ha comprendido, y puede hacer comprender adecuadamente, una obra históricoliteraria. El conocimiento absoluto, que es el conocimiento total en el infinito, que es conocimiento que en lo sucesivo se repetirá como «relato» en razón de haber alcanzado su totalidad inmutable, se abre así al pensamiento que se convierte, de esta manera, en pensamiento absoluto, o sea como un sistema de significados de palabras que en su conexión combinatoria conforman la expresión de la estructura universal del mundo, es decir su esquema ideal puro en el que se desenvuelve la historia como relato. Estas circunstancias merecen ser bien examinadas dentro de la comprensión hegeliana de las interacciones que suscitan pensamiento y lenguaje: una comprensión que no ha perdido su actualidad durante más de una centuria y media. Es curioso que Hegel nunca haya revelado, en ninguna parte, su concepción sistematizada acerca de la relación que vincula pensamiento y lengua como equivalencia de la relación que vincula a lengua y habla. Es en esta, su concepción, la
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«87» que se necesita reconstruir para revelarla simplificadamente, de tal suerte que algunas premisas raramente explicadas, resulten bastante posibles. Es indudable que el lenguaje en sí mismo no le interesó tanto a Hegel como tanto le interesó, tal vez con carácter exclusivo, el lenguaje como una forma de manifestar el pensamiento, o como pensamiento que todavía no ha regresado a sí mismo después de sucesivas alienaciones, desde su otro ser que «cosechó» la experiencia para-sí. Pero, en este sentido, Hegel justifica sus asertos, puesto que no es Lingüista, sino Lógico y, como se sabe, resulta poco posible estudiar al pensamiento fuera de la Lógica misma. Es también evidente que Hegel sugiere mucho más de lo que directamente dice en el respecto del lenguaje, puesto que conforma el elemento dialéctico-metafísico invisible en cuyo seno se desenvuelve la historia de las distintos estadios de conciencia y, en este punto es, precisamente donde la Lógica comienza, donde toda esta historia se ha revelado en el lenguaje, donde se halla representada, donde está apropiada y al mismo tiempo alienada en sus formas sígnicas. Es por ello que la Lógica posee como premisa inmediata y como material de análisis, no ya la historia misma de su propia realización, sino la historia lingüísticamente expresada, la actividad de la razón enunciada, el Pensamiento con mayúsculas. Esta circunstancia sienta la base para la interpretación hermenéutica de la dialéctica hegeliana según la cual no es el Pensamiento el que permite encontrar la conciencia de sí en el lenguaje, sino al contrario, es el Lenguaje el que permite hallar en la dialéctica lógica, la condición de posibilidad lingüística para comprender sus propios esquemas abstractos no empíricos, resultando esa dialéctica en una expresión de uno de los aspectos del Lenguaje como una realidad primitiva incondicionada, como una «existencia» del espíritu. Bajo semejante interpretación, todas las categorías lógicas construidas por Hegel en una sucesión sistematizada, pierden el significado de las determinaciones objetivouniversales de la realidad que el espíritu comprende y se interpretan exclusivamente como significados de palabras que conforman puntos de convergencia de la estructura del lenguaje, y solo del lenguaje. De este modo, no son las categorías lógicas las que se «depositan» en las estructuras del lenguaje, en su construcción gramatical y semántica, sino al contrario, son las formas del lenguaje las que encuentran su expresión académica bajo el nombre convencional, y confuso, de «formas lógicas»
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«88» § LA VERSIÓN KANTIANA DEL LENGUAJE
Vale, como dato ilustrativo introductorio, consignar que Kant (1724-1804) nació hacia 1724, tres años antes del fallecimiento de Newton (1643-1727). Se alistó en el racionalismo hasta que la lectura de la obra de Hume (1711-1776) lo despertó de su adormecimiento dogmático. Desde entonces la emprendió contra el dogmatismo. Por su parte, el racionalismo de Descartes (1596-1650) no había puesto en cuestión, ni tampoco había tematizado, ni las posibilidades ni los alcances y límites de la razón. Kant había observado una contradicción en Hume, quien, mientras exaltaba la física newtoniana, al mismo tiempo cuestionaba al racionalismo por considerarlo contradictorio: la física de Newton es un hecho... y la filosofía tiene que dar cuenta de ello, justificaría Hume. Kant viene a preguntarse cómo es posible el conocimiento científico de la naturaleza, sus posibilidades, alcances y límites: ¿qué es posible conocer, y qué no lo es?, iba a preguntar en la Crítica de la razón pura. De la misma manera, ya dentro de la Crítica de la razón práctica, indagó acerca de los límites de la moralidad: ¿qué debo hacer? Otro tanto hizo con la Crítica del juicio, dónde se ocupó del juicio estético. En suma, para Kant la razón es una sola y tiene varias aplicaciones, a saber: «1» una aplicación teórica o pura; «2» una aplicación moral o práctica; y «3» una aplicación estética o del gusto. Su filosofía vio la luz bajo el nombre de Idealismo trascendental. Es Idealismo porque es el sujeto quien construye el ámbito de la objetividad. El sujeto construye al objeto que conoce. Sin embargo, el idealismo de Kant es un idealismo gnoseológico, epistemológico, orientado al conocimiento, a la manera de conocer, hoy diríamos a la teoría del conocimiento, no es un idealismo metafísico, como veremos más adelante. Para Kant, el psiquismo no oficia como un espejo que refleja el mundo pasivamente. No. El conocimiento es el producto de una actividad, es decir es una construcción del sujeto que construye al objeto, y ello conlleva actividad. Así es como Kant se opone al realismo gnoseológico, en el cual el sujeto es meramente pasivo y su mente refleja el mundo tal como es. El idealismo no es pasivo: la mente construye el objeto, téngase bien en cuenta, pero no lo construye en tanto que objeto, como materia, sino que lo construye en tanto que conocimiento, construye el conocimiento del objeto. Pero, ese conocimiento, considerando que a los humanos nos está dado conocer humanamente un mundo humano, es un conocimiento muy peculiar: no conocemos la realidad tal cual es, como «nóumeno», como «cosa en sí», ni como objeto trascendental, sino que la conocemos según nuestra
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«89» construcción, es decir fenoménicamente, hipostásicamente, aun cuando haya, de una parte, cosa en sí, y de la otra fenómeno, es decir un dualismo que puede sintetizarse diciendo que el ser y el pensar no son una y la misma cosa, como en Hegel (1770-1831) De alguna manera, con el giro que Kant promueve, con el llamado «giro copernicano», el objeto se desplaza hacia el sujeto: ora enfatiza el papel del objeto, ora enfatiza el papel del sujeto, pero ambos «juegan», el uno con el otro, como binomio indisoluble, a la hora de conocer. Es trascendental como un enfoque que no estudia tanto los objetos de conocimiento desde una perspectiva empírica, es decir por medio de la experiencia, sino mediante las condiciones de posibilidad del conocimiento a priori, es decir, independientemente de la experiencia. Esto supone que hay condiciones «1» materiales, y «2» intelectuales de la razón, que permiten construir el objeto que se conoce. Así, el sujeto no constituye un sujeto empírico, individual, sino trascendental, que condiciona la posibilidad de conocimiento de los objetos mediante la estructura de la razón: es un sujeto de conocimiento universal. Se trata de una estructura a priori, independientemente de la experiencia. Debemos dejar sentado desde ya que el significado de la palabra «a priori», es decir independientemente de la experiencia, no es equivalente al significado de la palabra «innato», es decir lo que viene con la persona al nacer. Nuestra estructura de la razón tiene una capacidad de ordenamiento y de jerarquización de datos materiales provenientes de la experiencia. Da la forma. El conocimiento supone una síntesis entre lo que recibimos (la materia) y nos afecta, y el orden que le aplicamos espontáneamente (la forma), de lo que componemos ante lo dado, lo que se muestra, lo presentado al psiquismo humano, a la sensibilidad, lo que se manifiesta. Sin embargo, no todo contenido de conciencia, es decir, no toda representación, procede de la afección de los objetos de experiencia sobre nuestra espontaneidad, aun cuando el conocimiento se origine en ella. Las ideas, que son representaciones que carecen del correlato con las intuiciones, que también son representaciones, pero de la sensibilidad, como veremos a continuación, son un buen ejemplo al respecto. El conocimiento está compuesto por las afecciones que los objetos provocan en el psiquismo, que reacciona espontáneamente, es decir por sí sólo. Está constituido por intuiciones de la sensación, de la sensibilidad, y por conceptos del entendimiento (materia y forma). No forma conocimiento, sin embargo, la razón en sentido estricto, cuya representación de ideas carece de intuición. El conocimiento se codifica en juicios que traducen una afirmación que declara que algo es verdadero, o una negación que declara que algo es falso, esto es un razonamiento válido o inválido.
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«90» ¿Cuál es el juicio que usa la ciencia? Kant los clasifica según la forma de enlace entre el sujeto (S) y el predicado (P) de una proposición, una oración, un juicio, un enunciado. En algunos juicios, tal es el caso de los juicios analíticos, el concepto del predicado está contenido en el concepto del sujeto. Por ejemplo, si decimos que «el triángulo es una figura de tres lados», estamos en presencia de esta clase de juicios. Esta clase de juicios, constituyen verdades universales, es decir valen para todo tiempo, para toda persona, y para todo lugar, y son, además, necesarios, es decir son de esa única manera siempre, y no pueden serlo de otra. No se trata de juicios que convienen con una ciencia porque no amplían el conocimiento: son descriptivos. De otra clase, son los juicios sintéticos en los que el concepto del predicado no está contenido en el concepto del sujeto. Por ejemplo, si sostengo que «la tapa del libro no es roja», esta información forma conocimiento: es información nueva, adicional. Se trata de juicios particulares, cuanto más generales, es decir que valen para algún tiempo, para alguna/s persona/s, y para algún/os lugar/es, y, además, son contingentes, es decir, a veces resultan verdaderos, a veces no. Son así, pero pueden no serlo. No constituyen ni tautologías ni contradicciones. Los juicios analíticos comportan formas de juicios a priori, no requieren del concurso de la experiencia, no se legitiman con ella, en cambio, los juicios sintéticos son a posteriori, requieren del concurso de la experiencia, requieren ser corroborados en ella, se legitiman con ella. La ciencia no podría utilizarlos abrigando alguna expectativa. Kant propone que la ciencia se apoye en juicios sintéticos a priori, pergeñando una suerte de combinatoria judicativa, de tal modo que tales juicios cuenten con el mérito y la virtud de erigirse en juicios que permitan el conocimiento de verdades adicionales, es decir que incrementen el conocimiento, que lo agreguen, como los juicios sintéticos, por un lado, y, a la vez, por el otro lado, lo hagan idependientemente de la experiencia, a la manera de los juicios a priori. Juicios que serán universales y necesarios, es decir universales en tanto que válidos para todo tiempo, para toda persona, y para todo lugar, y necesarios, en tanto que tautológicos, en tanto que sean así y solamente así, ni contingentes ni contradictorios. Kant comenzó el desarrollo de la Crítica de la razón hacia 1781, habiendo publicado una segunda edición modificada hacia 1787. Son proverbiales las cuatro preguntas que formula en la Introducción , y que repite en los Prolegómenos. Con esos interrogantes, Kant se propone señalar la contradicción en la que habría caído la filosofía de Hume. Las cuatro preguntas que Kant formula en la Introducción de su obra son: ¿cómo es posible el conocimiento de la naturaleza?, es decir, ¿cómo es posible la ciencia?, es decir, ¿cómo es posible lo sintético a priori «1» en la matemática; «2» en la física; «3» ¿es posible
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«91» la metafísica como ciencia?; y «4» ¿cómo es posible la metafísica como disposición natural? Como hemos dicho con anterioridad, la filosofía de Kant ha pasado a la historia con el nombre de «idealismo trascendental gnoseológico y propedéutico» que «1» es idealismo porque es el sujeto el que elabora, el que construye, el que compone, el que determina, el que condiciona el conocimiento del objeto que conoce; «2» es trascendental porque fija las condiciones de posibilidad del conocimiento a priori, es decir independientemente de la experiencia; «3» es gnoseológico porque se trata de dilucidar el alcance y el límite de la posibilidad de conocimiento de la razón; y «4» es propedéutico, es decir preparatorio para la dilucidación de la metafísica como ciencia. Conocer es una actividad del sujeto trascendental y de sus facultades desplegadas: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. Es la estructura misma de la razón de un sujeto humano trascendental la que conoce humanamente, y no como dice Hume, la razón de un sujeto empírico individual que recibe impresiones, la que se ve afectada y responde espontáneamente, por sí sola, a través de contenidos de conciencia llamados «representaciones» bajo la forma de «1» intuiciones; «2» conceptos; y «3» ideas. La razón humana es universal y sus determinaciones son necesarias. Opera siempre de la misma manera, en todo tiempo, en toda persona, en todo lugar, y sus resultados no pueden ser sino los mismos, e independientes de la experiencia empírica. El conocimiento es el resultado de una síntesis o unidad de lo diverso de la intuición en una conciencia cuyo requisito estriba en la conexión lógica de las percepciones en un ser pensante: «1» aprehensión en la intuición; «2» reproducción en la imaginación; y «3» reconocimiento en el concepto, componen lo que en doctrina kantiana se conoce como la «teoría de la triple síntesis», que, en realidad, se trata de una sola síntesis en tres pasos. El conocimiento comienza con la experiencia, se origina en ella, en el material en bruto de las cosas que provocan afección, en el momento mismo en que la cosa, es decir lo que se va a transformar en objeto de conocimiento, afecta, es decir estimula, al psiquismo humano, receptor y activo, que responde espontáneamente, por sí mismo, autónomamente, y sigue el proceso de la llamada «triple síntesis». La razón, receptora de la afección, y activa por espontaneidad, opera ordenando y jerarquizando, analizando y sintetizando, usando conceptos puros del entendimiento o categorías, esquemas, e intuiciones puras de la sensibilidad, con el objeto de subsumir las intuiciones empíricas de la sensibilidad en los conceptos intelectuales del entendimiento, es decir en aplicar estos últimos a aquellas. Allí, el tiempo juega un papel fundamental: constituye la forma humana de ordenar la experiencia. Los conceptos se aplican a las intuiciones, esto es a las representaciones de lo
