UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educaci贸n
EUROPA, MODERNIDAD Y EUROCENTRISMO
Enrique Garc铆a 29 DE OCTUBRE DE 2009
ABSTRACT La modernidad nació realmente en 1492, y se definió como «emancipación» con respecto al «nosotros», pero no advirtió su carácter mítico-sacrificial con respecto a «los otros» Es la tesis de Dussel en su Europa, modernidad y eurocentrismo, donde examinará el deslizamiento semántico del concepto de «Europa, pasará revista a dos conceptos según los cuales entiende el término «modernidad», y abordará la racionalidad e irracionalidad o mito que rige el «paradigma de la modernidad» Dussel vislumbra dos visiones conceptuales de «modernidad»: una eurocéntrica, como salida de la «inmadurez»; y otra que observa un sentido mundial. Para él, «el método de la modernidad» da cuenta y razón de un proceso concebido y manifestado como sacrificio inevitable, como «pago» o «costo» de la «modernización» que recaerá en los pueblos inmaduros, como también recaerá en las otras razas esclavizadas, o en el otro sexo juzgado débil. Su aporte consistirá en proponer la negación del mito como proyecto mundial de liberación que se realizará lo mismo a través de un proyecto de «trans-modernidad» superadora, vale decir de incorporación desde la alteridad. PALABRAS CLAVE Europa, modernidad y eurocentrismo; paradigmas de modernidad; mito de la modernidad; modelo ario; mundo central; mundo periférico; trans-modernidad: Enrique Dussel I – INTRODUCCIÓN: LA MODERNIDAD NACE EN 1492 Y TIENE UN CARÁCTER MÍTICO-SACRIFICIAL Cien años antes del ego cogito (yo pienso) precedió el ego conquiro (yo conquisto) Dice Dussel en su Europa, modernidad y eurocentrismo, que la «modernidad» nace realmente en el 1492, y que se definió como «emancipación» con respecto al «nosotros», pero no advirtió su carácter mítico-sacrificial con respeto a «los otros» Esa es su tesis. Después de examinar el deslizamiento semántico que sufrió el concepto de «Europa», establece dos visiones conceptuales de «modernidad» Una visión eurocéntrica, que oficia como salida de la «inmadurez» mediante un esfuerzo crítico de la razón que abre, para la humanidad, un nuevo desarrollo del ser humano. Otra visión, cargada de sentido mundial, consiste en definir -como determinación fundamental del mundo moderno- un «centro» de la historia mundial. Finalmente, Dussel confronta racionalidad con irracionalidad, «el método de la modernidad» que da cuenta y razón del proceso «justificatorio» del carácter «civilizatorio» concebido y manifestado como un inevitable sacrificio que comporta un «costo» de la «modernización» de los otros pueblos «atrasados» en tanto inmaduros, de las otras razas en tanto esclavizadas, o del otro sexo en tanto débil. Dussel propondrá que la negación del mito como proyecto mundial de liberación se realice a través de un proyecto superador: el proyecto de la «trans-modernidad», entendida como incorporación desde la alteridad. II – EL DESLIZAMIENTO SEMÁNTICO DEL TÉRMINO «EUROPA»
|3| El término «Europa» ha sufrido un cambio en su significado conceptual: (a) Europa tiene raíces fenicias, y por ende semíticas 1. Procede de Oriente y difiere de la Europa moderna «definitiva» Esta Europa no tiene conexión con Grecia. Se sitúa al norte de Macedonia y al norte de la Magna Grecia, en Italia. Su lugar lo ocupa lo bárbaro 2. Sin embargo usurpará un nombre que no le es propio, sino de culturas más desarrolladas. El eje diacrónico unilineal Grecia-Roma-Europa es un invento ideológico del romanticismo alemán de finales del siglo XVIII que constituye un manejo conceptual posterior del «modelo» ario, racista (Dussel, p. 41) ; (b) el ámbito Occidental es el imperio romano de habla latina. En el ámbito Oriental se asienta el imperio helenista de habla griega, que no registra un concepto relevante de lo que más tarde se llamará «Europa»; (c) desde el siglo VII, Constantinopla, vale decir el Imperio Romano Cristiano de Oriente, se enfrenta al creciente mundo árabe musulmán. La influencia griega no es directa en la Europa Occidental latina. Está mediada, desde el siglo VIII, por el mundo árabe-musulmán (también judío) y, desde el siglo XII, por el mundo Occidental germano-latino. La secuencia de la Europa moderna no entronca con Grecia, ni tampoco directamente con el mundo bizantino, sino con el mundo Occidental latino romano cristianizado. (d) la Europa latina medieval se enfrenta igualmente al mundo árabe-turco. Las Cruzadas constituyen el primer intento por imponerse en el Mediterráneo Oriental y fracasan. Entonces, la Europa latina continúa siendo una cultura periférica, secundaria y aislada por el mundo turco y musulmán. Nunca fue, hasta ese momento, «centro» de la