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«92» dado, de lo que se muestra, de lo presentado al psiquismo humano. Para que las cosas constituyan objetos de conocimiento, tienen que darse algunas condiciones: «1» condiciones de la sensibilidad; y «2» condiciones del entendimiento. Entre las (1.1) las preintuiciones formales o geométricas; entre las (1.2) las intuiciones puras de la sensibilidad, es decir el espacio y el tiempo; y entre las (1.3) las intuiciones empíricas. Entre las (2.1) los conceptos puros del entendimiento o categorías; entre las (2.2) los conceptos esquematizados; entre las (2.3) los conceptos aplicables a las posibilidades de formular juicios, primero, y determinar objetos, después, es decir la subsunción o aplicación. Esto quiere decir que habrá una materia afectante y una forma intelectual afectada que obrará espontáneamente su actividad. Una materia que tiene su sede en el espacio, en el exterior, digamos fuera del pensamiento; y una forma en el intelecto, es decir en el entendimiento, en el interior, digamos en el psiquismo. Ambas conjuntadas constituyen: (a) las condiciones de la sensibilidad, y (b) las condiciones del entendimiento, respectivamente. Y decimos ambas conjuntadas, puesto que de lo contrario, las categorías sin contenido serían vacías, y las intuiciones sin concepto serían ciegas. Pero esta forma de conocer, es una forma hipostasiada, superpuesta, vicariante. No permite el acceso al conocimiento de las cosas en sí, de los noumenos, de los objetos trascendentales, sino el acceso a los fenómenos sujetos a las condiciones precedentemente mencionadas. Así, lo que conocemos es el fenómeno, lo que se da, lo que se muestra, lo que aparece ante el psiquismo, lo que se manifiesta según las estipulaciones subjetivas del entendimiento, teniendo en cuenta que el ser no equivale al pensar, que no son una y la misma cosa ser y pensar, que con el pensar no se conoce el ser, sino como fenómeno, nunca como cosa en sí. Cuando la intuición no es posible porque no puede aparecer, por ejemplo el alma, el mundo o Dios, no hay posibilidad alguna de conocimiento, pero sí existe la posibilidad de pensar esos incondicionados universales y totalitarios, dado que la facultad de la razón también implica la metafísica como disposición natural, pero de pensarlos por vía de analogías, de símbolos que guardan una relación similar con los efectos de la razón teórica. Esto quiere decir que la razón humana tiene una propensión orientada al conocimiento de lo absoluto, de la teleología, de los fines últimos de la existencia humana. La razón ejerce su capacidad de síntesis incesantemente, no sólo sobre los datos sensibles. Esas tres representaciones, intuiciones, conceptos, e ideas, son contenidos de conciencia, pero las ideas, incausadas o incondicionadas, el alma, el mundo, y Dios, las ideas que carecen de la materia correspondiente, y por ende de la intuición objetiva correlativa, exceden el marco de la razón
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«93» pura: no forman conocimiento. Caen en el dominio de la Metafísica. La metafísica de Kant, entonces, escapa al dominio del conocimiento, pero queda a cubierto de ser calibrada mediante la razón teórica, pura. Estriba en la razón práctica, en la moral, en la ética, en el quehacer humano, en la conducta que tiene utilidad para la convivencia humana porque, por ejemplo, necesitamos pensarlo a Dios, y no conocerlo. El alcance del conocimiento humano, entonces, llega hasta donde podemos intuir y conceptualizar; y el límite se fija allí en las ideas que no pueden ser intuidas, y por lo tanto conceptualizadas, pero sí pensadas. Pensamos a Dios y no lo conocemos. Si pretendiésemos hacerlo, la razón entraría en contradicción: «1» para con el alma, con los paralogismos; «2» para con el mundo, es decir el universo, con las cuatro antinomias; y «3» para con Dios, con los argumentos ontológico, cosmológico y físicoteológico. No sé si Dios existe, solamente sé que no lo puedo conocer... pero lo puedo pensar. Finalmente, es importante destacar que las ideas cumplen una función regulativa, no constitutiva de conocimiento. De aquí que haya juicios: (a) determinantes; y (b) reflexionantes. Las antinomias constituyen formulaciones sin salida, son contradictorias. Pero sí tienen salida en perspectiva individual: las tesis son válidas en el mundo de los fenómenos, mientras que las antítesis son válidas en el mundo de los noumenos. Para Kant, la dialéctica trascendental [34] es un límite sin salida. Así, se mueve la lógica de la dialéctica de Kant: tesis-antítesis, a diferencia de la dialéctica triádica de Hegel, que se formula mediante tesisantítesis-síntesis. Así es la razón, así opera. El Esquematismo trascendental, es decir la forma vicariante de representarnos el tiempo, es un procedimiento general de la imaginación para suministrar a un concepto su propia imagen. Es una regla de síntesis de la imaginación respecto de figuras puras en el espacio, una figura, un monograma, un esbozo del entendimiento. La imaginación trascendental constituye una pieza clave dentro de la Crítica de la razón. Lo mismo sucede con la Apercepción trascendental, es decir con la unidad trascendental de la apercepción, esto es con el carácter de ser la misma y única conciencia la que efectúa todos los reconocimientos de la intuición en el concepto. La filosofía crítica confronta libertad con determinismo. Por la libertad de la voluntad
34 Se llama «dialéctica transcendental», porque en ella se verifica una discusión de la razón consigo misma, un encuentro, un choque de tesis y antítesis, en el que la razón discute consigo misma la posibilidad de la metafísica. Y ahora nos encontramos con que Kant da a la palabra idea este sentido: las unidades absolutas, las unidades totalitarias, que la razón, saltando por encima de las condiciones del conocimiento, construye más allá de los límites de toda experiencia posible, saliéndose de esos límites.
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«94» elegimos (o no elegimos) lo que hacemos. Se trata de un principio metafísico ínsito en la Crítica de la razón práctica. Libertad es tensión entre lo deseado y los principios de la responsabilidad. Es posible establecer una moral universal, precisamente porque la razón es una facultad universal. Así, una acción es buena por el grado de tensión que exhibe entre la libertad y la responsabilidad (la intención). Bueno (o malo), es el hombre. De él se predica ser bueno o no serlo, y no de los objetos ni de los animales. Uno no debería preguntarse para qué alguien hizo tal o cual cosa, sino por qué lo hizo, es decir que al acto se lo mide como un acto por deber. Un acto por deber difiere de un acto por inclinación, en tanto el acto por inclinación es no racional. La pasión, por ejemplo, carece de valor moral: las pasiones son neutras. El sujeto moral es un sujeto autónomo. Los actos porque sí se determinan autónomamente por el sujeto, por la libertad de la voluntad que informa la norma. En Fundamentos de la metafísica de las costumbres, Kant hace intervenir, además del Imperativo Hipotético, al Imperativo Categórico, diciendo que «la máxima que ordena tu acción puede convertirse en un principio universal sin contradicciones», que no es lo mismo que decir «no hagas a otros aquello que no deseas que te hagan a ti». Más bien consiste en no aceptar que mis principios no se puedan universalizar. El sujeto humano es un fin en sí mismo. En consecuencia, no solamente existe lo que conocemos. A la existencia no solamente la da el ser, ni la conciencia, ni el pensar. Verlo así implicaría convalidar un residuo realista. También tengo una conciencia moral que me puede encaminar hacia la santidad, aquí, en el mundo fenoménico, como un ideal de la razón que se realizará en el mundo suprasensible, en el sí de Dios. A diferencia de Hegel, para quien el ser y el pensar son una y la misma cosa, porque todo lo racional es real y todo lo real es racional, para Kant el ser y el pensar no son una y la misma cosa: hay también lo moral. Allí donde termina la razón pura, comienza la razón práctica. La existencia no (sólo) la da el pensar, como en Descartes. Durante más de doscientos años de vigencia de la filosofía crítica Kant (17241804), se procuró llevar adelante un proyecto tendiente a subsumir todo el acervo lingüístico alcanzado por la filosofía posterior del lenguaje dentro de aquella filosofía kantiana. En efecto, esos dos siglos, han servido para verificar la persistencia de una «pulsión» pro kantiana, centrada en una indubitable influencia post kantiana. Convalidar la expresión «filosofía trascendental del lenguaje» implica tanto como confesar la afinidad entre la filosofía de Kant y la filosofía del lenguaje. Desde la existencia de la supuesta versión de una visión inmanentista del criticismo
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«95» kantiano, se ha procurado identificar una filosofía del lenguaje que a la vez sea la expresión de un aspecto interno a la filosofía del propio Kant. La consideración del temprano análisis kantiano acercó a la filosofía el método de la metafísica, que constituyó el primer intento que mostró cómo fue posible que el lenguaje se alzara como un campo de reflexión filosófica, constituyendo una base sobre la que se desarrollaría una visión kantiana del lenguaje posterior que puso de relieve 4 aspectos: «1» presencia de una constelación semántico-filosófica referida al lenguaje directamente vinculado con conceptos surgidos de la recepción de la tradición filosófica reapropiada por Kant; «2» inscripción de una nueva argumentación del lenguaje, expresada en los términos de una reflexión del método filosófico. «3» distanciamiento de la idea del arte, concebido como una característica que forma parte del método metafísico. «4» confrontación entre lenguaje y concepto con la intuición en cuanto a su posible valor para el conocimiento. La elaboración kantiana de las concepciones previas del lenguaje, del signo, del significado y de los conceptos conectados con esas nociones, contribuyen a identificar el trasfondo por encima el cual se construye la reflexión crítica del lenguaje. Su consideración destacó 3 cosas: «1» la concepción de la determinación gramática, conforme el paralelismo con la lógica formal, tal como se expone en la Lógica. «2» la concepción antropológica del signo y la clasificación y usos de los tipos de signos. «3» la identificación del lenguaje como facultad de designación. Con ello se muestran dos de las perspectivas teóricas incluidas en los análisis kantianos sobre el lenguaje: la lógica formal y la psicología empírica respectivamente, cuyo análisis integrado resulta como antropología pragmática. El valor de estas obras no críticas radica en que, por un lado, muestran la continuidad de la reflexión previa de Kant sobre el lenguaje, desarrollada en la investigación, y, por otro lado, presentan indicaciones relativas al lenguaje, un poco más detallado que en la obra crítica, que, precisamente, sirven de contexto, o bien son expresamente retomados desde la perspectiva trascendental de la obra crítica. El lugar del lenguaje en la Analítica de la Crítica de la razón pura, constituye uno de los momentos decisivos de la argumentación, ya que en ella se demuestra que, en lo que ha sido considerado como núcleo de su filosofía teórica, en la deducción metafísica y en la deducción trascendental, se presenta una breve argumentación respecto de los propósitos teóricos propios de cada caso, es decir respecto del lugar trascendental del lenguaje desde el punto de vista de la Crítica de la razón pura. En
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«96» el caso de la deducción metafísica, las consecuencias de la tabla de categorías para la reflexión sobre el lenguaje, señaladas como posibles aplicaciones de dicha tabla, apunta a la posibilidad de un diccionario completo, a la investigación gramatical, y a la característica combinatoria. En el caso de la deducción trascendental, la remisión de las palabras a las cosas, y el enlace entre palabras, son consideradas como formas empíricas de conciencia frente a la unidad trascendental del «yo pienso» Los resultados del análisis del lugar del lenguaje en la Analítica de la Crítica, pueden ser concebidos unitariamente a partir del concepto de reflexión trascendental, con el cual se abre un lugar en la lógica trascendental, para la determinación teórica del lenguaje como facultad, en la medida en que abre «a priori», es decir independientemente de la experiencia, el examen de la posible pertenencia a la esfera de la sensibilidad o a la esfera del entendimiento puro. De tal modo, la perspectiva trascendental posibilita identificar un criterio que permite evaluar la facultad del lenguaje según su valor de conocimiento y, con ello, el concepto de reflexión trascendental se muestra como un concepto metodológico que sintetiza la posición kantiana respecto del tema y del problema de una filosofía del lenguaje en su propia conceptualización y en su propio horizonte teórico. Al tomar como objeto temático la relación entre las representaciones con las fuentes de conocimiento, que son la sensibilidad y el entendimiento, a través del concepto de reflexión, el método trascendental se desarrolla en una gradación metareflexiva que se continúa en el nuevo paso que da la teoría trascendental del método. Desde este punto de vista, la Crítica provee la determinación del alcance del valor cognoscitivo del empleo de palabras y proposiciones desde la metodología trascendental: «1» frente a los signos del conocimiento matemático, el valor de conocimiento de las palabras como signos en el conocimiento filosófico. «2» frente a la forma de proveer significado en la construcción matemática, las condiciones del posible significado de las proposiciones filosóficas. Sobre la base del enfoque metodológico trascendental, la filosofía crítica provee conceptos como los de «significado objetivo», «símbolo», y «comunicación» que, aun sin haber sido desarrollados con una intención referida a la filosofía del lenguaje, sino a la crítica del conocimiento, son centrales para una reflexión filosófica sobre la filosofía kantiana del lenguaje del sistema crítico que sintetiza lo que puede ser identificado como filosofía del lenguaje en la filosofía critica de Kant que resulta del del enfoque trascendental.