historia. Si algún imperio fue centro de la historia regional euro-asiática antes del mundo musulmán, ese fue el imperio helenista. Pero, ese no es Europa, ni alcanzó la «universalidad» que alcanzó la «universalidad» musulmana en el siglo XV; (e) después de 1453, en el renacimiento italiano comienza una fusión: lo Occidental latino se une con lo griego Oriental y enfrenta al mundo turco. Ello permite formular esta falsa ecuación: el ámbito Occidental está constituido por la suma de lo Helenista, de lo Romano, y de lo Cristiano. De esta manera nace la «ideología» eurocéntrica del romanticismo alemán siguiente. La secuencia ideológica que enlaza Grecia con la Europa moderna se sucede a partir de la historia de Asia que constituye una prehistoria europea que precede al mundo griego, que a su vez precede al mundo romano pagano y cristiano, que a su vez precede al mundo cristiano medieval, que a su vez precede al mundo europeo moderno. Nadie piensa que esta secuencia, que es hoy tradicional, es una «invención» ideológica. Nadie pretende que, desde la época griega y romana, dichas culturas fueran «centro» de la historia mundial. Esta visión «es doblemente falsa» (Dussel, p. 44) porque: (a) todavía no hay historia mundial, sino historias de ecúmenes 3 yuxtapuestas y aisladas; y (b) el lugar geopolítico impide poder La palabra «semita» se refiere a las personas descendientes de Sem. Esto incluye a los árabes y a los judíos. Sem era uno de los hijos de Noé (Génesis 10:21; Lucas 3:36) 2 La palabra «Bárbaro» procede del griego, y su traducción literal es «el que balbucea» Los griegos empleaban el término para referirse a los extranjeros que no hablaban griego, aunque existen escritos que demuestran que concebían a los bárbaros como individuos que carecían de educación, independientemente de su lugar de nacimiento. Los romanos aplicaron el término para designar a los pueblos que invadieron el Imperio Romano. Los clásicos (los que vivieron en los dominios de Grecia y de Roma, durante el período greco-romano de la Edad Antigua, en la Cuenca del Mediterráneo y el Cercano Oriente. Coinciden con la plenitud de las civilizaciones griega y romana del siglo V a. C. al siglo II d. C. o, en sentido amplio, del siglo VIII a. C. al siglo V d. C.) dieron el nombre de «bárbaros» a todos los extranjeros de las comarcas fronterizas contra los que lucharon, contra los que ocuparon las comarcas europeas del norte del Imperio e invadieron y se apoderaron de su parte occidental. 3 La ecúmene es el conjunto del mundo conocido por una cultura. Generalmente se distingue como aquella porción de la Tierra permanentemente habitada, en contraposición al anecúmenes como áreas inhabitadas o temporalmente ocupadas. 1
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|4| erigirse como «centro» Tenemos así a la Europa latina del siglo XV, periférica y secundaria, sitiada por el mundo musulmán, en el extremo occidental del continente euro-afro-asiático. III – MODERNIDAD: DOS CONCEPTOS La interpretación de la Europa moderna, vale decir la «modernidad» contiene una opinión hegemónica. Dussel propone oponerse, no ya como cuestión ajena a la cultura latinoamericana, sino «contra la opinión corriente, como problema fundamental en la definición de la ‘identidad latinoamericana’» (Dussel, p. 45) Hay dos conceptos de «modernidad»: uno, (a), en un sentido eurocéntrico 4; y el otro, (b), en un sentido mundial. En un sentido eurocéntrico, la «modernidad» comporta una salida de la inmadurez mediante el esfuerzo crítico de la razón, cuya perspectiva promueve un nuevo desarrollo del ser humano. Este proceso se cumpliría en Europa, esencialmente en el siglo XVIII. A propósito «el tiempo y el espacio de este fenómeno lo describe Hegel [17701831], y lo comenta Habermas [1929-] [...]: los acontecimientos históricos claves para la implantación del principio de la subjetividad [moderna] son la Reforma, la Ilustración y la Revolución francesa» 5 Puede observarse que se sigue una secuencia espacio-temporal: se acepta también el Renacimiento Italiano, la Reforma y la Ilustración Alemana y la Revolución Francesa. Ricoeur (1913-2005) proponía, además, el Parlamento Inglés. Vale decir: Italia (siglo XV), Alemania (siglos XVI-XVIII), Francia (siglo XVIII), e Inglaterra (siglo XVII) Nunca hubo, empíricamente hablando, historia mundial hasta 1492. Con anterioridad los imperios o sistemas culturales coexistían entre sí. Sólo con la expansión portuguesa desde el siglo XV, que llega al Extremo Oriente en el siglo XVI, y con el descubrimiento de América hispana, todo el planeta se torna el «lugar» de «una sola» historia mundial. España, como primera nación «moderna», abre la primera etapa «moderna»: el