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«97» En primer término: ¿qué tipo de teoría del significado tiene Kant? En segundo lugar, ¿la reflexión acerca del lenguaje, desarrollada en la facultad reflexionante de juzgar estética complementa la posición de Kant, respecto del lenguaje, desde el punto de vista del equilibrio conceptual? En dicha reflexión se expone de una manera algo más detallada, y se propone el modelo del juicio reflexionante referido al arte como una forma de comprender el lenguaje. La Analítica de la Crítica muestra que no hay significado trascendental sino significado para nosotros, que el mundo es común como significado objetivo para nosotros. La analítica de lo bello en la Crítica de la facultad de juzgar, muestra que, sobre esa base objetiva, establecida en la Crítica de la razón pura, en las obras de arte y el lenguaje, el significado queda determinado como cuando el concepto no se refiere a un objeto de conocimiento, sino que el símbolo que se abre en su lugar va más allá de dicha determinación gnoseológica, con lo cual posibilita la comunicación de perspectivas expresadas en el juicio del gusto. En síntesis, a partir de todo lo precedentemente expuesto se sostiene que, si bien en la obra crítica kantiana no se halla una reflexión sobre el lenguaje desarrollada en el mismo sentido en que es dable encontrar en Locke (1632-1704) y en Leibniz (16461716). Esas indicaciones, realizadas en ella, son relevantes para el tema y el problema de una filosofía del lenguaje. A partir de ello, su unidad puede ser justificada conforme muestra que el fundamento de dichas observaciones puede ser identificado en el punto de vista metodológico del enfoque trascendental desarrollado por la Crítica de la razón. Hay un enfoque, sostenido en los principios del método y en la teoría trascendental, respecto del tema y del problema de la filosofía del lenguaje. Este enfoque comparado, que integra una nueva concepción trascendental de los elementos conceptuales de la tradición referidos como signo, lenguaje y gramática, abre un lugar teórico en la concepción crítico-trascendentalista que, a su vez, muestra la elaboración ulterior de conceptos como significado, como símbolo, y como comunicación, que son centrales en una filosofía del lenguaje. Respecto de la posibilidad de una filosofía kantiana del lenguaje, el argumento sostiene que: «1» frente a las distintas posiciones que se siguen de una interpretación inmanentista del criticismo kantiano, la necesidad de mostrar lo que hay en esa obra, es relevante para una filosofía del lenguaje, en los propios términos conceptuales. «2» los propios términos conceptuales no constituyen observaciones aisladas, sino que resultan del método y de la teoría trascendental misma, es decir que integran la nueva concepción filosófica presentada en la Crítica de la razón pura. «3» sobre la base metodológica y teórica expuesta en «2», la filosofía crítica trascendental revela una expresa identificación del tema y del problema de la filosofía
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«98» del lenguaje, es decir que determina el valor de conocimiento del lenguaje como facultad, y elabora, desde dicha perspectiva, los conceptos de significado, de símbolo y de comunicación. 4» si su concepto de reflexión trascendental, se aplica a tal tema y problema, hay equivalencia con el concepto de filosofía del lenguaje; equivalencia que está acuñada y está determinada en dicho marco metodológico y en un horizonte conceptual propio. Kant concibió la filosofía crítica como un método trascendental. La Crítica de la razón pura constituye «un tratado del método» [35] A su vez, la investigación llevada a cabo en ella constituye «una ciencia particular, que puede llamarse crítica de la razón pura» [36], y fue denominada «crítica trascendental» [37] De modo que la argumentación, respecto del lenguaje trascendental se halla en concordancia, y está fundada en el aporte metodológico general de los principios teóricos de la Crítica de la razón, particularmente en la medida en que esta sea comprendida como método. Conforme a ello, la posible inclusión de la argumentación presentada respecto al tema y problema de una filosofía del lenguaje, en la filosofía de Kant, consiste en que esa argumentación es explícita, se funda en el planteo metódico-crítico-trascendental, y está expresada en la propia conceptualización de dicho sistema. Esta argumentación muestra a la reflexión trascendental como la filosofía del lenguaje En el enfoque, tanto como en la posición sustentada, se halla la posibilidad de analizar aspectos de las tesis, de las posiciones, y de las proyecciones inherentes al estatuto ontológico lingüístico de la filosofía crítica kantiana. Las siguientes observaciones pueden servir para indicar aspectos diferenciales en relación aquellas posiciones. Un señalamiento de la ausencia del lenguaje en la filosofía crítica de Kant, indica una posición que no tiende al método filosófico trascendental que no parece reconocer la posibilidad de desarrollar una filosofía sin construirla en torno del lenguaje como concepto filosófico central. Es decir que no reconoce la perspectiva metodológica como reflexión aplicada el tema y problema de una filosofía del lenguaje, parece asumir la idea de la oposición entre razón y lenguaje como si fuera un paralelismo entre pensamiento y lenguaje entendido como sensibilidad empírica. Hay un sentido según el cual las tesis del «silencio», o de la «represión» respecto del lenguaje, parecen innegables: la filosofía crítica de Kant no ofrece desarrollos explícitos temáticos del lenguaje como los que sí se hallan en, Locke y en Leibniz. 35 KrV (Crítica de la razón pura) B XXII 36 Ibíd. B 24 37 Ibíd. B 26
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«99» Cuando va más allá de ello, sin embargo, esta posición tiende a evaluar la filosofía crítica sin reconocer las indicaciones explicitas referidas al lenguaje que pueden ser identificadas con ella, ni explorar la posibilidad de una reconstrucción de las argumentaciones en ellas implicadas. Al proponer comprender el lenguaje en el marco crítico como concepto operativo, Riedel (1936-2009) desarrolla la posibilidad de construir una interpretación del lenguaje en dicho marco, pero con ello Parece convalidar tácitamente la tesis del silencio. Los desarrollos de la filosofía crítica en relación con la filosofía del lenguaje contribuyen a la comprensión del problema del lenguaje en Kant en tanto, por ejemplo, ponen en cuestión, la tesis del silencio de Kant y ayudan a explorarlo de diversos modos. Ahora bien, las proyecciones de la filosofía crítica como pragmática, semántica y semiótica trascendentales parecen dar por supuesto que en la filosofía crítica hay una falencia teórica que debe ser subsanada. Pero con tal actitud prácticamente se deja de lado, cuando no se impugna, que pueda haber en ella una posición sustentada teóricamente acerca del lenguaje. En estas reformulaciones, que constituyen puntos de vista filosóficamente relevantes respecto del lenguaje y respecto del significado kantianos, no aparecen sino relegadas: la relación con «otra» mente en la comprensión del significado y en la conexión de éste con el concepto de finitud. Tal enfoque metódico parece sugerir la posibilidad de una diferenciación entre los enunciados no críticos y los enunciados críticos en el contexto de la filosofía de Kant. Ella, sin embargo, resulta importante para establecer, respecto de nuestro tema, conceptos como los de empleo de signo empírico y significado objetivo. A su vez, centrar la identificación de la posición de Kant respecto del lenguaje en el «mentalismo», parece ser otra de las consecuencias de no reconocer suficientemente el punto de vista metódico del cual resultan los enunciados trascendentales establecidos en la filosofía crítica y quedarse sólo, por así decirlo, con la «psicología», es decir con la facultad de designación, a partir de la cual se desarrolla como reflexión trascendental. La interpretación de W. Lütterfelds (1943-2018) de la conexión de la filosofía crítica de Kant con la filosofía del lenguaje en el siglo XX, enfoca esta conexión centrándose en la concepción de una gramática trascendental. Esta interpretación comienza por reiterar que en Kant sólo se hallan observaciones respecto del lenguaje y si bien considera que es inevitable exponerlas, estima que, sin embargo, es más significativo desarrollar aquellos elementos teóricos de la filosofía de Kant que fueron recibidos críticamente en las concepciones postkantianas del lenguaje. Tal desarrollo consiste en una interpretación de las posibilidades latentes en la filosofía crítica
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«100» orientada por la idea de establecer una conexión estructural en la propia filosofía del lenguaje de Kant con su teoría trascendental del conocimiento. Sostiene que las pocas observaciones de Kant sobre el lenguaje que pueden ser conceptualizadas como su filosofía del lenguaje, no siempre son coherentes, ya que en ellas el modelo tradicional del lenguaje como signo se hallaría junto a una concepción de la gramática, donde precisamente se niega el dualismo entre signo y objeto. El paralelismo entre pensar y hablar reinante hasta Kant sería corregido por él a favor de una unidad originaria de ambos La reflexión de Kant sobre el lenguaje se ve, pues, caracterizada por el siguiente doble aspecto. Por una parte, en tanto los signos lingüísticos solamente serían un medio subjetivo para la reproducción del pensamiento, se hallaría en él un modelo mentalista del lenguaje como forma de designación. Por otro, la mención de una gramática trascendental sería precisamente el título que representa la crítica inmanente llevada a cabo de hecho en la reflexión trascendental kantiana. Esta crítica inmanente a la concepción del lenguaje como mera facultad de designación se sostiene desde una unidad a priori de pensamiento y lenguaje. La estructura de esta unidad ya no podría ser aclarada por el modelo del lenguaje como designación. En ella, «en contra de la propia concepción de Kant, los signos lingüísticos de ningún modo establecen sólo un enlace mediato de representación y objeto, sino que pertenecen, estructuralmente, al enlace inmediato entre ambos» Pero la filosofía crítica no podría dar cuenta explícitamente de ello, ya que «claramente Kant no tiene a disposición un modelo adecuado de la unidad a priori entre el pensamiento y el lenguaje que lo representa» De modo tal que «con todo esto Kant se movería de hecho, no reflexivamente, ya en el ’Linguistic turn’» En su investigación trascendental de la razón pura ya se encontraría implícita la perspectiva de que todo, en última instancia, se remite al lenguaje. Esto es lo que estaría implicado en la mención kantiana de la gramática trascendental. Ella, se halla a priori en nuestro entendimiento y contiene el fundamento del lenguaje humano en las categorías, es decir, en las correspondientes reglas para las síntesis del uso de expresiones que pueden ser verdaderas. Si bien este enfoque puede contribuir a la comprensión de la relación entre la filosofía crítica y la filosofía del lenguaje, con relación a la cuestión particular de la interpretación de la gramática en la obra de Kant es posible objetarle lo siguiente. En primer lugar, indica la posible falta de coherencia entre las observaciones de Kant respecto del lenguaje y de la gramática, lo que, para ser justificado, requeriría precisamente un análisis más detallado de la posición de Kant como tal, lo cual para Lütterfelds, queda en segundo plano. En segundo término, sostiene el punto de vista de que es
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«101» imprescindible una interpretación de la gramática trascendental como una dimensión implícita en la filosofía crítica de Kant la cual, como enfoque trascendental de la gramática, debería ser desarrollada en el marco de otra conceptuación, diferente de la kantiana y, hasta cierto punto, en contra de algunas de las observaciones o posiciones explícitas de Kant respecto del lenguaje y la gramática. Esta interpretación se mueve, pues, entre la afirmación de lo que le falta a la filosofía crítica como filosofía del lenguaje y la postulación de lo que de hecho ya estaría en ella, a saber, el giro lingüístico. Finalmente, identificar la posición de la filosofía crítico-trascendental como «mentalista» parece al menos dejar de lado las razones propias, inmanentes, al enfoque trascendental de la filosofía crítica. Se identifica la perspectiva trascendental del concepto y de la mente con una teoría psicológica de la fundamentación del conocimiento. Por el contrario, la teoría trascendental del concepto es operacional y la crítica de la razón en tanto facultad de conocimiento no es una crítica en sentido de psicología de las facultades, sino de los usos de éstas en un contexto reglado por normas lógico-trascendentales, tal como vimos respecto del empleo de palabras y proposiciones. Resumiendo, todas estas posiciones no toman en cuenta el enfoque de interpretación según el cual convergen respecto de la necesidad de una interpretación interna o inmanente de la filosofía de Kant, al menos como punto de partida. Precisamente la interpretación de Höffe (1943-2018) resulta tanto confirmación como guía en relación al caso de una filosofía del lenguaje en Kant. Para comprender el significado de la filosofía de Kant se debe ver su obra desde una doble perspectiva: en relación a la de su propia, época y en relación con la reflexión filosófica posterior. Ello desemboca en la propuesta de una lectura inmanente de la obra que a partir de ella considera sus cuestiones sustantivas en conexión con los problemas y posiciones contemporáneas. Este enfoque lleva a plantear la cuestión de si la filosofía de Kant debe ser considerada sólo como una filosofía del pasado o si sus planteos y soluciones, hasta donde ellas llegan, valen como posición filosófica de incidencia en la reflexión filosófica actual. Una de las condiciones para ello es considerar la Crítica de la razón pura como un argumento unificado como tal, atendiendo a la propia advertencia de Kant respecto de evitar apresurarse a identificar «contradicciones aparentes» en la obra, las cuales pueden ser fácilmente resueltas por quienes han dominado la idea [e la obra en su conjunto. Por ello sostiene Höffe que cualquiera que lea detenidamente toda la obra hasta el final, es decir incluyendo la teoría trascendental del método, reconocerá en ella el desarrollo teórico de lo que ya está contenido más implícitamente
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«102» en el mismo epígrafe y prólogo a la segunda edición: trabajar en la grandeza humana y en algo infinito implicando la idea de la filosofía trascendental como todo. Por eso la Crítica de la razón pura es, según esta interpretación, filosofía práctica en un sentido genuino. Aquí la razón práctica deviene un componente esencial de la metafísica o filosofía fundamental. Esta primacía de la razón práctica otorga, entonces, una significación preeminente a la moralidad. Mientras Kant restringe la pura razón teórica dentro de sus propios límites y somete los excesos de la metafísica de la tradición a un examen riguroso, eleva, por contraste el estatus y rango de la moralidad como expresión de la razón pura práctica. Con ello entramos a la conclusión que se concentra en la posible incidencia de la filosofía de Kant en la reflexión actual desde el punto de vista de la interacción entre filosofía teórica y práctica. La interpretación de Höffe parece, en primer lugar, confirmar el resultado del enfoque presentado en este trabajo: la Crítica de la razón pura provee el fundamento teórico y metodológico de una posición consistente respecto del tema y problema y de una filosofía del lenguaje. Pero, en segundo término indica, además, que, sobre esa base, pero más allá de ella, la contribución de la reflexión de Kant para una filosofía del lenguaje actual cobre su relevancia específica en la medida en que su potencial teórico se pone en conjunción con la filosofía práctica. De modo convergente señala Jurgen Stolzenberg (1948-) que al comienzo del presente siglo la argumentación de Kant por la autonomía de la razón y su ética de y para la humanidad parecen llegar a ser líneas de orientación global, tanto a nivel personal como en la vida social y política. En este contexto, subraya que reflexionar sobre Kant en el presente no sólo quiere decir considerar la filosofía de Kant desde el punto de vista de las teorías filosóficas actuales sino también abrir aquello que con el paso del tiempo y el cambio de los intereses queda pasado por alto, reprimido u olvidado y por ello a partir de ahora puede ser redescubierto y vuelto fructífero para los debates en el presente. Hacer a Kant objeto de la investigación filosófica incluye entonces, el esfuerzo por liberar el contenido racional de la filosofía de Kant a partir de su propio centro para evaluarlo en sus contenidos específicos en relación con las condiciones actuales. Ello, aplicado a la cuestión de la filosofía del lenguaje en Kant parece sugerir que, antes que orientarse por lo que la filosofía de Kant anticipa de o se asemeja a la filosofía actual del lenguaje, su valor filosófico radicaría en lo que le es propio, en el sentido de hacia dónde se orienta: la finalidad práctica. También en esta línea se ubica la interpretación de conjunto de la filosofía de Kant en conexión con el lenguaje de la filosofía, la cual se construye sobre la base de la interrelación entre la
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«103» filosofía teórica y la práctica. Una fundamentación de esta línea de interpretación guiada por la orientación práctica a través de su elaboración del concepto trascendental de acción en el marco de una concepción integradora de los momentos centrales de la filosofía de Kant como filosofía de la acción. Según esta perspectiva la teoría de la acción constituye la raíz más originaria y propia del pensamiento kantiano y de su concepción de la razón. Su principio básico se encuentra en la interpretación de la apercepción trascendental como actividad originaria de la subjetividad, tanto del “yo pienso” en el ámbito de la filosofía teórica como del «yo quiero» en el de la filosofía práctica. Este principio lleva a sostener una efectiva identidad entre libertad y realidad fenoménica, sólo concebible desde el punto de vista de la praxis y expone la integración de la reflexión de Kant en un recorrido que va del yo pienso al nosotros obramos. De forma tal que el fundamento trascendental provisto por la filosofía críticotrascendental respecto del tema y problema de una filosofía del lenguaje en Kant es una base claramente identificable, pero, siguiendo está línea de interpretación, orientada por la filosofía práctica, sólo un comienzo del, para emplear la expresión de Höffe, potencial de la filosofía de Kant para la filosofía del lenguaje. Un ejemplo de tal potencial puede ser visto en la inscripción de la noción de comunicación en la idea de razón. La actividad de síntesis provee la base de la posibilidad de comunicación, dice Kant en una carta a Beck: «Sólo podemos comprender y comunicar a los otros aquello que nosotros mismos podemos hacer. Pues no podemos percibir la síntesis como dada, sino que nosotros mismos debemos hacerla, nosotros debemos sintetizar, si algo debe ser comprendido por nosotros como sintetizado. Sólo con vistas a esta síntesis podemos comunicarnos entre nosotros» El resultado de esta conexión entre acción sintética y comunicación es explicitado en la Crítica de la facultad de juzgar, donde al final de la crítica de la facultad de juzgar estética, en la reflexión sobre el método en el juicio del gusto, sostiene que: «humanidad significa, por una parte, el sentimiento universal de simpatía, pero también por otro lado, la facultad de poderse comunicar universal e interiormente, propiedades ambas, que unidas, constituyen la sociabilidad propia de la humanidad, por medio de la cual se distingue de la estrechez animal» La posibilidad de comunicación es entonces un elemento constituyente de la cultura, en tanto humanidad quiere precisamente decir, poder comunicarse, en un doble movimiento, entre lo interior y lo exterior, cuyo resultado ideal sería la
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«104» convergencia entre interioridad y universalidad. De allí que lo que se oponga a este movimiento no pueda sino ser visto como límite exterior. A su vez, refiriéndose a la posibilidad de comunicar lo que pensamos, dice en ¿Qué significa orientarse en el pensamiento?: «La libertad de pensar se opone en primer lugar a la coacción civil. Es cierto cuando se dice que la libertad de hablar, o de escribir, podría sernos quitada por un poder superior, pero que la libertad de pensar no podría sernos quitada por él. ¡Pero cuánto y con qué corrección podríamos pensar si no pensáramos simultáneamente en una comunidad con otros, a los cuales nosotros les comunicamos nuestros pensamientos y ellos a nosotros los suyos! Por ello puede por cierto decirse que aquel poder exterior, que les arrebata a los seres humanos la libertad de comunicar públicamente sus pensamientos, les quita también la libertad de pensar» La posibilidad de comunicación como característica distintiva de la humanidad, es decir, como realización de la actividad sintética racional, actividad previa a la distinción entre praxis y teoría, sólo puede cumplirse como tal socialmente. En el segundo principio de Idea de una historia universal desde el punto de vista cosmopolita, leemos: en el ser humano las disposiciones originarias, que se refieren al uso de la razón, no se desarrollan completamente en el individuo, sino en la especie» De este modo se ve que el desarrollo, y el cumplimiento de la razón, requiere de la, y solo puede desarrollarse como, interacción social. La acción como condición de la comprensión y de comunicación, la libertad de expresión y la realización colectiva de la razón indican algunas de las posibilidades abiertas en la filosofía de Kant para una reflexión sobre el lenguaje.
§ LA VERSIÓN NIETZSCHEANA DEL LENGUAJE
El problema lingüístico es un reflejo del problema de la filosofía del lenguaje. Esta es la razón por la cual conviene recurrir a Nietzsche. Nietzsche había comprendido que el destino de la filosofía estaba en gran medida determinado por el lenguaje o que la transformación, con sus manifestaciones, que había sufrido el lenguaje desde sus posibilidades originales tenía la máxima importancia para entender el desarrollo de la filosofía hasta nuestros días [38] Entre 1869 y 1873 Nietzsche tematiza [39] el lenguaje, lo acerca como vector fundamental para la teoría del conocimiento, y lo problematiza conectado con la
38 Santiago Guervós. 39 Cfr. Retórica.[
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«105» verdad. Primero tuvo que considerar algunos elementos lingüísticos para poder considerar la problemática inherente a la filosofía. No se trata solamente de una comprensión de la filosofía a partir del lenguaje, sino también de una comprensión del lenguaje a partir de la filosofía. En definitiva, se trata de comprender el lenguaje mediante el lenguaje mismo. El problema se podría plantear a partir de los interrogantes iniciales surgidos en derredor de los actos del habla: ¿cómo las palabras cuadran con las cosas?, ¿cómo cuadran con el mundo?, ¿cómo la secuencia acústica es el habla?, ¿cómo el oyente comprende lo que se le quiere decir?, ¿cómo el hablante enuncia algo, plantea una pregunta , o da una orden?, ¿cómo cuando dice que «la filosofía aristotélica proviene de la escolástica árabe», que después de todo es, en algún sentido, apenas una cadena de ruidos, lo que quiere decir es realmente que «la filosofía aristotélica proviene de la escolástica árabe»? Teniendo en cuenta que la materialidad de la filosofía es lingüística, esta es la razón por la cual también se utiliza una teoría de la argumentación que toma como uno de sus puntos de partida la crítica a las respuestas que propone la pragmalingüística de Austin (1911-1960) y Searle (1932-) Ya que la epistemología opera, igual que la filosofía, por medio del lenguaje, y el lenguaje es esencialmente retórico, es decir persuasivo, todas las cuestiones que se refieren tanto al lenguaje, como a la filosofía, son cuestiones retóricas. En este caso, el vocablo «retórico» instala una clara voluntad provocativa: lo retórico ocupa el lugar de la esencia misma del lenguaje. Se trata de un término que significa de dos maneras. En una primera instancia, es entendido como una disciplina y una práctica destinada a que perfeccionar los artificios presentes en el lenguaje. En una segunda instancia, los términos que integran la definición precedente, no inhieren en lo retórico como naturaleza y fuerza del lenguaje: «No hay ninguna «naturalidad» no retórica del lenguaje a la que se pueda apelar [...] el poder de descubrir y hacer valer para cada cosa lo que actúa e impresiona, esa fuerza que Aristóteles llama ‘retórica’, es al mismo tiempo la esencia del lenguaje: este, lo mismo que la retórica [entendida ahora en el primer sentido] tiene una relación mínima con lo verdadero, con la esencia de las cosas; el lenguaje no quiere instruir sino transmitir a otro una emoción y una aprehensión subjetivas» Obsérvese que «subjetivos» es usado allí para indicar una interpretación, un punto de vista sobre las cosas. Más adelante veremos que esto dista de la concepción kantiana del sujeto trascendental que, desde la perspectiva de Nietzsche, no es más que otra figura retórica, como lo son todos los juicios sintéticos a priori. Casi
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«106» simultáneamente con este texto, Nietzsche escribiría que: «sólo olvidándose el hombre de sí mismo como sujeto, y precisamente como sujeto que crea artificialmente, vive en tranquilidad, seguridad y coherencia» Este es el sentido que adquiere el adjetivo indicado, a la sazón opuesto a un oscuro objetivismo creador de sentido, dado que para Nietzsche el lenguaje no puede acceder a la esencia de los objetos, sino apenas a sus relaciones con los sujetos: «La 'cosa en sí’ […] es completamente inasequible incluso para quien da forma al lenguaje y, desde luego, no merece en absoluto los esfuerzos que se hagan por ella. El creador del lenguaje se limita a denominar las relaciones de las cosas para con los hombres» ¿De dónde provienen, entonces, aquellas mencionadas materialidades que informan al lenguaje?, ¿cuál es el material en el que y con el que trabajará y construirá, más adelante, el hombre de la verdad? Notemos que lo dicho está poniendo en juego el problema mismo de hablar sobre el lenguaje, el problema de un metalenguaje que, en nuestro caso, sería lingüístico. Esos materiales, con los cuales se construiría la verdad, suponen y componen una multitud en movimiento de metáforas, metonimias, y antropomorfismos. En una palabra: un conjunto de relaciones humanas que, elevadas, traspuestas y adornadas poética y retóricamente, tras largo uso, el pueblo consideraría firmes, canónicas y vinculantes. Otra vez, la concepción de lo subjetivo, aparece enfocada como una orientación inherente al lenguaje. Más aun, al referirse al uso de ese lenguaje y de esas figuras antropomórficas, ponen en juego algunos elementos con los cuales podríamos entrever el concepto de «discurso» Este concepto se puede concebir como algo ajeno al mundo de las cosas, con el cual sólo mantiene una relación negativa y a cuyo orden el hombre, como individuo, no puede sino someterse. Ese orden es el de la metáfora, y su forma específicamente lingüística es lo que distingue al hombre de la bestia, pues depende de la capacidad de hacer que las metáforas intuitivas se volatilicen en un esquema, es decir: la capacidad de subsumir una imagen en un concepto. Los conceptos, alejados de la experiencia concreta que les dio origen, son similitudes representativas de la realidad frente a los cuales los hombres reaccionamos olvidando su carácter artificial que no es único, que no es individual, y no es espontáneo. De esta manera, por su naturaleza metafórica, la palabra se convierte en un índice, en una señal del concepto, en una función del concepto, y no en la vivencia original única. En definitiva, dentro de este verdadero juego de dados de los conceptos, la verdad equivale a utilizar los dados de acuerdo con su
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«107» denominación, que consiste en contar exactamente sus puntos. Esta manera de utilizar los dados de acuerdo con su denominación, consiste en no poder franquear la barrera de los conceptos. Volviendo al problema de subjetividad y objetividad en Nietzsche, el soterrado objetivismo que oculta que la subjetividad creadora de sentido es la que produce las condiciones de posibilidad de la interpretación de aquello que tomamos como realidad, es condición de existencia de una especie que se conserva por virtud de la inteligencia. Y esta inteligencia no es más que un uso adecuado de las convenciones lingüísticas. En este sentido, el lenguaje se vuelve circular: el sentido del lenguaje es lingüístico, un discurso se refiere a otros discursos, y el hombre, que olvida que el lenguaje es un entramado de metáforas originarias con el que buscó normalizar la naturaleza, cree ponerse en contacto con las cosas mismas. En realidad, el lenguaje está hipostasiado: presenta una objetividad que oculta la subjetividad que crea sentido. La teoría de la argumentación de Anscombre y Ducrot, parte de una tesis general según la cual el sentido de una unidad lingüística no está constituido por las cosas, por los hechos o por las propiedades que ella denota, ni por los pensamientos, ni por las creencias que sugiere, ni por las creencias que la suscitan, sino por ciertos discursos asociados que se denominan «concatenaciones argumentativas» Para Ducrot procedería diferenciar entre «poco» y «un poco» La diferencia semántica entre «Morfeo durmió poco» y «Morfeo durmió un poco» no reside en la cantidad de horas que haya dormido Morfeo, sino en los encadenamientos de dos enunciados que se excluyen mutuamente. En efecto, se podría decir que «Morfeo durmió poco y, sin embargo, puede manejar» e, indistintamente, se podría manifestar que «1» «Morfeo durmió un poco y, por lo tanto, puede manejar» Sin embargo, no se podría concatenar aquella oración que declare que «2» «Morfeo durmió poco y sin, embargo, no puede manejar», ni tampoco se podría concatenar «Morfeo durmió un poco, y, por lo tanto, no puede manejar» En este sentido «poco» y «un poco» adquieren significado según el juicio del locutor acerca del descanso en general y del sentido que le dé al descanso particular de Morfeo: «1» indica que Morfeo no durmió lo suficiente, mientras que «2» indica que Morfeo durmió lo necesario como para estar en condiciones de manejar. Lo importante radica en que no hay ningún elemento referencial que determine el significado, ya que la cantidad de horas de descanso puede ser la misma, pese a lo cual, dos locutores distintos podrían considerarlas suficientes, o no, evocando
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«108» distintos discursos que, a su vez, indican la orientación argumentativa de la alocución. Para describir el ejemplo de Ducrot, hemos hecho intervenir la deliberada noción de «locutor» Se trata de un concepto que se comporta como un componente destacado en la teoría polifónica. A partir de la crítica de la tesis de la unicidad del hablante, Ducrot propone la participación de tres «sujetos»: «1» un sujeto empírico, locutor, y enunciador de los puntos de vista, de las intenciones, de las orientaciones argumentativas, y de las conclusiones con las que se intenta persuadir., «2» un sujeto empírico, productor del enunciado que lleva adelante una actividad psicofísica y no es tomado en cuenta para el análisis lingüístico por su naturaleza extralingüística. «3» un locutor que es designado por las marcas del enunciado como responsable de su enunciación. ¿Cuál sería la importancia que esto tendría para nuestros efectos? si no fuera porque, al igual que en Nietzsche, encontraramos que no es posible el objetivismo del lenguaje con cuyo concurso se accede al mundo de las cosas, sino que el significado de un enunciado es una mera puesta en escena de sujetos lingüísticos que indican con qué discursos debe relacionarse un enunciado. En palabras de Ducrot: «toda oración contiene tres tipos de instrucciones: «1» encontrar los discursos. «2» encontrar la actitud del locutor respecto de cada uno de estos discursos. «3» identificar la fuente de esos discursos» Estas tres instrucciones combinan el planteo argumentativo radical según el cual, parafraseando a Nietzsche, «1» el lenguaje es argumentación (instrucción «1»), y «2» la teoría polifónica, según la cual la subjetividad, alejada de la noción kantiana de sujeto y convertida en distintas voces cristalizadas en la lengua, es fuente del sentido (instrucciones «2 y «3») Esta combinación constituye una teoría de la polifonía enunciativa. Aquí podemos volver a Nietzsche para intentar una explicación de esta cita que nos permita desentrañar hasta qué punto su filosofía es acreedora de esta teoría lingüística: «El poder de descubrir y hacer valer para cada cosa lo que actúa e impresiona, esa fuerza que Aristóteles llama 'retórica', es al mismo tiempo la esencia del lenguaje: este, lo mismo que la retórica tiene una relación mínima con lo verdadero, con la esencia de las cosas; el lenguaje no quiere instruir sino transmitir a otro una emoción y una aprehensión subjetivas» En otros términos, la esencia del lenguaje sería transmitir una actitud, un punto de vista, frente a las cosas que, lingüísticamente inaprensibles, son comprendidas en