mercantilismo mundial. Las minas de plata de Potosí y Zacatecas, descubiertas entre 1545 y 1546, permiten acumular riqueza monetaria suficiente para vencer a los Turcos en Lepanto en 1571. El Atlántico suplanta al Mediterráneo. Dice Dussel que «para nosotros, la ‘centralidad’ de la Europa latina en la Historial Mundial es la determinación fundamental de la Modernidad» y que «las demás determinaciones se van dando en torno a ella» (Dussel, p. 46) Así, la subjetividad constituyente, la propiedad privada, o la libertad de contrato, oficiarán en tal sentido. El siglo XVII es ya el fruto de un siglo y medio de «modernidad» Holanda, Inglaterra y Francia continuarán el camino abierto. Europa Moderna, «centro» de la historia mundial desde 1492, constituyó a todas las otras culturas como su «periferia» La interpretación habitual de la «modernidad», soslaya a Portugal y a España y, con ellos al siglo XVI hispanoamericano que, según la opinión predominante entre los especialistas, nada tiene de conexa con la «modernidad» en un sentido mundial. De ello se sigue una interpretación de la racionalidad moderna diversa tanto
Esta visión se denomina «eurocéntrica» porque indica como punto de partida de la «modernidad» fenómenos intra-europeos, y el desarrollo posterior no necesita más que Europa para explicar el proceso. En un sentido mundial, consistiría en definir como determinación fundamental del mundo moderno el hecho de ser «centro» de la historia mundial. 5 Der philosophische Diskurs der Moderne, Suhrkamp, Frankfort, 1988, p. 27; en Dussel, p. 45. 4
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|5| de quienes, como Habermas, aún piensan «realizarla», como de quienes, como los «postmodernos» se oponen a ella. IV – ACERCA DEL MITO DE LA MODERNIDAD Si se entiende que la «modernidad» de Europa resultará del despliegue de las posibilidades que se abrirían desde su «centralidad» en la historia mundial, y de la constitución de todas las otra culturas como su «periferia», podrá comprenderse por qué el etnocentrismo europeo moderno es el único que puede pretender identificarse con la «universalidad-mundialidad» (Dussel, p 48) De tal suerte, el «eurocentrismo» de la «modernidad» consiste en haber confundido la universalidad abstracta 6 con la mundialidad concreta hegemonizada por Europa como «centro». Así, el ego cogito, el yo pienso moderno, fue antecedido por el ego conquiro, el yo conquisto, práctica del hispano-lusitano que impuso la primera voluntad de poder moderna al indio americano. «La conquista de México fue el primer ámbito del ego moderno [...] Europa moderna, desde 1492, usará la conquista de Latinoamérica como trampolín para sacar una ‘ventaja comparativa’ determinante con respecto a sus antiguas culturas antagónicas (turco-musulmana, etc.) Su superioridad será, en buena parte, fruto de la acumulación de riqueza, experiencia, conocimientos, etc. que acopiará desde la conquista de Latinoamérica» (Dussel, p. 48) La «modernidad», como nuevo «paradigma» de vida cotidiana, de comprensión de la historia, de la ciencia, de la religión, surge hacia fines del siglo XV y con el dominio del Atlántico. El siglo XVII es ya fruto del siglo XVI; Holanda, Francia, Inglaterra, son ya desarrollo posterior en el horizonte abierto por Portugal y España. América latina entra en la «modernidad» como la «’otra cara’ dominada, explotada, encubierta» (Dussel, p. 48) Dice Dussel que por su contenido secundario y negativo mítico, la «modernidad» es justificación de una praxis irracional de violencia (Dussel, p. 48) El mito podría referirse así: (1) la civilización moderna se autoconsidera más desarrollada, superior (eurocentrismo ideológico sin conciencia); (2) ello obliga a desarrollar a los más primitivos, rudos, bárbaros, como exigencia moral; (3) dicho proceso educativo debe ser el seguido por Europa (desarrollo unilineal a la europea que determina una «falacia desarrollista» sin conciencia»); (4) como el bárbaro se opone al proceso civilizador, la práctica moderna debe ejercer, si fuere necesario, la violencia en última instancia para remover los obstáculos sobrevinientes (guerra justa colonial); (5) se producen víctimas que el héroe civilizador caracteriza como un holocausto concebido como un sacrificio salvador; (6) para el moderno, el bárbaro carga con la «culpa» que deriva de oponerse al proceso civilizador que permite a la «modernidad» presentarse como inocente y «emancipadora»; y (7) por el carácter «civilizatorio» de la «modernidad», se interpretan como inevitables los sufrimientos o sacrificios, a la sazón los «costos» de la «modernización» de los otros pueblos «atrasados», «inmaduros», de las otras razas esclavizables, del otro sexo por ser débil.