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«109» el seno de los discursos que evocan. Volvemos sobre el problema de la subjetividad: no se trata de un individuo que transmite su experiencia individual, sino de una escena cristalizada lingüísticamente, en la que el locutor toma una actitud frente a los enunciadores, adopta un punto de vista y selecciona qué encadenamientos son válidos y cuáles no, esto es, dota al enunciado de una orientación argumentativa. Nietzsche concibe los juicios sintéticos a priori kantianos como ficciones que adquirimos con la gramática: «De hecho, en todas ellas [las leyes de la naturaleza] lo único que conocemos es lo que aportamos: el tiempo, el espacio, es decir, relaciones de sucesión y números. Pero todo lo maravilloso, justamente lo que admiramos en las leyes de la naturaleza [...] se encuentra precisa y únicamente sólo en la rigidez matemática y en la inviolabilidad de las representaciones del espacio y del tiempo, representaciones que, por otra parte, producimos nosotros» De aquí a la crítica del sujeto como ficción del lenguaje, hay sólo un paso: «sólo olvidando este mundo primitivo de metáforas [...] puede el hombre vivir con cierto reposo [...] si pudiera salir por un solo momento de las paredes de la prisión de esta creencia, desaparecería inmediatamente su 'conciencia en sí’» Estos «prejuicios kantianos de la razón» se fundan en la naturaleza retórica no referencial del lenguaje, de tal manera que la identidad del sujeto hablante, en base a la cual Kant había construido al yo constituyente del mundo, es también una ficción lingüística. En términos de Ducrot: una puesta en escena cristalizada de puntos de vista o sujetos enunciadores. En términos de una teoría del conocimiento: no podemos hablar de juicios que puedan ser objetivamente verdaderos, en términos de una adecuación del lenguaje a su objeto extralingüístico, puesto que sólo podemos suministrar interpretaciones cuya validez se basa en los puntos de vista, en las perspectivas puestas en juego en un enunciado a favor de una conclusión, es decir dar razones a favor de una conclusión. La crítica de Anscombre y Ducrot apuntaba a distinguir entre pragmática y semántica, proponiendo una pragmática integrada, Searle (1932-), en cambio, sugiere que la hipótesis de la crítica lingüística puede ser complementada filosóficamente a partir de Nietzsche cuestionando a los juicios sintéticos a priori de Kant, en punto al concepto de sujeto. La Teoría de la argumentación en la lengua y la Teoría de la polifonía,
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«110» conjuntos teóricos que denominamos globalmente «TAL», se alejan decididamente de las teorías representacionistas del lenguaje. Esto no implica solamente una crítica a las teorías en las que se describe el significado por medio de condiciones de verdad, sino también a la pragmática, que no habría logrado desprenderse completamente del lastre referencial. De esta manera, la crítica a la pragmática no la señala como inadecuada, sino como insuficiente. Esta crítica se basa en tres argumentos, los dos primeros teóricos y el último empírico: «1» el concepto de fuerza ilocutoria. describe las condiciones de adecuación determina la realización exitosa del acto de habla correspondiente. De esta manera, del enunciado: «¡Salga inmediatamente!» pronunciado por Josefina a Rigoberto, procede la pregunta por si Josefina dio efectivamente la orden a Rigoberto, es decir que, si en la relación entre fuerza ilocucionaria y condiciones de adecuación a una realidad objetiva existe en el acto de habla particular. Esta perspectiva reintroduce el problema de las condiciones de verdad. «2» el acto ilocucionario se caracteriza por la fuerza ilocucionaria aplicada a un contenido proposicional. Ambos elementos componen la significación: la primera en su aspecto subjetivo y el segundo en su aspecto objetivo. De este modo, se reintroduce una caracterización representativa del significado que es susceptible de ser juzgado como verdadero o como falso. Notemos que este problema no se encuentra en la superficie de la teoría Por esta razón es que Searle le ha dado un tratamiento no representacionista al significado cuando distinguió entre predicación y referencia. «3» los actos indirectos de habla, que consisten en describir la comprensión de este tipo de actos como la puesta en funcionamiento de una estrategia inferencial que «consiste, primero, en establecer que el objeto ilocucionario primario difiere del objeto literal, y luego en establecer en qué consiste el objeto primario» La solución que propuso Ducrot se basa en la distinción entre locutor y enunciador a la que nos hemos referido con anterioridad. Así, la significación de toda pregunta puede caracterizarse según dos instrucciones: «1» el enunciado de la oración interrogativa debe hacer aparecer un enunciador que expresa su duda respecto de la proposición objeto de la interrogación «2» la expresión de la duda debe ser leída como una pregunta, esto es, la enunciación debe ser entendida como la búsqueda de una respuesta del alocutario [40]. De esta manera, se pueden prever dos posibles actos ilocucionarios ligados a la enunciación. Si el locutor se identifica con el enunciador que expresa la duda, nos encontramos frente a una pregunta. Si, en cambio, el locutor no se identifica con ese enunciador, no se le puede atribuir la intención de llevar a cabo una pregunta y, en virtud de una ley del discurso, debe releerse ese enunciado como otro tipo de acto de habla, por ejemplo como una petición. 40 En teoría de la comunicación, el que recibe un mensaje.
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«111» Lo interesante aquí es que no se transforma el acto «primitivo» del locutor en otro acto «derivado». Al mismo tiempo, la caracterización del valor semántico de la oración interrogativa permite interpretar la enunciación como creando la obligación de responder. La teoría polifónica de la TAL permite, en virtud del carácter dialógico del sentido, alejarse más aun que la pragmática de las concepciones veritativistas y representacionistas del significado. Ducrot afirma, al respecto, que si el sentido es dialógico, no puede ser juzgado en términos de verdad o falsedad, aun cuando, si cada uno de los personajes, tomados aisladamente, pudiera ser considerado como veraz o mendaz. En realidad, hemos tenido que dar dos rodeos para exponer las contribuciones de la filosofía nietzscheana a una teoría lingüística. Por un lado, hemos tratado de mostrar cómo la pragmática lingüística de Austin y Searle, todavía contienen elementos representacionistas y, correlativamente, veritativistas, en su formulación. Lenguaje y mundo están mediáticamente conectados por el sujeto y sus intenciones. Digamos que el aporte nietzscheano no basta y que sus ideas contra la pragmática no valen por su contenido filosófico, sino por las consecuencias lingüísticas intercurrentes. Tampoco debemos suponer la presencia de una identidad absoluta entre sus ideas sobre la naturaleza retórica del lenguaje y la Teoría de la argumentación en la lengua (TAL) El desplazamiento suele sobreinterpretarse: «[Se] han hecho evidentes las múltiples interferencias entre el soporte factual (o, en un sentido banal del término, «objetivo») y las relaciones intersubjetivas que el locutor instituye con su auditorio. Yendo más allá en el mismo sentido, se podría sostener que las relaciones intersubjetivas no están sólo al lado, sino también en el fondo, en la base de datos aparentemente objetivos […] Buscando el papel argumentativo que desempeña la envoltura lingüística de los hechos, llegamos a no distinguir esa envoltura de los hechos mismos» En efecto, Ducrot ha llevado «más allá» esta presencia de la subjetividad en el lenguaje y ha dado pruebas lingüísticas de ello. La observación que hace en la última oración citada es perfectamente compatible con la que hizo Nietzsche en Introducción teorética acerca de la verdad y la mentira en el sentido extramoral: «Si [el hombre] se resiste a contentarse con la verdad en forma de tautología, es decir, con cáscaras vacías, manejará constantemente ilusiones por verdades» Y, todavía más: «Creemos saber algo de las cosas mismas cuando hablamos de árboles, colores, nieve
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«112» y flores y, sin embargo, no tenemos más que metáforas de las cosas, metáforas que no corresponden en absoluto a las entidades originarias» En este sentido, vale la pena señalar que, ya en Poétique, Derrida (1930-2004) y Lacoue-Labarthe (1940-2007) habían advertido las afinidades visibles en la filosofía nietzscheana de Verdad y mentira en sentido extramoral y la lingüística de Saussure. Por un lado, Derrida compara el uso de metáforas del lenguaje de la Economía, tales como «moneda» y «valor del dinero», en las reflexiones de Saussure y de Nietzsche acerca del lenguaje, en las que se invierte el sentido del intercambio analizado por Marx en el sentido de una moneda por su materialidad, por su valor metálico, y no por el valor de cambio. De esa manera, la teoría de la metáfora no explicaría la significación, sino que se convierte en una teoría del valor lingüístico que se corresponde íntimamente con una teoría del valor económico. Así, pasando por Derrida –y su lectura de Nietzsche-, ubicamos en los orígenes de una teoría lingüística (la TAL, a la sazón sucesora de la teoría saussureana), una teoría del valor que se apoya en el carácter constitutivo de la metáfora. Su naturaleza trópica hace ingresar a la retórica como fuerza del lenguaje: «La rhétorique est donc une certaine force persuasive, une force destinée à persuader. L'essence du langage, son origine et sa fin, est cette force même, -dont la première qualité est de ne pas être la force de la vérité» Esto es, fuerza retórica como fuerza argumentativa persuasiva. Ahora bien, hay elementos de esta filosofía que todavía quedan fuera de los límites de la Teoría de la argumentación en la lengua y que, quizás, estén señalando sus perspectivas de desarrollo. La Teoría de la argumentación en la lengua de Anscombre y Ducrot, por esa misma adscripción saussureana, es una idea que podríamos calificar como «estática», por tratarse de una teoría que trabaja sobre la lengua como objeto. Esta es una de las limitaciones que presenta, puesto que tiene todavía la ilusión de construir un metalenguaje capaz de dar cuenta de los fenómenos lingüísticos. Por otro lado, la distinción langue/parole aleja al sistema de la lengua de su uso; sin admitir la variación, hay todavía un sujeto trascendente en la lengua, que unifica la polifonía enunciativa en una experiencia única del lenguaje. El concepto de delocutividad, por el cual el significado varía históricamente a partir de la referencia a la enunciación anterior, podría haber mostrado la posibilidad
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«113» de una falta esencial en el centro del lenguaje, la inexistencia de una conciencia lingüística unificadora de los significados. Sin embargo, relegado al ámbito de la lingüística histórica y la filología, el concepto quedó de lado para la descripción semántica de la lengua. Esta base en un Sujeto trascendental que unifica o controla los efectos de sentido producidos por los sujetos que intervienen en la lengua es el principal escollo que debe enfrentar la TAL. Esto es, la investigación se aleja progresivamente del lenguaje objeto para reflexionar sobre sí misma, produce un metalenguaje sobre el metalenguaje. Esto es, tras la obsesión científica de llamar a las cosas «por su nombre» termina metaforizando sobre metáforas; queriendo entender la «lógica» del lenguaje, la teoría termina atrapada por esa misma «lógica retórica» Mientras no se pueda superar la postulación de esta unicidad última del sentido, de cierta universalidad homogénea en el lenguaje, la teoría lingüística seguirá atada a un mito originario, a saber, el de un lenguaje pre-babélico, que permitiría trascender los hechos históricos del lenguaje. En Ducrot se encuentra esta reflexión sobre un metalenguaje que explique y haga posible, que legitime en suma, el metalenguaje de la Teoría de la argumentación en la lengua como un riesgo que hay que correr y que ya anunciaba Lacoue-Labarthe al decir que: «il faut d’abord en passer par un usage lui-même métaphorique du concept de métaphore, ce qui ne suffit pas évidemment –bien au contraire- à arracher la métaphore à sa terre d’origine et ne peut manquer d’exposer au risque d’une régression sans fin» Sólo aceptando la necesaria precariedad del saber científico podrá la TAL ser coherente con las consecuencias últimas de sus presupuestos y postulados teóricos. Y esta es una lección de Nietzsche
§ LA VERSIÓN LACANEANA DEL LENGUAJE
Lacan
(1901-1981), ha introducido una nueva temática psicolingüística del
lenguaje: el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Es importante destacar la influencia de Jacques Lacan en la teoría y en la práctica psicoanalítica. Sus aportes, definidos como un retorno reinterpretado a Freud (1856-1939), permitieron otorgarle una nueva perspectiva a la teoría freudiana. Además, permitió salir de un serio estancamiento teórico en el que se encontraba la teoría psicoanalítica que, en aquel entonces, debido a las múltiples interpretaciones o aportaciones de diversos autores post-freudianos como Klein (1882-1960), como Adler (1870-1937), o como Erikson
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«114» (1902-1994) Lacan encara una revisión muy minuciosa de la teoría freudiana y sus casos más emblemáticos. Dicha revisión proyecta una fuertemente influencia de la lingüística estructural de Ferdinand de Saussure, lo que lo lleva a formular el aforismo que reza que «el psicoanálisis es posible sí y solo sí, el inconsciente está estructurado como un lenguaje» Es por esto que primero resulta pertinente repasar los principales postulados de Saussure sobre la Lingüística. Hay una a tesis doctoral que, en ese respecto, se expone que Saussure define al lenguaje como «…la facultad propia del hombre, y a la lengua como un producto social de esa facultad en una comunidad determinada» Además, Saussure argumentaba que el lenguaje tiene un costado social que es la lengua y otro costado individual que es el habla, es importante destacar la diferencia entre lenguaje y lengua, entre lenguaje y habla, pues Lacan sostiene que el inconsciente se estructura como un lenguaje, pero sus efectos se manifiestan en el terreno de la lengua. Se sabe que el inconsciente se exterioriza o se expresa a través de sueños, somatizaciones, actos fallidos, y otras «manifestaciones» por el estilo. En base a esta premisa Nasio argumenta que entre todas las realidades en las que se expresa el inconsciente, la de la lengua ofrece la mejor apertura para acceder al orden estructural del inconsciente, por lo tanto, se podría decir que en Freud los sueños eran la vía regia para el acceso al inconsciente, mientras que en Lacan el camino regio a seguir es el de la lengua del habla. Si bien Lacan se basa en la estructura lingüística desarrollada por Saussure, cabe destacar que no la adopta sin más, sin introducir previamente ciertas modificaciones en esa estructura que Saussure menciona como «sistema» Dicha modificación estriba en la conceptualización que formula Saussure sobre la lengua definiéndola como un sistema tal que cada uno de sus elementos concebidos como asociación arbitraria entre un significante concebido como una imagen acústica, y un significado visto como concepto. Se define por su valor posicional, por su posición relativa en el sistema interrelacionado en pos de una finalidad previamente concebida. Esta definición conllevaría una disociación entre significante y significado, cuestión dilemática que lleva a Lacan a invertir el postulado de Saussure, que le otorga una marcada primacía al significante por sobre el significado, considerando que la única manera que un significante encuentre su significado es mediante la articulación con otro significante, con lo cual establece la remisión de significantes a significante, articulada dentro de una cadena a manera de espiral dialéctica hegeliana .
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«115» Basado en el aserto anterior, Lacan sostiene que el síntoma tiene una función significante y que aparece como un mensaje interrumpido en el camino del aignficado: Por ello en la dirección de la cura el síntoma como un mensaje dirigido a otro, llama a una respuesta. El analista devuelve su mensaje al analizante reconociéndole y haciendo que él mismo reconozca en esa palabra su verdad. En este sentido, se destaca que el significante tiene dos propiedades, la materialidad y la combinación, dichas propiedades permiten que el significante se estructura como una cadena, pues cada significante siempre será distinto de otro, por lo que la cadena significante necesita de dos o más significantes. Además de Saussure, se debe reconocer la influencia del pensamiento de Jakobson y de sus estudios fonológicos que llevan a distinguir ums polaridad lingüística en el lenguaje: la metáfora y la metonimia, conceptos que son tomados por Lacan para formular las leyes que rigen el inconsciente, para luego considerar pertinente correlacionar una y otra con los mecanismos que rigen el inconsciente en función de la condensación y el desplazamiento entendidos como a la condensación como la representación de varias imágenes en una sola, y al desplazamiento como la movilización de energía pulsional sobre objetos, ideas o pensamientos. Dichos conceptos fueron desarrollados por Freud para explicación de la elaboración onírica. Lacan considera a la metáfora como una fórmula en la cual un significante sustituye a otro, tomando su lugar en la cadena significante. Por otra parte, define a la metonimia como la conexión de dos palabras en un solo significante. De esta manera Lacan extrapola el contenido de las leyes del lenguaje propuestas por Jakobson acerca de metáfora y metonimia, hacia el contenido de las leyes o mecanismos que gobiernan el inconsciente, desarrollados por Freud en el respecto de condensación y desplazamiento. Dicho esto, se puede concluir que el inconsciente obedece estas leyes y, por lo tanto, está estructurado como un lenguaje. Si bien el uso de conceptualizaciones lingüísticas extrapoladas a la teoría psicoanalítica freudiana, ha permitido vislumbrar una visión más clara acerca de la estructura y el funcionamiento del inconsciente. Resulta pertinente mencionar que Lacan se ha erigido en el centro focal de numerosas críticas, debido al uso de conceptos teóricos que describen un fenómeno: el lenguaje para la explicación de otro fenómeno aparte que vincula el inconsciente, pues como argumentan Pita, Galván, Pérez, y Surichaqui, no es posible tomar conceptos que intentan dar cuenta de fenómenos que son propios de un campo de estudio para dar cuenta de los fenómenos de otro, toda vez que no se estaría demostrando realmente nada, ya que los conceptos que se han tomado prestados han sido construidos a partir de estatutos ontológicos
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«116» concebidos como objetos de estudio cualitativamente diferentes. Sin embargo, Lacan no usa tales conceptualizaciones de manera directa, sino que realiza modificaciones sobre éstas para que se ajuste a su objeto de estudio, esto se evidencia en la supremacía del significante sobre el significado y sobre el uso de lo que él denomina «lingüistería» para diferenciarlo de la lingüística. Por último, la psicología como tal se ha valido, a lo largo de la historia, de conceptos de otras ciencias para explicar sus fenómenos como es el caso de la psicología sistémica que ha tomado conceptos teóricos de otras teorías como la cibernética o la teoría general de sistemas para dar sustento o una mejor explicación a las relaciones familiares y los procesos comunicacionales. En este sentido, debe recordarse que Lacan ha seguido la epistemología de Hegel, acerca de la superación con conservación de la nadificación que admite la importancia de la superación en una cadena dialéctica fenomenológica infinita que precede a la espiritualización histórica del individuo y las comunidades que buscan alcanzar su destino teleológico.
§ LA VERSIÓN MARXISTA DEL LENGUAJE
Las relaciones entre marxismo y lingüística fueron prácticamente inexistentes en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Durante ese lapso la ciencia del lenguaje y el pensamiento marxista siguieron cursos paralelos e independientes. Cuando por fin parecieron converger, en la temprana época soviética, el dogmatismo ideológico frustra el acercamiento. Algunos marxistas parecieron no estar conformes con la conclusión de Marx qye no concedió al lenguaje una importancia primordial. Quienes han emprendido el escrutinio minucioso de su obra solo han extraído unos pocos fragmentos aislados, en prolijos territorios textuales vertebrados alrededor de temas o contenidos no lingüísticos. Han merecido mayor atención los que figuran en algunos pasajes de La ideología alemana. El lingüista George Mounín (1910-1933) los remite a dos campos de interés: «1» el «problema de las relaciones entre lenguaje, mundo exterior y pensamiento» y «2» el lenguaje como «producto de la comunicación entre los hombres». He aquí esos fragmentos: «1» el lenguaje es la actividad inmediata del pensamiento. «2» ni la lengua ni el pensamiento constituyen por sí mismos un reino particular; son solo las manifestaciones de la vida real. «3» la lengua nace solamente de la insistente necesidad de establecer relaciones entre los hombres.
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«117» «4» el lenguaje es un conocimiento activo, práctico, que existe para los demás hombres y solo a causa de ello también existente para mí. La lingüística de hoy estará sin duda de acuerdo con estas proposiciones, así como muy probablemente también con las de los tiempos de Marx, en caso de que hubiera tenido noticias de ellas, lo que al parecer no ocurrió. En conjunto, se tiene la impresión de que Engels (1820-1895) y Marx han tratado del lenguaje siempre a propósito de otra cosa, es decir «de pasada» Esas breves y juiciosas formulaciones han sido invocadas más de una vez para sustentar la hiperbólica afirmación de que contienen una teoría del lenguaje en estado embrionario, como si fueran la prueba irrefutable de que Marx la hubiera podido desarrollar, de habérselo propuesto. Pero subsiste la sospecha de que no lo hizo, pues estaba absorbido por tareas a las que les otorgó mayor importancia. Parece razonable admitir que Marx debió reflexionar sobre el lenguaje en más de una oportunidad, en el curso de las investigaciones que produjeron su obra intelectual. Como hombre culto y atento al acontecer de su época debió estar relativamente informado de lo que se hacía en otros campos del saber. Como correctamente reconoce uno de sus biógrafos más críticos: No le cabe a Marx el reproche que se le ha hecho a Hegel por su actitud atolondrada y menospreciativa hacia los resultados de la investigación científica de su tiempo; por el contrario, intenta seguir la dirección indicada por las ciencias empíricas e incorporar al sistema sus resultados generales. De hecho, aparte de los fragmentos aducidos, han podido conocerse, entre sus textos, los nombres de algunos lingüistas como Schlegel, Herder, Grimm, y unas pocas referencias a unos cuantos hechos lingüísticos. Una de estos, por cierto, relativo a la conocida mutación consonántica de la lengua alemana, exhibe un revelador detalle: Marx reconoce que ese fenómeno no podía explicarse a partir de hechos económicos. No es poca cosa para quien ha recibido frecuentemente la recriminación de haber convertido a la economía en la causa eficiente y última de todos los fenómenos. A esto se reduce todo, o casi todo, para no excluir algún dato, en lo que se refiere a Marx y el lenguaje. Se puede, en consecuencia, considerar fundado el parecer de Mounin, según el cual en conjunto, se tiene la impresión de que Engels y Marx han tratado el lenguaje siempre a propósito de otra cosa, como «de pasada» En ellos, no
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«118» hay nada fundamental que recuperar directamente sobre la lingüística como ciencia, ni sobre la aplicación del marxismo a la lingüística. Además, sin poner en cuestión el valor conceptual intrínseco de los fragmentos citados, la fuente de la que proviene, es decir La ideología alemana, excluye toda pretensión de adscribirlos a un planteamiento axial con algún propósito teórico orientado a la Lingüística o a la Filosofía del lenguaje, pues tal libro resulta de una artificiosa maniobra que confunde materiales de Marx y de Engels, producidos en diferentes épocas y tal vez con diferentes cometidos. Quizás convenga preguntar si, entre los más conspicuos seguidores de Marx hacia finales del siglo XIX y las tres primeras décadas, o poco más, del XX, hubo quienes mostraran interés en los problemas del lenguaje. Si se toma a Lenin (18701924) como caso, la respuesta es negativa. Aunque se ocupa del lenguaje en Materialismo y empiriocriticismo, la polémica que sostiene con Helmholtz (18211894) no se plantea en términos lingüísticos sino filosóficos y, sobre todo, psicológicos. Otro tanto puede afirmarse de sus Cuadernos filosóficos. Bien que en diferentes ocasiones toca cuestiones de lenguaje, el encuadramiento epistemológico no autoriza una aproximación a la lingüística. Ni siquiera cuando tropieza en La ideología alemana con uno de los enunciados de Marx ya citados, va Lenin más allá de la emisión de un comentario tópico: «El lenguaje es el medio de comunicación más importante entre los hombres» La investigación puede proseguir sin que el esfuerzo se vea recompensado. Acaso deba mencionarse como excepción a Paul Lafargue (1842-1911), el yerno de Marx, autor de un estudio lexicológico titulado La langue francaise avant et après la Révolution [41], en el que trata de mostrar el efecto de las transformaciones sociales acaecidas entre 1789 y 1799 sobre el vocabulario francés. Pero, sea cual fuere el valor que se asigne a este trabajo, la cuestión estriba en que no constituye un aporte al marxismo focalizado desde el punto de vista de la Lingüística, ni toma de aquel, algo que a esta enriquezca. Según la Lingüística marxista de Nicolás Marr (1864-1934), la lengua, pensada como fenómeno superestructural, era un reflejo de clase social
41 La lengua francesa antes y después de la Revolución.
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«119» No mucho tiempo después se encuentra un asombroso episodio en la Lingüística Soviética. Durante la segunda mitad del siglo XIX, los lingüistas rusos estuvieron al corriente de los avances de la gramática comparada y la lingüística histórica. Tanto en Moscú, como en San Petersburgo, existían activos círculos intelectuales y académicos consagrados al estudio de la lengua, la literatura y la cultura popular. Pero un punto de inflexión ocurre con la Revolución bolchevique de 1917, que provocó la emigración de no pocos de eminentes intelectuales como Nicolás Trubetzkoy y Roman Jakobson. A partir de los años ‘20 y hasta 1950, en el campo de la ciencia, así como en las restantes esferas de la vida social, se propagó el dogmatismo originado en una peculiar interpretación del marxismo. Protagonista principal de estos avatares fue Nicolás Marr (1864-1934), un lingüista georgiano formado en la tradición comparatista y especialista en las lenguas del Cáucaso. Marr se propuso aplicar los postulados del materialismo histórico al análisis lingüístico, con el objeto de crear una lingüística marxista. Sostuvo que la lengua, que constituye un fenómeno superestructural, era un reflejo de la clase social y que a cada clase correspondían rasgos tipológicos específicos, independientemente de las lenguas. Esto significaba que un obrero de habla rusa y otro que hablara una lengua distinta podían comunicarse con más facilidad entre sí que cada uno de ellos con los hablantes de su misma lengua pertenecientes a otra clase social. A medida que Marr desarrollaba sus propuestas teóricas, se alejaba cada vez más de los datos de la realidad. Lo trágico de estas excentricidades, que emparentan el caso de Marr con el del Lysenko (1898-1976), es que adquirieron carácter oficial, constituyeron doctrinas reconocidas por las instituciones del campo respectivo, dieron lugar a prácticas obligatorias cuya elusión comportaba las más severas sanciones, desde la simple destitución a la pena capital, pasando por la reeducación concentracionaria, y crearon castas científicas privilegiadas que disfrutaban de considerables cuotas de poder, mientras invocaran el ritual y la preceptiva marxista para identificarse con el proceso político soviético en un paradójico alarde de rigidez dogmática y genuflexión intelectual. En 1950, Stalin (1878-1953), quien tenía la primera y la última palabra en todas las agendas, en nombre de aquel marxismo que había terminado siendo más suyo que de Marx, decretó la muerte total y definitiva del marrismo, 16 años después del fallecimiento de su fundador.