«[...] es lo que pretende, por ejemplo, Kant con su principio de la moralidad. De hecho, sin embargo, identificó la «máxima» europea con la universalizable» (Dussel, p. 48 n. 13) 6
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|6| Si se pretendiese la superación de la «modernidad» sería necesario negar la negación del mito de la «modernidad» La «otra-cara» negada y victimizada de la «modernidad» debería descubrirse como «víctima inocente» del sacrificio ritual, que al descubrirse como inocente juzga a la «modernidad» como culpable de la violencia perpetrada. Negar la inocencia de la «modernidad» y afirmar la alteridad de «el otro», negado antes como víctima culpable, permite «des-cubrir» la «otra-cara» oculta y esencial a la «modernidad» (Dussel, p. 49) De esta manera, la razón moderna es trascendida, no como negación de la razón en cuanto tal, sino de la razón violenta eurocéntrica. Se trata de una «trans-modernidad» como proyecto mundial de liberación donde la «alteridad», que era co-esencial a la «modernidad», se realice igualmente. El proyecto «trans-moderno» es una co-realización de lo imposible para la sola «modernidad»; es decir, es co-realización de solidaridad. V – CONCLUSIÓN: TRANS-MODERNIDAD O INCORPORACIÓN DESDE LA ALTERIDAD La «modernidad» realmente pudo nacer cuando se dieron las condiciones históricas de su origen efectivo. La «modernidad» nace en 1492. Su real superación como subsunción, es decir como incorporación desde la alteridad, realza su carácter emancipador racional europeo trascendido como proyecto mundial de liberación de su alteridad negada: la «trans-modernidad» como nuevo proyecto de liberación política, económica, ecológica, erótica, pedagógica, y religiosa. Dussel nos propuso, a modo de conclusión, dos paradigmas contradictorios: (a) el paradigma de la mera «modernidad» eurocéntrica; y (b), el paradigma de «modernidad» subsumida, vale decir incorporada desde la alteridad, desde un horizonte mundial, donde cumplió una función ambigua: (b1) por una parte, como emancipación; y (b2) por otra parte, como mítica cultura de la violencia. La realización del segundo paradigma es un proceso de «trans-modernidad» Sólo el segundo paradigma incluye a la «modernidad-alteridad» mundial. Al igual que en Todorov (1939-) 7, el «nosotros» son los europeos, y el «los otros» somos nosotros, los pueblos del mundo periférico. La «modernidad» se definió como «emancipación» con respecto al «nosotros», pero no advirtió su carácter mítico-sacrificial con respecto a «los otros» Sin embargo, Montaigne (1533-1592) -dice Dussel- lo entrevió cuando escribió: «así, podemos llamarlos bárbaros con respecto a nuestras reglas de la razón, pero no con respecto a nosotros, que los rebasamos en toda especie de barbarie» 8 VI – BIBLIOGRAFÍA Dussel, Enrique; Europa, modernidad y eurocentrismo, en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Edgardo Lander (comp.) CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Buenos Aires, Argentina, julio de 2000.
Todorov, Tzetan; Nosotros y los otros, Siglo XXI Editores, México, 1991; en Dussel, Enrique, p. 51. Montaigne, Michel; Des Cannibales, en Oeuvres Complètes, Gallimard-Pléiade, Paris, 1967, p. 208 ; en Dussel, p. 51. 7
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