§ LINGÜÍSTICA O GRAMÁTICA DEL TEXTO
La Lingüística o Gramática del texto ha devenido en una novedosa postura _____ «o» _____
«120» postestructuralista. Ella justifica el pensamiento de Barthes (1915-1980) y Derrida (1930-2204), que apoyándose en la poesía de Paul Valery (1871-1945), han venido a dar en la denominada Lingüística o Gramática del texto. La Gramática estructural identifica oraciones y las analiza. La Gramática textual identifica oraciones y las analiza contextualizadamente, como una unidad de sentido completo, comunicativo y funcional que constituye la unidad objeto de estudio es la oración. Se nos habla de competencia y actuación o de actividad o producto, como lo hace Chomsky a partir de la Teoría de la comunicación derivada de la Teoría de la información. Junto a estas ebulliciones, la unidad de estudio ya dejó de pivotear sobre la oración. La unidad sujeta a estudio, ahora es el texto: hablamos por textos. Hablamos y comprendemos textos, sentidos implicados en el texto. Se ha planteado la necesidad de que la unidad enfocada sea verdaderamente el texto. Tanto hablante como oyente centran en ello toda la actividad lingüística. De aquí que inmediatamente surja una tendencia que piensa la unidad sujeta a estudio. La construcción parece estar regida por el sentido. Del examen de la situación comunicativa codificada en la Sociolingüística, se desprendió la Pragmática, la Etnografía del habla y la Kinésica.
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«121»
§ NOVENA ESTAMPA «INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLINGÜÍSTICA»
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«122» Sociolingüística es una denominación acuñada hacia 1949 por Harver Currie y Eva García Currie, como un campo ecléctico. Surgió en 1963 en la Universidad de California como una disciplina interdisciplinaria entre Lingüística y Sociología. Bright (1928-2006), Fishman (1926-2015) y Labov (1927-) fueron sus exponentes iniciales. La Sociolingüística estudia los sistemas dentro de un contexto social, analiza los problemas Diasistema de Weinrech (1894-1969)-Rona (1923.1974); o Le complex de Hockett (1916-2000), el Archisistema de Coseriu (1921-2000), o el Sistema de sistemas de Pitkin (1931-). Esto es, estudia los aspectos sociales y culturales en los que se manifiesta el mensaje de una lengua determinada.
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«123» En este dominio lingüístico, se distingue entre: «1» una sociolingüística pura que estudia los aspectos sociales y culturales en los que se manifiesta el mensaje de una lengua determinada: estudia los factores sociales que condicionan la competencia lingüística de una comunidad, y la estratificación generacional de la población. «2» una sociolingüística aplicada dirigida a la planificación lingüística y la confección gramatical. La Sociolingüística trata la diferenciación socio-cultural del lenguaje. Trata: «1» la identidad social del emisor, la identidad social del receptor y las condiciones de la situación comunicativa. «2» la diversidad o variación en el lenguaje. «3» la interacción lingüística. «4» el cambio lingüístico correlacionado con las clases sociales. «5» la actitud de las clases sociales ante el lenguaje y las creencias lingüísticas. «6» el plurilingüismo, la diglosia, los dialectos de clase, las diferencias en el habla de genero, el polimorfismo, y la planificación lingüística. «7» la diacronía y la búsqueda de las diferencias sociolingüísticas. Al respecto, y en el mismo sentido, Thelander (1945-) distingue: «1» una Sociolingüística de carácter social y metodológicamente dinámica. «2» una Antropología lingüística de competencia comunicativa sin competencia lingüística. «3» una Psicolingüística social dirigida a la actitud del hablante en tanto que lengua y variedad lingüística concreta. «4» una Sociología del lenguaje como campo interdisciplinario mejor. En síntesis, se puede decir, sin temor a equívoco alguno, que la Sociolingüística estudia la interacción entre el uso del lenguaje y la organización social de la conducta humana en sociedad, en tanto que: «1» analiza la dependencia de la conducta lingüística con las situaciones sociales de los hablantes. «2» toda comunicación es social, por tanto, el lenguaje también lo es todo él. 3» distingue la Lengua como sistema culto, la Norma como uso comunitario, sociolecto coloquial y el Habla como uso individual del idiolecto. «4» hay estratos sociales que son diastratos temporales diacrónicos, locales diatrópicos, de estilos diafásicos y de leyes influyentes o condicionantes diaglósicos. «5» el lenguaje no interesa tanto en su forma espontánea, como en el contexto del diálogo, como acto social. «6» toda aprehensión, verbal o no verbal, es pragmática que ocurre en situaciones y contextos culturales determinados. «7» los lingüistas opinan diferentemente sobre la socialización: Piaget (1896-1980) nos informa que a los seis años hay socialización, antes que egocentrismo. Vigotsky (1896-1934), en cambio, nos refiere que el egocentrismo es un estadio que va desde el lenguaje social al pensamiento interno. El lenguaje social estimula las operaciones del pensamiento. Por medio del lenguaje, el sujeto tiene posibilidades de interpretar y ampliar los campos de la experiencia inmediata y personal, influyendo en su estilo de
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«124» comportamiento. «8» para los lingüistas debe darse la enseñanza en una orientación situacional: es decir, se debe asegurar el aprendizaje y uso en la vida real. Las manifestaciones inherentes a la cosmovisión sociolingüística, permite distinguir: «1» Behaviorismo conductista, basado en el estímulo-respuesta. «2» Generativismo, basado en el mecanismo de adquisición lingüística. «3» Cognitivismo, concentrado en «3.a.» los fundamentos genéticos y biológicos en un período sensorio motor, hasta 18 meses; en «3.b. un período preoperacional, hasta 48 meses; y en «3.c.» un período concreto, que se da entre los 6 y los 10 años. y en «3.d.» un período abstracto que se manifiesta entre los 10 y los 14 años. «4» Acelerativismo, que propicia la aceleración de la enseñanza-aprendizaje.
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§ DÉCIMA ESTAMPA «ANTROPOLOGÍA LINGÜÍSTICA»
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«126» La Antropología
lingüística estudia las condiciones de posibilidad que
permiten que una manifestación sea adecuada en un contexto, es decir que examina las determinantes antropológicas y sociológicas de la lengua. Entre ellas, la Etnografía del habla.
§ ETNOGRAFÍA DEL HABLA
Dell
Hymes (1927-2009) concibe la Sociolingüística como un área de
investigación de la Lingüística en relación con la Antropología y la Sociología. En este sentido, la Etnografía del Habla sería el enfoque particular que considera que el interés por la Sociolingüística no es sólo teórico, sino también práctico. Para Hymes, la actividad de los lingüistas de esta disciplina específica es la descripción lingüística, cuyo alcance depende de la orientación teórica del lingüista. Hymes propone extender el alcance de las reglas lingüísticas, más allá del signo saussuriano y más allá de las oraciones, a los actos de habla. En el nexo en tanto que lenguaje y situación se conectan significativamente. Este enfoque sería compatible con las metas que, a su tiempo, concibiera Noam Chomsky en el respecto creativo del lenguaje, ya que la meta de la Etnografía consiste en completar el descubrimiento de la esfera de la creatividad humana
gobernada por reglas que posibilitan el desarrollo de las habilidades
personales. Sin embargo, Hymes reformula críticamente algunos de sus conceptos fundanetes, como los de competencia y desempeño. Para Hymes, un enfoque adecuado debe distinguir e investigar el potencial sistemático, la adecuación, la ocurrencia, y la posibilidad. Debe reconocerse no sólo el conocimiento, sino también la habilidad de instrumentarlo, con respecto a cada una de estas dimensiones, como un componente de la competencia en el habla. Hay propiedades de actuación esenciales al rol social del habla, que van más allá del conocimiento y de la habilidad referidos a personas en función particular. Estas propiedades, son funciones parciales de la organización social del habla en cuanto concierne a los hechos reales de habla conceptualizaos como como saber qué decir en cada momento. En definitiva, la Etnografía estudia el hecho comunicativo, estudia la comunicación en sí, estudia el hecho de habla como totalidad, y estudia los hechos del lenguaje tales como se realizan en el seno de una comunidad determinada, dentro de una cultura determinada.
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«127» § CAMBIO LINGÜÍSTICO KINÉSICO
El
cambio lingüístico es una característica inherente a la lengua. El cambio
lingüístico se refiere al proceso de modificación y transformación que experimentan las lenguas a lo largo del tiempo, es decir diacrónicamente, en el que a veces intervienen causas endógenas y otras veces participan causas exógenas. Hay cambios lingüísticos de diverso orden y tipo. Hay un cambio fonético que es el que se refiere a los sonidos, Hay un cambio fonológico cuando se transforma el contenido diferencial de los fonemas y la distribución de estos. Hay un cambio morfológico-sintáctico que se refiere a la gramática, a la forma, a la estructura y a la sintaxis de la lengua. Y hay un cambio lexical-semántico que se refiere tanto al significado de las palabras como a las formas léxicas y a las representaciones escritas de la lengua. El cambio lingüístico puede producirse por diversas causas. Algunas son de orden interno, otras son de orden propiamente lingüístico, entre las que se encuentran la presión del sistema, conocida como «presión paradigmática» Como sabemos, la lengua es un sistema en el que cada elemento entra en relación y entonces depende de los otros, por lo que el efecto de cualquier cambio en un elemento, no puede verse como un fenómeno aislado, sino que repercute en toda la estructura del sistema lingüístico. Las leyes fonéticas representan un factor de cambio al brindar un resumen de procesos y reglas de correspondencias, ya que el cambio fonético no reside en la palabra aislada, sino en todas las palabras que tienen esa determinada articulación. Algunas tendencias son claramente humanas Entre ellas podríamos citar la ley del menor esfuerzo o ley de la economía fisiológica que relaja y desgasta el sistema lingüístico mismo. Por ejemplo: la «m» final latina se perdía en la pronunciación de Plauto (254-184 a.C.)) [42] En el habla vulgar, la pérdida se fue generalizando; así, en 42 Plauto (c. 254-184 a.C.), fue un dramaturgo cómico romano que alcanzó una enorme popularidad entre sus contemporáneos y ejerció una notable influencia en la literatura dramática del postrenacentisno europeo. Plauto nació en Sársina, Umbría. Según la leyenda se trasladó a Roma y siendo muy joven logró una pequeña fortuna como autor y actor, pero la perdió haciendo malos negocios. Realizó numerosos viajes por el Mediterráneo y observó de cerca la vida de la gente de mar. Para ganarse el pan, Plauto buscó trabajo en un molino; allí debía dar vueltas a la pesada piedra. Mientras realizaba esta tarea creaba en su imaginación los personajes y pergeñaba las intrigas. Plauto escribió un gran número de obras que le valieron un éxito inmediato, y muy tempranamente la fama. Sus obras le dieron gran reputación y ha sido considerado como el fundador de la comedia latina, si bien es innegable que fue ante todo un imitador de los griegos. El mismo era quien dirigía la puesta en escena de sus piezas. El público de Plauto
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«128» la lengua romance, «caballum» dio lugar a «caballo», y «novem» dio lugar a «nuevo» La necesidad de ser comprendido, que crea diferenciaciones para mantener o reforzar la claridad del signo, es una tendencia en oposición a la ley del menor esfuerzo. Permite que se mantenga el sistema como medio de comunicación, impidiendo así su destrucción. Por ejemplo, la «m» final latina que se perdió en la lengua romance, sólo se mantiene en los monosílabos para reforzar su debilidad fonética, y aún se sigue pronunciando en español, pero convertida en «n»: «quem» em «quien», «cum» en «con», y «tam» en «tan», entre otros muchos devenires. La analogía que intenta unificar el sistema mediante la creación de formas, por imitación de otras ya existentes, es una analogía que corrige o entorpece incesantemente la acción de las leyes fonéticas. Con frecuencia el sentido de las palabras es el que ejerce su acción, de ahí que aparezcan accidentes en el orden de la etimología popular. La analogía es considerada por muchos lingüistas como la causa mutante más poderosa en la evolución lingüística porque actúa sobre la fonética, actúa sobre la morfología, y actúa sobre el vocabulario. Por ejemplo, en la etimología popular se dio una encrucijada de palabras procedentes de un error de interpretación de una de ellas. Así, el que habla cree, equivocadamente, que entre ellas hay una conexión etimológica seria. Del latín «veruculum» se dijo en francés «verrou», y en español antiguo y dialectal «berrojo», pero como esta palabra designaba un objeto para cerrar las puertas, entonces se pronunció «cerrojo», y, como insumo de hierro, en castellano antiguo se dijo «ferrojo», y en portugués «ferrolho» La analogía es también la base de fenómenos tan aparentemente opuestos como la llamada «formación contraria», que después de haber calificado como «salada» el agua del mar, teniendo en cuenta la oposición salado vs. dulce, se denomina por analogía «agua dulce» al agua no marina, a pesar de que dicha agua no es precisamente dulce, sino, no salada. La imitación de individuos y de grupos humanos que son vistos como modelos arquetípicos de cada momento, también ha influido en el cambio lingüístico. Así
estaba constituido por gente de todas las clases sociales, artesanos, militares, patricios, y negociantes; todos acudían con gran interés a las epresentaciones de sus obras, y su teatro era más popular que artístico.
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«129» durante la Época de oro, Góngora (1561-1627) [43], que había sido educado en un ambiente de humanistas y eruditos, introduce en su obra palabras del latín y del griego, ajustándolas a la naturaleza del castellano y as, de esta manera, pudo influir poderosamente en toda la poesía del siglo XVII. El principio de la economía se encuentra dentro de los límites del sistema. Se manifestó en el llamado «cambio funcional», por el cual una palabra que habitualmente es usada como cierta parte de la oración, pasa a desempeñar otra función. Por ejemplo, «mural» pasa a funcionar como sustantivo al sustituir a este en la expresión «periódico mural» Lo mismo ocurrió con la palabra «consolidado», que sustituyó a «empresa consolidada», así como el «rápido» sustituyó al «tren rápido» Tal como dijimos al comienzo, hay otras causas que son de orden exógeno. Por ser la lengua una institución social, o sea, como se usa por la sociedad, se ve sometida a las numerosas influencias que la propia sociedad le transmitió. De ahí que los cambios lingüísticos también sean motivados por causas externas, ya sea por los cambios económicos, políticos, o sociales que se vayan producido, o por la mera influencia recíproca de las lenguas. Un factor externo importante lo constituye la interferencia intersistémicas lingüísticos, que se produce tanto en el plano de la expresión como en el campo del contenido. En el plano de la expresión, la interferencia a nivel individual se denomina «acento extranjero», pero cuando se extiende a todo un grupo y se convierte en norma de una comunidad, da lugar al llamado «cambio fonético». La interferencia es el fenómeno que se encuentra en el efecto que causa el sustrato, en el efecto que causa el superestrato y en el efecto que causa el adstrato, es decir, por influencia ejercida por una lengua sobre otra. Al respecto, digamos que «sustrato» es la acción de la lengua de una población autóctona, conquistada y asimilada, sobre la lengua de los vencedores, si aquellos adoptan la lengua de estos. Por ejemplo, la influencia ejercida por las lenguas de los aborígenes americanos sobre el español. En cambio, se denomina «superestrato» a la influencia de la lengua de los vencedores sobre la lengua de los vencidos, cuando es esta la que predomina. Esto sucede cuando el pueblo que domina 43 Luis de Góngora (1561-1627) es el poeta más original e influyente de todo el Siglo de Oro español. Su obra poética rompe moldes e inaugura un nuevo lenguaje cuya virtualidad, aún insuperable, sigue marcando rumbos en la poesía contemporánea. Lo luminoso y lo oscuro en Góngora, surgen de una misma raíz proteica, capaz de enfrentar el doble espejo en el que todos nos miramos; ampliando, a la vez, la dimensión de sus límites.
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«130» se ha impuesto por superioridad política, militar i de otro orden, sobre un pueblo que tiene una cultura superior. Por ejemplo, la lengua de los vándalos al invadir y dominar a los pueblos romanos. Adstrato, por su parte, es la influencia de una lengua sobre otra cuando ambas viven en contigüidad geográfica. Ejemplo de ello lo constituye el español y el árabe durante la dominación arábiga en la península Ibérica. La interferencia se manifiesta en todos los niveles de las lenguas en contacto, pero en lo que al léxico se refiere, se da en el préstamo y el calco. Digamos que préstamo consiste en el paso de un signo puro y simple de una lengua a otra. En el español se pueden encontrar préstamos de diferentes lenguas, como, por ejemplo, del árabe viene «almacén», «adalid», «adarme», «aljibe», «alcoba», «acelga». Del francés viene «paje», «jardín», y «coqueta» Del italiano «soneto», «piano», «barcarola» y «parapeto». Y del inglés «casting», «film», y «short” Por otra parte, calco es la combinación de dos signos ya existentes a imitación de un modelo extranjero, como por ejemplo «fin de semana» según el modelo «week–end»; «máquina de escribir», según «type writer»; «larga duración», según «long-playing», entre otros Tal como se dijo con anterioridad, tanto las causas internas, como las causas externas, determinan el cambio lingüístico. Su conocimiento facilita una interpretación plena de los hechos lingüísticos. Según puede advertirse, es notable la importancia que asume el cambio lingüístico, porque es necesario que la lengua cambie para que pueda seguir funcionando como tal, para que pueda satisfacer las nuevas necesidades que la sociedad plantea, pues de no ser así, se produciría un rompimiento en las relaciones sociolingüísticas, y los hombres no podrían comunicarse entre sí. La lengua tiene carácter social, por lo que no pueden concebirse unas condiciones sociales cambiantes y una lengua inmóvil, porque esto provocaría una fractura de las relaciones entre ambas, con la consiguiente pérdida de la función comunicativa inherentes a la lengua. La lengua no debe ser entendida como algo hecho y dado como terminado, sino como un continuo «irse haciendo», como algo cambiante. Como una incesación de una no terminación de nunca dejar de no-ser. Se manifiesta principalmente esto, a través de las nuevas creaciones: formación de vocablos o sintagmas para designar nuevos conceptos y nuevos objetos, creaciones del lenguaje administrativo, cultismos nuevos de los lenguajes técnicos. Deben incluirse aquí la aparición de palabras o sintagmas por razones emocionales o expresivas. El lenguaje se usa, y cambia, ya sea en el aspecto
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«131» fonético, en las categorías gramaticales o en la significación de las palabras. De todo lo expuesto podemos colegir que el cambio no se da de un modo sólo vertical, sino también horizontal, como una cuestión diacrónica y antropológica. Así en latín: «patruus», «amita», «avunculus», «matertera», para diferenciar los tíos paternos de los maternos. Según Coseriu, diacronía y sincronía es, en esto, espejismo, ya que la una no puede hacer olvidar la otra. Es legítima la sincronía, no la diacronía, pues esta no puede ignorar los infinitos estados de la lengua, debe volverse historia de la lengua. El sistema sincrónico de la lengua no es inmóvil, muta. Los factores intrínsecos y estructurales determinan el grado de probabilidad y las direcciones de los cambios, pero es menester apelar a las circunstancias sociales y culturales para entender la pauta de la historia lingüística. El sistema, en tanto, no evoluciona, sigue cambiando para seguir funcionando homeostáticamente. Se renueva y así asegura su continuidad infinita que se sobrepone a la entropía. Se mantiene parcialmente a sí misma e incorpora nuevas tradiciones para asegurar su funcionalidad como objeto histórico.
§ ACTOS DE HABLA
Un acto de habla es un tipo de acción que involucra el uso de una lengua y que está sujeto a cierto número de reglas convencionales generales o principios de pertinencia. La pragmática de Strawson (1919-2006) y Searle (1932-) considera que «acto de habla» se refiere usualmente a lo mismo que se designa cono «acto ilocutivo», término a su vez acuñado por John Austin. De acuerdo con Austin, el «acto ilocutivo» se da en la medida en que la enunciación constituye, por sí misma, cierto acto entendido como transformación de las relaciones entre los interlocutores o con los referentes. Un ejemplo clásico es que al decir «lo prometo» o «sí, acepto», estamos, a la vez que hablando, realizando el acto. En este sentido, el acto de habla, es decir, la emisión del enunciado, puede realizarse en forma oral o escrita, siempre y cuando se lleve a cabo la realización de una acción mediante palabras. El efectuar un acto de habla, expresando una oración correcta gramaticalmente y con sentido, implica un compromiso con el entorno. Un acto de habla puede ser utilizado para solicitar información, para ofrecer, disculparse, para expresar indiferencia, para expresar agrado o desagrado, para amenazar, para invitar, para rogar, y para tantas otras cosas. Evidentemente, los actos de habla sirven para la comunicación humana. El acto de habla consta de tres niveles elementales: «1» acto locutivo o acto de habla locutorio es un acto que consiste en decir algo, se denomina así al hecho simple de hablar que realiza un ser humano.
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«132» «2» acto ilocutivo o acto ilocutorio de habla es el acto que conlleva la intención y finalidad del hablante, como por ejemplo el acto de felicitar o agradecer algo o a alguien. «3» acto perlocutivo es el efecto o consecuencia que acarrea el acto ilocutivo, es decir, el acto que tiene en cuenta la devolución reactiva que se desprende del acto de hablar o de escribir. Los actos de habla se pueden clasificar de dos maneras: «1» actos directos, que son aquellos enunciados en los que el aspecto locutivo e ilocutivo coinciden, es decir, aquellos en los que se expresa directamente la intencionalidad. «2» actos indirectos son aquellos actos cuyas frases en las que el aspecto locutivo e ilocutivo no coinciden y, por lo tanto, la finalidad de la oración es distinta de la que se expresa directamente. Fue John Searle, quien siguió el análisis de Austin (1911-1960) sobre los enunciados de acción o performativos y se centró en lo que aquél había llamado actos ilocucionarios como actos que se realizan diciendo algo, desarrolló la idea de que diversas oraciones con el mismo contenido proposicional pueden diferir en su fuerza ilocucional, según se presenten como una aseveración, una pregunta, una orden o una expresión de deseo. Según Searle, las fuerzas ilocucionales de un acto de habla pueden describirse siguiendo reglas o condiciones especificables, dadas tanto por las circunstancias como por el propósito que se sigue en diferentes actos ilocucionarios. En «creo que lo haré», el emisor manifiesta la posibilidad de realización de algo; en «prometo que lo haré», enuncia una promesa. Los actos de habla realizativos son aquellos en los cuales se hace exactamente lo que se dice, en ellos hablar o escribir es hacer. Estos actos se formulan con los verbos realizativos que nombran la acción precisamente al enunciarla; por ejemplo, al decir «prometo», el emisor «promete» Los actos de habla también pueden ser clasificados según la intención o la finalidad a que se refieran. En este sentido, tendremos:1 «1» actos asertivos o representativos en los que el hablante niega, acepta o corrige algo, con diferente nivel de certeza. Ejemplo de lo dicho es «sí, por supuesto pienso así». «2» actos directivos en los que el hablante trata de obligar al oyente a realizar una acción. Ejemplo de este tipo es la proposición que expresa que «deben terminar sus tareas para mañana», «ordenar», «perdonar», «rogar», «instar», o «destituir» «3» actos compromisorios en los que el hablante asume un compromiso, una obligación o un propósito. Ejemplo de los dicho está implicado en esta oración por la que se manifiesta que «no voy a fallarte», «prometer», «pactar», o «garantizar» «4» actos declarativos en los que el hablante pretende cambiar el estado en que se encuentra alguna cosa. Ejemplo de lo dicho está contenido en expresiones tales como «declarar», «certificar», «inaugurar», «bautizar», «absolver», o «bendecir». Este dictamen sólo será válido cuando el hablante sea parte de una institución social, con autoridad, como un juez del registro civil o como una entidad religiosa.
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«133» «5» actos expresivos: El hablante expresa su estado anímico, el de los asuntos de la vida. Ejemplo: '«Hoy, la verdad, no me siento bien'», «felicitar», «disculparse», «dar el pésame», etc. «6» actos afirmativos: El emisor se compromete con la veracidad de su afirmación. Ejemplo: «insistir», «sostener», «postular», «afirmar», «jurar», etc. Para que los actos de habla sean realizativos, es decir, que su enunciación «haga lo que dice», se precisa, en primer lugar, que el emisor —quien lo enuncia—, el receptor -a quien se lo dice- y el contexto —espacio y tiempo— sean los que deben ser. Así, por ejemplo, cualquier emisor no puede declarar la guerra o casar.1 Además, las expresiones realizativas han de enunciarse en presente de indicativo y, por lo general, en primera persona del singular. 1 A veces se usan otras fórmulas:1 «1» Forma pasiva como «se declara la guerra a X». «2» Forma impersonal como «se convoca a los vecinos a una junta». «3» Forma de las construcciones atributivas con estar y quedar como «queda declarada la guerra a X». Si el acto realizativo es llevado a cabo por un grupo —por ejemplo, un tribunal que dicta sentencia—, es posible también el uso del plural como «absolvemos al acusado» Según Searle, los actos de habla son: «a» Unidades fundamentales de la comunicación verbal. «b» Mediante su ejecución se realiza el lenguaje. «c» Pueden clasificarse por categorías de interacción socialmente reguladas (orden, promesa, pregunta). «d» Se realizan conforme a reglas. Para el acto de habla se requiere: «a» Enunciación de palabras y frases. «b» Referencia y predicación. c» Afirmación, interrogación, orden, promesa. Según Habermas (1929-), hay cuatro clases de actos del habla: «1» comunicativo (decir, preguntar, contradecir). «2» constativo (describir, comunicar, explicar, asignar, negar). «3» representativo (revelar, ocultar, interpretar).
«4» regulativo (ordenar, comprometer, disculpar, aconsejar).
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«134» § ÚLTIMA ESTAMPA, FINAL
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«135» La lingüística general, también llamada «teórica», puede estudiar cuestiones tan diversas como los idiomas que existen, las propiedades que tienen en común todos los idiomas, los conocimientos que debe tener una persona, para ser capaz de usar un idioma y, cómo es adquieren los niños la competencia lingüística. El idioma, del latín idiōma, y éste del griego ιδίωμα, «peculiaridad», «idiosincrasia», «propiedad» o lengua, es un sistema de comunicación verbal o gestual, propio de una comunidad humana. En la práctica, los idiomas son un conjunto de sistemas muy similares entre sí, llamados «dialectos» o más propiamente variedades lingüísticas, mutuamente inteligibles. La determinación de si dos de esas variedades son parte o no del mismo idioma, es más una cuestión socio-política, que lingüística. En lingüística, las teorías que se agrupan dentro de la gramática formal denominan competencia lingüística, al conjunto de conocimientos que permiten al hablante de una lengua, el comprender y producir una infinita cantidad de oraciones gramaticalmente correctas, con una cantidad finita de elementos. Además, ciertos enfoques que se ubican en la gramática funcional, entienden que el término también debe incluir cierto conocimiento acerca de la adecuación de un enunciado, al contexto de situación en que se produce. Para Howard Gardner (1943-), la competencia lingüística, es la inteligencia que parece compartida de manera más universal y democrática, en toda la especie humana. Considera que las médulas de tal tipo de inteligencia, son la fonología y la sintaxis; mientras que la semántica y la pragmática se relacionan más con la Inteligencia lógica-matemática y la Inteligencia interpersonal. Define pues, la competencia lingüística, como aquella que permite procesar información de un sistema de símbolos, para reconocer la validez fonológica, sintáctica o semántica en un acto de significación de esa lengua. Las competencias en el lenguaje son actuaciones en torno a la identificación, interpretación, argumentación y abordaje de diversas situaciones con base en el lenguaje; integrando el saber ser, el saber hacer y el saber conocer. Para Chomsky (1928), la competencia lingüística, es la capacidad que tiene todo ser humano de manera innata, de poder hablar y crear mensajes que nunca antes había oído. Esta competencia se centra en las operaciones gramaticales que tiene interiorizado el individuo y; se activan, de acuerdo al desarrollo de su capacidad lingüística. Es decir, el lenguaje nace desde dentro del individuo y no desde lo social, como sostenía Saussure. El maestro, lo que tiene que hacer, es desarrollar esta competencia
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«136» lingüística en el alumno; haciéndole que hable y enseñándole vocabulario y no solamente gramática. La competencia lingüística se hace realidad, a través de reglas generativas que se relacionan con la gramática, que es saber organizarse y estructurarse. Al finalizar este nuestro repaso lingüístico, culminaremos con la cita que dejó Ferdinand de Saussure para la posteridad: «Al dar a la ciencia de la lengua su verdadero lugar en el conjunto del estudio del lenguaje, hemos situado al mismo tiempo la lingüística entera. Hay que colocarse en el terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones del lenguaje. Se puede concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social. Nosotros la llamaremos semiología.
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§ Bibliografía
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